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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Superior


Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos
San Juan de los Morros-Estado Guárico

Bioética

Facilitador Bachilleres
Alberto Blanco Oriana 26.967.174
Sanchez Migleidys 27.061.805
Pérez Yosmary 26.848.556
Reina Melanie 27.286.304
Caldera Carlos 26.192.424
Silva Yhoan 27.994.514
Rojas Maria

Sección 10
Introducción

La bioética como ciencia surge por una parte, en respuesta al


problema de la deshumanización de las ciencias de la vida, ya cada
vez se realizaban mayor cantidad de experimentos en los cuales
el respeto por la vida era mínimo o nulo, por otra parte ante los
avances tecnológicos de la medicina que, planteaban y
plantean problemas del orden ético, ante estas situaciones y
teniendo en cuenta el gran avance que tuvo a partir de la década
del sesenta los movimientos por el derecho de las personas,
el movimiento por los derechos de los consumidores, y lo que se
podría denominar como la segunda revolución enciclopédica pero,
a un nivel de masificación dado por la sociedad de consumo, que
llenó los negocios de revistas o diarios con enciclopedias médicas,
hecho que le resto al médico el monopolio exclusivo de los
conocimientos sobre el cuerpo humano y sus enfermedades más
comunes.

Todos estos hechos dan como resultado el surgimiento de


una disciplina que con el fin de unir las ciencias humanas con las
ciencias biológicas, dando origen a una nueva ciencia, que tiene
como característica principal la interdisciplinariedad.
El siguiente trabajo nace con el transcurso del tiempo y del intento
de proporcionarle a la Bioética un marco epistemológico
adecuado. Toda ciencia naciente o toda ciencia como tal debe en
primer lugar tener un marco de trabajo, una metodología que la
identifique y que la diferencie de las demás ciencias, no sólo por
su fin sino también por la forma con que se acerca a ese fin. De esa
manera se puede trabajar desde un marco teórico adecuado.
Para eso se parte del análisis de lo que se entiende por
interdisciplinariedad, para seguir con el análisis de la bioética
como ciencia interdisciplinaria, ambos trabajos fueron
presentados en forma individual en las 1ras Jornadas Nacionales
de Interdisciplinariedad realizado en Córdoba.
Definiciones:

Ética: Ética es una rama de la filosofía dedicada a las cuestiones


morales. Referida al ámbito laboral, se habla de ética profesional y
que puede aparecer recogida en los códigos deontológicos que
regulan una actividad profesional. La deontología forma parte de
lo que se conoce como ética normativa y presenta una serie de
principios y reglas de cumplimiento obligatorio.

Moral: La moral es un conjunto


de normas, valores y creencias existentes y aceptadas en
una sociedad que sirven de modelo de conducta y valoración para
establecer lo que está bien o está mal. Como materia de estudio, se
centra en el análisis a distintos niveles (filosófico y cultural, entre
otros) de conceptos como el bien y el mal relativos a la conducta
del ser humano dentro de una sociedad. Moral es también
un estado de ánimo de una persona o un grupo de personas.
Habitualmente se usa con un significado positivo de ánimo
o confianza en las capacidades para conseguir un objetivo, aunque
también puede tener un sentido negativo (por ejemplo, 'moral
baja').

Ética y moral son conceptos que están interrelacionados aunque


no poseen el mismo significado. De un modo genérico, se puede
decir que la moral está fundamentada en las concepciones y
valoraciones establecidas dentro de una sociedad, mientras que
la ética supone un estudio más amplio, basado en un análisis
teórico, científico y racional.

Deontología: Como deontología se denomina la ciencia que trata


sobre el conjunto de deberes y principios éticos que conciernen a
cada profesión, oficio o ámbito laboral. La deontología fija las
normas que rigen la conducta y el desempeño en la esfera
profesional, según las cuales se exige al profesional determinadas
responsabilidades en relación con los actos ligados a su campo
laboral. Como tal, es una ciencia aplicada al ámbito moral, que se
enfoca en todas aquellas conductas y actuaciones que no están no
contempladas ni en el derecho ni sometidas al control de la
legislación pública.

