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MINISTERIO DE SANACIÓN

INTRODUCCION

Jesús envió a los doce, con estas instrucciones: "Vayan y prediquen que el reino de Dios
está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, Limpien a los leprosos, echen
a los demonios". (Mt. 10, 7 y 9).

Y Marcos, al final de su evangelio nos dirá:

"Ellos fueron a predicar por todas partes. El Señor cooperaba con ellos y confirmaba
su doctrina con los prodigios que los acompañaban."(Mc. 16,20)

"La evangelización de Jesús comprendía dos aspectos fundamentales: El anuncio de la


Palabra y la confirmación de esa Palabra con la sanación de los enfermos"

Las señales, los prodigios y los milagros son signos que manifiestan que JESÚS ESTA
VIVO, HOY Y SIEMPRE, y vienen a confirmar la proclamación de la Palabra.

Es una de las características que distinguen al auténtico apóstol.

El tema es de la mayor importancia en el día de hoy, si pretendemos presentar a nuestra


sociedad un JESÚS VIVO Y REAL.

"Vayan por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. Estas son
las señales que acompañarán a los que crean: En mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos Y aunque beban
veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y éstos se pondrán
bien."(Mc.16, 15-18).

Estamos perfectamente sabedores, con todo, que el tema es sumamente amplio y no


siempre bien entendido. Ello nos dará pie, a través de artículos mensuales, a desarrollar,
copiar, sintetizar lo que se ha escrito sobre sanación física, sanación interior y sanación
espiritual. Igualmente tendrán cabidas, temas como la intercesión

Comenzaremos presentando, INSTRUCCIÓN SOBRE LAS ORACIONES PARA


OBTENER DE DIOS LA CURACIÓN, emanada de la Congregación para la Doctrina
de la Fe, de la Santa Sede. Nos centraremos en los aspectos doctrinales, que serán como
base de las posteriores enseñanzas.

Posteriormente desarrollaremos los diversos temas, conforme al siguiente

1
INSTRUCCION DEL VATICANO MES DE NOVIEMBRE DEL 2001.

INSTRUCCIÓN SOBRE LAS ORACIONES PARA OBTENER DE DIOS LA


CURACION.

INTRODUCCIÓN.

El anhelo de felicidad, profundamente radicado en el corazón humano, ha sido


acompañado desde siempre por el deseo de obtener la liberación de la enfermedad y de
entender su sentido cuando se experimenta. Se trata de un fenómeno humano que,
interesando de una manera u otra a toda persona, encuentra en la Ig1esia una resonancia
particular. En efecto, la enfermedad se entiende como medio de unión con Cristo y de
purificación espiritual y, por parte de aquellos que se encuentran ante la persona
enferma, como una ocasión para el ejercicio de la caridad. Pero no sólo eso, puesto que
la enfermedad, como los demás sufrimientos humanos, constituye un momento
privilegiado para la oración: sea para pedir la gracia de acoger la enfermedad con fe y
aceptación de la voluntad divina, sea para suplicar la curación.

La oración que implora la recuperación de la salud es, por lo tanto, una experiencia
presente en toda época de la Iglesia, y naturalmente lo es en el momento actual. Lo que
constituye un fenómeno en cierto modo nuevo es la multiplicación de encuentros de
oración, unidos a veces a celebraciones litúrgicas, cuya finalidad es obtener de Dios 1a
curación, o mejor, las curaciones. En algunos casos, no del todo esporádicos, se
proclaman curaciones realizadas, suscitándose así esperanzas de que el mismo
fenómeno se repetirá en otros encuentros semejantes. En este contexto a veces se apela
a un pretendido carisma de curación.

Semejantes encuentros de oración para obtener curaciones plantean además la cuestión


de su justo discernimiento desde el punto de vista litúrgico, con particular atención a la
autoridad eclesiástica, a la cual compete vigilar y dar normas oportunas para el recto
desarrollo de las celebraciones litúrgicas.

Ha parecido, por tanto, oportuno publicar una Instrucción, que, a norma del can. 34 del
Código de Derecho Canónico, sirva sobre todo para ayudar a los Ordinarios del lugar,
de manera que puedan guiar mejor a los fieles en esta materia, favoreciendo cuánto hay
de bueno y corrigiendo lo que se debe evitar. Era preciso, sin embargo, que las
disposiciones disciplinares tuvieran con punto de referencia un marco doctrinal bien
fundado, que garantizara su justa orientación y aclarara su razón normativa. Con este
fin, la Congregación par 1a Doctrina de 1a Fe, simultáneamente a 1a susodicha
Instrucción, publica una Nota doctrinal sobre la gracia de la curación y las oraciones
para obtenerla.

2
I. ASPECTOS DOCTRINALES

1- Enfermedad y curación: su sentido y valor en la economía de la sa1vación.

"El hombre está llamado a la alegría, pero experimenta diariamente tantísimas formas
de sufrimiento y de dolor". (1) Por eso el Señor, al prometer la redención, anuncia el
gozo del corazón unido a la liberación del sufrimiento (cf. Is 30,29; 35,10; Ba 4,29). En
efecto, Él es "aquel que libra de todo mal" (Sab 16,8). Entre los sufrimientos, aquellos
que acompañan la enfermedad son una realidad continuamente presente en la historia
humana, y son también parte del profundo deseo del hombre de ser liberado de todo
mal. Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte
se presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del
cual se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra
el pecado.

En el Antiguo Testamento, "Israel experimenta que la enfermedad, de una manera


misteriosa, se vincula al pecado y al mal". (2) Entre los castigos con los cuales Dios
amenazaba al pueblo por su infidelidad, encuentran un amplio espacio las enfermedades
(cf. Dt 28, 2122.27-29.35). El enfermo que implora de Dios la curación confiesa que ha
sido justamente castigado por sus pecados (cf.Sal 37[38]; 40[41]; 106[107], 17-21).

Pero la enfermedad hiere también a los justos, y el hombre se pregunta el porqué. En el


libro de Job este interrogante atraviesa muchas de sus páginas. "Si es verdad que el
sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad,
por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de
castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento. . . Si
el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia.
El sufrimiento tiene carácter de prueba". (3)

La enfermedad, aún teniendo aspectos positivos en cuanto demostración de la fidelidad


del justo y medio para compensar la justicia violada por el pecado, y también como
ocasión para que el pecador se arrepienta y recorra el camino de la conversión, sigue
siendo un mal. Por eso el profeta anuncia un tiempo futuro en el cual no habrá
desgracias ni invalidez, ni el curso de la vida será jamás truncado por la enfermedad
mortal (cf. Is 35,5-6; 65,19-20).

Sin embargo, es en el Nuevo Testamento donde encontramos una respuesta plena a la


pregunta de por qué la enfermedad hiere también al justo. En su actividad pública, la
relación de Jesús con los enfermos no es esporádica, sino constante. Él cura a muchos
de manera admirable, hasta el punto de que las curaciones milagrosas caracterizan su
actividad: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas; enseñando en sus sinagogas,
proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia"
3
(cf. Mt 9, 35; 4,23). Las curaciones son signo de su misión mesiánica (cf. Lc 7, 20-23).
Ellas manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en
símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma. En efecto, sirven para
demostrar que Jesús tiene el poder de perdonar los pecados (cf. Mc 2, 1-12), y son signo
de los bienes salvíficos, como la curación del paralítico de Bethesda (cf. Jn 5,2-9.19.21)
y del ciego de nacimiento (cf. Jn 9).

También la primera evangelización, según las indicaciones del Nuevo testamento, fue
acompañada, de numerosas curaciones prodigiosas que corroboraban la potencia del
anuncio evangélico. Ésta había sido la promesa hecha por Jesús resucitado, y las
primeras comunidades cristianas veían su cumplimiento en medio de ellas: "Estas son
las señales que acompañarán a los que crean: ( . . . ) impondrán las manos sobre los
enfermos y se pondrán bien"(Mc 16,17-18). La predicación de Felipe en Samaría fue
acompañada por curaciones milagrosas: "Felipe bajó a una ciudad de Samaría y les
predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que
decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos
salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos
quedaron curados" (Hch 8, 5-7). San Pablo presenta su anuncio del Evangelio como
caracterizado por signos y prodigios realizados con la potencia del Espíritu: "Pues no
me atreveré a hablar de cosa alguna que Cristo no haya realizado por medio de mí para
conseguir la obediencia de los gentiles, de palabra y de obra, en virtud de señales y
prodigios, en virtud del Espíritu de Dios" (cf. Rm 15, 18-19; I Ts 1,5; 1 Co 2, 4-5). No
es en absoluto arbitrario suponer que tales signos y prodigios, manifestaciones de la
potencia divina que asistía la predicación, estaban constituidos en gran parte por
curaciones portentosas. Eran prodigios que no estaban ligados exclusivamente a la
persona del Apóstol, sino que se manifestaban también por medio de los fieles: "El que
os otorga, pues, el Espíritu y obra milagros entre vosotros, ¿lo hace porque observáis la
ley o porque tenéis fe en la predicación?" (Ga 3, 5).

La victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos,
no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino
también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando
a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella. En efecto, "el mismo Cristo, que no
cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos de todo tipo, e hizo suyos
los dolores de todos los hombres, cumpliendo así lo que de Él había escrito el profeta
Isaías (cf. Is 53,4-5)". (4) Pero hay más: "En la cruz de Cristo no sólo se ha cumplido la
redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado
redimido. (. . .) Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha
elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención.Consiguientemente,
todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento
redentor de Cristo". (5)

La Iglesia acoge a los enfermos no solamente como objeto de su cuidado amoroso, sino
4
también porque reconoce en ellos la llamada "a vivir su vocación humana y cristiana y a
participar en el crecimiento del Reino de Dios con nuevas modalidades, incluso más
valiosas. Las palabras del apóstol Pablo han de convertirse en su programa de vida y,
antes todavía, son luz que hace resplandecer a sus ojos el significado de gracia de su
misma situación: "Completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en
favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col I, 24). (6) Precisamente haciendo este
descubrimiento, el apóstol alcanzó la alegría: "Ahora me alegro por los padecimientos
que soporto por vosotros" (Col 1,24)". Se trata del gozo pascual, fruto del Espíritu
Santo. Y, como San Pablo, también "muchos enfermos pueden convertirse en
portadores del "gozo del Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (I Ts. 1,6) y
ser testigos de la Resurrección de Jesús". (7)

2. El deseo de curación y la oración para obtenerla.

Supuesta la aceptación de la voluntad de Dios, el deseo del enfermo de obtener la


curación es bueno y profundamente humano, especialmente cuando se traduce en la
oración llena de confianza dirigida a Dios. A ésta exhorta el Sirácida: "Hijo, en tu
enfermedad no te deprimas, sino ruega al Señor, que él te curará" (Si 38,9), Varios
salmos constituyen una súplica por la curación (cf. Sal 6, 37[38]; 40[41]; 87[88]).

Durante la actividad pública de Jesús, muchos enfermos se dirigen a Él, ya sea


directamente o por medio de sus amigos o parientes, implorando la restitución de la
salud. El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la mínima crítica a
tales peticiones. El único lamento del Señor tiene qué ver con la eventual falta de fe: "
¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible para quien cree!" (Cf. Mc9,23; Mc 6,5-6; Jn
4, 48).

No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación
o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos.
Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los
atribulados por la. enfermedad: la Unción de los enfermos". (8) "En él, por medio de la
unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda los
enfermos al Señor sufriente y glorificado, para que les dé el alivio y la salvación". (9)
Inmediatamente antes, en la Bendición del óleo, la Iglesia pide: "infunde tu santa
bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el
cuerpo, en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de
toda dolencia"; (10) y más tarde, en los dos primeros formularios de oración después de
la unción, se pide la curación del enfermo. (11 ) Ésta, puesto que el sacramento es
prenda y promesa del reino futuro, es también anuncio de la resurrección, cuando "no
habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado"
(Ap 21,4). Además, el Missale Romanum contiene una Misa pro infirmis y en ella, junto
a las gracias espirituales, se pide la salud de los enfermos. ( 12)

5
En el De benedictionibus del Rituale Romanum, existe un Ordo benedictionis
infirmorum, en el cual hay varios textos eucológicos que imploran la curación: en el
segundo formulario de las Preces ( 13 ), en las cuatro Orationes benedictionis pro
adultis, ( 14) en las dos Orationes benedictionis pro pueris, (15) en la oración del Ritus
brevior (16).

Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los
medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos
de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu,
tratando de vencer la enfermedad. En efecto, "es parte del plan de Dios y de su
providencia que el hombre luche con todas sus fuerzas contra la enfermedad en todas
sus manifestaciones, y que se emplee, por todos los medios a su alcance, para
conservarse sano". (17)

3. El carisma de la curación en el Nuevo Testamento.

No solamente las curaciones prodigiosas confirmaban la potencia del anuncio


evangélico en los tiempos apostólicos, sino que el mismo Nuevo Testamento hace
referencia a una verdadera y propia concesión hecha por Jesús a los Apóstoles ya otros
primeros evangelizadores de un poder para curar las enfermedades. Así, en el envío de
los Doce a su primera misión, según las narraciones de Mateo y Lucas, el Señor les
concede "poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda
enfermedad y toda dolencia" (cf. MtlO, 1; Lc 9, 1 ), y les da la orden: "curad enfermos,
resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt. 10, 8). También en la
misión de los Setenta y dos discípulos, la orden del Señor es: "curad a los enfermos que
encontréis" (Lcl0, 9). El poder, por lo tanto, viene conferido dentro de un contexto
misionero, no para exaltar sus personas, sino para confirmar la misión.

Los Hechos de los Apóstoles hacen referencia en general a prodigios realizados por
ellos: "Los Apóstoles realizaban muchos prodigios y señales" (cf. Hch 2,43; 5,12) Eran
prodigios y señales, o sea, obras portentosas que manifestaban la verdad y la fuerza de
su misión. Pero, aparte de estas breves indicaciones genéricas, los Hechos hacen
referencia sobre todo a curaciones milagrosas realizadas por obra de evangelizadores
individuales: Esteban (cf. Hch 6,8), Felipe (cf. Hch 8,6-7), y sobre todo Pedro (cf. Hch
3,1-10; 5,15; 9,33-34.40-41) y Pablo (cf. Hch 14,3.8-10; 15, 12; 19,11-12; 20,9-10;
28,8-9).

Tanto el final del Evangelio de Marcos como la carta a los Gálatas, como se ha visto
más arriba, amplían la perspectiva y no limitan las curaciones milagrosas a la actividad
de los Apóstoles o de algunos evangelizadores con un papel de relieve en la primera
misión. Bajo este aspecto, adquieren especial importancia las referencias a los "carismas
de curación" (cf. 1 Co 12,9.28.30). El significado de carisma es, en sí mismo, muy
amplio: significa "don generoso"; y en este caso se trata de "dones de curación ya
6
obtenidos". Estas gracias, en plural, son atribuidas a un individuo (cf. Co 12,9); por lo
tanto, no se pueden entender en sentido distributivo, como si fueran curaciones que cada
uno de los beneficiados obtiene para sí mismo, sino como un don concedido a una
persona para que obtenga las gracias de curación en favor de los demás. Ese don se
concede in uno Spiritu, pero no se especifica cómo aquella persona obtiene las
curaciones. No es arbitrario sobreentender que lo hace por medio de la oración, tal vez
acompañada de algún gesto simbólico.

