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Herencia en la sucesión de

extranjero que incluye bienes


situados en Chile.
Oficio 2.351, de 26 de octubre de 2017, Servicio de Impuestos
Internos

Se ha solicitado a este Servicio un pronunciamiento sobre el tratamiento tributario de


una sucesión abierta en el extranjero que incluye bienes situados en Chile, frente al Impuesto
a las Herencias, Asignaciones y Donaciones.
I ANTECEDENTES
De acuerdo a la presentación, una persona natural de nacionalidad sueca habría fallecido en
dicho país, figurando a su nombre el 97% de los derechos en una sociedad de responsabilidad
limitada chilena.
El causante, a la fecha de su muerte, tenía domicilio en Suecia, estaba casado con una mujer
también domiciliada en ese país y era padre de tres hijos, todos domiciliados en Suecia.
Ninguna de estas personas habría tenido residencia en Chile.
Se informa que el causante estaba casado en Suecia bajo un régimen patrimonial previsto en
la legislación de ese país, en cuya virtud todos los bienes adquiridos por los cónyuges durante
la vigencia del matrimonio son considerados “bienes maritales” y, al término de éste, ambos
cónyuges tienen legalmente el derecho a asignarse entre sí el dominio sobre ellos por iguales
partes. De conformidad a la ley de Suecia, dicho régimen patrimonial puede terminar con la
muerte de algún cónyuge, el divorcio o – anticipadamente – mediante acuerdo entre ellos.
En el caso particular, señala que mientras estuvieron sometidos a dicho régimen patrimonial
los cónyuges realizaron, conforme a la ley sueca, acuerdos de división de la propiedad marital
gracias a lo cual adelantaron durante la vigencia del matrimonio la distribución entre ellos del
dominio sobre los “bienes maritales”. En uno de esos acuerdos de división, a la cónyuge se la
asignó la propiedad de la mitad de los derechos sociales que el causante tenía en la sociedad
chilena. De esta manera, según indica, a partir de dicha fecha – que no se informa – cada uno
de ellos pasó a ser, según la ley sueca, dueño del 48,5% de los derechos sociales de dicha
sociedad.
Para registrar formalmente el cambo de dominio sobre los respectivos derechos sociales a
favor del cónyuge ocurrido y como consecuencia de los aludidos acuerdos, una vez concluida
la posesión efectiva que debe realizarse ante los tribunales de nuestro país, se otorgara una
escritura pública al efecto.
Se informa además que el causante designó en su testamento a sus tres hijos como únicos
herederos a título universal (quienes pasaron a ocupar el lugar jurídico del causante en todas
sus relaciones activas y pasivas). En cambio, la cónyuge sobreviviente no fue instituida
heredera, por lo que no tiene derecho alguno sobre los bienes de la herencia del causante.
Asimismo, señala que el procedimiento equivalente a la posesión efectiva ya ha tenido lugar
en Suecia y se ha incorporado como único bien de la herencia situada en Chile al 48,5% de
los derechos sociales en la sociedad chilena, sobre el cual sus hijos tienen derechos
hereditarios.
Tras citar lo dispuesto en el artículo 955 del Código Civil y 27 de la Ley sobre Impuesto a las
Herencias, Asignaciones y Donaciones, concluye que, teniendo el causante su último domicilio
en Suecia, la ley de dicho país rige todos los aspectos de la sucesión, sin perjuicio que se pida
en Chile, de acuerdo a la ley chilena, la posesión efectiva de la herencia respecto de los
bienes situados dentro del territorio nacional, para los efectos del pago de los impuestos que
procedan.
Del análisis de esas y otras normas legales como administrativas, solicita se confirme lo
siguiente:

1. Que la asignación testamentaria hecha a los hijos del causante en relación al 48,5%
de los derechos sociales en la sociedad chilena se encuentra gravada en Chile con
Impuesto a las Herencias, Asignaciones y Donaciones, en las proporciones que a cada
uno de los herederos se asigne;
2. Que la transferencia al cónyuge del causante del 48,5% de los derechos sociales en la
sociedad chilena ocurrida conforme al derecho sueco, no se encuentra gravada con
Impuesto a las Herencias, Asignaciones y Donaciones en Chile.

