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TEMA N° 4

LA EPOPEYA ANTIGUA
2

I. El Género Épico

De acuerdo con sus características, las obras literarias se agrupan en distintos géneros:
el épico, el lírico, el dramático y el ensayístico.

El género épico se caracteriza por el predominio de la función representativa del


lenguaje y, por tanto, por el predominio del estrato narrativo-descriptivo, del lenguaje
mimético, cuyo rasgo esencial es su capacidad de re- presentar, de poner ante
nuestros ojos, una historia real o presuntamente ocurrida en un pasado próximo o
remoto, histórico o mítico. En toda obra de este género hay, pues, un narrador que se
relaciona con un narratario por medio de la narración en verso o en prosa y en
pasado de una historia ya acontecida.

Dentro del género épico, se distinguen dos grandes tipos de subgéneros: la poesía épica
y la narrativa. La primera tiene como diferencia específica el uso del verso; la segunda,
el de la prosa. En ambos grupos, se distinguen formas genéricas específicas, pero
existen otras que no son exclusivas de ninguno de ellos. Un esquema clasificatorio
puede aclarar este aspecto:

Clasificación del género


épico
POESÍA ÉPICA NARRATIVA
(verso) (prosa)

 epopeya  cuento
 novela corta
 poema épico
 novela
 hagiografía
 tradición
 poema alegórico
 otros
 leyenda
 fábula
 crónica

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¿QUÉ ES LA EPOPEYA?

Si nos atenemos al modelo original 1 y de acuerdo con la clasificación señalada, la


epopeya pertenece al género épico en su forma de poesía, pero, a su vez, constituye un
subgénero específico dentro de ella. Para analizar los rasgos universales de la
manifestación épica y los particulares de la epopeya referidos a la narración, al
narrador, al mundo representado y al narratario o audiencia virtual, se tomará como
punto de partida la siguiente definición

La epopeya es la narración poética de hechos extraordinarios,


basados en la mitología, la leyenda o la historia, que, protagonizados
por un héroe, constituyen la gloria de un pueblo o interesan a la
humanidad entera.

Características referidas a
la narración

En el caso de la epopeya, las características referidas a la narración, al cómo


se narra, son su carácter poético, el predominio del estilo representativo, el uso de
recursos literarios propios y la adecuación a una estructura definida o plan épico.

1. El carácter poético

Como género literario, la epopeya se encuadra dentro del género épico en su


vertiente de poesía épica y esta dimensión poética se refleja tanto en la utilización del
verso, como en una manera peculiar de decir, que superpone a la lengua corriente un
uso particular de ella.

Si bien la epopeya nació en verso, no es menos cierto que, en su sentido profunda,


existen diversas obras en prosa que, por su temática y sus categorías, podrían ser
consideradas como epopeyas.
4

En lo que respecta al empleo del verso como forma de expresión de la epopeya,


es importante destacar dos ideas fundamentales: la libertad métrica y la la
precedencia de la literatura versificada sobre la literatura en prosa. Con respecto
de lo primero, no existe una forma estrófica definida para el género y, así por ejemplo,
en la epopeya griega, el verso característico es el hexámetro, mientras que, en la épica
medieval española, la estrofa característica es la tirada. En lo que atañe al segundo
aspecto, hay que considerar que se trata de un fenómeno característico, puesto que, en
todas las primeras manifestaciones literarias de los distintos pueblos, se ha dado
siempre la precedencia del verso sobre la prosa, y ello, probablemente, por dos razones
esenciales: la primera, porque la poesía es, por naturaleza, un producto
exclusivamente literario, mientras que la prosa, por su uso en distintos tipos de
discursos, debe conquistar esa condición, y, la segunda, porque el verso, por su
metro, ritmo y rima, tiene un poder mnemotécnico que le permitía a los cantores
populares -aedos, rapdodas, juglares- reproducir con mayor facilidad los textos,
divulgados originalmente por la vía de la tradición oral.

2. El predominio del estilo representativo.

Como señala Emil Staiger en sus Conceptos Fundamentales de Poética, el


estilo propio y predominante del género épico -y, por tanto, de la epopeya- es el de la re-
presentación, que consiste en un “volver a presentar, en un “poner ante nuestros ojos”,
por medio del lenguaje, una realidad que ya tenía existencia -real o imaginaria- fuera de
él y que, por su intermedio, la recupera para el destinatario.

Esta realidad - relativa a situaciones espacio-temporales, psicológicas,


conductuales o elocucionales- puede ser aprehendida en un pasado próximo, remoto o
absoluto, y formalizada posteriormente en un discurso, gracias a la potencialidad
mimética del lenguaje narrativo-descriptivo; esto es, a su capacidad de crear mundos
autónomos, mundos independientes de ese mismo lenguaje que los crea.

En toda epopeya, por tratarse de obras en las que domina la acción y en las que, por
la vía de la narración, se presenta, desarrolla y concluye un tema que contiene
5

elementos de conflicto, el diálogo directo de los personajes también ocupa un lugar de


interés, aunque siempre se subordina a la narración.

3. El uso de recursos literarios específicos.

En la epopeya, como en toda obra literaria, se puede usar un lenguaje


impertinente, simbólico o connotativo. Sin embargo, hay algunos recursos estilísticos
que se dan normalmente en ella y que poseen una justificación específica. Éstos son las
series paralelas, los epítetos épicos y las genealogías.

Las series paralelas consisten en la repetición del mismo texto con ligeras
variantes en el segundo y se justifican tanto como recurso mnemotécnico, cuanto como
elemento intensificador del sentido de algún pasaje. En la Chanson de Roland hay
diversas muestras de ello.

El epíteto épico, ya sea en forma de adjetivo o de frase con función adjetiva,


en la medida en que no le añade ningún rasgo accidental al objeto o persona, sino que
sólo se limita a expresar una característica que le es propia, acentúa su inmutabilidad,
lo fija en un pasado absoluto. Algunos ejemplos del uso de estos epítetos son: las
cóncavas naves , los aqueos de largas grebas, la Aurora de rosados dedos y
Atenea, la de los ojos de lechuza.

