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EL ESTILO CHOLOMBIANO COMO CULTURA JUVENIL EN MÉXICO

Ponencia presentada en el Encuentro de investigadores de la música


vallenata (2016, UPC, Valledupar) Publicada en la revista Vallenatología No
4.

Abel Medina Sierra

La música se va con la gente cuando esta viaja, no solo se lleva la música


en la maleta, también en la memoria o plegada en la sensibilidad. Así, como
parte del “equipaje cultural”, llegó la música de acordeón del Caribe
colombiano en sus variantes de cumbia y vallenato a países como México,
donde ha experimentado una travesía de desenclave de su territorio original,
seguido de una relocalización.

La influencia diseminadora de la música tropical colombiana en México,


primero, se dio con canciones como “La pollera colorá” y “La cumbia
cienaguera”. Luego en los 60´s, sobreviene la incidencia de músicos como
Alfredo Gutiérrez, Lizandro Meza, Aniceto Molina y en especial, Los Corraleros
de Majagual, quienes tienen en ese país muchos grupos que los emulan, como
el caso de Los Karkis con sus trabalenguas musicalizados.

La onda cumbiambera colombiana generó en México sus variantes: en el norte


la cumbia y hacia Texas el tex mex o música tejana que generó la denominada
onda grupera. Al margen de esta influencia que es notoria en músicos
afamados en México y el área latina de Estados Unidos como Celso Piña, en
épocas más recientes en la zona de Monterrey, Salinas, Nuevo León y el
territorio cercano se ha relocalizado una tercera variante, la del vallenato y la
cumbia que en esta zona no son dos géneros distintos sino formas de un
mismo género. Esto explica por qué en su vecino país del norte la categoría
Grammy Latino se denominó “Vallenato-cumbia”

Lo que más se ha arraigado es el vallenato lirico- sensiblero y la cumbia


interpretada con acordeón, por lo anterior, a los mexicanos el nombre de
Silvestre Dangond y Peter Manjarrés no les dice mucho, pero para ellos Andrés
Landeros o Alfredo Gutiérrez son ídolos inmortales. No saben quién es Martín
Elías pero Nelson Velásquez, Los Chiches y Los Diablitos llenan estadios y son
caracterizados como “los grandes del vallenato”, aunque algunos mayores
también tienen preferencias por El Binomio de Oro, los Zuleta, Oñate y
Diomedes. Lo anterior quiere decir, que el vallenato que se anidó en esta zona
fue inicialmente el lirico de los 80 s y luego el sensiblero de los 90s. Las líricas
románticas y a veces, hasta sensibleras del vallenato son las que interpelan a
este nicho de mercado y por ello, el vallenato Nueva Ola con énfasis en lo
rítmico y bailable aún no cala en este público.

La influencia del vallenato y la cumbia en México tiene su germen en la


constitución de una cultura “regiocolombiano” que se fraguó hace más de
dos décadas en los barrios marginales de Monterrey y su área metropolitana
como Saltillo, Zacatecas, San Luis Potosí, Nuevo Laredo, Torreón, León,
Reynosa y algunas localidades de Texas y que tiene sus protagonistas en los
jóvenes. Se puede hablar de una cultura por los rasgos distintivos y el estilo
que acompañan una afinidad musical por los vallenatos y cumbias
colombianas: una manera de vestir, bailar, grafitear. Es el underground del
barrio y del “sonidero” (o máquinas reproductoras de música llamados en el
Caribe colombiano como picós), es una resistencia de la marginalidad
asociada al cholismo que no deja de generar estigmas y acusaciones de
“falsear” la identidad musical azteca pero que demuestra la comunión y los
puentes que desde la estética musical se trazan entre el vallenato-cumbia -
colombiano y los regionmontanos.