II ANÁLISIS
De acuerdo al artículo 955 del Código Civil, la sucesión en los bienes de una persona se abre
al momento de su muerte en su último domicilio; salvos los casos expresamente exceptuados.
La sucesión se regla por la ley del domicilio en que se abre; salvas las excepciones legales.
A su turno, el artículo 27 de la Ley sobre Impuesto a las Herencias, Asignaciones y
Donaciones (en adelante, “Ley de Herencias” o “Impuesto a la Herencia”), dispone que cuando
la sucesión se abra en el extranjero, deberá pedirse en Chile, no obstante lo dispuesto en el
artículo 955 del Código Civil, la posesión efectiva de la herencia respecto de los bienes
situados dentro del territorio chileno, para los efectos del pago de los impuestos establecidos
por esta ley. La posesión efectiva, en este caso, deberá pedirse en el lugar en que tuvo el
causante su último domicilio en Chile, o en el domicilio del que pida la posesión efectiva, si
aquél no lo hubiere tenido.
En consecuencia, en la sucesión de un extranjero, no domiciliado ni residente en el país, los
herederos o legatarios quedan afectos al pago del Impuesto a la Herencia respecto de los
bienes situados en Chile.
En lo que se refiere a la validez en Chile del testamento otorgado en un país extranjero, el
artículo 1027 del Código Civil establece que valdrá en Chile el testamento escrito, otorgado en
país extranjero, si por lo tocante a las solemnidades se hiciere constar su conformidad a las
leyes del país en que se otorgó, y si además se probare la autenticidad del instrumento
respectivo en la forma ordinaria. En consecuencia, en la medida que el testamento cumpla con
los requisitos señalados, se puede hacer valer en Chile.
Por lo expuesto, y respecto del primer criterio que solicita confirmar, se informa que la
asignación testamentaria hecha a cada uno de los hijos del causante, conforme al testamento
válidamente otorgado en el extranjero, se encuentra gravada en Chile con Impuesto a la
Herencias sobre el valor líquido que cada uno de los asignatarios (hijos del causante) reciba,
determinado a la fecha del fallecimiento del causante, de acuerdo a las reglas de valoración
de bienes que establecen los artículos 46, 46 bis y 47, de la Ley de Herencias.
En cuanto a la situación del cónyuge sobreviviente, y dado que sólo se hace referencia a la
legislación aplicable en Suecia sin acompañarla traducida o adjuntando un informe que
permita contrastar lo expuesto en su presentación, en principio no es posible confirmar el
criterio que señala en la letra b) del Antecedente. Al respecto, por ejemplo, no es del todo
claro si los denominados “bienes maritales” son, en rigor, bienes propios del marido frente a
terceros o, en cambio, bienes pertenecientes a algún tipo de patrimonio de afectación, por
ejemplo.
Sobre el particular, y de acuerdo a su presentación, se informa en las conclusiones que del
97% de los derechos sociales “de que fue titular el Causante”, un 48,5% lo transfirió a su
cónyuge en virtud del derecho que la ley sueca le confería sobre los “bienes maritales”.
Sin perjuicio de lo anterior, si los bienes adquiridos por los cónyuges durante la vigencia del
matrimonio son considerados “bienes maritales” pertenecientes al marido – frente a terceros –
mientras dure el régimen patrimonial, el cual termina por la muerte de algún cónyuge, el
divorcio o anticipadamente mediante acuerdo entre ellos, bien podría asimilarse al régimen de
sociedad conyugal que contempla la legislación civil chilena.
Al respecto, en la Circular N° 37 de 2009 y en otros pronunciamientos , este Servicio ha
[1]

