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El lunes 7 de mayo de 1781 salió de Santa Fe, comenzando un viaje que a través
de Cartagena y Panamá lo llevaría hasta Lima, a donde ocuparía del cargo de
fiscal de la Real Audiencia, y después el de oidor, don Francisco Antonio
Moreno y Escandón. No había cumplido aún los cuarenta y cinco años, pero su
carrera burocrática, a lo largo de la cual había ocupado casi todo cargo abierto
al talento de los criollos, no podía ya ofrecerle muchas perspectivas en la Nueva
Granada. Un retrato más o menos convencional, que se encuentra en la
Biblioteca Nacional, y obra de Joaquín Gutiérrez, nos da alguna idea de la
figura que debía tener entonces: un rostro severo y poco atractivo, con labios
delgados y apretados, que escondían la ausencia total de dientes. 1
Así pues, el mismo día en que Moreno abandonaba la capital virreinal, las
tropas reales recibían su humillante derrota de Puente Real. Moreno no huía:
desde hacía más de un año se le había nombrado fiscal de lo civil en la
Audiencia de Lima, pero no deja de ser irónico que escapara a la furia popular
con tan precisa casualidad.5 Gutiérrez de Piñeres, por su lado, tuvo que seguir
2
El texto completo del poema se encuentra en Pablo E. Cárdenas Acosta. El movimiento comunal
de 1781, vol. I. pp. 121 y ss. (Bogotá, 1960).
3
John L. Phelan, El pueblo y el rey, pp.91-93 (Bogotá, 1980).
4
Archivo General de Indias. (Sevilla), “Informe de la Audiencia”. 31 de Julio de 1781, Audiencia
de Santa Fe, leg. 660 y 662
5
José Manuel Marroquín está en desacuerdo con la afirmación, que atribuye a Manuel Ancízar,
de que Moreno, después de contribuir a excitar el descontento que dio origen a los comuneros,
se fue dejando en apuros al gobierno. La afirmación no aparece en la Peregrinación de Alpha; por
otro lado, Marroquín parece ignorar lo hecho por Moreno con los resguardos: supone que si
la misma ruta de Moreno apenas cinco días después, cuando las autoridades se
enteraron del desastre de Puente Real y consideraron conveniente que el
visitador se retirara –o huyera- a Cartagena. Los dos funcionarios compartían
así un destino similar, objeto de los odios de los comuneros. Lo curioso es que
Gutiérrez de Piñeres y Moreno y Escandón habían adoptado una posición
totalmente diferente, y se habían enfrentado con bastante vigor durante los dos
últimos años, con relación al punto que motivaba el rechazo comunero al fiscal:
la disolución de los resguardos. Pero este equívoco no es extraño, si se piensa
que una ambigüedad mayor marcaba el mismo movimiento popular, en el que
marchaban juntos los blancos y mestizos, beneficiarios de las medidas de
Moreno, y los indígenas que habían perdido sus tierras en desarrollo de las
políticas del fiscal.
La carrera de Moreno había sido excepcional. Durante la era colonial los cargos
de oidor o fiscal, que eran los más elevados en la jerarquía después de los
virreyes, recayeron usualmente en nativos de España. A veces abogados criollos
especialmente brillantes lograban un puesto de oidor en una plaza distinta a la
de su origen; en muy contados casos lograban un nombramiento en su propia
tierra. En todo el siglo XVIII, el único oidor de la Audiencia de Santa Fe nacido
en su distrito fue don Joaquín Mosquera y Figueroa, nombrado en 1787; los
únicos fiscales fueron Manuel Antonio Zapata, designado en 1708; Moreno y
produjo algún descontento, fue probablemente por haber dictado providencias que mejoraran
la administración tributaria en 1774. Marroquín, op. cit, 267
6
“Relación de méritos y servicios del doctor Francisco Antonio Moreno y Escandón”, en
Archivo Nacional de Colombia, Virreyes, vol. VIII, fols 824 y ss. Sobre los gastos excesivos, ver
carta de Manuel Antonio Flórez el virrey Jáuregui del Perú, 25 de agosto de 1780, en Boletín de
Historia y Antigüedades, vol. XXVI (Bogotá, 1936). P. 339
7
Marroquín, op. cit., 271: un corresponsal de la época hizo la sugerencia acerca de cómo se
“melancolizó” Moreno al no recibir el cargo al que aspiraba. Pero es extraño que hubiera tenido
una gestión tan opaca en Lima y Santiago, después de su virtuoso despliegue de activismo y
eficiencia en sus cargos bogotanos. (N. 2007)
8
ANC, Virreyes, VIII, “Doña María Teresa Isabella...solicita se le asista...”, fols. 809 y ss.
Escandón, quien ocupó este cargo a partir de 1776, y Francisco Berrío y
Guzmán, nombrado en 17989
II
Don Francisco Antonio había nacido en Mariquita en 1736, hijo de una criolla y
de un español –don Miguel- que había ocupado cargos menores –“importantes
destinos”, dice don José Manuel Marroquín- en la burocracia colonial: alcalde
ordinario de Mariquita y Teniente de Gobernador en Nóvita (Chocó); luego
desempeñó, en 1769, la notaría del Tribunal de la Inquisición en Cartagena. 10
Además de sus afanes de empleado público, intentó don Miguel Moreno hacer
fortuna en actividades mineras, con el resultado habitual: algunos socios lo
sedujeron con minas maravillosas, aprovechando “que no podía moverme… a
fin de empeñarme a que metiese la cabeza y despachase esclavos”. Metió la
cabeza y envió los primeros esclavos, pero todo acabó en un fiasco, allá por
1752. En 1773 andaba mal de la cabeza, y el virrey ordenó a don Francisco
Antonio que mantuviera encerrado a su padre. 11 Don Miguel Moreno Moreno
murió en 1777.
9
José María Restrepo Sáenz, Biografía de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia (1671 a
1819), (Bogotá, 1952), passim.
10
No existe una buena biografía de Moreno. José Manuel Marroquín, descendiente directo del
fiscal, publicó una breve reseña de su vida, llena de sentimientos filiales, en El Mosaico (Bogotá,
1865). Fue reproducida en el Papel Periódico Ilustrado en 1885, y de allí la citamos, en el Boletín de
Historia y Antigüedades, vol. XXIII (1936), 529-546 y recientemente, en el volumen que recoge los
Estudios Históricos, de Marroquín (Bogotá, 1983). José Manuel Marroquín Osorio, Pbro., hizo una
oración conmemorativa, perfectamente olvidable, en 1935; se encuentra publicada en el Boletín
de Historia y Antigüedades, XXIII, 720 ss. Restrepo Sáenz (op.cit., 464) no completó la biografía
sobre Moreno y Escandón; según lo que alcanzó a hacer, no es muy lamentable la pérdida. La
documentación en Sevilla y Bogotá sobre las actividades del fiscal es muy abundante; es
probable que algo similar ocurra en Lima y Santiago. Don Miguel tuvo otros hijos: don
Francisco Javier fue otro burócrata con una carrera notable: después de ser oidor en Manila, a
donde viajó desde España en 1785, ocupó, como su hermano, un cargo de oidor en Lima (1794-
1821) probablemente el único caso de dos hermanos que se sucedieron en este cargo, y ambos
neogranadinos. Cuando San Martín llegó en 1821 y disolvió la Real Audiencia lo nombró en la
Alta Corte de Justicia, como si fuera patriota y estuvo en este cargo hasta 1825, cuando lo
hicieron retirar por godo. Ver Guillermo Lohmann Villegas, Los ministros de la audiencia de Lima
en el reinado de los Borbones (1700-1831), Lima, CSIC, 1974. Otro hermano era Miguel, quien en
1770 se fue a vivir al Chocó, administró grandes minas, tuvo serios conflictos con el gobernador
en 1809 y presidió la Junta de Nóvita en septiembre de 1810.