Agrupaciones locales como La Tropa Vallenata, Tierra Santa, Grupo M 19, La


Ronda de Bogotá, Los Gigantes de América, Los Descalzos, Los Vallenatos de la
Cumbia, Brisa Vallenata, La Misión Colombiana, Javier López y la Dinastía Reyes
Vallenatos, o el trágicamente célebre Kombo Colombia, se compiten el
mercado regiomontano con los vallenatos colombianos Nelson Velásquez,
Jorge Celedón, Los Gigantes, Los Chiches, Los Diablitos, Alex Manga y el
Binomio de Oro. La diseminación de esta música ya trasciende el norte de
México, los canales de televisión y la mayoría de emisoras, entre ellas Radio
13 y Antología Vallenata, conceden al vallenato una relevancia mayor que a la
música local y regional lo que indica que lo ha integrado a su identidad por un
proceso de negociación y de cooptación.

Pero cuáles son las razones que podrían explicar que de todas las músicas que
han llegado, la música colombiana de acordeón, en este caso cumbia y
vallenato, se relocalizara en esta zona específica del amplio territorio
mexicano. Olvera (2011, p.9) recogió algunas explicaciones entre varios
informantes para quienes la música de acordeón del Caribe colombiano: Es
rica en variedad de géneros y temáticas, su ritmo es bailable y se puede
ejecutar fácilmente, sus letras son llamativas y los instrumentos no les son
desconocidos: bandas de vientos o acordeones han sido usados por músicos
regios desde hace muchos años.

Darío Blanco Arboleda (2003. P. 61) llama la atención sobre el fenómeno de


relocalización del vallenato en México como evidencia que existen otras vías
distintas al Word Music (impuesto por los grandes conglomerados
discográficos) para el posicionamiento de las músicas populares de países o
culturas no hegemónicas. Se presenta, en este caso, de un proceso de
intercambio cultural-simbólico Sur-Sur:

…una música del Sur llega al Sur, y se establece por lo menos en


un caso, sin mayor ayuda de la poderosa industria musical y de
todos los aparatos agregados a ésta -en el ejercicio de la
comercialización y el consumo-; externamente a la industria
comercial musical logra el mantenimiento de un género a través
de circuitos subterráneos durante años” (Cfr. Blanco).

Son estos circuitos los que permiten, que la música vallenata logre expandirse
hacia los E.U. entre los grupos migrantes provenientes del Sur.
La escena del estilo Cholombiano

En el mundo editorial mexicano e internacional, la visibilización de la cultura


colombia o cholombiana vino desde el lente, aparentemente frívolo, de la
moda y los diseños. En el año 1014 Trilce edita la obra “Cholombianos” de
Amanda Watkins, nada menos que una destacada experta en el tema con
maestría en diseño de modas por el Royal College of Art Masters, de Londres.
Ha sido profesora de moda en la Universidad de Monterrey y sus colecciones
han aparecido en revistas como Elle (Japón), Commons and Sense (Japón)
y Dazed and Confused (Londres). Watkins pasó cuatro años viajando
constantemente entre Londres y Monterrey para este trabajo de arte visual
cuyo fuerte es la fotografía de las modas en los llamados cholombianos, la que
se caracteriza por la espectacularidad y el bricolaje de las culturas juveniles.

Con este trabajo se revela que los cholombianos, regiomontanos que se


asumen como amantes de lo colombiano, son jóvenes que han extraído su
moda de cholos chicanos de Los Ángeles con una idea romántica y tropical de
Colombia. Se refuerza así la tesis que son una especie de “punks tropicalizados
con una idea romántica de Barranquilla”, “el movimiento juvenil más
auténtico y emocionante que hay en esta ciudad” o “cumbiancheros que
bailan con la agilidad de un breakdancero de Brooklyn, pero con el sabor de
Barranquilla” como lo afirma Watkins.

Las fotografías del libro dan cuenta de una vestimenta original que llamó la
atención de la diseñadora: escapularios hechos por ellos, peculiar manera de
bailar y un elaborado código de señas, son características de este movimiento
en Monterrey. Los escapularios son sus accesorios que los cholombianos llevan
a un nivel extremo. Son piezas tejidas a mano por ellos mismos. Cuanto más
grandes, mejor. A los cholombianos les gusta lucir pulcros, como los chicanos
o los cholos en Estados Unidos. No tiene muchos recursos, pero da la
impresión de que siempre invierten en su imagen, éste es uno de los factores
que impulsan su creatividad y lo que llama la atención de los diseñadores en
este estilo juvenil.

