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Análisis de la sentencia C-666 del 2010

Nicolás Galvis Piedrahita

Jose Ricardo Álvarez Puerto

Universidad de Manizales
Facultad de ciencias jurídicas
Derecho
Manizales
2019
HECHOS
El artículo 7 de la ley 84 de 1989 fue demandado en uso del mecanismo constitucional de
acción de inconstitucional, acción tipificada en el artículo 241 de la carta política; el día 14
de diciembre de 2009 se expidió el auto admisorio de la demanda a favor del demandante,
Andrés Echeverry Restrepo, quien pretende la inexequibilidad del artículo con el fundamento
de que el mismo […]vulnera el principio de diversidad étnica y cultural, la prohibición de
torturas y penas crueles, inhumanas o degradantes, la función social de la propiedad, la
obligación de protección a la diversidad y al medio ambiente y el principio de distribución
de competencias entre la Nación y las entidades territoriales[…]. El demandante expresa
también que las excepciones dispuestas en el artículo 7 de la ley 84 de 1989 vulnera
determinados derechos de los animales y por ende contraría distintas normas
constitucionales, premisa que carece de veracidad y determina la poca solidez del argumento
debido a la razón de que no existe aún ningún tipo de ficción jurídica ni reconocimiento que
determine que los animales son acreedores de derechos, esto debido a la incapacidad en el
ejercicio de los mismos como la imposibilidad práctica de atribución de obligaciones.
El articulado constitucional que se considera contradictorio con la disposición es
puntualmente desarrollado en el mismo texto de la demanda, pero cuando se llega al análisis
de la función social de la propiedad, se destacan de nuevo atribuciones personales a los
animales al ubicarlos jerárquicamente dentro de un orden de capacidad de ejercicio de
derechos, lo cual es expresado por la siguiente frase: […]en segundo término se desconocería
la función social de la propiedad, pues “manifestaciones culturales” como las mencionadas
“perpetúan un sistema de creencias y de valores soportado en el maltrato a quien esté en
una posición jerárquica inferior o a quien se encuentre en un estado de indefensión”[…] y
posteriormente añade a su tesis la premisa de que la función social de los animales es
netamente “ejemplarizante” lo cual recae en un contrafacto, ya que la función social que
históricamente se le ha impuesto a este tipo de propiedad es una función de mantenimiento
de la vida (a través de procesos alimenticios) y otra de medio producción (al facilitar y
posibilitar la ejecución de diversas actividades relevantes para el comercio, la industria o el
transporte).
También ignora al mencionar el deber de “proteger la diversidad e integridad del ambiente”
el hecho de la regulación en la crianza y mortandad inducida de las especies relevantes para
esta discusión, ya que en sí mismo este control constituye una manera de protección hacia el
mantenimiento de la especie y a la vez desconoce también el orden natural del instinto de
estos animales, que por disposiciones biológicas tienen la tendencia a marcar su
territorialidad a través de actos violentos, esto no solo sucede bajo el amparo del hombre,
sino también y en una frecuencia considerable cuando los mismos se hayan libres de
cualquier contacto con la humanidad.
Es también un error lógico similar al tratado en los párrafos 1 y 2 de este texto el considerar
que la palabra nadie hallada en el artículo 12 de la constitución política ampara también a
los animales debido a que específicamente este pronombre indefinido constituye un
reemplazo específico del nombre (sintagma nominal) y el mismo es entendido en nuestro
ordenamiento jurídico como un atributo de la personalidad, por lo tanto, si la amplitud de la
palabra abarcara cosas o bienes, se usaría más bien el pronombre indefinido nada, el cual si
constituiría el sentido amplio de la palabra que es el defendido.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La corte comienza con un análisis de su competencia para la resolución de la controversia y
posteriormente procede a analizar la orientación de la acción, de allí se sucede la descripción
de cada una de las actividades controversiales, primero define las corridas de toros y aclara
que el sentido amplio de la práctica contiene varias conductas lesivas al animal que por
deducción son también excepcionadas de algunas disposiciones de la ley 84 de 1989,
posteriormente procede con el análisis de las riñas de gallos y hace la claridad de que no hay
un “cuerpo normativo” que regule la práctica desde una perspectiva cultural, situación que
es similar a la del coleo que no tiene relevancia más que la de un reconocimiento como
práctica deportiva y por último se describe una situación idéntica con las corralejas, aunque
para las mismas, no existe ningún tipo de regulación pública ni privada. Posterior a ello, la
voluntad expresa de la corte es la de darle un control constitucional a las consideradas
prácticas maltratadoras.
