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Nadie puede pensar algo que no pueda expresar. Pero no sabemos si se puede
pensar algo inexpresable, no podemos saberlo.
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En estado embrionario, todo pensamiento es válido, verdadero, sincero, pues
surge del relámpago. Antes de evacuarlo viejo al mundo exterior, lo comparamos, lo
exponemos, lo destruimos. ¿Qué hay antes? ¿Qué hay tras ese flash, tras ese primer
relámpago de intuición? El mundo exterior. Ese relámpago está formado por
conocimientos del mundo exterior, por datos sin clasificar. Sin embargo, la poderosa
fuerza del relámpago puede disponerlos de una forma nueva. De ahí surge la
originalidad.
Ahora bien, ¿qué origina el pensamiento? Ese flash, ese relámpago, ¿es
realmente aleatorio?, ¿completamente aleatorio? O bien, ¿hay algún otro yo que nos
pregunte y el pensamiento sea una respuesta a este desconocido nuestro? ¿Por qué
pensamos?, ¿qué otro ser nuestro nos pregunta? De este modo, cerraríamos el círculo
del pensamiento. El pensamiento, al parecer, al aparecer, se inicia en la respuesta. La
respuesta es la cara visible de la luna. La cara oculta sería la pregunta que algún otro yo
nos formula desde su enigmático otro lado. Así visto, el pensamiento es una esfera.
Eyectar un pensamiento, arrojarlo fuera de la mente, es destrozarlo, reventar su
profundidad para quebrar la circunferencia que rodea al círculo y sacar a la luz la línea.
La efímera mancha que queda al estampar un globo de agua contra el suelo. Eliminamos
dimensiones. El pensamiento es la esfera. Su posible exteriorización es lineal, finita.
¿Por qué? Porque hemos dejado de lado a nuestro oculto yo que pregunta. Nuestra línea
ya no es crítica. El hecho de pensar y repensar significa dar y dar vueltas, dialéctica
entre el lado oscuro y el lado visible. El pensar es rotacional, armónico. El antiguo
pensamiento y nueva expresión es algo estático. La eyección del pensamiento conlleva
su merma, la ruina, la amargura de ocultar a su verdadero creador, nuestro misterioso
otro yo que pregunta. El origen del pensar reside afuera, mucho más allá de nosotros
pero todavía en nosotros. Expresar nuestro pensar es un modo mayéutico en que nos
introducen unas pinzas y nos extirpan al feto muerto.
Los pensamientos son respuestas que ocultan la pregunta madre. Sus eyecciones
son hijos bastardos. Los pensamientos son astros extáticos en el cosmos. Sus eyecciones
son meteoritos. Pero, ¿puede haber hijos sin madre?, ¿meteoritos sin astros?
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El lenguaje es el mayor enemigo de la filosofía, y a su vez, su único amigo.
Cuando escribo la frase anterior, que previamente he pensado en esta fría mañana,
pienso: ¿qué me he dejado por el camino? La frase es la estructura externa, el esqueleto
de un fatuo y esbelto rascacielos de lo que fue un humilde y recogido templo hindú.
¿Cómo contactar con ese otro yo que me pregunta? ¿Cómo sacarlo a la luz? La verdad
está en la sombra. Esto nos lleva a la caverna de Platón. La verdadera verdad está en las
raíces de las cadenas que portan los prisioneros más bajos, cadenas que son el
fundamento de su felicidad. Así pues, la luz, la divina luz del Bien que penetra por la
reja también miente.
Pero ¿qué hay de la esfera?, ¿qué hay dentro de la esfera? El mundo con el que
jugar, el mundo que conjugar. El mundo abstracto. El mundo vertido a nosotros por
nosotros, más el mundo vertido a nosotros por la alteridad. Nada creamos, el mundo nos
es dado, sólo conjugamos sus elementos en nuestros pensamientos, lo que posibilita que
cambiemos el mundo. La interacción es continua. El pensamiento es poderoso, pero
limitado por la Naturaleza, por la Moral, por el Lenguaje, por la Historia. Pero eso nos
lleva más lejos, al punto de que toda filosofía se reduce a una ética…
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