4. El Plan Épico

Desde el punto de vista de su estructura interna, la epopeya no posee una


forma libre, sino que, por el contrario, obedece a un plan determinado, denominado
plan épico. Este plan consta de cuatro etapas:

 Invocación a la divinidad
 Presentación del tema
 Nudo
 Desenlace
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La invocación a la divinidad está íntimamente ligada en la epopeya antigua


al carácter y función del narrador y a la condición mítica del mundo que se propone. El
rapsoda personaliza su inspiración poética en la Musa, que es quien le revela los
secretos de una edad mítica, cuyo conocimiento está fuera del alcance del hombre
normal. Así este poeta, normalmente ciego 2, aparece como un elegido por la Musa para
ser el intermediario entre los dioses y los hombres, y de ella le viene el don del canto,
que lo convierte en
un ser de excepción, capacitado para cumplir con la función ritual, religiosa y
educadora de unir el presente histórico del hombre de su tiempo con el pasado mítico de
la Edad de los Héroes. A fines de la Edad Media y especialmente en el Renacimiento,
esta invocación pasa a ser un mero tópico literario, ligado muchas veces al de la falsa
modestia. Por otra parte, es frecuente que se la sustituya por una Dedicatoria al
mecenas o protector del poeta.

En la presentación del tema, el narrador hace un relato sumario del asunto


que va a tratar. Así, por ejemplo, en la Ilíada identifica como centro de su narración “la
cólera del Pélida Aquiles” y en la Odisea, el complicado nostos o retorno de Ulises a
Itaca.

El nudo corresponde al desarrollo del tema, es decir, al relato en extenso de


los acontecimientos y culmina siempre en el momento de mayor tensión o clímax. Una
vez que se ha producido el clímax, la acción se resuelve en el desenlace, que es la
manera como terminan los acontecimientos.

En consecuencia, el esquema de la acción en la epopeya podría representarse de la


siguiente manera:

clímax

Invocación Presentación Nudo Desenlace

2
En la tradición griega, la ceguera del aedo o del rapsoda tiene un carácter simbólico,
porque significa que la musa lo ha privado de la visión exterior para darle, en su
defecto, la visión interior que le sirve de base al don del canto.
7

Características
Referidas al
Narrador

1. La supraperspectiva del narrador: su objetividad, su actitud


impersonal y su representación

En los orígenes del género3, el narrador de la epopeya está claramente influido


por la condición de rapsoda del autor. Es, por tanto, un narrador-rapsodo que,
siguiendo la tradición de los aedos4, expresa su vocación demótica a través del relato de
hechos de gran relevancia para su pueblo.

Al respecto, el primer aspecto que se debe analizar es el del punto de vista o


perspectiva que este narrador adopta frente a los hechos que narra, a los personajes que
crea y a la audiencia a que se dirige, porque es precisamente esta perspectiva la que
determina el ser de la epopeya.

En relación con cada uno de estos elementos, este narrador-rapsodo “se


coloca a una distancia lejana, objetiva, impersonal y magnificada” 5, es decir, en una
supraperspectiva narrativa. Esto está determinado por los siguientes hechos:

3
Para este análisis, se va a considerar como origen a la epopeya griega, porque, si bien El
Poema de Gilgamesh, que pertenece
Su condición a la literatura
de heredero de una súmero-babilónica-
estirpe secularesdel
no canto
sólo la primera
epopeya, sino odeico.
también la primera obra de la literatura universal, presenta aún el problema de ser
una reconstrucción imcompleta.
 La representación mítica del mundo suprafísico.

4  La presentación en primer plano de los personajes odeicos y,


Los aedos, que cantaban a sus dioses y héroes, eran funcionarios venerados por los príncipes
y respetados por como consecuencia,
el pueblo, conocedoresladel
numerosidad
bien y del malde agonistas
y una especie de demiurgos entre los
dioses y los hombres. De acuerdo con los textos, sus funciones parecían ser el canto, la danza –
 El carácter
atlética y festiva-, el ritual ysagrado de la fuente y del mundo, la vastedad espacio-
el magisterio.
5
Óscar Gerardo temporal, y la complejidad
Ramos, Categorías temática.
de la Epopeya. Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1988.

 Su función demiúrgica y educadora.


8

Analicemos cada uno de estos aspectos:

1.1 Su condición de heredero de una estirpe secular del canto odeico.

El rapsodo no es el creador total de su epopeya, sino, como su nombre lo indica, “un


zurcidor de cantos”; es decir, quien selecciona, pule y le da forma definitiva a un
material preexistente, transmitido, primero por los aedos y luego por los rapsodos, de
generación en generación.

El origen de la epopeya se encuentra en las odas, cantos populares pautados

por la cítara y el exámetro6 y referidos a las leyendas y peripecias de los héroes y de

los dioses y a las gestas del pueblo, que se hacen en la época de los aedos y que se

estructuran por confluencia en la época de los rapsodos. De acuerdo con esto,

mientras los primeros tenían la función de crear y de trasmitir oralmente ritos, sagas y

cantares para conservar las tradiciones, los segundos cumplieron la tares final de

seleccionar, pulir e integrar las odas hasta transformarlas en epopeyas. En este largo

6
El hexámetro, cantado al son de la cítara, tiene la función de dirigirse épicamente a una
audiencia; es una estructura métrica perfeccionada, pero con una orientación secular hacia lo
épico.
9

proceso, las diversas odas se fueron entreverando unas con otras hasta formar los

ciclos épicos.