Watkins registró con su cámara a estos jóvenes regios (o región montanos


como se les llama a los de Monterrey), su estilo de vida “relajado”, con sus
símbolos que hacen con las manos, su peculiar ropa (de la marca Dickies,
original y hechiza), y con grandes escapularios de los colores, que los
representan, con su cabello aplastado por kilos de gel, con sus gorras con
diferentes estampados, entre los que resaltan los colores de la bandera de
Colombia. Se les ve usar playeras hawaianas, de cuadros; shorts, portan sus
zapatos Converse. También combinan imágenes religiosas, como la de San
Judas Tadeo y la Virgen de Guadalupe con los colores amarillo, azul y rojo que
se repiten en las gorras; los tenis, las pañoletas, los llaveros y los peinados son
extraordinariamente originales.

En lo que se refiere a los elementos estéticos, entre los que contaría para el
caso cholombianos el vestuario, han construido un estilo en la medida en que,
como lo expresa Feixas (1999) han echado mano del bricolaje en el sentido de
Lévi-Strauss: un sistema total de signos compuesto por elementos heteróclitos
que provienen de un repertorio ya existente, esta práctica sincrética hace que
el cholombiano use objetos y símbolos inconexos que son reordenados y
recontextualizados para comunicar nuevos significados

En este sentido, recogen un tipo “local” de adscripciones identitarias hacia lo


mexicano y lo colombiano, marcando rupturas con el imaginario institucional
y refundiendo los imaginarios regionales y trasnacionales y hasta étnicos de
los jóvenes habitantes de los barrios. El localismo, el apego al terruño (la
esquina, colonia, calle), elementos del imaginario tradicional mexicano y un
rechazo a la legitimidad institucional.

A Bernardo Loyola (2011) le llama la atención, como el elemento más


importante del look colombiano, su corte de cabello:
…que es una combinación entre el corte hip-hopero de EEUU, el
reguetonero puertorriqueño y el guerrero azteca. La parte de
atrás va rapada, y dejan una colita a la altura de la nuca. La parte
de arriba la dejan corta y picuda, y el fleco va recortado,
perfectamente acicalado. El toque final y lo más importante son
las patillas, que son larguísimas, y se las pegan a los lados de la
cara prácticamente plastificadas con puños de gel.

Como hemos podido ver, entre los componentes esenciales del estilo
colombiano, están los elementos visuales, entendidos estos como los objetos,
artefactos, prácticas corporales o estrategias visuales que utilizan los jóvenes
de las culturas juveniles para presentar/ representar sus identidades. “Los
colombias” poco a poco construyen las particularidades de su estilo, toman
objetos de la vida cotidiana y los someten a un proceso de transformación
simbólica, así crean sus símbolos, así los dotan de valor para ellos. En este caso,
el vestuario diseñado por ellos mismos entra en la categoría de “producciones
culturales”, las cuales tienen un carácter especular, en la medida en que en
ellas las culturas juveniles buscan la imagen reflejada de su identidad.

Entre el chúntaro y el cholo

Para muchos investigadores de la cultura popular mexicana, los cholombianos


no son sino una nueva versión de los “chuntaros”. En años recientes, el grupo
musical de rock fundado en 1990 en Monterrey, El Gran Silencio, ha impuesto
en México y los canales musicales de televisión su éxito “Chuntaro style” que
reivindica la cultura del chúntaro pero también pone en escena tanto esta
cultura en su forma tradicional como la manera cómo los jóvenes se han
reapropiado y re-inventado el estilo.

