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MORFOLOGÍA URBANA: UNA ALTERNATIVA DE

ANÁLISIS METODOLÓGICO
En el subcapítulo anterior se ha definido la relación entre morfología
social y morfología urbana para la ciudad Latinoamericana. En tal correla-
ción se han mostrado unos procesos particulares que son resultado de unos
cambios económicos, especialmente por la creciente influencia de las políti-
cas neoliberales, que han transformado parcialmente la esttuctura social de
las ciudades latinoamericanas. Ahora bien, a la pregunta inicial de si habría
allí una nueva morfología social, la situación es compleja. Los procesos urba-
nos y los actores se mantienen, en gran medida, pero las dinámicas y formas
urbanas adquieren características diferentes en la medida en que esos actores
ajustan su comportamiento espacial a unos nuevos valores y exigencias deri-
vadas de la inserción en la economía global. Como ejemplo puede citarse
tanto la difusión de un estilo de vida globalizado que matea la otganización
y crecimiento de los conjuntos cerrados; pero también los nuevos movi-
mientos sociales que esculpen la ciudad y que se han distanciado relativa-
mente de las antiguas otganizaciones asociadas con la militancia laboral. A
pesar de la complejidad podemos señalar, empero, que la morfología urbana
esta marcada por dos condiciones, una creciente polarización social y la ten-
dencia a una estructura fragmentada, en muchas ocasiones con una
multicentralidad fuerte.
La principal preocupación en este apartado es, entonces, la de discutir algu-
nos elementos metodológicos que permiten dar cuenta de ésta organización
urbana, con un énfasis especial sobre la ciudad de Bogotá, área a partit de la cual
se inspira gran parte de lareflexióncontenida en este texto. Para tal propósito es
necesario considerar que la reflexión hasta ahora hecha en torno al carácter
dependiente de la urbanización latinomericana y los impactos del cambio eco-
nómico en la estructuta urbana, sugieren ciertas estrategias metodológicas que
incluyan el análisis de las relaciones interescalares y su expresión urbana; lo cual
enfatizan frecuentemente los impulsores del discurso sobre Ciudad Global,
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reclamando el análisis de los flujos de diversos tipos lo cual permitiría evaluar


mejor las diferentes jerarquías en la organización de los asentamientos
(Beaverstock et al. 2000; Taylor 2000).
Sin embargo, ante la imposibilidad de examinar todas las estrategias de
investigación posibles desde el amplio marco de las teorías de la urbanización
latinoamericana aquí reseñadas, la evaluación de la pertinencia de una
geopolítica de la ciudad que las englobe se considera, por el momento, sufi-
ciente. En ese sentido, y teniendo en cuenta que la estrategia metodológica
incluye una perspectiva conceptual, pero también una dimensión operativa,
la discusión seta centrada en tres elementos: la geopolítica urbana, los acto-
res/autores urbanos y las narrativas utbanas.
Un antecedente relativamente próximo a la idea de un análisis geopolítico
de la ciudad puede encontrarse en Castells (1974) quien reclama, para el
estudio de la ciudad, un enfoque que "tenga como tema central la acción
contradictoria de los agentes sociales" (p. 150) viendo la ciudad como un
sistema de intercambios entre diferentes sectores que ocupan un lugar y ejer-
cen una función específica.1 Castells igualmente anota que la intetpretación
de una situación concreta, en este caso el cambio urbano, requiere evaluar su
inserción en el proceso político, es decir en las relaciones de poder que se
establecen entre clases y facciones de clase que intentan realizar sus intereses,
evidentemente a expensas de otras que puedan dominar, las cuales, empero,
no son pasivas pues todo poder genera una resistencia (Raffestin 1980).
De otro lado, Hulbert (1994) en un exhaustivo análisis de la dinámica
urbana de Québec, propone una "geografía de terreno y acción" capaz de
demostrar el papel de la política en la transformación del cambio urbano,
que además desmitifica los mitos tecnocráticos de la gestión de la ciudad y
logra develar el papel protagónico y definitivo de los actores asociados con la
especulación inmobiliaria (promotores), que mediante su control sobre el
gobierno urbano imponen procesos de urbanización, lejanos de los intereses
ciudadanos.
Para la ciudad latinoamericana, entonces, un análisis geopolítico de la
urbanización se impone como un ejercicio de investigación que además de
dar cuenta de las estadísticas de expansión y describir la estructura de la ciu-
dad, contextualice las formas urbanas en el marco de luchas permanentes al
interior de la ciudad, en el marco de equilibrios frágiles y negociaciones per-
1
Allí pueden identificatse dos conceptos que son centrales en nuestra disertación, el rol de los
actotes y su posición en la trama urbana
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manentes; dominadas empero por una lógica capitalista que generalmente se


impone por sobre cualquier consenso ciudadano. Para tal análisis se propo-
nen la siguiente secuencia metodológica:

Historiografía urbana
El análisis de la forma urbana ha tenido siempre una base histórica pro-
funda; histórico-geográfica en términos de Whitehand (1977), en tanto la
esttuctura de las ciudades asemeja a un palimpsesto, donde se superponen
diversas formas que si bien, siguiendo a Mercier et. al. (1999, 3), son pro-
ducto de una organización política particular, también responden a una com-
binación compleja de condiciones que se hunden en la historia de la ciudad.
En ese sentido, la forma urbana contemporánea es, de un lado, coyuntura! en
tanto refleja las condiciones momentáneas de la estructura socioeconómica,
pero de otra parte expresa los elementos estructurales forjados a lo largo de
las diferentes etapas evolutivas de la ciudad y que constituye la base, la plata-
forma de la actual estructura urbana.
De la anterior argumentación se deriva la justificación de que, para una
aproximación inicial a la estructura de la ciudad hoy, es necesario elaborar
una reconstrucción historiográfica de la génesis y evolución del tejido urbano
(ibid.). Apoyados en Whitehand (1987), podemos definir tal reconstrucción
en términos del seguimiento a las diversas innovaciones que inciden en el
cambio de la ciudad. Innovaciones constructivas, que refieren a materiales y
legislación; funcionales, para identificar nuevas herramientas de producción
y comercio; de transporte para establecer el impacto de las redes de comuni-
cación en la reorganización permanente de la estructura utbana y de planifica-
ción, en tanto corresponde a nuevas estrategias de organizar espacialmente la
ciudad. En este proceso el objetivo fundamental es el de identificar periodos
morfológicos, según Whitehand (1987, 406), a través de la identificación de
las trayectorias de los actores, que permita reconocer y periodizar las diferen-
tes estructuras políticas que configuran la evolución de la ciudad (Mercier
1998).

Actores urbanos
La historiografía mencionada debe resultar en un cuadro de la evolución
de los grupos sociales de la ciudad y por ello es preciso identificar los actores/
autores que dieron forma a la historia urbana a través de la materialización de
sus conflictos en el ambiente construido. La identificación de los actores
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en una ciudad, pasa por la reconstrucción de la transformación de un área


no urbanizada a urbanizada y entonces es posible aislar los agentes
intervinientes en el proceso. Así, Knox (1995, 115) identifica 8 actores
mayores en el mercado de vivienda: propietarios de la tierra, financistas,
especuladores, constmctotes, promotores, agentes inmobiliarios, planifi-
cadores, políticos y consumidores. A ellos Pacione (2001) añade los dife-
rentes niveles de gobierno y los hogares mismos (p. 145); mientras que
Hulbert (1994) adiciona las organizaciones corporativas (Cámara de co-
mercio por ejemplo), el poder religioso, y los ciudadanos organizados en
asociaciones.
Como ejemplo, para el caso de Bogotá todos esos actores están presen-
tes, si bien con dinámicas diferentes, resultado, entre otros factores, de una
condición dependiente. El proceso de urbanización de la ciudad ha estado
jalonado, generalmente, por dos fuerzas: el sector privado representado antes
en la figura del urbanizador que concentraba las funciones de propietario,
promotor y constructor (Jaramillo 1994) y que ahora, con la penetración de
un sistema moderno capitalista, se segmenta en propietario, promotor y cons-
tructor. 2 La segunda fuerza ha sido la de las organizaciones sociales, que
dinamizaron la mayor parte de la urbanización informal y dieron lugar a una
vasta literatura sobre el papel de los movimientos sociales en la urbanización
latinoamericana, por ejemplo Castells (1983). En ese proceso de urbaniza-
ción informal también ha sido protagónico el papel del urbanizador pirata,
frecuentemente asociado con las relaciones de poder entre los grupos políti-
cos en la ciudad y en conflicto con el gobierno urbano. Recientemente habría
que reconocer que, en el funcionamiento de una ciudad dual o a dos veloci-
dades como siempre se ha enfatizado, la urbanización formal sigue siendo
controlada por la alianza de constructores, propietarios y capital financiero
mientras sectores importantes de la urbanización popular responden a lo que
previamente señalábamos como lógica de la necesidad (Abramo 2003).
La identificación de los actores hasta el momento es general y el interro-
gante principal corresponde a cómo identificar su acción en el desatrollo de
la ciudad, o más concretamente en la espacialidad urbana en tanto el intetés
es recurrir a una teoría del espacio que permita explicar la estructura de la
ciudad y el cambio urbano. En ese sentido, acudimos a la geografía estructu-