Bioética: a Bioética puede definirse como "el estudio sistemático


de la conducta humana en el ámbito de las ciencias de la vida y del
cuidado de la salud, examinada a la luz de los valores y de los
principios morales". Desde el año 1971 en que la palabra
"bioética" -un neologismo introducido por el oncólogo Van
Rensselaer Potter- se utiliza por primera vez en una monografía
titulada (Bioética: un puente hacia el futuro), la Bioética se ha
convertido en uno de los temas de obligada referencia en la
medicina y la investigación actual, una nueva disciplina que ha ido
adquiriendo a lo largo de los últimos treinta años un importante
cuerpo doctrinal, convirtiéndose en una de las ramas de estudio
más desarrolladas de la ética.

Origen de la bioética

El origen de la bioética se remonta a la antigua civilización griega


y surgió a partir de la necesidad de crear criterios en el cual
pudieran basarse a la hora de examinar un acto sea bueno o malo
de aquí se empiezan a tomar como importantes términos como
correcto o incorrecto, la ética como una rama importante de la
filosofía ayuda predeterminar una serie de criterios de los cuales
una sociedad se puede apoyar a la hora de juzgar un acto.

Principios de la bioética

De hecho, esa búsqueda de principios éticos reguladores de la


actuación profesional resulta especialmente necesaria en nuestro
fragmentado ámbito cultural, ya que el recurso a la conciencia
individual, aludido frecuentemente como única fuente de ética o
moralidad, en demasiados casos sólo ha demostrado servir como
puerta de escape o justificación de las opciones éticas más
cómodas o más propiciadoras de actuaciones utilitaristas en las
que se busca sacar el máximo provecho personal. Sin embargo,
parafraseando a J.H. Newman, "si la conciencia tiene sus
derechos, es porque también tiene sus deberes". Asumiendo
esto, la nueva ética biomédica intenta recuperar el sentido de
dignidad del ser humano, como paciente o sujeto de investigación,
en todas las fases de su vida, reconociéndolo en todo momento
como sujeto de derechos, lo que implica necesariamente el
respeto a su libertad y el acceso a la información útil en cada caso,
integrando estos derechos con los deberes de conciencia del
propio médico, que no debe quedar en ningún momento
despojado de su propia responsabilidad ni de sus propias
convicciones, ya que cada uno somos responsables de nuestros
propios actos sin que podamos delegar en nadie nuestra
responsabilidad moral.

Si aludimos al ámbito de la investigación, es evidente que


problemas tan actuales como el incierto destino de los embriones
crio conservados, la clonación, la aplicación en humanos de
vacunas de dudoso resultado para tratar el Sida, las consecuencias
del conocimiento del genoma de cada individuo o la terapia
celular, investigada en algunos casos a partir de embriones en
desarrollo, han desbordado el campo específico de la práctica
médica, llenando las páginas de los medios de comunicación. Pero
aparte de estos grandes problemas que surgen de la investigación
básica, también en la práctica diaria de los profesionales que
realizan su labor a nivel clínico, tanto en centros de salud como en
grandes hospitales, surgen con frecuencia conflictos de valores,
dudas sobre qué datos relativos a la enfermedad se deben
comunicar a los pacientes más vulnerables o de edad más
avanzada y nuevos dilemas éticos ante los cuales muchas veces el
clínico se encuentra con la obligación de tomar decisiones sin
patrones de referencia en los que saberse respaldado.
Desde un punto de vista práctico, no desde la discusión
teórica realizada en los círculos académicos, el respeto a la
autonomía individual comienza a verse ya en la primera década
del siglo XXI no como un derecho absoluto del paciente, lo que
reduciría la ética a un simple acatamiento de los deseos de los
enfermos de modo indiscriminado, sino como un importante
punto de referencia. Como afirma el cirujano Atul Gawanade, "en
lo que muchos expertos en ética se equivocan es en promover la
autonomía del paciente sin reconocer que este concepto es solo
un valor añadido", aunque sea muy importante. Por ello, el
respeto a la autonomía del paciente no puede constituirse en una
excusa para prescindir de la carga moral que recae sobre el
personal sanitario, que debe hacerse entender y, en lo posible,
reconducir situaciones de rechazos de tratamientos. Lo contrario
podría llevar al abandono de los enfermos y al desinterés sobre las
consecuencias que pueden ocasionarse de algunas decisiones
tomadas de modo erróneo o en situaciones muy condicionantes
invalidando las resoluciones tomadas.