Es que para algunos el chúntaro es el padre del cholo y de este surge el


cholombiano. En el estilo y el vestuario tiene que ver nada menos que
Cantinflas. El comediante tomó de su padre la forma de usar el pantalón como
si estuviera cayéndose, algunos en México dicen “como si se hubiera cagado”,
así también la forma del bigote.
La apariencia del chúntaro original privilegia la vestimenta heteróclita. El
Pantalón tiene que ser excesivamente de talla grande. Suelen “inscribir” su
pantalón con un dragón y flamas en parte posterior de la pierna derecha a la
altura de la rodilla, este puede ser sustituido por: una bola ocho (billar) o
cualquier otra cosa combinada con flamas, o la imagen del Che Guevara; los
más radicales traen esta imagen del Che atravesada por un cuchillo, con una
serpiente alrededor del cuchillo, todo esto en llamas. Nunca falta el paliacate
(pañoleta o pañuelo) que usan normalmente para cubrir parte de los ojos
como lo hacen los emos con un mechón de cabello. En cuanto a la camisa, el
chúntaro lleva la moda al extremo usando camisas o muy pegadas o
extremadamente grandes.

El baile concilia los pasos del gavilán con movimientos del hip hop y hasta del
breakdance. Es característico del chúntaro raspar contra el suelo cualquier
tipo de arma blanca que se lleve consigo. Se baila separado de la pareja, es
como un reto entre ellos. Forman una rueda espontánea, giran, tocan el piso
o la arena, sus manos se extienden por momentos como si quisieran volar. El
baile pone en escena una serie de gestos manuales y corporales entre los que
bailan. Este baile es herencia de Cantinflas, el cual se puede apreciar en la
película "El patrullero 777".

Todos coinciden en que la cultura Colombia tiene también su antecedente


más inmediato en los cholos, de allí lo de “cholombianos”. El cholismo tiene
su fuente nutricia en un movimiento contra hegemónico y de resistencia
cultural sur-norte que nace a inicios de los 70´s en la frontera entre México y
Estados Unidos y que luego se extiende y disemina en el país manito. En
Estados Unidos la cultura de los cholos se ha tomado los sectores populares y
asentamientos latinos de en el sur y este de Los Ángeles, Texas, Arizona, New
York y en Miami. Mientras en México la mayor influencia está en Tijuana,
Sonora, Chihuahua, Guanajuato, Mexicali y Monterey donde devino en la
cultura cholombiana.
Para muchos el cholo es sinónimo del mexicano de origen campesino que vive
en la urbe, que viste de mal gusto y de manera anticuada, “un naco” dirían los
“fresas” o especie de gomelos o jóvenes de clase media-alta. El cholismo entró
en pleno auge en Monterrey, epicentro de los cholombianos, hacia los 80´s,
se conforman allí más de 50 pandillas denominadas cholos siendo las primeras
manifestaciones en las colonias ubicadas al margen del río Santa Catarina, o
sea la colonia Independencia, el sector oriente del centro de la ciudad y,
principalmente, los condominios como Constitución. En la actualidad se han
replegado asentados en los sectores de Valle Verde, San Nicolás y Apodaca.

El background musical: El vallenato -cumbia“rebajados”

La música que se ha convertido en referente sonoro de los cholombianos de


Monterrey y estados vecinos es conocida localmente como “cumbia rebajada”
o “vallenatos rebajados”, manera de denominar estos formatos o etiquetas
que se combinan en el repertorio de los músicos locales pues la mayoría de
grupos que llegan de Colombia, son vallenatos y muy pocos de cumbia en
formato de acordeón. La cumbia “Cumbia Rebajada” es la misma “Cumbia
callera” y para otras y “Cumbia chida”, ésta última fue una denominación que
hizo correr el cumbiambero colombiano residente en México, Humberto
Pabón, y que apela al sentido de “bonita”, “chévere” del término regional o
mexicanismo “chido”.

No es otra que la cumbia del Caribe colombiano en su formato de acordeón y


es reproducido en Colombia con gaitas o por músicos como Andrés Landeros.
Paradójicamente, la modalidad de cumbia que gusta y se impone en México,
parte de un error de reproducción que se terminó reiterando y generando la
distinción entre la colombiana y la asimilada por los mexicanos. Es una cumbia
con el tempo reducido o “rebajado”, de allí su denominación local.

