Sei sulla pagina 1di 28

Que es la Humildad:

- Humildad: es la característica que define a una persona modesta,


alguien que no se cree mejor o más importante que los demás en ningún
aspecto. Es la ausencia de soberbia.

- La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a


toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo
trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos
teológicos. ...

- Modestia, característica de no tener orgullo, de no ser arrogante;


Sensación de inferioridad; Inferior en rango, importancia, calidad, estatus,

- Sentimiento que nos hace conocer nuestra propia bajeza. Sumisión,


rendimiento.

-La humildad es la virtud de reyes nobles que lograron cautivar el amor,


el respeto y la lealtad de sus súbditos.

La fiebre del poder es la soberbia, el error más común que cometen los
que logran el éxito.

Es común en nuestra sociedad percibir en algunas personas que por


naturaleza son inteligentes, y algunos defectos o errores que cometen
son.

*En ocasiones saben mucho pero son egoístas al no querer compartir su


conocimiento.

* Les encanta humillar al que sabe poco

* Son soberbios y prepotentes

* Sus actos van encaminados a buscar su propio beneficio sin impórtale


lo que sientan y piensen los demás

*Creen que lo saben todo y se burlan de la opiniones de los demás.

Un buen líder debe identificarse e inspirar confianza y eso solo


puede lógralo a través de la humildad.

Cuando se esta en la cima es fácil olvidarse del origen del esfuerzo


realizado por cada colaborador y el apoyo recibido para que uno llegue a
triunfar; la gratitud es una de las virtudes que siempre debemos practicar.

1
Es importante practicar la humildad para poder llegar a ser grandes
líderes y personas de las cuales en un futuro sean recordadas con
cariño.

Humildad: Es la virtud moral por la que el hombre reconoce que de si


mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien
todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde
no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha
descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros
tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante
Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin
desviarse en juicios que no le pertenecen.

- La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto


abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones
de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

"La humildad es la verdad"

El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como
malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión
más correcta de la realidad.

"El grado mas perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios


y humillaciones. Vale mas delante de Dios un menosprecio sufrido
pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil disciplinas."

Humildad:

Tomado de numerosas fuentes

Lo que todos deseamos:

Todos deseamos una palabra de aliento cuando las cosas no han ido
bien, y comprensión de los demás cuando, a pesar de la buena voluntad,
nos hemos vuelto a equivocar; y que se fijen en lo positivo más que en
los defectos; y que haya un tono de cordialidad en el lugar donde
trabajamos o al llegan a casa; y que se nos exija en nuestro trabajo, pero
de buenas maneras; y que nadie hable mal a nuestras espaldas; y que
haya alguien que nos defienda cuando se nos critica y no estamos
presentes; y que se preocupen de verdad por nosotros cuando estamos
enfermos; y que se nos haga la corrección fraterna de las cosas que
hacemos mal, en vez de comentarlas con otros; y que recen por nosotros
y... Estas son las cosas que, con humildad y espíritu de servicio, hemos
de hacer por los demás. Discite benefacere. Si nos comportamos así,
entonces: Aunque vuestros pecados fueran como la grana, quedarán

2
blancos como la nieve. Aunque fueren rojos como la púrpura quedarán
como la blanca lana.

Lo que todos debemos cambiar: la soberbia

Por el orgullo buscamos la superioridad ante los demás.


La soberbia consiste en el desordenado amor de la propia excelencia.
La soberbia es la afirmación aberrante del propio yo.

El hombre humilde, cuando localiza algo malo en su vida puede


corregirlo, aunque le duela. El soberbio al no aceptar, o no ver, ese
defecto no puede corregirlo, y se queda con él. El soberbio no se conoce
o se conoce mal.

La soberbia lo inficiona todo. Donde hay un soberbio, todo acaba


maltratado: la familia, los amigos, el lugar donde trabaja... Exigirá un trato
especial porque se cree distinto, habrá que evitar con cuidado herir su
susceptibilidad... Su actitud dogmática en las conversaciones, sus
intervenciones irónicas -no le importa dejar en mal lugar a los demás por
quedar él bien-, la tendencia a poner punto final a las conversaciones
que surgieron con naturalidad, etcétera, son manifestaciones de algo
más profundo: un gran egoísmo que se apodera de la persona cuando ha
puesto el horizonte de la vida en sí misma.

"El primero entre vosotros sea vuestro servidor". Para eso hemos de
dejar nuestro egoísmo a un lado y descubrir esas manifestaciones de la
caridad que hacen felices a los demás. Si no lucháramos por olvidarnos
cada vez más de nosotros mismos, pasaríamos una y otra vez al lado de
quienes nos rodean y no nos daríamos cuenta de que necesitan una
palabra de aliento, valorar lo que hacen, animarles a ser mejores y
servirles.

El egoísmo ciega y nos cierra el horizonte de los demás; la humildad


abre constantemente camino a la caridad en detalles prácticos y
concretos de servicio. Este espíritu alegre, de apertura a los demás, y de
disponibilidad es capaz de transformar cualquier ambiente. La caridad
cala, como el agua en la grieta de la piedra, y acaba por romper la
resistencia más dura. “Amor saca amor”

--------------------------------------------------------------------------------

3
Los grados de la humildad:

1 conocerse
2 aceptarse
3 olvido de si
4 darse.

1 Conocerse.

Primer paso: conocer la verdad de uno mismo.


Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo:
"Conócete a ti mismo. Se dice a este respecto que es necesaria la
humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría. Sin
humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.

Es difícil conocerse. La soberbia, que siempre está presente dentro del


hombre, ensombrece la conciencia, embellece los defectos propios,
busca justificaciones a los fallos y a los pecados. No es infrecuente que,
ante un hecho, claramente malo, el orgullo se niegue a aceptar que
aquella acción haya sido real, y se llega a pensar: "no puedo haberlo
hecho", o bien "no es malo lo que hice", o incluso "la culpa es de los
demás".

Para superar: examen de conciencia honesto. Para ello: primero pedir luz
al Creador, y después mirar ordenadamente los hechos vividos, los
hábitos o costumbres que se han enraizado más en la propia vida -
pereza o laboriosidad, sensualidad o sobriedad, envidia...

2 Aceptarse. Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o


menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la
propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la
realidad es fea o defectuosa.

Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un


defecto, error, limitación, o pecado, se sabe contra qué luchar y se hace
posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al
enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del
enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero
si se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos para
mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay límites naturales que
debemos saber aceptar.

Dentro de los hábitos o costumbres, a los buenos se les llama virtudes


por la fuerza que dan a los buenos deseos; a los malos los llamamos
vicios, e inclinan al mal con más o menos fuerza según la profundidad de
sus raíces en el actuar humano. Es útil buscar el defecto dominante para

4
poder evitar las peores inclinaciones con más eficacia. También conviene
conocer las cualidades mejores que se poseen, no para envanecerse,
sino para dar gracias a Dios, ser optimista y desarrollar las buenas
tendencias y virtudes.

Es distinto un pecado, de un error o una limitación, y conviene


distinguirlos. Un pecado es un acto libre contra la ley de Dios. Si es
habitual se convierte en vicio, requiriendo su desarraigo, un tratamiento
fuerte y constante. Para borrar un pecado basta con el arrepiento y el
propósito de enmienda unidos a la absolución sacramental si es un
pecado mortal y con acto de contrición si es venial. El vicio en cambio
necesita mucha constancia en aplicar el remedio pues tiende a reproducir
nuevos pecados.

