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EL BASILISCO, nú_mero 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.

es
Intentamos con este primer número de EL BASILISCO poner en marcha un antiguo
proyecto: la publicación regular de trabajos cuyo común denominador fuera el estar
concebidos desde una perspeCtiva filosófico-crítica (materialista) Con esto decimos
ya que nuestra temática no es la temática de la filosofía—filológica (si se quiere, la
_ temática de la filosofía «históríca»)—sin que, por ello, queramos excluirla: la
incluimos, pero como un material más sobre el cual se instituye la "reflexión filosófica
del presente. No solamente Aristóteles, Kant o Hegel; sino también Euclides, Carnet
o Lenin interesan a la filosofía materialista. No solamente la sustancia, el uoumen0
o el Espíritu 0bjétz’vo; sino también los poliedros regulares, las máquinas térmicas o
la Revolüción son asuntos de la filosofía, tal como la entendemos.

En este sentido, nuestra «temática» es virtualmente universal, y lo que confiere


unidad a nuestro proyecto es el modo (filosófíco)de tratarlá. Nuestra temática es el
conjunto de todas las categorías (políticas, económicas, físicas, biológicas...)y
nuestro objetivo es analizar las Ideas que en aquellas se realizan, teniendo en cuenta,
evidentemente, las formulaciones de estas Ideas que latradición filosófica nos ha
- ofrecido y en la cual estamos enmarcados.

Sin duda, pretendemos mantener una línea característica en nuestros modos de


análisis, pero esto no significa que concibamos EL BASILISCO como órgano
exclusivo de expresión de nuestros métodos. Reservaremos siempre un espacio para
todos aquellos que, aún desde posiciones o modos opuestos a los nuestros, quieran
utilizar nuestras páginas para hacer oír su voz.

Hablamos desde Oviedo —pero no se trata de hacer una publicación al servicio


exclusivo de quienes, en t0rn0 a EL BASILISCO trabajamos en Asturias. Tan
próximos a nosotros estarán quienes trabajan a cientos de leguas de aquí en el
momento en que se asocian a nuestro proyecto.

Quienes hemos participado en el comienzo de esta empresa, sentimos como


mutilación suya irreparable, ya en el momento de su nacimiento, la muerte de
Alfredo Deaño, amigo de todos nosotros y, en especial, de nuestro proyecto. Alfredo
Deaño ya no existe -y por eso, la existencia de nuestra revista será siempre mucho
más pobre, será mucho menos brillante de lo que hubiera podido ser si él hubiera
seguido viviendo entre nosotros.

Nuestro emblema es el emblema de la antigua dialéctica: EL BASILISCO, que


trítura con su mirada todo aquello que tiene a su alrededor, el animal ctóníco que
está más cerca de Plutón y Proserpina, de la Tierra, que de Júpiter y Minerva, los
dioses celestíales. También nosotros quisiéramos triturar, y aún reducir a cenizas, si
nos fuera posible —porque no siempre lo es— lo que nos rodea: no precisamente para
aniquilarlo por el placer de destruirlo, sino para entenderlo, con la esperanza de que
las cenizas resultantes de nuestra crítica puedan transformarse, protegidas por
Proserpina, en el humus de una floración siempre renovada.

MEL BASILISCO
Í5 EL BASILISCO, núméÏ'ro ..:
.r

BÁSILISCO2/ NUMERO 1 /% MARZO—ABZRIL 197i;

, ZARTICULOS

y, ;Gustavo
{Tomás Ramón Bueno. Relz'quzïus
Eem’áudez. y relutosí
;Culzfums /5 / 7
¿jmz'uíuzles

Domingo Blatico. AI€23‘7720 filosófico relz'gzïóu Pr0gresiflu /32


Pilar Palop. Freud, Hegïel y‘Nz'etzsdae sobre trdjgedz'u g?íegu /4Z
l\'líguel Angel El mito ‘Íuiéueutmluíau’de ieucz‘u /52
Alberto Hidalgo. Sisteujzu de lu Teïorzlzï geuemZ def/os Sik'¿emu.r /57

«1 .
Gustavo Bueno Sánchez. Óm‘0gen¿u ÉTEATRÓ ICO
Fz'logeiízíu Busílz'sco /64

Javier Peña ÏEsjéíuosux ¿miedo fl!¿sóf'¿co y p0!¿i’zz'cu /80

¿LEXIC0 »
Gustavo
Velarde
Buenoi C07’2cejït0siconjugédof
Lágz'cu Polivalente
/88 /93

, , ¿NOTAS 3 ‘ ‘
}osé María Laso Prieto. N0z‘ks zue’dz'tuslsab're el C0ugres0 de Bum/0m /100
’ ' ].M.L. Inflmzucz'0’n Cougréso ¿{e Fí10’sqf0sJóvenes /Z 12

v CRITICA DE LIBROS
Alberto Hidalgo. Z,Dz’sczj>lzhufledad versus sístemutz'smó eu Tau/mín /113
. Pilar Palop. U Freud sz‘u coutrouerszu 117 ,
José Manuel Fernández Cepedal. Ser uïurxzlsz‘cz“-Zem'uisz‘u boy /118
' 'v ‘ Gustavo Bueno. Sobre eÁpoder ‘/120
* Pilar Palop. Alguna; Précísíoues u un lz'áro píudoso /126

\ EL BASILISCO. Filosofíu / Cíentíus Iïlumunas Te0ríu de 14 Cíencz'u y de la Cultura

Director: GUSTAVO BUENO MARTINEZ 0 Director-Gerente: G;USTAVO BUENO SANCHEZ ' Secretarios de
Redacción: PILAR PALOP JONQUERES. ’MUGUEL ANGEL QUINTANILLA 0 Consejo de Redacción: JUAN RA
MON ALVAREZ; LUIS JAVIER ALVAREZ. GUSTAVOBUENO: MARTINEZ. GUSTAVO BUENO SANCHEZ. ]UAN
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CUETO ALA_S.
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tración: PENTALFA EDICIONES APARTADO 360. OV—IEDO/ESPANA.

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EL BASILISCO ,
ARTICULOS

RELIQUIAS Y RELATOS:
CONSTRUCCIÓN DEL CONCEPTO
DE «HISTORIA FENOMENICA»
GUSTAVO BUENO
* Oviedo

os análisis que siguen son de tipo guoseoló merso en un «pasado» fantasmagórico, al mismo tiempo
giro, no son de tipo metodológico. La «me-fl que este pasado se nos presenta como una atmósfera que
, todología de la Historia» pertenece a la se respira únicamente desde el presente. Pero este pre
- propia estructura de la ciencia, a su tecno sente es precisamente el presente físiculístu constituido
logía (la metodología de los stemmus es la por las reliquias.
_ ¿ciencia históricalo que, por ejemplo, a la
metodología de la doble pasada es a la ciencia química).
Este es un modo «denotativo» de designar elconte
La Gnoseología es filosófica, su materia no es tanto la;
nido de lo que vamos a llamar «Historia fenoménica».
historia, cuanto la Historia —incluída la propia metodo
logía—. No obstante, bajo la rúbrica «metodología» sue
Pero el análisis gnoseológico de este contenido plan
len acogerse cuestiones gnoseológicas y, aunque los en
tea cuestiones muy complejas. En primer lugar, porque
tretejimientos son evidentes, conviene mantener la con
los fantasmas del pretérito no son gratuitamente cons
ciencia de su distinción.
truidos (salvo cuando la historia se convierte en novela)
y no es fácil dar una razón precisa gnoseológica de los moti—
Cuando hablamos de «Historia científica», nos refe
rimos a las «ciencias históricas particulares» (Historia so
vos por los cuales la Historia debe comenzar por construir
cial, Historia del Arte, etc.), y no a la «Historia total». «fantasmas» —es decir— no es fácil redefinir la función
Incluso la llamada «Historia general» (por oposición a la de estos fantasmas en términos gnoseológicos. (Aquí su—
«Historia del Arte», a la «Historia de la Ciencia»...) es geriremos que ellos son únicamente el soporte mínimo o
también (frente a la «Historia total») una «Historia espe el «revestimiento imaginario» de las operaciones del pla—
cial», cuyo tema es la Historia política y económica. no B operatorio en el cual las reliquias han de ser re
construídas, de suerte que nos remitan, eventualmente,
al descubrimiento de futuras reliquias: este es el único
sentido positivo que creemos posible atribuir a la predic—
I. PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN tíoz'dud del futuro, asociada ordinariamente a la Historia
científica. Los «fantasmas» sólo figuran, por tanto, en la
Historia fenoméníca, como operadores que enlazan las
«reliquias» diferentes entre si). Enw seggndt¿filugat,
pórque la Historia así establecida, sin perjuicio de que
1. La Historia ——-la ciencia histórica—— se construye pueda alcanzar evidencias tan apodíctica’s” c0m0 las mate
sobre ruinas, vestigios, documentos, monumentos: llame máticas, no es sino una parte de la ciencia histórica, y
mos relz'quius a todas estas cosas (relz'quus ——restante; re acaso la de rango más bajo. ¿Cómo definir gnoseológica—
lz'uquere —permanecer). Pero el historiador, en cuanto tal mente la unidad, si es que existe, de esta ciencia históri—
no permanece inmerso en sus ruinas, no se limita a per ca que llamamos Historia feuome’m'm y cómo establecer
cibirlas, a constararlas en su corporeidad fisicalista. Las sus relaciones (incluidas las relaciones de realimentación
puebla de «fantasmas». El «presente» (constituido por las con el otro tipo de Historia científica que (sin perjuicio
reliquias) aparece así, tras el trabajo del historiador, in de que sus resultados sean mucho menos evidentes) con

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sideraremos de rango más alto, denominándola «Historia que Gatdiner ha llamado «falacia de la máquina del
teórica (no precisamente «Historia social»). Sobre todo si tiempo»(2).), cuando de lo que se trata es de analizar de
tenemos en cuenta la circunstancia de que, con este qué modo llegamos a la idea misma de pasado a partir de v
nombre de «Historia teórica», designamos, más que a un único presente positivo que nos puede remitir a él: las
una ciencia unitaria, —una «Historia total», una «Histo reliquias son,desde luego, contenidos del presente —son
ria integral»’que interpretaremos como un concepto in «modificaciones» .de la corteza terrestre actual— y el
tencional y no efectivo —'a un c0njunto de ciencias his sentido más positivo de la fórmula habitual: «La Historia
tóricas muy heterogéneas (unas de índole social ——políti— se hace desde el presente» es, desde luego, este: «La
co, eco'nómico— y otras de índole cultural) y, por consi Historia se hace desde las reliquias». Pero, para quienes
guiente, que la expresión «Historia teórica» nos remite a parten ya de la concepción del pasado como una suerte
una determinada propiedad, compartida por diferentes de entidad real «perffecta» (no «in-fecta», para utilizar la
ciencias históricas, y no a una determinada ciencia histo distinción estóica, como lo es el presente operatorio)
rica. (sugerimos aquí, como criterio más adecuado para concebida epistemológicaniente como envuelta en unas
formular el sentido gnoseológico dela oposición entre la. brumas que se trataría sólo de rasgar (dejando al margen
«Historia féhoménica» y la «Historia teórica», la oposi la contradicción ontológica de dar como real precisamen—
crón general entre las metodologías a—operarorias y las te a lo que no existe sino como fantasma, de clasificar
,metodologí_as _Bfoperatorias características de las cien— como hecho o evento precisamente a lo que no es un
'C1as humanas )_. ¿Dónde situar, entonces, al materialzsmo hecho sino un constructum, puesto que el becloo es la reli—
histórico en cuanto ciencia?. ¿Es Historia fenoménic’a o es quia) las reliquias serán, sin más, sobreentendidas como
Historia teórica? ¿Es Historia económico-social o es His testimonios del pasado (de las sociedades pretéritas, de
toria cultural? ¿O es Historia total científica? ¿No es esté los individuos pretéritos).
un concepto sin sentido?. Cuándo se dice que Marx des
cubrió, como Galileo, «el continente de la ciencia -.his
tórica» ¿Se ha dicho en realidad algo, si no se nos ofre— ¿Qué puede querer decir todo esto en términos
cen las coordenadas gnoseológicas (Historia fenoméni gnoseológicos?. Utilizando las coordenadas de la teoría
ca/Historia teórica; Historia social/cultural, etc.) de este del cierre categorial: que las reliquias no forman parte del
continente, de esta nueva ciencia.P La realidad gnoseoló cam]70 recto ¿le ciencia histórica, sino de un campo oálicuo,
gíca de un continente del que no se conocen las coorde fenoménico. Las reliquias serán entendidas, de entrada,
nadas es similar a la realidad geográfica de un continente (para decirlo con terminología semiótica) como signifi
como la Atlántida (1). cantes (presentes) de unos significados (pretéritos) que
subsisten más allá de ellos. Las reliquias serán signos que '
2. Pocos historiadores negarán esta evidencia gno nos representan algo distinto de ellos mismos; son refle
seológica: que la ciencia histórica se apoya, exclusiva— ’ jos de un Pasado Perfecto. Pero gnoseológicamente, la si
mente sobre las reliquias. Pero no todos aceptarán el tuación no puede reducirse en modo alguno a estos tér
análisis gnoseológico que estamos esbozando en torno a minos. En primer lugar, porque, por lo menos, ocurre,
su significado. En rigor, la cuesrión comienza en este ya, en las ciencias históricas, algo que ocurre también en
punto: en el del análisis gnoseólógico del significado de las ciencias físicas: que las «esencias» son el reflejo de
las reliquias en el conjunto de la construcción histórica, r los «fenómenos» fisicalistas, aunque la relación recíproca
y en el análisis de los procedimientos deconstrucción, deba establecerse de un modo cerrado por la propia
mediante los cuales ellas parecen ser desbordadas. Con ciencia (el argumento ontológico). El espectro es el reflejo
frecuencia, este análisis'se pasa por alto. Se ejettita, aca— del a'tomo (ordo essena’i), pero gnoseológicamente el a’tomo
so rigurosamente, el desbordamiento, y se formula el (el átomo de Bohr) es el reflejo del esPectro; a partir de
proceso mediante una frase como ésta: las reliquias son los fenómenos espectrales comenzó aquél a ser científi—
los testimonios del pasado. «La Historia es la ciencia del camente construído.. Así también, el Pasa’o será, ante
pasado» —se dice ingenuamente—. Los más críticos aña— todo, para la ciencia histórica, el reflejo del Presente (el
den, con Croce: «De un pasado, naturalmente, compren reflejo de las reliquias) y no recíprocamente. Las tareas
dido desde el presente» (un presente que envuelve todas de la teoría de la ciencia histórica consisten, muy princi—
las coordenadas de la comprensión, incluyendo los prejui palmente, en el ,análisis de los mecanismos de paso del
cios ideológicos y las perspectivas prácticas orientadas al reflejo a lo reflejado, del significante al significado, en
' futuro.Y en este sentido, dado que en el presente está el tanto _estos pasos hacen posible el ’circuito de retorno..
futuro, podría concluirse, con el mismo derecho, que la En cualquier caso, toda construcción histórica que no
reconstrucción del pasado se hace desde el futuro). Pero quiera confundirse con un relato mítico («érase una
todas estas precisiones, aunque contienen determinacio vez...») debe comenzar por el anacronismo de los fenó
nes objetivas (si bien formuladas en términos obscuros y menos, por las reliquias, y por quienes las han trabajado.
metafísicos: «Futuro», «Presente»...) son precisiones de Es imposible hablar científicamente de Agamenón sin
índole epistemológica, más que gnoseológica. Se refieren hablar de Schliemann, de Tutankamon, sin hablar de
más a la crítica epistemológica que al análisis gnoseológi— Carrer, de Sargón, sin hablar de Layard. En segundo
co de los procedimientos de construcción histórica. Pre lugar, porque el terminas ad quem de la construcción his
suponen el pasado como algo dado de antemano (aunque tórica, el Pasado, no tiene las características del terminas ‘
deformado o refractado por el prisma del presente); el ad q_uem de las ciencias físicas. El átomo de Bohr, aún
pasado como algo _a lo que habría que retroceder (es lo

(2) «Falacia de la máquina del tiempo», según GARDINER: «Los acontecimientos del pasado
subsisten en un mundo propio. Se tiene laímpresión de que si solo pudiéramos visitar ese
mundo, todo iría bien, y regresaríamos con un conocimiento incontrastable de lo que sucede
(I) Vid. la crítica de P. Vilar a ALTHUSSER; Hísloire marxíste, bis/aire en construction (essai de allí». Desgraciadamente (continúa Gardiner), no podemos hacer tal cosa y nuesrro conocimien
dialogue avec Althusser), Anuales, XXVIII, n° I (Enero-Febrero, 1973). to sará fragmencario y defectuoso (Fílosnfá: de la Historia, (rad. esp., pág. 53),

¡y
6 EL BASILISCO
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siendo un sistema construido (una esencia), ha de tratarse heterogéneas (militares, religiosas, urbanas, etc., etc.),
como si estuviese en el mismo plano (ordo essendi) que el por medio de las formas pretéritas, la naturaleza de estas
espectro (el fenómeno) que esta” siendo causado por la formas y su conexión gnoseológica con las reliquias, en
esencia, que es una realidad que coexiste con aquel, sin qué medida puede hablarse de un campo categorial uni—
perjuicio de que, al propio tiempo, el fenómeno coexista tario (el de la Historia fenoménica), integrado, precisa—
en un plano oblícuo, puesto que los efecros de las radia— mente, por elementos tan heterogéneos, y qué relaciones
ciones atómicas en el espectroscopio_ son el re guarda con otros conceptos gnoseológico—descriptivos,
sultado del acoplamiento de ciertas instalaciones gnoseo— como pueden serlo los de «Historia evenemencial»,
lógicas que no son esenciales al sistema mismo del «Historia—factual», «Historia—teatro», «Historia narra—
átomo. En cambio, el Pasado al que llegamos tras la cons ción», etc. ‘
trucción sobre las reliquias, no cabe tratarlo como una
realidad coexistente con el fenómeno, sino precisamente De este modo, pretendemos fijar nuestra posición
como una «irrealidad», encubierta por la circunstancia de con respecto a las posiciones que el neo-positivismo ha
que es designada por significantes verbales («fue», mantenido ante las ciencias históricas. Brevemente, di
«sido») tan positivos como los significantes que designan ríamos que compartimos con el fisicalismo todo lo que él
el presente («es»). El pasado histórico no actu'a sobre las tiene de critica (más bien epistemológica) a la teoría de
reliquias del mismo modo como el a'tomo de Bo/or actu’a sobre el la Historia pre-positivisra (la Historia como «ciencia del
es};ectro. Y paradójicamente, advertimos que los fenóme pasado», etc.), pero, que nos separarnos de él, en lo que
nos espectroscópicos son oblicuos a las realidades atómi tiene de reductioismo. Reductivismo que, por otra parte,
cas, mientras que los fenómenos históricos, las reliquias, acaso no consiste tanto, aquí, en «rebajar» las estructuras
son, de algún modo, componentes rectos de las realidades de un «nivel superior» a otras pertenecientes a un nivel
pretéritas, son «contenidos formales» de la Historia. «inferior» (las estructuras biológicas a las químicas, las
culturales a las mecánicas...) cuanto en «reabsorber» las
determinaciones especificas en otras genéricas, y ello al
3. Planteamos las cuestiones gnoseológicas primeras margen de que esta genericidad sea de un nivel ontoló
de la teoría de las ciencias históricas como cuestiones
gico más bajo (el que corresponde a los géneros anterio
centradas en torno a los «prócedimientos» de transición
res a las especies) o sea (como ocurre aquí) de un nivel
(o construcción, regressus) a partir de las reliquias hasta
más alto (géneros modulantes). Porque el componente
los fenómenos pretéritos, así como a los procedimientos
de enlace delos fenómenos entre sí,_ en tanto han de fisicalista de las reliquias, en tanto mantenga la forma de
conducirnos de nuevo a reliquias (progressus) y, eventual— tales reliquias, no implica el descenso desde el nivel cul
mente, a la predicción del futuro fisicalista. De un futuro tural a un nivel genérico (absorbente): las reliquias no
que, si es predicrible científicamente, es porque ya está son tanto, para el historiador fisicalista, «carbonato cálci
determinísticamente cOOrdinado con nuestro sistema, aun co» o «celulosa», cuanto, por ejemplo, «sillares» o «pa—
que (ese futuro) nos sea desconocido. (Evidentemente, pel». La genericidad considerada principalmente por la
lo que se denota con la expresión «futuro gnoseológica— teoría de la Hisroria fisicalista es de índole epistemológi
mente determinado» no puede ser otra cosa sino el con ca, y comporta, más que un rebajamiento de nivel, un
junto de reliquias aún desconocido). empobrecimiento de los complejos procesos gnoseológi
cos de construcción que ligan las reliquias y las formas
Podría ocurrir, y ocurre de hecho, que muchos his Pretéritas (y ello junto con precisiones muy importantes
toriadores protesten enérgicamente ante quien les pro en el orden fisicalista). Diríamos, pues, que el neo-positi
poné semejantes objetivos científicos. Dirán que ellos no vismo fisicalista ha procedido aplicando a la ciencia histó—
se sienten estimulados por semejantes objetivos, sino, rica el principio general (certero) de la necesidad de una
por ejemplo, por el deseo de conocer el pasado humano, base fisicalista sobre la que se apoye toda proposición
en tanto nos ofrece el marco para comprender el futuro. científica (considerada, epistemológicamente, como pro—
Esta es_una cuestión Psicológica que, naturalmente, no se posición uerificable) y se ha encontrado, más o menos,
trata aquí de impugnar. ¿Quién duda un momento de la con lo que llamamos «reliquias» en cuanto correlato, en
sinceridad de tan nobles propósitos?. Pero, también po las ciencias históricas, de lo que son los datos fisicalistas
dría ocurrir que un físico protestase enérgicamente ante en las ciencias naturales. Ahora bien, al atenerse a la
quien le asigna como misión establecer, por ejemplo, el perspectiva de este principio fisicalista de verificación, el
cierre de la teoría de las máquinas de vapor, alegando neo—positivismo se mantiene en un terreno abstracto
que su estímulo verdadero (su finis oj7erantis) es el de genérico, que pone entre paréntesis los mecanismos gno
resultar útil a. la industria (incluso llegando a descubrir el seológicos de transición de los datos fisicalistas a las
PerPetuum mobile). Pero los motivos psicológicos son ex formas pretéritas, o los reduce a mecanismos lógico—pro
trínsecos a la estricta tarea gnoseológica (finis ofieris) e posicionales, dentro de la teoría de la ciencia loi170tético—
incluso pueden entrar en contradicción con ella. deductira. «Toda afirmación acerca del pasado es equiva
lente a una afirmación acerca de regisrros, documen
Lo que nos importa, desde el punto de vista gnoseo— tos...» decía Ryle (3). Pero esto no es cierto. No hay tal
lógico, son las cuestiones relacionadas con el proceso de equivalencia -esra equivalencia no es otra cosa sino el
cierre histórico, con los circuitos 1constituídos por los resultado de aplicar la perspectiva genérica a la que nos
procesos de transición de las reliquias a las formas preté— referíamos. «Decir que sabemos que tal acontecimiento
ritas (el «pasado»), en la medida en que éstas nos de ocurrió en el pasado, equivale a declarar una pretensión:
vuelven de nuevo a las reliquias en un proceso recurren la pretensión de que si se nos pide que produzcamos
te. Nos interesa la cuestión en torno a la naturaleza de
la unidad que pueda adscribirse a una ¡ciencia constituida
en la construcción de estas conexiones de reliquias tan (3) RYLE, A”:ílysis, 1936; GARDINER. op. cit,, pág. 54,

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razones concluyentes para justificar nuestra afirmación, teológica del mundo, como aquella que ’podemos atribuir
podremos producidas» dice Dakeshott (4). Desde luego, todavía, sin temor a equivoCarnos (y sin olvidar las
en una reducción dialógica de la cuestión. Pero la verda— excepciones), a la época del Renacimiento. Si todas las
dera cuestión comienza aquí: en el análisis gnoseológico formaciones de nuestro mundo deben ser entendidas
de esta «producción de razones concluyentes», que es como el resultado de la acción de dioses o de démones,
algo disrinto de señalarlas deícticamente, como se señala las «reliquias» quedarían desdibujadas como tales. Dios
el interior de la «caja negra», en lugar de abrirla. La modeló con una arcilla (que, a su vez, había sido previa—
«caja negra» es aquí la misma ciencia bisto’rica. mente creada por él) los cuerpos humanos; Dios había —
llevado la mano de Moisés cuando éste escribía El Géne—
sis; esos inmensos apilamientos de sillares que hoy atri
buímos a los romanos (reliquias de acueductos) habían
sido, acaso, fabricados por el diablo. Es preciso que los
II. RELIQUIAS Y RELATOS cielos y, sobre todo, la Tierra quederï 1impi05 de dioses
y de démones, para que los hombres aparezcan como los
únicos fabricantes. Ni siquiera los animales, llegará a
decirse, pueden fabricar, porque son máquinas, autóma—
4. Las «reliquias» son «hechos», hechos físicos, cor— tas (5). Esta concepción del hombre como único ser do
póreos, presentes. Pero no son hechos brutos, dados por tado en el mundo de inteligencia tecnológica (gnoseoló
sí mismos, como sustancias aristotélicas. Son realidades gicamente: como único ser inteligible en el plano 6—ope—
que subsisten, por de pronto, en contígüidad con otras ratorio) aunque sea errónea, será el núcleo entorno al
realidades que no son reliquias, «entretejidas ‘con‘ ellas». cual se organizará la idea moderna de «Hombre», una
Es preciso deslindar, en el «continuo» (complejo) de las idea, por cierto, esquemática y demasiado rígida (ante
realidades presentes, aquellas que son reliquias y aquéllas rior a la teoría de la evolución, que sólo comenzará a
que no lo son. Las operaciones que hacen posible esta abrirse camino al final del siglo XVIII). Idea moderna de
delimitación, (operaciones que pertenecen precisamente «Hombre», (como tema de las ciencias humanas) que
al plano B-operatorio) suponen, en cada caso, un conjun comporta, a la vez, la universalidad de la razón (digamos:
to complejo de precondiciones, cuya generalización y del plano 6-operatorio, como perspectiva común a todo
cristalización se encuentran en el origen mismo de las lo que es humano) y que es, al mismo tiempo que el tér
ciencias humanas como ciencias históricas, y es claramen mino de una idea cristiana (el hombre «rey de la crea—
te observable a partir del siglo XVII. El concepto de ción» «el único dios en la tierra, Cristo»), el principio de
reliquias, con alcance gnoseológico, forma parte, así, de la eliminación del cristianismo medieval y renacentisra.
un sistema cuyas líneas principales podrían describirse Se ha pretendido dat cuenta de este nuevo «humanis
del siguiente modo. mo» a partir de las coordenadas existencialistas, a partir
del concepto de una conciencia de la propia nihilidad del
Dasein como «conciencia del vacío», entendido «a la
En el ámbito del mundo físico, se configuran ciertas
formas, percibidas como fabricadas por hombres, según francesa», y así Foucault ha sostenido que el hombre (di
gamos, el Dasein) es un «invento del s. XVII», un in
operaciones similares, a las que el propio investigador (el
precursor del «sujeto gnoseológico») ha de ejecutar para vento que habría tenido lugar mediante el autodescubri—
comprenderlas- como tales— formas destacadas de las for— miento de su propio hueco, de la conciencia de si como
mas que las rodean, es decir, en el plano B-operatorio. el lugar vacío (6). Pe_ro a nuestro juicio, las categorías
Por ello es esencial a la dialéctica del concepto de «reli heideggerianas (o sartrianas), por disimuladas que se den,
quia», su inmersión en un contexto de formas que no lo no son suficientemente potentes para analizar la gran
sean, es decir, que no ha_yan sido construidas por el novedad que estamos considerando en sus repercusiones
hombre, ni por nadie que opere antropomórficamente. gnoseológicas. Para decirlo en el contexto de Foucault:
Dicho exactamente: que no pueden ser comprendidas en el nuevo loumanismo no habría aparecido a consecuenncia
de una conciencia que asciende y cristaliza en el hombre '
un plano {f—operatorio,‘ sino en un planófi--‘-operatorio. El
a partir de su propio ser, sino a consecuencia de una
concepto operatorio de reliquia, tal como lo estamos
progresiva trituración de las evidencias de que, tras las
construyendo, implica, por tanto: formas del mundo que nos rodea, actúan los ángeles, los
A. Que presuponemos dadas estructuras o forma— démones, o los propios dioses,‘el propio dios que hace
milagros (7). Por ello diríamos que es ciertamente en
ciones que, aún conocidas operatoriamente, no hayan
sido ioperatorianiente establecidas. Si esto no ocurriera Castilla (preservada de la religiosidad protestante) en
alguna vez, el concepto mismo de operación perdería su donde las primeras nuevas evidencias cristalizañ, pero no
significado objetivo. Solamente si hay operaciones que tanto en el campo de la pintura, (el Velázqué’z, de
pueden ser, no ya «proyectadas en los objetos» (la cau Foucault) cuanto en el campo del pensamiento abstracto,
salidad, de Piaget), sino eliminadas del objeto, es posible, en la tesis del automatísmo de las bestias, de Gómez
que las operaciones tengan la forma de tales, y ulterior Pereira, precursor de Descartes. Descartes es quien ha
mente, que pueda ser construido el concepto de un pla—
no [i-operatorio. La evidencia de que existen formacio
nes constitutivas de nuestro presente que son debidas a (5) Vid,dcap, III, 84 4 (Descartes). De nuestra obra—Estatuto gnoseológica de las ciencias bumanás
<lne .). '
causas no operatorias —cuyo ejemplo límite son las
(6) FOUCAULT, Les mars e; les cboses, cap. I. La fórmula utilizada por FOUCAULT para des
causas mecánicas, o las leyes del azar— no podría abrirse cribir al Hombre moderno acaso procede de la fórmula que Maurice LEENHARDT utilizó para
describir al «Hombre canaco»: «El lugar vacío es 'el (dice LEENI—IARDT, presentando un dia— ,
camino en el seno de un concepción antropomórfica o grama de los cuerpos) y el es quien tiene un nombre» (Do Kama, París, Gallimard, 1947, cap.
XI). '
(4) GARDINER, op. ciL, pág, Sl. ‘ (7) Vid. parte II, cap. Ill 8L 4., de Estatuto etc.

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trazado el primer cuadro de conjunto de la nueva situa— sustancia metálica, especialmente en las nubes negras,
ción: el mundo es la totalidad de las formas que se con que se coagula con la humedad circunfusa y que se aglu
figuran en virtud de procesos mecánicos (plano ot-opera— tina en una masa (parecida a las de la harina amasada con
torio) y los hombres, una vez eliminados los ángeles y agua) y posteriormente se endurece a causa del calor, el
los genios malignos (o alejados a una distancia tal que los igual que un ladrillo» (8). No basta saber que «hay algu
hace inoperantes ante las evidencias del cogíto) son los nas formaciones fabricadas por el hombre» frente a todas
que únicamente actúan inteligentemente (en nuestros las demás, debidas a causas naturales y no a demonios o
términos: plano B-operatorio), de suerte que pueden a dioses. Es preciso poder determinar, en cada caso, qué
comprender sus propias obras como producidas por formas pertenecen a una clase (las reliquias) y cuáles per—
ellos: oerum est factnm (Geunclinx, Vico). Solamente sobre tenecen a la Otra (a la de las formas naturales o a la de
este fondo meca’níoo Podra’ destacar el concepto de «reliquia», aquéllas que se deriven naturalmente de reliquias pre
como formación corpórea detrás de la cual está presente, vias). Porque sólo entonces es cuando podemos decir
precisamente, el bomo:faáer de la revolución industrial y que estamos ante un concepto operatorio de relz'qnz'a y
este concepto volverá a hacerse borroso cuando alguna que los conceptos 5-operatorios son efectivos y no «ideas
corriente del idealismo alemán pretenda reducir la totali— generales» (en el sentido de Bachelard; precisaríamos:
dad de las cosas a la condición de Posiciones del Yo. La ideas generales absorbentes) tales como «un cierto vaho»
conciencia moderna del hombre se destacará, así, ante «una aglutinación». (El concepto de «formas que proce—
todo, por la negación de los ángeles y de los démones. den por vía natural de otras formas-reliquias» plantea
No como la conciencia de un vacío, sino como la con dificultades especiales -por cuanto a veces esas formas
ciencia de una aotioídad fabrícadora que sólo puede reco derivadas no podrían, sin más, reducirse a formas natu—
nocerse a si misma en sus propias obras. Por ello, cuan— rales que aquí no consideraremos).
do en nuestros días vuelve una y otra vez a hacerse pre
sente la sospecha (o la certeza) de que formaciones im 5. Las reliquia: constituyen, por tanto, una clase de
portantes de nuestro mundo (desde inscripciones aztecas, objetos corpóreos, dados entre otros objetos corpóreos
hasta ruinas egipcias) no han sido producidas por hom (fundidos al paisaje, o a otras formas naturales de las que
bres, sino por extratrerrestres, que visitaron la Tierra ca— difícilmente pueden disociarse), pero caracterizados pre
balgando en platillos volantes (Peter Kolossimo, Sendy, cisamente por esto: porque se nos presentan como efec—
etc., etc.), hemos de ver cómo resucitan los antiguos to de operaciones humanas. Tomamos como criterio de
démoner y a'ngeler del helenismo y del renacimiento, y las operaciones humanas la similaridad al propio sujeto
como, lo que aquí nos importa propiamente: el concepto gnoseológico, en cuanto sujeto operatorio. Por ello, las
de relz'qnz'a, vuelve de nuevo a desdibujarse. Perderán su reliquias no son meramente restos (como pudiera serlo el
condición de re/z'qníar, pongamos por caso, las ruinas de polen de Gradmann, tan útil, con todo, a los historiado
Tíhuanco. El concepto a’e «relz'qnz'ar», en cuanto con5tz'tntíoo res -pero en un sentido similar a aquel en el que la
de! campo de lasr ciencia; laz'rtárícar modernar, implica la exor Hisroria del hombre puede ser útil al geólogo). Las reli—
cz'zacz'o’n de los demonios, no sólo de los cuerpo; de los hombres, , quias son restos dotados de un nombre (operatorio), aun
sino de toda la faz a’e la Tierra, y en todas ¡ns época: geoló que este nombre sea desconocido. Este es, probablemen»
gicas. En el momento en que una sola de las reliquias te, el criterio más profundo, aunque no siempre aplica
que aparecen en ella fuera interpretada como resultado ble, para establecer la distinción entre relíquz'ar y los res
de la actividad fabricadora de un demon (de un «extra— tos paleontolo’gícos. En un libro de Frederic A. Lucas,
terrestre»), el campo de las ciencias históricas perdería Director del Museo de Ciencias Naturales de Nueva
su pro'pia estructura, sus propios límites. Y ello, precisa— York, figura esta anécdota: «Lo que más me admira de
mente porque estos límites no se establecen a partir de su ciencia —dice una señora que contempla esqueletos
un corte epistemológico (formas fabricadas por alguien/ de dinosaurios, de estegosaurios, al paleontólogo- es
formas naturales) sino_a partir de un interna percepción cómo han podido llegar ustedes a saber los nombres de
de lo que es fabricado por sujetos, similares en todo a estos animales» (9). Esta ocurrencia nos sirve, al menos,
nosotros mismos, y en continuidad física (tradición) con para subrayar la aguda oposición entre los planos 'a-ope
ellos. Es la extensión o propagación de esta percepción ratorios y [5-opetatorios, a la vez que para constatar de
interna, la que determinará, desde dentro, sus límites, qué, modo esta oposición queda sistemáticamente encu
aquello que es natural, como clase complementaria de lo bierta en el proceso de atribución de «nombres científi
que ha sido fabricado por los hombres o, incluso, por cos», que no tienen por qué coincidir siempre con los
sus predecesores antropomorfós. nombres vulgares y que. muchas veces no existen. Pero
cuando no existen, entonces,aún cuando estuviéramos
ante «objetos humanos», estaríamos, probablemente,
B. Por ello también, es necesario al concepto de situados en el plano a-operatorio. No todo aquello que
relz'qnz'a el que las formas conceptuadas como tales no sólo puede aparecer en el mundo fabricado por el hom
puedan explicarse como efecto de causas impersonales,
bre, es recíprocamente B—operatorio. Basta pensar que,
mecánicas, sino como efecto de la actividad humana. La
aunque dos edificios de una ciudad hayan sido fabricados
determinación de las formas precisas (tan distintas entre
no por dioses, sino por hombres, (exigiendo por tanto un
si) que han de entenderse como efectos de esa actividad,
tratamiento B-operatorio), su mera relación entre ellos
y la separación de las otras, es el único camino para.el
(con las figuras que ella determina, y que son, por ejem
exacto establecimiento de la «escala» del campo de las
reliquias, y de su anomalziz, de sus diferencias y seriacio plo, perspectivas tnltnrales y no naturales) acaso ya no ha
nes, de las leyes categoriales’ a que efectivamente obe
dece; Todavía a mediados del siglo XVII, Ulises Aldro _______—.”
vandi describía las «reliquias paleolíticas» como «debidas (8) Apud Glyn Daniel, op. cit., pág. 34.

a una mezcla de un cierto vaho de trueno y rayo con (9) F.A. LUCAS: Anima/5 oflbe Paul, New York, 1913, pág. 5.

EL BASILISCO
(PH
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sido propiamente «fabricada», sino que es una resultancia: demos pasar del presente al pasado?. Cuando se da esta
que desborda el plano 'p-operatorio, en su forma más cuestión como resulta, el mecanismo de la tradición apa—
simple. rece oculto -o incluso se sobreentiende erróneamente
que són los objetos, por su supuesta actualidad objetiva
Las reliquias son objetos corpóreos, fabricados por de reliquias, los que, Por si mismos, nos remiten al pasado
sujetos similares al sujeto gnoseológiqo. Pero, a su vez, (un error sistemático, que se reproducirá una y mil ve—
las reliquias vienen definidas por una.marca negativa que ces, porque no es sino un modo abstracto-técnico de
se sobreañade a la marca genérica positiva: las reliquias denotar la actividad del historiador, que utiliza «reli
no ban sido fabricadas por ¡nombres actuales, sino Por sujetos quias» que «le hablan por sí mismas»). Pero ésto es una
similares a los bombres actuales. ¿Qué quiere esto'decir, en petición de principio, que, a su vez, incluye la imagen
términos gnoseológicos?. Muy poco, o algomuy trivial, errónea del pasado como una estela que ha qüedado
para quien da ya por supuestos los fantasmas demiúrgi atrás, respecto del Presente, y que debiera anudarse‘ a este
cos. Mucho, para quien parte de la constatación del presente globalmente, como su pasado (testimohiado por
mundo presente como algo en el que hay objetos [3—ope las reliquias). La situación es muy distinta: si nos atuvié
ratorios y otros que no lo son; para quien sólo a partir tamos únicamente a los objetos culturales, habría que. decir
de aquella unidad (objetós fabricados por hombres, pero que éstos no podrían remitimos a un Pretérito: ellos son
objetos presentes) establece una disociación bastante pa— puro presente, incluso cuando su aspecto sea ruinoso;
radójica, a saber: objetos que han sido fabricados por porque las «ruinas»,también son Presentes.
hombres, pero que no han sido fabricados por hombres
vivientes, sino por difuntos, por bombres Pretéritos que, por Si los objetos culturales presentes pueden remitir—
tanto, no Pueden ser percibidos. Pero esto es tanto como
nos al pasado es sólo por la mediación del presente Politi—
decir que las «reliquias» son ya un concepto crz’tico, dia— co-social, en cuanto que no es una entidad homogénea (a
léctico: lo fabricado por sujetos desconocidossgua tale, la que pudiera anudársele globalmente una «estela» pre
invisibles. Por. consiguiente, al concepto de reliquia sólo
térita), sino una entidad heterogénea, rugosa o —con
cabe llegar de un modo constructivo, no perceptual, y
palabra también estoica— «anómala». De este modo, el
los planos de aquella construcción son muy complejos. nexo entre el presente y el pasado sólo podrá entenderse
(Estos planos quedan ocultos y parecen superfluos a como un desarrollo de los nexos entre las partes del presente
quien, míticamente, se representa, de un modo «intuiti
anómalo entre si; consideradas desde ciertas perspectivas.
vo», a los fantasmas como si fueran personas vivientes, si
Correspondíentemente, la ingenua fórmula según la cual
bien neutraliza su afirmación al ponerlas como presentes «la Historia aparece a consecuencia del interés por el
en otro mundo imaginario). Es necesario, por de pronto, pasado» ingenua porque (sobre todo cuando el concepto
que para que objetos dados en el mundo presente (rela— de «interés» se toma en su reducción abstracta psicológi—
cionados, por tanto, con los hombres presentes) aparez co-individual, sin tener en cuenta que todo interés indi
can, sin embargo, desconectados de esos mismos hom vidual está socialmente configurado) siendo el pasado
bres, a través de los cuales comienzan a ser entendidos justamente aquello que la Historia construye, la fórmula
como objetos culturales, que esos objetos se nos mues revela tener la misma estructura de aquella otra que
tren como distintos de los actuales (y en ello tiene, sin explica la acción sorñnífeta del opio por su «virtus dor
duda, participación fundamental la propia imaginación mitíva». Puede ser sustituida por otras fórmulas que nos
mítica que hay que comenzar, ya, por atribuir, aunque permiten dar cuenta de ese mismo interés por el pasado
sea para ser destruida, a quien posee el concepto de reli— _y del pasado mismo. Nosotros suponemos que es a par
quia). ¿Acaso son distintos porque estaban ocultos, por— tir del presente social anómalo [átv-wpa_2\0ï} como es nece—
que ya no se usan, o porque están destrozados?. Pero
sario y suficiente proceder para llegar al concepto del pa—
todas estas circunstancias también pueden afectar a los
sado histórico. La anomalzáz del Presente, a que nos referi
-y afectan muchas veces— objetos actuales. No es nada
mos, coñsta de los diversos escalones constituídos por las
trivial, por tanto, el establecer el mecanismo según el «clases por edad» de los sujetos que conviven envueltos,
cual llegamos a determinar alguna forma física como reli— por otra parte, en un sistema de relaciones «simétricas,
. quia, particularmente si atendemos a un rasgo gnoseoló transitivas y reflexivas» mantenidas principalmente en el
g1c0 más característico, a’saber su perfección. Una reliquia
proceso lingüístico. La teoría del «presente anómalo»
es Perfecta, -es decir- acabada. La reliquia conserva en tiene, pues, una base genérica de naturaleza etológico
su estado (incluso ruinoso) algo que importa por sí mis
lingüística y no se apoya en hipótesis excesivamente es—
mo, que es intangible. Los objetos actuales (máquinas, pecíficas sobre ritmos históricos. La tesis del «presente
viviendas) son, como dirían los estoicos por boca de
anómalo» —las «clases por edad»— ha sido interpretada
Varrón, infectos, porque están siendo utilizados y desa— por la teoría a’e las generaciones en un sentido muy pecu—
rrollados, sin que hayan llegado a su acabamiento. Una liar y poco fundado, al concretarla en la doctrina de los
reliquiaes un objeto apartado de este desarrollo y con «grupos generacionales», de quince años de duración
vertido en sacrum. Es interesante asociar esta caracterís
pública, período erigido en unidad del ritmo histórico
tica de las reliquias (su Perfección) con su atribución a (10). Pero el ritmo histórico de las generaciones no es
sujetos, también inmutables, fenecidos. Las reliquias son universal, porque depende de otros patrones culturales
P€rfectas, precisamente y en la medida en la cual, quienes
(industrialización, procesos de clases sociales, etc,). A
las fabricaron,ya no pueden volver a fabricarlas ni pue
partir de la estructura del «presente anómalo», del
den comparecer jamás ante nosotros. (Comparecerán sus
solapamiento de las clases por edad, en unas sociedades
restos, sus esqueletos, pero justamente_ en cuanto obje en las cuales el lenguaje ha llegado a ser el principal ins
tos, y no en cuanto sujetos). r
A¿Cómo podemos pasar a la. determinación de los objetos trumento de socialización, podemos intentar construir el

presentes como reliquias o, lo que es lo mismo, cómo po— (10) J. MARIAS: Teoría de las generaciones, Madrid, Revista de Occidente, 1950.

10 v EL BASILISCO
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concepto de Historia. No ya a partir de un suPuesto interés opuesta a la Prehistoria. Esta oposición certera, se
Por el «Pasado», sino a Partir de la Presencia, Para cada impuso en virtud, diríamos, de la naturaleza misma de
clase de edad, de las clases de edad mds riejas.‘ la presencia las cosas. Pero las interpretaciones gnoseológicas de ella
sistemática de personas (dotadas de lenguaje) que poseen dejan mucho que desean Y acaso, por esto, dada la debi
experiencias (tecnológicas) propias, y que relatan (tradi lidad de estas fundamentaciones, ha sido constantemente
ción) a las clases de edad más jóvenes. Sólo a trare’s de impugnada. ¿Acaso no es un privilegio gratuito, otorgado
estos relatos Podemos concebir como algunos objetos culturales por los propios escribas —un privilegio «gramma—céntri
Pueden asumir la forma de reliquias. co»— el considerar a la escritura como fuente o reliquia
absolutamente peculiar frente a todas las demás?. Consi
Podría pensarse que las «reliquias literarias» —los derada como fuente ¿Acaso no han resultado ser tanto
documentos o los textos de la Filología- son, a la vez, rela más fértiles las fuentes arqueológicas y epigráficas, que
tos y que, por tanto, la distinción entre reliquias y relatos las fuentes literarias en el descubrimiento de antiguas
es confusa. Sin embargo, hay razones que nos inclinan a civilizaciones?. Las fuentes arqueológicas ¿no son suscep
mantener la inclusión de los textos en la clase de las reli— tibles, no menos que las literarias, de una interpretación
quias (sin perjuicio de que ellas deban, ulteriormente, <<apotética» y «mitemática»?. Así, los «secretos» —si los
subdividirse de un modo interno y sistemático), de suer tiene—-— de la pirámide de Keops no consisten tanto en
te que estas mismas reliquias (los textos o documentos) determinaciones internas físicamente a su mole, ni se
están necesitadas de relatos, en el sentido estricto, para
que se aparezcan como tales. Podríamos ilustrar lo que
decimos recordando el papel que el copto desempeñó en descubren penetrando en su interior y permaneciendo
el desciframiento de las «reliquias jeroglíficas» por en él, en su «cámara funeraria», después de recorrer un
Champollion, y conforme había ya predicho el padre pasillo en rampa muy inclinada, según un ángulo de 26°,
Atanasio Kircheri Reliquzlas y relatos se presuponen mu 18', 10”. Acaso la clave de esta inclinación sólo la poda—
tuamente, y no podríamos formar'el concepto de unas al mos conocer introduciendo —como hacen Smith y
margen de las otras. Toda la Historia científica se basa, Eith— un objeto lejano, <apotético, la estrella Alfa del
Según esto, en la «tecnología» (lingüística) del relato Dragón (la estrella Polar de entoncés) como objeto perci—
-del «mito»—, y del relato mediado precisamente por bido a lo lejos; pues, al parecer, en la prolongación de
las reliquias. El pasado histórico es, literalmente, el con esta pendiente, más allá de su ventana, orientada precisa
tenido .de ese mito (un contenido mitema’tico), la prolon mente en esa dirección, se encontraba la Estrella Alfa de
gación ideal y recurrente de la estructura del presente Dragón (ll).
anómalo, y no una «dimensión» globalmente anudada
(en virtud de una «intuición o sentido histórico») a un Utilizando los mismos conceptos de los cuales nos
presente, también globalmente considerado. El «pasado» hemos valido para distinguir las reliquias (Plano 6
es, así, un concepto regresivo a partir, no del presente, —operatorio) de las formas naturales (plano fl—operaro
sino de unas partes de este presente hacia otras partes río) reconstruiríamos, aunque sólo aproximadamente, la
del mismo presente. Esta precisión tiene consecuencias distinción entre reliquias—monumentos y reliquias documen
muy importantes en orden a la estrucruración del con— tos, como distinción de alcance gnoseológico, del siguien
cepto de Historia. Principalmente, ésta: la Historia (no te modo:
mítica) es, de algún modo, la destrucción del presente,
su desbordamiento. Mientras el mito es la construcción o ——Hay un tipo de reliquias que, a través de reglas
Progressus del presente a partir de sucesos que in illo tem operatorias puestas por el historiador (por los relatos, en
Pore ya lo tenían incorporado. el sentido dicho), nos remiten a otras reliquias (y fantas
mas). El plano [3—operatorio es ejercitado, exclusiva
5. Las reliquias constituyen el componente fisicalista mente aplicado en el sentido del relato a la reliquia.
del-campo de las ciencias históricas. Naturalmente, el
campo de estas reliquias es muy variado: ellas pertene -—Hay otro tipo de reliquias que, a su vez, se nos
cen a muy diferentes clases (constitutivas del propio presentan, ellas mismas, como relatos. El relato estricto
campo gnoseológico). Las posibilidades de diferenciación es necesario, sin duda (el copto en los jeroglíficos); pero
de estas clases son muy diversas (reliquias de piedra -ta— este relato estricto nos conduce a reliquias que, a su vez,
llada o pulimentada— reliquias de metal). Pero aquí nos son relatos —es decir— que nos presentan a los propios
importa introducir la diferenciación más general y pro sujetos operatorios en la aCtitud de relatar ellos mismos,
funda, cuanto a su significado estrictamente gnoseológi de suerte que pueda decirse que «interpretar la piedra
co, por respecto a la propia teoría de las ciencias históri Rosetta» sea reproducir similares 0Peraci0nes (lingüísticas)
cas. Esta diferenciaciónti debiera estar fundada en los a las que los propios egipcios debieron hacer, para remi
propios conceptos que venimos utilizando. tirse a los objetos (reliquias, para nosotros) por ellos de
signados.

Por lo demás, denotativamente, nuestra clasificación


(l 1) Richard HENNIG, «El secreto de la Pirámide de Keops», incluido en Grandes enigmas,
de las reliquias se coordina, grosso modo, con la clasifica— op. cit, (pág. 45 y ss.). La «Pirámide» es aquí entendida desde un «modelo envolvente» (una
esfera;. Lo más interesante: Este «modelo envolvente» (vid. Parte l, seccxón IV, cap. lll. 8c 12)
ción ordinaria en monumentos y documentos (en tanto que, que tiene con la reliquia (vid. Parte Il, cap. ll, & 4) la relación de todo (nematológico) a parte.
en esta oposición, queda recogida principalmente la dife . está introducido con un sentido F: -opcratorio, puesto que el mode/o figura precisamente en
cuanto atribuido a los arquitectos de la Pirámide. Conocer la «historia verdadera» de la Pirámi—
rencia entre reliquias no escritas y reliquias escritas). Las de de Keops es aquí algo así como «conocer el pensamiénto» de quienes la pmycctaron y
ocultaron sus planos de construcción (Si/Si). El fenómeno (la reliquia, un cuanto apariencia, para
reliquias escritas constituyen un tipo de reliquias tan ca— los prcfsnos, de mero apilamiento de sillares) es aquí un fenómeno él mismo fabricado (por la
racterístico, que sobre ellas se ha intentado fundar preci supuesta ocultación de los planos de construcción). La Ieorú nos remite aquí el plan (o prolep
'sis) del propio hecho-reliquia. cerrándose el circuito en el plano fenoménico (un plano la -0pcA
samente el concepto de Ciencia Histórica, en cuanto ratorio, tecnotógíco),.

ML BASILISCO ll
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Si los monumentos son reliquias, en general, térmi— relator está envuelto por el texto, y puede ser sometido
nos de nuestros relatos, los documentos, así entendidos, a crítica. Una nueva forma de conocrmiento objetivo es
son «reliquias» de segundo orden, «reliquias de relatos». posible y ésta es la Historza.
Y esto nos descubre su privilegiada significación gnoseo—
lógica: no serían una «fuente más» (acaso más rica en in
formación), sino una fuente cualitatioamente dioersa gno
seológicamente. Pues así como el relato era el modo por III. HISTORIA FENOMENICA
el cual los objetos culturales asumían la forma de reli—
quias, así las reliquias de relatos son el modo por el cual
Otros sujetos aparecen relatándose algo desde su propio
pretérito, y, por tanto, moldeando definitivamente el
«abovedado» del «espacio histórico». Se comprende tan 1. Reliquias y Relatos son «hechos» '—son los «he
to mejor el alcance histórico ¡de los documentos si tene chos» sobre los cuales se edifica toda la ciencia histórica.
mos en cuenta la significación ontológica de la escritura ' Son «hechos» de naturaleza muy diferente, puesto que
en el marco del «presente anómalo» al que venimos re— los relatos, —como hemos dicho— son «hechos-reliquia»
firiéndonos. (Y esto, sin olvidar que la «escritura» no se en su contenido de significantes, pero son, además, rela—
ñala ningúncorte radical, pues ella misma no es sino el tos por su significado. (Cuando Malebranche identificaba
desarrollo de otras formas de simbolismos del relato). ciertos hechos-relato a los hechos físicos—«mis datos son
Anteriormente a la escritura, la tradición(incluso lingüísti los de la Biblia, como los datos del físico son los proce
ca), ya por si misma, marca un proceso de diferenciación sos de las retortas»;— estaba simplemente confundiendo,
por respecto de la tradición animal (que sólo puede te haciendo «oscurantismo»).
ner lugar por influencia «punto a punto» de condiciona—
miento de la conducta de las crías.) Scheler subraya, co «Hecho» es una categoría gnoseológica, que, en la
mo característica delhombre frente a los animales supe teoría del cierre categorial, hacemos corresponder, prin
riores, la capacidad de «descoyuntar» progresivamente la cipalmente, con las determinaciones del sector fisicalista.
tradición, a la cual los animales superiores debieran ate Los hechos son contenidos fisicalistas (dados como tér
nerse «mecánicamente»; sólo que Scheler ofrece un fun minos, o como relaciones entre términos). Pero este
damento metafísico de esta diferencia: el hombre capta concepto de hecho no coincide exactamente con el con
esencias, y supera, así, lo concreto (cuando, la génesis de cepto de «hecho» gnoseológico utilizado en la teoría de
este descoyunta’miehto de la tradición podría atribuirse la ciencia positiVista. Concepto' que, aplicado a la teoría
precisamente, a la escritura). Pero mientras la mera tra de la Historia.(de la que el concepto gnoseológico de'
dición supone la dependencia absoluta respecto del narra «Hecho» resulta adquirir determinaciones característi
dor (el anciano, el viajero, que relata sus experiencias, cas), es origen de confusiones y obscuridades que hay
puede acumular, en poco espacio, cantidades enormes de que aclarar urgentemente. No se trata de confusiones só—
éstas experiencias: pero. ellas tendrán siempre la forma lo. «subjetivas», sino de confusiones «objetivas», debidas
mítica, Porque el relato comienza y acaba con la Palabra de a la intersección parcial, pero objetiva , de series diver—
quien habla y de quien se depende, con una dependencia sas de conexiones. Ocurre que el concepto gnoseológico '
que está en la—línea de la tradición animal de Scheler), en de «loecbo» incluye su corporeidad observable, y por lo
la escritura, es posible la liberación respecto del narrador, tanto, su Presencia, pero, el concepto de Presente es preci
y en una exten’sión que puede ser significativa. El propio samente una categoría bistórica, opuesra al Pasado. De

HEROE MONTANDO UN SALTAMÓNTES CAZANDO UN BASILISCO ¡DIBUJO DE UN CAP1TEL DE ZA BASILICA DE VEZELAY.


TOMADO DE PEDRO CAH1ER. ME¡ANGES D'ARCHEOLOGIE, PARIS ¡848-56

12 EL BASILISCO
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donde el concePto de «hecho pretérito» tendrá una es rencia molecular o de la tradición «neurológica» (15), Ya
tructura similar a la del concePto de «círculo cuadrado» — no serían becbos, en el sentido gnos_eológico, (acaso, gno—
«hecho pretérito» es precisamente un hecho invisible, seológicamente, pudieran asumir la función de operacio
inobservable; ni siquiera cabe en él una «experiencia po— nes o de normas). Agudamente viene a decírnoslo, a su
sible» (no es posible ya, salvo en la ciencia ficción, ob modo, un prehistoriador: «estamos acostumbrados a ha—
servar la batalla de Cannas). La inobservabilidad de estos blar de los ideales itnpetecederos de una sociedad, pero
hechos no derivan, por tanto, de su naturaleza metafísi el prehistoriador es testigo del triste hecho de que los
co-espiritual (incorpórea) sino, todavía peor, de su «cor ideales perecen mientras que lo que nunca perece son
poreidad incorporea» pretérita. Y, sin embargo, la His— las vajillas y la loza de una sociedad. No tenemos medio
toria es, con frecuencia, entendida como una ciencia alguno de cónocer la moral y las ideas religiosas de los
capaz de establecer o demostrar «hechos pretéritos» (los ciudadanos protohistóricos de Mohenjo-Daro y Harappa,
llamados eventos). Estos hechos (eventos) son considerados pero sobreviven sus alcantarillas, sus vertederos de ladri
ahora como tales, no tanto por oposición a «objetos llos, y sus juguetes de terracota» (14). Es decir, sus reli—
inobservables o metafísicps», cuanto por oposición a las quzas.
«teorías» (a las teorías históricas, en nuestro caso). Así,
se dirá que es un becbo el asesinato de César, frente a
cualquier otra teoría que pueda mantenerse para explicar 3. Los hechos presentes, las reliquias, son fenómenos
este hecho. Ahora bien: el concepto neopositivista del en su propia entidad fisicalista. Son fenómenos, precisa—
hecho tiende a envolver confusamente estas dos determi— mente porque han de ir referidos a sujetos operatorios
naciones: becbo, como opuesto a teoría (T) y becbo como ( B—operatorios), para que aparezcan en su forma de ta
entidad observable (O), física, Presente; porque se supone les. Y son fenómenos porque, al propio tiempo que son
que los becbos observables son, también, previos a las teo el único acceso a la misma esencia,hos la ocultan. Y en
rzas elaboradas para construirlos. Carnap: Las observa— Historia (así como en algunas otras ciencias etológicas),
ciones co_nvenientes a un cierto planeta, descritas en un lo característico es que la ocultación no es sólo Pasiva, sino
informe On, son incorporadas a una teoría (T) de0:y T, activa, Por cuanto los «fenómenos» ban sido, mucbas veces,
el astrónomo deduce una predicción P, calculando la po— fabricados Precisamente con la intención de encubrir, de ocul—
sición aparehte del planeta para la noche siguiente, en la tar, de engañar: en realidad, esta intención, como tal
que habrá una nueva observación y la formulará en un (operatoria) sólo podría atribuirse a las ciencias bisto’ricas
nuevo informe 02, que verificará (o no) la teoría T (12). o bumanas. El descubrimiento del engaño, por ello, no
Pero semejante análisis gnoseológico (que, por cierto, ya equivale automáticamente a una revelación de la «esencia»,
contiene la forma de un cierre operatorio, si se interpre sino a la revelación del «fenómeno verdadero» ( {Sopera
ta T como un sistema de operadores, que nos llevan a la torio). La crítica filológica, la dem05tración, por Lorenzo
construcción de nuevos 01) es, aún, demasiado grosera Valla, de la superchería que dió origen a la «donación de
para dar cuenta, aún con las adaptaciones consiguientes, Constantino», es, así, el más potente mecanismo del re—
del proceso de construcción histórica —desde luego— gressus desde las reliquias (o hechos) a los restantes con
del proceso de construcción astronómico. Es un análisis tenidos del campo histórico. Pero estos contenidos no son,
gnoseológico basado en la oposición entre un orden de necesariamente, esencias, por la simple circunstancia de
becbos (orden ontológico-epistemológico: lo dado, lo haber sido construidos por medio de «teorías». No todo
puesto, lo positivo, en cuanto observable) y un orden de lo que se construye históricamente, no toda teoría histó—
teorzas (orden lógico: lo construido, las proposiciones y rica, está «en otro orden» respecro de los hechos (15).
los enlaces de proposiciones en modelos, hipótesis). Se trata de explicar por qué los becbos pretéritos (los
Pero, evidentemente,,en las ciencias históricas al menos, eventos) pueden seguir oponiéndose a las teorms. O, si se
(y 'mucho más en las otras), los becbos, en cuanto entida— quiere, con más rigor: es necesario oponer teorías de un
des físicas dadas, observables, no pueden ponerse en un nivel (no esenciales) a teorías de nivel 2 (esenciales),
orden positivo (no construido), opuesto a las teorzázs, para dar cuenta de la razón por la cual los hechos preté
porque los becbos construzdos, por tanto, «teorías fácti— ritos, sin perjuicio de sus diferencias epistemológicas con
cas». ,Es preciso, por tanto, distinguir urgentemente en— los hechos presentes (reliquias) se agrupan con ellos en
tre los «hechos fisicalistas» (hechos presentes) y los he un orden gnoseológico característico, que es necesario
chos no «fisicalistas» (los hechos pretéritos, los eventos) determinar. A este efecto, es necesario introducir el con
en tanto ambos se oponen a las teorías (históricas); pero cepto de «hechos intermedios» (entre las reliquias estric
no, simplemente, para disociarlos en dos órdenes inco tas y los eventos), que nos permiten advertir la continui
municados (que se darían simplemente confundidos) dad (gnoseológíca) entre los becbos fisicalistas y los becbos
sino, para dar cuenta de la unidad que enlaza a ambos Pretéritos. Los becbos intermedios no son, ciertamente, reli—
órdenes, para dat cuenta de su misma confusión. quias: en este sentido, podría decirse, sin más, que son
«hechos pretéritos» construídos, inobservables. Pero, sin
2. Los becbos históricos, en su sentido estricto gno
seológico, son, por todo ello, las reliquias (y el compo—
(13) Hoy se insiste de nuevo en la importancia de esta tradición hereditaria excesivamente
nente «teliq—uial» de los relatos). Las reliquias son la base minímizada por el «culturalismo lamarckista» (Eiber-Eiberfeldt, op. cir.). En cualquier caso, las
física, corpórea, observable, Presente, en términos históri fronteras entre «Animales» y «Hombres», para que fueran operatorias (gnoseológica y, por
tanto, ontológicamente) habría que desplazarlas a tiempos posreriores a los habituales entre
cos: la forma de Presencia del Pasado. Es lo único que per— prehístoriadores. Por ejemplo, no sería el incesto, ni siquiera el lenguaje bnbhdo Primitiva (mu
cho menos, el uso de herramientas) aquello que determinaría un nuevo campo -el campo
manece para la ciencia, en forma de becbo, (lo que del antropológico— sino, por ejemplo. el lenguaje escrito precisamente en tanto nos pone en pre
pasado permanece en nosotros en la forma de hábitos sencia de un tipo de nexos entre individuos que ya no son de identidad sustancial causal (como
todavía en el lenguaje oral), sino esencial, etc. Es la Historia y no la cultura aquello que marca
musculares o lingüísticos, incluso en la forma de la he— ría la línea divisoria (nunca instantánea) entre Biología y Antropología.

(14) Glyn DANIEL. op. cit., pág. 121.


(12) CARNAP, Fundamentos de Lágim, etc., op. cit., pág. 12. (15) Vid. nota ll.

m BASILISCO 13
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

confuso sentido de las «teorías astronómicas» de Carnap.


Es cierto que podría analizarse la situación anterior di
ciendo que a partir de Informe Ai (sea E), construimos
la teoría T (* Q, * Z) que nos remite a nuevos hechos
(E, F). Pero la teoría T no puede aquí confundirse con la
bistorízz teórica, porque T (* Q, * Z) nos remite a he
chos intermedios, ni siquiera a hechos eventos, en el
contexto Lo mismo se dirá de otros hechos eventos
construidos «teóricamente» para explicar el nexo entre
.dos hechos presentes. (Si es un «hecho—reliquia» la pre—
sencia de una columna romana en un montículo cuya
geología no corresponde a dicha column_a, hay que cons
truir, necesariamente, el «hecho déltrapsporte», a partir
de la cantera de la,que se prueba procede la columna).

4. La oposición entre /9ec/90s y teorías, que es muy


grosera en general. (como tantos teóricos de las ciencias,
como Bachelard, han puesto de r'elieve), se hace doble
LAAIBECIUS: BASILISCO
mente grosera en el marco de las ciencias históricas. Un
embargo, no pertenecen al orden de los eventos (enla modo de desbotdar esta grosería, partiendo de ella, es
construcción), sencillamente porque funcionan como reli— distinguir diferentes órdenes de hechos (hechos de orden
qz¿í4s bz}botétíms («con asterisco»), intercaladas entre las 1, orden 2,... hechos de orden n) y' diferentes órdenes
de teorías (teorías de orden a, teorías de orden b,... teo
propias reliquias para la ordenación de las mismas, en
rías de orden n), de suerte que los hechos de orden 2 y
tanto que éstas son hechos fisicalistas (y ello sin perjui
las teorías de orden a, resulten acaso, congregadas (desde
>cio de que, a su vez, puedan desempeñar la función de
ciertos puntos de vista) en un mismo grupo, por encima
eventos). Un ejemplo muy claro de estos becloos interme
dio («quasi reliquias») nos lo suministran los manuscritos
de la línea divisoria que separa los bee/aos y las. teorz’es
bipotétz'cos que suele ser necesario introducir para la cons desde perspectiva_s más genéricas En particular: los
trucción de un stemma. Los manuscritos (reliquias) A, B,
becb0s intermedios y los becbos Pretérz't0s (construidos, diga
C, E, F, G, del Lai de Z’0mbre estarían insertos,según
mos, por medio de teorías a), se agrupan, sistemática
mente, frente a las teorías de orden m (pongamos por
Robert Marichal (16) en el siguiente stemma:
caso: una teoría sobre la desintegración del Imperio
romano)._ ' '

La cuestión que se nos plantea es simplemente ésta:


¿Cabe hablar de, una unidad gnoseológica entre los'
hechos presentes y los hechos pretéritos,. en cuanto se
alinean frente a teorías históricas de naturaleza más abs—
tracta?. Parece que no habría lugar para tal unidad. Los
hechos, (presentes o pretéritos) se resuelven en una pol
vareda inconexa de lados que, precisamente en tanto se
con_sideran al margen” de las teo_rías ab5tractas, no

podrían considerarse como un campo (o súbcampo) de


una ciencia histórica. El concepto de una «Historia
evenemencial» está, sin embargo, en gran 'parte, cons
truida en esta pers’pectiva. Cuando se le asocia con la
Y Los manuscritos * Q, * X,‘*Z, *V, * W, son quasi «Historia relato», suele connotar la noción de una
reliquias. El análisis de los métodos de construcción de «Historia externa» (Historia como relato de sucesos, ges
estos hechos es una de las tareas características de la teo tas, batallas, dinastías, «Historia-teatro»). Una «extrahis—
ría de la ciencia histórica. Subrayaremos la necesidad de toria» (superficial), frente a una supuesta «historia inter
tener en cuenta el plano fi—operatorio para analizar de na» (no propiamente en el sentido de la «intrahistoria»
.qué modo se lleva a cabo esta construcción (y ello, sin unamuniana, sino en el sentido de la Historia social, eco
perjuicio, de la utilización de categorías (zi—operatorias nómica, estructural). '
que comprenden, tanto las pruebas físicas -—‘isótopos ra—
dioactivos, etc.—, como las químicas —papiros, papel— Sin embargo, no parece enteramente‘ justificado
o, en general, las pruebas llamadas «extérnas»). considerar a la «Historia evenemencial» como una His—
toria externa, o superficial, amorfa, dada la heterogenei—
dad de los sucesos a que ella se refiere. Teniendo en
Los bee/aos intermedios, por su uso, se alinean con las cuenta, además, que estos sucesos suelen estar ya inte
reliquias; pero, por el modo según el cual han sido cons grados en una estructuración de tipo míten_gfe:tico. «Los
truídos, son ¡eee/eos Pretérz'tos. Pero no son «teorías», en el cartagineses —dice B.H. Warmington.—- 132me¿&¿¿¿ muy “
bien que si la Sicilia oCcidental se perdía, los griegos
dominarían el Mediterraneo occidental, dejarían aisladas ,ï
(16) La critique de: .’_gxtes, en L’Hismire :l ser mérbades, París, Gallímard, 1961, pág. 1277. las colonias de Cerdeña y reducirían a Cartago a Africa»

14 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Historia fenoménica se nos presentaría, así, como el de


sarrollo del ritual (tecnológico), según el cual los indivi
duos de una sociedad dotada de lenguaje y tradiciones
culturales, se ven obligados a usar de los instrumentos
de sus antecesores, a disfrazarse con sus indumentos,
que les son ya dados. En nuestra pasión por la Historia
fenoméniea —en la curiosidad o hambre por saber cómo
ocurrieron, en su ma’s mínimo detalle, ciertas rosas— babrzá
que ner, acaso, la misma Pasión de los primitivos cuando, dis
frazados con los indumentos rituales de los antepasados,
danZaban Para oótener la identzfieaeio'n son ellos.

El concepto de una Historia escenogra’flea suele suge—


rir la idea de que nos encontramos en un nivel pre-cien
tífico, por cuanto tendemos a ver, en la escenografía, una
s_e_lección arbitraria, de un conjunto de eventos mucho
más rico, empobrecido en función de los intereses estéti
cos (ahora en sentido no kantiano) del escenógrafo (del
«presente») —sobre todo, la escenografía eliminaría las
relaciones ab3tractas, esenciales. Pero la cuestión estriba,
no tanto en destacar el aspecto (negativo) de la selección
o eliminación de esencias (a), cuanto el aspecto positivo
de la construcción (la selección, el «corte epistemológi
co» es una precisión o segregación resultante de la pro
pia interna construcción cerrada, con un cierre, aquí, de mente (por curvas, diagramas); una Historia en la cual las
tipo fenoménico). Aquí sólo queremos sugerir hasta qué propia razones fenoménicas ( fi—operatorias) son cons
punto el concepto mismo del plano B—operatorio sumi truidas a partir de factores objetivos (ni siquiera siempre
nistra un hilo conductor para el enlace «cerrado» de los conscientes, no prolépticos), es decir, una Historia, a
eventos de una historia razonada, sin dejar de ser fenomé— —operatoria. Incluso cuando reanalizamos matemátiCa
nica, (de una Lógica de la Historia desarrollada en el mente una batalla (que sólo tiene sentido escenográfico,
plano fenoménico-prácdco, al cual, asu vez, hay que fenoménico), los fenómenos quedan rebasados, porque
atribuir una función causal en el proceso mismo de la regresamos a factores que no son necesariamente causas
historia real). En particular: desde esta perspectiva, los (22).
beC/Jos.Presentes (las reliquias) y los /9eebos17retéritos (los
eventos) manifiestan su continuidad constructiva, precisa La Historia fenoménica ocuparía, respecto de la
mente en el plano fi—operatorio. Reivindicaríamos, Historia esencial, el lugar que la Geometría figurativa
pues, también el concepto de «Historia-batalla», en ocupa respecto de la Geometría analítica. La «Geometría
tanto que las batallas son eventos (complejos de suce figurativa» pese a que, con frecuencia, es llamada intuiti—
sos), dados estéticamente (fenoménicamente), dentro de oa, incluso por quienes mantienen posiciones «constructivis—
un marco B—operatorio, susceptible de ser analizado ta_s¿> (Noel Mouloud, por ejemplo, considera intuitiva la
matemáticamente (estrategia, teoría de juegos (20), y invarianaa angular del rectángulo respeao de las dificultades
ahudados con Otras secuencias de eventos consritutivos absolutas de las rectas que lo forman, así como también
del material histórico. Hoy, tras un período de radicalis— considera intuitiva la demostración de un caso de inercia
mo positivista-sociológico-económico, vuelve a defender— por Galileo (2 5), es ya operatoria, constructiva; su opera—
se por muchos historiadores profesionales la tesis según tividad fenoménica es diferente (no porque sea menos
la cual la Historia tiene mucho de género literario, «es cierta, sino por la escala en la que se mueven sus eviden
cenográfico», de arte, incluso de arte musical (21). Des cias) de la operatividad de la Geometría analítica, por
de nuestras coordenadas, esta tesis es altamente concor ejemplo. La Historia teórica, _ o esencial, habría que
dante con el concepto de una Historia fenoménico-esceno— entenderla,desde nuestro punto de vista, menos como
gráfica. una penetración en las esencias trasfenoménícas previas,
que como un rompimiento de los fenómenos en sus fac
tores; un rompimiento que nos permite reorganizarlos
5. 'En cualquier caso, nuestra defensa de una Histo
ria fenoménica tiene un sentido asertivo, no exclusivo. según sistemas más abstractos, no representables, aunque
siempre deba darse el progressas hacia la base fenoméni
No toda la construcción histórica es B—operatoria o
procedimiento auxiliar, Historia 06112ua, que haya de re ca. A veces, la Historia teorética no puede alcanzar sino
una mera taXonomía de fenómenos, la eomprensián de un
solverse en una Historia fenoménica. Hay una Historia
meta-fenoménica, no representable, más allá del EsPacio grupo de fenómenos, por analogía ( a'—operatoria) con
Tiempo estétieo's. Pero no porque sea una Historia neumá otros fenómenos similares, y la Historia fenomenológíca
resulta ser mucho menos formal, más real, en ciertas si
niea (la Historia de la mente divina). Se trata de una His—
toria no representable estéticamente, sino sólo simbólica— tuaciones.

(20) M.H.A. MAESTRE: El triunfo mili/ar en Amlul (Estudios Clásicos, 1971), aplicando la
metodología de Frederic I.anchesrer (Aircrafl ¡n Warfare, Londres, 1916).
m ’ ,
(21) Robert BRENTANO: Obis[ws y Sanlos, incluido en El taller del historiador, de L,P. Curtis,
_]r., México, F.C.E., 197ó, pág. 6_0. (2 3) MOULOD, Forme: 51*urture’r el moda Pmdurlzfs, París, Sedes, 1958, pág, l83.

16 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, wv_vw.fgbuénóles

(17). Este «Sistema mitemático» (que supone que los car relaciones entre los sucesos. Entendemos que esa relación es
tagitíés€s tienen un «mapa» del Mqd1terraneo, lo perc1 una relación de secuencia, no meramente cronológica o
¡gw—ben similarmente,¿en lo que es pertinente, a como lo externa (espacio—temporal), sino interna, Y, aquí, «interna»
percibe, el historiador actual, siÏgún operaciones y rela—. sólo puede querer decir «lógica», «racional», dada pre
;«.,;.,j—.;ïéiró“fies apotéticas) serán relatados; y estos sucesos son el cisamente .en el plano B—operatorio (la racionalidad se
c0ntenid0 mismo de este marco, su. realización, --el refiere a esa operatividad). Ahora bien: esta racionalidad
marco mitemárico, por sí mismo, sería vacío. Esta Histo es‘fenoménica (mitema’tira), en tanto se mantiene precisamente
ria eoenemeneial es, en gran.medida, la misma Historia en la determinación de «motivos», «planes», «prolepsis»,
clásica, la «Historia razonada» de Tucidides, y toda su «utopzas» 0 «ideologías», que enlazan unos sucesos con otros,
tradición historiográfica. No es, necesariamente una His ¡en un espacio—tiempo «representatiyo»ü(el «mapa» de__los_
toria anecdo’tica, puesto que puede haber una selección _, ' Cartagineses, en el «relato» de Warmington a_ntes cita—
«argumental», un marco mitemático. El relato es «relato do). En modo alguno se trata de mera «descripción», de
de raz‘ónes,‘de causas o" de .motivos» (esencialmente: de Y una «Historia teatro». Podríamos apelar, a efectos mera—
y "cáúSas finales, prolépticas) y articulación y secuencia de ,mente coordinativos, al concepto kantiano de fenómeno,
estos eventos. La crítica histórica, además, puede alcan .._en tanto se da precisamente en el plano estético de la
zar certeza prácticamente «matemática» (apodíctica) en «intuición representativa espacio—temporal. Naturalmente,
torno a esos. eventos. (La Historia eoenemencial puede sera — de Kant tomamos aquí solamente la «armadura» de los
una Historia crztica, frente a la Historia mítica, que relata conceptos (para él, «intuiciohes») del Espacio—Tiempo, en
sucesos imaginarios). un plano fenoménico y representatiuo. Porque lo que es_en:
cialmente queremos destacar, en este orden fenoniénico,
NOS parece, en resolución, que’la debilidad gnoseo— es la circunstancia de que él se organiza según la meto-‘
lógica asociada al concepto de «Historia relato», hay que " dología B—operatoria, que pide precisamente este nivel
referirla, más que a la materia 0 contenido mismo de esta re—presentativo, apotético, «escenográfico» (recuperando
Historia —mejor, de toda esta tradición historiográ así, lo que de profundo tiene el concepto metafórico de
fica—, a la forma del concepto gnoseológica, a la autoconcep la «Historia-teatro») porque sólo en la representación es .
ción de lo que efectivamente‘ pueda significar gnoseoló— posible ordenar los eventos como fenómenos. Por ejemplo,
gicamente el c0nteni_d9 de ese género de Hi5toria.' Ocu cuando, Juan Maldonado, relatando la batalla de Villalar
rtiría, simplemente, que las fórmulas gnoseológicas de (19), nos dice que Padilla exhortaba a los soldados para
autoconcepción no _habrían acertado a determinar el que volviesen «rostros» a las tropas imperiales, está si
nivel en el cual ese género histórico se desenvuelve sis— tuado en un plano fi—operatorio, porque Juan Maldo
temáticamente, entendiéndolo, o bien negativamente nado, c0mo quien lo lea (entendie’nd010), puede ejecutar
(Historia no teórica, sino factual; descriptiva, no cons esa operación de «volver el rostro» (u otra similar); y si
tructiva), o bien positivamente, pero como si se tratase no la pudiese ejecutar, no podría entender el sentido del
' de una Historia no científica (frente a la historia social o relato (pues la operación está en el contenido del senti—
económica, como si fuera, metafóricamente, una «Histo— do). Recíprocamente, esta »Historia fenoménica se mantie
ria—teatro»). ne en un nivel estético-escenográfico, pero no por ello
es externa, dado que ella es el contenido mismo del
A nuestro juicio, es posible atribuir un «marco sis material pretérito, a un cierto nivel (y esto lodecimos en
temático», un «marco lógico» (es decir: reconocerle la contra de la creciente tendencia a eliminar, incluso de
condición de Historia razonada, en el sentido de Tucidi los planes de estudio, de las ciencias históricas, esta «his-_
des, de Historia dotada de una lógica interna, de índole toria escenográfica» en hombre de una «historia social»
estratégico-operatoria) a esa «Historia evenemencial», si que, deseonectada de los fenómenos, se convierte, necesaria—
tenemos en cuenta, principalmente la naturaleza ontoló mente, en una monótona reiteración de conceptos abs
gica y gnoseológica del suceso. El suceso (evento) sólo tractos y cuasi vacíos). Diríamos que la Historia feno
existe como tal en un espacio yt en un tiempo. Ciertamen ménica es un desarrollo científico—constructivo de la
te, definir la ciencia histórica, en general, como algunos misma tecnología por la cual los sujetos vivientes de una
pretenden (por ejemplo, Marzewki) como-la determina— sociedad que se mueve entreur¿e_li uias _aprenderja disfra—
ción de los sucesos «en el espacio y en el tiempo» es zarse con ellas, a utilizarlas, a reproducir}tearralmenre»
la vida de sus antepasados, de sus fantasmas. (La «Histo
una simple ingenuidad gnoseológica, que manifiesta con
ria-teatro» no es tanto, según esto, lo que ve el especta—
fusión de ideas (18). Pórque esos «espacio» y «tiempo»
no son formas anteriores o previas a lossucesos, exter dor, cuando lo que hace el propio actor en el escenario:
nas a ellos (salvo cuando son meras coordenadas’ métri el historiador estaría aquí, más cerCa del actor, del actor
cas), sino que son la propia conexión de los sucesos. De teatral, que del espectador). La Historia flnoméniea sería
r Historia-teatro en su gérmen. No ya una Historia compara
cir, pues, que la Historia sitúa a los sucesos en el
Espacio y el Tiempo es sólo decir que esta Historia sitúa _ble al Teatro (incluso Como si tuviese que avergonzarse,
cada suceso en el contexto de 0tr05 sucesos. Pero,‘no en cuanto científica, de esta comparación), sino teatro
por ello, la referencia al Espacio y al Tiempo es mera— ella misma. Porque el teatro no es, ahora, tanto algo al
mente redundante, siempre que tomemos esta referencia como margen de la Historia, cuanto su; gérmen tecnológico
una determinatión implícita de la naturaleza misma de esas (en un sentido similar a como decimos que la escritura
alfabética es el germen tecnológico de la Lingüística). La

(17) WARMINGTON, Cartago, op, cit. pág. 48.

(18) MARZEWSKI, 1nlrodunion a 1’Hisloire quantilatiue, Droz, Genéve', 1965, pág, 11': (19) «.,.per0 Acuña, oyendo el alboroto, y_conjeturanclo lo mismo que sucedía, manda a los
«<I.'objet traditionel de l'Hisroire est l'étude et l'explication des fairs localisés dans le temps-et _ suyos hacer alto y volver catas al enemigo, y.cuando claramente conoció la tradición...» e(C.,
dans l'e'space». ' — ' _ etc. Maldonado, Op. cit., 1951

(PI”1 EL BASILISCO " ,‘ ” 15*


EL BASILISCO, número 1, zo-abril 1978, www.fgbueno.es

ARTICULOS

CULTURAS ANIMALES
TOMAS 'R. FERNANDEZ

siado humanos, tan numerosos en el legado de las gene


1. EL ANILLO DEL REY SALOMON raciones pasadas». Su obra fue, sin lugar a dudas, un pa—
so fundamental en el estudio biológico y objetivo de la
conducta animal. Pero tal objetividad, comúnmente reco
nocida, convive con (o de base en) descripciones como la
ltimamente, poco antes de ponerme a re— siguiente: «Todos conocemos el canto del gallo; aunque
dactar este capítulo, releía yo uno tras inconscientemente, su sentido es decir simplemente:
otro los informes de Helga Fischer sobre aquí hay un gallo. Para la gallina ansiosa de amor, este
el comportamiento de los gansos, y (...) canto es un reclamo; para el rival, es la señal de que allí
me sentí algo decepcionado porque en la plaza está ya ocupada, de manera que es forzoso elegir
‘ _ellos eran relativamente raros los casos de entre seguir otro camino o entablar una pelea» (p. 148).
aquella fidelidad hasta la muerte que mi maestro (Oskar
Heinroth) presentara como normal. Entonces Helga, in ¿Qué ciencia objetiva es ésta que se permite hablar,
dignada, dijo algo grande: «¿Qué esperabas?. Al fin y al tan a la ligera, de deseos inconscientes, fidelidades, an
cabo qué son los gansos sino pobres hombres?». sias, tan poco visibles desde el exterior?. Lorenz, en su
libro citado «Sobre la agresión», precisa aún a su maes
He aquí un caso poco dudoso de «antropomorfis tro: «Según Heinroth, cuando el gallo canta dice aquí
mo» en la interpretación de las conductas animales, que hay un gallo. Pero Baümer, que es la mayor autoridad en
puede encontrarse en uno de los libros más populares y materia de aves de corral, oye un mensaje especial: Aquí '
a la vez más polémicos de Konrad Lorenz, «Das soge está el gallo Baltasar» (p. 44).
nante bóse» (1965. De la ed. Castellana, «Sobre la Agre—
sión», 1973, p. 219). Sin duda es un ejemplo poco co Pero dejemos en el aire, de momento, la pregunta
mún. No—obstante, es relativamente fácil encontrar en la por la, ObjetiVidad. Pueslos animales, humanos o no,
literatura escrita por etólogos, multitud de ejemplos, in pueden depararnos aún muchas sorpresas.
terpretaciones, conceptos, etc., que de primera intención
serían calificados como muestras inequívocas de antropo— Indudablemente en Heinroth están delineados algu—
morfismo. Y no es que Lorenz, al convertirse en uno de nos de los componentes esenciales del entramado teórico
los indiscutibles padres de la Etología, haya abierto un que llegará a construir su discípulo. Pero lo que aquí nos
camino de descripciones antroponiórficas del comporta— interesa es descubrir, insinuada ya en el maestro, esa
miento animal. Estas son, por supuesto, anteriores a él, extraña mezcla de objetividad y familiaridad en el «rra—
en el seno de una literatura precientífica de observación to» con los animales que será el sello característico de la
realizada en muchos casos por aficionados a temas bioló Etología de inspiración lorenziana, cuyo exponente más
gicos. Oskar Heinroth, en el prólogo a la primera edi perfecto es, sin duda, «El anillo del rey Salomón» del
ción de «El estudio de las aves» (19’39;v‘ed. castell., propio Lorenz (1962 tr.). Esta obra, cuyo título original
1959), se lamenta del estado actual de los conocimientos en la edición alemana, «Er redete, mit dem Vieh, den
sobre dicho tema, donde «abundan los prejuicios dema— Voegeln und den Fischen» 1949 («Hablaba con las bes—

EL BASILISCO 17
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

tías, los pájaros, los peces») ha sido respetado en la últi zación del laboratorio en vez del ambiente natural. Con
ma edición castellana (1975) de la traducción de R. vMar siderarían, pues, inadecuado pararse demasiado en este
galef, sigue siendo mundialménte más conocida, sin em momento inicial para tratar de apresar en él rasgo’s esen—
bargo, por el título anterior, coincidente con el de la edi ciales y de algún modo permanentes de esta disciplina. A
ción inglesa (King Solomon’s Ring, 1952). Resulta inte nuestro entender no hay contradicción entre reconocer ,
resante no olvidar el título original. grandes y profundos avances en la Etología y seguir argu—
mentando, como lo haremos en adelante, en favor de la
Se trata, en principio, de un libro de divulgación y existencia de tales rasgos esenciales visibles ya en sus
se estaría tentado de no darle, por ello, demasiada im inicios.
portancia. En él“ se repiten hasta la saciedad escenas de
odios, amores, celos, temores, galanteos... en un mundo Pues bien, un aspecto esencial en el «Anillo del rey
cuajado de personajes demasiado «humanos» entre los Salomón» es} que sabe mostrar el entramado de la esce
que destaca el propio autor. Lorenz comparte, de alguna na, una trastienda donde el animal sobrepasa, con mu
manera, con otros animales, toda una serie de pautas de cho, lo que la literatura científica será capaz, después, de
conducta de acuerdo con la especie de que se trate. Esta decir sobre él. Ello no constituye un defecto, sino un
relación o participación es la que nos interesa recalcar acercamiento más completo a las bases mismas sobre las
aquí, pues señala, a nuestro entender, un momento privi que se construye la.explicación científica. En sus páginas
legiado enel acercamiento riguroso a la comprensión del la relación del hombre con las grajillas, los gansos, los
comportamiento anitnal. Pues, sin duda, lo que el libro perros o las, cacatúas adquiere un nivel crítico que permi
quiere y sabe mostrar es que se posee una clave que per— tirá acceder, entre otras cosas, a la forma de explicación
mite entrar en dicha conducta e instaurar desde este científica y sistemática de la Etología pero sin que esta
punto de apoyo una nueva forma de relación entre el . última pueda en ningún caso agotar su fuente. Se dirá (o
hombre y otras— especies animales. Una forma de relación al“ menos debería decirse) que tampoco las demás cien
que Lorenz expresa diciendo que puede hablar con los cias -sean físicas o no- agotan la relación humana con
animales, y que se instirucionalizó con el nombre de los materiales que aparecen en su campo. Y así es sin
ciencia Etológica duda. Pero lo peculiar de este caso es que se trata de
una relación de «comunicación» o de «entendimiento»,
(Los paros)"«ho podían imaginarse una madre por llamarlo de alguna manera. Expresado de otro modo,
que fuera tan alta. De forma que si quería que me si lo que quiere decirse es que el «Anillo del rey Salo—
guieran, tenía que andar agachado. No resultaba muy món», como la obra de Malinowski en Etnología, ha
cómodo, y menos aún lo era el que una pata de verdad, m05trado lo que es un traóajo de campo etológico, seña—
en sus funciones de madre, gra2ne de manera continua— lando sobre el terreno los medios para conseguir que las
da. Si interrumpía mi melodioso «cuaegueguegueg», comunidades que se estudian puedan decirnos algo esen
aunque fuese sólo durante medio minuto, los patitos es cial. Ningún informe o trabajo etnológico puede tampo—
tiraban el cuello, lo cual equivale a «poner cara larga» en co agotar, no ya la vida de las comunidades estudiadas,
términos humanos, y si no gr22naba en seguida, estalla— sino la propia relación del antropólogo con ellas. El que,
ban en lloros. Por lo vi5to, tan pronto como callaba, como Lorenz, ha hecho pareja con una grajilla compar
creían que me había muerto o que ya no los quería, mo tiendo sus amores, no ha desvelado con ello su mundo,
tivos suficientes para llorar (...). Aquello me fatigaba mu— sino que ha aprendido el modo de hablar con propiedad
cho. Imagínese lo que representa dos horas de paseo con sobre él.' «Nada de particular tiene entender el «v0cabu
semejante prole, siempre agachado y graznando sin lario» de algunas especies animales. También podemos
cesar...» (p. 231). hablar a los animales en la medida que permitan nuestras
formas de expresión física y hasta el punto en que los
¿Antropomorfiza Lorenz a los animales que 'estudia animales estén dispuestos a establecer contacto con no
o se animaliza él en la relación?. Indudablemente los sotros» (p. 117). Las suspicacias que pudiera surgir res
animales acrúan tal como ellos son (y esta es.la finalidad pecto a la igualación (por lo menos a un cierto nivel) en—
de la Etología), pero al hacerlo así el etólogo descubre y tre los dos campos aludidos, deberían tener en cuenta
participa de sus pasiones, sus odios, sus amores, sus con que la nivelación se establece, no directamente entre
flictos y hasta de sus pensamientos. «En lo más profundo comunidades animales-comunidades humanas salvajes
de mi ser me sorprende de que sea posible entrar en una sino a través o por intermedio_de la igualación con el
relación de tanta confianza y con un ave que vive en li civilizado etólogo, con lo que, para bien o para mal, que—
bertad» (op. cit., p. 28). Lorenz se refiere aquí a Martín, damos todos metidos en el mismo saco.
un ganso a quien ve pasar volando por encima de su ca—
beza, confundido -pero sólo para el ajeno- en el inte— Realmente hay que reconocer que la historia poste
rior de una bandada de congéneres. Entró en relación rior de la Etología apenas ha producido libros similares a
con él al «prometerse» con Martina, la famosa oca que éste, y algunos de ellos pertenecen al propio Lorenz. El
ocupa un puesto de excepción en la Historia de la Etolo etólogo ha pasado, casi siempre, en la literatura sobre
gía por. haberse convertido -.a través-de la experiencia conducta animal, a un segundo plano, y aquellas relacio—
del «imprinting»- en hija adoptiva del propio
. Lorenz. 'nes con las más diversas espec1es, que hemos calificado
,
de fundamentales e_n el desarrollo de esta ciencia, pare- .
Muchos etólogos, e incluso muchos de entre los afi cen 'sustituídas en la mayoría' de los casos por otras me
cionados a sus temas, opinarán que han pasado bastantes nos «comunicativas» y más estandardizadas. Por debajo
años desde estas experiencias y que la Etología ha cam de esta apariencia creemos que hay una continuidad
biado profundamente por su rigor, su progresiva mate esencial: si Lorenz en su libro demuestra poseer una
matización y sóbre todo por su profusa y creciente utili claue con la que abrir la puerta‘a las comunidades ani
IU
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(PH
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males, a partir de él esa forma de relación ya no aparece ’ puntos de‘vista muy’diferentes (Etología europea frente
personalizada porque se ha institucionalizado. En todo a Etología americana) reconocen la importancia decisiva
caso, basta recorrer la‘bibliografía actual sobre primates de Lorenz al respecto.
antropoides para descubrir un tipo de observación que
es, si cabe, más cercana aún al trabajo de campo etnoló
gico que la que hemos descrito aquí. Buen exponente de El «Anillo del rey Salómón» posee, pues, a nuestro
ello son los trabajos de Lavich-Goodall con chimpancés, entender, la importancia de mostrar la verdadera génesis
los de G. Schaller con gorilas, de Washburn, De Vore y o el verdadero terreno de donde surgió esta nueva forma
otros con babuinos, o los trabajos de observación que de entendimiento de las especies animales. Pero no está
ininterrumpidamente desde 1948 se vienen realizando de más recordar que, aparte de este valor intrínseco,
en el Japan Monkey Center con diversas tribus de maca posee la importancia histórica de haber sido, durante
cos (Imanhisi, Itani, Kawamura, Kawai...), sobre los que muchos años -demasiados, quizá— la única obra de
volveremos más adelante. Si bien la relación no puede Lorenz ampliamente conocida en extensos círculos psico
alcanzar tampoco en estos casos la «intimidad» de las lógicos de países como los EEUU. Recordemos que li
descripciones del «Anillo del rey Salomón», nos encon bros tan influyentes como «Theoríes of Learning» de
tramos, no obstante, frente a verdaderas encuestas etno Hilgard y Bower, en su edición puesta al día de 1966, o
lógicas que requieren una observación ininterrumpida «A Textbook of Psychology» de Hebb, también de
con el fin de capturar hasta el fondo las costumbres del 1966, citan exclusivamente esta obra de Lorenz. Los
grupo, el cual tiene que habituarse a la presencia conti ejemplos podrían multiplicarse. La obra contribuyó deci
nua del observador. sivamente, sin duda, al nacimiento de la Etología ameri
cana, que surgió hacia los años 50 como «un nuevo
enfoque que sintetizaba estas nociones con las de la Psi—
Pero lo más importante que nos interesa recalcar cología comparativa y la Neurofisiología americanas»
aquí es que Lorenz, desde su peculiar acercamiento, pro (Klopfer, 1974, p. 34). El autor hace aquí referencia,
porcionó los criterios para que dicha observación escapa— también, al libro que compartió con el de Lorenz el
se al antropomorfismo. Su ¿lane fué definir el nivel en el papel de avanzadilla de la Etología europea en América,
que las conducraS se revelan como propias de cada espe «The Study of Instinct», Tinbergen, 1951).
cie determinada, de tal manera que puedan caracterizarla
con tanta o más seguridad que un rasgo morfológico. «Si Retomemos ahora la cuestión de la objetividad fren-.—
hay un conflicto entre la evidencia proporcionada por te a ese posible antropomorfismo del que hablábamos.
carecteres morfológicos y los de la conducta, al taxóno
mo está cadayez más inclinado a, conceder mayor peso a Al adquirir sentido específico y encuadrados así “en
la evidencia etológica» (E. Mayr, 1958, p. 545). Nóentra el conjunto de los mecanismos evolutivos, aquellos con—
remos ahora en los avatares de la polémica por la que ha ceptos cuyo origen está sin duda en las denominaciones
pasado el moderno concepto de «instinto» -de «acción sociales de las propias pautas humanas, pasaron a contex
instintiva», según la denominación de Lorenz. Baste tualizarse en un marco distinto, en el cual la propia
recordar que dicha polémica se ha centrado en el innatis acción humana correspondiente (galanteo, rivalidad, con
mo de tales conductas. Ahora bien: todas las críticas a la ducta maternal, cooperación, etc.) pasaba de derecho a
posición más o menos innati5ta de la primera Etología convertirse en un caso más de los que se ofrecen al estu—
han conducido a la definición cada vez más rigurosa de dioso de las Conductas animales. Este mecanismo es, por
una «conducta específica de especie» (ver Hinde, Tin otra parte, general: conceptos físicos como «fuerza» o
bergen, 1958, p. 251) que exige, en todo caso la refe «masa» poseen, de origen, un básico carácter antropo
rencia a una programación hereditaria y con ello la obje mórfico, pero la constitución de un cuerpo científico, de
tivación, en el marco de las explicaciones biológicas, de explicaciones contextualiza tales conceptos en un marco
conductas respecto a las cuales antes de la aparición de la propio, de tal manera que la «fuerza» o la «masa» huma
Etología era poco menos que imposible evitar la explica— nas se convierten en un caso particular y pueden ser
'ción antropomórfica La importancia de Lorenz en este comprendidos en el marco de la ciencia Física. En sum‘a,
sentido ha sido ampliamente reconocida. Tinbergen el origen humano de los conceptos etológicos no es
(1951) afirma que «los trabajos de Lorenz han facilitado causa suficiente de antropomorfismo en este sentido’
en gran medida la selección de elementos de conducta peyorativo que lo opone a objetividad (y cuyo valor cri
que son útiles para tareas taxonómicas. Aunque With tico discutiremos más adelante).
man fue el primero en indicar la notable esteroripia de
ciertos movimientos de las aves, fue Lorenz quien por Pero con, ello hemos llegado a un punto en el que
vez primera caracterizó este tipo de movimientos (las parece exígirse la reducción de toda pauta humana a una
«pautas fijas») tanto etológica como fisiológicamente, y correspondiente explicación biológica, con lo que, a
quien demostró que, del mismo modo que los elementos juicio de muchos, la propia Cultura acabaría así reinte—
morfológicos, son homólogos en especies emparentadas» grandose a la Naturaleza después de .desvelarse su carác—
(p. 20). Para tomar otras referencias ‘Ïna’s actuales, es ter de mera apariencia. Nada hay, sin embargo, más lejos
interesante el prólogo de Pribram (1969): «Lorenz es el de nuestra intención. Todos los indicios que nos ha pro
responsable de la introducción y aplicación amplia de las porcionado el nacimiento de la moderna Etología tien
técnicas de la conducta a la invesrigación zoológica. Este den, por el contrario, a hacernos pensar que lo difícil—
tipo de interés llegó a estar tan extendido que su prácti mente sostenible es la creencia en el privilegio humano
ca se desarrolló como una ciencia independiente, la de la Cultura. La acritud de Lorenz, presentada aquí
Etología» (p. 2). Véase también, por ejemplo, Thorpe como paradigmática, apunta hacia el reconocimiento de
(197,4, p. 147) o Kloper (1974, p. 34), quienes desde lo familiar frente a cualquier barrera tajante. La Cultura,

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Il
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cuya exigencia es difícil de escamotear, se manifiesta, ría etológica consistente, Lorenz ha podido convertirse
para la especie humana, como una herencia antigua que en el padre tanto de sus seguidores como, indirectarhen
puede y debe perseguirse más allá del pretendido abismo te, de sus muchos detractores. Y el tema de las «Cultu—
que nos separa de otras especies animales. La distinción ras Anim‘ales» proporciona un ejemplov privilegiado de
Naturaleza—Cultura puede en principio seguir en pie: tan cómo su papel de pionero ha conducido a terrenos muy
sólo es necesario retocar su forma de distribución. ' ' alejados de su intención original.

