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Síndrome Praga, la primera novela de Juan Pablo Bertazza, es, ante todo, un
diario de viaje. Pero, además, es una novela de trama, con varias líneas, y
mucha acción. Es, incluso, varias novelas en una. Una novela fantástica, una
novela de aventuras, un novela sobre Praga, una novela sobre el turismo,
una novela sobre viajeros, una novela de amor, y alguna que otra novela
más.
Síndrome Praga, como dije, está escrita en un formato de diario, con una
prosa escueta, al grano, y directa. En algún momento, llegando al primer
cuarto de la novela, pareciera que ese ritmo más bien lacónico del diario se
convierte en algo más narrativo, con una respiración un poco más larga y
escenas más complejas, pero es apenas un amague, porque pronto vuelve
a lo breve y seco del diario. Ese ritmo domina durante toda la novela, y ahí
hay pros y contras. El pro es que desde ese registro de los días que es
apenas un punteo, un resumen, un dejar constancia, la novela tiene una
alta legibilidad, fluye y es entretenida. Las trescientas y pico de páginas que
tiene, no se sienten. La contra es que con tanta acción –apoyé mi valija, me
acerqué, le agradecí, les mostré el papelito, me levanté temprano– con más
bien poca descripción, en general, hay lugares (escenas, situaciones) que,
por falta de profundidad, no terminamos de ver, como lectores, de
experimentar.
El free tour no es, como su nombre lo indica, free, gratis. Es algo así como
un tour a la gorra. El guía debe ganarse su propina. El mejor de todos en
eso es Iván, es casi un artista, hábil, carismático, encantador. Iván, como
apunta Rodrigo, “es capaz de inventar un tour dentro de un tour”.
Un punto alto en la novela son las voces. Porque además de una novela
sobre el turismo, Síndrome Praga es una novela sobre el lenguaje. Sobre los
idiomas. Sobre las culturas. Sobre lo cosmopolita. Sobre la
(in)comunicación. Las voces de la troupe de DeePrague están muy logradas
desde sus singularidades. De lo mejor, en este sentido, es un capítulo coral
donde la troupe está reunida en torno a un asado y asistimos a los
diferentes lenguajes, a los diferentes puntos de vista y, también, en lo
privado, en la intimidad, alcohol mediante, a sentencias como «el turismo
es la peste de esta época», o «ahora nadie quiere ser turista”. Todos
quieren viajar, conocer, estar ahí, pero pasando desapercibidos, haciendo
vida de ciudadano del lugar.
Algo muy bueno en la novela es cómo, desde el turismo, esa máquina que
todo lo mezcla, lo procesa, lo iguala, en Síndrome Praga aparecen tocados
al menos dos temas álgidos: el terrorismo islámico y el holocausto judío.
Temas que suelen ser inabordables (o abordados con solemnidad,
distancia, respeto, cara seria y ceño fruncido), en esta novela entran en esa
maquinaria del turismo y, a partir de ahí, son mostrados de un modo
superficial, incluso con humor, ligereza, y al borde de lo políticamente
incorrecto.
En síntesis, para los que necesitan un marco controlado, saber qué están
leyendo antes de leerlo, sí: Kafka, los Coen, Bioy y Lynch son notas de cata
válidas en la rueda sensorial del cine y la literatura. Para los que no,
olvidensé de todo eso, sumérjanse en Praga de la mano de Rodrigo y
déjense llevar y sorprender por esta primera novela que, sin padrinos ni
referencias comprobables, se sostiene más que bien por sí sola. Quizá así,
al margen del ruido de las referencias y afinando el oído, aparezca eso
que verdaderamente es, lo bertazziano de la novela.
Síndrome Praga. Juan Pablo Bertazza. Adriana Hidalgo. 2019. 331 páginas.
FACUNDO GEREZ
Escritor. Publicó Samsara (Eterna Cadencia, 2015).