Los errores son más fáciles de superar porque suelen ser involuntarios.
Una vez descubiertos se pone el remedio y las cosas vuelven al cauce
de la verdad. Si el defecto es una limitación, no es pecado, como no lo es
ser poco inteligente o poco dotado para el arte. Pero sin humildad no se
aceptan las propias limitaciones. El que no acepta las propias
limitaciones se expone a hacer el ridículo, por ejemplo, hablando de lo
que no sabe o alardeando de lo que no tiene.

Vive según tu conciencia o acabarás pensando como vives. Es decir, si


tu vida no es fiel a tu propia conciencia, acabarás cegando tu conciencia
con teorías justificadoras.

3 Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la


imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La
mayoría de la gente vive pensando en si mismo, "dándole vuelta" a sus
problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con
saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un
cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas. Parece
imposible pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la
tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención.

El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se


trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la
medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y
alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones
provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto
cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el
olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente esta
pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha
conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a
un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable.
Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.

5
4 -Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que
superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si
se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el
conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo
como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el
egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el
egoísmo mata al amor.

En este nivel la humildad y la caridad llevan una a la otra. Una persona


humilde al librarse de las alucinaciones de la soberbia ya es capaz de
querer a los demás por sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda
extraer del trato con ellos.

Cuando la humildad llega al nivel de darse se experimenta más alegría


que cuando se busca el placer egoístamente. Se dice que se es mas feliz
en dar que en recibir. La persona generosa experimenta una felicidad
interior desconocida para el egoísta y el orgulloso.

La caridad es amor que recibimos de Dios y damos a Dios. Dios se


convierte en el interlocutor de un diálogo diáfano y limpio que sería
imposible para el orgulloso ya que no sabe querer y además no sabe
dejarse querer. Al crecer la humildad la mirada es más clara y se advierte
más en toda su riqueza la Bondad y la Belleza divinas.

Dios se deleita en los humildes y derrama en ellos sus gracias y dones


con abundancia bien recibida. El humilde se convierte en la buena tierra
que da fruto al recibir la semilla divina.

La falta de humildad se muestra en la susceptibilidad, quiere ser el centro


de la atención en las conversaciones, le molesta en extremo que a otra la
aprecien más que a ella, se siente desplazada si no la atienden. La falta
de humildad hace hablar mucho por el gusto de oírse y que los demás le
oigan, siempre tiene algo que decir, que corregir, Todo esto es creerse el
centro del universo. La imaginación anda a mil por hora, evitan que su
alma crezca.

-Que me conozca; que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada”.


Solo así podré seguirte como Tú quieres y como yo quiero: con una fe
grande, con un amor hondo, sin condición alguna.

Humildes la gracia necesaria, mientras los soberbios van cayendo en


todas las trampas que el demonio les tiende"

Nos ayudará a desearla de verdad el tener siempre presente que el


pecado capital opuesto, la soberbia, es lo más contrario a la vocación

6
que hemos recibido del Señor, lo que más daño hace a la vida familiar, a
la amistad, lo que más se opone a la verdadera felicidad... Es el principal
apoyo con que cuenta el demonio en nuestra alma para intentar destruir
la obra que el Espíritu Santo trata incesantemente de edificar.

Con todo, la virtud de la humildad no consiste sólo en rechazar los


movimientos de la soberbia, del egoísmo y del orgullo. De hecho, ni
Jesús ni su Santísima Madre experimentaron movimiento alguno de
soberbia y, sin embargo, tuvieron la virtud de la humildad en grado sumo.
La palabra humildad tiene su origen en la latina humus, tierra; humilde,
en su etimología, significa inclinado hacia la tierra; la virtud de la
humildad consiste en inclinarse delante de Dios y de todo lo que hay de
Dios en las criaturas (6). En la práctica, nos lleva a reconocer nuestra
inferioridad, nuestra pequeñez e indigencia ante Dios. Los santos sienten
una alegría muy grande en anonadarse delante de Dios y en reconocer
que sólo Él es grande, y que en comparación con la suya, todas las
grandezas humanas están vacías y no son sino mentira.

¿Cómo he de llegar a la humildad? Por la gracia de Dios. Solamente la


gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y
la conciencia de su grandeza que origina la humildad. Por eso hemos de
desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud
amaremos a Dios y seremos capaces de grandes empresas a pesar de
nuestras flaquezas...

Quien lucha por ser humilde no busca ni elogios ni alabanzas porque su


vida esta en Dios; y si llegan procura enderezarlos a la gloria de Dios,
Autor de todo bien. La humildad se manifiesta en el desprecio sino en el
olvido de sí mismo, reconociendo con alegría que no tenemos nada que
no hayamos recibido, y nos lleva a sentirnos hijos pequeños de Dios que
encuentran toda la firmeza en la mano fuerte de su Padre.

7
EL BIEN DEL HOMBRE, ES LA VIDA HUMILDE Y FIEL; NO LA VIDA FACIL.

Dios nos creó para vivir plenamente en El.

«La superficialidad, el arribismo, aunque obtengan algún éxito inmediato,


no constituyen sin embargo el auténtico bien del hombre y de la
sociedad».

«El Reino de Dios ha sido preparado eficazmente por las personas que
desempeñan seria y honestamente su actividad, que no aspiran a cosas
demasiado elevadas, sino que se pliegan con fidelidad cotidiana en las
humildes».

«La mentalidad del mundo, de hecho, lleva a emerger, a abrirse camino


quizá con picardía y sin escrúpulos, afirmándose a sí mismos y los
propios intereses. Las consecuencias están ante los ojos de todos:
rivalidades, abusos, frustraciones». Por el contrario, «En el Reino de Dios
se premia la modestia y la humildad».

«Ayuda a mirar las cosas en su justa medida, la de la eternidad».

«Para que toda actividad profesional o en el hogar pueda desempeñarse


en un clima de auténtica humanidad, gracias a la humilde y concreta
contribución de cada uno».

--------------------------------------------------------------------------------

HUMILDAD Y ESPIRITU DE SERVICIO

Sin humildad y espíritu de servicio no es posible la caridad ni la santidad.


“los instrumentos de Dios son siempre los humildes”

En el sacerdocio y en los pequeños servicios que prestamos a los demás


no hay motivo de complacencia ni de altanería, ya que es el (Olódùmaré)
quien hace verdaderamente las cosas.

-Cuando servimos, nuestra capacidad no guarda relación con los frutos


sobrenaturales que buscamos. Sin la gracia, de nada servirían los
mayores esfuerzos: nadie, si no es por el (Olódùmaré), puede decir

-La gracia es lo único que puede potenciar nuestros talentos humanos


para realizar obras que están por encima de nuestras posibilidades. Y
Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes.

Cuando luchamos por alcanzar la humildad somos eficaces y fuertes.

8
“La humildad nos empujará a que llevemos a cabo grandes labores; pero
a condición de que no perdamos de vista la conciencia de nuestra
poquedad, con un convencimiento de nuestra pobre indigencia que
crezca cada día”

Servir como una madre o un padre

"Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os
teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo a la Fe en
Dios, sino hasta nuestras propias personas" –

De modo particular hemos de vivir este espíritu del Señor con los más
próximos, en la propia familia: “el marido no busque únicamente sus
intereses, sino también los de su mujer, y ésta los de su marido; los
padres busquen los intereses de sus hijos y éstos a su vez busquen los
intereses de sus padres.