Introducción a la bioética

La experimentación sobre el hombre: en la reconstitución de la


prehistoria de la bioética hay que señalar la crueldad de la
vivisección humana practicada sobre los condenados, que se
remontan en la antigüedad, y el hecho de que el siglo XIX conoció
lamentables infecciones debidas a experimentos, en particular
relacionados con investigación sobre sífilis.

Un punto culminante de esta triste historia lo constituyen el


proceso de nuremberg, que revelo las atrocidades cometidas por
los nazis sobre sus prisioneros en los campos de concentración, y
el subsecuente código de nuremberg (1974), que sentó las bases
éticas para una futura experimentación humana.
A pesar de estas normativas, posteriormente se descubrieron una
serie de abusos en la muy reglamentada medicina de los Estados
Unidos, que constituían, sin duda, flagrantes violaciones a la
libertad y seguridad de los pacientes: inyección de células
cancerosas a ancianos (1962), experimentación para efectos de
comparación con grupos sifilíticos, algunos tratados con las
medicinas adecuadas (1972-1973). Los seres humanos fueron
tratados como simples objetos de experimentación, desde
entonces la experimentación sobre humanos es un tópico
ineludible en el debate bioético contemporáneo. Asi fueron
naciendo en diversas latitudes las comisiones de ética de la
investigación, en contraposición a las comisiones de ética en los
hospitales, cuya importancia y funciones van aumentando dia tras
dia.

Concretamente el llamado informe de Belmont ( Estados Unidos


1974) proponía los siguientes principios que deben guiar la
experimentación con los seres humanos, entre otros, los
siguientes:

- El respeto a las personas que deben ser tratados como


agentes autónomos y no como objetos.
- La beneficiencia que comprende un aspecto positivo, es
decir, no dañar a nadie.
- La equidad en tomar medidas oportunas para evitar que se
repitan situaciones discriminatorias por clasismo.

La procreación y el nacimiento: el desarrollo entorno a los años


1970, de las técnicas de diagnostico prenatal de malformaciones
congénitas llevo en muchos casos a situaciones trágicas, a
verdaderos dilemas, que conmovieron la opinión pública. En
efecto, en muy poco casos de las enfermedades detectadas por un
diagnostio prenatal se puede curar. En la mayoría de los casos,
cuando el diagnostico prenatal descubría malformaciones graves
en el feto, tal diagnostico equivalía prácticamente a una sentencia
de muerte para el mismo. Se cura la malformación suprimiendo al
sujeto de tal anomalía. Se replica que, en este caso, el enfermo no
es el feto o el bebe, sino el conjunto familiar constituido por el
bebe, los padres, eventualmente los hermanos, y es a este
conjunto a quien se quiere preservar un mal.

El problema, si cabe, se agudiza en los recién nacidos afectados


con malformaciones grave. La eventual voluntad de los padres de
no salvar a tales bebes junto a la prohibición formal del
infanticidio desemboca en dilemas insuperables resuelto a veces
con la práctica de dejar morir.

Todas estas cuestiones han suscitado grandes controversias y a


veces enconadas polémicas en los países con gobiernos liberales y
democráticos. Y ello debido a dos razones principales. Por un lado,
tales como debates eran la continuación a otro nivel de los que
anteriormente habían tenido lugar en torno a los métodos
anticonceptivo y al aborto, y que en el fondo eran expresiones de
una reivindicación radicales femeninas sobre el papel y la
condición de las mujeres en una sociedad laica, pluralista y
demócrata. Por otro lado, el abordar diversos problemas
relacionados con la fecundación y el comienzo de la vida, se tiene
la impresión de que esta rompiendo el tabú y se esta tentando
contra algo sagrado: la identidad humana, la forma de perpetuarse
la especie, algo a lo que siempre se había otorgado un carácter
sacral.

