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CONTRAOPINION

Cristóbal Videla-Hintze
24 de marzo de 2019
La falacia Bolsonaro y la democracia.

Para leer el artículo “La Falacia Bolsonaro” de Carlos Peña de El Mercurio


dominical, vamos a analizar primero el lenguaje y el comportamiento del
político Bolsonaro. Para esto, le pedimos prestado a Umberto Eco algunos
de sus resultados cuando describe el arquetipo fascista, en su obra Ur-
Fascismo del año 1995 (http://labastilla.foroactivo.com/t463-ur-fascismo-
por-umberto-eco). La descripción de Carlos Peña de Bolsonaro, en lo
principal y generalmente aceptado, como sexista, racista e ignorante. ¿Qué
dice al respecto Umberto Eco?

En relación con el sexismo que se da en Bolsonaro, Eco plantea que el


fascista originario debe ser un “héroe”, el ser excepcional de todas las
mitologías y que este culto al heroísmo está estrechamente vinculado al
culto a la muerte (recordar el lema de los falangistas españoles “Viva la
muerte”). El héroe fascista originario, impaciente por morir, a menudo
consigue que mueran los otros. “Puesto que este jugar al héroe es difícil, el
fascista originario transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales.
Este es el origen del machismo (que implica un desdén a las mujeres y una
condena intolerante a costumbres sexuales no conformistas, desde la
castidad hasta la homosexualidad).”
En relación con el racismo, Eco plantea que el arquetipo fascista crece y
busca el consenso, explotando y exacerbando el natural miedo la diferencia.
“El primer llamamiento de un movimiento fascista es contra los intrusos; de
ahí, que el fascismo originario es por definición racista.”

Finalmente, en relación con la ignorancia, Umberto Eco expresa que la


sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma del
fascismo originario. El fascismo adora la acción por la acción, por eso la
cultura es sospechosa, en la medida que se identifica con actitudes críticas.
Cómo no recordar la declaración atribuida a Goebbels (“Cuando oigo la
palabra Cultura, echo mano a la pistola”), hasta expresiones de fascista de
toda laya como “cerdos intelectuales”, “estudiante cabrón, trabaja de peón”,
“muera la inteligencia”, “universidad, guarida de comunistas”.

Por tanto, según la caracterización de Umberto Eco, tenemos que Bolsonaro


efectivamente puede ser caracterizado como un fascista arquetípico.

Podríamos decir que, hasta cierto punto, Carlos Peña estará de acuerdo con
nosotros en caracterizar a Bolsonaro como un fascista.

Veamos ahora el otro punto: la “democracia”, la pongo entre comillas para


referirme al término que usa el columnista de El Mercurio. Puesto esto de
hablar de democracia sin más es conflictivo. En efecto, por ejemplo, si los
esclavistas querían construir una carretera para ganar tiempo en el transporte
del producto hecho por sus esclavos, y había dos proyectos diferentes, entre
los esclavistas podían decidir por mayoría. Entonces, podemos hablar de una
“democracia esclavista”: ahí está la trampa. Esto se produce cuando a
propósito se usa una palabra, sin especificar sus condiciones de borde.

Pues bien, don Carlos afirma que “el valor de la democracia depende de los
supuestos sobre los que reposa el debate que ella hace posible”. Estos
supuestos “son el reconocimiento de la más estricta igualdad entre todos los
miembros de la comunidad política sin consideración a la etnia, el sexo, el
género, las preferencias sexuales o los hábitos de consumo”.

Me saltan a la vista dos características de la definición mercurial: una visible


y otra invisible. La visible es que la definición “exige” “la más estricta
igualdad entre los miembros de la comunidad”. Con respecto a esta
condición, podríamos estar de acuerdo.

Pero la característica invisible, creo que es una cuestión que difícilmente


vayamos a estar de acuerdo Don Carlos y yo, por lo menos en el corto plazo,
a la larga, creo que Don Carlos me va a encontrar razón.

Bueno, pero ¿cuál es la característica “invisible”? Estimado lector, creo que


Vd ya está cerca, muy cerquita de captarla; en efecto, la igualdad económica.
Así es pues, me parece una buena definición decir que la democracia exige
la más estricta igualdad económica entre los miembros de la comunidad. Y
eso no se puede dar en el capitalismo y menos en el neoliberalismo.

Por tanto, para avanzar en la democratización de nuestra sociedad debemos


avanzar hacia el socialismo, de modo de eliminar las gigantescas
desigualdades entre los ricos y los pobres, sin eso, no podemos hablar
democracia en su verdadero sentido.

De modo que, si bien diferimos en el concepto de democracia con don


Carlos Peña, si estamos de acuerdo en el sentido que le da a la falacia
Bolsonaro.

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