11
AHN, Virreyes, VIII, 839, ArchivGeneral de Indias, Audiencia de Santa Fe, fol. 734
un año después Procurador y en 1761 Alcalde Ordinario de Santa Fe. 12 En
segundo lugar a los virreyes: ya en 1759 Solís envió a España una elogiosa
relación de los méritos del joven abogado; en 1762 el nuevo mandatario, Messía
de la Cerda, reiteraba sus capacidades e informaba que, en vista de las
limitaciones de salud del fiscal José de Peñalver, lo había nombrado abogado
fiscal de la Audiencia. Además a los poderes eclesiásticos: el arzobispo don
Pedro Felipe de Azúa escribió al rey en 1762 contando que usaba los servicios
de Moreno como asesor jurídico para las causas más serias que tocaban a la
curia.13
12
J.A. Vargas Jurado. “Tiempos Coloniales” en La Patria Boba (Bogotá, 1902, p. 50
13
“Relación de méritos...”, loc. Cit., Archivo General de Indias, Audiencia de Santa Fe, p. 734
14
AHN, Virreyes, III.830
15
AHN, Colegios, III, fols. 845-852
16
Marroquín, op. cit. 267
17
Archivo General de Indias, Audiencia de Santa Fe, 676
de Peralta escribió a España quejándose de que al virrey Messía de la Cerda lo
manejaban el asesor Manuel Romero y el protector de indios.18
III
En 1767 la corona española decidió, por razones que no es del caso discutir, la
expulsión de los jesuitas de todos sus dominios. El virrey Messía de la Cerda
nombró a Moreno como uno de los ejecutores principales de esta orden y según
Groot le encargó la redacción de las instrucciones enviadas a todas las
autoridades para el cumplimiento de la orden real; como era necesario guardar
el mayor secreto, Moreno las escribió de su puño y letra. Finalmente, el 31 de
julio en la noche, junto con el oidor. Antonio Verástegui, fue personalmente a
comunicar la orden a los jesuitas, en el colegio máximo del cual había sido
alumno. 19
Ya para entonces las actuaciones de Moreno en relación con los estudios habían
provocado la hostilidad de los dominicos: en 1767 éstos lo acusaron de
mantener al Colegio Seminario de San Bartolomé en manos de los “hijos de los
jesuitas”, al no favorecer el intento de la Orden de Predicadores de que se les
adjudicasen los bienes y las cátedras que habían sido de los ignacianos. Moreno
conceptuó a favor del nombramiento de graduados de San Bartolomé, siempre
que prestasen el “juramento de no profesar, pública ni privadamente la doctrina
de los jesuitas”, lo que sirvió para impedir el acceso de los dominicos –y en
buena parte de los graduados del Rosario- a San Bartolomé. 22 Cuando en 1767 el
dominico Antonio Paniagua se candidatizó para rector de San Bartolomé,
Moreno evitó su nombramiento, y provocó con ello una violenta andanada de
los representantes de la Orden de Predicadores, que lo acusaron de ser el “más
propuesta de Moreno y Escandón se encuentra en Fray José Abel Salazar. Los estudios
eclesiásticos superiores en el Nuevo Reino de Granada (Madrid, 1946); Agueda María Rodríguez
Cruz, O.P., Historia de la Universidad Hispanoamericana, período hispánico (Bogotá, 1977); Vicente
Beltrán de Heredia, O.P., “Universidades dominicanas de la América Española: Universidad de
Santa Fe de Bogotá”, en Ciencia tomista, XXVIII, 337-363; XXIX, pp. 59-85 (Salamanca, 1923 y
1924); para este último era Moreno “hombre culto, pero audaz y descomedido cuando trataba
de impugnar la enseñanza clásica, como buen admirador de las ideas progresistas que entonces
comenzaban a defenderse, y partidario acérrimo de la secularización de la enseñanza”. También
Groot considera a Moreno influido por las ideas ilustradas: “fue el primero a quien sorprendió
ese enemigo/el filosofismo/ revestido de tan bellas formas para engañar las inteligencias
distinguidas “ y afirma que hizo suyas las ideas de Campomanes. Groot, op. cit., II, 124.
21
“Proyecto del fiscal...” pp.486 y .ss.
22
Groot, op.cit II, 124 y ss. “Compendio de lo actuado...”. pp. 344-346.
empeñado sustentante de las ideas jesuitas”, así como antes del extrañamiento
había sido su defensor en “cuantas causas tenían”. Moreno, prevalido de que
Messía, “hechizado del Protector de Indios, ciegamente sigue sus dictámenes”,
habría logrado el cargo de regente de estudios del colegio seminario, “pese a ser
casado y lleno de hijos”, sin sujetarse a la abjuración que del jesuitismo imponía
a los demás, y en este cargo favorecía a los jesuitas y suaristas; entre éstos
estaba su cuñado, el presbítero Isabella, a quien había nombrado examinador. 23
23
Carlos Cortés Vargas, “Moreno y Escandón y el rectorado de San Bartolomé”, Boletín de
Historia y Antigüedades, XVIII, pp. 200-215 (Bogotá, 1930).
24
Archivo Nacional de Colombia, Colegios. II, 755; “Compendio de lo actuado...” Un buen
análisis de la significación de estos incidentes se encuentra en Renán José Silva, La reforma de
estudios en el Nuevo Reino de Granada, Universidad Pedagógica Nacional, mimeo (Bogotá, octubre
de 1981), mucho más agudo que los historiadores citados en la nota 19. Cfr. P. 35. También trata
el tema Juan Manuel Pacheco, La ilustración en el Nuevo Reino (Caracas, s.f.), p. 117
En España, sin embargo, el proyecto no avanzaba. Mientras tanto el doctor
Moreno continuó tratando de imponer sus ideas de reforma de la educación,
cada vez más claras. En 1773 logró que el colegio de San Bartolomé adoptara,
para la enseñanza de filosofía, el texto de matemáticas y lógica de Christian
Wolf. Y en diciembre de este año una actuación de José Celestino Mutis, le dio
la oportunidad de intervenir la enseñanza superior de Santa Fe. En efecto, el
sabio español dio entonces su famosa lección en la cual aprobó por primera vez
en forma pública en la Nueva Granada el sistema copernicano. Los dominicos
respondieron invitando a un acto académico en el cual mostrarían que este
sistema era herético y contrario a las Sagradas Escrituras. Mutis, furioso, se
quejó al virrey; los dominicos se retractaron e incluso ofrecieron, que si así
placía al virrey, defenderían la virtud del copernicanismo. Mutis no quedó
satisfecho, y señaló que lo que querían los miembros de la Orden de los
Predicadores era obstaculizar toda enseñanza nueva y mantener los privilegios
de docentes “incapaces, con detrimento de las ciencias”; lo urgente era elaborar
un nuevo “método de estudios” que permitiera la enseñanza de “lo útil y
provechoso”.26
25
Compendio de lo actuado....”, pp. 331-371; Silva, op. cit, 30 y ss. En el Papel Periódico de Santa
Fe, Nro. 246, se describe la apertura y el salón donde funcionó, en el lugar que hoy ocupa el
Palacio de San Carlos, “tiene veinte pasos regulares de largo y siete de ancho, con tres ventanas
grandes con sus vidrieras, su puerta de madera y cerradura, circunvalada de estantes de
madera pintados de azul y perfilados de oro, con un cuadro de San Ignacio sobre la puerta de la
entrada y en discurso de esta pieza dos mesas grandes aforradas de vaqueta, con bancos de
sentar, una sita de sentar ordinaria, con atril largo de madera, una escalera, cuatro globos bien
maltratados y dos instrumentos de bronce del Arte de Geografía”. Un rasgo que muestra el
estado de las relaciones con el arzobispo y la arrogancia y suficiencia que podía desplegar
Moreno en esta época es que en la Junta llamaba al arzobispo “Camacho”, “ante el asombro de
todos los presentes”. Cfr. Silva, op.cit., 104. El “plan que manifiesta los objetos útiles a que...
pueden aplicarse las cosas que fueron de los seculares expatriados...”, se encuentra en la
Biblioteca Nacional. Libros raros y curiosos, Nro. 352
26
Silva, La reforma, pp.43 y ss.; John E. Lanning. “El sistema de Copérnico en Bogotá”, en
Revista de Historia de América , VIII, 279-306 (México, 1944); Guillermo Hernández de Alba,
Aspectos de la cultura en Colombia (Bogotá, 1947), pp. 115 y ss. En realidad, varios profesores
habían discutido a Copérnico antes y el mismo Mutis lo había presentado en su cátedra de
física, al menos desde 1763, pero como “hipótesis”. Ver Jorge Orlando Melo "Notas sobre
algunos textos filosóficos de la Colonia", en Ideas y Valores, No 12 (Bogotá, 1962): el jesuita
Mateo Mimbela ya lo había refutado en 1693 y un tratado de física de los jesuitas en 1755
todavía lo rechaza. Es posible que alguno de los profesores agustinos lo hubiera aceptado antes
de Mutis, pero no hay un registro claro al respecto.
de autores “modernos”, la enseñanza de matemáticas y física, el “estudio de la
política y todo lo concerniente al gobierno interior del Estado”, en fin, una
formación “útil al Estado” y conveniente al público”27.