El dolor y la muerte: el caso extremo se presenta en coma


irreversible y con una vida puramente vegetativa, ¿cuándo hay
que desconectar los aparatos?, ¿Cuándo puede decirse de un
enfermo en coma que todavía está vivo? Se ha llegado a elaborar
una nueva concepción de la muerte: muerte cerebral. Y a los
enfermos que sufren intensamente sin una esperanza de
recuperación ¿hay que dejarlos morir en una situación
desesperada? Reaparece así el tremendo problema de la eutanasia
con todos sus equívocos y ambigüedades. Desde otro punto de
vista, el llamado encabezamiento terapéutico es otra consecuencia
inesperada de los avances en tecnologías médicas. ¿hasta dónde
hay que llevar la lucha por la vida? ¿Cuándo hay que tener el
coraje de aceptar el fracaso y definitivamente tirar la toalla?
Actualmente en algunas ocasiones se usa y abusa de terapias
cuyos resultados son terriblemente inciertos. Por ejemplo los
efectos de la quimioterapia anticancerosos son con demasiada
frecuencia aleatorios y su eventual eficacia terapéutica se obtiene
al precio de una elevada toxicidad.

Por otro lado, la preocupación del dolor va llenando un espacio


cada vez mayor en la ética médica. Hasta el punto que algunos
piensan que la lucha contra el dolor, en un futuro muy lejano,
vendrá a desplazar la lucha contra la muerte, como el primer
objetivo de la medicina. En cualquier caso, el dolor también se ha
convertido en objeto directo terapias específicas a través de la
aparición de clínicas de dolor.

Características de la bioética

La bioética tiene 4 características básicas que son:

- Pluridisciplinarias: nos dice que la bioética debe ser


enfocada desde diversas aéreas.
- Pluralista: nos dice que las sociedades de la actualidad, ya
no son tan compactas como antes, estas se clasificaban de
acuerdo a su nacionalidad, su fe religiosa y su género.
- Independiente: toda decisión bioética se debe realizar en la
más absoluta independencia, es decir, que las conclusiones
se toman sin ningún tipo de interés económico o político.
- Consensual: nos trata de imponer una decisión sobre la otra
respecto al caso, no hay verdades absolutas, es decir, no se
trata de convencer a nadie en la supremacía de una verdad.
Bioética como marco

La bioética podría ser una ética enfocada al análisis de la vida en


cuanto tal, sea humana, animal, vegetal o cualquier otra nueva
aparición (pensemos desde ya en la convivencia cotidiana con la
inteligencia artificial, esto es, una vida más).

La bioética, como especialidad de análisis o como disciplina, debe


construir un marco epistémico con datos del presente. Considerar que
la bioética surge de una caverna de la antigüedad, que puede
fundamentarse con filosofías del pasado, es absurdo. Como ejercicio
académico es entretenido. Pero mostrar o analizar desde un punto de
visto bioético algunas prácticas de la antigüedad, como la del médico
Areteo de Capadocia, no significa que en él u otro se encuentren las
bases de la bioética. Cada nueva generación se enfrenta a problemas
provenientes de los errores o ignorancias de las generaciones
anteriores. Hoy producimos conocimiento para el ahora. No podemos
visualizar, por genios que queramos ser, las respuestas a problemas
futuros porque son muchas las variables en juego. Pero mejor aún, no
podemos responder a un problema social que aún no ha sido creado.
Atisbos futuristas los habrá siempre, pero ello significa que estemos
presentando las bases para responder a una problemática. Por ejemplo,
una filosofía del pasado no podía enfocarse en la producción
intelectual de problemas ecológicos porque no existía el problema
como tal. Sería absurdo que, con un afán arqueologista busquemos en
el pasado los fundamentos de la ecología del presente. Hacer eso es
simplemente un afán por publicar.

