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Clínica Psicoanalítica I

Hermann Alonso Moreno


Por: Sofía Sánchez Castro.

Primer informe de Análisis


Léolo.

“En mi locura he hallado libertad y seguridad;


la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido”
-Kahlil Gibran.

Léolo es un niño que vive en la ciudad de Montreal - Canadá. Su núcleo familiar se


encuentra conformado por su padre, su madre, dos hermanas, un hermano, y su abuelo, siendo él el
menor de la familia Lozeau. Para empezar, Léolo se encuentra sumergido en un contexto familiar
donde la esquizofrenia hace parte de la mayoría de integrantes, exceptuando a su madre, se podría
decir que en un inicio parece que Léolo no hace parte de ese clan, sin embargo, hay una serie de
eventos que desencadenan en él lo que después acabaría con su cordura total.

Pero, ¿Por qué el protagonista adopta el nombre de Léolo Lozone? Desde un principio, se
evidencia la necesidad de denegar la existencia de su padre y todo lo relacionado a este. Uno de los
factores que lo demuestran es la idea de su concepción, no siendo por medio de la genitalidad y del
coito, sino que, por el contrario, su creencia se basa en que el óvulo de su madre fue fecundado por
un tomate proveniente de Italia, que estaba contaminado por el semen de un hombre al que nunca
conoció, “porque se mantenía escondido”, además de aquí se imparte la idea de ser italiano, “Nadie
tiene derecho a decir que no soy italiano. Italia es demasiado bonita para pertenecer más que a los
italianos.” De esta manera, decide adoptar el nombre Léolo Lozone, pues no se siente identificado
con su familia, para él eso era en realidad, es por eso que estando en terapia familiar, al preguntarle
a Leo que hablara sobre él, afirma: “me llamo Léolo Lozone, además no se habla de los
desconocidos.”

“Spina (1882, i) pag. 199) enumera, en forma muy parecida a como lo hace Maury (1878), los
diferentes puntos de concordancia en que se basa la comparación propuesta por estos autores: «1)
supresión o al menos retardo de la autoconciencia, y debido a esto ignorancia acerca del estado
como tal, y por tanto imposibilidad de asombrarse y falla de conciencia moral; 2) modificaciones
perceptivas en los órganos sensoriales, aunque leves en el sueño y en general muy grandes en la
locura; 3) conexión de las representaciones entre sí siguiendo exclusivamente las leyes de la
asociación y la reproducción; en consecuencia, formación automática de series y, por ende,
desproporción de las relaciones entre las representaciones (exageraciones, fantasmas); por último,
como resultado de todo ello, 4) alteración o incluso subversión de la personalidad y a veces de los
rasgos de carácter (perversiones)»” (p. 112).

La realidad para Léolo se encontraba en aquella construcción alucinatoria, donde cada vez
se iba sintiendo más parte de ella, usando como metáfora el introducir su cuerpo por el agujero de
su cobija, “pero resulta que mis dedos del pie me recuerdan que aún estoy aquí, salen de un
agujerito en el extremo de mi manta, cada día sin que yo mismo me dé cuenta, consigo asomar un
dedo más que el día anterior, mañana asomaré mi pie entero, y mi pierna, y mi cuerpo entero, siento
que debo abandonar esta vida antes de estrangularme con este agujero.” Haciendo alusión a la
enfermedad que llevaba consigo, de la que no se libraría, es así como se parten los delirios como la
luz del armario donde se encontraba la ciudad de Silicia y, por consiguiente, Bianca.

Además, en sus intentos de escapatoria alucinatoria, o realidad para él, la literatura se puede
considerar como una representación de esa realidad, pues es allí donde busca un lugar donde
encontrarse al expresar que “No intento recordar las cosas que ocurren en los libros, lo único que le
pido a un libro es que me inspire energía y valor, que me diga que hay más vida de la que puedo
abarcar. Que me recuerde la urgencia de actuar.” Esa continua búsqueda le permite a Léolo hacer
una reconstrucción de eso ya se encuentra fragmentado, por lo tanto, surge la relación entre el libro
y el vinilo que encontró roto en la basura, estos dos objetos cuentan como una manera de expresar
eso que en Léolo estaba perdido, como si en ellos encontrara una respuesta a la angustia que lo
embargaba.

