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Universidad Central
Primer parte de la Crónica.
MIEDO A LA PAZ
‘’Me duele mi patria, nunca la había visto tan enferma, postrada y atenuada de
sangre. Marchitos están sus pueblos de corrupción, quimera y codicia
transformando las instituciones y las conciencias. Mi bella tierra, te hemos
quemado con nuestras manos. No hagas a otros lo que no quieres que te
hagan’’. Fueron sus últimas palabras, minutos antes de dispararse.
Son las 10: 42 de la mañana del día sábado 24 de octubre del 2015. Me dirigí al
cementerio de Jardines del Recuerdo, en compañía de mi tía, Pilar Rodríguez,
juntas visitaremos la junta de su esposo. Gustavo Cañón. En sus manos lleva un
ramillete de lirios blancos, que para ella simboliza la pureza y la inocencia de
una alma perdida. Caminamos en silencio mientras el suave viento nos
acarició…a nuestro alrededor hay distintas lapidas de mármol, unas más
envejecidas y abandonadas que otras.
Doña Luisa, su madre, era una hermosa mujer, que pese a las circunstancias
vivía con regocijo. No había podido terminar el bachillerato, por lo que sólo se
dedicaba a confeccionar y a los quehaceres básicos de su hogar. Su esposo,
David Cañón, era el proveedor de la casa, un hombre integro. Se ocupaba como
productor agrícola y ganadero.
Gustavito, fue de niño muy astuto y el más chiflado de sus cinco hermanos y
hermanas. Presentaba comportamientos muy extraños y diferentes a los de un
niño habitual a su edad. Jugaba con insectos muertos, le tiraba piedras a los
perros de su finca, pero lo más aterrador ante los ojos de su madre era cuando
ella preparaba ese delicioso sancocho de gallina, el niño, tomaba la gallina
desnucada por su madre, le hablaba y se burlaba de la desdichada suerte del
animalito.
Mi tía me cuenta que una vez Gustavo encontró un pequeño ratón fisgoneando
los víveres, el pequeño niño, lo atrapó con sus manitos y lo llevó hasta a un
charco para intentar ahogarlo. Su hermana, Claudia lo sorprendió y lo regañó,
,Gustavo le respondió ‘’ Hice caso a las voces que escucho, ellas me dijeron que
tenía que matar al ratón.’’ Claudia quedó atónita, sin embargo, no le presto
mucha atención ya que consideró que sólo era cosa de la edad.
Don David y su esposa, cogieron a sus niños, sus pertenecías y una olla para
meter dos gallinas mientras escuchaban los disparos al aire. Un ‘pájaro’ los
sorprendió y los amenazó ‘’Le advertimos pedazo de mierda que si no sale los
matamos hijueputas, a usted y a su familia que si no se van en este preciso
momento los cogemos a bala’’.
David y Luisa salieron apresuradamente junto con sus cinco hijos en medio de la
oscuridad y la lluvia, mientras observaba cómo saqueaban los víveres de las
fincas aledañas.
Años después se supo que Humberto había sido asesinado por los presuntos
guerrilleros, al no cumplir con lo que se le había encomendado años anteriores.
Una nefasta noticia para la familia, pero que traía calma, pues las penas que por
años se habían apropiado de los Cañón a causa de las muertes que había
perpetuado Humberto a personas inocentes, se le habían retribuido con su
muerte.
Por su parte, Gustavo creció con odio y resentimiento hacia su hermano, eso se
reflejaba en las pesadillas que él tenía en las noches. Soñaba con su hermano
asesinando cerdos y vacas en la finca donde vivía con su familia antes de ser
saqueado. En una ocasión, el pequeño Gustavo se acercó a su madre
preguntándole ‘’ ¿Beto tiene la culpa de que no tengamos casa o como somos
pobres no merecemos ni eso?’’ Doña Luisa, con lágrimas en sus ojos, nunca
dándole todo su afecto maternal.
Don David, sólo contaba con dos pesos y ochenta centavos, con los cuales pagó
los pasajes de las chivas que lo llevarían a él y a su familia a la ciudad de
Bogotá. Para la familia no era nada fácil dejar su hogar. David decía ‘’ ¡Ay
Venecia! como te voy a extrañar mi tierrita de grandeza, llena de hermosos
colores y cálida gente.’’
Después de tres largas horas de viaje, la familia Cañón llegó al barrio San
Vicente, ubicado en la localidad de Tunjuelito al sur de la ciudad de Bogotá. San
Vicente, comenzó como un barrio invasor, donde las familias y personas
llegaban huyendo de la guerra.
La miseria era el pan de todos los días, don David, estaba cansado de la
situación tan paupérrima en la que vivía él y su familia, se dirigió a la Estación de
la Sabana, siendo ésta, la principal sede de los Ferrocarriles Nacionales de
Colombia (FNC), ubicada en la Avenida Centenario.
‘’A principios del siglo XX, el sector ferrovial fue de gran ayuda para el desarrollo
económico de Bogotá, además de ser un proyecto para rehabilitar el sistema de
transporte masivo’’ Agrega Javier.
Gustavo, fue un joven muy pilo, le gustaba leer sobre las revoluciones que
azotaban al lejano oriente, guerras civiles y de la cultura egipcia.
Mi mente vaga y solo puedo recordar que el tío Gustavo era un hombre muy
misterioso. Conservaba un olor a café y tabaco en su elegante indumentaria.
Cuando llegaba a visitar a mis abuelos, yo me escondía bajo las enaguas de mi
abuela pues sus ojos negros como la oscura noche se clavaban en mí.