Los elementos que hasta aquí se han tomado de Lo


renz están mtenaonadamente compuestos de tal manera
que constituyan la contrafigura de «otro Lorenz», tam— 2. APRENDIZAJE,
bién real, que a decir de muchos ha resucitado las anti- ‘
guas y desprestigiadas concepciones sobre el instinto. TRADICIÓN Y CULTURA
Este último aparecerá con más frecuencia en diversos
momentos de nuestro trabajo para representar, como es
lógico, un papel bien diferente. La imagen popular de
Lorenz -y el sentido de muchas de sus diVulgaciones Si, evidentemente, es posible entender al hombre
presenta a este personaje como el naturalista un tanto en términos de Naturaleza, también resulta ya posible
excéntrico que, de espaldas a todo academicismo, se entender a otras especies en términos de Cultura, aun
arroja a una comunicación empática y vital con la Natu que en ninguno de los dos casos quede con ello excluido
raleza, desde la añoranza de una vida animal con la que el punto de vista contrario. La distinción Naturaleza—Cul
establece un lazo de identificación. No parece este el tura no tiene por qué localizar un punto que divida en
Lorenz que al estudiar las «pautas fijas» de conducta dos la escala animal. Por el contrario, y si tomamos en
descubre en ellas una determinación específica, genética consideración los resultados de las ciencias del compor—
y rígida que lesconvierte en caracteres tan fiables o más tamiento, la dicotomía alude a la posibilidad real de con
que los anatómicos para la taxonomía. . ‘ siderar desde dos caras distintas muchas de las conductas
animales. Con ello parecería no haberse hecho otra cosa
Este monstruo de dos cabezas tiene quizá su asiento que desplazar el problema desde el tradicional punto de
lógico en la propia distinción entre «conductas apetiti inflexión del hombre hasta orra zona o momento inferior
vas» y «actos consumatorios», «alternancia» que introdu— de la escala filogenética, pues es difícil defender la pre—
ce en el corazón mismo de los comportamientos anima— sencia de fenómenos culturales en toda la extensión de
les una puerta abierta a componentes diverSos que sin los seres vivientes.
duda no se conforman a la rigidez del instinto (el cual se
reduciría a esas «acciones consumatorias»). Toda la polé— Ahora bien, creem03 que ese «desplazamiento» tie
mica al respecto y los ataques múltiples que Lorenz ha ne consecuencias fundamentales y no deja, en absoluto,
recibido inciden en la puesta en cuestión de este último intocados los términos del problema: pues la búsqueda
componente, casi como si el otro no existiera. ¿Por qué? de -un-comienzo de la cultura no tendrá ya las mismas
Características «interesadas» que han predominado hasta
Sin duda la «alternancia» propuesta por Lorenz está ahora. No se trataría ya de buscar aquello que es carac—
ideada para dejar uno de los dos elementos, al menos terístico del hombre para erigirlo en criterio de cultura,
rígido, en la sombra, considerando que esas variables sino de dar paso a la posibilidad de ir definiendo progre
«conductas apetitivas» carecen de sentido y sólo pueden siva y objetivamente las caracterísricas de los procesos
ser explicadas desde su complementario instintivo en asimilados bajo dicho concepto y desvelando así unos
tanto este constituye su finalidad. Una exposición com— orígenes que no tienen porqué presentar el aspecto de
pleta de estos puntos de vista aparece desde trabajos generación espontánea que frecuentemente poseen. Pues
muy tempranos de este autor en los años 30. (Ver, por tampoco hay que llegar necesariamente a un punto don
ejemplo, Lorenz, 1970, tr., p. 193, y ss). Así pues las de la Cultura aparezca, por fin, y gracias a este- desplaza—
críticas que se basan en una caracterización general de su miento, disuelta en la Naturaleza: el esquema de cone
obra en términos de una opción instintivista rígida, no xión entre dos conceptos conjugados no tiene por qué
carecen de sentido, por cuanto él expresamente ha su ser necesariamente el de reducción de un concepto a
brayado sin cesar que sólo bajo tal punto de vista puede otro, (Ver Palop, 1976, p. -111).
el comportamiento ajustarse a los marcos de explicación
biológico-evolúcionistas. Instinto («acción instintiva») y En una interesante obra de conjunto sobre la con
especie remiten a determinaciones genéticas capaces de ducta de lós primates, Jolly (1972, p. 550) afirma: «Gran
asegurar dicho tratamiento biológico. Y toda otra mani parte de la conducta delos primates puede ser llamada
festación .de la conducta, aún cuando pueda ocupar cultural, en el_sentido«de que es transmitida por apren
mayor espacio en las .. :secuencías complejas, solamente dizaje de generación en generación. Esto es verdad no
encuentra su sentido por la mediación de los «actos con solamente respecto a la conducta social sino a laconduc
sumatorios» instintivos( ' ' ta hacia el entorno, desde algo tan_simple como el tradi—
cional emplazamienro habitual («home range») de una
Diríamós entonces que a la hora de situar en nues— manada». " ' '
tra discusión la obra de Lorenz, la balanza habría de in
clinarse por el lado reduccionista, aún cuando no pueda El criterio que aparece aquí de aprendizaje y trans
por menos de reconocerse que muchos de sus compo misión generacional es, sin duda, uno de los más consis—
nentes centrales han abierto caminos de significación dia¿ tentes a la hora de considerar como cultural una pauta
metrahnente opuesta. En suma, al ofrecer la primera teo de conducta. Se trata de una medida de plasticidad de la

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existencia de verdadera tradición en especies animales.


Cuando,,en 1927, traté de establecer una colonia de gra—
jillas, criadas artificialmente, carecían ¡en absoluto de
miedo a gatos, perros y otros predadores y consecuente
mente mis pájaros morían en cantidades» (p. 61). Por
supuesto que esta «ignorancia» -que podría parecer una
desventaja: en las condiciones nognales de la grajilla,
con su desarrollada vida social, contribuye a esa capaci—
dad de adaptación frente a situaciones diversas que ca
:ía_<fteriza, en mayor o menor medida, a todos los córvi
os.

En ‘un reciente trabajo sobre el problema de la


transmisión social de la conducta adquirida, Galef, Jr.
_.r""(l976) ha recogido y revisado múltiples ejemplos de
,,,t,ales procesos, afirmando que «la interacción intraespecí-'
fica que resulta de la transmisión de pautas adquiridas de*
¡conducta de un individuo a otro dentro de una pobla-v
, crón, es un modo relativamente común e importante de
" adaptación en organismos vertebrados, tanto primates-3,"
como no primates» (p. 78); Quedan, por supuesto, elimi—u
conducta que está lejos de las connotaciones de rigidez nadas aquellas pautas}:de conducta para cuya ontogenia'iesracn.
que envuelven al concepto de Naturaleza. Aprendizaje y condición’ necesaria la interacción social pero que sin,"
transmisión generacional forman parte del núcleo del embargo forman parte de la «conducta específica de.fie '
concepto de «tradición» y serían, pues, notas por .rz’rolar pecie»: en ellas no hay relación de aprendizaje pufé:s_ro.'
suficientes para hablar de Cultura. Indudablemente la que el congénere no es otra cosa que la condición ,de
tradición no ha sido el único criterio utilizado, sino que aparición, el estímulo desencadenador de la pauta ¡en " n
se ha ensayado muchos, quizá en función como decíamos momento que suele ser crítico para su aparición. (E'stse,,ees
antes, de lo que en cada momento parecer ser la diferen el caso de todas las pautas básicas de la conducta de las
cia «insalvable» entre el hombre y otros animales. Con crías en su relación con la madre o la aparición, en cierto
esto no queremos decir otra cosa sino que el valor de la momento, de las pautas sexuales propias de la especie de
distinción Naturaleza—Cultura está «trucada» a priori, por que se trate. Se excluye también así lo que McDoügall
el interés ideológico de mantener al hombre en el mun llamó «inducción simpática», que nada tiene que ver con
do inalcanzable del espíritu. la imitación. Tinbergen (1964 tr.) lo define diciendo que
son reacciones de hacer los mismos movimientos que el
Pero probablemente en el núcleo de todos los crite— congénere, pero «compelidos a hacerlos movidos por
rios posibles de distinción deba estar, precisamente, la una reacción puramente interna» (p. 23). Es el caso de
oposición entre la rigidez -—la «necesidad»— que caracte— muchas reacciones de huida, por ejemplo
riza a la idea de «instinto» y la plasticidad o indetermi
nación »-la «libertad»- de lo aprendido. En todo caso, Indudablemente este criterio puede resultar en la
considerar el aprendizaje como nuclear no parece justifi práctica un tanto ambiguo, fundamentalmente porque la
car su empleo independiente como criterio: tendríamos apariencia de «conducta específica de especie» puede
que reconocer en la planaria, que «aprende» a reaccionar ocultar una pauta transmitida a partir de un aprendizaje
ante una luz -previamente asociada a una descarga eléc— cuyo origen se desconoce. Pero la eliminación virtual de
trica- una de las primeras formas de cultura. El apren— casos interesantes de verdadera_ transmisión social se
dizaje parece constituir, en todo caso, uno de los facto compensa con la seguridad de que los casos ¡que entran
res básicos o, mejor aún, el factor básico necesario, aun en consideración están fundamentadamente elegidos. Ga
que no suficiente, para la aparición de conductas que lef__]r. pone aún otras dos cortapisas antes de aceptar que
puedan ser calificadas de culturales. Para ello parece existe una verdadera transmisión de pautas adquiridas:
réquerirse que tales aprendizajes se integren en el con que la conducta analizada propicie la homogeneidad y no
texto de interacciones sociales de un cierto nivel de la heterogeneidad del grupo donde se dé, y que se ex
’ Complejidad y que adquieran, a este nivel,una estabilidad tienda temporalmente «más allá' del período de interac
que los transforme en verdaderos «aprendizajes sociales» ción entre recipiente y transmisor» (1976 p. 80).
(el criterio de la «estabilidad» para que pueda hablarse
de aprendizaje es generalmente utilizado. Como ejem— Con todas estas precauciones, la relación de casos
plo, Hilgard y Bower, 1966). sigue siendo muy amplia. Recogeremos tan sólo algunos
ejemplos significativos: Galef Jr. recuerda, citando fun
La literatura sobre aprendizajes transmitidos de damentalmente los trabajos de Klopfer al respecto, que
generación en generación es ya imposible de resumir, las preferencias de habitar de muchos vertebrados son
por su amplitud, en el espacio de un artículo y no se modificables por la experiencia y se mantienen en unos
limita, por supuesto, a sociedades de primates. Tratare límites bastante o muy estables, por «tradición». El fa
mos, por lo tanto, de seleccionar lo más significativo. moso trabajo de Wynne-Edwards (1962), (sobre el que
volveremos más adelante) iniciador en gran medida de lo
Nada mejor que comenzar por Lorenz (1969) de que podría llamarse «Etoecología», ha proporcionado
nuevo: «Que yo sepa fui el primero en demostrar la ejemplos de la tendencia que tienen muchas especies de‘

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.murciélagos y'ránas.a volver, en la época de rep'roduc les de toda tradición, que no es sino un sistema resíiz‘eníe
ción, a su lugar de nacimiento, dando así continuidad a de transmisión de pautas adquiridas. '
largas tradiciones. Esto es, sin duda,.un mecanismo pare
jo a las costumbres migratorias de muchas aves, que Podría ocurrir también que los ejemplos presentá
plantea problemas en lo referente-a su adquisición, por — dos, aun siendo numerosos, fueran interpretados como
tratarse, sin duda, de un aprendizaje especial (una espe; rarezas del mundo animal, recogidas en la criba de enor—
cie de «imprínting de habitar» como lo ha denominado mesx¿:antidades de comportamientos y más o menos
Thorpe. Para una discusión de este problema ver Thorpe. manipulados con el exclusivo fin de servir de contra—'
(1965, p. 566 y ss.) y Hinde (1970, p. 185 y ss.,). -.En pruebas frente a los argumentos favorablesa la exclusi—
todo caso, comoHincle reconoce, no han sido aún locali— . vidad humana en lo referente a la Cultura. La identifica
zados los estímulos de orientación en los vuelos migrato— ción de la Cultura con el hbmbre posee, en función de
rios, aunque se han propuesto multitud de modelos con muchos legados históricos, una evidencia o seguridad de
mayor o menor éxito, lo cual hace aún más difícil decidir' sentido común, de la\que participan todas las teorías que
sobre el 'próblema de la adquisición. \ \\‘
._.‘ defienden tal postura por muy sofisúcadas, científicas o
‘>¡«académicas que sean. Correlativamente, toda postura
\, . . . . ¿ . .
Pero hay ejemplos mucho más claros de aprendiza— contraria tiende 1nmed1atarñente" a ser vrsta como artifi
jes transmitidos generacionalmente, como el caso de las Cios'a o rebuscada, por muy de «sentido común» que
, crías de mangosta sudafricana, que no reconocen como sean sus argumentos. "
comesrible una banana si no se la ven comer a su madre
(E. Eibesfeldt, 1974, tr. p. 275). El Ostrero (H4emat0pus Indudablemente hemosvtratado de ofrecer contra
05tmlegus) parece claro que transmite a sus hijos la técni— pruebas a la idea de que sólo la especie humana transmi
ca de abrir las conchas de diversos moluscos. Es muy fa— te de generación en generación aquello que aprende.
mosa la pauta aprendida y transmitida por algunos carbo— Pero no se trata aquí, en absoluto, de rarezas sino de
neros (Parídae) de abrir las botellas de leche, colocada de procedimientos generaler y b¿í5í[0.€ en la adaptación dentro
mañana en las puertas de las casas, para beber la nata; del grupo de los vertebrados, si bien dentro de estos hay
‘es'ta conducta se ha extendido en unos treinta años por que destacar muy especialmente la clase de las Aves y la
zonas amplias de Inglaterra, Escocia, País de Gales e de los Mamíferos. Maynard—Smith (1966) lo afirma así,
Irláfida y ha sido estudiada fundamentalmente por Hinde diciendo que «la capacidad de aprendér juega un. papel
y Fisher (Galefjr. 1976 p. 86). Las diferencias entre las importante en el éxito de aves y mamíferos» y recoge las
preferencias de presa por parte de las distintas aves rapa— experiencias de Snow (1956) sobre tordos, donde se
ces parece depender en gran medida de la enseñanza de muestra la importancia que el aprendizaje, la experien
los adultos a sus crías (op. cit. p. 86; Thorpe, 1963, P. cia, tienen respecto al éxito en la nidificación, éxito pro—
355). Mamíferos predadores como mangostas, tigres, gresivo en los primeros años sin que ello pueda atribuir
leopardos, nutrias, gatos domésticos, inician a sus hijos a se a factores de maduración, pues el desarrollo es com
las técnicas de matar y comer la presa. Las crías de gace pleto cuando abandonan el nido. Algo similar es lo que
la, cebra, gñú, aprenden de sus mayores la distancia de ocurre con muchas grandes aves marinas, que tardan tres
huida respecto a cada tipo de predador, etc. La lista sería o cuatro veranos en criar y cuya demora sólo puede ser
interminable y, vevidentemente, estas tradiciones no
entendida como período de aprendizaje (Maynard-Smith
humana_s_se extienden mucho más allá del orden. de los op. cit., p. 25). Mucho más fácil resulta, por supuesto,
primates. " " ' ’ buscar ejemplos entre los mamíferos no humanos.

Antes de entrar en ello convendría, sin embargo,


Para muchos, sin duda, el calificativo de «cultural» aclararuna cuestión de carácter general. »
podrá parecer excesivo al aplicarlo al tipo de transmi
siones sociales que acabamos de reseñar. Muy a menudo, . " Hemos señalado más arriba el plazo esencial existente
como hemos visto en lo referente a la fijación a un terri v"¡entre la Etología y esas «acciones instintivas» que, defi—
torio, esros mecanismos conducen a una repetibilidad nidas en principio por K. Lorenz han servido de base
engañosa que puede hacer pensar al observado’r en tér para el concepto más actual y menos problemático de
minos de instinto. Pero el mecanismo adecuado para «conducta específica de especie». Y sin embargo defen
desvelar tal ilusión naturalista es evidente: basta tener en demos ahora como esenciales —en el propio marco de
cuenta la historia y la variedad cultural conjugadaíPor un las explicaciones etológicas- esas conductas aprendidas
lado, y aunque la cuestión de la acumulación de nuevas que, al sobrepasar el nivel individual y convertirse en
pautas es un problema de ritmo que está en función de aprendizajes sociales, conforman verdaderas tradiciones
la escala temporal que apliquemos, existen numerosos y, lógicamente, permiten hablar con rigor de culturas. En
ejemplos, como el de los carboneros, donde la historia el contexto de las polémicas que han enfrentado «Instin
de un comportamiento aprendido y transmitido por imi to» y «Aprendizaje» y que aún hóy -menos agudámen
tación nos resulta directamente accesible .Pero además, te .ya bajo otros conceptos— diferencian, en el fondo, una
tanto en este como en el resto de los ejemplos, la pauta Etología europea frente a otra americana, tal actitud p0
se observa en una población, a veces muy localizada, a dría, como ya vimos al comienzo, parecer ambigua si no
veces muy extendida, pero que en todo caso no se iden contradictoria: Ahora bien, baste recordar que es inexac
tifica (salvo excepciones) con la especie, por lo que no to entender la Etología_de inspiración lorenziana, que ha
cabe pensar'en un mecanismo de mera determinación predominado en' Europa, como una disciplina centrada
genética. Y, al lado de todo esto, es necesario no olvidar en la mera. recopilación o recuento de pautas instintivas
nunca que la repetibilidad de una pauta por generaciones con el olvido de todo otro tipo de procesos. Evidente
y generaciones constituye uno de los rasgos fundamenta— mente algunos etólogos han orientado así su labor y han

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contribuído de este modo a reforzar dicha impresión, a conocida pero no menos importante, de estudios realiza—
nuestro entender inexacta, aunque no carez¿a de funda dos en el contexto de la vieja e inacabable lucha desrati
mento. La tendencia a centrarse en el estudio de las pau zadora y que suele cifrarse en la selección y utilización
tas .innatas es sin duda más característica de la primera de venenos adecuados (1).
época, aunque constituye siempre una forma posible y
legítima de trabajo. Así parecen entenderlo algunos etó Las dificultades de conjunción de estas tres corrien
logos actuales como Eibl-Eibesfeldt. Pero no debe olvi tes son prófundas y proporcionarían un lugar privilegia—
darse aquella vieja distinción de Lorenz entre «compor— do donde analizar y ejemplificar muchos de los funda
tamiento apetitivo» y «acción consumatoria» —distinción mentales problemas planteados a las ciencias de la con
proveniente de Sherrington y que utilizaron en campos ducta. Constatemos aquí tan sólo la impresión de que ca—
muy diversos Craig (de quien Lorenz la tomó) o Wood— da corriente defiende ‘«su rata». Por ejemplo, una rata
worth (1918). Mediante esta «alternancia» la acción ins de las utilizadas normalmente en Aprendizaje es el pro
tintiva, consumatoria, pasaba a ocupar tan sólo el final de ducto de muchos años de selección. Eysenck (1970 tr.)
la cadena conductual. Pues lo que interesaba no era ——por citar una referencia—— recoge los trabajos de Jones
tanto definir como instintivas la mayor parte de conduc y Fennell para mostrar cómo el uso de distintas cepas
tas posibles, sino proporcionar una explicación bz'0lo’gz’az puede sustentar, insconcientemente, la defensa de con—
para toda conducta, fuese o no instintiva. No vamos a cepciones teóricas diferentes sobre la naturaleza de los
pretender que el esquema de Lorenz, tal y como lo ideó, , procesos de aprendizaje (cepa Long—Evans de Tolman
haya conseguido su finalidad omnicomprensiva, pero está frente a la cepa Spence). En general cabe decir que toda
en la base de la actual y progresiva unificación|de los la ingente literatura sobre aprendizaje realizado en ratas
campos de estudio de la conducta. En todo caso el papel apenas ha producido conocimiento de las pautas de con
del concepto de «instinto» no era agotar la explicación ducta propias de las distintas especies utilizadas o, en to
de las conductas, sino encontrar una base segura de defi do caso, lo ha hecho indirectamente. La cuestión es que
nición filogenética. No hay pues contradicción ni ambi— a la Ie9ría del Aprendizaje, aunque parezca lo contrario,
güedad entre la importancia reconocida aquí a los pro la fa.niilia de las ratas no le interesa especialmente; este
cesos culturales de aprendizaje social y el énfasis puesto roedor no ha hecho más que sustituir al hombre, dema
en la trascendencia, para el estudio objetivo del compor siado complejo, subjetivo y hablador para muchas expe
tamiento, de lo que comenzó denomínándose «acción riencias de laboratorio.
instintiva». '
Las otras dos corrientes están más interesadas direc
tamente por la propia rata, aunque en uno de los casos
3; No HAY ENEMIGO PEQUEÑO se trate de conseguir su exterminio. De todos modos la
motivación de la enemistad es una de las más "producti
vas.

Volviendo al tema de la importancia que tienen los La línea etológica se interesa por las especies de ra—
aprendizajes sociales en los vertebrados, especialmente tas como por otras especies, por lo que constituiría un ti
Aves y Mamíferos, analizaremos más detenidamente al po de posición intermedia entre las otras dos aportacio
gunos ejemplos de particular interés. Trataremos de evi nes. Frente a la Teoría del Aprendizaje los etólogos
tar con ello la posible impresión de que los casos recogi quieren recordar no sólo que cepas diferentes pueden
dos constituyen una recopilación anecdótica de muestras tener coductas básicas diferentes, sino que, en general, la
más o menos aisladas y por tanto poco decisivas en la rata es un animal que suele vivir en laberintos por lo que
compresión del comportamiento animal. tiene ya mucho «aprendido», filogenéticamente, cuando
entra en el laboratorio del psicólogo. Quizá resida en es
te punto una de las aportaciones básicas de la caja de
. Comenzaremos por uno de los mamíferos sin duda Skinner y de la simplificación progresiva de los laberin
más estudiados por las ciencias del comportamiento, la tos el librarse de la especie.
rata (Rattus). Las causas que han determinado esta aten
ción son muy variadas y van desde su tamaño «maneja— Pues bien, parece haber ya, hoy día, «una rata» más
ble», especialmente apto para situaciones de laboratorio, o menos neutra, producto de la conjunción progresiva, a
hasta su capacidad de adaptación a dietas de lo más di— pesar de las diferencias, de los tres enfoques. Será cada
verso, pasando naturalmente por su peculiar aptitud para vez más, a nuestro entender, una «rata etológica» aunque
el aprendizaje. Su capacidad, en suma‘,para ocupar distin teniendo en cuenta que dicha disciplina está en un pro
tos nichos le define como uno de los más típicos genera— fundo proceso de transfoMación motivado, en gran me
listas —por_o'posición a especialistas— de todo el reino dida, por el encuentro irreversible con la Teoría del
animal. Hay pues un conjunto de rasgos biológicos que Aprendizaje. (Un exponente muy notable de ello es
le asemejan al hombre y esta semejanza ha funcionado Hinde y Stevenson—Hinde, 1975).
más o menos intencionada o conscientemente, para que
se convirtiera tanto en objeto de estudio, por parte del Todas juntas podrán dirigir, con mejores resulta—
hombre, como en su enemigo y competidor. dos esa lucha cultural que desde hace milenios hombres
Tres son las líneas o perspectivas en el acercamiento
(l) Es evidente que podría añadirse una larga tradición de estudios cuyo contexto inmediato es
a la conducta de estos roedores, y las tres se han mante la Psicofisiología, pero que, o bien se mantienen en otro nivel o tienen una dimensión conduc
nido hasta hace poco relativamente independientes: la tual susceptible de influirse en alguno de los otros enfoques. En todo caso tampoco se trata
aquí de ofrecer una clasificación exhaustiva, aunque indudablemente tendría interés analizar
Teoría del Aprendizaje, la Etología y una tercera, menos con más detalle este problema de competencias y aportaciones.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abri|1978, www.fgbuerio.es

y ratas tenemos entablada y llegar, incluso, a una coexis— década de los 60. Rozin apunta como una de las.causas
tenc1a pacífica —pues es posible que la aniquilac¡ón total de tal aislamiento el hecho'de que las ratas Salvajes fue—
no sea ecológicamente» recomendable. i ran «organismos‘sevitados por los psicólogos (el senti
miento fue probablemente mútuo)» (íbíd., p.‘ 35).
En el Capítulo que Iorenzñ(l,975, tr) dedica a las ra—
tas, éstas aparecen como ejemplo de :-.<unión familiar El conflicto entre la tendencia exploratoria y la
que vierte su agresividad hacia el exterior para mantener, tendencia de evitación de lo nuevo (neofobia) ——alimen
correlativamente, un fuerte vínculo de _,unión interno. tos en este caso— pone en juego un conjunto de meca—
Las ratas poseen unas tajantes divisiones tribales, en el nismos sociales que son los—que aquí nos interesan espe
seno de las cuales funciona un verdadero sistema de trans cialmente. Es evidente—que hay mecanismos de tipo fi
misión generacional de los conocimientos adquiridos so— siológico que sustentan la capacidad de la rata individual
bre el inedio.“Poneso es tan difícil la desratización, ya para seleccionar, frente a un veneno, un conjunto de ras
que la rata, que‘es uno de los más resistentes antagonis— gos pertinentes'o relevantes sobre los,que fundamentar
tas biológicos del hombre, emplea en 'el‘fondol los mis la evitación posterior (y destacan al respecto los impor—
mos métodos que éste, de transmisión de las experien— tantes trabajos de J, García en el sentido de determinar
cias por tradición y su propagación en el seno de una so— las particulares conexiones gustaríyo-viscerales que‘cana—
ciedad muy unida”(0p. cit., 182). Lo más característico de lízan los aprendizajes véase García y Koelling, 1966;
tales métodos se refiere a la conducta alimenticia, que García, Kovner y Green, 1970). Pero lo importante es
se transmite generacionalmente. Pero el mecanismo de la que la sociedad de las ratas no se ha «conformado» con
transmisión no explica por si sólo, lógicamente, el éxito la utilización individual de tales mecanismos, lo cual
de la rata, sino su articulación con dos aprendizajes So equivaldría a la repetición de la expériencia para todos y'
ciales complementarios entre si: ampliación de la dieta y cada uno de los congéneres, tanto para extender la dieta
evitación o rechazo de alimentos venenosos. cómo para rechazar todos y cada uno de los nuevos ali
mentos-veneno propuestos (o de los posibles venenos,
Las habilidades de la rata en el terreno de la selec— fuera del contexto de la desratización). Ello multiplicaría
ción de comidas son proverbiales y sobre todo después enormemente el tiempo, los peligros, los eventuales
de las famosas experiencias de C.P. Richter, fundamen: fallos.,. El camino elegido de hecho no puede por menos
talmente en la década de los 40, sobre alimentación au de resultarnos familiar: ¿cabe imaginar nuestras socieda
toselectiva en omnívoros. Mediante un, régimen que se des si cada experiencia hubiese de ser repetida o rehecha
ha denominado «de cafetería» "se sometía a'las ratas a un individualmente?. La propuesta es, obviamente, absurda
sistema de autoselección de los elementos necesarios pa— y se trata tan sólo de‘hacet ver cómo el conocimiento de
ra mantener la h0me05tasis metabólic‘a. Entre una gran ciertos niveles —fisiología—‘-— descubre condiciones nece
diversidad de, productos en estado puro la rata confec— sarias pero que no agotan o eliminan otros niveles de ex
ciona con n0table «tino» una dieta equilibrada Pero más plicación. Más aún, hay que pensar que la selección bio
significativa aún .——y constituye la base de las experien lógica de los mecanismós de orden «inferior» no podría
cias de Richter sobre hambres especializadas— es la ca— explicarse sin las correspondientes interacciones sociales,
_ pacidad de compensar adecuadamente la supresión en los que—aparecen sin embargo, como una suerte de «super
experimentos de algún compuesto esencial. Por ejemplo, <estructura». ‘ ‘
la eliminación de la vitamina B era subsanada rápidamen
'te por la‘ ingestión de una cantidad adecuada de heces,
que normalmente Contienen complejós vitamínicos B.
De igual manera súbsanaban desajustes producidos por
ablaciones (por ejempló,en ausencia del páncreas las
ratas redujeron considerablemente la ingestión de azúca—
res, etc.). (Véase Richter y Hawkes, 194,1; Richter y
Schmidt, 1941; Richter, 1942).

Hay, en suma, una serie de mecanismos que dirigen


la conducta alimenticia de la rata. Visto en términos fi
siológicos parecería que no hay nada que tomar de aquí
a efectos del tema que nos Ocupa. Pero, como afirma P.
Rozin (1976) ——a quien seguimos básicamente en la'ex— .
'posición de este punto— el problema de la sección de
alimentos en el entorno habitual de las ratas se-«convierte
en un problema—de ¿conducta 'que incluye otros niveles:
«necesitamos examinar cómo en estado salvaje las ratas
descubren y prueban nuevos alimentos y cómo rompen
el equilibrio entre exploración y neofóbia» (op. Cit.,' p.
>28). Pues es evidente que tales «hambres especialimdas»
no pueden dar cuenta del éxito social de las ratas para
evitar venenos desconocidos y continuamente renovados.
El descubrimiento de los mecanismo_s‘utilizados ha sido, Pues bien, a este nivel -«superestructural»_ es donde
la fundamental aportación de los ffabajos delos «envene— se sitúan múltiples mecanismos de selección de alimen—
nadores», que desarrdlaron su obra con independencia tos que comienzan, lógicamente, por la enseñanza de
de la Psicología o la Etología hasta aproximadamente la adultos a jóvenes de la dieta normal en un momento da—

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

do. Así las ratas aprenden, en principio, a comer lo que Colorado) iniciados en 1935 y que constituyen un hito
come la tribu. Este, por supuesto, no es más que el lado fundamental enla Primatología de campo (ver Carpen
conservador, inherente siempre a toda cultura o tradi— ter, 1965), la selección de los primatólogos parece orien
ción y'del cual es exponente inmediato la neofobia. Pero tarse hacia ciertas cualidades de inteligencia de algunos
en. las ratas manda también el progreso, la tendencia ex monos del Viejo Mundo como el macaco rhesus (Mamm
plorato¡jía, innovadora, que tiene dos caras, pues asienta mulatz‘a) que ha visitado frecuentemente los laboratorios
el éxito sobre el riesgo de envenenamiento; el mecanis americanos, en particular el «Wisconsin Regional Primate
mo consiste, aquí, en que las ratas tienen una fuerte ten Research Centre» fundado por H.F. Harlow. El macaco
dencia a probar alimentos nuevos, pero suelen hacerlo japonés (Mama: fumztta) ha. recibido gran atención, in
tomando en principio dosis tan pequeñas que en caso de cluso en el laboratorio, después del importante camino
tratarse de un veneno este no sería letal, pero enseñaría abierto por el «japan Monkey Centre». En la línea de
a no repetir. Lo interesante es que el descubrimiento de los trabajos de campo destacan los realizados sobre ba—
un veneno por una r'ata puede ser aprovechado por el buinos (Papz'o) por obra, fundamentalmente, de Wash—
resto, pues la que realiza la experiencia «marca» con burn, De Vote, Hall; siguiendo la inspiración de
excrementos el veneno para que las demás aprendan. Zuckerman parece que se ha buscado, en este caso, cier—
Ahora bien, es suficiente que los congéneres estén pre tas condiciones de sociabilidad en los habitantes de la
sentes cuando una rata rechaza un alimento para que to sabana, querson, en muchos aspectos, similares a las
das lo eviten en adelante y transmitan su pauta Así, los presumibles condiciones y características de los homini
más sutiles trucos de los desratizadores suelen tener un dos antepasados del hombre actual.
al;ance limitado pues pronto son descubiertos y transmi—
.‘ 0 0 «— =.
ti os. ‘ ‘ j¿s2’:‘si=É =
uulb.lulflniflull
Estos mecanismos, en fin, unidos a aquella facilidad
para suplir carencias alimenticias buscando nuevos pro
ductos explican por si só_los las dificultades de la tarea
desratizado_rá. Rozín afirma que «la erradicación de lasp'o
blaciones de raras está aún fuera de la capacidad huma—
na» (op. cit., p. 35). Quizá sea una apreciación excesiva:
muchos pensarán que si el hombre se emplease «a f0n—
do», ¡en un breve espacio de tiempo no quedaría una rata
viva. Pensando en la cantidad de medios que el hombre
puede utilizar hoy día con fines destrucrivos, es posible
que este orgullo humano tenga fundamento. Pero, ¿qué
precio habría que pagar?. ¿No sería quizá tan alto como
para producir demasiados cambios en nuestra propia 'so
ciedad y forma de vida?.

4: MONOS Y SIMIOS (,1)


Entre los Grandes Simio; ninguno ha recibido tanta
atención como nuestro vecino chimpancé. Es imprescin
La cultura de las ratas posee en alto grado esa capa—
cidad de variación y acumulación rápidas que le asemeja, dible recordar aquí la aportación de dos pioneros, uno
y, al mismo tiempo, enfrenta con el hombre. Pero hay, de los cuales, W. Kóhler tiene el significado especial
naturalmente, numerosos ejemplos intermedios entre la
—en este contexto—— de haber contribuido decisivamen
te a acuñar un concepto más riguroso de inteligencia,
rata y el hombre en lo referente al desarrollo de meca
pero situándose de entrada más allá de la tradicional ba
nismos culturales. No es frecuente, sin embargo, como
rrera de separación entre hombres y animales. Como es
ocurre con las diversas especies de ratas, poseer_un
sabido realizó sus trabajos con chimpancés entre 1913 y
conjunto tan amplio y documentado de estudios de ca
1917 en la E‘stación,de Antropoides que existió en Tene
rácter intensivo si exceptuamos los primates y fundamen—
rife desde 1912 a 1920 bajo los auspicios de la Acade
talmente los antropoides -monos y simios—,aunque si mia Prusiana de Ciencias. (Véase Kóhler, 1927). La otra
se siguen los pasos históricos fundamentales de la Prima—
referencia inexcusable es Yerkes, considerado con fre—
tología (tal como hace, por ejemplo, Jolly, 1972, p. 5 y
cuencia —+-y no sin razón— como el verdadero padre de
ss.) son los monos del Viejo Mundo y los Grandes Si la Primatología. En 19 30 comenzó a funcionar el Labora—
mios los que han recibido, con mucho, atención prefe ‘0ri0 de Primates del «Yale Institute of Psychology»,
rente. Exceptuando, por supuesto, los trabajos de C.R. creado por él._ Y según sus propias palabras, eligió el
Carpenter sobre los monos aulladores en Panamá (Barro
chimpancé para formar una cólonia por su «habilidad pa
ra comprender aquello que le solicite el cuidador o ex
perimentador y para aprender a cooperar voluntaria, inte
(l) Seguimos aquí la sugerencia de Sánchez de Zavala (1976, p. 33) de utilizar el término ligente y efectivamente con él. En un animal experimen
«Simio» para referirnos al correspondiente inglés «ape». Cubre este término las especies actua— tal es muy imponente esta capacidad, pues indica un
les de Póngidos (Grandes Símios: chimpancés, gorilas, orangutanes; Hilobátidos: Gibones,
sia.mang), que son a menudo denominados en la literatura castellana «monos antropomorfos». orden del desarrollo psic'obiológico cercano al hombre,
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lo cual en la práctica facilita enormemente la observa—— selva, donde cada joven aprende gradual y tranquila—
ción»,(Yerkes, 1943, p. 4. Subrayado nuestro). «Coope mente las cosas que lo ayudan a adaptarse a su grupo y
ra_r3 es: a_qui el término idóneo para expresar la elimina— ’su medio. El conocimiento de las plantas comestibles, de
“ción de muchas barreras, aún cuando el chimpancé, las rutas de viaje, de la manera adecuada de responder a
como la rata, -——y en consonancia con ello—, haya sido vocalizaciones y ge5tos ——estos y otros muchos aspectos
elegido «como el prirnate más adecuado para la explota— son parte, indudablemente, de la tradición del gorila,
ción experimental en sustitución del hombre» (ibid. p. transmitidos como resultado de la experiencia' individual
295). de generación' en generación y que constituyen una for—
ma rudimentafiia de cultura» (p.289). Las observaciones
Ambos pioneros, Yerkes y Kóhler, ejemplificarían de Schaller con gorilas incluyen, naturalmente, todo el
sin duda esa extensión de rasgos exclusivamente atribui— Conjunto de aspectos de organización social, rasgos
dos al hombre en su origen, sobre todo por referencia a psicológicos, costumbres, etc., que formarían parte, c0
las conducras inteligentes. No aparece en,ellos el tema mo decíamos, de cualquier encuesta etnológica. Su apor
de la Cultura, pero de uno u otro modo han ¿ontribuído tación solamente es comparable a los trabajos de Lawick—
a formar una imagen bien distínta_ de la relación entre fe Goodall con chimpancés, realizados en el «Gombe
nómenos animales y humanos. Es claro, por lo demás, Stream Research Centre» en Kigoma (Tanzania). (Ver
que los conceptos de «Inteligencia» y «Cultura» no son 19,68 y 1973 tr.)¿ Los chimpancés poseen unas caraaerís
en absoluto independientes; aún cuando se sitúen en pla— ticas tales' que permitieron a esta primatóloga un acerca
nos distintos resulta inexcusable, postular su relación miento aún' 'mayor que en el caso de Schaller. Una
cuando menos genética (problema que no abordaremos mayor' curiosidad y vivacidad diferencian a estos simios
aquí). ‘ de los gorilas, lo que posibilitó a lawick-Goodall un
conocimiento muy preciso y detallado de las estructuras
familiares y sociales de las bandas que estudió. Entresa—
Como cabría esperar es en el nivel de los Grandes 'cï'ar de sus amplios reportajes todos ac]uellos rasgos que
Simios‘ donde tienden a desarrollarse aquellos trabajos de pudieran ser indicio de transmiéiones culturales supon
campo que más arriba comparábamos con las encuestas dría poco menos que reescribirlos, pues parece evidente
etnológicas. Las memorias de un cazador que vivió 55 que muy pocos comportamientos están libres de este
años en el Camerún francés, Merfield, contituyen uno de tipo de aprendizajes sociales. Quizá sea necesario desta—
los primeros intentos de despejar la oscura leyenda so car las descripciones minuciosas sobre el uso de instru—
bre los gorilas, (ver Merfield y Miller, 1956) y acercarse mentos y su fabricación: en este caso un tipo determina
(sobre todo con menos miedo) ’a?,siis verdaderas costum— do de cañas adecuadas para sacar y comer termitas de sus
bres. Quizá la profesión no fuera la más adecuada para hormigueros. El aprendizaje de estas técnicas instrumen
establecer un contacto ——aunque no deben olvidarse las tales, es, por supuesto, objeto de transmisión de madres
consecuencias teóricas de la desratización. En todo caso a hijos y no forma, en absoluto, parte de una pauta espe
no es la primera vez que un encuentro cultural se esra— cífica sino local. (1975 tr., p.42 y ss.).
blece a partir de la agresión. Schaller ejemplificaría, sin
fisuras, el nuevo _es_tadio de relación__culturalz «Me negy_é .Recogemos de pasada este tema de la-utilización de ins
a llevar fusil ’ni revólver, considerando que las armas de trumentos, por haber sido utilizado frecuentemente
fuego no tenían nada que ver con mis estudios» (1967 como criterio de Cultura. Una recopilación bastante am
tr., p.21). Schaller (ver además 1965) ha desarrollado plia de los datos que se poseen sobre este aspecto en es
unalarga tarea de observación en contacto directo con pecies no humanas puede encontrarse también en Lawick
grupos de gorilas de Kaba—ra, situado en el actual Zaire, Goodall (1970). Incluye este trabajo conductas instru-i
a unos 200-kmi al norte del lago Tanganica. Estas obser mentales de águilas, buitres, pinzones, nutrias, mangos
vaciones proporcionan un importante testimonio de tas, caballos, etc., además de primates. Parece claro a
mecanismos culturales prehumanos. Entresacamos algu— nuestro entender, que el criterio de este tipo de con
nos ejemplos: los hijos aprenden de sus madres lo que ducta fue, o es, utilizado por considerarlo «a priori»
puede comersg«Deestamanera los hábitos alimenticios inaccesible al resto de los animales, es decir, con la idea
mafismiñdos de generación en generación, forma pri preconcebida de que no hay más cultura que la humana.
mitiva de cultura» (1967 tr., p.227). La vigilancia conti— . Esta impresión se confirma al ver cómo, ante el empuje
nua de las madres impide alos pequeños tomar alimen de la evidencia, muchos autores han transformado el cri
tos que los adultos no consuman. Aptenden, por lo de terio en «conducta instrumental de segundo orden»: so
más, muchas técnicas para comer tipos especiales de lamente el hombre usa instrumentos para hacer instru—
plantas.— Schaller cree probable, por Otro lado, «que los mentos Orustrov, 1964). Ahora bien, no se trata, pensa
gorilas y otros muchos mamíferos sociales aprenden la mos, de probar que el hombre posee habilidades que es
manera de tratar a sus hijos observando otras.hembras tán muy por encima de los demás seres vivos, e incluso '
con los suyos» (ibid., p.268). El territorio habinial de ca— de pensar que son determinantes para el desarrollo de
da . manada es también transmitido por generaciones formas de vida mucho más complejas, sino de definir un
(«tienden a permanecer en la extensión habitable cultu concepto de «Cultura» que-no esté «motivado» o cons-.
ralmente determinada» —entre 30 y 45 Km3. Ibíd._, truído «ad hoc», concepto que sería continuamente va
p.241). Acabaremos la referencia a este autor —que po— riable -—-por su indeterminación— en función de los des
dría ser demasiado larga— con el siguiente párrafo: «los cubrimientos biológicos: Dicho de Otro modo, tratare
antropoides —y esto vale para otros animales—— no están mos de discernir un concepto o criterio firme que sirva
totalmente sometidos a sus instintos. El aprendizaje y la para ororgar significado consistente a un campo de fenó
tradición desempeñan un papel importante en sus vidas, menos quese suelen mantener al socaire de determina—
un papel que es difícil de apreciar con precisión en la das interpretaciones ideológicas. La argumentación que
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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

hemos seguido durante todo este capítulo trata de ajus no restrictivo que el hecho de referirse a estadios «pre
tarse a estos requerimientos lógicos y, precisamente por humanos»). Desde estas fechas la invesrigación ha acu
ello, puede entenderse como una mera constatación o mulado registros continuados de varios grupos que com-'
aceptación de conclusiones implícitas en muchos estudios ponían en 1964 una población aproximada de 900 maca—
sobre comportamiento animal. Si se huye de ciertos tru cos. Entre estos diversos grupos (Takasakiyama, Arashi
cos ideológicos los trabajos sobre transmisión de apren yama, Minoo, etc.) el de la isla de Koshima es quizá el
dizajes por vía generacional obligan a hablar de «Culturas importante, y a él nos atendremos básicamente siguiendo
Animales». a Kawai (1965). (Otras referencias directas pueden en—
contrarse en Itahi y Tokuda, 1958, también sobre el
Parece lógico volverse hacia los Grandes Monos a la grupo de Koshima; Itani 1958; Kawamura, 1958, 1959.»
hora de perseguir estos procesos. Sin embargo la refe Referencias indirectas y comentarios en, por ejemplo,
rencia más importante al respecto es, sin ninguna duda, Eibl-Eibesfeld, 1974 tr., Jolly 1972, Galef]r., 1976, etc.)
el trabajo continuo, desde 1948, llevado a cabo por el
«Japan Monkey Centre», en Aichi, con monos japoneses Un día de setiembre de 1953 lmo, un macaco hem—
(Mamm furmz‘z‘a). Su posición privilegiada en la literatura bra de año y medio, se puso a lavar un boniato al borde
científica se debe a muchos factores. Indudablemente, de un arroyo, mojándole con una mano y fr0tando con
frente a los estudios sobre ratas, trabajos como este tie la otra para eliminar la arena. Este fue el comienzo de la
nen la ventaja de referirse a una especie más cercana, costumbre de lavar boníatos (que llamaremos LB.) cuya
más idónea para entablar ese tipo de «contacto» que propagación ha sido minuciosamente registrada. En tal
permita hablar con propiedad de una cierta relación cul-v propagación se distinguen dos períodos: uno de «trans—
tural con el hombre. Los Simios, sin embargo, parecerían_ misión individual» y otro de «propagación pre-cultural».
más idóneos para desempeñar este papel. Si se ha desa Durante el primero la pauta se extendió por imitación
rollado en un_a escala inferior de primates, tales ventajas siguiendo líneas familiares y de amistad («compañeros de
rrollado una escala inferior de primates, tales ventajas juego») y abarcó en 5 años a casi el 80% de los macacos
hay que buscarlas entonces en las propias características jóvenes (entre 2 y 7 años), mientras que sólo el 18% de
del trabajo y esta es la razón por la cual vamos a ofrecer los adultos hacían L.B.; entre los mayores de 12 años no
un análisis más detallado. ' ha logrado extenderse la pauta salvo en dos hembras.
Ahora bien, precisamente, de estas dos hembras una de
.Los macacos estudiados por este centro japonés tie ellas es E60, la madre de Imo y la otra es Mami, que esta
nen para el investigador nombres propios, una familia, ba considerada por los investigadores como la más ma—
un campo de relaciones sociales, una biografía en suma, ternal de todas las hembras del grupo. Estas hembras
que se inserta en una historia del grupo, recogida cuida— aprendieron pues de sus hijos.
dosamente durante un cuarto de siglo. Por lo demás, el
largo trabajo realizado puede considerarse desde muchos Así, por el año 1960 casi todos los macacos, salvo
puntos de vista como el resultado de una toma de con los mayores de 12 años, habían adquirido L.B., lo cual
tacto en el que ha jugado un papel de primer orden las incluía la mayor parte de las madres (la madurez sexual
«buenas relaciones¿> («una perfecta relación de amistad de los macacos se alcanza hacia los 6 años). Comienza así
está establecida entre (estos) monos y el hombre» Kawai, el segundo período, llamado de «Propagación pre—cultu
1965, p.22). Muchas de las pautas estudiadas han surgido ral», cuyo canal fundamental es la enseñanza de madres a
precisamente de esta buena relación, en especial la cos— hijos, que reciben la pauta «como conduaa alimenticia
tumbre adquirida por los monos de extender la mano normal y la aprenden sin ninguna resistencia» (Kawai,
para pedir cacahuetes u otro tipo de alimentos. La op. cit., p. 8). Y tal sería también la impresión que reci
conducta de bañarse, por ejemplo, fue inducida por Mrs. biría un observador ignorante de la historia.
Miyadi en el verano de 1950 tirando cacahuetes al agua
y dió origen a una costumbre estable y de propagación La pauta de LB. derivó, hacia 1957-58, en la pauta
progresiva. de mz0nar las baratas en agua salada (la conducta origi—
nal, de limpieza, era en agua dulce), mojando después de
Indudablemente este factor de acercamiento y c0n04 cada bocado. Ahora bien, es curioso notar que los maca
cimiento personal de los macacos, que ha proporcionado cos que cogieron la costumbre de sazonar solían ser
a estas experiencias un puesto de excepción en la litera
aquellos que aprendieron LB. en el segundo período, el
tura etológica, no es ajeno a las propigs’”características «cultural».
mentales, biológicas, culturales etc., de esta especie,
frente al caso —por ejemplo— de los roedores enemigos
del hombre. La acumulación y el tipo de pautas es dife El grupo de Koshima ha aprendido y transmitido,
rente al que considerábamos por medio de la dicotomía por canales similares, otras muchas pautas de conducta,
aceptación/rechazo en la conducta alimenticia de las entre ellas algunas que no pertenecen directamente a la
ratas, pues abarca verdaderas y sutiles preparaciones de alimentación, como el baño, aunque fue originalmente
los alimentos, que pueden considerarse (Rozin, 1976, inducida por la búsqueda de cacahuetes. La mayoría de
p.62-6 3) como 'una rudimentaria tradición culinaria. los adultos, a partir de cierta edad, no llegan a acostum
brarse nunca en el primer período. Solamente habrá
Las observaciones sistemáticas de campo comenza adultos que ejecuten esta pauta por mediación de la tra—
ron como decíamos, en 1948 y el primer planteamiento dición ya implantada, en la segunda fase.
teórico fue presentado por Imanishi (en 1952), quien
definió el campo de trabajo como estudio de «pre-cultu Otra conducta minuciosamente registrada es la de
ras» (No parece haber otra razón para utilizar este térmi «lavar trigo» ¿(L,T.), iniciada también por Imo. Los inves

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alguna medida, siempre que nos encontremos con dife—


rencias de pautas entre grupos de una especie, pues,
aunque no sepamos nada sobre los orígenes, las‘variacio
nes señalan los puntos por donde la diversificación avan
za.
Las diferencias entre los grupos de macacos son
acusadas. El grupo de Takasakiyama come ciertos frutos
sin el hueso, mientras que el grupo Arashiyama acostum
bra a romper el hueso y romper la semilla; algunos gru
pos (Minoo) comen huevos y 0tros no. Y cerca de
Kyoto los macacos, imitando a un guardián, aprendieron
—a calentarse al fuego. Pero estas diferencias han sido
encontradas en otros órdenes: tradiciones en pájaros
—como la ya reseñadade abrir botellas de leche; tradi
ciones dialectales en el lenguaje de las abejas (siguiendo
la línea de trabajos iniciada—por Von Frisch); ostreros
con formas distintas de abrir moluscos; dialectos en el
canto de los pájaros, etc. Obviamente la conducta juega
su papel fundamental en el papel de subespeciación;
tigadores del grupo solían arrojar trigo en la arena, de pero no basta con hacer de ella un mero resultado mecá—
donde los macacos lo tomaban grano a grano. Hasta que nico, un subproducto derivado de otros factores -por
un día Imo, en 1956, tuvo la idea de llevarlo en puñados ejemplo genéticos— con la misma rigidez o estabilidad
al agua, donde la arena se hunde más rápidamente, con e un órgano. La crítica a esra concepción mecanicista,
siguiéndose así con rapidez mayores cantidades de trigo. hecha desde posiciones influenciadas por la Teoría del
La transmisión fue similar, con dos períodos, aunque con Aprendizaje, puede encontrar en los trabajos del Japan
una caracrerística nueva: dió origen a una pauta distinta Monkey Centre un modelo a través del cual canalizar sus
en algunos individuos, la de «quitar trigo» a los que es virtualidades de explicación biológica. «Enfocada desde
taban haciendo LT. Ahora bien, los que quitaban trigo un contexto amplio, la transmisión social de la conducta
eran, o bien crías y adolescentes que estaban aprendien adquirida, puede pensarse que proporciona una alterna
do (o sea, un paso previo a L.T.), o bien adultos de ran tiva a la transmisión genética de las propensiones con
go superior que se aprovechaban de los expertos de es ductuales, permitiendo a una población mantener pautas
cala inferior, incluso sabiendo ellos hacer LT. Se produ establecidas e incorporar novedades de conducta rápida—
ce’así_ una interesante interrelación entre la estructura so mente en su repertorio. El resultado más fácilmente ob—
cial y el desarrollo de este tipo de pautas de conducta, servable de los procesos sociales de transmisión sería la
que contribuirá a originar peculiaridades culturales en el existencia de modos diferentes de conducta dentro de
grupo estudiado. ' diferentes subpoblaciones geográficas de una especie, no
correlacionadas con los genes o con la distribución de
De hecho las costumbres entre las diversas tribus de recursos» (Galefjr., 1976, p. 79).
macacos son a menudo muy dispares, dependiendo por
supuesto de las respectivas tradiciones y de las caracterís Así pues, la ampliación de este tipo de trabajos esta—
ticas de cada habitar (con todos sus elementos, incluida ría en principio posibilitada por la existencia de tradicio—
la presencia y eventual colaboración con humanas). nes locales que harían presumir una transmisión genera—
cional y una serie de. procesos básicos imitativos. «La
literatura psicológica es rica en ejemplos de aprendizaje
por observación, principalmente entre primates, pero
La importancia del trabajo sobre macacos japoneses también entre diversas formas como pájaros, gatos y
es difícil de exagerar, sobretodo teniendo en cuenta que perros de las 'praderas», afirma Klopfer (197 3, p. 45) en
el interés no reside básicamente, a nuestro entender, en un capítulo titulado «El papel del.aprendizaje por tradi
las peculiaridades de los grupos estudiado’s, sino en el ción». Klópfer cree que son suficientes tres factores con
punto de vista, en el conjunto de las técnicas de obser jugados para- que pueda hablarse de tradiciones: condi»
vación y de diseño experimental que se han utilizado. Cionamíento secundario -instrumental-, un cierto grado
Quiere'decirse con esto que se trata de un modelo que de organización social estable y un período largo de
puede rendir también buenos frutos en ,especies filoge— dependencia filial. «Estas tres características parecen ser
néticamente alejadas de esta. La apariencia de un reper a priori todo lo que se requiere para la transmisión de
torio fijo e inmutable de conductas . puede muy bien ciertas convenciones de una generación a la siguiente»
con_stituir el resultado de esa segunda fase de propaga— (Ibid, p. _45).
ción cultural que borra las huellas de los orígenes. En los
macacos el descubrimiento es relativamente fácil a causa La influencia del trabajo japonés ha sido' lógicamen
de la velocidad del fenómeno de acumulación de pautas te consid’erable. Uno de los ejemplos sin duda más inte—
y de su inducción más o menos directa. Así ha resultado resantes lo constituyen las aportaciones de Menzel Jr.
posible la realización de los trabajos reseñados, aún Interesado por los procesos de innovación descritos en
cuando hayan tenido que hacerse a lo largo de muchos los grupos de macacos japoneses, este autor ha intentado
años y contando con un nutrido grupo de investigadores profundizar en los mecanismos básicos de aparición de
Pero pueden intentarsé planteamientos similares, en estas _nuevas pautas, a través de las cuales surgen las tra

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diciones. Para ello (ver 1976—a) trabajó en el Japan Mo. vió, por ejemplo, que la audacia para acercarse a objetos
C. tratando de descubrir las reacciones de estos monos nuevos es mayor en los sujetos criados con sus madres
ante objetos novedosos, pero evitando todo lo que tu en libertad. Y aunque todas las tríadas llegaron a mane
viera que ver con la alimentación. Es este un aspecto jar el columpio, solamente estos sujetos «idearon» el
interesante, por cuanto revela la intención de acceder a juego de columpiarse de pie en él -tal como lo haría un
ciertos componentes generales o básicos, eliminando niño-. Pero esta conducta no llegó a constituir una «rra—
para ello -en la medida de lo posible- todo tipo de dición» general.
conexión con una eventual pauta específica. Diríase que
Menzel trata de alcanzar la mecánica cultural en estado Podrían considerarse estos trabajos de Menzel como
puro. Como ya vimos, los trabajos con macacos japone un modo de llevar a su límite algunas características de
ses conectan, de manera más o menos directa, con la los realizados por los primatólogos japoneses.
conducta alimenticia, aspecto básico en los intercambios
específicos con el medio y factor nuclear de los procesos Si se juzga la tarea como un intento de deteccar
de adaptación. La ruptura con la especie, como procedi ciertos mecanismos culturales en grupos no-humanos,
miento que ha determinado aspectos básicos de la Psico podría pensarse que la influencia ejercida por la relación
logía -fundamentalmente el Aprendizaje- guía aquí los con el hombre está aquí «exacerbada». Y, paradógica—
diseños experimentales. Menzel situó juguetes llamativos mente, se hace como medio de control. Ciertamente el
de plástico en lugares frecuentados por los macacos y «intervencionismo» humano no es una condición margi
observó sus reacciones en términos de. gradientes de nal de los procesos culturales o tradiciones de los maca—
acercamiento (con eventual'manipulación) y evitación. cos de Koshima. Este componente, que podría resultar
Los resultados confirman, precisándolos, aquellos meca— «molesto» cuando se compara con una encuesta etnoló—
nismos básicos descritos por Kawai y los demás prima— gica, es «eliminado» por Menzel por la vía de construir
tólogos del centro japonés. Los cambios en la conducta un modelo de transmisión cultural donde el peso de lo
de un grupo se asientan, fundamentalmente, en los indi humano es llevado al máximo, al laboratorio. Es:a cir
viduos jóvenes -las crías- y en alguna pequeña medida, cunstancia obligaría a repensar algunos criterios frecuen
al principio, en las hembras. «La conducta de todos los temente utilizados para distinguir entre una Psicología
grupos de edad está centrada sobre objetos sociales, Animal -de lab0mtorío— y una Etología que ha tenido a
objetos alimenticios y actividades generales de vigilancia. gala el estudio de la conducta en su «verdadero» marco
Es interesante que las reacciones espontáneas a los obje -la Naturaleza-, como si la contraposición tuviese por
tos totidianos comienzan a decrecer rápidamente en sí mismaun sentido evidente y esclarecedor. (Ver, como
aquellas edades (3—4 años) en que los sujetos, especial un ejemplo escogido entre otros muchos, Fabricius 1966
mente machos, van quedando sometidos a la presión más tr., p. ll y ss.).
fuerte de la conducta social (op. cit., p. 180-181). Men
zel piensa que, en alguna medida, el grupo utiliza a las Este punto de vista arrastraría consigo una multitud
crías para probar situaciones nuevas, como por ejemplo de reformulaciones. Pero lo que aquí interesa tener en
la ocupación de una nueva área alimenticia. cuenta es una condición general que subyace a todos
estos planteamientos y que es pertinente, sin duda, a
Las caracrerísticas de este trabajo son desarrolladas nuestras intenciones de presentar el fenómeno de las
un paso más en otra interesante experiencia posterior del «Culturas Animales»:
mismo autor (Menzel Jr, y otros, 1976-b). En este caso
se trataba de crear experimentalmente un proceso de La suerte de tales culturas está ya subordinada al
transmisión de pautas en condiciones de laboratorio. Se éxito de la cultura humana, y es solamente en estos tér
eligieron 19 c/9ímfiancés de 3 años, 12 de ellos criados en minos de enfrentamiento de culturas como puede reve
aislamiento total desde el parto, 4 en aislamiento relativo larse el contenido biológico de los últimos períodos de la
(contacto con otro a través de barrotes) y 3 que prove Historia Natural. (Caminando hacia atrás habría, por
nían de grupos donde habían vivido en libertad durante supuesto, que extender este punto de vista a relaciones
el primer año. Fueron sucesivamente enfrentados a una específicas prehumanas). La evolución de los macacos
prueba, agrupándolos de tres en tres (en 17 combinacio japoneses hacia formas más elevadas o hacia la extinción
nes),
un respecto
juguete a dos obetos
mecánico «extraños»,
(un «satélite»: un columpio
balón que sievdespla—y depende fundamentalmente del hombre. Diríase que
esras últimas adquisiciones a las que acabamos de asistir
zaba sólo emitiendo un ruido). La combinatoria de gru dependen de un profundo cambio en la actitud de este
pos posibilitaba la transmisión de la pauta -ABC, BCD, enemigo biológico-cultural, quien una vez asegurado su
CDE, DEF..., siendo cada letra un individuo-; pauta triunfo puede volverse tranquilamente benefactor de
evaluada en términos de manipulación de los objetos quienes irremediablemente quedaron relegados.
propuestos. Pues bien, la pauta de manipulación parte de
cero, alcanza su máximo entre la 4a y 8al situación y se Planteadas así las cosas podría pensarse que muchas
transmite con algunas oscilaciones durante los ensayos especies de Simios, por ser más cercanas, han de conser
posteriores. La transmisión «cultural» es evidente. Cier var más clara la huella de la competición por el nicho
tos controles prueban que el aumento en la manipula— ecológico de los homínidos. En este punto se sitúa exac—
ción de los individuos no puede ser explicada básicamen tamente la «hipótesis de deshumanización» de Kortlandt.
te si no es por referencia a la situación social (a «su esta
tuto dentro del grupo y la capacidad de respuesra de los Para este autor los Grandes Simios -fundamental
otros individuos» —p. 191). Los factores implicados en la mente gorilas y chimpancés, ya que el orangután es
tranSmisión son complejos, pero el diseño experimental mucho más arborícola- demuestran con sus hábitos
permite detectar, aislar y evaluar relaciones múltiples._ Se semiterrestrés descender de antepasados de costumbres

EL BASILISCO 29
Il
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o características más «humanas» que las que en la actua usode instrumentos, hábitos de alimentación y preda—
lidad poseen. Habitantes de la sabana, fueron empujados ción. En el marco de sus hipótesis cobran sentido‘algu
a la selva por los primeros homínidos cuando estos em nas— observaciones de campo que muestran a los simios
pezaron a usar armas arrojadizas. Esta hipótesis, formu— (principalmente chimpancés) como eventuales comedores
lada en 195 7, ha sido discutida básicamente en tres escri de carne (Lawicl<—Goodall, '1975, tr., p. 70), y con algu
tos, Kortlandt, 1962, Kortlandt y Koij, 1963, y Kor nos indicios de conducta predadora que pueden ser in
tlandt y Van Zon, 1969. Pero sin duda el más importan terpretados como residuales. Ahora bien: ambas cosas
te de ellos, por aportar mayor cantidad de material en aparecen en los simios de forma independiente -nunca
apoyo de la hipótesis, es el de 1963. se utilizan armas con fines de predación—, de modo que
aquí radicaría, en gran parte, la ventaja de los homínidos, ‘
La «hipótesis de deshumanización», según el propio que fueron capacesde conjugar ambas cosas, establecien
autor, e5tá inspirada fundamentalmente en la inexplicable do una predación armada, y no una mera defensa, contra
diferencia existente entre las notables capacidades detec sus competidores. «No se nos—ha referido ningún caso
tadas en los Grandes Simios y su situación cultural real de chimpancé ni de otro simio o mono que demuestre la
que parece estar muy por debajo. Es decir, ¿por qué no existencia de verdadera caza armada. Los primates sub
han alcanzado «una forma de vida más, humana ¡y un humanos pueden usar un instrumento para matar a un
correspondiente nivel de cultura»3, (1962 p. 61), 12De animal, presumiblemente porque tienen miedo de él;
acuerdo con esta hipótesis, los antepasados a'é’"1bg homi pero entonces la víctima no es comida Si la víctima es
noides africanos en el Plioceno y anteriormente en el percibida como presa no se utilizan armas. Solamente en
Pleistoceno se desarrollaron en gran medida, al princi— los primeroshomínidos se ha integrado el uso de armas
pio, en zonas de bosques semiabiertas y sabanas, que con procurarse proteínas. ¡Desde este punto de vista la
favorecieron la emergencia de tipos de conducm proto consumación de la evolución humana parece que podría
homínida y humanoide: pero en época evolutiva poste haber sido un logro del canibalismo! Teilhard de Char
rior, cuando los homínidos desarrollaron el venablo y din podría quedar sorprendido, sin'duda, de esta con—
pudieron matar a distancia en terreno abierto, sus parien clusión». (1963, p.
tes los Simios fueron gradualmente fórzados a retirarse,
casi por completo, hacia el interior de la foresta, es Kortlandt, aunque de modo parcial, ha planteado
decir, dentro de un habitat desfavorable a las pautas de una hipótesis irremediable, que sólo arbitrariamente
conducta humanoides, de tal manerï que tales pautás puede ser limitada a cierto tipo de simios. No ha desa—
cayeron en desuso, se fueron debilitando y en gran me parecido en él, curiosamente, el prejuicio sobre la exclu—
dida degeneraron». (op, 1969, P. 10). ‘ ‘ sividad de la cultura humana, lo que le impide reconocer
otros enfrentamientos similares al de su hipótesis. Ha
Kortlandt piensa que,'en todo caso, los chimpancés bría que reinterpretar la posición de Kortlandt como una
y gorilas deben ser considerados como «primates cultu concesión a la familiaridad: cuando habla de «primates
rales» (1963, p. 62), en función de sus tradiciones socia— culturales» está refiriéndose realmente, en alguna medi
les. Curiosamente no incluye en esra denominación a los da, a nuestra cultura. Tan sólo la similitud'con el hombre
monos, que serían «primates instintivos». (Diríase que el -en el uso de instrumentos, en la vida social, en la inte
estrato cultural _solamente se alcanza por contaminación y ligencia- es lo que le ha impulsado a reconocer tal enti
que ésta no llega más que a los vecinos inmediatos). dad cultural, calificadapor él como conducta «proto-ho—
mínida» (1965, p. 63).”
La hipótesis está inspirada en múltiples estudios de
primatología, pero sobre todo en los dedicados a la inte
ligenciade losísimios, que han mostrado la gran capaci ¿Pero es que acaso hay'algún camino para «descu—
dad delos chimpancés (Kóhler, Yerkes, Nissen...) para brir» las culturas animales que no sea el de la similitud
todo tipo de aprendizajes y para el uso de instrumentos. ‘ con los fenómenos humanOs, referencia obligatoria en el
Todo parece demostrar que los chimpancés se muestran origen del concepto?. Evidentemente no. En el tema de
en cautiverio muy por encima de sus propias realizacio la «cultura» nos encontramos plenamente dentro de esa
nes en libertad, dependiendo, claro está, de que se les tendencia a la extensión de rasgos humanos más allá de
ofrezca unas condiciones lo suficientemente estimulantes sus primitivas fronteras. Y es en esta dirección donde
(la «cooperación» con el hombre, de la que hablaba Kortlandt se ha quedado corto. En su hipótesis se asoma,
Yerkes). La huída a la selva a que se vieron obligados los inconscientemente, el deseo de mantener al hombre en
grandes simios, les permitió sobrevivir, pero resultó mu su lugar privilegiado. El reconocimiento cultural de los
cho menos estimulante y adecuado para desarrollar su grandes simios es una concesión, casi obligada, a la cer—
notable capacidad en el uso de instrumentos. El estado canía: en el fondo la ventaja de estos primates está en
actual de sus culturas está en función del enfrentamiento que Pudieron haber sido como nosotros.
con los primeros pasos de la cultura humana. Hoy se
encuentra por debajo de sus propias realizaciones pasa— Las «Culturas Animales», aun cuando representen
das. El uso actual de instrumentos en algunos casos «po de algún modo estados previos del desarrollo humano no
dría ser interpretado como un remanente por-pr0t0/90míni disuelven esta cultura en un mecanismo de orden infe
do de ;su pasado evolutivo» (1965, p. 73). Kortlandt ha rior. Por el contrario, son otras especies animales las que
aportado gran cantidad de pruebas recogidas en sus aparecen ahora como poseyendo rasgos imprevisibles,
observaciones de campo, en Africa, en amplias encuestas lejanos a una concepción demasiado estrecha que esta—
dirigidas a directores y vigilantes de parques zoológicos blecía un corte profundo situando a las bestias en un
y, en general, a todos aquellos que tienen contacto con plano desde el cual el hombre resultaba definitivamente
simios en cautividad. Tales encuestas abarcan, además de inaccesible.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

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EL BASILISCO 31
(PH
EL BASILISCO, número 1, ,www.fgbueno.es

ARTÍCULOS

.ATEISMO FILOSOFICO Y y
RELIGIÓN PROGRESISTA
DOMINGO BLANCO FERNANDEZ
Málaga

1. HEGEL o LA CRITICA RELIGIOSA nidad divina sobre el plano de una estatolatría monista.
El Espíritu absoluto, la idea de la idea (Noenk noeseo’s), la
DE LA RELIGIÓN síntesis superadora de acción y pensamiento, de realidad
y concepto, de naturaleza y espíritu, de vida y muerte,
los alcanzaríala Historia en una Razón absoluto manifes
¡' omenzar por un esquemático recordatorio tada como Razón de Estado.
de la crítica hegeliana de la religión tiene
ul 'un interés superior al meramente históri
La crítica idealista de la religión se convierte así,
_ ¡"co, puesto que abandonar el cobijo idea— como decía Feuerbach antes de Marx, en un sucedáneo
lista le está resultando al pensamiento ac de la religión, en una soteriología intramundana, en la
_ tual mucho más difícil de lo que se cree. última astucia de la razón para consolar a los hombres de
su condición indigente.
Si los hombres aceptan someterse a Dios como a su
Amo absoluto y entregan de ese modo su libertad es,
enseñaba Hegel, por miedo a la muerte y como precio
por el consuelo de soñar una vida en el Bien eterno. Los 2. MARX O EL IDEALISMO
hombres no nos veremos libres de amos humanos o del SUBYACENTE A UNA FILOSOFIA
Amo divino mientras no aceptemos resueltamente el he
cho inexorable y definitivo de nuestra propia muerte. DE LA PRAXIS

Pero Hegel no detuvo su filosofía en el análisis de


ésta 'que él llama «conciencia desgraciada», sino que en Es bien sabido que Marx entiende por religión la
su sistema dialéctico general integró «lo negativo» como ideología segregada por un organismo enfermo. En un
un momento esencial, como el motor que impulsa la his— mundo material que separa al hombre de si mismo y le
toria humana hacia el fin positivo del Espíritu absoluto. impide realizarse, el hombre proyecta su realización al
El propio Hegel sostiene expresamente que la síntesis de cielo imaginario de la religión y crea la idea de zm Dios
lo particular y de lo universal que Cristo representaba en creador de todo, incluido el hombre. Al producir la idea
cuanto Dios (universal) hecho carne (particular) debe de Dios, el hombre se rebaja a considerarse producto de
efectuarse, aunque no después de la muerte, sino ahora su Producto.
y por nuestra acción; no en la trascendencia fantástica de
lo sobrenatural, sino en la ínmanencia del Concepto que Desde Fichte hasta los neohegelianos de izquierda,
se encarna en el Estado moderno, en cuanto conciliador todo el idealismo alemán ha concebido al hombre como
que la justa organización social (lo universal) y de la li productor en la aceptación más radical: en la de libertad
bertad de los individuos y grupos particulares. creadora, y ha rechazado apasionadamente la heterono
mía del hombre. La producción humana no podría venir
Al traducir a conceptos las representaciones imagi determinada por ninguna instancia superior, declaraban
nativas de la religión, la crítica idealista proyecta la infi los idealistas, porque cualquier idea de un orden divino

32 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

o sobrenatural es, como tal idea, un producto humano. ' «Los hombres no comienzan de ningún modo por
Max Stirner, el último y más radical neohegeliano, escri encontrarse a si mismos en una relación teórica con las
bió El único y su propiedad para proclamar la absoluta so cosas del mundo exterior sino, a ejemplo de todo animal
beranía del yo humano y prevenir el riesgo de que el in comienzan por comer, beber, etc., es decir, comienzan por
dividuo paralice, al objetivarse en su creatura, el dina comportarse activamente y apoderarse de ciertas cosas
mismo activo y creador que constituye la verdadera vida. por la acción, satisfaciendo así sus necesidades. Más tar
de, designarán esas cosas mediante un lenguaje s'egún les
¿Dice lo mismo la crítica marxiana? En absoluto. Las aparece en función de su experiencia práctica» (2).
ideas de Stirner y demás familia idealista le parecen
«fantasías inocentes y pueriles». ¿Por qué? Porque no se No niega Marx que la validez lógica y metodológica
libera a los hombres sólo por descargarles de sus fantas de cualquier construcción teórica guarde un valor autó—
mas cerebrales. Eso sería tan ridículo, dice Marx, como nomo, mensurable por criterios meramente especulati—
suponer que para no caer en el vacío baste quitarse de la vos, pero sí sostiene que la verdad objetiva del conoci
cabeza la idea de gravedad. miento, es decir, de toda teoría que sea más que tautoló
gica, sólo puede probarse en y por la práctica (Tesis 2
No es sólo el pensamiento lo que está por liberar, sobre Feuerbach). La teoría jamás podrá reducir la hete
porque no hay otro pensamiento que el de los indivi— rogeneidad de sus fi1ndamentos práctico—materiales y es
duos de carne y hueso y si éstos no son libres en la reali en la pretensión contraria en lo que radica el carácter
dad tampoco lo será su pensamiento. ilusorio del idealismo.

La ideología (por ejemplo, la religión o la economía ¿Cómo es posible que hayan caído en el vacío cien
política) es el mundo al revés puesto que convierte a los años de insistencia en lo definitivamente inconmensura—
productos (Dios o el capital, respectivamente) en produc— ble de los dos órdenes y continúe hoy generalizada la
tores del Productor (el hombre), pero lo que pone cabe2a creencia de los intelectuales en un acercamiento a.rinto’tico
abajo el mundo de la ideología no es ningún error de del orden teórico al orden real? ¿Por qué el idealismo
pensamiento, sino el vuelco histórico por el que el pro— resurge una y otra vez con la misma fuerza, como si fue
ducto material del trabajo, convertido en capital, se ex se inmune a ¡la crítica? ¿No se topa aquí con una dificul
propia la producción misma, transformando al trabajo en tad inherente a la índole misma del pensamiento en su
mercancía. El fetichismo religioso es un reflejo del feti espontáneo ejercicio de la reflexión?. En efecto, criticar
chismo de la mercancía que expresa, a su vez, la im/er al idealismo equivale a pedir a la razón que se acepte
5ión de la relación Productor—Producto en el orden pra’ctico heterónoma y esto es lo mismo que exigir a la razón que
material. sospeche de la evidencia que al reflexionar se ofrece a'si
misma. En la fascinación de la autoconciencia, el pensa—
La crítica marxiana del idealismo no se funda en una miento, «que no ¡e ue uenir, que .l‘€ oe ser» (según la expre;
filosofía de la historia, lo que ya era el idealismo hegelia— sión certera del poeta), olvida o rechaza su dependencia
no, sino en una filosofía de la praxis que obliga a trascen para con lo inconsciente material de que resulta. Como
der incluso los planteamientos históricos y el concepto decía Meyerson, «la razón no tiene más que un medio
de historia: de explicar lo que no viene de ella y es reducirlo a la
nada»
«La primera premisa de toda existencia humana y
también, por tanto, de toda historia, es que los hombres Reconocer la primacía de la práctica exigía una re
se encuentren, para hacer historia, en condiciones de p0 forma tan completa y enérgica del entendimiento filosó
der vivir. Ahora bien, para vivir hace falta comer, beber, fico-histórico que ni Marx ni nadie hubiera podido recri
cobijarye bajo tecbo, oestirse y alguna: cosa: ma’.r (...). La pro ficar de un golpe toda la carga de su formación idealista:
ducción de la vida material es una condición fundamental ideas, creencias, expectativas y postulados. La consiguien
de toda historia que lo mismo hoy que hace miles de años te dz'plopz'a filosófica marxista vamos a examinarla, para
necesita cumplirse todos los días y a todas horas simple empezar, en posiciones idealistas de Engels y Lenin,
mente para asegurar la vida de los hombres (...). La satis señaladas por diversos autores marxistas, para remontar
facción de esta primera necesidad (...) conduce a nuevas después al origen de esas inconsecuencias en el pensa—
necesidades y esta creación de neceridades nueuas constituye miento de Marx.
el Primer loecloo bisto'rico» (1).
(Sea dicho entre paréntesis, los marxólogos tendrían
Nunca desarrolló Marx esta filosofía de la práctica un inagotable tema de estudio en la degradación que el
que la ideología alemana y las Tesi: sobre Feuerbacb anun marxismo padece desde su fundador a los epíg0nos, de
cian. Pero hasta sus escritos finales, el último fundamen gradación que, obviamente, no se detiene en Engels y
to de la ciencia marxiana, del «materialismo histórico» Lenin. Los fundadores del socialismo español, por ejem
entero, es la filosofía que afirma la irreductible prioridad plo, aprendieron marxismo en las simplificaciones france
de un orden práctico cuyo núcleo de exigencias es ante sas -que sacaban de quicio a Marx y le llevaban a excla—
rior a la historia, invariable y fijo. Todavía el escrito de mar repetidamente: «yo no soy marxista»— de Guesde y
1880 contra el economista Wagner insiste en la primicia Lafargue, autor este último de un libro cuyo título, «El
de esa Praxis que es el terreno originario de la verdad derecbo a la pereza», había de resultar premonitorio para
del conocimiento y del lenguaje: '
(2 ) Karl Marx, Oemrre:, ed. Pléiade. París, t. II.

(l) Carlos Marx y Eeclerico Engels, la ideología alcmana, Ed, Pueblos Unidós—Grijalbo, Bar (3 ) E. Meyerson, 14 deducción rel«:thu}ta, art. 186. Cir. por E. Gilson El .rer y la emitía, Desclée
celona 1974, p. 28. (los subrayados son mios). de Brouwer, Buenos Aires 1951. lema.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

tantos dirigentes dispuestos a casi todo menos a leer El


Capital. Luis Araquistáin creía elogiar a Marx afirmando:
«El marxismo es lo más opuesto a la ciencia». Y el más
grande intelectual del socialismo español, Julián Besteiro
ensalzaba la posición filosófica de Marx calificándolo de
idealista: «El marxismo es una posición idealista (...) que
ve la luz de las ideas y no otra luz cualquiera...» (4).
Como en el socialismo español, éstos que ponían a Marx
cabeza abajo, Araquistáin y Besteiro eran, a su vez, los
maestros, calcúlese la comprensión que discípulos y mili—
tantes rasos demostrarán hacia el que quiere simplemen
te poner a Marx de pie, sobre todo si tenemos en cuenta
que, a medida que desciende el nivel teórico, suele
aumentar la virulencia del dogmatismo).

Pues bien, Engels concibe la unidad de la naturaleza y


el espíritu en un sistema monista que constituye, como
el de Hegel, un «espiritualismo de la sustancia». Es Gus
tavo Bueno quien establece la comparación en sus Ensa
yos materialistas, y de esto a compararlo con un teólogo
no hay más que un paso. En efecto, Engels interpreta la
unidad teleológica del UniverSo como una construcción
progresiva del espíritu a partir de la naturaleza, es decir,
de un modo extraordinariamente_sinfilar a Teilhard de
Chardin, para quien la evolución natural es un camino de
convergencia hacia la concordia universal, cristocéntrica,
del «punto Omega» (5).

Si Gustavo Bueno acierta y Engels fue un precursor


de Teilhard, ¿cómo negar que el cristianismo sea compa—
tible con el marxismo? Así lo quieren demostrar en un
reciente documento sobre Fe cristiana y materialista mar—
xista los teólogos José María Diez—Alegría y Reyes Mate,
junto a Carlos Jiménez de Parga y José Luis Fernández,
confirmando las conocidas posiciones de García Salve,
Comín, Miret Magdalena y tantos otros. Con el debido
respeto a las personas hay que decir que llevan al límite
la confusión. Porque la compatibilidad no es la del cris finito desarrollo de la ciencia la identidad de los dos
tianismo con el materialismo marxista, como ellos pre ordenes, material e ideal. Pero ¿quién es el teólogo que
tenden, sino con los componentes idealistas del progre no ha remitido al infinito la unidad suprema? Que el
sismo marxista que son precisamente incompatibles con ‘infinito se entienda en acto o en potencia no modifica el
el materialismo de cualquier filosofía de la praxis. Con el idealismo de la posición. Si todo lo que existe sera’ obje
anterior y con lo que sigue creo dar cumplida razón de to de concepto, la filosofía de Engels y Lenin es un idea—
por qué la pretensión de los cristianos marxistas es filo lismo conjugado en tiempo futuro, un especie de idealis
sóficamente disparatada, pero también de por qué ese mo difizrido que postula, como todo idealismo, la realiza—
equivoco tiene una larga vida por delante. ción de una Razón absoluta en una teleología histórica
orientada hacia un polo positivo superador de injusticias,
Sobre el idealismo de Engels y Lenin ya era revela— contradicciones y conflictos y reductor del Mal. Es esta
dor, sin más, que ambos designaran a todo lo real mate pseudo-teología lo que funciona como encubierto funda—
rial con el término kántiano de «cosa en sí» e incluso lo mento de la llamada ideología «progresista», la cual
declarasen absolutamente reductible a conocimiento. apoya así su declarada voluntad racionalista en represen—
Proyectaban así el orden de la praxis al plano. de la ob taciones imaginativas que no dan expresión más que al
jetividad y dejaban de consideralo heterogéneo. Entre el orden pre-racional del sentimiento. Un progresismo
fenómeno y la cosa en sí -escribía Lenin glosando a cuasi-religioso, es decir, pre—científico y pre-filosófico no
Engels- no hay otra diferencia que la de lo conocido es un progresismo, sino una nueva figura del oscurantis
frente a lo que aún no lo es (6). Cierto que, a diferencia mo y de la reacción. Desde la atalaya de 130 años trans—
de Hegel, Engels y Lenin no consideran ya realizado el curridos no puede resultarnos más certera la advertencia
saber absoluto con ellos mismos, sino que remiten al in qu26dirigió Proudhon a Marx en carta de 17 de mayo de
18 : , .
(4 ) Cf. E, Lamo, Filbsofza y polúica en]u1íán Besteiro, Ed. Cuadernos para el diálogo, Madrid
«No nos hagamos los jefes de una nueva intoleran
1973, pp. 185, 194 y 235.
c1a, no nos conv1rtamos en apóstoles de una nueva reli—
(5 ) G. Bueno, Ensayos materialista, Ed. Taurus, Madrid 1972, pp. 124 a 126. '
gión, aunque ésta fuese la religión de la razón» (7).
(6 ) Lénine, 0ewres, t. 14, Matérz'alisme et Empiríocritidsme, Ed. sociales. París, Ed. en Langue:
V étr_angéres—Mosqou, p. 104: «Il n’y a, il ne peut y avoir aucune différence de princ1pe entre le
phénoméne et la Chose en soi. ll n'y a de différence qu'enrre Cl: qui est connu et cr: qui ne l‘est
pas encore». (7 ) Cf. M. Rubel, Chrohologie, en Marx, Oeuures, Pléiade, I, p. LX1X.

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Hoy son los «eurocomunistas» quienes denuncian importancia decisiva a los argumentos de autoridad. Re
desde dentro la condición eclesial o cuasi-religiosa del sulta por eso poco menos que obligada la estrategia de
movimiento marxista. Por ejemplo, Santiago Carrillo, expresarse con palabras cargadas de más autoridad que
quien declaraba el 30 de junio de 1976 en la Conferen las propias.
cia de PC europeos celebrada en Berlín:
Por ejemplo las de G. Gottier en su libro sobre El
«Era como si los comunistas tuviéramos una nueva atezícmo del joven Marx, donde muestra cómo el término
Iglesia con nuestros mártires y nuestros profetas; durante de «alienación» que Marx recibe de Hegel, lo había
años, Moscú ha sido nuestra Roma. Nosotros hablába— tomado é5te de la Epístola paulina a los Filipenses en la
mos de la gran revolución de Octubre como de nuestra traducción de Lutero. San Pablo escribía (II, 6-9):
Navidad. Era nuestro período de infancia» (8).

Carrillo se expresaba en tiempo pasado porque en «Cristo, existiendo en la forma de Dios, no reputó
las autocríticas es casi inevitable. Y efectivamente, entre codiciable tesoro mantenerse igual a Dios; antes bien, se
tantos signos del pasado, cómo olvidar la insistencia ma— vació de sí mismo (se anonadó) tomando la condición de
chacona de Stalin en afirmar que la edificación del socia esclavo (...) y una vez reconocido como hombre se burni—
lismo es, por encima de todo, una cuestión de Fe; o llo’, obedeciendo basta la muerte y muerte de cruz. Por lo
aquel estigma con que se fulminaba a los militantes arre cual Dios le laa elevado a lo ma's alto y le ha gratificado con
pentidos, el mismo que se empleaba contra los sacerdo el nombre que está por encima de todo nombre para
tes que volvían al siglo: «renegados». Pero cómo ignorar que ante él doble la rodilla cuanto hay en los cielos, en
además, entre tantos signos del presente, que el PCUS la tierra y en los abismos y toda lengua confiese que
sigue declarando el marxismo-leninismo «doctrina in Cristo es Señor...».
mortal e invencible», lo que vale como una muy correcta
definición de Dogma; o que los tribunales de justicia La palabra «Kenosis» dice en griego el acro por el
soviéticos continúan condenando ' las ofensas a Lenin o a que Cristo se aniquila y asume la humanidad hasta la
la Revolución como «blasfemias» y «sacrilegios» (9). muerte y sólo así reconquista la positividad absoluta.
Este esquema de la éenosis pasa al idealismo alemán
¿Este presente es únicamente el de la URSS? Si los como esquema dialéctico (afirmación, negación, negación
dirigentes latinos reconocen su error anterior ¿no es in de la negación) a través de la traducción que del esque
necesario insistir desde el punto de vista filosófico? No ma de la kenosis propuso Lutero utilizando el término
lo creo. Supongamos que el eurocomunismo desea since Entai¿sserung: alienación ( 10).
ramente la renuncia al espíritu religioso. Supongamos
incluso que la renuncia a la «dictadura del proletariado» Hegel esperaba que el Estado moderno efectuase la
no quede neutralizada, anulada por la conversación del síntesis de lo particular y de lo universal representada en
«centralismo democrático». ¿Se habría superado por eso la figura del Dios hecho carne. Para Marx, en cambio, es
el idealismo marxista? Porque si el idealismo sigue en el proletariado el que debe llegar como la persona de
pie, no se podrá evitar que los militantes continúen ha— Cristo hasta el fondo del sacrificio y de la negación de sí
blando y actuando como hombres de Iglesia. mismo para poder así, y Por eso, elevarse hasta su plena y
soberana realización. Es la misma síntesis religiosa de lo
Sólo cabe una respuesta: es imposible superar un particular y de lo universal la que Marx declara realizable
error que no se ha reconocido, que_ ni 51quiera parece en esa clase social que «por ser la pérdida total del hombre
barruntarse, y que podría formularse así: sólo puede ganarse así misma mediante la recuperación
total de bombre» (11).
‘ Cuando Marx afirma, contra todo fetichismo, la auto
nomía del hombre de carne y hueso, prejuzga a renglón Una crítica idealista de la religión se yuxtapone a la
seguido una autoidentidad humana expresable en razón crítica materialista en los escritos de Marx, incluido El
científica, con lo que su posición materialista bascula Capital, donde escribe:
hacia el hombre el postulado de una autonomía de la
‘Razón que contradice precisamente la primacía materia— «El reflejo religioso sólo desaparecerá para siempre
lista del orden práctico. Es verdad que la no-heterono cuando las condiciones de la vida diaria representen para
mía del orden prácrico excluye la heteronomía de la los hombres relaciones claras y racionales entre si y con
Razón para con cualquier presunta realidad trascendente respecto a la naturaleza» (12).
o sobrenatural por ella ideada, pero está implicando otra
heteronomía distinta: la de la Razón con respecto a la «Bien largo me lo fiáis», podrían comentar hoy los
Praxis misma. Aquí radica, a mi juicio, la fuente de las dirigentes del Este. Si la religión no desaparecerá hasta
inconsecuencias y contradicciones marxistas. que la vida diaria se vuelva racionalmente transparente,
hay religión para rato. Esa imagen marxiana de un futuro
Si ésta fuese una opinión personal, poco podría con hombre racional que, al realizarse plenamente, ni siquie
tar para un movimiento como el marxista en el que, jus ra necesitará soñar por las noches, no era un concepto
.to por lo que tiene de cuasi-religioso, se concede una

(10) G. Cottier, L’m‘brísme du jean: Marx, Vrin, París 1950, p. 28.—Cf. también Michel Hen
ry, Marx, t. I, Gallimard, París 1976, pp. 120 a 161. .
(8) Cf. LeMonde de 1 de julio de 1976.
(l l) Marx, En loma a la crúira ¡le la fílorofl’a del dem‘bo de Hegel, en LA Sagrada Fum¡I/u _) o/ros
escritos, Griialbo. México 1962, p. l4.
(9 ) Cf. por ejemplo L’affaíre Síniamkí-Daniel, Christian Bourgois éditeur, París 1967, pp. 71,
72, 128: insultar el nombre sagrado de Lenin ——dice el juez— es una blasfémia y un sacrilegio. (12 ) El Capital, I, F.C.E.. México, p. 44.

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(Pll
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científico, sino precisamente un sueño, el. del «hombre Rbeiniscbe Zéitung de 7 de noviembre de 1848 y 18 de
total», a la vez cazador, pescador, intelectual, gobernan mayo de 1849) Y Stalin recomendaba a su policía, desde
te, obrero y campesino, individuo desarrollado en su 1937, la aplicación sistemática de la tortura. ¿No eran
totalidad y capaz de hacer frente a las exigencias más di medidas consecuentes? ¿La Iglesia no se permitía acaso
versificadas del trabajo (13). Que el hombre total sea el torturar y tostar herejes porque aun los tormentos más
‘símbolo de lo que nos falta no basta para legitimar cien atroces no eran nada en comparación con la salvación
tíficamente esa expectativa ni la que lleva aparejada de eterna que sólo la propia Iglesia administraba? Si la voz
una abolición de la división social del trabajo en tareas de la Iglesia era la palabra de Dios, el hereje, como el
de mando y tareas de ejecución, en manual e intelectual, ateo, no podía ser sólo un hombre equivocado; tenía que
uexata quaestio que los teóricos marxistas hacen lo posi ser o un loco a quien encerrar o un pecador enemigo de
ble por soslayar. Dios al que se eliminaba para que no siguiera conspiran
do contra los planes divinos. En estricto paralelo, si una
Excepción honrosa, Leszek Kolakowski acaba de organización política expresa el conjunto de intereses
hacer frente a ese tabú para revelar en profundidad el reales de los trabajadores, los disidentes, aún cuando
idealismo que subyace a láexpectativa marxiana de uni subjetivameme pueden equivocarse de buena fe, no
dad entre la sociedad política y la sociedad civil, expec— pueden ser, objetivamente considerados, más que cóm
tativa que no es sino Otro aspecto de la creencia en el plices de los exploradores y enemigos del pueblo, es decir,
«hombre total» y que Kolakowski caracteriza como alimañas a las que exterminar sin más argumentaciones,
«mito de la autoidentidad humana» (14). porque su misma inhumanidad les excluye de merecer
trato humano.“ En ambos casos, tanto para el cristiano
como para el militante progresista, ser o no ser bombre
uiene a medirse, no como unas exigencias y una actividad
prácticas no por una individualidad de carne y hueso y
entendimiento, no por la praxis, sino por la adecuación o
inadecuacio’n a un Patrón ideal absoluto.

Con la praxis revolucionaria, eso si, los testarudos


hechos acaban trastrocando el contenido de la Idea, pero
su valor absoluto persiste y esto es lo único que cuenta.
En la imaginación de Marx, la libertad consisría en con
vertir al Estado en un órgano completamente subordina
do a la sociedad. Pero cuando las previsiones de extin
ción del Estado no se confirman en la práctica, basta per—
mutar sujeto y predicado para seguir aspirando a la uni
dad. Quiero decir que entre subordinar el Estado a la so
ciedad civil o someter la sociedad civil al Estado ninguna ,
organización marxista señala otra cosa que diferencias
accidentales. Esto hace concluir a Kolakowski que la
expectativa marxiana del hombre unificado tenía que en
gendrar, por fuerza, un crecimiento canceroso de la
BASIL1SCO TENTANDO A EVA
burocracia, a cuyo dictado cuasiomnipotente queda so—
metida cualquier posible iniciativa o espontaneidad de la
sociedad civil. En el postulado de unidad entre sociedad
El ateísmo de la filosofía de la praxis coexiste en civil y sociedad política, el profesor polaco encuentra ya
Marx con una soteriología intramundana que pone toda prefigurados los trazos del Estado totalitario.
su fe y su esperanza en una sociedad futura en la que no
sólo quedará turada la escisión entre las funciones socia— Ninguna formación social se atribuyó en la historia,
les y personales, políticas y privadas, sino también la a excepción de la Iglesia y de los ejércitos en guerra, una
división entre el sujeto y el objeto del proceso histórico justificación tan absoluta de sus actos como el Estado del
(las relaciones sociales serán transparentes, los individuos proletariado, porque ninguna se había fijado una finali
asociados controlarán sus procesos vitales, etc.), la divi dad tan absoluta. Tr0tsky lo declaraba sin ambages:
sión entre los deseos y los deberes e incluso, concluye
«Ninguna organización social, excepto el ejército, se
profundamente el ex-profesor de la Universidad de Var ha considerado nunca justific’:ada para subordinar a los
sovia, la división entre la esencia y la existencia;
ciudadanos a ella misma en tal medida y a controlarlos
por su voluntad hasta tal grado (...) como el Estado de la
Contra los enemigos de esa ideal sociedad positiva
dictadura del proletariado se considera justificado a '
sin opresores ni oprimidos, en la que «manarán a caño
hacer y hace (...). Pues no tenemos otro camino hacia el
libre las fuentes de la riqueza colectiva» y se habrán su socialismo que la regulación autoritaria de las fuerzas y
perado la injusticia y el crimen, y en nombre de esa defi
los recursos económicos del país (...) conforme al plan
nitiva victoria sobre el Mal, Marx justificaba incondicio general del Estado» (15).
nalmente el terrorismo revolucionario (véase el Neue
Comenta Kolakowski que en este discurso anuncia—
' (13 ) Ibíd. p. 408. ba Trotsky un socmlismo concebido como un campo de
(14 ) L. Kolakowki, El mito de la autoidentidad humana, Cuadernos Teorema, Universidad de
Valencia 1976. (15 ) Ibid, pp. 20 y 21.

