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Ejercicio para la vida espiritual

por Apuntes Pastorales


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Las disciplinas pueden abrir su vida a toda una esfera en lo espiritual que hasta este
momento desconocía. No espere que otra persona venga a proponerle el explorar este
camino que tanto beneficio a otros. Aproveche el impulso y planifique comenzar a dar
sus pasos este mismo día ...

Ningún deportista serio consideraría presentarse para una competencia sin haberse
sometido a una rutina previa de ejercicios que le hayan permitido alcanzar un estado
físico óptimo. Del mismo modo, el discípulo que está seriamente comprometido con
vivir la vida a la que ha sido llamado encontrará útil someterse a una serie de ejercicios
espirituales en su andar diario con Cristo. Ellas le permitirán saltar de la mediocridad a
la excelencia, y le permitirán vivir una vida enteramente agradable al Padre.

Muchas personas, sin embargo, se sienten intimidadas por el desafío de incorporar


diversas disciplinas a su vida pensando, quizás, que el camino a recorrer está lleno de
grandes sacrificios. La práctica de ejercicios para la vida espiritual, sin embargo no es
algo restringido a unos pocos abnegados. Todo discípulo puede —y debe— aspirar a
mayor intimidad con el Señor. El camino hacia a esas profundidades está abierto a todos
los que, con espíritu sencillo y dependiente, disponen sus corazones para avanzar en
esta dirección. Algunos principios nos serán de gran ayuda en este emprendimiento:

Establezca metas alcanzables

El primer principio a tomar en cuenta es no aspirar a grandes avances repentinos.


Quizás le inspire alguna figura de la historia de la Iglesia, de la Palabra, o de su entorno
eclesiástico que ha avanzado un buen trecho por el camino de las disciplinas y usted
desea alcanzar esa misma madurez. Debe saber que esta persona recorrió el mismo
camino que todos debemos recorrer: crecer de poco a mucho.

Supongamos, por ejemplo, que usted desea crecer en su vida de oración. Y conoce a
algunos que oran por largos períodos, o que se levantan muy de madrugada para
hacerlo. No obstante, si en la actualidad usted apenas logra orar unos cuantos minutos al
día y con muy poca consistencia, no le convendría que ahora se proponga orar dos horas
por día. Lo más probable es que abandonará la práctica al tercer día, pues ha sido
demasiado ambicioso a la hora de establecer su meta. Diez minutos, en lugar de cinco,
quizás le suene a poco espiritual, pero es el paso que debe tomar en este momento. Sea
paciente consigo mismo y crecerá mucho más rápido de lo que usted se imagina.

Respete las etapas de crecimiento


Muchas veces nos acercamos a grandes siervos de Dios y les pedimos que oren por
nosotros esperando que ellos lograrán, de alguna manera, transferir a nosotros la
espiritualidad que han alcanzado como fruto de su esfuerzo y su largo peregrinaje con el
Señor. Debe saber que no existen atajos hacia la madurez. Usted crecerá como resultado
de un proceso sostenido en el tiempo. Al igual que la semilla plantada en la mañana no
se convierte en árbol en la tarde, usted tampoco será transformado en un abrir y cerrar
de ojos. Habrá momentos en su vida en los que experimentará una visitación especial de
Dios que le facilitarán grandes avances en corto tiempo, pero estos momentos son
excepcionales. Gran parte del crecimiento ocurre en forma lenta e invisible, a medida
que se va afianzando en la relación que disfruta con Cristo.

Aproveche todas las opciones para crecer

La mayoría de las personas en la Iglesia limitan los ejercicios de su vida espiritual a una
o dos actividades, tales como la oración y la lectura de la Palabra. A lo largo de la
historia del pueblo de Dios, sin embargo, grandes mujeres y hombres de Dios han
desarrollado una diversidad de disciplinas que aportan al proceso de su crecimiento. Los
estudiosos en el tema identifican al menos doce disciplinas, incluyendo prácticas como
el ayuno, el silencio, el servicio, la alabanza, la confesión, la meditación y la sencillez.
Cada disciplina enriquece de manera particular nuestra experiencia en Cristo.

Un buen libro orientador sobre el tema es el de Richard Foster, Alabanza a la disciplina,


el cual ha inspirado a millares de cristianos desde su primera publicación, hace veinte
años. Otros libros se concentran en una disciplina particular como El ayuno escogido
por Dios, de Artur Wallis. Existe una gran diversidad de material y descubrirá que los
caminos hacia la intimidad con Dios son más variados de lo que se imaginaba.

