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La perspectiva de Género como herramienta o mecanismo de análisis, que busca

explicar el fenómeno de la desigualdad y de la inequidad entre hombres y mujeres

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo analiza las condiciones de inequidad y desigualdad entre el hombre y la


mujer, estas últimas enfrentadas históricamente a una sistema patriarcal en donde sortean una
serie de obstáculos impuestos por una violencia estructural iniciadas en patrones de machismo,
radicados desde los propios hogares en las familias, así como una serie de ritos y dogmas
religiosos muy marcadas en las sociedades latinoamericanas.
Lo que conlleva al análisis de los tres fenómenos de la desigualdad, como son: La
explotación, discriminación y exclusión, la cual explora cómo estas relaciones entre el
hombre y las mujeres cobran visibilidad inmediata en varias dimensiones políticas del desarrollo
social, de los cual se desprende que el tema de la desigualdad y la inequidad de género, entre
el hombre y la mujer son temas insolubles frente a las violencia estructural que mantiene
relaciones de poder, asimetrías y jerarquías en los ambientes locales sometidos a reglas de
procesos más amplios y globales.
Determinar la Desigualdad y la Inequidad, Consiste en el enfoque de las cosas, situaciones o
problemas, tomando en consideración la diversidad en los modos en que se presentan las
relaciones de género en la sociedad, pero entendiendo a la vez la identidad de género, tanto de
hombres como mujeres. Asimismo, estos estudios tratan de entender cómo y cuándo estas
diferenciaciones de sexo se convirtieron en relaciones de poder y por qué las mujeres sufren
relativamente más que los hombres, el fenómeno de la explotación, discriminación y exclusión,
aun cuando hay fenómenos comunes de marginación, desastres naturales, crisis económicas,
discriminación, exclusión, desplazamientos originados por guerras e injusticia social (Barquet,
1997; Gimtrap, 1994; González, 2001; López y Salles, 2000; Salles y Tuirán, 1999).

Según una definición de la profesora Juana Camargo, la perspectiva de género "establece


una teoría social que trata de explicar las características, relaciones y comportamientos
sociales de hombres y mujeres en sociedad, su origen y su evolución, destacando la existencia
real del género femenino y masculino, sin dominio de uno sobre el otro, sin jerarquías y sin
desigualdades".

Discente Nelson Fernando Ross Ruiz-Defensor Público


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El artículo 1° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) destaca que:


''Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están
de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros''. El género es
una construcción que la sociedad y la cultura imponen a hombres y mujeres por medio de ideas
y representaciones que se asignan a cada sexo. Influye en todas las áreas de la vida de los
individuos, en la construcción de identidad, en la conformación de valores, actitudes,
sentimientos, conductas y en las actividades diferentes para cada sexo (cij, 2007).
La igualdad de género significa que la mujer y el hombre disfrutan de la misma situación y que
tienen iguales condiciones para la plena realización de sus derechos humanos y su potencial
de contribuir al desarrollo político, económico, social, cultural y de beneficiarse de los
resultados. La igualdad de género es, por lo tanto, la valoración imparcial por parte de la
sociedad de las similitudes y diferencias entre el hombre y la mujer y de los diferentes papeles
que cada uno juega en la sociedad (cim, 2001).
Para la Unesco (2015), la igualdad de género es un elemento central en la búsqueda de una
sociedad justa, para ello, instituciones sociales como las escuelas son los lugares propicios
para la puesta en práctica real de la plena participación de hombres y mujeres; además de
ofrecer las condiciones para el desarrollo de todo su potencial. La participación total y equitativa
de las niñas y los niños es vital para asegurar un futuro sostenible, en este sentido es necesario
considerar que ambos pueden desarrollarse integralmente sin importar si son hombres o
mujeres, ya que:
 Los roles de género son creados por la sociedad y se aprenden de una generación a otra;
 Son constructos sociales y se pueden cambiar para alcanzar la equidad de género;
 Asegurar la equidad de género entre niños y niñas significa que ambos tienen las mismas
oportunidades para acceder a la escuela, así como durante el transcurso de sus estudios.
 Las desigualdades de género socavan la capacidad de las personas de ejercer sus derechos;
 Empoderar equitativamente a mujeres y hombres es una herramienta indispensable para hacer
avanzar el desarrollo y reducir la pobreza.