“El respeto de esta norma fundamental explica, como enseña el mismo,


que no se haga nada por espíritu de rivalidad o por vanagloria, sino con
humildad, por amor. Y este amor, que se abre a los demás, hace que los
miembros de la familia sean auténticos servidores de Olódùmaré, donde
todos desean el bien y la felicidad a cada uno; donde todos y cada uno
dan vida a ese amor con la presurosa búsqueda de tal bien y tal felicidad”

Si actuamos así no veremos, como en tantas ocasiones sucede, la paja


en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. Las faltas más pequeñas del
otro se ven aumentadas, las mayores faltas propias tienden a disminuirse
ya justificarse.

Por el contrario, la humildad nos hace reconocer en primer lugar los


propios errores y las propias miserias. Estamos en condiciones entonces
de ver con comprensión los defectos de los demás y de poder prestarles
ayuda. También estamos en condiciones de quererles y aceptarlos con
esas deficiencias.

9
8 Pasos para ser Humilde

Nos duele tragarnos el orgullo, pero se trata de un dolor que nos hace
bien, siempre y cuando tengamos una buena actitud y dejemos que
produzca en nosotros el efecto deseado. Aunque a la mayoría no nos
importaría llegar a ser un poco más humildes, ¡ay cómo detestamos
pasar por la escuela de la humildad! Conviene recordar el refrán: «No
hay rosa sin espina».

1- PROCURA DESCUBRIR LO MEJOR DE CADA UNO. Todo ser


humano ha tenido experiencias que tú no has tenido, y en esos aspectos
te aventaja. Einstein, reputado como uno de los grandes cerebros de la
humanidad, dijo: «Nunca he conocido a una persona tan ignorante que
no tuviera algo que enseñarme».

2- ELOGIA SINCERAMENTE A LOS DEMÁS. ¿Cómo vas a desdeñar a


una persona a la que le estás diciendo lo que admiras de ella? Cuanto
más menciones las buenas cualidades de quienes te rodean, más
virtudes descubrirás en ellos, y será más difícil que caigas en la trampa
del egocentrismo.

3- NO TE DEMORES EN ADMITIR TUS ERRORES. Dicen que la frase


más difícil de pronunciar en cualquier idioma es: «Me equivoqué».
Quienes se rehúsan a hacerlo por orgullo suelen volver a caer en los
mismos errores y además terminan marginándose de los demás.

4- SÉ EL PRIMERO EN DISCULPARSE DESPUÉS DE UNA


DISCUSIÓN. Si la frase más difícil de pronunciar es: «Me equivoqué», la
siguiente más difícil debe de ser: «Perdóname». Ese simple vocablo
mata el orgullo y pone fin al altercado: dos pajarracos muertos de un solo
tiro.

5- ADMITE TUS LIMITACIONES Y NECESIDADES. Es parte de la


naturaleza humana querer dar la impresión de ser fuerte y autosuficiente;
eso normalmente no hace más que dificultar las cosas. Si manifiestas
humildad pidiendo ayuda a los demás y aceptándola, sales ganando.

6- SIRVE A LOS DEMÁS. Ofrécete a ayudar a los ancianos, los enfermos


y los niños, o a prestar algún otro servicio comunitario. Saldrás
beneficiado, pues aparte de adquirir humildad, te ganarás la gratitud y el
cariño de muchas personas. Visita:

7- APRENDE ALGO NUEVO: UNA NUEVA TÉCNICA, IDIOMA,


DEPORTE O HOBBY. Empezar algo de cero resulta casi siempre
embarazoso, pero las recompensas son múltiples: de una experiencia así

10
sales más humilde, y además tu ejemplo anima a los demás y,
contrariamente a lo que te dice tu orgullo, te granjea su admiración y
respeto.

8- RECONÓCELE A DIOS EL MÉRITO DE TODA CUALIDAD QUE


TENGAS Y DE TODO LO BUENO QUE TE AYUDE A HACER. «No se
alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que haya de
alabarse: en entenderme y conocerme, que Yo soy el Señor.»

INTRODUCCIÓN

El fundamento de la perfección, según opinión común de los


santos Padres, es la humildad. "Para hacerse grande - dice San Agustín -
hay que comenzar por hacerse pequeño. ¿Queréis levantar el edificio de
las virtudes cristianas?, sabed que es de una altura inmensa: procurad
echar los cimientos muy hondos con la humildad, porque quien quiere
construir un edificio excava los cimientos en proporción de su mole y de
la altura a que lo quiere levantar

Este opúsculo que os dedicamos, hijos carísimo, os enseña a


practicar la humildad, es decir, os enseña a echar los cimientos de la
perfección cristiana. Considerad, pues, la importancia que tiene para
vosotros que estáis obligados a ser perfectos como vuestro Padre
celestial; por lo cual estamos seguros que nuestro don será muy de
vuestro agrado; porque es una nueva prenda del amor que os tenemos,
y, sobre todo, un medio eficacísimo para la salvación de vuestra alma,
que es el negocio más importante que tenéis entre manos.

Un último motivo nos ha movido al aconsejaros este libro: el fin de


la carrera eclesiástica que habéis emprendido. Fin que consiste no sólo
en alcanzar vuestra santificación, sino también en promover la de los
demás, Él empleó durante su vida mortal, y la humildad de corazón fue
su enseña principal. Con esto podréis vencer la soberbia del mundo y
sembrar en todos los corazones la mortificación y la humildad Y, ya que
Jesucristo antes de enseñar quiso hacer, si vosotros también, a ejemplo
suyo, entráis en el ministerio sacerdotal formados ya en la práctica de la
humildad, de este manantial inagotable de todas las virtudes brotarán
palabras de aliento, de estímulo, de celo, que confirmarán a los justos en
la santidad y atraerán a los que caminan por el vicio y por la perdición al
camino de las virtudes y de la salud.

Sed, pues, cada uno de vosotros ese discípulo que va recibiendo


de esta obra que os dedicamos, como de un Maestro espiritual, las
lecciones sobre la práctica de la humildad, y no olvidéis nunca, queridos

11
hijitos, que el mayor consuelo que nos podéis dar es que seáis humildes,
mansos y obedientes. Confiando veros siempre así, y deseando que
realmente lo seáis, al bendecidnos a todos en el Señor os
recomendamos, una vez más, con todas nuestras fuerzas, que pongáis
todo vuestro empeño en cumplir lo que este libro os aconseja.

--------------------------------------------------------------------------------

LA PRÁCTICA DE LA HUMILDAD

Es una verdad incontrovertible que no habrá misericordia para los


soberbios, que para ellos permanecerán cerradas las puertas de los
cielos, y que el Señor sólo las abrirá a los humildes.

Para convencerse, basta abrir las Sagradas Escrituras, que


continuamente nos enseñan que Dios resiste a los orgullosos, que
humilla a los que se ensalzan, que hay que hacerse semejantes a los
niños para entrar en su gloria, que quien a ellos no se asemeje será
excluido, y, por último, que Dios sólo otorga su gracia a los humildes.

Nunca estaremos bastante convencidos de lo importante que es


para los cristianos, y especialmente para los que han emprendido la
carrera eclesiástica, el esforzarse en practicar la humildad y el arrojar del
espíritu toda presunción, toda vanidad, todo orgullo. No hay que ahorrar
esfuerzo ni fatiga para salir airosos en una empresa tan santa; y como es
cosa que no se puede lograr sin la gracia de Dios, hay que pedirlo
insistentemente, sin cansarse nunca.

Todo cristiano ha contraído en el bautismo la obligación de seguir


las huellas de Jesucristo, que es el modelo al que debemos conformar
nuestra vida. Ahora bien, este divino Salvador ha vivido la humildad hasta
el extremo de hacerse el oprobio de la tierra, para alabar lo más elevado
y curar la llaga de nuestro orgullo, enseñándonos con su ejemplo el único
camino que lleva al cielo. Esta es, para hablar con propiedad, la lección
más importante del Salvador: Discite a me.

