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119 Alessandri 1943 518, O. Tapia 1941 255, Corral 2003 348.
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§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
b. Prescripción de la acción
120 Así ocurre típicamente en casos de responsabilidad por ruina de edificios, donde
concurren normas del contrato de obra material (por remisión del artículo 2324 al artícu-
lo 2003 regla tercera), con las de la Ley de urbanismo y construcciones (supra § 54 g). En
otras secciones de este libro han sido tratadas preguntas de prescripción en otras materias
especiales (para atentados a la honra y privacidad, Nº 430; para productos defectuosos,
Nº 557; para daños ambientales, Nº 592; para accidentes del trabajo, Nº 502, con referencia
a la importancia que tiene en la materia la calificación de la responsabilidad como contrac-
tual o extracontractual; en general, sobre las diferencias en la materia entre ambos tipos de
responsabilidad, infra Nº 789).
121 Alessandri 1943 522, O. Tapia 1941 250, Somarriva 1939 305, Ríoseco 1996 105, Es-
que a la época de redacción del Código Civil se suscitara en la doctrina francesa la contro-
versia en torno al momento desde el cual debía comenzar a contarse el plazo de prescrip-
ción, por lo que no sería admisible el argumento histórico hecho valer por Alessandri.
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
tesis; aun en tiempos más recientes, algunos fallos entienden que de acuerdo
al artículo 2332 “resulta claro que el plazo de prescripción se inicia desde
la fecha en que se comete el acto ilícito generador de los perjuicios y no
cuando éstos se producen”.123
Sin embargo, esta doctrina plantea severas dudas en cuanto a su expli-
cación histórica,124 a la interpretación literal en que se apoya y a su justifi-
cación a la luz de los fines de la prescripción extintiva. La jurisprudencia
tiende a alinearse en el mismo sentido.
c) La responsabilidad civil tiene por requisito fundamental el daño pro-
ducido por el hecho del cual se pretende hacer responsable al demandado
(supra Nº 141). En circunstancias que el perjuicio sólo puede ser contempo-
ráneo o posterior (y nunca anterior) al hecho que lo provoca, el daño es
siempre el elemento que determina el momento en que se consuma la per-
petración del delito o cuasidelito civil y nace la obligación indemnizatoria.
En efecto, si el daño es contemporáneo al hecho que genera la responsabili-
dad, concurren simultáneamente todos los elementos que la condicionan; si
es posterior, sólo desde entonces habrá lugar a la acción indemnizatoria,
porque la sola ilicitud de la conducta no da lugar a responsabilidad civil.
Por eso, la prescripción sólo puede correr desde que la acción está
disponible, o más precisamente, como decía Pothier, “desde el día en que
el acreedor ha podido entablar su demanda”.125 En ese sentido, debe en-
tenderse que la idea de perpetración del acto no sólo hace referencia a la materiali-
dad de la acción, sino a su efecto dañoso en la víctima.126 Carece de sentido que
la acción se extinga por prescripción aun antes que se hayan dado las
condiciones para su ejercicio.
Por otro lado, la interpretación contraria carece de sentido a la luz de
las funciones de la prescripción extintiva, que tiene por antecedente la
123 Corte de Santiago, 18.4.1980, RDJ, t. LXVII, sec. 2ª, 29. En el mismo sentido: CS,
9.1.1922, RDJ, t. XXI, sec. 1ª, 501; CS, 23.9.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 538; CS, 25.5.1948,
RDJ, t. XLV, sec. 1ª, 581; Corte de Santiago, 1.7.1986, RDJ, t. LXXXIII, sec. 4ª, 157; y CS,
15.4.2003, GJ 274, 108.
124 R. Domínguez Á. 2004 b 375.
125 Citado por Planiol/Ripert 1926 Nº 650, en apoyo de la idea que el término dado
suya esta interpretación señaló que cuando el artículo 2332 expresa que el plazo de prescrip-
ción se cuenta desde la perpetración del acto, “ha aludido al acto dañoso”; en el mismo fallo
se completa la argumentación expresándose que “no se puede suponer una absurda inconse-
cuencia de la ley en orden a exigir, para el nacimiento de la obligación de indemnizar, la
producción de un daño, y, en cambio, prescindir de ese elemento fundamental para que em-
piece a correr el plazo especial de prescripción, pues –como bien se sostiene en el recurso–
ello implicaría que comenzara el término de la extinción de la obligación antes de que ella
hubiere nacido” (CS, 1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265). Más recientemente, Corte de San-
tiago, 1.9.2004, GJ 291, 129, ha entendido que esta interpretación “evita el absurdo de que la
acción resulte prescrita antes de nacer, porque es requisito de la indemnización la existencia
del daño que puede manifestarse con posterioridad al acto culposo o doloso”.
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§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
reticencia del acreedor en hacer valer sus derechos. Nada se puede repro-
char a quien omite ejercer una acción que aún no nace, como ocurre si el
plazo es contado desde el hecho que da lugar a la responsabilidad. La
jurisprudencia ha puesto también énfasis en el aspecto sancionador que
tiene el instituto de la prescripción extintiva, porque de la inactividad del
acreedor se infiere el abandono o la satisfacción de su derecho; esta aso-
ciación basada en la experiencia no puede ser realizada tratándose de un
derecho que aún no nace.127
En estas circunstancias, lo correcto es contar el plazo de prescripción
desde que ocurra el daño, ya que desde ese instante surge el delito civil y el
derecho a la reparación, como ha tendido a afirmar también la doctrina.128
d) Una aplicación más refinada del principio exige que el plazo de
prescripción se cuente desde que el daño se manifiesta y pueda ser conocido por
el responsable, porque sólo entonces la interpretación es coherente con el
carácter sancionador que se atribuye a la prescripción extintiva. Siguiendo
este razonamiento, que es consistente con la evolución del derecho com-
parado,129 si la víctima, por circunstancias que no sean atribuibles a su
descuido, no ha estado en condiciones de conocer el daño o a su autor, y,
por consiguiente, no ha podido ejercer la acción, no hay razón para en-
tender que el plazo de prescripción haya comenzado a correr en su con-
tra. Este sería el caso de quien ha sido víctima de un fraude, que se descubre
tiempo después de acaecido el daño patrimonial efectivo.