27
El “Método” fue publicado por Hernández de Alba en el BHA, XXIII, y ha sido reproducido
en varias ocasiones; cito de la Compilación de normas sobre la educación superior, ICFES, mimeo.
(Bogotá, 1974), vol. I, 97-118. Para un análisis muy valioso del plan y sus relaciones con otros
aspectos de la cultura y el poder en la época, ver de Renán Silva, a más del trabajo ya citado. Los
estudios generales en el Nuevo Reino de Granada, 1600-1767, Universidad Pedagógica Nacional,
mimeo (Bogotá, 1983). En “Mutis y la cultura colonial”, Ciencia, Tecnología y desarrollo, vol. V, p.
490 (Bogotá, 1961), afirma Silva que Mutis “estuvo...presente en la redacción del plan de
estudios de 1774”. Esto es probable, pero no conozco pruebas al respecto. Lo que si está claro es
que Moreno conoció, para la elaboración del “Método”, aunque no para preparar su propuesta
de universidad pública, los proyectos de reforma universitaria españoles, en especial el de
Pablo de Olavide, presentado en 1768 y aprobado en agosto de 1769, aplicado en la Universidad
de Sevilla, y el que se adoptó en 1771 para la Universidad de Salamanca, con base en una
propuesta de Gregorio Mayans y modificado por el fiscal real, Pedro Rodríguez de
Campomanes: Moreno cita explícitamente los conceptos fiscales relativos a este plan. Aun
cuando es difícil precisar el papel de Mutis, los apartes sobre matemáticas se inspiran
claramente en sus lecciones, y todavía a comienzos del siglo XIX consideraba el método como
un ensayo que no debía haberse interrumpido. Cfr. Gregorio Hernández de Alba (ed.), Archivo
epistolar del sabio naturalista José Celestino Mutis (Bogotá, 1968), II, 192. Por otra parte, en 1784
Mutis se dirige a Moreno como a alguien que le ha dado su apoyo; “He distraído la atención de
vuesa merced por haber sido testigo de mis continuadas tareas, y como tan favorecedor mío se
complacerá en mis gustos y satisfacciones...”, carta a Moreno, 17 de febrero de 1784, ibid. I, 167.
No pude obtener los textos de los planes españoles para confrontarlos con los de Moreno; la
escasa información de esta nota proviene de Gonzalo Anes, El antiguo régimen: Los borbones
(Madrid, 1975), Richard Heer. An historical essay on modern Spain (Berkeley, 1971), y de un
trabajo, de próxima publicación, de Emilio Quevedo, sobre la contribución de Mutis a la
enseñanza de la medicina en la Nueva Granada
28
Esto lo cita Groot, op. cit. II, 204, para refutar la idea de Plaza de que el plan nunca se puso en
práctica, en lo que tiene razón. Sin embargo, no habla de su suspensión en 1779, y parece creer
en su vigencia indefinida.
enviaran nuevos informes detallados sobre los bienes de los jesuitas. Además,
se pedía que se analizaran los resultados del plan vigente, y se creaba una Junta
de Estudios, compuesta por los rectores de los colegios y de la universidad, por
el virrey, el obispo, un oidor, el decano del tribunal de cuentas y los dos fiscales.
Una junta que por su composición diluía todo el poder de Moreno y Escandón,
incluso si contaba con una mayoría de civiles, lo que ya para 1778 o 1779 no era
el caso: aunque el virrey Manuel Antonio Flórez seguía prestando incondicional
respaldo al activo criollo, la Audiencia había cambiado de composición y sobre
todo el visitador Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres quería reducir el poder del
fiscal.
Pese a los cambios en el plan, algunos de los efectos de los esfuerzos de Moreno
se mantuvieron. En efecto, uno de los resultados de todo este proceso fue
mantener la enseñanza bajo un fuerte control del Estado: la universidad, en la
práctica, se convirtió en una especie de cascarón vacío. Como se decía el virrey
Caballero y Góngora en 1788, “con excepción del derecho de colar los grados y
manejar las rentas, no se les han dejado otras facultades a los padres y esto con
dependencia del gobierno y obligándoseles a dar cuenta al director de estudios,
que lo es el fiscal de lo civil”30. Por otra parte, aunque en los colegios se volvió
aparentemente a la enseñanza escolástica y al uso del texto del padre Goudin,
los profesores utilizaron toda clase de subterfugios para enseñar los nuevos
29
Todo lo anterior se base en Archivo Nacional de Colombia, Colegios, II, fols. 710-796: ver
especialmente 742-753; la parte del nuevo plan está transcrita en el “Compendio de lo
actuado...”, citado antes.
30
Eduardo Posada y Pedro Mejía Ibáñez (ed.), Relaciones de mando (Bogotá, 1910), p. 251.
contenidos. En Popayán, José Félix de Restrepo, según Caldas, hizo del curso de
lógica un curso de física; el profesor Santiago Vallecilla y otros profesores del
Rosario, en 1791, se negaban a enseñar “ni una sola cláusula de Goudin, y en
lugar de la filosofía estaban explicando en su clase la geometría de Wolf”; 31 el
mismo año veinticinco estudiantes de San Bartolomé escribieron que la decisión
de la Junta fue “poco conforme al espíritu el siglo, al gusto del público y a las
bellas ideas que nos inspiraron en las primeras clases... Estamos dispuestos a no
dar entrada a esa filosofía delirante, que corrompe el entendimiento y el
corazón, destruye la elocuencia y convierte los hombres en fanáticos idólatras
de la opinión”. Los estudiantes no sólo esgrimieron argumentos, sino que
adujeron conductas patéticas: según ellos, al conocerse la decisión de la Junta
pensaron “muchos huirse a Popayán, donde va a florecer la buena filosofía”, y
optaron al fin por devolverse a las aulas de latinidad, en espera de mejores
tiempos. Ahora, ofrecían renunciar al pan para con ello pagar un profesor –
propusieron a Frutos Joaquín Gutiérrez- anteponiendo “al alimento corporal el
dulce pasto del espíritu”. Relatan además que en el Rosario los estudiantes
planearon una quema pública de Goudin, y ahora sólo se escuchan burlas,
motes y dichos picantes contra los efectos del peripato, y afirman estar
“resueltos a la ignominia antes que abrazar el peripato”. Renán Silva ha
estudiado varios incidentes más que muestran el desarrollo de este conflicto en
las últimas décadas del siglo: notables son la asonada contra el rector del
Rosario en 1796 por haber pretendido sujetar los alumnos “a las órdenes
superiores y doctrina del Angélico doctor Santo Tomás” y el caso de Juan
Francisco Vásquez Gallo, destituido de su cátedra en 1795 por defender
nuevamente el sistema copernicano. La sátira del padre Duquesne contra la
escolástica es otro signo de este ambiente 32.
En todo caso, la actuación de Moreno no fue tan inocua como podría pensarse
de su derrota burocrática a finales de la década. Inspirado por un fuerte
regalismo, que lo llevó a actuar con firmeza contra sus maestros jesuitas y luego
a enfrentar la totalidad de las órdenes religiosas, realizó una actividad que
31
Pacheco, op.cit., 113
32
El texto de la protesta de los estudiantes, publicado por Renán Silva, en Revista Colombiana de
Educación, 11, pp. 133 y ss. Bogotá, 1983. Los demás casos en Silva, Los estudios, pp.100 y ss. La
sátira de Duquesne puede verse en Revista colombiana de pedagogía, 9 (Bogotá,1982)
33
Cito según Groot, op. cit. II 304
debilitó los poderes de los sectores opuestos al nuevo espíritu científico. El
cambio de mentalidad que tuvo lugar en la década del 70 encontró nuevos
estímulos en la Expedición Botánica, las tertulias finiseculares y la prensa
naciente e incluso en las universidades, pese al freno de 1779.