Homero, por ejemplo, organizando la poiesis total, construye la Odisea con tres poemas

básicos - la Telemaquia, la Trashumancia y el Retorno- y, a su vez, habría

estructurado éstas a base de diversas sagas. El siguiente cuadro muestra la estructura

odeica de esta epopeya:

ODISEA

TELEMAQUIA TRANSHUMANCIA RETORNO

Menelao Eolo Relatos de Odiseo

Cíclopes Torneo
Proteo

Néstor Circe Matanza

Escila y Ritos de
Helena Caribdis petición de
esposa

Sirenas
Tejedora y
destejedora
Calipso
Otros
Otros

El hecho de ser y de sentirse herederos de una estirpe secular, que recibe


de generación en generación odas pautadas por la cítara y el exámetro, obliga a los
aedos y rapsodos a respetar el acervo épico, a oír y narrar lo que el pueblo quiere que
le canten – los relatos de sus ancestros-, sin modificar las sagas que cantaron los héroes
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y otros aedos y rapsodos. Este hecho de carácter vivencial determina una posición de
distancia del relato, una posición de supraperspectiva.

1.2 La representación mítica del mundo suprafísico.

Otro hecho que determina esta ubicación de distancia del narrador con
respecto a la historia narrada es la presencia del mito, en tanto visión sensible de un
enigma o misterio, como vehículo para explicar, dentro del mundo físico, la presencia
de un mundo preterfísico que se quiere conquistar. Recuérdese, al respecto, que en el
universo de la epopeya cohabitan hombres y dioses y que, en ese tiempo, había un
sinnúmero de misterios que habían sido explicados desde antaño por el mito y la
leyenda. El narrador de la epopeya sólo tiene que apoderarse de ellos e imitar, en
materia de conocimiento, la tradición concretizante popular.

1.3 La presentación en primer plano de los personajes odeicos y, como


consecuencia, la numerosidad de agonistas

Un tercer hecho que explica la distancia que asume el narrador en la epopeya


dice relación con el carácter independiente que originalmente tenían las sagas, puesto
que esto determinaba la presencia de distintos protagonistas en cada una de ellas. El
rapsodo, al recoger cada uno de estos episodios para elaborar su relato, mira en primer
plano a cada personaje, de manera que le confiere a cada uno de ellos la misma
entidad que les había otorgado un aedo primitivo. De esto deriva la numerosidad de
personajes claramente perfilados.

1.4 El carácter sagrado de la fuente y del mundo

También justifica esta distancia y esta magnificación el carácter sagrado de la fuente

del relato y del mundo que se narra, puesto que el aedo y el rapsoda cantan por
inspiración de la Musa y todo lo que ocurre en ese mundo depende de la decisión de los
dioses.

1.5 La vastedad espacio- temporal, y la complejidad temática.


11

La condición cosmogónica del espacio en que ocurren los acontecimientos


y el carácter atemporal del tiempo mítico, del tiempo absoluto en que se desarrolla
la acción, determinan la vastedad espacio temporal del mundo representado. Por su
parte, la complejidad temática es el resultado de la confluencia de distintas leyendas
en un mundo unitario y con una direccionalidad significativa determinada.

El espacio cosmogónico está constituido tanto por los espacios propios de los dioses – el
Olimpo y sus dependencias, las profundidades oceánicas y el mundo subterráneo-
como por los de los hombres, incluyendo el mundo de la muerte. En lo relativo a la
ambientación temporal, se trata de un tiempo que no acepta delimitaciones y que se
encuentra tan lejos del lector de hoy como de la audiencia de entonces y del propio aedo
o rapsodo. Así, los acontecimientos que narra la epopeya, a diferencia, por ejemplo, de
lo que ocurre en la novela, están localizados siempre en un pasado no actualizable, es
decir, en un pasado que no permite reconstruir los hechos como si fueran
contemporáneos a la lectura. Se trata de un pasado absoluto o de un pasado que, por
pertenecer a un momento concreto de la prehistoria o de la historia de un pueblo,
queda fijado definitivamente como tal.

1.6 Su función demiúrgica y educadora

El carácter demiúrgico y educador de la acción narrativa del aedo y del


En síntesis, el aedo y el rapsodo, al fundar su canto en odas
rapsodo se origina en su condición de elegidos por la musa para ser intermediarios
tradicionales pautadas por la cítara y el hexámetro y sentirse
entre los dioses, que representan el pasado ancestral- y los hombres – que representan
herederos
el presente de y una
histórico- en tradición
la función inmodificable en su
social que cumplen esencia,en al
al favorecer éstos,
incorporar
mediante el mito
los paradigmas como explicación
propuestos, del
la valoración y mundo preterfísico,
la encarnación del ideal dealvida
heroica, a travésbajo
colocar del cual se alcanza
el prisma de la areté.
una luz frontal a los distintos personajes
de las sagas comprometidas, al abarcar un espacio cosmogónico
y remitirse a un tiempo mítico, al construir su mundo haciendo
confluir en él distintos relatos y al cumplir, por medio de la
palabra, una función demiúrgica y educadora, debe mantener una
total distancia de los hechos que narra, debe ser sólo el que le
presta su voz a la Musa o el resonador a través del cual ésta se
expresa.
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2. La objetividad literaria del narrador

La primera manifestación de la supraperspectiva del narrador es su


objetividad literaria, condicionada, como ya se ha señalado, por el ser mismo de la
epopeya., género que surge en sociedades heroicas, en las que los hechos bélicos o
heroicos son los dominantes en el ambiente. Por esta razón no es extraño que cualquier
peripecia vital individual y cotidiana , incluido en ésta el mundo de los sentimientos que
anidan en el alma del poeta, sea considerada como irrelevante.

