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LA DEUDA HISTÓRICA PERUANA CON SU GENTE

¿Se imagina usted que para titular su vivienda sea un requisito obligatorio
llevar una muestra de la tierra que ocupa en un saco para que sea analizada por
un perito? ¿Se imagina que deba trasladar esa tierra desde una provincia hasta
Lima? ¿Se imagina cómo trasladar la tierra si viviera en una comunidad alejada, a
la que solo se llega luego de un viaje de varios días por río?

Para las comunidades indígenas del Perú esto no es imaginación, es la dura


realidad. Llevar los sacos de tierra desde sus zonas de origen a Lima es solo el
primer paso de un largo y engorroso proceso para titular sus tierras, el cual, con
buena suerte, puede demorar entre 15 y 20 años.

¿Se imagina usted todo lo que puede pasar en esos 15 o 20 años de espera? ¿La
cantidad de problemas o inconvenientes que pueden surgir para defender lo suyo
sin tener nada que pruebe que es dueño de lo que le pertenece?

En el Perú la falta de formalización de la propiedad de los territorios de estas


comunidades indígenas es aún uno de los mayores problemas, pues en la
actualidad no hay un catastro oficial y no se sabe con exactitud cuántas
comunidades nativas y campesinas faltan titular.

Según el Viceministerio de Interculturalidad, solo en la Amazonía habría 500


comunidades que aún no tienen títulos de propiedad. Sin embargo, la Asociación
Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana calcula que se trata de 1,300
comunidades. Por otro lado, el Instituto del Bien Común (IBC) indica que están
pendientes de titulación 666 comunidades nativas y 3,303 comunidades
campesinas.

Una titulación da a las comunidades indígenas la seguridad jurídica para


defenderse de terceros que intentan invadir su tierra o adueñarse de sus recursos.
Sin embargo, en el Perú hasta ahora no existen normas claras sobre el proceso de
titulación de comunidades indígenas y eso da pie a que madereros y mineros
legales/ilegales o narcotraficantes ocupen los territorios de las comunidades.

En las siguientes líneas analizaremos las consecuencias de la demora por parte


del Estado al titular las tierras de las comunidades indígenas.

El 7 de abril del 2014 la Comisión de Pueblos Andinos y Amazónicos del


Congreso de la República aprobó el proyecto de ley N° 3941, “Ley de promoción
de las inversiones para el crecimiento económico y desarrollo sostenible en las
zonas de mayor exclusión social“. Conteniéndose en esta una serie de medidas
que promueven las inversiones a costa de los derechos indígenas y ambientales,
resultando como principales beneficiarios a las empresas.

Con éste proyecto de ley se creó un procedimiento para agilizar el otorgamiento


de servidumbres sobre terrenos eriazos de de propiedad estatal y expropiaciones
por proyectos de inversión pública o de asociaciones público-privadas en materia
de infraestructura. El problema era que cerca de 4 mil comunidades de selva y
sierra no estaban formalmente reconocidas por el Estado. Así, se podría caer en
una presunción errada de que estas tierras no tenían un dueño o, mejor dicho, que
el dueño era el Estado y por lo tanto estaban sujetas al tratamiento flexibilizado
por este proyecto de Ley para dar servidumbres a terceros sin respetar los
derechos de sus verdaderos dueños, las comunidades.

La Constitución Política del Perú, las normas nacionales y el Convenio 169 de la


OIT reconocen a los pueblos indígenas su derecho a la propiedad y a la posesión
de las tierras que ocupan ancestralmente. El Estado tiene la obligación de
garantizar este derecho otorgando los títulos pertinentes. Solo de esta manera se
podrá dotar a todas las comunidades campesinas y nativas del Perú de la
seguridad jurídica necesaria para salvaguardar sus derechos.

Un Estado que facilita derechos a terceros en espacios que podrían ser de


comunidades es el mismo Estado que no ha terminado de reconocer o titular
adecuadamente. Este proyecto de Ley no hizo sino poner en evidencia, una vez
más, la necesidad del Estado de cumplir con reconocer y titular adecuadamente a
todas las comunidades campesinas y nativas del Perú, una deuda histórica.

Analicemos ahora otro caso, El 20 de mayo de 2008, fue publicado en el Diario


Oficial el Peruano el Decreto Legislativo (D.L.) n.º 1015, norma que unificaba los
procedimientos para transferencias de las tierras de Comunidades Campesinas y
Nativas de la Sierra y de la Selva con las de la Costa. El D. Leg. 1015, modificaba
la Ley 26505 “Ley de la inversión privada en el desarrollo de las actividades
económicas en las tierras del territorio nacional y de las comunidades campesinas
y nativas”.

