IGLESIA CRISTIANA VERDAD Y VIDA PARA LAS NACIONES

Tema principal: la vida restaurada.

Condición caída: vivir en pecado.

Cuestión crítica: Qué lleva a vivir una vida de mentira.

LA DICHA DEL PERDÓN

“Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada y
cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová
no culpa de iniquidad y en cuyo espíritu no hay engaño” (Sal
32: 1-2).

Muchas personas viven con peso sobre sus vidas por causa de
un pecado que los tiene atrapado. Algunos intentan salir de ese
pozo en que el maligno los ha metido, pero en sus propias
fuerzas no pueden, y aunque luchan y luchan por salir, siguen
atrapados porque cada vez que llega la tentación, vuelven y
caen, y como no se pueden levantar los efectos del
pecado son devastadores para su vida, para su familia, y
para su futuro. Por eso Jesucristo dijo: “El ladrón no vino sino
para matar, hurtar y destruir” (Jn 10: 10a).

Hay muchas técnicas modernas para salir de algún estado de

estancamiento; por ejemplo, encontramos técnicas de
pensamiento positivo, técnicas de empoderamiento a través de
ejercicios mentales, pero cuando la persona vuelve a ser
tentada, fácilmente cae otra vez porque todas esas técnicas
son humanas y están centradas en nuestras propias fuerzas.
Por eso Jesús después de decir que el ladrón no vino sino para
matar, hurtar y destruir, sigue diciendo: “más yo he venido
para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10: 10b).

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Y aquí en el texto central, el Salmista nos habla de su

experiencia de cómo él pudo salir de su terrible pecado. Y dice:
“Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada y
cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová
no culpa de iniquidad y en cuyo espíritu no hay engaño” (Sal
32: 1-2). Es decir, nos habla de personas que han sido
absueltas de toda culpa de pecado en virtud de que Cristo
ya pagó en la cruz por ellas, y por ende al arrepentirse de todo
corazón, su pecado por grande que sea, le ha sido perdonado.
Habla de un perdón por el pecado, un perdón que solo se puede
obtener por la fe en la obra redentora de Jesucristo.

Transición: Y en estas palabras de Salmista David encontramos

los pasos que pueden llevar a alguien a vivir una vida de
mentira.

I. La trasgresión
“trasgresión”, significa quebrantar una ley a sabiendo que es
una norma establecida que no se puede infligir. En la palabra
de Dios encontramos normas y preceptos que Dios ha
establecido en su Reino. Las normas más evidentes están en
los diez mandamientos que dicen: “No adorar a dioses
extraños, no matar, no mentir, no dar falso testimonio, no
adulterar, y no codiciar la casa del prójimo” (Ex 20).
Quebrantar alguna de estas normas es trasgredir a la palabra
de Dios, y trasgredir la palabra de Dios acarrea consecuencias.

El maligno hace creer a las personas que nada pasa

cuando se trasgrede a las leyes divinas. Que no hay

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problema en mentir, siempre y cuando esa mentira sea una
“mentira piadosa”. Que no hay problema en robar, siempre y
cuando lo que se robe no cueste mucho dinero, que no hay
problemas en echarse una canita al aire, siempre y cuando lo
haga una sola vez, y de vez en cuando. Y así como Adán y Eva
se dejaron convencer en el Jardín de Edén, cuando el maligno
les dijo: “… no morirán, sino que sabe Dios que el día que
coman de ese árbol serán abiertos vuestros ojos y seréis como
Dios” (Gn 3: 5), así también muchos se dejan convencer de
que el pecado no trae consecuencias.

Cuando el rey David falló dejándose arrastrar por el deseo de

su carne, pensó que él podía esconder su pecado, y que ese
pecado no traería consecuencias. Pero por la Biblia vemos
todas las consecuencias que le sobrevinieron: Un hijo suyo
violó a su propia hermana; luego Absalón, otro hijo suyo mató
a su medio hermano por haber violado a su propia hermana;
luego Absalón se levantó contra David para matarlo, y él tuvo
que salir huyendo a media noche. Y luego los generales de
David, mataron a Absalón por haberse levantado contra su
padre David; y todo esto ocurrió porque David trasgredió el
mandado divino de no adulterar.
Transición: Hay algo más que lleva a vivir una vida de mentira
II. La iniquidad
La palabra iniquidad se refiere a seguir el mal camino
desviándose del camino correcto; es decir, hay iniquidad
cuando una persona además de trasgredir la ley de Dios,
decide quedarse practicando el pecado. Y eso fue lo que
ocurrió con el rey de David, puesto que no solo se echó una
canita al aire sabiendo lo que la palabra de Dios enseña, sino
que también se quedó practicando el pecado del adulterio,

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puesto que no dominó el mal deseo de su corazón, y dio rienda
suelta a los deseos de su carne.

Todo esto le trajo consecuencias severas, pero sabemos que

cuando este hombre fue confrontado a través del profeta
Natan, cayó de rodillas y se arrepintió de todo corazón
diciendo: “contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo
delante de tus ojos para que seas reconocido por puro en tu
juicio” (Sal 51: 4). Y cuando dice para que seas reconocido por
puro en tu juicio, proféticamente estaba diciendo que vendría
UN HOMBRE QUE SÍ VENCIÓ EL PECADO, Y SE LLAMA
JESUCRISTO.

Mas JESUCRISTO además de vencer el pecado, también

perdona el pecado y la iniquidad porque Él es DIOS, pues oímos
que cuando David fue restaurado, él dice: “Bienaventurado
aquel cuya trasgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado,
bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de
iniquidad…”. Es decir, DIOS es misericordioso para perdonar la
iniquidad si hay arrepentimiento verdadero.
Transición: Y algo más puede llevar a desviarse de propósito
de Dios.

III. El autoengaño
Cuando alguien practica algún pecado en su vida por mucho
tiempo de forma similar a lo ocurrido con el rey David, no solo
comete una iniquidad, sino que al tratar de convencerse
a sí mismo de que lo que está haciendo está bien,
tratando de justificarse, cae también en el autoengaño.
Hay quienes se justifican, tratan de convencer a los demás de

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que su mal camino es un camino bueno, y puede ser que logren
engañarse ellos mismos y engañar a los demás, pero no
pueden engañar a Aquel que conoce el corazón del ser humano.

Cuando el rey David fue confrontado por el profeta Natán, este

profeta le presentó una historia, diciéndole a que había un
hombre que había tomado la mujer de otro, y que además le
había causado la muerte a ese otro; y David se enfureció
diciendo que el que había hecho tal cosa debía morir, sin saber
que el profeta se refería a él. Más cuando el profeta le dijo que
ese hombre era él mismo, pues había tomado la mujer de
Urías, y había enviado a Urías al frente del campo de la batalla
para que lo mataran, David se dio cuenta que había está
escondiendo su pecado, pero a los ojos de DIOS todo está
descubierto.

Y cuando se arrepintió de su iniquidad y fue restaurado, oímos

en el texto central que David dice: “Bienaventurado aquel cuya
trasgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad
y en cuyo espíritu no hay engaño” (Sal 32: 1-2). El autoengaño
es la causa por la que muchas personas persisten en el mal
camino, pero cuando se predica la palabra de Dios, El Espíritu
Santo comienza a redargüir de pecado, justicia y juicio.