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concentración permanente y justificaba esa promesa por solamente con la gente racional y una apelación a la
la necesidad de someter la sociedad civil al plan y a los argumentación racional es por lo tanto discriminatoria»
intereses generales del Estado. En la estatolatría que (19). Dirigir argumentos racionales contra alguna religión
diera plasmación histórica a la Idea absoluta de Hegel se es arriesgarse a ser respondido con menos contraargu
ha cerrado así el círculo del idealismo marxista. mentos racionales que anatemas, descalificaciones mora—
les y demás desahogos de la agresividad. Está en la fuer
=i< * >I< za de las cosas que los que apoyan sus convicciones en
el sentimiento reduzcan todo el contenido de los argu
Los que más necesitan enterarse de algo suelen ser mentos a la alternativa «el que no está conmigo está
los menos dispuestos. El viento que mueven las palabras contra mí». Pese a todo, no cabe en este punto otro mo
del profesor polaco, o las del ambicioso estudio de Mi— delo de conducta que el declarado en el prólogo a El
chel Henry (16), las de Sartre, Gustavo Bueno, el últi Capital:
mo Lukács (17) y las de tantos otros que han confirmado
a Kolakowski, hará vibrar muy pocos tímpanos de mili «En cuanto a los prejuicios de la llamada opinión
tantes. No resulta arriesgado pronosticar que las expecta— Pública, a la que jama’r be ber/90 concesiones, seguiré atenién—
tivas soteriológicas de Marx se conservarán tan intactas doma al lema del gran florentz'no: Seguí z'l ta0 corro e larcz'a
como hasta el presente. Las puertas de la burguesía no a’z'r le gentil».
prevalecerán contra ellas. Y por lo mismo, muchos cris
tianos desilusionados en su fe seguirán viendo en la futu Añadiré una precisión final a este largo apartado. La
ra sociedad pintada por Marx, y literalmente hablando, el exposición tenía que centrarse en los aspectos filosófico
«cielo» abierto. materialista e ideológico-idealista del marxismo, y apenas
ha quedado aludida su dimensión científica. Como la
Ahí está, como muestra, desde hace dieciséis años, expresión «socialismo científico» induce fácilmente a
la Crzïíca de la razón dialéctica y sus destinatarios se en confusión, conviene recordar que el aspecto científico de
cuentran hoy tan necesitados de su enseñanza como se la obra marxiana se reduce a la crítica de la Economía
encontraban entonces.Todos los esfuerzos de sus Que:— política, que Marx declaraba a su vez abierta, como toda
tí0m de métboa’e iban encaminados a mostrar cómo el ciencia, a la crítica. ¿Por qué sino por espíritu científico
idealismo marxista había llegado a perder el sentido de se negó Marx a presentar un proyecto articulado de la
lo que es un hombre y el interés por analizar los aconte— futura sociedad socialista que no hubiera podido ser más
cimientos reales. No se podrá reconquistar al hombre en utópico? La expresión «socialismo científico» no significa
el interior del marxismo, advertía Sartre, sin restablecer que se posea un saber científico sobre la sociedad futura,
la irreductibilidad de la praxis humana a la teoría, la pri sino la voluntad de no ser utópico.
macía de la existencia sobre la esencia y la imposibilidad
de su unidad. Cuando Marx escribe que «la concepción Otra cosa es que Marx no pudiera evitar una previa
materialista del mundo significa simplemente la concep representación del socialismo basada en las expectativas
ción de la naturaleza tal como es, sin ninguna adición utópicas que hemos examinado, acerca de una ciencia
exterior», Marx se toma a sí mismo por una mirada absoluta, de una sociedad racionalmente transparente y
objetiva que contemplaría la naturaleza tal como ella es de un mítico «hombre total» presuntamente superador
absolutamente. Ignora así que el experimentador forma ' de la división del trabajo (técnica y social) y de la divi
parte del sistema experimental y en consecuencia, señala sión de las sociedades civil y política.
Sartre, recae en el postulado idealista del saber absoluto
(18). Que Marx no cobrase conciencia del idealismo de
esos postulados resulta explicable porque nunca desa—
rrolló la filosofía de la práctica, cuyo embrión si contenía
una crítica consecuente de la región. Aunque aquí no es
Ciertamente, no es la «autoridad» lo que merece posible ni siquiera esbozar esos desarrollos, sí puede in
discutirse en los autores expuestos, sino los argumentos tentarse la transposición del problema a los términos más
racionales. La reflexión filosófica, que siempre fue en asequibles y mejor conocidos de la filosofía tradicional,
gran medida ocupación solitaria, no debe proponerse con el propósito de plantear la cuestión de fondo del
reforzar las convicciones de nadie, ni siquiera las opinio— ateísmo.
nes de la mayoría, sino contribuir a la educación de esa
mayoría y, cada vez que haga falta, contribuir a la educa—
ción de los educadores. Resulta que la palabra alemana s. UN EXISTENCIALISMO TEISTA:
«Praxí1», además de «práaica», significa «clientela» o EL NEOTOMISMO ,
«parroquia» y desgraciadamente cabe preguntarse si no
es en esta segunda acepción como la entiende la mayoría
de sus cultivadores. '
Comprender la heterogeneidad entre teoría y prácti
ca encierra la misma dificultad que la filosofía cristiana
Conviene tener muy presente la fina advertencia de encontraba en pensar la distinción real de esencia y exis—
Paul Feyerabend; «los argumentos racionales van bien tencia.
(16) M. Henry, Marx, 2 vols., Ed. Gallimard, París 1976.

(17 ) Gyürgy Lukács, Soljenitsym, Gallimard, col. ldées, París 1970.

(18 ) Sartre, Critique de ¡a raí.wn dialertiqne, Gallimard, París 1960, pp. 30-31 y 58-59. (19 ) Paul K. Feyerabend, Canta el mémda, Ariel, Barcelona 1974, p. 155.

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Para Tomás de Aquino, el me es aliaa’ que el id y el Dem abscondita3 esta’ demasiado manifiesto si t0da_7¡záz se
qaoa’ est. Entiennt Gilson puso de manifiesto la falta de le llama Deus.
claridad de ese planteamiento. Al no disponer siquiera
de un lenguaje adecuado, el Aquinate se vió obligado a En el mismo mundo al revés del platonismo, que
un doble uso de los términos «potencia» y «acto» que le empezó desalojando la inicial carga existencial de la ¡brote
llevó a sinsentidos como el de afirmar que «en cierto oa.rzáz aristotélica, el que induce a los teólogos a concebir
modo» (qu0a’amm0do) el acto es potencia. En efecto: la existencia como Entendimiento infinito a renglón
seguido de haberla declarado inconcebible, el que culmi
na en Hegel, y el que somete la Praxis marxiana, apenas
declarada su primacía, a las idealizaciones y paradigmas
Potencia—Materia del «hombre total», es decir, al t0p0.r uran0’5 de un futuro
POTENCIA Acto-For'ma Ese” ° ¡ a.
imaginario.
ENTE
ACTO—-—-—fExistencia

De modo que la forma, qué es acto último en el 4.— UNA FILOSÓFIA DE


orden de la 0arzáz, resulta ser potencia en el orden de la LA CONTINGENCIA: EL
entidad (20).
EXISTENCIALISMO ATEO
Se topa con los límites del lenguaje cuando se inten
-ta superar el idealismo... aunque sólo sea a escala de ,Los tomistas han sabido siempre que es en el pro—
ínmanencia mundana. Para el tomismo, el me no es blema de la existencia donde se decide la cuestión del
objeto de concepto; «nunca lo repetíremos bastante» ateísmo. Ahora bien, es el existencialismo la corriente
advertía Descocqs, el esse no es pensable. Porque el me filosófica que ha centrado su reflexión en la primacía de
trasciende la esencia, trasciende también el concepto. una existencia irreductible a la esencia, es decir, en la
primacía de una exirz‘enria sin atributos.
La inflexión clave del tomismo y su genial astucia
estaba en bautizar a la existencia misma con el nombre Su «ateísmo consecuente» lo fundaba Sartre, preci—
de Dios-Entendimiento infinito. Como la esencia de samente, en que la exi5tenoa es inconcebible, en que no
Dios es existir, la heterogeneidad o distinción real entre cabe ciencia ni teoría alguna de la existencia:
esencia y existencia resulta valer solamente a nivel de las
creaturas y de su débil y parásita realidad. ,A nivel de «El mundo de las explicaciones y de las razones no
realidad verdadera y última, la del infiñito divino, se es el de la existencia. Un círculo no es absurdo, se expli—
cancela la heterogeneidad y se identifican esencia y exis ca muy bien. Pero un círculo no existe. La existencia
tencia. Todo estudiante de filosofía sabe que esta identi bruta está por debajo de cualquier explicación. La exis
dad de Dios de lo idéntico (la Idea) y lo no-idéntico (la tencia no es la necesidad sino, al contrario, es la posición .
Realidad existente) es el eje de la Teología cristiana, que de la contingencia como fundamento absoluto. Ningún
el idealismo hegeliano secularizó. ser necesario puede explicar la existencia. La contingen
cia de lo existente no es una apariencia que alguna doc—
Considero inapelable esta sentencia de Gilson: «Una trina pudiera disipar. La contingencia es lo absoluto, la
ciencia del existir es una noción contradictoria», pero me gratuidad perfecta» (22).
pregunto por qué una teología del existir sería una
noción menos contradictoria. Era también Gilson el que La misma convicción impulsó de principio a fin la
escribía: ' reflexión de Merleau-Ponty:

«Todo lo que posee realmente la existencia es a fin «La contingencia del mundo no ha de ser entendida
de cuentas algo individual. Ahora bien, la ciencia no lle como un ser menor o como una laguna en el tejido del
ga directamente más que a lo universal. Es, pues, inevi ser necesario, como una amenaza a la racionalidad ni
table que ni aun la metafísica llegue, salvo indirectamen como un problema que resolver lo antes posible por el
te, a esos actos particulares de existir de los que decía— descubrimiento de alguna necesidad'más profunda. Esta
mos que son lo que hay de más real en la realidad» (21). es una contingencia óntica que se da en el interior del
mundo, Pero la contingencia ontológica, la del mundo
De acuerdo, la existencia no se deja conceptualizar. mismo, al ser radical es, por el contrario, la que funda de
Pero ¿acaso puede llegar a proclamarse la identidad de la una vez por todas nuestra idea de laverdad» (2 3).
existencia con la esencia de un ser personal e infinito sin
«concepz‘aalz'zar?» Una teología sin conceptualización se Si dijéramos que la contingencia es un problema,
ría una teo-logia sin logos, sin discurso, sin saber. Afirma— habría que precisar que el problema es más profundo
ría la existencia como lo absoluto sin ninguna racionali que cualquiera de sus soluciones, porque la inteligibili
zación y, en pura'consecuencia, debería renunciar incluso dad de éstas está en función de la exi3tencia y supone .
a la palabra «Dios», tan inevitablemente cargada de intacto su problema.
connotaciones conceptuales. La llamada )«Teología nega—
tiva» es aún demasiado positiva si se considera Teo—logia,

(20 ): Cf. E. Gilson, op. cit., p. 100. (22 ) Sartre, La naluée, Gallimard, París, pp. 161 ss.
i (23 ) M. Merleau—Ponty, Fenommologa’a de 14 perceptitín, F.C.E., México 1957, p. 437.
m > Ibid. p. 109.
L

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

análisis confirmará bien a su pesar cuando las mujeres,


incluso psicoanalistas, rechazan sisremáticamente la inter—
pretación freudiana de la sexualidad femenina (la «envi
dia del pene») como absurdamente falocéntrica. ¿Cómo
sería posible una verdad en sí de la diferencia sexual,
una verdad del hombre o de la mujer en sí que no vinie
ra de la experiencia interesada y parcial de un hombre o
de una;mujer? La verdad en sí de la mujer o del hombre
no existen, subrayaba recientemente Jacques Derrida,
hablando de Nietzsche (25), Porque toda teoría resulta
de un Parti-Pri5, de una parcelación de las experiencias
sin posible síntesis superadora, como tampoco la tiene la
instalación existencial que les sirve de base. Las interpre
taciones de la existencia o del mundo son siempre juez y
parte, irreductibles entre sí y, en su pretensión universa—
lizadora, absolutamente indecidibles. ¿Cómo resultarían
desinteresadas las interpretaciones si son los intereses los
que funcionan como órganos de visión? No era otro el
problema de fondo en la Genealogúz de la moral:

«A partir de ahora, señores filósofos, guardémonos


La filosofía marxiana de la praxis era también forzo de los tentáculos de conceptos contradictorios como
samente atea en la medida en que sostenía igualmente la «razón pura», «espiritualidad absoluta», «conocimiento
primacía de la existencia y su irreductibilidad al plano de sí mismo»: en esos conceptos se nos pide siempre
del conocimiento, si bien Marx no pasaba de un salto que pensemos un ojo que de ninguna manera puede ser
desde el orden de la autoconciencia o del para-sí al pensando, un ojo carente en absoluto de toda orienta»
orden de la existencia bruta y absurda del en-sí, como ción, en el cual deberían estar entorpecidas y ausentes
Sartre tiende a hacer, sino que se centra en un orden las fuerzas activas e interpretativas, que son, sin embar
situado entre ambos extremos, a saber, en el orden de las go, las que hacen que ver sea ver algo» (26).
necesidades naturales y en el de la acción encaminada a
satisfacerlas. El hambre, el deseo sexual, el trabajo no No hace falta ser partidario de Nietzsche, ni mini
son significaciones de una conciencia, pero tampoco_ se mizar las graves ambigüedades antidemocráticas que no
confunden con la masa innominable de lo en-si, Porque escamotea el problema de lo «negativo», que no reduce
orientan. Entre la Teoría y el Vértigo está esa orientación, el mal a mera privación, que no levanta un nuevo altar a
más profunda que la historia, que cada individuo encuen la unidad suprema apenas derruídos los anteriores. En la
tra ya en rn Propia organización corporal. Que las determi bienpensante Historia de la Filosofía, Nietzsche es una
naciones, na teóricas rin0 normativas, de la praxis y de sus excepción. Para él, la contradicción no es un estado pasa—
puntos fijos, transhistóricos, hayan sido lamentablemente jero, ni dice que el hombre actual esté alienado o enfer
descuidadas por la historia del marxismo desde Marx ha mo. Dice que «el hombres ES el animal enfermo» y jus
terminado reduciendo el criterio materialista de la prácti tamente «porque es el único animal que sabe decir NO»
ca a un mero formalismo que está vaciando no sólo la esto es, porque él mismo consiste en la negatividad y en
estrategia política, sino la moral y aún la teoría marxista la contradicción. La Gran Salud y el Superhombre no
de cualquier sujección a contenidos precisos y definidos son símbolos de una superación de la tragedia humana,
(24). sino de una vida que asume la contradicción y la ambi
valencia en una.declarada voluntad de lo efímero (eterno
retorno). En ese pensamiento de la no-identidad consigo
5. EL DESARROLLO DEL mismo, según comenta hoy Bernard Pautrat (27), el ins
PENSAMIENTO ATEO: NIETZSCHE tante y la cosa se dispersan infinitamente en la suma
puntual pero nunca totalmente enumerable de simula—
cros de identidad sin modelo asignable para siempre.
En la crítica del idealismo y de la teología que Marx
no hizo más que esbozar fué donde concentró Nietzsche Cuando Nietzsche postula un pensamiento que vaya
los esfuerzos de su filosofía de la praxis. «Son nuestras más allá del Bien y del Mal efectúa uno de los raros es
necesidades las que interpretan el mundo», decía, como fuerzos históricos por superar la oposición maniquea en
Marx. De la diversidad, sin posible Aafbeáang, de los tre un Bien monolítico y un Mal unitario. «El que no es
intereses, de los deseos y de las contrapuestas y parciales hombre de una sola virtud es batalla y campo de batalla
voluntades de poder nace el conflicto de las interpreta— de virtudes», escribe. También el bien se opone al bien
ciones, tan irreductible como aquella diversidad. o la virtud a la virtud, incluso en el mismo individuo, en
función de una pluralidad de contextos y fines que _ni si
Por eso juzga Nietzsche indecidible el conflicto de
las clases y de sus respectivas morales del poder y del
resentimiento. O el conflicto de los sexos, que el P51co
(25 ) Cf. Nietzsche aujaard’bai, col. 10218, París 197 3, t. l. p. 268.

(26 ) Genealogéz de la moral, Alianza Ed., Madrid 1972I pp, 158 s.


(24 ) Cf. Domingo Irala, las rebríorze: de producción racíalírras, Ed. Fernando Torres Col. Inter
disciplinar, Valencia 1975. (27 ) Cf. Nietzsche aujourd'bui, t. I, p. 17.

mEL BASILISCO 39
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, wWw.fgbueno.es

quiera sería plenamente enumerable. Por eso, losdioses


griegos que encarnaban los diversos Valores no podían
por menos que disputar y 0p0nerse.Niet25che nos revela
. el fondo de su pensamiento y el del ateísmo filosófico
cuando escribe que para la antigüedad griega el mono
teísmo no hubiera significado sino el más absoluto ateís—
mo: el nibilismo.

«Los viejos dioses hace ya mucho tiempo que se


acabaron. ¡Y, en verdad, tuvieron un buen y alegre final
de dioses! ‘

No encontraron la muerte en un «crepúsculo» -ésa


es la mentira que se cuenta. Al contrario, ¡se mur1eron
de risa!. de la Verdad no es otra cosa sino la aplicación de la tesis
de la inconmensurabilidad de las partes de la Realidad al
Esto ocurrió cuando la palabra más atea de todas fué universo de verdades; por tanto, la negación del Monis
pronunciada por un dios mismo, —la palabra: «¡Existe un mo de la Verdad y, en consecuencia, la evidencia prácti
único Dios! ¡No tendrás otros dioses junto a mí!» —Un ca de la necesidad de seleccionar verdades según crite
viejo dios huraño, un dios celoso se excedió hasta ese rios no «especulativos». (29).
punto. Y todos los dioses rieron entonces, se bambolea
ron en sus asientos y gritaron: «¿No consiste la divinidad La radical sospecha hacia Dios y hacia el Estado
precisamente en que existen dioses, pero no dios?». legada por Nietzsche se despierta a partir de una sospe
cha más profunda contra la vieja fe filosófica en la uni
El que tenga oídos, que me oiga» (28). dad de los trancendentales: Ser, Uno, Bien, Verdad,
Belleza. El intento de encerrar una re_alidad heterogénea
y sobredeterminada en la Verdad de un discurso que
pretende enunciarse en nombre de un Bien absoluto,
6. CÓNCLUSION _ presente o futuro, tiende en pura Eónsecuen'cia a conver—
tirse en dictado del Estado absoluto, «el más frío de
todos los monstruos fríos».
Una de las funciones de la filosofía, y quizá la más La alternativa filosófica no se plantea ya como
importante, ha sido, desde Sócrates, ayudarnos a recono
opción entre la teleología de totalización racional o la
cer que no sabemos. Contra los consuelos de la religión dispersión nihilista—esquizofrénica. Ninguna grandiosa
y los maniqueísmos ideológicos, la filosofía nos impide doctrina ni organización suprema conciliarán definitiva
olvidar que la tragedia humana es tan irreductible como mente lo universal y lo particular. Por el contrario, tanto
los enigmas del mundo y de la persona. más precaria será la fórmula del compromiso político
cuanta más realidad sepa acogér en el equilibrio sobre
Quienes se tengan a sí mismos por materialistas en determinado de contextos y centros de interés y deseo.
el sentido de la filosofía de la práctica, que ciertamente Ninguna doctrina se necesita como base de sustentación
no es el sentido vulgar delmaterialismo, sólo por incon— o tendencia conciliadora de las plurales posiciones de in
secuencia pueden desconocer el policentrismo de la Ver— terpretación sino, como decía el Herzog de Saul Bellw,
dad y de los intereses, que podrá ser destruido o repri «una buena síntesis de cuatro perras», y que ciertamente
mido, pero que no se dejará integrar en ninguna síntesis
muy poco necesitará tener de especulativa: la de las nor—
superadora. - mas ético—jurídicas que proclamen imperativos incondi
cionales e intangibles todos los orientados a gatantizar la
Las derivaciones políticas de una filosofía de la
preservación de la integridad y personal, la de cada indi
Praxis no podrían abordarse en los límites de este traba— viduo de carne y hueso, como base permanente ytrans
jo, pero habrán de ser en todo caso consecuentes con la histórica sobre la que podrán después preferirse unas u
pluralidad irreductible de los centros de verdad -y de otras fórmulas de convivencia en proporción decidible a
poder- y con las libertades que garantizan su despliegue
nivel de consenras.
y su limitación mutua. Se me permitirá también aquí
remitir a los pasos medidos y rigurosos por los que Gus—
tavo Bueno alcanza esta conclusión:

«El materialismo de la Verdad es la afirmación de


una pluralidad
puestas de lver_d_ad_e}a
“entre isiiifiuchas (partes extra
de ellasw-y, partes)carentes
por tanto, contra—
de interés o incluso peligrosas para la propia vida del
hombre en una situación determinada. El materialismo

(28) Aríbabló Zaram:mz, Alianza Éd., Madrid 1972, p, 256. (29 ) G. Bueno, Ensayo: materialirtas, p. 146.

_40 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es
4
I:

ARTÍCULOS

UD, HEGEL Y
NIETZSCHE SOBRE LA
GEDIA CLASICA
(I) '
PILAR PALOP JONQ UERES
Oviedo

original, un modelo de absoluta universalidad, que pu


I: PARTE INTRODUCTORIA diera predicarse de todos y cada uno de los sujetos hu
manos y que permitiera, de otro lado, entender la _culpa
como «delito cultural», i.e., corno la propia trasgfesión
contra la naturaleza que implica la creación de cultura y
el establecimiento consiguiente de normas jurídico-socia
-‘(j¡"i—4Ï a Teoría del complejo del Edipo, contem les.
¿ (,33 _ ' plada desde una perspectiva meramente
Al tratar de ofrecer una reinterpretación profana del
, x ¿_;:r; ‘ psmológica, tiene un interés bastante limi—
.\
mito judío del pecado original, Freud se inscribe, ade
%‘Q rado y una dudosa verosimilitud. Pero
más, en una clara tradición filosófica. Desde el s. XVIII
-
'
_ «ñ> 0 4
cuando se analizan, en cambio, las Ideas
filosóficas que subyacen a ella, cobra un
espesor inusitado y se convierte en un tema de reflexión
y especialmente a partir del Disconrr .tnr le: origine: de
i'inégalité Parmi le; /907n7ne5 de Rousseau, el pecado origi—
extraordinariamente sugestivo.— nal ha sido comunmente interpretado, en el pensamiento
europeo, como la pérdida del estado de naturaleza y
A la luz del análisis filosófico, la Teoría del comple— como el origen de todos los males que se derivan de la
jo de Edipo aparece, principalmente y ante todo, como civilización. Así lo han enfocado Kant y Hegel, imbuidos
un modelo o paradigma del que Freud se sirvió para ilus del espíritu de la Ilustración, pero también Marx y
trar el nacimiento de la conciencia moral. Porque dicha Engels (Cf. El origen de la familia, [a propiedad privada y
teoría contiene, en efecto, un ingenioso replantamiento el Ertado) e, incluso Kierkegaard (Cf. El concepto de la
del problema del delito primigenio, es decir, una nueva Angustia) y el mismo Nietzsche. Por cierto que Freud,
versión del mito del pecado original y, por tanto, una frente a algunos de estos pensadores, se inclinará a diluir
reinterpretación de la culpa, el remordimiento y el cas— la importancia de los factores económico—sociales (desi
tigo. gualdad, propiedad privada, etc.) como causas del males
tar cultural (l) y propenderá, en cambio, a achacar los
En la interpretación freudiana, la culpa primitiva con (l ) Así, p.e., en El Malertar en la Culture (Tr.: Ramón Rey Ardid, Madrid, Alianza 1970, pp,
5i5tió, como se sabe, en el asesinato del padre ancestral 54—55), tras comentar el ideario comunista, que aboga por la abolición de la propiedad privada
para lograr una civilización más justa y benigna, observa Freud:
por los hijos rebeldes. La teoría del complejo de Edipo
«No me concierne la crítica económica del sis:ema comunisra; no me es posible investigar si la
presupone, además, que el delito vuelve a ser indefecri abolición de la propiedad privada es oportuna y convincente; pero, en cambio, puedo recono
blemente recapitulado por todo nuevo vástago de la es cer como vana ilu'sión su hipótesis psicológica Es verdad que al abolir la propiedad privada se
sustrae a la agresividad humana uno de sus instrumentos, sin duda uno muy fuerte, pero de
pecie humana, pues cada niño, en algún momento de su ningún modo el más fuerte de todos. Sin embargo, nada se habrá modificado con ello en las
diferencias de poderío y de influencia que la agresividad aprovecha para sus propósitos; tam
infancia, imaginará matar a su progenitor, para compartir poco se habrá cambiado la esencia de ésta. El instinto agresivo no es una consecuencia de la
el lecho de la madre. propiedad, sino que regia, casi sin restricciones, en las épocas primitivas, cuando la propiedad
aún era bien poca cosa; ya se manifiesta en el niño, apenas la propiedad ha perdido su primiti
va forma anal; constituye el sedimento de todos los vínculos cariñosos y amorosos entre los
hombres, quizás con la única excepción del amor que la madre siente por su hijo varón. Si se
Pero lo que interesa de la teoría del complejo de eliminara el derecho personal a poseer bienes materiales. aún subsistirían los privilegios deri
Edipo no es tanto su contenido como su forma general: vados de las relaciones sexuales, que necesariamente deben convertirse en fuente de la más
intensa envidia y de la más violenta hostilidad entre los seres humanos, Equíparados en todo lo
Freud ha buscado, para representar el mito del pecado restante».

ML BASILISCO 41
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males de la civilización a factores de tipo biológico, rela- ’ kegaard se interesó sobre todo por Antzjgona, a la que
donados con la vida instintiva— y con el antagonismo en Hegel, como es sabido, consagró sus más importantes
. tre principio del placer/principio de la realidad, sin olvi comentarios. Pero, con independencia de que se refirie
dar tampoco el propio determinismo psicológico en el ran o no directamente a Edipo Rey, el pensamiento que
que se inscribe el complejo de Edipo. e cada uno de estos autores vertió sobre la tragedia se
relaciona de un modo u otro con las cuestiones que lle
Con todo, la más importante originalidad de Freud varon a Freud hacia la teoría del complejo de Edipo.
con respecto a la tradición a que aludíamos consiste en Tales son, p.e., la cuestión del pecado o la culpa, de la
haber reformulado el propio mito del pecado original, libertad o el destino, del—conflicto entre las diferentes
fundiéndolo con otro mito distinto y ajeno a la tradición instancias que presiden la elección moral, del tránsito de
judeo-cristianaz la leyenda de Edipo, el tirano de Tebas. la naturaleza a la cultura, etc,
Frente a los autores anteriormente mencionados, Freud
no se conformó con volver sobre el problema de la culpa La elección por Freud del destino de Edipo para
originaria, para ofrecer una nueva versión del contenido presentar o simbolizar el nacimiento de la conciencia
a que su simbolismo alude, sino que transformó el pro moral aparece, a la luz de estos datos, no como el resul
pio simbolismo y, al parecer, con un acierto nada des— tado de una decisión gratuita o de una ocurrencia arbi
deñable, a juzgar por la trascendencia ideológica y socio traria, sino como un episodio más de cierta tradición
lógica que en el pensamiento contemporáneo ha alcanza— histórico-cultural. Así considerada, la teoría del complejo
do la teoría del complejo de Edipo. de -Edipo parece constituir la plasmación categorial (psi
cológica) de ciertas Ideas que, formuladas ya por'la filo?
Parece legítitno preguntarse por qué Freud habría sofía de su tiempo, encontraron en el Psicoanálisis una
elegido, para ilustrar el mito del pecado original y el realización particular.
nacimiento de la conciencia ética, precisamente el argu—
mento de una tragedia clásica, el «Edipo rey» de Sófo— El análisis de estas Ideas conferirá, por cierto, según
cles, escrita hace veinticuatro siglos y que, en principio creo, un espesor ontológíco insospechado a la teoría
no tendría por qué ser más representativa del destino freudiana y permitirá entrever por qué el complejo de
humano que cualquier otra leyenda menos inverosímil. Edipo ha logrado tan amplia popularidad y vigencia.
' No parece relevante conceder aquí demasiada ime
Indudablemente, el resucitado interés de los filóso
portancia a losv acontecimientos psicológicos que presi fos alemanes, sobre todo a partir de Hegel, por la trage
dieron_en Freud la formulación del complejo de Edipo dia clásica se explica en el contexto general de ese
(2). La vida privada de los pensadores tiene, sin duda, su apaSiónado ¡entusiasmo por el espíritu griego y por la
importancia, pero existen Otras líneas de causalidad que Grecia antigua que, especialmente desde Wínckelmann,
no pasan por la conciencia subjetiva y que la determinan impregnó la cultura alemana de finales del s. XVIII y
y la envuelven con mucha mayor realidad que los acon— principios del XIX (3). Se recordará que, en polémica
tecimientos inmediatamente vividos. En este caso, p.e., con el neoclasicismo francés (con Corneille, sobre todo)
4 parece mucho más indicativo, para entender el privilegio los fllólogos y literatos de esta época (Lessing a la cabeza
concedido por .Freud a la tragedia de Edipo, recordar de ellos) aspiraban a crear un drama genuinamente
ciertos hitos de una tradición histórico-cultural -en la alemán ahondando, precisamente, en el modelo griego
‘ que el creador del Psicoanálisis indudablemente vivió in de la tragedia, a la que se consideraba de modo unánime
merso- que debieron, directa 0 indirectamente, influir como el exponente más depurado de la expresión artísti
en sus concepciones. ‘ ca, Fundidos, en el ánimo de aquellos estetas, los gérme
nes de la Ilustración con las nuevas exigencias del Ro
En efecto: antes de Freud, e incluso en su propia manticismo, la tragedia clásica parecía poder ofrecerles
época, una serie de insignes filósofos tomaron la tragedia una perfecta síntesis de es'e equilibrio entre la razón y el
clásica como pretexto para elaborar una teoría de la sentimiento, entre la necesidad y la libertad, entre lo
ética. Así, tanto Hegel, en la Fenomenologz’a del Erjn’rz'tu, universal y lo particular que su ideario buscaba (4).
como Schopenhauer en El mundo 'com0 wolzmtaa’y repre—
sentación, o Kierkegaard en De la tragedia, se interesaron Cuando Hegel tome la tragedia como núcleo de sus
por este género literario en calidad de expresión ética reflexiones morales estará, pues, penetrando en un asun
del alma griega y en calidad, asimismo, de símbolo gene to que ha ejercido y sigue ejerciendo gran fascinación
ral de ciertos conflictos morales con los que todo indi entre sus contemporáneos. Pero, a diferencia de Lessing,
viduo humano se enfrentaría. De estos filósofos, sólo de Hólderlin (5) o de Goethe, p.e., para quienes la tra
Hegel y Nietzsche se refirieron directamente a Edíp0 gedia_era, ante todo, un género poético, Hegel la con-_
Rey, Schopenhauer trató de la tragedia en general, Kier
(3 )Jacques Taminiaux, en su bellísimo libro [a noria/gía de b Gré:e zi l’aube de I'z'dealz'rme
(2 )E. Jones (Cf. Vida 3/ abra de Sigmund Freud, Vol. I, tr.: Mario Karlinsky y}osé Cano Tem— al/emand. Kant el le: Great dani l'ítinémire de Sc/aí11er, de Hú74’erlín et de Hegel (La Haya. Martinus
bleque, Barcelona, Anagrama 1970, p; 325) atribuye la formulación del complejo de Edipo al Nijhoff, 1967) estudia con p0rmenor esa impregnación nostálgica por lo griego que inspiró a
autoanálisis que Freud emprendió a partir de Julio de 1897 y del que queda constancia en la los más insignes representantes de la estética alemana, desde Winckelman a Hegel. Taminiaux
correspondencia con W. Fliess. Habría sido, según esto, el examen retrospectivo de su propia cita, entre estos estetas, a Herder, Goethe, W. von Humboldt o F. Schlegel, pero prefiere
infancia y de «la pasión hacia su madre y los celos que había sentido por su padre» Genes, op. centrar su estudio en Schiller, Hólderlin y Hegel por estimar que fueron estas tres figuras las
dt. p. 255) los que habrían revelado a Freud la realidad de ese fenómeno psicológico. Y así más representativas de un itinerario estético que, en polémica con Kant, culminó con el retor—
parece, en efecto, desprenderse de la carta de Freud a Fleiss del 15-10<1897 (Cf. Freud: La: no definitivo del clasicismo de inspiración griega.
0rígener del Pricoamílísi.t, Tr.: Ramón Rey Ardid, Madrid, Alianza 1975, p. 224). Sin embargo,
para comprender las causas determinantes de esa formulación, tan importante o más que los (4 ) Cf. F. Hólderlin: Emayor. Tr.: F. Martínez Marzoa. Madrid, Ayuso, 1976. Sobre la tragedia
episodios psicológicos de la vida de Freud fue, sin duda, la situación general de la familia en como género poético ver, sobre todo, pp. 79—86. ' '
los últimos años del imperio Austro—húngaro, situación que tan cuidadosamente han descrito
A. J'anik y S. Toulmin (Cf. [4 View de Wittgenrlein, tr.: Ignacio Gómez de Liaño. Madrid, (5) Schiller supo encontrar, como nadie, la forma de expresar este ideÏario} Véase, p.e. su obra
Taurus 1974, pp. 51-57). El estatuto económico y social del patriarca en la familia burguesa de ¡pela _G_nzri y la Dignidad (TL: j. Probst y R. Lída. Buenos Aires, Nova, 1962) y, d'entro de
la Viena de los Habsburgo y sus relaciones con los hijos debieron ser factores determinantes ella, 1é33é» HÏüS’ÏÉSPGCÍGÍIHÜ’IE, el ensayo «Sobre lo patético», traducido por A. Dornheim, y
de las preocupaciones (que luego heredarán los filósofos de la Escuela de Frankfurt, Adorno dedicado al estudio de la tragedia, de sus orígenes, como género poético, en la Grecia antigua,
sobre todo) por la mentalidad autoritaria, el problema de la dominación, etc. así como de sus ingredientes emotivos, morales y estéticos.

_42 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

templa como una figura de la eticidad y no solamente especialmente. El apartado B,c,2, dedicado al Arte espi
del arte. Sin duda, Hegel tenía una justificación para ritual (dentro de la parte VII, que trata de lo que Hegel
proceder así. Las Cartas sobre la educarz'o’n estética del bom llama «la Religión del Arte») y, sobre todo, la parte VI,
bre de Schiller habían ya situado al arte como un peldaño sobre la S2'tt/z'c/9éeíl, tienen la tragedia clásica como moti
necesario en el camino del universo ético (6), Hegel vo central, si bien tomada a modo de pretexto por Hegel
apreciaba en sumo grado las concepciones de Schiller, y para elaborar, en torno a los temas y a las figuras trági
así lo manifiesta en la introducción a la Ertétím (7). cas, una teoría de la Eticidad.

Adviértase, además, que, para la concepción del Hegel supo ver, antes que Freud, en los protagonis
idealismo «sobre todo del idealismo hegeliano- la esté mos de la tragedia, una encarnación de los conflictos que
tica y la moral no son sino dos -—entre otras- manifesta escinden la conciencia ética. El destino de Edipo y, fun
ciones de lo mismo *del Espíritu- en su múltiple des damentalmente, el de Antígona, son tratados por Hegel
pliegue. Por ello, el tránsito desde una concepción esté como arquetipos del propio destino ético del hombre.
tica a una concepción ética de lo trágico no significará,
en la filosofía de Hegel, un cambio esencial de perspec A diferencia de Freud, Hegel no trataba de buscar
tiva. en los personajes trágicos el rostro simbólico de esa cul
pa originaria que habría marcado el porvenir de la huma—
En la filosofía posthegeliana la consideración armó— nidad. Como era habitual en su proceder, partía aquí de
nicamente asociada de lo moral y lo estético seguirá sien la realidad in fz'erz' y suponía el mundo ético ya dado, e
do una constante. La propensión a resaltar los aspectos incluso plasmado en instituciones como la familia o la
morales de la obra bella y la dimensión estética de la con comunidad civil. No por ello dejaba, sin embargo, de
ducta prevaleóerán en la doliente filosofía del «asalto a la vislumbrar, en cada uno de los delitos morales, la esencia
razón», tal vez porque, desesperanzados de poder funda misma del pecado por excelencia: la actividad del Espíri—
mentar la opción ética en instancias intelectuales, tanto tu. Pero esa cuestión la abordaremos más adelante.
Schopenhauerflcomo Kierkegaard o Nietzsche se inclina
rán, más bien, a justificarla mediante categorías de la Ha sido frecuente considerar las reflexiones hegelia
sensibilidad..Por ello mismo, la tragedia antigua, donde nas sobre la Antz'g0na de Sófocles desde el punto de vista
lo artístico y lo ético se enlazan en una trama única, exclusivo del conflicto entre familia y sociedad civil. Sin
constituirá un importante m0tivo de atención para estos duda esta interpretación es la primera y más transparente
pensadores. Ellos serán quienes, de hecho, desarrollen el por lo que está, de suyo, justificada, y hasta debe tomar—
tema kantiano‘ de la sublimidad de lo trágico como es— se como punto de partida. Pero, además de esa signifi
pectáculo de lo bello que sobrecoge (Schopenhauer) y cación, las especulaciones de Hegel implican toda una
los que dejarán, asimismo, planteado el problema —que teoría sobre la culpa, el castigo y la responsabilidad
Freud rubricará con la teoría de la sublimación— del moral. Ello es lo que las hace particularmente significati
componente estoico (ético) de la actividad del artista. vas para entender ciertos conceptos psicoanalíticos pos
teriores, como la dualidad principio del placer/principio
Interesa, sin embargo, perseguir el tema de la trage de la realidad, en cuanto asociada con el espectro fami
dia en la filosofía con una minucia algo más detenida, a liar padre/madre, o como la propia noción de inconscien
fin, sobre todo, de puntualizar con mayor finura esos te, 0 la culpa entendida como delito cultural, etc.
hilos ocultos que, en la tramoya invisible del «subcons
ciente objetivo» (8) de Freud, movieron el desarrollo de En las líneas que siguen me propongo exponer el
la teoría del complejo de Edipo. Con ese fin trataremos pensamiento de Hegel sobre la tragedia, tal y como se
de averiguar el papel de Hegel y Kierkegaard, Schopen desarrolla en la Fenomeno/ogz’a del Espíritu, con el fin de
hauer y Nietzsche asignaron a la tragedia clásica dentro averiguar, después, hasta qué punto las consideraciones
de su filosofía y en qué términos llevaron a cabo su hegelianas guardan relación con los conceptos psicoana—
análisis. líticos. Examinaré, antes que nada, la distinción entre
«ley de la familia»/«ley de la comunidad civil» que
Hegel formula en el apartado de la Sitilírbkeit. Esa dis
tinción puede, ;según creo, quedar subsumida en otra
más general, acuñada por G. Bueno: la dicotomía Etica/
PARTE II: Moral. El análisis de esas dualidades axiomáticas arrojará,
EL ANALISIS HEGELIANO seguramente, alguna luz sobre—la oposiciónpsicoanalítica
DE LA ETICIDAD entre principio del placer/principio de la realidad. Pero,
además, intentaré analizar, siquiera de forma breve, el
espectro familiar padre/madre, tal y como Freud lo ha
configurado, y en conexión con los principios normativos
a que aluden las dicotomías que acabo de enunciar. Fi
Como se sabe, las páginas de la Fenomenolagúz del nalmente’ me centraré en el tema de la culpa, donde
Espíritu han hecho doblemente memorables a los perso aparecen especialmente claras las relaciones entre Filoso
najes sofócleos de la trilogía tebana, y a Antígona muy fía y Psicoanálisis.
(6) Cf. Schiller, J.C.Fs. Carta: sobre la educación estética del bom/272 Tr.: Vicente Romano García.
Madrid, Aguilar 1969. Carta XXIII, pp. 125-130.
(7) Cf Hegel, G.W.F.: AeII/Jrtirr. Lerrzdw art/¡ne Ar/. Tr, al inglés por T.M. Knox, Oxford at
1. Ley subterránea y ley manifiesta
the Clarendon Press, l‘)75_, vol. I, pp, (nl-62. '
(8 )La noción de «Inconsciente objetivo esencial» en G, Bueno:¿ïn.myar Maleríalírtas. Madrid.
Hegel -como es sabido- vió en la tragedia una ale
Taurus 1972, pp. 408-409. goría de los antagonismos que desgarran lo que él llamó

MEL BASILISCO 43
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

«La substancia ética». Supuso que la eticidad no es algo se halla vinculado al equilibrio de la sangre y a la rela—
simple e indiviso, sino una realidad que, al desarrollarse, ción exenta de apetencia. Por eso, la pérdida del herma
queda escindida en dos instancias distintas: de un lado, la no es irreparable para la hermana, y su deber hacia él, el
llamada «ley subterránea» o «derecho de las sombras»; más alto de todos» (12).
de otro, la llamada «ley humana» o, también, «la ley de
arriba que rige manifiestamente a la luz del sol». La pri La ley humana es, por el contrario, identificada por
mera de ellas es, según Hegel, la propia voz de la sangre Hegel con las normasde la comunidad civil, las del pue—
y de la familia —la voz de los penates familiares— presi— blo y las de la ciudad. El espíritu de esta ley se hace
dida por la Piedad y que dicta los deberes de fl1222 que patente en la costumbre, pero se expresa de forma cons
unen, entre sí, a los consanguíneos. ciente en el gobierno y en la palabra del gobernante. Se
trata -dice Hegel— de una «ley que rige manifiesta ala
Pbílzáz, en la acepción del término griego, significa, luz del día» (15) y cuya justificación no está en el indi
según Vernant (9) precísamente el afecto recíproco entre viduo -como la de la familia- sino'en los intereses ge
padres e hijos o entre hermanos y hermanas, en cuanto nerales de la comunidad, que trascienden siempre el
unidos por la identidad de carne y sangre: bien particular de cada ciudadano. Creón presenta, en la
interpretación hegeliana, las leyes de la ciudad. Es el
«Le m0t pbz’105, qui a valeur de possessif et corres político, que esgrime su razón de Estado, teñida de seni
pond au latín sum, designe d’abord ce qui est sien, c’eSt lidad, frente al apasionado y juvenil arrebato fraternal de
á-dire pour le parent son proChe parent. Aristote, a plu— Antígona.
sieurs reprises et a propos en particulier de la tragedie
indique que cette pbílz'a repose sur une sorte d’identité Ante las leyes de la polis, los individuos no tienen,
entre tous le membres de la famille restreinte. Chaque como ante la familia, el valor de seres irremplazables.
parent est pour son parent un alge¿—_ego, ungsgi;r_néme, Los ciudadanós son, para el político, perfectamente sus
déboublé ou multiplié. En ce sens la vplaz'lz’cz s'oppose a tituibles unos por otros. El valor supremo es, ahora, la
l’éror, au désir arnoureux, qui porte sur un «autre» que comunidad, la patria. Con relación a ella el individuo es
soi, autre par le sexe, autre par l’appartenance familiale. algo abstracto, sujeto a derechos que concede la justicia
Pour les Grecs, fidéles sur ce point a la tradition hésio— y de deberes que exige el bien común. La infracción no
dique, le commercesexuel unit des opposés, non des conoce, aquí, excepciones y los deberes patrióticos tam
semblables». poco las conocen. Ante tales deberes la muerté es un
episodio natural y el Estado, a diferencia de la familia,
La piedad filial. que une a los miembros de una mis nunca la contempla como el mal absoluto, porque a
ma estirpe" es, para Hegel, «la ley divina». La presenta veces la defensa de la ciudad exige la muerte de los ciu
como una fuerza subterránea (interior) que, a pesar de dadanos y en ese caso el holocausto por la patria es un
que aparentemente descansa‘tan sólo en la sensibilidad, tributo necesario y un honor, ’
funda, de todos modos, una relación de naturaleza uni
versal, es decir, un deber. Ese deber se orienta, como _ La pugna entre Antígona y Creón, tal y cómo se
«fin positivo peculiar» a «lo singular como tal», i.e., al desarrolla a lo largo de la tragedia de Sófocles, ha sido
individuo en calidad de miembro irremplazable del interpretada por Vernant cómo un exponente de los
grupo. propios conflictos jurídicos que habrían existido en el
derecho práctiCo griego Observa Vernant que, carecien
En efecto, el código de la ley subterránea hace, se— do los griegos, a diferencia de los romanos, de la idea de
gún Hegel, de dada uno de los miembros del grupo fa un derecho absoluto, fundado en principiospyorganizado
miliar una individualidad única, un ser singular y nece— en un todo coherente, se mostraban, por ello, mucho
sario (10) que guarda con los demás una relación especí más sensibles a la coexistencia —no siempre armónica
fica y cuya persona resulta insustituible en el corazón de de legalidades diferentes y superpuestas (14). De ahí, se—
los otros. Por ello, ante esa legalidad, la muerte del fami gún Vernant, la presencia, en la tragedia clásica de un
liar es el dolor más incomparable y por ello, también, el apretado vocabulario jurídico y de ahí, también, la pre
deber más sagrado del consanguíneo es dar sepultura al dilección por temas de crimenes sangrientos. El conflicto
muerto, arrebatando su cadáver de esas fuerzas de la entre .Creón y Antígona constituiría, en la interpretación
naturaleza que borrarían su memoria sin dejar huella de Vernant (15) el reflejo de la situación antinómica
(11) y preservando del olvido, al rendir culto al muerto, entre la religión privada y familiar, centrada en el hogar
el recuerdo de aquella su singularidad. doméstico y el culto a los muertos, y la religión pública
de los dioses tutelares de la ciudad:
vinÏa.-‘Hegel encarna en Antígona
Ella, incons'olable'anté" la ley subterránea
eldestino y di
de Polinice, ise: «Entre ces deux domaines de la vie religieuse il y a
convertirá en el símbolo mismo de la piedad familiar. El une constante tension qui, dans certains cas (ceux-lá
hermano muerto será, a sus ojos, una pura individuali mémes que retient la tragédie), peut conduire a un con
dad, espejo de la propia, porque entre ellos -dice flict insoluble. '
Hegel- «el momento del sí mismo singular que recono—
ce y es reconocido puede afirmar aquí su derecho, pues
(12 ) Ibid, p. 259,
(9 ) Cf. «Olídípe sans complexe» en: VERNANT, J. Pierre y VIDAL-NAQUE‘I’, P.: Mylbe e! (13 ) Ibid. 267
Imgádie er: Grére dflcimne. París, Maspero 197 3, p, 89).
(IO) Cf Hegel, G.W.F,: Fe7¡0menologíu del Espíritu. Tr.: Wenceslao Roces, con Ricardo Guerra. (14 ) Cf. «Tensions et ambigüités dans la tragédie grecque». En: Vernant, J.P. y Vídal-Naquet,
México, F.C.E. 1966, p. 264, P. Mytbe et rmgédíe en Gráee anríenfle, op, cit. en (9), pp. 21—40.

(ll) Cf. Hegel: Fenomenología del Espíritu, op. cit. p: 265, (15 ) Ibid., p. 54

¡y
44 EL BASILISCO
(PH
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' Comme l’observe le choryphée, il est pieux de pieu conexión con la dualidad Erica Moral, tal y como G.
sement honorer ses morts, mais a la téte de la cité, le Bueno la ha analizado.
magistrat supréine a le devoir de faire 'respecter son
Érdto.t et la loi qu'il a edi_ctée. Aprés tout, le Soct;ate du Aunque los términos «Etica» y «Moral» suelen pre
Criton pourra soutenir que la piété, comme la justice, sentarse como equivalentes o intercambiables, G. Bueno
commande d'obéir aux lois de sa patrie, méme injustes, ha creído poder oponerlos en función de un importante
méme si cett injustice se tourne contra vous et vous con matiz: la consideración o no de la «esfera» (20) del cuer
damne a mort. Car la cité, c'est-á—dire, ses nomoí, est la po humano como módulo normativo. Todas aquellas re
plus vénérable', plus sacrée qu’une mete, qu’un pere et glas de conducta que contemplan el cuidado del cuerpo
que tous les ancétres ensemble» (16). (el alimento, las relaciones sexuales, la enfermedad, la
muerte, etc...) e implican la convivencia, o incluso la
Así, la contienda entre dos legalidades igualmente promiscuidad, pertenecerían a un plano axiomático dis
sagradas: la de los valores familiares, ligados a la tradi tinto de aquellas otras que presiden situaciones en las
ción heroica, y la de los nuevos valores democráticos, que el cuerpo es un componente secundario, accidental
surgidos en la polis, presidiría pues, según Vernant, la o accesorio. —
vida de aquellos griegos para los que Sófocles escribió
(17). G. Bueno supone, en efecto, que la Etica (tal y
como la tradición de Aristóteles, de Spinoza, etc...‘ la han
Hegel percibió claramente, en la tragedia sofóclea, configurado) remite, más bien, a ese conjunto de normas
esa colisión de legalidades diferentes sobre la que nos que «controlan la conducta humana en tanto que e5tá
ilustra Vernant. Pero el análisis hegeliano de «Antígona» centrada en torno al individuo corpóreo y al grupo (muy
se plantea-con un alcance todavía más profundo. Puede, limitado) de individuos corpóreos que pueden rodear y
sin duda, interpretarse a esta misma luz: como un inten acompañar a cada uno de ellos durante su trayectoria»
to de subrayar, certeramente, que todo individuo, siendo (2 1),.
a la vez miembro de una familia y habitante de una
ciudad, y debiendo simultáneamente venerar a los pena—
tes y obedecer a los nomoí, es decir, someterse tanto a Las reglas morales, en cambio, lejos de tener al
las obligaciones familiares como a las civiles, participa de cuerpo como módulo o punto inexcusable de referencia,
lleno en esa contradicción que hace difícilmente conci se relacionarían con otras estructuras más amplias, que
liables esos múltiples deberes. De hecho Creón, como desbordan la escala del cuerpo y ante las cuales el indi
gobernante que hace cumplir la ley general, Vulnera la viduo aparece, solamente, como una parte o una pieza
piedad familiar al condenar a Antígona a la muerte; que podría ser cambiada y reemplazada por otra similar,
ella, en cambio, obedeciendo a los dictados de la sin afectar al funcionamiento del conjunto. La considera
fz'lz'a, ha infringido sus deberes de ciudadana. Pero esa ción o no de la corporeidad individual como radio del
interpretación, con todo y ser muy verdadera, no agota, universo regulativo de la conducta sería, pues, elemento
sin embargo, el significado de las reflexiones hegelianas; primordial en la programación y en el enjuiciamiento de
Hegel quiere decirnos mucho más. No son tan sólo la la vida práCtica desde uno u otro planos.
familia y la ciudad, o la joven y el gobernante, los que se
enfrentan en la contienda que Hegel nos describe; son, Ahora bien, cuando la presencia del cuerpo define
además, lo femenino y lo masculino los elementos que la vida práctica, se vuelven relevantes ciertos ingredien
entran en pugna, y asimismo «el placer del goce» con tes de la subjetividad, tales como el placer y el dolor, las
«la virtud que goza de los frutos de su sacrificio» (18). Y pasiones y la culpa, la enfermedad y la muerte. Esta
precisamente esos otros ingredientes del desgarramiento última, sobre todo, adquiere una significación decisiva,
ético, tal y como Hegel lo describe, son los que pueden Por eso la Etica se ha orientado tradicionalmente hacia la
aproximarnos a las relaciones entre la visión hegeliana y ordenación de la conducta según una racionalidad que no
el Psicoanálisis (19). pierde de vista la inevitable y previsible desaparición del
cuerpo y que pone siempre a la muerte en el cómputo
del juego mismo de las pasiones. Es más: la muerte
2. Etica y Moral -que supone el aniquilamiento del cuerpo- es el propio
límite de la Erica. De ahí que, ante la legalidad ética, el
matar o el dejarse morir constituyan el supremo mal y la
El desgartamiento ético de que Hegel nos habla po más grave infracción (22): Los axiomas morales, en
dría, seguramente clarificarse mucho más poméndolo en contrapartida, al no estat referidos al sujeto corpóreo en
cuanto tal, relegan la muerte a la condición de un episo
dio secundario. la muerte estaría, de hecho, prevista por
(18 ) Hegel: Fenomenologi’a del E.rpín'm, op. cit. en (10), P: 270. la ley moral «como una de sus operaciones ordinarias—
(19) En efecto, la interpretación monócroma de Antígona. encarnando las leyes de la ciudad y p.e. en la guerra, en el sacrificio heroico o en el casrigo
de Creón, personificando las de la comunidad es, indudablemente. demasiado simple. A esa
interpretación cabría objetar, como le objetó Goethe a Hinrichs -quien. al parecer, en su obra
capital» (2 5).
La: ¿rencia de la tragedia aniigua, había llevado las tesis hegelianas al extremo de suponer que
todo conflicto trágico comportaría una colisión entre la familia y el Estado— las consideraciones
siguientes;
(20 )Pa.ra el concepto de «esfera», Cf. G. Bueno: El papel de la Fílo.rofúz en el ronjunlv del ruben
«Cierto que todos vivimos en el seno de la familia y el Estado y que no es fácil que nos alcan Madrid. Ciencia Nueva 1970, pp, 117-119,
ce un sino trágico que, como a. miembros de ambos, no nos afecte. Pero podemos muy bien
ser personajes trágicos, quedando relegada a segundo término nuestra condición de miembros (21 ) G. Bueno: La merafúím prerurrdlim, Madrid, OviedoI Pcntalfa 1974, p. 35‘),
de la familia y el Estado. Porque lo que determina la tragedia es el conflicto insoluble y éste
puede originarse en la contradicción de circunstancias de cualquier orden, siempre que tenga (22 ) Ibid.
sólida base en la naturaleza y sea genuinamente trágico» (Goethe: «Conversaciones con Ecker
mann». Miércoles 18 de Marzo de 1827). (23 ) Ibid. pp. 559-360,

WL BASILISCO 45
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Los principios éticos, frente a los morales, regularían La conexión entre «derecho de las sombras>w«ley
todas aquellas situaciones en las cuales la presencia física manifiesta» 'con la dicotomía Etica/M0tal no es, sin duda,
del cuerpo propio o del prójimo fuera condítz'0 sine qua inmediatamente evidente, pero es de todo punto efecti
72072 de la conducta. Así, ciertas instituciones, como la fa va. Porque la familia y el Estado son, en realidad, dos
milia, o ciertas relaciones, como la amistad (el círculo de instituciones particulares con las que Hegel, erigiéndolas
los amigos, el jardín epicúreo, etc.) que exigen la coha— en paradigmas, ha ejemplificado la existencia de estruc
bitación, o al menos, la convivencia y el trato íntimo turas normativas de universal generalidad que envuelven,
estarían presididas por normas éticas. Observa G. Bueno a título de casos, las normas del grupo familiar y las de la
que en la Etz'az a Nz'rámaco la familia —505tenida por rela— comunidad política. Dichas estructuras normativas se
ciones de filía (que son esencialmente asimétricas, por— contraponen mutuamente en la consideración o no,
que atienden a la peculiaridad personal de cada compo como término relevante en el ámbito “de la conducta, del
nente del grupo) es reconocida como" una estructura cuerpo humano individual. La primera de estas dos lega—
ética. En cambio, el Estado —«fundado en relaciones de lidades -llámese '«Etica» o «Ley familiar»— atendería a
igualdad, aritmética o geométrica y sostenido por la jus las necesidades de la corporeidad y tendría, asimismo,
ticia» (24)—- s'ería, reinterpretando a “Aristóteles, una rea presentes las pasiones que configuran la conducta del
lidad de tipo moral. " sujeto. Las razones del corazón, la voz subterránea de la
sangre y las exigencias de la sensibilidad cumplirían,
Lo más interesante, sin embargo, con relación a esa aquí, un cometido primordial, cometido que, con toda
duplicidad axiomática, tal y como Bueno la analiza, resi justeza, habría subrayado el epicureísmo. El otro plan
de en el conflicto dialéctico de valores y contravalores teamiento —el que Bueno llama «Moral»- tendería, en
que enfrentarían—estos dos diferentes órdenes, por lo cambio, a considerar el p:zt190.r como un epifenómeno,
demás mutuamente entrelazados. Así -dice Bueno
como una realidad apariencial e insignificante que se re—
(25)- la sinceridad constituiría una virtud ética, la men suelve, en realidad, en Otras líneas de actuación supra
tira una -virtucl política; la justicia, un valor de tipo
individuales y suprasubjetivas. El Estoicismo se habría
moral; el afectó o la piedad (que tienen poco que ver instalado en la perspectiva de las estructuras morales o,
con la justicia) valores de tipo ético. «El conflicto dialéc
en la acepción hegeliana, en la perspectiva del «Espíritu
tico entre el Orden ético y el órden político -observa Objetivo». No se hace, pues, difícil advertir que la duali—
G. Bueno- se produce en el contexto de la symploké:
dad Ética/Moral puede absorber, en gran parte, el conte
el sacrificio del hijo en aras de la Patria es el paradigma
del conflicto entre ética y moral. En un cierto esmdio de
nido de la distinción de Hegel.
desarrollo hi5tórico, las estructuras éticas sólo son posi—
bles gracias a las estructuras políticas,.y en el seno de
ellas (el llamado «derecho de familia» según el cual la 3. Principio del placer y principio de la realidad
familia aparece como una institución de derecho públi—
co), así como las estructuras políticas sólo son posibles
gracias a las estructuras éticas (existe la tendencia a defi
Las consideraciones precedentes nos interesan, sin
embargo y ante todo, en la medida en que parece posi
nir el Estado como una «gran familia» cuyos individuos
ble encontrar algún tipo de relación entre las dualidades
están vinculados por la caridad, o por el amor —_concep
tos éticos o ético-religiosos— bajo un padre común)»(26).
mencionadas y otros conceptos psicoanalíticos afines.
Pues bien, aquél de los aspectos de la teoría freudiana
‘ que mejor puede ser conectado con las dicotomías hasta
La symploké entre el orden ético y el orden moral
aquí expuestas es la di3tinción, por Freud, de dos gran
ha sido expresamente vinculada por G. Bueno con la
_ des imperativos o axiomas prácticos que regularían la
oposición hegeliana entre «Espíritu subjetivo» y «Espíri—
conducta del sujeto psicológico: el principio del placer y
tu Objetivo» y, también, con la oposición estoicismo/
el principio de la realidad.
epicureísmo (Bueno afirma que el epicureísmo es una
filosofía ética, frente al estoicismo, al que concibe como
El primero de ellos, tal y como Freud lo concibe, es '
una filosofía política o moral (27). Pero sería convenien
el resultado de las pulsiones instintivas y se manifiesta de
te establecer, además, la conexión entre, de un lado,
forma general como una apremiante tendencia hacia la
Ética/Moral y, de otro, la distinción hegeliana «derecho
felicidad y como una compulsión al goce inmediato y
de las sombras»/«ley manifiesta». [La dic0tomía entre
absoluto. El segundo es un transformado del primero a
Éticidad_(ízjttlíqbáejï) y Moralidád (M0r41ít41), también.
consecuencia, especialmente, de la presión del mundo
presente en la Fenomenología del Espíritu pasa por otras
\e'xterior y, sobre todo, del medio social, Orienta, tam
_ líneas diferentes (28)] bién, la conducta a la búsqueda del goce, pero por vías
indirectas, con rodeos, con ardides, y para ello se vale de
una transformación y reorganización de los instintos y de
(24 ) Ibid., p, 560 los valores a ellos asociados. ‘
(25 ) Ibid.
El principio del placer pertenece al ámbito de lo
(26 ) lbid.
subjetivo; el principio de la realidad depende, en cam—
(27 ) Ibid. bio, de otras entidades que son externas, transubjetivas,
(28) Las relaciones entre Sttlit/¿keit y Moralítzït son explicadas por Hegel en la Filosofía del sociales. Ambos se conciben psicológicamente, i.e., des
Espíritu (tr.: E. Barriobero y Herran. Buenos Aires, Claridad 1969). Las Sttlichkeit sintetiza,
dentro del Espíritu Objetivo, el derecha formal abstracto de la persona, (que Hegel determina de la órbita privada de la economía libidinal del indivi
en el derecho de propiedad) y el deb¿>r (la Moralidad), en cuanto contradistinto del derecho
Hegel concibe la Sttlichkeit como la virtud que «encuentra su realidad en el espíritu del dúo. Será éste, en definitiva, quien, de acuerdo con sus
pueblo» (Ibid. p. 436) y se encarna en la cosmmbre, desplegándose en instituciones como la cálculos de placer y dolor, efectúe, en cada caso, la elec
familia, la sociedad civil y el Estado. Así pues, esra distinción hegeliana no parece establecerse
por las mismas líneas divisorias que las divisiones que comentamos. ción de someterse a uno o a otro principios. No obstan

‘46 EL BASILISCO
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te, el principio de la realidad no puede explicarse tan hacia el Nirvana (hacia ése hipotético paraíso perdido del
sólo como resultado de esa economía libidinal subjetiva. reposo inorgánico, no turbado todavía por pulsión algu
Para dar cuenta de dicho principio Freud ha apelado, de na) inaugurarían una actividad encaminada a acallar los
hecho, a factores extrapsicológicos y suprasubjetivos: a la deseos. El efecto inopinado de esa actividad sería, sin
sociedad y a la cultura como organizaciones objetivas y embargo, la Cultura, esa ingente tarea que los individuos
desligadas (o incluso contrarias y antagónicas) de la feli emprenden con la vana ilusión de ver en ella aplacadas
cidad individual. sus necesidades y que resulta ser, a la postre, un gran
aparato coercitivo que sólo progresa a costa de una cada
En una primera aproximación parecería, pues,v posi vez más implacable represión de la vida instintiva. Sería
ble señalar una cierta correspondencia entre el principio difícil no descubrir, en esras concepciones, la huella
de la realidad, por una parte, y, por otra, los principios hegeliana. Porque Hegel, como se sabe, puso también el
morales (o, en la terminología hegeliana, el «Espíritu motor de la Historia y de la Cultura en el pathos psico—
Objetivo», la «Ley humana» etc.). Más difícil es, en lógico y supo situarse en un plano de consideración des
cambio, apreciar los vínculos del principio del placer con de el cual las pasiones particulares obran también ey
los principios éticos (o con el «Espíritu subjetivo»). Es burlando con astucia al que las sufre- en provecho de la
cierto que la caracterización por Freud del principio del comunidad, del Estado y de la Idea, en donde el Espíritu
placer como una aspiración general e incoercible a la encuentra su realización.
felicidad coincide con el propio fin que tanto Aristóteles
como los estoicos y' epicúreos confirieron a la Etica. Pero . «el movimiento de la ley humana y de la ley divi
esa coincidencia es, a pesar de todo, demasiado vaga, na tiene la expresión de su necesidad en individuos en
principalmente porque Freud, al margen de cualquier quienes lo universal aparece como un [mt/705 y la activi
consideración moral, ha definido el principio del placer dad del movimiento como un obrar individual que da la
como algo puramente biológico e instintivo. La Erica apariencia de lo contingente a la necesidad de dicho mo
clásica se relacionaría, entonces, al parecer, mejor con el vimiento» (51).
principio de la realidad, que no supone ninguna renuncia
al goce, antes conlleva siempre una aspiración a él, pero En este sentido no pueden olvidarse las considera—
bajo cuyos auspicios la compulsión incondicional al pla ciones que en sus Lecciones de Filosofía de la I—1ístorz'a hacía
cer se ha transformado en evitación del sufrimiento y en Hegel en torno al héroe y al juego de las pasiones en el
donde se propician ciertos sabios rodeos para alcanzar escenario de la Historia universal:
indirectamente y con demoras, el objeto de la apetencia.
«Los grandes hombres de la historia son aquellos
Deberá tenerse en cuenta, no obstante, que el prin— cuyos fines particulares encierran lo substancial, que es
cipio de la realidad es, en sí mismo, vacío y que carece la voluntad del Espíritu del mundo» (52).
de contenido cuando se lo contempla aisladamente y al
margen del principio del placer. Freud no reconoce otro En estos hombres obran'el propio interés, la ambi
móvil a la conducta que la búsqueda de la satisfacción. ción, el deseo de poder y otras pasiones no menos sub
Eros y Tanatos —esas dos fuerzas antagónicas en que se jetivas. Pero... ‘
desdobla la vida_ instintiva— sólo son dos manifestaciones
del Nirvana (29), i.e., de esa querencia insaciable por la «... debe llamárseles héroes en tanto que sacan sus
quietud, por el reposo absoluto, no perturbado por nin
fines y su vocación, no simplemente del tranquilo y or
guna necesidad. Pero el Nirvana se confunde con el pro denado transcurso de las cosas, consagrado por el siste
pio principio del placer, pues el placer no es otra cosa
ma que las mantiene estables, sino de un manantial cuyo
que la ausencia de necesidad o deseo. contenido es recóndito y no ha brotado hasta una exis
tencia actual; del Espíritu interior, que es todavía subte
Se da, entonces, la circunstancia de que entre el rráneo, y que aldabonea al mundo exterior como una
principio del placer y el principio de la realidad existe máscara y la hace estallar, porque él es otra almendra
una dialéctica enteramente análoga a la que Hegel ha
que la de esa cáscara» (35).
descrito para el juego de las pasiones en el reino de la
eticidad, ya que tampoco la eticidad es, para Hegel, nada Esa visión hegeliana del reino de las pasiones como
al margen del juego de las pasiones. En el Psicoanálisis una cáscara, como una pura apariencia cuya realidad que
se trata de una dialécrica cuyo acicate es la vida pulsional da rota y arrumbada por la eclosión de otra realidad más
y cuyo paradójico resultado es, precisamente, la cultura potente y ajena a la subjetividad está, también, contenida
con todas sus manifestaciones espirituales. En la Feno en la Fenamenologúz del Espíritu. Podríamos decir que el
menología del Espíritu, o en la Filosofía de la Historia apartado de la Sítt/z'c/7éez't se encamina, primordialmente,
,hegelianas los protagonistas de esa dialéctica son los indi a ofrecer una crítica del pathos, no para negarlo o anate
viduos, movidos por sus designios particulares y por la matízarlo sino, por el contrario, para redimirlo en el
fuerza de sus pasiones; el resultado es la tranquila quie— marco de sus efectos y de la legalidad en que su obrar se
tud del mundo ético «cuya pureza no mancha ninguna inscribe. Porque los dictados de la pasión están siempre,
escisión» según Hegel, más allá de la pasión, aunque se alimentan
de ella.
Según la teoría freudiana, los instintos, presididos
por el principio del placer e impulsados retroactivamente
(29 )Cf. Marcuse, H.: Erwiy Civilizario’n. Tr.: Juan.García Ponce. México: Joaquín Mortiz (3l ) lbid., pp. 280-281

l965. Cap. ll, (32 ) Hegel: Fílorofúz de la: Historia. Tr.: José M“ Quintana Barcelona, Zeuz 1970. p. 57.

(30 ) Hegel: Fenomenologü del E;pr’rílu, op, cít. en (10), p, 272. (33 ) Ibid.

EL BASILISCO 47
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

La perspectiva hegeliana según la cual las pasiones triunfo de la Idea. Por eso mismo, tanto la «petulancia
de órbita particular encuentran su justificación en el de la juventud» como la severidad estólida del anciano,
desarrollo del Espíritu universal ha permitido a Hegel, «muerta ya para el placer y el goce» (58), quedan a los
por cierto, configurar una Antígona algo diferente a la ojos de Hegel, igualmente redimidas. Ambas obedece
dela semblanza de Sófocles. En efecto: de hacer caso a rían, sin saberlo, al dictado de leyes que transcienden los
Rodríguez Adrados, la tragedia clásica y, de modo espe fines privados y ambas conducirían a una situación —no
cífico, la tragedia sofóclea, contendría una crítica, e in— prevista por los sujetos particulares, pero sí por el desig
cluso una condena del pathos individual (del Pat/905 herói— nio del Espíritu- donde la justicia se restablece:
co) elaborada desde los nuevos ideales democráticos de
la ciudad. Al igual que observaba ya Aristóteles en la «... la justicia no es una esencia extraña, que se halle
Poética (34) observa también Rodríguez Adrados que los en el más allá, ni la realidad, indigna de ella, de mutuos
personajes de la tragedia son siempre héroes de la leyen— ardides,— traiciones, ingratitudes, etc., que a la manera de
da y de la vida, es decir, hombres insignes que se ofre« lo contingente carente de pensamiento ejecutara la sen
cen al 'especmdor ordinario con un aura de dignidad y r, tencia como una conexión al margen de todo concepto y
excelsrtud. Pues bien, R. Adrados ha queridoflver en esa una acción o una omisión inconsciente; no, sino que
superioridad del héroe trágico, en su carácter noble y como justicia del derecho humano, que reduce a lo uni
teñido de majestad, la causa misma de las desgracias que versal el ser para sí que se sale de su equilibrio (...) es el
la acción dramática le concita: g'obierno del pueblo, que es la individualidad presente
ante sí de la esencia universal y la voluntad propia y
«... La falta del héroe no es un añadido maligno a su, autoconsciente de todos. Pero la justicia que reduce de
carácter elevado, sino que nace precisamente de su pro nuevo a equilibrio a lo universal, cuando se hace dema
pia elevacrón y grandeza, de su propia autoafirmación y siado prepotente sobre lo singular, es asimismo el espíri
su propia fuerza» (55). — tu simple de lo que ha sufrido el desafuero (...) ello mis—
mo es la potencia subterránea, y es su Erinia la que se
Adrados descubre en la tragedia una crítica a los encarga de la venganza; pues su individualidad, su san—
ideales heroicos por parte del ciudadano de la polis y gre, pervive en la casa.
cree poder ver reflejado en las obras, tanto de Sófocles
como de Esquilo, un recelo político-religioso contra esa (...) El reino ético es, así, en su subsistir, un mundo
desmesura que engendra la lay/mk y contra aquel antiguo 'inmaculado cuya pureza no mancha ninguna escisión. Y
ideal aristocrático frente al cual se alza, desde la Atenas asimismo, su movimiento es un devenir quieto de una de
democrática, el nuevo valor de la JOP/77’053/726 (56). las potencias de él en la otra, de tal manera que cada una
de ellas mantiene y produce por sí misma la otra» (59).
En Hegel, ciertamente, no se percibe semejante
recelo en contra de la nobleza heroica. Sin dejar de Freud, a diferencia de Hegel, y mucho menos opti
reconocer que la pasión hace al héroe tanto más expues mista en sus concepciones (más cercanas, como se ha
to al sufrimiento cuanto más elevados son los fines por dicho a veces, a las de Schopenhauer) entendería el
los que combate, Hegel se inclina, más bien, a entender holocausto de los instintos individuales en aras de la Cul
ese sufrimiento como la expresión de aquellas fuerzas tur'a y de la Historia como un proceso encaminado, no a
hosriles contra la individualidad que tejen el desarrollo coronarse con el restablecimiento de la libertad o de la
general del Espíritu. Recordaremos aquí la semblanza justicia, sino más bien como un camino_ progresivo hacia
que en sus Lecciones de Fílorafzïa de la Historia hacía Tanatos, hacia la destrucción (40). No por ello dejan de
Hegel de la trayectoria del héroe cultural: ? percibirse, sin embargo, marcadas huellas de la concep
ción hegeliana de la historia en la teoría psicoanalítica.¡
«Si seguimos echando una mirada al destino de esos
individuos de la historia universal que tenían vocación de 4. Lo femenino y lo masculino como deberes /
ser los gerentes del espíritu del mundo, veremos que su *.v,-.
destino -no¡ha¿ sido nada dichoso. No gozaron del tran ” Las analogías entre la visión hegeliana y la psicoana—
quilo sosiego, sino que su vida entera fué trabajo y es lítica no se detienen, empero, ahí. Cabe, incluso, señalar
fuerzo, y toda su naturaleza consistió tan sólo en su pa— otros puntos de contacto más precisos y c'oncretos. Se
sión» (37). ‘ trata, p.e. de la proyección sobre los sexos de los papeles
morales. Como es sabido, Freud ha explicado la morali—
El par/yor, desmesurado de .S!-1.YQ, desencadenaría la dad como el resultado de un penoso aprendizaje y de
respuesta hostil, y todo exceso pagaría sudesafuero 'una renuncia a la gratificación instintiva. Tal renuncia
ellosólo ocurriría para la subjetividad, que es la\única sería un resultado diferido, pero esencial, del proceso
que entiende de dolor y placer, de vergüenza y culpa. El conocido como «complejo de Edipo». En ese proceso,
Espíritu, despiadado y providente, seguiría incólume su que se efectúa siempre dentro de la familia, corresponde
camino de ascenso y esos «penosos sacrificios» no serían, siempre a la madre un papel benigno, basado en la sensi—
en su hacer, sino otros tantos peldaños necesarios para el ‘_ bilidad y, sustentado en el principio del placer; El padre
o: patriarca asume, en cambio, un rol ajeno a lo sensible

(34 ) Aristóteles: Paéziqzze. París, Les Belles Lettres 1965 (1454 b-8-15).

(35 > R0dríg ez Adrzdos: Iltzrtrarián y Pal:?i:a en k Greq'a rla'rira. Madrid. Rev. de Occidente
1966, p. 345. (38 ) Hegel: Fenameno/agn’a del Espín'tu, Op. cit. en (10), p. 281.

(36 ) Ibid. pp. 155-164. (39) Ibid, pp. 271-272. >

(37 > Hegel: Filamfá de a Hi!!¿n'a., op. cit. en (32), p, sa. (40) Cf,, p,e. Freud: El m1e.uar en la m1mra , op. cir. en (¡1), pp. 87-88.

‘48 . EL BASILISCO -.
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

y relacionado con la normatividad supraindivid’ual. Sus respecto al rol femenino en la familia y la comunidad
amenazas, sus exigencias, sus expectativas se inspiran en civil. He aquí el texto de Freud:
el principio de la realidad.
«Las mujeres representan los intereses de la familia
Pues bien, esa misma duplicidad de papeles morales, y de la vida sexual; la obra cultural, en cambio se con
en cuanto encarnada en los sexos, es la que atraviesa, vierte cada vez más en tarea masculina, imponiendo a los
como un hilo rojo, todo el análisis hegeliano al que ante hombres dificultades crecientes y obligándoles a sublimar
riormente nos referíamos. Hegel, con una magistral pe sus instintos, sublimación para la que las mujeres están
netración en la naturaleza de las relaciones familiares, ha escasamente dotadas. Dado que el hombre no dispone
puesto de manifiesto que lo biológico tiene siempre, de energía psíquica en cantidades ilimitadas, se ve obli—
dentro de la institución familiar, un significado genuina— gado a cumplir sus tareas mediante una adecuada distri
mente ético. bución de la libido. La parte que co'nsume para fines
culturales la sustrae, sobre todo, a la mujer y a la vida
. «ambos sexos se sobreponen a su esencia natural sexual; la constante convivencia con Otros hombres y su
y se presentan en su significación ética, como diversida dependencia de las relaciones con éstos, aún llega a sus
des que dividen entre ambos las diferencias en que la traerlo de sus deberes de esposo y padre. La mujer,
substancia ética se da» (41). viéndose, así, relegada a segundo término por las exigen
cias de la cultura, adopta frente a ésta una acritud h05til»
El varón, p.e., encarna las funciones civiles y asume, (45).
en nombre de todos los miembros de la familia, las nor—
mas (morales) de la comunidad en las que encuentra, Compárese estas palabras con las de Hegel:
según Hegel, «su esencia autoconsciente» (42).
«Mientras la comunidad sólo subsiste mediante el
La mujer personifica, en cambio, según Hegel, las quebrantamiemo de la dicha familiar y la disolución en la
virtudes familiares (o «éticas») inspiradas en los dictados autoconciencia universal, se crea un enemigo interior en
de la sensibilidad y en las leyes naturales de la genera lo que oprime y que es, al mismo tiempo, esencial para
ción. ella, en la femeneidad en general. Esta femeneidad, -la
eterna ironía de la comunidad- altera por medio de la
. «Las relaciones de madre y esposa —dice Hegel— intriga el fin universal del gobierno en un fm privado,
tienen la singularidad, en parte como algo natural, perte transforma su acrividad universal en una obra de este
neciente al placer y en-parte como algo negativo, que individuo determinado e invierte la propiedad del Esta
sólo ve en ello su propia desaparición» (45). do, haciendo de ella el patrimonio y el oropel de la fami
lia»
Obedeciendo a la inclinación biológica y dejándose
guiar por la subjetividad, la mujer obra, sin embargo, Indudablemente, Freud ha desarrollado sus tesis en
éticamente y sus acciones en el seno de la familia son la términos puramente psicológicos, mas, si se les reinter
manifestación de un deber y no sólo el resultado de la preta a la luz de las Ideas hegelianas, dichas tesis adquie
pasión o de la apetencia. Por eso —dice Hegel-: ren profundidad y vigor. Los episodios familiares que el
Psicoanálisis describe se configuran, entonces, en una
«En la morada de la eticidad no se trata de este dimensión ontológica, y las conductas adquieren una sig—
marido o de este hijo, sino de un marido o de los bíjos en nificación moral. El comportamiento femenino, p.e.,
general, y estas relaciones de la mujer no se basan en la tomado en sus aspectos más genéricos, deja de aparecer
sensación, sino en lo universal» (44).
(44 ) Ibid.
Esta concepción hegeliana de los papeles sexuales en Por cierto que estas palabras de Hegel redimen a la Antígona de Sófocles de una acusación
la vida ética de la familia coincide con la de Freud que, contra uno de sus parlamentos, formuló Goethe. Me refiero a las palabras vertidas por
éste en su conversación con Eckermann el Miércoles 21 de Marzo de 1827 (P13. ‘1330-1 331) en
mucho más de lo que pudiera creerse. También Freud ha las que dice haber encontrado «una mácula» en el texto sofocleo:
atribuido al varón las virtudes civiles y políticas, que en «Es aquél en que la hermana, que en el curso de la obra adujo las más plausíbles razones para
trarían muchas veces en conflicto con el círculo familiar. justificar su conducta, poniendo de manifiesro la nobleza de su alma pura, sale, a última hora,
cuando ya va a morir, alegando un motivo incongruente y que hasta frisa en lo cómico. Dice
La mujer, en cambio, permanecería -en el concepto de Antígona en ese paso que lo que ha hecho por su hermano no lo habría hecho por un hijo
suyo, si fuera madre, ni por su marido, de ser casada. “Pues -añade- si se me hubiera muerto
Freud— en el centro de la vida afectiva de la familia, y un marido, me habría buscado otro, y si se me hubiera muerto un hijo, ya habría tenido otro
sus intereses no coincidirían con los fines de la vida cul de mi marido. Mientras que en el caso de mi hermano, no queda ese recurso. No puedo tener
otro hermano, porque habiéndose muerto mis padres, nadie hay que me lo pueda engendrar".
tural (porque ésta se sustentaría en una renuncia cons Tal es, por lo menos, el sentido escueto de ese paso que, puesto en boca de una heroína que
se está muriendo, destruye el ambiente trágico y a mi me parece, además, harto alambicado y
tante a los impulsos biológicos e instintivos), sino con los de puro artificio dialéctico» (pp. 1530-l55l>.
fines naturales de la reproducción. Hegel, ante el mismo pasaje de la tragedia de Sófocles no se extrañó ni escandalizó, antes bien,
supo leer en sus líneas el reconocimiento de una verdad: la de que la mujer, en los papeles de
esposa y madre, asume la función de un deber universal que no la obliga, sin embargo, en
Resulta, en este sentido, ilustrativo comparar dos cuanto hermana. En calidad de hermana. la joven posee su individualidad de modo íntegro,
como la posee, también, el hermano varón. Ia relación con el marido y con los hijos exige, en
textos: uno de Freud, perteneciente a «El Malestar en la cambio, una cierta renuncia a su libre individualidad, porque, como dice Hegel: «en tanto en
ese comportamiento de la mujer se mezcla la singularidad su eticidad no es pura (Fenommo/ogz’a
Cultura» y otro de la Fenomenologz’a hegeliana, en los p, 269). De ahí que la joven que, ajena a toda determinación, se compara con el hermano,
cuales se expresa una gran similitud de concepciones, aprecie en él ese equilibrio de la fraternidad (esa «relación exenta de apetcncia») que los equi
para. (Adviértase que Hegel está constatando una realidad de hecho: las funciones femeninas
tal y como esrán dadas en la propia realidad social de su tiempo, que no es, por lo demás, muy
diferente de la nuestra. Pero Hegel, en todo caso, no incorpora —ni tendría por qué incorpo
(41 ) Hegel: Fen0mmalogt‘a del Espíritu, op. cit., en (10), p, 270. rar- ninguna reivindicación feminista).

(42 ) Ibid. (45 ) Freud: El malarrar en la fl.(llkfd (op. cit. en (l), P. 461

(43 ) Ibid. p. 269. (46) Hegel: Frnamenalogú del Esju-‘rí!tz (op. cit. en (10), p. 281).

EL BASILISCO 49
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

como el simple resultado de condicionamientos biológi formalmente considerado, una afirmación de la voluntad
cos, psíquicos (la incapacidad para la sublimación, etc.) o de obrar y, por lo tanto, un acto de rebeldía. La esencia
incluso sociológicos y se perfila con la dignidad de un de todo pecado radica pues, en lo que tiene de autoafir
deber ético. Y lo mismo ocurre con el comportamiento mación de la conciencia (47) y en lo que conlleva de
del varón. Su entrega a la obra cultural, más que resul actividad autónoma, de decisión, de determinación
tado de su preeminencia física o intelecdva, se explicaría
como resultado de las exigencias del «Espíritu objetivo» . «La autoconciencia -dice Hegel- se convierte por
así como de la propia diversidad de papeles que la etici la acción' en culpa. Pues la culpa es su 0bmr y el obrar su
dad exige en el seno de una comunidad compleja. esencia más propia (...); sólo es inocente el no obrar,
como el ser de una piedra, pero no lo es ni siquiera el
ser de un niño» (48),
5. La culpa
El obrar es, de suyo, culpable porque determina y
niega, al efectuarse, las posibilidades infinitas, antes
Cuando se aborda, desde la misma óptica de las abiertas («la decisión es en sí lo negativo» (49); porque
Ideas, el tema de la culpa, ocurre algo semejante. Se di— es, en suma, finito». (Como diría más tarde. Kierkeggard,
ría quelos diferentes hitos que jalonan el delito primiti el pecado es una negación porque 'can‘cela ese abismo
vo, tal y como Freud lo ha descrito (el asesinato del abierto de posibilidades que configuran el espectro de la
padre, la abolición transitoria del tabú del incesto, la lu angusria (50).
cha fratricida entre los hermanos, la reinstauración de las
normas paternas y el nacimiento consiguiente de las pri La formulación metafísica que ha dado Hegel a estos
meras normas jurídico-sociales) han sido recorridos por planteamientos enmascara, en parte, su significación: la
Hegel en la Fenomenologz’a desde una perspectiva genui actuación y el obrar serían, según ello, culpables porque '
namente ontológica, si bien no de un modo lineal (histó rompen la quietud del ser, destruyen la perfecta inmovi—
rico o de historia ficción, como ocurre en el psicoanáli lidad de la esencia e introducen en ella el cambio y el
sis) sino separadamente, y a través del examen de varios devenir;
paradigmas trágicos diferentes.
«Lo que obra no puede negar el crimen y su culpa:
Hegel ha contemplado, en efeao, el crimen de el hecho consiste en poner en movimiento lo inmóvil, en
Edipo -en su doble versión de asesinato y de incesro-, hacer que brote lo que de momento se halla encerrado
pero ha considerado también, a propósito de la rivalidad solamente en la posibilidad» (51)
entre Eteocles y Polinice, el delito de la guerra fratricida,
y ha abordado, además, el tema del delito cultural, to
mando como pretexto la desobediencia de Antígona. Pero cuando se considera que el propio Freud ha
presentado la vida como una especie de infracción contra
A‘traVés del análisis de esas infracciones, Hegel el reposo inorgáníco, la ha caracterizado como un acci—
plantea tres importantes problemas con relación a la dente que vino a perturbar la quietud de lo inerte, y ha
culpa; el de su naturaleza, i.e., el de la esencia del mal llegado a subprdinar a ello el propio _II_IQÍÉSLQ_LLIJ_lIÍQLQL_LQ.
frente al bien moral; el de la responsabilidad en el delito infelicidad del hombre y la quiebra de su vida instintiva,
—cuestión que se relaciona con la del destino, así como los planteamientos hegeliños adquieren, cuanto menos,
con el tema del incopsciente— y, por fin, el de las duali una significación actual. '
dades deben placer, o bien, felicidad/Virtud. Sólo exami
naremos la primera de estas cuestiones. La culpa no es, sin embargo, ante la mirada hegelia
na, algo puramente negativo. Hegel -como también
El tema de la naturaleza de la culpa lo enfoca Hegel Kierkegaard, Nietzsche y el propio Freud* han subraya—
desde presupuestos sumamente abstractos, que selali do en la culpa la positividad de la acción, en cuanto que
nean dentro de una tradición en la que el pecado se in— emana de una conciencia que se autofirma obrando. De
terpreta, de un lado, como algo negativo, es decir, como ahí que el pecado, aunque conlleve la pérdida de la ino
una perturbación, como una limitación y, de otro, como cencia y acarree el advenimiento del castigo, sea, con
algo positivo, i.e., corno una afirmación de la libertad todo, la condición misma de la individualidad humana
¡humana y del obrar consciente. Ambos aspectos de la
culpa fueron ya entrevistos por la tradición cristiana y (47 ) También para Hólderlin el delito trágico tiene el sentido de un acto blasfemo, por cuanto
que supone la reivindicación de la libertad del alma y la defensa de la independencia espiritual
escolásrica, de la que Hegel es, ciertamente, deudor. humana frente a la voluntad de los dioses. Así, en sus «Notas sobre Antígona» dice Hólderlín:
Pero el tratamiento que estas cuestiones recibirá en la «Sin duda el más alto rasgo de Antígona. La. blasfemia sublime, en cuanto que la sagrada locura
Fenomenomenologzïz del Espíritu transformará los postula— es la más alta presencia del hombre y es aquí más alma que lenguaje, excede a todas las demás
manifestaciones de ella; y es también necesario hablar así de la belleza, en superlativo, porque
dos’teológicos que las presidían en otros nuevos que la actitud, entre otras cosas, reposa también en lo superlativo del espíritu humano y de la vír
tuosidad heróica.
anuncian claramente el humanismo existencialista de
Kierkegaard y el Psicoanálisis freudiano. Es un gran recurso del alma que tmbaja en secreto el que, al punto de la más alta conciencia,
rehuya la conciencia y, antes de que el dios presente se apodere efectivamente del alma, ella le
haga frente con palabra audaz, a menudo incluso blasfema. y así mantenga la sagrada posibili—
dad viviente del espíritu» (Hólderlin: Ensayos. op. cit. en (4), p. 146).
Hegel ha dado al tema de la naturaleza de la culpa
un alcance absolutamente general. Sea cual fuere el con (48 ) Hegel: Fenomenalogt’a de'l Erpú-ím, op. cit. en (10), p. 276

tenido de la infracción —la desobediencia a las leyes del (49) Ibid., p. 277
gobernante, el atentado contra la propiedad familiar, la (50) Cf. Kierkegaard. S.: El :orzceplo de la Angustia. '1't.: Demetrio G. Riber0. Madrid, Guada
lucha a muerte de los hermanos o, el asesinato del padre rrama, 1965. PP. 122-123.

y el incesro- el delito supone siempre, para Hegel, y (51 ) Hegel: Fenomenologfa del Erpíritu., op. cit. en (10), p, 277

50 EL BASILISCO
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pues, como dice Kierkegaard: «el concepto de pecado y Cualquiera que haya sido, sin embargo, el contenido
de culpa pone cabalmente al individuo en cuanto indivi preciso conferido a ese delito primitivo, lo cierto es que
duo» (52). los tres autores citados convienen, de un modo u otro,
en situar en él el nacimiento de la cultura y de la Histo
Así, p.e., Freud ha subordinado, en la ontogénesis, ria. El que la infracción haya consistido en un asesinato
la constitución del super-ego o yo-ideal, fuente de la colectivo (Freud), en la pérdida de la inocencia moral
individualidad espiritual, a la superación ordinaria del (Kierkegaard) o en el acto de sustraer los cadáveres al
complejo de Edipo y, por consiguiente, a la adquisición olvido natural (Hegel) es un dato secundario; lo que
del sentimiento de culpa. Hegel, a su vez, ha presentado priva e importa es la forma misma de ese delito (la deso
la desobediencia de Antígona como una reivindicación bediencia sacrílega), así como sus consecuencias genera
de la individualidad espiritual en la persona del hermano les, a saber: la configuración del individuo como con
muerto: . ciencia independiente frente a la autoridad (la autoridad
divina, la del padre de la horda o la del gobernante) y la
«La consanguinidad viene, pues, a completar el mo necesidad de enfrentarse,,a partir de ese momento, con
vimiento natural abStraCto añadiendo a él el movimiento la penosa tarea de la construcción cultural, y de la libre
de la conciencia, interrumpiendo la obra de la naturaleza elección de valores.
y arrancando de la destrucción a los consanguineos o,
mejor, porque la destrucción, su convertirse en ser puro, Por supuesto que la virtualidad de estas interpreta
es necesario, es por lo que asume el acto de la destruc— ciones (tan mitológicas, por cierto, como el propio mito
ción. De este modo acaece que también el ser muerto, el judeo-cristiano en que se inspiran) no radica en su capa
ser universal, devenga 'algo que ha retomado a sí mismo, cidad explicativa (en lo que se refiere, p.e., a la historia
un ser Para tz} o que la pura singularidad, carente de del género humano). Su interés descansa, sobre todo, en
fuerza, sea elevada a individualidad universal» (5 5). haber sabido afrontar el destino del hombre como si se
tratara del de un héroe trágico —Edipo, Antígona, etc.
Y Kierkegaard reconocerá, todavía más expresamen cuyo delito se inscribe en la necesidad. Pero esa necesi
te, que la culpa y el delito son la condición“ de la vida de dad no es, ahora, la voluntad incomprensible de los
la conciencia: dioses, sino la propia opacidad de la conciencia humana,
la inconmensurabilidad entre el saber y el no saber (57)
«La culpa tiene a los ojos del espíritu ese poder de o la coincidencia entre el deber y la pasión (58).
encanramiento que es tan característico de la mirada de
la serpiente. En este punto está la verdad parcial de la «Al abolir la fatalidad antigua -dice J.M. Dome
concepción de los carpocracianos, según los cuales sólo nach— al invertir, en cierto modo, las posiciones recípro
se alcanza la perfección a través del pecado» (54). cas del hombre y de Dios, el cristianismo hubiese anula—
do lo trágico si éste hubiese tenido como única dimen—
Naturalmente, estas concepciones de la culpa no se sión el duelo entre los héroes de la tierra y las potencias
refieren exclusivamente al delito del individuo, sino tam del cielo. Ahora bien, las fatalidades resurgen de la
bién y sobre todo al mitológico delito de la humanidad: acción humana (...). Toda acción, todo proyecto ratifica
al pecado original. Es cierto que cada uno de los tres un valor; la libre elección no se encuentra nunca entre
autores citados ofrece una versión diferente del conteni las posibilidades neutras o cerradas, sino que incluye una
do posible de aquella infracción primitiva. Kierkegaard visión del hombre, una opción para la humanidad (...).
se limita a aludir a esa misteriosa distinción entre el bien Lo trágico nace debido a que la reconciliación del héroe
y el mal que surgió —-tal y como relata la Biblia- tras con su pasión, su carácter, su nacimiento —su muerte- o
probar el fruto del árbol prohibido. «Ninguna ciencia incluso su felicidad, se paga con un transtorno en el cielo
puede explicar cómo sucedió tal cosa» “dice— (55). o en la tierra, con un desorden a menudo superior al
orden que acaba de establecerse (...). El héroe trágico,
Freud -como observa Marcuse (56)* «no nos lleva impulsado o no por los dioses, nos revela, en cuanto
a la imagen de un paraíso que el hombre ha perdido por artzía, esa incompatibilidad originaria entre los valores,
su pecado contra Dios, sino a la dominación del hombre tanto más claramente cuanto que es hombre de un obje
por el hombre establecida por un padre déspota y terre tivo único y se identifica con una pasión exclusiva. Esa er
nal y perpetuada por la fracasada e incompleta rebelión la feroz [ey de la acción humana, Puesta al desnudo por la
contra él. El «pecado original» fué contra el hombre». tragedzla» (59)
Y, por su parte, Hegel, aunque no se refiere sino tácita
mente a ese pecado legendario, parece significarlo con el
delito de Antígona, puesto que ese delito consiste en el
culto a los muertos, rito que tantas veces se ha aducido
como criterio de tránsito desde la vida animal o el salva—
jismo a la vida civilizada.

(52 ) Kicrkegaard: EI z‘am‘epl’0 de la Angustia. op. cit. en (50), p. l84.

(53 ) Hegel. Fermmerm/agéx del—Espíritu, op. cit. en (l0). p. 266.


(57 ) Cf. Hegel. Frnamwwlogá¿ ¡leí E,\¡7írátu, op. cit. en \ll)), p. 42'.
(54 ) Kicrkegaard: E/cam‘epr0 de la Arrgmiia. op, Cl[, en (50), p. 193.
(58) lbid., pp. 2_' ‘>-2—"Í.
(55) Ibid. p, M7.
(59 )_Ie;m Marie Domenach: [5/ rrlm'mz ¡le /0 Im'g¡m. Tr.: R Gil Novulus, Bnrrc-lonn. Península.
(56 ) Marcuse, H: Em j rirílizarián. op, tir. en (29), p. "5. 1969.