Desde esta perspectiva, el interés del autor y, por ende, el del narrador, se
orienta hacia el mundo heroico circundante, en el que encuentra un material riquísimo
para sus narraciones, el material que le brinda la tradición. Por otra parte, también el
destinatario original de estos relatos – auditor o lector - era producto del mismo tipo de
sociedad y, en muchas ocasiones, ya sea por la vía de la tradición legendaria o de su
contemporaneidad con los hechos, los conocía con una relativa exactitud. Por ello,
también su interés se centraba en este tipo de historias y esperaba del narrador, sin
desconocer que se trataba de un poeta, una aproximación -lo más fiel posible- a la
verdadera historia, fuera ésta real o presunta, del pasado histórico o legendario.
13

Tanto de esta situación como de las anteriormente citadas, surge, como


condición de la epopeya la objetividad literaria del narrador, en tanto pretensión de
fidelidad a los hechos, lo que lo lleva, muchas veces, a citar frecuentemente la fuente de
su relato para indicar que lo que narra no es una invención suya y que efectivamente
ocurrió así. Sin embargo, al mismo tiempo, esta objetividad debe ser entendida dentro
del marco de la ficción en que esos hechos se insertan y, por esta razón, toda forma de
objetividad no puede ser sino relativa, porque en ella intervienen, a lo menos, cinco
factores:

a) La precaria condición del conocimiento


humano
b) El uso de fuentes
c) La intencionalidad significativa
e) La distancia temporal entre los hechos y
el relato
d) La verosimilitud literaria

a) La precariedad del conocimiento humano se produce por dos razones


fundamentales: porque los objetos y los hechos no revelan su esencia, sino sólo su
particular modo de existencia, y, porque el hombre no puede conocer sino desde su
propia óptica, desde su propia perspectiva, con lo que la visión y valoración de la
realidad se multiplica en función de los diferentes puntos de vista.

b) Cuando el relato no se funda directamente en los hechos, sino en fuentes


históricas o literarias -como ocurre en la mayoría de los casos- se produce un
fenómeno de doble interpretación, porque lo que hace el poeta es reinterpretar lo ya
interpretado por otro. Evidentemente, esto es también una limitante de la objetividad.

c) Dado que toda obra literaria se organiza en torno a una intencionalidad


significativa que vincula el todo con las partes y éstas entre sí para construir un
mundo completo y cerrado que involucre una determinada concepción de realidad y una
determinada interpretación de ella, existe, en la base misma de la creación artística, la
libertad para que el poeta utilice el material que posee en función de aquéllas. Y esto
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significa, por tanto, que el autor de una obra puede hacer siempre uso de su fantasía
creadora.

d) En este sentido -como lo señalara Menéndez Pidal- juega un papel


fundamental la mayor o menor aproximación del acto de enunciación con el tiempo en
que han ocurrido los sucesos. Es natural, por tanto, que mientras más lejanos sean
éstos, el poeta tenga una mayor libertad para la invención, mientras que, cuando son
muy cercanos, o cuando, incluso, el destinatario ha sido testigo presencial de lo
acontecido, el poeta - para hacer creíble su relato, deba someterse con mayor rigor a la
historia.

e) No obstante lo anterior y como señala Aristóteles, la literatura no se rige


como la Historia por el criterio de verdad, sino por el de verosimilitud y, en
consecuencia, su única condición es que lo relatado pueda acontecer en la realidad, es
decir, que sea creíble.

En síntesis, la objetividad literaria -que se opone al mirar


subjetivo, es decir, a la libre interpretación, sin sujección a norma
alguna - si bien representa un esfuerzo por ser fiel a lo
acontecido, no puede ser absoluta ni es tampoco necesario
que lo sea, porque el contrato que el poeta establece con su
lector apunta a la universalidad de lo verosímil y no a la
particularidad de lo históricamente verdadero.

3. La impersonalidad del narrador


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La impersonalidad literaria dice relación con la ausencia de toda huella del


narrador en tanto sujeto que vive, que piensa, que siente o que valora. Esto involucra
desde referencias a su vida y a sus sentimientos hasta los juicios y valoraciones que los
hechos narrados le merezcan. De hecho, la bondad o maldad de éstos aparece siempre
expresada por los propios personajes.

El narrador de una epopeya tiene conciencia de la magnitud y grandeza de los hechos


que narra y, por ello, su yo y las circunstancias personales que lo rodean quedan fuera
del campo de su interés. Al respecto, es significativo el que en ambientes de guerra
surja la epopeya como expresión literaria, mientras que donde existe una convivencia
pacífica, es la voz del yo, el género lírico el que se manifiesta. 7

4. La representación del narrador

En lo que se refiere a la representación del narrador, es decir, al discurso


autorreferente que entrega el narrador en cuanto tal, existen en la mayor parte de las
epopeyas y con la justificación que le presta el mismo género, algunos signos de su
presencia: en la epopeya griega y latina, la invocación a la divinidad establece el carácter
divino de la fuente del narrador y su condición de intermediario en relación con ella; en
la Canción de Rolando, el narrador señala frecuentemente que su relato ha sido
tomado fielmente de la Antigua Gesta y, en los últimos versos, se identifica con el
nombre de Turoldus y señala que ha declinado su fuente - que la ha amplificado
poéticamente- y que su versión termina en el mismo punto en que termina esa obra.
Estos hechos, sin embargo, no afectan su impersonalidad, pues sólo dicen relación con
su hacer narrativo.

Aspectos referidos al mundo


representado

7
Este fenómeno se onserva claramente en españa y en Francia en la época medieval. En el
norte de Francia y de España, en donde el invasor está presente, surge la epopeya; al Sur de
ambos países, surge la lírica, en su forma de poesía trovadoresca en francia y en su forma de
jarcha en España.
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1. Aspectos referidos a la acción

Además de la grandeza de los acontecimientos que se narran y de la


organización de la acción en una estructura definida, la epopeya exige una unidad
temática, variedad en los elementos episódicos y verosimilitud de lo relatado.

1.1 La unidad

En la epopeya, la acción se organiza en torno a un solo tema o idea principal


y los motivos o ideas secundarias se subordinan siempre a ella.

1.2 La variedad

No obstante lo anterior, la epopeya admite la inclusión de episodios o relatos


independientes, completos en sí mismos, que, sin alterar la unidad de la historia,
contribuyen a darle mayor amenidad y soltura al relato.

En la Odisea , por ejemplo, el aedo que canta en el banquete de Alcínoo, situación


normal en el banquete griego, relata dos episodios ocurridos en un tiempo anterior al de
la acción y que nada tienen que ver con el regreso de Ulises a Itaca: la historia del
caballo de Troya y la historia de los amores de Ares y Afrodita.