Tú, pues, Oh discípulo de este divino Maestro, si quieres adquirir


esta perla preciosa, que es la prenda más segura de santidad y la señal
más cierta de predestinación, recibe dócilmente los avisos que te voy a
dar y ponlos fielmente en práctica.

--------------------------------------------------------------------------------

12
1
Abre los ojos de tu alma, y considera que no tienes nada tuyo de que
gloriarte. Tuyo sólo tienes la tentación, la debilidad y la miseria; y, en
cuanto a los dones de naturaleza y de gracia que hay en tí, solamente a
Dios, de quien los has recibido como principio de tu ser, pertenece la
gloria.

2
Concibe un profundo sentimiento de tu nada y hazlo crecer
continuamente en tu corazón a despecho del orgullo que te domina.
Persuádete en lo más íntimo de ti mismo que no hay en el mundo cosa
más vana y ridícula que querer ser estimado por dotes que has recibido
en préstamo de la gratuita liberalidad del Creador; puesto que, como dice
el discípulo, si las has recibido, ¿Por qué te glorías como si no las
hubieses recibido?

3
Piensa a menudo en tu debilidad, en tu ceguera, en tu bajeza, en tu
dureza de corazón, en tu sensualidad, en la insensibilidad por Dios, en tu
apego a las criaturas y en tantas otras inclinaciones viciosas que nacen
en tu naturaleza corrompida; y que esto te lleve a abismarte de continuo
en tu nada y a ser muy pequeño y muy bajo a tus ojos

4
Considera, además, que no hay delito. Por enorme y detestable que sea,
al que no se incline tu malvada naturaleza y del que no puedas hacerte
reo; y que sólo por la misericordia de Dios y por el auxilio de su gracia te
has librado hasta el presente de cometerlo (no hay pecado en el mundo
que el hombre no pueda cometer si la mano que hizo al hombre dejara
de sostenerlo) Lamenta interiormente un estado tan deplorable y
resuelve firmemente reputarte entre los más indignos pecadores.

5
Piensa a menudo que más pronto o más tarde has de morir, y que tu
cuerpo se pudrirá en la sepultura; ten siempre ante los ojos el tribunal
inexorable de Dios, ante el cual todos necesariamente hemos de
comparecer; medita en los eternos dolores que esperan a los malos, que
son los soberbios. Considera seriamente que el velo impenetrable que
esconde al ojo mortal los juicios divinos te impide saber si serás o no del
número de los réprobos, que en compañía de los demonios serán
arrojados eternamente a aquel lugar de tormentos para ser víctima
eterna de un fuego encendido por el soplo de la ira divina. Esta
incertidumbre te servirá para mantenerte en una extrema humildad y para
inspirarte un saludable temor.

13
6
No creas que vas a adquirir la humildad sin las prácticas que le son
propias, como son los actos de mansedumbre, de paciencia, de
obediencia, de mortificación, de odio a tí mismo, de renuncia a tu propio
juicio, a tus opiniones, de arrepentimiento de tus pecados y de tantos
otros; porque éstas son las armas que destruirán en tí mismo el reino del
amor propio, ese terreno abominable donde germinan todos los vicios y
donde se alinean y crecen a placer tu orgullo y presunción.

7
Mientras te sea posible, mantente en silencio y recogimiento; más que
esto no sea con perjuicio del prójimo, y cuando tengas que hablar hazlo
con contención, con modestia y con sencillez. Y si sucediera que no te
escuchan, por desprecio o por otra causa, no des muestras de disgusto;
acepta esta humillación y súfrela con resignación y con ánimo tranquilo.

8
Evita con todo cuidado las palabras altaneras, orgullosas o que indiquen
pretensiones de superioridad; evita también las frases estudiadas y las
palabras irónicas; calla todo lo que pueda darte fama de persona
graciosa y digna de estimación. En una palabra, no hables nunca sin
justo motivo de tí mismo y evita todo aquello que pueda cosecharte
honras y alabanzas.

9
En las conversaciones no te mofes ni zahieras a los demás con palabras
y sarcasmos; huye de todo lo que huela a espíritu del mundo. De las
cosas espirituales no hables como un maestro que da lecciones, a no ser
que tu cargo o la caridad te lo impongan; conténtate con preguntar a
persona avisada que pueda aconsejarte; porque el querer dárselas de
maestro sin necesidad es echar leña al fuego de nuestra alma, que se
consume ya en humo de soberbia.

10
Reprime con todas tus fuerzas la curiosidad vana e inútil; por eso, no te
afanes demasiado por ver esas cosas que los mundanos tienen por
bellas, raras y extraordinarias; esfuérzate, en cambio, por saber cuál es
tu deber y lo que puede aprovecharte para tu salvación.

11
Muestra siempre un gran respeto y reverencia a tus superiores, una gran
estima y cortesía a tus iguales y una gran caridad a los inferiores;
persuádete que el obrar de otra manera sólo puede ser efecto de un
espíritu dominado por la soberbia.

14
12
Conforme a una máxima de la Fe, busca siempre el lugar más bajo, en la
sincera persuasión de que precisamente por serlo es el que más te
conviene. Asimismo, en las necesidades de la vida, no apuntes
demasiado alto en tus deseos y en tus preocupaciones; conténtate con
cosas sencillas y modestas, que son las que más se compadecen con tu
poquedad.

13
Cultiva siempre en tu interior la santa costumbre de acusarte, reprenderte
y condenarte. Sé juez severo de todas tus acciones, que van siempre
acompañadas de mil defectos y de las continuas pretensiones del amor
propio. Concibe a menudo un justo desprecio por tí mismo al verte en tus
acciones tan faltas de prudencia, de sencillez y de pureza de corazón.

14
Evita como un mal gravísimo el juzgar los hechos del prójimo; antes bien,
interpreta benignamente sus dichos y hechos, buscando con industriosa
caridad razones con que excusarlos y defenderlos. Y si fuera imposible la
defensa, por ser demasiado evidente el fallo cometido, procura atenuarlo
cuanto puedas, atribuyéndolo a inadvertencia o a sorpresa, o a algo
semejante, según las circunstancias; por lo menos, no pienses más en
ello, a no ser que tu cargo te exija que pongas remedio.

15
No contradigas nunca a nadie en la conversación cuando se trate de
cosas dudosas, que pueden tomarse por el sí o por el no (en un sentido o
en otro). En las discusiones no te acalores, y si tu opinión la estiman
falsa o menos buena, cede modestamente y permanece en un humilde
silencio. Cede también y observa igual proceder en las cosas que no
tienen importancia, aun cuando estés cierto de la falsedad de la opinión
contraria. En las demás ocasiones en que sea necesario defender la
verdad, actúa con energía, pero sin furor ni despecho, y está seguro de
que obtendrás más éxito con la dulzura que con el ímpetu y con el
desdén.

16
No ocasiones molestias a nadie, por ínfimo que sea, ni de palabra, ni de
obra, ni con tu comportamiento, a no ser que te lo exijan el deber, la
obediencia o la caridad.

17
Si alguien te fastidia con frecuencia y te mortifica de intento en muchas
ocasiones con injurias y con ultrajes, no te aires, considéralo más bien

15
como un instrumento del que se sirve para tu bien la misericordia de
Dios, que quiere curar de este modo la llaga inveterada de tu orgullo.