¿Acaso esa mesa representaba el quebranto del yo o era el disco quién lo hacía? El acto
simbólico de unir el fragmento que no por casualidad lo había guardado en el libro que había
colocado el domador de versos debajo de una pata coja de la mesa de la cocina, como un sostén con
el que intentaba estabilizar esa mesa, o como si el reconstruir el disco permitiría que su música
volviera a sonar, pero todos estos actos no eran suficientes para cumplir su deseo, para alejarlo
totalmente de ese displacer, para volver a reconstruir esa ruptura que, por supuesto, era imposible de
lograr, es aquí cuando se presenta uno de los factores que daría pie al desarrollo de la psicosis de la
que ya poseía factores de predisposición como el biológico, según Winnicot, (1991) existen dos
tipos de seres humanos: “los que no arrastran consigo una experiencia significativa de derrumbre o
quebrantamiento psíquico en su muy temprana infancia y los que sí la arrastran, y por ende deben
de huir de dicha experiencia, flirtear con ella, temerle y, hasta cierto punto, estar siempre
preocupados por esta amenaza” (p.152)

Por otro lado, se encuentra el domador de versos, un señor de edad avanzada a quien
reconocía como una reencarnación de don Quijote, un hombre de letras que recogía los textos
abrumados en la basura que Léolo escribía, a quién de alguna manera Léolo lo encontraba como su
salvador, “Me llevó tiempo comprender que él era la reencarnación de Don Quijote y que había
decidido luchar contra la ignorancia y protegerme del abismo de mi familia.” En el discurso del
niño se remarca a la familia, con la cual no se encuentra identificado, el hecho de salir de esa
realidad perturbadora, de denegar, se relaciona con el deseo de volver a nacer en una nueva familia,
en un nuevo lugar donde pueda construir con bases sólidas su yo, que se ha disociado por la
desgracia que su abuelo les ha otorgado, es por eso que en varias escenas el foco principal es la luz
y la oscuridad; la luz es aquella guía que le permite ver ese agujero negro por donde ha de salir a la
vida, ese agujero de su madre a quien tanto quiere, al único ser de la familia a quién reconoce como
parte de su realidad.

En la realidad exterior se encontraban sus hermanos quienes también padecían de trastornos


esquizofrénicos, aunque se podría exceptuar a su hermano Fernand, con quien compartía la
habitación y la cama donde dormían, Léolo expresa un cariño hacia él, se podría decir que este
representaba una figura paterna, pues sostenían un vínculo más cercano que con sus otras hermanas
a causa de la enfermedad. Sin embargo, Fernand presenta características obsesivas después de una
escena de humillación y temor, donde es golpeado por un muchacho quien le quiere quitar el
“trabajo” que compartía con Léolo. Desde ese entonces opta por centrarse en realizar actividad
física donde implica el crecimiento muscular por medio de ejercicios de fuerza y una alimentación
rígida para conseguir llegar a su meta; la venganza ante el chico que lo golpeó en su infancia.

Léolo tenía muchas expectativas de su hermano al mirar el esfuerzo por conseguirlo, hasta
que el día en que sucede el reencuentro, Fernand se muestra agresivo ante el muchacho y hasta da
indicios de enfrentamiento con él, le muestra su musculatura, pero no es capaz de golpearle y quien
termina afectado es él, como si se recrease la misma escena de aquel entonces. De esta manera,
Léolo da un paso ante su decadencia, su hermano no era lo suficientemente fuerte para combatir su
miedo, “un día entendí que el miedo habitaba en lo más profundo de nosotros mismos.” Ya no lo
verían tan grande encima de los hombros de su hermano y si él, con toda su fuerza no podía contra
su miedo, anclado con la pérdida total de sus hermanas en la enfermedad, probablemente Léolo
tampoco lo lograría.

Por otra parte, Léolo no solo se encontraba rodeado solo por la ignorancia de su familia,
sino que también por la ignorancia de los educadores, pues hablaban de temas que eran importantes
de conocer, de geografía, historia, hasta de otra lengua, pero se había dejado a un lado en la
anatomía a aquella parte del cuerpo que causaba impresión en Léolo: su pene, “Nadie hablaba de
esa cola que se hinchaba entre mis piernas.” A partir de esto, según Freud (1908) “Si uno no
atribuye a los niños actividad sexual alguna, tampoco se tomará el trabajo de observarla, y por otra
parte sofocará de ella las exteriorizaciones que resultaren llamativas.” La falta de educación sobre
su sexo, hace que cometa actos que sin instrucción alguna experimenta en el baño de su casa donde
descubre que introduciendo su pene en una cavidad de contextura carnosa (la carne que más tarde se
comerían en el almuerzo) siente la satisfacción sexual, además que se apoya con ayudas visuales de
mujeres desnudas en revistas.