e) A la interpretación referida parece prudente agregar una limitación
general dada por el plazo de prescripción extraordinaria, que de acuerdo a una
tradición ya asentada establece el plazo máximo dentro del cual todas las
relaciones jurídicas deben estabilizarse. Este plazo se contaría, de confor-
midad con esta interpretación, desde que haya cesado la intervención cau-
sal. La limitación referida tiene la virtud de cumplir con la función
estabilizadora y de certeza atribuida a la prescripción.130
f) En síntesis, el plazo de prescripción de la acción de responsabilidad
es de cuatro años contados desde la manifestación del daño; siguiendo
principios generales en materia de prescripción, resulta razonable asumir
como límite el plazo máximo de prescripción extraordinaria, esto es, diez
años contados desde la comisión del hecho.131
127 CS,1.8.1967, RDJ, t. LXIV, sec. 1ª, 265; CS, 19.7.1995, RDJ, t. XCII, sec. 1ª, 53.
128 En este sentido se pronuncian también Corral 2003 350, R. Domínguez Á. 2004 b
374, Abeliuk 1993 245, P. Rodríguez 1999 483.
129 Carbonnier 2000 623, Deutsch/Ahrens 2002 240; Reglero en Reglero 2002 a 533,
con referencias a las Siete Partidas y a la historia del derecho español en la materia.
130 Esta interpretación sistemática es coherente con la calificación de la prescripción
como “una institución de orden público cuyo fundamento se vincula con consideraciones
de utilidad y seguridad jurídica, entre ellas la certeza, consistencia y estabilidad de los dere-
chos” (CS, 26.4.2005, rol Nº 4.727-03).
131 Es el principio que se sigue en el derecho alemán (Deutsch/Ahrens 2002 240, con
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
712. Daños diferidos, daños futuros, daño continuado, agravación del daño
y daños nuevos. a) Son daños diferidos aquellos que se manifiestan con
posterioridad a la comisión del hecho culpable o doloso.132 De acuerdo a
la interpretación sostenida, el plazo de prescripción se debe contar en este
tipo de casos desde que el daño se hace conocido o se manifiesta a la
víctima, con un límite de diez años desde que concluye la ejecución del
hecho que lo genera.
b) La comisión de un hecho ilícito se puede prolongar indeterminada-
mente en el tiempo. En este caso el delito se renueva de manera perma-
nente. La comisión de un delito que subsiste en el tiempo genera un daño
continuado. En este supuesto, en tanto subsiste la comisión del delito, él
se continúa ejecutando. Sólo una vez que el delito se haya dejado de reno-
var y sus efectos dañinos se hayan consumado, es posible sostener que el
acto ya se ha perpetrado.133
En consecuencia, si la consumación del hecho es coetánea a la produc-
ción del daño, desde ese momento debe comenzar a computarse el plazo
de prescripción. Si el hecho es instantáneo, pero el daño continuado, la
prescripción sólo comienza a correr cuando cesa el daño (aunque pueda
ir extinguiéndose progresivamente la acción respecto de daños ocurridos
con más de cuatro años de anticipación).
La misma regla resulta aplicable cuando se trata de un hecho ilícito
complejo, compuesto por un conjunto de actos autónomos, pero normati-
vamente vinculados entre sí y que causan daño. En este evento, el último
de dichos actos es el que resulta relevante a efectos del cómputo de la
prescripción. Con todo, esta hipótesis no se debe confundir con el daño
que por su naturaleza persiste de manera indefinida, como típicamente
puede ocurrir con el daño moral o con el lucro cesante que se sigue del
daño corporal. En este caso, el momento determinante es cuando ocurre
el daño. Así, se ha fallado que muy distinta a una secuencia de hechos
dañosos es la secuela que se sigue del daño moral, susceptible de prolon-
garse “tal vez, por toda la vida”.134
c) La circunstancia de que un daño devenga en más intenso o se agra-
ve puede tener efectos en la responsabilidad (supra § 58 g); pero en nada
132 Para un caso de daños diferidos, CS, 26.4.1998, F. del M. 473, 244.
133 Se ha fallado que tratándose de un acto ilícito configurado por acciones u omisio-
nes mantenidas durante un extenso período, procede computar el plazo de prescripción
sólo desde que cesa la actividad que se venía prolongando en el tiempo (CS, 4.1.1996,
F. del M. 446, 1899); y que para determinar el momento a partir del cual debe contarse el
plazo de prescripción cuando concurren ilícitos continuados debe estarse al instante en que
ellos cesan de producirse (CS, 6.11.1981, RDJ, t. LXXVIII, sec. 5ª, 326).
134 Corte de La Serena, 27.4.2004, rol Nº 29.688-2003, confirmada por CS [cas. fondo],
19.4.2005, rol Nº 2.297-2004. De igual modo, se ha resuelto que “todo acto ilícito puede
provocar daños morales actuales e indefinidos, sin que por ello deje de configurar un mis-
mo hecho en lo que hace al cómputo del plazo de prescripción” (Corte de Santiago, 1.4.2004,
GJ 286, 72).
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§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
refiere forzosamente a una demanda civil en términos procesales estrictos, sino a cualquier ges-
tión que demuestre de forma inequívoca que el acreedor pone en juego la función jurisdiccio-
nal para obtener o proteger su derecho” (CS, 28.3.2005, rol Nº 3.074-2003); y que “la más reciente
corriente de opinión sostiene que el término ‘demanda judicial’ no debe ser tomado en un
estricto sentido procesal, sino en uno más amplio, bastando que el acreedor recurra a los tribu-
nales en demanda de protección, ya sea para cobrar directamente su crédito, ya sea para efec-
tuar las gestiones previas necesarias para hacerlo” (Corte de Santiago, 16.12.2002, GJ 270, 96);
véase también CS, 20.3.2006, rol Nº 5.489-2003. Sobre la discusión en torno al sentido y alcance
de la ‘demanda judicial’ que interrumpe la prescripción, R. Domínguez Á. 2004 b 234.