EL BASILISCO 51
¡y
EL BASILISCO, número 1, o-abril1978, www.fgbueno.es

ARTÍCULOS

EL NIITO DE LA
NEUTRALIDAD'
DE LA CIENCIA, ‘
LA RESPONSABILIDAD DEL
CIENTIFICO Y ICO"
MIGUEL A. QUINTANILLA
Salamanca

l problema de la responsabilidad moral de to y control de la realidad, por una parte, y los princi—
‘_ ‘¡l.9 ' *:7‘ los científicos ha ido adquiriendo una im pios morales (y políticos) que deben guiarnos en
portancia extraordinaria y creciente desde nuestras actuaciones, por otra. En consecuencia se hace
la segunda guerra mundial hasta nuestros necesaria una especie de reforma moral (y una nueva po
días. El fenómeno tiene quizá sus oríge lítica) para los tiempos nuevos. Quizá tanto este diagnós
nes en la traumática experiencia que toda tico de la situación, como la terapia que se propone
una generación; de científicos tuvo que sufrir con motivo sigan siendo válidos todavía en lo fundamental; pero, en
de su intervención en la creación de armamento. A par— todo casó, ambos resultan extremadamente imprecisos y
tir de entonces, el desarrollo industrial acelerado, en el olvidan un dato decisivo: que la propia ciencia constituye
que la ciencia ha intervenido de forma planificada y di una parte importante de esa misma cultura que se quiere
recra, ha servido para poner de relieve, cada vez más cla— reformar en sus aspectos morales o políticos. La situa—
ramente, tanto el carácter global e inevitable que tiene la ción no mejora cuando el análisis de la crisis moral de
influencia de la ciencia sobre la sociedad, como el paula— nu_estra civilización «científica» se hace utilizando'las ca—
tino cambio de naturaleza que la investigación científica tegorías del materialismo histórico en términos de
y técnica ha ido experimentando como resultado de su desfase o contradicción entre fuerzas productivas y're
intervención en el proceso productivo. Paralelamente a laciones de producción, o entre la base _y la superestruc
estas transformaciones, también el planteamiento del tura de una formación social como la nuestra. También
problema de la responsabilidad moral del científico ha aquí el planteamiento resulta excesivamente global (cf,
ido sufriendo un deplazamiento desde posiciones próxi— Bueno, 1971). Así pues, hay que ser más preciso y seña—
mas a una ética de la responsabilidad individual ante las lar aquellos aspectos de la cultura o, si se prefiere, de las
desastrosas consecuencias potenciales de la aplicación relaciones sociales que hay que revisar. Más aún, lo más
de los resultados de la ciencia, hasta las posiciones actua probable —al menos esta es mi opinión— es que previa
les de algunos sectores de comunidad científica (un mente a todo eso haya que empezar revisando la propia
ejemplo sintomático puede ser Levi-Leblod 1975) que autoconcepción de la ciencia Dicho de otra manera:
tienen más que ver con una toma de conciencia colectiva pienso que, aunque el desfase entre la moral y la ciencia
Y política sobre el carácter de la ciencia y de los científi (por atenernos al planteamiento tradicional), sea eviden
cos en el conjunto de la sociedad. ' te, no es sin embargo el más importante. El desfase fun
damental residirá, por el contrario, entre la realidad ins
Es corriente describir esta crisis moral de la ciencia titucional de la ciencia y las concepciones filosóficas que
aproximadamente en estos términos: el ritmo de creci ' sobre ella seguimos manteniendo.
miento de la ciencia y la técnica -——se dice— ha produci—
do un desfase entre nuestras capacidades de conocimien En resumen: para pasar de la investigación científi
ca a la responsabilidad moral del científico se necesita
una teoría de la investigación científica o, si se quiere ’
una filosofía de la ciencia. Mi tesis es'que, si se toma en
l:*) Leído ei’il‘a l Sïmana de Filosofía de la Ciencia, Escuela Superior de Ingenieros industria
les, Barcelona. Diciembre de 19‘6. serio la transformación que para la ciencia está suponien

52 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

do su inserción en el proceso productivo, entonces nues las exigencias morales que éstas plantean. Porotra parte,
tra revisión de los conceptos básicos de la teoría de la el científico es un ciudadano como otro cualquiera, pero
ciencia debe ir más allá de la simple rnperporz'tz'ón de cier especialmente cualificado para conocer los efectos posi
tas consideraciones morales o políticas a una epistemolo bles de la utilización de la ciencia y, en esa medida, tiene
gía que se mantiene en lo fundamental idéntica a la epis también una responsabilidad moral de informar a los de
temología tradicional de corte idealista. más y de criticar el posible mal uso que se haga de ella.
(Popper 1970).
En esta revisión el tema-de la neutralidad de la cien—
cia ocupará un lugar central, aunque, como veremos, no A diferencia de este planteamiento que llamamos
es fácil someterlo a discusión independientemente de tradicional, el de la teoría hisrórico—sociológica parte de
otros temas de la filosofía de la ciencia, concretamente, una disrinción básica diferente: no se acepta la separa—
de las ideas de autonomía y objetividad o carácter pro ción entre investigación científica y aplicación tecnológi
gresivo de ésta. ca porque se considera, con buen criterio, que en la ac—
tual sociedad industrial, ambos procesos van unidos.
Antes de seguir adelante, conviene que hagamos dos Pero el papel que cumplía en la teoría tradicional la se—
acotaciones a nuestro tema. La primera consiste en ad paración entre investigación científica y aplicación tecno
vertir que aquí nos ocupamos solamente de la pretensión lógica de la ciencia, lo pasa a desempeñar ahora una dis—
de neutralidad en sentido moral, dejando de lado otras tinción entre la realidad de la investigación científico—tet—
cuestiones que, sin embargo, están muy relacionadas con ním en rz'mírnnz considerada y la realidad de las candz'cz'o
ésta, como son las del compromiso ontológíco o axioló— ner rocíaler concretar en que aquí y ahora se halla inmersa.
gico en general de la ciencia (cf. M.A. Quintanilla A partir de aquí se establecen los siguientes principios:
1976). La segunda se refiere a que aquí prescindimos de
las modalidades que históricamente haya podido presen— l) La ciencia—técnica es en si misma un valor positi—
tar este problema, limitándonos a discutir la idea de la vo en función no sólo de su servicio al objetivo general
neutralidad de la ciencia en el contexto actual. Y aún del descubrimiento de la verdad, sino también en
dentro de este contexto, nos fijaremos solamente en dos función de que, gracias a este conocimiento verdadero
opciones que nos parecen representativas aunque, tal que la ciencia proporciona, se puede liberar a la huma
como las expondremos, no tendrán más remedio que ser nidad de sus necesidades materiales.
caricaturas de las correspondientes teorías de la ciencia.
Nos referimos a ellas con los nombres de «Teoría tradi 2) Los resultados de la ciencia son, por lo tanto,
cional» y «Teoría histórico-sociológica». La primera se también en sí mismos valiosos respecto al doble objetivo
puede considerar representada en buena medida por la general de la ciencia, pero moralmente son neutrales, es
filosofía de la ciencia de corte popperiano «ortodoxo». decir pueden de hecho utilizarse para liberar a la huma—
La segunda por los teóricos de la revolución científico nidad o para o rimirla Y esto sucederá en un sentido o
técnica en especial Bernal (1959) y Richta (1971). en otro 5egzín e contexto social en que ¡e encuentre z'nrerta la
czenczn.
Por lo que respecta a nuestro tema, una buena for—
ma de analizar la estructura de las dos opciones consiste 3) Por consiguiente la responsabilidad moral del
en poner de manifiesto la distinción fundamental sobre científico tiene también un doble componente. Por una
la que se articulan. parte debe cumplir, como en el caso anterior, con las
normas del método científico. Pero, por otra parte, debe
Pues bien, lo que llamamos teoría tradicional se arti intentar liberar a la ciencia de las constricciones que ac
cula sobre la distinción entre investigación cz'entzfiaz y tualmente sufre, debidas al sistema social al que sirve, es
np/z'mcz'0’n tecnológica de los resultados de tal invesriga— decir debe comprometerse en el cambio a una sociedad
ción. Y las tesis que le podemos atribuir son las siguien diferente en que la finalidad de la ciencia ——su servicio a
tes: las necesidades de la humanidad sin limitaciones de inte
reses particulares— pueda ser plenamente cumplida. Este
1) La investigación científica es una empresa con va— compromiso moral es ya un verdadero programa de in
lor intrínseco, cuyo objetivo es el descubrimiento de la tervención política que podría concretarse como una
verdad, para lo cual se guía por normas metodológicas alianza de los científicos con las fuerzas progresivas de la
(algunas de las cuales tiene carácter moral, como por sociedad y, en particular, con la clase obrera que es la
ejemplo la sinceridad, la actitud crítica, el respeto a la única que garantiza con su liberación la libertad de todos
tradición científica, a las opiniones adversas, etc.) que se y, por lo tanto, también de la ciencia
justifican en función de su adecuación para el objetivo
propuesto. Creo que están bastante claras las diferencias entre
una concepción y 0tra por lo que se refiere al problema
2) Los resultados de la invesrigación son, por lo de la responsabilidad moral y política de los científicos.
tanto, también valiosos respecto al objetivo general de la También hay diferencias básicas respecto al marco gene—
ciencia, pero neutrales respecto a los criterios externos ral en que se plantea el problema Lo que me interesa
de tipo moral. Por consiguiente se puede hacer un uso resaltar, sin embargo, es lo que tienen en común:
bueno o malo de ellos.
1) Respecto al problema concreto de la re5p0nsabi
5) El problema moral del científico tiene, pues, dos lidad moral existe, bajo las evidentes diferencias de plan
dimensiones: por una parte su primera obligación es ate teamiento, un aspecto común: la presencia de una doble
nerse a las normas del método científico y cumplir con dimensión en lo que podríamos llamar el código moral

EL BASILISCO 53
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

de los científicos y la ausencia de articulación suficiente rara U.CVflI' a C3.DO nuestra tarea nos centraremos en
en ambas dimensiones. Es decir, en los dos casos se e'xi dos puntos: el problema de la autonomía del desarrollo
ge, por una parte, la fidelidad al método cientzfico que es la científico, esdecir, de cómo el poder interviene en la
garantía de que se cumpla el objetivo general de la cien génesis de las teorías científicas; y el problema de la obje—
cia: descubrir la verdad; por otra parte hay un oomj>romiro tioio’nd de la ciencia, es decir, de cómo el poder intervie
deriwo’o que, en un caso, se refiere a la utilización de ne en la evaluación de las teorías o programas de investi
cada uno de los resultados de la ciencia, en el otro, de gación científica.
forma global, a la inserción de la investigación científico
técnica en su contexto social. r — Respecto al primer punto se hace necesaria una re—
visión de los esquemas de relación entre la investigación
2) Esta doble articulación del código moral de los científica y la aplicación tecnológica teniendo en cuenta
científicos es posible gracias a que en ambos casos se la inserción de la investigación en el proceso productivo.
mantiene' una idea común respecto a la ciencia (o a la
ciencia—técnica) en rz'nzisnm considerada: su carácter valio— El esquema clásico de la relación entre investigación
so tal como queda definida por una metodología que no científica y aplicación tecnológica es el siguiente: partien
se pone en cuestión y que se supone independiente de la do de un problema teórico determinado (suscitado gene—
aplicación de la_ciencia en un caso, o de su inserción en ralmente por la presencia de un acontecimiento A) se
un contexto social, en otro. intenta construir una teoría T que ponga en relación una
serie de circunstancias C con el acontecimiento A de
Estos elementos
i preocupan. En primercomunes son lossignifican
lugarpórque que realmente nos
el mante forma que éste quede explicado como resultado de aque
llas circunstancias si la teoría es verdadera.
nimiento de la descone_xión de hecho entre la moral del
científico en cuanto científico dedicado al descubrimien— La aplicación tecnológica parte, por el contrario, de
to de la verdad, y la moral del científico en cuanto ciuda— un objetivo (o acontecimiento ¿‘l) que hay que conseguir,
dano (preocupado en un caso por la utilización de la y de unas teorías ya dadas T; la tarea consiste en descu—
ciencia y, en otro, por el problema más radical de la in brir las condiciones o circunstancias C que, en virtud de
serción de ésta en una sociedad injusta). En segundo lu— ' las previsiones de las teorías T, permitirán conseguir el
gar porque ese supuesto común, que podríamos calificar ‘ objetivo A.
como Presnjmerto del valor abrolnto de la investigación cien—
tífica, sólo se puede mantener, en la teoría tradicional, Desde esta perspectiva esrá claro que, mientras el
gracias a que se considera la investigación científica co poder externo a la ciencia determina en la tecnología el
mo algo al margen de su realidad social y sus aplicacio objetivo que hay que alcanzar, en la investigación
nes tecnológicas, cosa que no nos parece realista. Y en científica pura no interviene para nada.
la segunda teoría, en la que se tiene en cuenta estos as
pectos institucionales de la ciencia, el supuesto en cues— Una primera forma de articular la investigación cien
tión sólo se puede mantener a costa de la coherencia, tífica con la aplicación tecnológica en el proceso produc—
como un residuo de una teoría de la ciencia que no ha tivo quedaría reflejada por una leve modificación de los
sido revisada con suficiente profundidad. esquemas anteriores para hacerlos compatibles con los
presupuestos de la teoría histórico-sociológica: de acuer
do con ella también la investigación científica pura en
Nuestro propósito será, pues, realizar esta revisión cuentra su objetivo (la explicación del acontecimiento
de lo que llamamos el valor absoluto de la investigación A) determinado en gran parte por poderes externos a la
científico-técnica con vistas al replantearnienro del pro ciencia (en la medida, por ejemplo, en la que se finan—
blema de la responsabilidad moral o política de los cien cian las investigaciones dedicadas a un tema determinado
tíficos de manera que podamos situar este problema en y no otras, etc.).
el núcleo mismo de la investigación científico—técnica y
no en cuestiones externas a ella Por lo demás ambos esquemas seguirían siendo váli—
dos. Concretamente la búsqueda de unas teorías u otras
Como veremos, nuestra propuesta implicará, en últi y la opción entre ellas es una empresa enteramente libre,
mo término, interiorizar en la ciencia lo que generalmen regulada tan sólo por los cánones de la objetividad y del
te se considera externo a ella. Esperamos mostrar que servicio a la verdad.
e5ta simple operación tiene repercusiones en el plantea—
miento del problema de la moral o la política de los Pues bien, precisamente este último supuesto es el
científicos . que nos parece msosrenible. Frente a él pensamos lo si
gu1ente:
El punto central de nuestra argumentación es el si
guiente: si se acepta la caracterización de la-ciencía como 1) La intervención del poder «externo» a la investi
algo inseparable de la técnica y del proceso productivo, gación científica no se limita solamente a señalar los ob—
entonces la ciencia en sí misma considerada no es neutral, jetivos de la investigación. De una u otra forma quedan
sino que implica opciones de tipo, en último término, también limitadas las posibilidades de costrucción de teo—
moral. Por consiguiente no bastará con añadir a las nor— rías a través de los más diversos mecanismos, pero fun
mas del método científico un código moral que regule * damentalmente a través de las restricciones impuestas en
las relaciones del científico con la sociedad, sino que ha— la investigación científico-técnica respecto al tipo de
brá que replantearse el propio significado de las normas condiciones C que al poder le interesa tener en cuenta y,
metodológicas teniendo en cuenta esta realidad social de a través de esto, respecto al tipo de teorías T que es po—
la ciencia. sible construir (M. A. Quintanilla 1976).

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2) Además el poder «externo» a la ciencia intervie— poderes políticos y económicos. Este postulado puede no
ne también en la evaluación de teorías o programas de parecer gratuito sise parte del supuesto previo de que la
investigación. Para explicar en qué ¡sentido esto tiene lu investigación científica está regulada exclusivamente por
gar y cuáles son sus repercusiones debemos hacer su fecundidad en cuanto a posibilidades de utilización
algunas advertencias a propósito de la caracterización tecnológica de nuestro conocimiento. En ese caso se
que en filosofía de la ciencia se hace de un programa de podría suponer, en efecto, que existen unos criterios fi
investigación. jos para medir el rendimiento de los programas de inves
tigación y que estos criterios son compartidos tanto por
La situación se puede resumir de la siguiente mane los científicos como por los detentores del poder «exter—
ra: Kuhn (1971) ha hecho hincapié en el papel que jue no» a la ciencia.
gan los «paradigmas» en la invesrigación y el desarrollo
científicos, y en el hecho de que no es posible decidir Pero, si se acepta esto último, se está echando por
racionalmente entre dos paradigmas opuestos porque son la borda uno de los puntos más atractivos de las teorías
semánticamente inconmensurables. De ahí que las revo de Kuhn: la cuestión de las diferencias en el significado
luciones científicas se expliquen por factores externos, que los diversos paradigmas confieren a las teorías que
sociológicos, aunque Kuhn se refiere fundamentalmente en ellos se desarrollan y, por lo tanto, la imposibilidad
a las relaciones sociales que se establecen en el seno de de comparar dos teorías pertenecientes a dos paradigmas
las propias comunidades científicas. Las propuestas que diferentes de acuerdo con un único patrón. Yo no creo
hace Lakatos (1975) en su metodología de los programas que las tesis de Kuhn se puedan sostener en todos sus
de invesrigación intenta, por una parte, situar el proble puntos. Por el contrario creo que es preferible plantear
ma de la evaluación de las hipótesis científicas en un ám los problemas en términos de programas de investigación
bito más amplio que el de las teorías aisladas, es decir en comparables. Pero también creo que un programa de in
el ámbito de los programas de investigación, que son vesrigación tiene sobre las teorías e hipótesis científicas
unidades complejas en las que él distingue fundamen— unos efectos similares a los de los paradigmas de Kuhn.
talmente un núcleo central, que se considera irrefutable Hace variar el significado de los términos y enunciados
(lo mismo que un paradigna), y unos principios inter de las teorías. La solución a la antinomia que de esta ma—
pretarivos que sirven para el desarrollo del programa. nera podría presentarse consiste, me parece, en ’abando—
A diferencia de. Kuhn, sin embargo, piensa que se puede nar la concepción holística del significado de los térmi
establecer criterios para evaluar un programa de investi nos científicos.
gación e incluso para optar entre un programa y otro.
Estos criterios tienen que ver con el carácter progresivo No podemos detenernos en el análisis de la teoría
o estancado de un programa. Un programa será progre— del significado que subyace a las tesis de Kuhn o Laka—
sivo si, como dice Laltatos, su desarrollo teórico anticipa tos. Nos limitaremos a proponer una alternativa inspira
el desarrollo empírico,v es decir, si permite hacer descu da en Bunge (1975). Según este autor, el significado de
brimientos no previstos fuera del programa. Si no es así, una teoría debe descomponerse en los dos elementos
el programa termina quedando estancado. Lo que el clásicos: el sentido y la referencia; pero Bunge define
científico debe hacer, por principio, es potenciar los pro— estos conceptos semánticos de forma que tanto el sentido
gramas progresivos (Lakatos, 1975). como la referencia de dos teorías son comparables y se
puede evaluar, en principio, el grado de su correspon
El propio Lakatos, sin embargo, tiene conciencia de dencia. Pues bien, si esto es así, las diferencias entre dos
que con esto no se han resuelto todos los problemas, programas de investigación pueden presentar matices
pues está claro que la decisión sobre el carácter progre muy complejos; la situación más común será probable
sivo de los programas es función del tiempo, y la meto— mente una identidad parcial tanto de sentidos como de
dología no puede proponer una norma temporal definiti referencias. Pero entonces tan inaceptable resulta la idea
va. Por eso, casi sin querer, y a modo de respuesta a de que dos programas distintos son semánticamente in—
algunas de las objecciones recibidas, Lakatos viene a conmensurables (Kuhn) como la de que las diferencias
resolver la cuestión en estos términos: a nadie se le pue semánticas entre dos programas comparables son metódi
de prohibir que se aferre a un programa estancado, de camente irrelevantes. En lugar de adoptar estas p05turas
todas las maneras la cuestión —dice él— no sería muy extremas, la comparación de teorías o programas debería
grave, pues en último término las revistas científicas de hacerse teniendo en cuenta, en primer lugar, que los cri
jarían de admitir trabajos elaborados por ese señor, y los terios para decidir entre ellos son parciales y relativos (es
poderes financieros dejarían de prestarle ayuda para de decir sirven para decidir entre partes de las teorías en
sarrollar su programa (Lakatos, 197 5). cuestión, aunque de hecho la decisión afecte al conjunto
de la teoría); en segundo lugar que la opción entre dos
teorías alternativas afecta por lo general no sólo a cues
Esta concesión es más decisiva de lo que quizá Laka— tiones metodológicas sino también a cuestiones de senti
tos pensara al hacerla, pues supone simplemente recono do. Dicho de otra manera, cuando, de acuerdo con de
cer que, también a la hora de evaluar los programas y terminado criterio, abandonamos un programa de investi
teoría científicas, los poderes «externos» tienen un papel gación no estamos, por lo general, abandonando simple
decisivo en la ciencia. El problema entonces es cómo ha mente un trasto inútil sino también la posibilidad de ver
cer compatible esta intervención del poder con la idea el mundo de una manera alternativa Más aún: si recor
de la racionalidad inherente al desarrollo científico. Para damos que en la investigación científica industrial una
ello será preciso postular como garantizada de antemano teoría no es solamente una forma de ver el mundo, sino
una comunidad de criterios de evaluación entre los pro— también un elemento que interviene en la transforma
fesionales de la investigación y los detentadores de los ción del mundo y, por lo tanto, en su configuración, en
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un determinado programa de investigación es, por lo ge


neral, rechazar la posibilidad de un mundo alternativo.

Feyerabend (1963) ha propuesto su famoso princi


pio de proliferación de teorías. Parece claro que lo que
estamos aquí apuntando tiene bastante que ver con ello.
Pero no pretendo que sea lo mismo, De Feyerabend re
cogemos algo básico: la conciencia de que la investiga—
ción científica es también una forma de dar sentido al
mundo, y de que caben, o deberían‘caber, en principio
muchos sentidos alternativos. A ello añadimos sin em
bargo un elemento que consideramos importante: dada
la vinculación de la ciencia a la producción, la configura—
ción de sentidos alternativos se traduce en la construc—
ción de mundos alternativos. Y aquí nos separarnos de
Feyerabend. Pues precisamente porquecada opción en la
ciencia supone un paso de no retorno que va a condicio—
nar los pasos siguientes, el problema de las alternativas
entre teorías no se puede reducir sólo al momento de su
propuesta y de su invención. Es preciso atender sobre La cuestión de como esta manera de entender el
todo al momento de la opción necesaria entre una u problema debe incidir en las forma concretas de compro
otra. Diríamos, para resumir, que estamos de acuerdo miso político de los científicos es algo que no podemos
con Feyerabend en la importancia de la proliferación de determinar aquí. Para hacerlo habría que tomar en cuen
alternativas, pero que el problema decisivo, una vez ta otras variables que hemos dejado de lado: concreta—
aceptado lo anterior como desideratum, sigue siendo el mente la del carácter de trabajadores asalariados que van
del control de las decisiones a favor de una u otra de las adquiriendo los científicos una vez insertos en el proceso
diversas alternativas. ‘ productivo; y muy concretamente la imposibilidad de
ejercer esa responsabilidad social de que hablaremos en
el seno de determinadas comunidades científicas. Pero
'Podemos terminar entonces con unas breves re— hay algo que puede va suponerse como de necesidad
flexiones sobre el significado que la anterior discusión urgente: que los propios trabajadores científicos se do—‘
puede tener para el tema de la neutralidad de la ciencia, ten de una organización adecuada para que puedan plan
y por consiguiente, de la responsabilidad delos científi tearse y discutirSe en su seno este tipo de problemas.
cos, Nos daríamos por satisfechos si estas palabras hubieran
servido para sugerir que el campo de actuación de seme—
jante organización de trabajadores científicos comienza
_ En primer lugar está claro que debemos renunciar al en el seno mismo de las instituciones y prácticas científi
cómodo consuelo o ilusión de que la ciencia, en sí mis cas, y que entre sus objetivos deberían ocupar un lugar
ma, tiene una autonomía y un valor garantizados pese a muy importante el autocontrol de la producción científi—
las malas aplicaciones que circunstancialmente se hagan ca, la desmitificación de la ciencia, la lucha Contra la je
de ella o pese a su inserción histórica en una sociedad
rarquización de ias comunidades científicas y contra la
injusta. Frente a esto, debemos tomar conciencia de que subsistencia en ellas de relaciones de dominación, la lu
el desarrollo científico es un proceso imparable de comm
promise con una forma determinada no sólo de ver, sino cha, en fin, por una ciencia y una tecnología diferentes.
también de organizar el mundo. Cada opción inherente a
un programa de investigación es una opción irreversible
en gran parte para el futuro. A este nivel, por lo menos,
no cabe hablar de neutralidad. Pero es muy importante,
porque, si a este nivel no se puede ser neutral, al otro
nivel, el de los resultados efectivamente obtenidos en BIBLIOGRAFIA
una investigación, la cuestión de la neutralidad y la res
Bernal, J.D. (1939), The Soria! Fumtion qfSrímre, London.
ponsabilidad, aún sin dejar de subsistir, deja de tener
una importancia fundamental. Y algo similar sucede con Bneno, (197 «Prólogo» al libro de Magalhaes Vílhegas; Dm'urm/ÍH rienllfim-térn/m y abr
tam/o; sona/ex dljmul de la Antigüedad, Madrid.
la cue5tión de la inserción de la investigación científica
Bunge, M. (1975), Treali.te on Bari:'Pbi/ora;by, vols. l y 2, Dordrecht.
en una formación social de un tipo u otro: no podemos
olvidar que, para plantearla correctamente, resulta deci— Ifeyer_abend, P.K. (1965), «HOW to be a Good Empi[icisr», en el vol. 2 de Drlauwre Semirmr
m Pb1/m‘apb] af&'iem‘e. New York, ¡963.
sivo tener en cuenta que, aunque lo que nos interese,
Kuhn, Th. S. (1971), L: e:lrm'lura de las mwlta'iwm’ ríenlz'fi'czu. México.
por ejemplo, sea llegar al socialismo, también tenemos
interés en que esta llegada no se haga en un mundo pre Iakatos, l. ([974), La bí.ilariu de [a r1'emiu }‘ .\'Ifl m‘am/rm‘zi0nm rm‘l’llfld/w. Madrid

viamente destrozado por la ciencia que se hizo bajo el Levi—Leblond, }.M. < l975), LA Mea/ag1¿v a’e m lu /Li¡m mulmz;aam’uw. Barcelona.
capitalismo. A modo de resumen: la responsabilidad del Pepper, K.R. (l‘)7()), «The Moral Rcsponsability of the Scientist» en P. Weingarther y G.
científico ante la sociedad no se juega sólo fuera de la Zecha (cds), Ifldkríiwz. Pb_yrim ¡01/1 Ella/13‘, Dordrecht 19'70. PP. 529-526.
ciencia ni al final de la investigación, se juega minuto a Quintanilla, M.A, (l‘)*(>), «El mito de la ciencia» en Dirz'¡0nuría dyj'¡lu.mf1¿/ um/Hu/Nm/mu. Sa
minuto en la elaboración y evaluación de los programas lamanca. '

de invesrigación y las teorías. ' Richta, R. ( 19' l ;, La (‘1‘lÍ/I‘Zdt'l‘áfl e); la m.'rm’ljuz¿¡. Madrid.

¡y
56 EL BASILISCO
(PH
ARTICULOS

EL «SISTEMA» ELA
TEORIA GENERAL DE LOS
. SISTEMAS
(REEXPOSICION CRITICA) PRIMERA PARTE

ALBERTO HIDALGO
Oviedo

unque el notable biólogo vienés Ludwig «estado uniforme» y de «proceso irreversible» debe atri
,, von Bertalanffy expuso originalmente el buirse a Burton en 1939 y al propio von Bertalanffy en
/\ i
‘ proyecto de construir una Teoría General
de los Sistemas (T.G.S.) -interpretable
1940 (2). A pesar de estos adelantos, la T.G.S. hubo de
esperar a que nuevas y revolucionarias disciplinas como
alternativamente como Teoría de Sistemas la Cibernética, la Teoría de los Juegos, la Teoría de la
Generales— en el seminario filosófico de Información y la Teoría de la Decisión crearan el clima
Charles Morris en 1957, su primera publicación sobre el de libertad intelectual adecuado para su recepción. Una
tema no aparece hasta 1945 en alemán y 1950 en inglés interpretación «tendenciosa» de von Bertalanffy, destina—
(1). La fría acogida dispensada por la Universidad de da sin duda a sacar ganancia del «río revuelto» de las de
Chicago a un proyecto tan «metafísico» hizo sospechar a nominaciones y de los orígenes, presenta estas disciplinas
su promotor que el Zeitgeist no le resultaba favorable como capítulos empíricos de acumulación de modelos y
aún. No obsrante, debe subrayarse que por estas mismas generalizaciones abstractas. únicamente integrables bajo
fechas se estaba elaborando el concepto clave de la Teo la We/tamrcbauung omnicomprensiva de la T.G.S.
ría, tanto en su aspecto técnico como en su vertiente
ideológica. En efecto, los componentes intuitivamente Ahora bien, quiero llamar la atención aquí, a título
diferenciales de la noción de sistema abierto aparecen en de inventario, sobre algunos datos relevantes para una
un trabajo de Wolfgang Kóhler publicado en 1938, si versión más sinuosamente dialéaica y, en consecuencia,
bien su rigurosa caracterización biofísica en términos de más definitiva. Ni qué decir tiene que la Segunda
Guerra Mundial sirvió, de rebote, para potenciar los
(l) El argumento principal de este trabajo gira en torno a la figura y la obra de L. von Bertalan nuevos enfoques científicos útiles en algún grado a la
ffy, fundador y principal promotor de la T.G.S. en su sentido moderno. Nacido en la todavía
«Imperial y Real» Viena de los Habsburgo en 1901, estudiante y profesor de Biología en su tecnología del bam’ware militar. En este sentido no es
Universidad, pertenece a una generación que vió desplomarse un sisrema de vida y una cosmovi casual que durante la década de los cuarenta se produzca
sión aparentemente definitivos e inmortales (cfer. sobre el clima intelectual de la ciudad entre
l890 y 1919 el excelente libro de A. janik y S. Toulmin. [JI Vie/Id (le W¡Itgm.rle¡n, Taurus, una notable «institucionalización» de la Cibernética y
Madrid. 1974). Dos rasgos que hallamos en la confección de la T.G,S., a saber, el convencimien
to de la relatividad de las categorías o <«perspectivismo» y la imperiosa necesidad de construir
Teorías afines (3). La T.G.S., en cambio, no alcanza for
una nueva y más resistente cosmovisión, pueden relacionarse significativamente con los estigmas ma institucional hasta 1954 tras la fundación de la Society
que este trauma cultural, psicológicamente interiorizado, pudieron grabar en la «mente» de
von Betalanffy. Tras contribuir con su monumental Tbroretirrbe Bio/egie (2 vols. Berlin, Born— for General System; Rerearcb como resultado de los c0n
rraeger, 1952) a la institucionalización académica de esta disciplina vuelve a Viena como Care tactos mantenidos entre el citado von Bertalanffy, el eco—
driitico en 1954, donde permanece hasta 1948. Aunque su formación filosófica es de corte
neopositivistn (M. Schlick en Viena, H. Reíchembach en Berlin), su interés por la mística alc
mana (Nilo/mu r'0n Kim, Munich, G. Müller, 1928), el relativismo histórico de Spengler (la
decadencia de occidente es un hecho -alirma con la convicción delque ha tenido una vivida (2)“ Las referencias de los trabajos citados sobre JI‘J'Í¿’III¡IJ’ dúl’H‘/M son:
experiencia de ello-J y otras tradiciones heterodoxas «le impidió ser un buen positivisra».
Pese a ello encontramos fuertes vestigios carnapinnos en su ideal de una ciencia unificada, su —— 1938: W. Kóhler, The Pb:e of Value: ¡n lb: Wo_rld of Far, Liverigl’tt, Cap. 8°, pp, 314-28.
«formalismo» y su obsesión por la «operatividad». Entre 1955 y 1958 lo hallamos como Direc Reprodu5jdo en la compilación de F.E. Emery: Sy.rtem.r Thinking, Penguin Books, Har
tor de investigación biológica en el Hospital del Monte Sinaí, después de cinco años de bautis— mont‘lsworth, Middlesex. England, 1969.
mo americano en la Universidad de Ottawa. Entre 196l y 1968 profesa en la Universidad de
Alberta (Edmonton, Canadá), desde donde pasa a la del Estado de New York en Buffalo. La -— 1939: A. C. Burton, «The Propieties of the Steady State Compared to Those Equilibrium
publicación mencionada en el texto es el articulo «Zu einer allgemeninen Systemlelire». publi as Shown in Characteristic Biological behavior», Journal of Cellular and Campera/¡w Play
cado originalmenre en la Dt’fllii‘hk Ze¡lSt'/7rÜi‘/Ï¡r‘ Pb¡/0.mp/:¡e. 18. N“ 3M, 1945; en inglés apare— Jialagjr, 14, pp. 327-49.
ce como “An Outline of General System Theory» en el Britirb Ju/mml 0/ ¡lar Pb¡/0.w;>/;y of
- .Si'iem'e. / . 1950. El Capitulo lll“ del libro Gem-ml S)‘r/wn T/9ear_j. Falmdatiwu‘. De1r/0p7mm. -— 1940: L von Bertalanffy, «Der Organismus als Physikalisches System Bcrrachter», Die
Applimlionr. ed. George Braziller, inc, New York, 1968 condensa perfectamente el contenido Namnviuenrbaflen, 28, pp. 521-551. El Capítulo V° de General Symm Theory (ap. n'¡.) rt
del articulo. (Hay versión castellana de la edición inglesa de 1971 en F.C,E,, Madrid. l‘)'(i). Proa’ure ton leve: modí/¡Mrianer el criúu/o.

EL BASILISCO 57
EL BASILISCO, núrriero 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

‘nomista Kenneth E. Boulding, el biomatemático de'orí Para los propósitos de la presente nota estos apreta—
gen ruso Anatol Rapoport y el fisiólogo Ralph Gerard dos apuntos cronológicos resultan suficientes. Epistemó
en el seno de la American Association for the Adwncement logos y teóricos de la ciencia profundizarán en el futuro
of Science. Desde 1956 la Sociedad publica un Yearbooé, el análisis histórico de esta provocativa Teóría, que se
citado normalmente como General Systems. Esta rápida autoconcibe y se presenta como un nuevo «paradigma
institucionalización a nivel de órganos careció, sin científico». Mis designios aquí se limitan a poner en en—
embargo, de una pronta proyección internacional seme tredicho ciertas ambigüedades epistemológicas y ontoló—
jante a la que la Cibernéticá experimentó en manos de gicas de principio,
v«programa» de vonque subyacen por
Bertalanffy a la parte
alegrejustamente
recepción del
de
Norbert Wiener. Curiosamente, el marco teórico ofreci
do por la T.G.S. sólo, inicia su despegue a partir de la las disciplinas académicas de más débil estatuto gnoseo-—
década de los sesenta,_ al mismo tiempo y al mismo lógico. La moda de la T.G.S. está invadiendo también la
ritmo que la estrella de la Cibernética parece ir extin geografía de nuestro país a través de teorizaciones de
guiéndose con el entusiasmo y la vida de Wiener (4). segunda mano (pienso en prospecciones como la de
Otra interpretación de von Bertalanffy (no menos ten W. Buckley en el campo de la Sociología o en sistemati—
denciosa que la anterior) insinúa que la T.G.S. es como zacíones como la de Jiménez en la Ciencia de la Admi
el Ave Fénix resurgente de las cenizas «mecanicístas» de nistración (6) -por citar obras meritorias- y precisa
la Cibernética, la Teoría de los Juegos, la Teoría de la urgentes correcciones de carácter crítico. No se trata, na—
Información y la Teoría de la Decisión, varadas todas turalmente, de cometer la demagógica ingenuidad de eti
ellas por su «empitismo unilateral», la parcialidad de sus quetar la nueva Teoría con el rótulo de «siniestro instru
enfoques respectivos y la insuficiencia de sus «magras y mento ideológico del capitalismo», a la manera de algu
endebles'aplicaciones» (5), . nos sociólogos a—críticos (por más que reclamen para sí
el apelativo de críticos), incapaces de ver en el concepto
de sistema los aspectos dinámicos olvidados por el con
servador funcionalismo parsoniano, o excesivamente pa—
gados de la noción pseudomarxisra de la determinación
económica de las superestructuras (7). Tampoco se trata
de detenerse maliciosamente en la mera constatación
sociológica del relevo biológico de líderes intelectuales
-digamos, de N. Wiener por L. von Bertalanffy o de
(3) En efecto, si prescindimos de lo que Volker Hernn ha denominado la «Prehistoria de la
Cibernética» (Convivium, 3, 1971, pp. 47-72), puede aseverarse que el enfoque cibernético se J. von Neumann por A. Rapoport—, si bien tal situación
inicia con el artícnlo de A. Rosenblueth, N. Wiener y J. Bigelow, «Behavior, Purpose, and Te
leology» (Plaíloroplyy of Science, IO) en 1943 y se institucionaliza durante las diez conferencias se contempla en bz estructura de las revoluciones cz'entzfimr
que bajo los auspicios de la Jossiah Macy Jr. Foundation se celebran entre 1942 y 1953 (de las de Thomas S. Kuhn (8) como una c0ndi'tz'0 sine qua non
que destacamos aquí por su importancia la de Princeton en 194 3—44 y la reunión de New York
en 1946). La publicación de Cybemetict (M.I,T. Press, Cambrigde, 1948) por Wiener supone la para la sustitución de un «paradigma» por otro. Mi análi
definitiva consagración del nuevo campo científico del control. A partir de entonces se suceden
los Congresos Internacionales (Paris. 1951; Namur, 1956; Zurich, 1957, etc,) y la fundación de sis pretende ser gnoseológico e incidir en cuestiones
nuevas revistas (Cíbernéticd, 1958; Kybemitim, 1965). Abusando de los paralelismos, me atre
vería a decir que Cibernétíct de Wiener guarda con el movimiento cibernético en 1_948 la mis».
ma proporción que veinte años despues General System Theory guardará con el movimiento de
la T.G.S. No es casual que el primerjournal of General Systems, comience a publicarse en 1972.
(4) Las ideas de Norbert Wiener (1894—1964) «prendieron» en seguida. Quizá su peculiar per
Algo semejante ocurre con la Teoría de los Juegos, cuyos tópicos centrales quedan sustan sonalidad contribuyese a tan rápida difusión y aceptación. Una sugerente glosa de la misma fue
cialmente tratados en la monumental obra de John yon Neumann y Oskar Morgenster_n, Tl?eot;y redactada‘ in memoriam por Stephen Toulmin en 1964: «The Importance of Norbert Wiener»
of Gamer and Economic Behavior en época tan temprana como 1944 (Princeton University Press, T/Je New York Review of Books, sept. (Reproducido en Pm;zectimr de la revolución de lo: com}>uta
2a ed. 1947), Desde un punto de vista histórico debe recordarse: no obstante, que von Neu dorar, Zenón W. Pylyshyn (ed.), Alianza, Madrid, 1975). El punto que interesa destacar aquí
mann gog_igpgó a desarrollar la Teoría durante los años»veinte (¿Zur Theorie der ,Ges— puede expresarse también en términos de Toulmin: «Cuando Wiener se acercaba a los setenta
sellshaftsspiele:» llríatbamattkrlae Aunnlen, 100, 1928) y q_ue, antes aún, E, B'orel había conce- ‘ ' años, algunos ya tenían dudas acerca de la importancia de sucontribución, ¿Habría sido jusri
bido algunas. ideas sobre el tema. Una presentación verbal de la Teoría y sus aplicaciones en la ficado todo el primer alboroto?. ¿No se habían exagerado las pretensiones iniciales sobre el
actualidad nos la sirve M. D. Davis (Teorüz del juego, Alianza Universidad, Madrid, 1971). Les significado y consecuencias de la Cibernética?» (lb. p. 207). No debe extrañar la asunción y
mpectos matemáticos pueden consultarse en la Introducción a la Teoría matemático de lo: juegos fomento de esta corriente de dudas por parte de von Bertalanffy, quien pasa de la constatación
(Aguilar, Madrid, 1966) de J.C.C, Mckinsey. ' de su aplicación limitada a las regulaciones «secundarias» en 1955 a la clara afirmación de su
fracaso (no de su utilidad) en 1967.
Por lo que respecta a la Teoría de la Información resulta más difícil prescindir de los antece
dentes, dada la íntima conexión del concepto de información con el termodinámico de entropúz y
(5) Si von Bertalanffy ha señalado las limitaciones de la Cibernética, Rapoport ha insistido más
los trabajos precusotes de H. Nyquist en 1924 y R.V.L. Hartley en 1928. No obstante, el tra
en las de la Teoría de los Juegos del malogrado von Neumann (1903—1957). Cfer.: «Critiques
bajo fundamental en el aspecto técnico sigue siendo el artículo de Claude E. Shanon, «The of Games Theory» Behavioral Science, 4, 1959. También «Uso y abuso de la Teoría de los
Mathematical Theory of Communication», publicado originalmente en el Bell Sy:tem Technical
Juegos» en David M. Messick (compilador): Matemática: en, Lz.t ciencia: del com;ortamienm
journal, Julio y Octubre de 1948. Las exégesis de Warren Weaver tuvieron el mérito indiscuti (Alianza,_Univ., Madrid, 1974). las críticas a la Teoría de la Información, en cambio, no afec
ble de ponerlo a disposición de un público más ámplio desde una perspectiva más general. Para ta_n al desarrollo técnico de Claude Elwood _Shannon (n. 1916), sino a sus aplicaciones bioló
una versión reciente de la Teoría en su relación con la noción de sistema puede verse Lee Tha gicas y a su generalización como teoría omnicomprensiva. Un cuadro resumen de estas críticas
yer, Communication and Communimtion Systems, (Homewood, Illinois, R.D. Irwin, 1968; ver se hallann en General Syrtem. (op. cit.), pp. 10,3, ss.
sión cast. Península, Barcelona, 1975), que además de una abundante bibliografía aporta una
muestra de la potencia patadigmátíca de la Teoría de la Comunicación como Teoría General.
(6) Walter Buckley: Sociology and Modern Sy.rtem Theory, Prentice Hall Englewood Cliffs, New
La Teoría de la Decisión tiene orígenes más oscuros. Por un lado se conecta con el problema Jersey, 1967. Versión castellana en Amorrortu, Buenos Aires, 1971.
de la decidibilidad «lógica» o «matemática», en torno al cual se condensa una larga constela
ción de contribuciones, cuyo inventario puede consultarse en W. Ackermann, Soluable Care: of Juan Ignacio Jiménez Nieto: Teoría General de la Administración. 141 Ciencia Administrativa a la
the Decisión Problem (Amsterdam, 1954) y, por otro, con la técnica de adopción de decisiones luz del Amilirír Sistémica, ed. Tecnos, Madrid, 1975.
racionales sobre todo en situaciones de incertidumbre. Herbert A. Simon en su Adminírlmtioe
Bebaoior. A\Study of Decirio'n-Making Proteue: in Administrative Organization MacMillan, New (7 )Los sociólogos que han tenido noticia de la T.G,S. a través del libro de Buckley se han
York, 1947) puede considerarse un'clásico que contribuye decisivamente a la institucionaliza— apresurado a emitir un juicio irremisiblemente negativo sobre ella. No se han m01e5tado en
ción de la disciplina Esta Teoría y la de los juegos convergieron en el terreno común de la in consultar las fuentes y han ignorado sistemáticamente hechos tales como la recepción de esta
ferencia esmdística y desde Abraham Wald, Stadirticnl Decirziin Function; (J, Wiley and Sons, Teoría en el campo socialista. A este propósito conviene recordar que von Bertalanffy mismo
New York, 1954) pueden considerarse insep’arable por lo que a sus aspectos matemáticos se se queja amargamente de que la paternidad de sus ideas no le haya sido reconocida en U.S.Ai
refiere. y si, en cambio, en las U.R.S.S. y en los países de Europa Oriental (Cfer: Robots, Men ami
Minds. Psychology in the modern World, George Braziller, New York, 1967; versión cast. en
Entre estas Teorías se produce un profundo intercambio de ideas, en el que la concepción Guadarrama, Madrid, 1974, p. 81). Por lo demás, la T.G.S. ofrece internamente un mayor
interdisciplinar propugnada por la Cibernérica merece la responsabilidad principa_l. Baste aquí rigor en el esclarecimiento y utilización del concepto de tomliddd, cuya raignmbre marxista, al
con recordar que J. von Neumman fué asiduo colaborador de Wiener, llegando incluso a orga menos desde Lukács, resulta inexcusable. Convengo aquí con esta apreciación de M. García
nizar el Congreso de Princeton en 1943. Wiener por su parte fue uno de los primeros en se Pelayo, pero no afirmo con él que la T.G.S. es «un nuevo fenómeno a añadir a la teoría de la
ñalar las limitaciones de la Teoría de 105 Juegos desde la perspectiva cibernética. El mutuo in tendencia a la convergencia entre el campo socialista y capitalista» (Cfer.: «La Teoría General
terés por glfl_dgisefigde computadores—en términos lógicos favoreció una fecunda colaboración. de los Sistemas» Revista de Occidente, Diciembre, 1975, p. 59). El modelo matemático de «sis
No’in’énos significativa resulta,la'deferr:ncia mutua que Wiener y Shannon se dispensan en tema», que ofrece von Bertalanffy es tan privativo del capitalismo o del socialismo, como pue
relación a la paternidad de la Teoría de la Información. Si Shannon enfatiza su. enorme deuda dan—serlo sus ecuaciones diferenciales. ‘
con las ideas filosóficas básicas de Wiener, éste puntualiza generosamente que el mérito del
desarrollo matemático de tales ideas pertenece por entero a Shannon. Digamos para concluir (8 )Puesto que von Bertalanffy apela explícitamente a la Teoría de la Ciencia de Kuhn (ed.
que el mutuo interés por la lógica matemática les acerca a los problemas más rigurosos de la áastelllana en F.C.E., México, 1971) debe ser consciente de este detalle y no es necesario recor
Teoría de la Decisión, arse o.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

tales como el Carácter científico de la T.G.S., sus dife más concreto y más profundo» (p. 89). En suma, la
rencias de «paradigma», si existen, en relación con la T.G.S. en su aspecto científico no parece contentarse
Cibernética, su rendimiento epistemológico en contras con desempeñar el papel de una ciencia particular y es—
te con su propio «programa», la propia utilización y al pecializada más, sino que aspira, en palabras de von Ber
cance ontológíco del concepto mismo de sistema, etc. talanffy a reemplazar lo que se conoce como «teoría de
Los parágrafos siguientes tratarán de evidenciar las c0n las categorías» de N. Hartmann por un sistema exacto
tradicciones y ambigüedades insertas en los planteamien de leyes lógico—matemáticas» (p. 88).
tos de la T.G.S., al objeto de proceder a una valoración
más ajustada de sus merecimientos. En segundo lugar, la T.G.S. debe entenderse como
una temologzáz de los sistemas. Ahora bien, de las asercio—
nes del biólogo víenés se desprende que lo que aporta
en este aspecto su Teoría no es precisamente un conjun
1. ¿UNA EMPRESA CIENTIFICA CON to de técnicas nuevas aplicables 'a problemas específicos,
sino una «actitud de naturaleza holista, generalista o in
RECURSOS FILOSOFICOS? terdisciplinaria» (p. xiv). Las nociones básicas y la solución
de problemas tecnológicos concretos los han aportado ya
disciplinas como la teoría del control y la información
para la llamada «ingeniería de sistemas», la programación
Los últimos textos salidos de la pluma de L. von lineal y la teoría de los juegos en «investigación opera—
Bertalanffy gozan de una entonación enfática, entre la tiva», y la biomecánica, la teoría de la decisión, la psico—
profecía y la paranoia, que les hace especialmente suges— logía aplicada, etc., en lo que concierne a la «ingeniería
tivos para quienes gustan de disonancias y provocado humana». Constatar que los modelos o conceptualizacio
nes. Sus delirios de grandeza alcanzan su más alta signifi nes de estas disciplinas van más allá de sus propias fron—
cación sistemática en el «Prefacio a la edición inglesa» teras o que los problemas que tratan contienen interrela
de General System Theory en Febrero de 1971, donde se ciones entre gran número de variables no justifica por sí
exponen los tres aspectos principales de su nueva Teoría sólo la existencia de una «supertecnología de los siste
(llamada a convertirse en el nuevo «paradigma» de la mas», capaz de conjuntar los diferentes enfoques. Afir
ciencia). Tales aspectos «inseparables en cuanto a conte marla en el vacío puede ser un indicio de megalomanía
nido, pero distinguibles en intención» (9) pueden resu que no resuelve ningún problema tecnológico concreto,
mirse del siguiente modo: salvo quizá el del cerebro que hace la afirmación para
ajustar endógenamente sus propias piezas sin necesidad
En. primer lugar, la T.G.S. debe interpretarse como de la intervención de «ingenieros humanos», En un con
una ciencia de lo: szlrz‘emar en el sentido específico de texto más modesto von Bertalanffy se limita a asignar el
«doctrina de principio: aplicables a todos los sistemas (o papel de «ciencia básica» a la T.G.S., cuyas aplicaciones
a subclases definidas de ellos)» (p.x111). Rigurosamente remiten más bien a la teoría de la automación (p. 94).
desarrollada deberá exhibir una estructura axiomática, en No se ve, pues, en qué sentido puede haber una «tecno
la que aparezcan definiciones precisas (en este contexto logía de los sistemas», nueva y diferente de los campos
von Bertalanffy «define» la noción de sistema formalmen tecnológicos ya acotados por otras disciplinas.
te mediante un sistema de ecuaciones diferenciales simul—
táneas para un número finito de elementos) y axiomas La T.G.S., finalmente, debe interpretarse como una
adecuados, a partir de los cuales se deduzcan a priori nueva fílosofzéz de la naturaleza, pues «al igual que toda
(esto es, «independientemente de su interpretación físi teoría científica de gran alcance tiene sus aspectos meta
ca, química, biológica, sociológica, etc.», p. 65) «P7’01705Í cíentíficos o filosóficos» (p: xv). La filosofía de 105 sistemas
cíone5 que expresen las propiedades y Principio: de los sis instaura una nueva visión del mundo y una reorientación
temas» (p. 55), tales como la [ey exponencial de creci del pensamiento llamados a sustituir al concepto “mecani
miento, el principio de competencia en las organizacio cista" del universo plasmado a base de leyes ciegas de la
nes, los de centralización y mecanización progresivas y, naturaleza y de entidades físicas que se mueven al azar.
sobre todo, los de orden jerárquico y finalidad (10). Una Se trata, en definitiva, de reemplazar el esquema de cau
subclase especial de sistemas, los abiertos, gozarían de salidad linear 0 de dirección única por una visión or
una propiedad enteramente peculiar: la eqazfi'na/ídad (p: ganísmica del «mundo _ como una gran organización»
136 y -ss.). El campo acotado por esta nueva ciencia son (11). Acogiéndose al vocabulario de Thomas Kuhn,
los sistemas entendidos como «todos» y «totalidades», cuyos criterios para el estudio de las revoluciones cientí—
en tanto que constituidos por elementos ínterrelaeionador. ficas «describen de maravilla los cambios acarreados por
Las relaciones así enfatizadas pertenecen a dos clases dis- ' los conceptos organísmícos y de sistemas» (p. 17), von
tintasí por un lado se estudian las relaciones internas al Bertalanffy anuncia el advenimiento de su nuevo «para—
sistema y, por otro, se exploran los iromorfz'smor y homo digma», que revolucíonará el futuro de la física y de la
logzïar intersistemáticas, contribuyendo en este sentido a biología, así como el de la sociología y la psicología. Esta
la realización de la unidad de la ciencia «de un modo nueva filosofía pugna por abrirse camino a través de una
tradición filosófica que se remonta a Nicolás de Cusa
con su coz’ncz'dentia oj)1705ít0raflz, a la visión de la historia
(9) General Sy.rtem. op. cit. p, xui. Esta y las sucesivas citas de página que aparecen en el texto
de Vico e Ibn-Kaldum como sucesión de entidades o
entre parentesis corresponden a la edición castellana.

(10) «El principio de orden jerárquico en la naturaleza viviente se presenta como un hecho des
' criptivo y demostrable, del todo alejado de cualquier connotación filosófica que pudiera llevar
implícita»afirma taxativamente Paul A. Weiss; «El sistema viviente, determinismo estratifica (11)R01mt1, Hombre: y Mmm, op. cin, p. 79. A partir de este momento introducimos las citas
do» Com/mmm, 33, 197 l/III, p. 6). Aunque von Bertalanffy no es tan radical, parece estar de página en el texto entre paréntesis. Para distinguir las que pertenecen a este libro de las de
convencido también del carácter científico de estos principios General Sy.rtm, utxlizaremos números en cursxva.

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«sistemas» culturales, a la medicina misrica de Paracelso, te que «escapan a'nuestro conocimiento». Si prescindi—
a Leibniz, a la dialéctica de Marx y Hegel «por mencio— mos de esta significativa diferencia, en el último estadio
nar unos cuantos nombres de una rica panoplia de pen— de la jerarquía precisamente, y seguimos la interpreta
sadores» (p. 9). El biólogo vienés construye un verdade— ción «ortodoxa» del fundador, a nadie se le oculta que la
ro craeigrama culturológico en sus publicaciones, cuya clasificación trasluce un aristotelismo escolástico ap to
resolución desborda el marco de este trabajo; pero en date, paliado por la inclusión de estratos de sedimenta—
ningún momento aclara la constelación de Ideas o filoso ción moderna. No en vano se considera que la T.G.S.
femas que configuran esta tradición, ni apela a criterio «está destinada, en la ciencia del futuro, a desempeñar
alguno de discriminación con respecto a otras tradicio un papel parecido al de la lógica aristotélica en la ciencia
nes. Pese a ello insinúa la existencia de otra tradición de la Antigüedad» (p. 91). Pero estas consideraciones
que parece considerar divergente, en la que curiosamen— tienen consecuencias fundamentalmente epistemológicas
te se inscriben Platón, Descartes y Kant (p. 252). Re y aquí interesa completar la consideración ontológica del
tengamos, de momento, esta información, para dar paso perspectivismo de von Bertalanffy, en el sentido de que
a una presentación más sisremátíca de su filosofía, que entre estos diferentes niveles o reinos se da una unifor
«bien puede dividirse en tres partes» (p. XV), a saber, midad estructural manifestada, sobre todo, a través de
antología, epistemología y ética de los sistemas. isomórfismos parciales de carácter formal, uniformidad
que parece matizar el relativismo de los niveles.
Si programáticamente von Bertalanffy parece asignar
a la ontologzáz de lo: sistema: la aseptica misión de definir El segundo argumento de von Bertalanffy en pro de
el concepto de sistema tanto en su aspecto real, como en su concepción ontológica perspectivista, la desborda más
su aspecto eoneejztaal, de hecho acaba remitiendo tal aún. Citaré los últimos párrafos de General System Theory
cuestión a la epistemología (p. xvr). Creo proceder filo literal y reveladoramente: —
sóficamente (esto es, críticamente), si en lugar de seguir
sus indicaciones, rastreo su concepción acerca de la omni— «De ser cierto lo dicho, la realidad es lo que Nicolás
tad0 realitati5, tema básico en cualquier tipo de ontolo— de Cusa llamaba coincidentia 0pp05itoram. El pensamiento
gía. Declarándose perspectivista» en distintos contextos, ' discursivo siempre representa sólo un aspecto de la reali—
vale dad última...; jamás llega a agotar su infinita multiplici
sicióndecir que von
ontológica Bertalanffy
mediante dos apuntala estadiferentes.
argumentos toma de p0 El l
dad. Así, la realidad última es una unidad de opuestos;
primero consiste en mostrar que «la realidad se presenta cualquier enunciado es válido sólo desde cierto punto de
como un tremendo orden jerárquico de entidades orga— vista...
nizadas, que va, en superposición de numerosos niveles,
. de los sistemas físicos y químicos a los biológicos y O sea que las categorías de nuestra experiencia y,
sociológicos» (p. 90). Dentro de la T.G.S. resulta ya clá— pensamiento parecen estar determinadas por factores
sico recurrir a la clasificación jerárquica del universo biológicos, así como culturales. En segundo lugar, esta
desarrollada por K. Boulding (12) y recogida por diver vinculación humana es vencida merced a un proceso de
sos autores, entre ellos el propio von Bertalanffy (pp. desantropomorfimdón progresiva de nuestra imágen del
28-9), pues con más o menos retoques,todos mantienen mundo. En tercer lugar, aún desantropomorfizado, el
sustancialmente la diferenciación creciente entre estos conocimiento sólo refleja ciertos aspectos o facetas de la
nueve niveles: (1) el reino de las estructuras estáticas, realidad. Pero, en cuarto lugar, ex omnibar partióa5 relucet
que constituyen la anatomía del universo; (2) el de los totum» (pp. 260—61).
sistemas dinámicos simples con movimientos predetermi
nados y necesarios de tipo mecánico (máquinas, relojes o Si discutimos esta posición en_el contexto de la
mecánica celeste); (3) el nivel de los sistemas cibernéti ontología general (puesto que se trata de definir la «rea
cos con mecanismos de control de feed—back; (4) el estra lidad última», consideraciones epistemológicas aparte),
' to de los sistemas abiertos, cuyas propiedades caracterís creo que el materialismo flloso’fieo, elaborado por Gustavo
ticas son el automantenimiento metabólico y la capacidad Bueno nos ofrece el marco de referencia adecuado. (15)
de autoreproducción; (5) el nivel «genético-societal» de Desde él no resulta difícil diagnosticar esta concepción
los organismos «vegetaloides» con división del trabajo y como un «monismo» mundanista o cósmico de carácter
aguda diferenciación entre el genotipo y el fenotipo; (6) metafírieo -no ontológico-, que en última instancia
el plano de los animales entendidos como autómatas, viene postulado por un espiritualismo implícito, a pesar
pero con finalidades y autoconocimiento; (7) el nivel de que se le haya purgado de sus componentes panteis
específicamente humano, en el que la autoconciencia y la tas, que aparecen a título de mención nominal o cita
capacidad de expresión y recepción simbólicas parecen erudita nada más. Es cierto que se apela explícitamente a
distintivos; (8). el penúltimo estadio corresponde a los la «infinita multiplicidad», pero no se trata obviamente
sistemas socio-culturales, en los que la comunicación de de un efecrivo pluralismo, pues desde el momento en
contenidos o significados y la determinación de la con— que el relativismo o relacionismo se afirma qaoad nos y
ducta mediante símbolos resultan básicas. (9) Esta jerar no qaoad rem, se aboca,indefecriblemente a la simple
quía está coronada por los sistemas trascendentales, últi afirmación de la unidad y unicidad del cosmos, esto es, a "
mos y absolutos, entre los'que von Bertalanffy sitúa un monismo, que trata de granjearse el apelativo de
racionalmente a la lógica, lasmatemáticas y_ demás sisre «dialéctico» mediante la consideración de los opuestos.
mas simbólicos, mientras Boulding acepta agnosticamen7 Vano propósito,
tos hallan si dedehecho
su campo se admite
variabilidad en que estos opues—
el cosmos deiun
modo no regresivo, ni crítico, de acuerdo con el pers
(12) «General System Theory -The Skeleton of Science» Management Science, 2, 1956, pp,
197-208. Puede hallarse una reproducción en la compilación de W. Buckley Modern Syrtems
Research for the Behavioral Scientirt, 'Aldine, Chicago, 1968. Una jerarquización semejante en el (13) La justificación original de esta doctrina en G. Bueno, Emayo: Materialirtat, Taurus,
mismo Tlae Image, Ann Arbor: University of Michigan Press, 1956. Madrid, 1972.

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pectivismo. Finalmente, en la medida en que el simple que se nos imponga «por encima de nuestras volunta
recorrido por la totalidad de ese campo material (los tres des» y nuestros condicionamientos, (por más que tal
géneros) configura la omnitudo realitatis a través de los imposición deba analizarse en términos dialécticos),
reflejos mentales producidos por las conciencias indivi— resulta sospechosa de parcialidad e irracionalismo, pues
duales, nos hallamos .ante_ un espiritualismo idealista, si el conocimiento no se relaciona con la Idea filosófica
que a duras penas puede mantener seriamente la tesis de de Verdad y la ciencia no es más que una perspectiva
la desantropomorfización de su visión del mundo, sin entre otras muchas, entonces debe reconocerse que tan
apelar a un Dios omnisciente eminentemente antropo— «objetivo» es el conocimiento del místico como el del
mórfico. científico, con el babélico agravante de que la «lógica» y
la «operatividad», que atribuimos de ordinario a los ins—
A pesar de las apariencias, L. von Bertalanffy no trumentos del científico debiéramos traspasarlas a las
sostiene una epistemología ingenua y desmañada, si la églogas del lírico. Por esta vía, el hiper—crítico perspecti
comparamos con la del positivismo lógico «determinada vismo de von Bertalanffy remite a una «teoría de los
por las ideas de fisicalismo, atomismo y lateoría de la valores», que le permita distanciarse adecuadamente del
cámara para el conocimiento» (p. xv1). Puede alegarse ni/9ilismo «en el sentido nietzcheano» (p. 58), cuyos pre
que propugna atrevidamente una «síntesis interdiscipli supuestos epistemológicos parece inclinado a compartir.
naria y la educación integrada» de generalistas cientzfi'cor
(es de suponer que especializados en la totalidad), no Pero antes de exponer su ética, debemos añadir en
como un piadoso deseo, sino como una realidad en cier— este contexto que la T.G.S. señorea una gnoseología,
nes (p. 51); pero, sin escándalos ni perplejidades fáciles, cuyo argumento, es su autoafirmación como «esqueleto
debe reconocerse que con ello no hace más que recoger de la ciencia» en expresión de K. Boulding (15). Se trata
un aspiración de ensamblamiento epistemológico que de una teoría de la ciencia vehículada sobre la jerarquía
desde A. Comte (14), al menos, no ha dejado de sentirse ontológica de los campos materiales acotados por las
en todos los campos de la ciencia como justa compensa ciencias, entre los que, independientemente de toda co
ción a la actitud de creciente superespecialización inscrita munidad o conexión ontológica, pueden producirse rela
en su dinámica evolutiva Más aún, puede computarse ciones estractarales isomórficas de carácter formal, de
como un mérito de este biólogo «interesado en puntos modo que los mismos métodos, modelos y conceptos sir—
de vista fundamentales» (p. 6) el rechazo de todo reduc van para esclarecer la estructura básica de diferentes
cionismo (pp. xvr, 49, 89, 259, 13, 52, 91, 123, etc.) e, campos científicos. La T.G.S. parece aspirar, en el límite,
_ incluso, su propuesta de perspectivismo, entendida episte a aplicar el mismo modelo conceptual a todas las teorías,
mológicamente. Se trata, en definitiva, de adoptar una que puedan mostrarse como totalmente isomórficas, con
actitud crítica que declara taxativamente la invalidez virtiéndose así en «un importante dispositivo regulador
científica de las analogías (p. 88), denuncia las limitacio de la ciencia» (pp. 82 y ss.). Entre tanto, se conforma
nes y peligros de los modelos que utiliza, sean o no ma— con ser «metodológicamente, un importante medio de
temáticos, (pp. 23, 125, 210), advierte con perspicacia la controlar y estimular la transferencia de principios de uno
inexistencia de la muy difundida distinción entre «he a otro campo» (ib.), cuando sus teorías son sólo troncal o
chos observados» y «mera teoría», pues «los hechos de crucialmente isomórficas. De alguna manera la Sociedad
observación supuestamente no adulterados están ya para la Investigación General de Sistemas surgió en 1954
impregnados de toda suerte de imagenes conceptuales, ' para cumplimentar estos objetivos gnoseológicos (PP.
conceptos de modelos, teorías o como nos guste decirlo» 13-4). Ahora bien, desde el punto de vista de la Teoría
(p. 162), al tiempo que reconoce sin tapujos la depen gnoseológica del cierre categorial, formulada por G. Bue
dencia ontológica que implica toda toma de posición no (16), parece sumamente discutible que una ciencia
epistemológica en la ciencia. Más explícitamente se nos particular pueda ser al mismo tiempo una teoría sobre la
asegura que «el conocimiento no es una mera aproxima— ciencia, so pena de incurrir en una imperdonable confu
ción a la “verdad” o la “realidad”» sino «una interación sión de planos. La gnoseología de L, von Bertalanffy in
entre conocedor y conocido, dependiente de múltiples curre olímpicamente en ella, mediante la utilización de
factores de naturaleza biológica, psicológica, cultural, lin expresiones ambigüas como la de «el sistema abierto de
güística, etc.»; y que la ciencia es sencillamente «una de la ciencia» (p. 77), consiguiendo difuminar el concepto
las Perspectivas que el hombre... ha creado para vérselas riguroso y material de ciencia, al desligar las ciencias par
con el universo al cual está «arrojado» o, más bien, al ticulares de sus campos concretos, en los que se ejecutan
que está adaptado merced a la evolución y la historia» - sus cierres respectivos. Se rebaja así la cota de la cientí
(p. xvu). Nadie, en efecto, ha osado calificar aún de ficidad hasta un grado tal que cualquier conjunto sistema’
ingenuo al idealismo ej>istemolo’gico -siempre es crítico, in— tico de conocimientos puede arrogarse el título de cien
cluso en sus variantes más «formalistas»—, pero desde cia. De este modo se procede a una engañosa y «jerar
un punto de vista materialista se le suele tachar de falaz. quica» unificación (atribuyendo el rango más alto de tal
En concreto, una teoría que no deja lugar a una realidad jerarquía por motivos ontológicos y no gnoseológicos)
de las ciencias naturales, sociales y humanas en razón de
su mera estructura sistemica formal.pResulta prolijo pun
(14) Recuérdese que Comte asignaba precisamente a la filosofía, una vez alcanzado su estadio
positivo, esta tarea de unificación científica. En el Tomo 1° del Cours de Pbilorojzhz’e Positive
(Ed, Schleicher, París, 19, ed., pp. 16 y ss.), aparecido en 1830 concibe ala filosofía como «el
estudio de las generalidades científicas» y define sus tareas casi en los mismos términos que (IS) Art. cit. En él se desarrolla la idea de que el modelo de sistema posee un carácrer tan
von Bertalanffy utilizará para delimitar los objetivos progtamáticos de la T.G.S, más de un multidisciplinar que puede servir de esqueleto formal prácticamente para toda crenc1a.
siglo después, a saber: descubrir las relaciones y conexiones de las diversas ciencias en su esta
do actual; resumir todos los principios propios de las mismas en el menor número de princi (16) Aunque G, Bueno había aplicado a la Etnologia y a la Economía su teoría del «cierre catc
pios posibles: enlazar cada nuevo descubrimiento particular con el sirlema general de los cono— gorial» en 1971 y 1972 respectivamente (Elne/ogi’a y Utopía, Azanca, Valencia y Ensayo sobre las
cimientos. En el Caticbirme Poritívirte (Ed. Pierre Amaud, Garnier Flammarion, París, 1966),
categorías de la economía palz'ü'ca, La Gaya Ciencia, Barcelona) sólo en fechas recientes han apa- A
publicado cinco años ames de su muerte, eleva estas ideas a dogmas centrales de su nueva reli recido exposiciones generales sistemáticas de la misma. Una muestra elemental en Idea de cien
gión. Sorprende que ni el nombre ni la obra de Comte aparezcan en el ttucigrnma cultutológi cía desde la teonáz del cierre calegan'al. Universidad Internacional Menéndez Pelayo, Santander,
co de von Bertalanffy, a la vista de estos parentescos espirituales. 1976. -

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

tualizar que tan omnicomprensiva unificación acumula al Esquemáticamente, la teoría naturalista sustenta «los
lado de efectivas parcelas científicas, creencias, valores y más altos valores éticos» —la conservación «del individuo
filosofías de dudoso valor científico. la especie o la sociedad, la máxima felicidad para el
mayor número posible de personas, lo verdadero, lo
En un tratamiento sistemático distingue L. von Ber— bello y lo bueno- sobre raíces biológicas. Apoyada en el
talanffy, siguiendo a W.A. Weisskopf (17) «Tres princi cientifismo, esta teoría hallarjafgg_represenfit_ante paradig—
* pales teorzZzsga’e losyua_l07es: la naturalista, la humanista y la mático en K. Lorenz V Agres5iou (18), según el cual los
0nt0[ógleu» (p. 59), ninguna de las cuales le resulta diez mandamientosdel mosaismo o el imperativo cate—
górico de Kant serían perfectamente naturales e instinti
bastante satisfactoria, por lo que se compromete a desa
vos en un grupo humano primitivo. El equipo instintivo
rrollar una «cuarta teoría alternativa, que está tolerable
mente libre de motivos de repulsa» (p. 68), a saber, la de la especie humana, moderamente social, habría posi—
teoría simbólica. bilitado el desarrollo en el grupo de «un fuerte uz'm‘ul0
—la expresión es de Lorenz- de camaradería, de amistad
y de afecto, o sea, de virtudes morales muy positivas»
(p. 65). Según von Bertalanffy la debilidad de la teoría
naturalista reside justamente en que «sus» valores huma—
nos no son específicos del 190m0 sapiens, cuyo pecado ori—
ginal consistió en «la z'nuencz'o’n de uuz'uersos simbólicos
—-nación, religión, dinastía, democracia o comunismo
,,,‘?lI-le,2 Porparte, brindan otros motivos a la agresión
ínterespecífica», y, por otra, desatan las fuerzas que se
han dejado sentir en la historia.

La Teoría humanista expresa un ideal «posrenacen


‘ tista muy tentador», tentación que von Bertalanffy vence
gracias a su implantación relativista -no todas las cultu—
ras han puesto sus ideales éticos en la autorrealizaeión del
'.-’’ .h. . individuo humano-, dando pruebas por añadidura de un
!;—‘J..
:9i'y sano sentido común, al objetar a esta teoría su ambigüe—
“=s‘::i dad y su formalismo, «pues el empedernido criminal y el
dictador pueden alegar que están desarrollando plena—
mente sus posibilidades personales» (p. 66).

Frente a la Teoría ontológíca, entendida despectiva—


mente Como «platonismo», el biólogo vienés se confiesa
escéptico, pues el ezkl0s o concepto idealizado del hombre
no existe más que en la imaginación y obedece a un proce=
so de reificación de conceptos sospechoso no sólo de realis—
mo, sino, sobre todo, de «magia primitiva» (pp. 67). Es
¡un taríamos de acuerdo con ese diagnóstico, si pensaramos
II l que la ética con base ontológica es patrimonio exclusivo
é: del existencialismo, puesto que en tal caso el juicio y la
',l
9:: decisión evaluadores serían inconfesadamente subjetivas;
pero ante el carácter marcadamente ontológíco de una
Etz'ca como la de Espinosa, pongamos por caso, no pode
mos aceptar tal veredicto. Por lo demás, salvo anacro
nismo, no puede imputarse alegremente a Platón la ver—
sión mitológica que de su ontología se dió en la Edad
Media.

Choca con este escepticismo hipercrítico de que


hace gala von _Bettalanffy el llamativo título que, sin
empacho, elige para etiquetar su propia teoría simbólica, a
(17) «Ai Comment» en A. H. Maslow (ed) New Knowledge ¡n Human Values, New York,.. saber: «Dios se percibe a si mismo». Que no se trata de
Harper and Brothers, 1959. una simple metáfora, se evidencia por la apelación explí
(18) Título original Das Sogmame Bb'se, G. Borotha Schoeler Verlag, Viena, 1963. (Ia versión cita a Teilhard de Chardin. Más aún, aunque la teoría
castellana de Félix Blanco en s. XXI, México, 1971 recoge ambos títulos; Sobre la agresión. El
pretendido mal). Sin duda el capítulo XI dedicado a «El Vínculo» es el más extenso, pese a lo simbólica asuma que «los valores son creados 0 postulados
cual K. Lorenz ha sido malinterpretaclo en este punto, lo que ha suscitado una abundante polé— libremente», se nos previene de antemano contra toda
mica (si bien no es este el cm de von Bertalanffy). Aunque casi todos los etólogos sostienen
el origen biológico de muchas pautas de conducta moral, quien con mayor fuerza y documen clase de nihilismo escéptico, aseg_urándonos que en todo
tación ha defendido las tesis expresadas en el texto ha sido W. Wickler en su Bío/ogie der Zebr¡
Geáote, Piper, Munich, 1971, Para una revisión *recienre de la literatura sobre la agresión y el sistema de valores imperan criterios básicos comunes.
vinculo puede consultarse la obra de l. Eíbl- Eibesfeldt Der vorpmgremmiem Menscb, Verlag No se nos oculta tampoco que tales criterios se funda
Fritz Molden, Viena, 1973 (Hay vers. cast. de Pedro Gálvez en Alianza.Univ,, Madrid, 1977).
Ni que decir tiene que los etólogos rechazan energicamente las objecciones de von Bertalan mentan precisamente en el principio ontológíco de_la je
ñ"y. En primer lugar, porque las consideran «incomprensibles», ya que ellos mismos han «re
calcado una y otra vez expresamente que es inadmisible sacar deducciones de una especie para rarquía de los seres, en virtud del cual puede asignarse al
otra» (op. cit. p. 91). En segundo lugar, porque nunca han dejado de reconocer con Arnold , hombre individualmente «la más alta dignidad» por ha—
Gehlen que los hombres somos «criaturas culturales por naturaleza» (p. 81). Difícilmente,
entonces pueden rechazatse como inespecíficos los resultados que la etología humana ofrece, llarse en posesión del libre albedrío. Si además se recono

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ce como algo comprensible que estos valores libremente ganancia en términos del sistema global, se inclina por
elegidos sean «tomados en parte de la biología», no pa— iniciar un ambicioso proyecto ético—político de carácter
rece que la nueva teoría ofrezca algo específicamente científico. Para regir adecuadamente los desrinos de la
distinto de un alijopecléctico de las otras tres teorías de socz'osfera (entendida como «uno de los sistemas que en
sechadas. No obstante, en el planteamiento de von Ber vuelven' este pequeño globo», al lado y en interrelación
'talanffy hallamos un elemento nuevo, deslabazadamente con la litosfera, hidrosfera, atmósfera, biosfera y demás)
introducido a propósito de una aguda observación de postula como primera tarea científica la fijación de pro
Chester Barnard (19). Según este prestigioso ejecutivo cedimientos de acopio y procesamiento de la informa
los principios de la ética tradicional no sirven de Orienta— ción social, proponiendo en concreto «una cadena mun
ción para adoptardecisiones de naturaleza moral, cuando dial de estaciones para estudios sociales, parecidas a las
éstas se inscriben en el campo de la dirección de grandes esraciones metereológicas, quizás una por cada 5.000.000
organizaciones. Naturalmente que la razón esrriba en de habitantes». Aunque esta conceptualización pueda ca—
' que los códigos éticos tradicionales sólo preceptuan el lificarse de cientifista, considero que resulta más cohe
' comportamiento personal, así como en el hecho de que rente con los presupuestos de la T.G.S. que la de von
no parece existir ningún código válido de comportamien— Bertalanffy.
to para 105 complejos organismos sociales. Pero recono
cer la perspicacia de Marx, cuando advierte que la injus
En todo caso, reexpuesto críticamente en este pará—
ticia no nace tanto-de la depravación del.capitalista como
del sistema y considerar que la anterior explicación pro grafo primero el «sistema» subyacente de la T.G.S. pare
ce evidente que el interrogante de su título puede ya
porciona una «respuesta parcial a la transmutación de los
transformarse en una afirmación. A la vista de las pro
valores de Nietzsche» (p. 73), únicamente nos da pie
porciones relativas entre las diversas «partes» que cons
para presumir en von Bertalanffy un agudo hermenéuta
tituyen la teoría, de sus planteamientos respectivos y
de la historia de la filosofía; y eso no implica que la
T.G.S. haya jusrificado una nueva alternativa teórica para
resultados efectivos es obvio que nos hallamos ante un
abordar los problemas éticos. Constatar la existencia de conjunto de enunciados de carácter general que no aco
un decalage moral entre individuo y organización es tan ningún nuevo campo científico, si bien parecen pro
piciar la constitución de una metodología interdisciplinar
replantear con nuevos términos el viejo problema de las
relaciones entre ética y política, sin ofrecer ninguna solu—
de cara al abordaje de ciertos aspectos globalizadores,
ción concreta, salvo quizá la nuda enunciación de un que se encuentran diseminados por doquier en el terreno
de las ciencias. No nos atrevemos a negar dogmática—
deseo: «ampliar los códigos modernos para que obliguen
mente que en el futuro la perspectiva sistémica llegue .a
a las entidades sociales superiores, y al mismo tiempo,
constituirse en un campo gnoseológico de carácter «obli
eviten que el individuo sea devorado por el Leoz'atau
social» (p; 74). Ahora bien, este precepto último de la cuo», pero si afirmamos que en su estado actual de desa—
rrollo no pasa de ser un beato deseo de ciencia construí
teoría ética simbólica, parece consistir curiosa y contra—
dictoriamente en la «defensa del hombre como indivi do a base de materiales fundamentalmente filosóficos. El
valor de esta filosofía, por lo demás, resulta francamente
duo» y en la aceptación de «los valores que proceden de
la mente individual»(p. 55)_. Pero ¿no se nos dijo que
desigual. Al lado de brillantes observaciones epistemo—
existe una jerarquía de sistemas y que los sistemas socio lógicas, se erige un endeble edificio ontológíco idealista,
una esquelética gnoseología formalista y una imprecisa e
culturales y simbólicos están por encima del hombre
inconsecuente ética individualista.
como individuo?. Si la T.G.S. pretende sostener sobre
una teoría de los valores que privilegia los elementos
Este insatisfactorio cuadro, sin embargo, se ha reves
individuales que constituyen el sistema, no cabe duda
tido de una retórica tríunfalista apta para encandilar inge
que von Bertalanffy mostrará al mundo que él elige li
nuos en época de inseguridades filosóficas y de insufi
bremente «sus» valores personales, pero también pondrá
ciencias analíticas. Desde la perspectiva del materialismo
de manifiesto una grave inconsecuencia con su punto de
filosófico, en que nos situamos aquí conscientemente,
vista holista. creemos haber desmantelado tan ampulosa autoconcep—
No obstante, en descargo de la propia T.G.S., re ción mostrando que la T.G.S. es, en la obra de von, Ber
señaré a continuación una propuesta alternativa sobre la talanffy un dogmarismo que se disfraza de perspectivis
mo y, ocasionalmente, de escepticismo, un formalismo
ética que, a propósito del sistema internacional, ha ela—
borado Kenneth Boulding (20). A partir de su distinción que se reviste con los atributos ontológicos de la reali
dad misma agotada en sistemas jerarquicamente super—
entre una ética beróica, basada en arriesgadas actitudes in
puestos, un holismo que se metamorfosea en individua—
dividualistas que deben optar por propia decisión entre
lismo y, en definitiva, un espiritualismo metafísico mun
un conjunto muy restringido de alternativas compatibles
danista, que ha elegido la vía de la ciencia y de la tecno
con sus prejuicios, y una ética económica, guiada por la
logía para apuntalar sus aprioricas convicciones. ’
adopción de decisiones de carácter racional sobre la base
de sopesar cuidadosamente los costos, el beneficio y la
Resta en los parágrafos que siguen medir con exacti
tud el rendimiento del elemento valioso, que ha queda
do a modo de precipitado resultante de este análisis a
(19) Elementary Conditions of Business Morals, Commitee on the Barbara Weinsrcck Lectures, saber: la metodología interdisciplinar de la T.G.S. Vehí
Berkeley, University of California, 1958. Ya en 1938 en el capítulo XVII de su famoso T/7: cularemos nuestra apreciación a través de una compara
Function: of the ExemIx'1/e, Cambridge, Mass (Vers. Cast. en el Instituto de Estudios Políticos,
Madrid, 1959) plantea Barnard con entera nitidez el mismo problema diaméricamente como ción con la Cibernética en tanto que «paradigma» alter
consecuencia de la inconmensurabilidad existente entre los diversos códigos de moralidad pri—
vada. En este contexto se limita a exigir del ejecutivo lo que el llama una «moralidad complc-l nativo, un análisis del concepto de sistema y una com
ja», capaz de asumir los códigos de la organización, además de los propios. probación crítica de algunas aplicaciones de la Teoría a
(20) Cfer. The lmpm7 of ¡be Sonia! Sriem'es, Rutgers University Press, New Brunswick, ¡966. campos científicos en sedimentación.

EL BASILISCO 63
EL BASILISCO, número 1,

TEATRO _CRITICO .

ONTOGENIA Y ‘FILOC¡}ENIA ‘
EL BASILISCO
GUSTAVO BUENO SANCHEZ
' Oviedo

(*) En este estudio ofrezco algunos de los materiales sobre los que he basado un eStudio
mucho más amplio sobre el mito del Basilisco. Omiro, por tanto, los analisis propiamente
mitológicos para entregar simplemente algunas muestras interesantes de mi excavacxon.

oco, o nada, suscita la palabra oasiliseo al ría (2), astronomía (3), hagiografía (4), historia (5), botá
ciudadano medio, incluso universitario ac nica (6) y en zoología (para designar un género de iguá
tual. Incorporada en sintagmas como estar nidos). El reptil al que se bautizó con el nombre de este
beclzo un basiliseo, tener ojos de hasilisco o animal mitológico pertenece al orden de los saúrios, fa—
¡estate quieto, basilisc0, demonio coronadol, milia de las iguanas, género Basilisco, con dos especies
, . ., . son escasos quienes se paran a reflexionar básicas: con capucha (B. Mitmtus, B. Plumifrons) y sin
sobre el significado de la palabra aislada En los dicciona— capucha (B. Basiliscus, B. Corytloaedus). Este reptil, que
rios se mantiene un lacónico «animal fabuloso al cual se vive en las regiones cálidas de America del Sur y Méjico
átribuía la propiedad de matar con la vista». Sin embar— es completamente inofensivo_para el hombre y tomó el
go, tras este nombre, se encierra uno de los mitos más nombre a causa de su apéndice en forma de cresta por el
ricos que se hayan dado. Su importancia radica no sólo que se caracteriza y que recuerda el atributo del rey de
en la abundancia de matices, circunstancias y atributos la serpientes (7).
que le rodean, sino en el hecho de su antigüedad y pre—
sentía en culturas, tradiciones y pueblos bien diferentes. (2) Basilisco. Pieza de artillería, de bronce y gran calibre, empleada en los siglos XVI y XVII.
Era la de mayor tamaño de las que sustituyeron a la bombarda. Por lo difícil de su manejo cayó
en desuso, pues había basiliscos de nueve calibres diferentes que cargaban balas de hasta 150
La etimología de basiliseo Se encuentra en el sustan libras de peso. Hablando del ataque dado en 1556 por el emperador Fernando a los turcos
sitiaclores del castillo y villa de Siget, un manuscrito recogido en los Etudes sur le passe et
tivo griego basiliskos, que significa reyezuelo, como dimi— l‘azenir de l'artillerz’e de Napoleón Luis Bonaparte, dice: «'enlre la gruesa artillería que llemba el
nutivo de Basileus, rey. En latín se produjo la misma emperador había tre.\' basil'tïsros, que lanzaóan balas de 66 libras, pesando rada uno de ellos 7.500
libras», la costumbre de dar a las armas de guerra nombres de animales venenosos o peligrosos
derivación, apareciendo la voz’ regulus (en castellano regu (dragón, serpenrina, culebrina, aspid) aún está al uso (Falcon, Leopard, Jaguar, Cobra). En
heráldica la figura del basilisco es un cañón de gran longitud y representa la vigilancia y el
lo) con la que se le conoce. Los términos basilicock, cocka prestigio.
triee, cocodrille (al contaminarse con el cocodrilo) surgen a
(3) Basi/¡sm Estrella fija, conocida también como Riga/o, Estrella régia o Corazón a’e Leo'n que
finales de la Edad Media en Francia e Inglaterra. pertenece a la constelación de este nombre, está a 67 años luz y es la vigésima de las estrellas
más brillantes del cielo.

Su nombre, universalmente extendido, tuvo y tiene (4) Basilisco, San, Soldado y mártir que sufrió las persecuciones, en unión de Eutropio y
Cleonio, de Maximiano Herculeo (286-505, emperador a quien se atribuye el dudoso exter
variadas aplicaciones. Ha servido en primer lugar para minio de toda la legión tebana) Los cristianos celebran su fiesta el día 3 de marzo. Basilisro,
San. Obispo de Comana, que junto con Luciano sufrió martirio en Nicomedia bajo Maximi
dar nombre a la ciudad por cuyas cuatro puertas salió si liano. Su fiesta es el 22 de mayo. En el Diálogo bisto’riro atribuido a Paladio (publicado por
Daniel Ruiz Bueno en Juan Crisóstomo (San), Tratados ascélieos, B.A.C., Madrid 1958, PSS.
multáneamente una vez Cagliostro: Basilea (1). En artille 199-220) se cuenta cómo se le apareció, en Comana, el espíritu de Basilisco ajuan Crisóstomo
para anunciarle que, al día siguiente, se produciría el encuentro celestial de ambos. Efectiva
mente, al siguiente día, según Paladio, murió Juan Crisóstomo, que fué inhumado en la misma
capilla del mártir Basilisco.
(1) La etimología de Basel—Basilea no es segura, Son los mismos habitantes de la ciudad suiza
quienes establecen la asociación entre el nombre alemán de basilisco, Basilisk, y Basel. En la (5) Basílísro. Usurpador bizantino que destronó a Zenón en 475. Dueño del Imperio, influido
fuente pública de la «Gerbergasse», una inscripción indica el lugar donde se logró matar a la por su mujer, declaró nulo el Concilio de Calcedonia, Mal administrador, griegos y osrrogodos
terrible fiera. En la segunda descripción que se conoce de la ciudad, redactada el 28 de octubre se unieron para volver a proclamar a Zenón, que se hallaba refugiado en lsauria. Basilisco huyó
de 1458 por lineas Silvio Piccolomini (más tarde Pío ll), se lee: «Ut si morate civitati aut a Constantinopla refugiándose en Santa Sofía, de donde salió bajo promesa de perdón que sus
injuria sit inditum nomen Basilae, quod a Greco susceptum, regínam significar. Regina igirur enemigos no cumplieron, siendo encerrado en una fortaleza de Capadocia donde murió, con su
' est inter adjacentes civitates Basilea et nunc presertim, quum reginam ecclesie, id est sanctam familia, de hambre y frío. Durante sus dos años de reinado ocurrió el gran incendio de la
sinodum, intra se haber. Alii dicunt ingentis sramre basiliscurn a conditoribus urbis primisque Biblioteca de Constantinopla
fiindatoribus hoc loco repertum indeque Basileam dictam». Hasta hoy en día y desde la prime—
ra mitad del siglo XV, encontramos al basilisco como animal heráldica en el escudo de Basilea (6) El Primer Diccionario general etimalo'gito de la lengua es}?ariola, de Roque Barcia, Madrid
(ya en una miniatura de 1448 se ve el escudo de armas de la ciudad sostenido por dos basilis 1880-1885, dice que «basilisco es una planta labiada de los indios, ánua, olorosa, cordial,
cos y un angel, y encima el lema: «Basellischgus du giftiger wurm und boeser fasel, Inu heb den cefálíca, que tiene la virtud de alejar a las hormigas», Tiene hojas aromáticas y se emplea
schilt der wirdigen stat basel»). La obsesión del basilisco estaba_de tal modo arraigada en la como condimento. -
ciudad que en 1474 el Consejo de Basilea mandó decapitar un gallo de once años de quien se
' decía había puesto un huevo y luego quemarlo solemnemente junto con el tal huevo. Vd. (7) También hay un pescado de mar llamado basilísro y en paleontologia un subgénero de
Germán Colón, «Español basilea. horca». en Ze¡mbrift für Romanísrbe Pbílolagie, Tübingen artrópodos crustáceos, orden de los rrilobites,,llamado Basi/¡seus Salíer (v, gr. el Basi/¡sms
1960, B. 76, h. 5/6, pgs. 499 a 505. ' , tyrannus Muro/9.).

64 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Muy relacionado con el mito del basilisco está el del 6 Habitará el lobo con ‘el cordero;-y el pardo se
catoblepas. El catoblepas tiene una forma de matar en echará con el cabrito: el becerro, y el león, la
cierto modo inversa a la del basilisco: muere quién ve sus oveja, andarán juntos, y un niño pequeñito los
ojos (por eso siempre mira al suelo) mientras que el ba— conducirá.
silisco mata a quién ve. Sin embargo el catoblepas no
tuvo, a pesar de ser un mito tan antigüo como el del ba 7 El becerro, y el oso serán apacentados juntos; y
silisco, su misma trascendencia: quizá lo sofisticado de la sus crías juntamente descansarán; y el león
diferencia de entrambos (mirar, ser visto), que muchos comerá paja como el buey.
autores confunden, dificultó el auge de este otro mito. 8 Y el niño de teta se divertirá sobre la cueva del
Al catoblepas le citan entre los griegos Elieno, Ateneo áspid, y el destetado meterá su mano en la ca
(8) y Arquelao; y entre los latinos Plinio, Solino y Pom verna del basilisco.
ponio Mela. Cuvier sugirió que el catoblepas habría que
identificarlo con el antílope: de hecho hay un género de B) Isazázs XIV (Se profetizá la derrota de los filis
artiodáctilos cavicornios que lleva el nombre, con la reos por Ezequías).
especie Catoblejms Gnu, más conocido como Antzlope
Gnu. El Gnu, de cabeza cuadrangular y cuerpo encor 29 No te alegres tú, Philisthea toda, por haberse
vado tiene los ojos rodeados de una corona de cerdas hecho pedazos la vara del que te hería: por que
blancas con una expresión maliciosa y se dice que trata de la estirpe de la culebra saldrá el basilisco, y lo
de matar al cazador a cornadas. Pero esta identificación que de él nacerá sorberá las aves.
parece haber influido más en quienes bautizaron ese ru—
miante con el nombre-mitológico que en el origen del Scio,v a propósito de este versículo dice: «Es un
mito. Catoblepas en griego quiere decir «que mira a la probervio para significar que a un mal. grave sucedería
tierra». La relación mirar—ver (basilisco) y ver—ser visto otro mayor. la serpiente introduce el veneno, y mata
(catoblepas) no es simétrica: mientras que el basilísco con la picadura: el basilisco, según la opinión común
destruye y mata cuanto ve, al catoblepas hay que verlo, mata con la vista. Y lo que aquí se da a entender es, que
hay que ver sus ojos, que este esconde, no queriendo Ezechías, descendiente de David y Ozías, haría en ellos
usar su mortífero poder, no separando la mirada del mayor estrago que Samsón, David y Ozías, porque des
suelo. Flaubert presenta un catoblepas que voluntaria truiría y asolaría toda su tierra; y sólo en cuanto a éstos
mente no quiere levantar sus párpados, como si estuviera efectos se comparan aquellos santos reyes con la serpien
influido de cierta bondad (9). te y el basilisco. Se dice del basilisco, que con su vista y
aliento mata los pájaros para después tragárselos».
En cuatro libros del Antigüo Testamento encontra
mos las siete referencias que en la Biblia hay del basilisco C) Isaías XXX (Se amenaza a los judíos por recu
(Isazázs XI—8, XIV-29, XXX-6, LIX-5; Proberbios
rrir a Egipto, desconfiando y desobedeciendo la
XXIII-32;]eremz2zs VIII—17 y Salmos XC-13). Y no falta
‘ palabra del Señor).
quien ha visto en la propia serpiente tentadora de Eva
(Génesis 5-1, 5) a un basilisco (10). De las ocho palabras 6 Carga de las caballerías del Mediodía. Van de
hebreas que se usaron para designar a las serpientes en
una tierra de tribulación y de angustia, de donde
el Antigüo Testamento (ll), tres se tradujeron por basi—
salen la leona y el león, la víbora y el basílisco
lz'sco en la Versión de los Setenta: zep/m’ (cinco veces), pe volador, llevando sobre hombros de caballería
tloen y ’epb‘ely (una vez cada una). Utilizaremos la versión sus riquezas y sus tesoros sobre corcovas de ca—
que Scio de San Miguel hizo del texto de la Vulgam, de mellos, a un pueblo que no le podrá ser de pro
acuerdo con el mismísimo Urbano VIII (12).
_vecho.
A) Isaías XI (Se profetiza el estado pacífico en que Comenta Scio —siguiendo. a Jerónimo- que «las
se encontrarán las criaturas a la llegada del Me palabras, de donde salen la le0_m; y el león, la wáora y el 17a
sías). sílz'st0 volador, se han de mirar como paréntesis; y sin él
se une lo que antecede con lo que sigue. Van, pues, por
un desierto estéril y espantoso, en donde no encontrarán
(8) Ateneo, citando a Alejandro de Mindos (V-64, p. 221 b) situa al catoblepas entre las
gorgonas y cuenta que en la guerra contra Yugurta habría fulminado a los soldados que le
sino leones, fieras, víboras y serpientes que los devoren
atacaron con su mirada: finalmente fué- muerto a distancia por jinetes libios y su piel, llevada a
Roma por Mario. depositada en el Templo de Hércules.
y consuman».
(9) Gustavo Flaubert, Las lemrm'ones de San Amom'o, Trad, de Ramón Onis-Ramos, Imprenta
de Alejandro Martínez, Barcelona, s.f.: «El Catoblepas‘ (búfalo negro, con una cabeza de cerdo
D) lsazázs LIX (Se describe el mal comportamiento
pendiente hasta el suelo y unida a sus espaldas por un cuello delgado, largo y flacido como una del pueblo de Israel).
tripa vacía, Arrastra el viente por el suelo, y sus pies desaparecen bajo la enorme crin que le
cubre la cara): -Gordo, melancólico, feroz, siento continuamente bajo mi cuerpo el calor
del fango. Mi crane0 pesa tanto que me es imposible soportarlo. Lo hago girar en torno mio, y 5 Rompieron huevos de áspides ytejieron telas de
con la mandíbula entreabierta arranco con mi lengua las hierbas envenenadas con mi aliento.
Una vez me devoré las patas sin advertirlo. Nadie, Antonio, ha visto mis ojos, y si alguien los araña: quien comiere de los huevos de ellos mo—
ha Visto, ha muerto en el acto. Si levantase mis párpados, mis párpados rojos e,¡nclinados,
morirías». rirá; y de lo que se empollare, saldrá el basilísco.
(10) El capuchino Joseph—Romain Joly, en su La Geagmpbir Sarrée e: les mwmmems ¿le l‘bisloire
sainre, París 1784, afirma: «Eugubino cree que la serpiente que tentó a Eva eta un basilisco, o Anota Scio: «ESte es un proverbio con el que de da
por mejor decir. que el diablo había tomado la forma de basilisco».
a entender que cuando los hombres perversos ponen en
(11) Ver G.E. Post en Hastings, Dim'onmy afrbe Bible, Edimburgo 1909 <6"l impr.), Vol 4,
pgs. 459—460, s.v. Serpmi. También Morris Jastrow e lnmanuel Benzinger en Tlae]m'isb Em}— ejecución sus malos designios y maquinaciones, aca
rlo¡>edia, New York and London 1903, s,v. Bari/iré.
rrean mal a los otros y a sí mismos; como si rompiéndo
(12) La Sama Biblia rraducida al español de la Vulgata latina y anotada por el llmo. S.r. D. Fe se un huevo saliese un áspid, que mata no solamente a
lipe Scio de San Miguel. Barcelona. Librería Religiosa 1856, 6 vols. Scio de San Miguel
(17 38-1786) no niega al basilisco, como se desprende de las notas a los versiculos atados los que están presentes, sino también al que le rompió.

EL BASILISCO 65
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, Www.fébuenó.es

ALDROVANDI.',BASZLISC(JS IN SOL1TUD1NE AFRICAE VIVENS

Esto se aplica según la opinión común que se tiene de las distintas versiones de la Biblia ensayan, ni de sacar
los áspides y de los basiliscos». conclusiones, por lo que nos limitaremos, a título de,
ejemplo, ai transcribir los siete versículos del Antiguo
E) Prowerbios XXIII (Recomienda Salomón modera— Testamento que mencionan al basilisco tal como
ción en la mesa y previene sobre los efectos del aparecen en dos versiones recientes: la de Nacar-Colun— ,
vino). ' ga (13) y la de los Testigos de Jehová (14). En la prime
ra aún se conservan tres basiliscos, en la segunda ha sido
32 Más al fin morderá como culebra, y derramará proscrito. '
veneno como basilisco. A) 154 zíasi XI-8
F) I]eremzázs.V1fl (Se profetiza la desolación de Jeru

salen) ’ ’ NC El niño de teta’jugará junto a la hura del áspid,


y el recién desretado meterá la mano en la "ca
1—7 Porque he aquí que yo os enviaré serpientes ba— verna del basilisco.
srhscos, para los cuales no hay encantamiento: y
morderán, dice el Señor. TJ Y. el niño de pecho ciertamente jugará sobre el
agujero de la cobra; y sobre la abertura para la
G) Salmos XC (Si se confía en el Señor estaremos luz de la culebra venenosa realmente pondrá su
libres de peligro). mano un niño destetado. - - '

13 Sobre el áspid y el basilisco a_ndarás, y pisarás al B) Isaías XIV—29


león y al dragón. ' ' * NC No te alegres, tu, Filistea toda, por haberse ro
to la vara que,te hería, porque de la raza de la
Dice Scio que «por basilisco se entiende aquí una serpiente nacerá un basilisco y su fruto será un
espec1e de serpiente. muy venenosa». ' ' dragón volador » '
Pasáremos por alto la consideración de los conflictos TJ No te regocijes,ohl?ilistea, ninguno de uste
de conciencia que a los cristianos pueda suponer el di-_ des, simplemente; porque ha sido roro el palo
vorcio entre lo expuesto por la Biblia y lo que dicta la que golpeaba. Porque de la raíz de la. serpiente
razón respecto del basilisco, no sin antes recordarles una saldrá una culebra venenosa, y su fruto será}
de las conclusiones del Concilio de Trento: ' una culebra ardiente voladora. . ‘ A —
«Si alguno no'recibiere como sagrados"yícanónicos C) V¡..Iscz z&s'XXX—6
e'stos mismos Libros enteros con toda_s sus partes, como
se han acostumbrado a leer en la Iglesia Católica, y-se _ NC Oráculo de las bestias del Negueb através de
contienen en la edición Vulgata latina antigua, sea anate-' ' una tierra de angu_stia y de tribula’ción, de don—
ma». _ ’ ' ‘ ' ' de salen el león y laleona, la víbora y el dra
- gón volador. Llevan a lomo de asnos sus rique:
En los últimos tiempos, y sin duda—con el fin de
racionalizar en lo posible el Verbo divino, las versiones (13) Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales por Eloino Nacar y Alberto
de la Biblia, católicas y no católicas, van sustituyendo las Colunga, B.A.C. Madrid, 1968. En el índice doctrinal de esta versión figura: «Basilista: ser
piente venenosa que, según la opinión de los antiguos, causaba la muerte sólo con la mirada,
referencias no verosímiles,'fabulosas, por otras que no Sal 90, 13, ls 50, 6». '
entren en abierta contradicción con lo que dicen las (14) Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras por la. W_atch Tower Bible and Tract _
So_ciety, International Bible Students Association. Nueva York 1961 (primera edición en
ciencias naturales. No es_ este el mome_nto' de pormeno-. español 1963). En el índice_ onomástico no figura ni el basilisco ni ninguna serpiente fabulosa,
rizar las permutaciones, variaciones y combinaciones que sustituidas por cobra, culebra, z'120ra. '

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

' zas, y sobre la giba de los camellos sus tesoros, Plinio, en el libro octavo de la Historia natural, co
para un pueblo que de nada sirve. loca juntas las descripciones del catoblepas y del basilis
, co. He aquí su descripción.
TJ La declaración formal contra las bestias del sur:
por la tierra de angustia y duras condiciones, «En el sur de Etiopía se encuentra la fuente Nigris;
del león y del leopardo que están gruñendo, de la Opinión común ve allí el origen del Nilo,, y los
la víbora y de la culebra ardiente voladora, so argumentos que hemos expuesto parecen confirmarlo.
— bre los hombros de asnos adultos llevan sus re— Cerca de esta fuente vive la bestia llamada catoblepas, de
cursos, y sobre las gibas de camellos sus provi una talla por lo demás mediana y de andar perezoso, to
. siones. En el interés del pueblo no resultarán da su actividad consiste en llevar dificultosamente su ca-
de ningún provecho. beza, que es muy pesada, y que tiene siempre inclinada
hacia el suelo. De otro modo sería la plaga del género
D) Isa z€zs LIX—5 humano, pues todo hombre que ve sus ojos muere
inmediatamente». '
NC Incuban huevos de áspides y tejen telas de ara
' ña, y el que come de sus huevos muere; si los «La serpiente basilisco no tiene menos poder. Es la
rompe, sale un basilisco. provincia de la Cirenáica quién la genera, su largo no pa
sa de doce dedos, tiene como marca una mancha blanca
,T_] Los huevos de una culebra venenosa son lo que sobre la cabeza, que se parece a una diadema. Su silbido
ellós han empollado, y siguieron tejiendo la por una aserie
espanta todasdelasondulaciones,
serpientes. No
sinoanda,
que como
avanzalasmanIte-.
0tras,
mera tela de araña. Cualquiera que comía algu
nos de sus huevos moría, y el que era aplastado niéndose alta y derecha sobre la mitad de su cuerpo.
producía una víbora. Destruye los arbolillos, tanto por su resuello como por
su contacto; abrasa las hierbas, quiebra las piedras, tanta
.E) Proverbios XXIII-32 fuerza tiene su veneno.- Se creía en otro tiempo que si
era matada de un lanzanzo dado de lo alto de un caballo
NC Entrase suavemente, pero al fin muerde como su veneno remontaba a lo largo del asta y mataba a la ve
sierpe y pica como áspid. era matada de un lanzazo dado de lo alto de un caballo
su veneno remontaba a lo largo del asta y mataba a la vez ’
TJ A su fin muerde ju5tamente como una serpien caballo y jinete. Y sin embargo este monstruo -se ha
te, y segrega veneno justamente como una ví— hecho a menudo la prueba para los reyes que le desea
bora. ‘ ban ver muerto- no resiste el veneno de las"comadrejasz
que la naturaleza no ha creado ‘nadalsin contrapartida. Se
F) -jeremz’as VIII-17 guarnecen estas en las-cuevas de lós basiliscos, que en-,
cuentran facilmente por la infección del terreno. Matan
NC Pues he aquí que voy a enviar contra vosotros al basilisco por, el olor que exhalan, y mueren: así termi
, serpientes, vflaoras contra las que no hay conju na el combate de la naturaleza consigo misma» (16). ’
' ro posible, y os morderán, oráculo de Yavé.
De las aplicaciones que tiene la sangre del basilisco
TJ «Pues aquí estoy enviando entre ustedes ser encontramos noticias en otra parte de la Historia Natu
pientes,‘culebras venenosas, para las 'cuales no Ml:
hay encantamienro, y ciertamente los picarán»,
es la expresión de Jehová. «Del basilisco, al que huyen las mismas serpientes
pues de lo contrario las mata con su olor, y se dice que
G) Salmos XC—Z3 da muerte al hombre consu sola mirada, hacen los Magos
i NC Pisarás sobre áspides y víboras y hollarás al las mejores alabanzas de su sangre: se coagula como la
pez, de la que tiene su color; diluida da un rojo más bri
leoncillo y al dragón. llante que el cinábrio. Le atribuyen el buen éxito en las
demandas hechas a los grandes y los rezos dirigidos a los
. T] Sobre el león joven y la cobra pisarás; hollarás dioses; para ellos es un remedio contra las'enfermeda
al leoncillo crinado y a la culebra grande. des, 'un amuleto contra los maleficios. Algunos la llaman
también sangre de Saturno» (17).
Pero la tradición del basilisco en modo alguno Lucano, cuando en la Farsalz'á hace llegar a Perseo a
queda 3:ecluída en la tradición bíblica: aparece también Libia, describe las serpientes y monstruos que
abundantemente en los textos clásicos. La referencia habitan el desierto y termina refiriéndose al más terrible
antigua más conocida y citada es Plinio el Viejo, aunque de todos: »
fueron varios los autores que, en distintos contextos, tra »«Y aquel que lanzando silbos a todos e5tos mons
taron del basilisco (15), si bien no aportan sustancial truos, el que mata antes de envenenar, el que pone en
mente nuevos datos a los recogidos por Plinio. Nos limi— fuga a toda la. muchedumbre, el basilisco, que reina en
taremos a presentar lo que Plinio, Lucano y Dioscórides las solitarias arenas». (18) '
nos refieren en el siglo primero. ‘
(16) Plinio, Hisl—o;:1;a—luml, VIII-77 a 79, Utilizamos la edición crítica de A, Ernout en La
Bellas Lenres, París 1952 (libro Vlll, pgs. 50‘51).

