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Destinar los primeros 5 minutos de la clase para conversar y realizar seguimiento a la tarea propuesta sobre la

lectura de los capítulos del libro el secreto admirable del Santo Rosario.

Su nombre María Francisca Teresa Martin Guérin.


Nació el 2 de enero 1873 en Alencón Francia, murió el 30 de septiembre de 1897 a los 24 años.
Canonizada el 17 de Mayo de 1925 por el Papa Pio XI llamándola “Estrella de su Pontificado”.
Su fiesta se celebra el 1 de Octubre.
Nombrada patrona de las misiones.
Creció en un hogar verdaderamente católico, sus padres Luis Martin y Celia Guérin eran unos
verdaderos santos. Fueron beatificados.
Fue la menor de 9 hermanos.
Huérfana de madre a los 4 años.
Sus 4 hermanas también fueron religiosas carmelitas.

5.7.1.1 SU NIÑEZ Y SU LLAMADO


Debido a la temprana pérdida de su madre, Teresa encuentra en su padre y su hermana Paulina, el refugio
donde el Señor cuidaría su alma.

Desde muy pequeña sentía su vocación religiosa, pero es a los 14 años cuando toma la firme decisión de ser
Carmelita. No es aceptada en el convento por su corta edad. Viaja hasta Roma para pedir autorización del Papa y
le es negado. Después de obedecer, finalmente ingresa al Carmelo el 9 de abril de 1888.

Teresita orante en todos sus oficios por pequeños que fueran, supo convertir lo ordinario en
extraordinario.
Aprendió a conocer a Dios como Padre sintiéndose tan pequeña como un niño que por sus propias
fuerzas nada podía hacer.
Anhelaba ser Guerrera, Sacerdote, Apóstol, Misionera, Mártir, pero descubre que su vocación es ser el
corazón en el Cuerpo Místico de Cristo, porque siendo el amor puede serlo todo.

Sandra Aristizábal Daniela Montoya Daniela Montoya


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En su afán de demostrar su amor a Dios, se inmoló con pequeños sacrificios por la salvación de las
almas, en especial por los sacerdotes a quienes tanto amaba.
Nunca recostaba su espalda.
No se cobijaba para padecer frío.
Jamás se justificaba.
Nunca se quejaba.

“No es horroroso el sufrimiento, ¿una pequeña víctima de amor puede encontrar horroroso lo que su esposo le
envía?”

Siendo muy niña dijo a su madre: “Oh, como quiero que te mueras mamita querida”, lo decía porque
entendía que para ir al cielo debía morir.
Le encantaban las rosas.
Cuando pidió autorización del obispo, se recogió el cabello y usó un vestido de cuello alto para
aparentar de mayor edad.
Se veía como “la florecilla de Jesús”, porque se sentía la más pequeña pero aún siendo la más
insignificante del jardín podía dar Gloria a Dios.

“Dios mío: lo elijo Todo, No quiero ser santa a medias”


“Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y la entrega absoluta”
Al llegar a su celda dijo: “¡Yá estoy aquí para siempre, PARA SIEMPRE!!!!”
María es más Madre que Reina.
Yo no muero, entro en la otra vida.
Qué grande el poder de la oración, es como una reina que tiene acceso al rey y puede conseguir todo lo
que le pida.

“QUIERO PASAR MI CIELO HACIENDO EL BIEN SOBRE LA TIERRA”

Después de dos días de agonía, muere, muere de amor por Jesús!!!! Y exclamando: “Ahh: Le amo, Dios
mío os Amo”
“Yo quisiera ser misionera, no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo
y continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos”.

Sandra Aristizábal Daniela Montoya Daniela Montoya


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Y es así como cumple su promesa de “hacer caer una lluvia de rosas” que son gracias, y quienes las
recogen se sienten irresistiblemente atraídos a Jesús.

Santa Teresita nos muestra a Dios como un Padre de Amor, cercano, de esta manera enseña un camino
de total confianza y abandono, nos invita a librarnos de preocupaciones y actuar como un pequeño que
se abandona en brazos de su madre sabiendo que nada le faltará.
En el conocimiento de ese inmenso y particular amor de Dios por su creatura, ella nos muestra que cada
acto en el diario vivir es una oportunidad para agradarle infinitamente a nuestro Padre Dios.
Ella nos hace posible la santidad, mostrándonos con su vida que desde lo sencillo, con la fidelidad y el
amor en las pequeñas cosas, sin pretender lo sobrenatural sino esforzándonos por hacer de manera
extraordinaria aquello ordinario de nuestra vida, Dios hará obras grandes en nuestra alma, pues amando
es posible hacerlo todo y serlo todo, porque Dios es el amor.
Teresita nos inunda de ardor con su impresionante Espíritu Misionero, su fuego, su celo, su anhelo
incesante de salva almas. Este celo la llevaba a ofrecerlo todo, desde lo mas sencillo hasta lo mas
doloroso, estos permanentes sacrificios y mortificaciones la llevaron a vivir un martirio a alfilerazos,
amando y reparando siempre.
Amaba profundamente a los Sacerdotes, ofreció su vida por ellos, amaba con todo su corazón a la
Santísima Virgen María y la consideraba más Madre que Reina.
Su ser ardía de amor por la Iglesia, esposa de Cristo, queriendo ser en ella el corazón que contuviera
todo el amor capaz de transmitir vida verdadera, incluso después de su muerte.
Nos inunda de ardor con su impresionante Espíritu Misionero, con ese fuego, con ese celo, con ese
anhelo incesante por salvar almas ofreciéndolo todo, desde lo más sencillo hasta llegar al martirio a
alfilerazos, que no es más que amando y reparando cada día, a cada oportunidad, con pequeños
sacrificios.