18
La ira es un vicio aborrecible en toda clase de personas, y máxime en las
espirituales, que debe su violencia al orgullo que las sustenta; esfuérzate,
pues, en acumular un caudal de dulzura, para que cuando te ultrajen, por
honda que sea la herida de la injuria, seas capaz de conservar la calma.
En esas ocasiones no alimentes ni guardes en tu corazón sentimientos
de aversión o de venganza para quien te ofendió; antes bien, perdónale
de corazón, convencido de que no hay mejor disposición que ésta para
alcanzar de Dios el perdón de las injurias que le has hecho. Este humilde
sufrimiento te cosechará muchos méritos para el cielo.

19
Sufre con paciencia los defectos y la fragilidad de los otros, teniendo
siempre ante los ojos tu propia miseria, por la que has de ser tú también
compadecido de los demás.

20
Muéstrate manso y humilde con todos, y más aún con aquellos hacia los
que sientes una cierta repugnancia y aversión; no digas como algunos:
"Dios me libre de sentir odio hacia aquella persona, pero no quiero verla
a mi lado, ni tener tratos con ella". Esta repugnancia tiene su origen en la
soberbia y en no haber vencido con las armas de la gracia la orgullosa
naturaleza y el amor propio; porque si se abandonaran a las mociones de
la gracia, sentirían esfumarse a impulsos de una verdadera humildad
todas las dificultades que encuentran y soportarían con paciencia aún las
naturalezas más duras y salvajes.

21
En la comida no debes sentir disgusto cuando los alimentos no sean de
tu agrado; haz, más bien, como los pobres, que comen de buen grado lo
que les dan, y dan las gracias a la Providencia.

22
Si alguien, por error, te reprende y te dice malas palabras, o si censura tu
conducta uno que es inferior a ti o más merecedor que tú de reprensión,
y que debería más bien ocuparse de sus cosas, no desprecies sus
indicaciones, ni rechaces los consejos que te da, ni dejes de examinar
con calma y a la luz de Dios tu conducta, y todo ello con la íntima
persuasión de que caerías a cada paso si la gracia de Dios no te
preservara.

16
23
Haz todas las cosas, por pequeñas que sean, con mucha atención y con
el máximo esmero y diligencia; porque el hacer las cosas con ligereza y
precipitación es señal de presunción; el verdadero humilde está siempre
en guardia para no fallar aun en las cosas más insignificantes. Por la
misma razón, practica siempre los ejercicios de piedad más corrientes y
huye de las cosas extraordinarias que te sugiere tu naturaleza; porque
así como el orgulloso quiere singularizarse siempre, así el humilde se
complace en las cosas corrientes y ordinarias.

24
Convéncete de que no eres buen consejero de ti mismo, y por eso, teme
y desconfía de tus opiniones, que tienen una raíz mala y corrompida. Con
esta persuasión, aconséjate, en lo posible, de hombres sabios y de
buena conciencia, y prefiere ser gobernado por uno que sea mejor que tú
a seguir tu propio parecer.

25
¿Has recibido de Dios grandes talentos? ¿O eres, por ventura, un grande
del mundo? Esfuérzate en conocerte tal y como eres y procura
convencerte de tu debilidad, de tu incapacidad y de tu nada; debes
hacerte más pequeño que un niño; no andes tras las alabanzas de los
hombres, ni ambiciones los honores; antes bien rechaza aquéllas y
éstos.

26
Si te hacen alguna injuria o te ocasionan algún grave disgusto, en vez de
indignarte con quien te ha ofendido, alza los ojos al cielo y mira al Señor,
que con su infinita y amable providencia lo ha dispuesto así para hacerte
expiar tus pecados, o para destruir en ti el espíritu de soberbia,
obligándote a hacer actos de paciencia y de humildad.

27
Cuando se te presente la ocasión de prestar algún servicio bajo y
abyecto al prójimo, hazlo con alegría y con la humildad con que lo harías
si fueras el siervo de todos. De esta práctica sacarás tesoros inmensos
de virtud y de gracia.

28
No te preocupes por aquellas cosas que no están a tu cuidado y de las
que no tienes que rendir cuenta ni a Dios ni a los hombres; porque el
ocuparse en ellas es signo de secreta soberbia y de vana presunción de
sí mismo, alimenta y hace crecer la vanidad y es causa de mil
preocupaciones, inquietudes y distracciones. Por el contrario, si atiendes
sólo a ti mismo y a tu deber, hallarás un manantial de paz y de
tranquilidad, según las palabras de la Imitación de Cristo: No te

17
entrometas en lo que no te han encomendado; así podrá ser que pocas
veces o muy de tarde en tarde te turbes.

29
Si haces alguna mortificación extraordinaria, procura preservarte del
veneno de la vanagloria, que destruye a menudo todo su mérito; hazla
tan sólo porque desdeciría de un pecador que viviera según su propio
capricho, y también por tantas deudas como tienes que saldar ante la
justicia divina. Piensa que los actos de penitencia te son tan necesarios
para detener la violencia de las pasiones y mantenerte dentro de los
límites del deber, como la brida y el freno para domar un impetuoso
caballo.

30
Cuando sientas el aguijón de la impaciencia y seas presa de la tristeza
en tus tribulaciones y humillaciones, resiste fuertemente esa tentación,
acordándote de tantos pecados, por los que has merecido castigos
mucho más duros de los que estás sufriendo. Adora la justicia infinita de
Dios y recibe respetuosamente sus golpes, que son para ti fuentes de
misericordia y de gracia. Si pudieses comprender cuan saludable es ser
herido en esta miserable vida por la mano de un Padre tan dulce como
es Dios, te abandonarías por completo en sus manos. Repite a menudo
con San Agustín: Quema y arranca de mí en esta vida todo lo que
quieras, no perdones nada ni me ahorres ningún sufrimiento, como tal
que me perdones y me los ahorres todos en la eternidad. Rehusar las
tribulaciones es rebelarse contra la saludable justicia de nuestro Dios, es
rechazar el cáliz que misericordiosamente nos brinda, y en el que el
mismo Jesucristo, aunque inocente, ha querido beber el primero.

31
Si cometes alguna falta que es motivo para que te desprecie quien la
presenció, siente un vivo dolor de haber ofendido a Dios y de haber dado
un mal ejemplo al prójimo, y acepta la deshonra como un medio que Dios
te envía para hacerte expiar tu pecado y para hacerte más humilde y
virtuoso. Si, por el contrario, el verte deshonrado te atormenta y te
contrista, es que no eres verdaderamente humilde y que estás todavía
envenenado por la soberbia. Pide entonces al Señor con mucha
insistencia que te cure y te libre de ese veneno, porque si Dios no se
apiada de ti caerás en otros abismos.

32
Si entre los que te rodean hay alguno que te parece despreciable,
obrarás sabia y prudentemente si en vez de publicar y censurar sus
defectos te fijas en las buenas cualidades naturales y sobrenaturales de
que Dios le ha dotado, y que le hacen digno de respeto y honor. Al
menos, ve siempre en él a una criatura de Dios, formada a su imagen y

18
semejanza, rescatada con la sangre preciosa de Jesucristo, un cristiano
marcado con la luz del rostro de Dios, un alma capaz de verle y poseerle
por toda la eternidad, y quizá un predestinado por el consejo secreto de
su adorable providencia. ¿Sabes tú, acaso, las gracias que el Señor ha
derramado sobre él, o las que va a derramar? Pero sin entrar en más
averiguaciones, quizá lo mejor sería rechazar inmediatamente todos esos
pensamientos de desprecio como venenosas inspiraciones del tentador.