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
138 Alessandri 1943 528, O. Tapia 1941 252, Abeliuk 1993 245, Rioseco 1996 77. P. Ro-
dríguez 1999 485 estima que si bien la prescripción de la acción de responsabilidad corre
contra toda clase de personas, se suspende entre cónyuges en razón de que “la prescrip-
ción se suspende siempre entre cónyuges” (artículo 2509, inciso final).
139 CS, 7.11.2001, RDJ, t. XCVIII, sec. 1ª, 245. En el mismo sentido: CS, 25.5.1948, RDJ,
t. XLV, sec. 1ª, 581; CS, 10.10.1978, RDJ, t. LXXV, sec. 4ª, 583; Corte de Santiago, 7.7.1988,
RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 63; y CS, 31.1.1989, F. del M. 362, 893.
140 R. Domínguez Á. 2004 b 369.
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§ 59. EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DE RESPONSABILIDAD
141 Corte de Santiago, 12.1.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 2ª, 1. En el mismo sentido se ha
fallado que “los delitos o cuasidelitos son hechos voluntarios y que pueden causar efectos
jurídicos y obligaciones, pero cuya finalidad está dirigida a una meta distinta, por cuya ra-
zón no son actos jurídicos” y que, en consecuencia, “la prescripción de 4 años contempla-
da en el artículo 2332 no es una prescripción de corto tiempo a que alude el artículo 2524,
ambos del mismo cuerpo legal” (CS, 13.4.1989, RDJ, t. LXXXVI, sec. 1ª, 49, también publi-
cada en F. del M. 365, 120).
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
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§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS
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En contra de aceptar una acción restitutoria que no encuadre en los requisitos ge-
nerales del enriquecimiento sin causa, Diez 1997 170; en el mismo sentido, pero sólo aten-
diendo a la imposibilidad de considerar los beneficios como objeto de indemnización (sin
pronunciarse sobre una acción restitutoria), Alessandri 1943 553. En verdad, la acción res-
titutoria que aquí se analiza tiene su fundamento en el ilícito civil y no en el mero hecho
del empobrecimiento que tiene por contrapartida un enriquecimiento. Una discusión de
que esta obligación restitutoria de ganancias injustificadas tenga su fundamento en razo-
nes de justicia correctiva, en Gordley en Owen 1995 138; afirmando esa relación, Weinrib
1980 47.
144
Birks 1985 9, Weinrib 1980 50.
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
145 MünchKom/Grunsky § 252 16, Viney/Jourdain 2001 181, Cane 1996 112.
146 Así la opinión de Lord Slade en My Kinda Town Ltd v. Soll, FSR 159 (1982), citado
por Burrows 1994 304.
147 CS, 2.11.2000, RDJ, t. XCVII, sec. 1ª, 212. Puede verse también CS, 15.9.1999, RDJ,
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§ 60. RESTITUCIÓN DE BENEFICIOS O DE CARGAS
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
puesta al vecino no tiene que ser soportada por éste. Una vez cesada la
situación, quien ha actuado en estado de necesidad debe compensar al
afectado por el daño sufrido en su bien (supra Nº 82 c).
En el derecho de bienes se plantea con frecuencia el conflicto. Por lo
general, es resuelto en favor de la propiedad; ello vale especialmente en
el caso de las más arcaicas formas de ocupación (artículos 609 II, 610,
617 II y 620). En otros casos, sin embargo, el sopesamiento de bienes
lleva a que sea el propietario quien soporte la carga. Así ocurre típica-
mente con las servidumbres legales (artículo 847) y con ciertas formas
de accesión (artículos 668, I sobre edificación en terreno propio con
materiales ajenos; 668 III, sobre plantación de semillas o plantas ajenas;
658, sobre accesión por mezcla o especificación).
b) Más allá de los casos regulados expresamente por la ley, puede asu-
mirse un principio general del derecho que da lugar a obligaciones restituto-
rias en casos de imposición privada de cargas excesivas pero lícitas.
Siguiendo el principio de que el daño debe ser significativo, el entorpeci-
miento debe exceder del límite de las turbaciones que debemos soportar
en razón de la convivencia (supra Nº 145 y § 24 g).
c) El principio encuentra aplicación también en el ámbito del derecho
público, pues puede ocurrir que la Administración del Estado imponga car-
gas a ciertas personas, que resultan exorbitantes y desiguales, aunque el acto
administrativo sea legítimo, tanto desde el punto de vista de su legalidad
como de su finalidad. Ese puede ser el caso, por ejemplo, de las medidas
preventivas adoptadas a consecuencia de epidemias, y resoluciones de pro-
tección ambiental o patrimonial. La materia plantea importantes preguntas
relativas a la distribución de cargas públicas y a los límites a la imposición de
cargas privadas en beneficio público (supra Nº 334 e y § 40 f).
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§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
TÍTULO II
a. El demandado
150 Es interesante el contraste que la norma referida plantea con la del inciso siguien-
te, que se rige plenamente por las normas de la responsabilidad extracontractual, que obli-
gan a reparar todo perjuicio.
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
724. Autor del daño. a) Con las solas excepciones que establece el artículo
2319, todas las personas son capaces de delito o cuasidelito civil (supra Nº 30),
de modo que la acción de responsabilidad se dirige, ante todo, contra quien
por su hecho negligente (en la responsabilidad por culpa) o por su posición
generadora de un riesgo (en la responsabilidad estricta) ha causado el daño
que da lugar a la pretensión reparatoria (artículo 2316 I).
