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Evolución en la Gran Obra de Edward Bach: Terapiafloral Evolutiva

Por Luis Jiménez

La meta no es la altura, la meta es el centro.


C. G. Jung

La Terapiafloral Evolutiva concibe al alma, el Real Ser, como una entidad individual, consciente
de sí, en su dimensión natural, que como proceso evolutivo hacia la fusión con la fuente
universal ha de hacer consciente todo el potencial que reside en el espíritu, la verdadera esencia
de todo ser. Este proceso se realiza, como primera etapa, en la dimensión espaciotemporal, en
la encarnación, donde el alma congregará sobre sí la sustancia psicofísica que conocemos como
tipo primario de personalidad, que a su vez estará formada por diversas fuerzas naturales con
voluntad propia de acuerdo al programa terrestre. La disparidad de elementos congregados por
el alma para disponer de un vehículo óptimo en la dimensión espaciotemporal lleva pareja la
tensión que estos mismos provocarán hasta que no se encuentren integrados y gobernados por
su consciencia de unidad. En este sentido diría Carl G. Jung qué: “Cuatro como el número más
pequeño, por el que puede crearse orden, representa el estado plural del hombre que aún no ha
alcanzado la unidad interior, de ahí el estado de esclavitud y desunión, de desintegración y de
división en diferentes direcciones - un estado agonizante y no redimido que anhela unión,
reconciliación, redención, sanación y totalidad.”

Si centramos nuestra mirada en el alma, como el Real Ser, entenderemos que existe una
dimensión “inferior a su plano natural” donde su voluntad, aunque superior, estará
condicionada por las voluntades particulares, las cuatro que ya hemos mencionado, del campo
donde se expresa, en este caso la Naturaleza y sus leyes particulares. El alma coexiste con las
entidades menores, nativas, que le sirven de morada para su exploración consciente y que ella
sostiene cohesionándolas como una totalidad pues hasta el momento del nacimiento del alma
en el tiempo esas voluntades menores, instintivas, se encontraban dispersas, cada una en su
universo con tendencia propia. Si ahora desde el alma atendemos hacia la dimensión superior,
la que le sostiene a ella como individualidad, advertiremos un campo de información
arquetípico, global, (podríamos decir que) universal y único sin distinción posible para la
consciencia separada, de donde todas las almas podrán extraer de ese insondable universo sin
límites, al margen de la característica particular que la defina en el tiempo y en su proceso
individual hacia la manifestación de su virtud elegida, en cada etapa, aspectos de la Entidad Una
que podrán ser reconocidos en la consciencia consciente como consecuencia del proceso vivido
a través de una personalidad.

Podemos decir que la personalidad ha de seguir los dictados del alma, así como el alma ha de
seguir la voluntad del espíritu. Si bien el alma está determinada por una cualidad virtuosa
particular, en el espíritu anidan todas las posibles. De ahí que el alma, más allá de terminar su
periplo evolutivo al mostrar su virtud particular en el tiempo a través de la personalidad elegida,
una vez acabada esa obra, adquiriendo la destreza del amor en una particular forma de
expresión, se encaminará de nuevo hacia la consecución de nuevas virtudes, pues todas ellas

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son como una sola en el Ser Espiritual de donde emana todo lo que Es. Como ya indicara Edward
Bach:

“Si ahora pensamos en los doce atributos de Cristo que más deseamos
alcanzar, y que Él vino a enseñarnos, descubrimos las doce grandes
lecciones de la vida.

Y naturalmente, mientras las vamos aprendiendo nos concentramos en


una en concreto, la cual viene indicada por la Luna en el momento de
nuestro nacimiento, que nos indica el objetivo principal de nuestra vida.”

Eso explica que un alma, al margen de la particular evolución que esté realizando a través de
una personalidad para encarnar una virtud concreta y hacerla consciente en el mundo, podría,
como ser superior, tener integrada otras en su naturaleza atemporal y por lo tanto contar con
ellas en el tiempo, al margen del nuevo trabajo que esté realizando para hacer carne una nueva
virtud del espíritu. De ahí que algunos seres cuenten con cualidades innatas de nacimiento,
aunque en algún área específica de su naturaleza aun no estén a la altura de lo que en otras
expresan con total naturalidad.