33
Cuando te alaben, en vez de llenarte de vanagloria, piensa si aquellas
alabanzas no serán la recompensa de lo poco bueno que has hecho.
Evoca interiormente tu miseria merecedora del desprecio de los demás, y
procura cortar la conversación, no para cosechar más alabanzas, como
los soberbios que fingen ser humildes, sino con tal tacto y discreción, que
no se vuelvan a acordar de ti. Y si no lo consigues, refiere a Dios todo el
honor y toda la gloria, diciendo con Baruch y Daniel: A ti, Señor, toda
honra y gloria y a nosotros, la vergüenza y el oprobio.

34
En la misma proporción en que deben causarte disgusto las alabanzas a
ti dispensadas, debes experimentar alegría por los elogios y honores a
los demás y, por tu parte, debes contribuir a honrarles en la medida en
que la franqueza y la verdad te lo permitan. Los envidiosos no saben
soportar las glorias del prójimo, porque estiman que van en
disminución de las propias; precisamente por esto deslizan hábilmente
en las conversaciones ciertas palabras ambiguas o frases de doble
sentido, dirigidas a menguar o a hacer dudosos los méritos que, con
resentimiento por su parte, adornan a los demás. Tú no debes obrar así
porque alabando a tu prójimo, alabas simultáneamente al Señor y le
agradeces los dones que distribuye y los beneficios que se pueden
obtener para Su servicio.

35
Cuando oigas que difaman a tu prójimo, siente un verdadero dolor, y
busca una excusa para el malediciente; pero tienes que salir en defensa
de la persona que es blanco de la murmuración, y con tal destreza, que
tu defensa no se convierta en una segunda acusación; así, ora insinuarás
sus cualidades, ora pondrás de relieve la estima que merece a los otros y
a tí mismo, ora cambiarás hábilmente de conversación o harás ostensible
tu desagrado. Obrando de esta manera, harás un gran bien a tí mismo, al
malediciente, a los oyentes y a aquel de quien se habla. Mas si tú, sin
hacerte la más mínima violencia, te complaces en ver a tu prójimo
humillado y te disgustas cuando lo ensalzan, ¡cuánto te falta todavía para
alcanzar el tesoro incomparable de la humildad!

19
36
No habiendo cosa más provechosa para el progreso espiritual que el ser
advertido de los propios defectos, es muy conveniente y necesario que
los que te hayan hecho alguna vez esta caridad se sientan estimulados
por tí a hacértela en cualquier ocasión. Luego que hayas recibido con
muestras de alegría y de reconocimiento sus advertencias, imponte como
un deber el seguirlas, no sólo por el beneficio que reporta el corregirse,
sino también para hacerles ver que no han sido vanos sus desvelos y
que tienes en mucho su benevolencia. El soberbio, aunque se corrija, no
quiere aparentar que ha seguido los consejos que le han dado, antes
bien los desprecia; el verdadero humilde tiene a honra someterse a todos
por amor de Dios, y observa los sabios consejos que recibe como
venidos de Dios mismo, cualquiera que sea el instrumento de que Él se
haya servido.

37
Abandónate por completo en las manos de Dios y sigue las disposiciones
de su amable Providencia, como un hijo cariñoso se abandona en los
brazos de su amado padre. Déjale hacer lo que Él quiera, sin turbarte e
inquietarte por lo que pueda suceder; acepta con alegría, con confianza y
con respeto todo lo que de Él venga. Obrar de otro modo sería una
ingratitud hacia la bondad de su corazón, sería desconfiar de Él. La
humildad nos abisma de manera infinita bajo el ser infinito de Dios; pero
al mismo tiempo nos enseña que en Dios está toda nuestra fortaleza y
todo nuestro consuelo.

38
Es evidente que sin Dios no puedes hacer nada bueno, que sin Él
caerías a cada paso, y la mínima tentación te vencería; reconoce tu
debilidad e impotencia para practicar el bien, y no olvides que en todas
tus acciones necesitas siempre del concurso divino. Que la consideración
de estas verdades te mantenga inseparablemente unido a Él, como un
niño que no conociendo otro refugio se aprieta contra el seno de su
madre. Repite con el Profeta: Si el Señor no me hubiera ayudado, mi
alma habitaría en la región del silencio , y: mírame y apiádate de mí,
porque estoy solo y desvalido ; oh Dios, ven en mi auxilio, apresúrate a
ayudarme. No dejes nunca de dar gracias a Dios con todo tu corazón, y
dale gracias, sobre todo, por los cuidados de que te rodea, y pídele en
todo momento que no te falte la ayuda que sólo Él te puede dar.

39
Acude a la oración persuadido de tu indignidad y bajeza y lleno de un
temor sagrado por la presencia de la suprema Majestad, cuya protección
te atreves a implorar. ¿Hablaré a mi Señor yo que soy polvo y ceniza? Si
recibes algún favor extraordinario, júzgate indigno de él, y piensa que
Dios te lo ha concedido por su largueza y misericordia. No te complazcas

20
vanamente atribuyéndolo a tus méritos. Si no recibes ningún don
señalado, no te muestres descontento; considera que te queda mucho
por hacer para merecerlo, y que Dios tiene harta bondad y paciencia
permitiendo que estés a sus pies; como el mendigo que permanece
durante horas enteras a la puerta del rico para alcanzar una pequeña
limosna que remedie su miseria.

40
Da gloria a Dios por el feliz éxito de los asuntos que te han sido
encomendados, y no te atribuyas a tí mismo más que los fallos que haya
habido; sólo éstos te pertenecen: todo lo bueno es de Dios y a Él se debe
la gloria y gratitud. Graba con tal fuerza en tu espíritu esta verdad, que
nunca más se borre de él; piensa que cualquier otro que hubiera tenido la
gracia que tú tuviste lo hubiera hecho mucho mejor y no habría cometido
tantas imperfecciones. Rechaza las alabanzas que te hagan por el éxito
obtenido, porque no se deben a un vil instrumento como tú, sino a Él,
soberano Artífice, que, si así lo quiere; puede servirse de una vara para
hacer brotar el agua de una roca, o de un poco de tierra para devolver la
vista a los ciegos y operar infinidad de milagros.

41
Si, en cambio, van mal los asuntos confiados a tu cuidado, harto es de
temer que el infeliz resultado haya de atribuirse a tu ineptitud y
negligencia. Tu amor propio y tu soberbia, enemigas acérrimas de
cualquier humillación, querrían echar la culpa a los demás, y si no lo
consiguen, intentarán atenuarla. Mas tú no secundes sus viciosas
inclinaciones, examina tu conducta, en conciencia, y temiendo haber
fallado en algo, cúlpate ante Dios y acepta la humillación como un
castigo merecido. Si tu conciencia no te acusa de culpa alguna, adora
también en este caso las disposiciones divinas, y piensa que quizá tus
faltas anteriores y tu excesiva presunción han alejado de tí las
bendiciones del cielo.

42
Si en la Comunión tu corazón está inflamado de amor divino, tu espíritu
debe estar penetrado de sentimientos de verdadera humildad. ¿Cómo no
asombrarte al considerar que un Dios infinitamente puro e infinitamente
santo llegue a esos extremos de amor por una miserable criatura como
tú, y se te dé a Sí mismo en alimento? Abísmate en las profundidades de
tu indignidad; acércate a la adorable santidad de Dios con suma
reverencia, y cuando a este amable Señor, que es todo caridad, le plazca
acariciarte, haciéndote partícipe de sus inefables dulzuras no disminuyas
en nada el respeto debido a su infinita Majestad, no salgas nunca del
lugar que te corresponde, y que es la sumisión, la abyección y la nada;
pero que el sentimiento de tu pobreza y de tu miseria no te lleve a cerrar
tu corazón y a menguar en nada esa santa confianza que debes tener en

21
tan celestial banquete; antes, por el contrario, debe hacerte crecer en
amor a tu Dios que se humilla hasta convertirse en alimento de tu alma.