Se tiene por autor del daño a quien materialmente lo ha producido,
pero la responsabilidad también se extiende a quienes han actuado como
cómplices o encubridores del hecho, en la medida que su conducta ilícita resulta
determinante en la materialización de los perjuicios.151 A estos efectos, las
reglas generales sobre causalidad son suficientes para determinar la exten-
sión pasiva de la acción de responsabilidad; ésta se dirige por igual contra
cualquiera persona cuya conducta ilícita haya sido condición necesaria del
daño (supra Nos 244 y 278).
b) La autoría plantea particulares preguntas en el caso de la responsa-
bilidad de personas jurídicas y especialmente del empresario. Uno de los
aspectos evolutivos más evidentes de la responsabilidad de la persona jurí-
dica es la creciente aceptación de la responsabilidad por el hecho propio,
sobre la base de la construcción de un ilícito organizacional, que se mani-
fiesta en el incorrecto funcionamiento de la organización, y que no re-
quiere la identificación de las personas naturales a quienes resulte atribuible
en concreto la negligencia (supra Nos 34 y 129).
c) En los casos de responsabilidad estricta, el antecedente determinan-
te de la responsabilidad es usualmente la calidad (por ejemplo, la de tene-
dor de la cosa riesgosa) o el desarrollo de la actividad. Corresponde a la
ley definir quién será tenido en cada caso por responsable, en la medida
que no es la conducta, sino el riesgo el elemento que resulta determinante
(supra Nº 325).
725. Herederos del autor del daño. a) La acción también puede ser ejerci-
da en contra de los herederos del autor del daño, en virtud del principio
de continuidad patrimonial activa y pasiva del causante en sus sucesores
universales (artículo 951 II). Por lo demás, la legitimidad pasiva de los
herederos está expresamente reconocida en el título sobre delitos y cuasi-
delitos civiles (artículo 2316 I).
b) Si el causante ha fallecido en el accidente ocurrido por su culpa y
que ha provocado daño a terceros, debe entenderse que la sucesión asu-
me igualmente la obligación reparatoria, porque el ilícito fue cometido en
vida del causante; por eso, carece de relevancia el orden temporal en que
151 Alessandri 1943 490, Corral 2003 324; en la medida en que el derecho civil sólo
atiende a la relación causal entre el hecho ilícito y el daño, no discrimina, en general, los
tipos de circunstancias que dan lugar a esa participación; todo indica, sin embargo, que las
definiciones de los artículos 14 y siguientes del Código Penal son aplicables a los delitos
civiles, con la sola reserva de que la responsabilidad civil tiene por condición que esa parti-
cipación sea causalmente determinante del daño sufrido por la víctima.
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§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
b. El demandante
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§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
154 La ley Nº 19.620 establece respecto del adoptado el estado civil de hijo de los adop-
tantes (artículo 37 I), sin perjuicio de la ultraactividad de la legislación anterior que creaba
un estado civil específico de adoptados (artículo 45 II).
155 Alessandri 1943 457.
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
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§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
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La jurisprudencia francesa es reticente a reconocer acciones colectivas, a menos que
haya autorización legal; la ley procesal civil española reconoce ampliamente una acción cor-
porativa a las asociaciones de consumidores y usuarios (artículo 11; al respecto, Reglero en
Reglero 2002 a 148); en el derecho inglés se conocieron desde el Medioevo acciones de gru-
pos específicos, y leyes especiales han continuado con esta práctica, sin perjuicio de una ac-
ción general que es reconocida por la ley procesal; la ley holandesa autoriza las acciones de
grupos corporativos, salvo respecto de la acción indemnizatoria; éstas son reconocidas den-
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
158 Sobre esta particularidad del Código chileno, Delgado en Martinic/Tapia 2005 912.
159 En este sentido, Montenegro 2004 304.
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§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
163
La legislación procesal penal, por otra parte, autoriza estos acuerdos reparatorios,
que deben entenderse comprensivos de todo tipo de daños (Código Procesal Penal, artícu-
lo 241), atribuyéndoles efectos extintivos incluso respecto de la acción penal (artículo 242);
sobre los efectos extintivos de la acción civil, Horvitz/López 2002/04 II 572. En el derecho
civil francés también se acepta la licitud de la transacción (Viney/Jourdain 2001 323).
164
Alessandri 1943 467, Corral 2003 320, Mazeaud/Chabas 1998 703.
165
Alessandri 1943 467.
943
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
(en especial a Luis de Molina) y a su continuación en la escuela del derecho natural racio-
nalista (Grocio, Pufendorf). El propio De Castro sostiene, en ese admirable texto, que esta
es la correcta doctrina, que, a su vez, atribuye a la jurisprudencia española de su época (ídem
498). La actual jurisprudencia española parece asumir, por el contrario, que las acciones
por daño moral que se sigue de la muerte son personales y no pretensiones iure hereditatis
(Pantaleón 1989 639).
944
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
169 Prosser/Keeton et al. 1984 945 refieren el argumento de que en jurisdicciones que
no reconocen el daño moral reflejo, si no se reconociera la transmisibilidad del daño sufrido
por quien ha fallecido, resultaría más barato para el responsable que la víctima muera a que
quede lesionada; asimismo, muestran que la evolución en el commom law se produjo en la di-
rección de favorecer a las personas sobrevivientes que más inmediatamente han sufrido un
perjuicio (personal) a consecuencia de la muerte, como son los herederos (ídem 946).
170 Viney/Jourdain 2001 325.
171 Una espléndida reseña de los argumentos para negar la transmisibilidad en R. Do-
945
§ 61. PARTES DEL JUICIO DE RESPONSABILIDAD
a la muerte no es indemnizable como daño moral de la víctima, porque debe entenderse in-
cluida en esta última (Hicks v. Chief Constable of South Yorkshire Police, 1992, 2 All ER 65); en Esta-
dos Unidos, la materia está entregada a la legislación estatal, que es muy disímil, pero que en
general reconoce acción hereditaria por los daños morales sufridos por la persona fallecida,
pero no acepta el daño moral reflejo (Prosser/Keeton et al. 1984 950, Abraham 2002 219).
176 R. Domínguez Á. 2004 a 506 y 513, con referencias al derecho argentino y holan-
dés (Cód. hol., artículo 6.106); para el derecho español, Pantaleón en Paz-Ares et al. 1991
1999, Gómez en Reglero 2002 a 397; en el derecho alemán no se reconoce acción alguna a
este respecto (Deutsch/Ahrens 2002 227; BGB, §§ 253 y 847).
