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pensamientos y expresiones, esferas y ruinas

por Luis Ángel C.M.

El pensar comienza con un estallido, un estallido aleatorio, imprevisto. Por


tanto, nuestro pensar inicialmente nos es dado, nos aparece en la mente. Surgen los
basamentos del pensamiento, los cimientos, y a partir de ahí ya lo hacemos nuestro,
tratamos de que no se nos escape. Le colocamos muros, le damos forma, lo objetivamos
en nuestro lenguaje. Una vez concluido el edificio, el pensamiento es firme, sólido. Al
expresarlo, al sacarlo afuera, lo ponemos a rodar por el mundo. A rodar sin ruedas. Lo
arrojamos. Tras la violenta colisión, en el exterior queda su estructura, sus metálicas
ruinas, inamovibles. Ninguna erosión las podrá pulir. Nada las podrá embellecer, ni
oxidar. Pensamos al hombre. Eyectamos al feto.

Nadie puede pensar algo que no pueda expresar. Pero no sabemos si se puede
pensar algo inexpresable, no podemos saberlo.

En el primer instante, en el flash del relámpago, todo es perfecto, abierto,


completo, bello. Sin embargo, cuando hacemos nuestro el pensamiento, cuando le
vamos dando forma, cuando somos conscientes de que lo pensamos, lo censuramos. Le
otorgamos un valor. Lo juzgamos antes de su completo desarrollo. Terminamos el
edificio de un portazo. Nuestra razón es la más elevada inquisición.

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En estado embrionario, todo pensamiento es válido, verdadero, sincero, pues
surge del relámpago. Antes de evacuarlo viejo al mundo exterior, lo comparamos, lo
exponemos, lo destruimos. ¿Qué hay antes? ¿Qué hay tras ese flash, tras ese primer
relámpago de intuición? El mundo exterior. Ese relámpago está formado por
conocimientos del mundo exterior, por datos sin clasificar. Sin embargo, la poderosa
fuerza del relámpago puede disponerlos de una forma nueva. De ahí surge la
originalidad.

Ahora bien, ¿qué origina el pensamiento? Ese flash, ese relámpago, ¿es
realmente aleatorio?, ¿completamente aleatorio? O bien, ¿hay algún otro yo que nos
pregunte y el pensamiento sea una respuesta a este desconocido nuestro? ¿Por qué
pensamos?, ¿qué otro ser nuestro nos pregunta? De este modo, cerraríamos el círculo
del pensamiento. El pensamiento, al parecer, al aparecer, se inicia en la respuesta. La
respuesta es la cara visible de la luna. La cara oculta sería la pregunta que algún otro yo
nos formula desde su enigmático otro lado. Así visto, el pensamiento es una esfera.
Eyectar un pensamiento, arrojarlo fuera de la mente, es destrozarlo, reventar su
profundidad para quebrar la circunferencia que rodea al círculo y sacar a la luz la línea.
La efímera mancha que queda al estampar un globo de agua contra el suelo. Eliminamos
dimensiones. El pensamiento es la esfera. Su posible exteriorización es lineal, finita.
¿Por qué? Porque hemos dejado de lado a nuestro oculto yo que pregunta. Nuestra línea
ya no es crítica. El hecho de pensar y repensar significa dar y dar vueltas, dialéctica
entre el lado oscuro y el lado visible. El pensar es rotacional, armónico. El antiguo
pensamiento y nueva expresión es algo estático. La eyección del pensamiento conlleva
su merma, la ruina, la amargura de ocultar a su verdadero creador, nuestro misterioso
otro yo que pregunta. El origen del pensar reside afuera, mucho más allá de nosotros
pero todavía en nosotros. Expresar nuestro pensar es un modo mayéutico en que nos
introducen unas pinzas y nos extirpan al feto muerto.

Los pensamientos son respuestas que ocultan la pregunta madre. Sus eyecciones
son hijos bastardos. Los pensamientos son astros extáticos en el cosmos. Sus eyecciones
son meteoritos. Pero, ¿puede haber hijos sin madre?, ¿meteoritos sin astros?

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El lenguaje es el mayor enemigo de la filosofía, y a su vez, su único amigo.
Cuando escribo la frase anterior, que previamente he pensado en esta fría mañana,
pienso: ¿qué me he dejado por el camino? La frase es la estructura externa, el esqueleto
de un fatuo y esbelto rascacielos de lo que fue un humilde y recogido templo hindú.
¿Cómo contactar con ese otro yo que me pregunta? ¿Cómo sacarlo a la luz? La verdad
está en la sombra. Esto nos lleva a la caverna de Platón. La verdadera verdad está en las
raíces de las cadenas que portan los prisioneros más bajos, cadenas que son el
fundamento de su felicidad. Así pues, la luz, la divina luz del Bien que penetra por la
reja también miente.

Estas últimas frases parecen aceleradas. Proceden de pensamientos muy sólidos.


Diríamos pensamientos poco hechos, con mucha base, con cimiento de hormigón
armado y poca pared. Al eyectar estos pensamientos, la pérdida no es tan grave. No es
lo mismo lanzar un ladrillo desde un octavo piso que lanzar un edificio de ocho pisos
contra un ladrillo.

Cuando pienso sobre lo que pienso no pienso. Sólo asesino a un pensamiento


para hacerle la autopsia. Critico desde afuera, con todo el poderoso aparato de la razón
junto con el interno organismo inquisitorial, me proyecto hacia adentro para juzgar mi
pensar. Pensar sobre lo pensado es juzgar lo juzgado, es enterrar al muerto. Sólo el
maravilloso momento en que nuestro oculto y sombrío yo formula su pregunta es puro.
Pero tampoco. Porque nuestro otro yo incógnito, nuestro padre del relámpago de la
intuición, está interconectado al mundo, a nuestro mundo. Si no, ¿cómo nos haría
semejantes preguntas que podemos responder? Luego él es también un preso, un preso
de la luz. Por tanto, toda esfera del pensamiento mantiene una vía abierta con el mundo
exterior: el lugar por donde aparece el relámpago.

Pero ¿qué hay de la esfera?, ¿qué hay dentro de la esfera? El mundo con el que
jugar, el mundo que conjugar. El mundo abstracto. El mundo vertido a nosotros por
nosotros, más el mundo vertido a nosotros por la alteridad. Nada creamos, el mundo nos
es dado, sólo conjugamos sus elementos en nuestros pensamientos, lo que posibilita que
cambiemos el mundo. La interacción es continua. El pensamiento es poderoso, pero
limitado por la Naturaleza, por la Moral, por el Lenguaje, por la Historia. Pero eso nos
lleva más lejos, al punto de que toda filosofía se reduce a una ética…

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