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(Dt 6:4-5) "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y
con todas tus fuerzas."
(Mr 12:30) "Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es
el principal mandamiento."
El amor hacia Dios sólo puede surgir como una consecuencia del
perdón recibido, y la falta de este amor, demuestra inevitablemente
la falta de él.
(Gn 3:1-6) "Pero la serpiente era astuta, más que todos los
animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la
mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles
del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en
medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para
que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis;
sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos
vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio
la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a
los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su
fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como
ella."
Por esta razón, cuando Jesús fue interrogado por el escriba acerca
de cuál era el principal mandamiento de la ley de Dios, él volvió al
propósito inicial por el que el hombre había sido creado, y que no
era otro que el de disfrutar de todas las cosas en una relación plena
de amor con Dios.
Precisamente ese era el propósito de su venida a este mundo:
volver a reconducir al hombre a esta relación perdida con Dios.
¿Pero cómo podría convencer a los hombres de que Dios no es un
tirano todopoderoso, tal como el diablo les ha hecho creer? Sin
lugar a dudas, éste era uno de los grandes retos que tenía por
delante.
Para ello, una de las primeras cosas que hizo fue desenmascarar al diablo.
Habló con total claridad acerca de él: "El ha sido homicida desde el
principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de
mentira" (Jn 8:44). La acusación de Cristo quedaba demostrada por lo que
ocurrió al principio de la creación: el diablo aseguró a Eva que no morirían
si comían del árbol, y fue mentira. De hecho, quedó constancia de que el
diablo es un homicida, ya que con sus mentiras condujo a nuestros padres
por el camino que les llevaría a la muerte.
Pero aún había algo más que Cristo iba a hacer para ganar el amor de los
hombres para Dios. Como él dijo en repetidas ocasiones, había sido enviado
por su Padre para dar su propia vida para salvar a los hombres. Este sería
un argumento incontestable. ¿Cómo podría el diablo seguir haciendo creer
a los hombres que Dios no los ama si ha estado dispuesto a dar por ellos a
su Hijo amado? ¿Y cómo podrían los hombres permanecer indiferentes ante
esta prueba tan grande de amor?
Esta es la razón última por la que el ser humano no logra hacer que
este mundo sea un lugar donde se respire paz y amor. Un mundo
que ha dejado a Dios fuera de su sociedad, nunca tendrá los
recursos necesarios para manifestar amor y traer paz en la relación
con sus semejantes, aunque irónicamente, seguirá culpando a Dios
de todo lo que le ocurre. ¿Quién no ha escuchado infinidad de veces
comentarios del tipo de, "si Dios existe, por qué hay guerras... por
qué permite..."?
Ahora bien, para muchos, el amor no es nada más que una palabra
bonita que les gusta usar con frecuencia. Pero si hemos de
concederle el valor que Dios le da, tenemos que decir que es mucho
más que un bello concepto. El apóstol Pablo nos ha dejado un
hermoso resumen del tipo de amor que Dios espera de nosotros:
Como vemos, el amor del que Cristo nos habla es ante todo activo
y capaz de sacrificarse. Nada tiene que ver con el concepto pasivo
que algunos han expresado: "no hagas a los demás lo que no
quieras que te hagan a ti". Por supuesto, este principio está bien,
pero el Señor Jesucristo fue mucho más lejos al expresar de una
forma positiva y activa cómo debe ser nuestro amor por el prójimo:
(Mt 7:12) "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres
hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos."
El propósito de la ley
Al llegar a este punto, si somos honestos, tendremos que reconocer
que ninguno de estos dos mandamientos de la ley son fáciles de
cumplir. De hecho, para nuestra propia vergüenza tendremos que
admitir que los hemos quebrantado innumerables veces.
Este fue el tema de una de las grandes controversias que Pablo tuvo
con los gálatas. Ellos habían empezado a pensar que podían
salvarse por cumplir algunos mandamientos "principales", pero
Pablo les explicó que el propósito de la Ley era "sacar a la luz" el
pecado para que de esa forma fuéramos a Cristo en busca de
salvación.
(Ga 3:24) "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos
a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe."
(Ro 3:20) "Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será
justificado delante de él; porque por medio de la ley es el
conocimiento del pecado."
Mateo 22:35-38
“Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por
tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran
mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu
Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda
tu mente. Este es el primero y grande mandamiento.”
Marcos 12:28-30
“Acercándose uno de los escribas, que los había oído
disputar, y sabía que les había respondido bien, le
preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es:
Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y
amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda
tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas. Este es el principal mandamiento.”
Juan 14:15
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”
Y Juan 14:21-24
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el
que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre,
y yo le amaré, y me manifestaré a él. Le dijo Judas (no el
Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a
nosotros, y no al mundo? Respondió Jesús y le dijo: El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará,
y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no
me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis
oído no es mía, sino del Padre que me envió.”
1 Juan 4:19-21
“Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si
alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es
mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha
visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y
nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a
Dios, ame también a su hermano.”