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
con la víctima directa, la indemnización que aquél reciba por el daño moral
que personalmente ha sufrido incluye de manera necesaria el pesar por el
sufrimiento de la víctima. Así se explica que en el derecho comparado exista
la tendencia antes anotada a reconocer alternativamente un derecho iure here-
ditatis (si no se reconoce acción por daño reflejo) o una acción iure propio
por el daño reflejo, pero no ambos a la vez.
e) Resultando inconveniente la acumulación, es preferible optar por la
indemnización del daño reflejo, negando lugar a la transmisión. La prueba del
daño reflejo atiende de mejor manera a los vínculos reales de afecto y
dependencia espiritual que existen entre los demandantes y la víctima fa-
llecida. Asimismo, permite hacerse cargo razonablemente del daño moral
sufrido por la víctima inmediata, que repercute en quienes le eran más
cercanos (pero evitándose la doble indemnización). Por otro lado, las re-
glas del derecho hereditario pueden excluir a quienes tenían un consor-
cio de vida que no esté reconocido por el derecho sucesorio (el conviviente,
por ejemplo), y pueden favorecer a quienes carecen de esa relación afecti-
va (parientes con los que el fallecido no tenía trato alguno y, en el extre-
mo, el Estado).177
f) Las razones para negar lugar a la transmisibilidad de las pretensio-
nes indemnizatorias por el daño moral sufrido por la víctima fallecida no
se extienden a las acciones de reparación en naturaleza. Todo indica que las
personas más cercanas al menos no deben tener restricciones en su inte-
rés de interponerlas en protección de la memoria del fallecido. Este inte-
rés es especialmente intenso en la protección de la privacidad y la honra
de este último (supra Nº 426).
a. Introducción
indemnizatoria al momento de fallecer. En tal caso, existe una razón especial para esti-
mar que se sucede por los herederos en la relación procesal ya constituida (Código de
Procedimiento Civil, artículo 5º); la doctrina francesa que es contraria a la transmisibili-
dad entiende que en este caso debe entenderse que el derecho adquirió un carácter pa-
trimonial antes de la muerte de la víctima directa (Viney/Jourdain 2001 326). De aceptarse
la transmisibilidad en esta situación, debiera entenderse que la prosecución de la acción
iure hereditatis excluye o neutraliza los efectos de la acción iure propio, por las razones plan-
teadas en esta sección.
178 Este apartado toma como base una contribución de J. C. Marín; el texto de esa con-
947
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
ponsabilidad penal han llegado a ser distintas entre entre sí por sus fines y
por las condiciones de su imposición.179
La tendencia a la separación se ha acentuado en épocas recientes. Por
una parte, se ha llegado a construir una teoría del delito extremadamente
refinada, que se ha caracterizado por la definición rigurosa de los requisi-
tos para hacer procedente la sanción penal, con el resultado de que la
doctrina del delito actúa como un límite a la imposición de la pena, mien-
tras que en la responsabilidad civil, por el contrario, la tendencia ha sido a
la expansión. Por otra parte, la predilección a separar las esferas de lo
público y de lo privado y a relegar a esta última amplios ámbitos de la
moral, la religión y las costumbres, ha hecho que conductas que antes
estaban sujetas a la regulación estatal bajo sanción penal, hayan quedado
entregadas al juicio individual.180
179 Sobre los fines de la responsabilidad civil, supra § 3; sobre los fines de la responsa-
bilidad penal y más precisamente, de la pena, Roxin 1994 39, Jakobs 1991 3, Bustos 1989
18, Cury 2005 64.
180 En general, las diferencias entre la responsabilidad civil y la penal se expresan en las
mayores exigencias que el derecho plantea para dar lugar a esta última. Para una enumera-
ción de las diferencias, Alessandri 1943 29, Horvitz/López 2002/04 II 602, Corral 2003 461.
181 Horvitz/López 2002/04 II 604. En esta práctica habría tenido especial inciden-
cia el positivismo criminológico que entendía que la reparación del daño ocasionado
por el hecho punible formaba parte de la pena (ídem). En este sentido, Rafael Fonteci-
lla sostenía que el Código Penal cometía un ‘grave error’ al entregar la acción de repa-
ración del daño al ofendido por el delito, desde que no se trataba de un cuestión de
derecho privado, sino de una de derecho público, razón por la cual la acción para la
indemnización del daño proveniente del delito debía ejercerse de oficio conjuntamen-
te con la acción penal por el ministerio público (Fontecilla 1978 292). Esta concepción
se encuentra hoy superada por la aceptación de diferencias esenciales entre ambos es-
tatutos de responsabilidad y, por cierto, no es esa la razón para autorizar el ejercicio de
la acción civil en el proceso penal.
182 Así, la Corte Suprema ha entendido que “la responsabilidad civil debe hacerse valer
en los tribunales con jurisdicción en lo civil, pero se admite, por razones de economía proce-
sal, que la acción respectiva se deduzca también ante quien conoce del delito o cuasidelito
penal que genera adicionalmente responsabilidad civil” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003).
948
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
183 La circunstancia que un mismo hecho produzca efectos penales y civiles en ningún
caso confunde ambos estatutos de responsabilidad; así, se ha fallado que “aun cuando de
un mismo hecho puede generarse responsabilidades penal y civil de naturaleza extracon-
tractual, ellas son distintas e independientes entre sí” (CS, 27.4.2005, rol Nº 4.727-2003); y
que “la responsabilidad penal y civil derivadas de un mismo hecho, pueden coexistir pero
son distintas e independientes” (CS, 28.7.2005, GJ 301, 120).
184 En este sentido, respecto del ejercicio de la acción civil en el proceso penal, se ha
fallado que “es evidente que la acción civil que se está analizando es de orden privado o
patrimonial, por lo que las normas que regulan el proceso miran al exclusivo interés parti-
cular de los litigantes, sin que su trasgresión vulnere el orden social” (Corte de Valparaíso,
27.7.2005, rol Nº 1.285-2004).
185 El Código Procesal Penal no permite el ejercicio de demandas civiles en el procedi-
miento simplificado, salvo aquella que tuviere por objeto la restitución de la cosa o su valor
(Código Procesal Penal, artículo 393 II); la referencia al valor de la cosa puede ser entendi-
da como un error legislativo (infra Nº 747); en el procedimiento abreviado, el juez no tiene
competencia para pronunciarse sobre las acciones civiles deducidas (Código Procesal Pe-
nal, artículo 412 inciso final).