El blog cumbiapoder.blogspot.com le apuesta a versiones según las cuales


tiene que ver con un problema de orden técnico de los sonideros, encargados
de imponer el gusto por la música colombiana en las fiestas de los mexicanos
con la llegada de otras tecnologías como fue el casete en los años 70s:

Sonideros de la vieja guardia en D.F., como Sonido Fascinación y


de Monterrey, como Sonido Dueñez, se atribuyen el haber
cometido el milagroso error, al copiar de la tornamesa a la
grabadora de casetes, una de los dos por acción u omisión
reprodujo y/o grabó de manera más lenta, dando así origen a la
Cumbia Rebajada, luego esta copia en casete se reprodujo a otros
casetes y así empezó la propagación, llegando a los mercados de
música en los tianguis o tiendas callejeras. El público consumidor
de esta música se llevó estos casetes los escuchó y comenzó a
desarrollar gusto por estas Cumbias Rebajadas. (2011).

Se dice que Gabriel Dueñez llegó a ser el mayor coleccionista y vendedor de


estos discos en el mercado o pulga "El puente del papa", un
tianguis popular de fin de semana en el lecho del rio Santa Catarina y a escasos
metros de la colonia La Independencia. La tendencia del sonido rebajado seria
imitada por otros sonideros como "Colombia Chiquita" y discos "El Tito" en
Reforma. Del disco pasó al ensayo de aficionados locales, que con acordeones,
guacharacas, claves, cencerro y una tarolas tomaron las calles y buses de
transporte público como espacio de difusión:

En la cumbia rebajada el sonido lento extendido hace que el eco y reverb se


vuelven más notorios, se tornó en identidad sonora de la cultura de los
“barrios bravos” de Monterrey, que se ha extendido por todo México
redescubriéndose por nuevos amantes de este género.

También emerge la otra teoría, que explora la interacción entre bailadores y


sonideros. Según esto, la influencia del Twist y el Rock and Roll norteamericano
en los bailadores locales, obligó a los Dj´s de sonideros a modificar el pitch de
sus tornamesas para que los bailadores mexicanos pudieran bailar las cumbias,
gaitas y porros a la manera mexicana, debido a que muchas de estas piezas
tienen un tempo muy rápido. Así se estableció por acuerdo tácito entre
sonideros y bailadores una velocidad especial para los acetatos en los bailes
de sonideros.

Entre los grupos de cumbia que más suenan, conformados localmente en esta
parte de México, son: Cañaveral, Yaguaru, Los abelardos, La sonora de
Margarita, Rossy War, Arturo Jaimes y los cantantes, Los extraños, Rayito
Colombiano, Los Ángeles Azules, Los Ángeles de Charly, Los Llairas, Los
Askis, Simba Musical, Yahari, Agua Nueva, Limite, Los socios del Ritmo, Los
Gatos Negros, Paco Silva y la Tropa Colombiana de Monterrey.

Celso Piña es el gran precursor aunque su oferta se mantuvo a nivel regional.


Los Vallenatos de la cumbia han dado mayor proyección a la música
colombiana que es su identidad, llevándola a Paraguay, Argentina y Estados
Unidos. Grupos como los Huacharacos de Colombia tienen casi 30 años como
intérpretes del género, otros grupos exitosos y sostenibles son: Super Grupo
Colombia (creado en 1977), Rigo Tovar y Acapulco Tropical. (Olvera, 2011. p.6)

Entre los colombianos que más éxito han tenido, por su residencia en México
están: Humberto Pabón conocido como Pluma, quien hizo parte de los
Corraleros del Majagual. También el ya extinto sucreño Aniceto Molina quien
es el autor e intérprete de la exitosa “Cumbia rebajá”. De igual manera, el
acordeonista y compositor de Sahagún, Policarpo Calle, llamado "Embajador
de la Cumbia" quien es toda una leyenda y un referente del género en México.