1 Juan 5:2-3
“En esto conocemos que amamos a los hijos de
Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus
mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que
guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no
son gravosos.”
1 Juan 3:22-23
“y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las
cosas que son agradables delante de él. Y este es su
mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo
Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha
mandado. Y el que guarda sus mandamientos,
permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que
él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha
dado.”
Y 1 Juan 3:22
“y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de
él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las
cosas que son agradables delante de él.”
Y en Deuteronomio 5:9-10
“No te inclinarás a ellas ni las servirás; porque yo soy
Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los
padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me aborrecen, y que hago
misericordia a millares, a los que me aman y guardan
mis mandamientos.”
Juan 14:23-24
“Si alguno me ama, guardará mi palabra; …. El que no
me ama, no guarda mis palabras...”
Mateo 21:28-31
“Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y
acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en
mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después,
arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la
misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y
no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?
Dijeron ellos: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo,
que los publicanos y las rameras van delante de vosotros
al reino de Dios.”
3. La noche en Getsemaní
Lucas 22:41-44
“Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de
piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si
quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo
para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más
intensamente; y era su sudor como grandes gotas de
sangre que caían hasta la tierra.”
Juan 18:11
“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina;
la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”
Juan 8:29
“Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado
solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.”
Él es nuestro ejemplo. Como el apóstol Pablo
también nos dice en Filipenses:
Filipenses 2:5-11
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también
en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual
Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre
que es sobre todo nombre, para que en el nombre de
Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos,
y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Filipenses 2:12-13
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino
mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra
salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en
vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad.”
“Por lo tanto, amados míos” esto es, porque
tenemos tal ejemplo de obediencia, Jesucristo nuestro
Señor, obedezcamos también cuidando nuestra
salvación con temor y temblor de Dios, es el obrar en
nosotros el querer como el hacer por Su buena voluntad.
Como Santiago dice:
Santiago 4:6-10
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a
Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a
Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las
manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros
corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se
convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos
delante del Señor, y él os exaltará.”
Conclusión
Es, profesarle libremente nuestro amor en público y en privado. Es, pedirle ser
el último en todo, y aceptar ser el primero en amarle sin peso ni medida.
Amar a Dios, es verlo y sentirlo, no allá lejos, donde brillan las estrellas, si no a
nuestro lado, caminando por nuestras mismas calles.
Amarle, es contemplar todos los tesoros de bondad y ternura, que nos ha
dejado, y cumplir su nuevo Mandamiento: “Que os améis los unos a los otros
como yo os he amado” (Jn.15,12).
No sé, pero me parece a mí, después de escuchar al catequista, que el amor a
Dios, se refleja en esa lección de pequeños detalles que la vida diaria nos
enseña.
Y es amar a Dios, amando, a los que nos atienden en los hospitales, a veces,
salvando nuestras propias vidas. Y visitando a nuestros mayores, que en
residencias o en sus propios hogares, se encuentran abandonados,
consumiendo sus últimos días en esta vida. Y consolando a los que sufren el
azote de la enfermedad incurable y esperan en la soledad de cualquier centro
sanitario.
¿ QUIÉN ES MI PRÓJIMO?
Todos los hombres somos HIJOS DE DIOS: los buenos, los malvados, los simpáticos, los
pesados, los pobres, los ricos, los que creen lo que yo, los que tienen otras ideas. ¡Todos!
¨TODOS LOS HOMBRES SOMOS HERMANOS¨ y Cristo nos enseña que debemos amarnos
unos a otros y nunca hacernos el mal.
Hubo un hombre muy bueno llamado PABLO, que fue Santo y que nos dejó grandes enseñan
zas sobre el amor en sus cartas. El decía:
¨Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los Ángeles, aunque fuera sabio,
aunque tuviera una gran fe, SI NO TENGO AMOR , NADA SOY ¨.
¨Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, SI NO TENGO
AMOR, DE NADA ME APROVECHA ¨.
Recuerda que el AMOR con que trates a tus hermanos y conque hagas las cosas, es lo más
importante para Dios.
¿ QUÉ ES AMAR A MÍ
PRÓJIMO COMO A MÍ MISMO ?
- AMAR al prójimo es ¨RESPETARLO¨, o sea, no querer que todos sean o piensen como yo.
Por ejemplo: si mi compadre quiere libremente votar por otro partido, debo respetarlo. Si mi
vecino tiene otra religión y no desea cambiar, debo respetarlo y pedirle a él que me respete.
Fíjate bien, aunque los hombres piensen de manera diferente, pueden y deben amarse y vivir
en paz.
- Amar al prójimo es también preocuparme por los que están más amolados que yo, por los que
tienen hambre, por los que se quedaron sin casa, por mi compañero que se le atrasó la
chamba, por aquel amigo que tuvo un problema. ¡Hay tantas personas que podemos ayudar!
Podemos también ayudar con nuestro tiempo o con nuestro cariño.
Amar es acompañar y escuchar un rato al viejito del que todos se han olvidado.