En la Carta de Santiago se hace referencia a una intervención de la Iglesia, por medio de


los presbíteros, en favor de la salvación de los enfermos, entendida también en sentido
físico. Sin embargo, no se da a entender que se trate de curaciones prodigiosas; nos
encontramos en un ámbito diferente al de los "carismas de curación" de I Co 12,9.
"¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren
sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al
enfermo y el Señor lo levantará, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados"
(St 5,14-15). Se trata de una acción sacramental, unción del enfermo con aceite y
oración sobre él, no simplemente "por él", como si no fuera más que una oración de
intercesión o de petición; se trata más bien de una acción eficaz sobre el enfermo. (18)
Los verbos "salvará" y "levantará" no sugieren una acción dirigida exclusivamente, o
sobre todo, a la curación física, pero en un cierto modo la incluyen. El primer verbo,
aunque en las otras ocasiones aparece en la Carta se refiere a la salvación espiritual (cf.
1,21; 2, 14; 4,12; 5,20), en el Nuevo Testamento se usa también en el sentido de curar
(cf. Mt 9,21; Mc 5,28.34; 6,56; 10,52; Lc 8,48); el segundo verbo, aunque asume a
veces el sentido de "resucitar" (cf. Mt 10,8; 11,5; 14,2), también se usa para indicar el
gesto de "levantar" a la persona postrada a causa de una enfermedad, curándola
milagrosamente (cf. Mt 9, 5; Mc 1,31; 9,27; Hch 3, 7).

4. Las oraciones litúrgicas para obtener de Dios la curación en la Tradición.

Los Padres de la Iglesia consideraban algo normal que los creyentes pidieran a Dios no
solamente la salud del alma, sino también la del cuerpo. A propósito de los bienes de la
vida, de la salud y de la integridad física, San Agustín escribía: "Es necesario rezar para
que nos sean conservados, cuando se tienen, y que nos sean concedidos, cuando no se
tienen". (19) El mismo Padre de la Iglesia nos ha dejado un testimonio acerca de la
curación de un amigo, obtenida en su casa por medio de las oraciones de un Obispo, de
un sacerdote y de algunos diáconos. (20)

La misma orientación se observa en los ritos litúrgicos tanto occidentales como


orientales.

En una oración después de la comunión se pide que "el poder de este sacramento. . . nos
colme en el cuerpo y en el alma" (21). En la solemne acción litúrgica del Viernes Santo
se invita a orar a Dios Padre omnipotente para que "aleje las enfermedades. . . conceda
7
la salud a los enfermos" (22). Entre los textos más significativos se señala el de la
bendición del óleo para los enfermos. Aquí se pide a Dios que infunda su santa
bendición "para que cuantos reciban la unción con este óleo obtengan la salud del
cuerpo, del alma y del espíritu, y sean liberados de toda dolencia, debilidad y
sufrimiento"(23).

No son diferentes las expresiones que se leen en los ritos orientales de la unción de los
enfermos. Recordamos solamente algunas entre las más significativas. En el rito
bizantino, durante la unción del enfermo, se dice: "Padre Santo, médico de las almas y
de los cuerpos, que has mandado a tu Unigénito Hijo Jesucristo a curar toda enfermedad
y a librarnos de la muerte, cura también a este siervo tuyo de la enfermedad de cuerpo y
del espíritu que ahora lo aflige, por la gracia de tu Cristo"(24). En el rito copto se invoca
al Señor para que bendiga el óleo a fin de que todos aquellos que reciban la unción
puedan obtener la salud del espíritu y del cuerpo. Más adelante, durante la unción del
enfermo, los sacerdotes, después de haber hecho mención a Jesucristo, que fue enviado
al mundo "para curar todas las enfermedades, a librar de la muerte", piden a Dios que
"cure al enfermo de la dolencia del cuerpo y que le conceda caminar por la vía de la
rectitud" (25).

5. lmplicaciones doctrinales del "carisma de curación" en el contexto actual.

Durante los siglos de la historia de la Iglesia no han faltado santos taumaturgos que han
operado curaciones milagrosas. El fenómeno, por lo tanto, no se limita a los tiempos
apostólicos; sin embargo, el llamado "carisma de curación" acerca del cual es oportuno
ofrecer ahora algunas aclaraciones doctrinales, no se cuenta entre esos fenómenos
taumatúrgicos. La cuestión se refiere más bien a los encuentros de oración organizados
expresamente para obtener curaciones prodigiosas entre los enfermos participantes, o
también a las oraciones de curación que se tienen al final de la comunión eucarística con
el mismo propósito.

Las curaciones ligadas a lugares de oración (santuarios, recintos donde se custodian


reliquias de mártires o de otros santos, etc.) han sido testimoniadas abundantemente a
través de la historia de la Iglesia. Ellas contribuyeron a popularizar, en la antigüedad y
en el medioevo, las peregrinaciones a algunos santuarios que, también por esta razón, se
hicieron famosos, como el de San Martín de Tours o la catedral de Santiago de
Compostela, y tantos otros. También actualmente sucede lo mismo, como por ejemplo
en Lourdes, desde hace más de un siglo. Tales curaciones no implican un "carisma de
curación", ya que no pueden atribuirse a un eventual sujeto de tal carisma, sin embargo,
es necesario tener cuenta de las mismas cuando se trate de evaluar doctrinalmente los ya
mencionados encuentros de oración.

Por lo que se refiere a los encuentros de oración con el objetivo preciso de obtener
curaciones - objetivo que, aunque no sea prevalente, al menos ciertamente influye en la
8
programación de los encuentros -, es oportuno distinguir entre aquellos que pueden
hacer pensar en un "carisma de curación", sea verdadero o aparente, o los otros que no
tienen ninguna conexión con tal carisma. Para que puedan considerarse referidos a un
eventual carisma, es necesario que aparezca determinante para la eficacia de la oración
la intervención de una o más personas individuales o pertenecientes a una categoría
cualificada, como, por ejemplo, los dirigentes del grupo que promueve el encuentro. Si
no hay conexión con el "carisma de curación", obviamente, las celebraciones previstas
en los libros litúrgicos, realizadas en el respeto de las normas litúrgicas, son lícitas, y
con frecuencia oportunas, como en el caso de la Misa pro infirmis.Si no respetan las
normas litúrgicas, carecen de legitimidad.

En los santuarios también son frecuentes otras celebraciones que por sí mismas no están
orientadas específicamente a pedirle a Dios gracias de curaciones, y sin embargo, en la
intención de los organizadores y de los participantes, tienen como parte importante de
su finalidad la obtención de la curación; se realizan por esta razón celebraciones
litúrgicas, como por ejemplo, la exposición de Santísimo Sacramento con la bendición,
o no litúrgicas, sino de piedad popular, animada por la Iglesia, como la recitación
solemne del Rosario. También estas celebraciones son legítimas, siempre que no se
altere su auténtico sentido. Por ejemplo, no se puede poner en primer plano el deseo de
obtener la curación de los enfermos, haciendo perder a la exposición de la Santísima
Eucaristía su propia finalidad; ésta, en efecto, "lleva a los fieles a reconocer en ella la
presencia admirable de Cristo y los invita a la unión de espíritu con Él, unión que
encuentra su culmen en la Comunión sacramental". (26)

El "carisma de curación" no puede ser atribuido a una determinada clase de fieles. En


efecto, queda bien claro que San Pablo, cuando se refiere a los diferentes carismas en I
Co 12, no atribuye el don de los "carismas de curación" a un grupo particular, ya sea el
de los apóstoles, el de los profetas, el de los maestros, el de los que gobiernan o el de
algún otro; es otra, al contrario, la lógica la que guía su distribución: "Pero todas estas
cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular
según su voluntad" (I Co 12,11). En consecuencia, en los encuentros de oración
organizados para pedir curaciones, sería arbitrario atribuir un "carisma de curación" a
una cierta categoría de participantes, por ejemplo, los dirigentes del grupo; no queda
otra opción que la de confiar en la libérrima voluntad del Espíritu Santo, el cual dona a
algunos un carisma especial de curación para manifestar la fuerza de la gracia del
Resucitado. Sin embargo, ni siquiera las oraciones más intensas obtienen la curación de
todas las enfermedades. Así, el Señor dice a San Pablo: "Mi gracia te basta, que mi
fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Co 12,9); Y San Pablo mismo, refiriéndose
al sentido de los sufrimientos que hay que soportar, dirá "completo en mi carne lo que
falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).

Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 de septiembre de


2000, Fiesta de la Exaltación de la Cruz.
9
+ Ioseph Card. RATZINGER
Prefecto.
+ Tarcisio BERTONE, S.D.B.
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario

NOTAS.

(1) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989),
p. 498.
(2) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1502.
(3) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Sanvificis doloris, n. 11, AAS 76(1984), p. 212.
(4) Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Ordo Unctionis Infirmorum
eorunque Pastoralis Curae, Edtio tyipica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXII, n.
2.
(5) JUAN PABLO II, Carta Apostólica Salvificis doloris, n. 19, AAS 76(1984), p. 225.
(6) JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 53, AAS 81(1989),
p. 499.
(7) Ibid. , n. 53.
(8) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1511.
(9) Cf. Rituale Romanum, Ordo Unctionis. Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, n. 5.
(l0) Ibid. n. 75.
(11) Ibid., n. 77.
(12) Missale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II
instauratum, Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, Edtio typica altera, Typis
Polyglottis Vaticanis, MCMLXXV, pp. 838-839.

(13) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II


instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. II promulgatum, De Benedictionibus, Editio
typica, Typis Polyglottis Vaticanis, MCMLXXXIV, n. 305.

(14) Cf. Ibid. , nn. 306-309.


(15) Cf. Ibid. , nn. 315-316.
(16) Cf. Ibid. , n. 319.
(17) Rituale Romanum, Ordo Unctionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae,n. 3.
( 18) Cf. CONCILIO DE TRENTO, secc. XIV, Doctrina de sacramento estremae
untionis, cap. 2: DS, 1696.
(19) AUGUSTINUS IPPONIENSIS, Epistu1ae 130, VI, 13 (PL 33,499).

(20) Cf. AUGUSTINUS IPPONIENSIS, De Civitate Dei, 22,8,3 (= PL 41,762-763).


10
(21) Cf. Missale Romanum, p. 563.
(22) Ibid. , Oratio universalis, n. X (Pro tribulatis, p. 256).

(23) Rituale Romanum, Ordo Untionis Infirmorum eorunque Pastoralis Curae, n. 75.

(24) GOAR J., Euchologion sive Rituale Grecorum, Venetiis 1730, (Graz 1960), n. 338.

(25) DENZINGER H., Ritus Orientalium in administrandis Sacramentis, vv. I-II,


Würzburf 1863 (Graz 1961), v. II, pp. 497-498.

(26) Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II


instauratum Auctoritate Pauli PP. VI promulgatum, De Sacra Communione et de Cultu
Mysterii Eucharistici Extra Missam, Editio typica, Typis Polyglottis Vaticanis,
MCMLXX111, n. 82.

(27) Cf. Rituale Romanum, De Benedictionibus, nn. 290-320,

(28) Ibid. , n. 39.

(29) Y los que a él se equiparan, de acuerdo con el can. 381, § 2,

(30) Congregación Para La Doctrina De La Fe, Instrucción El Concilio Vaticano II,


acerca de algunos aspectos del uso de los instrumentos de comunicación social en la
promoción de la doctrina de la fe, 30 de marzo de 1992, Ciudad del Vaticano (1992).

(31) Congregatio Pro Doctrina Fidei, Epistula Inde ab aliquot annis, Ordinariis locorum
missa: in mentem normae vigentes de exorcismis revocatur, 29 septembris 1985, in A
AS 7~ (1985), pp. 1169-1170.

(32) Cf. Rituale Romanum, Ex Decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II


instauratum, Auctoritate Ioannis Pauli PP. VI promulgatum, De exorcismis et
suplicationibus quibusdam, Edtio typica, Typis Polyglottis Vaticanis, MIM,Praenotanda
nn, 13-19.

11
SANACION Y SUFRIMIENTO. MES DE DICIEMBRE DEL 2001.

En el ministerio de sanación, dos ideas fundamentales hay que tener claras. Son las que
vamos a presentar en este trabajo.

A- DIOS QUIERE LA SALUD DEL HOMBRE TOTAL.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento "afirman que nuestra humanidad es una
por esencia; cuerpo y alma son dos aspectos diferentes del conjunto de nuestro ser. En
otros términos, el acento se pone en la unidad de nuestra naturaleza (unidad ciertamente
compleja) y no sobre sus partes constitutivas. Hombres y mujeres son seres enteramente
integrados más que colección de compartimentos. (Gen.1, 26-27; 2,7; I Tes.5,23-24).
Puesto que somos una unidad estrecha,en la que entran diversos niveles de la persona
humana, podemos afirmar que Dios quiere sanar todos y cada uno de ellos, ya que
entran a formar la realidad total del hombre".

El plan de Dios sobre el hombre no es otro que el de su salvación. Y la salvación no es


otra cosa que el encuentro de Dios con el hombre. En ese encuentro el hombre consigue
su felicidad. El hombre se separa de Dios por el pecado y entonces pierde la gracia
santificante. La salud; el hombre se encuentra con las enfermedades como fruto del
pecado.

Jesús vino a restablecer lo que el hombre había perdido por el pecado; no solo a
perdonar sus pecados, sino también a reparar los efectos del pecado. Viene a dar vida
plena en abundancia (Jn.10,10) Cristo redime al hombre total, y éste no solo es espíritu
y alma sino también cuerpo. San Mateo nos dice: "Jesús...proclamaba la buena nueva
del Reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia" (Mt. 9,35).

"Las curaciones de Jesús son signo de su misión mesiánica (cf.Lc.7,20-23). Ellas


manifiestan la victoria del Reino de Dios sobre todo tipo de mal y se convierten en
símbolo de la curación del hombre entero, cuerpo y alma" (Cf. Mc. 2, 1-12)(Instrucción
Santa Sede).

Las curaciones de Jesús, pretenden además, acrecentar nuestra fe. A Jairo Jesús le dice:
"No temas; basta que tengas fe y se curará" (Lc.8, 50).
Que nos apartemos del pecado: Dice Jesús: "Mira, has sido curado. No peques más, para
que no te suceda algo peor" (Jn. 5, 14).
Atraer a la gente para hablarles del Reino de Dios.

Resumiendo. DIOS DESEA QUE EL HOMBRE GOCE DE LA PLENITUD DE LA


SALVACIÓN.

12
B- EL SUFRIMIENTO EN EL PLAN DE DIOS.

Si bien la enfermedad y el sufrimiento que conlleva, es fruto del pecado, con todo, no
siempre la enfermedad es fruto del pecado personal.

El sufrimiento puede estar en el plan de Dios para ser cooperador a la aplicación de la


Redención de Cristo. Y es ahí, en donde se convierte en causa de salvación, de
purificación, de santidad.

"Pero la enfermedad se manifiesta con un carácter ambivalente, ya que por una parte se
presenta como un mal cuya aparición en la historia está vinculada al pecado y del cual
se anhela la salvación, y por otra parte puede llegar a ser medio de victoria contra el
pecado."

(Instrucción de la Santa Sede)

Difícilmente podremos penetrar en los planes de Dios, y menos cuando se trate del
sufrimiento en el mundo. Estos modos divinos nos dejan perplejos, nos escandalizan.

Los apóstoles se escandalizaron cuando Cristo les anuncia su pasión (Lc.18,34). No


entendían cuando les decía: "Si a mí me han perseguido, también os persiguirán a
vosotros" (Jn.15,20) y "Os aseguro que vosotros llorareis y gimeireis" (Jn.16, 20).