La construcción de una ciencia requiere de un objeto concreto, un


marco metodológico y cierta autonomía. La bioética debe seguir ese
norte. Simplemente no podemos andar de arqueólogos de las ideas
para hacer vigente un pensamiento. Este fanatismo es cualquier cosa
menos una labor científica o académica. La bioética es un asunto de
nuestro tiempo. Y debemos hacer dos cosas: o construimos una
bioética que responda epistémicamente a los retos de las
acciones humanas en el contexto de la ciencia, la tecnología, y
la dinámica social del presente, o continuamos fundamentando
la bioética en las teorías éticas filosóficas existentes. Si es esto
último, ¿para qué la palabra bioética? Simplemente es
innecesaria.

Persona humana

La persona humana es, de acuerdo a la teología cristiana y a las


filosofías de tal inspiración, un individuo de naturaleza racional,
portador de potencialidades que se desarrollan a través de la vida,
en el seno de la familia y de la comunidad.4 o, tal como lo señalan
otros autores, es "un ser corpóreo y espiritual al mismo tiempo. Es
una unidad sustancial de alma (o espíritu) y cuerpo. Decimos
unidad sustancial, no accidental, porque la unión entre el alma y el
cuerpo resulta en un solo ser: el ser humano, la persona
humana". 5.
Uno de los primeros que desarrolló esta noción fue San Agustín,
quien logró que el término pudiese usarse tanto para referirse a la
Trinidad como al ser humano. Uno de los más influyentes,
posteriormente, fue Boecio quien la definió como " la persona es
una sustancia individual de naturaleza racional". San
Anselmo acepta esta definición, pero señala que hay un contraste
entre persona y substancia. Dice San Anselmo: "Se habla sólo de
persona con respecto a un naturaleza racional individual, y de la
substancia con respecto a los individuos, la mayor parte de los
cuales susbsisten en la pluralidad". Para Santo Tomás....
En la actualidad, se entiende por persona no solamente el ser
humano, el individuo perteneciente a la especie humana, sino el
hombre en su modo específico, "el ser que tiene un yo consciente,
unitario" El Compendio del Catecismo de la Iglesia católica señala
que "la dignidad de la persona humana está arraigada en su
creación a imagen y semejanza de Dios. Dotada de alma espiritual
e inmortal, de inteligencia y de voluntad libre, la persona humana
está ordenada a Dios y llamada, con alma y cuerpo, a la
bienaventuranza eterna."

Características de la persona humana


1. La persona humana es una sustancia singular, no comunicable,
de naturaleza racional y constituye una unidad sustancial
compuesta de cuerpo y alma.
2. Son atributos esenciales de la persona humana la
sustancialidad, la racionalidad, la libertad y la perfectibilidad.
3. La persona humana «in statu viae» está sujeta al tiempo y al
espacio y tiene como atributo propio la historicidad.
4. La persona humana no es una parte, sino un todo; no un medio,
sino un fin, y se ordena a Dios como a su fin natural, y a la
comunidad en cuanto ésta le sirve para alcanzar su perfección.
5. La persona humana es imagen de Dios y a ella se ordena toda la
naturaleza irracional. Es principio responsable de acción y está
destinada a perfeccionarse en sociedad.
6. La persona humana ha sido elevada al orden de la gracia y está
destinada a la posesión sobrenatural de Dios por el conocimiento
y el amor.

Origen de la dignidad de la persona

La idea de dignidad personal nace en el origen del cristianismo. El


hombre, al considerarse «creado a imagen y semejanza de Dios»,
se considera un sujeto libre y por lo tanto responsable de sus
actos. Los conceptos de libertad y responsabilidad aparecen
indisolublemente unidos al de dignidad.6 Al ocupar un lugar
central en la teología cristiana los conceptos
de culpa, pecado, expiación y perdón, y al no poder existir culpa
sin libertad de elección, la libertad y la dignidad son también ideas
centrales del cristianismo.6 Antes del cristianismo existía la idea
de libertad y conceptos similares al de dignidad, como el honor
pero estos últimos se ligaban a condiciones sociales particulares,
no a todo ser humano.

