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Cada vez que escribo una entrada en este blog mis compañeros de estudio se burlan un poco.

Dicen que sufro de incontinencia, que no manejo adecuadamente los códigos de un blog, que
me extiendo demasiado. ¡Si ya lo decía mi magnífico profesor de Literatura en el colegio! “¿Los
haces a peso?”, recuerdo que anotó un día —seguramente abrumado— en uno de mis muchos
trabajos de comentario de texto.

Supongo que tienen razón. Mis compañeros, quiero decir. En la era de Twitter hay que ceñirse
a los 140 caracteres de rigor. En Twitter, porque no hay otro remedio; y en casi todo lo demás,
porque el personal no está dispuesto a ir más allá. Se cansa. Se dispersa.

Pues, miren, no: no estoy de acuerdo, no me gusta, no me interesa. Me parece imprescindible


iniciar un activismo feroz en contra de Twitter y de los valores que esta red ¿social? representa.
No es verdad —necesariamente— que lo bueno, si breve, sea dos veces bueno. No, al menos,
para la construcción de una sociedad verdaderamente abierta y dialogante. En Twitter no se
habla. En Twitter no se escucha. En Twitter se trata de hacer carambolas y de batir récords de
seguimiento. Pura vanidad. ¿Quizá como este blog?

Viene esto a cuenta de una iniciativa llamada The Atavist (www.atavis.net), una idea surgida de
dos periodistas, Evan Ratliff, colaborador habitual de la revista ‘Wired’, y Nicholas Thompson,
ex editor de esa misma publicación y de ‘The New Yorker’, cansados ambos de escuchar que
internet es el reino de lo breve y superficial. The Atavist es una plataforma digital que explora
nuevas maneras de presentar contenidos de no ficción y gran formato. Aprovechando al
máximo, eso sí, toda la potencialidad narrativa y multiformato que ofrece internet.

Todo comenzó de una manera singular en 2009. Ratliff se ‘desconectó’ del todo e hizo como
que desaparecía, mientras ‘Wired’ ofrecía una recompensa de 5.000 dólares a quien pudiera
encontrarlo. Fue un pelotazo. Desde su puesta de largo, a final de enero, The Atavist ha
publicado tres historias largas creadas específicamente para el iPad y otras tabletas como
Kindle y Nook. Entre ellas, ‘Lifted’, ¡de 13.000 palabras! La narración no comienza a la manera
tradicional sino con un vídeo que te mete de lleno en la trama. Periodística. Real. Llevan ya
40.000 descargas de su aplicación, a 2,99 dólares cada una.

Lo mejor del caso es que hace un tiempo, en una mesa redonda de postín, se me ocurrió decir
que eso de que el papel es para el análisis e internet para la digestión rápida de titulares era una
convención sin fundamento, seguramente esgrimida por los ‘papeleros’ para defender su
negociado. Claro, se me echaron encima. Pero, ¿cómo no va a servir internet para el análisis y
la profundidad si, precisamente, no tiene límite? En internet uno puede acabar escribiendo
todo lo largo que quiera. Como yo aquí, a pesar de los consejos de mis colegas.

Internet puede aportar profunidad como el papel seguir dando noticias, ¿por qué no? Ese es su
reto si quiere seguir contando.

La clave, sin embargo, no está sólo en la extensión sino en la linealidad. El problema de


internet es que abre tantas puertas que uno no sabe bien cuál escoger. Y esa sensación es muy
mala porque paraliza. De ahí que The New York Times haya decidido apostar por la linealidad
en sus gráficos y vídeos multimedia. Menos interactividad y más conocimiento.

A estas alturas, ¿qué tiene esto que ver con Twitter? No sé, pero tenía muchas ganas de
meterme con esta plataforma reduccionista y deshunanizadora, y reivindicar de paso el texto
largo como factor de raigambre, de cohesión, detolerancia. De aprendizaje paciente. La novela
del diecinueve (pongamos Stendhal o Clarín), el perfil de Sinatra que traza magistralmente Gay
Talese, una crónica o las entrevistas dominicales de Juan Cruz en ‘El País’, cualquier ‘A punta
seca’ de Fernando Pérez Ollo…

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Tags: El País, Evan Ratliff, Gay Talese, iPad, Juan Cruz, Nicholas Thompson, The Atavist, The
New York Times, The New Yorker, Twitter, Wired
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FOTOGRAFÍA ANTI TWITTER

3 Responses a “Elogio del texto largo”


1. Trapi says:
7 Abril 2011 en 9:57

Javier, gracias por este texto. No puedo estar más de acuerdo. El gusto de leer, de escribir, un
texto que no tenga que ceñirse a los malditos 140 caracteres no tiene precio. La lectura, la
escritura, la cultura en realidad, es mucho más que esta moda de las redes sociales.

Un cordial saludo

Reply

2. Amaya says:
7 Abril 2011 en 12:37

Hay una cosa con la que no estoy de acuerdo. Es cierto que Internet permite extenderse en los
textos todo lo que uno quiera, pero no hay ojos que aguanten estar pegados a la pantalla
durante más de un tiempo relativamente corto. Los e-books, con su tinta electrónica, están
superando ese impedimento, pero hasta que los ordenadores, tabletas y smartphones no
eliminen ese incómodo brillo de la pantalla, los periódicos, blogs y artículos varios deberán
seguir siendo cortos, o si no, no se leerán.

Reply

3. pulmón says:
28 Abril 2011 en 10:46

antes apuntaba las ideas en papelitos que iba perdiendo, ahora los anoto en el twitter de los
*******, no por afán de compartirlos (nada más lejos: es tan simple como desactivar todas las
opciones y blindarnos al exterior, nada querría menos que se supiera lo que pienso realmente
de) sino por el afán de no perderlos, de guardarlos siempre. twitter como una diminuta libreta
sólo para mí

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