Como reza en la tradición, las Chispas del fuego del sacrificio que abandonaron la eternidad,
inconsciente de su Realeza y Poder, retornarán a Él con plena consciencia de Sí, lo que entraña
el gran Misterio de la Existencia.

Ahora nos centraremos en el proceso que un alma, celosa de su trabajo espiritual, ha de realizar
en la encarnación física para que su voluntad, que ha de ser una con la voluntad del espíritu que
la sostiene de acuerdo a la parcela que haya elegido como puerta de ejecución y elaboración de
una manifestación virtuosa de las doce que constituyen al Ser Uno, pueda sostenerse en sí
misma y cumplir con su vocación: ser la Virtud.

La primera parte del trabajo consiste en advertir la dualidad “cuerpo-alma”. Para este trabajo,
como de la obra de Edward Bach se desprende, estableceremos qué cuerpo incluye el universo
emocional y mental, como instrumentos temperamentales de las fuerzas que operan en el
universo terrestre: la materia prima sobre la que el alma establecerá su campo de trabajo,
fomentando durante edades la unificación de las diversas partes con las que ha de mostrarse.
Para ello habrá de integrar las cuatro funciones psíquicas como herramientas de su voluntad
(hasta entonces cada una de ellas de acuerdo a su autonomía vital-natural tenderá a cumplir su
función, como lo hacen en otros reinos como el animal por ejemplo).

Una vez establecido este gobierno y reconocida en la consciencia la verdadera dimensión de sí


misma como unidad, el trabajo consistirá en vivir desde ella sin tener en cuenta las
características fundamentales y convencionales del universo en el que habita y los
convencionalismos que las otras entidades humanas, todas ellas almas que no han logrado la
integración de sus funciones psíquicas y el autoconocimiento de sí, han co-creado en el tiempo
haciendo creer a las mentes que esa es la única realidad a la que hay que servir.

Para seguir a partir de aquí tomaré un texto de Edward Bach que coadyuva en la ampliación de
la mirada de lo expuesto hasta ahora y favorece entrar en el detalle del trabajo consciente desde
la Terapiafloral Evolutiva:

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Algunas consideraciones fundamentales sobre la enfermedad y la curación

Por Edward Bach, M.D.

Para comprender la enfermedad, su finalidad, su naturaleza y su cura, en parte


debemos comprender la razón de nuestra existencia y las leyes de nuestro
Creador con relación a nosotros.
Es esencial ser conscientes de que el hombre tiene dos aspectos, uno espiritual
y uno físico, y que de estos dos, el físico es infinitamente menos importante.
Bajo la guía de nuestro Ser Espiritual, nuestra Vida Inmortal, el Hombre nace
para adquirir experiencia y conocimiento, y para perfeccionarse a sí mismo
como ser encarnado.
El cuerpo físico solo, sin comunión con el Espiritual, es una concha vacía, un
corcho sobre las aguas; pero cuando hay unión la vida es alegría, una aventura
de interés apasionante, un viaje que trae felicidad, salud y conocimiento.

En este primer párrafo Bach destaca la importancia de conocer el sentido de la existencia, que según él
es obtener experiencia y conocimiento como “hombre” y perfeccionarse a sí mismo como ser encarnado.
Y que el cuerpo físico sin la guía Espiritual es como un corcho sobre las aguas, una entidad sin rumbo a
merced de los intereses particulares de las voluntades menores que nos acogen en la dimensión terrestre,
de modo que cuando hay “UNION”, integración de las partes y gobierno por la voluntad del Alma, la vida
es felicidad, conocimiento y salud.

A renglón seguido, el texto sigue enunciando diversas etapas evolutivas del humano encarnado, o (más
bien deberíamos decir) la permeabilidad del alma hasta llegar a la consciencia de sí como unidad integrada
en la forma. Desde esta mirada diremos que el alma afecta a las pequeñas voluntades menores que le
sirven de “corcho” para la exploración, y que estas voluntades menores se elevarán inspiradas por el alma
hasta que ellas mismas se sientan integradas en su naturaleza y despierten de su hipnótico sueño material,
transformando lo que anteriormente era una mirada dividida y particular en una visión consciente,
sostenida en la voluntad del espíritu que sostiene a ambas. Continuemos con el texto de Bach:

Nuestra evolución empezó como un bebé recién nacido, sin conocimiento, y con
todo el interés centrado en sí mismo. Los deseos están limitados a la
comodidad, el alimento y el calor. Pero a medida que avanzamos aparece el
deseo del poder y así durante un tiempo seguimos estando centrados en
nosotros mismos; sólo deseamos nuestro beneficio y las ambiciones mundanas.