Ypor otro lado nos preguntamos: Por qué permitió la muerte de Lázaro, pudiendo haber
ahorrado el dolor a esa familia que tanto le amaba? Por qué el sufrimiento del justo y
del inocente?

No es fácil dar respuestas a nuestro desconcierto ante el sufrimiento. Es en el Nuevo


Testamento donde encontramos una respuesta plena a tantos interrogantes. "En efecto,
el mismo Cristo, que no cometió ningún pecado, sufrió en su pasión penas y tormentos
de todo tipo, e hizo suyos los dolores de todos los hombres, cumpliendo así lo que de Él
había escrito el profeta Isaías (cf. Is 53,4-5)". (4) Pero hay más: "En la cruz de Cristo no
sólo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo
sufrimiento humano ha quedado redimido. (. . .) Llevando a efecto la redención
mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de
redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también
partícipe del sufrimiento redentor de Cristo". (Juan Pablo II)

Pablo nos da un claro ejemplo con sus palabras: "Completo en mi carne lo que falta a
las tribulaciones de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col. 1,24). Y, como
San Pablo, también "muchos enfermos pueden convertirse en portadores del "gozo del
Espíritu Santo en medio de muchas tribulaciones" (I Ts. 1,6) y ser testigos de la
Resurrección de Jesús". (Juan Pablo II).
13
La historia está llena de estos ejemplos, desde los mártires que derramaron su sangre
hasta tantos cristianos (verdaderos mártires) que desde la enfermedad, el sufrimiento, el
dolor se han santificado y han llevado la salvación de Cristo hasta los últimos rincones
del mundo.

Resumiendo. LA CRUZ ES UN MISTERIO. Solamente a la luz del misterio de Cristo


se nos esclarece. Fuera de Cristo, el problema del mal y del dolor es inexplicable, sigue
siendo, como la cruz "ESCÁNDALO PARA LOS JUDIOS, Y LOCURA PARA LOS
PAGANOS, PERO PARA LOS LLAMADOS...PODER Y SABUDURÍA DE DIOS" (1
Cor. 1, 23-24).
Dios tiene un Plan sobre el hombre, y el hombre, como criatura libre, debe colaborar
con ese Plan para que le reporte la mayor felicidad. Ëste será el tema del próximo mes.

Y EL HOMBRE, ¿QUÉ? MES DE ENERO DEL 2002.

Todo el plan de Dios sobre el hombre mira a todo su ser. No habrá salvación plena hasta
que venga "un cielo nuevo y una tierra nueva... y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto,
ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido". (Ap. 21, 1-4)El hombre, como
persona libre, debe colaborar con el plan de Dios para llegar a esa salvación plena. Y lo
debe hacer en todos los planos en que se mueve el hombre: a nivel espiritual, a nivel
psíquico y a nivel físico.

Nivel espiritual:
Vida de fe.
Sacramentos.
Conciencia recta.

Nivel psíquico:
Perdonar y pedir perdón.
Sanación de viejas heridas .

Nivel físico:
Llevar una vida sana.
Acudir a tiempo a los profesionales sanitarios.

Y en todos los casos, buscar la sanación a través de la oración, supeditándola, siempre, a


la Voluntad de Dios. Como se ve a través de este breve esquema, son muchas las facetas
y medios a través de los cuales el hombre tiene que ir caminando a su salvación plena.
Nosotros, intentaremos desarrollarlos en los próximos meses, desde esta página Web.
Dios quiera bendecir este trabajo y le daremos infinitas gracias si puede ser de utilidad,
para gloria de Dios.

14
Hoy nos centraremos en dos puntos que, en todo momento, debemos tener presente:

1)- El hombre debe buscar su sanación integral. Si Dios quiere la salvación integral
del hombre, también el hombre debe buscar esa salvación en todo orden, a todo nivel de
su persona.
Hay que tener una idea clara y precisa si queremos caminar hacia la felicidad:
EL HOMBRE FORMA UNA UNIDAD DENTRO DE LA COMPLEJIDAD QUE
TIENE CON SU CUERPO, ALMA Y ESPÍRITU. Cualquier parte de este complejo que
esté dañado, repercutirá en todo el resto, algo parecido a lo que se sucede cuando
golpeamos a una telaraña.Dicho en otras palabras. Conseguiré mi felicidad cuando todo
mi ser esté sano. Si bien esa felicidad no será plena en este mundo, sí que puedo
caminar hacia la misma, intentando trabajar en todas las áreas de mi ser. Mis esfuerzos
no conseguirán frutos si no busco sanar todas las heridas que tengo en cualquier área.
Esta es la razón de la tan conocida pregunta: "¿Por qué no termino de sanarme?".
Veamos unos ejemplos.

En la mayor parte de los milagros de Jesús, la sanación va condicionada a la fe de la


persona. Por el contrario, Jesús no pudo obrar signo alguno de sanación en Nazaret, por
la falta de fe de sus paisanos. (Mc. 5, 21-34).Vemos también que Jesús sana y pide
conversión de vida: "No peques más".Los médicos confirman que las personas de fe se
sanan con más facilidad.Muchas enfermedades de artrosis graves se han curado a través
del perdón.La alabanza, poniendo la vista en Dios, libera de muchas preocupaciones.La
falta de perdón o la no-aceptación de un contratiempo, repercute en el sistema nervioso
y en el organismo, incluso desarrollando el cáncer.El encerrarse, buscando solo la
sanación física, es causa de obsesión y agrava el mal.Una vida de fe y sacramental,
alivia las mismas enfermedades y pone en el corazón y en los labios una alegría que el
mundo no puede entender.
La lista se podría alargar y no cabe duda que muchos tendréis experiencias al respecto.
A nosotros solamente nos cabe añadir que, si somos uno en la diversidad de facetas que
tenemos, no olvidemos lo siguiente:

Vivamos una vida espiritual, llena de fe, apoyada en una vida sacramental. Que el amor
guíe todos nuestros pasos cuando nos relacionemos con los demás. Llevemos una vida
sana y equilibrada.En una palabra, que nos sintamos hijos de Dios y que descansemos
confiadamente en los brazos de nuestro Padre, a quien le debemos llamar, con todo
cariño, "ABBA", Padre querido. (Mt. 6, 25,26; 31,33).

2). - Otro punto a tener muy en cuenta, responde al famoso dicho: "A Dios rogando
y con el mazo dando". En general, somos muy propensos a pedir y no a dar; a exigir que
Dios nos sane y no poner los medios, de nuestra parte, para sanarnos. Deseamos que los
demás nos mimen, mientras nosotros nos encerramos; vemos la mota en el ojo ajeno y
no vemos la viga en el nuestro; pedimos la sanación física y nos olvidamos de nuestra
sanación interior porque nos exige renuncias. En una palabra, acudimos a la oración de
15
sanación como una receta mágica; que ella lo haga todo, pero que me deje tranquilo en
el proceder de mi vida.En la parte espiritual, la sanación, tanto física como interior,
siempre debe ir unida a una renovación, a un cambio de vida. Jesús sana a un enfermo y
le pide: "No peques más". Jesús se queja de los nueve leprosos a los que ha sanado y
que no han vuelto a dar gracia y a alabar a Dios. Si no entendemos que toda sanación
conlleva algo más de nuestra parte, es posible que ello mismo sea un freno a cualquier
sanación.En la parte humana, Dios no rechaza lo natural para conseguir nuestro
bienestar. Sería un absurdo no ir al médico, porque vamos a las misas de sanación,
pensando que Dios está por encima de todos y esto basta. Dios se puede valer del
médico o de cualquier otro medio natural para sanarnos; siempre será Él el artífice
último de la sanación. Debemos orar confiadamente por nuestra sanación, pero nunca
debemos dejar los medios humanos y lícitos que estén a nuestro alcance.Jesús manda a
los diez leprosos que se presenten a los sacerdotes. Al ciego, Jesús le pone barro en los
ojos y le dice que vaya a lavarse a la fuente Siloé. Eliseo manda a Naamán, el sirio, a
bañarse siete veces en el río Jordán, si quiere sanar de la lepra; lo hizo y sanó.Que el
Espíritu nos haga entender que Dios quiere nuestra salvación integral, pero que también
nosotros debemos procurarla.

16
EL BAUTISMO COMO SANACIÓN MES DE FEBRERO DEL 2002.
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO,
FUENTE DE SANACIÓN.

Un día, en la mayoría de los casos, siendo pequeños, recibimos las aguas bautismales, y
también en la mayoría de los casos, ahí quedó eso. Lo hemos recordado, a lo máximo, y
muy pocas veces el sentido del bautismo lo hemos revivido, salvo cuando hemos
asistido a un acto en donde se han renovado las promesas bautismales.

Hemos olvidado que por el bautismo, los hombres, "libres del poder de las tinieblas,
muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de
adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección
del Señor". (Vat. II. Ad gentes, n 14)

Así, pues, por el bautismo los hombres reciben la más grande de las sanaciones, los
liberan del poder del mal, les perdona todo pecado y quedan puros e inmaculados,
convertidos en nueva criatura por el agua y el Espíritu Santo.

No hay momento, en la vida del hombre, más grande que el de su bautismo, porque a
través del mismo recibe la mayor de las sanaciones. Pero hay más; el bautismo imprime
carácter, señal indeleble, es fuente perenne, para que perdure a través de la vida, lo que
se recibió en un momento dado.

Que actualicemos cada día nuestro bautismo, dependerá de nosotros.

Que recibamos la sanación del bautismo cada día, será nuestro reto.

Siento con pena que los cristianos no nos aprovechamos del tesoro que tenemos en
nuestras manos, y no obstante corremos desesperados hacia otras aguas buscando
sanación.

Pretendemos ayudar a nuestros hermanos, haciéndoles descubrir el valor del bautismo,


presentando y comentando algunos textos del rito del bautismo.

El acto del bautismo es un acto libre de la persona, que dará su consentimiento


personalmente o a través de sus padres y padrinos. Es un punto muy importante a tener
en cuenta; Es el primer paso en el rito bautismal.

A continuación se ora por los que se van a bautizar y por sus padres y padrinos, por la
responsabilidad que van a contraer.

Antes de entrar en la liturgia del sacramento, el sacerdote dice una oración de exorcismo
con estas palabras:
17
"Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del
dominio de Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas al
Reino de tu luz admirable; te pedimos que este niño (o esta persona) lavado del pecado
original, sea templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor.
Amen."

Otra fórmula de la oración de exorcismo dice así: "...Por la fuerza de la muerte y


resurrección de tu Hijo, arráncalos del poder de las tinieblas y, fortalecidos con la gracia
de Cristo, guárdalos a lo largo del camino de la vida."

Con estas oraciones, el sacerdote, en nombre de la Iglesia, está pidiendo que los que se
van a bautizar se vean libres de todo pecado para que sean templo del Espíritu Santo, y
esto a lo largo del camino de la vida. La sanación que se pide es para todos los días de la
vida.

Para que lo entendamos mejor, haremos una oración pidiendo la sanación de una
enfermedad física. "Dios todopoderoso, por la fuerza de la muerte y resurrección de tu
Hijo, arranca el cáncer que invade y está pudriendo este cuerpo y devuélvele la salud
completa para todos los días de su vida". ¡Cuál no sería nuestro asombro si esto se
realizase! Y no nos damos cuenta que el bautismo hace algo mucho más grande, con
toda la eficacia y siempre.

Y para cubrir de fortaleza al nuevo bautizado, prosigue el celebrante:

"Para que el poder de Cristo Salvador te fortalezca, te ungimos con este óleo de
salvación en el nombre del mismo Jesucristo. Señor nuestro, que vive y reina por los
siglos de los siglos. Amen".

Se hace la unción en el pecho con el óleo de los catecúmenos, consagrado por el obispo
en Semana Santa.

La liturgia del sacramento nos presenta un elemento esencial: el agua. El agua que es
vital para la vida de las plantas, de los animales y del mismo hombre. El agua, pura y
cristalina, que lava y limpia toda suciedad. Esa misma agua es escogida en el
sacramento del bautismo como el símbolo de lo que realmente hace el bautismo en el
hombre: limpia toda mancha y da vida nueva. Por eso el celebrante, antes de proseguir
el acto, recuerda a todos los presentes la admirable providencia de Dios, que ha querido
santificar el alma y el cuerpo del hombre por medio del agua.

La bendición del agua bautismal, que se hace en estos momentos, viene a recordar los
diversos momentos de la historia de Israel (el diluvio, el paso del mar Rojo, Jesús
bautizado con el agua del Jordán) en donde el agua fue protagonista y símbolo de lo que
18
se iba a realizar a través de Cristo. Termina con esta oración, mientras el celebrante toca
con su mano derecha el agua:

"Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el
agua de esta fuente para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo,
resuciten con él a la vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén".

Hay un momento muy importante en la liturgia del sacramento. Dios, por Cristo, va a
realizar una obra admirable en el bautizado, que solo Él lo puede realizar. Pero Dios no
actuará, en ningún momento, contra nuestra libertad y es ahí en donde se le pide:

Renunciar a Satanás, a sus obras y seducciones para que Dios pueda liberarlo de todo
pecado y culpa.
Realizar una triple profesión de fe, creyendo en Dios Padre, en Dios Hijo Y en Dios
Espíritu Santo, para que Dios pueda darle nueva vida y hacerle hijo suyo.

Tanto la renuncia como la profesión de fe, ciertamente no puede hacerla personalmente


cuando quien se bautiza es un niño, por eso los padres y los padrinos lo hacen en su
nombre, y además se comprometen a guardar y a cultivar esa nueva vida que brota del
amor de Dios. Los padres y padrinos deberán esforzarse en educarle en la fe con su
palabra y con su ejemplo, de tal manera que esta vida divina quede preservada del
pecado y crezca en ellos de día en día.

Confirmado, una vez más, el deseo de recibir el bautismo en la fe de la Iglesia que


acaba de profesar, el celebrante procede al rito del bautismo, diciéndole al bautizado por
su nombre:

"yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo", al mismo tiempo
que le derrama por tres veces el agua sobre su cabeza. El bautismo se puede realiza,
también, por inmersión. Un detalle; al final de la fórmula no se dice "Amén"; "amen"
indica un deseo, una súplica, de que así se cumpla, así sea. Pero las palabras del
bautismo son eficaces, el pecado queda borrado y la gracia se derrama
automáticamente; no cabe ya ningún deseo ni súplica.

Acto seguido del bautismo, sigue un rito de la mayor importancia, que tiene la mayor
trascendencia. Se unge con el Santo Crisma al nuevo cristiano. La unción es un llamado,
una consagración. Se unge a los reyes, se unge a los sacerdotes, se ungía a los profetas y
se ungen también las iglesias que van a ser consagradas. El celebrante unge en la
coronilla del bautizado y dice:

"Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del pecado y
dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, os consagre con el Crisma de la
salvación para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para siempre miembros de
19
Cristo, sacerdote, profeta y rey. Amén".

¡Cómo no celebrar con júbilo, cada día, la vivencia de nuestra consagración formando
parte del pueblo de Cristo e injertados para siempre como miembros del cuerpo de
Cristo! ¡Cómo no recordar cada día nuestra dignidad!

Viene a continuación tres ritos que son tres signos que manifiestan lo que ha sucedido
en el bautizado.

Se le impone la vestidura blanca como signo de la dignidad del cristiano y para decirle
que la conserve sin mancha hasta la vida eterna.
Se le entrega una vela encendida en el cirio Pascual (símbolo de Cristo) y se le dice:
"Recibid la luz de Cristo". Caminad siempre como hijos de la luz.
El celebrante toca con el dedo pulgar los oídos y la boca del bautizado y le dice: "El
Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo,
escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre. Amén".