IV
Las páginas anteriores hacen énfasis en la incansable actividad de Moreno en el
terreno cultural. No menos sistemáticos fueron sus trabajos en otras áreas de la
administración colonial. Ya se vio cómo Messía de la Cerda lo nombró juez
conservador de las rentas de tabaco y aguardiente. Sus tareas como fiscal
protector hicieron que en 1768, tras una visita a Zipaquirá que se la había
encomendado desde 1767, se quejara de la forma como se manejaban las salinas
de Zipaquirá, cuyos beneficios originalmente habían estado reservados a los
indígenas, pero para entonces correspondían en forma principal a los vecinos
libres del pueblo. A raíz de su queja se le encargó que propusiera remedios, y
en un extenso informe, a más de describir con especial detalle la operación de
las salinas, sugirió un procedimiento por el cual, manteniendo la salina de
Zipaquirá abierta a todos los vecinos, se fijaba un sistema de turnos que
generaba una nueva renta fiscal, aparentemente sin disminuir los ingresos de
los indios, que continuaban percibiendo algunos derechos menores y además
conservaban como propias las salinas de Nemocón y Tausa. Todo lo indicado
por el protector fue aprobado, y él mismo hizo las prolijas instrucciones para la
administración y manejo de las salinas. Según Alberto Corradine, Moreno
habría ordenado la división de Zipaquirá en dos barrios distintos, uno para
indios y otro para los vecinos, pero esto contradice la evidencia disponible 34.
34
Archivo Nacional de Colombia, visitas de Cundinamarca, tomo II; Archivo General de Indias,
Audiencia de Santa Fe, 595, fols. 370 y ss. Moreno hizo un “dictamen” sobre las salinas, que ha
sido publicado por Luis Orjuela. Minuta histórica zipaquireña (Bogotá, 1909), pp. 522-538; Orjuela
En estos mismos años presentó un informe sobre la situación de los pobres y
vagabundos de Santa Fe, como fundamento para proponer la creación de un
hospicio y casa “para recogimiento de mujeres y recibo de niños expósitos y su
crianza”; aprobado el plan elaboró la “instrucción, estatuto y ordenanzas” que
habían de regir estas instituciones. Para financiarlas, entre otros arbitrios,
propuso que se utilizaran las salinas de piedra –hasta entonces la explotación
casi única de las salinas de Zipaquirá se basaba en el uso de las fuentes de agua
salada- para constituir rentas en beneficio de los hospicios, y así se hizo en
177235.
reproduce también la “Instrucción...” elaborada por el protector, la cual fue puesta en vigencia
por el virrey el 14 de junio de 1768, y confirmada por Cédula Real de septiembre de 1769. la
opinión de Corradine está en Anuario colombiano de historia social y de la cultura, Nro. 4 (Bogotá,
1969), p. 11. Según este autor, la división habría tenido lugar en 1768. Pero este mismo año el
señor Moreno al conceptuar sobre la solicitud del corregidor de Sogamoso de que se vendieran
solares en propiedad a los vecinos, adujo “los deplorables sensibles estragos que ha ocasionado
la cita división de Zipaquirá”, lo que muestra que ésta es muy anterior a la visita del protector.
Cfr. Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada, p.132. Basilio Vicente de
Oviedo, que escribía en 1761, dice al hablar de Zipaquirá que “tendrá 80 indios por todo y más
de 800 blancos divididos en la situación del pueblo”. Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de
Granada (Bogotá, 1930), p. 287.
35
Archivo General de Indias, Audiencia de Santa Fé, 772; existe otra copia de los estatutos,
aprobados en 1777 por la Corona, en AGN, Policía, T 5. ; Francisco A. Moreno y Escandón,
“Estado del virreynato de Santa Fe, Nuevo Reino de Granada, y relación de su gobierno y
mando del excelentísimo señor Bailío Frey don Pedro Messía de la Cerda...”, BHA, XXIII, p. 556
señor por D.D. Francisco Antonio Moreno y Escandón”, y en el cual se incluían
varios cuadros estadísticos, e los que aparece el primer intento de presentación
de la población total del Virreinato. No parece tampoco que con anterioridad a
ese mapa se hubiese elaborado en la Nueva Granada otro que incluyese la
totalidad del Nuevo Reino.36
Por otro lado, durante estos años ocupó en varias ocasiones las fiscalías de la
Audiencia. Inicialmente fue encargado de la fiscalía civil a partir de marzo de
1770; en 1773 estaba también encargado de ella, así como en 1775. En 1776
recibió, ya nombrado, la fiscalía del crimen, pero continuó ocupando también la
de lo civil; parece que esta situación se mantuvo hasta 1778, por lo menos; en
1781 desempeñaba únicamente la fiscalía de lo civil, a la que, según la “Relación
de Méritos...”, había optado.37
Así pues, hubo momentos en los que Moreno fue simultáneamente Protector de
Indios, Fiscal del Crimen, Fiscal de lo Civil, Juez Conservador de Aguardientes,
Tabacos y Salinas, Juez Conservador de Hospicios, Regente de Estudios y Fiscal
de la Junta de Aplicaciones, cargos que parece haber desempeñado con bastante
eficiencia. Los expedientes que han quedado en los archivos dan testimonio de
una capacidad de trabajo sorprendente, y son muchos los documentos con sus
conceptos que seguramente no han salido aún a la luz; muchos también los que
han desaparecido de los archivos Según la tradición familiar “dictaba
simultáneamente a tres amanuenses. Y hacía esto sin dejar de atender la partida
de ropilla que algunos amigos solían entablar en la pieza de su estudio, ni de
dar su parecer acerca de las jugadas”.38
36
El “Estado...” fue publicado por primera vez en la Colección de documentos inéditos relativos al
descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, 42 vols.
(Madrid, 11864-1884), vol. XXX; fue reproducido en los Anales de la Universidad Nacional
(Bogotá, 1870), Nro. 4 y en el Boletín de Historia y Antigüedades, XXIII (1938), pp. 547-616. Las
versiones son muy descuidadas y parecen provenir de manuscritos diferentes; una copia figura
en el catálogo del British Museum, add. 13987. El plano o mapa, en una excelente copia pues el
original se quemó el 9 de abril de 1948, está en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi; una
versión de los cuadros estadísticos se encuentra en el British Museum, add.13987; recientemente
fueron publicados en Historia y espacio, Nro. 8 (Cali, 1983), con base en la copia del Codazzi. La
descripción de Santa Marta está en Archivo Nacional de Colombia, Historia civil, tomo XV, fols,
383-404; el “Estado general de las ciudades y pueblos del Cauca en 1771” acaba de ser publicado
en Victor Manuel Patiño (ed.), Relaciones geográficas de la Nueva Granada (siglos XVI a XIX),
suplemento 4ª, Cespedesia (Cali, 1983), pp. 405-425; la “Noticia de Cartagena” en Anuario
colombiano de historia social y de la cultura, Nro. 6-7 (Bogotá, 1971-1972).
37
La secuencia de sus cargos no es del todo clara. La relación de méritos dice que en agosto del
78, habiendo llegado el sujeto electo para la fiscalía criminal, Moreno optó a la civil. En ese
momento hacía la visita, y se produjeron varios incidentes por las pretensiones de “el oidor más
moderno” (¿Vasco y Vargas, Catan?) de ejercerla. Sin embargo los documentos sobre sus
actuaciones en 1779 lo muestran siempre como “fiscal del crimen”; así ocurre por ejemplo en la
junta de estudios de octubre de 1779; en la del 21 de enero de 1780 aparece como “fiscal del
crimen, que despacha también lo civil por falta de propietario”, Archivo Nacional de Colombia,
Colegios II, 748.
38
Marroquín, op. cit. 272
La última de las actuaciones de Moreno que es necesario considerar es su papel
en la liquidación de los resguardos indígenas del oriente colombiano y su
actuación en la visita a esta región. Aunque existen bastantes estudios que
tratan parcialmente el tema, no existe un tratamiento global y detallado de la
visita y de sus consecuencias. La publicación de los documentos incluidos en
este volumen puede dar una base más orgánica para hacerlo. Por mi parte, me
limito a hacer algunas consideraciones generales para situarla y complementar
en alguna medida los estudios ya publicados.39
Como es bien sabido, durante el período colonial se hicieron visitas recurrentes
a las áreas de densa población indígena, con el objeto de enumerar los indios
tributarios, determinar las tasas con que debían contribuir a las corona y regular
las relaciones entre encomenderos, indígenas, doctrineros y corregidores. La
legislación relativa a esto es bastante detallada y reiterativa. Sin embargo, las
visitas no se hicieron con la frecuencia deseada por la corona, pues usualmente
debía hacerla uno de los oidores, y con frecuencia, alno encontrarse completo el
número de éstos, habría sido preciso frenar la rutina del tribunal; no debió dejar
de influir en ello la poca atracción de un viaje largo y difícil fuera de la capital.