2
Aunque frecuentemente son ramificaciones de una sola compañía.
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ral la cual ofrece unos conceptos que permiten instrumentalizar el análisis del
cambio urbano.
El primero de esos conceptos es el de la naturaleza "intrínsecamente po-
lítica del espacio geográfico" (Ritchot 1994), idea derivada de la física
aristotélica, donde el espacio, concebido como independiente a los cuerpos
que lo ocupan, es capaz de ototgarles una dirección en su desplazamiento.
Así, el lugar regula lá movilidad humana a través de un conjunto de reglas
políticas, (esencialmente la propiedad), que le son propias y que derivan de la
aceptación de los sujetos de que les sea prohibido el acceso a diferentes espa-
cios, a cambio de la promesa de obtener un bien sustitutivo que le ha sido
destinado y que cree le será provechoso (Mercier 1998). A esta creencia ha
llegado mediante una inserción en una mitología social3 en la que ha sido
inmerso como protagonista y que le ha sido comunicada, persuadiéndole de
que su trayectoria en tiempo y espacio representa el camino correcto hacia un
estado de bienestat (ibid.: 180). Así, la esttuctura utbana en cualquier mo-
mento, responde a una estructura político-mitológica que integra la posición
política del lugar, (la regulación impuesta pot el llamado tercer regulador
entre dos actores, esto es el estado) y la mitología social vigente que convence
al sujeto a que tal posición es la que le corresponde en la búsqueda del bien de
sustitución que le está destinado.
Ahora bien, las mitologías o discursos son cambiantes y por tanto los suje-
tos tendrán necesidad de desplazarse en búsqueda de la nueva satisfacción de-
seada, (la tranquilidad y el disfrute de la naturaleza que promueve el mito
suburbano, por ejemplo); de lo que resulta que la naturaleza de los desplaza-
mientos estará asociada a las características de los discursos o mitologías (Mercier
2002). De ello surge un segundo concepto, "el control político de la movili-
dad" idea que incluye no solo el análisis del desplazamiento físico, sino tam-
bién la modalidad política de podet que ejercen los actores y que define que tal
movimiento pueda ser endoregulado, si el actor puede controlar su propio des-
plazamiento y exoregulado, si su desplazamiento es dirigido por la acción de
otro actor (Desmarais 1998: 408); las posibilidades de desplazamiento o tra-
yectorias que puede desarrollar un sujeto o grupo son, entonces, variadas; ellas

3
El mito aparece, en la geografía cultural, como uno de los conceptos fundamentales que
están dettás de la génesis de todo sistema de valotes y por tanto de la cultura (Claval 2003).
En la teotía del lugat planteada por (Mercier 2002), la cual se sigue en este apattado
metodológico, el mito es fundamental en tanto la experiencia humana del espacio es siempre
mediada por una mitología que le da sentido a la experiencia.
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dependen, en su orientación, de la posibilidad de regulación de los actores y


dando lugar a formas espaciales de ocupación que son asimilables a la disposi-
ción de los actores en el espacio urbano. Así, desde una posición endoregulada
las posibilidades son de agrupación, de evitamiento, de evasión y de confina-
miento; desde una situación de exotegulación, las posibilidades son de concen-
tración, repulsión, dispersión y cautividad.
Las trayectorias así dibujadas por los actores generan impactos visibles en
el medio ambiente urbano, ya sea en la forma de la disposición de las cons-
trucciones o en las funciones diversas que asumen los espacios ocupados (ibid.).
Ahora bien, en tanto cada una de las trayectorias son mutuamente determi-
nadas (puesto que el desplazamiento de un actor incide en la trayectoria del
otro), se generan estabilidades estructurales y entonces, a cada fase en el desa-
rrollo de la ciudad correspondería una combinación de trayectorias definida
parcialmente por los discursos dominantes del momento, las cuales Mercier
(ibid) define como fases estructurales.
El análisis de los procesos de cambio urbano y particularmente los proce-
sos caracterizados en el capítulo anterior serían sujeto entonces, de una re-
construcción que involucra la reconstrucción de las trayectorias de los actores
y la explicación de las formas urbanas recurriendo a la herencia de las fases
anteriores, más la disposición actual de los grupos en la ciudad, principal-
mente en referencia a otros grupos que es lo que le otorga el carácter político
al análisis.