1.3 La verosimilitud

La verosimilitud es otro rasgo de la epopeya y se la define como la posibilidad


de ocurrencia de los hechos narrados.
17

Al respecto, cabe señalar que en la concepción aristotélica, esta posibilidad


estaba entendida con referencia el mundo real, porque la presencia de lo maravilloso
como elemento propio del tiempo mítico constituía parte de las creencias de entonces.
Sin embargo, si entendemos por verosimilitud la posibilidad de ocurrencia de los
hechos narrados en función de la coherencia interna del mundo que plantea la
obra, la presencia de la máquina o de cualquier otro elemento de la fantasía, vistos
desde la experiencia del lector de cualquier tiempo, se presentan también como posibles.

2. Aspectos referidos a la condición


excepcional del mundo representado

La epopeya, a diferencia de otras formas de lo épico, se mueve sólo dentro del


ámbito de lo heroico y, por ello, no cabe en ella el mundo de lo cotidiano. Así, entonces,
su interés se centra en experiencias únicas de hombres únicos y, por lo tanto, los
acontecimientos, los protagonistas y los ambientes en que éstos se desenvuelven
tienen un carácter excepcional, noble y grandioso.

Dentro del marco de los personajes que intervienen en la acción, existen, aparte de la
numerosidad y de la perspectiva frontal, dos características que le son esenciales a la
epopeya: la máquina o maravilloso y la condición excepcional del héroe., entendido
este último concepto en su sentido primigenio.

2.1 La máquina o maravilloso

Dentro de este carácter excepcional del mundo, destaca como un rasgo


principalísimo la participación de la máquina o maravilloso, que consiste en la
intervención de personajes sobrenaturales, ya sean de la mitología -máquina pagana- o
En su ser

18

del cristianismo -máquina cristiana. A esta característica, los latinos la denominaron


deus ex machina.

2.2 La condición excepcional del héroe

En su Poética, Aristóteles señala, como rasgo propio de la tragedia y de la


epopeya, el que sus protagonistas sean personas mejores que el común, mejores que el
resto de los mortales.

En el caso de la epopeya antigua, la función protagónica recae en el héroe, cuyo


carácter elevado o excepcional se reconoce en los siguientes aspectos:

En su ser

En su
En su querer
conocer

En su hacer

En su ser
19

origen semidivino

a Es hijo o descendiente de dios y mortal.


b Pertenece al linaje de los héroes.
c Tiene un físico superior.
d Posee y desarrolla la areté: en las virtudes guerreras y en sus
cualidades espirituales.

En su conocer

Sabiduría inmensa
a) Accede al conocimiento de lo humano y de lo divino
b) Conoce el mundo de la muerte
c) Tiene el don del canto y conoce sus posibilidades.
d) Tiene el don de la palabra y conoce sus posibilidades..

En su hacer

 Compromete su vida con la acción o aventura heroica para el pleno


desarrollo de su areté y el bien de su pueblo.

 Enseña a su pueblo lo que ha aprendido a través de su viaje heroico.


20

En su querer

 Empeña su voluntad en el cumplimiento de su misión heroica.


 Empeña su voluntad en el desarrollo de su areté.

Max scheler, en El Santo, el Genio y el Héroe, señala que lo heroico se


vincula con lo noble y que son nobles todos los modos de actuar activos frente a los
reactivos; es decir, las acciones de desarrollo frente a las acciones de mera
conservación. Por otra parte, no basta con realizar acciones nobles, sino que importa
también, en su valor positivo, el número, índole y jerarquía de los elementos nobles
en contraste con los vulgares.

Por tratarse el heroísmo de una función social, deben predominar en el héroe


los elementos nobles, que son aquellos que tienen como pauta de valor la medida en que
producen beneficios para la comunidad. Por el contrario, los vulgares, que son aquellos
cuya pauta de valor es la medida del propio beneficio, no elevan la condición heroica.

El héroe es, pues, para Scheler, “la personificación de lo noble”; es decir, “ la suma de
todas las excelencias y virtudes espirituales y vital-espirituales”. Su esencia es “su
coraje, intrepidez, autodominio, capacidad y fuerza para emplear lo bueno por medio
del poder y del dominio sobre los hombres y sobre las cosas del mundo”. Por eso, no es
el éxito el que determina su heroísmo, sino el ímpetu de sus actos.

El héroe puede ser, a la vez, un santo, pero lo que lo caracteriza específicamente es su


carácter de hombre de acción y, en relación con esto, el hecho de que su vida entera
constituya una aventura heroica.
21

8
Joseph Campbell , por su parte, desde una perspectiva psicoanalítica,
considera que es héroe el hombre o la mujer que han sido capaces de combatir y de
triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y han alcanzado, a través
de sucesivos procesos de palingenesia, las formas humanas generales, válidas y
normales. Cada uno de estos procesos de recurrencia del nacimiento le permiten romper
las ataduras del pasado y superar las distintas etapas de desarro le permiten morir
como hombre moderno para renacer como hombre eterno.

Dentro de esta concepción, Campbell señala que el camino que recorre el héroe, llamado
aventura heroica, es la magnificación de la fórmula representada en los ritos de
iniciación, característicos de toda cultura primitiva, en los que se dan las siguientes
etapas:

SEPARACIÓN INICIACIÓN RETORNO

O o
o
Penetración en una regreso al mundo
Salida del mundo
fuente de poder familiar para vivir
familiar
con más sentido

8
Joseph Campbell, El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito, FCE,México,
1959
22

También Baltasar Gracián, escritor del Barroco español, aborda la fisonomía del
héroe en El Héroe y el Discreto 9
y distingue doce “primores” caracterizadores de su
personalidad:

1 Que el héroe practique incomprensibilidades de caudal


2 Cifrar la voluntad
3 Gusto relevante
4 Eminencia en lo mejor
5 Prontitud de ingenio
6 Excelencia del primero y emulación de ideas
7 Arrojo y prudencia
8 Natural imperio y simpatía sublime
9 Toda prenda sin afectación
10 Que el héroe prefiera los empeños plausibles
11 El corazón de rey o la justicia sin crueldad
12 La virtud: corona de las prendas de un héroe