(15) Ver el completo artículo de Max Wellman en Pauly: Realemyrlo;m1ie der Claisi.ribm (17) Plinio, Historia Namml, XXIX-66. Les Bel/ei Lellre.t, París 1962 (pags, 41-42),
Allerlumru'immtbafl. Neue Bearbei/ung. Georg Wimuw. Fünfter Halbbad 1897 (reprint A.
Druckenmüller. Sttutgart, 1958), s.v. Bari/isla, tomofllll, l, columnas 100-101. . (18) Lucano, La guerra ciril (La Parsalia), IX-724, 726. Les Belle_r Ler!m‘, París 1967.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

En el mismo libro noveno de l;z Guerra Civil, Luca— - Obsérvese cómo, parafraseando a Plinio, Isidoro
no confirma lo que Plinio decía: que si era muerto un sustituye «la naturaleza» por «el Padre de todas las c0
basilisco de un lanzazo, remontaba el veneno a lo largo sas» al referirse a la comadreja.
del asra y mataba caballo y jinete. El jinete es Murro,
que antes de morir prefiere cortar su mano: En la Edad Media no sólo se difunden por toda Eu—
ropa los relatos sobre el basilisc’o: algunosbasiliscos «en
«¿Qué anuncia el basilisco traspasado al infeliz Mu— persona» llegan al parecer, abandonando la Libia, y tras
rro en lo alto?. Veloz corre el veneno por la lanza y le larga emigración por tierra (por mar no habría nave que
invade la mano, la cual en seguida él hiere con la espada los soportase) a Occidente.
y a la vez amputa del brazo, y mirando la parte de si
mismo que está muriendo, se mantiene ante la mano que En el siglo IX detectamos ya un basilisco en Roma.
desaparece en el lodo» (19). Moraba este basilisco en el Templo de Santa Lucía y
contra él hubo de intervenir personalmente el Papa León
Contemporáneo de Plinio y Lucano es Dioscórides. IV. Carrillo, en el folio 201 de sus Anales, nos lo cuenta
Como médico, su preocupación se dirige hacia las carac (2 l):
terísticas y remedios de las mordeduras de los basiliscos,
Sin duda la edición más interesante que de la obra del
médico de Nerón se haya hecho es la del médico de Ju
lio III, nuestro Andrés de Laguna, enriquecida—con sus
valiosas annotrztiones. 'Transcribiremos a Dioscórides
cuando hablemos de Laguna.

No nos detendremos en los escritos de Solino y


Aeliano en el siglo tercero y de,Arnobio y Aecio en el
quinto. Digamos que Solino (1,27) cuenta que los de
Pérgamo compraron un basilisco muerto y que,
habiéndole envuelto en una redecilla de oro, le colgaron
en un Templo de Apolo para impedir a los pájaros que
anidasen y que las arañas fabricasen sus telas, porque las GREVIN: BASILISCO 1568
paredes de este'Templo estaban adornadas con muchas
pinturas del famoso Apeles. En Aeliano encontramos
una importante novedad que sin duda ha de tener alguna «A veinte y siete de Abril del año de 848, el Santo
significación para la ulterior metamorfosis del basilisco: Pontífice León IV mató un basilisco que se avia criado
El tema del gallo, que veremos a partir de aquí introdu en la Iglesia de Santa Lucía de Roma (22), tan pernicioso
cido en el mito. El basilisco, según Aeliano, teme al ga y tan malo, que con la vi5ta mataba a cuantos le veían,
llo, razón por la cual los naturales de la Cirenáica, al"via por cuya razón ninguno se atrevía a entrar en la Iglesia,
jar, llevan un gallo por delante q'ue'espanta la fiera. El y estaban tan atribulados y medrosos, que ni aún por
aquella calle se atrevían a pasar, pero sabiéndolo el Santo
gallo va a desempeñar poco más" adelante - un papel
Pontífice se preparó y armó con la oración, y con la
mucho más iinportante en la filogénia del basilisco: llega Cruz, y entrando, solo con hacer la señal de la Cruz le
rá a ser considerado generador del basilisco, que nacerá dexó repentinamente muerto, como 'si hubiera recibido
del huevo que pone el gallo en su última edad. un balazo, con asombro y admiración del Pueblo».
En el siglo VII, en el capítulo de las Etimologzïas de No debe llamar la atención ’a la Cristiandad este
dicado a las serpientes (XII-4), tras de la culebra y el
milagro si consideramos la rudeza del papa León IV
dragón, nos describe Isidoro el basilisco:
(combatió a los,sarracenos, excomulgó al cardenal Anas
¿{Basilisc0 es nombre griego; en latín se interpreta tasio, asesinó a Pedro y»Adriano, missi del emperador
Luis II) que contrasta con la dulzura del papa que le su
regalo, porque es la reina de las serpientes, de tal manera
que todas le huyen, porque las mata con su aliento y al cedió en el solio, en 855, ]uan VIII, una joven de Ma
guncia educada en Atenas, más conocida como la Papisa
hombre con su visra; más aún, ningún ave que vuele en
su presencia pasa ilesa, sino que, aunque e5té muy lejos, Juana.
. cae, muerta y es devorada por él. Sin embargo le vence
la comdreja, que los hombres lanzan a las cavernas en las ¡En el siglo XIII habrá dejado de ser un misterio el
que se esconde el basilisco. Cuando éste la ve huye y es origen del basilisco: los gallos, cuando son viejos, ponen
perseguido ha3ta que es muerto por ella. Nada dejó el un huevo Pequeño que, incubado un día canicular en un
Padre de_ todas las cosas sin remedio. Su tamaño es de
medio pie y tiene líneas formadas por puntas blancas.
Los régulos, como los escorpiones, andan por lugares (21) Citado por fray Joseph Alvarez de la Fuente en su Diario birlo'riro, político, mr]ániro y
moral, 1732. Parte cuarta. Pag. 534,
áridos, pero cuando llegan a las aguas se hacen acuáticos. (22) ¿Hay que relacionar la muerte de un basilisco en el Templo de Sama Lucia con el oficio
Sibilus es el mismo basilisco, y se le da este nombre de una santa que es protectora de la vista?. Parece que no, pues hay que c0ntar aquí a dos
Lucías: una santa y otra beata. La Santa. martirizada en Siracusa a principios del siglo 1V, y que
porque con sus silbidos mata antes que muerde». (20)_ llegó a tener cuatro templos en Roma, debe su_santidad a su negativa a casarse con el joven
escogido por Euticia, su madre, que seria castigada por Dios con una menstruación que le duró
cuatro años. Lucía la Casta, terciaria dominica que vino a España con San Vicente Ferrer y
(19) Lucano, op. cit. IX;828. murió hacia 1420, muy venerada en jerez de la Frontera, impulsada de espíritu superior se
arrancó los ojos para enviarselos al joven que había quedado prendado de ellos: por eso es
(20) Isidoro de Sevilla, Elimologlá_i, Xll-4-6,9. Versión castellana total, por vez primera, de representada sosteniendo un plato con sus ojos, atributos que los artistas a menudo confunden
Luis Cortés y Góngora; B,A.C. Madrid 1951, pág.7297. y aplican a la Santa.

68 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

establo por una bestia venenosa (o un sapo), produce el dicen a XII pulgadas de luengo y a una mancha blanca
basilisco. Confluye así la filogénesis medieval del basilis sobre la cabeza assí como una corona. Y el hace huir
co con la sabiduría egipcia sobre el ave Ibis. Sabido es todas las otras serpientes cuando chifla y no va sobre la
que esta zancuda de regiones cálidas, era muy respetada tierra doblándose como la culebra más lleva la cabeza
en Egipto porque libraba las riberas del Nilo de numero toda alzada y derecha en alto. El seca las hierbas y las
sos reptiles. El Ibis combate a los reptiles y, a la vez, se otras cosas que son cerca del por su resollo y es de tan
encuentra en el origen del basilisco: los egipcios creían fuerte veneno que el mata cualquier que le toca de una
que el basilisco nacía de un huevo de Ibis. Paradójica lanza lejos, más finalmente la comadreja lo mata, y el
mente, los campesinos de las riberas del Nilo destruían hedor del basilisco mata la comadreja. E si ella come pri
los huevos del Ibis a fin de prevenir funestos nacimien mero de la ruda (24), o si ha comido ella no ha miedo
tos. Diríamos que en la Edad Media'se ha sustituido el del, y aunque el basilisco sea tan envenenado en su vida,
Ibis por el gallo, que es quién ahora pone el huevo del después de muerto el guaresce el veneno de las otras
basilisco. sierpes cuando es primero quemado y su ceniza vale
mucho al arte del Alquimia y por especial para mudar
La vuelta del Ibis, pájaro migratorio, correspondía los metales del uno al otro».
con las crecidas fertilizantes del Nilo: el Ibis. fu.é símbolo
de prosperidad, como protector de los trabajo's’ campes Al tratar del gallo (XII-17), Bartolomé Anglico dice:
tres. Pero después de la venida del Ibis, de la crecida,
llega la sequía. ¿No es ésra sequía producida por algo «(...) cuando el gallo es muy viejo hace unos huevos
que nace del huevo del Ibis, la misma sequía producida muy pequeños y redondos y como cardenos o amarillos
por la mirada del basilisco?. De hecho, los egipcios des y cuando en un muladar en los días caniculares alguna
truían ritualmente los huevos del Ibis. be5tia venenosa sobre ellos yace nace el basilisco según
dice Beda y Constantino (...)».
Bartolomé Glanvilla, más conocido por Anglico,
franciscano, prepara hacia 12 30 en París su De proprz'eta— Por último, en el libro XIX (De [05 colores, olores,
¡ibm rerzzm, que sería la Historia Natural más popular
máores, /ícorer, 3/ de lor buewr), capítulo LXXIX (De lo:
del Renacimiento. En Anglico el mito aparece mucho
buewr de lar .f€ï}7í€ïll€l) encontramos una importante in
más formado. Obsérvese las deformaciones que han su
formación que rectifica conocimientos anteriores en tor
frido las fuentes que utiliza. Manejamos la traducción
que Vicente de Burgos, en el siglo XV, hizo en romance
no a la filogénesis del basilisco: no son los huevos del
gallo sino los del áspid aquellos de donde nace el basilis
(2 5):
co:
' «Libro XVIII: De los animales; Capítulo XIV: Del «(...) los huevos de una serpiente llamada a5pis son
Basilisco y sus propiedades. pequeños y redondos, y de color cómo cardeno o amari
llo (...). El sapo saca algunas veces los huevos del aspis y
Basilisco es un nombre griego que en latín quiere de ellos Viene la serpiente que por su vi5ta mata todo
decir regulus y en romance reyzillo. El es el rey de todas hombre, llamada Basilisco, y assí prest'o como nace mata
las serpientes: como dice Avicena. Y dice que las otras al sapo por su vista, según dice Plinio, esra propiedad
sierpes le an gran miedo y le fuyen y mueren de su visra: toco Isaias a los XLI capítulos de su libro. Dicen quien
y de su resollo; todas las cosas vivas mueren de su vista, los huevos del aspis comerá morirá. Dellos sale el basilis
y aún las aves que vuelan sobre su cueva caen luego y co y dice la glosa que como de los tales huevos viene el
aún con esto es él vencido por la comadreja que le mete basilisco así de los e"nconados judíos perversos nascera el
en la cueva do el mora, ca Dios soberano nuestro no anticristo»:
dejó nada sin remedio. El basilisco cuando ve la coma
dreja el huye y ella va tras él y lo mata. El basilisco es El papel de los bestiarios medievales, sucesores del
una serpiente que a un pie de luengo y es manchado de Fírí0[0g0, es fundamental a la hora de explicar la transmi
picas blancas: y ama más el lugar seco que humido, como sión y popularización de los conocimientos sobre el basi
hace el escorpión. Y cuando el entra en el agua el la lisco. Sin embargo en las primeras copias del Firz’á/ogo, el
encona assí que todos los que después beven mueren, y libro de historia natural más utilizado hasta el siglo XIII,
no menos facen todos los que el muerde: como dice Isi— cuyo origen está en la Alejandría de los siglos II a V, no
doro en el 4 capitulo de su 12 libro, y Plinio en los aparece el basilisco como tal (25). Pero en los bestiarios,
XXII capítulos de su VIII libro. Dice que hay una fuen dependientes del Firío’logo, tanto escritos como esculpi
te en Etiopía, la cual es la cabeza del Nilo según la opi— dos, que pululan en la Europa medieval, el tema del
nión de muchos doctores, y cerca della tal fuente es una basilisco es un lugar‘común. No es este el momento de
bestia que es dicha catoblepas la cual es de pequeño
; cuerpo y de muy'pesados miembros y tiene su cabeza
siempre cerca de la tierra. Esto fue muy bueno a los (24) Aristóteles, en los Pmb/mrar (XX. 54) trata de razonar por que se dice que la ruda es
hombres ca todos los que pueden ver sus 0105 mueren remedio contra la fascinación: «¿Por qué se dice que la ruda es remedio contra el aojo? ¿Sergi
porque las personas creen que son víctimas de la ao¡adura cuando comen con avidez o cuando
luego. Y e5ta misma virtud a el basrlrsco, el cual segun temen alguna enemistad y abrigan sospecha sobre la comida que Se les presenta?, Por ejemplo.
cuando toman algo para comerlo ofrecen del mismo plato un trozo a otro, añadiendo las pala
bras «para que no me mire can malos ojos». Por lo ramo, parece que todos tomen algo alarmados
lo que se les ofrece, ya se trate de un líquido. ya de un solido, de aquellos manjares cuya cons
trícción o vómito hace que los sólidos asciendan y sean expulsados o que la flatulencia provo
cada por los líquidos cause dolor y contorsiones. Por lo tanto, 'romnndo ruda de antemano.
(25) Bartolomé Anglicoz «Aquí se acaba el católico y muy provechoso libro de las propiedades como es ardiente por naturaleza, dilata el órgano que recibe el alimento y el cuerpo por entero
de todas las cosas trasladado de latín en romance por el reverendo padre Fray Vicente de Bur— siendo su resultado la expulsión dela flarulencía contenida en el».
gos, y ahora nuevamente corregido e impreso en la imperial ciudad de Toledo en casa de Gas
paride Avila, impresor de libros a costa y expensas del noble varón Juan Tomás, sabio (25) Es asequible la edición de Marino Ayerra y Nilda Guglielmi, El Fi;¡olog0, Bulimia ¡Het/¡1‘
milanés vecino de Segovia. Acabóse a diez días del mes de Julio del año de mil quinientos ml. EUDEBA, Buenos Aires 1971. Ver el artículo de B.E. Perry en el Pdlil)i-l.l”iimtm, op, cit.
veinte y nueve años»: Esta traducción de Vícen're de Burgos figura en el Catálogo de Autori t. XX-l, columnas 1074-1129 s.v. Phyríolngm‘.‘ y Josep Strzygowski, Drr Bílzlrrk—rri; 11r_\ Grirz'l7h—
dades de la Lengua. ¡bcn Pbju’io/úgm. Leipzig, B.G. Teubner, 1899.

EL BASILISCO 69
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es i

dando grandes gritos y dijo que del pozo salía un olor


‘ nauseabundo que apunto estuvo de marearla y le impi- -
di'ó sacar agua, y, además, que el pozo resplandecía y bri
llaba, por lo que había quedado sobrecogida de espanto
— y miedo mortal. Entonces, un atrevido aprendiz de pana
dero se ofreció para investigar de cerca el'extraño fenó
meno; se hizo atar con una soga y, con una antorcha en
__:t,’ Ogtagm galii pataturz:¿ cuíus putaincn: ii?;rúa_t_útfin: Mafeo; iliuïï_rífié cendida'en la mano, bajó al pozo; pero de repente exha—
« Scnatasffiononieahsa . ' ' " ' ló un terrible grito y fué izado inmediatamente cuando
ya se le creía muerto. Después de reanimarle con toda
suerte de remedios y así que hubo vuelto en si, dijo
con voz temblorosa que había visto en el pozo un animal
horrible, que tenía el aspecto de un gallo grande, pero
horrible a la vista, con un rabo escamoso y cubierto de
muchas puntas, con patas toscas y abultadas, ojos ex—
trañamente brillantes y una pequeña corona en la cabeza.
Le pareció como si la bestia estuviera hecha de un gallo,
un sapo y una serpiente, y nunca en su vida había visto
nada tan repulsivo y espantoso. Por ello cerró los ojos y
plantear siquiera el estado de la cuestión (familias de pidió auxilio, pues le parecía como si la sangre se detu:
bestiarios, vicisitudes de sus copias...). Se identifica a viera en sus venas, debido a la pozoños_a mirada de la
veces el basilisco con el diablo y la crueldad (26) (¿Hasra bestia, y sin duda alguna hubiera muerto allí, pues tam
que punto cabría correlativamente establecer una asocia— bién el repulsivo olor le e5trechaba el pecho y robaba el
ción entre la mirada divina y la del'catoblepas?. Dios, aliento. Todos quedaron sorprendidos ante el extraño
como el catoblepas, mata_a quien mira su ojo). Vamos a relato, pero nadie 'se atrevió a bromear y no sabían qué
transcribir lo que dice un. bestiario catalán del siglo. XV: pensar de este sorprendente suceso‘ hasta que Heinrich
Pollitzer, médico de mundana sabiduría, inteligente y
«Lo besalís es pocha bestia, e tant de verí, que sola— experimentado en el conocimiento de las cosas naturales,
ment ab la vista aucien les hómens. E aquets són reys de, explicó a las gentes que aquel horrible animal se llamaba
les serps; e no és bestia el món qui.s vulla combatre ab — basilisco y que procedía de un huevo pue5to por un gallo
ells. E per tot la hon passen, per lo gran verí que han, y empollado por un sapo. Después de consultar durante
sequen los arbres e erbas. E aquests muden tots anys la un rato qué convenía hacer, se decidió, por indicación
peli, axí con fa la serp, e puys renovella» (27). del señor Heinrich, arrojar en;el interior del pozo gran
des piedras y tierra en abundancia para que la bestia fue
En el siglo XIII, los basiliscos, que ya hemos detec ra aplastada y muriera. Por último se llenó el pozo ha5ta
tado en Roma en el siglo IX, han llegado a Viena, dando ‘ el borde de tierra y piedras para que no pudiera ocurrir
lugar al episodio que vamos a relatar y que tuvo lugar en ninguna desgracia Pero durante esta tarea, salieron del
1212 en la ahora conocida como La Cara de los Barz'lz'rcor pozo tan malignos y peligrosos olores, que algunos obre—
(Schónlaterngasse 7) (28): ros enfermaron repentinamente ymurieron allí mismo,
entre grandes gritos, al igual que algunosdías más tarde
«El día 26 de junio de'1212 se oyeron grandes gri murió el mencionado aprendiz de panadero‘ de espanto y
tos y ruidos dentro y alrededor de la casa de un panade horror mortal».
ro (llamado Martín Garhibl), en la parte de la Ciudad lla—
mada comunmente por aquel entonces Unter TemPe/b0f. La leyenda del basilisco en el pozo de la casa de un
La casa se llamaba Zum roten Krezzz. A causa del violento panadero la volvemos a encontrar en el Diario de lor
griterío que se había levantado, se congregó ante la mis Emdz'tor de Pczr23, donde se menciona «un basilisco el
ma una gran multitud, impaciente y curiosa por saber cuál esrando en el pozo de una casa donde vivía un pana
que desgracia había ocurrido. Apareció finalmente el dero, mataba a cuantos iban a sacar agua; no hubo reme
juez, señor Jakob von der Hülben y por medio de sus dio a muertes tan repentinas, sino cegar el pozo» (29).
criados, trató de averiguar si se había herido el orden de Una tradición francesa que recogió Sébillot nos informa:
la ciudad. Pero en realidad el asunto había ocurrido así: «había una vez un basilisco en el fondo de un pozo, y
Una doncella del panadero mencionado tuvo que sacar cuanta perso_na se acercaba para sacar agua moría en el
agua del pozo que había en el patio en las primeras acto. Un señor de las cercanías que oyó hablar del suce
horas de la mañana. Pero volvió con el cántaro vacío y so, hizo construir un espejo que colocó sobre el pozo.
Miró dentro y vió a la b65tia que reventó en _seguida»
(30).
(26) Se pueden encontrar referencias del basilisco en: Florence Mc Cullock, Mzzlíezal latín and
French Berrian'er, University of North Carolina Press, 1960, pgs. 93, 199-200 y lámina 2;
Milton Garver, Som: 5npp/emenrmy Ira/¡an B€J'IÍ(U‘J Cbd[)tm‘. en The R0man¡r Retieu. l920, (29) Citado por Luis Moreri, Gran Dirt-¡Maria H¡.\Itifli'0. l674. Edición en castellano de Casa—
pgs. 313-514; Kenneth Mc Kenzie, Per la rraria dig¡ Bu‘liarii irulízmí, en G¡or;mlr Sloriro ¡Jr/la . devante, París 1755.
kuemmm iialicmu, 1914, pgs. ’>59 y sgs. También V.l—l. Debidour,' Le BeJIÍa/r‘: ¡ru/pri m
Frame, Arthaud, París 1961. Tiene interés la obra reciente de Jean-Paul Clebcrt, Briliar'rt (30) Copiada por Alejandro Guichor y Sierra, El Emi/im. Sevilla 1884, pag, 19, Esta obra, de
Fdá«/eka‘, Albin Michel. París 1971, pgs. 51 a 54. . 82 páginas in-0ctavo, corresponde al tomo lll de la B¡b/¡arem de las Tradli'iorm' popa/«m— eJ
paño/di, de la que era director Antonio Machado y Alvarez y que publicaba en Sevilla Alejan
(27) Bertiarir. edición a cargo de Saverio Panuncio. Colecció Els Nosrres Clássics, Editorial , dro Guich0t y Compañía. Editores. Esta obra es _un intento de aproximación al mito muy inte
Barcino, Barcelona l963-64. Vol, ll, pgs. IIS. Obsérvese la novedad que supone el cambio resante pero muy irregular. Desde Plinio al siglo XVI no se aduce ningún testimonio sobre el
anual de la piel. basilisco. Guichot, cuyas traducciones del latín son de'plorables, incomprensiblementc desco
noce la obra fundamental de Aldrovandi, al que solo cita por la Ornitología y no por la Hiuuriu
(28) Moriz Berman, All ¡md Ney Wien, Citado porReinhard Federmann, DÍ: Éó'niglr'z'be Ézm_.\1 ’alaml de SerP¡ente.í y Dmg02m, Incluso se llega a preguntar si hay representaciones'artísticas
Viena 1964. Versión castellana en Bruguera, Barcelona 1972, La Alquimia. pag. l()Ï' sgs. del basilisco, y solo conoce el modelo de Grevino, copiado de Joly. Practicamente todas las
Berman supone que del pozo salían emanaciones de gas natural que provocaban las muertes. citas que i;ace Guichot son, por otra parte, de segunda mano.

’70
¡y
EL BASILISCO
(PH
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Todavía en el siglo XIII, Vicente Beauvais, autor puede cambiar la materia corporea»; aludiendo en su
del SPeculum Mundi, dedica un capítulo de su obra al argumentación a la fascinación afirma:
catoblepas (al hablar de las be5tias) y tres capítulos com
pletos al basilisco (al hablar de los reptiles y las serpien «...Parece más propio pensar que el alma, mediante
tes), En el último de estos tres capítulos (los números una fuerte representación imaginaria, puede alterar los
XXII, XXIII y XXIV del libro XX, bajo el título «De humores del cuerpo a ella unido. Esta inmutación de los
generibzzr bmz'lz'scomm & remedz'z'r contra í//0J») (51) encon humores corporales tiene lugar principalmente en los
tramos la siguiente clasificación: ojos, adonde concurren los espíritus más sutiles. Los
ojos inficionan después el aire contiguo hasta un deter
«Tres son los generos de basiliscos: el primero 4/0— minado espacio, del modo que los espejos, cuando están
cbry5u5 que se llama rrz'seo (chryseus), porque aquello que nuevos y tersos, se empañan a la mirada de la mujer en
ve insufla e incendia. El segundo estrellado (stellatus), o su época de reglas, según dice Aristóteles. Se diría, pues,
crisocéfalo, es decir de cabeza dorada, de suerte que que cuando el alma siente una vehemente conmoción
aquello que ve tiembla y muere. El tercero amatísta maligna, como de modo particular puede darse el caso
(amathitis), esto es, sanguíneo como el cinabrio y tam en esas vejezuelas hechiceras, la mirada de éstas se hace
bién con la cabeza dorada, que aquello que ve 0 toca ponzoñosa y dañina del modo que hemos dicho, espe
destruye, conservándose los huesos, y a este fácilmente cialmente para los niños, que tienen un cuerpo tierno y
le encuentra todo aquel que lleve la hierba áarílz'rm» fácil para impresionarsé. Es también posible que por per
(32). misión de Dios, o incluso mediante algún hecho oculto,
intervenga en esto la malignidad de los demonios con
Brunetto Latini, amigo íntimo y consejero del Dante quienes tales viejas hechiceras pueden tener algún
(aparece en el Infierno en el círculo de los pecadores con pacto» (54).
tra mflzzm) dedica el capítulo 140 del primero de los li—
bros del Teroro al basilisco, tomando como fuentes los No deja de ser curioso que aunque el Doctor Angé
clásicos y bestiarios ya citados. (Ver la edición a cargo de lico no se refiera directamente al basilisco, quienes pre
Francis _I. Carmody, Li Livre; d0zz Tre30r, University of pararon la edición de sus obras bajo la dirección de
California Press, Berkeley 1948, pag. 154). León XIII, interpretaran de este modo el párrafo.

Tomás de Aquino no utiliza directamente la palabra; A principios del siglo XIV, Bernardo de Gordonio,
pero en el índice de la edición /eonímz de sus obras (55) de la Escuela de Montpellier, elabora en su Lilium Medi—
se lee: «Basiliscus non interficit visu sed vapore, sicut címze toda una teoría sobre las causas por las que muer—
mensrruata inficit speculum I. 1 17.3.2». Se refiere Tomás den las serpientes:
en esta cuestión a «Si el hombre por la virtud del alma
«Mordedura es solución de continuidad, hecha por
algún animal venenoso así como son las serpientes,
(5l) Vinccnri Beauvais. Spam/um quadmp/ex, Duaci [624. Seis volumencs. Tomo ll, columnas
l/I(Jl (catoblepa), 1475-1474 (basilisco), arañas, abispas y escorpiones, y los semejantes animales
(52) Sobre la hierba ¿ari/im nos informa Antonio Ricciardo Brixiano, Cumm«umria S) mbolim,
ponzoñosos que están cerca de nosorros. Es de entender
Venecia 159l. Tomo l, Folio 106, Columna 3. uBASILICAL hcrbac, sivc Ocimi vas cum
vcrbis Dm'iw‘ kai E)1Éa¡ru. idcst res uno modo acta succctlit bene, sed alio male sig. homincm.
qui demonsxrat se in agendo scmpcr mcli0rcm (>ccasioncm esse secuturum. Nam basil¡scum
hL-rba, si lcvi¡er 84 cum quadam dexrcritarc aurectcrur, gratissimum emittit odorem, sin vero (34) Tomás de Aquino, Summa Trulógim, B.A.C, Madrid 1959. [. lll (2“). p_i;. 1055, En esta
prcssius &: iniquus pracmarur, male olet 8: generar scorpionus, & vcrmcs. Cumillus Camillius in edición para nada se menciona al basilisco. pero cn una larga nora dc Jesús Valbuena O.P, (pgs.
insigni Francisci Pasquae». ll()8«l l 10) se trata la cuestión de la fascinación y el mal de ojo, afirm;indosc: «Esta inl'ctuón
(que no solo empaña espejos sino corrompe substancias) natural la hacen no sólo, aunque 51 de
(55) D¡1¡Tbwmzr Aquina!ia Summa Tbm/agím. Roma 1886-8". Edición «le León XIII. lndiu; un modo especial, las muiurcs cuando están un la época du sus reglas. sino cualquxcr otra pur
tercero: re.» praei‘ipuue. Pag. 103. columna 4. sona dr: la procedan emanaciones contaminadas y en descomposición».

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ALDROVAND1:BASILISCUS EX RAJA EFFICTUS

EL BASILISCO 71
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que los hombres son mordidos de las serpientes, por Por qué el basilisco empece
causa del lugar, o del tiempo, o porque las amenazan y al hombre de lo mirar.
entonces las serpientes corren furiosarnente contra los Del ojo deste animal
hombres y entonces muerdenlos y llaganlos. Debeis de vapores muchos estiran
mirar, que las serpientes son de diversas especies, ma— los cuales a los que miran
yormente según la diversidad de las regiones, así como les engendra mucho mal.
parece de los que moran en Jericó, y en los demás Esta es causa general
climas calientes): porque hay algunos que se llaman tiros, si quieres ver otro misterio
de los cuales se. compone la triaca; y otros se llaman dra mira lo que Anton Gaynerio
gones, y otros aspides y otros basiliscos, y este genero es prueva por regla especial (37).
el peor entre todos los animales, porque con la vista y el
tacto matan, y a las aves que vuelan, y a las plantas que La pregunta LXXXII: «Por qué del huevo del gallo
cerca de tierra están, y nosotros no tenemos tales diver / el basilisco se engendra», es resuelta de este
sidades de serpientes. Y diversificanse las serpientes por modo: —
otra manera, que de las serpientes unas son masculinas, y
estas son peores que las femeninas,..,» (55). Tiene mucho calor
este animal y secura
Enrique de Villena, en los primeros años del siglo por tener muy mucho ardor
XV dedica. un Tratado a la fascinación, al aojamiento. seca en tanto algun humor
Los problemas sobre la visión y sus consecuencias, surgi que paresce piedra dura.
dos en Grecia y asumidos por la Escolástica, vuelven a El humor assí secado
ser planteados una vez más por Villena, quien relaciona paresce un huevo pequeño
también la mortal mirada del basilisco con la putrefac por ser de vinor pongoñado
ción propia de las mujeres menstruantes; ' . del en vezes sea engendrado
este animal ,sino ensueño. (38).
«Enon deve paresger estraño_ o menos creyble lo
que del basilisco, en el libro De las propíea’aa’es de las
cosas, se lee, el qual por sola catadura mata a otro, e asy
mismo refletando su vista del espejo, comme Bernardo
de Gordonio, in primo libro Mea’egine, capitulo De rene
nís, muestra, '& avemos domestico exenplo del daño de la
vista & infecgion de las mugeres mestruosas, que catando
en espejo fazen en el maculas &'señales, .commo dize
Aben Rruyz en el comento De sap/70 &,bígz'/ía: In s17eea/z's
ralde pri cam mesz‘ra0se sínta enientes z'nspz'cz'nnt facies sPe
cn/z' fz't re/nt nnáes sangaz'nea, et sy z'n now ¡peca/o non faeíle
esse abstergere eías maca/am. Puede se aver enxenplo en la
vista infecta lobina, que veyendo primero al omme
fazelo la boz
anima/inn: en perder, comino
el capítulo en eldize:
De /np0, libroLnpas
De Propz'etatioas
in ta/z' san-v :
gnirze sítít si 17rias bomz'nes r2'a’erz't ooeem anfert. Esto faze
syn duda con la venenosidat de su vista. Contege aun, MARCA TIPOGRAFICA DE GISLENI MANILII, GANDAV! 1571
quando alguno cata en los ojos del visto,_duelen los ojos
suyos, por la turbada _{Sz’mala catadura,maguer en otros
animales tal venenosidat fallada sea mas fuerte en el En su obra más completa, Secretos de F2'los0fzáz, resu—
omme, afueras del basilisco, se demuestra por quien si es me en una sola cuestión lo referente al basilisco. La glosa
al quanto venenoso'& ha más sotil emission de virtud correspondiente nos permite deducir el estado de la
(—.-)>> (36). cuestión mediado el siglo XVI (39).

Alonso López de Corella, navarro; profesor de «No tan solamente los vapores que salen de los ojos
Medicina en Alcalá de Henares y más tarde afincado en de los basiliscos son venenosos: más también de otras
Tarazona, donde'escribió sus principales obras, publica muchas serpientes. Ansí dice Aristóteles en el Libro de
en 1546 sus Trezz'entas preguntas de rosas naturales, que las Propiedades de los Elementos y de las Plantas: que
ampliará al año siguiente en los Secretos de Pbz'losoj7bz'a. En
estas dos obras, cada pregunta es contestada en verso
(37) Alonso López de Corella, Trezíeums preguntas de r'fl.\’d.\ naturales, Valladolid 1546,
(con decimas o redondillas) y, las glosas, en prosa. Así en
las Trezíentas Preguntas, la numero XXIII: (38) A. López de Corella, ap, i‘¡L La respuesta completa a la preguna LXXXII es: «Si al ral
huevo lo ponen en un estiércol podrido antes se engendra el basilisco, y no tan solamente el
basilisco viene a salir de presto, si lo ponen en el estiercol. pero si ponen huevos de gallinas en
estiercol sin calor de la gallina sacarán allí pollos y lo mismo será si los pones en un horno que
tenga calor templado: grande es la virtud del gallo, el es el que nos despierta y nos declara la
venida de la luz, con su canto conocen que hora es, porque si es r0nco mucho tarda en ama—
necer y si es claro ya se acerca el dia»,

(39) Alonso López de Corella, Secretos de Pbi/0sujzbía ) AsIra/0gú: _) Med/tina 3 de las cuatro
(55) . Bernardo de Gordonio, Los siete lí¡¿ros de la Práctica o Lilia de [a Medicina. en Madrid. por malemd'licas ciencias. (elegidas de muchas y diremos ua[ares y dii'ididus‘ en cinco qm'nquugenus de Pre—
Antonio González de Reyes, 1697, Libro l, cap. XIV («De la mordedura de la serpiente y gunlas. Zaragoza 1547. Quinquagena primera. pregunta XXIII «Por qué el basilisco empesce
orras sabandijas vcnenosas») folio 22. al hombre de lo mirar», folio XI a,r. Hay alguna variación en dos versos respecto las Trezimlas
preguntar: «Del ojo deste animal / vapores muchos espiranf los quales a los que miran / ¡es
(36) Enrique Villena, Tratar/0 de/A0jdn1ien¡a. publicado por _J. Soler en la Rem: Hiipmu'que. engendran mucho mal. / Este es causa -general / y aun Gainerio el de papía / un gran secreto
tomo XLI (1917), n" 99 (octubre), pgs, 184-185. escrevía l desra pregunta especial»,

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¡y
(PH
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monte, la otra en otro, las cuales vistas, conoscio Sócra


tes que el daño que venía a los caminantes era por causa
destas serpientes. Desta historia claramente se colige que
hay animales que con su vida empozoñan. Y Aecio en el
alegado lugar dice que no solamente el basilisco empo
zoña mirando pero los que oyeren el silbido del basilisco
mueren: porque con el haliento tanto daña el aire, qué
basta a inficionar ado llegare. Cerca lo segundo es de
notar que dice Gainerio en el Tratado de Venenos que
si el hombre ve primero al basilisco que el basilisco a el,
mata el hombreal basilisco y el basilisco no a él: al con
trario si ve primero el basilisco al hombre. La causa
desto dice ser, po’rque el que primero ve esta prevenido
con lo cual se fortifica para no recibir impresión. Esto
dice esre doc:or. Lo cual es muy ajeno de buena filoso
fía: que pues aquellos vapores venenosos son causa natu—
ral, no se pueden impedir con el apercibimiento del que
ha de ser inficionado. Es de n0tar, pues del basilisco
trata la pregunta: que dice Gentil, sexta quarti tractatu
tertio, cap. vigésimo segundo, que en antiguos libros se
halla que del huevo del gallo se engendra el basilisco, y
ahora en este tiempo universalmente esto se cree. Dice
Gentil que por ser el gallo animal muy seco: por tanto
cuando es viejo, se allegan muchas superfluidades secas
cerca de sus riñones: del calor de los cuales se convier
ten en casca y se hace huevo: del cual no se puede en
gendrar animal de la mesma especie, sino podresciendo
se el tal huevo se engendra el basilisco. Esto dice Gentil.
Al cual pregunraría yo: que pues hay aves más calientes
que el gallo, porqué los machos destas tales aves no
ponen huevos. A lo cual se puede responder: que por
ser el gallo muy dado a lujuria: por tanto se allegan estas
superfluidades más en sus riñones que en los riñones de
las otras aves: y por no se ejercitar volando como las
otras aves, no las resuelve: lo cual las otras aves hacen.
Preguntaría yo, por que mas podriéndose el tal huevo se
engendra el basilisco que otro'animal. A lo cual no hay
más que responder: sino que de la manera que del meta—
no de la vaca, como abajo diremos, se enjendran abejas
más que otros animales: ansi de tal huevo por ser de tal
materia se engendra más el basilisco que otro animal. Es
de notar más, que ansi como de los ojos del basilisco
salen vapores que inficionan a los hombres, ansi de los
dientes de los hombres salen vapores que infrcionan y
matan a los palominos que no tienen pluma. Ansi lo dice
Plinio undécimo libro, cap. trigésimo séptimo. Que los
vapores del basilisco reverberados al mesmo basilisco a
el no matan: dicelo Avicena sexta quarti, tracratu tertio,
capitulo vigesimo segundo. Es ultimo de n0tar: que ansi
como el basilisco con su vista mata a los hombres, así un
animal muy pequeño que en España llaman tarantola, y
en latín stelí0, mata con su vista a los alacranes. Ansi lo
dice Galeno libro de Triaca ad Pisonen».

En los años por los que escriben Corella, prepara


Andres de Laguna su edición de Dioscórides, enriqueci
BASILISCO, CAP1TEL GOTICO S. XIII, CATEDRAL DE REIMS da por sus interesantes annotacíones. En la Introducción al
libro sexto de Dioscórides, impone Laguna como condi
ción para que la mirada del basilisco sea mortal, la reci
en el tiempo del rey Filipo, todos los caminantes que procidad en la visión:
pasaban por un camino que estaba dentro de dos montes
luego perescian. La cual viniendo_noticia de Sócrates «Combateti los venenos el cuerpo humano por los
hizo hacer un vaso grande de vidrio: en el cual entró y cinco sentidos, por los cuales le asaltan como cinco puer
hizo que le llevasen a aquel camino y estando en el ca tas. Porque primeramente, si bien notamos, el Basilisco
mino vio dos serpientes, una de las cuales estaba en un no solamente mordiéndonos,pintrodpce su pozoña por
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los miembros mordidos, empero también de hito en hito Dejamos para otra ocasión la consideración del tra
mirándonos, la suele arrojar como saeta de amor, por tamiento de la mirada del basilisco por las distintas es—
nuestros ojos a las entrañas: aunque para que pueda en— cuelas de autores que se ocuparon del mecanismo de la
clavarnos, cumple que le miremos juntamente nosotros, visión. Como es sabido la tradición pitagórica y platónica
de arte que los rayos visuales se encuentren: y este es el consideraba al ojo como fuego y explicaba la visión a
más sutil, y delicado veneno de todos: al cual se podía partir de los rayos que salen del ojo y se dirigen al obje
bien comparar aquella dulce y cordial ponzoña, que cada to: la mirada del basilisco sería un caso particularmente
día por los ojos beben los amadores, principalmente si dramático de esta doctrina (la tradición ari3totélica que
penan por el amor de ciertas damas tan severas, denoda consideraba al _ojo como agua, interpretaba la visión por
das y cahareñas, que parece las ofendeis tan solamente analogía con la imagen que en las aguas producen los
en miratlas, y ellas por otra parte con sola su vista os objetos que en ellas se reflejan). Podría pensarse que
enconan» (40). aquellós filósofos o médicos que toman en serio al basi
lisco son platónicos y que los aristotélicos han de tender
Dioscórides, en los dos breves capítulos que dedica en principio a dudar de él. Francisco Vallés, el médico
al basilisco (el LIII «Del Basilisco» y el LXIX «De los de Felipe II, el «divino Vallés», nos da pie para sostener
mordidos del Basilisco», con que termina el libro sexto, esta hipótesis en su De iz's, siue de sacra pbílosoplaia, don—
último de la obra) sigue puntualmente a Erasistrato. Así de hablando de la fascinación introduce el tema del basi
reproduce Laguna los capítulos de Dioscórides: lisco:

«Erasistrato en el libro que hizo de los remedios, y <<...Como si la fascinación fuese una lesión que está
de los venenos mortíferos, habla muy brevemente del ligada a una cierta invidencia. No ciertamente invidencia
llamado Basilisco, diciendo si el Basilisco mordiere, la Per se (para no incidir abiertamente en la falsa opinión de
herida se vuelve luego amarilla, y casi de la color del Avicena) sino per accz'dens; y entonces propiamente habría
oro. Las señales pues que acompañan la niayor parte de una cierta fascinación, como en el Basilisco. Pero entong
las fieras que arrojan de si ponzoña, son tales cuales ces también esta sentencia sobre la fascinación supone
habernos ya declarado. Por donde pasando ahora a la cu que la visión obra por rayos que salen del que ve a la
ración, tratemos primero de la general y común, según manera como si fueran vapores venenosos, quam tamen
nuestras fuerzas bastaren» (41). minor pars P/9í/osop/oorum recz'j]ít, ít‘aque ¿am ea’opz'nz'o non
Poterít esse 0mnz'bus Pbi/0so1>/oís communís, sed peculz'arz's
«Contra las mordeduras del Basilisco, según escri P/at0nz'corum» (45).
bió Erasistrato, es remedio saludable una drama de casto
reo bebida con vino: y así mismo el opio: las cuales cosas En el siglo XVI la especie del basilisco cobra nuevo
deben bastar, acerca de la cura conveniente a las injurias vigor: se ha extendido por toda Europa y de ello nos da
de las fieras que arrojan de si ponzoña» (42). testimonio, entre 0tros, Levine Lemnio, médico de Ziric
zea, en Zelanda:
No sabemos si Dioscórides al no hacer mortal de
necesidad el muerdo del basilisco niega a este sus pro «Et cum omme animal á coitu perastaque.Venere
piedades mortíferas a fin de salvar su profesión médica, contristari soleat, atque animo contrahi, solus hic exhila
que vería cerrado de Otro modo_un campo tan vasto. rescit ac cantu alacritatem spiritus testarur: ubi_ veró de
crepitus esse incipit, ac senectute confici, quod nonnullis
septimo,
pro nono,
virium, aut ad vel
vel robore summum decimoquarto
imbecillitate, evenit,
aut ietiam con
(40) Pedacius Dioscorides Anaza.rbeo, Arena de la materia medicinal _) de los I’mmus morn’ferm.
¡mduriz/0 de b Íellglld griega en la I‘ll/gar carte/[alza ¿r ilustrado con L'LIV'(I.\ )' sustanciales «¡mo/arm—
ne.t por el Doctor Andrés de Laguna. Salamanca Mathias Gast. 1565. Introducción Libro sexro, , cumbendi assuetudine, 'qua ,nulli non‘ani_mailtium__naturae
pag, 573. La obra está dividida en seis libros y el sexto «encierra muy cumplídameme la histo vis deycitur atque enervatur, ovum profert aestiuis men
ria de los venenos mortíferos y de todas las fieras que arrojan ponzoña».
sibus, ac Caniculae sideris eXortu, ex putrefacto, opinor,
(41) Dió'scorides, 0P.rif. Libro sexto, cap. Llll «Del Bari/im». pag 607. Laguna, en la Annota
¡ion (pag. 609) añade: «Es vulgar opinión y ridícula, que el Basilisco nace del huevo de un feminis excremento, aut humorum colluvie conflatum,
gallo viejo, y así le pintan semejante a un gallo, con cola natural de serpiente, la cual forma de forma non oblonga, vel obali, ut gallinis assolet, sed
animal no se halla in ren: natura, de modo que la debemos tener por quimera. Es el Basilisco
una serpiente luenga de un palmo, y algún tanto rosa, la cual tiene encima de la cabeza tres. r0tunda atque orbiculata, colore modo luteo, buxeo,
puntas de carne un poquito elevadas: y enderredor de ellas un blanco circulo, a manera de una A
corona: por razón del cual le llamaron Basilisco los griegos, y Regalo los latinos que quiere flauescent, viersicolore, lurido, ex quo produci Basilis
decir Reyezuelo. Nace y hallase muy frecuente en la región Círénaica esta fiera, cuya maligni cum, Latine regulum nonnulli opinantur, venenatam bes
d es de tanta eficacia, que con su resollo corrompa todas las plantas por donde pasa, y con
su silvo extermina las otras fieras. Este pues no solamente mordiendo, empero también miran tiam, sesquipedali magnitudine, triplici frontis apice, tan
do (comoarriba dijimos) suele ser pestilenre y mortífero. Tiene la misma facultad de matar la
llamada Catoblepa, que describe Plinio en el cap. XXI del libro VIII». quam Regio diademate insignitam, erecto infesroque
(42) Dioscorides, ap.ci1. Libro sexto, cap. LXIX «De lo: mordida: del barí/¡Lrco», pag, 616. La
corpore, atque oculis vibrantibus, quibus obvios halitus
Almm‘ation de Laguna dice lo siguiente: «Es enemigo capital del Basilisco la comadreja: porque contagione conficit. Vulgus in t0ta Europa ea opinione
no solamente viva le mata, o persigue, empero también quemada y bebida con vino, es único
remedio contra sus mordeduras: a las cuales se aplica utilmente cruda, y despedazada; en tal esr imbutum, ut ex hoc ovo Basiliscum prodire flatuat si
manera procuró siempre la naturaleza que no hubiese cosa tan maligna y dañosa, contra los
insultos de la cual no se hallase algún eficaz presidio: y pluguiera a Dios todopoderoso, que así
quando á rubeta seu bufone forum sit: quod an fabulo
como nos fortaleció de muchos valerosos remedios contra las injurias de las serpientes martí sum, & commentitum, non ausim cerro pronunciare: hoc
feras, nos concediera alguno, por medio del cual nos pudiéramos defender de una fiera domés
tica y familiar, empero muy más virulenta que todas, quiero decir del hombre: de la vipera tamen eítperientia comprobarum habeo, gallum incuba—
lengua del cual, a las veces sin ser sentida, se derrama una ran peligrosa y mortal ponzoña, que
ni el Metridato, ni la Theriaca perfecta basta para ocurrir a sus daños. De aquestos pues tan tu id ipsum perficere.» (44)
enconados Alacranes y Basíliscos, que no nacieron sino para morder y sembrar veneno, soy"
cierto no faltaran algunos, que Calumnien y motejen esta nuestra tan honesta fatiga sobre
Dioscorides: aun que en ello me ofenderán muy poco, hallándome armado y apercibido de ,
ínexpugnable paciencia: la cual contra las serpentinas lenguas de los detractores, y maldícientes, (45) Francisco Valles Covarrubiano, De iis, J'ÍI'4’ de sacra pbilosophid. 1566. Usamos la edición
es singular antídoto, ni se puede hallar igual comadreja. Del resto no me queda que decir otra de Lugduní 1594, pgs, 529-530.
cosa, sino amonestar a los lectores candidos y benévolos que si en todo este discurso nuestro
hallaren algo no tan curiosamente tratado, como fuera de razón, lo atribuyan todo a mi natural (44) Levine Lemnio, Orrulta Naturae M1'racuLz. ',1559. Libro IV. cap. XII («De ovo á gallo
flaqueza; y de lo que fuere bien discutido, den la gloria, el honor y las gracias al Omniporente edito, et qua aetate, atque annorum decursu id proferat: denique quid ex eo progenerecur, turn
Dios, Padre. Hijo y Espíritu Santo, del cual mana toda v_irtud. toda industria y toda sabiduría. de lapide Gallinaceus. & Aétite gemma»), En la edición de Gandavi, 1571 corresponde a las
Finis» (termina el libro). , . , ' pgs. 428-429.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Giovanni Battista della Porta, aristotélico en su Synonyma et etymzzm, Dzfferentizze, Descrz'jztío, Grersur et
teoría de la visión (se le considera uno de los padres de Locm, AntíPat/9ízz, Gemmtí0, Natura venenz' basz’lz‘scz’,
la Optica, inventó la cámara oscura y la lente de aproxi Sz'gna venenz' barílzkrí, Pme.rídía venenz' áarílz'scz', Allegorz'az
mación), considera como míticas las propiedades del ba et Mora/ía, Mz'mcula, Híer0g/ypbíca, Pbrenascbemat¿z, Simu
silisco, niega que los escorpiones nazcan del basilisco, /acm y U5u5. (47).
como afirma Fiorentino Greco (que defendía que el basi
lisco machacado y puesto al sol generaba un escorpión), Aldrovandi aporta también grabados de basiliscos
y, entre otras, nos trasmite una pintoresca historia que disecados, muy apreciados por los coleccionistas y erudi
demuestra el renovado vigor del basilisco en el Renaci tos del XVI. Estos basiliscos disecados, engendros de
miento: una apariencia terrorifica, eran obra de habiles falsifica
dores que se aprovechaban de la popularidad del mito
«Una donna maritata di fresco, deetra pregna fuor para ganarse la vida. Se conservan varias de estas falsifi
l’opinione di tutti, in luogo di parto, partori fuori quattro caciones. Normalmente se utilizaban dos peces, el pez
animali simili alle rane, e clopo risano affai bene: i quali angel y la raya, que disecados entremezclando sus partes
animali sono raccontati fra le spetie delle rane. (...). Cosi producian'un monscruo que se pasaba por el cadáver del
dicono anchora, che dalle impurita delle donne, cioe del basilisco (48). Testimonio del aprecio que tenían los eru
mestruo, e dal sperma sangue nel medesimo modo possa ditos a los basiliscos disecados lo encontramos en los
nascere un basilisco, il quaie tutti coloro, che vederanno regalos que hizo el Duque de Orleans, hacia 1640, cuan
moriranno, ma questo io stimo falsissimo. Cosa Chiara e do visitó a su amigo Lasranosa, el mecenas de Gracian
che possano nascer' serpenti dalla medolla della spina (49), en Huesca: cuatro leones, cuatro espejos hiperbóli
dell’huomo, e da capelli mestruati, e da peli delle code cos, un fragmento de diamante, un basilisco disecado y
de’cavalli (...)» (45). otras curiosidades (50).

Antonio Ricciardo Brixiano, en su C0mmenhzria Hemos seguido la pista de un basilisco disecado


Symbolz'ca, explica cinco significados que tiene la palabra que, según Feijoo, se conservaba en la Biblioteca Regia de
Basilisco. Vamos a transcribir los tres últimos: Madrid, pero nuesrras indagaciones resultaron infructuo
sas (incluso hemos molestado toda una mañana a los
«5 BASILISCO. El llamado de Hermes, que se conservadores del Museo de Ciencias Naturales, que es
genera en el útero, significa Elixir Alquímico, por el cual donde teóricamente tenía que haber acabado el ejem
se convierten los metales, como dice Leon Suave en los plar). No debe llamarnos la atención que este basilisco
Ercolz'or a Paracelso, fol. 292. madrileño haya sido destruido por algún «racionalista».
No hubiera estado lejos de ello el profesor de Física y
4BASILISCO, como aparece en Psal. 9 & Isa. 11. Química del Real Palacio:
14 & Jerem. 8. significa el diablo, que es el más pesti—
lente para el genero humano; también significa la envidia «Maestro. Debe tenerse enteramente por una fábula
del Diablo, por la cual se. introduce la muerte en el mun— , (el llanto del cocodrilo) que se puede colocar muy bien
do. Arnob. Psalm. 9. San Jerónimo. Isa 1.14, también en la misma clase que el canto del moribundo cisne, que
significa las obras malas y pestíferas y los errores y la
vanagloria.
(47) Ulises Aldrovandi, HíI/0n}u Numm/e Jerpenmm el Dmwmzm libri duo. Bononiae, apud
j BASILISCO, o regulo volador, como aparece en Clementem Ferronium, 1640, lib. ll, Cap. ll. «De Basilisco», pgs, 361 a 576. Ver también la
Isa. 50 & 59, significa el príncipe de los Judíos, también Omílholügíae (corresponde a los tres primeros tomos de los trece que componen su obra com
pleta), Bononiae 1599, Vol. ll, libro XIII, pgs, 83-84 (al hablar del Gallo); libro Xl}/, pg, 221
significa demonios, también significa el Anticristo, al que (de la Gallina); libro XIV, pg. 241 y libro XVII, pg, 650.
los Judíos pondrán por Mesías. S. Jero. Isai. 50 & 59. (48) Ver el artículo de Achille F0rti, Il Bari/¡tro eri:m¡1: a/ Mmm Cir/m z/¡ Smr¡u Nui/¿rule a
S. Gre. 18 mor 9.» (46). Venezia e gli aj71'm' ¿ima/mw f¡mm1 i'mosría!i. Conlribum a/Ia .ïlnria del/¿1 C íur/drmlrríu. en Allí
del Rea/e Irliiuro Vel:elo di Srienzr, Let/rr: al ¡lr/i, Tomo LXXXVIII, 1928, Pags. 225 a 238 y
16 láminas.
En la segunda gran enciclopedia zoológica (después (49) Baltasar Gracián, en el capítulo de El Crí/¡tzin que dedica a las curiosidades de Lastanosa
de la de Gesnero), la elaborada por Ulises Aldrovandi, (Parte ll, crisi ll, Lo: pradigio.r de Salar/wm; se refiere al basilisco disecado que tenía éste:
« -Yo os confieso, dijo Critilo, que he tenido siempre por un ingenioso embeleco el Basilisco,
encontramos todo un Tratado del Basilisco. Dedica y no soy tan solo que sea necio, porque aquello de matar en viendo parece una exageración
repugnante, en que el hecho está desmintiendo el testigo de vista. -¿En eso ponúis duda?
Aldrovandi dos de sus trece tomos a una curiosísima replicó Salastano; pues advertir que éste no lo tengo yo por un prodigio sino por un mal (()!i>
« H istoriz; Natural de Serpientes y Dragones». Y en el Libro diano, pluguiera al Cielo no Fuera tanta verdad, y si no decidme: ¿un médico, en viendo un
'enfermo, no le mata? ¿Qué veneno como el de su tinta en un tépice? ¿Qué basilisco más cri
II, Cap. II, encontramos quince inmensas páginas in-folio minal y pagado que un Harmócrates, que aún soñando mató a Andragoms? Digoos que dejan
atrás a los mismos basiliscos, pues aquellos poniéndoles un cristal delante, ellos se matan a si
dedicadas al Basilisco, ilustradas con varios grabados, de mismos, y estos, poniéndoles un vidrio, que trajeron de un enfermo, con sólo mírarlc lc- echan
los cuales el más famoso representa el «basilisco de a la sepultura, estando cien leguas distante. -Dcjenme ver el proceso, dice el Abogado, quiero
ver el testamento, veamos papeles; y tal es el ver, que acaba con la hacienda y con la sustancia
Aldrovandi», que tiene ocho patas, escamas, cabeza de del desdichado litígante, que en ir a él ya fue mal aconsejado. Pues que un Príncipe con solo
decir: Yo lo veré, no deja consumido a un pre-tendiente, ¿no es el B:uilisco mortal una belleza,
gallo, con largo pico -y gran papada, y coronado con su que si la miráis, mal, y si ella os mira, peor? ¿Con cuanto ha acabado aquel vulgar veremos, cl
atributo. Dejamos para otra ocasión la edición de los 16 pesado veámonos, el prolijo verse ha, y el vicio «ya lo tengo visto. y todo mal mirado no
mata», Creedme señores, que está el mundo lleno de Basiliscos del ver y aun del no ver. por
apartados en que se divide su capítulo sobre el basilisco, no ver y no mirar; así estuvieran todos como este, y mostróles uno embalsamado».

que nos limitamos a citar aquí por su título: Aeqaz'wom, A lo largo de El Cr¡!1'to'rl se repiten las apariciones del basilisco. Quizá esta obra, que como se
sabe era predilecta de Schopenhauer inspiró a éste a la hora de escoger dicterios con que Críti
car la filosofía clásica alemana: en el Prologo a la C um/mp/c raíz del Prir1tí[>i0 de la Razán mfi
ciente se lee: «Ahí está la filosofía alemana sirviendo de burla a los extranjeros. rechazada por
(45) Giambattista della Porta, De/h Magia Natura/e. Lib. ll («Di generag vari anímalí») Cap. ll los verdaderos sabios, como una ramera que, por vil precio, hoy se vende a uno, mañana a
(uAlcuní animali terrestri prodottí della putrefattíon(:»). La redacción definitiva de esta obra otro, y los cerebros de la actual generación de estudiosos, desorganizados por los absurdos de
data de 1589. Cítamos por la edición de Napoles de 1677, Hegel; incapacitados para pensar, incultoá y atentados. presa del vulgar materialismo, que ha
brotado del huevo del basilisco».
(46) Antonio Ríccíardo Brixiano, Commenfaríu Symba/im ¡n tlu0.r mmm dírm'bum v..,; ¡n qn¡bw
exp/¡mmm ¡mmm Pene infinila ad mgrlimm natura/em, 6 w'ru1mm rerz¡m xig/¡ifimlíumm uuímu (50) Vd. E. Correa Calderón, lurlanam y Grdrízín, en Homenaje a Gmriu'n, Institución Fernan—
,'m. Venecia 1591, Tomo l, Folio 106, columna 5, do el Católico, Zaragoza. Pag. 74.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

molestia de alzarse, observará en las últimas tablas de ese


estante una cajita que contiene el verdadero dragón de
los naturalistas» (51).

El tema del basilisco se convierte en un lugar común


de la literatura del Siglo de Oro y del Barroco. Los ojos
esquivos de la dama serán como los del basilisco y matan
con su mirada al rendido amante. En el Quijote se utiliza
tres veces la palabra, en el capítulo XIV de la primera
parte. Parece como si Cervantes, al escribir este capítulo,
tuviera reciente la lectura de alguna de las historias natu
rales al uso, pues concentra en él gran número de refe—
rencias a animales venenosos, ponzoñas... Es el episodio
en que Ambrosio y Marcela comentan la muerte de Gri»
sósromo, de amor por ella. Ambrosio llama a Marcela
«¡oh, fiero basilisco destas montañasl», a lo que Marcela
replica:

_ «El que me llama fiera y basilisco, déjeme como


cosa perjudicial y mala; el que me llama ingrata, no me
sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel,
no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata,
esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá,
conocerá ni seguirá en ninguna manera»,

Seis años antes, en 1599, encontramos en el Guz—


m¿m (de A/famcbe de Mateo Aleman, un buen surtido de
basiliscos. Escogemos este párrafo correspondiente al ca—
pítulo VII:

<<Qúe si preguntais deseando saber qué sea la causa


natural, no se sabe otra más de que la piedra imán atrae
a sí el acero, el heliotropo sigue al sol, el basilisco mata
MARCA TIPOGRAFICAJOHANN AMERBACH. BASILEA mirando, la celidonia favorece la vista. Que así como
unas cosas entre si se aman, se aborrecen otras, por in
flujo celesre».

la historia del fénix, que después de cien años se quema En 1620, H. de Luna, en la Segunda Parte del Laza—
para volver a nacer de sus mismas cenizas; que las terri rz'llo de Tormes, hace que, en el capítulo IV, se dirija Lá
bles aves 'llamadas grifos; que el basilisco que quita la zaro a la Fortuna en estos términos: «En mi vida te vi, ni
vida con su mirada, la salamandra que puede vivir en el te conozco; pero si por los efectos se rastrea la causa,
fuego, los dragones que... Pero no acabaría nunca si me por lo que de ti he experimentado creo no hay sirena,
empeñase en repetir todas las fábulas con que en otro » basilisco, víbora ni leona parida más cruel que tú».
tiempo se ha querido adornar la historia natural. V
Lope de Vega usa y abusa de las metáforas sugeridas
por el basilisco, que son repetidas a lo largo de todas sus
Discípulo. Permítame usted que exponga a su consi obras: «Llegó mi amor basilisco / y salió del agua misma
deración, que yo he visto últimamente en una obra de / templado el veneno ardiente / que procedió de su vis
historia natural, de un autor moderno muy respetable, la ta». (El Caballero de Olmedo), «¿Cómo el basilisco ¡mata / l
figura y la historia de un pequeño dragón alado muy con solo llegar a ver?». (El mejor almlde el Rey), «Advierte
conocido,en las Indias orientales, y que se conserva en que es basilisco: / Pon a tus ojos defensa». (Adonis y
muchos gabinetes. Venus), «De los reyes el poder / es basilisco en la vista».
(El hombre de bien), «Amor sin ojos nació /, Y así el basi
Maestro. De ningún modo niego ni dudo la lisco fiero / Los hurtó, porque primero / Mata el que al
verdadera existencia de ciertos reptiles que los natura— Otro miró». (EZ derj7reci0 agradecido). Y en Rojas Zorrilla,
lisras llaman dragones, salamandras y basiliscos; pero si el y en Góngora, y en Calderón y en tantos otros, el tema
que tengan las figuras y las propiedades con que la ima— del basilisco será un recurso inagotable a la hora de lle
ginación de los pintores, de los viajeros y de lós antiguos nar páginas.
naturalistas los han presentado. Si quiere Vd. tomarse la
Quevedo dedica un romance de 68 versos al Basilis
(51) jua.n Mieg, Parto por el Gabinete de HÍ.\'IW‘ÍH Nalural de Madrid. Madrid 1818. Pags.
co (El BdJÍ/ÍJCO, amm! tan Ponzoñoro que dzcen ¡or natura
177-l78i /e.t que mata con la w'rta). Entresacamos algunos versos:

¡y
76— ¡EL BASILISCO
(PH
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«Ansi, pues, nunca a tu cueva para otro momento su exposición. En esta oportunidad
se asome Santa Lucía, vamos a presentar someramente los términos de la polé—
que si el mal quita alos ojos mica que demuestran la preocupación que el basilisco
desarmará tu malicia. había de despertar en el trance en que su mito comenza
Dime si te dieron leche ba a declinar. Tan grande como el interés que suscitó el
las cejijuntas, las bizcas, basiliscqen el moment0_de su nacimiento y desarrollo va
si desciendes de los zurdos; a ser el mteres que suscne en el momento de su muerte.
si te empollaron las tías.
En el segundo tomo del Teatro, publicado en 1728,
Si está vivo quien te vió,
hay un parágrafo de la Hirtorz'a Natural referido al basi
toda tu historia es mentira;
lisco. En él, Feijoo no niega que haya una sabandija lla
pues si no murió, te ignora,
mada Basilisco que sea venenosa por el vapor que ex
y si murió, no lo afirma.
haia. ' <
Si no es que algún basilisco
cegó en alguna provincia «Pero negaré constantemente, por más que lo
y con bordón y con perro afirmen muchos’autores, que mate con la vista, y con el
andaba por las ermitas». silbo. La vista no es acriva, sino dentro del propio orga—
no. El objeto le envía especies; pero ella nada envía al
En 1665 aparece la Hírtorz'ae Nataralír de Serpem‘z'bar objeto. El silbo tampoco imprime cualidad alguna, ni en
de Jan Johnston, autor de la tercera gran enciclopedia el ambiente, ni en Otro cuerpo: solo mueve con determi
zoológica, tras Gesnero yAldrovandi. A finales del XVII nadas ondulaciones el aire, las cuales propagándose, lle—
aun tiene plena fuerza ella basilisco, y Johnsron le dedica gan a producir un movimiento semejante en el tímpano
un lugar en su obra. En esta Historia Natural encontra— del oído» (54).
mos un modelo de clasificación, precursor de ulteriores
sistemas: la H2‘Na de Serpentioas se divide en dos libros: Repudia Feijoo como falsa, la opinión de que esta
De Jerpentíoas oalgarz'áa; y De Draconiáar, cada uno de sabandija sea veneno de si misma mirándose en un espe
los cuales consra de dos títulos en los que serpientes y jo, pues «sobre la imposibilidad de que la vista mate, se
dragones se estudian ¡n gene’re e in e:17ecz‘¿ El libro II, ti añade la de que sea al sujeto propio». Pero, al hablar de
tulo II, formado de dos capítulos: De Draconz'áar non ala la generación de los basiliscos, Feijoo no niega que los
tis y De Draoonz'bas alatz's, divide el capítulo I en dos artí
gallos pongan, de viejos, un huevo:
culos: De Draconíbas non alatz's ajma’z'bas y De Draconibai
«Lo que vulgarmente se cuenta de que el gallo
non alaz‘ís 17ea’atz'r. Este artículo I, del capitulo I, del titulo
anciano pone un huevo del cual nace el basilisco, no es
II del libro II, contiene tres puntos, de los que el prime
solo hablilla de vulgares, también tiene por patronos al—
ro lleva por título De Barílíroo. Para Johnston, pues, el
gunos autores, sin dejar por eso de ser cuento de viejas.
basilisco es un dragón no alado y apodo. (’52). Si la vejez del gallo no hiciese tan mala obra, y el basilis
Johnston será el último naturalista que mezcle en co fuese tan maligno como se pinta, ya todo el mundo
sus descripciones los animales fabulosos con los que no estuviera poblado de basiliscos y despoblado de hom
lo son: en la Ha Nal de Aoz'bas hay los capítulos dedicados bres. Es verdad que el gallo en su última vejez pone un
al Fénix, el Pelicano, la Harpia o el Grifo -con sus co huevo: pero falso que este huevo sea de tan malas con
rrespondientes grabados—; en la Ha N“l de Qaadmpea’i secuencias como aquel que, según la fábula, puso Leda,
bm,.junto a vacas y caballos aparecen Monocerontes, mujer de Tíndaro y del que nació la famosa Helena, ver
Unicornios, Onagros y Catoblepas. En la Hístoríae Nata— dadero Basilisco de aquella edad» (55).
ralír de SerPentíáar, junto a los basiliscos, se encuentran
hidras de siete cabezas y dragones alos que se les sale la En 1729, Salvador Joseph Mañer responde a Feijoo
flecha por la boca. Las monotonas repeticiones en la des en su Anti-teatro Crítico. Esto replica a Feijoo por negar
cripción del basilisco dan testimonio de hasta que punto el de Oviedo que matase con la vista:
la especie se había estabilizado en las Historias Naturales
y como el proceso ontogenético de su reproducción ha «El fundamento que su Reverendísima tiene para
negarlo es que la oín‘a (dice) no es activa, sino dentro del
bía alcanzado el estado estacionario.
propio órgano. El objeto le enozáz especie; pero ella nada em'z'a
Peter Lambeck, Lambecius, profesor de Historia yr al objeto. La prueba no es eficaz, Padre Reverendisimo,
porque los que estamos en que mata con la z'z'rta, no en
rector del Colegio de Hamburgo, huido a Roma para es tendemos sea con los rayos visuales, sino con los vene
capar de su mujer, rica pero vieja y avara, muerto en nosos efluvios que por aquella parte despide: y esto no
Viena en 1680, nos lega en su monumental Commenta en cualquier postura, sino en la vista recíproca, y distan
rioram de bí6/ioz‘beca" Caer_areá Vína’o/70nemz's dos interesan cia proporcionada: esro es, que no estando muy distante,
tes grabados que reproducimos en estas páginas (5 3). mire el Basilisco cuando a él le miren; porque los eflu
víos que arrojan, causan su efecto entrando directos por
En la primera mitad del siglo XVIII asistimos a la la vista del que mira: v debajo de este supuesto, que los
enconada polémica que, en torno al basilisco, originó el naturalistas nos advierten, no hace en contrario el que la
Teatro Crítico de Feijoo. Es de sumo interés analizar en 2'Í52‘a sea actz'oa, o no lo sea» (56).
detalle las discusiones que se plantearon, pero dejamos
(54_) Benito Gerónimo Feijoo, Tauro Critiro Um'rerjal, Tomo ll, discurso ll-5, n" 25, BuJ¡/¡n'0.
Citamos por la 4“ impresión, Madrid 17 36,

(52) Jan Johnston, Hitforiae Natura/¡J ¡le Serp'enlilzm. libri ll, Amsterdam 1657, pag._54-35, (55) Feijoo, Teatro ll-Il n" 29.

(53) Peter Lambeck, Commenlariomm d: biblioílzera' Czm'ami Vindabwlensh. Viena 1665-I679. (56) Salvador Joseph Mañer, Ami4ea!ro t'r1'líro sobre el ¡m'mera J .\:»gunr/o lomo de/ Tealm Cr1'l/i'o,
Parte VI]. Pags. 163-164, láminas K y L. Madrid 1729, Al ll-ll, n" 18_.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

viejas. Lo que cuentan, y cuento de vieja loque cree, y


quiere creer el replicante Para lo primero no se necesita
Crítica, sino experiencias del hecho. Esta experiencia es
privativa de las viejas, o es más propia de su jurisdicción.
No es razón despojar a sus mercedes las señoras viejas
del voto que tienen en materia de Gallinero, por con
templar a uno, u otro que afirma, no haber visto
semejante huevo de Gallo; y que sólo prueba la imposi
bilidad con un argumento negativo puro, que no tiene
eficacia alguna. He visto uno de aquellos huevos. Decían
que era de Gallo Viejo, No se de quien era, si que ni en
color, ni en figura, ni en magnitud tenía semejanza algu
na con el huevo’ de la Gallina. El huevo que, con título
de ser de Gallo, se pre_sentó a Mons. La_—Peryonie no tie
A _ .‘\
“\ ne yema. Reconoció este Anatómi'co que era huevo de
BASILISCO DISECADO CONSERVADO EN EL MUSEO AIOSÓARDO
Polla, y. que en su centro se descubrí’an lineamientos de
Mañer al contraargumentar lo que Feijóo había una culebrita: Pregunto: ¿Se halla en todas las pollas
afirmado en el sentido de que el basilisco no se mataría a . ovario para huevos semejantes?. Claro está que no. Pues
51 mismo, m1rándose en un espejo, por la imposibilidad eso mismo se debe discurrir de algunos Gallos viejos.»
- de que algo sea Veneno de si mismo, rizará el rizo en la . (59).
discusión:
Vuelve a la carga en 1754 Salvador Joseph Mañer
en el C risol Critito Tbeolo’gieo. Responde a lo que Feijoo
«Si los efluvíos se dirigiesen a los ojos de otro bas’i
lisco, n'e le causar_ían daño alguno, pues nada perderían decía: que un bulto, cualquiera del cuerpo del gallo supli
de sunatural configuración; más reflectando} en el espe ría la falta de ovario para la formación del huevo, de este
jo, vuelven desconfigurados, siendo venenosos, al mismo modo:
que no lo eran antes de desconfigurarles, al ejemplar del
«Señor Philosopho, se producen acaso los loaeeos de
a20gue, que en su propia configuración no es venenoso,
y cuando se sublima pasa a solimán, como se desconfigu
¿altos o de gltína’alas?. Un bulto como un huevo, cada
ra es veneno muy activo» (57).
día se está viendo; pero un huevo como un
bulto, es lo que allí se repugna.Que nose corra este Padre
de invadirme con estos despropósitos. A un argumento
— Mañer concluirá que prescindiendo de que haya o
de imposibilidad, tan fundado en Philosophía como la
no basiliscos, los argumentos de Feíjóo no le sacan de su
negativa que se le ha hecho, opone Otro por la parte afir
error. Un año más tarde, en 1750, contesta Feijóo a
mativa, fundado en sólo una idea disparatada, Y porque
Mañer en la Ilartraeio’n aflo/ogética;
se le apoyó la negativa con la autoridad de Haroeo, que
«Lo de la vista reczj>roca también es falso. La opinión tiene tal creencia por cuento a’e oiejas, dice: Que ena’r ooto
más común aún entre los naturalistas, es que el Basilisco tienen las riejar en la materia que cien Haroeos. Queriendo
mata mirando, aunque no sea vis_t_o.pLp de la dirtancza dar a entender, que como las z/iejar frecuentan más los
projmrcionaa’a, en el sentido en que lo toma el señor gallineros, que el Doctor Hart/eo lo haría, tienen mejor
ooto aquellas que éste; siendo engaño, porque las oiejar
Mañer, también es añadido. Lo que dicen los que
frecuentan los gallineros sin más Philosophía que buscar
afirman esta fábula, es que el Basrlrco alcanza a matar,
huevos de las gallinas: Haroeo los regisrró philosophica—
adonde alcanza_a ver, sin pedir más proximidad o pro-‘
mente repetidas veces en busca del huevo del Gallo para ,
porción. Así todo lo que nos dice el señor Mañer, para lo que se tomó todas las precauciones necesarias
hacer mi prueba ineficaz, es un tejido de supuestos arbi conducentes a averiguar este phenómeno, hasta conocer
trarios, y una desfiguración total de la opinión común, que el afirmarlo es cuento de oie/ar, engañadas con los
para evadir la dificultad» (58). huevos centeninos. Por lo que será bien el que al Defen
En 1731, Mañer responde en su Réplica satirfaetorzkz sor y al Maestro les pongamos el colirio que abaxo rece—
a la Ilustración ap0loge’tica y, un año más tarde Martín taremos, para si quisieren ayudarse, puedan salir de su
:Sarmiento saldrá en defensa de Feijoo en la Demon5tra— ceguedad (...). Ruego ahora al P. Lector, que en defensa
ción critico afiologética del Teatro—Critico. D_e_la vista ha del error que tan tenazmente mantiene, y a favor de las
pasado el grueso de la polémica al tema del huevo del ancianas que apoya, pues dice tienen nza’; voto que cien
gallo. Sarmiento, como Feijoo, defenderá (¿acaso con el Haroeos, diga también tienen 7na’r roto qae cien Académias
espíritu del empirismo?) el testimonio de quienes afir— de París, y cien Sociedades de Mompeller (sic.); que yo
:man que los gallos ponen|huevosz también diré, que,un noto de cualquiera de aquellos indi- »
viduos, vale 7na3‘ que el de cien Sarmientos, y el de
«Tampoco importará mucho que se llame cuento; de doscientos millones de viejas gallineras, que es el mismo,
oiejas. Si en algo debemos creer a las viejas,fes en la ma— y vale lo propio» (60).
teria presente. Más voto tienen las viejas en la materia,
ue cien Harveos. Dos cosas dicen las viejas. Dicen, que En i757, sale el Teatro Anti—Critico (libro tercero)
a gunos gallos ponen un huevo en su vejez, y que de de Igna_ao de Armesto y Ossorio,yen el que se pretende‘
e5te huevo nace un basilisco, que mata con la vista. En
esto segundo, como no pueden tener voto, es cuento de (59) Martín Sarmiento, Demon.ctrario'n críti:o-a}>ologétira del Teatro Crítico Universal. Madrid
1739, Tomo I - XIII. N0 59Q Pgs. 546-347.
‘ (5 7) Mañer, Anti-teatro, al lI—ll, n" 20.
(60) S,J. Mañer, Crisol Critiro tbeolo'giro, lyiyto'rim, Político, fzíriro y malema’tiro en que re qui/atan
,(58) B.G. Feijoo, Ilustración apologéula al primera y .\eglmdo tomo z/e/ Teatro Critiro, Madrid la: materia; y punto: que se le ban impugnado al Tee!r(l Criliro. Madrid 1734. Discurso XVIII,
1729. Discurso XVIII, n" 40 (Dg, 99). n° 30. Pag. 252.

EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

«repartir justicia entre los tres teatristas». Respecto del «Los modernos han considerado el basilisco como
basilisco y el huevo del Gallo no hace otra cosa que re un animal fabuloso. Más después que la Escritura ha
sumir lo dicho por Feijoo, Mañer y Sarmiento. Pero hecho mención de él, como de un reptil exi5tente, que
catorce años después, Francisco de Soto y Mame dedica es nombrado con los otros animales dañinos, su existen
rá una reflexión (la VII del tomo II) al Basilisco, en sus cia es incontestable. Si no se encuentra en los gabinetes
Reflexioner rrz'z‘ico-apologétioas sobre [ar obras del RR. P. de curiosidades naturales, es por la rareza de la especie y
Maestro Fr. Benito Geronimo Feijoo. En su larga reflexión el peligro de acercarse a él, que no permite
contra el «inconsiguiente, contradictorio y aún repugna— cogerlo. Dios ha permitido que este monstruo lance dos
te» juicio del Padre Feijoo, Soto y Mame llegará a o tres gritos cuando sale "de su caverna, a manera de
demostrar ad bominen que el Basilisco mata con el silbi
do y mata y se mata c0n la vista; comienza su argumen lamento, que inspiran tal terror, que ponen en huida a
tación de este modo: todos los animales. ¿Cabe en lo posible que un viajero
_cyurioso se acercase a él para estudiarlo?» (63).
«Hagome cargo, que en los números 25 y 27, limita V.
Rma. el punto de la disputa a las circunstancias de propi—
eia’a, y de matar a otros con [a vista, y con el riloo; pre .**—l
tendiendo, que el error eornn’n consiste precisamente en
las tres expresadas propiedades: de modo que sólo por
lo respectivo a ellas, se representa fabuloso el Basilisco. El basilisco ha servido también como emblema de la
Pero admitiendo V. Rma. en su número 24, que la vene Dialéctica. El primero que personificó las ciencias fué, al
nosidad del Basilisco es enemiga de toda naturaleza; y parecer, Marciano Capella, gramático africano del siglo
tan activa, que sólo el va or que exhala, inficiona cuanto V, en su obra De naptiir P/oi/ologiae et Merrarii: Mercurio
encuentra, con tan horri le estra o que tala los campos,
marchita las selvas, rompe los e ernales, y mata los ani (la Elocuencia) y la Filología (el amor a la razón: la
males ponzoñosos; no puede Rma. dejar de admitir, Sabiduría) contraen matrimonio y las siete artes son las
que mata con el 5i/oo, y con la oirta: y por consiguiente damas de honor; al divorciarse la Elocuencia y'ia Sabidu
no puede dejar de admitir verdadero Basilisco, en el ría, se condenan ambos a la esterilidad, pues Mercurio
mismo sentido que lo da por fabuloso» (61). no tiene ya nada que decir y Filología ya no sabe hablar.
Soto y Mame da mucha menos importancia al tema
del huevo del gallo, quizá porque ya había quedado claro Remigio de Auxerre, que a comienzos de siglo X
el error de Feijóo y le reprocha: compone un comentario a la obra de Marciano Capella,
dice que la Dialéctica lleva los cabellos revueltos desig—
«...Pero asiente V. Rma. contra toda razón, a que el nando el silogismo, una serpiente que representa los arti
gallo pone, en su ancianidad, ese huevo, P. Mro.: este ficios sofísticos y un anzuelo los argumentos capciosos.
error es sobremanera vergonzoso en un hombre literato: Los artistas se contentaron _con hacer sostener a la Dia
porque como tal debe saber, que la producción de huevo léctica una, o incluso dos serpientes.
pide, como prerrequisito esencial, la preexisrencia de
ovario, infundículo, y demás.órganos queconstituyen Algunas veces, en lugar de una serpiente, la Dialéc
sexo femenino, como enseña el común de los anatómi tica tomó como emblema otrd animal venenoso, el es
cos. Y como el gallo, por_más que porfiera a vivir, no corpión, y, en dos casos al menos, el basilisco (6—4). La
llega jamás a ser gallina; se evidencia la ridiculez de esta primera de estas representaciones se encuentra en un
ignorantísima fábula, la que deriva el famoso Harveo de arco de la puerta sur de la catedral de Chartres, donde
la preocupación de las mujeres italianas, que creyeron figuran las siete artes liberales: la Dialéctica tiene a sus
producción de los gallos, los huevos llamados por su pies un personaje -probablemente Aristóteles- soste
pequeñez centeninor» (62). ' niendo un tintero donde moja su pluma, y sobre su
mano y antebrazo izquierdo se yergue un basilisco.
A todas estas réplicas contestará Feijóo en 1749 con
una justa rePa/ra de iniraar arasarioner, en la que no La segunda de esras representaciones la encontramos
pormenoriza cada punto sino que contesta de modo ge en un tar0t italiano de fines del siglo XV, llamado Tarot
neral a sus detractores En 1750 se termina definitiva de Mantegna, aunque probablemente se deba atribuir a
mente la polémica por orden emanada de Fernando VL Baccio Baldini. La Loira (p0r Lógica, como a menudo se
Quizá de no haberse prohibido la continuación de llamaba a la Dialéctica) e5tá representada por una mujer
alegatos en pro y en contra de Feijóo, tendríamos joyas con el semblante demacrado por la vigília, los
aún más surrelistas de las que ya nos ha ofrecido este cabellos rizados y revueltos, para recordar los tortuosos
género de polémicas. caminos del silogismo, el vestido sombrío, alusión a la
oscuridad de las discusiones dónde triunfa. Como atri—
Pero el ruido que causó la discusión sobre el buto lleva en la mano un Basilisco, a quién la Dialéctica,
basilisco en España no logró desarraigar de la cabeza de horrorizada, ha neutralizado la mirada mortal mediante
muchas personas su prestigio. El clero ignorante seguía un velo fino y transparente.
creyendo a pies juntillas en el basilisco y en todas sus
circunstancias. El capuchino Joseph Romain Joly escribe
esto en 1784 (repetimos: 1784).

(61) Francisco de Soto y Mame, Reflexione: tr;'liro—afio/ogétimr sobre ¡tu o/mu' de RR,P. Mau/ro Fr (63) Joseph-Romain Joly, la Gmgrafl/1Íe Sarre’e el /e.\’ monumenti de I'biilerie sam/¿t París l78-’l,
Ben/te 0eroll_ymo Fri/oo, m z/¿fema de la: milagrosa: F/orer ¿le San Lair t/e/ Monte... Salamanca pgs. 555-356.
1749. Reflexión VII, n" 175. Pag.'122. .
(64) Vd. Jean Avalón, Un anínml fabuleux: le Bari/ir, en Am'¡zlape. octubre 1935. Pp
(62) Soto y Mame, Reflexiorm‘ z'rl'liizr-dpologétirtu’, Reflexión VII. n“ 180, Pau. 126.

EL BASILISCO 79
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HISTORIA DEL PENSAMIENTO

_ ESPINOSA:
PROYECTO FILOSOFICO Y.
MEDIACION POLITICA“ _
JAVIER PEÑA
Valladolid

n 1670, escribe Espinosa un «Tratado rodoxo y dasarraigado, que ve amenazado el régimen


Teológico—Político», interrumfaiendo la re liberal burgués de Jan de Witt por la alternativa orangis
dacción de la «Ethica», en la que hay ya ta-calvinista, advierte que su libertad de expresión se ha—
precisas referenciasal tema de la Ciudad; lla en peligro y, abandonando el discurso filosófico, escri
en 1677, la muerte le sobreviene mien be un «Tratado teológico—político» para justificar ideoló
. . ‘\,
__ ,_..__. tras redactaba un «Tratado Político» que gicamente al régimen más tolerante. Pero tal hipótesis,
quedaría lamentablemente inconcluso. Tan destacada pre que puede ilustratnos sobre las circunstancias que hacen a
sencia de la Política en una obra no demasiado extensa, Espinosa tomar conciencia de la importancia de la Políti—
nos fuerza a preguntamos: ¿Por qué habla Espinosa de lo ca, peca a mi juicio de reducionismo psicologista. Y ade
que Descartes había silenciado, por tratarse de un ámbito más, ni el «Tratado Teológico—Político» justifica un de
en el “que no caben ideas claras y distintas?. De algún terminado orden de cosas (sino que va más allá de las
modo hay que dar razón de esta presencia, explicar a perspectivas de la burguesía liberal holandesa), ni es un
qué viene este e5fuer20 teórico en torno a la política, y, simple panfleto coyuntural: una simple lectura bastaría
en definitiva, qué función cumple ésta en la filosofía de para negarlo.
Espinosa.
A mi juicio, no cabe sino pensar que la Política inte—
La cómoda hipótesis de que la Política sería «uno resa —-—y muy decisivamente— a la Filosofía de Espinosa.
más» de los temas que interesan a Espinosa, al margen No quiero decir con ello que —como algunos parecen
de la filosofía, —pues al fin y al cabo también escribió, implícitamente SOÉtener— el ejercicio“ filosófico' esté
podría decirse, sobre el arco iris o la gramática he para Espinosa al servicio de un proyecto político. Que
brea—, no parece que pueda considerarse seriamente. no es así, me parece que está perfectamente claro, y es—
Son demasiado evidentes las conexiones entre Ontología pero ponerlo de manifiesto en mi exposición. Sin embar—
y Política (que ahora,‘por razones de tiempo, no pode go, considero que'la-teoría política de Espinosa encuen
mos detallar), como para considerar a ésta como un me tra la justificación de su exisrencia en la necesidad que de
ro apéndice marginal. Y además, tal «explicación» no ex— la Política tiene, pata’su realización, el proyecto filosófi
plica nada; supone simplemente un gratuito y «aristotéli— co de Espinosa. Creo poder demostrar que la Política
co» afán de saber, por el saber mismo. derem1>eña una fancio’n oájetioa indirj7eniaále en dicho pro
yecto, y que la teoría política de Espinosa es un ensayo
Otra hipótesis interpretativa que podría formularse de resolver las exigencias en él planteadas, si bien tal
para explicar este presencia de la política, manteniendo a tentativa tropezará a la posrre con dificultades insalva
la vez su «exterioridad» con respecto a la filosofía, sería bles, implícitas en sus propios presupuestos. A ello dedi
la que ligase los escritos políticos de Espinosa a unas de
caré los próximos minutos. ‘
terminadas circunstancias biográficas. Un pensador hete
Lo que Espinosa se propone como objetivo de su
(*) Conferencia pronunciada en el Cir/o «Erpiuom» que organizó la Sociedad Astununu dc
SJCICICIO filosófico, esrá enunciado en las páginas inicia—
Filosofía en Diciembre 1977, les de su programático «Tratado de la Reforma del En—
soi
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tendimiento». Su proyecto es «hallar algo (cito) que, una Pero no parece que sea una condición necesaria: de he
vez descubierto y adquirido, nos permita gozar de una cho, existe el hombre racional que vive entre ignorantes
constante y suma alegría». Si desprendemos del término (Eth. IV, p. 70); y, como recuerda una nota del «Tratado
«salvación» sus connotaciones religiosas, escatológicas, Teológico-Político», la libertad del sabio no es anulada
podemos decir que nos hallamos ante una filosofía «so— por un entorno social hostil, ya que lo que le hace libre
teriológica». (De modo semejante a como puede serlo, es la racionalidad, la comprensión de la necesidad: (que
por ejemplo, la esroica, en tantos aspectos emparentada incluye la comprensión de una situación política dada
con la espinosista). Pero hay que añadir, a'renglón segui como necesaria). ¿No sería entonces más sensata la men—
do, que esta salvación se obtiene Por y en el conocimien cionada postura cartesiana, que prefiere cambiar el orden
to. El sumo bien que el filósofo busca consiste en «el co de sus pensamientos, más bien que el del mundo?.
nocimiento de la unión del espíritu con la Naturaleza to
da». En otros términos, en la comprensión racional del Subsíste sin embargo el hecho de que Espinosa con
encadenamiento universal y necesario de un orden de sidera que afecta a la realización del propio proyecto fi
esencias. Esta comprensión libera simultáneamente al losófico individual la actitud de los demás individuos:
hombre de la sumisión irracional a las causas exteriores y importa que haya «concordancia de espíritus». Parece,
del temor a la muerte, y origina la felicidad de que nos pues, oportuno examinar el fundamento de esta necesi
habla el libro V de la «Ethica». Podríamos hablar tal vez, dad de concordancia.
utilizando conceptos del profesor Bueno, de una implan
tación gno’rtica de la filosofía de Espinosa. En último término, esta necesidad se basa en la in—
terdependencia ontológica de todas las relaciones singu—
Tal concepción de la filosofía no parece en principio lares. En el escolio de la proposición 18 de la 4a parte de la
demasiado proclive a tener en consideración el marco so «Ethica», recuerda Espinosa al lector que (cito) «nos es
cial en que el pensamiento se ejerce. No obstante, Espi— siempre imposible no necesitar de alguna cosa exterior a
nosa afirma: «importa a mi felicidad que otros muchos nosotros para conservar nuestro ser». Es éste un punto
piensen lo mismo que yo, para que su entendimiento y básico en su filosofía, y cabe concluir de él que no es
sus deseos concuerden con los mios», lo cual supone posible formular un proyecto de vida prescindiendo de
que en la realización del proyecto filosófico algo «tienen todo lo que no sea el individuo mismo. Y a continua
que ver» los demás, además del individuo mismo. Y más ción, añade: «hay muchas cosas fuera de nosotros que
_aún, formula para garantizar esta extensión del proyecto nos son útiles, y que por ello han de ser apetecidas. Y
un programa pedagógico -—cuya función sería la de posi entre ellas, las más excelentes son las que concuerdan
bilitar el acceso de la generalidad de los hombres a la por completo con nuestra naturaleza. En efecto (conti—
«reforma del entendimiento»— en el que se incluye, nzía): si, por ejemplo, dos individuos que tienen una na—
además de ciertas disciplinas teóricas como Moral, Medi turaleza enteramente igual se unen entre sí, componen
cina y Mecánica, la formación de «una sociedad tal que un individuo doblemente potente que cada uno de ellos
el mayor número posible de hombres puedan llegar a por separado. Y así, nada más útil al hombre que el
este fin del modo más fácil y seguro». hombre; quiero decir que nada pueden desear los hom
bres que sea mejor para la conservación de su ser que el
No carece de importancia esta alusión a la Política, concordar todos en todas las cosas, de suerte que las al—
que queda así ligada al proyecto filosófico. Hay que mas de todos formen como una sola alma, y sus cuerpos
reconocer, desde luego, que aquí aparece como un ins como un solo cuerpo, esforzándose todos a la vez, cuan
trumento raiordinado y exterior al mismo: el sentido de to puedan, en conservar su ser, y buscando todos a una
tal sociedad sería el de facilitar el ejercicio de la filosofía, la común utilidad».
proporcionarle un «suelo» adecuado. Pero esta función
«preliminar» no se agotatía en el establecimiento de
unas garantías de seguridad física, de un «orden público» En suma, cada hombre ha de contar con los demás,
que regule la coexistencia social. Ciertamente es la fun ya que siendo todas las realidades ontológicamente inde
ción primaria del Estado garantizar esa seguridad, necesa— pendientes, como hemos dicho, debe buscar aquellas,
ria también para el hombre racional, más libre en la Ciu que por obrar en el mismo sentido que él, no constitu—
dad, pese al aspecto coactivo de las leyes, que en la sole yen un factor obstaculizante de su propia actividad, sino
dad (Eth. IV, p. 73); pero la sociedad a la que Espinosa un esfuerzo de su capacidad de autoconservación y desa—
se refiere tiene además una misión que podríamos deno— rrollo.
minar «pedagógica»: conduce a sus miembros en la di
rección del objetivo metapolítico planteado. Creo que ha Ahora bien: debe tenerse en cuenta que, según Es—
de tenerse muy en cuenta esta dimensión de la sociedad pinosa, esta concordancia entre los individuos no se da
proyectada aquí por Espinosa; según intentaré mostrar simplemente por su común pertenencia a la especie
después, se apunta aquí, parcialmente al menos, el senti— «hombre». (Recuérdese la crítica de Espinosa a los con—
do de la Política en la filosofía de Espinosa. ceptos universales). Los hombres sometidos a las pasio
nes no concuerdan efectivamente entre si: no hay entre
Pero esta referencia a la política del «Tratado de la ellos sino una «concordancia» negativa. De hecho, lo
Reforma del Entendimiento», es insuficiente por sí sola que las pasiones generan esdircordia, porque arrastran a
para hablar de la neceridad de la Política. Cuanto se nos los hombres en sentidos diferentes y les inducen a luchar,
dice es que un determinado tipo de sociedad —que no entre sí para conseguir objetivos que no pueden compar
sabemos qué características tendría, ni cómo podría ser tir. «Los hombres sólo concuerdan necesariamente en
establecida——- puede ser un instrumento válido, junto a naturaleza —-dice Espinosa—— en la medida en que viven
otros, para posibilitar la «reforma del entendimiento». bajo la guía de la razón» (Eth. IV, 35).