949
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
b. Acción restitutoria
950
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
186 El artículo 470 del Código Procesal Penal, por su parte, permite a los legítimos intere-
sados reclamar las cosas corporales muebles retenidas y no decomisadas dentro de los seis me-
ses siguientes contados desde la fecha de la resolución que hubiere puesto término al juicio, o
dentro del año desde que se hubiere decretado el sobreseimiento temporal o la suspensión con-
dicional del procedimiento. En caso contrario, el tribunal procederá a la venta de estos bienes
en pública subasta. El producto del remate, así como los dineros o valores retenidos y no deco-
misados, se destinarán a la Corporación Administrativa del Poder Judicial.
187 Código Procesal Penal, artículo 59 I; en igual sentido, Código Orgánico de Tribu-
951
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
750. Otras acciones restitutorias. No todas las acciones que de acuerdo con
el derecho civil tienen naturaleza restitutoria están señaladas en las normas
que se han analizado en esta sección. No lo están, por ejemplo, la acción
contra el poseedor por la restitución de frutos y deterioros, o las que tienen
por objeto el valor de la cosa destruida. En circunstancias que las reglas del
artículo 189 del Código Procesal Penal (en relación con los artículos 83
letra c, 187 y 188) sólo se refieren a las cosas que hayan podido servir para la
comisión del delito, a sus efectos o a los que pudieren ser utilizados como
952
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
medios de prueba, así como a las hurtadas, robadas o estafadas, debe enten-
derse que se trata de disposiciones especiales. Cualesquiera otras acciones
restitutorias, especialmente las que tienen por objeto el valor en dinero de
una cosa, deben entenderse comprendidas en la acción civil reconocida por
el artículo 59 II del Código Procesal Penal (infra Nº 752).
953
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
Código Penal que señala: “El que para defraudar a otro le obligare con violencia o intimi-
dación a suscribir, otorgar o entregar un instrumento público o privado que importe una
obligación estimable en dinero, será castigado como culpable de robo, con las penas res-
pectivamente señaladas en este párrafo”. En este caso, la forma razonable de restaurar el
orden jurídico perturbado, y de pronunciarse sobre las responsabilidades civiles que ema-
nan de la defraudación, sería declarando la ineficacia del instrumento público o privado
suscrito bajo violencia o intimidación.
954
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
mente con el sujeto pasivo del delito. Es lo que sucede, por ejemplo, con el delito de hurto
en que el bien es sustraído a una persona distinta de su propietario, caso en el cual la con-
dición de víctima es detentada por el propietario y no por aquel a quien el bien le es sus-
traído. Existen también delitos pluriofensivos en que la conducta punible afecta distintos
bienes jurídicos cuyos titulares pueden ser personas también distintas. Así por ejemplo, un
delito de robo con intimidación en que el sujeto coaccionado difiere del propietario del
bien sustraído; en este caso ambos tendrán la condición de víctima y podrán ejercer la ac-
ción civil en el proceso penal (Horvitz/López 2002/04 II 614).
955
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
prueba antes reseñada que la querellante, quien se encuentra legitimada para deducir esta
acción civil de conformidad con lo que dispone el artículo 108 del Código Procesal Penal,
sufrió y sufre actualmente un gran dolor y aflicción por la pérdida de su padre, y por el
dolor que han experimentado sus hijos menores, este tribunal acoge la demanda civil in-
terpuesta, sólo a su favor, toda vez que por mandato expreso de la norma legal antes citada,
sus hijos y nietos del occiso, no son sujetos titulares de esta acción” (Tribunal de juicio oral
en lo penal de Valparaíso, 3.5.2004, ruc Nº 0400020450-7, con comentario de A. Aguad y
C. Pizarro en Rev. Fueyo 3, 2004, 155).
956
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
d. Reglas de procedimiento
su momento se dicte. En este sentido, las medidas cautelares reales tienen por misión asegu-
rar un conjunto de bienes, en los cuales posteriormente se hará efectiva la responsabilidad
pecuniaria que se derive del delito. Esta responsabilidad puede tener una naturaleza mera-
mente civil y también penal (pena de multa), sin perjuicio de que puede surgir, además, una
responsabilidad pecuniaria por el pago de las costas y gastos ocasionados durante el proceso.
Para un detallado estudio de las medidas cautelares reales, J. C. Marín 2004 a 77.
957
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
958
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
201 ¿Puede la víctima que no ha subsanado los vicios acudir al juez civil competente y
presentar nuevamente su demanda civil? La redacción del artículo 59 II del Código Proce-
sal Penal parece oponerse a ello, aunque todo indica que es una consecuencia demasiado
severa para quien no ha subsanado cuestiones de forma. Lo razonable es entender que la
víctima no puede continuar con su demanda en el procedimiento penal y permitirle acu-
dir ante el juez civil competente, en la medida que su pretensión no haya prescrito.
202 La regulación de la prueba de la acción civil en el proceso penal puede generar
959
§ 62. EJERCICIO DE LA ACCIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL
mismos hechos pueden ser valorados de manera diversa por el juzgador penal y por el civil.
Atendida la relación que existe en materia probatoria entre las normas sustantivas y proce-
sales, todo indica que en materia civil debe procederse de conformidad con los estándares
probatorios que rigen en esa materia.
960
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
204
Se ha fallado que “con arreglo al artículo 150 del Código de Procedimiento Civil, la
sentencia que acepta el desistimiento extingue las acciones a que él se refiere, con relación a
las partes litigantes y a todas las personas a quienes habría afectado la sentencia del juicio a
que pone fin. De este modo, la resolución firme que acoge el desistimiento semeja en sus
efectos a una sentencia de término denegatoria de la demanda, puesto que pone fin al juicio
de que se trata, extinguiendo las acciones como si hubieren sido rechazadas, de forma que si
961
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
el demandante las renueva con un nuevo juicio, el demandado estará habilitado para opo-
nerle válidamente la excepción de cosa juzgada” (CS, 19.4.1988, RDJ, t. LXXXV, sec. 1ª, 59).