La alegría de todos los presentes en el acto se une a la alegría de recién bautizado. Ha


recibido la dignidad de hijo de Dios y se une a todo el pueblo santo. Por ello es el
momento en que todos juntos se pueden dirigir a Dios como Padre, con la oración del
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO...

Termina el rito del bautismo con la bendición del sacerdote. Bendice a las madres por el
fruto de sus entrañas. Bendice a los padres para que, junto con sus esposas, sean los
primeros que den testimonio de la fe ante sus hijos. Bendice a todos los presentes para
que siempre y en todo lugar, sean miembros vivos del pueblo de Dios y que la paz reine
en sus corazones.

Y finalmente dice:
"La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros. Amén."

Para terminar hay que añadir que el bautismo, al mismo tiempo que es una sanación
integral del hombre principalmente a nivel espiritual, realiza también sanación física en
muchos casos. "Si es capaz de sanar de raíz el mal del hombre, ¿cómo no será eficaz
para curar toda otra consecuencia como la enfermedad?" El P. Darío Betancourt, en su
libro "Fuentes de Sanación" cita varios casos en los cuales, los niños estando enfermos
y sin esperanzas, recibido el bautismo "in extremis", se recuperaron y se salvaron.

20
MINISTERIO DE SANACIÓN MES DE MARZO DEL 2002.

Un hombre, enfermo, hacía treinta y ocho años que estaba junto a la piscina Bezatá,
esperando entrar en la piscina cuando las aguas se moviesen y ser curado. "Jesús, lo vio
echado y, sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dijo: ¿Quieres curarte? El enfermo le
respondió: Señor, no tengo a nadie que, al agitarse el agua, me meta en la piscina". (Jn.
5, 6-7)¡Cuantos enfermos, hoy día, podrían repetir a Jesús la misma queja! El enfermo,
más que nadie, necesita que le ayuden a encontrar a Jesús, que es quien sana. El
ministerio de sanación responde a esta llamada y a esta necesidad. Este ministerio no es
fácil ni es apto para todos; se necesitan ciertas "aptitudes", conforme a los carismas que
Dios distribuye para que sirvamos a la comunidad.El Señor necesita de personas que,
llenas de la misericordia y la compasión de Jesús, se entreguen a los más necesitados,
siendo canales abiertos del amor de Dios. El Señor necesita de personas entregadas que
se acerquen a los enfermos y oren por ellos, bien directamente, bien en el más estricto
anonimato.Hay que saber de antemano, que este ministerio conlleva mucha delicadeza y
rectitud de criterio y al mismo tiempo saber que no siempre es bien entendido y
comprendido por los demás. No es de extrañar; también Jesús tuvo mucho oposición
cuando lo ejercía y los apóstoles Pedro y Juan fueron perseguidos, arrestados y
encarcelados por haber curado a un cojo, en el nombre de Jesús. "Es muy importante
aclarar que una cosa es el ministerio de sanación y otra cosa es elcarisma de sanación.
El ministerio no es otra cosa que poner en práctica el carisma. Por el bautismo todos
tenemos este don. El Señor Jesús dijo: Todo el que crea en mí, imponga las manos sobre
los enfermos y se sanarán. (Mc. 16,18) Sin embargo no todos tenemos el ministerio. San
Pablo dice: Dios ha dado cargos especiales a algunos en la Iglesia: en primer lugar, los
apóstoles... después los que sanan enfermos... ¿tienen todos poder para sanar enfermos?
(1 Cor. 18, 30)." (P. Darío Betancourt. Seminario de Sanación)¿Quiénes pueden ejercer
el ministerio de sanación?.Los sacerdotes y médicos tienen el carisma de sanación en
plenitud y sin límites. Los laicos lo tienen limitado. Los esposos lo tienen con fuerza
especial, el uno para el otro, y al mismo tiempo para sus hijos y familia.Los laicos
pueden ejercitarlo también para ciertos casos, siempre que sean discernidos por los
pastores y confirmados por la comunidad. Pueden darse casos de laicos a quienes Dios
llama al ejercicio de la sanación en plenitud y sin límites; éstos no son mucho.Otro
punto muy importante del ministerio de sanación lo tenemos en la Palabra de Dios, en la
parábola del Samaritano. Un hombre está gravemente herido y abandonado. Un
sacerdote lo vio, y pasó de largo. Un levita lo vio, y pasó de largo. Un samaritano lo vio,
y se conmovió sin mirar la clase y condición del herido. Pero el samaritano no se queda
en la mera compasión; él actúa en la medida de sus posibilidades y no escatima ni
siquiera medios materiales. Pone todo su corazón y se puede afirmar que se da a sí
mismo.La parábola es narrada por Jesús y es para nosotros. Toda persona en el
ministerio de sanación debe tener la actitud del samaritano; actitud que solo se puede
conseguir siendo sensible al sufrimiento ajeno y sintiendo en la propia carne la
misericordia y compasión de Jesús hacia los hombres.Para profundizar en las actitudes
que se requieren en el ministerio de sanación creemos muy útil y necesario copiar un
21
resumen de la enseñanza de Philippe Madre en el Seminario de Sanación de San
Giovanni Rotondo (1995) y publicado en el nº 41 de la revista Nuevo Pentecostés.

LA SANTIDAD EN EL MINISTERIO DE SANACIÓN.

La santidad de vida ayuda al anuncio de salvación y a la intercesión por los enfermos.


Hay personas muy heridas que necesitan un encuentro profundo con el médico espiritual
santo. Necesitan este encuentro las personas que han sufrido abortos. El
acompañamiento a los que van a morir del SIDA exige carismas de sanación y santidad.
Estos carismas de sanación con santidad se pueden dar a personas aisladas o a todo un
grupo o equipo.

Marta Robin, mujer de Dios, que llevaba en su corazón a la Renovación y a los


enfermos, me dijo que había que atreverse a pedir a Dios grandes cosas, porque pronto
vendría la hora de Dios para hacer milagros. El carisma de curación está en la Iglesia.
Es un don gratuito, que no santifica al que lo ejerce. Cuando el don se repite va
convirtiéndose en ministerio de curación. La exigencia de la propia santificación es el
lugar para vivir este ministerio de curación, - interna o externa -, que está vinculado a
nuestra vida y a nuestro crecimiento espiritual y se debe vivir con la sabiduría y el
discernimiento de Dios para que tenga más frutos.

Seis puntos de reflexión

1° Punto: Es necesario vivir santamente este ministerio con una vida contemplativa e
interiorizada. No hay evangelización que dure si no se funda en un cimiento
contemplativo. Hay que tomar tiempo para estar a solas con Dios y escuchar lo que nos
dice y a dónde nos llevan las mociones de su Espíritu. Esto es muy importante para la
calidad de los ministerios carismáticos, que sin la atención a las mociones del espíritu,
decaen.

2° Punto: El que ejerce el ministerio de curación necesita una comunidad de hermanos


y hermanas que oren con él. El carisma no madura en ministerio sin el apoyo de los
hermanos en la fe.

3º Punto: Se requiere también en el ministerio de curación el apoyo de la vida


sacramental.La Eucaristía y la Reconciliación han de convertirse en celebraciones
evangelizadoras de la vida de Jesús, que se nos da y nos santifica.

4° Punto: El que ejerce un ministerio de sanación necesita de un guía espiritual, que le


asesore en los momentos de lucha espiritual.

Hay cinco tentaciones principales ligadas al ministerio de sanación:

22
Tentación de orgullo, porque nos atribuimos lo que Dios realiza a través de nuestra
acción humana.

Tentación de desaliento. Es muy cansado este ministerio, tiene fracasos aparentes y se


cae en la tentación de abandonar. Entonces también necesitamos un guía espiritual.

Tentación de ejercer dominio espiritual sobre el enfermo, tanto al actuar como médico o
como sanador. Hay que respetar al enfermo sin someterlo a nosotros.

Tentación de voluntarismo espiritual. Queremos que Dios cure sin atender


verdaderamente a lo que Dios quiere hacer en ese momento concreto.

Tentación de relación afectiva-emocional con el enfermo. Así, se paraliza la acción


primordial de Espíritu Santo y se termina cayendo en una relación afectiva desordenada.
La presencia de un guía espiritual ayuda a evitar estas tentaciones .

.5° Punto: Vivir en el amor a Jesús y a su Palabra no sólo ayuda a nuestra santidad, sino
que fomenta carismas relacionados con el ministerio de sanación.

.6° y último Punto: El don de fuerza del Espíritu Santo nos lleva a mayor unión con
Jesús; pero también nos fortalece para el combate espiritual en el ministerio de curación.
Es importante pasar de la intercesión a la compasión, acogiendo al Espíritu en nosotros
para que nos ponga en comunicación con el enfermo, nos haga crecer en el amor y
trasmita alivio a los enfermos.
Vivamos, pues santamente el ministerio de sanación.

23
EVANGELIZACIÓN Y SANACIÓN MES DE ABRIL DEL 2002.

Hoy más que nunca se siente la necesidad de evangelizar, ante grandes masas de
cristianos que se van retirando de la iglesia. Nunca como hoy, están surgiendo grandes
planes de pastoral, con mucha profundización teológica y una gran estructuración. Son
maravillosos.
Todo ello es fruto de la reiterada llamada del Papa Juan Pablo II a una nueva
evangelización: nueva en su ardor; nueva en sus métodos y nueva en su expresión.
Deseamos fijarnos en la tercera, nueva en su expresión, para ver si realmente la
empleamos adecuadamente, ya que las fórmulas que estamos usando no siempre nos
dan los resultados apetecibles.
El P. Emiliano Tardif, que evangelizó en 72 países y siempre ante grandes masas, sabía
muy bien del tema y por eso nos vemos obligados a reproducir sus palabras. ("Jesús es
el Señor" cap. 5).

Nueva en su expresión

Para entender esto debemos mirar fijamente a la persona de Jesús, el primer y más
grande evangelizador, para darnos cuenta cómo transmitía la Buena Nueva de la
salvación.
Jesús presentaba el Evangelio de una manera muy sencilla. San Mateo resume
maravillosamente la actividad de Jesucristo en un texto muy hermoso:

Jesús recorría toda fa Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva
del Reino y sanando toda enfermedad y dolencia en el pueblo. Mt 4,23. y 9,35.
La evangelización de Jesús comprendía dos aspectos fundamentales: el anuncio de la
Palabra y la sanación de los enfermos.

a.- Anuncio de la Palabra

Hoy en día algunos piensan que basta el testimonio de vida y que ya no es necesario
proclamar la Palabra. Sin embargo, no ha existido testimonio de vida más auténtico que
el de Jesús, y Él de todos modos anunciaba la Palabra, recorriendo pueblos y aldeas.

El número 22 de la Evangelii Nuntiandi afirma que aunque el testimonio de vida es la


primera forma de proclamar la Buena Nueva, es insuficiente y debe ser acompañado por
la Palabra de vida. No hay verdadera evangelización mientras no se anuncie el Nombre,
la doctrina, la vida, las promesas, el Reino y el misterio de Jesús, Hijo de Dios. El
mensaje es la persona de Jesús.

b.- Curación de enfermos

Jesús realizaba signos y prodigios que congregaban multitudes, y a esas turbas les
24
dirigía la Palabra de salvación.

Existen personas que sostienen que lo importante es proclamar la Palabra y que los
signos milagrosos no son necesarios. Sin embargo, muchos templos están vacíos porque
a la gente no le basta oír la Palabra; quiere constatar la eficacia de la misma. Necesita
manifestaciones que revelen el triunfo de Cristo Jesús sobre el pecado, la enfermedad y
la muerte.

Cuando anunciamos la Palabra con signos, se congregan multitudes no sólo para


escuchar, sino ver que se cumple la Palabra de Jesús, y entonces están más abiertas a
responder al mensaje de salvación con un acto de adhesión a la persona de Jesucristo
como Salvador y Señor.

Cuando predicamos de esta manera suceden cosas como las relatadas en El Diario de
Asunción, Paraguay, el 22 de abril de 1985, en su artículo titulado: "La fe convocó a
más de 40.000 fieles".

"Con un poder de convocatoria insólito, teniendo en cuenta la no promoción de la


venida del sacerdote carismático canadiense a nuestro país, se congregaron más de
cuarenta mil personas en el estadio del Club Cerro Porteño.

La campaña de evangelización de la Renovación Carismática a través de la predicación


del Padre Tardif, significó un gran espectáculo de fe en Cristo Jesús. El referido local
fue pequeño para la gran cantidad de personas que llegó con deseos de participar en la
ceremonia; mucha gente quedó afuera. Miles de personas siguieron el acto a través de la
transmisión de televisión.

Puede decirse con toda honestidad que el Canal 13 batió el récord en lo que se refiere a
estima, según los comentarios surgidos en la víspera.

En la actualidad la Iglesia Católica tiene un gran poder de convocatoria para todos los
fieles, ya que sin un gran despliegue promocional, el país entero estuvo pendiente de su
mensaje y de sus oraciones.

Cabe señalar, además el auge que va teniendo en la actualidad el Movimiento de


Renovación Carismática Católica en el país y el mundo. En forma silenciosa va
extendiendo su influencia de manera sorprendente. Este movimiento dentro de la Iglesia
se ocupa de reivindicar el poder de la fe en el mundo cristiano".

Los signos acompañan la proclamación del Kerygma, pero nunca hemos visto signos
que acompañen las tesis teológicas, ya que estas se sostienen con sus argumentos
mismos. Ahora, al volver a predicar el Kerygma vemos estos signos que convocan tanta
gente que crean problemas que deben ser solucionados con visión del futuro.
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Cuando la Palabra va acompañada de signos, el problema no es cómo hacer para que la
gente venga, sino qué hacer con tantos que llegan. Es curioso el telegrama que me
enviaron el 4 de mayo de 1986 de Elizabeth, New Jersey, (Estados Unidos), que decía lo
siguiente:

Favor de no venir a predicar en el evento del 13 al 18 de mayo de 1986. No podemos


encontrar un lugar lo suficientemente grande para toda la gente que desea escuchar la
Palabra del Señor.

Sinceramente. Padre Roberto Trabold.

Las sanaciones y los milagros no son apéndices secundarios en la evangelización, ya


que a través de ellos se muestra la eficacia de la Palabra proclamada. Antiguamente se
decía que los milagros eran para probar la veracidad de la doctrina. Sin embargo, tienen
una función todavía más importante: mostrar actuando al Dios que predicamos. Es la
salvación en acto.

Así pues, los signos milagrosos y las sanaciones se nos presentan como una maravillosa
oportunidad de manifestar la acción de Dios, y no sólo hablar de un Dios a quien nadie
puede ver ni constatar su acción.

En un congreso ecuménico, un Obispo de Pakistán nos decía muy convencido:

Llevo más de 25 años trabajando en Pakistán. Puede que yo sea la persona que ha
convertido más musulmanes: unos 1.000 en todo mi ministerio.

Al final de mi carrera me doy cuenta que si a los musulmanes no les predicamos el


Evangelio con los signos y prodigios que muestren que nuestra religión no es una
ideología, sino una realidad, se perdería el tiempo al ministrar entre ellos, pues son una
cultura anticristiana, pero no anticristo.

Por su lado, un delegado de Irlanda añadió:

Antes, el hombre levantaba su mirada al cielo ante cualquier problema y dificultad.


Frente a una epidemia, se hacía una cruzada de oración. Si no llovía, la gente organizaba
jornadas de intercesión para suplicar a Dios el agua. Hoy día las vacunas y las presas
nos han hecho olvidar a Dios. Pero lo peor es que se prescinde de Él en otras esferas
más trascendentes. A veces se quiere construir el Reino con simples técnicas y
organización. Pero si es cierto que entre los musulmanes se necesita esta clase de
signos, yo afirmaría que para el mundo occidental y desarrollado son aún más
necesarios.