43
Ten con tu prójimo vísceras de caridad y un manantial perenne de
afabilidad y dulzura; busca con santa avidez la manera de ayudarle en
todo; pero hazlo siempre por dar gusto al Señor; examina bien los
motivos que te impulsan a obrar para descubrir las emboscadas de la
vanidad y del amor propio; sólo a Dios debes referir todo el bien que
hagas, porque has de saber que es una gran ganancia mantener oculta y
secreta una obra buena de modo que sólo Dios la conozca; si por
descuido tuyo viene a ser conocida de los hombres, pierde casi todo su
valor, como un hermoso fruto que los pájaros han empezado a picotear.

44
Ese saludable temor de desagradar a Dios que debes tener irá siempre
acompañado de una continua súplica para que no te deje caer e impida
con su infinita misericordia tan gran desastre. Este es el santo gemir del
corazón, recomendado por los santos, que lleva a estar en guardia en
todas nuestras acciones, a meditar en las verdades divinas y a
despreciar las cosas temporales, a practicar la oración interior y a
mantenerse alejado de todo lo que no sea Dios. En una palabra, la fuente
de la verdadera humildad y pobreza de espíritu; no la abandones nunca
y, en lo posible, pídela sin interrupción.

45
Un enfermo que desea vivamente la curación procura evitar todo lo que
pueda retrasarla; toma con temor aun los alimentos más inofensivos y
casi a cada bocado se para a pensar si le sentarán bien; también tú, si
deseas de corazón curarte de la funesta enfermedad de la soberbia, si
verdaderamente anhelas adquirir esta preciosa virtud, has de estar
siempre en guardia para no decir o hacer lo que pueda impedírtelo; por
esto, es bueno que pienses siempre si lo que vas a hacer te lleva o no a
la humildad, para hacerlo inmediatamente o para rechazarlo con todas
tus fuerzas.

46
Otro motivo poderoso que debe impulsarte a practicar la hermosa virtud
de la humildad, al cual debes conformar toda tu vida. Él ha dicho:
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Y, como nota,
¿qué orgullo hay tan obstinado que no pueda ser abatido por la humildad
de este divino Maestro?. Se puede decir con toda verdad que sólo Él se
ha humillado realmente y se ha abajado; nosotros no nos abajamos, nos
colocamos en el lugar que nos corresponde; porque siendo ruines
criaturas, culpables de mil delitos, sólo tenemos derecho a la nada y al
castigo. Él es el Dios omnipotente, el Ser infinito e inmortal, el Árbitro

22
supremo de todo; sin embargo, se ha hecho hombre, débil y. pasible,
mortal y obediente hasta la muerte. Se ha rebajado hasta lo más ínfimo
de las cosas. Aquel que es en el cielo la gloria y bienaventuranza de los
Ángeles y de los Santos ha querido hacerse varón de dolores y ha
tomado sobre sí las miserias de la Humanidad; la Sabiduría increada y el
principio de toda sabiduría ha cargado con la vergüenza y los oprobios
del insensato; el Santo de los Santos y la Santidad por esencia ha
querido pasar por un criminal y un malhechor; el Sumo Bien por
naturaleza ha sufrido toda suerte de miserias temporales. Y después de
este ejemplo de humildad, ¿qué deberemos hacer nosotros, polvo y
cenizas? ¡Podrá parecernos dura alguna humillación a nosotros,
miserables pecadores!

47
Para crecer más en esta virtud y para endulzar y familiarizarte con las
humillaciones te sería muy provechoso que te representaras a menudo
en la imaginación las afrentas que te pueden sobrevenir y te esforzaras
en aceptarlas, aun a costa de la naturaleza recalcitrante, como prenda
segura del amor que Dios te tiene y como medio seguro de santificación.
Quizá para ello tendrás que sostener muchos combates; pero sé valiente
y esforzado en la pelea hasta que te sientas firme y decidido a sufrirlo
todo con alegría por amor a el..

48
Que no pase un solo día sin que te hagas los reproches que te podrían
dirigir tus enemigos, no sólo para endulzártelos por anticipado, sino para
humillarte y para despreciarte a ti mismo. Si luego, en medio de la
tempestad de alguna violenta tentación, te impacientas y te lamentas
interiormente al ver cómo te prueba Dios, reprime en seguida esos
movimientos y di contigo mismo: ¿podrá quejarse un ruin y miserable
pecador como yo de esta tribulación? ¿Por ventura no he merecido
castigos infinitamente más duros? ¿No sabes, alma mía, que las
humillaciones y los sufrimientos son el pan con que te ha socorrido el
Señor a fin de que te levantases de una vez de tu miseria e indigencia?
Si lo rehúsas, te haces indigna de él y rechazas un rico tesoro, que quizá
te será quitado para dárselo a otros que hagan mejor uso de él. Y tú, por
cobardía, ¿vas a huir el combate? ¿Cómo quieres ser coronado sin
haber peleado? ¿Cómo pretendes el premio sin haber sostenido el peso
del día y del calor? Estas y otras consideraciones semejantes
encenderán tu fervor y excitarán en ti el deseo de llevar una vida de
sufrimiento y de humillación como la de el.

49
Aunque en medio de los desprecios y de las contradicciones conserves
la paz y la alegría, no creas por esto haber alcanzado la humildad,
porque, a menudo, la soberbia no está sino adormecida, y basta con que

23
se despierte para que comience a hacer estragos. Sean tus armas, de
las que nunca debes separarte, el conocimiento de ti mismo, la huida de
las alabanzas y el amor a las humillaciones. Cuando hayas adquirido
esta rica heredad no temas perderla ya, porque el humillarse es el medio
más seguro para conservar el don precioso de la humildad.

50
Mantente siempre firme a pesar de las dificultades que encuentres en las
prácticas que hasta aquí te he enseñado, a pesar de la oposición que
encuentres en ti mismo. No digas como algunos discípulos: dura es esta
doctrina, ¿quién podrá practicarla? Porque yo te aseguro que todas las
amarguras que experimentes al principio se convertirán bien pronto en
dulzuras inefables y en consuelos celestiales. La perseverancia en estos
ejercicios te librará de mil angustias del espíritu e infundirá en tu corazón
una paz y un sosiego que te harán gustar por adelantado del goce
preparado por el Señor en el cielo a sus fieles servidores. Si por pereza
dejas de poner los medios necesarios para alcanzar la humildad, te
sentirás pesaroso, inquieto, descontento y harás la vida imposible a ti
mismo y quizá también a los demás, y, lo que más importa, correrás gran
peligro de perderte eternamente; al menos se te cerrará la puerta de la
perfección, ya que fuera de la humildad no hay otra puerta por la que se
pueda entrar. Ármate, pues, de un santo atrevimiento para que nadie te
pueda abatir; te enseña el camino de la humildad y de la paciencia, que
han recorrido ya muchos santos que reinan con El en el cielo; mira cómo
te anima a seguir su camino y el de los verdaderos imitadores de su
virtud. Mira a los santos ángeles cómo ansían tu salvación, mira cómo te
animan a que tomes la senda angosta, la única segura, la única que
conduce al cielo y que nos hace ocupar esos lugares del paraíso que
dejó vacíos la soberbia de los ángeles rebeldes. ¿No oyes cómo los
bienaventurados proclaman por todo el paraíso que la única vía que les
ha permitido gozar de esa gloria inmensa es la de las humillaciones y
sufrimientos? Contempla cómo gozan y se alegran contigo por esos
primeros deseos que has concebido de imitarlos; mira cómo te animan a
no perder el ánimo. Ármate, pues, de fuerza y de: valor para comenzar
sin tardanza esa gran obra. Acuérdate de los sacrosantos juramentos
que has hecho en el Bautismo, y tiembla ante el solo pensamiento de
violar la santidad de las promesas que hiciste a Dios en ese día. Son
palabras de Cristo que el reino de los cielos sufre violencia.
Bienaventurado mil y mil veces si, estando convencido de ello, te
resuelves verdaderamente a practicar la humildad que te merecerá la
eterna grandeza del paraíso.