señalado que la disolución de una sociedad conyugal da origen a una comunidad y la división
de los bienes de esa comunidad se sujeta a las reglas dadas para la partición de los bienes
hereditarios (artículo 1776 del Código Civil). La forma de terminar con la comunidad es la
partición, a través de la cual se produce la separación. El acto por medio del cual se
singulariza el derecho que el comunero tiene sobre los bienes, se denomina adjudicación, que
tendría naturaleza simplemente declarativa de dominio y no importa enajenación.
Luego, si los cónyuges acordaron una división de los “bienes maritales”, con efectos análogos
al término de la sociedad conyugal y, como resultado de ese acuerdo, se asignó cada uno de
los cónyuges el 48,5% de los derechos sociales de la sociedad chilena, es posible entender
que la referida asignación o adjudicación de parte de los derechos en la sociedad chilena a
uno de los cónyuges no estaría gravada con Impuesto a las Herencias, Asignaciones y
Donaciones.
En caso que el régimen patrimonial de los cónyuges en Suecia pueda asimilarse al de
participación en los gananciales, este Servicio ha interpretado[2], a propósito del artículo 17 N°
30 de la Ley sobre Impuesto a la Renta, que dicho régimen de participación en los gananciales
tiene el mismo tratamiento tributario que la adjudicación de bienes en la liquidación de la
sociedad conyugal.
Por lo tanto, si con ocasión de ponerse fin al régimen patrimonial los cónyuges acordaron
participar por mitades en los gananciales obtenidos durante la vigencia del matrimonio, con
efectos análogos al régimen de participación en los gananciales y, por extensión, a los que
produce el término de la sociedad conyugal, la participación en los derechos sociales de la
sociedad chilena que se entrega al cónyuge beneficiario (48,5%), tampoco estaría gravada
con Impuesto a las Herencias, Asignaciones y Donaciones.
III CONCLUSIÓN
De acuerdo a lo expuesto y considerando solo los antecedentes que proporciona en su
presentación, se puede informar lo siguiente:

1. La asignación testamentaria hecha a los hijos del causante en relación a los derechos
en la sociedad chilena, se encuentra afecta en Chile con el Impuesto de Herencias en
la proporción que corresponda a cada uno de los herederos.
2. Respecto de la división y adjudicación de bienes que forman parte de los “bienes
maritales” por terminar de mutuo acuerdo la vigencia de dicho régimen patrimonial, a
falta de mayores antecedentes sobre la legislación sueca, no es posible, en principio,
confirmar lo solicitado. Con todo, en la medida que dicho régimen patrimonial pueda
homologarse al régimen de “sociedad conyugal” que consulta nuestro sistema legal,
sería posible admitir que no aplica en la especie el Impuesto a las Herencias,
Asignaciones y Donaciones.
3. La misma conclusión se deriva en caso que los denominados “bienes maritales” hayan
formado parte de un régimen patrimonial análogo o similar al de participación en los
gananciales, en la medida que dicho régimen tiene el mismo tratamiento tributario que
la adjudicación de bienes en la liquidación de la sociedad conyugal.

1) INSCRIPCION DE LA DEFUNCION EN CHILE

Para inscribir la defunción existen dos posibilidades:


?Inscripción consular: En este caso deberá llevarse un certificado de defunción original al
Consulado Chileno del país en que falleció la persona, y deberá ser presentado además por
un heredero directo.

A través de este forma será el mismo Consulado quien informara de manera oficial al Registro
Civil respecto de la defunción acaecida en el extranjero, por lo que el tramite será mucho mas
rápido y expedito.

? Inscripción en Chile: En este caso deberán reunirse una seria de antecedentes para
proceder a la inscripción, tales como:
- Certificado de defunción original
- Traducción de dicho certificado otorgado por el Ministerio de Relaciones Exteriores.
- Legalización de firma del Cónsul en dicho documento ante el mismo Ministerio de Relaciones
Exteriores.
- Certificado de nacimiento para acreditar que fallecido es chileno.