26
El hombre vive a expensas de sus propias fuerzas y necesita experimentar que existe el
poder de lo Alto: la fuerza del Espíritu Santo.

Personalmente creo que la nueva expresión para predicar el Evangelio, sería que la
Palabra fuera acompañada de signos de poder.

Así predicaba Pablo (1Tes 1,5). Incluso los milagros autentificaban su ministerio
apostólico (2 Cor 12, 12). Como que no puede haber verdadero o completo apóstol sin
estos signos.

Yo creo que Jesús no ha cambiado su pastoral y por eso hoy día sigue manifestándose
con poder frente al hombre contemporáneo. Jesús no ha cambiado su método pastoral
porque es eficaz.

El no necesita congresos de Pastoral o semanas de "aggiornamiento" o "reciclaje"


porque su método todavía funciona y no hay nada mejor que lo pueda suplantar. Sigue
curando, convoca multitudes, se predica la Palabra y, quienes se abren a la fe, se
convierten.

El 23 de diciembre de 1987 me escribió el Padre Paul Pegeaud, de Issia, Costa de


Marfil, diciendo:

La jornada de evangelización ha dejado una profunda huella en la parroquia. Me


lamento de no haber convocado a más paganos: ya que cada pagano curado ha llegado a
ser un catecúmeno.

Ha habido curaciones espectaculares como la de un niño jorobado de cuatro años. Él


estaba en los brazos de su papá, que es médico. Cuando comenzó la oración por los
enfermos, comenzó a sudar abundantemente. Cayó a tierra y se agitaba como si
estuviese en una olla de agua hirviendo.

Luego sintió que algo lo estiró de la cabeza y las manos y se levantó por sí mismo.

Entonces le dijo a su papá: "Papá, tú sí que eres un buen médico". Su padre le respondió
emocionado: es que yo no te curé. Ha sido Jesús de Nazaret...". Cuando regresaba a su
casa el papá intentó tomar un poco de licor, pues era muy afecto a él, pero su boca
rechazó el sabor y de esa manera quedó libre del alcoholismo.

Tenemos otros casos muy hermosos de reconciliación familiar y de perdón.

Nosotros les habíamos predicado muchas veces que Jesús había resucitado y daba vida,
pero ahora tenemos muchos testigos que así lo confirman. Nosotros habíamos leído y
predicado muchas veces las curaciones que narra el Evangelio, pero ahora ellos las han
27
visto con sus propios ojos. El Evangelio ha cobrado un nuevo valor para los creyentes y
ha sido un asombro para los paganos.

Hay quienes critican las exageraciones en el ministerio de sanación. Yo también lo


hago, porque a veces existen. Pero los que señalan los extremos también deberían
referirse a los que exageran por defecto, es decir a quienes jamás toman en cuenta este
aspecto evangélico. Para mí es más peligrosa esta última exageración, pues nos lleva a
olvidarnos que existe el poder de Dios para manifestar la salvación al hombre de hoy.

A veces, por visión miope se piensa que la curación es todo y no se descubre su valor.
No se perciben los alcances que tiene un signo como este: la curación suscita una
reacción en cadena en diferentes áreas de la vida de la persona y de quienes la rodean,
como se muestra en el siguiente caso:

En Santiago de los Caballeros, República Dominicana, el otoño de 1987 ocurrió una


sanación muy grande. Oscar Lama tuvo un accidente de automóvil, a raíz del cual quedó
en estado de coma durante dos meses. Lo llevaron a un famoso hospital de Pittsburg, en
los Estados U nidos, donde pasó varias semanas.

Luego, cuando constataron que nada se podía hacer, pues se le había desprendido la
masa encefálica, lo devolvieron a su patria. Si lograba salir del estado de coma tendría
vida vegetal, sin ninguna característica humana.

En una Misa de sanación en la Catedral de Valverde, su papá nos pidió que fuéramos a
su casa a orar por su hijo. Fuimos el párroco de la Catedral y yo. Oramos unos cinco u
ocho minutos al Señor para que lo sanara. Era impresionante ver aquel ser humano
totalmente inmóvil, que no reaccionaba ante ningún estímulo ni tenía el menor
movimiento propio.

Al otro día, por la mañana, Oscar llamó a sus padres. Fue una emoción muy grande
oírlo hablar. A la semana miraba los programas deportivos de televisión y recordaba el
nombre de los futbolistas famosos que él conocía. Le regresaron la memoria y las demás
facultades mentales.

Luego se levantó y gracias a una intensa terapia y ejercicio comenzó a caminar. Hoy en
día Oscar Lama realiza su trabajo profesional con toda normalidad.

Esa sanación ha sido para la familia entera una llamada a la fe; incluso un amigo muy
íntimo de él que iba a visitarlo, quiso confesarse conmigo. Cuando Oscar regresó a la
Iglesia, su amigo hizo su primera comunión junto con él. Toda la familia fue tocada
espiritualmente a través de esta sanación.

Pasó lo que en las Bodas de Caná donde San Juan dice:"Jesús manifestó su gloria y sus
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discípulos creyeron en él".Este signo despertó la fe en los que le rodeaban. La sanación
se convirtió en un instrumento de evangelización."

LA ORACION DE INTERCESION (I) MES DE MAYO 2002

Ante la perspectiva de la destrucción de Sodoma y Gomorra, se nos presenta la figura de


Abraham, que, enternecido, se presenta ante Dios, entrando en una buena ley del
regateo, intercediendo por esas ciudades. (Génesis, 18, 22-32)

El pueblo de Israel está luchando contra los Amalecitas. Mientras tanto, Moisés, en la
cima del monte, oraba con las manos en alto. El ejército de Israel ganaba mientras
Moisés tenía las manos alzadas, pero el ejército de Israel perdía cuando Moisés bajaba
las manos. (Exodo 17,8-16)

Pero la figura preeminente del intercesor se encuentra en Jesús, cuando en la cruz,


extendidos sus brazos, grita: "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" (Lc
23,34)

Nadie, por poca sensibilidad que tenga, puede mirar al mundo de hoy, con sus
problemas y horrores, sin preguntarse: "¿Qué hacer?

Esta misma pregunta se hacía Mons. Alfonso Uribe Jaramillo, (Revista ALABANZA,
Nº 96) después de dar un vistazo a los males que nos aquejan.

"La humanidad vive actualmente una hora apocalíptica. La violencia es cada día más
destructora y ciega.

La droga está aniquilando a millones de hombres, especialmente a los jóvenes.

La inmoralidad en todas sus formas está predominando cada día con más descaro y está
destruyendo la familia, arruinando las mentes y los cuerpos de gran parte de la juventud.

Un ídolo, llamado dinero y bienestar, quiere ser dueño del mundo.

El pecado se apodera de las conciencias y la virtud es objeto de desprecio y vilipendio.

Las obras de la carne aparecen por todas partes con abundancia creciente y arrecia el
combate espiritual descrito por San Pablo (Efesios 6,10 ss.)

Con angustia vemos a millones de niños asesinados antes de nacer o tratados


injustamente por padres carentes de afecto.

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Mujeres sometidas al ultraje, a la prostitución y a trabajos inhumanos.

Esposas traicionadas y hogares deshechos por el vicio y la incomprensión. Ciudades y


campos manchados con sangre humana derramada por hombres violentos que no tienen
ningún respeto por la persona.

Vivimos en una hora de tinieblas y en un mundo que va perdiendo el amor y se va


sumiendo en los horrores del odio".

¿Qué hacer, se pregunta Mons. Uribe Jaramillo, frente a tantos males y a tantos
peligros?

Los hombres se esfuerzan en buscar soluciones y a planificar grandes proyectos; pero es


muy poco lo que consiguen. Se revisten de fuerza y poder y todo es en vano. Lo que
consiguen es acrecentar su poder por encima de otros pueblos a través de la fuerza.

No entienden la Palabra de Dios que por boca del Profeta Zacarías nos dice:

"NO POR EL PODER DE LAS ARMAS NI POR LA VIOLENCIA, SINO POR MI


ESPÍRITU, DICE YAHVE". (Zacarías, 4,7)

"Solamente un ejército de intercesores que se una a la intercesión de Jesús podrá vencer


a los ejércitos del mal que avanzan por todas parte."

LA INTERCESIÓN DE JESÚS…
"La carta a los Hebreos nos dice que Cristo está siempre vivo para interceder a favor
nuestro.(Hebreos 7,25) Lo que hace ahora en el cielo como Sumo Sacerdote glorificado,
lo hizo a lo largo de su vida mortal. Los evangelios nos hablan con frecuencia de la
oración de intercesión de Jesús.

Motivo de profundo aliento y consuelo en medio de los males que nos aquejan es saber
que Jesús resucitado y exaltado a la diestra del Padre es el Pontífice eterno que intercede
continuamente por nosotros".

"Tres textos nos revelan especialmente esta gran verdad.

1 - San Pablo escribe a los Romanos: Cristo Jesús, el que murió; más aún el que
resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros. (Romanos 8,34.

2 - En la carta a los Hebreos leemos: Pero Jesús posee un sacerdocio perpetuo porque
permanece para siempre. De ahí que pueda también salvar perfectamente a los que por
Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder por nosotros. (Hebreos 7,
30
24-25).

3 - San Juan escribe: Si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre:
Jesucristo, el justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los
del mundo entero. (1 Juan 2, 1-2)".
NUESTRA INTERCESIÓN.
Pero Cristo Sacerdote es la Cabeza sacerdotal del cuerpo sacerdotal que es su Iglesia, a
la cual pertenecemos desde el bautismo.

Por ello a nosotros se nos dice:

Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su


propiedad, para anunciar las grandezas del que os ha llamado de las tinieblas a su luz
maravillosa. (1 Pedro, 2,9).

Cada uno de nosotros, por el bautismo, comparte el sacerdocio de Cristo de una manera
singular. Jesús, como Sumo Sacerdote, está intercediendo por todos nosotros. Nosotros,
al compartir el sacerdocio de Cristo, tenemos que estar en intercesión por todo el
mundo, y esta intercesión debe estar asociada a la cruz de nuestro Señor Jesucristo.

Nuestra intercesión es tanto un derecho como un deber.Nadie que se sienta verdadero


cristiano, está exento de este deber. Nadie puede estar identificado con Jesús, sin estar
identificado con su misión intercesora ante el Padre. La intercesión no está reservada a
los sacerdotes, o religiosos o a los que tienen un ministerio especial. La responsabilidad
de la intercesión recae sobre cada miembro individual. Solo podremos cumplir el
segundo precepto, Amarás a tu prójimo como a ti mismo, cuando entendamos que la
salvación es para todos y cuando cada uno de los creyentes sea un instrumento de
intercesión.

No caben discursos ni palabras ni razonamientos para entender la necesidad de la


intercesión y sentir el acicate de este ministerio. La oración de alabanza, le meditación
de la Palabra de Dios, junto con la súplica al Espíritu Santo, nos hará penetrar en el
Corazón de Jesús, desbordante de compasión y misericordia hacia todos los hombres, y
nos hará sentir la necesidad de ser canales de su amor, a través de la intercesión.
Interceder es lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. Si no hay una
vivencia continua con Cristo Jesús, difícilmente entenderemos la intercesión y menos la
practicaremos.

Ser intercesor es ser uno en Cristo, es unirse a Cristo en su intercesión como el único
intercesor ante el Padre a favor de todos los hombres. Este es un principio fundamental
del intercesor.

La oración de intercesión consiste en una petición a favor de otro. No conoce fronteras y


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se extiende hasta los enemigos; por todos los hombres, por todos los constituidos en
autoridad, por los perseguidores, por la salvación de los que rechazan el evangelio.

Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación.


En las dificultades, en la evangelización, en el desarrollo de la comunidades, siempre la
oración de intercesión precedía y acompañaba cualquier acción.

(Catecismo de la Iglesia Católica, números 2634 - 2636; 2647)

Volviendo a mirar los graves males de la humanidad, se siente la premura del momento.
Y surge la pregunta:

¿CUÁL ES MI RESPUESTA?¿CUÁL ES TU RESPUESTA?


Tal vez te pueda ayudar a tomar una decisión, la siguiente

Oración

Padre, simplemente vengo a ti.


Vengo como soy en toda mi pobreza.
Sé que puedo venir a ti no importa como esté.
Vengo a buscar tu misericordia y tu gracia de nuevo.
Perdóname mis errores y fracasos, las veces que me he perdido cuando mis prioridades
no han seguido el orden correcto.
Vuelvo a aceptar el don gratuito de tu amor, que me ofreces.
El don gratuito de la vida eterna por medio de tu hijo Jesucristo.
Reconozco de nuevo a Jesús como Señor y Salvador de mi vida.
Padre, quiero empezar de nuevo hoy.
Envía tu Espíritu Santo para llenar mi corazón otra vez.
Que el fuego de tu espíritu purifique mi corazón.
Prende mi corazón en el fuego de tu Amor.
Ven Espíritu Santo como en el Cenáculo, ven en tu poder y dale poder a mi vida.
Libera en mí los dones que tienes para mi vida.
Incita el deseo ferviente de comulgar contigo a diario. Libera el don de la oración
verdadera y perseverante.
Utilízame como instrumento para la construcción de Tu Reino.
En el Nombre de Jesús, te ruego por esto.
Amén.
(La anterior oración es de Kim Kollins de la "Zarza Ardiente").

En próximos meses ampliaremos y desarrollaremos otros temas sobre la "oración de


intercesión". El Señor desea la salvación de todos los hombres y que estemos sanos de
cuerpo y alma. Y en este deseo entra también nuestra colaboración.

32
LA ORACION DE INTERCESION (II) MES DE JUNIO DEL 2002.

"El Señor está sanando a su pueblo, decía el P. Emiliano Tardif, y si le damos permiso y
si oramos, Él no solo va a sanar a dos o tres, sino a cientos, no solamente en el cuerpo
sino en el subconsciente, las heridas emocionales..."

Vimos en la primera parte de la ORACION DE INTERCESIÓN la importancia que ella


tiene en la vida de la Iglesia, y que todos, por el sacerdocio recibido en el bautismo,
tenemos el poder y el deber de interceder por todo el mundo, uniéndonos a la
intercesión de Cristo ante el Padre.

Vamos a dar un paso más.

Condiciones para ejercer el ministerio de intercesión.

Hay que insistir en dos puntos importantes.

1.- LA FE ES NECESARIA. Pero el que ora en la intercesión no pone su confianza en


su propia fe ni en este o aquel don, sino en Jesucristo;así lo dice el P. E. Tardif, el P.
Mac Nutt. "Yo no tengo fe en mi propia fe, sino en Jesucristo; Él es el que sana y el que
cura. Y ¡qué pena cuando vemos a una persona que tiene el ministerio de Sanación y
que dice al enfermo: "tú no te sanas porque no tienes fe!" ¡Qué pena! ¡Este enfermo ya
tiene bastante con sufrir su enfermedad, además se le acusa de no tener fe...!"

El P. Emiliano recordaba su propia enfermedad y cómo se sanó. Cuando unos hermanos


fueron a orar por él, le preguntaron si creía que el Señor le podía sanar, "claro que Dios
puede sanar", contestó, pero creer que Dios te puede sanar y creer que te va a sanar, es
muy distinto; él no creía que se iba a sanar, pero los hermanos sí creían y oraron por él.
Y el P. Emiliano se sanó de tuberculosis de los dos pulmones muy avanzada, sin que los
médicos se lo pudiesen explicar.