En el área de Santa Fe y Tunja se hicieron visitas de la tierra en 1555, 1559-60,
1562-63, 1564, 1584, 1591, 1593-5, 1595-1600, 1617 y 1635, y luego se dejó la zona
en manos de los poderes locales por más de un siglo.
39
El primero en hacer un uso extenso de documentos originados en esta visita fue Orlando Fals-
Borda, en el Hombre y la tierra de Boyacá (Bogotá,1957); atribuyó la extinción de resguardos a la
“obra casi personal” de José María Campuzano. Magnus Moerner, “las comunidades indígenas
y la legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”, Anuario colombiano de historia
social y de la cultura, Nro. 1 (1963) y Jaime Jaramillo. “Mestizaje y diferenciación social en el
Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII”, ibid., Nro. 3 (1965) hicieron
nuevas contribuciones al tema. Germán Colmenares hizo el primer tratamiento global del
proceso de la visita de Moreno en “Antecedentes sociales de la historia de la tierra en
Colombia”, Revista UN, Nro. 4 (Bogotá, 1969), artículo incluido en La provincia de Tunja en el
Nuevo Reino de Granada (Bogotá mimeo, 1970) y, menos detallado, en la Historia Social y
económica de Colombia (Cali, 1973); Margarita González, en El resguardo en el Nuevo Reino de
Granada (Bogotá, 1970) dedicó un breve capítulo a la visita de Moreno y publicó completos el
informe de Moreno del 18 de noviembre de 1778 y las extensas glosas de Gutiérrez de Piñeres
del 3 de febrero de 1779. Jaramillo Uribe subrayó los aspectos demográficos del proceso en
“Cambios demográficos y aspectos de la política social española en el Nuevo Reino de Granada
durante la segunda mitad del siglo XVIII”, en La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos
(Bogotá, 1977) y yo mismo hice un balance de la cuestión en “¿Cuánta tierra necesita un indio?”,
Gaceta Colcultura, Nro. 12-13 (Bogotá, 1978), recogido en Jorge Orlando Melo, Sobre historia y
política (Bogotá, 1979)
La disminución de la población indígena no era nueva; en realidad, había sido
aún más brusca en las primeras décadas que siguieron a la conquista. Desde
entonces, la administración colonial había tomado la decisión de reunir varios
pueblos indígenas en uno solo, cuando aquellos comenzaban a resultar
demasiado reducidos para atender su administración o su cuidado religioso. En
1602-3 se trató de reducir los 83 pueblos de Santa Fe a 23 y los 125 de Tunja a 40.
Los traslados se hicieron en forma parcial, debido a la resistencia coincidente de
indios y encomenderos, y a los errores administrativos que acompañaron ese
esfuerzo. En 1635 no se habían efectuado muchos de los traslados ordenados, y
cuando la visita de 1755, todavía subsistían 75 pueblos de indios en Tunja y
Vélez y 57 en Santa Fe.40 Pero como se indicó, el problema no era la ya brusca
disminución del número de indios, sino su reemplazo simultáneo por una
población mestiza creciente, que carecía de tierras para su propio
mantenimiento y que no encontraba un lugar en el orden social y legal español.
Muchos de los mestizos, buena parte de ellos emparentados con los indios,
vivían entre éstos, y arrendaban porciones de los resguardos que éstos no
utilizaban. De este modo, el problema demográfico se enmarcaba dentro de un
problema de asignación y acceso a la tierra, que fue percibido por la
administración española en forma curiosa. Aunque la mayoría de las tierras
estaba en manos de un reducido número de españoles y criollos, y la parte
correspondiente a los resguardos era una mínima porción del área disponible,
siempre se vio que eran las familias indígenas, que en vez de 2 ó 3 hectáreas
contaban ahora con 5 o 6, las que tenían tierras sobrantes, mientras que los
propietarios criollos de centenares o miles de hectáreas aparentemente tenían lo
que justamente les correspondía. Por supuesto, tras esto estaba un elemento
legal, pues la tierra de los resguardos no estaba titulada en firme a los
indígenas, que disfrutaban de ella a voluntad de la corona. También se apoyaba
esto en una realidad económica: las propiedades de los criollos estaban
dedicadas más bien –aunque no exclusivamente- a la ganadería, mientras que
las tierras indígenas se dedicaban ante todo a cultivos de granos, verduras y
hortalizas, mucho más intensivos en mano de obra pero que requerían el uso de
menos tierra.
Así pues, hacia 1755 tuvo lugar una importante transferencia de tierras en la
región de Tunja, y algo menor en Santa Fe. Pero con los traslados aprobados,
apenas disminuyó en algo la presión sobre las tierras; el mestizaje continuaba,
en el contexto de una recuperación demográfica general, que fue elevando las
tasas de crecimiento global de la población a niveles cercanos al 1.5 anual. 43 En
los años posteriores se propusieron algunas extinciones nuevas. Un ejemplo
está en el caso de Ramiriquí, cuya disolución se propuso de nuevo en 1763. Las
autoridades coloniales rechazaron esta pretensión por decreto de marzo de
1766. No sería extraño que se hubiera seguido entonces la opinión del nuevo
protector de indios. Moreno y Escandón, quien durante les años iniciales de su
gestión parece haberse opuesto en forma general a la supresión de resguardos. 44
41
Citado en Jaramillo. La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos, p. 175
4240
Este argumento fue esgrimido por Verdugo y Oquendo.
43
Sobre el crecimiento de población, ver J. O. Melo, "La evolución económica de Colombia", en
Manual de historia de Colombia, vol. II (Bogotá, 1S79), p. 139. Hermes Tovar supone tasas incluso
más altas (superiores al 2%), pero no conozco la evidencia respectiva. Cfr. Hermes Tovar
Pinzón, Grandes empresas agrícolas y ganaderas (Bogotá, 1880), p. 18.
44
Colmenares, Historia económica, p. 42.
45
La narrativa sobre la visita se basa fundamentalmente en el documento que se publica en este
volumen y por lo tanto no creo necesario dar las referencias precisas. El mapa mencionado en la
p. 31, se encuentra en el Archivo Nacional de Colombia, Bibl. No III, y tiene fecha marzo 26 de
1781.
inició el trámite de costumbre por las oficinas locales: en mayo de 1771 se había
pasado para estudio del fiscal José de Peñalver, quien solicitó in mayores datos;
en noviembre, como se decía que el protector Moreno y Escandón tenía bastante
información sobre este problema (debía entonces tener en sus manos muchos de
los informes que fueron incorporados en su "Estado"), se pidió su concepto.
Moreno pidió más información, ante todo sobre tributos, pues con parte de
éstos se pagaban los salarios de los corregidores. Alguna información se le pasó
en febrero de 1772. y con base en ella elaboró un extenso informe en marzo del
mismo año. Moreno atribuía entonces el bajo ingreso tributario, que hacía
injustificado el pago de los salarios de varios corregidores, a la negligencia y
escasa dedicación al trabajo de los indígenas. Teniendo tierras sobrantes, los
indios preferían muchas veces arrendar la tierra e irse a trabajar por un salario
en las haciendas de los alrededores. Los corregidores no tenían presión para
impulsar a los indios al trabajo, y se contentaban en muchos casos con recibir
sus tributos en especie; la corona, en general, resultaba defraudada en sus
partes del tributo. Para corregir la situación, proponía el protector de indios que
se redujera el número de corregimientos existentes, se hiciera una nueva
demarcación de sus límites y se conformaran corregimientos grandes; los
encargados de éstos deberían responder por los tributos que les
correspondieran, con base en el número de indios. Para lograr todo esto,
dictaminaba que debía ordenarse que "un ministro o sujeto de inteligencia y de
total satisfacción saliese a visitar la tierra e hiciese una prolixa numeración de
los indios..."