Dentro del concepto cristiano de Gracián, el primor último del héroe, la corona de todas
sus prendas, es la virtud. A diferencia de Max Scheler, quien considera la santidad
como un añadido, deseable, pero no imprescindible, el escritor barroco señala que “ser
héroe del mundo poco o nada es; serlo del cielo es mucho, a cuyo gran monarca sea la
alabanza, sea la honra, sea la gloria”. Así, desde su perspectiva religiosa, el fin último
del héroe es ganar la vida eterna, aspecto que se exalta en las grandes epopeyas
medievales romances: el Poema del Cid y La Canción de Rolando. En la epopeya
griega, también se considera el concepto de virtud y se le traduce por el término areté,
término que alude en conjunto a los atributos guerreros y espirituales. En este caso,

9
Baltasar Gracián, El Héroe y el Discreto, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1942.
23

sin embargo, el fin último del hacer heroico es la fama, objetivo que, en defecto de la
inmortalidad del alma –concepto aún no incorporado en las creencias de la época-,
asegura la pervivencia en el recuerdo de los hombres a través del canto épico. En uno y
en otro caso, por tanto, el héroe aspira a no morir.

Otro rasgo significativo en la fisonomía del héroe de la epopeya es su posibilidad de


aparecer representado como figura paradigmática, sin grandes modificaciones en su
personalidad a lo largo de la historia, o como figura que, partiendo de una debilidad
inicial de carácter moral, se va transfigurando hasta llegar al paradigma. En el primer
caso, la dificultad o el conflicto que vive el protagonista deriva de circunstancias
externas y su misión es salvar los obstáculos para restaurar el orden perdido y
demostrar así su condición de héroe. En el segundo, en cambio, el verdadero conflicto
surge del personaje mismo, de su modo particular de ser y de enfrentar la realidad.

Cuando el héroe es paradigmático, es decir, cuando su personalidad no sufre


modificaciones a lo largo del relato, como ocurre con Odiseo y con el Cid, lo que interesa
simplemente es que su virtud heroica se imponga como una evidencia ante los demás
y, por ello, no requiere de la ayuda de un parigual. Por el contrario, cuando el héroe
debe vencer sus limitaciones, en particular su tendencia a caer en la desmesura, en la
hybris, el relato abordará primariamente su evolución y considerará, en el ámbito de la
ayuda, la figura del amigo, quien posee la virtud que al otro le falta. Es el caso de
Gilgamesh-Enkidu, Aquiles-Patroclo y Rolando-Oliveros.

Aspectos referidos al destinatario

En toda obra literaria se establece implícita o explícitamente un contrato entre


el autor y el lector, entre el emisor del discurso –en este caso narrador- y su
destinatario- en este caso narratario.

En el caso de la epopeya, que aspira a proponer, dentro de un determinado


tipo de sociedad, un ideal de vida o a despertar el fervor patriótico de un pueblo al
24

ponerlo en contacto con las hazañas de sus héroes, con su pasado glorioso, el
destinatario espera una narración objetiva y, en un alto grado, ceñida a los
acontecimientos históricos. A este respecto, el narrador responde con su
supraperspectiva narrativa y con un relativo respeto a los hechos ocurridos o, en su
defecto, con una constante alusión a la fuente del relato, sea ésta mítica o literaria. Al
respecto, es importante tener en cuenta que el narrador será más fiel a la historia
cuando relate hechos próximos a la experiencia de su narratario y, en cambio, usará
más de su fantasía creadora cuando los hechos sean más lejanos.

Por otra parte, en tanto obra literaria, la epopeya no tiene más exigencia que
la verosimilitud –porque la verdad es sólo un requisito de la Historia- y, desde esta
perspectiva, el narratario acepta la presencia de la fantasía del narrador en la medida en
que ésta sea coherente con el resto de los hechos representados y que esté al servicio de
la idealización del héroe.

En síntesis, se podría señalar que el destinatario de la epopeya espera de ésta


-y de su narrador- que, mediante el relato objetivo e histórico-literario de los
acontecimientos, despierte en él el fervor patriótico y el orgullo nacional frente a un
pasado que, a la luz de los hechos, se puede considerar heroico y que le muestre el
modelo humano a seguir dentro de los marcos de una sociedad heroica.

Epopeya Mítica y Epopeya Histórica

La epopeya no es un género que haya tenido expresiones concretas en todas


las épocas, porque, como ya se ha señalado, requiere de un contexto heroico. Es, por
ello, un tipo de obra especialmente significativa en algunas civilizaciones del mundo
antiguo –como las de la India, Grecia y Roma- y en el período medieval, tanto en el
ámbito neolatino, como en el germano y en el anglosajón. Desde esta perspectiva, la
primera clasificación que admite este género es el de epopeya antigua y medieval. No
obstante, de acuerdo con su fundamento, con el carácter del mundo, con las fuentes
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del relato, con la ambientación espacio-temporal, con la función del poeta y con la
naturaleza del héroe, la epopeya puede clasificarse en mítica e histórica.

1. Fundamento último de la epopeya mítica y de la


epopeya histórica

Con el término fundamento, se alude aquí al porqué y al para qué de la


epopeya mítica y de la epopeya histórica. En relación con la finalidad (para qué) de
ambas ya se han señalado los dos aspectos fundamentales:

 mostrar un modelo de hombre –el héroe- como paradigma de las


sociedades heroicas y
 exaltar el pasado heroico del pueblo o grupo al que éste pertenece.

En lo que atañe al porqué, causa o fundamento último- aspecto que dice relación con
las creencias religiosas- hay entre ambos tipos de epopeya, sin embargo, una
importante diferencia. En efecto, en las sociedades heroicas antiguas, el hombre tiene
una muy vaga noción de lo que es la vida después de la muerte e, indudablemente,
carece del concepto de la inmortalidad del alma, aunque no del imperativo humano de
no morir para siempre. Este anhelo de pervivencia, característico de todos los hombres,
lo lleva a considerar la fama como la más valiosa de las posibilidades de lograrlo. Así, a
defecto de un alma inmortal, que le daría sentido a la existencia de otra vida, se
considera que es la vida terrena la que lo tiene y que, mediante las virtudes heroicas
manifestadas a lo largo de ella y cantadas por un poeta, es posible perdurar en la
memoria de las futuras generaciones. El héroe de la epopeya antigua, en tanto hombre
que ha logrado conquistar la fama, aparece como un modelo digno de imitar.