“La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es
una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición.

Sandra Aristizábal Daniela Montoya Daniela Montoya


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San Agustín dice respecto a ellos: Ángelus officiinomenest, non naturae. Quaerisnomenhuiusnaturae,
spiritusest; quaerisofficium, angelusest: ex eoquodest, spiritusest, ex eoquodagit, angelus (‘El nombre de
ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si
preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel’) (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15). Con todo su ser, los
ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan ‘constantemente el rostro de mi Padre que
está en los cielos’ (Mt 18, 10), son ‘agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra’ (Sal 103, 20)”
(Catecismo, 329-329).

En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales (cf. Pío
XII, Humani generis: Dz 3891) e inmortales (cf.Lc 20, 36). Superan en perfección a todas las criaturas visibles. El
resplandor de su gloria da testimonio de ello (cf.Dn 10, 9-12).

Teólogos y escritores sagrados de los comienzos de la Iglesia, basándose en la enumeración dada en la Sagrada
Escritura por Isaías (cf. 6, 2), Ezequiel y San Pablo (cf. Col 1, 6; Ef 1, 21; Rom 8, 38), donde se mencionan nueve
órdenes diferentes de ángeles, los han clasificado en tres jerarquías distintas, cada una incluyendo tres órdenes :

JERARQUÍA SUPERIOR

Serafines – Querubines – Tronos

JERARQUÍA INTERMEDIA

Dominaciones – Virtudes – Potestades

JERARQUÍA INFERIOR

Principados – Arcángeles – Ángeles

Por la Biblia sólo se conocen los nombres de tres Ángeles pertenecientes al Coro de los Arcángeles: Miguel,
Gabriel y Rafael. Y, aunque sabemos por la misma Escritura que son siete los Arcángeles: "Yo soy Rafael, uno de
los siete ángeles que tiene entrada a la gloria del Señor" (Tb 12, 15); “Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que
era y que viene, de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono"(Ap 1, 4), la Iglesia prescribe el uso
de nombres de ángeles que no se encuentren en la Biblia. Otros nombres fueron tomados de escritos apócrifos y
puesto que no aparecen en la Sagrada Escritura fueron rechazados por la Iglesia en el año 745 y posteriormente
en el año 789.

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La Santa Iglesia da a San Miguel el más alto lugar entre los arcángeles y le llama "Príncipe de los espíritus
celestiales", "jefe o cabeza de la milicia celestial". Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran
defensor del pueblo de Dios contra el demonio y su poderosa defensa continúa en el Nuevo
Testamento.
Es tradicionalmente reconocido como el guardián de los ejércitos cristianos contra los enemigos de la
Iglesia y como protector de los cristianos contra los poderes diabólicos, especialmente a la hora de la
muerte.
El mismo nombre de Miguel, nos invita a darle honor, ya que es un clamor de entusiasmo y fidelidad.
Significa "Quién como Dios".
Satanás tiembla al escuchar su nombre, ya que le recuerda el grito de noble protesta que este arcángel
manifestó cuando se rebelaron los ángeles. San Miguel manifestó su fortaleza y poder cuando peleó la
gran batalla en el cielo. Por su celo y fidelidad para con Dios gran parte de la corte celestial se mantuvo
en fidelidad y obediencia. Su fortaleza inspiró valentía en los demás ángeles quienes se unieron a su
grito de nobleza: "¡¿Quién como Dios?!". Desde ese momento se le conoce como el capitán de la milicia
de Dios, el primer príncipe de la ciudad santa a quien los demás ángeles obedecen. (Ap 12, 7-18)