Conflictos urbanos
Hasta aquí se ha invocado un procedimiento para identificar la acción de
los actores y especialmente su posición dentro de la ciudad como una combi-
nación de trayectorias, las cuales se construyen mediante el ejercicio del po-
der de unos actores sobre otros. Raffestin (1980) recalca, de otro lado, que
allí donde se ejerza el poder habrá resistencia a la transformación pretendida,
sea de la materia o del cuerpo social (p. 49). Ello implica que la conjunción
de trayectorias de los actores generará indiscutiblemente conflictos y luchas
por ocupar las posiciones de otros actores; y podríamos entonces acordar con
Villeneuve (1994) que las formas urbanas son parcialmente un resultado de
la actividad conflictual.
De otro lado, el concepto de conflictos urbanos abarca una gran cantidad
de confrontaciones en la ciudad; pero no todos esos conflictos tienen un
impacto directo sobre la morfología de la ciudad o en la definición de las
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trayectorias de los actores, que es nuestro intetés principal. De la tipología


expuesta porTrudelle (2003), aquéllos referidos a la provisión de vivienda y
servicios urbanos4 (1), a la seguridad (4) y a la localización de equipamentos
(6) se evidencian como los más pertinentes en nuestro estudio. Habría que
añadir, además, que en algunos casos estos conflictos podrían no tener inci-
dencia en la morfología y el crecimiento urbano (objeto de nuestro estudio),
mientras que en la identificación de los eventos conflictuales deberían apare-
cer otros factores particulares del área objeto, los conflictos por la propiedad
y especialmente la tierra5 o los derivados de condiciones de inseguridad por
riesgos naturales, por ejemplo.
Empíricamente, Leyy Mercer (1980) y Villeneuve (1994) proponen, para
el análisis de los conflictos urbanos, una metodología basada en el levanta-
miento estadístico de eventos conflictuales reseñados en la prensa, luego clasifi-
cados y analizados según los actores intervinientes, duración, intensidad y gra-
do de afectación. Aunque tal procedimiento permite tener un cuadro general
de la localización de los conflictos en la ciudad, nuestro análisis va en otro
sentido; los eventos conflictuales solo son pertinentes en cuanto permiten re-
conocer procesos de transformación morfológica y dinámicas de crecimiento
urbano, para la reconstrucción de las trayectorias de los actores. Así, el uso de
ésta herramienta corresponde, en esta propuesta, a una fase inicial de identifica-
ción cartográfica de eventos conflictuales que setán enseguida filtrados y utili-
zados para reconstruir las trayectorias de los actores y evaluar como se desen-
vuelve la lucha por las posiciones al interior de la ciudad.

Narrativas urbanas
Ahora bien, la sola identificación de los eventos conflictuales es, eviden-
temente, insuficiente para dar cuenta de las trayectorias de los actores urba-
nos y de la reconstrucción de las mismas en la evolución de la ciudad. Por
ello se hace necesario recurrir a las narrativas urbanísticas, definidas como
"aquello que los actores sociales de la vida urbana están diciendo sobre la
ciudad o el vecindario en el que viven" (Mercier 2003: 75).
La importancia de estas narrativas, que incluyen todos los discursos crea-
dos en torno a la experiencia urbana, radica en que a través de ellas pueden ser
4
Q u e p o r demás, semejan a aquéllos calificados p o r (Walton 1998) c o m o de c o n s u m o
colectivo.
5
Porque precisamente la inseguridad jurídica de la propiedad de la tierra es u n o de los factotes
fundamentales en la localización de la utbanización informal en Bogotá.