En este párrafo Bach describe los dos primeros pasos, o etapas, que vive el alma en su evolución hacia la
consciencia de sí. Esta mirada mantiene un gran paralelismo con las etapas evolutivas que la Kabbaláh
propone en el ascenso por el árbol sefirotico de una consciencia encarnada. Comparémoslo con este texto
de Z'ev ben Shimon Halevi sobre El Plan Divino: “Todos nacemos con un cuerpo. Este contiene los estados
sólidos, líquidos, gaseosos y de radiación; así como vestigios de metales y minerales. También tiene un
componente vegetal que puede comer, beber, crecer, propagarse, envejecer y morir. La combinación física
se complementa con el alma animal, que tiene una inteligencia instintiva y la habilidad de movilizarse,
socializar y expresar estados de ánimo o intercambiar información. A este conjunto de capacidades vitales
se le llama Nefesh, en Kabbalah. Esta es la fuerza conductora del mayor número de personas que buscan
vivir confortablemente y tener una existencia social placentera. Sin embargo, hay quienes desean cultivar
su humanidad y encontrar su lugar y su propósito en el universo. Después de una larga búsqueda dichos
individuos eventualmente encuentran una tradición espiritual que instruirá al buscador en las labores del
alma, las dinámicas del universo y su relación con el Absoluto.”

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Y prosigue Bach;

Después viene el momento crucial: el nacimiento del deseo de servir a los demás
y, entonces empieza la batalla, ya que durante nuestra evolución debemos
transformar el egoísmo en desinterés, la separación en unidad, para adquirir
todo el conocimiento y la experiencia que el mundo puede enseñarnos, y
transmutar todas las cualidades humanas en sus virtudes opuestas.

El deseo de servir ya es consciencia de alma, voluntad espiritual que se hace carne y gobierna la tendencia
natural de las fuerzas nativas, mineral, vegetal y animal que hasta entonces se constituían como
tendencias gobernantes (como falsa personalidad, decimos en nuestro modelo) y que solo buscan
satisfacción innata. A partir de este momento se manifiestan dos tendencias opuestas que han de coexistir
y que pugnan porque prospere la voluntad particular de cada una de ellas. “Entonces empieza la batalla”,
dice Bach, esto es: el alma quiere seguir los dictados de su naturaleza espiritual mientras que la falsa
personalidad constituida por las cuatro funciones psíquicas inconexas quiere seguir las suyas, ajena a
cualquier otra dimensión que no sea la nativa temperamental y a experiencia distinta a la satisfacción de
sus propios instintos. Una vez alcanzada la integración, cuando el alma ha conseguido infiltrase en las
pequeñas consciencias separadas interiores-inferiores el gobierno de ésta, las pequeñas voluntades
parciales obedecerán su dictado y completarán el proceso hasta la constitución de una verdadera
personalidad qué transmutará todas las cualidades humanas en sus virtudes opuestas.

En palabras de Bach:

Sin embargo, aprendemos de forma lenta, una lección a la vez; para estar bien
y felices solamente debemos aprender la lección concreta que nos da nuestro
ser espiritual. No todos aprendemos la misma lección al mismo tiempo;
mientras una persona está venciendo el orgullo, otra el miedo, otra el odio, etc.,
pero el factor esencial para la salud es profundizar la lección que se ha
establecido para nosotros.
No importa la etapa de progreso en la que estemos, maestros o discípulos, es
de poca trascendencia en cuanto a la salud; pero sí es fundamental, sea cual
fuere nuestra posición, vivir en armonía con los dictados de nuestra alma.
Nuestra salud depende de obedecer y estar de acuerdo con los mandatos de
nuestro ser espiritual, sin importar si se trata de adquirir prestigio y riqueza o
de vivir la vida sacrificada de un mártir.