EL BASILISCO 81
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Efecrivamente, es la razón la que introduce una au en una «racionalización de los afectos» (o «encauzamien
téntica c0ncordancia, porque los hombres que viven se— to» si se quiere).
gún ella participan de una común interpretación de la
realidad y, por consiguiente, de una idéntica actitud ante Pero soluciones de este tipo dejan sin resolver el
ésta. Así como los intereses pasionales enfrentan y problema en su origen. Pues lo que importa explicar no
dividen a los hombres, la razón establece la concordia en es tanto cómo, a partir de lo que pudiéramos llamar
áóoójetioo, en, lo que es necesariamente bueno para to «disposición a la racionalidad», pueden ir los hombres
os. \ sustituyendo la «ilusión _imaginativa», por la compren—
sión racional de la realidad; sino más bien acómo tal «dis
Así se justifica la dimensión intersubjetiva del pro— posición racional» puede surgir y desarrollarse en un
yecto de Espinosa. La posibilidad de realización del mis mundo regido por la Necesidad, en un universo concebi
mo está ligada a la concordancia en razón con otros indi— do de modo determinista.
viduos, ya que la interdependencia es ineludible. Y por
eso es necesario hallar una vía que posibilite un acceso
Pues, de acuerdo con los presupuestos espinosistas,
general a la racionalidad.
los hombres son como son, y actúan como actúan, necesa—
riamente. La Moral tradicional aplaude o condena las accio
A primera vista, no parece que dicha vía haya de ser nes humanas basándose en el falso presupuesto de que el
política Es cierto que se reconoce que la «vida racional» hombre, «imperio dentro de un impero», goza, a dife
ha de desarrollarse en un marco social, y que es conve— rencia de las demás realidades, de un libre albedrío que
niente para el hombre racional que exista un Estado que le permite elegir en sus acciones. Lo cierto es, sin e‘mbar
garantice su seguridad. Pero parece, a juzgar por el tono go, -piénsa Espinosa— que el hombre, «pars Naturae»,
, de las referencias del libro IV de la «Ethica», que la está Sometido a las leyes que rigen a é5ta, en su t0talidad
sociedad no es sino el instrumento para regular una vida y en cada una de sus partes. La irracionalidad que se
social presidida por los intereses 'pasionales, y que está constata en la mayoría de los hombres es el efecto nece
por tanto en un plano distinto del que ocuparía una sario de causas que la determinan. ¿Y cómo podrían ta—
comunidad de hombres racionales, el tipo de sociedad les hombres, condenados necesariamente a la irracionali
que si coadyuvaría a la realización del propio proyecto dad, llegar a desear siquiera renunciar a su actitud irracio—
filosófico, y en la que la identificación de las aspiraciones nal?. Mas aún: ¿Cómo podrían llegar a tomar concrenc1a
particulares con el interés general por medio de la razón de su propia situación de pasividad?. ¿No habrí de ser su
engendraría una solidaridad espontánea. Y esta sociedad, actitud'más bien semejante a la de los prisioneros de la
esta «comunidad de Razón», que se esboza implícitamente caverna platónica?.
enel citado lugar de la «Ethica», a través_ de las obser
vaciones sobre las relaciones de los hombres racionales No creo necesario insistir en que no se trata de una
entre si, exige la previa racionalidad de cada uno de cuestión bizantina: está en juego la viabilidad del proyec
ellos, no es por tanto medio, sino resultado de la realiza— to filosófico de Espinosa. El, que tanto critica a las teo—
ción del proyecto filosófico. ‘ rías éticas y políticas que proponen arquetipos de natura—
leza humana, olvidando que «los hombres están necesa—
Y sin embargo, la necesidad de la política se hace riamente sometidos a los efectos» ¿no estará igualmente
evidente, como vamos a ver, precisamente al plantearnos predicando en el vacío el ideal del hombre que vive «ex
el problema de la racionalización de los indioidaos como ductu Rationis»?. Parece necesario explicar cómo los
tales, que parece ser el que aborda propiamente la hombres, que en su mayoría viven en la ifracionalidad,
«Ethica». Puesto que se afirma la necesidad de que la pueden cambiar su actitud, «convertirse» en racionales.
generalidad de los hombres acceda a la racionalidad, es
preciso plantear el problema del camino hacia la Razón Quiero mencionar aquí una monografía en la que este
como un problema colectivo. Y tal cuestión, dados los problema se plantea cón- toda su crudeza, y recoger la
presupuestos básicos de la filosofía de Espinosa, resulta respuesta que a él se da. (Respuesta que, lo digo de an
mucho más difícil de lo que a primera vista pudiera temano, no me parece válida). Se trata de la obra de
parecer: ' Bernard Rousset, cuyo título (traducido al castellano) se
ría «La perspectiva final de la Ethica y el problema de la
coherencia del espinosismo». Fué publicada en 1968 por
La respuesta más obvia sería la que parece ofrecer el la editorial Vrin. «No se trata —se nos dice aquí—— de
«Tratado de la Reforma del Entendimiento»: un «pro preguntarse ya teóricamente de qué manera la afirmación
' grama pedagógico» que facilite el acceso a la racionali— de la libertad puede encontrar espacio en una doctrina
dad. Puede pensarse en algo semejante a la «moral pro de la necesidad: Espinosa ha resuelto el problema, mos
visional» cartesiana; y de hecho, podemos encontrar en trando que una determinación inmanente, sea cual sea su
la «Ethica» una serie de consejos prácticos para irnos ra necesidad, no deja de ser autonomía; se trata de saber
cionalizando. Así, por ejemplo, dice: (Eth. V, 10, esco cómo tal libertad es prácticaïnente accesible, cómo puede
lio), «Así pues, lo mejor que podemos, hacer mientras no ser buscada y comprendida, cuando todo en la Naturale—
tengamos un perfetto conocimiento de nuestros afectos, za, incluídos nuestros deseos y nuestros esfuerzos, nues—
es concebir una norma recta de vida, o sea, unos princi tros éxitos y nuestros fracasos, está rigurosamente deter—
pios seguros, confiarlos a la memoria y aplicarlos conti— minado por la necesidad universal» (p. 177).
nuamente a los casos particulares que se presentan a
menudo en la vida, a fin de que, de este modo, nuestra La solución que Rousset_ propone es, en síntesis, la
imaginación sea ampliamente afectada por ellos, y estén Siguiente: la «Ethica» de Espinosa constituye un modelo
siempre a nuestro alcance».Principios que se resumirían teórico de existencia racional, y supone también la pre

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sencia de un «Testigo», que existe como dato de nuestra objetivo fundamental de Espinosa: pero sí la elevaría de
experiencia. Y «su presencia ante nosotros (cito textual— la cond1crón de mero aditamento conveniente a la de ins
mente) le confiere una eficiencia sobre nuestra reflexión y trumento necesario.
nuestra conducta»... «la mera presentación de la salva—
ción suscita un deseo de salvarse que...es una de las fuer Desde luego, caben en principio diversas objeciones
zas constirutivas de nuestra existencia, de manera que la a esta hipótesis. Si se supone que aquella sociedad que
presencia del modelo es la causa eficiente de su adop promueve la racionalidad de los individuos ha de ser ella
ción y de su persecución, y por ende, mediatamente, de misma plenamente racional, incurrimos en una petición
su realización». En cuanto al problema de cómo explicar de principio, porque tenemos que suponer que los indi—
la presencia del Testigo, Rousset dice que «no es preciso viduos que la constituyen son ellos mismos racionales
admitir una excepción, una falla en el orden natural, un previamente. (Como ocurre en la utópica «comunidad de
milagro: basta comprender que la necesidad universal ha razón» de la que hemos hablado poco antes). Pero, por
podido permitir a un hombre poseér una libertad, si no otra parte, ¿cómo pueden las comunidades políticas reales
perfecta, al menos muy superior a la de los demás hom —nunca plenamente racionales, desde luego— ejercer
bres», y en cuanto al modelo, «es el producto del orden una actividad de promoción de la razón, siendo como
necesario de la Naturaleza, tal_como actúa en nosotros, son el resultado de la relación entre individuos plena—
en nuestro conatus, a través de los mecanismos varios y mente irracionales?.¿No aparece el ámbito político como
a veces sumados de la observación, la abstracción, la de un espacio divorciado de la Razón?.
ducción y la imaginación».
Además, ¿no se contradice esta concepción «peda—
gógica» (podríamos decir) de la Política, con el carácter
Creo que saltan a la vista los defectos de este tipo «realista», «hobbesiano» de la teoría política de Espino
de explicación. No se trata sólo de que su «testigo» y su
sa?. Al comienzo del «Tratado Político», Espinosa critica
«modelo» surjan poco menos que providencialmente,
pese a las intenciones de exclu’ír el milagro por parte del
expresamente a Platón, y enuncia la necesidad de «con
venire cum praxi». ¿Cómo puede conciliarse una teoría
autor; lo más importante es que no resuelve el problema
política «comprensiva» con la pretensión de convertir al
que plantea. Porque lo que habría que explicar es preci
samente cómo se Puede reconocer al Modelo y al Testigo corno Estado en instrumento de la Razón?.
tales. Rousset habla de la «huella imborrable» que deja
la «Ethica» de Espinosa en el ánimo del lector: olvida Y por último: ¿tiene esta hipótesis fundamento en la
explicar qué puede inducir a la generalidad de los hom teoría política de Espinosa?. ¿Puede ser verificada, si no
bres a leerla (aún dando por supuesto que fuera una ya con textos explícitos suficientemente claros —de los
obra de fácil comprensión) y cómo podrían acoger su que, desde luego, no disponemos— a través del contexto
mensaje. Si he citado esta pretendida solución es para general de su filosofía política?. La función que atribui
ejemplificar la imposibilidad de hallar una vía de explica— :znos a la política, ¿es ejercitada, aunque no sea representa
ción de la cuestión que nos ocupa apelando simplemente ¿z?.
al individuo. En ese supuesto hay que recurrir siempre a
una incomprensible «métanoia», una conversión interna Considero que es posible afrontar satisfactoriamente
cuyos factores determinantes ignoramos. tales objeciones. Creo que pueden verse en el esquema
de la filosofía política de Espin‘osa una serie de nociones
Es preciso, por consiguiente, buscar otro tipo de y planteamientos que, más o menos explícitamente, reve—
solución; y, puesto que no cabe apelar al individuo mis lan que él aspira a que la sociedad política sea el marco
mo, ha de explicarse la «promoción de la racionalidad» impulsor de la racionalidad de los ciudadanos; y más aún,
como resultado de la obra de factores determinantes ex que ésta ha de desarrollarse, en cualquier caso, en el se—
ternos, no subjetivos. En otras palabras, la racionalidad no del Estado. Esto no implica una interpretación «idea
del individuo sólo puede ser promovida por la racionali lista» de la Política espinosiana; supone sólo que su teo
dad estructural del entorno. Y este entorno es, ante todo, ría no es meramente, ni fundamentalmente, una manifes
un entorno social. Como más arriba hemos visto, son los 'tación de «realismo pragmático». Paso seguidamente a
demás hombres los que primordialmente afectan (positi— señalar determinados aspectos de esta teoría, que a mi
va 0 negativamente) a la existencia de cada uno. 1u1cro pueden avalar la hipótesis propuesta.

Basándome en estas consideraciones, propongo la bí— Pues bien: ha de recordarse, en primer lugar, que la
póz‘esz's de la necesidad de la mediación política en el pro— filosofía política de Espinosa se desarrolla desde la Perspec—
yecto filosófico de Espinosa, necesidad que a su vez jus— tz'on del Estado. Es esta una conclusión que se manifiesta
tificaría, al menos en gran parte, la atenciónn por él de claramente en una lectura del «Tractatus Politicus»: des
dicada a cuestiones de teoría política. Es necesario apelar pués de unas consideraciones críticas con respecto al de—.
a la Política, porque el proyecto filosófico —al menos en recho natural y al enfoque normativo de la filosofía polí—
cuanto se propone a la generalidad de los hombres—— tica tradicional, y de una redefinición de la condición hu
precisa de factores estructurales que creen las condicio mana de acuerdo con el presupuesto fundamental de que
nes necesarias para su iniciación, cuando menos. El pro el hombre es «pars Naturae», en una Naturaleza regida
ceso de racionalización o liberación del individuo (que es por la Necesidad, Espinosa sitúa ya su exposición en la
una y la misma cosa) exigiría, según nuestra hipótesis, cuestión del Estado, cuya hipotética génesis -—explicada
una estructura política que lo posibilite y lo impulse. de acuerdo con los tópicos vigentes del «estado de natu—
raleza» y el pacto social—señala el fin del predominio
Esta hipótesis, como es obvio, no modificaría la su— de la consideración que pudiéramos llamar «subjetivis
bord1nación de la Política respecto a la Filosofía y al ta». Una vez constituida la sociedad civil, el individuo

EL BASILISCO 83
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será considerado a título de ciudadano del Estado, y el la Extensión. Lamentablemente, no hay ahora tiempo
objeto de la reflexión política no será su situación perso— para reproducir su argumentación, respecto a la cual he
nal en el seno de la Ciudad, sino el problema de las de remitirles a su estudio sobre «El materialismo de Es
condiciones de permanencia del Estado, en tanto que tal, pinosa», por eso; me limitaré a tratar de resumir el resul—
y de cada una de sus «facies» o regímenes. P,redomina, tado, pidiéndole disculpas por lo que inevitablemente
pues, la consideración de la estructura política en cuanto tiene de deformador un resumen. Su hipótesis -que
tal, la perspectiva «objetiva». Como muestra de ello, creo que hay que calificar, al menos, de «bien funda—
baste recordar que es el Estado quien define y delimita da»- es que, así como en el ámbito del atributo de la
absolutamente los «derechos» del ciudadano, incluído el Extensión se llega por un proceso de creciente «comple
derecho a la propiedad, tenido por sacrosanto en la teo— jidad» o «composición» a la «Facies totius Universi», la
ría liberal (piensese en la postura de Locke, por ejem— Naturaleza como un solo individuo, modo-infinito me—
plo); que la «salu3» del Estado no estriba, según Espino— diato, cabría pensar en un «Estado de Estados» que lle
sa, en sus gobernantes, sino en su estructura, pese a lo nara el «hueco» que sobre el Modo infinito mediato del
que pensaba Platón. («Pues un Estado cuya buena mar— Pensamiento hay en la conocida carta 64 a Schuller. Tal
cha —dice Espinosa— depende de la buena fe de algún «Estado de Estados» no está considerado como posibili
individuo, y cuyos asuntos no pueden ser conveniente dad en Espinosa -que al fin y al cabo está muy lejos de
mente atendidos, si los que se ocupan de ellosyno quie— la época de los organismos supranacionales, incluso hoy
ren obrar de buena fe, será muy poco.,es@ble. Pues para . apenas esbozados- pero sí implícito en sus planteamien
que el Estado pueda permanecer, los asuntos públicos de tos, como, con más tiempo, podríamos mostrar. Pero en
ben ser ordenados de tal manera que los que los admi todo caso, lo que ahora me importa destacar es que el
nistran, ya se guíen por la razón o por el afecto, no pue Estado tiene el estatuto ontológíco de «Individuo cóm
dan ser inducidos a obrar de mala fe o a prevarícar» puesto», lo que le dota de una entidad propia a la que
-—-TP, 1, 6); y que el análisis de los distintos regímenes está subordinada la de los individuos-partes, (sometidos a
políticos no atiende tanto a la disposición de las personas ' una «ratio» de «movimiento y,reposo político», podría—
cuanto a las condiciones estructurales de posibilidad de mos decir, para seguir con el paralelismo físico-político),
tales formaciones políticas. Cierto es que el «Tratado los cuales han de ser considerados, por tanto, desde la
i Teológico-Político» parece ser, por el contrario, una rei
perspectiva de su pertenencia a tal compuesto; y en se
vindicación de derechos individuales; pero no es menos gundo lugar, que el Estado, «veluti una mens», aparece
cierto ——y para nuestro propósito muy significativo— como ámbito «objetivo» de las «intellectiones» huma
que en definitiva se concluye que la plena efectividad de nas, lugar de realización del Pensamiento. Al axioma
tales derechos no puede darse sino en un Estado estruc «Homo cogitat», habría que añadir; «in Civitate». En
turado de una determinada manera, e'n el Estado demo cuanto el Estado constituye «una mens» -lo cual exige,
crático. La «liberación» política del individuo depende para ser plenamente cierto, determinadas condiciones,
del Estado en que viva. como veremos—— realizará la buscada unidad efectiva de
los hombres, y precisamente en'ln Rnzo’n, de acuerdo con
el objetivo utópico de la filosofía de Espinosa.
Como es lógico, esta perspectiva es solidaria de una
concepción correspondiente del Estado, no equiparable a Por otra parte, Espinosa ha señalado en diversas
la consideración -—típica en el pensamiento liberal— del ocasiones la capacidad de configuración de snbjetioidndes
Estado como «plataforma de seguridad» que garantiza el que el Estado tiene. «Su poder -dice— no se reduce
orden y regula la circulación de actividades e intereses exclusivamente a poder constreñir a los hombres por el
individuales. (Estado—gendarme, al fin y al cabo). En Espi miedo, sino que abarca todos los medios por los Cuales
nosa, el Estado tiene su propia entidad específica: No es se obtiene la obediencia de los hombres a sus mandatos»
que por ello se anule la de los ciudadanos; pero éstos, (y (TTP, XVIII, 269).
rés,iideología- Por caminos
el Estado conducediversos -temor,
al individuo inte
de acuer
su particular «ius naturae») son integrados de tal manera
que no pueden ser comprendidos sino como «miem do con sus propias pautas. Pero no determina solamente
bros» del Estado. (Igual que los modos son de la Sustan las acciones externas: «aunque no puede dominar por
cia, aunque ésta no sea sin los modos). igual los corazones y las le'nguas —observa Espinosa— los
espíritus están sin embargo de algún modo bajo el poder
En el «Tratado Político» encontramos párrafos co de la suprema autoridad, que puede de muchas maneras
mo éste: «...el derecho o poder supremo del Estado no conseguir que la mayoría de los hombres crea, ame u
es sino el mismo derecho de la Naturaleza, que se deter odie algo, etc. De tal manera que, aunque estas cosas
mina, no ya por el poder de cada uno, sino de la multi no se hagan por mandato directo de la autoridad supre—
tud que se conduce como nn so'lo espíritu (veluti una ma, se hacen sin embargo a menudo, como lo muestra
mens): esto es, igual que cada uno en el estado de natu abundantemente la experiencia, de acuerdo con ' el
raleza, también el onerj)o y el espíritu de todo Estado tiene propio poder de la autoridad y su orientación». El Esta—
tanto derecho cuanto poder tenga». — do, pues, determina hasta cierto punto -—aunque sea difí
cil precisar el alcance exacto de esta determinación—— los
Las expresiones que de este párrafo me interesa des— mismos pensamientos del sujeto. Hasta cierto punto, el
tacar -—«como un sólo espíritu», «el cuerpo y el espíritu ciudadano es una criatura del Estado, y puede afirmarse,
del Estado»—— (y que aparecen repetidas veces) no consti— según Espinosa, que las virtudes y defectos de los ciuda—
tuyen una simple metáfora organicista. El profesor Vidal danos han de imputarse al Estado en que éstos viven (Cf.
Peña ha mostrado (y debo señalar que en este punto pre T.P.V., 2-5).
tendo seguir sus consideraciones) que Espinosa ha carac
terizado al Estado como «Individuo compuesto», en un Tal capacidad de conformación estatal de las subjeti
.sentido paralelo al que esta noción tiene en el orden de v1dades se corresponde lógicamente con la situación del
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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ciudadano en el Estado: y aquí cabría con plena propie— estabilidad le corresponde una gradación en racionalidad,
dad la afirmación de que el ciudadano no es un Imperio según el criterio anteriormente señalado: el Estado es
dentro de un Imperio. Pero no ha de verse en ella algo tanto más sólido cuanto más racional sea: en definitiva,
forzosamente negativo: no hay por qué pensar con nos ambos criterios se identifican. Y, más aún, hay un Proceso
talgia en el estado de naturaleza (ácratas). Porque esta lo’gico por el cual cada régimen está paradójicamente lla—
conformación del individuo por el Esrado puede desa— mado, precisamente para garantizar su permanencia, a su
rrollarse también'en un sentido positivo, de promoción propia superación. La Monarquía «adecuada», por decir
de la racionalidad y, en definitiva de la libertad efectioa lo de algún modo, es aquella en que «el poder del Rey
de los ciudadanos. A mi juicio, esto es precísamente lo queda determinado exclusivamente por el pueblo»; es
que Espinosa pretende: ya que el Estado determina la decir, aquella que no es propiamente monárquica, en el
existencia individual, ha de buscarse el tipo de Estado sentido propio del término, aunque conserve las aparien
que garantice, que cree, la racionalidad. El fin de la Re— cias jurídicgs de tal; y la mejor Aristocracia es aquella
pública —afirma en el «Tratado Teológico-Político»— que más se aproxima a la Democracia, aquella en la que
«no es otro que evitar las mociones absurdas de los apeti— la clase gobernante —los llamados «patricios»—— llegan
tos y encuadrar a los hombres, en la medida de lo posible, casi a identificarse con el censo total de ciudadanos.
en los límites de la Razón, para que vivan en paz y en
concordia» (TTP, XVI, 263). O, como afirma en una co— Hay pues en la teoría de los regímenes políticos un
nocida frase, «el fin de la República es, a decir verdad, la . desarrollo que conduce a la Democracia como fórmula
libertad» (TTP, XX, 306). estable y racional de organización del Estado. El Estado
democrático no se confunde con la «comunidad de
Lo cierto es que Espinosa proclama con machacona Razón» de la «Etica»: sigue siendo una sociedad en la
insistencia que el Estado ha de estar fundado en la que se conjugan intereses no únicamente racionales.
Razón y dirigido según ella Si el Estado está llamado, Pero si es, podríamos decir, la versión histórica más
como suponemos, a ser el instrumento de la Razón, es aproximada a ese horizonte utópico, y en cierto sentido
porque la Razón constituye a su vez la respuesta al pro un Estado democrático es un Estado «fundado y dirigido
blema del Estado. No se conculca por ello el «realismo conforme a la Razón».
político» que Espinosa ha aprendido de Hobbes. No es
la razón, sino «un cierto sentimiento común» -dice Es Es racional, en primer lugar, porque excluye los
pinosa— lo que constituye el Estado, con el fin de disi presupuestos ideológicos que justifican a los demás regí—
par «el miedo general» propio del estado de naturaleza, menes. Espinosa ha señalado cómo la Monarquía se
y remediar en lo posible «las miserias humanas» (Cf. asienta sobre la ficción de que hay un individuo superior
T.P. III, 6). El fin primordial del Estado es garantizar la a los demás por su sangre, en una divinización, más o
seguridad de los ciudadanos, al mismo tiempo que su menos soterrada, del Poder (Es una Monarquía, «de de
propia permanencia Pero es que precisamente es la Ciu— recho divino»). La propia Aristo,cracia, aunque represen
dad constituída «ex ductu Rationis» la que, según Espi ta un grado de racionalidad superior, porque el poder no
nosa, es la más poderosa e independiente: porque la se reviste en ella de características «sacrales», sostiene
conflictividad interna que conlleva una ordenación «pa— igualmente el principio irracional _de que existen los
sional», sería aquí sustituida por la concordia racional. «aristoi» -que son, en la práctica, quienes tienen el
No hay por tanto traición al realismo en la demanda de poder económico-, llamados por ello a gobernar al resto
un Estado conforme a la Razón, sino profundización en de los ciudadanos. En ambos casos, en suma,el poder se
la exigencia de seguridad que determina su constitución. legitima por la imaginación. La Democracia, en cambio,
La verdadera seguridad no es la del «Leviathan» omni se atiene a la real igualdad política entre los hombres.
potente, sino la del consenso racional ciudadano. Por «La naturaleza de todos -dice Espinosa- es una y la
ello, la búsqueda del Estado conforme a la Razón no es misma: son el poder y los honores los que diferencian»
el sueño gratuito de un idealista, sino la persecución del (TP, VII, 27). Nadie posee naturalmente tanta «poten
Estado «verdadero», (si se me permite la expresión), cia» como para adueñarse del Estado.
aquel en el.que los ciudadanos constituyen «como un
solo espíritu». Pues Espinosa señala que sólo en el Esta—
Pero no sólo en ésto se funda la racionalidad de este
do fundado en la Razón se da esta «unidad de espíritu» régimen. La Democracia aparece como la fórmula más
supraindividual, racional de organización política por la estabilidad que le
confiere su carácter de régimen de poder absoluto; esto
La tarea subsiguiente será, por tanto, la de determi es, de régimen en el que el Poder «oficial», por así
nar cómo ha de estar constituido el Estado para que sea decirlo, no pertenece a una fracción del conjunto, y en
«conforme a la Razón», Y es éste, a mi juicio, el sentido el que, por tanto, no tiene enfrente el Poder alternativo
último del análisis de los diversos regímenes en el del resto de los ciudadanos, de cuyo consenso depende,
«Tractatus Politicus». Este análisis, como ya he indicado, y que en los demás regímenes constituye una amenaza
se plantea desde la perspectiva de la estabilidad de cada latente, nunca excluíble; en la Democracia, el sujeto y el
forma de Estado; podríamos incluso hablar de una cierta objeto del Poder se identifican, y goza por tanto de una
«neutralidad» de Espinosa ante las diversas alternativas. estabilidad «estrucmral». Esta racionalidad se revela
Lo que se trataría de ver es qué requisitos, dado un igualmente en el modo que le es propio de resolver las
cierto régimen, son necesarios para garantizar su perma— cuestiones políticas que se le plantean al cuerpo social «:
nencia. Pero es claro que tales regímenes no 50n equiva— en la democracia no predomina el arbitrio de uno o unos
lentes: hay una gradación de estabilidad ascendente des pocos, sino el acuerdo común, exigido por la propia dis
de la monarquía a la democracia; cada régimen supera al tribución del poder. Y en definitiva, sólo en la Democra—
anterior. Y además, a esta gradación según el criterio de cia puede ser el ciudadano realmente libre, porque sólo

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ella es parte'actioa de un Estado no-exterior a él, y co miento de alguna racionalidad: la aceptación de una regu
creador del Poder común. lación común de su actividad, que sustituye a la arbitraria
«gana» del estado de naturaleza. Cabe concluir, por con
Una vez más, he de pedir disculpas por un trata— siguiente, que en la medida en que las reglas que rijan la
miento tan esquemático de la cuestión. He pretendido conducta social sean más racionales, su comportamiento,
simplemente subrayar cómo la teoría espinosista del Es encauzado por ellas, será más racional. La racionalidad de
tado encuentra su conclusión en una teoría de la demo la estructura social conlleva evidentemente una racionali—
cracia como «Estado fundado y dirigido según la Razón». zación en el comportamiento externo de los individuos;
En la democracia puede verse cómo se enlazan el punto hemos de pensar que éstos han de conducirse al menos
de partida y el objetivo de la Política espinosista. Aquí, corno si fueran racionales. ¿Y hasta qué punto es posible
como en el estado de naturaleza, los hombres gozan de admitir, a la larga, en el mismo individuo, una conducta
autonomía, y el Estado no se impone como algo superior externa racional y una «conciencia irracional», una dupli
puesto que ellos mismos son el Estado, en el pleno sen cidad esquizoide?. Parece lógico pensar que, poco a
tido de esta expresión. De modo que puede decirse que poco, la racionalidad social iría modelando la racionali
toda la teoría política de Espinosa se orienta a la bús dad individual. Y de este modo, la racionalización de los
queda del Estado que, por su estructura, realiza efectiva— individuos no se operaría por medio de una «milagrosa»
mente la libertad. conversión, sino por la acción determinante del Estado.

En suma, podemos concluir que la filosofía política La consecuencia de la aceptación de esta hipótesis
de Espinosa considera claramente que la existencia indi es, como es obvio, de suma importancia para la defini
vidual está determinada -y no solamente en la actividad ción de la función de la Política en la filosofía de Espi
meramente social, «externa», sino de algún modo, tam nosa; implicaría, ni más ni menos, que la realización de
bién en lo que podríamos llamar «interioridad de la con su proyecto filosófico estaría supeditada a la realización
ciencia»— por el Estado. Hemos visto además que esta delagroyecto político de un Estado racionalmente estruc
teoría política se orienta implícitamente en la dirección tur o.
de un Estado racionalmente estructurado, que sería, (al
menos en su pleno desarrollo) el Estado democrático Al llegar a este punto, se plantean dos cuestiones
Cabe entonces pensar si no estará ligada la racionalidad fundamentales. En primer lugar, la posibilidad teórica,
de los ciudadanos ala racionalidad de las condiciones de desde los planteamientos espinosistas, de un proceso de
su medio social, y si no reside en éstas la condición de racionalización de las estructuras políticas, supuesto que
posibilidad de la realización generalizada del proyecto. de se parte de una irracíonalidad originaria; y en segundo
Espinosa. En una palabra, ¿no sería el Estado la entidad lugar, y suponiendo que pueda resolverse positivamente
llamada a realizar, en él y por medio de él, la racionali el problema anterior, la de cómo se efectuaría la trans
dad ?. formación de las condiciones sociales existentes en un
momento dado o, en otros términos, cómo se realizaría
Hemos de reconocer, ciertamente, la excepción del el proceso histórico de realización de la racionalidad -y
hombre racional «que vive entre ignorantes». La figura coá1 ella, de la libertad- que parece implícitamente exi—
misma de Espinosa, y_ su «Ethica», parecen ser un ejem gi o.
plo claro de existencia racional en un medio irracional.
(Y de igual forma, podemos imaginar individuos irracio Para responder a la primera de estas cuestiones
nales en condiciones Sociales racionales). Pero a mi jui— -¿cómo pueden constituir una sociedad conforme a la
cio, esto no invalida la hipótesis de que la posibilidad de Razón individuos irracionales?- creo conveniente apelar
acceso a la razón por parte de los individuos resulta im al concepto hegeliano de «astucia de la Razón», que de
posible de explicar desde los individuos mismos, y que algún modo si estaría ejercitado en Espinosa, aunque a
es por tanto necesario apelar a instancias externas deter— falta de un término de referencia que, como luego vere—
minantes de su actividad, entre las cuales las políticas mos, hubiera necesitado Espinosa para dar acabamiento a
tienen un papel decisivo. Sin recurrir a explicaciones su proyecto. Hegel hace notar cómo hombres movidos
«providencialistas», está en la lógica del espinosismo el por necesidades primarias e intereses pasionales, «produ
reconocimiento de la incapacidad de dar razón satisfacto cen el edificio de la sociedad humana, en el que han
ria de la presencia de individuos racionales en medios conferido al derecho y al orden poder contra sí mismos»
que no lo son, porque no nos es posible conocer exhaus— (HEGEL, Die Vernunft in der Geschichte» Hamburg,
tivamente el entramado complejo de causas interdepen Meiner, 5. Auflage, 1955, p. 79 y ss.). Es decir, crean
dientes que constituye lo real; cabe únicamente decir algo racional.
que tales hechos no son producto del azar, sino de una
precisa conjunción de causas. Pero no es menos cierto
Algo similar podemos ver en la teoría política de Es
que la realización general de la racionalidad resulta efecti
pinosa: la sociedad civil, que representa ya una cierta or—
vamente imposible sin la mediación del Estado, entorno
denación racional de la existencia frente al «estado de
fundamental de la existencia humana.
naturaleza», es obra de hombres sometidos a los afectos,
“que la constituyen por la inviabilidad intrínseca de la
Pues, como hemos venido diciendo, su irracionali situación originaria. De modo semejante podría explicar
dad ha de explicarse por la determinación de unas condi se la adopción de modelos cada vez más racionales de
ciones que podríamos denominar de «irracionalidad am organización política: al fin y al cabo, según hemos apun
biente». Y no se ve cómo esta actitud pudiera modifi tado anteriormente, cada régimen conduce naturalmente
carse si no es por la vía de su pertenencia al Estado. Ya a su propia superación. No habría por qué suponer un
la constitución._ misma de éste les fuerza a un comporta— grado determinado de racionalidad en los individuos pre

EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

una argumentación en favor del régimen liberal-republi—


cano aún vigente. (Es decir: Espinosa señala la convenien—
cia de seguir la.tradición no—monárquica de Holanda).
Pero pienso que hay además un cierto pesimismo ante la
hipótesis del cambio «cualitativo» de las condiciones p0
líticas (que podría verse en algún texto más), y que tiene
profundas raíces. Espinosa no parece creer en la posibili
dad de crear unas nuevas condiciones sociales, y se limita
a señalar el carácter puramente aparente del cambio ba—
sado en la sustitución del titular del Poder.
Lo que a mi juicio expresa esta actitud es la ausencia
de bistoricidad en la filosofía de Espinosa (pese a lo que
l l l l íl u — algunos estudiosos actuales hayan podido sostener), que
es, al fin y al cabo, coherente con sus presupuestos onto
( lógicos. Ciertamente, Espinosa se refiere explícitamente
a un Proceso de liberación del individuo, y su exposición
permite imaginar un proceso paralelo en el Estado. Pero
—*
lo que cabe imaginar choca con su concepción de la li
bertad como com;7rensio’n de la realidad necesaria, orden
fijo y eterno que el hombre no puede pretender cam
biar. La Sustancia, como Hegel observa, no es sujeto; y
así, no hay lugar para un fin de la Historia. En la filoso
fía de Espinosa estarían de algún modo dadas las condi
ciones para una realización histórica de la libertad: pero
tales condicionnes no han sido explicitadas Espinosa ha
mostrado que un determinado nivel de racionalidad posi
bilita un cierto grado de racionalidad individual: pero no
ha mostrado cómo dicho nivel de racionalidad social
viamente a la constitución de un tipo de sociedad de un puede ser conquistado.
nivel correspondiente. Su propia conveniencia, (y, en
definitiva, la lógica de la necesidad), obra en favor de ,Aquí está el límite último que la filosofía de Espi
una progresiva introducción de la racionalidad en la reali— nosa no es capaz de salvar, la contradicción entre el pro
dad social. Podríamos incluso suponer una relación dia— yecto político y el orden necesario del mundo. Y aquí se
léctica entre individuo y Estado: los intereses individua— pone en entredicho la viabilidad plena de un proyecto
les crean una determinada estructuración del Estado, que filosófico que pretende abrirse a la generalidad de los
a su vez genera un «clima» social de mayor racionalidad, hombres. Pero al fin y al cabo, no podemos pedir a Espi—
que determina una nueva configuración del Estado... y nosa que salte por encima de la Historia.
así sucesivamente.
Y vuelvo, por último, a la cuestión que al principio
Creo que de este modo puede salvarse la consisten planteaba: ¿para qué la Política?. Creo que cabe afirmar
cia de la hipótesis aquí sostenida. Y por el contrario, lo que antes enunciaba como hipótesis: la reflexión polí—
pienso que Espinosa no es capaz de resolver: satisfacto tica de Espinosa está justificada por la necesidad de la
riamente la segunda cuestión, la de la realización efectiva «mediación política» que su proyecto filosófico exige. Y
de un Estado conforme a la razón a partir de unas condi esta reflexión podría entenderse, a fin de cuentas' —y sin
ciones dadas. El discurso político de Espinosa -pronun— perjuicio de su carácter no-normativo- como determina—
ciado precisamente en un marco nada «racional», puesto ción teórica de las condiciones políticas de su realización.
que escribe el «Tratado Político» cuando gobierna los De modo que, paradójicamente, una filosofía que pone
Países Bajos Guillermo de Orange— va dirigido a un la «salvación», la liberación del hombre, en una tarea
público que, en su inmensa mayoría, vive en condiciones cognoscitiva, y que parecía desrinada a mostrar, si no ya
de monarquía absoluta. Y parece ser una clara incitación «desprecio del mundo», sí cuando menos una cartesiana
a la construcción de la Democracia, a pesar de esa apa— indiferencia hacia los problemas de la Ciudad, encuentra
rente «neutralidad» en el análisis de las diversas alterna— en el Estado su posibilidad de realización. Bien claro está
tivas. Así como la caracterización del hombre que vive que la filosofía de Espinosa no está al servicio de unas
según la Razón en la '«Ethica» es una invitación a la ra determinadas condiciones políticas; la Política es «ancilla
cionalidad, la descripción del Estado conforme a la Ra— Philosophiae», vehículo‘de una tarea que la trasciende,
zón propone implícitamente su realización. que es meta—política. Pero si la política es sierva, se,trata
de una sierva indispensable. Lo que aquí se pone de
Y sin embargo, no sólo no se nos muestra la posibili manifiesto es que la filosofía (y en último término, la
dad de un proceso de racionalización política progresiva, vida del hombre) no puede realizarse con la clausura de
sino que incluso encontramos una cierta resistencia ante la subjetividad, sino que es en el mundo, y sobre todo en
la hipótesis del cambio político. «El tipo de régimen de el mundo social. Ahora bien: aún se mira al mundo
cada Estado -díce Espinosa en el «Tratado Teológico como algo que puede ser solamente contemplado, y por
Político»—- debe ser necesariamente conservado, y no se eso ha de propugnarse la adecuación del sujeto a él; no
puede cambiar sin ruina total de éste»(XVHl, 294). Es se llega a concebir que el mundo pueda ser transforma
cierto que esta afitmaciónse inserta en el contexto de do.

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LEXICO

b CONCEPTOS CONJUGADOS
GUSTAVO BUENO
Oviedo

"}l€ a expresión concefitos conjugados debe en facen laydefinición, dejando fuera aquellos pares que no
' tenderse aquí, ante todo, como un con— la satisfacen: la clase complementaria no es, pues, vacía
cepto denotativo que Pretende destacar'la (esto no quiere decir que no puedan presentarse situa
semejanza (por oscuro que sea su funda— ciones dudosas o intermedias). Pares de oposiciones'tales
. mente) entre pares de conceptos muy di— como blanco/negro, masculino/femenino, acción/reac
versos pero que se caracterizan, por de ción, vertebrado/invertebrado, día/noche, padre/hijo, etc.
pronto, por darse en una forma «apareada» que no se no pueden ser llamados «conceptos conjugados», de
reduce siempre a los tipos clásicos de la oposición con— acuerdo con la definición anterior.
tradictoria (vertebrado/invertebrado), contraria o binaria
(día/noche, crudo/cocido, frío/caliente) o correlativa (pa— > 2.-Liga internamente las distintas determinaciones
dre/hijo, acción/reacción). Como definición, que podría
(formalmente teorías) sobre la unidad de los conceptos
desarrollarse según el modo de la recurrencia, a partir de conjugados, por cuanto éstas determinaciones aparecen
un par dado como parámetro, ofrecemos la siguiente: totalizadas en el sistema de los esquemas que tomamos
por referencia (ver más adelante). Por este motivo la
Llamaremos «conceptos conjugados» a aquél círculo noción de «concepto conjugado» sólo podía cristalizar
de pares dialécticos de conceptos tales que los términos tras la formulación_del concepto de «esquema de co
(A/B) de cada par soportan alternativamente (disyuntiva nexión diamérica» (ver más adelante) como alternativa a
mente) el sistema completo de los esquemas de conexión
los esquemas más conocidos que se recogen bajo el
(metaméricos y diaméricos) de que se hablará más ade
nombre de «conexiones metaméricas».
lante. La exposición disyuntiva de este sistema aplicada a
cada concepto, puede llamarse la historia sistema’tica del El concepto de «conceptos conjugados» es un pro
mismo. (Historia que deberá en cada caso llevarse a cabo totipo de situación dialéctica (por tanto de la metódolo
según los métodos propios de la filología). Según esto
gía hi5tórico—dialéctica) porque los esquemas disyuntivos
podemos definir los conceptos conjugados diciendo que de conexión que suponemos deben poder soportar los
son aquellos que tienen una historia sistemática similar términos apareados deben tener sentido y, al mismo
en el sentido dicho. Por esto la noción de «conceptos tiempo, solamente uno de estos esquemas de conexión
conjugados» debe ser entendida, ante todo, como una puede ser considerado como válido (cuando un par de
noción denotativa, como un conjunto o familia de'pares conceptos no pueda soportar el sisrema de los conceptos
efectivamente dados en una determinada tradición de conexión de referencia, habrá que esrimarlo como no
cultural. conjugado). La exigencia de que (según criterios semán
ticos dados en el uso lingüístico de una tradición cultu
La noción de conceptos conjugados» parece un ral) tenga sentido ensayar los diferentes esquemas y, por
concepto en tanto que: ' tanto, que la discusión de estos esquemas sea necesaria
para establecer el esquema válido (o el más aproximado)
1.—Discrimina, del conjunto de todos los pares, ' redunda en la naturaleza dialéctica de la noción de los
‘ dados como tales pares de conceptos, aquellos que satis conceptos conjugados y exige distinguir dos planos, por

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lo menos, en los cuales e5to's conceptos se desarrollan:


un plano fenomenológico—bistórico (prácticamente identifica
do con la historia científica o semántica del concepto en
una tradición cultural) y un plano esencial en el que
suponemos se realiza el esquema válido, pero en tanto
presupone la superación o regresus del plano fenoménico
y la posibilidad del progressus a este plano. Con objeto de /v“'
«cerrar» el concej7to de «conceptos conjugados» definiremos el
plano esencial como aquél en el que se dan los esquemas dia
méricos, cuando estos son ua’lidos (segu’n criterios materiales de
cada caso), haciendo corres}?onder el plano fenomenológico con
el lugar de uerzficacio'n de los esquemas metaméricos. (Cuando
el esquema diamérico no sea válido, hablaremos de un
concepto pseudoconjugado. lHablamos de pse_udoconjurf
tos conjugados» con el mismo alcance que -por respec
to a la esrructura del silogismo- hablamos de «paralo
gismos». «e
: 'r
‘ En cualquier caso, la disrinción entre los esquemas
diaméricos de construcción conceptual y los esquemas
metaméricos, ha de entenderse en un sentidofuncional
paramétrico y, desde luego, en un sentido dialéctico. Fun
cional-paramétrico: Porque la distinción opone los dos l,\
contextos (metamérico y diamérico) cuando está dado un
material determinado, que actúa como parámetro, al
margen del cual, la oposición es vacía. Dialéctico: Por el)? _
que la distinción sólo tiene sentido en función del mate—
rial dado cuando éste comienza a «desarrollarse» de tal
suerte que el concepto (metamérico) del cual habíamos
partido queda neutralizado (eliminado, etc.) en el propio
proceso de constitución del contexto diamérico; y, en el mueve («negándose como punto») (l). Lucrecio y los
caso límite —que es el de los conceptos conjugados- el epicúreos presentaron un esquema de reducción del es
concepto «metamerico» no sólo queda neutralizado (en píritu (animus) al cuerpo, entendiendo el espíritu como
cuanto contexto anterior -genéticamente, etc.- al con una clase de corpúsculos perfectamente esféricos (2). Re
texto diamérico) sino que queda aósorbido en el contexto ducimos la circuhferencia'a la elipse, cuando aquella apa—
diamérico del concepto de referencia. rece como un caso particular de elipse con distancia focal
«o».

Un esquema de articulación o inserción, en virtud


del cual se desarrollan los términos conjugados hasta una
SISTEMA DE LOS ESQUEMAS DE línea tal en la que se identifican, de alguna manera. (Cir
cunferencia y elipse, en el concepto de sección cónica;
CONEXIÓN DE LOS TERMINOS DE UN
CONCEPTO CONJUGADO anverso y reverso de la medalla).

Esquemas de fusión, en virtud de los cuales los tér


minos «A» y «B» se reducen a un tercero «C», que
Dadas situaciones de conceptos esrímados - como pretende absorber a ambos (Espíritu y Cuerpo, en la
conjugados (A/B), podemos ante todo ensayar la com— substancia neutra del «monismo neutro», de Russell) (5).
prensión (en el sentido de una «geometría de las ideas»)
de su .conexión, por procedimientos que llamaremos me Los esquemas de «conexión metamérica» o global
taméricos, por cuanto estos esquemas proceden sin distin son, sin duda, los más obvios, y deben ser ensayados en
guir partes homogéneas en «A» y en «B», sino más bien cada caso. Sin embargo, es posible señalar la efectividad
asumiéndolos globalmente, como términos «enterizos». de un tipo de esquemas de conexión de conceptos
Aparte del mero acoplamineto por yuxtaposición, que se conjugados, que procedería por una vía completamente
utiliza muchas veces como pseudoesquema de conexión diferente de la que recorren los esquemas globales: el
(y que, en rigor, equivale auna suerte de «axioma de tipo de esquemas de conexión diamérica _esquemas por
María»), conocemos tres tipos de esquemas de conexión intercalación o, si se quiere, por «infiltración»—. El
metame'rica, que llamaremos reducción, articulación _y fusión conceptó de este peculiar tipo de esquemas de conexión
puede ser expuesto formalmente, pero la importancia del
concepto incluye, sin duda, su momento denotatioo, a sa
Un esquema de reducción es un procedimiento en ber, su capacidad para recoger,procedimie_ntos efectivos
virtud del cual se presenta la posibilidad de reducir uno
de los términos del par a la condición de determinación
(l) HEGEL, Fi/oso/12¡ Natura/8: 256.
del otro término (el «A» al «B», o el «B» al «A»). Por
(Z) LUCRECIO, De rerum nulura, libro lll, versos 250 al 280.
ejemplo, Hegel intenta reducir la recta al punto, consi
derando a la recta como generada por un punto que se (3) RUSSELL, Ana’lisis de la materia, Edic. Taurus, Madrid 1969. Cap. XXXV“.

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

(documentables en contextos científicos o extracientífi—. va) que estará definida como una dotación de notas
cos) de «construcción eidética», suya semejanza perma— intensionales. Las partes Ax, A2, A5,... serán partes
necerá encubierta, hasta que los disjecta membra no sean extensionales, desarrollo de la expresión predicativa Q
precisamente reagrupados mediante el concepto de «co (A). La clase de los infinitos triángulos ¡rectángulos «li
nexión diamérica» (sea éste u otro nombre más adecua— bres» (desenmarcados) iguales a uno dado, pide un
do el que se utilice para designarlo). desarrollo distributioo; la clase de los infinitos triángulos
recrángulos inscritos en una circunferencia, y cuya hipo
El. esquema de conexión diamérica - entre los tenusa es un diámetro dado, pide un desarrollo atributico
términos «A» y «B» de un par de conceptos conjugados (sobre sus elementos aparecen subclases sistemáticas:
pares de triángulos enantiomorfos, etc.). Si se da el caso
no procede tratando globalmente a los términos «A» y
de que el concepto B puede reexponerse como una re
«B» como «enterizos» (sea para reducirlos, articularlos o
lación que resulta ser constitutiva de las partes Al, A;,
fundirlos), sino que, de entrada, comienza por «triturar»
«desarrollar»_alguno de los términos en partes homogé As, ..., en cuanto tales partes de A, será preciso retro
neas (A1, A2 -A3, Ciertamente, puede interpre— traer B hacia el plano de la intensión de A, es decir,
tarse esta división de los términos como una com]>osición vincular de algún modo a B con la d0t_ación de notas Q.
de é5t0s con la Idea de Extensión, partes extra partes, pero Estamos, de este modo, ante una situación interesante de
ello no altera nuestro análisis, antes bien, lo enriquece. conexión dialéctica entre las dimensiones lógicas de la
La denominación que damos al nuevo tipo de esquemas intensión y la extensión: Una intensión Q, desarrollada ex—
de conexión (diamérica») alude precisamente a esta tensionalmente por A, nos lleva a determinar propieda—
preparación previa de alguno de los términos (o de los des B (diame’ricas, re3pecto de las partes de A) que
dos, en de
géneas, sentido
suertedisyuntivo) en Partes
que la conexión extra
entre «A»partes
y «B»homo
que-í deben ser anudadas con las notas Q, El desarrollo exten
sional de Q (A), es decir, Q (A1), Q'_(A2), Q (A3)...,
da transformada en la conexión entre las partes de «A» determina propiedades «genéricas» que, por tanto, no
' ( 6ta ,,a.trav‘és, y ;.tepoq , parte) y se realice precisa— podrán estimarse como anteriores a A («géneros anterio—
mente en los casos en los cuales la conexión entre las res»), sino posteriores a su desarrollo («géneros poste
partes Ai, A2, ...An (conexión cuyo esquema está ya ase riores»). EStas situaciones (ignoradas por'la doctrina clá
gurado desde la unidad de «A») tiene lugar, precisa— sica de los «géneros porfiriahos») obligan a introducir un
mente, mediante el término «B». El modo más general órden en la misma materialidad de los estratos intensio
según el cual este esquema puede ¡tener lugar es aquél nales constitutivos "de un concepto; cabría hablar de una
en el que pueda probarse (según los procedimientos «realimentación lógica», en virtud de la cual, totalidades
materiales propios de cada caso), que «B» es la misma de orden (n +1), que presuponen las totalidades de
relación conecnva (material) entre las partes de A (Ar, orden (n), resultan estar, a la vez, a la base de estas (las
A2, ...An). Cuando esro sea posible (y, sin duda, caben células, anteceden al organismo y se reproducen en él;
grados) podrá decirse que la unidad entre los conceptos las familias se reproducen en el Estado hegeliano, y lo
«A» y «B» ha quedado, establecida de un modo «ínti— fundan). Las totalidades «universales» no se reducirán ya
mo», porque «B» se ha «infiltrado» o «intercalado» al desarrollo exterior de un aniuersale ante rem, indiferente
entre las mismas partes de «A», sin reducirse a él, y ante sus realizaciones extensionales (que nada pueden
porque la conexión de «A» con «B» es, en cierta ma— añadir a la estructura del universal, ya establecido ante
nera, no otra cosa que la conexión de «A» consigo mis riormente a sus partes, «metaméricamente»), puesto que
mo. Por lo demás, la índole de la conexión entre A¡ y A, este desarrollo extensional se constituye en fuente de
puede ser muy diversa, y puede requerir la mediación de nuevas determinaciones o propiedades (diádicas, triádicas
otros conceptos vinculados, a su vez, con «A», según etc. etc.), que, por incluir las'parres de esta extensión,
esquemas de reducción, absorción, etc.: la recomposición serán de naturaleza diamérita. Consideremos definida l'a
de los trozos de un bloque de hielo no siempre tiene lu- _ clase Q (A) de todos los segmentos que sean: . perpendi
gar a expensas del agua producida por la cuchilla que culares a una recta dada (Q= perpendicularidad'a la rec
rebajó,, por su presión, el punto de fusión («rehielo»), — ta—parámetro). Habría que discutir, es cierto, qué tipo de
sino ac-aso también por otras sustancias interpuestas. concepto es este, dado que, no se trata de una «perpen—
Al mismo tiempo, a partir de este entramado, puede dicularidad libre o indeterminada» (que se.desarrolla en
comprenderse la «segregación» de «B» como una par la clase distributiva de todos los_pares de s_e_gmentos
te sustantiva, concomitante a la sustantivación o totali contiguos que sean perpendiculares entre sí), sino de una
zación de las partes A de «A», en una sola toralidad, «perpendicularidad paramétrica» (que se desarrolla por
enfreritada a «B», en un plano «fenomenológico». Ocu la infinita multiplicidad de segmentos que se levantan
rre como si al triturar uno de los términos (el «A»), las perpendicularmente sobre una recta dada). El desarrollo
partes obtenidas «segregasen», como para compensar la de la intensionalidad Q (A) nos conduce a una clase de
escisión, una relación entre ellas que sería el concepto segmentos { A1, A2, As, ...An } que se comportan como
«B». Se trataría así de un análisis de «A» _mediante «B». elementos de una clase distributiva (participan distributi
Por lo demás, múltiples subesquemas habría que distin vamente de Q, porque el predicado Q se aplica a cada
guir, según que «B» actúe como conexión entre tódas Aa independie'ntemente de los Otros A¡). No entraremos
las partes de «A», o bien que correponda a alguna rela tampoco aquí en la discusión acerca de si Q es predicado
ción particular' determinada, establecida solamente entre diáctico de relación, o de si es monádico, puesto que—
alguna región de estas partes. esta disrinción está ella misma cuestionada por la clase Q
(A) de nuestro ejemplo. Ahora bien: entre los elementos
" Supongamos que A haya sido desarrollada en su di5tributivos de la clase A], A:, As, ..., aParece siempre
conjunto de partes (An, A2, ...A) que figuran como ele necesariamente la propiedad de B paralelismo (Ai, AJ),
mentos o individuos de una clase (disrributiva o atríbuti— propiedad que podrá ser «elevada» a la dotación_ Q.

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Incluso el «concepto clase» Q (A) podrá ser redefinido a { l) «Reposo, Movimiento».

partir de A, porque dado un conjunto de segmentos Un esquema clásico (todavía utilizado por Descartes) es el esquema de la articulación. Se
suponen los cuerpos en reparo, como propiedad originaria o primitiva; el movimiento se inserta
paralelos entre sí, siempre podremos referirnos a una en ellos en virtud de un arto de la voluntad (la «chiquenaude» de Pascal. (4). Los esquemas
misma recta con la cual formen un ángulo de noventa de redacción, del movimiento al reposo, esrán realizados en la concepción de Dios como Aero
Puro, roz'rzrídent¿a oppossitoram, la concepción de Dios como Reposo y Movimiento a la vez (S).
grados -y esta recra mantendrá con los segmentos B la Sin embargo, prevalecerá eSte Otro esquema de conexión (al que se reduce el llamado «prin
cipio de relatividad» de Galileó) y que no es sino una realización del esquema diamérico: los
relación Q (A) de perpendicularidad. cuerpos esrán originariamente en movimiento (movimientos A1, A:, Aa, ...A.,). Entre estos
movimientos existen múltiples relaciones (según el sentido, celeridad) y una de ellas (cuando
los vecrores correspondientes son equipolentes) constituirá precisamente la definición de
reposo.

Conocimienro¡Acción
(D La conexión entre las ideas de Conocimiento (percepción) y Acción (voluntad, apetito, praxis).
PRESENTACIÓN DE ALGUNOS MIEMBROS ha sido esrablecida -cuando no se ha postulado sencillamente su yuxtaposición, «ilustrada», a
lo sumo, con alguna metáfora o diagrama- según diversos esquemas: o bien el esquema redac
DE LA FAMILIA DE LOS CONCEPTOS CON— t¡2'0 (el conocimiento es, él mismo, una actividad: la Praxis intelectual de los escolásricos, o más
recientemente, la Prairtíra teórica de Althusser), o bien el esquema de la fusión (conocimiento y
JUGADOS acción son facultades del alma, «brazos» del espíritu), o el esquema de la inserción (por medio
de la metáfora del espejo, o del instrumento: la voluntad es el instrumento del entendimiento,
et., etc.). Pero en la Monadolaga’z de Leibníz (párrafo 15) encontrarnos una sorprendente reali—
zación del que hemos llamado esquema de conexión diamérica, aplicada al caso. entre la 2‘Í.l‘ re—
presematz'z‘a y la t‘ÍJ appetitiw de las mónadas. Porque podría decirse que Leibniz procede como
si hubiera descompuesto la ri: refiresentat¡m en diversas determinaciones homogéneas (Ai,
A:,...A.), y hubiera atribuido (salva veritate) a la vi: appt>ti¡¡m el papel de nexo entre tales
Presentamos algunas muesrras desririadas no canto a determinaciones: «la acción del principio interno que verifica el cambio o tránsito de una per—
«ilusrrar», cuanto a realizar el concepto de los «concep cepción a Otra, puede llamarse apetición; ciertamente, el apetito no puede censeguir siempre
enteramente toda la persecución a la que tiende, pero siempre obtiene algo de ella y consigue
tos conjugados». Por supuesto, sólo es posible dar aquí percepciones nuevas». Debe advertirse que también puede ensayarse 'dentro del' mismo
esquema la conexión «dual»: la interpretación de la representación como nexo entre dos o más
una sumaria indicación de trabajos muy minuciosos de «apeticiones». Una gran parte de la fuerza de la obra de Bergson, Maíería y memoria: ensayo
investigación hisrórica—gnoseológica y filologica, orienta— sobre la relación entre el raerpo y el es}>riim (896) acaso pueda atribuirse, precisamente a la inge»
niosa y brillante utilización del esquema diamérico, en virtud del cual los nervios sensitivos
dos a la constitución de una «hisroria natural» de esra serán representados, no tanto como instrumentos para una representación, sino como segmen
tos intertalados entre los nervios m0t0re5.
«familia» de formaciones culturales.
Punto, Recta
(3) La conexión entre los conceptos de Punto y Recta suele ser de tipo redurtíro: el punto se
dará como «primitivo», y la recta aparecerá como generada por «un punto en movimiento»
‘En cualquier caso, deberá tenerse en cuenta en el (Hegel, loc. cit.). El esquema de jiuio’n se realiza en la concepción de puntos y rectas del plano,
momento de hacer esta Historia, la posibilidad de situa— como partes del espacio de «n» dimensiones. Al esquema diamérico €0rresponderzi el concepto
de la Geometría proyecriva del punto como intersección de dos rectas o, dualmente, el concep—
ciones inciertas, que solo parcialmente se aproximen a la to de la recta como nexo entre dos puntos. Es de mayor interés al comparar, en detalle, esta
serie de conexiones con las descritas en los casos (l) y (2).
esrrucrura completa de la «conjugación» -pero e3tas si
tuaciones, lejos de comprometer su concepto, lo enri Corporeiclad, Pesantez _
(‘9 Se diría que sólo ha3ta la época de Newton se ha ensayado la comprensión de la
quecen. Citaremos el caso de la «conjugación», en la. conexión entre los Conceptos de Corporeídad y Peran:ez por medio ' del esquema diamérico. Los
antiguos (Demócrito, Epicuro) se habían planteado ya explícitamente la cuesrión de la conexión
Historia de la ciencia física, de los conceptos de electrici entre Materia y Pesantez. Los átomos de Demócrito no poseen un peso especial: éste se les
a’aa’ ymagnez‘z'smo. No nos atreveriamos, es verdad, a in— agrega «externamente», por yuxraposición (aunque son muy oscuros los fragmentos). Epicuro
atribuye a sus átomos un peso esencial, pero cada átomo por separado («enterizo») que es
terpretar su conexión (más precisamente: su sz'nexz’6n, . como si se diiera: al cuerpo, en su corporeidad inanalizada, t0tal. E5ta conexión fque en rigor,
.. sigue siendo una yuxtaposi€ión eidética, por mucho que se postule su naturaleza necesaria c
esrablecida a partir de los des€ubrimient05 de Oersred) indisoluble- queda por explicar: su asociación es una suerte de «axioma de María». Se ensaya—
como un caso puro de conjugación de conceptos. Lo rán esquemas redartíror, rales como la inclusión de la corporeidad en el concepto de una pesan
te2 originaria, de la «gravedad» representada (Hegel, etc.). Ahora bien, la doctrina de la gravi
cierto es que los fenómenos de la elecrricidad y el mag tación newtoniana puede hacerse consisrir, en gran medida, en la «movilización» del esquema
diamérico para esrablecer la conexión entre la corporeidad y la pesantez. «Todos los cuerpos
netismo aparecieron, fenon’1enológicamente, como térmi son pesados» -hay una conexión «sintética», dirá Kant-, entre corporeidad y pesantez. Pero
nos distintos (A, B) -los imanes son dipolares, no así las esra conexión no se comprenderá si tomamos la corporeidad globalmente (lo que tendrá lugar
tanto cuando consideramos al Mundo íntegro, en su toralidad, como cuando consideramos a los
cargas e1ectr05táticas etc. etc.- aunque esrrechamente átomos aislados, Demócrito ya había dicho que un átomo puede ser tan grande como el Mun
relacionados (una corriente elécrrica dererminaba un do). En cambio, si consideramos la corporeidad en su desarrollo extensional, «partes eXtra par
tes» (AI, A2, ...A.,), entonces la relación (interpretada como atracción gravitatoria) entre ellos
campo magnético; el movimiento de un imán ante una "ral menos para el caso particular de que uno de los A; sea la Tierra, será identificada como
pesantez. Y en la medida en que todo cuerpo 85tá siempre en contexto con orros, la pesantez,
bobina determina’una corriente de inducción). De aquí auque sintética, será «a priori», para seguir la terminología de Kant. En este momento, es
que cupiera hablar, por lo menos, de una yaxtaposicio'n necesario constatar la capacidad del concepto de «conexiones diaméricas» para dar cuenta de la
esaucrura de esas conexiones que Kant recogió en su concepto de la conexión «sintética a
entre A y B (reflejada en el sintagma: «Elecrricidad y priori», y cuya naturaleza íntima, material, no e5tableció. Tan sólo postuló lo que -desde la
teoría de los esquemas de conexión- resulta ser una forma vacía, a saber, la forma del postula—
Magnetismo», de esrrucrura similar al sintagma; «Espacio do de yuxraposición (el momento «sintético»), dejarlo como necesario («a priori»), pero sin
y Tiempo»); pero también de una redacción («el magne que se den los esquema.» de e5ta necesidad. Un esquema de conexión diamérica es, por de
pronto, uno de los modos de llenar esre vacío: el apriorismo e5tá, sin duda, fundado, en csre
tismo es un fenómeno eléctrico»; o bien, «la elecrricidad Caso, en la propia relación de identidad entre las partes de «A». Sin embargo. sería excesivo
afirmar que todas las conexiones cubiertas por el concepto de la unión «sintética a priori» (por
es un fenómeno magnético»), o de una artícalaez’o’n ejemplo., Causa/Efecro), se acojan al esquema de la conexión diamérica.
(«magnetismo y elearicidad derivan de un tercer Corpúsculos/Ondas
fluido») o fasz'o’n (acaso el propio concepto de campo elec— (5)La conexión entre Corpu'rralor y Ondas ha comenzado a plantearse, en términos relativa
mente acruales, a partir del siglo XVII. La hist0ria de esta conexión puede verse, en gran mc
tromagnética). Con todo, las experiencias de Faraday y la dida, como la historia de los ensayos para explicar hasta el fondo diferentes esquemas de co
ulterior sisremarización de Maxwell sugieren que la nexión que, después de ser utilizados. muestran su insuficiencia. Descartes y Huygens se
acogen a los esquemas redartiws, aunque utilizados en dirección opuesta. Descartes concibe la
conexión entre la Elecrricidad y Magnetismo tiene lugar luz como constituida por corpúsculos en movimientos: a él se reducirían los aspectos ondula
torios. Huygens adopta el punto de vista ondulat0ri0 (desde el cual pudo construir los fenóme
a través del modo que llamamos dzaméríco. Parece como nos de reflexión y refracción ¿le la luz) y pretende reducir a él los conceptos «corpusculares»
si el magnetismo B (los fenómenos del campo magnéti (aunque no pudo incorporar en su reducción ondulat0ria la propagación tetrilínea de los rayos
luminosos), y, después de Huygens, Fresnel desarrolla mucho más a‘ fondo el esquema reduc
co) fuese la fase intermedia necesaria para vincular a los tivo ondulatorio. Sin embargo, y tras el descubrimiento del efecto foroeléctrico (la expulsión
de un elecrrón f0toelécuico no depende de la intensidad, sino de la frecuencia) se ve claramen
elementos de un conjunro (Ai, A2, As, ...) de corrientes te que la reducción mútua no llega a ser completa, va sedimentand0 la concepción según la cual
eléctricas; fase intermedia necesaria, además, en un senti el aspecto «granular» y el aspecro «corpuscular» de la luz (y luego, en general, de la energía
radiante) son dos aspecros (términos «A», «B») inconmensurables, irreductibles, es decir -en
do causal, en la medida en que Faraday supone que una nue5tros términos-u dos'aspecros cuya conexión no puede ser realizada por medio de los
esquemas de reducción. Pero entonces aparece con toda su fuerza la pregunta por su conexión.
corriente A: que atraviesa un_ conductor induce 0tra co Y es preciso constatar que, con frecuencia, es el esquema de la yuxtaposirrión el único que es
rriente en el secundario A:, en virtud o a través del
campo magnético'B cuya variación (determinada por la
variación de Al) fuera la causa de la corriente A;. (vid. (4) BLAISE PASCAL, Pemamientox, n° 77.
D.K.C. Mac Donald: Faraday, Maxwell and Kelvin, New (5) NICOLÁS DE CUSA, De dock: Ígrlommz'4. Libro ll, Cap. lll: el movimiento es «quietud
York. Anchor Books, 1964). 0rdenada sucesivamente», «explicatio» de la quietud.

EL BASILISCO 91
Il
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

posible alegar. Este esqu'ema de yuxtap05icíón es el que se esconde en expresiones tales como Signit'icántej8ignificado .
(IO) Otro canto cabría deciri del par de conceptos Siguij’icante/Sígnü’ícaa‘o. En el momento
las habitualmente utilizadas: «cada co¿púsculo lleva asociada una onda», o bien, «la energía «É»—
de un f0tón ligada a una onda monocromática de frecuencia v" es ‘h.v ». En cierta manera, en el que reziramos la hipótesis de coordinación (yuxtaposicz’o'n) entre la clase de los significan
podría reconocerse en toda la especulación sobre ondas y corpúsculos -relacionada con la tes arbitrariamente asociados a una clase de significados, presupuesta como previamente dada a
«teoría de la complementaridad» de Bohr, la conciencia de la irreducn'bilidacl entre ambos ass la primera, acaso sólo sea posible entender la conexión entre el sigm,’fz’cante y el .rz'gm'fx'cado
pectos, que llegarán a declararse tan diferentes que, por ello mismo, ni siquiera pueden entrar según el esquema diamérico, que nos muestra al significado como el nexo entre dos o más sig
en contradicción, como dice Luis de Br0glie, «toda vez que uno de ellos tiende a borrarse nificantes, así como - recíprocamente. Preferimos no decir aquí nada— más sobre e5ta
cuando el 0tr0 se afirma (6). Y a la vez la insatisfacción por— el esquema de simple cuestión. _ _ , . . .
yuxmposición, que intentará ser atenunda mediante la determinación de leyes de transforma—
ción, externa o denorativn, de una perspecdva a la otra. Pero esras leyes de transformación Azar;’Necesidad -" I
siguen siendo empíricas y suponen y_a la conexión dada, no la analizan. (11)El par de conceptos Azar/Necesidad también presenta todas las caracteristicas de un
par de conceptos conjugados. Nos limitaremos aquí ,a referirnos al esbozo de análisis que cons
¿Cabe constatar la presencia del esquema de «conexión diamérica» en esre contexto, o al ta en nuestra obra Ensayos materzalz'stas, páginas 346—347.
menos indicios fundados de la acción de esre esquema?. Me parece que la respuestá es afirma—
tiva. El propio Broglie (7) encarece el significado «precursor»’ de la «Teoría de los accesos de Materia, Forma
Newton, «como una primera tentativa de síntesis entre las ondas y los corpúsculos, una especie ( 12)Respecto del par de concepto‘s Materia/Forma, nos remitimos también a la misma
de presentimienro de la mecánica ondulatoria». Ahora bien, la «Teoría de los accesos» (de los obra, páginas 342 a 392. ' -' ‘ '
corpúsculos luminosos que atraviesan un medio material ) incluye la intercalación de ondas
(perturbaciones periódicas) en los propios movimientos de los corpúsculos. En general, siempre BasejSúperesuuctura
que el «aspecto ondulatorio» es presentado como resultante de algún efecto de coordinación (I3)EI par de concefifós Base/Superertrurtura, central en el Materialismo histórico, se
de una multitud de corpúsculos (el propio concepto de «frente de onda») se está apelando al aproxima muy de cerca a la forma de la conjugación de ‘COHCCPtOS. Levi Strauss tiende a yux
esquema diamérico. Y la presencia de este esquema debe ser reconocida, tanto cuando a la taponerlos; el «economicismo», o el «idealismo», ensayan esquemas de reducción. Pero acaso el
onda se le da la misma modalidad onrológica que a los corpúsculos, como cuando se le da una concepto de base sólo alcance su pleno significado hisrórico como nexo diamérico entre dife
modalidad, un «peso ontológíco» diferente; por ejemplo, cuando, salva ueritate, se le asigna al rentes formaciones supraestrurturaler, así como recíprocamente.
«aspecto ondulatorio» la modalidad omológica_de la poríállidad («¿mental—subjeriva?, ¿objeti
va-ideal?») y al corpúsculo la modalidad de la realidad, como sugiere Robert Havemann (8): Culturm_50ciedad
porque ahora ¡las ondas siguen estando pensadas como una suerte de relación-operación (la (14) Otro tanto‘cabría decir del par de conceptos Cultura/Sociedad (que, en frase de Kroe—
«función de onda») intetcalacla entre los corpúsculos. ' ber, se vincularían —rínectiuamente, añadiriamos por nuestra cuenta— «como el anverso y el re
Subsrancia materialilïnergía térmica : verso de una hoja de carbón»).
(6) La. conexión entre'una‘ substaueíainzaterial y la Energía térmica fué entendida durante
mucho tiempo, por esquemas de imem‘o’n («Substancia—Accidente»; «Cantidad—Cualidad») o de (15.)' Contradicción, Identidad
simple yuxtaposición («Substancia—Substancia» cuando el ca10r es identificado con un fluido La dialécúca hegeliana intenta reducir el momento de la identidad a contradicción;la pers
imponderable, un elemento químico entre 0tros, todavía para Lavoiser, el calórico). Pero un PeCtiva analítica intenta reducir la contradicción a identidad; el esquema de fusión esraría repre
cuerpo calénrado no pesa más que antes de recibir el calor: luego el calor no se compone con sentado en las líneas neoplatónicas, o de Nicolás de Cusa, para quienes Dios o el Uno está más
el cuerpo por algún esquema de absorción. La reoría cinética de los gases equivale a la movili— allá de la Identidad y la Contradicción. El esquema a’íamér:’ra sugiere la ínterpm‘acíón de la ran
zación de los esquemas de conexión diamérica: las moléculas son múltiples (Au, A2, As, ...A.), tradírcio’n como un cierro tipo de conexión entre esquemas múltiples de identidad (A:, A., Av,
y sus movimientos recíprocos (las energías cinéric'as correspondientes) corresponden a la tem— ‘¿..A,) _(digdécrica positiva). .
peratura en las traslaciones (a la energía cinética media de traslación de las moléculas), y al ca
lor, cuando se añaden las r0taciones (energía cinética del movimiento desordenado de las mo Diosl'Mundo
léculas). , , ' ‘ (16)'Díos/Mundo. El esquema ‘de articulación se rea1i2a en el modelo de Aristóteles: Dios
y el Mundo se articulan en el «primer móvil» (que corresponde, en otro contexro, al Ectz'po o
Mediator Plástico de Cudworth). El esquema de fusión en las «docrrinas extravagantes de
Subjeto¡0bjeto . algunos paganos», como dice el mismo Cudworth (12), que ponían a la Deidad y al Mundo por
(7)La conexión Sujeto/Oójeto ha sido pensada, o bien según los esquemas de reducción mú debajo de Hado (aunque en realidad esta es una posición muy próxima a la de Platón: El
tua (Pensamiento .265. de Blaise Pascal), o bien de yuxtaposírz'óu, o de furí6n en una Conciencia mundo y el Demiurgo están sometidos al reino de las ideas). Los esquemas de reducción se
Universal. Pero también “cabe ensayar los esquemas diamér_icos introduciendo la multiplicidad realizan en el panreismo y en el panenteismo. El esquema diamérico (el mundo como conexión
de objetos (Ou, Oz, Os, ...O») de suerte que el Sujeto sea la relación entre ellos, o bien inver— entre diversas partes o fases Au, A:, As, ...A de Dios) en sisremas tipo Escoco Eriugena (De
samente, introduciendo la multiplicidad de Sujetos (Sl, ‘Sz, Si, ...S,) de suerte que el Mundo dízv'sr'one Naturae) o dualmente (los dioses como nexos entre los mundos, intemuna’z’a} en
sea el nexo entre ellos (9). La primera forma de aplicar este esquema nos lleva muy cerca de la Epicuro.
Filosofía trascendental, ral como la «ejerce», más que la «representa», el propio Kant (Analíti—
ca Trascendeutal, Refutación del Idealismo, y Dialéctica Trarcendental, Paralogismo de la ideali— .
dad extetior)-en el sentido de que, efectivamente, Kant procede como si el yo pienso debiera (l7)Bz’en]Mál. Esquema de reducción: optimismo metafísico (todo ser es bueno, incluso el
ser interpretado, no tantocomohna substancia espirirual, al lado de los cuerpos, cuanto como malo) y pesimismo (todo ser es malo, incluso el bueno). Fusión: Dios está «por encima del bien
la conexión misma de los fenómenos en la unidad del Mundo. La segunda forma describe muy y del mal». Esquemas diaméricos: «el mal es la relación entre múltiples bienes» (Lerbníz).
bien el «idealismo material» de Berkeley, e incluso la filosofía de Leibniz: la realidad esrá
ahora constituida por substancias espirituales inexrensas, sujetos, y las relaciones entre ellos Moral/Derecho
(interpretadas como relaciones de expresión o lenguaje) nos remitén al Mundo como conjunto (lS)M0ral/Deréélao. los.conceprqs de Moral y de Dereclao se comportan como conceptos.
de «mensajes» que Dios transmite a las almas, olas almas se transmiten entre sí (10); - conjugados -y cada una de las formas stStemáticas de esra conexión corresponde a una doctri—
na típica (hisrórrcamente documentable) de la Filosofía del Derecho,
Almá¡(iuerpo
(8)I.a historia de la conexión entre las Ideas de Alma y 6’uerp0 es también la historia de la El esquema de la yuxtaposición es:á representado en todos quiénes conciben el Derecho y ..'
utilización de los diferentes esquemas de conexión entre «conceptos conjugados». Ante todo, la M0ral como dos órdenes de legalidades autónomas, independientes, aunque accidentalmente
de los esquemas metaméricos: los esquemas de reducción (el alma, secreción del cerebro, un puedan'rener algún punto de intersección. Es la posición de Kant. El orden moral es extrajurí
epifenómeno; o bien: el cuerpo es sólo un pensamiento del alma, su representación: Scho dico; el orden jurídico se funda en principios propios (la legalidad), a los cuales la ciencia del
penhauer); los esquemas de fusión o artírulacio’n (doctrina del «monismo neutro» de Russell, Derecho como positivismo jurídico (incluyendo aquí posiciones como la de Hart) debe atener—
teoría del «mediador plástico» de R. Cudworth, en el cual se unirían’ el alma y el cuerpo (ll); se. El punto de intersección, que conceden los esquemas de yuxtaposición, puede ser inter
la simple yuxtajmsirz'ón, enmascarada muchas veces con la alegación de un esquema metafórico pretado en el sentido del esquema de articulación. Tal es, acaso, la posición escolástica tomista.
' de articulación (la glándula pineal, en la que se unirían la res extensa y la re: ro’gítam). Pero tam— El esquema de fusión estaría realizado en todos quienes subsumerf derecho y moral en otros
bién, en la historia de ese dualismo, podemos constatar la apelación a los esquemas diaméricos conceptos comunes, sean teológicos,'sean sociológicos (por ejemplo teorías del control social,
en el Fed6n, la doctrina que Simmias opone a la que Sócrates ha desarrollado acerca de la en el sentido de Ross: «Derecho y deber se funden en la Sittlirlekeit».). Los esquemas reduc
unión del alma y el cuerpo (en realidad, un esquema pitagórico de yuxtaposición o de articula tivos tienen dos versiones recíprocas: La reducción del Derecho a la Moral (a los «dz'rIanzina
ción metafórica: «la nave y el piloto») es una concepción desarrollada bajo el influjo del rectae ratíonír» del iusnarurqlismo) o la reducción de la Moral al Derecho, de lo justo a la ley
esquema diamérico: el alma es sólo la armonía entre las partes comóreas (An, A2, As, de del más fuerte (la posición de Trasímaco en la República de Platón). Por último, el esquema de
nuesrro organismo, el equilíbrio que se alcanza cuando la mezcla de lo caliente, lo frío, lo seco, conexión diamérica arro;aría la siguiente conexión dialécrica de las relacciones entre Moral y
lo húmedo, satisface un cierto punto óptimo (la eukrarir). Derecho: la Moral aparece en la conexión entre diversos 0rdenamiemos jurídicos Ar, A:, Ai,
Espacio; Tiempo ...A., De este modo la moralidad, a la vez que exterior en algún sentido, a una legalidad jurí—
dica dada, no es exterior al conjunto de escas.legalidades en su proceso hisrórico, en tanto in
(9) El par de conceptos Es;>aciojï'íemjzo se aproxima mucho ala estrucmra de la conjugación corpora la conexión entre legalidades diferentes. La crítica de un ordenamiento jurídico (que
de conceptos; al menos esta esrrucrura podría servir como un medio para entender su extraño incluye la crítica a la coherencia lógica interna del ordenamiento en cuesrión), no tiene lugar
emparejamienro (emparejamienro de dos intuicioner, según Kant) que comienza por presen— entonces mediante la apelación a una moralidad absrracra, descontextualizada, sino mediante la
tarse en términos de simple yuxta))osicíón («orrogonalidad» de las líneas espaciales y tempora— apelación, o bien a 0tros sistemas jurídigos de 0tros pueblos o,clases sociales consideradas
les, etc.). Pero también hay docuinas que enseñan la reducción del Tiempo al Espacio (a'caso to superiores, o bien mediante la apelación a la lege ferena’a; por ejemplo, la crítica del derecho
das las doctrinas que intentan «suprimir» el Tiempo) o del Espacio al Tiempo (Heidegger); doc burgués, cuando no es utópica, equivaldria a una apelación a la normatividad propia. de una
trinas que proponen la articulación o fusión del Espacio y el Tiempo en un tercero, la duración sociedad socialista.
real bergsoniana. Acaso la concepción relarivism del Tiempo y del Espacio realiza la forma de
la conexión diamérica entre ambos términos (relatividad de las longitudes a los movimientos,
por tanto a los tiempos, etc. ‘erc.).

(6) LUIS DE BROGLIE, Ondas, rorpzísrulor y mecánica 0ndulatoria, Espasa Calpe, Madrid,
1944. Página 14].

(7) Op. cit., páginas 47 y 48.

(8) ROBERT HAVEMANN, Dialéctica sin dogma, Edic. Ariel. Lec. 63. Pág. 112.»

(9) GUSTAVO BUENO, El papel de la Fílosof:2: en el conjunto del sabor. Ed. Ciencia Nueva,
Madrid. Página 160. '
(10) GUSTAVO BUENO, Ensayo: materialista. Taurus ed. 1972. Pág. 150.

(11) R. CUDWORTH, Tl7e true intellertuel system of the Uniaerse. Book I, cap. V, páginas 829 a
832. La expresión «mediador plástico» es francesa (Larominguiére) y se aplica también al
«Ecdpo» de Cudwonh, es decir, la Naturaleza que es diferente de Dios (Arquetip01, pt:rn
causa del orden del mundo. (12) R. CUDWORTH, op. cit.'

92 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, ,

LEXICO

LÓGICA POLIVALENTE .
]ULIAN VEIARDE LOMBRAÑA
Oviedo '

l sistema de lógica «clásica» es un siste de, Rosser y Turquette (1) A. Zinoviev (2) R.
ma regido por la ley de bivalencia, según Ackerman (5) y N. Rescher (4):
la cual>\ó'yoc
ción) toda áflogpab‘fmbc,
oración enunciativa (proposi
siguiendo V a
La aproximación a la lógica polivalente ha tenido
Aristóteles (De Interpretatz'one, 17 a 2), es lugar desde dos perspectivas claramente d15tmguibles, si
. . _- . ' o bien verdadera o bien falsa, Ello quiere bien no desconexionadas entre sí:
decir desde la abstracción del cálculo formal, que el
conjunto de los valores consta ni más ni menos que de a) desde la filosofía,
dos elementos. b) desde el desarrollo algebráico de la lógica.
La lógica polivalente hace referencia a sistemas 2. Precursores de la lógica polivalente
formales con más de dos valores, de ahí que reciba el
nombre de lógica no-clásica o lógica no-Aristotélica,
Hemos mencionado ya a Aristóteles. El cap. IX de
guiados, sin duda, quienes le aplican este último califi
De Interj>retzztí0ne está dedicado a las proposiciones en
cativo, por el famoso pasaje antes ‘citado de De Interpre—
futuro; se discute si es necesario que una proposición
tatz'0ne, si bien tal denominación a decir de Lukasiewid2
(camia’emc. Fí/050f. roár.e la 16g. p012'2/. p. 83) no es co sobre un hecho futuro como por ej. «mañana habrá una
batalla naval» sea verdadera o falsa; sostener tal tesis
rrecta, dado que fue precisamente Aristóteles en la obra
' conduce -según Arístóteles- a «consecuencias incómo
mencionada (Cap. IX) el primero que puso en tela de
juicio la ley de bivalencia por lo que se refiere a cierto das» y a «imposibles». En todas aquellas cosas que no
están siempre en el acto, dice, hay p0tencialidad, el
tipo de >\ó'ymá7rowavru<oí (proposiciones, en nuestro
lenguaje) cuales son las que se refieren a futuros contin— poder ser e igualmente el poder no ser, por ej. este
gentes como es si «mañana habrá una batalla naval» manto puede ser dividido o no. En consecuencia no
para seguir el ejemplo de Aristóteles. todas las cosas suceden o no suceden por necesidad. La
necesidad se aplica tan sólo a todo lo que es, cuando es
Es obligado señalar, por otra parte, que la lógica Hasta aquí llega la doctrina de Aristóteles. A ella
polivalente -como dice Rescher, p. 15— es una materia se añaden diversas interpretaciones, la aceptación o no
nueva en el campo de la lógica. A ello cabe añadir que de la ley de bivalencia queda enmarcada desde la pers—
la lógica polivalente constituye una disciplina no lo sufi— pectiva filosófica, dentro del problema del determinis—
cientemente definida en su estado actual de desarrollo.
Se compone de una gran masa de hallazgos frecuente (l) Ji B. Rosser y A. R. Turquette. Mdllj—Vdlflfd L0gia North Holland, Amsrcrdam, [952,
mente aislados, hallazgos éstos debidos a autores que se (2) A. A. Zinoviev. Pb¡1010fi/)Ím/Pmb/tmr 0fMuny-Va/Iaed Logic, Trad. inglesa G, Küng y D,
Comey, Reidel. Dordrecht 1963.
acercan a la materia desde puntos de vista muy hetero (3) R. Ackermann, lmrazlurlion lo Many-Vu/md Login, Rouzledge 84 Kegan Paul. Londcs. il()ó7'
géneos. De ahí la urgencia de llegar a una sistematiza—
ción y unificación. En este sentido cabe citar las obras (4) N. Rescher, Ma_fl)-Vu/ked Logír, McGraw-hill, New York, 1969:

EL BASILISCO 93
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

mo, v, en efecto, en este sentido es discutido por Aris y «Si A ha de suceder entonces Dios sabe que A ha de
tóteles. suceder». '

Los estóicos, consideraron —según Boecio- que 3. Los fundadores de la lógica polivalente:
Aristóteles defendía, como consecuencia de su
oposición al determinismo, que los futuros contingentes Mac Coll (1837-1909) fundamenta toda la lógica en
no eran ni verdaderos ni falsos. En oposición, los esrói la lógica de proposiciones y establece un sistema de ló
cos y en especial Crisipo, en cuanto rígidos defensores gica proposicional en el que las proposiciones pueden
del determinismo mantenían la ley de bivalencia' como tomar uno de los cinco valores de verdad siguientes:
principio fundamental de su dialéctica: «Fundamentum verdad, falsedad cetteza(siempre verdad) imposibilidad
dialecticae est quidquid ennuntietur (id auten apellant (siempre falsa) y variabilidad (contingencia). Una propo
á‘¿íwpa) aut verum esse aut falsum» (5). sición es, cierta si siempre y necesariamente es verdade—
ra como por ejemplo 2 + 3 = 5; una proposición es
De aquí cabe inferir, como dice Lukasiewicz, que imposible si siempre y necesariamente es falsa como
no es correcto denominar a la lógica polivalente «lógica por ejemplo 3 = 2; y una proposición es variable si al
no-clásica» (si en lógica clásica incluimos la lógica de gunas veces es verdadera, otras falsa, como por ejemplo
Aristóteles) o «lógica no—Aristotélica» ya que fué Aris x = 2. Mac—Coll ,,_desarrolló su sistema como un álgebra
tóteles el primero que puso en cuestión la ley de biva— ¡de la lógica, pero basado sobre tres en vez de sobre
lencia. En relación con los clásicos, la lógica polivalen cinco valtÉs' y aplicó su lógica de proposiciones varia—
te podría denominarse «lógica no estóica» o mejor ¿«ló bles especialmente al cálculo de probabilidades. De ahí
gica,no crisípea». que las proposiciones se combinen en otro sentido del
los i
Frente al determinismo de los estóicos, que lo hacen las funciones de verdad¿ por ejemplo,
epicúreos defensores del indeterminismo, siguen a Aris si p es una proposición variable la conjunción consigo
tóteles en cuanto a la tesis de que todo lo que es sea misma será variable; de modo que variable en conjun
por necesidad. De ahí infieren que hay proposiciones ción con variable da variable. Pero si p es variable, en
que no son ni verdaderas ni falsas (6).. ' tonces también lo es no—p. Pero ahora variable en con
junción con variable no da variable, sino imposible.
En la E. Media el problema de los futuros contin
gentes se complica con el de la presciencia divina. STO. En cualquier caso Mac Coll puede ser considerado
TOMAS distingue (7) entre necesidad absoluta y _ne¿e; como un precusor de los lógicos posteriores que dedi
sidaddel consiguiente y necesidad sub condz'tz'0ne o por ' caron su esfuerzo a la construcción de sistemas de lógi
necesidad de la consecuencia. Si Dios tiene presciencia ca con valores de verdad no clásicos y desde la teoría
de una proposición acerca del futuro, dicha proposición del cálculo de posibilidades.
es necesaria por relación al hecho de haber sido objeto
C. S. Peirce (1859-1914) Se acerca a la lógica poli
de tal precognición, pero no es absoluta o incondicio
valente desde la problemática filosófica en torno a los
nalmente necesaria. futuros contingentes dentro del contexto Arisrotélíco
(10). Hace referencia a una matemática tricotómica con
Evidentemente el problema de la presciencia divina siderada como una matemática basada sobre una lógica
y los futuros contingentes envuelve asimismo el proble
de tres valores llegando a la elaboración del método de
ma de la ley de bivalencia y todos los grandes escolás las tablas de verdad para una lógica trivalente. El tercer
ticos con Duns Scoto y Ockam, Suárez, etc. intervinie—
valor considerado por Peirce corresponde a un grado
ron en la discusión del problema. Michalski (8) señala
intermedio entre la afirmación _porz'tz'w y la negación Parí—
que Duns Scoto y especialmente W, Ockam desarrolla—
tz'm que es exactamente tan real como los otros dos.
ron la tesis ari3t0té1ica en el sentido de llegar a admitir
Consideró también varios funtores de tres valores que
un tercer valor de verdad aparte de los dos clásicos:
posteriormente fueron reinventados por otros.
verdad y falsedad. En efecto distinguían la praparz'tío
neutra de la Pr0p05iti0 vera y de la Proposz'tí0 falsa. De N. A. Varílz'ev (1880-1940) presenta sus investiga—
ahí que Michalski llegue a señalar a Ockam como uno ciones como el intento de hacer con la lógica de Aristó
de los precursores de la lógica trivalente. Sin embargo, teles lo que su colega en la Universidad de Kazan, N.
no están de acuerdo con esta afirmación W. y M. Knea— ‘ Lobatchevski había hecho con la Geometría de Euclides.
le (9) para quienes las discusiones de los medievales no Lobatchevski es uno de los creadores de las geometrías
arrojaron nueva luz sobre las dificultades que turbaron no euclídeas. De igual modo Vasiliev trabajó en la
a Aristóteles, y toda la posible contribución de Ockam construcción de «lógicas imaginarias no aristotélicas»
al desarrollo de una lógica trivalente quedaría reducida Construyó la ley de C0ntmdz'ccz'án en la forma kantiana
al intento de exponer lo que Arisróteles tuviera que de «Ningún objeto puede tener un predicado que lo con
cir acerca de las proposiciones condicionales: «Si Dios tradiga» y la ley del tertio exdwo como «un objeto debe
sabe que A ha de suceder, entonces A ha de suceder» poseer un predicado o su negación». Ambas leyes per—
tenecen a la base ontológica de la lógica y, en cuanto .
(5) Von Amim, Slaic’omm relerumfmgmenla. ¡Il p. 63 frag, 196 Ciceron Amd. Pr, ll, 95. tales, sometidas acambios; aplicables al mundo actual
(6) Cicerón, DE Fam. 57, pero no a todos los mundos posibles. En cambio ..la ley
(7) Summa can/rd Gwr¡/er, l, 67.
que llamó de «no—autocontradicción>¿ según la cual
(8) «Le probléme de la volonté a Oxford et a París »au XIV: siécle» en Sim/¡a pbilaxapbim, vol, _ ,____.___..\
2, 1937, pp. 235-565 _ , , (10) Confer. CDI/€1‘ffl1[74}7kf,\‘. Cambridge, (M55). (1931-55) vol. 4, pp. 12—20 y 257-265, vol. 3,
566. Sobre la lógica trivalente de Peirce véase M. Fisch y A. R. Turquette. vPeircu‘s Triadic
(9) El desarrolla lle/:1 (agita. (rad. M. Muguerza. Tetnos Madrid 1972 p. 223. Logic» en 1/7: Tmmm’li0m 0ft/y: gbar/¿u S, Peírre Sarieg. vol. 2, l‘)6(x Pp. 71-85. >

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«uno y el mismo juicio no puede ser a la vez verdadero Ahora bien, desde una consideración puramente al
y falso», constituye un principio metalógico y en cuan gebráica —-tal es la perspecúva adoptada por Post- po
to tal, inalterable. demos considerar sistemas en los que el conjuntofi no
quede reducido a dos elementos. Así, escribe Post, p0
Frente a la lógica con base ontológica determinada demos considerar sistemas en los que «en vez de dos
por nuestro mundo actual desarrolló Vasiliev su lógica valores de verdad {1, O} podemos distinguir m valores
imaginaria según la determinación ontológica de su distintos de verdad {Vi, V2, V3... Vn } donde m es un
mundo imaginario, donde algunos objetos poseen el entero positivo. Una función de orden 72 tendrá m“ con
predicado A, otros el predicado no-A y otros que figuraciones en su tabla de verdad y por consiguiente
poseen a la vez ambos A y no-A. Por su parte una afir habrá m’""tablas de verdad de orden n. (13). Así por
mación puede ser afirmativa, negativa, indiferente, co ejemplo, para m=442en un sistema tetravalente habrá
rrespondiente con las tres formas del juicio «S es p». 4"1 funciones de orden 1 es decir, 256 funciones moná—
«S es no-P», «S es P y no-P» respectivamente. dicas y 4 de orden diádico, es decir 4.294.967.269 fun
ciones diádicas. ,
Evidentemente una tal lógica es esencialmente tri—
valente y Vasiliev intentó incluso generalizar esta onto Siguiendo el procedimiento anterior nada impide
logía de tres estados al caso de n estados mútuamente desde un punto de vista puramente-formal considerar el
exclusivos y exhaustivos. Las dificultades de esta lógica conjuntd6 como compuesto de infinitos elementos,
de proposiciones correspondiente a 5 ó 4 estados de es decir, que una proposición puede tener infinitos va—
hechos reside en su interpretación. Pero ese problema lores diferentes todos ellos pertenecientes al intervalo
es el mismo que tienen planteado los diversos cálculos (O, l) incluidos ambos límites. En este caso las conec
de lógica polivalente en general, como luego veremos. tivas no pueden ser definidas mediante las funciones de
verdad sino mediante el cálculo de probabilidades. Tal
4. Los sistemas de lógica polivalente: es el camino abierto por Mc Coll y seguido especial—
mente por Reichenbach.
Dos escritos :aparecidos alrededor del año 20
sientan las bases dela lógica polivalente. Ambos 'escritos Hemos visto cómo al aumentar el número de ele
son independientes entre sí y se acercan a la materia mentos pertenecientes al conjunto B aumenta también
desde dos perspectivas distintas. considerablemente el núniero de funciones. Ello hace
que resulte prácticamente imposible la consideración de
Un artículo de Lukasiewicz (11) publicado en 1920 todas ellas. Los investigadores de lógica polivalente han
constituye el resultado de las investigaciones que el estudiado algunas de ellas en sus respectivos sistemas
autor había venido realizando sobre las llamadas «pro de 72 valores.
posiciones modales» y sobre las nociones con ellas rela—
cionadas de posibilidad y necesidad. Motivado por estas Post, que comienza su artículo por el examen del
consideraciones de carácter filosófico propone y desa— sistema de los Prz’nczj>ía Matloemm‘z'ca en el que se
. tenían como primitivas las funciones N (negación) y V
rrolla un sistema de lógica trivalente.
(disyunción no excluyente), presenta su. sistema poliva—
Post (12) descubrió su familia de sistemas poliva— lente sirviéndose de otras funciones correspondientes a
las primeras, que él representa mediante los signos Nm
lentes independientemente de Lukasiewicz. Guiado, no
por cuestiones filosóficas, sino por cuestiones puramen y V m. Lo mismo que el sistema de los Prz'ntz'pía es
te formales internas a la lógica, expuso sus sistemas de un sistema completo generado a partir de las dos
funciones primitivas, así también las funciones Nm y
n-valores en toda su generalidad, es decir, desde una
Vm generan un sistema completo. Las tablas de ambas
perspectiva estrictamente algebráica
funciones son:
CONSIDERACION ALGEBRAICA DE LOS SISTE P "IDP P q PVmq
MAS POLIVALENTES. En el sistema de lógica proposi—
cional bivalente las variables proposicionales o funciones Vl V: VI VI VI
proposicionales se convierten en proposiciones cuando V: Vs Vil Vji Vil ii<ji
quedan saturadas mediante uno de estos valores 1=ver Vm VI Vi: Vj: Vj: i:?j:
dad, O=falsedad. En términos algebráicos existen dos Vm Vm Vm
conjuntos:el conjunto de las variables ¿z= {p, q, r.} y el
conjunto de los valores 6= {1, 0.};hay una aplicación so— es decir, Nm p es un funtor que permuta los valores
breyectiva de a sobre 5. Finalmente hay que hacer notar de verdad cíclicamente, de ahí que reciba el nombre
que el conjunto 6 tiene solo dos elementos, es decir «negación cíclica de Post».
que las proposiciones sólo pueden adquirir dos valores
de ahí que sea un sistema bivalente. El funtor Vm realiza una operación consistente en
__-_a——__—_.___
“aplicar a pVm q el más alto de los valores de verdad
(ll) l«Philosophische Bemerkungen zu mehrwertigen Sysremen des Aussngenkal küls» en que poseen p y q.
Camp/w rent/¡(J ;Ín’ Mmm ¡le [a Sm‘ir!é z/er St'1'enm' el t/w' Leltm de Varmu'«. 25, ( 1950) pp. SI-5'
Trad, inglesa de L. Borkowsk, en Laéauíeuú'z Selerled Works. North-Holland, Amsterdam
Varsovia l9"0 Trad, cast, de A. Deaño. «observaciones filosóficas sobre los sistemas polmi«
lentes de lógica proposicíonal» en Ji Lukasiewiz, Estudio; de lógiz'a j fl/awf/u. Rev, de Occiden El inconveniente más serio con que el que tropie
te, Madrid 1975, pp. 61-86. zan los sistemas m-valentes de Post hace referencia a su
(12) «Introduction [0 a General Theory of Elementary Propositions» en Ammlwljournal of
I\rldfbrr/Ialíï.ï, vol 43, 1921, pp, 163-85. Reimprcso en J, Heijenoorr, From F7’t‘gt’ 10 Gzïdrl.
Harvard Unív. Press. Cambridge, (Mass), 1971, 2" edit. pp, 264-283. por donde tiramos. (15) lbidem, p, 279,

EL BASILISCO
' EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

interpretación semántica. Post procede en términos de a) Para la conjunción Kpq su valor de verdad es el
conjuntos de proposiciones pero ofrece una interpre más bajo de los valores de verdad de sus com—
tación proposicional. Sugiere al final de su artículo la ponentes, a saber K11=1; K1'/2 = K‘/21 =
posibilidad de traducir toda su argumentación al lengua— K‘/21/2 = l/2; K10 = K1/20 K01 = KO‘/2 =
je de un sistema polivalente, pero de hecho no explicita _ KOO = O.
la forma de llevar a cabo tal traducción y,isegún_ y
M. Kneale (14), resulta difícil, si no imposible, asignar b) Para la disyunción alternativa Apq. Su valor de
algún significado concreto a su sugerencia. verdad es el más alto de los valores de verdad
de sus componentes, a saber: A11 = A1'/2 =
Las investigaciones de Lukasiewicz en torno a la A10 = A‘/21 = A01 = 1; A‘/2'/z = A‘/2O =
lógica polivalente datan de alrededor de los años 20. En A0‘/2 = 1/2; A00 = O.
1918 hace referencia a ellos en la lección de despedida
pronunciada en la Universidad de Varsovian5u , famoso c) Para que la implicación Cpq: (l) Si el valor de p
artículo antes citado se basa en el ensayo leído en la es igual o menor que el valor de q entonces el
Sociedad Filosófica Polaca en Lwów el 5 de]unio de valor de Cpq es «1_»: si [p] _<_ [q] ent. [p—>q]
1920. Lukasiewicz concibió la idea de recurrir a un sis = 1 a saber: C11 = C‘/21 = C‘/2‘/2 = C01. =
tema de lógica trivalente como medio para resolver el C0'/2 = C00 = 1.
problema aristotélico de los futuros contingentes. El cál
culo de proposiciones
implícitamente ordinario
la ley de es según
bivalencia bivalente y admite
laicual toda (2) Si el valor de p es mayor que el valor de q en
tonces el valor de Cpq es igual al valor de q menos el
proposición o bien es verdadera o bien es falsa. Ahora valor de p más 1; si [P]>[q], ent. [wql = [ql — [p]
bien, según Lukasiewicz, esta ley, la más fundamental + 1, a saber: Cl, '/2 = C‘/20 = '/2; C1,0 = O.
de nuestra lógica no aparece completamente evidente.
La proposición «Estaré en Varsovia a mediodía del 21 d) Para la coimplicación Epq (1) si el valor de p no
de diciembre del año próximo» no puede ser ahora ni es igual que el valor de q entonces Epq vale el
verdadera ni falsa, debe, pues, poseer un tercer valor módulo de: 1 menos el módulo de: el valor de
distinto de «l» y «O», este valor se puede designar por p más el valor de q. Si [p] 75 [p], entonces,
« l/2» y representa «lo posible».' ' [p+>q] = j 1— [ [p] + [qJH. A saber: E 11/2 =
E‘/:1 = E'/2O = EO'/z = I/2; E10 = E01 = 0.
Desde el punto de vista puramente formal tenemos (2) Si es igual el valor de p y el q, entonces
ahora un sistema en el que el conjunto 6 (el conjunto Epq vale 1: si [p] = [q] ent. [p<—>q]=1 a saber:
de los valores) consta de tres elementos. B={1, 1/2, O} E11 = E‘/2‘/2 = E00 = 1. (15). '
obtendremos pues 33' funciones monádicas y 5‘ fun
ciones diádicas. De las primeras,la más importante y es Con vistas a ofrecer una interpretación de los futu—
tudiada por Lukasiewicz es la negación representada por ros contingentes introduce Lukasiewicz el funtor posibi
el signo «N»; su tabla es la siguiente: lidad y el funtor necesidad. .