La propuesta fue acogida por el rey: "he resuelto se haga la visita de las
Provincias... con la numeración de tributarios de cada una y unión de
corregimientos, por los respectivos protectores de indios". Así, Moreno quedaba
a cargo de esta tarea, y debía ir acompañado por un visitador; mientras hacía la
visita sus funciones de protector de indios debían ser encargadas a un interino
que recibiría medio sueldo. La cédula real no era muy detallada, y pronto
Moreno comenzó a darle una interpretación que, según se adujo luego,
desbordaba su sentido. La "unión de corregimientos" empezó a unirse en la
opinión del visitador en forma estrecha con la extinción de resguardos y el
reagrupamiento de los indígenas, de modo que aunque la cédula en ninguna
parte hablaba de ello. Moreno se sintió autorizado para ordenar la supresión de
pueblos, su traslado y el consiguiente remate de los resguardos. Se apoyaba
para ello, además, en los antecedentes legales que ordenaban agrupar los
pueblos de menos de 25 tributarios, en el supuesto de que tenía todos los
poderes usuales de un visitador de la tierra.
No hay que olvidar que, como protector de indios, Moreno había objetado las
agregaciones en 1767; cuando se pidió disolver el resguardo de Sogamoso,
afirmó que esto violaba la más elemental justicia "si tanto se pondera el deseo
de lograr propio reclinatorio como primario objeto del descanso en las
calamidades de la vida, cuánto más doloroso será verse despojado de su misma
patria por unos advenedizos que contra el tenor y disposición de las leyes se
albergaron acogidos por la rústica ignorancia de los indios que ahora se ven
arrojar de los mismos que antes ampararon". 46 Sin embargo, tan pronto empezó
la visita, en 1775, dio pruebas de haber cambiado de concepto: en Pandi y
después de unas diligencias hechas por el corregidor, hizo un rápido re-corrido
de la zona y en enero de 1776 ordenó la disolución de tres resguardos
(Fusagasugá, Pandi y Tibacuy) y el traslado de los indios de ellos a Pasca. Este
caso sirve de ejemplo de los temas que con variaciones, repetirá en los tres años
siguientes una y otra vez. Moreno subraya el amplío vecindario no indígena y
su carencia de tierras; como no podían gozar de las de los resguardos, tenían
que tomar "la precisa para su habitación y entable de los dueños de las
haciendas comarcanas" o arrendar una parcela en los resguardos. 'En ambos
casos se encontraban sujetos al "riesgo de ser expelidos al arbitrio de los
dueños". Probablemente ya entonces Moreno consideraba, como lo dijo dos
años después, que los indios tenían una afortunada dotación de tierras: "Las
tierras que para resguardos tienen los indios son sin duda de las mejores, como
escogidas a placer y sin estorbo desde el descubrimiento del reino y por lo
común les sobran, mediante a que en tiempo de su señalamiento eran muchos
los indios, y ya hoy han venido a total disminución, de modo que en cualquier
pueblo donde se agreguen indios encuentran tierra con todas las calidades que
las leyes prescriben." Al adoptar la disolución como respuesta al problema de
tierras del vecindario. Moreno ordenaba el traslado de los indígenas a otro
pueblo, dándoles un plazo de dos meses para que cosecharan lo que tuvieran
sembrado. Los indios debían recibir el pago de las mejoras y recibían una
exención del tributo por un año. Si los indios se resistían, podían las
autoridades proceder a forzarlos, derribando sus habitaciones.
Moreno, sin embargo, no continuó personalmente la visita iniciada en 1775: en
agosto de este año recibió del fiscal Luis de los Ríos el cargo que éste tenía, el
que no podía ejercer simultáneamente con la ejecución de la visita. Por ello la
Junta de Tribunales recomendó que se le encomendase la visita a José María
Campuzano y Sanz, quien recientemente había sido designado corregidor de
Tunja. El protector redactó entonces unas instrucciones para la visita, en las que
se decía que "todo pueblo que no tuviera veinticinco indios tributarios debe
extinguirse y trasladarse a otro de igual temperamento", previa aprobación por
el gobierno virreinal. Igual conducta podía seguirse con los pueblos que
tuvieran hasta cuarenta tributarios, en los casos en que hubiera razones
adicionales para ello.
46
Margarita González, op. cit., 131.
obvios beneficios en los remates de los resguardos, o como protector de indios,
encargado de defenderlos?
Esta fue una consulta que sólo vino a plantearse en 1778. Entre tanto, como
puede seguirse con prolijo detalle en el documento que se publica en Indios y
mestizos en la Nueva Granada, Campuzano y Sanz procedió a visitar los pueblos
de Tunja. Sus informes nos dan una visión compleja y abigarrada de los pueblos
indígenas, de las cargas que ellos debían asumir, de su población, del avance
del proceso de mestizaje y de las diligencias hechas en caso de recomendarse la
disolución de los pueblos de indios. Sorprende siempre la escasa participación
de los voceros de los indios, los que apenas parecen actuar para rendir el
reporte del número de tributarios y para contestar en forma rutinaria sobre la
ausencia de las más flagrantes violaciones a las leyes españolas. Para finales de
1777 había recorrido ya la mayoría de los pueblos de su jurisdicción y
propuesto la supresión de buen número de ellos, para lo cual recibió la pronta y
diligente aprobación del virrey Manuel Antonio Flórez, asesorado siempre por
Moreno, en su carácter contradictorio de protector y fiscal.
A comienzos de 1778 llegó a Santa Fe el visitador Gutiérrez de Piñeres, quien
consideró que nadie tenía autoridad para delegar la visita, la cual había sido
confiada al protector de indios, con obligación de que se nombrara, mientras la
desarrollaba, un protector interino, pues sin que hubiera un defensor de los
intereses de los indios se causaría la nulidad de todo lo actuado. Las
autoridades acogieron esta posición, y Moreno, que sólo había hecho
personalmente, un año antes, la visita de Zipaquirá, y algunos otros pueblos de
la Sabana, y había logrado que se ordenara el traslado de los indios de
Zipaquirá y Nemocón a Tausa, salió en junio a recorrer, como una exhalación, 47
los pueblos del oriente desde Turmequé a Cúcuta y de allí a la sabana de Santa
Fe; los autos que se reproducen en este volumen muestran la atención al detalle
de Moreno, su capacidad de observación y de decisión, el interés por los
aspectos sociales y económicos. La información sobre las costumbres de los
indios y los mestizos, las relaciones con los doctrineros, los problemas
religiosos, “las necesidades de camino” y puentes: nada queda fuera de .la
mirada burocrática del doctor Moreno. Sus decisiones confirman en general lo
hecho por Campuzano y lo amplían, al proponer una nueva serie de remates.
Al llegar a Santa Fe presentó el informe general del 18 de noviembre de 1778, el
cual acompañó con un mapa de las zonas recorridas elaborado por Francisco
Javier Caro. Este informe confirma la transformación total de las opiniones de
Moreno sobre los resguardos: la actitud del protector de indios se ha
transformado en la visión de un funcionario español, preocupado por el
aumento de los ingresos fiscales y por el bienestar de todos los vasallos reales,
47
Entre el 11 de junio y el 10 de septiembre estuvo en Onzaga, Mogotes, Curití, Guarse, Socorro,
Oiba, Simacota, La Robada, Zapatoca, Girón, Bucaramanga, Cácota, Silos, Pamplona, Salazar,
Cúcuta, Chinácota, Chopo, Jurado, Servitá, Tequia, Soatá, Sogamoso, Duitama, Motavita.
