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OSCAR ALFREDO CASTRO RAMIREZ

ENSAYO
TEMA: LAS DIMENSIONES DE LA GRACIA

Al hablar de gracia se entiende por “gracia divina” o “gracia santificante” un favor


o don gratuito concedido por Dios para ayudar al hombre a cumplir los mandamientos,
salvarse o ser santo, como también se entiende el acto de amor unilateral e inmerecido
por el que Dios llama continuamente las almas hacia sí. Desde este mismo hecho podemos
decir que la gracia concede al hombre diversas características que le permiten entrar en
un contacto más profundo en relación con su creador, como lo expresa Ruiz de la Peña,
«la gloria y virtud» de Cristo «nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas,
para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina (theías koinonoí physeos),
huyendo de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia» haciendo
referencia a la 2 carta de pedro 1, 41.
Aquí ya hemos mencionado una de las dimensiones de la gracia “la divinización
del hombre” con ello podemos afirmar que esta divinización está presente por la kenosis
con lo cual la koinonía en lo divino es entendida como una especie de intercambio
salvífico disimétrico, en virtud del cual Dios se ha humanado para que el hombre fuera
divinizado, esta postura es de sumo interés dado el hecho que el mismo Dios hace que el
hombre a pesar de estar sumergido en el pecado siempre tenga en su interior la búsqueda
de una relación filial con su creador, esa filialidad es alcanzada y otorgada mediante la
participación o unión en el Hijo, puesto que dado que el Hijo en cuanto persona es pura
relación al Padre y al Espíritu, en y por el Hijo comulgamos en el ser del Padre y del
Espíritu, que se relacionan con nosotros asumiéndonos como hijos en el Hijo (Rm 8,14-
17)2. Juan Alfaro, en su libro sobre la creación afirma que la gracia de la divinizante es
al mismo tiempo redentora dirigida al hombre que está en pecado, por lo que no se puede
pasar por alto esta realidad, la gracia además de ser redentora, diviniza al hombre por lo
cual se pone de manifiesto o en relación con la naturaleza del hombre que la asume, la
sublima y la eleva3.
Por otra parte, el ámbito profano, la filiaci6n natural es una relación interpersonal
de carácter físico, afectivo y moral, surgida de la generación. La filiación adaptiva es eso
mismo, salvo el rasgo físico derivado del acto generativo; en su lugar, hay un acto jurídico
merced al cual se introduce gratuitamente en una familia a un ser no engendrado por los

1
J. L de la Peña, Don de Dios, Ed. Sal Terrae, España, 1991, pág. 372
2
IBIB
3
Juan Alfaro, Teología de la creación, Ed. Palabra, España, Pág. 268
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padres para que disfrute de los mismos derechos y el mismo amor que un hijo natural.
Pues bien, en la Escritura la relación filial del hombre con Dios va a situarse a medio
camino entre la filiación natural, el sentido de la filiación divina, la honda penetración en
lo que la fe nos dice acerca del amor paternal de Dios hacia los hombres tiene, en la
oración y en la enseñanza, la filiación divina da un tono íntimo, filial, confiado, a la
oración crea en el alma una actitud alegre, optimista, audaz, capaz de enfrentarse con
empresas y tareas sin dejarse amilanar ante eventuales sinsabores y dificultades, ni
aherrojar por afanes y preocupaciones.
En el Antiguo Testamento la mención de Dios como “Padre” se encuentra solo en
seis lugares, el Nuevo Testamento por su parte lo contiene no menos de 258 casos por lo
cual se nos hace de mucha importancia el señalar que la gracia de reconocernos como
hijos en el Hijo se nos es concedida mediante la participación que cada cual recibe de
manos del Hijo del Eterno Padre; por lo cual a partir de este hecho capital, la idea de una
participación humana en lo divino está indisolublemente vinculada a la persona y la obra
de Cristo, esto es, a la idea de filiación en y por Cristo. Dicho esto estas dimensiones
deben de comprenderse de manera que es otorgada mediante la voluntad Divina, pero no
de una forma simple o me manera cualquiera, sino más bien debe de entenderse como
una auto donación de parte de Dios para su plan de salvación.
Lo ya expresado nos ayudara a afirmar el hecho mismo de la caridad ejercida en la
vida cristiana, por lo que podemos observar que mediante la filiación que es concedida
por medio de Cristo se nos permite realizar este gesto de la caridad en sentido de
fraternidad es decir, siendo nuestra filiación la misma de Jesucristo, participada por la
comunión en su propia existencia filial, hemos de vivir desviviéndonos, «sirviéndonos
por amor los unos a los otros» según lo expresa Pablo en Ga. 5,14, como aquel que «no
ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos» dicho por boca
de Jesús y expresadas en el evangelio de Mc 10 ,45. Este hecho es evidente por medio de
la participación o filialidad que logramos alcanzar en el Hijo.
Por otra parte la dimensión escatológica, tiene presente esta acción donde el
eschaton es el nudo de concentración de la economía salvífica, una especie de nexus
omnium mysteriorum. Esta dimensión escatológica de la gracia se patentiza en el modo
como Pablo entiende la configuración con Cristo.
Pasando a la dimensión experimental de la gracia según Ruiz de la Peña, existe la
pregunta sobre el valor que tiene el poder realizar el hecho mismo que el hombre vea en
su persona la forma de llevar a demostración que la gracia se experimenta, puede ser que
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el mismo hombre tienda a desear expresar esa experiencia a lo cual solo se nos hace llegar
a nuestra mente el hecho de los actos de religiosidad popular, que serían por una parte los
medios por los cuales se puede lograr una experiencia peri siempre cabe el hecho de ver
si es experimentable o no, puesto que se tiene además que no hay que señalar esta
experiencia simplemente a lo natural sino más bien a la trascendencia que se tiene de lo
del hecho Divino.
Todas esas experiencias, las más cabalmente humanas y humanizadoras, son
siempre experiencias de la gracia, no de la naturaleza (pura). En ellas se manifiesta el
hecho de que el hombre de la actual economía despliega su existencia coram Deo, ante
un Dios que «está a la puerta y llama», vive literalmente asediado por ofertas de gracia
que —tal vez de modo tácito e incógnito, pero real— le llegan, le interpelan y le mueven
a una respuesta4.
Otra de las dimensiones que nos presentan el autor es la del gozo en el espíritu, de
la cual podemos decir que la misma existencia cristiana ha de estar presidida por la alegría
cristiana en el gozo del Espíritu, es decir, que esta dimensión es la que resguarda en si las
demás dimensiones dado el hecho que esta fuerza es la que hace dinámica toda la toda la
vida del hombre, vivir el gozo del Espíritu es vivir una alegría comunicativa.
Si la gracia es, en resumidas cuentas, filiación, la experiencia de la gracia no será
sino experiencia de la filiación tan y como se dio en el que es, por antonomasia, él Hijo.
«El cual, aun siendo Hijo, con lo que padeció experimento la obediencia » (Heb 5,7-8):
la experiencia filial privilegiada lo es de obediencia sacrificada y de servicio amoroso a
los hermanos.
En modo de conclusión podemos decir que, las dimensiones se entrelazan entre si
dado el hecho de proceder de la misma fuente y a su vez proponen al hombre sumergido
en la desesperación del pecado, demostrar una adhesión a lo que se le presenta en sentido
de la gracia estas dimensiones ayudan a que el hombre responda a las inquietudes que
nacen de su mismo en especial sobre el hecho de obtener su propia felicidad dentro de la
dinámica de la salvación.

4
J. L de la Peña, pág. 397

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