Por eso el P. Emiliano predicó constantemente: "El Señor sana con la fe que tenemos,
porque yo no tenía mucha fe, tenía fe en que existe, pero no creía que me iba a sanar.
Hay que tener fe en su amor, hay que tener fe en que Él lo quiere hacer y Él nos dice:
"pedid y se os dará", y cuando tomamos la Palabra de Dios en serio, Dios nos toma en
serio, y este es el secreto. Nosotros no tomamos en serio lo que dice el Señor cuando
nos manda a proclamar su Evangelio y nos dice: "Vayan por todo el mundo anunciando
mi Evangelio y he aquí los signos que acompañarán a los que creen: en mi Nombre
impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán curados". Y lo que Él dice lo
cumple, porque Él es fiel a su promesa, pero Él quiere que lo aceptemos y esta fe hay
que pedirla porque no la tenemos; pero Él sana con la fe que tenemos".

No es nada fácil la práctica de la fe en la lucha de la intercesión. Esa agonía de ver que


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Dios sigue en silencio, que no sucede nada. Y sin embargo, la promesa del Señor
continúa en pie para los que no se desalientan en la lucha de la intercesión.

2.- LA FE ES NECESARIA, PERO MÁS TODAVÍA ES LA CARIDAD.

La fe es importante, pero es impotente si no va acompañada de una compasión


verdadera, de un verdadero amor hacia aquel que sufre. Es necesario meternos en la piel
del hermano que sufre para entender su necesidad; por dicho motivo, los que tienen
alguna enfermedad tienen un gran poder de intercesión, porque nadie mejor que ellos
para entender a otro que sufre; igualmente, aquellas personas que han sido sanadas
tienen una virtud especial para interceder: porque reflejan la misericordia que Dios tuvo
con ellos, volcándose en misericordia hacia otros.

La idea clave en este tema, es la caridad, es el amor. Y nadie puede dar lo que no tiene.
Solamente penetrando en el Corazón misericordioso y compasivo de Jesús, se participa
de su amor infinito hacia los hombres; es ahí en donde se capta los sentimientos de
Cristo al aceptar su pasión y muerte para salvar al hombre. Esta es la fuente en donde el
intercesor debe beber para realizar su ministerio

Dones de Dios para interceder.

El ministerio de intercesión, ya hemos visto, no es nada fácil. Pero siendo tan necesario
en la Iglesia, Dios mismo nos va a dar muchos dones para que podamos Interceder ante
Él. Algunos de ellos son:

Su Gran Amor. Como Dios nos mira como miembros del cuerpo de su mismo Hijo, nos
ve perfectos en Él. Nos ama y nos considerara como seremos al final, cuando Cristo
haya terminado de transformarnos en Él. El nunca se va a cansar de nosotros. No
podemos dejar de interceder por el hecho de sentirnos indignos.

Jesús, nuestro Señor Resucitado, está ante el Padre rogando continuamente por nosotros,
porque somos miembros, y miembros muy queridos de su mismo cuerpo. "Cristo, el que
murió, es más, el que fue resucitado, está a la derecha de Dios, rogando por nosotros".
(Romanos 8. 34)

El Espíritu Santo viene a ayudarnos y obra en nosotros, dejando que apoyemos en Él


nuestras insuficiencias. "El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad porque no sabemos
orar como se debe, pero el Espíritu Santo mismo ruega a Dios por nosotros" (Romanos
8, 26).

Miembros del Cuerpo de Cristo. Necesitamos recordarnos esta verdad los unos a los
otros. Somos miembros del mismo cuerpo y por eso debemos orar los unos por los
otros. No descuidemos esta parte tan práctica e importante del Plan de Dios para que

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tengamos fuerza y poder.

La Armadura de Dios. (Efesios 6,17-18). Pongámonos, pieza por pieza, esta armadura y
pidamos la luz del Espíritu para saber cuando conviene usar estas armas que San Pablo
nos propone para defendernos del enemigo malo. (Rosalind Ricker. Extraído de New
Covenant)

VARIAS FORMAS DE INTERCESIÓN.

ORACION DE ALABANZA. A través de la alabanza, presentamos ante la presencia de


Dios, a la persona o situación por la que se intercede. Alabemos en su nombre,
alabemos como si nosotros fuésemos esa persona, como si nosotros tuviésemos esa
necesidad. Cuando alabamos de corazón, Dios nos mira complacido y se vuelca hacia
nosotros con toda la compasión. Cuando esto lo hacemos en nombre de otra persona,
Dios hace otro tanto a favor de ella.

ORACIÓN EN EL ESPÍRITU. Cuando no sabemos cuál es la situación o necesidad,


oremos en lenguas. "El Espíritu mismo ruega a Dios en nosotros con gemidos
inenarrables." (Romanos 8, 26) Muchas veces, orar en lenguas es una necesidad para
que en nuestra intercesión no juzguemos a las personas. Por ejemplo, cuando oramos
por la salud espiritual de una persona, sin darnos cuenta, casi siempre, la estamos
juzgando; al orar en lenguas, presentamos a la persona y el Espíritu actúa en donde tiene
que actuar.

ORACION SIN PALABRAS. El Espíritu traerá a nuestra mente el nombre de


personas conocidas, en cualquier momento del día o la noche y en cualquier lugar.
Elevemos el corazón a Jesús y pongamos a esa persona en su presencia. Dejemos que el
amor de Dios se derrame en ella, sin pedir nada especial. No hacen falta palabras. El
Espíritu es quien mejor conoce el pensamiento y la voluntad de Dios. Dejemos que
interceda a través de nosotros y luego alabemos y demos gracias.

ORACION CON CONOCIMIENTO. Aunque sabemos por lo que oramos,


entregamos nuestra mente al Espíritu para que ore en nosotros, mientras permanecemos
en actitud de adoración. Ejemplo: En un Grupo, un hermano presenta una necesidad
alabando al Señor en quien está la solución de todos los problemas. Los demás
continúan alabando bajito o en silencio hasta que el Espíritu de a otro una nueva
intención por la que orar. Nos unimos todos de corazón a esa nueva intención y
continuamos con más alabanza. Sabemos que pedimos lo que Dios desea, por la
convicción interna que da el mismo Espíritu; pero si no sentimos enseguida ese
convencimiento interno, hay que tener paciencia y seguir orando. Dios tiene su tiempo.
Esperemos con confianza en que nos llegará su mensaje. Es esencial que nos
acostumbremos a escucharle.

35
LAS ORACIONES DE JESUS. Citamos sólo una como modelo; todo el capítulo 17
de S. Juan. Jesús intercede ante el Padre por sus discípulos, por todos los fieles, por la
unidad... Hagamos nuestra, esta oración de Jesús.

LAS ORACIONES DE SAN PABLO. Cuando venga a tu mente un ser querido,


puedes pedir para él lo mismo que pedía Pablo.

"Pido a Dios que os ilumine la mente para que sepáis cuál es la esperanza a la que
habéis sido llamados y cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da a los suyos".
(Efesios, 1, 18).

"Ruego que entendáis cuán grande y sin límites es su poder, que obra en nosotros, los
que creemos en Él". (Efesios, 1, 19)

"No dejamos de orar por vosotros y pedir que Dios os haga conocer lo que quiere de
vosotros y os dé sabiduría y entendimiento de las cosas espirituales". (Colosenses 1, 9).

"Pedimos que Él os haga fuertes con su glorioso poder para que podáis soportarlo todo
con mucha paciencia y llenos de alegría en el Señor". (Colosenses, 1, 11)

"Pido en mi corazón que lleguéis a tener todavía más amor, con mucha sabiduría y
entendimiento en todo para que sepáis escoger siempre lo mejor". ( Filipenses, 1, 9)

LA ORACION DE INTERCESION (III) MES DE JULIO DEL 2002.

En esta tercera parte de la oración de intercesión, deseamos centrarnos en dos puntos


muy importantes, para orientar el ministerio de intercesión. Para trabajar en este
ministerio se necesitan tener ideas muy claras para no desvirtuarlo. Hemos tomado
como base de esta enseñanza, un artículo de Monseñor Ramón de la Rosa Carpio,
publicado en la revista "Alabanza", nº 96.

a) La intercesión se sitúa en estos conceptos:La intercesión se coloca en la misma línea


de la vida de Cristo, cuya misión fue mediar e interceder por la salvación de los demás.
Es uno de sus ministerios y es toda su vida ministerial.
Oró por los demás.
Dio su vida por la salvación de todos.
Tomó la condición humana para poder mediar (Hebreos 10)

b) Se sitúa, igualmente, en la línea de la solidaridad que Dios pide a los hombres entre
sí: el bien y el mal de otros nos afecta; de la colaboración que el mismo Dios pide a los
36
hombres en Su plan de perfección de la creación y de la salvación del género humano:
Dios acepta que cuando un hombre no ora, otro ore por él y el Señor acepta la oración
de intercesión como si fuera propia del que no ora; de la mediación humana para toda
obra de Dios.

c)La intercesión está colocada en el corazón mismo de la redención: comprar con


oración, con sangre lo que pertenecía al demonio. Pagar un precio. Reparar el daño que
otros han hecho; rescatar lo que estaba perdido: sin intercesión, sin mediación humana,
Dios no salva.

HERRAMIENTAS PARA EL INTERCESOR.

En cualquier oficio, el hombre necesita herramientas adecuadas para realizar su trabajo.


El albañil, el carpintero, el agricultor, el soldado, etc. sin herramientas es prácticamente
inútil. Y cuando más adelantamos en tecnología, más imprescindible es la herramienta
correspondiente: el ordenador, el microscopio, redes digitales, etc.

De la misma manera podemos hablar de las herramientas del intercesor; sin ellas nuestra
intercesión quedaría muy pobre. Son cinco las herramientas principales del intercesor y
cada una de ellas debe ser motivo de reflexión.

LA ORACION es el camino más a mano para la intercesión y uno de los más eficaces.
Es nuestro compromiso orar por los demás. Tenemos que estar conscientes de la fuerza
poderosa que hay en la oración. Dios conoce todas nuestras necesidades; pero Él quiere
que se las digamos una a una.

EL AYUNO: Cuando ayunamos nos privamos de bienes materiales para adquirir bienes
espirituales. El ayuno fortalece nuestra oración. Jesús nos dice que hay demonios que
solo se expulsan con oración y ayuno. Cada cual debe descubrir su modo de ayunar.
Pedir ayuda al Espíritu para ser guiados en esto y luego ofrecer cada ayuno
específicamente por alguna necesidad de una persona o país.

EL SUFRIMIENTO: Es el más eficaz y poderoso camino de intercesión. Dios hizo del


desecho humano, del estiércol, de la basura de la vida (el dolor y el sufrimiento) la más
potente fuerza de la salvación, de la redención. Cuando el sufrimiento se acepta libre y
gozosamente y se le da una dimensión redentora se convierte en sacrificio y lo que era
estiércol se convierte en abono vivificador. Hay pecados y situaciones que no se
resuelven si no es dando la vida misma para salvar. Es un camino que está diariamente
en nuestras manos. Es una riqueza que se desprecia: Señor, te ofrezco.

Unos contemplan a Dios en el sufrimiento; otros lo contemplan en el Sagrario. Tenemos


que unir nuestros sufrimientos a los sufrimientos de Cristo.

37
Algunas personas están llamadas a una vida de sufrimiento continuo, que ofrecido a
Dios se convierte en un dolor redentor. Son almas escogidas. La mayoría de nosotros
sufre por tiempos, y son estos momentos los que tenemos que aprovechar para
ofrecerlos a Dios como armas para interceder.

Hemos descubierto el valor de la oración. El día que descubramos el valor del


sufrimiento ofrecido habremos descubierto un tesoro.

LA LIMOSNA: Hay situaciones que no se resuelven si no es con la limosna. El mundo


de hoy, endurecido por la idolatría del dinero y el apego a las riquezas, necesita la
intercesión de la limosna. Cuando nos encontramos con hermanos que no se convierten
a pesar de nuestras oraciones y nuestro ayuno, demos limosna en sus nombres.

LA EUCARISTÍA: Por último, tenemos la Eucaristía. Es el camino más poderoso


porque encierra los cuatro caminos anteriores: es oración, es sufrimiento y es limosna.
La Eucaristía es la fuente y culmen de toda intercesión. Colocamos en el sacrificio de la
Eucaristía nuestros sufrimientos y nuestros dolores en Jesús que se presenta como único
mediador.

MARIA, MODELO DE TODO CREYENTE QUE INTERCEDE.

El ministerio de intercesión es algo así, como un oficio. Todo el que desea aprender un
oficio necesita de un maestro que le enseñe y de un modelo para aprender cómo debe
actuar. Jesús es el maestro para todo intercesor, ya que es Él, el único intercesor válido
ante el Padre. Por el contrario, María es nuestro modelo en la intercesión, porque supo
aprender bien de su Hijo y aprovechó cualquier circunstancia y necesidad para actuar.

María está atenta a las necesidades que la rodean, las necesidades humanas, para
interceder. En Caná, cayó en la cuenta de que el vino se había acabado.

María actúa. Su corazón de madre no puede ver la necesidad sin preocuparse; su


corazón es un corazón compasivo. Se acerca a Jesús y le dice: "No tienen vino".

María permanece firme en la intercesión a pesar de la respuesta de Jesús: "Mujer, ¿a ti y


a mí, qué?" Como Abraham, cuando oró por Sodoma y Gomorra; como Moisés cuando
intercede por el pueblo de Israel en su testarudez. Oraron a Dios con confianza y
presentaron sus propias intenciones y puntos de vista.

María no se cansa de interceder: sigue intercediendo desde el cielo, igual que todos los
santos, nuestros intercesores.

A MODO DE CONCLUSION.

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Los hermanos que desarrollan una auténtica intercesión, no tienen palabras para
expresar lo que les sucede como fruto de la intercesión. Casi todos terminan con esta
frase: "¡Jamás imaginaba que se pudiese recibir tanto!" En la intercesión se descubre
que, cuanto más prodigas los tesoros de Cristo sobre otros, más inundas tu propia vida y
tu corazón con ellos. Al interceder por los otros, estás enriqueciéndote a ti mismo.

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN. MES DE AGOSTO DEL 2002.


INTRODUCCION A LA SANACION.

Sabemos que el hombre es uno, es un ser cuyo cuerpo y alma están íntimamente unidos
en la unidad de la persona, y cuando él se enferma es la persona que es atacada por el
mal, cualquiera sea la esfera (física, psíquica, espiritual) que es directamente atacada. Si
deseamos hablar de sanación debemos tener claro esta unidad del hombre, pero también
tener en cuenta estos tres estados o niveles del hombre. San Pablo ya nos lo nombra en
la carta a los Tesalonicenses: "Todo lo que es vuestro, espíritu, alma y cuerpo, se
conserve irreprochable para la venida del Señor". (5,23)

En las oraciones de sanación comunitarias, no hacemos distingos entre curación física,


psíquica y espiritual. Rezamos por la persona enferma. Llamamos a domicilio al Médico
divino, y el Médico divino sabrá dónde poner las manos y cómo obrar para devolver la
salud a la persona que sufre.

Como nos mueve dar a comprender la sanación misma y la dinámica que la acompaña
para ayuda de los que están en este ministerio, vamos a tratar la sanación en los diversos
niveles. En primer lugar veremos las diversas enfermedades que el hombre contrae y
cómo el equipo de sanación debe enfrentarse con una persona que pide oración.
Seguimos una exposición del P. Emiliano Tardif.

Acordémonos que hay:

1). - La enfermedad de nuestro espíritu, causada por nuestros pecados.