962
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
205 Se ha fallado que “en términos generales, debe entenderse que la disposición al re-
ferirse al juicio civil, lo hace en el sentido amplio de todo lo que no es penal, y al señalar
que debe condenar al reo, igualmente debe interpretarse en forma genérica, aunque no
exista reo sino infractor a una norma de carácter contravencional” (Corte de San Miguel,
10.9.1992, rol Nº 97-1992). La ley sobre libre competencia ha establecido el principio refe-
rido, al establecer que el juez civil al resolver sobre la acción de responsabilidad patrimo-
nial fundará su fallo en las conductas, hechos y calificación jurídica establecidos por el
Tribunal de defensa de la libre competencia (artículo 30 II).
206 Existe consenso en torno a la fuerte analogía entre el derecho penal y el derecho
administrativo sancionador, en el sentido de que ambos son una manifestación del poder
punitivo del Estado, siendo la diferencia entre ambos exclusivamente cuantitativa (el mejor
desarrollo en Cury 2005 100, con referencias comparadas).
207 Se ha fallado que la sentencia del juzgado de policía local que impone una pena de
multa al chofer culpable de un accidente de tránsito por haber infringido los reglamentos
“es una sentencia condenatoria en juicio criminal y produce plena prueba en el presente
juicio civil sobre la infracción reglamentaria a que ella se refiere” (Corte de Santiago,
3.10.1958, confirmada por CS [cas. forma y fondo], 12.5.1959, RDJ, t. LVI, sec. 1ª, 133); y
que “la sentencia condenatoria en lo infraccional dictada en sede de Policía Local una vez
firme, produce el efecto de cosa juzgada en cuanto a la existencia de la infracción y a la
culpabilidad del infractor sancionado” (Corte de Santiago, 6.7.2005, GJ 301, 149).
208 CS, 7.5.1935, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347.
209 En este sentido se ha fallado que “atendido que la acción indemnizatoria de estos
963
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
210 Se ha entendido que “es perfectamente concebible y armónico que un mismo he-
cho pueda calificarse como no constitutivo de cuasidelito criminal y ser, sin embargo, cons-
titutivo de cuasidelito civil” (Corte de Chillán, 10.8.2000, confirmado por CS [cas. fondo],
24.10.2000, GJ 244, 98). En relación con la extinción de la responsabilidad penal en virtud
de la amnistía, se ha fallado desde antiguo que ésta “sólo produce efectos en la esfera de tal
responsabilidad, sin que alcance a operar en el campo de la responsabilidad civil; la prime-
ra tiene su origen en el hecho punible, que la ley reprime en resguardo del interés de la
colectividad; la segunda nace como consecuencia de aquel hecho, desde que ocasiona al
ofendido un daño que le confiere el derecho de la reparación. Por consiguiente, la obliga-
ción que genera este derecho no se extingue por la amnistía” (Corte de Santiago, 14.1.1963,
RDJ, t. LX, sec. 4ª, 47); en igual sentido: CS, 30.3.1962, RDJ, t. LIX, sec. 4ª, 25; y CS, 1.9.1967,
RDJ, t. LXIV, sec. 4ª, 243.
211 La equiparación en sus efectos del sobreseimiento definitivo a la sentencia absolu-
toria se encuentra en el artículo 251 del Código Procesal Penal, según el cual el sobresei-
miento definitivo pone término al procedimiento y produce efecto de cosa juzgada.
964
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
212 La jurisprudencia es constante en este sentido, así se ha fallado que “las sentencias
absolutorias o que sobresean definitivamente en materia penal, sólo producen cosa juzga-
da en materia civil en casos calificados y excepcionales” (CS, 18.1.1989, rol Nº 18.313); que
“la regla general es que las sentencias condenatorias dictadas en materia criminal produ-
cen cosa juzgada en lo civil; pero respecto de los fallos absolutorios dicha regla general es
que no producen cosa juzgada en materia civil, salvo las excepciones expresamente con-
templadas en la ley” (CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211); que “la sentencia absoluto-
ria en materia criminal no tiene los mismos efectos que la condenatoria, estando reservado
a esta última producir siempre los efectos de la cosa juzgada y a la primera producir tales
efectos únicamente en los casos expresamente señalados en el artículo 179 (202) del Códi-
go de Procedimiento Civil” (CS, 20.3.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 1ª, 98); y que “en los juicios
civiles pueden hacerse valer las sentencias dictadas en un proceso criminal siempre que con-
denen al reo, lo que es natural y obvio; pero cuando absuelven u ordenan el sobreseimien-
to definitivo se les concede la fuerza de la cosa juzgada por excepción, en los casos
taxativamente enumerados en el artículo 202 [actual artículo 179] del Código de Procedi-
miento Civil” (CS, 8.1.1938, RDJ, t. XXXV, sec. 1ª, 343).
213 CS, 29.8.1917, RDJ, t. XV, sec. 1ª, 131. En este orden de ideas, se ha dicho que el
abandono de la acción constituye una razón de orden procesal, “que si bien produce efec-
tos similares al sobreseimiento definitivo, no puede significar un pronunciamiento de inexis-
tencia del delito, por lo que no concurre en la especie la excepción contemplada en el
artículo 179 Nº 1 del Código de Procedimiento Civil. Por ello, no concurre en la especie la
cosa juzgada” (CS, 11.5.1995, rol Nº 20.841).
