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¿Se imagina usted que para titular su vivienda sea un requisito obligatorio
llevar una muestra de la tierra que ocupa en un saco para que sea analizada por
un perito? ¿Se imagina que deba trasladar esa tierra desde una provincia hasta
Lima? ¿Se imagina cómo trasladar la tierra si viviera en una comunidad alejada, a
la que solo se llega luego de un viaje de varios días por río?
¿Se imagina usted todo lo que puede pasar en esos 15 o 20 años de espera? ¿La
cantidad de problemas o inconvenientes que pueden surgir para defender lo suyo
sin tener nada que pruebe que es dueño de lo que le pertenece?
El Convenio 169 de la OIT en su artículo 6 inciso 1.a) indica que “Al aplicar las
disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán: a) consultar a los
pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través
de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas
o administrativas susceptibles de afectarles directamente.”
Por el hecho de que Afrodita no tenía derechos sobre el terreno superficial donde
explota, la Organización de Desarrollo de las Comunidades Nativas Fronterizas
del Cenepa (ODECOFROC) envió una carta notarial a la empresa, que recibió el
04 de agosto del 2016. En ella exigió a la empresa que se retira del predio “El
Tambo” en la Cordillera del Cóndor con todo su personal y maquinaría dentro de
un plazo de 20 días calendarios, en ejercicio del derecho de los pueblos Awajún y
Wampis de administrar su territorio frente a la intrusión y/o uso no autorizado de
terceros.
Asimismo, en los tres casos hemos podido observar cómo se olvida la relación de
los pueblos indígenas con sus tierras y territorios tradicionales que constituyen
una parte fundamental de su identidad y espiritualidad, y están profundamente
arraigados en su cultura y en su historia. Las comunidades indígenas tienen una
íntima conexión con la tierra que, se relega y no es tomada en cuenta al momento
de dictar decretos que afectan a dichas comunidades. La Corte Interamericana de
Los Derechos Humanos ha sido enfática en explicar, en este sentido, que “la
sociedad indígena se estructura en base a su relación profunda con la tierra”; que
“la tierra constituye para los pueblos indígenas una condición de la seguridad
individual y del enlace del grupo”; y que “la recuperación, reconocimiento,
demarcación y registro de las tierras significan derechos esenciales para la
supervivencia cultural y para mantener la integridad comunitaria”.
Para concluir, es verdad que necesitamos más y mejores normas para facilitar la
inversión, pero no a costa de la posibilidad de violar derechos de nuestros
ciudadanos más vulnerables, como los pueblos indígenas que reclaman por años
el reconocimiento formal a sus tierras.