Una lección cada vez, de las doce posibles. Aquí entendemos que Bach no se refiere a la encarnación de
una virtud cada vida personal, sino a la finalización de una enseñanza de las doce (lo que puede llevar
muchas vidas personales). Encarnar una virtud no es tarea de una vida de ahí que, aunque muchas
personas coincidan en un tipo de personalidad no todas estarán en el mismo nivel evolutivo dentro del
tipo. No es lo mismo Chicory en la etapa egocéntrica que en la ambiciosa o en la de servicio, de ahí que
cada caso necesite un proceso de entendimiento y una secuencia floral específica, además de la nativa
personal de su tipo primario de personalidad. Las secuencias personalizadas que se elaboran a partir de
las esencias florales ordenan un tipo de información genuino en correspondencia al momento vital que
vive el alma a través de una personalidad para, con ello, facilitar la presencia consciente del alma en ese
momento particular. En suma, aunque la esencia tipológica, el remedio tipo, esté presente en la
secuencia, serán el resto de los remedios, representando los diversos aspectos psíquicos y trabajos de
orden espiritual, los que determinarán la característica particular del proceso evolutivo del paciente.

Como dijera Bach:

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Nuestra alma nos coloca en esa situación en la vida y nos hace un llamado a
ser, ya sea limpiabotas o monarca, príncipe o mendigo, lo que mejor se adapte
a nuestra evolución y donde más fácilmente podamos aprender la lección
necesaria; cualquiera sea nuestra posición, sólo debemos realizar ese trabajo
fijado para nosotros y todo estará bien.

Lo psicológico de alma, y lo geográfico-afectivo-vincular es la misma cosa, de ahí que el territorio y su


dramatización vincular sea el mejor escenario para la exteriorización del alma en la consciencia de la
personalidad. La falsa personalidad, la apariencia de persona no integrada, siempre querrá más o se
aferrará a resguardar lo poco que tiene, centrando su atención en lo satisfactorio como lo único
interesante en la existencia. El alma contempla el mundo como oportunidad; sabe que nada del mundo
le pertenece, que ella no nació para obtener nada, sino para dar, para darse como virtud, para ser la Virtud
como expresión pura del Cosmos y todo el proceso de adaptación adentro afuera que el alma como
arquitecta de su destino y conocedora de su propósito programa, en cada encarnación, está diseñado
para que aflore su esencia, Su Virtud, una de las doce que para esta ocasión hará visible en la consciencia
separada del tiempo.

La enfermedad es el resultado de un conflicto, cuando la personalidad se niega


a obedecer los dictados del alma, cuando existe una falta de armonía, o
enfermedad, entre el Ser Superior o Ser Espiritual y la personalidad. A ninguno
de nosotros se nos asigna más de lo que podemos cumplir, tampoco se nos
pide que hagamos más de lo está dentro de nuestro alcance.
Así pues, la vida se resume en el esfuerzo de transmutar las cualidades
inferiores del ser en las virtudes superiores de la unicidad desinteresada. No
con esfuerzos drásticos ni frenéticos, sino mediante una lenta, gradual y feliz
evolución.

Transmutar las cualidades inferiores del ser (no integrado) en las virtudes superiores de la unicidad
desinteresada es un proceso, según Bach, evolutivo, que gradual y felizmente se realiza si sostenemos la
consciencia de sí en cada etapa del camino. Ya he comentado en diversas ocasiones que los remedios
florales nacen para favorecer este proceso, que es la evolución de la consciencia, a pesar de la resistencia
nativa terrestre por seguir con los mecanismos que tanto éxito le han propiciado. Ejemplificándolo: ¿por
qué querría cambiar el cocodrilo que se jacta de llevar millones de años dominando los ríos?, ¿si un alma
libre de memoria encarnara en la estructura psicobiologica de un cocodrilo, para modificar su ADN y que
mutara hacia una nueva especie más compasiva, creen que lo tendría fácil? Por ello estimo que la
resistencia es en cierto modo natural, forma parte de la preservación de las especies. Sin embargo, el alma
no debería restringirse a la naturaleza animal, aunque no tenga otra opción como inicio de su evolución
que penetrar en una estructura totalmente acabada, que costó millones de años crear y qué ahora se
defiende como entidad separada, terrestre, o como élite de una evolución animal que no pudo
contemplar jamás su génesis espiritual. El alma penetra en una forma. El alma consciencia libre y no
determinada por la apariencia y vida terrestre, en otras palabras, toma una forma, un tipo primario, una
entidad construida por las reminiscencias mineral, vegetal y animal para ahora transmutar su ser en
consciencia espiritual. Y para eso nacieron las esencias florales, para ayudar al alma a realizar su trabajo.
Edward Bach creó las secuencias personales con sus esencias para favorecer la instauración del alma a
pesar de la inmovilidad e inercia del animal que le sirve de morada.