2). - La enfermedad emocional, causada por heridas emocionales a través de nuestras
relaciones interpersonales o por la ansiedad o por traumas del pasado...
3). - La enfermedad física, causada por un mal o por un accidente...

Pero, además, cualquiera de estas tres enfermedades (pecados, problemas emocionales,


enfermedades físicas) puede ser causada por una opresión diabólica. Y en este caso,
siendo una causa distinta, se requiere un tratamiento distinto: la oración de liberación o
el exorcismo.
Entonces, son tres enfermedades clásicas, pero cuatro clases de oración.

a). La oración de arrepentimiento, para sanar el espíritu, el alma.


b). La oración para la sanación interior, por la curación de los recuerdos, de las heridas
39
emocionales, las heridas psicológicas.
c). La oración por la curación física, para las enfermedades del cuerpo.
d). La oración de liberación.

La oración de liberación, cuando se trate de casos de influencias de espíritus malignos,


la dividimos en dos:

1). Hay una que se hace a través de un exorcismo litúrgico que hace el sacerdote
delegado por el obispo, en casos de posesiones diabólicas.

2). La otra, es la simple oración de liberación que se usa para liberarnos de opresión
diabólica, cuando hay una influencia maligna en el cuerpo, o de liberarnos de obsesión
diabólica cuando es en la mente. Por ejemplo, alguien que sufre de una obsesión sexual,
necesita de una oración de liberación de una obsesión diabólica. Alguien que sufre de
un "espíritu de enfermedad" necesita una oración de liberación también, pero el Señor le
libera de una opresión diabólica.

Hoy veremos la enfermedad de nuestro espíritu, causada por nuestros pecados y su


sanación, a través de LA ORACION DE ARREPENTIMIENTO Y EL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

La enfermedad que invade más profundamente al hombre es el pecado; ella es la que


toca al hombre en su espíritu. Y al mismo tiempo es la que desencadena todas las demás
enfermedades, tanto psíquicas, como físicas. Nunca podremos valorar los tremendos
daños que obra el pecado, sobre todo cuando es inveterado: la ceguera de la mente que
oscurece la fe, la sordera a la voz de Dios y a la conciencia que embota la esperanza, la
dureza del corazón que extingue la caridad; vuelve al hombre incapaz de relacionarse
con Dios por haber resentido profundamente su organismo sobrenatural.

Solo Dios puede llegar al espíritu del hombre para sanarlo.

Tomo unos pensamientos de "La plegaria para la curación" de Matteo la Grua.


La sanación espiritual implica una conversión. Ésta puede ser instantánea -y entonces es
un milagro - y puede ser gradual - y entonces es un proceso por etapas -, pero sobre una
línea continua. Es la penetración del Espíritu Santo en el espíritu del hombre, es el
camino de Dios en la vida del hombre, que cambia su modo de ser. Es una
transformación en la mentalidad del hombre, en el pensamiento del hombre, en la
voluntad del hombre, en el mundo afectivo del hombre, a los que el Espíritu los lleva a
una nueva vida en Cristo.

Esta conversión, o sanación espiritual, ocurre por vía sacramental a través del
sacramento de la reconciliación; o por vía extrasacramental, en un contexto de oración
en el Espíritu Santo.
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Siempre el punto central de esta sanación radica en el sacramento de la reconciliación,
donde es el Señor mismo el que recibe al penitente y lo inserta profundamente en su
vida divina, haciéndolo pasar por su muerte y su resurrección, mediante el Espíritu.

En este contexto, hay que tener presente dos cosas importantes.


La primera es que la confesión que desemboca en una curación del espíritu es
generalmente el último estadio de un proceso interior de conversión iniciado por Dios;
es el epílogo de una intervención de Dios, a menudo resistido por la persona, que
finalmente rompe el yugo que tenía sobre sus hombros. Sin estos signos de Dios sería
dudosa que la confesión desemboque en una efectiva curación.

La otra, es la importancia que tiene la oración, principalmente comunitaria, hecha en el


Espíritu. Esta oración es importante para reclamar que el Espíritu penetre en el corazón
del hombre para que dé el primer paso de conversión; tenemos entonces, la oración de
arrepentimiento que dirige su plegaria contra la ceguera para recobrar la vista espiritual
a través de la Palabra de Dios; que dirige su plegaria contra la dureza de corazón, que
hace hincapié sobre la bondad de Dios; y que dirige su plegaria contra la sordera
espiritualpara que oiga la Palabra de Dios. En la oración de arrepentimiento, los
instrumentos humanos (razonamientos, discusiones, reflexiones, persuasiones,
exhortaciones, llamadas al corazón) no sirven de mucho. Sólo la gracia de Dios puede
sanar; gracia que podemos canalizar a través de la Palabra de Dios, pero que debemos
hacer descender desde el cielo a través de la oración humilde y constante, que atraviesa
las nubes y llega hasta el trono de Dios.

La oración es también muy importante como apoyo y sostén de la confesión, al tiempo


que ésta se realiza. Si respalda al ministro y al penitente una comunidad en plegaria, es
decir, la Iglesia orante, Dios dispensará abundantes gracias de luz, de buena voluntad,
de fuerza, para que ese acto sacramental señale la iniciación de una nueva fase de vida
espiritual.

La grandeza del Sacramento de la Reconciliación no se comprende si no entramos en el


corazón de Dios, lleno de misericordia y compasión hacia sus hijos. Una de las figuras
más claras de este sacramento lo encontramos en la parábola del hijo pródigo que Lucas
nos relata en su evangelio.

Para entender mejor este sacramento y para sacarle el mayor provecho, veamos tres
momentos de gracia de Dios que se dan en el sacramento de la Reconciliación. Para
ello, seguimos al P. Darío Betancourt, en su libro "Fuentes de sanación".

a). El momento de "perdón" cuando Jesús perdona a la persona.


b). El momento de "liberación" cuando Jesús desata a la persona.
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c). El momento de "sanación" cuando Jesús pasa su mano sanadora sobre la persona,
curando todos los recuerdos malos del pasado y sanando todas las heridas causadas por
la experiencia desagradable durante y después del pecado.

a). Momento de perdón.


El primer momento de la gracia de Dios que actúa en una persona es cuando la persona
decide pedir perdón al Padre. Aunque este momento es simplemente el comienzo de un
proceso de reconciliación, la persona que pide perdón y tiene la intención de confesar su
pecado ya está en camino de ser sanada. El Señor nos invita primero a pedir perdón y
perdonar a los demás. Es el comienzo de restablecer relaciones entre personas y entre
ellas y Dios.

Un ejemplo lo tenemos en la historia de la mujer samaritana (Jn.4, 1-42) La condición


que Jesús presentó a la mujer samaritana para ser perdonada (arreglar la situación con su
marido), es la misma condición que nos ofrece a nosotros. En el sacramento de
Reconciliación Él exige perdón antes de todo. Normalmente no habrá liberación y
sanación hasta que haya perdón verdadero, perdón pedido por nosotros por nuestros
propios pecados, y el perdón por los que pecaron contra nosotros.

Pedir perdón, perdonar a los demás, perdonarnos a nosotros mismos, es obra de la


gracia de Dios; gracia, que a través de la oración, debemos pedir con toda humildad.
Muchas personas, por falta de perdón, no llegan a liberarse de un pecado, de un vicio de
pecado, a pesar que lo confiesan semana tras semana.

b) Momento de liberación.
No podemos quedarnos con sólo pedir perdón y perdonar, porque el Señor nos perdona.
Debemos también confesar nuestros pecados para ser libres de ellos. Por eso el apóstol
S. Juan dice: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los
pecados y limpiarnos de toda iniquidad".

Un buen médico solo necesita para sanarnos que le declaremos nuestra enfermedad; no
pide que le enseñemos a curarnos. Hagamos, pues, simplemente que Jesús vea bien
desnuda nuestra llaga, y que sepamos que lo demás lo hará Él. Por grandes que sean
nuestros pecados, nuestra fe nos asegura que su misericordia es mayor.

Podría ocurrir que la simple confesión de los pecados no bastara para ayudar a liberar
totalmente a una persona. En estos casos, si el sacerdote confesor sospecha algo, se le
aconsejaría que ejercitase más frecuentemente el simple y privado exorcismo,
acordándose de las palabras del Señor: "En mi nombre sacarán los demonios...".

c). Momento de sanación.


Cuando una persona ha sido perdonada por Jesús y se efectúa una liberación de sus
pecados en el sacramento de Reconciliación, falta a veces una tercera parte en el
42
proceso de reconciliación. Es cierto que la persona está perdonada con la absolución del
presbítero en confesión, pero la obra de Cristo no termina ahí. En un sentido la obra
especial de redención está apenas comenzando.

Sería el momento de la confesión en donde el sacerdote ayude al penitente a descubrir la


raíz de su pecado y a enseñarle el camino de su nueva vida. Este momento sería como
guiar a la persona hacia su pentecostés personal, después de experimentar una
liberación, sea de pecado o de un espíritu maligno. Este pentecostés debe ser un proceso
que dura hasta que no haya duda de que la persona enferma ha cambiado su vida, y
pueda vivir la vida cristiana sin mucha perturbación.

LA SANACION INTERIOR. MES DE SEPTIEMBRE DEL 2002.

Con este capítulo entramos en el tema de la Sanación interior, tema muy amplio y a la
vez complejo. Por ello le vamos a dedicar varios capítulos.

"Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el primer mandamiento. El segundo, es semejante a éste: Amarás a tu prójimo
como a ti mismo". (Mt.22,37-40)

Muchas veces hemos leído este pasaje de la Escritura y hemos intentado vivir este
mandamiento.

Y en esta búsqueda y esfuerzo para amar a Dios y amarnos a nosotros mismos de una
manera más completa, tenemos varios accesos para llegar a ello, mediante la sanación
interior.

Un ejemplo, citado por Robert De Grandis, lo tenemos en el Apóstol Pablo.

Pablo combatió y persiguió a los cristianos, creyendo que debía hacerlo ya que tenía los
poderes recibidos de los Sumos Sacerdotes, hasta que un día, de camino a Damasco, oye
una voz que le llama y le pregunta por qué le persigue; y a continuación le dice, que
entre en la ciudad y allí le dirían lo que debía hacer. (Hch. 9,1-9)

Ananías le impuso las manos y recibió el Bautismo en el Espíritu Santo. Al llenarse del
Espíritu, Pablo comenzó su sanación interior.

Al final de su vida, Pablo nos habla de un hombre transformado:


A través de muchos años de oración.
De leer las Escrituras.
De ser Ministro del evangelio.
Y de llevar diariamente su cruz.

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Y pudo decir al final: "Y no soy yo quien vive, sino es Cristo que vive en mi."

Pablo iba dando testimonio, llevando el Reino de Dios, y habla de Jesucristo, nuestro
Señor, a los mismos que él había perseguido y odiado y rechazado tanto; pero
evidentemente, Pablo estaba sanado de sus sentimientos negativos hacia ellos, y ahora
solo sentía amor, y quería compartirles la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo.

Este es Pablo, el hombre que pasó por un proceso de sanación interior, y esta sanación
la fue recibiendo,caminando con Jesús, dejándose guiar por Jesús, y así fue sanado y
tuvo los mismos sentimientos de Cristo. (Fil. 2,5)

La sanación es un proceso y cuando vamos por ese camino como lo hizo Pablo, nos
transformamos a la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, y vamos teniendo los mismos
sentimientos de Cristo, convirtiéndonos en una nueva creación a través de Él.

Como conclusión, podemos decir que en el consciente y subconsciente se encuentra lo


principal de nosotros, que quizá nunca conozcamos o conozcamos muy poco, y es aquí
donde se realiza la sanación interior.

Pero es necesario abrirnos a la mirada de nuestra conciencia y buscar la curación del


Señor, pero esto suele ser muy difícil.

A veces puede aflorar por medio del diálogo. Otras, por medio de la palabra de
conocimiento. Y otras será necesario acudir a la psiquiatría, que puede ayudar a traer a
la superficie lo guardado en nuestro inconsciente.

Pero sobre todo, tenemos que tener en cuenta que no se trata de convertirse en
psicoterapeutas; éstas son pautas para poder conocer y saber la importancia que pueden
llegar a tener en nuestro comportamiento, los acontecimientos de nuestra vida,
almacenados en lo más profundo de nuestro ser, y que solo el amor, la gracia, la
compasión del Señor pueden sanar, liberar y ordenar.

CAMINOS DE LA SANACIÓN INTERIOR.

Tomamos unas ideas de Benigno Juanes, de su libro "Iniciación a la sanación interior".


A veces nos preguntamos: ¿Dónde se realiza la curación interior?

El hombre, mediante el saber, puede tener lo que llamamos "vivencias", vivir sus
propios actos. Y por medio de esa "conciencia", puede proyectarse hacia esos actos
propios, o sobre el "yo" , y transformarse en el sujeto de las vivencias.

La persona, por tanto la conciencia, se comunica con el mundo material y otros seres a
través de las vivencias. Aquí entramos en una nueva realidad: El límite del cuerpo y del
44
psiquismo, o de lo orgánico y lo psíquico. Aquí se encuentra una zona no muy clara: El
inconsciente, llamado así por Jung.

Según el pensamiento de Freud, los diferencia de la siguiente manera: El consciente, el


subconsciente y el inconsciente. Otros autores suprimen el vocablo "subconsciente" y lo
consideran como inconsciente alto e inconsciente bajo. Según Jung, ambos
constituirían, según su teoría, "EL INCONSCIENTE".

Este subconsciente es como un depósito que "guarda" todos los traumatismos, las
heridas, los rechazos, los bloqueos de la primera infancia, y los conserva mucho más
nublados en forma de complejos, cuanto se remontan más allá de esta edad.

Este inconsciente bajo, que para los psiquiatras y psicoterapeutas es el lugar de acción,
es también el lugar de la sanación interior. Porque estas heridas que vienen de la
primera infancia o de una edad posterior (aun adulta) tienen repercusiones sobre el
organismo espiritual.

Los traumas interiores profundos pueden bloquear totalmente la vida espiritual. Si una
persona, por ejemplo, ha odiado a su padre durante su infancia, por malos tratos
recibidos, no llegará a vivir una libertad con Dios. Se encontrará con una barrera poco
menos que insuperable, humanamente, hasta que no intervenga la curación interior. Las
personas que han odiado a su padre tienen dificultad en tener una idea de la verdadera
imagen de Dios-Padre, y menos aún sentir Su amor Paternal.

En el proceso de la sanación interior, no basta dominar los aspectos psicológicos;


pueden ayudar, a nivel humano, pero sin rebasar el propio campo. Se requiere a nivel
sobrenatural, ser utilizado por el Señor para que El vaya restaurando la personalidad
profundamente herida y bloqueada. Esta sanación debe ir empapada de la "compasión"
del Señor; esto es lo fundamental. Por lo tanto, la ayuda al enfermo tiene que ir
acompañada y revestida de la misma compasión de Cristo, ya que ese amor penetra y
cura las capas más profundas del subconsciente.

LUGAR DE LA LIBERACIÓN.

La relación entre la persona y el mundo espiritual y sobrenatural se realiza por medio


del Espíritu. "Este radar ha sido puesto en marcha por el Espíritu en el momento el
Bautismo."

También en el límite de lo psíquico y espiritual, existe una zona oscura, difícil de


precisar. Es allí donde van a repercutir las heridas profundas de la vida psíquica, las
acciones que vienen de lo espiritual y también los bloqueos espirituales perjudiciales. A
esta zona, "inconsciente alto (más profundo), lugar de las ilusiones del pseudo
espiritual, van a repercutir las consecuencias de las idolatrías. Este inconsciente es la
45
zona donde se producen las ataduras causadas por la frecuentación de las corrientes
idolátricas o el ocultismo. Hablamos de "ataduras" cuando el bloqueo se realiza en las
potencias afectivas por formas espirituales malas.