Principio de la dignidad de la persona


Durante muchos años, ha sido común restringir la concepción de
dignidad humana y propósito de nuestra existencia a un contexto
predominantemente religioso como el costarricense. Sin embargo,
ante el advenimiento de una sociedad laica y multicultural, es
necesario establecer fundamentos que trasciendan las creencias
religiosas que cada uno de nosotros pueda tener. Para ello, en la
construcción de un Estado de derecho debemos considerar
únicamente los principios morales emanados de la racionalidad y
limitar los imperativos de la fe hacia el ámbito de interacción de
nuestra comunidad religiosa.

Desde la tradición judeocristiana, la dignidad humana se


fundamenta en el dogma de que como creación de Dios las
personas tenemos valor inherente. Adicionalmente, los
mandamientos dictados por esa misma deidad nos obligan, entre
otras cosas, a amar y valorar a cada ser humano como un
repositorio de la propia divinidad. Cualquier acto indigno causa
daño no solo a la persona, sino al templo del Espíritu Santo
contenido en ella. El catecismo de la Iglesia católica indica en los
primeros tres artículos de su tercera parte que la dignidad de la
persona humana está basada en su creación en imagen y
semejanza de Dios, y corresponde a cada quien buscar su propia
realización.

Similarmente, el Corán presenta la dignidad del ser humano como


un componente inherente a su existencia. En el caso del budismo,
la dignidad se fundamenta en la idea de que poseemos la agencia
para elegir el camino hacia la autoperfección del ser humano, es
decir, librarse del sufrimiento. En ese proceso se fundamenta la
dignidad budista. Por su parte, la perspectiva racionalista no
difiere considerablemente de las prescripciones religiosas, pero sí
en el fundamento de su origen. Según Kant, los seres humanos
somos un fin en sí mismos, y, por lo tanto, poseemos un valor no
relativo, especial, respecto al resto de la creación. La moralidad,
entonces, surge de una serie de imperativos desde los cuales todos
los deberes emanan.

Primero, el filósofo alemán plantea que las personas deben actuar


asumiendo que su conducta pueda ser adoptada como una ley
universal sin ser contradictoria. A este imperativo le llamó el
Principio de Universalidad. Segundo, las personas nunca deben
ser tratadas como un medio sino como un fin en sí mismas; a este
concepto le llamó el Principio de Humanidad.

Fue a partir de estos dos principios kantianos que despegó la


discusión para la construcción de una ética no fundamentada en
los dogmas religiosos.

De manera sucesiva a Kant, el nihilismo del siglo XIX representó


otro punto de quiebre en la discusión acerca de la dignidad y el
propósito de la existencia humana. Fundamentalmente, esta
corriente filosófica intentaba rellenar el vacío moral que dejaba el
aceptar la imposibilidad de una ética religiosa. En otras palabras,
la negación de un ser supremo presumía la inexistencia de un
propósito universal.
Procesos biográficos del hombre

En una biografía, el desarrollo de los septenios guarda estrecha


relación con la transformación de los cuerpos constitutivos del
hombre. De esta manera, estas transformaciones darán origen a
las sucesivas etapas biográficas o septenios. Recordemos que la
Antroposofía es una cosmovisión del hombre, la cual nos permite
conocer cada uno de los cuerpos que lo conforman. Estos cuerpos
son:

Cuerpo físico, es lo que visible y conocido. Cuerpo etérico o vital,


impregna el cuerpo físico y le da vida. Cuerpo astral o cuerpo de
sensaciones, que permite que el hombre sienta. Yo o
individualidad, aquello que nos hace inéditos y distintos a todos.

Sobre estos cuatro cuerpos se desarrollan los septenios o la


biografía humana.

Clasificación de los septenios:

Básicamente, podemos hacer una triestructuración:

Septenios del cuerpo Del nacimiento hasta los 21 años

Septenios del alma Desde los 21 años hasta los 42 años

Septenios del espíritu Desde los 42 años hasta los 63 años

Las posibles clasificaciones de las distintas edades de la vida son


muchas: en decenios, en septenios; la diferencia radica que, en la
Antroposofía, estos tiempos no están dados arbitrariamente. El
tiempo, que demoran los miembros esenciales en hacer su
metamorfosis, es lo que determina esta clasificación en septenios.
Aproximadamente, cada siete años se produce la transformación
de cada uno de los cuerpos que componen al hombre. Así como los
chinos dicen: "Aprender, luchar y ser sabio"; en Antroposofía, se
habla de:

Maduración física, maduración anímica y maduración espiritual.