965
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
214 Tempranamente se resolvió que “de la historia fidedigna del precepto legal que se
supone infringido aparece que se dio a la circunstancia primera del artículo 202 [actual
artículo 179] del Código de Procedimiento Civil la redacción que tiene por ser más com-
prensiva que la que se pretendió darle diciendo en vez de delito o cuasidelito ‘del hecho’,
dejándose establecido que la no existencia del hecho equivale a decir la no existencia del
delito o cuasidelito” (CS, 20.10.1934, RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 113); en el mismo sentido, se
ha fallado que la sentencia penal absolutoria o el sobreseimiento definitivo producen cosa
juzgada en material civil cuando “el tribunal ha adquirido la convicción de no haberse per-
petrado el hecho punible que dio origen a la causa” (CS, 13.6.1952, RDJ, t. XLIX, sec. 4ª,
168). La sentencia penal que establece que los hechos existen pero fueron fortuitos produ-
ce también cosa juzgada en sede civil bajo esta regla; así, se ha resuelto que la sentencia
penal absolutoria o que sobresee definitivamente la causa produce cosa juzgada en materia
civil “cuando el hecho material que dio motivo a formar la causa no existió, o en que ese
hecho, si bien existe y está probado, ha sido fortuito o casual o en que ese hecho es impu-
table exclusivamente a culpa o imprudencia de la víctima” (Corte de Santiago, 8.8.1958,
RDJ, t. LV, sec. 1ª, 84); la conclusión anterior supone que lo fortuito se juzga de igual ma-
nera en materia civil y penal, de modo que parece recomendable que la apreciación se haga
en concreto; asimismo se debe tener en consideración que esa inferencia en caso alguno es
aplicable si el tipo de accidente está sujeto a un régimen de responsabilidad estricta.
215 CS, 8.7.1971, RDJ, t. LXVIII, sec. 1ª, 211.
216 Corte de Concepción, 23.7.1993, rol Nº 1.472-1992; también se ha fallado que “no
966
ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
967
§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
219
En CS, 5.11.1970, RDJ, t. LXVII, sec. 1ª, 503, sentencia absolutoria por estimarse
que los hechos se debieron a un caso fortuito, se señaló que “por no mediar dolo o culpa
en el suceso que motivó el fallo absolutorio que se expidió en el proceso criminal referido,
forzoso es aceptar como conclusión que en tal evento no hubo hecho punible que origina-
ra obligaciones basadas en esa fuente de responsabilidad; que, asimismo, aquel fallo debe
producir efectos de cosa juzgada en materia civil, porque no es aceptable –en este caso–
una revisión de tal pronunciamiento; y que, por último, esta consecuencia afecta no sólo a
quienes fueron partes en la gestión criminal, sino que a toda clase de personas, porque sus
efectos son de proyección general”; respecto al caso fortuito como eximente de responsabi-
lidad civil, véase también nota siguiente; también se ha fallado que “toda sentencia conde-
natoria en materia criminal produce cosa juzgada para el juicio civil en que se cobran
indemnizaciones por los perjuicios causados por el delito o cuasidelito que ha sido objeto
de ese fallo. Esa cosa juzgada es de aplicación universal en cuanto obra respecto de todos y
no solamente de los que han litigado en lo penal, pues ella existe, no en virtud de la con-
currencia de las tres identidades requeridas por el artículo 200 [actual artículo 177] del
Código de Procedimiento Civil, que no serían posibles en estos casos, sino por mandato
expreso de las leyes que se inspiran en la necesidad superior de evitar que la decisión en lo
civil contradiga lo resuelto por la justicia criminal” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394); y
que “los artículos 201 y 202 [actuales artículos 178 y 179] del Código de Procedimiento
Civil, que determinan la influencia de lo penal en lo civil, son reglas de excepción a lo dis-
puesto en el artículo 200 [actual artículo 177] del mismo Código, y por lo tanto, no puede
exigirse que entre el juicio criminal y el juicio civil posterior existan las tres identidades a
que se refiere el citado artículo 200, puesto que jamás pueden existir entre uno y otro jui-
cio, que tienen siempre distintos objetos y distintas causas legales, y exigirlas sería lo mismo
que negar la influencia de lo criminal en lo civil, influencia que expresamente reconocen
nuestras leyes” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923,
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 432). En el mismo sentido, Corte de Santiago, 14.11.1922, confirmada
por CS [cas. fondo], 22.9.1923, RDJ, t. XXII, sec. 1ª, 494; CS, 23.11.1936, RDJ, t. XXXIV,
sec. 1ª, 62; CS, 13.1.1939, RDJ, t. XXXVI, sec. 1ª, 478; CS, 1.6.1956, RDJ, t. LIII, sec. 1ª, 89;
y Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84.
220 Se ha fallado que en el juicio civil “no puede ponerse en duda la existencia del he-
cho que constituye el delito, ni sostenerse la inculpabilidad del condenado” (CS, 7.5.1935,
RDJ, t. XXXII, sec. 1ª, 347); y que “en el juicio civil es obligatorio respetar las conclusiones
establecidas en lo criminal y los hechos o antecedentes que han servido al juez para llegar
a esas conclusiones” (CS, 8.1.1943, RDJ, t. XL, sec. 1ª, 394). Así, si en sede penal se deter-
mina que un accidente se debió a caso fortuito, no puede el tribunal civil tomar en consi-
deración pruebas o alegaciones tendientes a establecer que “el accidente no se produjo por
un acto imprevisible y que, por el contrario, fue la consecuencia directa de la imprudencia,
la negligencia o el simple descuido” (Corte de Santiago, 8.8.1958, RDJ, t. XL, sec. 2ª, 84);
en el mismo sentido “no puede reexaminarse la culpabilidad del infractor en el nuevo jui-
cio, ni la existencia de la infracción que motivó la sanción” (Corte de Santiago, 6.7.2005,
GJ 301, 149).
221 Se ha fallado que precisamente “la esencia de la cosa juzgada es impedir que se
produzca contradicción entre dos fallos” (Corte de Santiago, 17.7.1998, RDJ, t. XCV, sec.
2ª, 48).
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§ 63. INFLUENCIA RECÍPROCA DE RESOLUCIONES EN LO PENAL Y EN LO CIVIL
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ACCIONES A QUE DA LUGAR EL DAÑO
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Se ha fallado que “según las reglas generales la cosa juzgada en lo civil es relativa a
las partes y la penal es absoluta: de tal manera que fallada en un sentido una cuestión civil,
sólo las partes favorecidas pueden aprovechar la cosa juzgada ya sea como acción o como
excepción” (Corte de Santiago, 21.3.1923, confirmada por CS [cas. fondo], 12.9.1923, RDJ,
t. XXII, sec. 1ª, 432).
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