24
A veces se confunde la humildad con la falta de autoestima, y nada
más lejos de la verdad.

Hace muchos años una profesora me dijo que “el hombre sabio era
humilde y bueno, ya que el que es sabio está más allá de la maldad
porque su comprensión y compasión lo abarcaba todo y por eso mismo
era sabio.”

A menudo me pregunto porque los hombres inteligentes se vuelven


vanidosos, y en alguna ocasión hablando de ello, la respuesta que
alguno me dijo es que la gente paga miles por ir al psicólogo para
mejorar su autoestima, así que según esta persona su falta de humildad
es debida a que no tiene problemas de autoestima.

Bajo mi punto de vista nada más lejos de la verdad.

El ser humilde no implica en absoluto una falta de autoestima, sino más


bien al contrario.
La humildad es una cualidad difícil de practicar, y viene desde la
comprensión de que aunque tengas muchos conocimientos intelectuales,
eso no te hace superior al que no los tiene, sino que deberías considerar
que tu obligación es compartir esos conocimientos con los demás, desde
la comprensión que las otras personas a lo peor no han tenido la
oportunidad o la suerte de saber lo que tu sabes.

Además la humildad no sólo es difícil de practicar hacia los demás sino


que creo que es aún más difícil de practicar hacia uno mismo.

Que significa para mí la humildad hacia ti mismo.

Pues la humildad consiste en el reconocimiento

Primero que no eres la perfección hecha persona.

Segundo que además tienes unos límites no solos físicos sino de


razonamiento que están condicionados por tus filtros socioculturales, y
por esto tus razonamientos hacia ti mismo y hacia los demás son y serán
absolutamente subjetivos, y desde esa subjetividad sólo puedes apreciar
aquello que tu visión te permite, pero que por supuesto siempre es una
visión limitada y sesgada por muy inteligente que seas o por muchos
conocimientos y estudios que tengas.

Por eso siempre que emites un juicio de valor hacia ti o hacia los otros
ten en cuenta que tu juicio de valor es sólo una parte de la verdad, y que
existen tantas verdades como personas.

25
Yo tengo una autoestima bastante elevada, pero ello no me lleva, porque
no lo permito a considerarme más que nadie en ningún aspecto de la
vida.

El poseer unos conocimientos elevados de algunos campos, no es óbice


para que desprecie a los demás porque no los tienen, o porque no son ni
serán capaces de tenerlos.

Y te preguntarás a que viene todo ésto?

Pues a que cada vez me molestan más aquellas personas que por sus
capacidades o conocimientos, menosprecian a los demás,
considerándose superiores a todo el mundo, y porque además cada vez
me encuentro con más gente que confunde el conocimiento con la
superioridad sobre otros individuos.

Así que por favor, cuando creas que eres superior a otra persona, hazte
un favor, párate, analízate, y sé humilde; verás que es mucho más
enriquecedor y que además serás capaz de apreciar y aprender de esa
persona muchas cosas que te perderás de la otra manera

Liderazgo:

El liderazgo es influencia, la capacidad de conseguir seguidores para


alcanzar metas concretas, una idea errónea es creer que le liderazgo es
la capacidad de conseguir una posición y no de alcanzar seguidores.
Podemos también decir que la mayoría de líderes no nacen sino se
hacen. Ahora bien los lideres religiosos, deben comprender que detrás
del liderazgo existen características que tienen y deben llenar, podemos
decir que se resume en reflejar el carácter de Òrúnmìlà formado en
nuestras vidas.

Características de un líder

La Humildad

La persona humilde está dispuesta a someterse a otros, vive libre de


toda arrogancia y orgullo, no se considera autosuficiente, aunque está
plenamente consciente de sus propios dones, de sus recursos y de lo
que es capaz de hacer. Con estas características una de las ventajas que
tiene un líder humilde, es que la mayoría de personas responderán bien
a él, debido a su humildad.

26
El Amor

Es uno de los frutos del Espíritu Santo, el cual tiene que brotar de
nosotros para con los intereses de Dios en otras personas. Cuando nos
preocupamos por otras personas como Dios lo hace con nosotros,
estamos actuando en Amor. La esencia de mostrar amor es hacerlo
cuando la otra persona lo necesita y lo quiere, no cuando sentimos
hacerlo.

Su Relación

a) Con Dios: Mantiene una relación íntima con Dios y lo que hace lo hace
para Él, refleja el carácter de Dios en su vida.

b) Con los demás: El líder debe tener una buena reputación tanto dentro
como fuera del Templo o Casa, su actitud es el mostrar a Olódùmarè que
no importa donde se encuentre, siempre mostrara ser un discípulo de
Òrúnmìlà.

Funciones del líder

Transmitir la Visión

Visión, es una imagen clara de lo que el líder ve o imagina que su grupo


puede hacer o puede llegar a hacer. Esta visión llega a ser la energía que
hay detrás de cada esfuerzo y la fuerza que les empuja a través de todos
los problemas.

Una visión sin transmisión no tiene razón, el líder se esforzara en


transmitir la visión a su grupo, para que todos trabajen hacía una meta en
común.

Establecer metas

Para llevar a cabo la visión, es necesario establecer metas. El establecer


metas nos provee de varias ventajas:

Dan dirección: Las metas proveen un rumbo para nuestra visión

Muestran progreso: Nos hacen saber cuanto hemos alcanzado

Se alcanzan: logramos nuestros propósitos y alcanzamos lo deseado

Trabajar en equipo (delegar)

27
Una sola persona no puede hacer todo el trabajo que se desea, el líder
debe ser necesario pero no indispensable. Para ello, debe aprender a
delegar, podremos decir asignar distintas tareas a sus seguidores para
que trabajen juntos.

Multiplicarse en otra persona

Todo líder debe tener un sucesor, pues el éxito del líder también es el
formar a nuevos líderes que puedan superarle. El líder debe aprender a
multiplicarse en otras personas, para que alguien de ellos tome su lugar
el día que tenga que dejarlos por alguna razón.

En un breve resumen podemos apuntar a que el líder debe tener las


siguientes funciones o cualidades puesto que es la cabeza del grupo; o el
que dirige al grupo.

Velar por el crecimiento de su grupo

•Establecer metas. Ejemplo las de crecimiento, y las de un grupo que le


apoye
•Formar un nuevo líder, para cuando tenga que ausentarse del grupo o
dejarles por alguna razón tenga uno en quien confiar. Una persona de su
entera confianza.
•Velar por los miembros de su grupo
•Verificar que cada miembro de su grupo este presente en todas las
actividades. Es decir que su grupo mantenga la armonía, la concordia y
observar cada detalle de las personas miembros de su grupo
•Motivar al grupo, no puede dejar que un miembro de su grupo se
desmotive es necesario motivarle e inyectarle positivismo. Y que el grupo
vea el interés que usted muestra por ellos y ellos mismos le ayudaran a
mantener la motivación y el buen ánimo dentro del grupo.
•Asegurarse de que su discípulo siga sus instrucciones y que capte la
visión. Así como las cualidades para que en algún momento le pueda
dejar solo.

28

Potrebbero piacerti anche