A diferencia de la anterior, en la epopeya histórica cristiana, fundada en un concepto


trascendente de la vida, el héroe no busca la fama –el honor- como fin último, sino
como expresión terrena de su bien obrar , único medio para ganarse la otra vida. El
caballero que ha puesto su espada al servicio de la verdadera fe luchando en contra de
los paganos merece el premio de la gloria eterna.
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2.El carácter del mundo

En la epopeya mítica el mundo narrado tiene un carácter sagrado, porque


aparece como un macrocosmos jerárquicamente y armónicamente organizado, sometido
a ineluctables leyes y en el que todo lo que ocurre obedece, por tanto, a la voluntad de
los dioses. De ellos depende, no sólo el curso de los fenómenos naturales, sino también
cada una de las instancias de la vida del hombre.

En la epopeya histórica cristiana, la divinidad aparece como fuente de ayuda


sobrenatural para los que profesan la fe verdadera, pero no condiciona ni determina
los hechos de los hombres. Es, por tanto, el propio héroe el que asume la
responsabilidad y el riesgo de sus decisiones y de sus acciones.

3. El Tiempo

En la epopeya mítica, el tiempo de la acción es un pasado mítico, un pasado


remoto y siempre irrecuperable desde el presente, cualesquiera sea la época desde el
que se le mire. Es, para decirlo sencillamente y con un ejemplo accesible, el tiempo de la
creación del mundo o el tiempo del Paraíso Terrenal, tiempo que, a diferencia del
tiempo histórico, no es susceptibles de mensuración. En la Biblia, por ejemplo, se hace
referencia a este tiempo de los comienzos con la expresión “in illo tempore”, “en aquel
tiempo”.

En el caso específico de la epopeya griega, este tiempo mítico corresponde,


dentro del marco de las cinco edades del hombre que distingue Hesíodo 10, a la Edad de

10
Hesíodo establece la existencia de cinco edades del hombre; de cinco edades que
van desde una humanidad perfecta hasta una totalmente corrupta, pasando por la de
los héroes que, en la medida en que representa un mayor grado de virtud que la
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los Héroes, y, en su contextualización, el poeta adopta el modelo histórico de las cortes


de los príncipes protohelénicos.

Para una mejor comprensión del significado de esta cuarta edad, conviene revisar las
características de cada una de ellas:

De creación divina y súbditos de Cronos, los hombres de la raza áurea eran


perfectos: se amaban entre sí y les rendían culto a sus dioses. Entre ellos, no había
diferencias ni fronteras, ni conocían tampoco el derecho de propiedad o la necesidad de
la justicia: “todo era común en ese entonces”.

Pareja con esta perfección, la subsistencia les estaba asegurada. Vivían sin
preocupaciones ni trabajos, porque la naturaleza les ofrecía gratuitamente todo lo que
necesitaban: los frutos silvestres, la leche y la miel. Su única ocupación consistía en
bailar y reír.

Los hombres de este período no envejecían nunca y la muerte era para ellos lo mismo
que el sueño. Tras ella, sus espíritus habrían sobrevivido como genios de los lugares
rústicos de retiro y su función habría sido la de dar buena suerte y mantener la justicia.

anterior, deja abierta la posibilidad de que la decadencia humana no sea


necesariamente irreversible.
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Esta raza, “comedora de pan” y que podía vivir cien años, es también de creación divina
y estaban sometidos al dominio de sus madres, a quienes no se atrevían a desobedecer.
No obstante no hacer la guerra entre ellos, eran pendencieros e ignorantes, porque no le
ofrecían sacrificios a los dioses. Zeus los exterminó a todos.

La Edad de Bronce se divide en Raza de Bronce y Raza de los Héroes.

Estos hombres cayeron como frutos de los fresnos y se alimentaban de pan y carne.
Eran insolentes y crueles, estaban armados con armas de bronce y les complacía la
guerra. La peste terminó con todos.

En este período se produce un fenómeno de reversibilidad frente a la


paulatina decadencia de los dos períodos anteriores. Los héroes eran, en su origen,
hombres nobles y generosos que habían sido engendrados por dioses en mortales.
Pelearon gloriosamente en el Sitio de Tebas, en la expedición de los argonautas y en la
guerra de Troya y, por estas hazañas, se convirtieron en héroes y, a su muerte, fueron a
habitar en los campos Elíseos.
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La raza de hierro es la raza actual e indigna descendiente de la anterior. Sus


miembros son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, libidinosos, malos hijos y
traicioneros. No se trata, pues, de una raza mítica, sino del hombre histórico. Ya
Cervantes, en El Quijote, hablaba de su época como edad de hierro y también lo era la
de Hesíodo. Las razas anteriores son, en cambio, míticas.

Como se ha señalado, el trasfondo conceptual que subyace en esta


clasificación es la idea de la decadencia paulatina de la humanidad desde una primera
etapa perfecta hasta una quinta, absolutamente imperfecta. Esta última es la que el
hombre conoce existencialmente; las otras cuatro pertenecen a un pasado mítico
irrecuperable y, dentro de ellas, la de los héroes, aunque inmediatamente anterior,
conserva igualmente su carácter de pasado absoluto.

En oposición a este tiempo mítico o absoluto de la epopeya antigua, la


epopeya histórica, como su nombre lo indica, se sitúa en un momento concreto de la
historia de la humanidad, en una época cronológicamente delimitable, en la época en
que habrían ocurrido los hechos narrados.