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La importancia de estas narrativas, que incluyen todos los discutsos crea-
dos en torno a la experiencia urbana, radica en que a través de ellas pueden ser
identificadas y explicadas las acciones, en el espacio urbano, de los actores. El
reto, entonces, es podet derivar de los discursos de los agentes urbanos, las
motivaciones que desatrollan las acciones de cambio urbano. Ello incluye el
análisis de los discursos urbanísticos de los gtupos dominantes en la ciudad y
en ese sentido nuestra propuesta se reconoce con aquella corriente del análisis
de discurso, derivada de la tradición marxista y asociada con la crítica a la
ideología, donde el discurso encubre los intereses de los grupos dominantes y
lleva a la aceptación de la dominación (Lees 2004).
En suma, dos grandes tipos de narrativas se distinguen (Finnegan 1998):
los discursos urbanísticos o teorías urbanas 6 , que cumplen la función de di-
rigir el desarrollo urbano y posibilitar la construcción de las formas derivadas
de las utopías que conciben los planificadores y teóricos de la ciudad, y las
natrativas personales del común de los habitantes urbanos que, en el contex-
to de una ciudad como Bogotá, construida en gran parte pot fuera de la
normatización y control estatal, dan cuenta de las lógicas populares en la
generación del espacio construido. Igualmente, en el primer caso, el análisis
del proyecto urbano que siguió el gobierno urbano de Bogotá en la última
década indudablemente mostrará la capacidad de las élites dominantes para
imponer unas formas urbanas ajustadas a sus intereses; y en las narrativas de
las clases medias y bajas es evidente la fuerza ideológica de su discurso, pero
también la resistencia a los discursos hegemónicos, propiedad que Finnegan
(1998) reconoce a las narrativas urbanas en tanto ellas pueden fotmar pero
también contestar realidades sociales (p. 172).
Finalmente, para la interpretación de las narrativas se consideran dos ele-
mentos establecidos por Lees (2004), la contextualización social en la que el
discurso es producido y la organización retórica del discurso, esto es su
estructura argumentativa y la forma como desde ella infunde autoridad; a
estos dos elementos se añaden tres componentes más que permiten disectar
el discutso y son mencionados pot Mercier (2003): la identificación del jui-
cio moral que se hace en cada discurso (respecto a lo que es bueno o malo), el
proyecto de transformación imaginado por el narrador y el programa que
concibe para su desarrollo, donde identifica actores contrarios y favorables a
su visión del medio urbano (Clichevsky 2000, 39).

6
Que incluye los discursos de los planificadores y tomadores de decisiones.
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CONCLUSIONES
El trayecto recorrido en esta disertación muestra un balance relativamen-
te contradictorio. De un lado las ciudades se han transformado profunda-
mente en su estructura física y social; la megalopolización hoy es una caracte-
rística importante (Ward 1998), varias ciudades de la región se han convertido
en ciudades mundiales (Sassen 2000) y nuevos grupos sociales han entrado
en el escenario urbano mientras otros, (los sindicatos por ejemplo), se han
debilitado y perdido protagonismo como actores de primera línea en la trans-
formación de la ciudad. Pero de otro lado, los elementos estructurales que
configuraron la urbanización en la década de los 70 siguen aún vigentes.
Roberts (1995) recalca, por ejemplo, que el problema central de la urbaniza-
ción latinoamericana sigue siendo el mismo: las contradicciones en el desa-
rrollo capitalista y el carácter dependiente, reforzado aún más en la década de
los noventa (p. 18).
Conviene, entonces, retomar uno de los objetivos del ensayo, el referido
a la vigencia de una especificidad de la urbanización latinoamericana. El exa-
men elaborado ratifica, en mi concepto, la particularidad de la urbanización
de América Latina y en ese sentido los procesos urbanos experimentados por
las ciudades europeas y norteamericanas y el impacto de las nuevas tecnolo-
gías, un discurso de moda para interpretar múltiples realidades urbanas, no se
expresan ni cualitativa ni cuantitativamente de la misma manera en éstas
ciudades.
Esas condiciones particulares son, además, resultado de homogeneidades
al interior del Tercer Mundo, en el proceso de urbanización. Tales
homogeneidades se encuentran en el pasado colonial y el presente periférico
que sigue condicionando su desarrollo a las exigencias y evolución de la eco-
nomía de los países desarrollados, los cuales asignan funciones en la llamada
división territorial del trabajo y por tanto generan condiciones de dependen-
cia que pueden ser verificadas en: la especialización en manufacturas livianas
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CONCLUSIONES