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RESUMEN

Los antecedentes históricos sobre la equidad e inequidad, y desigualdad de género


entre el hombre y la mujer, es históricamente antigua descrita primordialmente en los
libros religiosos en donde el rol de la mujer en referencia al hombre era de
discriminación, explotación, y exclusión de cual esfera social, política, o religiosa.
En 1968, el profesor e investigador norteamericano Robert Stoller utilizó por primera vez el
concepto de género en su libro Sexo y Género –en inglés: Sex and Gender– para oponerlo al
sexo (significando este el conjunto de diferencias anatómicas y biológicas entre hombres y
mujeres), subrayando de esta manera el carácter socialmente construido de las nociones de
masculinidad y feminidad. Cuatro años más tarde, Ann Oakley (1972) popularizó el término con
su libro Sexo, Género y Sociedad, que tuvo una enorme divulgación. Algunas feministas
americanas se apoderaron pronto de este concepto porque les permitía sobrepasar el
determinismo biológico que impedía la liberación de la mujer de la opresión patriarcal.
Ambos coincidían en que lo que determina la identidad y el comportamiento masculino o
femenino no es el sexo biológico, sino el hecho de haber vivido desde el nacimiento las
experiencias, ritos y costumbres atribuidos a los hombres o las mujeres; además, la asignación
y adquisición de una identidad es más importante que la carga genética, hormonal y biológica
(Stoller, 1968).
Este hecho visibilizó por primera vez en todas las esferas, las condiciones de discriminación,
opresión, subordinación, segregación y maltrato a que eran sometidas miles de mujeres en el
planeta; además de poner en evidencia la necesidad y la exigencia moral y económica de
sumar a las mujeres a los procesos de desarrollo y democráticos de los países (Lamas, 2007).
La historia del concepto de género fue inicialmente concebida como una especie de difusión de
la historia de las mujeres, permitiendo según Natalie Zemon Davis (1976), redefinir sus
objetivos en el sentido de ''descubrir las variaciones de los papeles y significados de los roles
sexuales en diferentes sociedades y períodos, comprender lo que representaban y cómo
funcionaban para mantener el orden social o promover su cambio''.
La francesa Simonne de Beauvoir (1949) había ya expresado que ''no se nacía mujer, sino que
se convertía en ello''. Esto se entiende entonces que el sexo marca contundentemente la esfera
biológica, a aquello que se trae al nacer, por lo que deja de manifiesto que la noción de género

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tiene más bien un carácter sociocultural, que es construida dentro de la sociedad en particular
donde se desenvuelve el individuo, y es aquí donde se vuelve o no efectiva, intentando regular
el orden de las cosas y el comportamiento de las personas propiciando un ambiente nocivo de
Inequidad y desigualdad.
Así mismo otro artículo denominado ''El género, una categoría útil para el análisis histórico'',
teorizó este concepto, haciendo de él algo más que una moda académica y editorial, es decir,
estableció una categoría de análisis histórico, lo que significaba también una forma de
demostrar las relaciones de poder, lo que permitió, por un lado, mirar las relaciones sociales
opresivas de otra manera, no colocando a las mujeres en la posición de víctimas y a los
hombres en la de opresores, sino buscando para cada contexto cronológico, geográfico y
cultural las posiciones relativas de cada grupo en la intersección del género con la clase, la
raza, etc.; además, hizo posible no solo seguir estudiando a las mujeres como seres sexuados,
condicionados por las expectativas que la sociedad tiene en relación a lo que es apropiado a su
sexo, sino también empezar a hacer lo mismo en relación a los hombres. Joan Scott (1986).

A través de procesos históricos coloniales y poscoloniales, la desvalorización de la mujer se ha


fundamentado por posturas etno, andro y egocentristas, dando lugar a la discriminación. En
este sentido, las restricciones y arbitrariedades relacionadas con las creencias e ideas que
construyen simbólicamente lo masculino con un sesgo superior, prestigio, privilegio y de mayor
valor social que lo femenino por estar relacionado a la esfera doméstica o privada, se
amplifican, acumulan y multiplican según sean las etiquetas de desvalorización social que se le
acuñan a una persona (mujer, pobre, indígena, envejecida, con diabetes, etcétera).
Además de la desvalorización de lo femenino derivado de la división sexual del trabajo, la
discriminación que sufren las mujeres por su propia condición de género es más perjudicial que
la de los hombres, particularmente en ciertos ciclos de vida doméstica (embarazo, lactancia,
vejez); en los procesos de cambio familiar (mono–parentales); en la precariedad del empleo; en
las desigualdades salariales entre hombres y mujeres; en la restricción al acceso a la propiedad
y al control de los recursos, y en la falta de control sobre sus propios cuerpos en cuanto a
sexualidad y reproducción (López y Salles, 2000).
Para superar la vulnerabilidad de las mujeres ante estos fenómenos discriminatorios, así como
para evitar la victimización derivada de la explotación doméstica, del mercado de trabajo y de