La corte organiza sus consideraciones en segmentos que yo pasaré a analizar
referenciándome con sus mismos títulos:
CAPÍTULO I: El deber de protección para con los animales que se deriva de la
Constitución
1. El concepto de Ambiente incluido en la Constitución colombiana y el deber
constitucional de proteger su diversidad e integridad: La corte comienza con la
clarificación de los axiomas constitucionales que determinan la obligación de cumplir con
determinados deberes, posteriormente articula este concepto con el de deber de protección al
ambiente, comentando que este no parte simplemente de una orientación utilitaria, sino que
deontológicamente esta conducta nace en un sentimiento empático de conciencia del mundo,
conciencia que tiene también un componente social y allí recurre a resaltar la declaración de
Estocolmo sobre el medio ambiente humano que se refiere a una protección integran que
incluye claramente a la fauna. También, nuestro tribunal constitucional hace alusión a la
carta mundial de la naturaleza para darle solidez a sus premisas de conciencia ambiental. Por
último, la corte introduce el concepto de dignidad, como eje principal bajo el que se desarrolla
la relación entre hombre y medio ambiente, concepto que parece un tanto desfasado del trato
animal, ya que este es en sí mismo un derecho (para las personas) y a la vez un principio que
no se puede entender netamente como dignidad, sino como dignidad humana y que por ende
tiene una dirección que interviene al hombre y no a su medio.
De lo anterior es pertinente analizar que la corte especifica el sentido estricto del concepto
de ambiente, esto con el fin de evitar ambigüedades al momento de la permisión o prohibición
de determinadas conductas, especialmente son de relevancia aquellas que interfieren con la
fauna, que se considera absorbida dentro del concepto de ambiente, de allí el deber lógico de
su protección.
2. La protección a los recursos naturales y la dignidad humana como fundamentos del
deber constitucional de protección a los animales: 2.1. El deber de protección de los
recursos naturales: Este tribunal desarrolla en este punto los conceptos mencionados
anteriormente, haciendo énfasis en que el legislativo tiene que legislar en relación a estos
asuntos bajo la articulación de la normativa constitucional de deber de protección con el
medio ambiente y posteriormente entra a describir el papel fundamental de solidaridad para
con la fauna como un elemento conexo a la definición de estado social de derecho, esto
derivado de su relevancia y la dependencia natural hacia este componente.
2.2. La dignidad como fuente de obligaciones jurídicas respecto de los animales: En este
punto, se analiza el por qué la dignidad es un concepto lo suficientemente amplio como para
abarcar también a los seres susceptibles de actos humanos y esta suscepción nace de la
posibilidad de estos entes de sentir, allí es cuando la corte pasa a basar la importancia de la
dignidad en ese proceso de contacto hombre-ser sintiente, pero es dudosa una de las premisas
que la misma utiliza para argumentar esta necesidad: […]Aunque obvia, valga mencionar
que la justificación radica en una apreciación fáctica incontestable: no hay interés más
primario para un ser sintiente que el de no sufrir daño o maltrato.[…], allí la corte parece
cometer un error al considerar la posibilidad de cualquier ser sintiente de presentar interés
por algo, ya que es claro y fácilmente comprensible el hecho de que el interés parte de un
proceso racional que nace de la aprehensión del conocimiento sobre algo, conducta que no
se ha demostrado aún como presente en el actuar animal.