5.8.4.1 San Miguel en las Sagradas Escrituras

En el Antiguo Testamento
San Miguel aparece como el guardián de la nación hebrea: "Y ahora volveré a luchar con el príncipe de
Persia...Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro príncipe, mi apoyo para darme ayuda
y sostenerme"(Dn 10,13). "En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran príncipe que defiende a los hijos de tu
pueblo"(Dn 12,1).
En el libro del Éxodo el Señor dijo a los Israelitas: “Yo enviare un ángel delante de ti, para que te cuide en
el camino y te lleve a la tierra que yo te he preparado. Respeta su presencia y escucha su voz; no te
rebeles contra él porque no perdonará vuestra infidelidad, pues mi nombre está en él” (Ex 23,20-25).
En el libro de los Macabeos, vemos como antes de iniciar cualquier batalla en defensa de la ley y del
Templo clamaba la ayuda de San Miguel y le confiaban su defensa: “Cerca todavía de Jerusalén mientras
todos marchaban con ánimo igualmente decidido, se vio a la cabeza de ellos un jinete vestido de blanco,
con armadura de oro, que hacia vibrar su lanza”(2 Mac 11, 6-12). “Envía también ahora, oh Señor del
cielo, tu ángel bueno delante de nosotros para hacerles temer y temblar con el poder de tu brazo” (2
Mac 15,22-24).

Sandra Aristizábal Daniela Montoya Daniela Montoya


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5.8.4.2 San Miguel y la Eucaristía
Se nos enseña en la Tradición que San Miguel preside el culto de adoración que se rinde al Altísimo y ofrece a
Dios las oraciones de los fieles simbolizadas por el incienso que se eleva ante el altar. La liturgia nos presenta a
San Miguel como el que lleva el incienso y está de pie ante el altar como nuestro intercesor y el portador de las
oraciones de la Iglesia ante el Trono de Dios. En el Canon #1 de la Misa: "que tu ángel presente ante Ti las
oraciones de tu Iglesia"1.

En Octubre 13, 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía,
estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto
se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo él veía. Su rostro tenía expresión de horror y
de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporó, levanto su mano como
saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente
mal? El respondió: "¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!", y se encerró en su
oficina. "Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando
a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y
poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había
podido hacerlo." También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el
tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus
legiones en el abismo del infierno”. Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le
entrego una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo
mandato tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí él había escrito.

"San Miguel Arcángel,


defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."

1
Tomado de http://www.corazones.org/santos/miguel_arcangel.htm

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(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de la
Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)

5.8.4.3 San Miguel, defensor de los moribundos:


En la liturgia la Iglesia nos enseña que este arcángel esta puesto para custodiar el paraíso y llevar a él a aquellos
que podrán ser recibidos ahí. A la hora de la muerte, se libra una gran batalla, ya que el demonio tiene muy poco
tiempo para hacernos caer en tentación, o desesperación, o en falta de reconciliación con Dios. Por eso es que
en estos momentos se libra una gran batalla espiritual por nuestras almas. San Miguel, está al lado del
moribundo defendiéndole de las asechanzas del enemigo.

Anécdota: San Anselmo cuenta de un religioso piadoso que a punto de morir recibía grandes asaltos de
demonio. El demonio se le apareció acusándole de todos los pecados que había cometido antes de su bautismo
(tardío). San Miguel se aparece y le responde que todos esos pecados quedaron borrados con el Bautismo.
Entonces Satanás le acusa de los pecados cometidos después del Bautismo. San Miguel le contesta que estos
fueron perdonados en la confesión general que hizo antes de profesar. Satanás, entonces, le acusa de las
ofensas y negligencias de su vida religiosa. San Miguel declara que esos han sido perdonados por sus
confesiones y por todos los buenos actos que hizo durante su vida religiosa, en especial la obediencia a su
superior, y que lo que le quedaba por espiar lo había hecho a través del sufrimiento de su enfermedad vivida
con resignación y paz.

En los escritos de San Alfonso de Ligorio encontramos: "Había un hombre polaco de la nobleza que había vivido
muchos años en pecado mortal y lejos de la vida de Dios. Se encontraba moribundo y estaba lleno de terror,
torturado por los remordimientos, lleno de desesperación. Este hombre había sido devoto de San Miguel
Arcángel y Dios en su misericordia permitió que este arcángel se le apareciera. San Miguel le alentó al
arrepentimiento, diciéndole que había orado por él y le había obtenido más tiempo de vida para que lograra la
salvación. Al poco rato, llegan a la casa de este hombre 2 sacerdotes dominicos, que dijeron se les había
aparecido un extraño joven pidiéndoles que fueran a ver a este hombre moribundo. El hombre se confesó con
lágrimas de arrepentimiento, recibió la Santa Comunión y en brazos de estos dos sacerdotes murió reconciliado
con Dios”.

Por su fidelidad con Dios y valentía.


Porque nos protege de las asechanzas del enemigo
San Miguel nos custodia en todos los apostolados para que siempre Dios pueda triunfar en las almas y
en nuestra alma.

Sandra Aristizábal Daniela Montoya Daniela Montoya


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