Amar es visitar al enfermo que no puede salir.
- Amar al prójimo es SER AMABLE, es
hablar bien y tratar a las personas con
cariño, y no a gritos y sombrerazos.
El verdadero amor todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no acaba nunca.
Los primeros cristianos, se distinguían por-que siempre se veía que se amaban mucho unos a
otros. Dios quiere que hoy también nos amemos y convivamos todos los hombres en paz.
Debemos ver en cada uno de nuestros hermanos a CRISTO MISMO. Jesús nos dijo, que todo
cuanto hagamos con cualquier perso - na, es como si lo hiciéramos con El mismo.
Recientemente, uno de los lectores del blog nos preguntó: “¿Qué significa amar
a Dios con todo tu corazón?” Debido a que esta es una pregunta excelente e
importante y tal vez una de las preguntas que muchos de nosotros nos
hacemos, la responderemos con una entrada completa.
Nuestro espíritu es la parte más profunda de nuestro ser, la parte que usamos
para recibir a Dios y contactarlo. Cuando recibimos al Señor Jesús como
nuestro Salvador, éste fue el lugar donde Él vino a vivir. En nuestro espíritu
podemos tener comunión con el Señor y pasar tiempo en Su presencia.
El Señor Jesús dijo que debemos amar a Dios con estas tres partes, es decir,
con todo nuestro ser. Este es un mandamiento fuerte y a la vez misterioso. En
1 Pedro 1:8 dice: “A quien amáis sin haberle visto, *en quien creyendo, aunque
ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y colmado de gloria”. ¿Cómo
es posible amar a alguien que no hemos visto? ¿Y cómo podemos amar a Dios
con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, y toda nuestra mente
y todas nuestras fuerzas? ¿Acaso tenemos la capacidad de hacerlo?
Veamos cómo podemos amar a Dios plena y absolutamente con cada una de
las partes de nuestro ser.
Todo comienza con el corazón
Es probable que creamos que nuestro corazón es simplemente la sede de
nuestras emociones. Sin embargo, en la Biblia nuestro corazón es mucho más
que eso. Es cierto que el corazón esta compuesto de nuestras emociones, pero
también de nuestra mente, voluntad y conciencia. Nuestro corazón es la fuente
de nuestros sentimientos, pensamientos, intenciones y nuestro sentido de
condenación o culpabilidad cuando hacemos algo que no está bien.
Dios nos creó con un corazón a fin de que lo amaramos plena y absolutamente.
Hoy en día, sin embargo, nuestros corazones aman muchas otras cosas aparte
de Dios. Se nos hace difícil orar con el salmista: “¿A quién tengo en los cielos
sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25). Debemos
admitir que aunque amamos a Dios hasta cierto punto, Muchas veces, Él no es
nuestro único o primer amor. Las cosas del mundo capturan nuestro corazón.
Así que, ¿cómo podemos obedecer el mandamiento del Señor de amar “al
Señor tu Dios con todo tu corazón”?
En 1 Juan 4:19 dice: “Nosotros amamos, porque Él nos amó primero”. La nota
en este versículo del Nuevo Testamento Versión Recobro dice: “Dios nos amó
primero porque Él nos infundió Su amor y generó en nosotros el amor con el
cual lo amamos a Él y a los hermanos (vs. 20-21)”.
Nuestra alma
Nuestra alma—mente, emoción y voluntad—es una gran parte de nuestro
corazón. Dios creó nuestra alma para que le expresáramos, pero debido a la
caída, solemos expresarnos a nosotros mismos. Tenemos nuestras propias
opiniones, sentimientos y decisiones aparte de Dios.
Nuestra mente
Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma, la cual dirige el resto de
nuestro ser. Ponemos nuestra mente en muchas cosas, pero Dios quiere que la
pongamos en el espíritu, donde está Cristo. Romanos 8:6 dice: “Porque la
mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida
y paz”. Cuando ponemos nuestra mente en la carne o las cosas de la carne,
nos sentimos sin vida e inquietos porque nos apartamos de Cristo en nuestro
espíritu. No obstante, cuando ponemos nuestra mente en el espíritu, estamos
en paz y llenos de vida. Al poner nuestra mente en nuestro espíritu todo
nuestro ser está enfocado en Dios.
Nuestras fuerzas
Nuestras fuerzas aluden a nuestras fuerzas físicas. Cuando volvemos nuestro
corazón al Señor, le expresamos en nuestra alma y ponemos nuestra mente en
Él, nuestro cuerpo le seguirá. Anteriormente, usábamos nuestras fuerzas para
servirnos a nosotros mismos o al mundo, pero conforme el amor por el Señor
se extiende a todas nuestras partes internas, nuestras acciones externas
comenzarán a cambiar. Las cosas que antes ocupaban nuestro tiempo y
energía cederán debido a que lo que amamos ha cambiado. Tenemos un
nuevo objetivo, una nueva meta y un nuevo reto. Nuestras fuerzas físicas ahora
son para Su propósito.