El funtor posibilidad representado por M es


definido en términos de los primitivos. La definición en
cuesnón se debe a su discípulo Tarski y es la siguiente:

Mp = CNpp

Como - puede comprobarse, la función negación Esto es, «es posible que p» significa «si no p en
queda definida: N p = 1-p. tonces p»; su tabla de verdad es la Siguiente:
Similarmente se hace necesario introducir los co
rrespondientes complicaciones en las funciones diádicas.
De ellas Lukasrewicz da las tablas de las siguientes:

P&,QP‘VQP**9P.‘T’>'Q? Consíguientemente el funtor necesidad que repre


kpq:—Ap q‘CrpqE-pq sentamos por «El» queda definido en términos de M de
jx‘q_: 1 l/2 .0: 1 l/‘2"10 1 1/2.10,1ft'11/2320 la siguiente manera: D p = NMNp y, por tanto, en
términos de los funtores primitivos así: Dp = NCpNp;
¡1v '/2'_011 1 1 .1 l/zi o ol su tabla de verdad es, pues:
ul/2. f 3/: '/2 ,0 1 ‘/'2V‘/2 '1 ¿1 1/2 "/2"1. _'/2lí
0 0,, 0 O»l 1/2 O 1* 1. 1 0‘1/2-1i}

Los principios que guían la construcción de estas'


tablas son los Siguientes:
(15) De todos los juntores aquí presentados, Lukasiewicz emplea en su sistema dos de ellos, N
y C, como primitivos y define los demás en términos de ésros. Así, en lógica trivalente se
cumplen las siguientes definiciones: (l) Apq = CCP<1<1; (2) Kpq = NANpNq; (3) Epq :
(14) El desarrolla de la lógica. ed, (it. p. 529. KCpq(lqpi

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

5., Consecuencias que se derivan del sistema la discusión, no es uniforme a lo largo de sus
trivalente de Lukasiewicz investigaciones.

a) Todos los teoremas tradicionales sobre proposi


Aceptado «lo posible» como tercer valor con el
objeto de superar el determinismo filosófico que
ciones modales y algunos de los cuales resulta—
ban incompatíbles en el sistema bivalente nor él pensaba era consecuencia de la ley de biva
mal, son ahora establecidos libres de contradic
lencia, fué con posterioridad modificado ha3ta el
ción. Con ello queda superado el problema del punto de no ver incompatibilidad entre el deter
determinismo: Preocupación filosófica de Luka— minismo y la lógica bivalente.
siewicz. ' ‘
——El problema de encontrar un sistema de axio
b) Las tablas de verdad del sistema trivalente de mas que atribuyan a los símbolos las propieda
Lukasiewicz coinciden con las tablas de verdad des que se desprenden de sus funciones. Es de—
del sistema bivalente ordinario cuando se toman cir, el problema de construir un sistema deduc
en cuenta solamente los valores «1» y «O». Se tivo basado sobre axiomas. Un importante resul
sigue de aquí que cualquier taulogía en las ta— tado fue el conseguido por M. Wajsberg (18) en
1951 quién axiomatizó el 5i5tema trivalente de
blas del sistema trivalente lo es asimismo en las
Lukasiewicz tomando los cuatro axiomas siguien
tablas del sistema bivalente. En consecuencia:
tes: '
c) El sistema trivalente es una parte propia del bi I) Cp Cqp
valente: Todos los teoremas del sisrema triva— II) CCpqCCqrCpr
lente son válidos en el sistema bivalente pero no III) CCNpNqCqp
recíprocamente. ' 'Los teoremas más importantes IV) CCCpNppp
del sistema bivalente que no conservan s'ú
validez en los sistemas polivalentes son aquellos En este sistema se toman como funciones primi
relacionados con el tipo de argumentación deno tivas «C» y «N» definiendo las demás en términos de
éstas. Pero entonces surge Otro problema. Es posible
minado reducti0 ad ab,tz¿m’um como por ejemplo:
construir una función en el 5i5tema trivalente no defini
ble en el sistema axiomático de Wajsberg. Tal es la fun
CCNPPP CCpNpNP CKCpqN<1Np
ción «T» (función de _I. Slupecki) (19) cuya tabla de
verdad es la siguiente:
d) Los funtores no pueden conservar en el sistema
trivalente las mismas relaciones que guardaban
entre sí en el sistema bivalente. En su sistema
define Lukasiewicz la disyunción como Apq =
CCpqq mientras que el cálculo bivalente tene
mos pvqz—p<—>q. Ahora bien, si aplicamos la
definición a pv “p, no obtendremos una tauto
logía y en consecuencia el principio llamado de
tercio excluso deja de ser válido, Consecuencia
que Aristóteles deseaba explícitamente evitar,
pero que en contrapartida se conforma con el La introducción de esta función convierte al sistema
uso intuicionista de la negación. de Lukasiewicz en funcionalmente incompleto dado que
dicha función no puede ser definida en términos de C y
N. No obstante el mismo Slupecki demostró que aña—
Por otra parte la «ley de contradicción» también diendo:
falla en el sisrema trivalente de Lukasiewicz, aunque no
en la lógica proposicional intuicionista. Así tenemos V) CTp NTp
que NKpNp no es una tautología puesto que NK'/: VI) CNTpTp
N'/z = NK‘/2‘/: = NH: = ‘/:' Esre resultado es intui—
tivamente chocante ya que ante dos proposiciones sobre alos axiomas de Wajsberg, obtendremos un siste
un futuro indeterminado con posibilidades confliccivas ma’ trivalente funcionalmente completo. En 1958 A.
como en el caso de p y Np uno se inclina intuitiva Rose y JB Rosser (20) demostraron la completud del
mente a dar a K'iz'iz el valor «O». sistema denumerablemente n-valente de Lukasiewicz a
partir de los tres primeros axiomas de Wajsberg más los
e) Como habrá podido observarse, resulta fácil, dos siguientes:
desde el punto de vista puramente formal, cons—
I) CCCpqqCCC1PP
truir múltiples sistemas n—valentes definiendo los
II CCCpqCqpCqp
valores de las funciones de modo más o menos
arbitrario. Pero inmediatamente se plantean pro
blemas de dos tipos: '
\l8) «Axiomaii‘zation of the 5-V¡¡[u¿- lpropositional ralt'ul» Trnd. inglesa en S. l\lt(.oll. Pol/.J;
Ing/r: ¡920-1939. Oxford 196-, pp. 2(;4-284.
—El problema de la interpretación, ya señalado
(19) «The Full Tree -Vnlucd Propositional Calculus» Trnd, inglesa en S. l‘vít'(;all Pal/sb Lux/l;
cuando hablamos de Post. Lukasiewicz proveyó [920-1959. ed. CI(. pp 555-53".
a su sistema de una interpretación. Pero el uso (20) A. Rose y _I.B. Rosser «Pragments of Mnny-Volut:d Statement Caltuh» un 'Iïm¡m,/íum af
del término «posible» que está a la base de toda ¡br Amenluu Mufbemafiml Sac/r1), vol 8', 1958, op, 1-5 3.

EL BASILISCO 97
¡y
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

—EL SISTEMA TRIVALENTE DE KLEENE Además de las tablas «fuertes» Kleene introdujo
también una familia de conectivas proposicionales «dé
En 1958 S.C. Kleene (21) presenta un nuevo siste biles». Las tablas para estas conectivas se obtienen de
ma de lógica trivalente en el marco de las funciones las tabiasclásicas introduciendo en ellas el valor «1,2» a
recursivas. Construye sus tablas de verdad en términos lo largo de la fila y la columna encabezada por «‘¡2». El
de una aplicación matemática. Una función proposicio— sistema resultante es entonces el que sigue:
nal
cuyoP rango
es considerada como D
es el dominio predicado de una
y en donde P variable x
(x) quedai
definido para una parte de ese dominio. Así P (x) será:
P “P
—a) Verdadero, cuando x pertenece al rango de
'.: a 1‘.
p & q p V q p -‘q p : q
——b) Indefinido, cuando x = 0.‘
P q1'30 1120 1‘201‘30
——c) Falso, en los demás casos, es decir: [ (x # O)
& (x<b:)] v (1<x). Kleene construye las tablas de ver 1 1130111 1'2010‘:
dad para los funtores: «N» «V» «&>> «—>» y «E» de 'r: ‘.': 1: O 1 ',: l.‘ 1 ': '2 O 1 ‘:
acuerdo con los siguientes principios: 0 0p0 01'2V01 1 l‘.‘“: ‘
1o «Al objeto de que las conectivas proposiciona—
les sean operaciones recursivas parciales (o al
El sentido de estas tablas re3pondería al de un me
¡menos produzcan predicados recursivos parcia— canismo incapaz_ de decidir el valor de una fórmula en la
les), hemos de elegir para ellas tablas que sean
que aparece el valor « '/:>>.
regulares en el siguiente sentido: Una columna
(fila) dada contiene «l» en la fila (columna) de
la «1/2», solamente si la columna (fila) consta
enteramente de asos de «1»; y similarmente en Un tal sistema es el mismo que el de Bochvar (24).
lo que respecta a «0». Las conecrivas «débiles» de Kleene se corresponden
2° El valor de «‘/:» significa «lo no conocido» (lo con las conectivas «internas» de Bochvar: Ambos cons
indefinido) Aquí «no conocido» es una catego tituyen un fragmento isomórfico con el sistema bivalen
ría dentro de la cual podemos considerar que te clásico, y en ambos también el concepto usual de
cae cualquier proposición, cuyo valor o bien no «tautología» resulta inoperante, dado que si el valor
nos es conocido, o bien preferimos, de momen «"2» funcionácomo input en una fórmula, esa fórmula
' to, no considerarlo; sin que ello excluya enton— recibe automáticamente el valor «'. z» . De ahí la nece
ces las otras posibilidades, verdadero y falso. sidad de ampliar el concepto de «tautología» o la intro—
(22). ducción del cóncepto de «quasi—tautología» en el senti
do de que el resultado final de la formula no obtiene
5° Las tablas fuertes están determinadas de modo nunca el valor «O».
único como las extensiones regulares de mayor
fuerza posible de las tablas clásicas, bivalentes, 6 Aplicaciones de la lógica polivalente. -
es decir, son regulares y tienen «1» ó «O» en
cada posición donde cualquier extensión regular Una de las primeras aplicaciones de los sistemas
de las tablas bivalentes pueda tener un «l» o polivalentes tuvo lugaren el campo de la matemática;
un «O» (si «l» ó «O» están determinados de especialmente está ala base del intuicionismo. Los pri
modo único) (2 5). meros intentos‘en este sentido se deben a LE).

TABLAS FUERTES DE LAS CONECTIVAS PROPO


SICIONALES

p&q pvq p—>q pEq

P q 1’20 1‘30 1’20 1'20

1 1‘.20 1'121 1‘.=2O l',20


'.Ï: '-:'.:‘:: ‘3’: ‘: I:‘,:‘: ‘»1':'.:
0 0¡20 1',2_O 1'21 0'21

.,__.__—__.
(21) Conferr, ln/r0dutria'n u4/d mera mal:mu’¡im. Trad_ cast. M. Gan—ido. Tecnos Madrid 1914,
pp. 501-308, Este sistema fue presentado por primera vez en Kleene «On a Notation lor
Ordinal Numbers» en Tbe]0uma/0f5; ¡uba/¡r Lagír. vol. 3, 1938, pp. [SO-155,

,(22) lnírodun‘iu'n a la meta mulrma'lim. ed. cit. p. 504. (24) «Sobre un calculo lógico trivalente y su aplicación al análisis de las contradicciones» en
Malímalít‘berkij Sburm'k. vol. 4, 1959, pp. 287-508 (en ruso) Recensión de A. Church en Tbr
(25) lbidem, 303. jaumu/ afr_jmbalit‘ Íagír, vol. 4, 1959, DP: 98-99. '

'98 _ EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

Brouwer (25). Pero la nueva rama de la lógica ha sido obra de Zinoviev (55) en el contexto de las discusiones
fecunda en los campos de las diversas disciplinas. Nos sobre las relaciones entre la lógica formal y la lógica
referimos a la fecundidad si no en resultados definiti— dialéctica. Discute Zinoviev la importancia filosófica de
vos, sí en planteamientos de nuevas cuestiones. Cabe la lógica polivalente.y las relaciones con la lógica clásica.
citar a título de ejemplo: en el campo del álgebra los
trabajos de Bernstein (26) y Moisil (27). En el de las Una de las aportaciones de los sistemas polivalentes
matemáticas_ los de Mazurkiewicz (28) y Tarski (29). En a cuestiones específicas de la lógica es la del lógico
el de la física los de Birkhoff y von Neuman (50), chino Moh Shaw—Kwei (36). Mientras que en el campo
Reichenbach (51) y el polémico libro de Desrouches del cálculo normal bivalente la formalización de la
Fevrier (32). 'En el de la electrónica Shestakov (55) y teoría de conjuntos puede conducir a paradojas, a no
Moisil (54). ser que introduzcan restricciones (teoría de los tipos),
Moh Skaw-Kwei señala que pueden ser eliminadas las
Finalmente cabe señalar la significación de la lógica paradojas mediante la introducción de un cálculo poli
polivalente dentro de la lógica. También aquí los siste valente. En concreto propone considerar el valor de
mas polivalentes han sido fecundos en su aplicación a verdad intermedio «‘ 2» del sistema de Bochvar como
cuesriones lógicas esenciales. A nivel general tenemos la «paradójico» y en cuanto tal se asignaríá a proposiciones
del tipo siguiente «este enunciado es falso», que será
falso si se considera como verdadero y verdadero si se
considera como falso, Según esro, la negación de una
proposición paradójica, la disyunción de una pr0posi
ción paradójica con otra paradójica o falsa, la conjun—
l2_5) Véase por L'j. <-lntuitionististhe Zerlengung muthemutisthen Grundbegriffe» enjubmbz— ción de una proposición paradójica con otra paradójica
r/i'/.it der ¡/¿’lllJl’/)III lll:1Ibmalikzr-VewinI'guug. vol. 55, 1925, pp. 351-256 Trud. ingl. en j, van
Heuen/oorr (comp), 17mm Frrge ¡a 602M. A Sunrrz Bimk ¡n Mutbmmliml Lagir 1879-1951. ed. cir. o verdadera y la implicación de una proposición falsa
pp, 55-i-5<11.
por una paradójica o de una paradójica por una falsa,
(26) B. A, Bernstein, «Modular Representatiuns of Finite Algebms» en Prurm/¡’ngr v/‘l/Jr [mw todas ellas son paradójicas; resultados estos que son los
nal/(mal Mul/7mml/m/ Cangmu He/z/ ¡n Tommy, Vol, l, 1923. PP: 20'-21().
que arrojan las tablas de Bochvar.
(2"") G. C. Moisil. «L'algebra e la lógica» en Allí del Cungm‘w AIa/emu/ñ’a. ¡ml/tu ¡II Rama. 8-/2
I\‘znvmóer 1942. Reale Instituto Nazionale di Alta Mutematica,Roma, 1945, pp. MS-152.
Pero, sin duda alguna, la mayor significación que
(2.8) S. Mazurkiewicz,tUber die Grundlagen der \X’ahrstheinlichkeitsrechnung» en Alwluh/Je/i'r
f/u' Mafbwllut:f mn/ P/¿jiiíu vol, 4 l, l‘)5/I, pp. 545-532. cabe atribuir a la lógica polivalente consiste en su mis
(29) A: Turski, «Wahrscheinlithkeitslehre und mehrwertige L0gik» en Eréwumi.. \ul. 5.
mo descubrimiento: las leyes de la lógica han sido fre
1935—56, pp. 174-75, cuentamente hipostasiadas y consideradas como leyes
(30) Carrett Birl—:hoff y.l- von Neumnnn.«The Iogic‘ of Quantum Muthunits‘» en ÁIIII:IÍ.\ uf aprioristicas, analíticas en el sentido de evidentes por sí
Ald!htmut¡ü, vol, 37, l9,i(>, pp. 825-843.
mismas y en cuanto tales eran intocables. El descubri
(31) H, Reichenbach, «Les fonduments loguiques de la theorie des quuntu: Utilisution d'une miento de la lógica polivalente demostró que eran posi—
logique ii trois valeurs» en Applitmiom’ irimu'fiqnw ¿Ir la /ug¡z¡ltr mu!béma//qm Gauthier-Villars.
Paris, l934, pp. 105-114. bles estas otras leyes alternativas y con ello se abrían
(32) P. Destouches-Póvrier. la Jlrmrare' i/m t/Jém'l'n fl/J)JÏI/II:’J, PUF, París |951. amplios horizontes en las investigaciones de lógica.
(33) V. l. Shestakov, «A dual Arithmctic lntetpretution of the j»vulued Propositionul Cultulus
Utilízed in the Sjmulation of This Culculus by Relay—Connie: Networks» en Amm}un /lltll/)t“ (55) A: A. Zinoviev, P/a¡70w{7bti‘a/ Prub/um ufMur/j-Vu/Iml Lagl't’. Trad. inglesa de G. Ku'ng y
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(34) G. C, Moisil. «Sur l‘upplication des logiques ii trois vuleurs Zi l'etude des schémas Ei (Dn (56) «Logicul Paradoxes for Many—Vulued Systems» en Tb:_]{mrml/ pfS)m/¡ulít Lugix. \'t)l. 1‘).
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EL BASILISCO .
EL BASILISCO, número 1, mazo-abril 1978, www.fgbueno.es

NOTAS INEDITAS
SOBRE EL CONGRESO
_ DE BARCELONA ¡
_]OSE MARI/ILASO PRIETO
Oviedo "

i on el título de «El XIV Congreso de fi


lósofos Jóvenes» publicamos en la revista SEMINARIO CONJUNTO DE
. SISTEMA (l) una amplia reseña del cele FERI}IANDO SAVATER Y JACOBO
, brado en Barcelona del 5 al 6 de Abril de MUNOZ
1977. En dicha reseña subrayabatnos la
t. . _ A relevancia de su Mesa Redonda inicial
que; como es sabido, estaba integrada por los profesores
Emilio Lledó, Pep ‘Calsamiglia, Gustavo Bueno, Agustín
García Calvo, Carlos París y Jacobo Muñoz. Frente a. Inicialmente estaban programados como sesiones in
algunas reseñas que habían acentuado, hasta límites casi ' dependientes, pero acabaron conjuntándose por razones
caricaturescos, los aspectos polémicos del debate general de espacio y tiempo. Con una sala abarrotada, y la hora
que tuvo lugar en ese «plato fuerte» del Congreso, no lorquiana de las cinco de la tarde, inició Fernando Sava
sotros considerabamos que, manteniendo la necesaria ter la exposición de su ponencia. Con el título de Eme—
objetividad, cabía calificar el clima en que se desarrolló ñar 10 inemeñable el profesor Savater realizó una bella
el coloquio como altamente filosófico en el mejor senti disertación literaria a la altura formal de la brillantez que _
do del término. También estimabamos que su realización le caracteriza. Desgraciadamente ésta se va a perder, en
había constituido un hito memorable en la historia de gran parte, por la forzosa síntesis que —por razones de
este tipo de Congresos. espacio— tenemos que realizar.

Por obvias razones de espacio no nos es posible re Como matización inicial comenzó señalando: «Ha
producir la amplia exposraón que en ese trabajo efectua— llegado el momento de hablar y no quisiera hacerlo ex—
_ bamos de las intervenciones producidas en torno a la clusivamente porboca de otro. Aunque ciertamente es
mesa redonda. Empero si nos es facrible abordar el de los de temer que el otro hable, en cualquier caso, en todo
Seminarios y así contribuir a facilitar a nuestros lectores caso. ¿No es este, por cierto, el sello mismo del que
una visión más amplia y matizada de las sesiones del ' avanza hacia las candilejas del escenario para declamar su
Congreso. lección?. El secreto que hago público es a fin de cuentas
el enigma de Otro. El monólogo que recito fué escrito
Cómo en la reseña publicada en SISTEMA dedica por otro (¡O por otros!) que no os veía, que no podía
bamos suficiente espacio al Seminario del profesor Agus 5entíras en absoluto, pero que ya tomaba previsoramente
tín_ García Calvo, pasamos directamente a tratar del: sus medidas para mantener frente a esta asamblea muda
su jerarquía de parlanchín privilegiado». Y tras de este
exordio, y de matizar todavía más su papel de mediador,
Savater continuó puntualizando: «Porque lo que el otro
enseña, para utilizar de algún modo la palabra que aquí
(1) José María Laso Prieto, “El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes”
nos convoca, es precisamente lo mismo. Y eso mismo
SISTEMA, núm. 20. Septiembre de 1977. Pag. 93 y sig. que se nos impone como discurso del otro, o bien sabe

1.¿\?' EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

mos lo que es: reproducción de la sociedad científica, debe enseñarse) intento de introducir en la enseñanza /0 mn
jerárquica, fabril y discriminadora, la sociedad de los creto. Y, con una aguda argumentación que trasluce, rcons
poderes delegados al dominio central, de los saberes ciente o insconcientemente la finalidad política que sub
deudores. del gran.5aber que sabe de nosotros y en con yace en su posición- Savater agrega: «En las discusiones
tra de nosotros, la sociedad de los encerrados réprobos y sobre lo absrracto y lo concreto los términos suelen in
de quienes administran la reprobación que encierra en la vertir5e de la manera más curiosa. Cualquiera que haya
delincuencia o la locura. Esta es la canción del otro, este asistido a debates multitudinarios en la Universidad so
es el contenido del plan de estudios, del plan de discur bre un tema teórico de importancia está acostumbrado a
sos y enseñanzas que el otro hará por mi boca, por la soportar las intervenciones de quienes dicen que el tono
boca del yo. ¿inevitable? ¿necesario?. De eso no es demasiado abstracto y que hay que descender a lo
sabemos más de lo que el otro quiere decirnos, la eterna concreto. Añadiendo, generalmente, como remache de la
canción del Otro». Y así continúa el profesor Savater de— cuestión, «a la práctica». Es curioso el terror que tienen
sarrollando su pensamiento para llegar a la conclusión de algunas personas, que han dedicado buena parte de su
que el contenido del discurso del otro es siempre lo mismo. tiempo al aprendizaje de términos especializados, por
Seguidamente —tras el tenso «suspense» suscitado por quienes manejan con desconfianza pero sin vergüenza
el planteamiento enigmático inicial—— Savater esclarece los vocablos que han aprendido. En cuanto no se balbu—
que...«el otro al que quiero dejar hablar por mi es Pierre cea o se repiten slogans se gana uno el estigma de utilizar
Klossowski, quien escribió páginas memorables sobre la un «lenguaje doctoral». Y, naturalmente, éste se intrinca
enseñanza de la flloso'fía. «Para Klossowski ésta consiste en lo abstracto y olvida las urgencias prácticas «del mo
en «introducir la enseñanza de lo ínenseñable». Este mento», como suele también decirse. Pero no basta con
enunciado no es sencillamente un planteamiento paradó constatar que la mayoría de los remisos a la discusión
jico sino la más exacta condensación de la especificidad teórica no quieren sino crear el sumiso silencio en que
más determinante de la tarea que aspira a cumplir quien resonarán mejor sus consignas y quienes más acerbamen
ni renuncia a su ánimo filosófico n'i quiere dejar de diri te pretenden remitirlo todo a la práctica suelen ser quie
gir discursos académicos a los demás. Introducir en la nes ni logran decir lo que hacen ni mucho menos hacer
enseñanza lo inenseñable: ese es el reto que debe acep— lo que dicen. El tema presenta para nosotros un interés
tar quien quiera hallar un discurso que no repitiese sim— más radical, precisamente porque se relaciona directa—
plemente lo mismo. mente con la cuesrión de lo enseñable y de lo inenseña—
ble, es decir de lo abstracto y de lo concreto. Respecto
Sin embargo, al profesor Savater, no le parece opor al significado de las palabras, cualquiera puede sentirse
'tuno pasar a hablar directamente de lo inenseñable, sino Humpty-Dumpty y decir que cada palabra significa en
que estima más eficaz tratar primero de precisar que es cada ocasión lo que el desea y que lo importante es ser
lo enseñable y en que consiste la enseñanza. Para ello el amo, pero a mí me parece más aconsejable remitirse a
cita a Klossowski quien señala que hay cierta «condición nuestro común amo y utilizar los términos como quienes
institucional de la ciencia que reclama que ésta no puede han sabido pensarlos del modo más consecuente. Por lo
trabajar si esta no es respetuosa de un último nivel de tanto, al hablar de lo concreto y lo abstracto me ateng0,
investigación más allá del cual el conocimiento mismo -agrega-— más o menos a la definición que Hegel propor
volvería a caer en el caos. «Lo enseñable será, pues, todo ciona de ambos términos. Por «abstracto» entiendo lo
aquello que no corra el riesgo de contribuir al desfonda que se singulariza, lo que se recorta de sus implicaciones
miento de la ciencia, aquello que .- respete el límite y contradicciones, lo que no está dispuesto a agotar com
convencional más allá del cual el conocimiento como ins pletamente la negación que le dinamiza y se niega a re
titución se ve amenazado. El conocimiento no institucio conocer su relación con el todo en que aparece de tal
nal, el conocimiento asilvestrado, no será siquiera reco modo que pueda pensarse que el todo está comprendido
nocido y, por supuesto, no será transmitido. Sólo lo ins dentro de ello mismo como su momento necesario. Por
titucional se transmite, lo apoyado en unos límites claros, «concreto» entiendo lo que no renuncia a ninguna de
límites que pueden llamarse conveniencia social o exi sus implicaciones ni descansa hasta agotar su contra
gencias metodológicas o intereses de la clase oprimida... dicción, lo que pone como condición de su propia inte
Se enseñan los límites, los datos relevantes, los marcos ligibilidad el todo mismo en que se manifiesta. Lo abs
adecuados en que encuadrar todo lo que sabemos o tracto es lo que ha sufrido las mutilaciones y recortes
intuimos: se enseña a descartar, a saltarse las cosas, a no necesarios para hacerse manejable y se pone en cada ca
prestar atención a fuegos fátuos. La habitual respuesta, so como un pequeño todo bien limitado y acotado, aun—
ya tópica, con la que el enseñante corta el paso demasido que «pequeño», es decir, consciente de codearse con
veloz del alumno -«eso no toca ahora, lo veremos en otros «todos» inspirados por la misma vocación utilita
la lección siguiente»— no es sencillamente una medida ria... El modelo mismo de algo abstracto es, uno de esos
dictada por la comodidad del momento, sino una indica sucesos de «aquí y ahora» que en sí mismos nada signi
ción disciplinar de lo más saludable, que enseña al impa fican, aunque suelen parecer el absoluto mismo del signi
ciente la verdadera condición de la enseñanza misma, su ficado a quien tenga un pensamiento incurablemente
nervio central, Hay que saber postergar, articular, recha abstracto; es decir, podado: quien dice «la matanza de
zar, extirpar: lo más importante es no perderse. ayer por la tarde», «las multinacionales», «el precio de la
merluza» , «esta mesa y aquella silla», etc., plantea pro
Para Savater podría resumirse todo lo apuntado so blemas o cuestiones, decididamente abstractos. Obvia
bre lo enseñable en una simple y contundente formula mente —agrega Savater— la abstracción es imprescindible
ción: sálo Puede enseñarse 10 abstracto. De modo que la¡po— para nuestra vida social cotidiana, de modo que nadie va—
sición de Klossowski constituiría su antípoda: (no, por ya a ver en lo que digo algo así como una absurda prédi—
supuesto, de la posición de Klossowski sino de lo que ca «contra la abstracción». Sencillamente trato de aclarar
EL BASILISCO 101
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

el significado de términos generalmente malentendidos. lacros no sería sostenible si no apareciese que en todos
Respecto a que sea lo concreto tampoco es difícil apun los dominios el pathos es el primer productor, el primer
tarlo: aquello cuya comprensión implica la comprensión fabricante y el primer consumidor».
del todo. Es decir, que lo más concreto será «el bien»,
«el poder», «la virtud», «la razón» , «el Estado», «la Por su parte, el profesor Jacobo Muñoz desarrolló
muerte» y cosas por el estilo. Alguien podría suponer el tema «¿La enseñanza de la filosofía?, balance de una
que este tipo de cosas es lo que se enseña en la enseñan experiencia». Comenzó advirtiendo que iba a hablar bre
za institucionalizada mientras que las cosas que he llama— vemente, de manera estricta, sobre la relación entre la
do abstractas caen fuera de los cuestionarios. Y es que el enseñanza de la filosofía y la problemática que esta rela—
plantear real y concretamente la discusión sobre «el ción tiene ahora para nosotros. En principio quedó claro,
bien» o «la muerte» incluye el recorrido completo por en la Mesa Redonda, inaugural del Congreso, que había
‘ todas las contradicciones, por todo lo que sabemos y por un fantasma mortuorio sobre nuestras sesiones: el fantas
todo lo que desmiente que sabemos, por el ámbito ma de la muerte de la filosofía, de la crísis de la filosofía.
total -cuyas fronteras son inimaginables o se presentan Empero no veremos nunca el.cadáver de ese fantasma.
siempre como recien franqueadar—. De todas nuestras Al igual que no vemos el de otros fantasmas de que tam
intuiciones y doctrinas sobre todo lo que hay,'nada más bién se habla: el de la muerte de Dios, el de la muerte
opuesto a esta exigencia de concreción que la sencilla del Hombre, el de la muerte del Arte, el de la muerte
definición dada de una vez por todas o la manípulable de la Vida, etc. De manera que parece ser un problema
doctrina en cuyos cómodos y reconfortables pliegues ha— general que yo remitiríá a la crisis civilizatoria que esta
lla dócil acomodo la indómita negación de la cosa». mos viviendo, a la crisis del Occidente entero, del Occi
dente burgués, y ello situaría un posible marco de re
flexión que, naturalmente, desborda mis objetivos, pero,
«Lo dramático para nosotros -advierte Savater- es que
de alguna manera, creo que no es posible reflexionar so
ya no podemos refugiarnos en la supuestamente satisfac
bre la llamada muerte de la filosofía fuera de esa multi
toria concreción del sistema hegeliano. El sistema tam
plicidad de muertes enel marco de una crisis civilizatoria
bién es abstracto, también simplifica, también acaba
demasiado pronto su recorrido: Hegel definió la concre—‘ global». '
ción, pero no alcanzó lo concreto. Schopenhauer, Marx, Después de haber formulado, hipotéticamente, ese
Kierkegaard, Nietzsche, Freud enseñaron lo que el sis primer planteamiento el profesor Jacobo Muñoz suscitó
tema había dejado fuera, los pasos que no se habían la necesidad de precisar también algunas cuestiones que
dado, los cabos sueltos, las exigencias olvidadas. A su el día anterior quedaron flotando en las intervenciones
vez cada uno de ellos tuvo que contentarse con lo abs— realizadas en torno a la Mesa Redonda. En primer lugar
tracto, tras haber combatido denodadamente por alcanzar la relación entre filosofía y enseñanza. Considera que es
lo concreto. Lo inenseñable que la filosofía introduce en una relación problemática, por un lado; mientras que por
la enseñanza es precisamente esa aspiración a lo concre— ‘ otro es evidente, puesto que la mayoría de los que /mcen
to, a lo total, que convierte su proceder discursivo_ en filosofía 19031 están en las Facultades de Filosofía, o son
una amenaza permanente -cuando es sinceramente filo profesores de Instituto en la rama de filosofía. Así pare—
sófico,_no simple disfraz de alguna abstracción científica ce que se crea una relación comunicativa entre filósofo y
vendida como filosofía- contra el funcionamiento acadé enseñante de filosofía que no es tan obvia. Descartes no
mico. Tal aspiración a lo concreto se ve burlada siempre fué profesor de filosofía ni lo fue Spinoza -por citar dos
por las recaídas en la finitud, en la imitación, en lo abs grandes ejemplos tan sólo— lo cual abundaria en la pro
tracto: puede ser una exigencia, pero nunca alcanza a ser blemática de esa relación que se nos presenta hoy en día
un logro... Irónico y paradójico destino del filósofo, so— como una ecuación casi fatal. En segundo lugar tenemos
ñar con la omnicomprensiva simplicidad de lo concreto y el problema de la frustración. De alguna manera todo es
verse obligado a aumentar permanentemente la comple tudianteïde filosofía es un frustrado y todo profesor de
jidad de las infinitas abstracciones en que nos debatimos. filosofía también lo es, por lo menos la experiencia así
Y, sin embargo, la filosofía tiene un resultado negativo me lo indica...
pero liberador: disuelve el pretendido «todo» que encie—
rra cada abstracción e impide que nos identifiquemos de Prescindo en mi análisis de quienes sólo vienen a
finitivamente con algo limitado que se presente como nuestras Facultades para obtener un título. Los verdade- _
absoluto. No alcanza lo concreto, pero denuncia las insu— ramente interesados por la filosofía suelen venir movidos
ficiencias de lo abstracto; reclama incompatibilidad con por tres intereses particulares: en un caso interés, diga—
cualquier reduccionismo con lo instrumental, teórico o mos teorético, para conseguir algún tipo de conocimiento
práctico... en sentido fuerte. Globalmente la frustración les lleva al
cabo de poco tiempo a desplazarse hacia la ciencia positi
‘ Finalmente Savater se pregunta ¿Qué es, después de va o hacia la lógica formal. La lógica formal es el instru—
este. largo y circular recorrido, lo que buscábamos cuan mento de consolación más usual de estos frustradós.
do hablábamos de enseñar lo inenseñable?. Y responde, Luego están los que vienen llevados de una especie de
citando literalmente a Klossovs{ski, «Enseñar lo inenseña— apetito estético vital, es decir de una confusa, entusiasta
‘ ble es admitir que toda actitud pedagógica o científica, e informe ansia de intimar con el Ser. Estos se ven tam
como también todo comportamiento curativo (psiquiatría bién rápidamente frustrados. De alguna manera acaban
o psicoanálisis) no son menos estructuras del Pat/aos que pensando que la palabra filosofía mata la vida y que.por
los modos de expresión del arte. Este fue siempre ¡expe lo tanto hay que matar la palabra filosofía y en ese senti
rimentado como una mirada embarazosa sobre toda otra do se desplazan hacia lo que es la vida -_que también le
forma de actuar sobre toda otra forma de contacto con gustaría a uno saber lo que es, desde luego... ya que, por
lo real;y admitir que las ciencias fabrican a su vez simu desgracia para todos, nuestra vida privada, es una vida
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totalmente privada de vida... Por último -para el profe— como artistas, como literatos, como políticos, hacen
sor ,Muñoz- están los «que vienen con intereses políti filosofía cuando abandonan la mera o pura posibilidad de
cos inmediatistas, es decir los que vienen empuñando la cuestionar su campo. Como también el llamado hombre
metralleta simbólica. Verdaderamente estos quedan común hace filosofía lo sepa o no. O sea en la medida
mucho más frustrados todavía y entonces su tópico con que se puede decir que todos somos filósofos, por reco
solador es el discurso de lo autorrecurrente sobre—la ger el aforismo de Gramsci. De una manera ya más tecni
lucha de clases en la teoría y la oposición entre materia ficada, más gremialista, podríamos decir que esta defini
lismo e idealismo de la contradicción en la que están in ción podemos reformularla en base a dos supuestos; De
sertos. Es otro instrumento consolador del que también acuerdo con el primero no hay un saber filosófico sus
conviene tomar nota En cuanto a nosotros, los profeso .tantivo superior a los saberes positivos. Esto debe que
res, nos encontramos en la terrible situación esquizofré dar claro para todo estudiante de filosofía. Empero los
nica —en la que debe estar, por ejemplo, Fernando Sava sistemas filosóficos -sea el aristotélico-tomista o el
ter- enseñando lo inenseñable, y además, en la Univer hegeliano para citar dos grandes e ilustres ejemplos
sidad a Distancia (risas) o bien en la contradicción en la con pseudoteorías, contrucciones al servicio de motiva—
que puede vivir un profesor que se toma un poco en ciones no teoréticas insusceptibles de contrastación cien—
serio su trabajo, y a la vista'del terrible vacío creado por tífica. Es decir indemostrables e irrefutables y edificadas
el oscurantismo medievalizante del franquismo, intenta mediante un modelo propio de los esquemas de inferen
de alguna manera poner al día el ámbito inmediato de su cia formal. Dicho esto hay que decir que estos sistemas
tarea. El desbordamiento a que se ve sometido enseguida tienen un valor notable desde otros puntos de vista
es como para acabar con las energías más duras». como el estético... Estos sistemas han intentado además
fundamentar de manera absoluta las condiciones de
Después de fundamentar con mucha más amplitud, nuestro con0cimiennt0, y de nuestra acción, y han inten
que la transcripción parcial que hemos realizado, ese tado también en cerrar la totalidad del Cosmos: es decir,
marco general, el profesor Muñoz anunció que iba a Dios, el Mundo y el Hombre, en una retícula de concep—
entrar en el fondo del problema de la relación enseñan— tos. Precisamente ese intento, evidentemente fallido, se
za—filosofía y que ello le obligaría a realizar una reflexión ha resuelto en esas afirmaciones sistemáticas sobre el Ser
metafilosófica. «Lo cual siento mucho —agregó- porque y el Sumo Ser que antes definíamos como puramente
la metafilosofía es uno de los órganos de concentración pseudoteóricas. Como segundo supuesto creo que ha
de nuestro masoquismo más refinado. Siempre estamos existido siempre una reflexión acerca de los fundamen
reflexionando sobre ¿Qué es la filosofía? que parece que tos, los métodos y las perspectivas del'saber‘teórico, del
no es nada... produciéndose crisis de conciencia sucesi preteórico y de la práctica de la creación. Que esta refle—
vas, etc., etc. Pero este afán metafilosófico que lo tene xión pueda llamarse filosófica, en uno de los sentidos
mos _todos, tanto los filósofos profesionales como los tradicionales del término filosofía, es obvio y también lo
filósofos que niegan 'su condición como Agustín García es su naturaleza metateórica. Evidentemente en el ámbi—
Calvo, por ejemplo, según se vió ayer claramente, y que to de nuestras Facultades la concepción dominante no es
están muy exacerbados en los últimos tiempos. Aquí esta sino, por el contrario otra, según la cual el filósofo
habría que exponer una serie de textos que voy a dar (y aquí si que vale la distinción entre filósofo militante
por supuestos. Desde el célebre opúsculo de Sacristán y filósofo , académico que se recordaba ayer) es el titu—
«Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores» lar de ese supuesto saber filosófico sustantivo superior a
hasta el libro de Gustavo Bueno sobre «El papel de la los saberes positivos».
filosofía en el conjunto del saber», pasando por «La filo—
sofía tachada» de Fernando Savater, e incluyendo el tra Seguidamente, después de explicar la génesis y desa
bajo cuya lecrura recomiendo a todos y no por dar coba rrollo de esta concepción, que, calificaba de oscurantisra
a Javier (se refiere a J. Muguerza presente en el Aula) y aberrante, expone los retoques novedosos que ha su
sino porque el título encaja perfectamente en lo que frido para poder seguir siendo hegemónica en nuestras
estoy diciendo, se llama precisamente «De inconsolatio Facultades y que se limitan a algunas adiciones, mecani—
ne philosophie» y esrá en el Diccionario de Quintanilla camente yuxtapuestas, de «filosofía de la ciencia» y «fi
(1). Todo esto —está exacerbación de la reflexión meta— losofía del lenguaje». Para Jacobo Muñoz esta concep
filosófica- indica que, evidentemente, las contradiccio ‘ción, que constituye la sustancia de la organización aca
nes que estoy apuntando se sienten con particular fuerza démica de nuestros Departamentos de Filosofía, no
en estos últimos tiempos. En todo caso diré inmediata— puede ser considerada como políticamente aséptica. Se
mente lo que entiendo : por filosofía y haré una refle gún el profesor Muñoz, «es obvio para todos que du—
xión sobre la posibilidad de su enseñanza general y en rante muchos siglos esta concepción ha tenido’una fún
= nuestras Facultades en particular». cionalidad política; servir al Poder. Para ello ha tenido
una función legitirnadora en el plano ideológico. La cons
Y, pasando a' realizar la tarea enunciada, el profesor trucción de la visión occidental del mundo, la raíz teo—
Muñor prosiguió: «A un nivel puramente coloquial yo céntrica que es la nuestra, ha sido el lugar de la reconci—
pienso que la filosofía es lo que hacen (se autodenomi liación de una sociedad, eminentemente antagónica... Así,
nen filósofos o no) quienes operan critico-‘reflexivamente pues nuestras Facultades tan instirucionalizadas tienen
en un espectro muy amplio que media entre la ciencia por base un doble fraude, un doble sofisma: 1o porque
en sentido estricto y la literatura o el arte en sentido no éste supuesto saber a un mismo tiempo transempírico y
menos estricto. Teniendo en cuenta que tanto científicos real, es pseudoconocimiento. 2° Porque éste ha tenido
una función cultural, social y política: ser expresión
(l) «Diccionario de Filosofía Contemporánea». Dirigido por Miguel A.' Quintanilla, Editorial
refleja, sublimación y resolución ideológica de las caren
SIGUEME. Salamanca, 1976 págs. 162 y¡sig. cias y servidumbres dela sociedad. Sin embargo, en los

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últimos tiempos es evidente también que'laorganización estudio del marxismo aunque también piensa que los
de la hegemonía ideológica en el Capitalismo tardío no partidos políticos irán alentando cauces más específicos,
pasa ya por la filosofía, ni por las visiones del mundo, como el Instituto Gramsci de Roma, y que ello rebajará
sino por medios muy distintos. Esta es una de las raíces un poco la importancia de la universidad en ese sentido.
de la degradación de nuestras Facultades voluntariamente Entrando más de lleno en cuestiones filosóficas afirma
buscada. Nuestras Facultades y en general las de Huma— que evidentemente el marxismo no es una filosofía sino
nidades, han dejado de ser funcionales para el sistema una antifilosofía, no es una ideología sino una anti-ideo
capitalista. Es mu_cho más funcional la televisión, por logía, y no es una visión del mundo. El marxismo no es
ejemplo, y todo_lo que se significa con ese término. Por un sistema sino una síntesis siempre revisable, siempre
otra parte esas Facultades se han convertido en centros precaria, no absoluta, de análisis económico, análisis polí—
de producción de antagonismos ideológicos. Se da en tico y análisis social y programación político-revoluciona—
Occidente una situación paradójica de la que los que nos ría. Por lo tanto convertir el marxismo en un sistema a
dedicamos a la filosofía debemos ser conscientes: un lo Materialismo Histórico y Materialismo Dialéctica, invir—
reforzamiento creciente de los mecanismos de poder, tiendo el sistema teológico de Hegel y poniendo la
una mercantilización total, una universalización de la ley palabra «Materia» donde Hegel pone la palabra «Idea»
de la mercancía, o por decirlo con lenguaje de Fernando es rendir un homenaje superfluo al verdadero
del Val,“ «sino de mi mismo Señor» y una hegemonía fundamento del sistema hegeliano que es esa razón
cultural de las i2quierdas. Esa hegemonía coexiste en cuyos dos dobles son, Como dije antes, o el Capital o
Europa con el Señor, con mayúscula, cada día más asen— Dios. Como comprenderéis el marxismo así concebido
tado en su sillón. Por eso Jacobo Muñoz propuso refle poco tiene que ver con los planes de estudio y cosas de
xionar, en el marco de la anterior paradoja, acerca de si ese tipo. Bien todo esto es materia disputable y discuti
el ‘ mismo pensamiento negativo, o determinado ble, evidentemente, y yo me limito a dejarlo apuntado...»
pensamiento negativo, no sería la última astucia de la
Razón o del Capital que es el otro doble del Trabajo, o Por último suscita los problemas que origina, tanto
de Dios que es el otro doble de la Razón. ' en el marxismo como en la Escuela de Frankfurt, la
crítica y la negación. Distingue entre la crítica a todo lo
A continuación, tras de analizar el desplazamiento establecido que, desde fundamentos clasistas, realiza el
que se está efectuando de la Filosofía sustantiva a las marxismo, de la frankfurtiana «Teoría crítica de la socie
filosofías de la ciencia, del Arte, de la biología, etc., y de dad». La segunda en su evolución, sobre todo el último
estudiar el proceso de modernización de los planes de Horkheimer, ante la supuesta derrota definitiva del
estudio, se centra en el plan de la Universidad de Cons— proyecto revolucionario, tiende a susrituir el programa y
tanza que es paradigmática por estar muy dominada por proyecto político concreto por la nostalgia de la sociedad
una concepción metacientífica de la filosofía. Como con— perfecta a la que denomina «todo otro» y que luego, en
secuencia se muestra partidario de abrir totalmente la {última instancia, llama Dios. Según Jacobo Muñoz, «es
opta—tividad y de la pluridisciplinariedad de los Departa— posible que la superación y escamoteo del sujeto revolu—
mentos. Asimismo matiza su posición, señalando que, cionario, a que llega Horkheimer, pueda tener
con ello, se podría evitar que los licenciados en filosofía fundamento. Es decir que él (J. Muñoz) —hipotéticamen
fuesen licenciados en nada, como sucede hoy. Habría te-. admite la posibilidad de que eso haya ocurrido. O
igualmente que crear, dentro de la mayor optatividad, sea que la era de las revoluciones haya terminado y el
dísríntas órbitas de especialización. Así se podría ofrecer, Capitalismo haya vencido. También es posible que no.
según las respectivas preferencias, verdaderas especiali— Pero en cualquier caso, desde esa conciencia de triunfo
zaciones en Historia de la Filosofía, Filosofía de la definitivo del Capitalismo, no queda otra cósa que la
Ciencia y Lógica, Erica y ciencias sociales, etc. De esa remisión a la nostalgia, a la crisis sin programa».
forma, después de un par de cursos comunes, habría tres
subespecialidades en esto que llamaríamos todavía dis En otro plano, el profesor Muñoz no quiso eludir el
ciplinas u ocupaciones de carácter filosófico. Por lo problema del profesionalismo filosófico, Según él, se
menos esto podría reducir algunas de las frustraciones de opte por la, solución que se opte, por el ti‘po de planes
los estudiantes, no todas. ’ - ' de estudio;tj‘ue se adopte, la actividad filosófica siempre
' exigirá una cierta especialización. En consecuencia, quiso
" ' Finalmente, cambiando de tema, el profesor Muñoz acabar leyendo un fragmento del texto de Sacristán que
advierte que es pgsiblefiggg_gr_lgunos congresi_stasechen sobre el tema expuso en su trabajo «Sobre el lugar de la
en falta la ausencia en su intervención de alusiones a la filosofía en los estudios superiores», «para que de alguna
lucha de clases, a la ludha ideológica, a la relación entre manera hacer que el profesor Sacristán, que quería estar
marxismo y Universidad. Le parece que es una relación entre nosotros y no ha podido estar por razones familia—
extremadamente mediana. Es decir, evidentemente, la res, esté presente en este Congreso:
Historia de la filosofía es un lugar donde se han desarro—
llado luchas de clases a nivel de teoría,wetc_.,g_tg¿p_e¿o,_si «Nada permite pensar que la vocación filosófica sea
se absolutiza excesivamente se cae en el sociologismo entodos los hombres cultos tan poderosa como para
no dando respuestas a nada sino un conjunto de sofis— imponerles el esfuerzo reflexivo de la investigación de
mas. Sin.duda que todo historiador de la filosofía, que fundamentos metodológicos y genéticos y de las perspec-,
quiera actuar con una concepción debidamente actualiza— tivas gnoseológicas y sociales de su conocimento posi
da, debe de tomar del Materialismo Histórico una idea tivo. Se puede coincidir con Gramsci en que todos los
regulativa, pero sin absolutizar ni creer que es una solu— hombres son filósofos, capaces de repensamiento (por así
ción global a todos sus problemas. Considera también decirlo), de pensar autocríticamente y de consolidar por
que la Universidad puede ser un marco idóneo para el conciencia analítica las relaciones entre su conocer y su
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hacer. Pero de eso no se deduce que en todos los no se puede hablar de materialismo en general. Con esta
hombres esa capacidad esté dispuesra a cargar con el observación del tenaz congresista que constituye Paco
esfuerzo de in'srrumentalización intelectual que requiere Tauste finalizó el coloquio. Quizás por que se había
su ejercicio más allá de los terrenos abarcables por el hecho tarde y el Aula debía ser ocupada por el
sentido común. Esta suposición vale tanto para los Seminario de Juan Aranzadi. Empero también se daban
estudiantes cuanto para los profesores: no puede otras razones. Sin duda - aunque explicable. por causas
suponerse, como base de la re0rgani2ación de la presen materiales- había sido un error fusionar dos seminarios
cia de la filosofía en las Facultades universitarias, que tan heterogéneos como los constituidos por F. Savater y
todos los profesores y todos los estudiantes de todas las J. Muñoz, restando así posibilidades de que la discusión
especialidades sean aficionados a mirar de cerca las raíces de las respectivas ponencias fuese mínimamente
filosóficas del conocer. Esa falsa suposición podría llevar coherente. Además con ello se duplicó el tiempo de
fácilmente a una nueva solución falsa del problema: por exposición en una Sala sobrecargada de público durante
ejemplo a la práctica de introducir en los programas de una tarde calurosa de primavera mediterránea. Como
Cualquier disciplina unos temas de filosofía de la ciencia, consecuencia muchos congresistas tuvimos que permane
más o menos concretamente adaptados a la especialidad cer de pie y sumergidos en una atmósfera casi asfixiante.
de que se tratara, y que, al quedar en manos de un En este clima, tan poco favorable para el diálogo, no le
profesor sin aficiones filosóficas, reprodujeran, ahora ya fué posible a Savater lograr el impacto que el año ante
en el seno de las asignaturas mismas, la escisión tradi rior obtuvo en Cádiz con su ponencia «La revocación de
cional entre enunciados filosóficos supuestamente sustan la Historia». Y no porque su ponencia actual careciese
tivos y enunciados positivos de real sustancia, pero sin de interés o, su exposición, fuese menos brillante. Pero
interna conexión con aquellos otros». este año resultó, en parte, eclipsado por el resplandor de
Jacobo Muñoz. Dimanante más que de su perfeccionis—
En el coloquio, conjunto de las ponencias de los mo formal del interés intrínseco de las diversas facetas
profesores Savater y J. Muñoz, interviene primero Pilar de su temática ¡lástima que tampoco las condiciones
Palop, profesora de la Universidad de Oviedo. Asume fuesen óptimas para una discusión profunda de la misma!
con brillantez la.tarea de explicar —síntetizándolas por Ello hubiese requerido condiciones ambientales muy
razón de tiempo— las concepciones filosóficas de Gusta distintas y por eso fuimos muchos los que nos abstuvi
vo Bueno. En consecuencia matiza debidamente las dis mos de intervenir en el coloquio. '
tintas acepciones del materialismo propias del materia
lismo dialéctico, del mecanicista y de «Los ensayos mate—
rialístas» de G. Bueno. Igualmente critica el cinismo de
Jacobo Muñoz que relativiza sus posiciones políticas
haciendo que sus actitudes puedan ser intercambiadas ar—
SEMINARIO DE JUAN ARANZADI
bitrariamente. A su vez le parece sintomático que Sava—
ter haya hecho de portavoz de Klossowskiïdada la clara
significación de éste en el pensamiento occidental. Inicialmente previsto para la mañana de la segunda
jornada fué relegado, por’un malentendido, a cerrar ésta
Le replica ]ac0¿o Muñoz manifestando que asume el inmediatamente después del de Savater—Muñoz. Su título
cinismo en función de su actitud desesperanzada. Esa era sugerente: «Briznas de antipedagogía espelaica en
desesperanza no es caprichosa sino que se inspira en un Juan de Mairena». Sin embargo, tuvo muy poco público,
análisis realista de los fenómenos político-sociales pues este se hallaba muy fatigado después de la sesión
contemporáneos. Fundamentalmente su pesimismo se marathoniana del Seminario anterior. Comenzó por una
basa en el grado casi total de integración de los trabaja— presentación autobiográfica en la que, con toda claridad,
dores anglosajones y alemanes en el sistema neocapitalis se definió como no profesional de la filosofía ni de la
'ta. Empero no pretende generalizar el fenómeno y pedagogía filosófica. En consecuencia se situó explícita—
admite que en los países latinos no se ha alcanzado, ni mente en la línea de oposición a la «filosofía como pr0
mucho menos, ese grado de integración. ducto». Su muy amplia disertación se centró en los
aspectos escépticos de Juan de Mairena, apócrifo de
Por su parte Fernando Savater interviene también Antonio Machado -y, en contraposición con el orto
tratando de establecer las distancias debidas entre su apócrifo machadiano Abel Martín- cuya radicalidad
posición y la de Jacobo Muñoz. A su juicio, éste último como incrédulo y antipedagogo es escasamente estudia
cae en el pesimismo como consecuencia de su posición da en nuestro país, El hilo de las vicisitudes y preocu
desesperanzada. Por el contrario él rechaza toda actitud paciones teórico-filosóficas machadianas¡ y su entronque
cínica ya que se goza de su posición. Rechaza igualmente o sus rupturas con pensadores como Platón, Kant y
que se le pretenda adscribir al campo del idealismo, Leibnitz constituyeron el abstruso núcleo de la primera
pues e5te tipo de adscripción no delimita al otro en el mitad de la lectura de Aranzadi. No debe olvidarse que
campo del lenguaje. Admite, en contrapmición, que se Machado aspiraba a una rescauración del platonismo y
ha centrado en Klossowski ya que su pensamiento filosó que para él Leibnitz eera el filósofo del porvenir,
fico le parece de lo más relevante en el establecimiento
de la debida conexión entre filosofía y enseñanza .
En la segunda parte de la exposición pasó a primer
Finalmente Francisco Taaste expresa su total discon-p plano Juan de Mairena quien -según Aranzadi- trató
formidad con las definiciones de materialismo enunciadas de reducir toda tesis a creencia y efectuó luego una di
por Jacobo Muñoz y puntualiza que hay varios sección de los impulsos latentes en toda forma de creen
materialismos -como hay varios marxismos— por lo que cia. Para el famoso apócrifo machadiano el más peligroso

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril A1978, www.fgbueno.es

enemigo de la verdad es la fe, «el rígido mecanismo del Oviedo y autora de una interesantísima tesis doctoral so—
's‘rrov e_l;ry1_o». Pero «la única verdad no es otra que la; coin bre el pensamiento de Piaget de próxima publicación,
cig_ncía de la ausencia de verdad». En consecuencia,"«si tuvo una destacada participación en el Congreso a través
todo" son creencias y no hay creencias más verdaderas de sus numerosas y acertadas intervenciones en muy di
que otras, tanto
que—todas da lo
lo son: decir que’falsorsería
único ninguna eslaverdadera
pretensióncomo
de versos debates. Es también veterana en estas lídes, pues
en el XI— Congreso (Madrid, Septiembre de 1974) ya
una verdad absoluta, la aspiración a cualquier idea de había dirigido un Seminario sobre la teoría del cierre ca
monopolio de la verdad». Rizando el rizo del escepticis tegorial.Fn esta ocasión su ponencia figuraba, errónea—
mo, Mairena ve un exceso de confianza en el «sólo se mente, en el Programa con el título de «la enseñanza de
que no se nada» socrático y por eso mati2a: «Cuando la filosofía en la filosofía helénica». En realidad el título
pienso que la verdad no existe, pienso además que pu auténtico, que le hubiese correspondido, era el de «El fi
diera existir precisamente por haber pensado lo contra— lósofo y el sofista_:} la_ enseñanza de la filósofía a través
rio.,.Puesto que no hay razón suficiente para que sea ver— del «Pr0tagoras» de Platón». Es decir, un tema que coin—
:dadi lo que yo pienso, aunque tampoco demasiado para cidía plenamente con el general del Congreso. En conse—
("e deje de serlo. «La postura de Mairena -según Aran cuencia P. Palop trató inicialmente de disipar . las dudas
.__,.adi— se revela no como un afán de negarlo todo, sino que el título pudiera suscitar en cuanto a la actualidad
como el único medio de defender algunas cosas y, como del tratamiento del'tema señalando que... «Aquellos que,
tal,.es más fuente_de regocijo que de melancolía». No es por el momento, abriguen el temor de que un diálogo
un cansino estar de vuelta de todo, sino un alegre ir a platónico constituya un alimento ya demasiado rancio
todas partes sin pretender andamos en ninguna. Esta vi para nuestros intereses actuales podrán, sin embargo,
talista posición deambuladora la sintetizó así al ponente: comprobar enseguida que el temor es infundado. Con
«Cada filósofo relata su poema, cada poeta expone su una terminología diferente y con distinto vestuario,
metafísica, las ficciones se suceden en un mundo que ha pero con el mismo _espíritu discutidor, 10s filósofos del
expulsado la verdad, en un mundo cuya verdad consiste siglo IV antes de J.C. en la Grecia democrática de Peri—
'_en la inag0tab1e sucesión de sombras y apareceres». cles, discutían'y debatían casi las mismas cuestiones y
¿Como conclusión observa Juan Aranzadi que su tocayo con parecidos argumentos y argucias que éstas cuya
Mairena era consciente de que el intento de su hermano actualidad nos incita a nosotros a discutir, es decir: la
¡bel Martín de elevar las ideas platónicas, sacándonos de cuestión de si la filosofía es semejante o diferente de
la caverna, nos proyecta al campo solar con riesgo de ser las ciencias, si es una actividad teórica o práctica, si es
—esclavizados por el Sol. Este es el resultado de toda pe— un saber mundano o académico, etc».
dagogía helíaca. Empero, tampoco, y por similares razo
-»nescontra‘puestas, puede existir una pedagogía espelaica.
Qe“ ahí la función antipedagógica del elemento espelaico
tal y como se configura en Juan de Mairena». Con esa finalidad, la profesora P. Palop realiza una
muy operativa síntesis del argumento del «Protagoras»
El autor de estas notas es el único que interviene en de Platón a fin de disponer del material filosófico’nece
sarío con el que comentar después las implicaciones que
el coloquio. Le pregunta a Aranzadi como, aquí y ahora,
“podrían hacerse operativas «esas briznas de antipedago se deducen en relación al tema central del Congreso. En
¡gía espelaica» para resolver los problemas didácticos que una primera y aguda observación la ponente señala que...
«Dando el mito por respuesta a las observaciones de Só
han constituído el tema formal de Congreso. Juan Aran—
crates, Protágoras explicita una concepción de la sabidu
zadi responde que la única posibilidad de operatividad
ría y, principalrnente, de la virtud, enteramente diferente
estribaría en dejar a los discentes en estado de total es
pontaneidad para que puedan aprender de la comunica a la socrática. El sofista ve, por lo pronto, en la sabiduría
ción con sus semejantes y sin que eri esta comunicación se política un don de los dioses, del que nos da noticia el
mito. Ese don exige, con todo, el hacerse efectivo con
'introdu2ca ninguna norma, sistema, situación de autori
dad, etc. que reproduz’ca los esquemas tradicionales de auxilio de la enseñanza, al igual que todas las artes de los
humanos necesitan transmitirse de generación en genera
dominación. También replica a Lasa el periodista ].A.
ción. Sócrates, la piensa, por el contrario, como una sabi
Ugalde, amigo personal de Juan Aranzadi y su compa—
duría, no sobreañadida, sz'720 consastaneíal a la aida del 190m—
ñero en la elaboración semanal de la página literaria del
bre, que es un animal de ríadad. Se trata, pues, en su con—
diario Paeálo, con cuya reseña en ese periódico hemos
cepto, de una sabiduría mundana, que todos los hombres
completado nuestras propias notas de la conferencia de
su colaborador. Al parecer J.A. Ugalde se sorprendió de poseen y que no procede de la enseñanza. Dicha ense—
la posible crítica subyacente que pudiera contener la pre— ñanza sería, por consiguiente, supérflua, no añadiendo
gunta de Laso. ya que, a su juicio, «la ponencia de Aran— nada al conocimiento de la virtud y no pudiendo asegu—
zadi había sido lo mejor del Congreso». , rar, para el estudiante de la sabiduría, una ventaja res—
pecto a sus ciudadanos en el desempeño de las tareas po—
líricas». -

Según toda's las apariencias, la actitud de Sócrates


es, en este punto, enteramente negativa y demoledora.
SEMINARIO DE PIL_AR PALOP ¿Acaso no es más constructivo y conveniente asumir que
todos los hombres pueden y deben aprender el ejercicio
de la justicia de acuerdo con el deseo de los dioses?
¿Acaso no es más plausible suponer que la. sabiduría po
La profesora Pilar Paloj7, adjunto de GustavoBueno lítica debe ser enseñada, pues es un arte de Hermes y no
en el Departamento de Filosofía de la Universidad de un don de la naturaleza?. ‘

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No hay, empero, que olvidar que Sócrates ha nega— Para Pilar Palop, es precisamente Protágoras, el so—
do, también, que la virtud sea un don de la naturaleza o fista, quien personifica un concepto «comme il faut» de
de la herencia. Los padres sabios como Pericles o Temís— la sabiduría filosófica: como un oficio específico, gremial
tocles no necesariamente tienen hijos sabios, porque la («académico diríamos nosotros»), de gran importancia
sabiduría no la engendra la herencia, aunque tampoco la política, encaminado a la edificación de las virtudes civi
educación. Ahora bien, si no es en virtud de la herencia les y perfectamente enseñable y útil. En cambio Sócrates
que Sócrates niega la eficacia de la pedagoría ¿cual es la -el filósofo- defiende la alternativa contraria según la
razón por la cuál la sabiduría no puede ser enseñffda?. cual la filosofía sería un saber inespecífico, mundano,
¡Pues bien: porque Sócrates descree de la visión monolí— primordialmente gnóstico, además de contradictorio,
jtica y armónica que Protágoras tiene la virtud sapieñ
inenseñable e ineficaz. Sócrates y Protágoras le parecen
cial. Difícilmente podría enseñarse la sabiduría de la_ por ello personificar una serie de dicotomías que el desa—
virtud -trata Sócrates de mostrar con su incansable dia rrollo de la filosofía ha hecho clásica. Seguidamente la
léctica- cuando ella misma no es algo único y simple, profesora Palop analiza con agudez'a las diversas implica—
sino algo complejo y contradictorio. Existen múltiples ciones de la posición socrática. Así, en primer lugar, el
virtudes y algunas son compatibles con algunas otras, pe problema de si la filosofía puede¡ser concebida como
ro no todas con todas ni ninguna con ninguna. La justi una profesión determinada. Realmente Sócrates se resis
cia, el valor, la templanza o la piedad están enlazadas te a reconocer en la filosofía una profesión como las otras.
entre si, pero no siempre y en todos los hombres. Y a En su,concepto los artesanos o expertos en otros oficios
veces se excluyen o contraponen. También entre las vir poseen una técnica original que no poseen los demás
tudes los enlaces son, como entre las ideas, vínculos de ciudadanos y que los dignifica frente a los profanos. Pero
Symploéé,vla de entretejimiento la filosofía no requiere un conocimiento especial, sino
A-según interpretación que P.dialéctico. En del
Palop realiza definitiva
pensa
que está al alcance de todos los hombres y de todos los
miento socrático- la virtud es múltiple y - cambiante, oficios: «arquitectos, herreros, curtidores, comerciantes,
complicada y contradictoria y su posesión nunca es defi— marinos, ricos y pobres, nobles y gentes del vulgo», enu—
nitiva, como no lo es nunca, tampoco, la de la sabiduría mera Sócrates. _
que engendra la virtud. Y es que, para Sócrates, ese arte
de la medida en que consiste la sabiduría moral trabaja Engese sentido la ponente observa una coincidencia
con cantidades cuya magnitud sólo puede comprobarse entre la actitud de Sócrates y la concepción que en sus
ex 170stfarz‘0, cuando la elección se ha consumado ya, ocu trabajo's'iñantien'e Gustavo' Bueno. Según esta interpre
rre que dicha sabiduría en modo alguno garantiza la bea— tación las ideas filosóficas no serían el resultado de la es—
titud, y sólo consiste —para quienes aspiran a poseerla, peculación del sabio; serían, más bien, la huella del
para los aficionados, para los filósofos—' en un perpetuo pensamiento impresa en los distintos campos del trabajo
intento y que siempre ha de renovarse. humano y que constituyen esferas que la actividad cien
tífica, técnica y política va categorizando y en las cuales
la racionalidad del hombre va depositándose como reali
Según la profesora Palop, todas estas consideracio zación. Las ideas filosóficas constituirían, de acuerdo con
nes hacen, en definitiva, dudosa, a los ojos de Sócrates, estos**s‘upuestos, un conjunto de. fuerzas espirituales que
la utilidad de la Sabiduría y de su enseñanza. Así lo de— la propia aCtividad humana iría .decantando u «objetivan
clara expresamente en el último parlamento del Ca'rmí do». El reconocimiento de que las ideas filosóficas no
des: «A pesar de nuestra actitud complaciente y bené— son nada sustantivo significa, así, aceptar que, genética—
vola, nuestra discusión, en lugar de llevarnos a la verdad, mente cuando menos, dichas ideas no son invención de
se ha burladó de ella de tal forma que e5ta sabiduría, de— un pensador inspirado, sino algo que el filósofo se limita
finida así a fuerza de concesiones y compromisos, hemos a recoger, analizando las propias categorías donde las
de declarar insolentemente, forzados por el razonamien ideas se encuentran «realizadas», y en donde, además,
to, que no sirve para nada». En esta fase de su ponencia esas Ideas se van renovando y configurando, en la misma
-y como primera conclusión— la profesora Palop expo medida en que la realidad histórico-cultural de nuestro
ne la sorpresa que le causó el estudio del Prota’goras. Ella mundo cambia y se configura.
había pensado siempre en Sócrates como el genuino ar
quetipo del filósofo, como el preclaro y sobrio defensor Desde esta perspectiva, se nos explicita que la filo
de la filosofía apolínea y como el primer sabio que inten- - sofía no es un saber misterioso o arcano, que trate de te
tó definir esa actividad que, desde esa época se denomi— mas insólitos o de cuesriones desconocidas. Ocurre,
na «filosofía». «Lo que he hallado *señala* contradice más bien, todo lo contrario: la filosofía trabaja conceptos
esa imagen previa. Es Protágoras -el sofista- y no Só que todo el mundo posee e Ideas con las que los hom
crates -el filósofo— quien ofrece, acaso una visión algo bres operan a diario. En esto se diferencia la filosofía de
más confortable de la filosofía. Porque Sócrates comien la religión o de la mitología. En filosofía no hay «revela—
za, según todas las apariencias, por negar la especificidad ción» reservada a unos pocos hombres privilegiados, no
del oficio de filósofo; lo reduce a un saber mundano y hay sacerdores ni profetas, no hay dogma. Por eso tam—
común que todos los hombres poseen y ninguno poco hay, propiamente, enseñanza: hay sólo dialéctica:
-tampoco el sofista'— puede arrogarse como especiali— discusión.
dad. Considera, además, que no debe confundirse con la
política. Niega, por consiguiente, la utilidad civil de la La actitud de Sócrates, que acabamos de analizar,
filosofía y aduce que con ella no se consigue la virtud. -señala P. Palop- nos remite a otra diferencia frente a
Finalmente, expresa su convicción de que la sabiduría no Protágoras: este último, como se recordará, presenta la
puede ser enseñada y de que es, por tanto, un quehacer filosofía como un oficio o habilidad particular, respecto a
superfluo y fútil. ‘ la cual cabe erigirse en maestro. Sócrates, por el contra

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(PH
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rio, la concibe como un saber mundano y común del que crates podrá sonar, más que nunca inaceptable y escanda—
no cabe ser maestro ni hacer una especialidad. No pare losa. No obstante, la tesis socráti‘ca es, pese a las aparien
ce excesivo ni impert_inente -agrega— asociar a Protágo cias, la más coherente con el materialismo, la más crítica
ras y a Sócrates con esas dos concepciones Que Kant aso frente al idealismo y la más auténticamente dialéctica. Es
ció designando como conce}>to esrola’stico y conce}>to cósmica la más auténticamente dialéctica y materialista porque es,
de la filosofía y que Gustavo Bueno tradujo como fila tambíén,'la más pluralista. El'monismo y el pluralismo
sofzZz mandana (filosofía en sentido mundano) Y filosofzáz enfrentan, también a Protágoras y Sócrates como mode
académica. _ . — ' los '0 paradigmas de esasdos actitudes que han contribuí—
do siempre a caracterizar el «dulce_ manicomio» -—en
Finalmente la profesora ovetenSe abordó un último palabras de Ortega- de la filosofía de todos lbs tiempos.
tipo de oposición que Protágoras y Sócrates personifican:
la oposición entre. la filosofía especulativa y la filosofía La fase de coloquio se abrió con una intervención
práctica, o bien —utilizando— una terminología de Gusta del congresista que había presentado, extra-oficialmente,
vo Bueno- entre la filosofía gnóstica y filosofía política la concepción cenetista de la enseñanza. Matizó que esta—
mente implantada. Sócrates entendía más bien que la fi— ba de acuerdo con la ponencia en lo fundamental y que,
losofía se orientaba a un autoconocimiento -el «conóce en consecuencia, sólo pretendía precisar algunos puntos
te a ti mismo», como resumen y lema del ideal griego de sugerentes. Por ejemplo, el hecho, que había creído
la Sofrosyne— aunque dicho autoconocimiento no condu advertir a lo.largo de la exposición, de que se postulase
cía a ningún saber positivo, sino únicamente negativo: al que)toda filosofía descansa en una ética y que, por con
«sólo sé que no sé nada». Pero ïun saber negativo difícil siguiente, la ética constituía el transfondo de toda filoso-_
mente puede alentar la acción o la praxis: a lo sumo pue fía. _Deseaba manifestar su posición en el sentido de con
de alentar o inspirar la abstención o la inhibición. A la Siderar que si toda la filosofía sólo podía.conducir a in
luz de estos supuestos la filosofía socrática se configura certidumbres era porque no es posible una ciencia de la
Como una filosofía gnóstica, que sólo entiende poder as moral ya que ésta depende de la subjetividad de cada
pirar a la reforma del entendimiento, pero no directa c'ual. Le responde Pilar Palop admitiendo que, en 'efecm,
mente a la transformación de la ciudad. la ética subyace—a toda preocupación filosófica, pero, de
bía precisarse que si no cabía hacer una ciencia de la
moral no era porque la moral fuese subjetiva, como en
Consecuentemente con ello la obligación moral del cierto modo afirmaflel cristianismo, ya que la moral tiene
sabio radicaría en la busqueda de la Verdad (o de las ver— un origen Objetivo que se nos impone desde fuera.
dades), porque la verdad se impondría al pensamiento Comodecía Sócrates, frente a Prótágoras, la virtud no es
como una obligación de naturaleza moi-al-Pero en esa
una y simple, sino múltiple y contiadictorialo que impli—
búsqueda de la verdad se'agotarían todas las consecuen
ca que»las diferentes virtudes se contraponen entre si. Un
cias morales de la obligación del sabio. No 0b5tante
-“obse¡rva con certera cautela filosófica Pilar Palop— ésta
caso claro de la contradicción en qp_e se mueve la moral
lo puede proporcionar el propio ideario anarquista que
interpretación no deja de admitir réplicas, puesto que considera, por ejemplo, que para la consecución de la Li—
existen fuertes argumentos para sostener que Sócrates bertad —que constituye el bien supremo- hay que tratar
mantenía el convencimiento práctico de los efectos mo—
de volver a las comunidades naturales que no están adul
rales de la sabiduría y obraba en consecuencia tratando -teradas por las relaciones de poder. El hecho es, sin em
de educar a los ciudadanos de Atenas. Lo cierto es, sin
bargo, que el hombre es tanto más libre cuanto más cos—
embargo, que en su polémica con Protágoras, Sócrates mopolita, por cuanto las posibilidades de elección y ¡de
pone en duda que el filósofo pueda enseñar el arte del desarrollo humano son tanto más grandes cuanto mayor
buen gobierno. — número de opciones,ptrabajo, educación, contactos per
sonales, lecturas, etc. le ofrezca la propia sociedad.
A la luz de las convicciones actuales —refléxiona la
profesora Palop- la actitud de Protágoras aparece como Ahora bien, en las pequeñas comunidades son muy re
la más progresista y la más deseable: el filósofo, median ducidas este tipo de opciones De ello deduce Pilar
te una acción pedagógica, puede educar («concienciar») a .Palop que la consecución de la Libertad, como ideal, no
los ciudadanos y de este modo, transformar la ciudad. La puede soslayar ese tipo de opciones.» Es decir, la exis
posición de Sócrates, por el contrario, cae directamente tencia de caminos contradictorios para buscarla y cbnse
bajo el anatema de XI tesis de Marx sobre Feuerbach, guirla. Y esa contradicción existiría frente a cualquier
púesto'que, según el ideario socrático, el filósofo sólo otra opción moral.
puede aspirar a conocer, no a cambiar el mundo. Y, sin
embargo, la postura de Sócrates es perfectamente cohe Por último intervinieron los profesores Javier Mu
rente, con esa otra afirmación de Marx según la cual «no ’guerz_a y Pep Cals‘amiglia. Ambos valoraron el interés de
es la cónciencia la que determina el ser, sino' el ser el la ponencia y subrayaron ‘-una vez ,más- los aspectos
que determina la conciencia». Sócrates cree que es la cia contradictorios y paradójicos de la actividad filosófica y
dad la que conforma la conciencia del ciudadano y no la ron la necesidad que todo investigador tiene de partir sobre
riencia' del ciudadano la que configara la ciudad. Por eso se labbase del reconocimiento de los límites de su propio
muestra escéptico respecto a los efectospolíticos. de la sa er.
educación filosófica, a pesarde que, en la práctica la 1n
tenta ejercer, en todo caso.- v Desgraciadamente no disponemosv de espacio para
reseñar con. la debida amplitud otras sesiones del Con—
Y, sin embargo, finaliza Pilar Palop, «Hoy que pro greso: la presentación de los programas de la enseñanza
lifera'el convencimiento de que es posible una «práctica de las diversas _ramas dedicadas a esta actividad de las
teórica» y una filosofía de la praxis — la afirmación de Só centrales sindicales; el Seminario_ conjunto de José María

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Ripalda y Agustín Santos sobre «Crítica y alternativa de PRACTICA. LENGUAJE Y DESEO. PROBLEMAS
los planes de estudio»; el de Rafael Argullol sobre «La ACTUALES DEL ESTADO. EL PODER. ES’I'ETICA Y
situación estudiantil italiana»; el que acerca de «La ense CONOCIMIENTO. FILOSOFIA UNIVERSAL Y FI
ñanza de la Historia de la filosofía» organizó el col.lectiu LOSOFIA DE CLASE. BASE TEORICA DE LOS MO
d'estudis de la Universidad de Valencia. De todos ellos y VIMIENTOS DE MASAS. Después de una fase inicial
de otras circunstancias del Congreso me ocuparé debida— de unificación de temas similares, y de una votación ele—
mente en un trabajo más extenso que espero publicar, minaroriainicial enla que quedan en cabeza POESIA Y
como libro, en un próximo futuro. _ VERDAD y EL PODER, en la votación final el tema EL
PODER -propuesto por Javier Muguerza- resultó ele
gido por una diferencia de 20 votos. Se pasa después a la
elección de vicepresidente. Como candidatos se presen
tan los profesores Celia Amorós, Julio Carabaña y Anto—
LA SESION' DE CLAUSURA nio Pérez y, después de una competida votación en dos
vueltas, resulta elegida Celia Amorós también por una
diferencia de una veintena de votos.

A las once de la mañana del 6 de Abril tuvo lugar la Finalmente se abordó el tema del comunicado que
prevista Asamblea conjunta de congresistas destinada a la habitualmente ha venido emitiendo el Congreso el día
elección del Vicepresidente, sede del próximo Congreso de su clausura. Para ello se otorgaron poderes al Comité
y tema del mismo. Se comenzó la sesión por la ele‘cción organizador, a fin de que lo redactase sobre la base de
de la sede. Inicialmente se habían formulado las pro los siguientes principios:
puestas de Euzkadi (sin precisar localidad) y Burgos. A la
propuesta de Euzkadi se opusieron dos congresistas gui ——Protestar por las limitaciones todavía subsistentes
puzcoanos por considerarla inoportuna. No fueron más a. las libertades de expresión y enseñanza.
explícitos, aunque en conversaciones particulares expre—
saron su creencia de que la eventual realización del Con ' ——Expresar el apoyo al Congreso a la legalización de
greso en Euzkadi sería 'considerada por el pueblo vasco todos los partidos políticos y organizaciones sindicales.
como una manifestación de imperialismo cultural españo
lista, Para deshacer equívocos‘ intervinimos, en nuestra ——Expresar el apoyo al Congreso al derecho de to
función presidencial, matizando que, el proponer Euzka dos los pueblos ala autodeterminación.
di, como sede del próximo Congreso, no supone intro
misión en sus problemas políticos ni ningún intento de —Apoyar la lucha de la mujer por su emancipación.
imperialismo cultural sino, en todo caso, un homenaje al
pueblo vasco por su “notoria contribución a la lucha ge ——Apoyar a los que se esfuerzan por obtener la
neral por las libertades democráticas. Sin embargo, como amnistía total.
los congresistas guipuzcoanos continuaban impertérritos
en el mantenimiento de su criterio, interviene el profe ——Afirmar que es necesario que la izquierda y los
sor José Rodríguez, de Bilbao, proponiendo la elección movimientos populares de todo el Estado Español se
de la capital vizc'aína como sede. Razona que así se podría unan frente a una posible consolidación de un bloque
contar con un buen apoyo del rectorado de su Universi— continuista. Este último punto de la unidad de la izquier
dad ya que sus funciones son desempeñadas por el pr0 da suscitó un amplio debate. Inicialmente se planteó
fesor demócrata D. Ramón Martín Mateo. A continua como una declaración abstracta y platónica sobre la nece
ción tierie lugar un diálogo surrealista entre los congre sidad de que el Congreso se pronunciase por la unidad
sistas guipuzcoanos y el profesor Rodríguez en el que los de la izquierda. Ello originó algunas intervenciones como
primeros parecen negar implícitamente a este su condi— las de Savater, Lourdes Ortiz, Javier Sadaba, Tomás
ción de vasco, a pesar de sus casi veinte años de trabajo Pollán, José María Laso, etc., en las que, desde distintas
en Bilbao y de su notoria contribución a la lucha por la perspectivas y con diversas matizaciones se sustentó el
libertad de Euzkadi. También intervienen Fernando Sa— criterio deyqt_1_e_el Congreso no podía pronunciarse abs
vater y Javier Muguerza con el propósito de aclarar que
tra0‘ament5 pof la unidad de la izquierda. Seguidamente
aún siendo decididos partidarios de elegir Euzkadi,
se produjeron las intervenciones de Francisco Tauste y,
como sede del Congreso, temen que -a juzgar por el
en bloque, las de algunos congresistas procedentes de la
clima de esta discusión inicial- ello pueda originar fric Universidad Complutense que producían la impresión de
ciones y problemas. Teniendo en cuenta esas manifesta— preconizar que el pronunciamiento fuese por la unidad
ciones, y con la finalidad de salir del «impasse», Pilar electoral de la izquierda. Finalmente Agustín Santos y
Palop propuso Gijón como solución alternativa. No
otros congresistas afines a su posición se manifestaron
prospera, sin embargo, debido a la reciente celebración contra una instrumentalización partidista, en un sentido
en Oviedo del XII Congreso y convenir una mayor di electoral, de la unidad de la izquierda Como conclusión
versific_ación geográfica. En consecuencia se procede a la final hubo coincidencia en la necesidad de concretar la
votación y es designada Burgos como sede del próximo adhesión del Congreso a una unidad es};eczfica de la iz
Congreso caSi por unanimidad. quierda basada en la defensa delos demás pronuncia—
mientos del documento. Así pudo lograrse la unanimidad
La elección de tema se presentó inicialmente muy de los congresistas tras una ardua discusión que no se
diversificada ya que fueron propuestas sucesivamente: mantuvo siempre al nivel de racionalidad que correspon
MATERIALISMO. POESIA Y VERDAD. FILOSOFIA día esperar de la condición general de los participantes.
Y DESEO. FILOSOFIA Y REVOLUCIÓN. TEORIA Y Empero tampoco puede considerarse que el esfuerzo

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EL BASILISCO, número 1_, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

resultase baldío, pues así pudo precisarse mejor el docu organizador de los célebres simposiums sobre el pensa—
mento cuyo texto transcribimos a continuacrón: miento de Popper y Henri Lefebvre.

DECLARACIÓN DEL XIV CONGRESO ' ACERCA DE LA UNLLATERALIDAD_


DE FILOSOFOS JÓVENES DE ALGUNAS RE_S_E:NAS

El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes, reunido en Por considerarlo ilustrativo, nos permitimos repro—.
Barcelona del 3 al 6 de Abril de 1977, en su sesión de ducir lo que en ese sentido publicábamos en nuestro tra—
clausura decidió hacer pública la siguiente declaración: bajo titulado «El XIV Congreso de Filósofos Jóvenes»
que apareció en el N° 20 de SISTEMA:
1. El Congreso manifiesta su preocupación por las
graves limitaciones que constata en nuestro país con res—
Los Congresos de Filósofos Jóvenes no han sido
pecto a las libertades de expresión en el ejercicio de la muy afortunados en su reflejo informativo. En general,
enseñanza, fenómeno que, de rechazo, actúa como obs— las informaciones y reseñas sobre su desarrollo han sido
táculo y restricción de la calidad de la misma, a la vez escasos, fragmentarios y u’nilaterales. Quizás debido a
que dificulta el derecho de los trabajadores de la en— que sus organizadores, contrariamente a lo que sucede
señanza a defender sus intereses. con otros Congresos similares, no se han preocupado
seriamente de cultivar sus relaciones con la prensa y pu
2. El XIV Congreso, consciente de 'que su reunión blicaciones culturales. Sin hablar de las revistas filosófi
tenía lugar en vísper_as de la «quincena de las nacionali— cas especializadas que, habitualmente, desprecian cuanto
dades» propuesta por los organismos unitarios de la opo transcienda de la mera rutina académica. Este año no ha
sición democrática, no puede menos de expresar resuel— constituido excepción en esta tónica ya consagrada Co
tamente su firme convicción acerca del derecho a la menzó «El País» con una reseña de Alfons Quinta sobre
autodeterminación de todos los pueblos de España y, en la sesión de clausura. Su titular «Marxistas y libertarios
esta ocasión, muy especialmente, el de las nacionalidades polemizan en torno a la filosofía» parecía más propio de
históricas que componen el Estado español. .Asimismo el una publicación sensacionalista que producto de la acre
Congreso_quiere dejar constancia de su apoyo a la lucha ditada ponderación del joven diario madrileño. Por otra
por la amnistía total de los luchadores antifranquistas, y parte, tal titular, no pasaba de constituir un tópico mani
exige la legalización de todos los partidos y organizacio— do que en nada se ajustaba al desarrollo de los debates
nes sindícales sin excepción alguna. . . del Congreso. Ni de la mesa redonda inicial, ni de los
coloquios de los distintos Seminarios o Asamblea con—
3. En la medida en que hay un buen fundamento junta final, puede afirmarse, con un fundamento serio,
para suponer que todas estas exigencias democráticas se que «su principal característica fueran las polémicas
verán frustradas de resultar fortalecida -o de no resultar entre marxistas y libertarios» como reiteradamente ase
seriamente debilitada- la derecha política una vez con-, vera Alfons Quinta. Tal aseveración constituye más bien »
sumado el actual proceso de descomposición del fran— una burda caricatura de un prolongado debate caracteri
quismo, el XIV Congreso de Filósofos Jóvenes decide zado, sobre todo, por la amplísima diversificación de las
asimismo hacer una llamada a la unidad de los movi posiciones filosóficas y políticas sustentadas. Estamos
mientos populares, organismos y partidos de la izquier convencidos de que no sólo no se produjo ese mani
da». queismo -más propio de un «western» que de un Con
greso de filosofía- sino que todo induce a suponer que
Una ver perfiladas las líneas generales del documen— fueron mucho más frecuentes las polémicasinternas en
to transcripto se levantó la sesión, dando por clausurado el seno de cada corriente ideológica. En general, las posi—
el Congreso. ’ ciones no fueron monolíticas y así pudieron producirse,
con frecuencia, coincidencias, sobre determinados temas,
Las perspectivas del Congreso -a realizar en entre pensadores situados en los antípodas del espectro
Burgos durante la Semana Santa de 1978— se presentan filosófico y discrepancias, acerca de otras temáticas, con
muy interesantes. La temática elegida -E1 p0der- es de los que se hallaban más próximos. Tampoco cabe afirmar
una gran actualidad y se la puede considerar, academica— seriamente -como lo hace el corresponsal de «El
mente, fronteriza entre la ciencia política y la filosofía País»— «que prácúcamente todas las corrientes presentes
del derecho. Tiene asimismo una incidencia directa sobre en el Congreso -quizá con la excepción de Gustavo
ella el debate que acerca del carácter del Estado se está Bueno- rechazaron la filosofía como actividad académi
realizando en los últimos tiempos, a escala internacional, ca y Superior, marginada de la vida cotidiana y práctica»,
desde la perspectiva metodológica del materialismo his— Aunque, desde las distintas perspectivas de esas corrien—
tórico. Es también de esperar una eficiente organización tes, habría que matizar mucho esa caricatura de su con
del Congreso, pues el profesor J. Luis Martín Santos, cepción (o no concepción) de la filosofía «como activi¿
que pasa automáticamente a la Presidencia, asume igual— dad académica y superior», en todo caso, nunca podría
mente el nombramiento de un Secretariado local auxi contraponerse la posible excepción de Gustavo Bueno.
liar. Como se recordará, el profesor Martin Santos es ya Como es bien conocido, en los diversos medios filosófi
¡veterano en estas lides, pues en su día fue_ un eficaz cos, el catedrático ovetense compatibiliza perfectamente

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la debida valoración de la filosofía académica con el gran das por los congresisras durante las vacaciones de Sema
papel que atribuye a la filosofía mundana.’ Como, en otro na Santa.
plano, compatibiliza la filosofía de implantación gnóstica
con la filosofía políticamente implantada.
Problemas distintos plantea la reseña de Fernando
Ahora bien, otros errores de bulto que Alfons Savater titulada «Mae/.70 mangante» (5) que complementa
Quinta comete en su reseña, sobre los temas propuestos, —como subtítulo o aforismo de entrada— con un irónico
adscripción ideológica de los proponentes, etc., -que «¿Quiere ser eternamente jóven?». Hágase filósofo o es
han dado lugar a las correspondientes rectificaciones de trella de earietés». ¡Desconcertante Savater! Produce la
Javier Muguerza y Fernando Savater- inducen racional impresión de que en él se da una personalidad dicotómi
‘mente a suponer que sus informaciones sobre el Congre ca: su participación en los Congresos de filósofos jóve
so son, al menos, de tercera mano. No es ese el caso de nes no puede ser más positiva. Asiduo asistente, solida—
J. A. Ugalde, enviado especial del diario «Pueblo», que rio con los compañeros, entusiasta colaborador en cuan
asistió personalmente a las diversas sesiones y publicó tas tareas o trámites sean necesarios para asegurar su
posteriormente una amplia reseña en «Pueblo Literario» realización, elegante ytacional polemista y respetuoso de
(3). Se trata de un trabajo serio y casi exhaustivo para toda discrepancia, genuino defensor de una actividad fi
lOs límites espaciales permisibles en ese tipo de publica— losófica específica, etc. Por el contrario, su artículo «Los
ciones. Unicamente se le puede reprochar la unilaterali filósofos y sus complejos» *reseña del XIII Congreso—,
dad en que incurre. Sin dudar de su honestidad subjetiva y el que ha dedicado al Congreso de Barcelona, parecen
cabe constatar la utilización en su análisis de dos bare— producto de una segunda personalidad que se gozase ha—
mos muy distintos. Uno casi ditirámbico, para ensalzar a ciendo de jóven inconoclasta para un público fácil a cos
Juan Aranzadi, Gómez de Liaño, Fernando Savater y ta de sus compañeros y de la actitud que él mismo man
A. García Calvo, muy afines a J. A. Ugalde por razones tiene en dichos Congresos. Seria deseable una mayor
de compañerismo profesional, amistad, y afinidad filosó— coherencia entre ambas personalidades en beneficio de la
fico—literaria, y otro, sin duda desorbitado, que le lleva, filosofía (sin mayúsculas). Aunque posiblemente sea pe
casi sin excepción,‘a un fuerte criticismo acerca de los dir demasiado ya que, como muy bien apuntó Jacobo
demás ponentes y a una caracterización general del Con Muñoz en su ponencia, la raíz de esa personalidad dico
greso falta totalmente de objetividad. Admítimos, sin tómica debe radicar ...«en la terrible situación esquizo
dudarlo, que no es fácil alcanzar la ecuanimidad necesa— frénica en la que debe estar, por ejemplo, Fernando Sa
ria para soslayar el subjetivismo -en el que forzosamen vater enseñando lo inenseñable y, además, en la Univer—
te habremos también incurrido en mayor o menor gra sidad a Distancia».
do- pero también consideramos que conviene intentarlo
con mayor empeño que el que, en este caso, ha puesto Sin duda, la reseña más objetiva -entre las que han
el excelente periodista que firma J. A. Ugalde. llegado a nuestro conoc_imiento— es la que con el título
«La autocontemplación filosófica ha publicado la revista
Algo semejante podría decirse del artículo que con el «El viejo topo» (6). No obstante adolece de un cierto
título «Entre la realidad .y el deseo» ha publicado en —es’quematismo, derivado de un intento casi utópico de
«Triunfogï José Jiménez (4).alsector
Más ponderado que el de caracrerizar los rasgos esenciales del Congreso en un par
J. A. Ugaldeieiífisjfiapoyo que, genéricamente, de páginas. También de un cierto distanciamiento iróni
podríamos calificar de «garciacalvista» incurre, sin co, deliberadamente buscado, que, aunque de efectos
embargo, en notoria injusticia con su crítica desmesurada catárticos evidentes, ofrece el talón de Aquiles de que
a los organizadores. La realidad es que el Secretariado, sus autores fueron sujetos muy activos en la preparación
constituido por el col.lectiu critica, se esforzó con gran del Congreso. Asimismo resulta un poco fuerte efectuar
entrega en superar técnicamente las dificultades que en la crítica de los «notables» de la filosofía acusándoles,
la organización del Congreso se fueron sucesivamente con permiso de Savater, de practicar la gigantomaquia
suscitando. Los fallos -que, sin duda, los hubo- no les -«en un filosofar de conceptos con mayúscula»- ha
son achacables. La Mesa redonda de las centrales sindi— biendo participado en la organización de la Mesa Redon—
cales resultó incompleta -como ya señalamos oportuna— da inicial. En todo caso sería la propia concepción de la
mente- por causas atribuibles a terceras personas inter Mesa Redonda de «notables» la que habría que discutir.
mediarias o a desinterés de las propias ramas de la en— Y, muy probablemente, para llegar a la conclusión de
señanza de algunas de dichas centrales. Las modificacio— —'que, gracias a su realización, el XIV Congreso ha consti—
nes en el orden de las intervenciones anunciadas fueron tuido ese hito memorable que señalábamos al iniciar
forzadas por cambios de actitud de los ponentes en fun— estas extensas notas. (7).
ción de contrapuestos intereses, y no existió esa supuesta
mala cobertura de los alojamientos. Se resolvió con satis
facción general, lo que estaba al alcance del congresista
medio y si no pudo lograrse el mismo resultado respecto (5) Revista «Cuadernos para el diálogo» N" de 25 du Abril dc- 1‘)“. Púgs. (>U y (il.
a alojamientos baratos se debió solo al aristocraticismo
(ó) Jordi Guiu ) Antonni Munné, «La uutucontemplución filosófica» (A propósito del XIV
clasista de los estudiantes de algunos Colegios Mayores Congreso de Filósofos Jóvenes) Revisru «El viejo topo» N“ 8 Mayo de 1‘)". Pilgs. 21 j 22.
que no accedieron a que sus habitaciones fuesen utiliza— 1') Los mismos autores —Jordi Guiu y Antoni Munné- publican, bajo el titulo «Deia filoso
fía académica a la filosofía mundana», en el número 2 de la Revista ARGUMENTOS (Junio de
1977), una reseña mucho más matizada. ¡Lásrima que cometan el error de bulto fácilmente
evitable de haber recurrido a fuentes más dírectas- de dar por realizado en la Universidad de
La Laguna el XI Congreso! Como es público y notorio la presión de elementos reaccionarios
______._____. sobre el Cabildo insular frustró la ínsularidad del Congreso y éste hubo de celebrarse, final
(5) Diario «Pueblo» de 13 de Abril de I‘)“. Ptigs. 25 y Sig. mente, en el Colegio Mayor «Isabel de España» de Madrid (Septiembre 1974). Sobre esta
reseña y la publicada en el diario «Informaciones» nos ocuparemos más extensamente en el
(4) Revista uTriunf(>v N‘I '44, \ll.‘ 50 de Abril de 1‘)“. Pág. —’l 5, libro que, sobre la historia de los Congresos de Filósofos Jóvenes, estamos preparando.

EL BASILISCO lll
EL BASILISCO, número 1, marZ0-abril 1978, www.fgbueno.es

INFORMACIÓN SOBRE LA PRÓXIMA


_ . - CELEBRACIÓN DEL
XV CONGRESO DE FILOSOFOS JÓVENES
Y]. M. L.
Oviedo"

' l XV Congreso de Filósofos jóvenes se


celebrará en Burgos del 26 al 29 de Mar—
zo próximos. Actuatán de Presidente y
Vicepresidente los profesores, J. Luis
6 ÍMartín Santos y Celia Amorós, respecti
, '\ ,.Ï va’mente, ayudados por .un Secretariado:
Local 'úXiliïif. 'El tema central del Congreso será El p0dqr,
elegido en la sesión de clausura del Congreso de Barce—
lona a propuesta del profesor Javier Muguerza. Está pre—
vista la participación de interesantes personalidades ex—
‘tranjeras:

0 Nicos Poulantzas (autor, entre 'otras, de la muy


leída,‘ y discutida, obra «Poder político y clases
sociales en el Estado capitalista»). _

0 Michel Foucault (participante frente a Noam


Chomsky en un célebre debate ante la televisión
holandesa sobre «La naturaleza humana ¿Justicia o
poder?,” publicada en 1976 en los «Cuadernos
Teorema»). ‘

0 Claude lefort (del equipo de la revista «Esprit»).

0 Biagio De Giovanni (del Instituto Gramsci, de


Roma. Intervino en el reciente Congreso Interna—
cional gramsciano de Florencia con una ponencia
. titulada «crisi orgánica e Stato in Gramsci»).

Por parte española, de momento, tenemos sólo co


nocimiento de que están previstas las siguientes ponen
cias:

0 Ramón García Cotarelo, «La disolución del poder


como fin de la revolución».

0 Bernardo Fernández, «Notas acerca de la concep


tualización de un poder político». ‘

0 José María Laso Prieto, «Perspectiva actual de la


— concepción del poder en el pensamiento de
Gramsci».

Esperamos que en las próximas semanas se conozcan


más datos sobre otros participantes españoles, ya que
existe una creciente expectación por la importancia que
este año va a revesrir el Congreso de Filósofos Jóvenes.