Durante nuestra estancia temporal en esta vida, en busca de la perfección se


presentan varias etapas. La transmutación del egoísmo en desinterés, del deseo
en la falta de deseo, de la separación en unicidad, no se realiza en un momento
sino mediante una evolución constante y gradual y debemos dominar cada
etapa a medida que progresamos. Algunas etapas pueden ser relativamente
fáciles, otras sumamente difíciles, y es entonces cuando se produce la

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enfermedad, porque es en esos momentos, en los que no logramos seguir a
nuestro Ser Espiritual, cuando surge el conflicto que produce la enfermedad.

Las etapas en el tiempo para expresar la virtud que se es en el espíritu se desarrollan gradualmente, en
una constante evolución del alma a través de la falsa personalidad primero y la personalidad para finalizar.
Cuanta más alma menos “yo”, cuanto más Virtud menos Falta, pero siempre dentro del mismo campo. La
falta de la virtud que se es en el espíritu no es la consecuencia de un error sino de la victoria de la falsa
personalidad que mantiene su tendencia “natural”. Si lo quieren con un ejemplo, podríamos verlo como
ocurre en el proceso de doma de un jinete sobre un caballo salvaje. Visto desde esa perspectiva, la
enfermedad no es la consecuencia de un error, sino de la fuerza descontrolada que ejerce el yo. Así como
los animales no se enferman por ser animales, la enfermedad en el reino humano es la consecuencia de
la necesidad de abortar una tendencia animal que podría alcanzar dimensiones insospechadas si utilizara
la voluntad del alma para sus planes. De ahí que, como un sistema de seguridad, cuando el alma no puede
gobernar y hacer valer su voluntad a través del vehículo animal con el que opera en el tiempo, se activa
un programa de invalidación para que la persona no siga alterando el orden espiritual. Al alma nunca le
pasará nada, ya que ella siempre estará a salvo en su dimensión, pero la idea de persona quedará
mermada dando al alma una oportunidad para restablecer su gobierno y modificar el rumbo que había
impuesto la personalidad a través de su corta mirada egocéntrica.

Según la etapa concreta en la que fallamos, en el plano físico se desarrolla una


mentalidad determinada, con los resultados consecuentes tanto en el paciente
como en las personas que se relacionan con él. Es esta mentalidad la que indica
al médico la causa fundamental real del problema del paciente y le proporciona
la idea clave para un tratamiento con éxito.
A partir de esto se puede determinar el esfuerzo que se espera que realice el
paciente, dónde falla y, por consiguiente, se puede deducir el tratamiento
correcto para su bienestar.

Cada etapa exige un gobierno, véase: ser egocéntrico en la primera etapa no condicionará la salud; ser
ambicioso en una personalidad joven tampoco, pero cuando se ha agotado la enseñanza de esa fase y el
alma ya dispone de voluntad para seguir adelante, aunque se haya acomodado tanto en esa idea de sí
que quiere perpetuarla como yo, como el cocodrilo, necesitará activar un tipo de correctivo que le haga
soltar el control. Parece que la enfermedad como mecanismo, que causa el detenimiento o dificultad para
seguir haciendo lo de antes, es una estrategia del alma para finalmente liberar a las almas durmientes del
espejismo que propone la vida animal. Edward Bach conocía perfectamente estos mecanismos; aprendió
iniciáticamente y elevó su consciencia hasta penetrar en la consciencia de su Ser Superior, su Alma, y
quién sabe si no logró alcanzar la fusión con la unidad en el universo arquetípico (yo diría que sí), aunque
solo fuera en momentos para traer a la dimensión terrestre -y más concretamente al ámbito de la salud-
un sistema de sanación que trasciende la idea de curación y eleva a calidad de servicio la actuación de los
Terapeutas, verdaderos servidores que han decidido dar en lugar de tomar para liberar al alma del
hipnotismo que le lleva a sentir la enfermedad en una corporalidad, que aunque no es su real ser lo vive
como real sintiendo durante su periplo experiencial lo que conocemos como dolor y todas las
manifestaciones emocionales que nacen de la oportunidad de alcanzar conocimiento o una verdadera
experiencia de Paz y Amor consciente.

El texto de Bach continua, pero para esta ocasión terminamos aquí.

Luis Jiménez

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