(maquila), la recepción de los excedentes financieros cíclicos de la economías


del centto (como oleadas de invetsiones especulativas), el condicionamiento
de la política económica en función de las garantías a las invetsiones externas
y la creciente dependencia de flujos de capital privado para la sobrevivencia
fiscal y la inversión, aparte de una importante dependencia de productos
primario con altas fluctuaciones en el mercado internacional (Gwynne y Kay
2001). Como afuman Clarke y Howard (2001) "el colonialismo político
efectivamente dio forma a un neocolonialismo o dependencia económica".
De otro lado, también se experimentan ciertos acercamientos entre los
procesos urbanos del Primer y Tercer Mundo, en el sentido de que cada vez
hay más sur en el norte y más norte en el sur (Drakakis-Smith 2000). De
las dos posibilidades es la 'tercenmundización' del Primer Mundo la que,
sin embargo, representa mayor novedad puesto que en el Tercer Mundo
siempre han estado presentes las élites modernizadoras con su impronta
sobre la ciudad.
Dada tal especificidad, aquellas teorías que, como la de la dependencia,
surgieron en el contexto de buscat respuestas propias a las dinámicas de cam-
bio económico y urbano, se mantienen vigentes. Ello no debe conducir a
una visión estática tanto del cambio urbano como de los discursos a que
acudimos para estudiarlas. Así, aunque Roberts (1995) afirma que "lo que
está sucediendo no es tan nuevo como para que requiera un enfoque teórico
diferente", es claro que el estudio de la urbanización hoy no puede desarro-
llarse al margen de la inserción de la región en el capitalismo global y por
tanto, tampoco podemos renunciar a las herramientas conceptuales, desarro-
lladas en aras a tratar de comprender esa realidad.
En ese sentido, a pesar de las críticas respecto al exagerado peso de lo
económico en la explicación del cambio urbano que encontramos en los
discursos de Ciudad Mundial, su estudio es necesario en tanto reincorpora
dos conceptos fundamentales, que además ofrecen continuidad a la Teoría de
la dependencia, las relaciones centro-periferia y el carácter jerarquizado de la
organización espacial del capitalismo, trasladado al análisis de las redes de
ciudades. Igualmente, los trabajos de Santos y Castells contribuyen a insertar
el análisis de los flujos e intercambios en la dinámica de las ciudades; un
hecho evidenciado por Coffey (1998, 331) como una característica de los
análisis de sistemas urbanos hoy, que han pasado de perspectivas estáticas a
unas explícitamente dinámicas.

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CONCLUSIONES

En conclusión, el análisis dependentista se mantiene vigente, incorporan-


do eso si nuevos elementos que explican esa dependencia, por ejemplo la
incapacidad de responder a los retos de la sociedad de la información según
Castells (1996), pero cuya causalidad no deriva de la incompetencia de los
pueblos, sino que constituye una derivación de los procesos de control y
apropiación de los medios técnicos que bien ilustra Santos (2000) y que han
dado lugar a una red técnica actual mundializada e instrumentalizada hacia la
producción (Santos 1995, 131).
Finalmente, los cambios económicos de la década pasada han dado lugar
a unas formas particulares que marcan la ciudad latinoamericana. Los cerra-
dos, la megalopolización y la urbanización informal se corresponden con
una morfología social caracterizada por la segregación, la polarización, la
marginalidad y una creciente criminalización de la ciudad, contrarestada con
sistemas policivos cada vez más sofisticados y estrategias de guetización que
evocan la privatopia y la ciudad fortificada con las cuales Deat y Flusty (1998)
caracterizan la ciudad posmoderna.
Es en razón a estas realidades urbanas que se hace evidente el alto conteni-
do político que impregna todos los procesos de urbanización en América
Latina, ejercidos y sentidos en diferentes escalas. De allí que en el análisis de
la urbanización latinoamericana se impone una perspectiva política, que con-
sidere la acción de los diferentes actores en diferentes niveles: desde el nuevo
habitante utbano empujado a las periferias de la ciudad bajo duras condicio-
nes de habitabilidad, hasta las nuevas y flamantes élites nacionales y
trasnacionales con sus demandas especializadas de consumo. Perspectiva que
se esboza en la propuesta metodológica de esta disertación.

JHON WILLIAMS MONTOYA

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