Esto quiere decir que se emplean veintiún años en consolidar la
estructura del cuerpo físico. Los primeros tres septenios se llaman
septenios del cuerpo durante los cuales se producen la mayor
cantidad de cambios y dan la fisonomía correspondiente a esta
etapa. Desde la perspectiva de la organización del cuerpo, del
crecimiento de los órganos, hasta los veintiún años, podemos
decir que:

Primer Septenio Desde el nacimiento a 7 años

Cuerpo Físico Septenios del Cuerpo

Segundo Septenio Desde 7 años hasta 14 años

Cuerpo Etérico

Tercer Septenio Desde 14 años hasta 21 años

Cuerpo Astral

Alrededor de esta edad, el cuerpo deja ya de crecer y comienza


una transformación de lo que llamamos el alma, el mundo interior.
A los 21 años, se produce el nacimiento del Yo y el cuerpo astral es
donde se expresa el Yo. Un niño recién nacido no tiene conciencia,
tiene conciencia cósmica. El Yo no está totalmente presente; a
medida que el niño crece, el Yo se acerca cada vez más.
El septenio central, que transcurre entre los 28 y los 35 años, es el
período donde el Yo está más cerca de la organización física,
período denominado alma racional. Aquí, el Yo se refleja con
mayor fuerza en la personalidad. La persona privilegia el
pensamiento y trae, también, el reflejo de la individualidad; puede
ser el momento de mayor orgullo, de máxima ambición y soberbia.

En el septenio de la maduración física, desde el nacimiento a los


21 años, el individuo conoce o empieza a conocer la vida; en el
septenio de la maduración anímica, de 21 a 42 años, el individuo
acepta la vida y, en el tercer ciclo, el septenio de la maduración
espiritual, de 42 a 63 años, recapitula sobre lo vivido.
Teóricamente, esto es lo que va sucediendo, cuando no hay
alteraciones en los procesos.

Repercusión biográfica de la enfermedad

La existencia de un hombre es un proceso biográfico en el cual la


enfermedad representa agravio que altera, en diferentes grados su
proyecto vital. La repercusión de la enfermedad en el proyecto de
vida de una persona depende de varios factores tales como: el tipo
de enfermedad, momento de aparición de enfermedad,
connotación social de la enfermedad y minusvalía biográfica.
Conclusión

Siendo la bioética una ciencia nueva y, que surge de la necesidad


de enfocar problemas concretos desde un aspecto
interdisciplinario, por lo tanto depende de fondo, que las otras
ciencias que la componen, logren una unión y entendimiento.
Hablar de una universalidad o no, es hablar de que grado
encontramos en las ciencias que hay en su interior y, viendo que
cada región puede tener su ética, que cada región puede tener su
forma de entender la medicina y que, cada cultura es por sí misma
respetable, podemos decir que la bioética, que en cierta forma es
la suma de todos esos elementos, también va a tener raíces
particulares en cada pueblo o región, y cada bioética regional o de
cada pueblo tendrá su propio rasgo, o no; pero será la que surja de
ese pueblo y no de la imposición de una bioética que venga ya
predigerida y ya totalmente elaborada, será la idea de ese pueblo.

Desde ellas y en el diálogo fraterno y enriquecedor es que, van a


surgir a través de las coincidencias y salvando las diferencias, una
bioética verdaderamente universal, sino, si se impone una bioética
sobre las demás, cualesquiera que ésta fuere, lo único que
lograríamos es obligar y, por lo tanto, la esencia de la bioética que
es la de proteger y liberar al hombre estaría desvirtuada,
transformándose en una nueva forma de imperialismo,
sumándose a los ya conocidos imperialismos culturales y
económicos.
Bibliografía

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