3. El Espacio

En la epopeya mítica, el espacio tiene un carácter cosmogónico, porque abarca


el universo entero: el cielo, la tierra y el mundo subterráneo; el lugar en donde habitan
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los hombres y el espacio de los dioses y otros seres mitológicos. En cambio, en la


epopeya histórica, el espacio es geográfico y, por tanto, delimitable.

4. La divinidad como fuente literaria

La idea de que la divinidad actúe como fuente literaria en la epopeya antigua


nos remite a la naturaleza divina de la inspiración y de la capacidad creadora y el
carácter religioso de la función del poeta.

Los hechos que se relatan en la epopeya mítica tienen un carácter legendario.


De hecho, los primeros destinatarios, los contemporáneos del autor, conocen estas
leyendas por efecto de la tradición oral. Sin embargo, el narrador invoca a la Musa para
que le haga accesible una determinada historia. ¿Cómo hay que entender esta
situación? ¿Cómo un mero juego literario, relativamente significativo, o como un
fenómeno que deriva de las más sentidas creencias y que, por tanto, involucra una
profunda significación.

Evidentemente, no se trata de un mero artificio literario del narrador, porque


11
el recurso de la “ficción de la ficción” le es totalmente ajeno. Por el contrario, su
invocación obedece a que él mismo cree en la verdad de los sucesos que narra y en el
carácter divino de su inspiración, en su condición de elegido de la Musa. Esto explicaría
por qué él, y no los demás, posee el don del canto.

Desde el punto de vista de la función social, la del poeta tiene el mismo


carácter gnómico (didáctico) y demiúrgico que la del sacerdote y del adivino. Con este
último comparte, muchas veces, la condición de ciego, y mediante esta carácterística
simbólica se expresa que la Musa lo habría privado de la vista física para sustituírsela
por una profunda visión interior, la que le posibilita el canto heroico.

A través de la función gnómica, el aedo le entrega a su pueblo un modelo


ideal de vida –la vida heroica-, cuyo tipo ideal es el héroe. Su función demiúrgica,

11
Se emplea este recurso, que consiste en fingir que lo fingido es real, cuando se
presenta como real (histórico) una situación que no tiene ese carácter
31

realizada -también como la anterior- a través del rito de la recitación, pone a sus
oyentes o lectores en contacto con un pasado mítico ideal y con los dioses.

Por otra parte, el aedo cumple también con la función privativa de dar la
fama, sea esta positiva o negativa, a quienes, por sus buenas o malas obras, se han
hecho acreedores de ella. La transmisión oral y, luego, escrita de sus relatos asegura
la pervivencia de sus personajes y de los hechos de éstos a través de las generaciones.

En la epopeya románica medieval, el narrador acude a diferentes fuentes, pero


ninguna tiene un carácter sobrenatural. Estas fuentes son de dos tipos: orales y
escritas, y éstas , a su vez, se subdividen en las diversas formas que se registran en el
siguiente ideograma:

De acontecimientos próximos

Relatos orales

De acontecimientos legendarios

Crónicas

Textos escritos
Gestas anteriores

En lo que se refiere a la función, el cantor épico medieval –el juglar- actúa


como poeta, como historiador y como educador, puesto que su misión es, por una
parte, entretener e informar a sus oyentes o lectores y, por otra, exaltar las hazañas de
sus héroes y proponerlos como modelos de conducta.

5. El protagonista
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El protagonista de la epopeya antigua es un héroe mítico. Esta condición


involucra los siguientes aspectos:

 La condición mítica sitúa al héroe en un tiempo ahistórico y, por lo tanto,


su vida se desarrolla dentro de un marco esencialmente diferente al del
hombre histórico: su contacto con la divinidad es directo. Los dioses son
presencia concreta en su vida.
 Dentro de la trayectoria de la humanidad, el héroe representa no sólo a un
hombre superior al hombre histórico, sino, incluso, a otros hombres del
pasado mítico y su función fundamental es la de servir de modelo de vida
a sus sucesores al poner de relieve la posibilidad de superación humana y,
a través de sus hazañas, la del camino de perfeccionamiento que
involucra la vida heroica.
 Desde el punto de vista de su origen, este héroe tiene una condición
semidivina y esto es lo que le da el carácter excepcional en sus atributos
físicos, guerreros y espirituales y lo que le asegura su condición de elegido
para llevar a cabo una empresa heroica.

El concepto de linaje es fundamental en la configuración del héroe, por


cuanto lo determina ya desde su nacimiento. Quien pertenece a una
familia de héroes pertenece también al linaje de los dioses y, por ello, está
destinado a ser héroe. Esto explica la función que cumplen las reiteradas
genealogías en la Ilíada.

 El héroe mítico, como todo héroe épico, es un hombre de acción, cuya


fisonomía se configura a través de la aventura heroica. Sin embargo,
también en este aspecto, tiene una característica particular: su hacer no
consiste en un acto de absoluta libertad y su gloria no estriba, por tanto,
en el buen uso que hace de esa libertad, sino en su sometimiento a la
voluntad de los dioses, a quienes pide ayiuda y a quienes rinde culto y
tributo.

Por estas características, el héroe épico mítico, a diferencia del héroe


trágico, mantiene su fisonomía de tal en la medida en que no intenta
sobrepasar sus límites, en la medida en que, como microcosmo, se
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subordina totalmente a la jerárquica y armónica constitución del


universo.

A diferencia del anterior, el héroe histórico está condicionado por las mismas
circunstancias que el resto de los hombres de su tiempo, espacio y estatus, y, en su
origen, es absolutamente humano. Por ello, su valía es consecuencia del desarrollo de
sus virtudes y habilidades personales y de la libre aplicación que hace de éstas a las
circunstancias que la vida, por efecto de la casualidad o del azar, le ofrece. Este héroe
no está determinado a serlo, sino que elige este camino de realización y
perfeccionamiento como respuesta a su vocación heroica.

En la medida en que el fin último de sus acciones tiene un carácter trascendente y


que su lucha constituye una guerra santa, este héroe recibe la ayuda de la divinidad, la
que, a su vez, es una prueba de que, en la lucha entre las religiones, la cristiana es la
verdadera.

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