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sus cuerpos sexuados, habría que dejar de excluirlas de la toma de decisiones políticas que
proponen su inclusión al desarrollo (Rocheleau et al. 1995). A pesar de que en las últimas dos
décadas las mujeres que sufren discriminaciones y doble explotación han tomado cierta
presencia en los discursos, en los programas y en la institucionalización del género, aún
continúan excluidas como actoras sociales y sujetos libres, autónomos y auto-reconocibles,
puesto que ellas siguen apareciendo sin posibilidad de corregir la posición subordinada en la
que se encuentran.
EN CONCLUSIÓN
Se puede decir que el fenómeno de la desigualdad y de la inequidad entre hombre y mujeres,
son generadoras de poblaciones vulnerables, a medida que se construyen necesidades
legítimas frente a las carencias de ciertas poblaciones, de tal modo que requieran de una
intervención institucional para satisfacerlas, ya que, una vez enclavado el dispositivo de poder
del desarrollo, difícilmente las mujeres pobres consiguen escaparse de su construcción social
institucional.
En este nivel discursivo, las pobres son vistas como carentes de poder y libertades, cuyas
incapacidades para incorporarse por sí mismas a sectores productivos, las convierten en
personas vulnerables que requieren de asistencia y compensación, convirtiéndose de esta
manera en población–objetivo (beneficiarias) de programas y proyectos asistenciales, que por
su génesis política, no logran resolver las causas que conciben dichas desigualdades en sus
tres concomitantes: explotación, discriminación y exclusión.
Que a pesar de existir mucha relevancia de la mujer en ámbitos sociales, políticos, culturales, y
económico, no significa que en muchos países del mundo la presencia de las mujeres está
relacionada con la función biológica de la procreación, cuya proyección funcional en la
reproducción social, condiciona su capacidad para decidir sobre el uso de su tiempo y fuerza de
trabajo. En particular, las mujeres rurales indígenas —cuando son madres y esposas–invierten
gran cantidad de horas al día para realizar el trabajo doméstico y reproductivo asignado en sus
sociedades y que van aprendiendo desde la infancia, como son quehaceres del hogar, la
crianza de los niños, el cuidado de la salud de los enfermos y los ancianos del hogar, la
preparación de alimentos, las actividades agrícolas de traspatio, el acarreo de agua y leña, el
cuidado de los bienes patrimoniales de los hombres, cuando éstos emigran, entre otras tantas
responsabilidades que van adquiriendo con la organización tradicional de la comunidad, que al

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final no las separa de los tres principales parámetros de la desigualdad e inequidad entre el
hombre y la mujer, la mujer discriminada, la mujer explotada, y la mujer excluida, por lo que la
transmisión inter-generacional de la privación y vulnerabilidad es uno de los mecanismos
causantes y circulares que reproducen y agudizan la pobreza de las mujeres, por lo que las
desigualdades de género, particularmente las referidas al acceso y a la satisfacción de
necesidades básicas, deben de ser observadas desde los tres fenómenos ya relacionados
hacia la mujer discriminación, explotación y exclusión. Como punto de partida en las asimetrías
de género históricas, presentes y futuras.

El esfuerzo ha sido paulatino, y en casos específicos se ha demostrado que el desarrollo de


capacidades a partir de acciones individuales o colectivas conscientes de las mujeres, puede
aumentar la libertad, el poder y el bienestar de todos, pues además tiende a ampliar el alcance
del interés y la preocupación por los problemas sociales (Sen, 2002; Nussbaum, 2002). Pese a
estas importantes aspiraciones de la teoría de género, las desigualdades sociales que afectan
directamente la vida de las mujeres, no sólo siguen reproduciéndose sino se complejizan
colocándolas en situaciones de mayor desventaja, marginación y pobreza. 4
En línea con este planteamiento de las relaciones de género, se ha enfatizado que el género es
una forma primaria de relaciones significantes de poder, un campo dentro del cual o por medio
del cual se articula el poder. El género estructura relaciones asimétricas de poder entre los
hombres y las mujeres al propiciar una distribución desigual de conocimientos, propiedad e
ingresos, responsabilidades y derechos entre unas y otros, Estas relaciones de poder derivan
de acuerdos gestados en instituciones sociales como el hogar, el mercado, el Estado y la
comunidad, los cuales proporcionan a los hombres, más que a las mujeres, una mayor
capacidad para movilizar reglas y recursos institucionales que promuevan y defiendan sus
propios intereses. Así, en la mayoría de los contextos, los hombres gozan, en términos
generales, de un mayor acceso a los alimentos, a los puestos políticos o a la tierra, una mayor
movilidad física, menos responsabilidades en términos de auto-cuidado y del cuidado de otras
personas, una posición privilegiada en términos de control.

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Bibliografía.

1- Entre las desigualdades de género: Ivonne Vizcarra Bordi*


2- Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer,
aprobada por la ONU en 1979.
3- Igualdad, Equidad de Género y Feminismo, una mirada histórica a la conquista de los
derechos de las mujeresJOSÉ MARÍA DUARTE CRUZ*; JOSÉ BALTAZAR GARCÍA-
HORTA Doctor en filosofía con especialidad en trabajo social y políticas comparadas
4- Mujeres y hombres. Desigualdades de género, Francisco José Zamudio Sánchez*, María
del Rosario Ayala Carrillo* Roxana Ivette Arana Ovall

5- Cinco grandes causas de la desigualdad


6- “COMBATIR LA POBREZA Y LA DESIGUALDAD Cambio estructural, política social y
condiciones políticas” y el estudio “CRISIS, DESIGUALDAD, POBREZA Y
EXCLUSIÓN” elaborado en 2013 por Francisco Fernández Marugán Adjunto Primero del
Defensor del Pueblo de España.
7- Foro Mundial sobre el Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales (FMAT 2016) .

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