3. La función social y ecológica de la propiedad como fundamento a la prohibición de
trato cruel para con los animales: En este punto se aclara el sentido que adquiere la función
social de la propiedad, el cual apunta a que con arreglo a los fines, se le da una función social
a la propiedad para de esta manera tener la posibilidad de imponer obligaciones sobre la
misma que contribuya a la sociedad, es por ello que es necesario integrar allí la función
ecológica de la ella.
CAPÍTULO II: Límites legítimos al deber constitucional de protección animal
1. Algunos límites al deber de protección animal: La corte, como mediadora de
controversias constitucionales, se haya facultada y tiene el deber orgánico de “armonizar” la
relación entre normas y principios que entran con conflictos con el ordenamiento
constitucional.
1.1. La libertad religiosa: En este punto se recalca el deber de neutralidad del estado en temas
religiosos haciendo alusión a su laicidad, para sustentar esto recurre a referentes
internacionales relevantes para la cuestión, de esta manera la postura de este tribunal, se
clarifica como una que vela por el deber estatal de protección desde una postura externa.
1.2. Los hábitos alimenticios de los seres humanos: La posición del órgano frente a este
concepto es una totalmente conservadora de las tradiciones alimentarias del mundo
occidental, para ello, regla la manera en la cual el deber de protección animal es cedido para
dar cabida a la prolongación de las prácticas culturales, de esta manera, la corte advierte un
principio que debe ser aplicable en cualquier actuar lesivo frente a esta tradición, y es el deber
de causar un sufrimiento mínimo y evitar de esta manera las prácticas maltratadoras derivadas
de esta conducta.
1.3. Investigación y experimentación médica: Este punto es desarrollado con la mención de
la ley 84 de 1989 como premisa jurídica que las autoridades han de aplicar a conductas
antijurídicas que lesionen los animales vistos como bienes con una protección especial en el
marco de experimentaciones científicas innecesariamente “crueles”.
2. La cultura como bien constitucional protegido y su interpretación en el sistema
jurídico colombiano: […] de conformidad con el artículo 2º de la Constitución Política,
son fines esenciales del Estado, entre otros, servir a la comunidad, promover la prosperidad
general y facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan, así como en la
vida cultural de la Nación. Adicionalmente, el artículo 7º señala que el Estado reconoce la
diversidad cultural de la nación colombiana; mientras que el artículo 8º prescribe que el
Estado tiene la obligación de proteger las riquezas culturales de la Nación. […] Aquí hay
una clara referencia al texto constitucional, que es usada con el fin de justificar la primacía
de la conservación cultural del estado, no como un privilegio o capricho, sino como un fin
esencial cuya protección que debe ser extendida a todos los que residen en el territorio
nacional.
En este punto se dilucida una razón por la cual no es este el caso de una ponderación entre
culturas, la razón fundamental es que “las actividades contempladas en el artículo 7 de la
ley 84 de 1989 no constituyen muestras de multiculturalismo” y en esto acierta la corte,
debido a la ausencia de conjunción de actividades que generan una identidad, por ello es
dudosa la veracidad de la pretensión de protección cultural que añade el demandante a la
demanda.
DECISIÓN
Luego de la revisión de la corte de la disposición presente en el artículo 7 de la ley 84 de
1989, toma la decisión de declarar exequible el mismo, pero, en virtud del carácter genérico
y amplio de la norma, el tribunal resuelve reglar y condicionar el artículo limitando las
excepciones y las permisiones contendidas en el mismo a prácticas culturales previas, que
han de ser protegidas siempre y cuando se defiendan bajo la premisa cultural y añadido a
esto, prohíbe la intervención positiva de las autoridades municipales en el sentido de creación
de estos espacios a partir del presupuesto local. Esta sentencia constituye en sí misma una
norma jurídica contundente que regla y guía a las autoridades administrativas y judiciales
para la protección de estas prácticas sin caer en conductas antijurídicas.

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