La norma en cuestión redujo el quórum y las votaciones calificadas que contenían


la Ley 26505, al extremo de hacer muy sencillo el desprendimiento de tierras
comunales de la sierra y selva. Es decir, en una comunidad con mil comuneros por
ejemplo, ya no sería necesario el voto de 660 sino de 251. Así, la cuarta parte de
los comuneros podría decidir hasta la liquidación de la comunidad. Si se jugaba
con un poco más de malicia – si no había quórum reglamentario hacer una
segunda convocatoria para media hora después, con la cantidad de comuneros
asistentes, por ejemplo - se podría reducir aún más la valla.

La norma estableció un procedimiento para la venta de las tierras de las


comunidades, con una facilidad que antes no existía y que puso en duda la labor
promocional de las comunidades por parte del estado. Eran más de siete mil
comunidades y centenas de miles de familias de los Andes y de la Amazonía
que estaban amenazadas por esta medida. Que como lo señala la AIDESEP
(Asociación Inter-étnica por el Desarrollo de la Selva Peruana) ponía en
peligro la existencia de la propiedad comunal, y hacía correr el riesgo de la
desaparición de la comunidad o de una población indígena.

Encontramos muchas incoherencias en el Decreto Legislativo 1015, después de


evaluar su constitucionalidad a la luz de las sentencias de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos y los Tratados de la Convención Americana y el Convenio
169 de la OIT.

El Convenio 169 de la OIT en su artículo 6 inciso 1.a) indica que “Al aplicar las
disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán: a) consultar a los
pueblos interesados, mediante procedimientos apropiados y en particular a través
de sus instituciones representativas, cada vez que se prevean medidas legislativas
o administrativas susceptibles de afectarles directamente.”

El controvertido decreto legislativo 1015, que facilitaba la venta de tierras


comunales de la sierra y de la selva fue derogado, pero podemos ver; como una
vez más, la falta de titulación de tierras provocó que se violaran los derechos
indígenas reconocidos.

Desde el mes pasado, fuimos testigos como el Gobierno Regional de Amazonas


intentó enajenar los territorios de los pueblos Awajún y Wampis en la Cordillera del
Cóndor, al parecer con la finalidad de respaldar el proyecto de explotación de oro
de la Compañía Minera Afrodita.

El 05 de julio del 2016, el Vicegobernador de Amazonas, Carlos Navas, firmó la


Resolución Ejecutiva Regional No. 209-2016-GRA, la cual fue publicada el 22 de
julio del 2016 entrando en vigencia el día siguiente.
Mediante esta resolución, el Gobierno Regional de Amazonas (GRA) dispuso la
inscripción en registros públicos como tierra eriaza del Estado, de un predio de
aprox. 57 hectáreas, denominado “El Tambo”, ubicado en la Cordillera del Cóndor,
distrito El Cenepa, provincia de Condorcanqui, región de Amazonas.

¿Cuál era el problema con esa resolución? En general, el GRA tiene la


competencia de inscribir predios del Estado a su nombre. Sin embargo, el
mencionado predio ubicado en la Cordillera del Cóndor del distrito de El
Cenepa, ya tenía dueño. No es que era tierra de nadie. Es de conocimiento
público, que el Estado reconoció oficialmente que la Cordillera del Cóndor forma
parte del territorio ancestral de los pueblos indígenas Awajún y Wampis. Es por
eso que el Gobierno Regional de Amazonas no podía inscribir este predio como
tierra eriaza del Estado, aun, cuando este terreno no cuenta con título de
propiedad a nombre de una comunidad.

Según la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos -que es


de cumplimiento obligatorio para el Estado Peruano-, el territorio ancestral de
posesión equivale a un título de propiedad, y este derecho no depende del
reconocimiento o no de parte del Estado. Así lo señala también el Tribunal
Constitucional en su sentencia recaída en el expediente no. 00906-2009-PA/TC, f.
6, cuando señala que la inscripción “es un acto administrativo declarativo y no
constitutivo en el caso de las Comunidades campesinas y nativas a diferencia de
lo que ocurre con las personas jurídicas de derecho privado, que existen
jurídicamente desde el momento de su inscripción.”

Y no solo eso, con su actuar el Gobierno Regional de Amazonas, no solamente


estaba violando el derecho de los Pueblos Awajún y Wampis a la consulta y el
consentimiento, sino también al territorio, a la salud, a un medio ambiente sano y
equilibrado y a su propio modelo de desarrollo

El Estado a través del Instituto Nacional de Recursos Naturales(INRENA) advirtió


que cualquier actividad extractiva en esta zona pondría en peligro la salud y el
abastecimiento de agua para las comunidades indígenas ubicadas al pie de la
Cordillera del Cóndor, porque la Cordillera, eso incluye también el terreno donde
opera actualmente Afrodita, es cabecera de cuencas. Se trata de una zona de alta
biodiversidad pero a la vez muy frágil y vulnerable.

