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De todo esto, pues, tiene que resultar que la presuposición de que el finalismo se limita a
extraer los conceptos jurídico penales y el sistema exclusivamente de la esfera ontológica es
evidentemente errónea y falsa, y que con la demostración de esto también tendría que
difuminarse para siempre la imagen de la Dogmática finalista como una de carácter
exclusivamente «ontologicista». Pero entonces, qué es lo que caracteriza a la Dogmática
finalista y cuál sería el etiquetamiento correcto de ella en virtud de lo que la caracteriza.
2. Contra lo que afirma la crítica, hay que dejar claro desde ahora y para siempre, que no es
cierto en absoluto que el finalismo prescinda de la referencia a los valores y a los fines del
Derecho penal para la construcción de los conceptos jurídicopenales y para su ordenación en
el sistema28. Por el contrario, los valores y los fines a los que se orienta el Derecho penal
constituyen para la Dogmática finalista el punto de partida preciso e inequívoco para ello, y
que sobre esto no puede haber ni la mínima duda tendría que resultar ya de la advertencia
que ha hecho el mismo finalismo por medio de Hirsch, al precisar éste que «de hecho, el
objeto del Derecho penal debe descubrirse con los ojos puestos en sus valoracio-
nes y fines»29. Pero entonces, con esto, debería quedar claro para siempre que el punto de
partida del finalismo es exactamente el mismo que el de sus detractores, es decir, la pregunta
por los valores jurídico-penales y por los fines del Derecho penal, y a continuación, en función
de cuál sea la respuesta que se obtenga, la subsiguiente obligada pregunta sobre qué
instrumentos y que modos operativos serán los adecuados y apropiados para la realización y
para el logro de aquellos valores y fines. Ahora bien, si esto es así -y sin duda lo es-, con ello
debería quedar ya por sí misma descalificada como errónea y como falsa la crítica de que el
método finalista opere de manera desvinculada de -y sin referencia a- los valores y a los fines
del Derecho penal, y en consecuencia debería evidenciarse que el rechazo del finalismo por
esa razóncarece de todo fundamento. Por el contrario, lo que aquello tiene que poner de
manifiesto es que el método del finalismo es precisamente la respuesta que él encuentra a la
mencionada pregunta por los instrumentos y por los modos operativos adecuados para la
realización de los valores jurídicopenales y para el logro de los fines del Derecho penal, como
ha sido advertido con acierto por Schünemann cuando explica que la vinculación del Derecho
penal a la estructura lógico-objetiva de la acción final «resultaba para Welzel de un análisis de
las funciones y de los instrumentos de la legislación penal»30. Y es que, en efecto, a una teoría
y a un método como los propuestos por el finalismo, sólo se llega si a la respuesta que se
obtenga de la pregunta sobre los valores, la función y los fines del Derecho penal, sigue una
nueva pregunta sobre cuáles son las condiciones de la posibilidad de la realización de tales
valores y de tal función y del logro de aquellos fines, si para responder a esta nueva pregunta
se indaga después sobre cuáles puedan ser aquellas «condiciones de posibilidad» y si una
vez que éstas se han descubierto, finalmente, se quiere configurar al Derecho penal como un
sistema conforme con esas condiciones de posibilidad de realización de sus valores y de su
función y del logro de sus fines. Precisamente de este modo procedió Welzel, y así fue como
descubrió que el respeto de las estructuras fenoménicas de la materia de la regulación jurídica
por el legislador y, de este modo, que la congruencia de la regulación jurídica con dichas
estructuras, son nada más, pero tampoco nada menos que aquellas condiciones de la
posibilidad de la realización de la función y de los fines del Derecho en general y del Derecho
penal en particular31. Todo esto requiere, sin duda, de una explicación.
La médula del nuevo sistema es éste: ante el concepto causal de acción, Hans
Welzel esgrimió el concepto finalista, y dijo: “Acción humana es ejercicio de
actividad final. La acción es, por eso, acontecer “final”, no solamente “causal”. La
“finalidad” o el carácter final de la acción se basa en que el hombre, gracias a su
saber causal, puede prever, dentro de ciertos límites, las consecuencias posibles
de su actividad, ponerse, por tanto, fines diversos y dirigir su actividad, conforme a
su plan, a la consecución de estos fines. En virtud de su saber causal previo
puede dirigir los distintos actos de su actividad de tal modo que oriente el
acontecer causal exterior a un fin y así lo sobredetermine finalmente. Actividad
final es un obrar orientado concientemente desde el fin, mientras que el acontecer
causal no está dirigido desde el fin, sino que es la resultante casual de los
componentes causales existentes en cada caso”
Siguiendo a Juan Bustos, diremos que para el sistema finalista, sus primeros
principios fundamentales son que el delito es acción, pero no causal sino final, lo
que significa que el actuar humano se determina desde el fin perseguido por el
autor sobre la base de su experiencia causal. Con este planteamiento la categoría
de la causalidad quedaría integrada no sumada como en el causalismo valorativo
dentro de la tipicidad.
a) El delito deja de ser un fenómeno natural que es producido por una causa
y acarrea una consecuencia o resultado, para convertirse en una realidad del ser
social, ya que el derecho se edifica sobre la base de la naturaleza real de las
cosas.
b) El concepto clásico del delito fue producto del pensamiento jurídico del
positivismo científico, mientras que el finalismo partió de una fundamentación
ético-social del Derecho Penal; y con ello, de una concepción ius filosófica, que
retomó criterios aportados por el derecho natural , pues, como dice Welzel, “para
el conocimiento de los valores recurrió a lo que precede a la existencia humana: el
sujeto responsable, el carácter ordenado del actuar ético-social y la concordancia
de los órdenes ético-sociales”.
c) Admite que el concepto del delito debe ser congruente con el fin y los
medios del Derecho Penal y no con las causas y efectos (como un fenómeno
natural). El fin estriba en la protección de la convivencia en comunidad frente a
infracciones graves a la normatividad; mientras que el principal medio de que se
sirve es la pena, traducida en la conminación e imposición de un mal estatal, en
proporción a la gravedad de la lesión del Derecho, cuyo propósito es el
mantenimiento de tal orden jurídico.
d) Representa el paso del subjetivismo al objetivismo. Como consecuencia el
método que sigue el finalismo para estudiar la teoría general del delito se funda en
un derecho penal de medios a fines.
e) Reconoce que para fijar los criterios de punibilidad, la Teoría del delito se
debe fundar en la naturaleza de la acción perpetrada, y no en la personalidad del
delincuente, en atención a que la imposición de la pena debe circunscribirse a una
responsabilidad del acto y no responsabilidad de autor, que impide que al sujeto
se le apliquen criterios de peligrosidad, temibilidad, reincidencia o habitualidad,
como resabios de un positivismo que se encuentra en contradicción con los
principios del Derecho natural.(Medina, pp. 136 y 137)