Con toda esta documentación deberá concurrirse ante las oficinas del Registro civil para
proceder a la inscripción de la defunción, procedimiento que demora alrededor de 4 meses.

Una vez inscrita la defunción, constara en los registros chilenos la muerte de la persona, por lo
que desde ese momento podrá procederse a tramitar la posesión efectiva correspondiente y
que así los herederos puedan disponer de los bienes en Chile.

Jurisdicción chilena, derecho nacional y


bienes situados en Chile. Comentario a la
Sentencia de la Excma. Corte Suprema,
Rol N° 7480-2013
"... Se trata de una decisión elogiable, que abre la puerta para una mejor
comprensión de nuestras reglas nacionales de derecho internacional privado,
más abierta a la aplicación del derecho extranjero y a la recepción de las
decisiones dictadas por las autoridades de otros países..."
Viernes, 01 de agosto de 2014 a las 9:37 | Actualizado 9:37
Pablo Cornejo

Recientemente, y con ocasión de una solicitud de exequátur de una sentencia dictada por un
tribunal argentino cuyos efectos alcanzaban a un bien situado en Chile, nuestra Excma. Corte
ha tenido la oportunidad de pronunciarse respecto de cuáles son los requisitos que nuestro
ordenamiento exige a fin de reconocer los actos jurisdiccionales extranjeros en este tipo de
casos, en una decisión que a nuestro juicio constituye un avance respecto de la interpretación
marcadamente territorialista que tradicionalmente ha sido sostenida por nuestros tribunales en
la materia.

En el caso en cuestión, un ciudadano argentino solicita a la Corte que se conceda


el exequátur necesario para cumplir en Chile tanto la sentencia dictada el 29 de marzo de 1995
por el 15° Juzgado en lo Civil, Comercial y Minas de la Primera Circunscripción Judicial de la
Provincia de Mendoza, que declaró a determinadas personas como herederos universales del
causante, fallecido con último domicilio en Argentina, como la resolución de 26 de julio de 2010,
en virtud de la cual el mismo tribunal le adjudicó un inmueble ubicado en la ciudad de Viña del
Mar. Para estos efectos, la Corte, después de constatar que con la República Argentina nuestro
país no ha celebrado un tratado sobre el cumplimiento de resoluciones judiciales y que no
existe constancia sobre una posible situación de reciprocidad, evalúa la procedencia de la
solicitud a la luz de lo dispuesto en el artículo 245 del Código de Procedimiento Civil, el cual
para los efectos que nos interesa exige que la resolución cuyo reconocimiento se demanda no
contenga nada contrario a las leyes de la República (N° 1) y que ella misma no se oponga a la
jurisdicción nacional (N° 2).

En su decisión, si bien la Corte evalúa la concurrencia de ambos requisitos de una manera


prácticamente conjunta, termina por aplicar un estándar favorable al reconocimiento de las
sentencias extranjeras, siguiendo con la tendencia que había mostrado en la sentencia rol N°
2349/2005, de 14 de mayo de 2007 (C. 31°): de esta manera, si bien en sus considerandos
Quinto y Sexto vuelve sobre la criticada interpretación que considera que el artículo 16 del
Código Civil establece una regla de competencia en beneficio de los tribunales chilenos cuando
se trata de cuestiones que conciernen bienes situados en el país, termina por resolver la
cuestión sometida a su conocimiento a la luz de las limitaciones materiales que impone el
ordenamiento nacional para el reconocimiento del derecho extranjero. Así, después de
confrontar en su Considerando Séptimo la decisión extranjera con lo dispuesto en nuestra
legislación por el artículo 1325 CC, estableciendo que “…no contraviene la legislación nacional”,
concluye en su Considerando Octavo:

“Que en consecuencia, las resoluciones del Decimoquinto Juzgado en lo Civil, Comercial y Minas
de la Primera Circunscripción Judicial de la Provincia de Mendoza, República Argentina que se
pretenden cumplir en estos antecedentes, no se oponen a la jurisdicción chilena y, por lo tanto,
corresponde acceder a la solicitud de exequátur”.