Gámbita, Pare, Güepsa, Chipatá, Vélez, Guabatá, Popoa, Sabaya, Tinjacá, Sutarnarchán,
Gachaníivá, Yuca, Leiva, Chíquiza, Sora, Sáchica, Samacá, Cucaita, Tunja y Turmequé; del 16 al
21de diciembre visitó a Bogotá (Funza), Serrezuela, Bojacá, Facatativá y Tenjo, y del 14 de enero
al 17 de febrero estuvo en Bosa, Soacha, Tuso, Tena, La Mesa, Suba, Chía, Tausa, Sutatausa,
Ubaté, Fúquene, Susa, Simijaca, Cucunubá, Suesca, Chocontá, Macheta, Sesquilé, Guasca y
Sopó, según el itinerario incompleto establecido por Restrepo Sáenz, op. cit., 464.
identificable con el avance del Estado. El Nuevo Reino es cada vez más una
nación de mestizos, y la desaparición de los indios por su conversión en éstos
no le produce inquietudes: "Son muy raros los indios puros, manifestándose a
la vista sin necesidad de otra prueba haber degenerado la especie; y es preciso
que así suceda porque casi no hay pueblo de indios donde no sea mayor el
número de vecinos españoles o de gentes de color que se abrigan en las tierras
de los resguardos o sus inmediaciones." Nada parece justificar la continuación
de la sociedad estamental y del tributo, nada "perdería su Majestad, antes bien,
adelantaría mucho el gobierno si los indios se españolizasen y con su casta se
borrase la memoria de su tributo..." Sin embargo, la ley española determina otra
cosa: y mientras sea así es preciso mantener a los indios separados de las demás
castas; para ello lo mejor es unirlos en poblaciones donde su número no los deje
al arbitrio de criollos o mestizos, trasladando los grupos pequeños a los
resguardos sobrantes de otras comunidades. No aceptan los indios
voluntariamente tales traslados: no captan sus verdaderos intereses, alega el
protector, y se erige en portavoz de ellos contra lo que los indígenas mismos
manifiestan: "'Rara vez aceptan los indios con entero gusto su translación y
tenazmente conservan apego o lo suponen a la tierra, aunque se les brinden las
mayores ventajas. Por cuya razón como su protector resistí casi siempre sus
translaciones, hasta que desengañado por la experiencia he visto ser un
capricho nacido de su ignorancia o malicia, pues voluntariamente... se ausentan
de sus pueblos, sin que ninguna diligencia alcance a restituirlos, abandonando
mujer, hijos y parientes, arriendan a vecinos la parte de tierra de su
señalamiento y se alejan a vivir de concertados en haciendas del campo o en
poblaciones de españoles.. . Sólo cuando por su beneficio y para su arreglo se
trata del remedio por la agregación se acuerdan del patrio suelo. Con este
conocimiento acreditado ocular y repetidamente he formado concepto que
siendo obligación protejerlos por razón de mi empleo no debo silenciar ni sus
defectos ni los medios que gradúo oportunos, no para que se condescienda
ciegamente complaciéndoles en lo que apetecen, no para su bien, sino para su
vida libre que prefieren, sino dirigiendo las providencias... a que se reparen los
daños que causan los pueblos tenues..." No deja Moreno de atribuir la oposición
a sus actuaciones a intereses creados: curas, vecinos que se aprovechan de ellos,
y ante todo los hacendados confinantes, que "tienen asegurado con los indios el
peonaje, concertándoles a bajo precio por jornaleros en sus labores, o les
abastecen con lo que cultivan".
El informe no fue esta vez muy bien acogido: el oidor Joaquín Vasco y Vargas y
el regente Gutiérrez de Piñeres consideraron que sus actuaciones habían sido
contrarias a la ley y a las conveniencias. Vasco, encargado de la fiscalía,
consideró que "aquellas actuaciones de los comisionados, desde su origen,
vinieron revestidas de apariencias de utilidad pero con poquísima sustancia de
bien y de verdadera y solícita virtud y por lo tanto vimos un gran número de
hombres cebados en estos infelices /indios/ .. ." 48 Gutiérrez, revisados los
expedientes, presentó el 3 de febrero de 1779 un extenso alegato contra la
política de Moreno y Escandón, argumentando que éste no tenía autoridad para
48
Colmenares, Historia económica y social, p. 46.
ordenar extinciones de resguardos, por limitarse la cédula real de 1774 a
ordenar la fusión de corregimientos; por no haberse obtenido el consentimiento
de los indios, como era obligatorio, y por no hallarse revestido de las facultades
de un visitador ordinario de la tierra. Además de estos argumentos de orden
jurídico sostuvo Gutiérrez que el proceso de mestizaje había llegado a tal punto
que era ilusorio tratar de mantener la separación entre indios y libres, y de
hacerse el esfuerzo del caso sólo se lograría la ruina del Estado: quizá habría
sido mejor política, afirmaba, impulsar y acelerar el mestizaje mediante la
mezcla y convivencia de españoles e indios, que manteniendo una segregación
ordenada por la ley pero superada por la realidad. En vista de esto, proponía
que se suspendieran los procedimientos de traslación de indios y extinción y
remate de resguardos en todos los casos en que no hubieran concluido; dada la
situación ya creada, aceptaba que los resguardos ya rematados quedaran en
manos de los compradores y los indios que ya se hubieran trasladado
permanecieran en su nueva localidad. Del mismo modo, en cuanto Gutiérrez no
consideraba que Moreno tuviera poder para redefinir los límites de los
corregimientos, consideraba que también en este caso no debía hacerse "por
ahora novedad".
Con base en estos conceptos expidió el virrey Flórez el auto global de 17 de
febrero de 1779, en el cual acogía, algo a regañadientes, las peticiones del
visitador, al cual consultó previamente el borrador de la providencia; sobre lo
hecho Flórez siguió presumiendo su legalidad, y pasó a consultar al rey cuál era
"el número de indios tributarios que debe servir de regla para que no llegando a
él se extingan los pueblos de indios". Nombró además cuatro comisionados
para que revisaran la situación de los indios trasladados. 49
49
Flórez siguió dando la razón a Moreno, y en su informe a España a más de manifestar que no
comprendía la actitud de Gutiérrez, dijo que la opinión de Vasco "no la tengo concebida por
celo, sino nacida de la falta de luces y conocimientos del reyno y sus habitantes, y de una
disimulada pasión contra aquél...", Archivo General de Indias, Audiencia de Santa Fe 585,
cuaderno 32. Además, expresó su acuerdo con la visión de Moreno de que ya era hora de
eliminar la diferenciación entre indígenas y libres, impulsando que aquellos se disolvieran en
éstos, perdiendo así sus defectos: "por más que parezcan infelices, como que lo son porque
quieren serlo, y es casi imposible vencer su natural pereza mientras no muden de generación.
Su amor al rey y a la religión no pasa en mi concepto de los labios, les da poco abandonarlos
siempre que encuentren proporción de sacudir el yugo y volver a su barbarie, por más que se
miren protegidos de las leyes y de sus ministros porque su propio verdadero bien lo estiman
por agravio, como sea sacarlos de aquella indolencia, que les es tan connatural y aun pegadiza.
El tributo aunque grande con respecto de su miseria y abandono... es para ellos una carga
exagerada e insoportable, y que a cada paso la tienen en la boca, aunque no lo paguen, y nada
convendría más a Vuestra Real Hacienda a lo menos en este reino, por su corto número, que
eximirlos de el señalando a cada uno en los resguardos de su pueblo el pedazo de tierra
competente y dándole título de propiedad..., dejándole en la clase de los demás vasallos, pues
de este modo se españolizarían más breve mezclándose con las otras castas y dejando el carácter
de indios con sus costumbres bárbaras o groseras, pero siempre inclinadas al gentilicio... no se
considerarían los vasallos sino como una sola familia... siendo entonces la administración de
justicia y gobierno sin diferencia..." AGI, Loc. cit., cuaderno 39.