Sin que figure como ponentes tenemos también


notic1a de que los profesores Emilio Lledó y Gustavo
Bueno tienen prevista la asistencia al Congreso,

112 EL BASILISCO
78, www.fgbueno.es

CRÏ"ÏCA DE LIBROS

DISCIPLINARIDAD
VERSUS SISTEMATISMC
EN TOULMIN
ALBERTO HIDALGO TUÑON
Oviedo

su primera confirmación en la «forma» misma, en que


su última 'obra epistemológica, La com Toulmin ha llevarlo a cabo sus desarrollos conceptuales.
Premz'ón humana, es sin duda, la «herede Difícilmente un autor puede alcanzar tan altas cotas de
ra legítima» de la que desde 195 5, al me coherencm sistemática entre su teoría y su praxis in acta
nos, viene manteniendo en Filosofía de la exerríto.
' Ciencia (l). En verdad, la simple apela
ción de este argumento wittegensteiniano (2) permite ' Y sin embargo, 2'72 acta sígnato ningún teórico de la
justificar, dentro del depurado neo-darwinismo que aho ciencia postpopperiano (incluyendo a Feyerabend) se ha
ra utiliza como esquema de interpretación,- todas las va esforzado tanto como Toulmin por abolir de su ámbito
riaciones innovadoras que se añaden a su concepción, sin los estigmas residuales del «formalismo», a saber, las
que por ello se resquebraje fundamentalmente su unidad nociones de «forma» y «validez», sustituyéndolas por las
y su continuidad. Lejos de aseverar que el agregado o más operativas, biológicamente hablando, de «adapta—
«población» de conceptos que articulan su modelo evo ción» y «exigencia ecológica». Quizá sea este remanente
lucionista haya surgido de una ruptura epistemológica, de contradicciones, que descubrimos entre el plano del
de una mutación repentina o.de una «deleznable» revo .ejercício y el de la rePrerentacío’n, la manifestación más
lución kuhniana, admitimos que se trata naturalmente profunda de que no se puede buscar una «mediación»
del producto final, (aunque no definitivo) de una severa analítica entre dos términos contradictorios, _llámese «ab
selección autocontextual, que ha regulado el ritmo y las solutismo» y «relativismo» o más matizadamente «aprio
tasas de cambio en su programa de investigación. De rismo» y «empirismo», por el expeditivo procedimiento
esta manera resulta que el más mordaz de los develado de salirse del contexto en que se plantea la oposición. Si
res del «culto a la sistematicidad» rinde un sorerrado ho— - nos parece que cualquier mediación efectiva que se plan
menaje a la coherencia, al «adaptar» im}>lúitzzmente su tee debe adoptar una formulación dialéctica, no es por
propia práctica teórica tanto a las «exigencias» ecológicas un capricho de escuela, ni por una deformación ideológi
de la epistemología como al modelo evolucionista que él ca profesional, sino más bien porque reconocemos que la
mismo habilita explícitamente para explicar el proceso del propia materialidad de los términos nos impone «por
cambio conceptual. De esta manera -insisto- la «vali encima de nuestras voluntades» la real existencia de la
dez» o «verdad» de sus procedimientos explicativos halla contradicción, aún cuando ésta sólo se represente for
malmente. Que en el caso de Toulmin el reconocimiento
(l) Titulo original: Human Undmmndíng. Princenton University Press, ¡972. Nuestro comen— de lo que niega (z'.e. la importancia del razonamiento for
' tario se refiere a la versión castellana del Vol, l: El ¡4:0 :‘0/el‘l1'2‘0 )' la ez‘0l/a'iu’n de 105 l'0ll(l’fll0L
Alianza Universidad. Madrid, 1977 por Néstor Miguez. A ella se refieren las citas de mal en las empresas humanas racionales) se ejecuta mal—
página consignadas entre paréntesis. la obra que aludimos como punto de partida de su
original posición «instrumentalista» es su The Pb¡/ampby 0/Srierm, Hutchinson's University gre 1uí,.se patentiza más aún cuando en repetidas ocasio
l.ibrary, Londres, 1953 (hay vers. cast. de JJ. Castro en Mirasol, Buenos Aires, 1964). nes (p.p. 28, 42, 143... 480) manifiesta su creencia de
que las quinientas páginas de su volúmen constituyen la
(2) Toulmin se deleita en repetir como argumento definitivo para jusrificar la unidad y conti
nuidad de una disciplina (¿y por qué no la identidad?) la respuesta de Wittgcnstein a sus primera parte de un único argumento global destinado a
criterios: «Mis argumentos tal vez no sean ‘fl10sóficos' por ninguna definición anterior de salvar la «racionalidad» humana de los peligros que le
la palabra, pero son los 'herederos Icgitimos‘ de lo que antes se conocía como filosofía»
(rfer, pp. 156, 247. etc.>. acechan, si se sigue identificando con la «logicidad».

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Pero esta apreciación crítica inicial no obsta para Kuhn, quien trata el cambio conceptual en base a una
que, acto seguido, le reconozcamos méritos sin cuento. distinción entre fases históricas de dos tipos contrapues
Así, cuando reiteradamente denuncia la inoperancia de tos, los períodos de ciencia normal, relativamente esta—
las reflexiones filosófica y epistemológica, confinada en bles y cristalizados en torno a un «paradigma», y los de
los estrechos límites de la filosofía formal y desconectada ciencia reyolucionaria, cuya intensa movilidad acarrea
de los «procedimientos científicos e históricos por los inevitablemente cambios paradígmáticos. Pero mientras
que se amplía nuestro c0nocimiento» (p. 28) su diagnós frente a Kuhn ejecuta un brillante e implacable despiece
tico toca carne viva. Toulmin atribuye el deterioro de la de las «ilusiones revolucionarias» en la misma línea de
situación actual al mantenimiento artificial y meramente su artículo «Does the Distinction between Normal and
especulativo de los planteamientos y axiomas de la tradi Revolutionary Science Hold Water?» (5), sus críticas al
ción intelectual del siglo XVII (pp. 29—46) y postula «uniformismo», en cambio, no parecen arrojar mucha
consecuentemente, en la línea de los periodos más fecun— luz sobre la tradición intelectual implicada. Es cierto que,
dos del pasado -(Grecia y los inicios de la Edad Moder— en otro contexto, recrimina la creencia en el progreso
na)j,_l_a confección de un «nuevo autorretrarovepistemo cósmico ' nidireccional, que unió bajo la misma bandera a
lógico» de carácter construcnvista «dentro del armazón pensadores tan diferentes como Hegel, Lamarck, Comte,
lógico» de carácter constructiva «dentro del armazón Spencer y Marx, tachándola de «teológica y providen
proporcionado por las más recientes convicciones cientí cíalista» v( pp. 328. ss), pero justamente por eso el con
ficas del s. XX sobre el hombre, la historia, las ideas y la cepto de «uniformismo» carece de verdadero contenido
naturaleza» (p. 40), retrato que a la fuerza será «más his‘-’ conceptual y el dilema planteado se desvela a la larga
tóríco, más empírico y más pragmático» (p. 12), sin como un «polilema», más bien, si se nos permite la ex
abandonar por ello el espíritu de la duda metódica como presión. No obstante, en descargo de Toulmin, sugeri
crisol de la racionalidad, jurando en este empeño ser mos que lo que realmente pone de manifiesto es un tri
«plus cartesiens que De:carter ménze» (p. 45). Pero este Zemn, en el que «uniformismo» significa.«nzonismo», el
punto de vista «imparcial» desde el cual: pueda ejercitar «rupturismo catastrofista» estaría confeccionado sobre la
se el juicio racional, cuya búsqueda constituye el nervio base de un «dna/imzo», en tanto que «la lección histo—
de la investigación toulmiana, ya no puede otorgársenos riográfica de Darwin», ' que nuestro aplicado
en términos lógicos abstractos como supone la «tenden evolucionista quiere enseñarnos, apelaría a un plzzmlir
cia platónica» desde Descartes hasta Frege, y el análisis nzo, como única—instancia que hace inteligible «el cam
formal contemporáneo (p. 68). El relativismo, a su vez, bio histórico dentro de una profesión científica» (p.
aunque reconoce la variabilidad cultural y el cambio, no 285).
ofrece una alternativa real, al menos en la versión expli
citada por Collíngwood (PP. 87, ss.), precisamente por— La primera tesis del patrón general de explicación
que ubica la racionalidad también en un sistema idealiza— histórica implícito en la zoología evolucionista, que Toul
do y abstracto de conceptos absolutos, por respecto al min intenta aplicar a la ciencia sin incurrir en «biologis
cual se mide la relatividad misma. Toulmin aprovecha mo», consiste precisamente en el reconocimiento de una
este inzjmrre, que el dilema puede suscitar en el lector, doble pluralidad: la que se da entre una serie de «disci—
para introducir ex abru1n‘o, en un nuevo plano, la tesis. plinas intelectuales» más o menos separadas (léase espe
central de su libro, una de cuyas versiones lo encabeza— cies orgánicas) y, dentro de cada una de ellas, la que pro
como lema, a saber: que la «racionalidad» no concierne a duce la existencia de agregados o «poblaciones» de con
las doctrinas intelectuales de un hombre o grupo parti ceptos y teorías individuales (léase organismos) «lógica—
cular, sino «a las condiciones y la manera en que está dis mente independientes». (Entre paréntesis, G. Bueno (4),
puesto a criticar y modificar e54; doctrina: 4 medida que [nz en otra escala, hablaría, en cambio, de multiplicidad de
J‘d el tiem}>0. La racionalidad de una ciencia, por ejemplo, «organismos» y «celulas gnoseológicas» respectivamente
no está encarnada en los sistemas teóricos corrientes para no verse de este modo obligado a postular tal inde—
en ella en momentos determinados, sino en sus procedi pendencia lógica). Brevemente expuesto; el modelo
mientos (subrayado mío: A.H.) para llevara cabo descu— evolucionista de Toulmin, con cuya jerga nos hemos
brimientos y cambios intelectuales» (p. 96, etianz: .15, familiarizado desde el principio, supone un mecanismo
139, 237, 276, 481, etc.), Se procede así a una evacua— dual de innovación y selección, gracias a cuya acción la
ción de los contenidos materiales de la ciencia, de modo continua emergencia de novedades intelectuales es criba—
que los desarrollos posreriores quedan hipotecados a da por la continua selección crítica que el medio ecológico ‘
favor de este «racionalismo instrumentalista» de corte disciplinar ejerce a través de su aparato metodológico,
metodológico, cuyas virtualidades resultarán a largo pla— de manera que sólo unas pocas de esas novedades con
zo más críticas que constructivas, más sociológicas que fi— quistan un lugar firme en la disciplina y son transmitidas
losóficas. ¡En efecto, la estrategia ahora, una vez excluí a la generación siguiente. Naturalmente, la variación“y
dos los contextos de justificación como irrelevantes para perpetuación selectivas, es decir, el cambió y lacontinui
la racionalidad, se centra naturalmente en los contextos dad conceptual explicados por este mecanismo sólo
(históricos del descubrimiento y del cambio conceptual. resulta posible dentro de un «nicho» o «foro de compe
'Ahora bien, en este nivel histórico le parece a Toul tencia» definido, donde las variantes conceptuales pue
min que se plantea «un dilema similar entre una explica— ' dan probar suerte y demostrar sus «ventajas» adaptativas
ción uniformista, que supone el valor universal de nn 5010 (p. 150). Por añadídura este.esquema permite a Toulmin
conjunto de métodos racionales» (p. 144), ligada a los
nombres de Kant, Lévi—Strauss, Piaget y Chomsky, según (3) Véase la versión castellana «La distinción entre Ciencia Normal y Ciencia Revolucionaria.
¿resiste un examen?» de Francisco Hernán en la compilación de l. Lakatos y A. Musgra—
da a entender cuando discute los supuestos invariantes ve. La cr¡'liw J el ¡[etarra/Io del tonarimí_eflto. Grijalbo, Barcelona, 197?, (pp. 153-144:
‘ del pensamiento y del lenguaje (Capf7—°, pp, 415, ss) y
una «explicación revolucionaria», _personificada por (4) Cfer. Estatuto Gnoreolo’gíw de [air-¡encías bumanai. Vol.’ II, Oviedol 1976,

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aniquilar otra dicotomía engaño_samente tajante que interpreta Toulmin a/en términos de teoría de la ciencia
suele establecerse entre una historia de la ciencia «inter desde la zoología darwinista. En el plano histórico, en
nalista», que se ocupa de la genealogú de los conceptos, que se mueve (y prescindiendo del vaciado de conteni
al modo de A. Koyre, y un análisis «externalista» centra dos materiales que es la raíz de todas las confusiones
do, bien sobre las relaciones de los descubrimientos delatadas) permite una aceptable desmitificación de la
científicos con la tecnología, la economía industrial y la teoría de los Grandes Hombres (pp. 287, 292—96) y su
política, al modo sociológico de Boris Hessen, o bien sustitución por nociones más realistas del tipo «escuela
sobre la \influencia de la personalidad psicopática del de pensamiento» y «generación de científicos». Asimis
científico en su obra, al modo piscoan_alítico de Frank mo, podemos computar a su favor la esmerada elabora
Manuel. Ambos enfoques históricos quedarían integra— ción de un preciso concepto «cuasi-gnoseológico» de zii:
dos en un espectro continuo, en el que «las cuestiones cij)lina intelectual. En efecto, una disciplina científica se
sobre los criterios de selección para juzgar las variantes nos aparece ahora como una empresa humana colectiva
conceptuales están más cerca del extremo ‘interno’, enfrentada a un cúmulo de problemas relacionados genea
mientras que las cuestiones concernientes a las ocasiones lógicamente entre sí y operativamente definidos de.
para la innovación científica caen más cerca del. extremo acuerdo con la fórmula:
‘externo’» (p. 510).

Problemas científicos = Ideales explicativos - Capacidades corrientes (pp. 162, 184)


Ahora bien, ¿hasta qué punto este armonismo conti en la que por «ideales
nuista y lineal constituye un verdadero esqaenza de articu explicativos» se entiende el cónjunto de objetivos, idea—
lación y no una pura y simple yuxtaposicio’n meca’nica?. les y ambiciones sobre los que existe consenso en una
Por más que Toulmin declare sus intenciones de articu comunidad científica (5) y por «capacidades corrientes»
lar dialécticamente las múltiples y complejas relaciones el estado actual de desarrollo de una ciencia. Por descon
implicadas, no nos con_vencerá desde el momento en que tado en los límites de esta reseña no podemos agotar la
no sólo ha renunciado a considerar los contenidos mate— infinita riqueza de matices y sutilezas de detalle con que
riales de las ciencias como intrínsecamente relevantes, Toulmin nos deleita y ni siquiera hemos mencionado la
sino que, además y en consecuencia exhibe una concep maestría de sus relatos ad boc sobre historia de la ciencia
ción tibia e idealista de la dialéctica cuando asegura que y la filosofía, con que ilustra sus tesis. Por ejemplo, su
ésta «reside primariamente en nuestro modo de escribir la matizada distinción entre Vorrtellnngen individuales o
historia, más que en los sucesos históricos sobre los percepciones y Dartellangen colecrivas o demostraciones,
cuales escribimm» (p. 554). Como confirmación de que que efectúa a propósito del ambiguo concepto de «re
nos hallamos ante una mera_ynxtaposicio’n meca'nicahpuede presentaciones intelectuales» (pp. 199-206, 435-37),
aducirse el hecho no aclarado por Toulmin de que la di aparte de una excelente pieza de análisis conceptual,
cotomía Supuestamente superada reaparezca de continu‘ evidencia las innegables dotes que Toulmin posee como
en su distinción entre disciplina (historia interna intelec historiador de la filosofía y de la ciencia (6).
tual) y proferio'n (historia externa), a las que se aplica por
separado el modelo «populacional» darwinista en los Pese a ello, debemos preguntarnos si éstos y otros
capítulos 5° y 4°, respectivamente. Porque evidentemen aciertos más que a la eficacia de su modelo «populacio
te una cosa es la población de conceptos y teorías, cuya nal», por elegante y sugestivamente que nos lo presente,
variación y selección intelectual están gobrnados -pas— no deben atribuirse a la genialidad y erudicción del pr0—
mémonos- por restricciones objetivas externas (p. 248) y pio Toulmin. En concreto, y volviendo sobre el concepto
otra cosa muy distinta la población de científicos profe de disciplina, ¿no es justamente su modelo evolucionista,
sionales, cuya organización autoritaria y evolución son quien le impele al sarcasmo de poner en tela de juicio la
también analizables desde una perspectiva sociológica racionalidad de la «mecánica racional» de Newron por
externa (colegios invisibles, relaciones informales, grupos el mero hecho de que «las ideas y cálculos involucrados
de referencia, etc.). Esta versatilidad en el uso de la opo— en el uso de sus técnicas ya no son científicamente pro
sición «interno/externo» nos hace sospechar * que se blemáticos»? (pp. 197-98). ¿Cómo si no es estrechando
trata de conceptos esencialmente confusos e inoperantes demasiado las analogías entre disciplinas y especies bio
para abordar la situación. De hecho, Toulmin usa «inter lógicas, puede afirmarse que una disciplina que ha sido
-no», tanto para designar componentes de la «subjetivi científica y, por tanto racional, cuando se cierra, muere y
dad individual» (p. 17), como para hablar de «factores deja de ser racional?. Si la geometría de Euclides y la
técnicos disciplinarios» (p. 227) y, a su vez, emplea «ex
terno» tanto para calificar a los factores sociales globales
e institucionales (p. 228) -(añádase aquí que los concep (S) Advirtamos, de pasada, que la noción de «ideales explicativos» no es nueva. Procede de la
famosa noción «ideal de orden natural». que Toulmin formuló en su Fíloxofé¡ ¡le la Ciencia
tos internos son definidos «sin exageración» como micro— de 1955, de un modo altamente operativo. Observese que mientras en aquella ocasión
servía para explicar contenidos internos de la ciencia. como los fenómenos de refracción de
instituciones, p. 175)-, cuanto a factores disciplinares de la luz (f/É’r. el análisis de la Ley de Sncll en el mp. 5“, op. ¡'if.). ahora juega un papel más
histórico, externo y relativista. Tal «adaptación» a las exigencias ecológicas que el nicho de
tipos tan diversos como las estrategias científicas y los competencia de la Teoría de la Ciencia impone, es perfectamente consecuente con el mo—
enunciados verificables por la experiencia (p. 448, ss). delo toulmiano, Sólo que la teoría de la ciencia no es ni debe ser. ni puede una ciencia
más. Para una reclaboración intermedia del concepto ri:ly Foruiglai um! Um/rn!um/Írlg.
Ciertamente este galimatías puede parecer dialéctico des— Hutchinson Unív. library, Londres. 1961.

de un «idealismo anfibológíco», pero no puede desde un


«materialismo racionalista».
(o Esta faceta de historiador ha sido tenazmenw cultivada por Toulmin, curiosamente casi
siempre en colaboración con otra persona, En colaboración con su esposa june Goodfield
ha escrito, por ejemplo, The Dixmrery of Time. Londres. 1965 y «Some Aspects ofEnglish
No todo son sombras en el modelo «populacional» Phys¡0logy; 17804840» Para el_]oz¡mal of The H¡J!M) of Biology. 2, l‘)()‘), Hay versión
castellana de La Viena: de WÍI!g¿'IIJI€ÜI (Taurus, Madrid, 1974) redactada en Colaboración
que, por otra parte, tan pulcramente traduce, aplica e con su discípulo Allan Janik. .

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mecánica de Newton son irracionales porque ya no sir Nópodemos aquí destruir de un plumazo esta labo
ven para investigar, difícilmente lograremos evitar la riosa construcción entre otras cosas porque algunos tr'a
identificación de «racionalidad» y «utilidad». El modelo mos resultan de una solidez indiscutible, pero sí sugeri
buenista del «cierre Categorial» ofrece en este punto una mos que tales tramos alcanzarían mayor potencia dentro
clara ventaja sobre el toulmiano, pues no exigeytales res de tipologías más perfectas _que éstas. Por lo demás sos
tricciones, justamente porque el «cierre» no se identifica pechamos que el carácter discursivo-analíticócon ribetes
con la «muerte», sino a lo sumo, con el concepto de deductivistas de la clasificación toulmiana es meramente
«compacidad» de Toulmin. Pero esta referencia nos in afiarente. Bajo esta apariencia se esconde una mera justi
troduce en el último tema que queríamos abordar: el de ficación pragmática ex Post facto de la clasificación que de
la tipología del conocimiento, que se yergue sobre la hecho y por obra de contextos históricos mutables. (Toul-'
base conceptual de la noción-de disciplina y que consri min lo admitiría sin violencia) ha resultado en el cuadro
tuye una de las piezas más sofisticadas y originales del académico institucional de Escuelas y Facultades Univer
libro. sitarias. Si se contra-argumenta que ésto confirma su
analisis populacional, entonces vale decir que parafi,este
viaje administrativo no hacían falta tantas alforjas teóri
cas. Pero la consecuencia más grave para su concepción
¡Quizá nos ahorre espac'io‘y ganemos inteligibilidad de la «racionalidad» es que, definitivamente, «la astucia
confeccionando un cuadro sinóptico de los lineamientos de la razón» no consiste en otra cosa que en la reitera—
principales de la tipología, que resuma el esquema implí ci('ïn del lema hegeliano de que «todo lo real es racio—
cito en los capítulos 6° y 7° de la comprensión lonnzana: na ».

Disciplinas Científicas Técnicas Judiciales


1) Compactas Física Electr. S. bicameral
' 1) Disciplinables 2) Difusas Meridelismo
3) Posibles Sociología

_ a) de cambio rápido 4) De objetivos personales (Bellas Artes y Literatura)


' Empresas II) No disciplinables 5) De objetivos comunales (Ingeniería)
humanas 6) De decisiones concretas (Política y Administración)
cognitivas 7) Multivalentes (Erica y Filosofía)

) De cambio lento: Invariantes del pensamiento y del lenguaje (Categorías del sentido común).

Cuadro I°: Típdogía del conocimiento.

La simple inspección del Cuadro I° nos revela que


existe una gradación entre los diversos tipos de conoci—
miento desde la más elevada «disciplina compacta» a las
más ordinarias «empresas humanas cognitivas multivalen
tes». Este espectro, sin embargo, no encierra una valora—
ción positivista, en la que las empresas humanas no disci
plinables fuesen despectivamente consideradas. Todo lo
contrario. Se trata de una clasificación «gnoseológica» no
sólo porque pretende ubicar la ciencia con respecto a
0tros tipos de conocimiento colectivo, sino, sobre todo,
porque el criterio «disciplinar» que adopta resulta un
«genuino demarcador» de diferencias. Una disciplina
c0n212acta, en efecto, es aquella que posee las siguientes
características conectadas entre sí: (1) Sus actividades se
organizan en torno a ideales colectivos acotados y admiti
dos; (2) se regulan por Pautas profesionales comunes; (3)
están controladas por un a17arato metodológico que posibi
lita argumentos justificativos y genera procedimientos
para la mejora de los conceptos y técnicas utilizadas; (4)
se desarrollan dentro de foros Profesionales institucionali—
zados; y (5) provocan una continua retroalimentación
(freed—back) entre los aparatos (3) y (4) y los ideales (1),
provocándose de este modo el cambio y la adaptación
intelectual. Las disciplinas Posibles son aquellas que care
cen de alguno de los requisitos mencionados, particular—
mente del (2) o del (3), mientras las difasas suelen ade—
más carecer del requisito (1), como'es el caso de las
ciencias de la conducta en la actualidad. ‘
116 EL BASILISCO
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

UN FREUD ,
SIN CONTROVERSIÁ PILAR PALOP
Oviedo

3ÏQ"""¿ os escritos habituales en torno a la figura ba en la Viena de su tiempo. Ni siquiera se pronuncia


,..‘¿’á¡ .' de Freud nos tenían acostumbrados a la sobre si el psicoanálisis es una filosofía o una antifiloso—
“ ¿1, ‘ polémica y a la controverssa. Desde los fía, si de si es una ética -como ha sostenido Fromm
" ‘c "2 comienzos mismos del Psicoanálisis, tanto (4)- o si constituye, más bien, una «subversión de valo
áá° ‘, la obra como la persona de Freud queda— res» relacionada, en alguna medida, con la que Nietzsche
"ron envueltas en interpretaciones extre habría preconizado.
mas y contradictorias: ante el creador de la teoría psico
La versión de Gomá es llana, pausada, lineal. Su li
analítica ha sido muy infrecuente la ecuanimidad. Para
bro se inicia con una Cronología concisa y clara que en
algunos, Freud fué una especie de genio del mal, diabóli marcará, desde el comienzo, el orden general de la expo
co y pervertido. Para otros, en cambio fué un verdadero sición. Como la vida de Freud y su obra son, en verdad,
profeta de nuestro tiempo, un genio valeroso que desen
indisociables, ya que Freud es, por antonomasia, el artí
trañó saga_zmente las miserias ocultas de la moralidad fice del psicoanálisis y la gestación de la doctrina psi
convencional. ,Pocos han sido los autores capaces de
c0analítica va configurando, asimismo, el itinerario vital
adoptar, frente a ese pensador, una actitud tranquila y
de Freud, Gomá ha tenido el acierto de tejer una bi
ponderada. bliografía intelectual que, siendo menos anecdótica,
pormenorizada y extensa que la de Jones (5), resulta,
El propio Freud, en la «Historia del Movimiento
sin embargo, más reveladora que aquélla para penetrar
psicoanalítico» observaba con una actitud no exenta de
en los contenidos de la teoría psicoanalítica.
resignación: «Habiendo reconocido hace ya mucho tiem
po como destino inevitable del psicoanálisis el de excitar
la contradicción y el disgusto de los hombres, me he de Como historiador del pensamiento que es, Gomá
cidido a considerarme como el único autor responsable exhibe el hábito de reexponer con pulcra fidelidad, de
de sus caracteres fundamentales» (1). saber elegir y sintetizar los datos más pertinentes y de
penetrar con empatía en el personaje que examina. Co
Pues bien, el rasgo más sobresaliente de la exposi mo filósofo tiende a interesarse, además, no ya sólo por
ción que Gomá ha ofrecido de Freud es, precisamente, el primer Freud, por el médico preocupado por los sín
para bien o para mal, la ecuanimidad, el reposado juicio tomas de sus enfermos y empeñado en encontrar vías
y la justa ponderación. para la exploración del incomciente (los sueños, los re
cuerdos, los actos fallidos, el chiste, etc.) sino también y
Gomá no nos presenta a Freud como un adalid de la sobre todo por elFreud maduro, cada vez más especula—
ciencia, pero tampoco como un embaucador o como un tivo, reflexionando día a día sobre los problemas de su
heredero de la magia, la hechicería y el curanderismo; no tiempo y sobre la cultura en sus más insignes manifesta—
ciones: el arte, la literatura, la religión, las ideologías, los
pone énfasis en subrayar los aspectos revolucionarios o
mitos, los movimientos de masas, la violencia tanática, el
subversivos del psicoanálisis, pero tampoco juzga a
Freud al modo de quienes, como Politzer (2), han visto antisemitismo o las contradicciones inherentes a la civili—
: en él la personificación más pura del ideólogo burgués, zacson.
individualista, subjetívista y reaccionario. Gomá está le—
jos de escandalizarse, a la manera de Ludwig (3), del
Dopesa, que ha sacado el libro en su colección «C0
nocer», y uno de cuyos propósitos editoriales expresos
llamado «pansexualismo» freudiano, pero tampoco recae
es el de promover una divulgación cultural de calidad,
en el exceso de convertir a Freud en un redentor de la
encomendándola preferentemente a autores españoles,
hipocresía sexual o del puritanismo malsano que impera—
ha tenido el acierto de poner en manos de Gomá, antro
pólogo e historiador de la filosofía, habituado -como ca
tedrático- a los menesteres de la enseñanza, esta obra
sobre Freud. El valor informativo, la claridad pedagógica
(*) FRANCESC GOMA:‘FH’I¡¿J’ su obra. Colección Conocer, Editorial DOPESA. Barcelona, y la sobriedad de su prosa hacen de la obra de Gomá un
1977. - libro muy digno y útil. Le falta, eso sí, me parece, una
(I)FREUD:
105. Aurabiogrufío. Tr.: L. López-Ballesteros y de Torres. Madrid, Alianza, 1969,
cierta dosis de pasión, siempre necesaria, y un tono algo '
más cálido y comprometido.
l (2)Cf. Georges POLITZER: «El fin de la Psicología concreta». En: Escritos psicológicos de

Georges Politzer, vol. III (José Bleger ed.). Buenos Aires; ed. Jorge Alvarez. 1966. Cf. pág. (4) Erich FROMM: Ética y Psicaandlísís. México, F,C.E., 1957 (4ll cd.).
23. por ejemplo.

(5)Ernest JONES: Vida y obra de Sigmund Freud (e vols.). Tr.: Mario Carlísky y }ose’ Cano.
(3) Emil LUDWIG: Freud (Psicoapdlisis sexual). I3arcelona, Mateu. 1961. Barcelona, Anagrama, 1970.

EL BASILISCO 117
¡y
EL BASILISCO, número 1., marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

ER
«MARXISTA-LENINISTA» ,
HOY
JM. FERNANDEZ CEPEDAL
Oviedo

Poder soviético, pasando por Dos ta’tticas de la soeialdemorra—


ficado del marxismo-Zeninismo, tanto más cia rasa en la revolución demorra’tita y Materialismo y empi—
interesante cuanto en los propios partidos riocristicismo). Este desarrollo interno de la producción
marxistas («earoeomanistas») se pretende leniniana es contemplado Como la transformación de una
. el abandono del calificativo de «leninis— serie de tesis leninistas a lo largo de su obra, que se pro—
._mo», nos obliga siempre a remitimos a la duce en función de los propios cambios de la realidad
relación existente entre el marxismo en el estado actual histórica y política. b) Los diferentes puntos de vista de
de su evolución y el sistema cla’sico del marxismo (Marx, Lenin respecto a determinadas tesis marxistas défendidas
Engels, y el propio Lenin). Pero esta relación general mecánicamente por los «marxistas ortodoxos» o «marxis
entre el marxismo clásico y el marxismo actual, que con— tas legales» frente alos cuales Lenin se presentaba como
sideramos como un transformado del primero, puede ser un heterodoxo del marxismo. Heterodoxia leninista que
iluminada mediante una segunda relación interna al pro— Fernández Buey explica igualmente acudiendo a lo que
pio sistema del marxismo clásico. Nos estamos refiriendo podríamos denominar asPecto funcional del pensamiento
a la relación existente entre los fundadores del marxismo marxista. Remitámosnos, por ejemplo, a la diferencia de
(Marx, Engels) por un lado, y Lenin por el otro, determi ' opiniones entre el viejo Marx y_e1 joven Lenin acerca de
nando esta relación por un conjunto de cuesriones_ que la posibilidad de tránsito al comunismo desde las comu
nos permiten entender el sistema clásico del marxismo nidades pre-capitalistas (cuesrión ésta donde, por otra
no como un sistema cerrado sino abierto y sujeto a «revi— parte, Lenin se acerca más al «marxismo legal» y critica
sión», puesto que esta «revisión» es interna al propio las posiciones p0p.u/istas coincidentes en este caso con las
sistema, es decir, está ya presente en la «interpretación» opiniones de Marx a partir de 1880). El viejo Marx se
que Lenin hace del propio marxismo. ' ínclinaba a pensar que el libre desarrollo de la comuna
rural en Rusia podíarepresentar talvez el elemento
Nuestra tesis podría ser enunciada, por lo tanto, del regenerador de la sociedad rusa y un factor importante
siguiente modo: La «revisión» que Lenin hace de algu— de su superioridad futura sobre los países capitalistas
nos conceptos del marxismo puede ser considerada como occidentales. Lenin,ren cambio, {mantiene la_tesis de que.
una relación privilegiada (o dicho de otra forma, la deter ¡el mantenimiento de las ¡comunidades rurales tradiciona
minación de la «sección áurea» dentro del marxismo) les constituía una utopía reaccionaria _fomentada por los
capaz de proyectar una luz sobre la relación entre el terratenientes. Si es verdadera la tesis de Lenin, entonces
marxismo actual y el sistema ela’sito del marxismo. Por se dirá que ¡Marx se equivocó o que Lenin está «revi
ello el comentario que realizaremos enlas siguientes lí— sando» a Marx. Pero esta «revisión», si bien es Cierta,
neas del libro sobre Lenin de Fernández Buey, en el que creemos que no puede ser entendida como un desmenti4
ocupa un lugar central el cotejo de las tesis de Lenin y do de las tesis marxisras, sino que el material alque se
Marx,-nos puede servir, igualmente, para iluminar la refieren ‘tanto’Marx como Lenin es el que ha cambiado:
relación general entre el esrado_ actual del marxismo y el «Se puede adelantar la hipótesis -afirma Fernández
sistema ela’sico (1). Buey- de que, al tratar sobre el progreso técnico en la
agricultura y sobre la comuna rural, Marx y Lenin tenían
2.— La obra de Fernández Buey, además de ofre presentes "dos realidades distintas,“ tan alejadas como los
cernos un conjunto de aspectos biográficos e históricos observatorios desde los cuales escribían» (2); realidades
sobre Lenin} que amenizan su lectura, creemos que resal distintas puesto que la comuna rusa que Lenin tiene ante
ta, sobre todo, los tres problemas siguientes: a) El desa— sí se encuerttra ya en un avanzado estado de desintegra—
rrollo interno de la obra de Lenin (desde Quienes son los ción, y el'medio socioeconómico en el cual se mueve el
amigos del pueblo y El desarroll0 del eapitaiismo 'en Rusia, campesinado es ya el propio de una economía mercantil.
hasta El estado y la repolzzeión) y Las tareas inmediatas del c) El carácter polémico presente en ¡toda la producción

(l) li. Fernandez But-y. (,'m¡m‘rr I¿w¡‘u 1 m 0/)M. I)()PIÉSA. Burct-IUH;L I‘)Ï'. . (Z) llml. p. —H

118 EL BASILISCO.
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

leniniana, según la cual las tesis de Lenin se dibujan determinadas tesis marxistas, así como la propia transfor
siempre en el enfrentamiento de posiciones encontradas, mación de su pensamiento en el curso de su producción,
como, por ejemplo, la polémica.y la crítica desarrollada quedan de este modo explicadas a partir de estas dos
frente a los «marxistas legales» por un lado y a los soció proposiciones.
logos «populistas» por el otro, en Quiénes son los Amigos
del Pueblo, y en tantos otros escritores posteriores. Carác— Pero lo esencial de estas proposiciones es que no
ter polémico que no sólo se refleja en su obra sino que son un método externo que nosotros aplicamos desde
moldea su propio modo de vida, singularmente reflejado fuera para tratar de explicar los cambios históricos pr0
por Fernández Buey, cuando afirma que «la propia ducidos (tanto básicos como superestructurales), porque
Krupskaia, al tratar de resumir cómo era Lenin entonces, en e5te caso e5taríamos haciendo puro sociologismo. Lo
lo recuerda en el II Congreso del POSDR (julio-agosto esencial de estas dos proposiciones es que ellas mismas
de 1903), célebre por las agrias polémicas que en él se se pueden considerar como la concreción del espíritu del
sucedieron, replicando a una camarada que se quejaba de marxismo, de una de las tesis fundamentales del marxis—
la atmósfera deprimente y del tono sectario de las discu— mo que podemos enunciar bajo la forma acuñada ya
siones: ¡Esto es lo que a mi me gusta! ¡Esto es la vidal» por los clásicos: «No es la conciencia de los hombres
(5). Ahora bien, el tono polémico, por todos admitido, que determina su ser, sino su ser social el que determi
de la obra de Lenin, ¿es tan sólo un rasgo «externo» de na su conciencia». Con esra formulación el marxismo
su producción como afirma Fernández Buey? (4). O, ¿se lleva implícita la tesis del ajuste de sus contenidos idea
ría posible pensar la polémica no sólo como el revesti— les a los nuevos marcos materiales, lleva implícita la
miento externo del pensamiento de Lenin (en cuyo caso fórmula de propia «revisión».
tendría un significado puramente estético y literario),
sino como algo que podría estar relacionado internamen
te con la dialéctica marxista?. La cue5tión podría ser pre En este orden de cosas es posible trazar a grandes
sentada de la siguiente manera: ¿Es posible representarse rasgos el propio desarrollo del marxismo. Lenin con su
el pensamiento dialéctico de una forma que no incluya heterodoxia, con su «revisión» de Marx, es más ortodo
de alguna manera la polémica? A título de hipótesis (que xo y menos revisionista que el conjunto de los denomi
no podemos confirmar aquí) me atrevería a sugerir que nados «marxistas legales» contra los que polemiza. Se
la forma polémica de la obra de Lenin (al igual que la de podría decir que el «marxismo legal» dentro del ámbito
Marx) no es meramente un rasgo externo de su pensa del marxismo tla’sieo significa, en cierto modo, la negación
miento, como pudiera serlo otro cualquiera, sino que del espíritu del marxismo, significa la fijación y la sustan
podría ser considerado como el ejercicio de la propia . tivación de los contenidos del marxismo. Aprovechando
dialéctica, como la dialéctica ejercitada, la distinción, ya anunciada, entre método filosófico y
método filológico, se podría decir que el «marxismo le—
5.—— Aparte de la cuestión acerca del carácter polé gal» significaría la interpretación del marxismo según los
mico de la obra de Lenin, las dos primeras, relativas a la procedimientos del método filológico, la interpretación
transformación interna del pensamiento de Lenin y al de la «letra» del marxismo; es decir, convertir en artícu
c0tejo de las tesis de éste y las de Marx, nos clan las cla— lo de fe, en dogma, cualquiera o algunas de las tesis
ves para una interpretación del marxismo según lo que marxistas, olvidándose del espíritu del marxismo, de la
podríamos denominar «método critico—filosófico» frente al propia revisión de sus Ideas en virtud de la tesis general
«método bistárico-fllológito». Creemos que Fernández que nos informa de que el ' pensamiento es función de la
Buey estaría realizando de alguna manera en su realidad. Con ello no se quiere insinuar que el «marxis
exposición el primer método, aunque sus claves nose mo Iegal» se haya olvidado de la tesis de la «determina—
expongan de un modo explícito, lo que no impide que eio'n social de la conciencia», pero al no aplicarla al propio
nosotros podamos sacarlas a la luz sin por ello extorsio marxismo, la han sustantificado también, y la han dado
nar el pensamiento de Fernández Buey. Estas claves po un sentido puramente metodológico aplicable al análisis
demos agruparlas en las dos proposiciones siguientes: sociológico. De donde la continua propensión del mar—
xismo hacia el sociologismo, e incluso hacia la Socio/0ga’z
a) El grupo de Ideas que configuran el sistema del del conocimiento.
marxrsmo clásico estarían siempre dadas en función de
un material o marco material definido por la fase histórica
correspondiente al desarrollo del capitalismo del siglo Al comienzo de este comentario afirmábamos que la
XIX. ' relación entre los fundadores del marxismo y Lenin po
dría ser considerada como la «sección a’urea» del marxis
b) Este mareo material del cual es función el sistema mo, que podría iluminar el tipo de relación que existe
del marxismo clásico, no es un material quieto y fijo, entre el marxismo actual y el marxismo clásico (Marx,
sino cambiante. Por ello podríamos decir que se produce Engels y Lenin). Se podría afirmar que en torno al mar
un desfase, un; detalaje entre las Ideas que moldean una xismo ela’sic0 (al marxismo-leninismo) se ha producido un
realidad dada y ‘éfhuevo mareo material que considera nuevo «marxismo legal», que reproduce en su estructura
mos como un transformado de esa realidad. Por ello la lógica la misma relación que el «marxismo ortodoxo»
necesidad de nuevas Ideas, que provienen necesariamen frente a los clásicos del marxismo: la sistematización del
te de las anteriores, y que pueden considerarse de su marxismo—leninismo en un conjunto de reglas fijas, en
misma estirpe. Las diferencias de Lenin con respecto a una especie de catecismo cuyos contenidos son siempre
aplicables en todo tiempo y lugar (incluso la exportación
de revoluciones). Nos estamos refiriendo sobre todo al
Diamat, que significaría de este modo una nueva fijación

EL» BASILISCO 119


EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

de los contenidos ideales del marxismo-leninismo. Frente ción. Se acudirá en este sentido al análisis de nuevos tex—
a las secuelas del nuevo «marxismo legal», las nuevas tos que se pueden oponer a otros textos, y nos permitan
formas del marxismo actual -principalmeme el eaeoroma— buscar siempre nuevas facetas, o a desvelar antiguos
nismo- pueden desempeñar el mismo papel que el leni arcanos del marxismo, ocultos hasta el momento. O se
nismo desempeñó frente al «marxismo legal» y la II In acudirá a las lectura_s y relecturas del marxismo, cuyo sig—
ternacional. El earoeomanismo (dentro de su «revisionis nificado (si tienen alguno) lo equipararíamos a la diaria
mo») puede ser considerado malgré lai como una nueva lectura y relectura que hace el sacerdote de su Breviario,
forma de leninismo. Pero si esto es así, ¿por qué ese cuyo carácter reconfortante no negamos a escala subjeti
empeño en prescindir del calificativo de «leninista», va, pero que no puede ser considerado seriamennte
cuando se está ejercitando su propio espíritu? ¿No se cuando desbordamos esta escala. Las secuelas de la
debería, al contrario, asumir el término en toda su exten— pedantería filológica académica (pedante no por su aca
sión? No nos atrevemos a negar que existan razones para demicismo sino por su filologismo) son las que nos lle—
ello, razones ligadas tal vez a las connotaciones dislogisti— van a estas fijaciones de los contenidos del marxismo,
cas del término; pero de todos modos es necesario sacar siempre prestas a rasgarse las vestiduras ante cualquier
los problemas a la luz antes de lanzar excomuniones. innovación. El libro de Fernández Buey, que hemos tra
tado de reseñar, se aleja, en cambio, de esta pedantería
Pero nuestra crítica no sólo es aplicable a las sustan filológica, y nos presenta el leninismo desde una pers
tivaciones que del marxismo realizan tanto el «marxismo pecriva que podríamos denominar filosófica mundana y
legal» como el Diamat, sino también a posiciones críticas diyulgadora, cuyo transfondo filosófico académico nos he—
con respecto a éstos, pero que se pueden reducir a ellos mos encargado de sacar a la luz a lo largo de este
en última instancia. Y se pueden reducir a ellos porque comentario.
participan del mismo método filológico de interpreta
a

SOBRE EL PODER,
(En torno a libro de Eugenio Tria8)
«"GUSTAVO BUENO MARTINEZ
Oviedo

Padre, y procede de nuestro primer Padre Adán, que lo


recibió de Dios Padre y lo transmitió por herencia a las
diversas dinastías legítimas que reinan en la tierra. Ocu
- ""'|l¡ as meditaciones sobre _el Poder tienen un rre simplemente que el intento de comprender al Poder
T carácter moral o ético -son «filosofía (al Rey, al Estado) es decir, a las categorías políticas, a
‘ moral», y en esto estamos casi todos de partir de las categorías familiares, es tratar de entender
acuerdo. Toda reflexión sobre el Poder el Poder político en los términos morales que envuelven
(aunque, en sus comienzos, no sea estric necesariamente estas categorías. (Si se dice: «El Poder es
" tamente filosófica, sino científica, catego la Madre» —no cambia la situación; ni tampoco cambia
rial) alcanza inmediatamente resonancias morales, por ría si se dijera —acaso con mayor fundamento etnológi
tanto: induce a una meditación filosófica. «El Poder (El co— que el Poder, el Estado, es «el Hermano mayor de
Estado) es el Padre»_- dice una fórmula muy extendida la Madre»-—, es decir, si se dijera que «el Poder es el
que intenta penetrar categorialmente (puesto que «Pa— Tío»). '
dre» es un concepto categorial; histórico, sociológico
etc.) en la esencia del Poder. Pero la penetración en esta Trias comienza su libro desde más atrás: No pone
esencia «categorial», induce, aunque no lo quiera, múlti los fundamentos del Poder en las es}7eties del «Padre», la
ples «líneas de fuerza» constitutivas de un campo moral, «Madre» o el «Hermano mayor de la madre» sino en un
a la manera como la corriente que pasa por un conductor suelo más genérico, aquel género que se cita en la frase
induce un campo magnético cuyas líneas de fuerza en de Espinosa: Nada sabemos acerca de lo que puede zm'cuer—
. vuelven al cable. Para muchos psicoanalistas, decir «El Po. Y comenta esta sentencia diciendo: «Nada sabemos,
Poder es el Padre» es tanto como condenarlo, sugerir la o muy poco, respecto de nuestro poder». Sin embargo, y
iniciación de la tarea edípica de la «muerte del Padre». a pesar de la generidad de esta afirmación, me parece
Y, sin embargo, curiosamente, esta fórmula «revolucio que ella no es enteramente cierta. Sabemos bastantes c0
naria», tan grata a muchos «freudomarxistas», es también sas acerca de los merfios, en cuanto fundamentos del P0
la fórmula de los monarcómanos más reaccionarios (Fil der, y estas cosas que sabemos, aunque reclamen por si
mer, por ejemplo, en su Patriare/aa): El Poder es el mismas muchas veces un significado estrictamente cate

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gorial (científico, etológico, por ejemplo) tiene inmedia parte de la «materia»). De este modo, la meditación ii
tas resonancias morales. Una investigación estadístico— losófica sobre el poder, comporta, de hecho (incluso c0—
etológica reciente (que podría servir de comentario a la mo condición) el «enfriamiento» de todo interés parti
sentencia de Espinosa) arroja los siguientes resultados: cular por el poder político (que nosotros c0nsideramos
Los obispos tienen (en promedio) una talla (referida al como el «primer analogado», al menos ordo eognoscendi,
cuerpo)suelen
sidad mayorser
quetambién
los párrocos; los Rectores
más altos de Univer
que losvDecanos de de la Idea de Poder).

Facultad; los Generales, sobrepasan en esratura a los En cualquier caso, esre «enfriamiento» del interés
Coroneles que no llegan al generalato, así como los Jefes por la meditación sobre el Poder político no es solo el
de Gobierno son más altos, en promedio, que sus minis resultado al que se llegue a partir de una determinada
tos (Las excepciones -Napoleón, Lenin- son casos que actitud filosófica. Tiene también una fuente antifilosófita,
requieren, como es habitual, una explicación particular). que mana, no ya del desinterés por el Poder político
Ahora bien, a los Obispos, Rectores, Generales y Jefes sino simplemente del desinterés por la meditación filosó
de Estado se les atribuye generalmente más poder que a fica, un desinterés que se presenta a veces como la con
los Párrocos, Decanos, Coroneles o Ministros, respecti trafigura del interés por el poder político mismo, por su
vamente. Concedamos que estos resultados se tienen ejercicio. La primera situación se configura en el momen
co‘mo mera constatación de un ber/oo (etológico, psicoló to en el cual el regressas hacia la Idea del Poder se aleja
gico): es evidente que, no por ello, son neutros en cuanto de tal modo de aquello que_gonsid_erarnos su «paráme
a su significado moral, aunque no sea más que porque tro» (su «primer analogado», el Poder político) que, en
ellos parecen conculcar una cierta norma moral que (su— el límite, solo puede volver (en el progressns) a él en
pondríamos) preside nuestras sociedades democráticas, a cuanto que es la negación del Poder, en cuanto este «pa—
saber: Que las funciones de Obispo, Rector etc., depen rámetro» sea reducible a la condición de categoría ajena
den del _mérito (consecutivo a la posesión de ciertas cua— de todo punto a la moral (un poco en la línea de la pri—
lidades intelectuales y morales y, suponemos también, mera parte de El Polú‘ieo de Platón -una parte que po
ligadas a la libertad, y no a la naturaleza, para hablar en dríamos hoy denominar «etológica»- cuando el arte po
lenguaje kantiano.), no de la talla. Sin embargo, estos lítico se nos clasifica en el mismo género al que pertene
resultados nos sugieren que al menos determinadas ce el arte de los boyeros, se incluye dentro del arte de
cualidades morales (ligadas a una situación de Poder, los «conductores de rebaños», distinguiendo cuidadosa—
e5tán sujetas _a una condición física (al cuerpo, a su ta mente entre los «rebaños con cuernos» y los «rebaños'
lla) pese aque pocos estarían dispuestos a reconocer se sin 'cuernos»). La segunda situación aparece siempre que
mejante subordinación, caso por caso. Pero aquello que se pretenda la sustitución de la meditación sobre el
el plano de cada individuo (la autoridad) aparece dima ' poder por el activismo político: esta pretensión parte de
nando de determinadas cualidades -morales (estimadas la estimación de que Ï‘toda meditación sobre el Poder (y
en la eventual elección democrática) en el plano estadís muy particularmente, sobre el poder político) es un pasa
tico (de la «clase») se nos revela subordinado a propie— tiempo indigno de cualquier persona madura (política—
dades corporales «groseras», que tienen que ver con la mente madura); un pasatiempo infantil, que está fuera de
fuerza física: la libre elección democrática resulta estar lugar para toda persona adulta que, simplemente, se
sometida al prestigio del poder físico más elemental. Y ejercita en la prácrica (en la Praxis) de la dominación.
estonos pone inmediatamente delante de las cuestiones Caliclés, en el Georgias platónico, podría servimos de pa—
más típicas de la filosofía moral. radigma; pero también Nietzsche hubo de recorrer (in—
tencionalmente, al menos) el mismo camino. («la natura—
¿Y qué podemos entender p0r «filosofía moral», leza interna del ser es Voluntad de Poder; goce es todo
qué podemos entender por «meditaciones sobre el po aumento de poder, y desplacer de todo sentimiento de
der» en sentido filosófico-moral?. Seguramente dos gé no poder hacerse el amo» dice en su Voluntad de domi—
neros de argumentación muy diferentes, aunque aparez nio, 695).
can tenazmente confundidos en el nombre común de
«Filosofía» o de «meditación filosófica» sobre el Poder. Estas ¡situaciones coinciden al menos en este punto:
en el desinterés por la meditación filosófica centrada
Ante todo, un tipo de meditación sobre el Poder especialmente en torno al Poder político. Por ello es
que comienza por la consideración del Poder en general preciso no confundir estas situaciones con las que ocu
(por la consideración de los elementos más absrractos y pan aquellos que, sin perjuicio de ver en el poder políti
genéricos de la Idea de Poder, supuesto que lo más ge co poco menos que el mal, creen necesario alimentar la
nérico sea también lo más originario) y que sólo despues constante meditación sobre el poder político, orientán
de creer estar en condiciones de pasar a considerar las dolaal conocimiento de sus leyes, a fin de ayudar a su
diferentes especies del Poder (y, en particular, las espe definitiva demolición.
cies que nosotros propondríamos; como las especies
«originarias», los «parámetros» del Poder, sus «primeros B) Pero también, un tipo de meditación sobre el
analogados» a saber, las especies del «Poder político»). Poder que comienza precisamente con el reconocimien
Este tipo de meditación sobre el Poder, propenderá a to de la multiplicidad de las especies del Poder y de su
autoconcebirse como neutral respecto a las diferentes es— mútuo conflicto; por tanto, con el reconocimiento de
pecies del Poder, y reclamará un signo puramente onto alguna de estas especies como «primer analogado» de la
lógíco (Al no «comprometerse» con ninguna de las de Idea de Poder. Este tipo de meditación no se autocon
terminaciones del Poder, permanecerá, intencionalmente cebirá, de entrada, como neutral ante las diferentes es—
al menos, al márgen de toda formalzdad moral —y su pecies del Poder y el reconocimiento de esta imposibili
condición de «filosofía bmoral» le afectará sólo por. dad de neutralidad, tendrá un significado critico. La me

EL BASILISCO 121
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril1978, www.fgbueno.es

ditación filosófica arranca ahora de la conciencia.de la


necesidad de tomar Partido entre alguna de las especies fía de orientación esencialmente histórica. (La indetermi
del Poder (pongamos por caso: de tomar partido entre nación de la Filosofía metafísica se manifiesta principal
el poder del Papa y el poder del Emperador —Mársilio mente en su ahistoricismo, en su intemporalidad). Una
de Pádua, Guillermo de Occam—). La meditación sobre meditación dialéctica, crítica, sobre el Poder sólo Puede
el poder se reconoce ahora como una meditación prácti llevarse adelante sabiendo, desde el principio, que las
ca, moral (ineludens Prudentia), y es a partir de aquí (el opciones (el sistema de las opciones o alternativas teóri-'
de¿er ser) a partir de donde. cree preciso regresar a la cas) que cabe asumir ante el Poder no podrían por me
Ontología (al ser). Porque tanto si ponemos las diversas nos de haber sido ya esbozadas en el origen de la misma
especies conflictivas del poder en las relaciones entre meditación filosófica sobre el poder, a saber: en Grecia.
individuos, como si la ponemos entre las instituciones, Por tanto, toda meditación filosófica, y crítica, sobre el
o entre las élites, o entre las clases sociales en lucha (o poder, ha de comenzar metódicamente por regresar a las
acaso tathbién entre los Estados) es evidente que si los meditaciones de los filósofos griegos. Esta conclusión es,
conflictos se mantienen de un modo regalar (sociológica por tanto, crítica: crítica de la ingenuidad de quien cree
o incluso jurídicamente, con el t0nsensus de las partes) posible emprender una meditación sobre el Poder «ele
-y en otro caso no cabría hablar de Poder— ello será vando los ojos al Cielo», y dirigiendose « a la cosa mis
debido a la estructura real en que se asientan: una ma», para captar su esencia. Porque no solamente el
realidad que nos remite a su Ontología Y Ontología Poderes una cosa histórica -y no metafísica- sino que
será no sólo la tesis que suponga una tendencia al también la meditación sobre el Poder ha de tomar (para
_ incremento positivo del Poder (en la adición de las ran— ser dialéctica) la forma de una meditación histórico—filo
tidades de las distintas especies de Poder) de una sófica. No es cuestión de querer mantener una medita—
sociedad dada, como la tesis que suponga una tendencia ción al margen de los clásicos; es cuestión de poder man—
a la baja, o como la tesis conocida que supone que la tenerse de hecho al margen. Porque en las polémicas de
adición de las cantidades de poder de diversa especie los sofístas, y en las sistematizaciones de Platón y de
correspondientes a un sistema social dado arroja una Aristóteles, de Epicuro o de Panecio, es donde se
suma cero. encuentran ya cristalizados los planteamientos filosóficos
que la Idea del Poder implica. Es aquí en'donde la Idea
Estaríamos acaso en resolución ante dos tipos de fi del Poder ha alcanzado su perspectiva filosófica, median
losofía irreductibles. A la del primer tipo, la llamaríamos te la formulación de las líneas de su symploké con las
metafísica (ontológíco—metafísica); a la del segundo, le lla— Ideas del Bien y de la Felicidad. Desde entonces será ya
maríamos dialéctica. Por supuesto, cada una de ellas ten imposible una meditación filosófica crítica sobre el Poder
drá que cumplir el trámite de reducir a la otra, destru que se mantenga separada de la Idea del Bien (y del
yéndola (la filosofía dialéctica, pretenderá que también la Bien Supremo, de la Idea de lo Mejor) y de la Idea de la
metafísica es una filosofía «partidista», sólo que «mala», Felicidad ¿de parecida manera a como, una vez organi
«inmoral»). La distinción entre ambos—tipos de Filosofía zada la Geometría griega, será ya imposible una «medita—
no puede trazarse con la misma línea divisoria que ción matemática» sobre los Poliedros regulares que se
separa una «filosofía especulativa» de una «filosofía mantengan al margen de los conceptos de tara, rertice y
practica»: en ambos casosÏse' trata sin duda de «filóSofía arista. Frente a aquellos hombres superficiales que inten
práctim»: Más bien habría que decir, por ejemplo, que tan entender el nexo entre el Poder y la Felicidad al
la filosofía metafísica es una «falsa filosofía» (una parodia margen de la Idea del Bien es decir, frente a aquellos
de Filosofía) mientras que la filosofía dialéctica es «ver que creen posible reducir la Idea del Poder a términos
dadera filosofía» (aunque no por ello pueda siempre esti— categoriales, autónomos -Sócrates demuestra que no
marse como «filosofía verdadera»),— hay verdadero Poder a espaldas del Bien, ni tampoco
hay verdadera Felicidad. Arquelao, hijo de Perdicas, Rey
Desde luego, por nuestra parte, nos apresuramos a de Macedonia —0 el Gran _Rey— no pueden ser felices
'clasificar al libro de Trias sobre el Poder como «filosofía (dice Sócrates a Polos) aunque detenten el poder tiráni
metafísica», como una falsa filosofía, como una parodia co. Caliclés (digamos también: Nietzsche) se mueve en la
de la filosofía del poder. La crudeza de nuestro «diag— 'superficie: «Te declaro que estas tres palabras: Fuerte,
n65tico» Ïtiene por objetivo, primero el ahorrarle tiempo Poderoso, Mejor expresan la misma Idea». Pero entonces
al lector de esta nota, -al lector interesado en conocer -replica Sócrates-"las leyes de la mayoría (las «leyes del
la opinión del crítico, (No tiene por objeto formular un rebaño») serán las mejores, porque son las más fuertes.
diagnóstico que se presente como indiscutible o como «¿Cómo puedes imaginarte -responde Caliclés- que
inmediatamente evidente): A este lector quiere el crítico voy a considerar como leyes los acuerdos tomados por
decirle que, conservando intacto su afecto por Trias, es un rebaño de esclavos o por gentes de toda laya cuyo
pera que pueda remontar su vuelo en ulteriores obras. único mérito es acaso la fuerza física?». Pero con esta
pregunta Caliclés, el aristócrata, ha firmado para su doc—
La filosofía dialéctica del poder, en cuanto crítica de trina la sentencia de muerte -porque ha reconocido que
la metafísica (crítica de Su zndeterminaezo'n) es una filoso—_ (con el advenimiento de la democracia) la fuerza ha deja—
do de ser patrimonio de la aristocracia. Y con ello, el
aristócrata (viene a decir Sócrates) tendrá que reconocer
(x) Pero aquello que para la «filosofía metafísica» puede ser interpretado como una «fijación» que el verdadero Poder no consiste en la aplicación de
injusrificada (la «fijación» en el Poder político, como primer analogado de la Idea del Poder),
indicio de un desfallecimienro de la capacidad de abstracción es para la. filosofía «dialéctica» el una fuerza arbitraria y caprichosa sino en el sometimien
resultado de una actividad ella misma crítica: la critica a la pseudo abstracción, a la abstracción
vacua y escolástica que, elevándose a conceptos indetcrminados o «blandos» («el Poder»), to de esta fuerza a una norma, a una legalidad, a un Bien,
prescinde de una determinación (la política} al margen de la cual la Idea de Poder se desvanece ‘ que está por encima de la propia arisrocracia. Es necesa—
y se rompe (como se desvanece y se rompe el concepto de r1'rru/o cuando se abstrae u'n0 solo
de entre los infinitos puntos que contiene, a saber, el centro). rio, por tanto, regresar a la consideración del Bien -y

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

no sólo a la buena forma de una estructura suma cero, mas de Poder, el poder de la Voluntad erótica (el
sino al Bien Supremo, a la Ontología; porque de otra «poder engendrar en la Belleza», el Amor) o el poder
suerte, la meditaciónn sobre el poder se degrada, trans del Entendimiento. Son dos direcciones que pueden, en
formándose en mera casuísrica psicológica, cuya expresión líneas generales, identificarse con la tradición platónica
es el discurso lírico de Nietzsche, el impotente—. Pero (que se continúa en el cristianismo: Deus tbaritas est) y
no sólo el Poder está entretejido con el Bien; también con la tradición aristorélica (Dios es Noesis noeseos) res
está entretejido con la Felicidad (cuando éste no se redu pectivamente. Tanto la primera tradición como la segun
ce a un mero concepto psicológico, a la vivencia placen da, se determinan por referencia al poder político y tra
tera que pueda serle atribuida a un buey —ya sea el buey bajan en el sentido (práctico) de retirarle el monoPo/io del
corñedor de guisantes, del que habla Heráclito, ya sea un Bien, aun reconociéndole, a veces, su necesidad dialecti
buey Apis, del cual habla Aristóteles). Porque la felici ca. Solo los epicúreos, por un lado (en una versión sui
dad no sólo alcanza su significado filosófico por el inter generis del bios aPo/austiko’s, que se renueva con fuerza en
medio de la Idea del Bien -y, por tanto, por la media nuestros días en el comunalismo y en el ecologismo) y
ción de la Idea de Poder, en tanto va entretejida con la los neoplatónicos, por otro (el del bios tbeoretiko’s) reali
Idea del Bien. «Cuando el alma se imagina su impoten zan la critica
camino absoluta delmetafísico:
que c0nsideramm Poder político siguiendo
ignorándolo, un
decla-l
cia se entristece»- nos dice Espinosa en la proposición
LV del libro III. No es posible la Felicidad al margen del rándolo incluso aliado del mal y de la impotencia («Se
Poder. Hay una «conexión de esencias», una symploké, quejan de la pobreza y de la desigual distribución de las
que Espinosa reconstruye de nuevo dentro del marco riquezas entre los hombres. Ignoran que el varon sabio
trazado por los filósofos griegos. El Poder es poder en no desea la igualdad en estas cosas, que no cree que el
cuanto es Bueno; la felicidad también incluye el Bien rico lleve ventaja al pobre, ni el príncipe al súbdito»,
(cuando es un concepto moral); y por ello la Felicidad dice P10tino, II, 9, IX). Platón, como Aristóteles, en
incluye el Poder, la libertad, ¡por que la impotencia es cambio, no ignoran nunca la conexión dialéctica entre el
mala: por ello el esclavo no puede ser feliz, porque no Bien, la Felicidd y el Poder -y el Poder político. Esto
tiene poder, ni es, por tanto, bueno que haya esclavos. está bien claro en el Platón de La Repu'blita y en el Pla
¿Hay que desembocar entonces en el Poder político (o - tón de Las Leyes. Pero también en Aristóteles- incluso
al menos, en alguna de sus numerosas especies) como el en el Aristóteles que en la Etita nieomaquea (1778
lugar en el cual toma cuerpo el verdadero poder por b7-25) ha enseñado que «la felicidad no es otra cosa
tanto, como el lugar en el cual el poder se hace media sino una contemplación». Porque si Aristóteles ha llega
dor entre el Bien y la Felicidad?. Tal fué la enseñanza do a semejante conclusión no ha sido en nombre de una
(dentro del círculo periparético) de Dicearco de Mesina, defensa del bios tbeoretiéo’s frente al bios Politikás y al bios
en contra de Teofrasto (Ciceron, Ep. ad Att., II, 16). prakti,éo's. La vida teorética (nos dice Aristóteles) es tam
Aristóteles había formulado ya las razones principales de bién vida práctica y la vida más práctica concebible, la
Dicearco: «Habrá quien sostiene que el supremo poder vida que es acción pura, Acto Puro, es la vida de Dios
(político) es lo más apetecible de todo, porque aquellos que, por ello, consiste en puro «pensar». Solo la vida de
que los disfrutan eStán capacitados para efectuar el Dios es verdaderamente potente, feliz y buena porque se
mayor número de actos nobles» (Política VII, 5). Sin nutre de si misma y no depende de ninguna circunstan
embargo Aristóteles duda de que la verdadera vida sea la cia externa, porque realiza la autarquia. Si pues Aristóte
'vida activa y política -pero esta duda se apoya en la evi les declara a Dios paradigma de la Vida suprema, no será
dencia en otro poder que se considera superior, en la en virtud de un «mecanismo de proyección» de sus pr0
autarquia de la cual el Acto Puro constituye verdadero pias preferencias piscológicas sino en virtud de un «argu—
paradigma. Desde luego, el poder político tiránico y arbi mento ontológíco». Así como, en Descartes, la reracidad
trario, no proporciona la felicidad: Esta ilusión es un del cogito sólo a través del Dios omnipotente alcanza un
efecto producido en aquellos pueblos que pueden satis valor modal de necesidad (que se nutre, circularmente,
facer sus ambiciones de conquista (como los Escitas, los de aquella veracidad), así la suprema bondad de la ¡"ida
-Persas, los Tracios, los Celtas+ y Aristóteles cita tam— teorética (que sigue siendo vida práctica) de Aristóteles
bién, en esre contexto, a los Iberos). Platón, en su famo solo se justifica a través del Acto Puro, paradigma del
sa digresión del Teeteto (175 E) había trazado la imagen Poder supremo, de la autarquia absoluta. Y, por ello
del sabio feliz, cuando «dirigiendo su vista a la naturale mismo, Aristóteles concluye declarando que la vida divi
za de todos los seres del Universo», no se rebaja ante na (el bios tbeoretikos puro) no es algo alo cual los hom
ningún objeto de los que le rodean y ni siquiera conoce bres (que no son dioses) puedan aspirar. Se dir_ia que
el camino hacia la plaza pública (hacia la «política»). Es Aristóteles ha pue5to el dedo en la dialecticámisma de
el retrato más puro del «filósofo gnóstico», el diseño de las tres formas de vida clásicas, en el conflicto entre las
la forma de aida te0reticaiqueZI-Ieráclides Póntico (a partir diferentes formas del Poder. El político no es -dice
de la doctrina de las tres almas de Platón, de la doctrina Aristóteles— el único varon libre, pero tampoco toda
de las tres clases sociales) proyectará retrospectivamente «dominación» es una forma de tiranía. Acaso pudiera
sobre los pitagóricos, oponiendo la forma de vida de afirmarse que Aristóteles -como antes Sócrates y Platón
estos a otras dos formas de vida posibles, a saber: el bios como después Espinosa o Hegel— mantiene el punto de
apolausti/eás (la vida privada de quien disfruta de pla vista de la «filosofía perenne» del Poder, a saber, el pun
ceres y beneficios) y el bios politibo’s (la vida públi to de vista de la «política filosófica».
ca). Eñ cierto modo pbdfií decirse que toda esta dOCtri
na sobre las formas de vida (y en particular, sobre el bios II
tbeoretiko’s) no es otra cosa sino el'intento de demostrar
que el Bien y la Felicidad no giran únicamente en torno ¿Y que es lo que hace Trias en sus Meditaciones sobre
al Poder político. Pero giran, _eso sí, en torno a otras for— el Poder?. Ante todo, una crítica al Poder político, un

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EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

movimiento orientado (se diría) a colaborar en la a’esz'rz Nada. La angustia nos revela nuestra esencia y la esencia
toxication del politicismo absorbente en el cual los es es poder. Trias concluye: Luego la angustia es la reacción
pañoles estamos sumergidos desde los últimos tiempos ante nuestro propio poder (Fromm acaso diría: es el
del franquismo. El Poder político no es el valor supre— miedo a la libertad).
mo, no es la sede de la verdadera libertad. Sin embargo,
la libertad implica el Poder. Por ello Trias comienza
III
disociando ad laoc la Voluntad de Poder de la Voluntad de
dominio, considerando al Poder político, no como un
Las construcciones de Trias quizá no sean para mu
caso particular del Poder (que se ejerce en el dominio)
sino como su caso límite, el límite inferior, aquel en el chos otra cosa que un pretexto para que se deje oír una
antigua exhortación moral: la «condención» del poder
cual el Poder se convierte en Im]701encía. '
político, del poder tem}70ral, la misma condenación secu
Cabría decir que la disociación —mejor: el «trámite lar que unas veces se formula con palabras epicúreas,
de disociación» que, por lo que hemos dicho, cubre toda otras veces con palabras cristianas *las palabras que
meditación filosófica sobre el Poder- entre el Poder y oponen la Caridad (el Amor) a la Justicia, la Sociedad
(en particular: La Iglesia) al Estado.
el Poder político, es llevado por Trias en una dirección
paralela a la de los epicúreos o a la de los neoplatóni
Nosotros no tenemos por qué tomar aquí posición
cos.— Se trataría de demostrar que los políticos no son los
ante el contenido de estas exhortaciones. Lo que nos in
sujetos que, por derecho, detentan el Poder. Para ello,
teresa en cambio es esta otra cuestión: ¿Por qué apoya
nada mejor que comenzar contemplando ese círculo de
los «sujetos políticos» (¿acaso la «clase política», en el Trias sus exhortaciones morales en una ontolog_ía meta
física de una ingenuidad crítica tan sobresaliente y, en
sentido. de Michels?) como un círculo de radio reducidí
resumidas cuentas, tan acrítica?.
simo, en comparación con todos los sujetos capaces de
detentar el verdadero Poder; nada mejor que co'menzar
Metafíríca: Porque, sin arriesgarse en ningún tipo de
ampliando el radio del círculo attibuyéndole incluso un
«argumento ontológíco», regresa a unos axiomas sustan
radio infinito. Así, dirá Trias, todos los sujetos pensa—
cialistas -las esencias, dotadas de potencia interna, que
bles, todos los sujetos reales (en cuanto tienen esa esen
buscan su identidad—' que se ponen en línea con la más
cz'a) son sujetos de Poder. Y esto, en virtud de una defi
arcaica tradición escolástica (en especial, el «estilo» de
nición: «El Poder procede de la Esencia». La Idea de
Trias recuerda muy cerca al «estilo» de Zubiri). «Se
Poder trata así de ser vinculada a la Idea aristotélica de
quien eres» es una máxima vacía porque siempre serás lo
Potencia activa, el Poder es el mismo proceso de. cada
ser (en rigor: de cada monaa’a) en el cual se actualiza su
que has sido (Es como cuando un cristiano dice de un
acontecimiento, pongamos la conversión de Constantino,
propia potencia, el proceso en el cual cada ente realiza
que es «providencial»: también sería providencial el
su esencia, alcanza su propia identidad, llega a ser «lo
acontecimiento opuesto, si se hubiera producido, y por
que era» (en su esencia), «Sé quien eres» ». Este es el
ello, semejante calificación carece de vigor constructivo
lema de Píndaro al que Trias se acoge como a fórmula
y solo puede servir para encubrir construcciones que tra
que expresa la naturaleza misma del Poder.
bajan en otro plano).
Trias se convierte, de este modo, en un verdadero Ingenaa, porque los axiomas y desarrollos están pre—
escoláStico. «Todo ser es perfecto» -dice Trias, con sentados z'n recto, como si fueran evidentes por sí mis
asombroso aplomo metafisico («Todo ser es infecto» es mos, como si fuera posible mantenerse al margen de los
decir, inacabado, dirá un pensamiento que niega la inmo conflictos que tales axiomas _0 construcciones instauran
vilidad de las cosas reales, un pensamiento dialéctico). con terceros axiomas o construcciones o entre sí mismos.
Por ejemplo, cuando habla de la angustia revelante del
¿Y qué es la esencia? No es meramente un género propio poder, no hace sino construir unas relaciones
abstracto. Comporta su realización individual, aquello enteramente gratuitas (por lo menos hasta que no se
que, en la esfera de la Persona, llamamos «e3ti10». Las «prueben» de algún modo) -aparte de ser muy poco
esencias, son así múltiples, casi infinitas. Trias contempla espinosistas (la angustia es una tristeza, y la tristeza brota
esta infinitud virtual de «esencias potentes» con ojos de la impotencia)- que acaso se agotan en su pura for
armonistas, monadológicos. Cada esencia realmente p0 malidad constructiva, pura parodia de la construcción
rente Verá a las demás esencias como realidades que son «ordo geométrico». Por ejemplo, cuando Trias nos dice
amables, puesto que son buenas: De aquí que el Amor que es preciso vincular los a’tomor con las Ideas, como si
sea, para Trias, la verdadera expresión del Poder, porque fuese una tarea nueva, ¿a quién se dirige?. No será a los
solo una esencia potente puede contemplar ala Potencia profesores de Filosofía, que.han leído simplemente a
de las otras esencias sin recelo, solo ella puede desear Windelband (Y si no se dirige a ellos ¿para qué sugerir
que las otras esencias cumplan su propio destino: El» como tareas inaudítas temas que son ya lugares comunes
Amor es así la relación de cada esencia con las otras entre lós profesionales?). Y otro tanto habría que decir
esencias personales; el Arte es la relación de cada esen de las solemnes afirmaciones de Trias en relación con el
cia consigo misma, con su mundo. Por ello dice que la tema de los Generar. «Es preciso no pensar en los Gene
individualidad de una esencia es su estilo. ros como Generos abstractos». Pero otra vez ¿a quién se
dirige Trias? ¿Es que sigue predicando in Partibas infla'e
Pero la presencia del ser ante sí mismo es la Angus— Zíanz, como ortega algunas veces? Nosotros creemos que
tia (según los resultados de la analítica fenomenología de este estilo está ya fuera de lugar una vez que existen
Heidegger). Ahora bien: la Angustia ya no podrá consi— cientos de profesores que, por obligación profesional,
derarse , como algo que nos pone en presencia de la han leído la Lógica de Hegel y tantas otras cosas sobre

‘124'. EL BASILISCO
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los Generos abstractos y concretos. No creo que sea acep ‘-»..

table, ni siquiera retóricamente, presentar como nuevas y


sorprendentes cuestiones que tienen ya un planteamien
to académico preciso -planteamiento que, sin duda, es
desconocido por el gran público. Pero ¿acaso porque
el gran público desconozca las leyes de la evolución de
las vocales castellanas es legitimo decirle «Ya va siendo
hora de suscitar la magna cuestión de las leyes a que
está sometida la evolución de las vocales castellanas».

Acrz’lica, porque no tiene siquiera previstos las res


puestas a las elementales dificultades que los episodios
de su construcción van suscitando. A partir de la tesis
«Todo ser es bueno», no parece fácil establecer una dis
LANBECIUS.‘ BASILISCO
criminación moral entre el poder del héroe y el poder
del asesino: Ambos serán buenos, y cuanto más perfecto
sea el crimen, mejor asesino será quien lo perpetró —de trata de llevar al límite los puntos de vista de Animal
cían los escolásticos. Así también, a partir del principio: Farm de Orwell, o los de B. Russell, o los de von Mi—
«El poder es la realización de la esencia», no se ve como ses, o los de Popper).-Sin embargo, y aunque la direc—
pueda diferenciarse la dominación y el amor, porque (has ción crítica sea similar, el ienzido de la crítica de Trias es
ta que Trias no nos lo explique) parece que podría decir opuesto al de Levy; o, si se prefiere, el sentido de la crí
se que el «político» realiza en la dominación su propia tica al Poder político de Trias es opuesto al de Levy,
esencia de dominador. ¿Acaso habría que suponer que pero, precisamente por ser su opuesto, se mantiene en
su mismo género de crítica, en su misma dirección (rontra
Trias quiere decirnos que el poder político brota del
ria ¡ant rin‘a ídem). Nos arriesgamos a poner, como
desfallecimiento de la propia potencia, de la impotencia
contenido de este mismo género, a la Idea de Todo (en
de una esencia que bu'sca compensar su debilidad con la
tanto se empareja con la Nada, y no, por ejemplo, con
posesión de las esencias ajenas? Pero entonces estaría
la Parte, o con un Todo diferente). Esta Idea de Todo
mos ante un puro círculo vicioso -cuyo centro es el sus—
tancialismo de esas esencias individuales- a saber, el cír
sería la perspectiva desde la cual, tanto Trias como Le—
culo que se dibuja cuando se presupone que precisamen vy, proceden al análisis de la Idea del Poder político.
te hay un desfallecimiemo de la propia esencia en el mo Levy vendría a afirmar que el Poder político es todo el
Poder —el Poder del Estado totalitario, que no deja
mento de buscar la dominación («puesto que el poder
ningún hueco para la libertad humana individual, salvo
consiste en buscarse a sí mismo»). A partir de la perfec
la que pueda corresponder a la lucidez «gnóstica» y
ción de la esencia, Trias deduce el Arte: ¿por qué no tam—
desventurada que los «intelectuales» habrán de
bién la Gimnasia o el carbonato cálcico? Acaso ocurría
defender en calidad de testimonio ético. Trias, en cam
sencillamente que Trias estaba pensando en la «perfec bio, con un ánimo más «olímpico» y optimista, menos
ción artística de las esencias» o en la «perfección de las
desventurado, vendría a enseñar que el Poder político
esencias de naturaleza artística». es la Nada del Poder, porque es la loz—Potencia. Ahora
bien: desde nuestro punto de vista materialista, tendre
Pero acaso (se me dirá) el género literario que cultiva mos que decir que tanto Trias como Levy se mueven
Trias en este su último libro, no es el género exhortati
en una formulación metafísica de la dialéctica, a saber, la
vo, ni tampoco el género expresivo sino simplemente el dialéctica del Todo y la Nada, que cultivó a fondo el
género estético-construcrivo, en el cual interesa única
«existencialismo» («¿Por qué hay ser y no más bien Na
mente la forma de la «construcción geométrica», aunque
da?» -se pregunta también Levy). Una dialéctica no
esta construcción sea imaginaria. Si ello fuera así, se metafísica (que entienda la Idea del Todo como eonrepzo
comprenderá que esta obra no puede satisfacer más que conjugado de la Idea de Parte) opondrá el Poder político
a aquellos que no están educados en la disciplina de la a 0tros poderes, no como se opone el Todo a la Nada
«construcción geométrica». Un género de «filosofía fic (o recíprocamente) sino como se opone el Todo a la
ción» dirigido a un público filosófi_camente inculto pero Parte (¿Platón?, ¿Hegel?), o como se opone el Todo al
al cual no se trata de insrruir, sino de mantenerlo en Todo (¿Kant?), o bien como se opone la parte (el
su ignorancia, porque solamente ante ella pueden tomar «Partido») a la Parte, es decir, por ejemplo, (¿Marx?)
forma aparente las «construcciones imáginarias», porque como se opone la clase exploradora (que es una parte
solamente ante ella puede cobrar el autor la forma iluso de la Sociedad, la que instituye el Esrado) a la clase ex
ria de un «demiurgo», de un artesano cuando su realidad plotada, de suerte que ya no sea posible afirmar que
es solo la de un poeta. esta clase sea impotente. Hay un Poder óaroera’tz'eo, sin du—
da-— pero también un Poder Po}mlar variable histórica—
Por último: la crítica filosófica de Trias al Poder mente. Porque ahora ya excluidas en la relación
político -al Estado— podría considerarse alineada, de Todo Nada, que no admite medio, por tanto, historia.
algún modo, con la crítica que los llamados «nuevos fi Hay un Poder oligárquico, pero también un Poder
lósofos» —y, particularmente, Bernard Henri Levy— obrero que lo resiste y' lo limita.’ (Un poder que resulta
dirigen contra el marxismo-leninismo—sralinismo, enten ser despreciado ingenuamente cuando, como en La bar—
dido como caso superior del platonismo» y el Archipie— barie con rostro /onmano, llega a-creerse que sólo los «in
lago Gulag es una continuación «proletario-fascista» de telectuales», los herederos desventurados del 68, pue
los campos de cóncentración nazis: en cierto modo, se den mantener una lucidez ética).

mEL BASILISCO .125


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ALGUNAS PRECISIONES A w
UN LIBRO PIADOSO“
'PIIAR PALOP
Oviedo ‘

, omo advierte elüpropio F. Savater en una


seguirán teniendo. Ahora bien, Savater trata, a toda costa
.v justificación preliminar, el artículo inicial de huir de la fascinación de los grandes de la filosofía,
‘ de esta obra, que da nombre al libro, pro porque huye del sistema y de lo que él llama «monote
longa ideas ya anunciadas en De los dioses ísmo», y porque aborrece la implacable verdad de lo
y el mundo (Valencia, F. Torres, 1975) y A Necesario.
, 7 _,, :laFilosofz’a
contenidówién en «La Filosofía
como de lo sagrado»
an/oelo (artículo
de la Revolución,
Savater quisiera ofrecernos la réplica, la contestación
Madrid, Ayuso, 1976). a ese pensamiento monoteísta. En ofrecer'e‘sa réplica
consiste todo su anhelo y la pasión que anima sus escri
Me atrevería a decir que en esros tres lugares se tos; en ello con5i5te su gallardo intento. Gallardo porque
recogen, seguramente, los pensamientos que Savater está condenado al fracaso y lo sabe: nadie mejor que él
considera más suyos, aquéllos que más estima -y le preo conoce cuánto de verdadero contiene la filosofía que
cupan o, dicho con una expresión que el autor no acep combate y cuánto de endeble, de puramente voluntaris—
taría: aquéllos que concibe como el eje de su «doctrina». ta, se encierra en sus propias savaterianas afirmaciones.

El libro contiene, además, otros artículos distintos: Savater quiere- retrotraernos al politeísmo de los
sobre Spinoza o Heidegger, sobre Cioran _0 Holderlin, antiguos, al paganismo del mito, a la piedad comunitaria,
sobre «Cultura y gozo», etc. anterior e irreductible a las Religiones monoteístas, a la
veneración de la Ciencia y a la sociedad presidida por el
Yo recomendaría al lector que leyera, sobre todo, Estado. ' r '
esos últimos artículos mencionados. Son lo mejor de
Savater, lo que entusiasma y conmueve y también lo que Savater quisiera poder revocar la historia, para vol—
conduce más directamente al auténtico pensamiento sa— ver, como todos los nostálgicos del paraíso perdido, a la
vateriano, despojado del artificio retórico y de la delibe— inocencia sin pecado. En este libro nos habla, incluso,
rada mixtificación. Nadie mejor que Savater sabe aproxi como si lo supiera de buena tinta, de que en aquel
marnos, en muy pocas páginas y con suma sencillez, al paraíso primitivo había un Gran Arbol -réplica antagó
pensamiento de los filósofos. Cuando escribe sobre ellos, nica del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal, sin
los ha repensado en proximidad y con empatía, los expo duda-,- que los «hombres aurorales» no cortaban y que,
ne sin artificio y sin maniqueísmos, aceptando con dejado intacro por quienes podaban el bosque, permane
«piedad apasionada» todas las contradicciones en que, cía victorioso e incólume, como símbolo de lo fútil, de
como hombres y como pensadores, necesariamente se lo superfluo y como bastión de la intimidad intocable de
movieron. - lo «sagrado». '

Pero lo otro -esos pensamientos que Savater nos No sé si me equivoco, pero me parece que a los
ofrece como suyo's— son, en cambio, mucho menós inte— contemporáneos de Savater nos trae un poco sin cuidado
resantes. Savater ha bebido en Céline, en Cioran, en aquel paraíso de los tiempos pretéritos, y el Arbol del
Rosser y en Nietzsche. Ha sido discípulo y es un «piadó .Bien y del yMal, como tampoco nos sentimos demasiado
so» defensor de García Calvo. Pero estos autores, por inclinados a volver a venerar, pormucho que nos parez—
mucho valor que tengan y se les conceda, carecen de ese can bellos y llenos de encanto, a los dioses de la Mitolo
nervio amplio y fuerte, de esa vastedad de ideas y de gía antigua. Nos traen un poco sin'cuidado porque la
esas «siete leguas del concepto» que los grandes filóso— vida del presente, poco paradisíaca -es cierto- está, a
fos —.-Spinoza, Kant, Hegel o Platón, p.e.— siguen y pesar de todo, poblada de cosas mucho más interesantes
y no menos bellas, en las que, además, no hace falta
creer, o a las que no hay que añorar, porque están ante
*> Fernando SAVATER: La Piedad A1uzsíonada. E_Zd. Sígueme, Salamanca, 1977 nuestros ojos inmediatas y vivas. ' ‘

126 EL BASILISCO
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No es que Savater crea a pies juntillas que hubo un Frente a todo ello Savater postula un retorno a la
tiempo pasado que fue mejor, pero, al igual que los cris «comunidad impecable», a la comunidad que es ajena e
tianos o que Rousseau o que los marxistas o que el pro indiferente al Estado y que se guía por otras reglas;
pio Freud, postula la existencia, in illo tem;>0re, de otra aboga, también, por una praxis de la aceptación del azar
vida anterior y más rica, como arma crítica contra esta y del fugaz momento de la casualidad, antagonistas del
otra de ahora, que tal vez no le gusta. determinismo materialista; hace gala de un menosprecio
de las ciencias y de esas ilusiones -la Verdad y el Pro
El argumento mismo de la beatitud, en aquel paraíso greso, principalmente- que son concomitantes al espíri
del paganismo, era -salua ueritate— lo que Savater llama tu positivo; sueña, en fin, con un retorno del espiritua
la «comunidad perfecta», en donde ni el Estado, ni la lismo y del culto de lo sagrado.
Necesidad, ni la aceptación de la Muerte habrían todavía
surgido. No se reconocía al Dios único en ninguna de
Savater es muy dueño de luchar por lo que crea más
esas sus múltiples manifestaciones. El regocijado ocio y
verdadero, más beneficioso o, cuanto menos, más conso
la inagotable pasión -que los dioses paganos personifica
lador. Pero los argumentos que esgrime contra las posi
rían-, la entrega inconsciente y jubilosa al azar, la fe en
ciones del adversario son falaces y engañadores y, por
el poder del espíritu y en lo milagroso, la piedad hacia
ello mismo -porque ningún ideario, por justo y gallardo
las cosas y haciav los semejantes, la ausencia de temor o
que sea, puede inspirarse en el engaño demagógico y en
de sumisión, la vida despreocupada y lírica serían los
la falacia- me parece importante analizar esos argumen
ingredientes de ese modo de ser que, con el triunfo, en
tos.
todos los campos, del Monoteísmo, se habría perdido.

El Monoteísmo tendría su versión primera en las Savater afirma, p.e., que los dos grandes males,
grandes religiones positivas, pero su expresión más pris— fuentes del malestar humano, son el trabajo y la renuncia
tina y depurada la constituiría el Estado, marco de la a las pasiones. En ello coincide puntualmente con Freud,
Necesidad inexorable, de la cual se harían, a su vez, por aunque no comparte, en cambio, su teoría de la sublima—
tavoces el Materialismo filosófico y la Ciencia. ción. Lo más característico de las convicciones de Savater
es, con todo, el suponer que de esos males es causante
En esta segunda Weltanschauung “que es, según el Estado, personificación de la Necesidad y administra—
Savater, la de nuestra época, impera la Ley -como voz dor de la Muerte. (Por Muerte entiende Savater, no sólo
del Estado-, la Necesidad (determinismo) física -como
la muerte física -aunque también- sino algo más gene
axioma de la concepción materialista y positivista del ral e impreciso: toda renuncia pulsional, todo someti
mundo-, y la mística de la Verdad así como la del Pro miento a las leyes físicas y sociales, todo acatamiento a
los dictados del Estado o a la exigencia del trabajo que
greso, como sustitutos, a través de la nueva veneración a
la Ciencia, de las virtualidades salvífrcas de la Religión sedhagan en nombre “de la Necesidad y para salvar la
vi a).
que, en cambio, se hallaría herida ya de muerte en este,
momento histórico.
El Estado no es solamente, para Savater, como para
Marcuse, un aparato que ejercita la llamada «represión
sobrante», represión que, siendo superflua (sobrante),
cabría suprimir. La posición de Savater es mucho más
radical: cualquier forma coercitiva que emane del Estado
es, de suyo, sobrante y superflua, es intolerable. Savater
no exhorta directamente a sus seguidores a dejar de rra—
bajar, y él mismo, de hecho, trabaja. Pero aspira a «con
tagiar» al mayor número de lectores posible su conven
cimiento de que nadie debería someterse a la inexorabi
lidad de la Muerte (léase «acatamiento», «trabajo», etc.).

A mí siempre me ha parecido, sin embargo, que no


es el Estado el que impone el trabajo o la renuncia pul
sional, sino, precisamente esa comunidad próxima y cáli
da de aquellos que habitan junto a nosotros. El Estado,
encarnado en los funcionarios y en los políticos, está
' demasiado lejos -aunque no por ello ausente- de nues—
tras vidas. Además, en el marco del Estado todos tienen
cabida: trabajadores o vagos, ascetas o hedonistas, hom
bres honorables y delincuentes. De hecho, el Estado
protege con creces a ciertos ociosos recalcitrantes, y en
el seno de la burocracia estatal más elevada ni el ocio ni
la vida pasional están mal considerados: más bien ocurre,
a menudo, lo contrario.

No es pues el Estado -esa mostruosa abstracción


que Savater repudia- la que coarta la vida jubilosa y
libre: es precisamente la pequeña comunidad la que celo

- EL BASILISCO 127
EL BASILISCO, número 1, marzo-abril 1978, www.fgbueno.es

relacionada con el anhelo de la libertad que preconizar,


en cambio, una recuperación de los dioses paganos como
reductos de una renovada fe. En efecto, si esos múltiples
dioses de la mitología significan la salvaguarda de ciertos
valores estéticos o poéticos de nuestra cultura, el volver
a recordarlos podrá significar para muchos (ya lo ha sig
nificado para muchos otros) una bella forma de ejercer la
libertad, pero no la única posible. Si significa -como
más bien tiende a apuntar Savater- una aceptación de

;_'_ s°ac '“[u¡\“ ._-——


las pulsiones albergadas en el «ello» y personificadas en
figuras divinas, bien está para quien crea que su opción
vital es ésa, pero para ello tampoco el Estado es un obs
táculo principal.
- ' M)t! ‘I' La vida política es, precisamente, quizás más que

' o
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\\\\i ..s /
ninguna otra, aquélla en donde el Pat/aos se despliega con
mayor profusiónr y ardor. Recuerdo en este punto la
semblanza que Hegel hizo, en sus Lecciones de Filosofráz de
-la Historia, de los grandes héroes políticos -César, Ale—
jandro, Napoleón— cuando advierte como todo en ellos
-su vida entera— tuvo la pasión como argumento. En
la pasión consistió su grandeza, ella les privó del «tran
quilo sosiego» y a ella se debieron las grandes hazañas
prommïrt. bemoiuae . victoriosas que el Espíritu realizó en las personas de
estos estadistas. Lo que significó, por cierto, muy poco
para‘la felicidad personal de estos héroes, pues, como
advierte Hegel, una vez realizados en ellos los grandes
designios de La libertad —que busca siempre sus pro
_pios caminos— «cayeron como cáscaras vacías de la
almendra» y murieron jóvenes, o fueron asesinados o
deportados.

samente exige a sus miembros someterse a los dictados Y no sólo los grandes héroes, sino todos los que
de la laboriosidad. Es ella la que determina quienes -los viven para y del E5tad0 se comportan de modo compa—
niños, los enfermos, los ancianos, los locos- pueden rable. Son las pasiones y los intereses ligados a ellas; es,
quedar exentos de ciertas obligaciones. Ella es, también, en suma, el Espíritu subjetivo en su versión más particu—
la que asume normalmente la tarea de exigir -—Freud lo lar, el que inspira la conducta de los políticos. '
estableció muy claramente— esa renuncia a los instintos
-al Patloos— que podrían dañar la precaria libertad y el El pathos no es, por tanto -como cree Savater—,
equilibrio inestable de los miembros del grupo. Yo siem algo inútil o superfluo, algo subversivo contra -los fines
pre he Pensado, Por. 911_0, que. 1a,vida. 99 una ceul.l_qisï.ad del Esrado. Por el contrario, las pasiones son los instru-’
pequeña daña mucho más hondamente la libertad y mentos más eficaces y los más'enérgicos para impulsar la
recorta mucho más las posibilidades de expansión del ‘ vida política.
alma que la vida en el vasro ámbito del Estado. El hom
bre es tanto más libre cuanto más cosmopolita, porque ' Sócrates —-por boca de Platón—, Platón mismo, Spi
en la ciudad y, más aún, en el seno de un amplió ayunta— noza, Kant y principalmente Hegel (a quien Savater
miento de ciudades o de naciones, las posibilidades de tiene ¡siempre presente como adversario principal) han
elección para los hombres se multiplican considerable— descubierto y analizado la forma de ser del Estado. Ellos,
mente. más que Savater, o por lo menos tanto como él, no han
ignorado la realidad opresora del gran Leviatán e incluso
la han sentido dolorosamente sobre sus vidas. Pero no
Tanto en la Fenomenolog‘za del Espiritu como en la han dejado, por ello, de reconocer, en ese ente mons—
’ Filosofía del Derecho, Hegel reformuló_ una idea que ya truoso y contradictorio, la condición misma de la liber—
había formulado Sócrates: a la Ciudad y al Estado debe tad.
mos mayor piedad que a los padres, que a_los hermanos,
que a los amigos, porque en el seno de la 170lis se ha fra—
guado y se fragua cada día nuestra libertad. Y si hay que
combatir sin tregua a los gobernantes, así como a ciertas Lamentablemente falta, en este primer número de EL
formas de organización del Estado (seguramente a todas BASILISCO la reseña del más importante libro de filo
las actualmente vigentes) es en la medida en que operan sofía que se ha publicado últimamente: La Razón sin
en menoscabo'de esa Libertad que el Estado, de suyo y Esperanza, de avier Muguerza. Por causas de salud,
por esencia, tiene como función el garantizar. Vidal Peña, que estaba; elaborándola, no ha podido
termmarla a tiempo. La reseña aparecerá en el próximo
Luchar (con «piedad» o sin ella) por cambiar el Es núme‘ro.
tado es, pues, según creo, una forma más directamente
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:is quibufd¿m conglobaïabcllcgqur ii rubcta,vcl ab slio vcuenofo ani—
nmli fora, vermcm procreant, qui vifn, Se hzluu primo íoucutcm , dc—
inde carteras ctiam animapm€s extinguir . Qu;l lbidum ab Picgyptiis
p,fi“¡m frangi traduntur : prop:crcaqx:ó,d apud Ellos (referente Picrio)
ii'xualuit opinio liaiilzfcum cxouo,lbidis_ aliquaxidu emcrgcrc poifc : cum auis om
niuor:j {it, fcrpcnmm, nccnopn vencnzator_um animalzum omnc genus alvliglïz‘int,iï'¡g_
tercs Vulgus in tota Europa alía opinionc rm iL‘-Ium cir, vt cx ouopgall: dccrcpxrz Ralf.»
lifcus ¿>rodeat. Cum Albcrtus fcripferitab puc» gallz m lctaminc lepulzo t1ndcm83n—
lifCll'.tï pmfilirc, quifigna gallo pro:z’us cl íiinilss,prcctcrcaudam , que; ierpcnrcm pc
g)jt'fi9 33mul;3rur¿ {cd hoc fabulofum ell—c arbirr:rnur. S:>Eiun pondcraudum ell an fimi
calorcao ouo gallinasaulmal cxcludi po_sit, quodfncg_rircnógndcmus;quandoquídcm
exp—cricntia confiar apud Acgyptios p,opulo_s,oua :¡n Íut1115 tcrnpcra_to calcfaó‘ns calo..
re, b:eur{fimo tcmporis (patio prolem darc: immó ou,o in ln:u mulicris ClC‘l;lt0 tan
dem pullum emcrfil‘fcinrcilcximus. .
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cum intrllcxcritduos annofos gallosin Ciuitstc Zmzca,atq¿ inambiru lmius Inlt1la:, ¿'¡¿Wi{’_r[p‘,tg;¡5 -
ful‘ïibus ctiam pctculfos ab_ incubnm nbigi minimi: potuilll‘: ; lcd quoni.zm ciucs han: ,,,.¿_
conccpcruut opsniont’m, cxtali ono Bal:l¡fcum tandc‘m ernmpcre .,ouo c<>nïrxto , g3.’— (].rllí (¿’10
l'um liranguiarunt. Hic autcm dun inquircuda nc;cílgrí:}yeíï}: y¿¿_¿=g;.\¿r_p¿rmmm ,¿fl. En fi,¿__¿nPtti
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nod a viris non plC'ncis nobis allatum fuit ouum pr:cd2t"rn: form;r,,qu—:>d galli clic dice, ’
233mr5 quo fra fi;o, nihil nifi albumcn cum pauca materia tlauclcgnnteobí"<::u3b2tur , é):
:adhuc ciusputamcn in publico icruarur Mulmo .. Imelicximns autr,m in cclchcmmu
Mu{;¿o í7cr2ntislmpcrati Pharmacopoiál\’capolitsni ,ouum huins generis Oblor.:‘. u(7¡j rq

vidcri. ¡"¿\.I:j fc;iptum rcliquemnt ouum gall: tcíia carcrc , 81 pr‘;lc adeódura (‘flc tc.
finm, vt fortiffimis etiam ic’1ibus refilia.; quod plan& fal,.ulo{um clic a: bin
ï>n(í'nmn: 'ni_}—',ï,to qdgluc-i, vtcrcdamus,‘gallum dccrcpitum,ouumex cmincpntrc-.
' iÏz€¿0;vcltxiiumort., collun. ieconfiatum cui:i , quodcar,cat pufamir;r,& tcr.—ui tan»
ttmzen'xio pel le tegatui'; Cl,‘díïl'ï tuit illud narum Rcgij,anno Domini Millefimo cxccu.,
tclnno vig:-íim;_> oclauo, cuius .«¿cuuinasn iconcm illmc nd nos ucculit I}.Autonius Mi»
C3ÜOÜÍCUS R 85ular155au‘éii Saluatoris, & Abbass. María: d.l‘¡em,quj aliá; ',,a _,
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,’ ¡a lnzius ou} polls, cxcrcmcnunn 'ituitofinn , vclutiicmcn corruptíz intusfuifil:
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cun orbi—:r:luris forms:- duro puraminc manito -, pro ono €13lll donar—<1 , quod Si gallo
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