Para poder comprender las virtudes y defectos de la decisión de la Corte, hay que tener
presente una distinción inicial: una cosa son las reglas que imponen la jurisdicción de los
tribunales chilenos para resolver un asunto y otra son aquellas que definen conforme a qué
derecho debe ser resuelto un asunto controvertido. En materia sucesoria, por ejemplo, forma
parte de las segundas reglas el artículo 955 CC, que establece que la sucesión se abrirá en el
último domicilio del causante y que deberá regirse por la ley de este domicilio, en tanto que
forman parte de las primeras los artículos 27 de la Ley N° 16.271 y el artículo 149 del Código
Orgánico de Tribunales, que imponen la participación necesaria de las autoridades chilenas
cuando se trate de la posesión efectiva de los bienes situados en Chile.

De esta forma, encontrándonos con una sucesión abierta en Argentina, donde parte de los
bienes se encuentran situados en Chile, deberá ésta regirse por el derecho argentino; sin
perjuicio que deba igualmente solicitarse la posesión efectiva de los bienes situados en Chile
ante las autoridades competentes de acuerdo al derecho nacional. Con todo, en este último
caso, las autoridades nacionales no aplicarán el derecho chileno, por no resultar éste
competente según las normas de conflicto nacionales, sino que deberán aplicar el derecho
argentino, a menos que por sus circunstancias la sucesión quede comprendida dentro de las
excepciones previstas en los artículos 998 y 15 N° 2 del Código Civil, o que la aplicación del
derecho extranjero vulnere el orden público nacional o que exista fraude en el establecimiento
de los factores de conexión que determinan su aplicación.

Una decisión contraria no solamente afectaría el principio de unidad en materia sucesoria


afirmado por el artículo 955 CC, sino que además excedería los fines para los cuales la Ley de
Impuestos a las Herencias y a partir de ella el Código Orgánico de Tribunales confieren
competencia a las autoridades chilenas para conocer de las posesiones efectivas de los bienes
situados en Chile, que no es otra que simplemente resguardar el pago de los impuestos
establecidos en la Ley N° 16.271.

En este contexto es que resulta criticable la mención del artículo 16 CC como sustento de la
decisión de la Corte, pues en caso de ser interpretado como una regla de conflicto, éste
presentaría un carácter general, debiendo ceder en su aplicación frente a las especiales reglas
sucesorias, por lo que no sería aplicable, mientras que en caso de ser interpretado como una
regla de jurisdicción, además de reafirmar una interpretación ampliamente criticada de la
disposición, resultaría innecesaria su invocación, a la luz de lo dispuesto en los artículos 27 y
149 antes mencionados.

Sin embargo, en el marco de la decisión de la Corte, esto no parece ser una cuestión
problemática: aunque efectivamente se citan disposiciones con la finalidad de asegurar prima
facie una competencia exclusiva de las autoridades chilenas para conocer del asunto, la Corte
termina por introducir correctamente la diferenciación entre derecho aplicable y jurisdicción
competente. Así, mientras por una parte otorga el exequátur, por entender que lo decidido por
la jurisdicción extranjera no contraviene la legislación nacional, por otra dispone que “el
cumplimiento de las sentencias deberá solicitarse ante el Tribunal que corresponda, de acuerdo
con lo dispuesto en los citados artículos 27 de la Ley 16.271 y 149 del Código Orgánico de
Tribunales”, con lo cual resguarda las normas que atribuyen una competencia exclusiva a las
autoridades chilenas.

Como puede apreciarse, se trata de una decisión elogiable, que abre la puerta para una mejor
comprensión de nuestras reglas nacionales de derecho internacional privado, más abierta a la
aplicación del derecho extranjero y a la recepción de las decisiones dictadas por las autoridades
de otros países, acordes con los imperativos que nos presenta el actual contexto internacional.

* Pablo Cornejo Aguilera es profesor de Derecho Civil de la Universidad de Chile.

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