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Miguel Angel
APELLIDOS
Peguero Ciprian
MATRICULA
2018-06223
ASIGNATURA
DERECHO PRIVADO
FACILITADORA
Martha Toribio
Elabora una línea de tiempo con las fases del procedimiento de las Legis Actionis .
Legis actio per judicis arbitrive Legis actio per cortionem o acciones
condicionadas
postulation nem o accion
designacion de arbitro. Aplicaba para reclamar dinero y cosas
ciertas. El demandante solicita la
Las partes designan un juez un o comparecencia del demandado a los 30
arbitro. dias para nombrar un juez
Legis actio per pignoris capionem o Legis actio per manus injectionem o accion de apoderamiento
accion de garantia. personal. Accion de ley de aprension corporal, obliga al deudor a
consiste en el aseguramiento de los ejecutal la sentencia y el acreedor lo encarcelaba durante 60
bienes de deudor por parte del dias. era exhibido en tres mercados con el fin de que alguin lo
acreedor sin ningua intervencion. reconocera y pagara la deuda por el
Elabora un esquema con las formalidades del Procedimiento en la Instancia Apud Iudicem
o in Iudicio, per Formulam, procedimiento Extraordinario.
• LEGIS ACTIONES
• CARATIVOS:
EJECUTIVOS:
En una sociedad dada, se podrá observar que los hombres normalmente respetan las normas de
conducta que las normas jurídicas establecen; no obstante ello, sucede que en ocasiones los
hombres incumplen las reglas de conducta contenidas en las normas, debiéndose imponer las
sanciones que éstas establecen. El medio por excelencia a través del cual se obtiene la aplicación
no voluntaria de una sanción es el proceso jurisdiccional.
La ejecución de la sentencia
Es la última etapa del procedimiento, ésta es el objeto del proceso, el cual se ha seguido
solamente para obtener una decisión sobre los puntos controvertidos y que para esta decisión
tenga efectividad practica, ya sea para que no se estime procedente la pretensión si la demanda
fue declarada sin lugar, ya sea para que se cumpa con la obligación demandada. El requisito
esencial que la sentencia este ejecutoriada; en consecuencia solo son ejecutables las sentencias
definitivamente firmes. Debe distinguirse la ejecución de las sentencias nacionales y las de las
dictadas en el extranjero.
Necesidad de la intervención judicial
Para que exista ejecución de sentencia debe haber intervención judicial. El Estado a través de los
órganos expresamente creados para tal fin, administra justicia por encima y en contra de la
voluntad de los particulares. Así lo establece el Artículo 26 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración
de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela
efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.
Las partes podrán de mutuo acuerdo que conste en autos, suspender la ejecución por un tiempo
que determinarán con exactitud, así como también realizar actos de composición voluntaria con
respecto al cumplimiento de la sentencia: Conciliación (257 CPC); Convenimiento (Art. 263 CPC),
Transacción (Arts. 255, 256 CPC); Desistimiento (Art. 263 CPC)
PRESUPUESTOS DE LA EJECUCIÓN.
Ningún Juez podrá volver a decidir la controversia ya decidida por una sentencia, a menos que
haya recurso contra ella o que la ley expresamente lo permita. Ello, so pena de transgredir el
principio de la Cosa Juzgada. De igual forma, el artículo 58, eiusdem, dispone: la Sentencia
Definitivamente firme es ley entre las partes en los límites de la controversia decidida y es
vinculante en todo proceso futuro.
Del mismo modo, este quien aquí decide, considera importante citar lo expresado por el
doctrinario patrio Ricardo Henríquez La Roche, en su obra "Instituciones de Derecho Procesal, al
señalar:
Actio Judicati
La actio judicati es una acción sui generis y accesoria de la principal, es una consecuencia de
aquella, toda vez que puede existir la acción principal, pero si dicha acción se declara sin lugar, no
hay nada que ejecutar, pero no puede haber actio judicati sin acción principal, pero sin dicha
acción nace una sentencia definitivamente firme y con carácter de cosa juzgada, como tal es una
acción sui generis y accesoria y de evidente contenido patrimonial. El concepto de considerar a la
actio judicati como una acción nueva ha perdido vigencia en el derecho contemporáneo, ya que
no es una acción sino una consecuencia de una sentencia de una sentencia definitivamente firme
y con carácter de cosa juzgada que comporta una consecuencia, cual es la de ejecutar el fallo, y
por ello reiteradamente hemos señalado y dejado sentado que por actio judicati debe entenderse
la acción de lo juzgado y sentenciado, y es así que en la Exposición de motivos del Código de
Procedimiento Civil, se ha mantenido la posición de considerar la ejecución forzada como del
oficio del Juez "officium judicis" y comprendida por tanto dentro de una función jurisdiccional:
"Mediante el sistema que se mantiene la ejecución no es objeto de una nueva acción jurídica
procesal que se constituye entre las partes desde el momento mismo en que la demanda judicial
es notificada al demandado".