1778 era Moreno uno de los hombres más poderosos de Santa Fe, como lo había
sido ya por más de una década; en dos años el visitador Gutiérrez, pese a la
estimación de sus capacidades, redujo su influencia en forma drástica y frustró
sus actividades en el terreno de la reforma de estudios y de la transformación
de la situación de los indígenas. Podría pensarse que se trataba de un
enfrentamiento entre criollos y españoles, en el que Moreno habría
representado los intereses locales. Sin duda alguna su política estaba orientada
a reforzar el poder de cierta elite criolla en el caso de la educación universitaria;
en cuanto al tratamiento de los indígenas, sus actos favorecían a los vecinos
blancos y mestizos de los pueblos indígenas. Ahora bien, esta política contó con
un vigoroso respaldo de los funcionarios españoles anteriores a Gutiérrez y a
los nuevos oidores como Joaquín Vasco y Vargas. La divergencia de opiniones
dividió pues a los representantes peninsulares de la monarquía. Por otra parte,
no resulta fácil identificar vínculos muy concretos de Moreno con los criollos
santafereños; por el contrario, durante buena parte de su carrera parecería más
bien un funcionario protegido por las autoridades españolas que chocó con
frecuencia con los grupos criollos más fuertes: con el de Jorge Miguel Lozano o
con el grupo familiar de los Alvarez. Sus hijas lo vincularon paulatinamente con
una capa de peninsulares recién llegados, lo que constituye al menos un indicio,
así sea leve, de las afinidades sociales del fiscal. Tres de sus yernos se
convirtieron, para finales de siglo, en prósperos hacendados sabaneros, y entre
sus propiedades se contaron algunas que habían salido del dominio indígena
por causa de los remates promovidos por Moreno y Escandón, pero esto es algo
que no podía estar en sus planes.50
Es muy probable, en todo caso, que Moreno hubiera resultado atrapado por la
puesta en ejecución, por parte de Gutiérrez, de una política orientada a destruir
el poder de los criollos en la Audiencia y en los demás tribunales de Santa Fe. Si
hasta 1778, aunque criollo, estuvo más bien cerca a los funcionarios españoles, y
tuvo frecuentes choques con los grupos criollos, a partir de la llegada del
visitador todos resultaban sospechosos por su carácter criollo. A Moreno, dadas
sus habilidades, se le envió a un cargo en otra audiencia, lo que era un ascenso
burocrático. El grupo de los Alvarez fue desmantelado rápidamente: el oidor
Benito Casal y Montenegro pasó al retiro, el contador Manuel Bernardo Alvarez
fue trasladado a Popayán, y nuevos oidores, todos españoles, se posesionaron
en la Audiencia. En 1777 constituían este tribunal los oidores Casal, casado con
criolla y con 30 años en Santa Fe, Juan Francisco Pey, casado también con criolla
y con 29 años de residencia, Juan Romualdo Navarro, nacido en Quito y el fiscal
Moreno y Escandón; en 1780 los oidores eran Pey y los españoles Vasco, José
Osorio y Pedro Catani; el fiscal era el español Manuel Silvestre Martínez. En
tres años el poder de los criollos se había reducido a un simple recuerdo. 51
50
Tovar, op. cit., 141. 143 y ss., para los casos de Lorenzo Marroquín, Fernando Rodríguez y
Pantaleón Gutiérrez. Este último se casó en diciembre de 1780 con Francisca Paula; los otros dos
matrimonios fueron muy posteriores a la salida de Moreno para Lima, Rodríguez se casó en
noviembre de 1789 con María Josefa y Marroquín contrajo matrimonio en 1792 con Teresa
Josefa. Archivo Nacional de Colombia, Virreyes, VIII, 822.
51
Sobre el conflicto entre criollos y peninsulares y la política de Gutiérrez de Piñeres, ver ante
todo John L. Phelan, "El auge y la caída de los criollos en la Audiencia de Nueva Granada",
Ya se señaló la relativa pasividad con la que aceptó Moreno el cambio de sus
proyectos educativos; en el caso de los resguardos expuso su criterio con
firmeza pero debió someterse: "Cuando se resolvió diferir a la real deliberación
la decisión de los puntos por mí consultados como preliminares signifiqué
verbalmente que no podría lograrse el lleno de las reales intenciones
manifestadas en la real orden de mi comisión, no quedándome otro arbitrio que
el de la obediencia." Enfrentado a Gutiérrez, debió tener en cuenta el peso que
éste tenía en España para evitar una confrontación abierta, que habría tenido
pocas probabilidades de ganar. En esta tensión, el visitador, pese a las razones
que lo enfrentaban a Moreno, y que probablemente lo llevaron a solicitar su
traslado, reconoció siempre las habilidades y capacidades de éste: en 1779. tras
señalar las incompatibilidades que encontraba entre los varias cargos ocupados
por Moreno (que no sólo se referían a las de la fiscalía civil y la protección de
los indios, sino también las que se daban entre su carácter de fiscal y juez de
rentas), insistía en que el fiscal "está radicalmente instruido en los negocios de
este Reino por la intervención que ha tenido en ellos, y porque es hábil y
laborioso. Ninguno mejor para desempeñar cualquier asunto de Rentas. . ." 52
Entre los desacuerdos menores del fiscal y el visitador hay que mencionar, por
último, el concepto negativo de Moreno al impuesto de armada de Barlovento,
restablecido por Gutiérrez. Porque en este caso se cierra la paradoja de la caída
de Moreno: opuesto a los actos fiscalistas de Gutiérrez, mientras que éste había
enfrentado la disolución de los resguardos estimulada por Moreno, ambos
resultaron unidos en la mente de los comuneros, sin que los indios vieran en
Gutiérrez a su defensor ni los criollos consideraran a Moreno su aliado
ocasional. Para la heterogénea multitud que marchó a Zipaquirá, ambos eran
claros representantes del "mal gobierno" que los oprimía. Más curiosa aún es la
presencia, entre esa multitud, de Ambrosio Pisco: quien ahora encarnaba los
ideales indígenas y representaba sus luchas por la supresión de los tributos y la
recuperación de sus tierras había participado tres años antes, en Güepsa, en su
calidad de teniente, en las diligencias de la visita de Moreno 53 que condujeron a
la disolución y remate de ese resguardo, sin que conste que entonces se hubiera
opuesto a ello. Moreno, sin embargo, no pudo enterarse de esto, pues aunque
asistió a las Juntas de Tribunales al menos hasta la del 10 de abril, cuando se
ordenó enviar al oidor José Osorio a enfrentar a "la plebe insolentada", su salida
de Santa Fe se hizo antes de que llegara noticia del descalabro de Puente Real
VI
Un añadido melancólico
54
La fecha aparece en José Toribio Medina, “La imprenta en Bogotá”, en Historia de la imprenta
en los antiguos dominios españoles de América y Oceanía, II, nota 301
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/13526519212793273022202/not0031.ht
m. En este libro se cuenta además que Moreno incitó al virrey Flores a traer otra vez la imprenta
a Bogotá, y cuando se hizo una colecta para pagar el viaje de Antonio Espinosa de los Monteros,
aportó 50 pesos: solo el Virrey y Gutiérrez de Piñeres dieron un aporte mayor.
malva, satureia, almendras, amapola, altea y otras yerbas, laxantes diversos y
otros remedios que por supuesto no dieron resultado.
No tenía deudos locales. Dos de sus sirvientes piden, después de muerte, que
se les tenga en cuenta: Juan de León, que fue su barbero, pide que le regalen los
elementos del oficio, pues no solo le sirvió muchos meses, sino “por haberle
afeitado y peinado después de muerto, en caso cuyo es costumbre se
adjudiquen al barbero estos bienes ". Don Fermín Fabres, que parece haber sido
una especie de ayudante general, un cliente en el sentido original romano, dice
que le sirvió de modo “gratuito y sin remuneración, fundado solo en la
esperanza de su protección...”. Habiendo muerto su protector, se encuentra sin
recursos y pide que lo socorran en algo.
Los gastos de la enfermedad fueron 120 pesos y hubo que pagar unos veinte
pesos a los que avaluaron sus propiedades: debía tener bastantes objetos de oro
y plata, pues el trabajo les tomo 55 horas. Entre sus propiedades más valiosos
están el coche, un reloj y un Cristo. Al final, sus bienes se avalúan en 5269 pesos
y medio, y los gastos que se cargan contra ellos son 2544 y ¾. El saldo que
recibe el albacea, José Robledo, después de otras deducciones, y que
probablemente debió mandarse a doña Teresa Isabella en Bogotá, fue de 1616
pesos.
55
Según el Nuevo Día (Ibagué, 23 de septiembre de 2004), un informe oficial de Chile al
Ministerio de Cultura de Colombia, que buscaba repatriar los restos del fiscal, informa que en la
catedral, donde se sepultó al oidor, había una pequeña placa de mármol con el nombre de
Moreno, pero que sus restos probablemente ya no estaban allí, pues en 1896 se reconstruyó la
catedral y se pusieron todos los restos en un solo lugar. El dato aparece en
http://letrasenelojo.blogspot.com/2004/09/francisco-antonio-moreno-y-escandn.html
56
Sabemos que tenía El Tractatus de officio fiscalis, de Francisco de Alfaro, que se había publicado
en 1606, 1636 y 1780. La dato aparece, sin referencia, en la biografía de Alfaro, en
www.alfaro.genealogica.net/index.php?name=Sections&req=viewarticle&artid=17&page=1
Una historia triste y un final melancólico para un burócrata alejado de su patria,
desdentado, envejecido y probablemente envuelto por años en la bruma de la
depresión.
Bogotá, 2006.