Sazone todo con mucha gracia

Las disciplinas de la vida espiritual se prestan para que fácilmente depositemos nuestra
confianza en nuestros propios esfuerzos. Debemos, sin embargo, recordar siempre que
el crecimiento es un regalo del cielo. Aunque nosotros tenemos responsabilidad en él, el
proceso está en manos de Dios. Así lo señaló Pablo, al escribirle a la iglesia de Corinto:
«¿Qué es, pues, Apolos? Y ¿qué es Pablo? Servidores mediante los cuales vosotros
habéis creído, según el Señor dio oportunidad a cada uno. Yo planté, Apolos regó, pero
Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios
que da el crecimiento» (1Co 3.5– 7).

Preste atención a lo que está ocurriendo en su vida como resultado de la práctica de


estas disciplinas. Si se ha tornado legalista y duro hacia los demás, y ha perdido en el
camino el gozo de andar con Cristo, algo no está funcionando como debe. No obstante,
¡no abandone estas disciplinas! El problema no radica allí, sino en una actitud que usted
debe modificar. No se tome con tanta seriedad. Anímese a soltarse un poco,
incorporando a estas disciplinas momentos en el que simplemente disfruta de la alegría
de ser parte de la gran familia de Dios.

Incluya a otros en su experiencia

Los grandes deportistas normalmente trabajan en un equipo. Aun en el caso de aquellos


que practican una disciplina que solo permite la participación de individuos, siempre se
ven acompañados por un equipo de preparadores, compañeros y asesores que los
impulsan hacia mayores exigencias. Como seres humanos hemos sido diseñados por
Dios para andar en compañía de otros. Cuando Dios vio que Adán estaba solo dijo que
«no era bueno». Existe algo en nuestra estructura interna que nos lleva a vivir más
plenamente la vida cuando somos acompañados y desafiados por otras personas.
Resulta más fácil mantenerse firme en un compromiso —de ayunar, por ejemplo, cuando
otros también han escogido sujetarse a la misma disciplina. Procure, entonces, encontrar
a otros que también quisieran crecer en estas disciplinas e invítelos a que gocen juntos
la experiencia.

Del mismo modo, otros que han transitado más tiempo que nosotros por la vida también
pueden darnos valiosas pistas acerca de cómo practicar estas disciplinas. Los discípulos,
al ver que con frecuencia Jesús se apartaba para orar, se acercaron para pedirle que les
enseñara los secretos de su vida íntima con el Padre (Lc 11.1). Nosotros también
podemos beneficiarnos al acercarnos a otros que han alcanzado mayor gracia en la
lectura de la Palabra, la sumisión o el servicio a los demás.

Discipline también sus emociones

El nuestro es un tiempo en el que hemos atribuido una exagerada importancia a la


experiencia de «sentir» a Dios. En nuestras reuniones declaramos una y otra vez nuestro
deseo de verlo, ser tocados por su fuego, o percibir sus caricias. Sin duda deseamos
expresarle a nuestro Señor cuán importante es él para nosotros y que anhelamos vivir
más cerca de su persona. Debemos cuidarnos, sin embargo, de creer que cuando no
«sentimos» nada es porque Dios no ha estado en nuestro medio. La verdad es que
muchas veces él se ha movido, pero nosotros solo percibimos esta realidad por los
frutos que eventualmente florecerán en nuestras vidas.

En la práctica de las disciplinas también es común estar pendientes de alguna visitación


extraordinaria de parte del Señor. Decidimos practicar un ayuno y creemos que
¡seremos visitados por algún ángel! Si esto no ocurre quedamos desanimados porque
creímos que el tiempo invertido «no sirvió» de nada. No caiga en esta trampa, pues los
ejercicios espirituales rinden sus mejores resultados con el paso del tiempo. Nuestra
confianza es que «aquel que comenzó en nosotros la buena obra la perfeccionará», aun
cuando no sepamos ni la forma ni el momento en que lo hace. La perseverancia en los
ejercicios ya es, de por sí, un resultado que vale la pena obtener.

Conclusión

Las disciplinas pueden abrir su vida a toda una esfera en lo espiritual que hasta este
momento desconocía. No espere que otra persona venga a proponerle el explorar este
camino que tanto beneficio ha traído a los santos a través de la historia. Aproveche el
impulso y planifique comenzar a dar sus pasos este mismo día. Una gran aventura lo
espera y ¡no hay tiempo que perder!

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