Las sentencias que hayan de ejecutarse por los Tribunales de la República, se llevarán a efecto
sobre los bienes muebles o inmuebles del deudor y sobre sus derechos y acciones que puedan
enajenarse o cederse. No están sujetos a la ejecución:
La ropa de uso de las mismas personas y los muebles y enseres de que estrictamente necesiten
el deudor y su familia.
Los libros, útiles e instrumentos necesarios para el ejercicio de la profesión, arte u oficio del
deudor.
A partir de una constitución de Constantino del 318 ambas partes pueden abandonar la causa
pendiente ante un tribunal ordinario y someterla a la controversia del obispo, en este caso la
decisión del obispo tendría carácter ejecutivo y sería inapelable. A partir de Valentiniano en el
452, se regula la materia y atribuye la decisión de las partes de someter la controversia al obispo,
como un compromiso, y la decisión episcopal puede ser ejecutada desde ahora por un
magistrado, siempre a instancia de la parte interesada.
Justiniano admitió la posibilidad de impugnar en diez días la decisión episcopal ante el magistrado
laico. Si la sentencia del magistrado coincidía con la del obispo, era inapelable; en caso de
disconformidad entre ambas sentencias, la emitida por el magistrado podía ser objeto de recurso
de apelación ante un magistrado de rango superior.
Este poder en la Iglesia antigua estuvo basado en pasajes como Mateo 18:16-18 y 1 Corintios
6:1-6. La Diacho testifica del ejercicio de este poder por los presbíteros o por el colegio de
presbíteros con el obispo al frente; las Constituciones Apostólicas prohíben a los cristianos acudir
a los tribunales paganos, incluso en un litigio con un pagano. Pocas diferencias se señalan hacia
los diáconos, siendo la más importante estar colocados ante el obispo sentado en juicio con su
clero cada lunes, para decidir tras cuidadosa investigación y examen de los testigos, en un
procedimiento similar al de los tribunales seculares. La imposición de su sentencia por el poder
civil se podía realizar sólo cuando el acta tenía la forma de una estipulación que podía ser llevada
ante los tribunales. Con el reconocimiento público del cristianismo, Constantino dio a los obispos
un poder judicial real. El primero de sus tres edictos sobre esta cuestión se ha perdido, habiendo
surgido muchas controversias sobre los otros dos, de los años 321 y 333. Cualquier parte podía
apelar al obispo en cualquier etapa del procedimiento y su decisión era final, aunque necesitaba la
ratificación de los tribunales civiles, pues ni siquiera Constantino dio al obispo imperium. Este
privilegio fue abolido por Arcadio en el este (398) y por Honorio en el oeste (408); las regulaciones
establecidas por Valentiniano Bien 452 estipulaban que nadie sería obligado a presentarse ante
un tribunal episcopal, reduciendo su poder a algo semejante a sus límites originales. En la forma
entonces fijada permaneció en el código de Justiniano. Los obispos intentaron, en virtud de su
autoridad disciplinaria sobre su clero, obligar a éste a someter incluso sus diferencias civiles al
juicio episcopal, lo cual aprobó Justiniano y lo extendió a los pleitos de laicos contra clérigos. Los
representantes de la tendencia eclesiástica en el reino franco volvieron a los edictos de
Constantino. Por eso Floro de Lión, en su comentario a las constituciones publicado
posteriormente por Sirmond, ignoró el hecho que habían sido cambiados por los sucesores de
Constantino y que en cualquier caso los edictos de los emperadores romanos no tenían autoridad
para el reino franco; Benito Levita escribió una introducción a la ley de 333 en la que afirmaba que
Carlomagno la había proclamado ley de su imperio. Regino sólo cita un pasaje del edicto de 333,
pero colecciones posteriores, hasta la de Graciano, incluyen el conjunto de lo que Benito Levita
compiló; Inocencio III (1198-1216) se apoyó en ello en su Denuncia tío evangélica. Pero el
desarrollo posterior de la judicatura eclesiástica absorbió la función del obispo como árbitro.