Esta sensación de satisfacción la realiza en su propio cuerpo, es decir que se podría hablar
de un narcisismo, el objeto de deseo está en sí mismo, Freud nos habla de que la libido del objeto es
sustraída del exterior hacia el yo, y es aquí de donde surge el narcisismo, en pulsiones y destino de
la pulsión encontramos que: “se llama narcisismo a la fase temprana de desarrollo del yo, durante la
cual sus pulsiones sexuales se satisfacen de manera autoerótica.” Más tarde, relacionado con la
esquizofrenia, Freud ha denominado como «parafrénicos» quienes muestran dos rasgos principales:
el delirio de grandeza y el extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y
cosas) lo que se puede relacionar con el vano interés que tiene Léolo, claramente su realidad es más
importante y es donde encuentra una manera de satisfacción, en este caso los parafrénicos “parecen
haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin sustituirlas
por otras en su fantasía.” En este apartado se nombra la entrada de Bianca, la joven mujer que se
había convertido en el objeto de deseo de Léolo, pero quien experimento cierto monto de displacer
al reconocer que tenía encuentros eróticos con su abuelo, es decir, retiró su libido de la Bianca del
exterior, pero no dejo de verla en su mundo real, en Silicia seguía encontrándose con esa mujer que
le cantaba dulcemente y a quien le escribía sin cesar. (Freud, p. 72) 126
Ahora bien, lo anterior ha sido importante para darle paso a otro de los factores que
desencadenarían la crisis psicótica en Léolo: La ambivalencia de amor y odio hacia Bianca y su
abuelo. Según Freud, (1914) “El amor proviene de la capacidad del yo para satisfacer de manera
autoerótica, por la ganancia de un placer de órgano, una parte de sus mociones pulsionales.” En un
principio narcisista, pasa después a los objetos que se incorporan al yo, y va a tratar de alcanzarlos
para convertirlos en una fuente de placer. La generación del odio se da cuando ese vínculo que se ha
creado con el objeto se ve interrumpido, en este caso por un tercero que es el abuelo, lo que le
genera la necesidad de matarlo, ese amor por Bianca se muda en odio al considerar como una
traición aquello que hacía con su abuelo a cambio de dinero. “Estaba siempre confuso entre las
ganas de vomitar y las de hacerme una paja, entre las de odiar a esa chica o de sentir celos de mi
abuelo hasta el punto de querer matarlo.”

Para finalizar, hay que remitirse a una frase que caracteriza al personaje: “Porque sueño yo
no lo estoy”, es como si este fuese su argumento para sustentar su realidad, así pues, Schopenhauer
citado en Freud (1916), “llama al sueño una locura breve, y a la locura un largo sueño”. Visto desde
el principio de placer, Léolo trata de librar esa sobrecarga psíquica a través de los delirios oníricos,
haciendo que todo aquello que se encuentra en el orden de lo insoportable no pase a la conciencia
sino que se quede en el inconsciente, representándose en el sueño, que finalmente es la frontera que
cruza Léolo, se adentra en ese sueño que para él era su realidad, cada acontecimiento de esperanza
se había convertido en un pasaje hacía la locura, finalizando con el vano intento de llamar a su
amada Bianca quien se ha perdido en aquel valle, de esta manera finalmente termina en un estado
catatónico quedando inmóvil en los brazos de su madre, quien le pide que no le haga eso, “tú no,
eres tan fuerte, Leo, aguanta, no te me vayas, no me hagas esto Léolo”. Como si en esas palabras le
quisiera decir <<No quiero que te vuelvas loco también, no tú>>.

Léolo crea una paradoja, quería escapar de la esquizofrenia, pero la única manera de hacerlo era
estando en ella.
Referencias.

Freud, S. (1916). Pulsión y destinos de la Pulsión. en: S. Freud, ed., Sigmund Freud Obras
Completas. La interpretación de los sueños (primera parte). (1900) tomo IV. Argentina:
Amorrortu Editores, p. 112
Freud, S. (1908). Sobre las teorías sexuales infantiles. en: S. Freud, ed., Sigmund Freud Obras
Completas. El delirio de los sueños en <<Gradiva>> de W. Jensen y otras obras. (1906-
1908) tomo IX. Argentina: Amorrortu Editores, p.187.
Freud, S. (1916). Introducción del Narcisismo. en: S. Freud, ed., Sigmund Freud Obras Completas.
Contribución a la historia del movimiento Psicoanalítico. Trabajo sobre metapsicología y
otras obras (1914-1916) tomo XIV. Argentina: Amorrortu Editores, p. 72.
Freud, S. (1916). Pulsión y destinos de la Pulsión. en: S. Freud, ed., Sigmund Freud Obras
Completas. Contribución a la historia del movimiento Psicoanalítico. Trabajo sobre
metapsicología y otras obras (1914-1916) tomo XIV. Argentina: Amorrortu Editores, p.
126-134.
Winnicott, D. (1991). La psicología de la locura: una contribución psicoanalítica. D. Winnicott, ed.,
Exploraciones psicoanalíticas I. Buenos Aires: Paidós editorial. p. 152.
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