Sobre la incursión de los ritmos colombianos como el vallenato y la cumbia en


Monterrey, que son el principal aglutinante de lo que se define como “cultura
colombiana” o “cholombianos”, algunos comentan que por lo menos hace 30
años, cada que había un baile en colonia La Independencia, con lo que se
contaba era con un sonidero o sistemas de sonido conocidos en Colombia
como picós. Ellos se proveían de una música barata y la más barata que
encontraban en Miami era la colombiana. El acordeón ya era muy cercano a
la cultura regiomontana pues algunos géneros de música popular usaban este
diatónico como base.
Para la época en Monterrey se escuchaban por la radio sólo corridos y música
pop, hasta que el locutor Joel Luna comenzó a transmitir cumbias por la XEH,
sobre todo colombianas. El programador nunca imaginó que lo que transmitió
al aire pondría a bailar a cientos de jóvenes de barrios marginados de la ciudad
que, poco a poco, crearon una cultura: la de los cholombianos que se extendió
a las colonias de mexicanos de Houston.

Según Olvera (2011) fue desde 1982 que se pasó del consumo de la música
colombiana a su verdadera apropiación desde la interpretación por grupos
aficionados locales que no tenían otro referente sino los acetatos que se
vendían en los tianguis (ventorros). Según algunos intérpretes, para el caso de
la música vallenata sería el Binomio de Oro el primer referente pues antes los
intérpretes que se escuchaban ofrecían un repertorio más amplio (caso
Alfredo Gutiérrez, Lizandro Meza o Aniceto Molina).

Sobre la circulación, no se dio por las industrias culturales o los medios


comerciales convencionales y formales sino que la música colombiana llegó a
través de la “piratería”, las ventas callejeras donde los “colombias” adquieren
discos que no se presentan en su formato original sino en copias reproducidas
ilegalmente y que llegan desde Colombia.

La apropiación social y cultural que vive el vallenato y la cumbia en México


bien se puede resumir en lo que plantea en sociólogo Simon Frith, (2003, p.
183), quien se refiere a este fenómeno de travesías sonoras en la
postmodernidad, la que califica como: “ …época de pillaje en la cual la música
creada en un lugar, por una razón determinada, puede ser apropiada de
inmediato en otro lugar por otra razón distinta, sino también que, aunque las
personas que la hacen y utilizan por primera vez pueden darle forma, como
experiencia la música tiene vida propia”. La música no tiene fronteras, “lo que
hace que la música sea especial para la identidad- es que define un espacio sin
límites. (…) Así la música es la forma cultural más apta para cruzar fronteras,-
el sonido atraviesa cercos, murallas, océanos, clases, razas y naciones- (Frith,
p. 159). El vallenato, patrimonio inmaterial de la humanidad, ahora tiene su
tono regio y junto a la cumbia, una comunidad que se arropa con sus
sonoridades en los cholombianos.

Referencias

BLANCO ARBOLEDA, Darío. (2003). La relación música e identidad:


surgimiento, nacionalización e internacionalización de la música vallenata.
Foro Internacionalización de la música vallenata. Valledupar: Fundación
Festival de la Leyenda Vallenata.

CERBINO, Mauro et al. (1998). Culturas juveniles: cuerpo, música,


sociabilidad y género. Guayaquil: Abya Yala –Convenio Andrés Bello. 245 p

FEIXA, Carles. (1999). De Jóvenes, bandas y tribus: Antropología de la


juventud. Barcelona: Ariel.

FRITH, Simon. (2001). Hacia una estética de la música popular. En: CRUCES,
Francisco. Las culturas musicales: Lecturas en etnomusicología. Madrid:
Trotta.

LOYOLA, Bernardo (2011, 15 de junio). Los cholombianos. Recuperado de:


http://www.vice.com/es/read/the-cholombians-731-v5n3

OLVERA, JUAN JOSÉ. (2011). Continuidad y cambio en la música colombiana


en Monterrey. Recuperado de: http://www.iaspmal.net/wp
content/uploads/2011/12/Olvera.pdf

NIEVES OVIEDO, Jorge. (2006). Travesías nómadas en la música del Caribe


colombiano. En: El Caribe en la nación colombiana. Bogotá: Museo Nacional
de Colombia-Observatorio del Caribe colombiano

WATKINS. Amanda. (2014). Cholombianos. México: Trilce

Www. cumbiapoder.blogspot.com. (19, sept. 2011). Cumbia chida.


Recuperado de:
http://cumbiapoder.blogspot.com.co/search/label/Colombias

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