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UNIVERSIDAD ANTONIO RUIZ DE MONTOYA

ESCUELA ACADÉMICO PROFESIONAL DE PSICOLOGÍA


Semestre: 2019 - 1
Profesor: Stefano De la Torre Bueno Mannarelli
Jefe de P.: Michele Remy
Estudiantes:
● Carmen Sara Martínez
● Jenny Milagros Loayza Munaya
● Alejandra Calle Escobar
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¿Qué ha querido explicar Maria Angélica Pease sobre los mitos y cómo lo relaciona
con lo físico y lo biológico?

María Angélica Pease nos plantea estereotipos bastante claros sobre cómo son los
adolescentes, para ello nos presenta una serie de mitos que giran en torno a este proceso de
transición, específicamente a los que surgen en los estudiantes del nivel superior. A través
de ellos, la autora busca desterrar la idea que se tiene sobre la adolescencia como una etapa
de déficit y valorarla como una etapa en la que hay que aprovechar su máximo desarrollo,
dada la apertura del cerebro para el aprendizaje. Para ello, insta en la necesidad de ofrecer
entornos que lo enriquezcan.

En primer lugar, Pease expone que gracias a los estudios de Hall en 1904 la adolescencia
tradicionalmente ha sido concebida como una etapa caracterizada por el sufrimiento y
conflicto, el cual se desarrolla en los adolescentes en su intento por cubrir las exigencias de
la vida adulta, acompañada de cambios biológicos. Asimismo, menciona estudios posteriores
que cuestionan este paradigma acerca de la adolescencia, refiriéndose a Margaret Mead que
establece en 1950 que la relatividad cultural determina el desarrollo adolescente, es decir, el
contexto sociocultural determinará las características, duración y naturaleza de esta etapa.
Mead llega a estas conclusiones gracias a sus estudios con adolescentes en Samoa. En la
misma línea, Valsiner en el 2000, se refiere a la adolescencia como un fenómeno reciente en
sociedades occidentales urbanas.
Gracias a estas investigaciones, se puede inferir que el contexto genera influencia en la edad
de inicio de la etapa adolescente, la cual coincide con el incremento por el interés y actividad
sexual, así como cambios en el cerebro a través de la unión de receptores de testosterona y
estrógeno.

En segundo lugar, va detallando una serie de mitos, los cuales han ido distorsionando la
verdadera imagen sobre la adolescencia. Uno de los mitos con que discrepa Pease es el
considerar al “adolescente como inmaduro e incapaz”, lo cual es originado por una mala
interpretación de los hallazgos en los estudios de Neurociencia, que sostiene que los cambios
maduracionales del cerebro continúan durante la adolescencia tardía, incluso durante la
adultez, principalmente se dan en la corteza prefrontal orientados a una mejor eficiencia.
Asimismo, se realiza una comparación del desempeño entre los adultos y adolescentes en la
realización de una serie de tareas, detectando que los últimos utilizan mucho más recursos
de la corteza prefrontal, inclusive agotándose, en consecuencia se dan una serie de errores;
mientras que, los adultos utilizan otras áreas del cerebro equilibrando la carga de trabajo y
por ende mejorando el rendimiento en la realización de la tarea.
Pease sostiene que considerar un cerebro adolescente inmaduro y por lo tanto excusa para
mirarlos como incapaces no aporta, ya que le restamos importancia al estado de desarrollo
de sus cerebros y en consecuencia las formas de cómo contribuir a su progreso, como por
ejemplo mejorar los entornos de aprendizaje ya que éste transforma la estructura física y
funcional del cerebro.

En tercer lugar, Pease nos explica que la mala interpretación de los escritos de Piaget al
mencionar que el adolescente piensa de manera abstracta, ha llevado a considerar que el
adolescente a su llegada a la universidad ya debe saber argumentar, razonar y pensar
científicamente; como resultado el docente considera que no hay necesidad de trabajar en
sus competencias, fomentar una proximidad con el estudiante o potenciar sus habilidades
porque supuestamente ya tiene todo logrado. Sin embargo, el adolescente en la universidad
no trae ese tipo de pensamiento abstracto desarrollado completamente y en consecuencia
los docentes quedan descontentos, y asumen que existe un gran déficit en esa generación.
Durante los primeros años de estudios los adolescentes se encuentran en el estadío de las
operaciones formales, es por ello que las instituciones universitarias deberían responder
proporcionando ambientes donde se desarrolle un aprendizaje de manera adecuada y
eficiente. Esto podría ser posible utilizando estrategias pedagógicas donde se potencie la
formación de una buena base conceptual como por ejemplo “El aprendizaje basado en
problemas (BAP).

Finalmente, consideramos la necesidad de discernir y analizar cada una de nuestras


creencias impregnadas sobre los adolescentes y tener en cuenta que se está en un proceso
de aprendizaje y descubrimiento de la propia identidad, una etapa relevante en donde la
persona continúa con una serie de transformaciones a nivel, físico, social, cognitivo,
psicológico y emocional; cambios que no solo se concretan en la niñez. Debemos mirar a los
adolescentes, como lo afirma la autora, como un potencial a desarrollar y no como un caso
perdido. Debemos empezar a asociar la palabra adolescente con la vida universitaria y
derrocar la errada creencia de que el paso a la universidad es sinónimo de adultez inmediata.

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