Además, este proyecto de explotación puso en peligro los ingresos de decenas de


familias del Cenepa que venden su cacao -gracias a la certificación orgánica- a
mercados internacionales.

Por el hecho de que Afrodita no tenía derechos sobre el terreno superficial donde
explota, la Organización de Desarrollo de las Comunidades Nativas Fronterizas
del Cenepa (ODECOFROC) envió una carta notarial a la empresa, que recibió el
04 de agosto del 2016. En ella exigió a la empresa que se retira del predio “El
Tambo” en la Cordillera del Cóndor con todo su personal y maquinaría dentro de
un plazo de 20 días calendarios, en ejercicio del derecho de los pueblos Awajún y
Wampis de administrar su territorio frente a la intrusión y/o uso no autorizado de
terceros.

Considerando que no se había realizado la consulta previa a la población Awajún-


Wampis antes de emitir la resolución que autorizaba a la Compañía Minera
Afrodita el inicio de actividades de explotación subterránea, el gobierno regional de
Amazonas procedió a dejar sin efecto legal el documento que otorgaba dicho
permiso el 24 de agosto del presente año.

Hoy en día, las violaciones a los derechos de las comunidades indígenas a


manos del gobierno son realidad para las comunidades indígenas alrededor del
país, especialmente las que están defendiendo sus tierras contra la explotación de
las empresas nacionales o internacionales.

Asimismo, en los tres casos hemos podido observar cómo se olvida la relación de
los pueblos indígenas con sus tierras y territorios tradicionales que constituyen
una parte fundamental de su identidad y espiritualidad, y están profundamente
arraigados en su cultura y en su historia. Las comunidades indígenas tienen una
íntima conexión con la tierra que, se relega y no es tomada en cuenta al momento
de dictar decretos que afectan a dichas comunidades. La Corte Interamericana de
Los Derechos Humanos ha sido enfática en explicar, en este sentido, que “la
sociedad indígena se estructura en base a su relación profunda con la tierra”; que
“la tierra constituye para los pueblos indígenas una condición de la seguridad
individual y del enlace del grupo”; y que “la recuperación, reconocimiento,
demarcación y registro de las tierras significan derechos esenciales para la
supervivencia cultural y para mantener la integridad comunitaria”.

Para las comunidades indígenas la relación con la tierra no es meramente una


cuestión de posesión y producción sino un elemento material y espiritual del que
deben gozar plenamente, inclusive para preservar su legado cultural y transmitirlo
a las generaciones futuras; la cultura de los miembros de las comunidades
indígenas corresponde a una forma de vida particular de ser, ver y actuar en el
mundo, constituido a partir de su estrecha relación con sus territorios tradicionales
y los recursos que allí se encuentran, no sólo por ser éstos su principal medio de
subsistencia, sino además porque constituyen un elemento integrante de su
cosmovisión, religiosidad y, por ende, de su identidad cultural.

La garantía del derecho a la propiedad comunitaria de los pueblos indígenas debe


tomar en cuenta que la tierra está estrechamente relacionada con sus tradiciones
y expresiones orales, sus costumbres y lenguas, sus artes y rituales, sus
conocimientos y usos relacionados con la naturaleza, sus artes culinarias, el
derecho consuetudinario, su vestimenta, filosofía y valores. En función de su
entorno, su integración con la naturaleza y su historia, los miembros de las
comunidades indígenas transmiten de generación en generación este patrimonio
cultural inmaterial, que es recreado constantemente por los miembros de las
comunidades y grupos indígenas.

Sin embargo, con demasiada frecuencia las personas no indígenas no


comprenden, la necesidad de este vínculo espiritual que une a las comunidades
indígenas con sus tierras de origen, y, a menudo se ignora en la legislación
existente sobre este tema.

Para concluir, es verdad que necesitamos más y mejores normas para facilitar la
inversión, pero no a costa de la posibilidad de violar derechos de nuestros
ciudadanos más vulnerables, como los pueblos indígenas que reclaman por años
el reconocimiento formal a sus tierras.

El Estado peruano tiene la obligación positiva de reconocer los territorios


tradicionalmente poseídos por las comunidades y titularlos. Mientras ello no
cambie, el Estado seguirá vulnerando y permitiendo – mediante un arsenal
normativo pro inversión – de manera injustificable la vulneración de los derechos
fundamentales de los pueblos indígenas, como el de propiedad colectiva

Aun si imaginamos un eventual y verdadero compromiso del Estado por lograr


este reconocimiento legal completo a las tierras que habitan las comunidades
legítima y ancestralmente.

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