Cuando el bloqueo se realiza a nivel de la voluntad o de la libertad psicológica, se habla


de "posesión", "opresión" (obsesión) según los casos. Jung, repetidamente, nos dice que
esto se produce al nivel del "inconsciente alto" o "inconsciente religioso".

En este campo no se puede ver claro solo con el razonamiento, sino que se necesita el
carisma de discernimiento de espíritus. Sólo la oración y el Espíritu Santo hacen entrar
en ese discernimiento. No se puede llegar con el razonamiento porque está fuera del
campo psicológico. El inconsciente alto es el lugar de las más altas actividades místicas,
y hay peligro de confundir el inconsciente alto espiritual con el inconsciente bajo
psicológico.

El hecho de existir dos inconscientes, no quiere decir que haya dos realidades
independientes. Generalmente se interaccionan las angustias, las lágrimas de la persona
(Inconsciente bajo), con el arrepentimiento (inconsciente alto).

Esta teoría de R. Halter, no coincide con el de otros autores, al indicar el lugar de la


curación. Para W.Johnston, lo "bueno" y lo "malo" de nuestra persona: angustias, odios,
depresiones, rebeliones, cóleras (reacciones afectivas negativas) conviven con las
experiencias positivas.

Por eso, penetrar en este mundo del consciente y del subconsciente ha de ser, para un
cristiano, en compañía del Señor, que puede sanar la herida acallando la actividad
destructiva de otras experiencias negativas.

46
LA SANACION A TRAVÉS DEL PERDON. MES DE OCTUBRE DEL 2002.

Todos deseamos la salud y cuando nos enfermamos, buscamos la sanación tanto


acudiendo a los médicos como pidiendo que oren por nosotros. Y no siempre vemos
resultados en ello; más aún, con el tiempo los males se agravan. "Hay pocas cosas que
sean una barrera mayor para la sanación que la falta de perdón. Muchas veces la gente
con poca fe se sana por la tremenda fe de la comunidad, pero si las personas por las
cuales se ora albergan falta de perdón, no serán sanadas hasta que no hayan perdonado.
El poder sanador de nuestro Señor Jesucristo no puede penetrar a través de la falta de
perdón". ("Ministerio de sanación" del P. Roberto De Grandis.)

De la misma manera, en nuestra vida espiritual sentimos sequedades, noches obscuras,


poca atracción en la oración y a pesar de nuestros esfuerzos, poco o nada adelantamos.
Es cierto que muchas veces las sequedades y el no sentir gusto en la oración, son una
prueba de Dios; pero en la mayoría de los casos, es porque tenemos bloqueos en nuestro
interior que no nos dejan abrirnos al amor de Dios.

Una de las raíces de nuestras enfermedades tanto físicas como espirituales, la


encontramos en la falta de perdón.

Ante alguien que nos ataca, que viene para hacernos daño, tanto en forma real como
desde nuestra percepción subjetiva, surge en nosotros el miedo, el enojo, el creernos
culpables, el replegarnos dentro de nosotros mismos para defendernos. "Cuando hemos
sufrido, conscientemente o no, hemos culpado a alguien por nuestro dolor o por nuestro
fracaso. Y la falta de perdón a ese que culpamos es lo que ha trastocado nuestra armonía
interior, y sigue siendo una espina que no nos deja vivir libres. El perdón es lo que
desata el nudo interior y libera al hombre angustiado." ("Sanar un amor herido" de
Víctor Manuel Fernández).

"¿Cómo manejo el enojo, o la culpa? El enojo y la culpa son buenos en tanto me ayuden
a odiar el mal en una situación dada, de modo que pueda cambiar lo que deba ser
cambiado. Pero el enojo y la culpa me pueden enfermar si me llevan también a odiar
más que a perdonar al que hace el mal. Si me enojo necesito perdonar al otro, y si me
siento culpable necesito perdonarme a mí mismo. El perdón es la clave para la salud
física y emocional.". ("Curso de oración" de los hermanos Linn).

EFECTOS DE LA FALTA DE PERDÓN.

Están bien reconocidos tanto por psicólogos como por directores espirituales.
A nivel espiritual. Toda la vida espiritual gira alrededor del amor de Dios. S. Juan, en su
primera carta (4, 7-10), nos manifiesta que el amor nos viene de Dios y no que nosotros
hayamos amado a Dios.

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Cuando no perdonamos, cuando negamos nuestro amor al hermano, estamos poniendo
trabas al amor de Dios, y entonces nos quedamos secos de amor y por más que hagamos
y luchemos, no adelantamos. "Al estar llenos de odio hacia nuestros semejantes, no
podemos recibir el amor de Dios que nos llega por medio de ellos. Jesús está allí en
nuestro prójimo (Mat. 24, 45), y al alejarnos del prójimo nos alejamos de Jesús".
(Hermanos Linn)

En donde más se nota en este alejarnos de Jesús es en la oración. Hay mucha dificultar
para orar y cuando se ora no vemos respuestas; y no solo en el pedir nos encontramos a
obscuras, sino también en la alabanza, en donde se traduce en un repetir frases de boca y
nada más; nuestro corazón queda cerrado por la falta de perdón.

El mayor bloqueo que ponemos en nuestra vida espiritual es la falta de perdón, aunque
no tengamos conciencia de esa falta de perdón. Oigamos las palabras de S. Juan: "Quien
no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". No olvidemos que solo
tendremos una vida espiritual viviendo en Dios y con Dios. ¿Cómo podremos tener
contacto con Dios si no lo conocemos? Podremos volver a orar y recibir de nuevo el
amor sanador del Padre cuando podamos perdonar.
A nivel físico. La falta de perdón engendra odio, venganza, resentimiento, tristeza y
ellos envuelven toda nuestra vida emotiva. Tal estado produce tensión en nuestro
sistema nervioso y a través de los años esta tensión influye en nuestra parte física;
muchas enfermedades son fruto de estos estados de tensión y sufrimiento. No hay que
olvidar que el hombre forma una unidad en su parte física, espiritual y psíquica;
cualquier parte de ellas que esté enferma, repercute en las demás. En la práctica lo
vemos cada día, cuando alguien dice: "Se me encoge el estómago cuando pienso en mi
marido, o cuando pienso en mi mujer, o cuando pienso en esta o aquella persona"; el
recuerdo de una persona que nos ha herido y no la hemos perdonado nos revuelve las
entrañas y nos afecta la parte física.

Muchas personas continuamente están pidiendo oración por sus enfermedades físicas y
no encuentran resultados positivos. Pero cuando se han abierto al perdón, vieron con
sorpresa que sus enfermedades físicas también sanaban. Incluso de artrosis profundas se
han visto librados cuando a través de Jesús han perdonado, tal como transcribe un
testimonio el P. Emiliano Tardif en su libro "Jesús está vivo". La deducción es clara;
estas enfermedades estaban causadas por la falta de perdón.

NECESIDAD DE PERDONAR PARA SANAR.

El perdón es la clave para la salud física y espiritual. Qué triste es ver a tantas personas
que viven y conviven con odio, con rencor, sin perdonar a los que en un momento de su
vida les ofendieron y les causaron daño. Pero mucho más triste es ver que esas mismas
personas rezan continuamente el Padre nuestro que Jesús nos enseñó, sin tomar en
cuenta sus palabras. "Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los
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que nos ofenden". No podemos recibir el perdón de Dios, su amor, si nosotros no
perdonamos. Bien claramente nos lo dice Jesús: "Cuando os pongáis a orar, si tenéis
algo contra alguien, perdonádselo, para que también vuestro Padre celestial os perdone
vuestros pecados. Pues si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre celestial os
perdonará vuestras culpas." (Mc. 11, 25-26)

El Señor nos habla con gran claridad. Si no perdonas, serás incapaz de recibir perdón
por estar resistiendo a la Luz. No perdonar es permanecer en la obscuridad y sin amor
con lo que se impide obtener el perdón de Dios.

La relación de nuestros pecados y ofensas que nosotros cometemos contra Dios no


tienen nada que ver en magnitud con las ofensas que un hermano nos puede causar. Y a
pesar de ello, Dios nos perdona nuestros pecados que son mucho más grandes, con tal
que nosotros perdonemos a nuestro hermano, en cosas tan pequeñas. El mismo Jesús
nos da un ejemplo práctico para que mejor lo entendamos, cuando nos presenta aquel
señor que perdona a su siervo una deuda inmensa que no podía pagar, solo porque se lo
pidió, y este mismo siervo no es capaz de perdonar a un compañero que le debía una
suma irrisoria. Conocemos cual fue la reacción del señor: que su siervo sea llevado a la
cárcel hasta saldar su cuenta, hasta siempre. (Mt. 18, 23-35))

Perdonar, perdonar, perdonar siempre y ante cualquier circunstancia y ofensa. Jesús,


dándonos ejemplo, desde la cruz perdonó a sus verdugos: "Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen". (Lc. 23, 34) Y Jesús era completamente inocente. ¿Y yo soy
siempre inocente ante la ofensa de otro?

"Muchos piensan que perdonar es perder y no se dan cuenta que es ganar porque nos
libera de nuestros odios y resentimientos; nos asemeja a Jesús que amó y perdonó a sus
enemigos y nos abre el perdón y la gracia de Dios. Perdonar es resucitar en nosotros la
nueva vida traída por Jesús. Perdonar y pedir perdón es como un relámpago que anuncia
una lluvia fecunda". (P. Emiliano Tardif).

¿QUÉ DEBEMOS HACER PARA PERDONAR?

La respuesta nos la da el mismo Jesús; "Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los
que os odian; bendecid a los que os maldicen; orad por los que os calumnian" (Lc.6, 27
- 28). Cuando captamos la necesidad de perdonar estas son las tres cosas que hay que
hacer, según Jesús: Amar, hacer el bien a la persona y orar.
El primer paso es amar. El amor no significa un sentimiento superficial y efusivo; el
amor es una decisión. No resulta fácil amar a quien nos causó daño; a nivel humano es
casi imposible. Es posible, con todo, si amamos con Jesús, tal cual Él la ama.
El siguiente paso, es hacer algo, a la persona que nos dañó, con amor junto con Jesús.
Pronto nos daremos cuenta que lo que no deseábamos hacer antes, empezamos a
desearlo.
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El tercer paso, es orar compartiendo nuestro corazón con Jesús y tomando el suyo para
hacer el bien de esa persona y de nosotros.

"Mientras más hagamos esto, más agradecidos estaremos, no por el mal mismo sino por
el desarrollo que se genera o puede generarse de él, cuando amamos sin egoísmos y sin
esperar recompensa. En el grado en que sabemos agradecer un daño, somos
sanados".(Hermanos Linn)

¿A QUIEN DEBEMOS PERDONAR?

En el fondo de toda herida interior hay un sufrimiento que nos hace culpar a alguno de
ese mal. Pueden ser los propios padres, hermanos, personas allegadas; puede ser
igualmente que a quien culpamos sea el mismo Dios; Y muchas veces nos culpamos a
nosotros mismo.
Perdonar al próximo. En nuestra relación unos con otros, cada día nos herimos y nos
dañamos. Y cada día nos debemos perdonar unos a otros para que no se vayan
acumulando en nuestro interior bloqueos y ataduras.

Perdonar no significa dejar de ser hombres y perder la propia psicología, o convertirse


en un ángel. No hay que entender el perdonar como una anulación del pasado y de la
propia sensibilidad. A una madre a quien le han matado a su hijo no se le puede pedir
que tenga cariño por el asesino, si bien es una meta a la que se llega después de un largo
camino.

El perdón es un acto de la voluntad y no del sentimiento. Por eso el primer paso que hay
que dar es "querer" perdonar. Hay que rechazar todo sentimiento de odio, de venganza,
de rencor, de desear el mal a quien nos ha herido, que pague, que no pase inadvertido lo
que nos hizo. Mientras quede un mínimo y velado deseo de venganza, será como un
veneno que nos carcome lentamente, nos quita la alegría de vivir, nos deja sin fuerzas
para luchar, no permite que maduremos, que demos amor, etc.

Debemos pedir a Dios la gracia de salir de esa cárcel asfixiante, pedir la gracia de
"querer" perdonar.

Muchas veces el perdón es superficial, solo aparente, no brota del corazón. Ese perdón
no libera, Sabremos que no hemos perdonado de verdad si deseamos que la persona que
nos hizo daño le vaya mal, trato de criticarlo, no soporto que hablen bien de él, no
quiero recordarlo, me molesta mucho si lo veo pasar o lo encuentro en una reunión.

El verdadero perdón cristiano es incondicional; es liberar al otro de tener que sufrir por
lo que me hizo. El perdón auténtico incluye la decisión de amar al otro tal cual es.
(Extracto del libro "Sanar un amor herido" de V. M. Fernández).
Perdonarse a sí mismos. Muchos cristianos pueden perdonar fácilmente a otros, pero no
50
a sí mismos. Tal vez éste sea uno de los aspectos más difíciles para algunos. Aunque
comprenden que Jesús les ha perdonado, no son capaces de perdonarse a sí mismos por
sus pecados y ofensas; por errores cometidos, por haber sido infieles a los propios
ideales, por haber defraudado a otros, por haber fracasado en algo, por no ser perfectos,
etc.

La situación se agrava, si en nuestra infancia o adolescencia se burlaron de nosotros y


ahora queremos demostrarnos que somos superiores.

Para recuperar el equilibrio interior es necesario perdonarse a sí mismo. Para ello hay
que reconocer que no somos perfectos, que cometeremos errores, que somos limitados,
que tenemos luz y tinieblas, que no somos ángeles, etc. Pero también hay que reconocer
que somos una criatura creada por Dios y que Él nos ama, que nos ha llenado de dones
y cualidades, y que nos debemos amar como Él nos ama, aceptar como Él nos acepta,
perdonar como Él nos perdona. El amar a Dios incluye no olvidarse de sí mismo,
dándonos los pequeños y sanos gustos de la vida.
Perdonar a Dios. Otro de los obstáculos en la oración de sanación es el resentimiento
subconsciente hacia Dios. Esto es más común de lo que imaginamos. Si bien
reconocemos que Dios es perfecto y que no puede equivocarse, sin embargo
subjetivamente nos revelamos contra Él cuando, ante ciertas circunstancias de la vida, lo
vemos injusto, malo con nosotros, castigador. Ante la muerte de un ser querido o de una
persona joven, cuando nuestra oración creemos que no es escuchada, ante una
enfermedad o una contrariedad, principalmente si nos creemos buenos y creemos injusto
lo que nos hace.

También en este aspecto necesitamos perdonar. Para ello nos puede ayudar lo siguiente.
Dios nunca manda cosas malas, solo las "permite". Dios respeta el curso natural de las
cosas, y ordinariamente no hace milagros. Que muchas de las cosas malas que nos
suceden son obra de nuestra condición humana y que Dios no las quiere. Que hay cosas
negativas en la vida que a la larga pueden producir algo bueno, aunque nosotros no lo
veamos. Y sobre todo, pensar que Dios nos ama con el más puro amor de Padre y que Él
todo lo ordena para nuestro bien, siempre que nosotros no lo desviemos.

No permitamos quedarnos con el sentimiento de que Dios es injusto. Presentémonos


ante Dios y digámosle que nos sentimos "ofendidos". Vayamos a Él como amigo y
digámosle las cosas claras porque sabemos que con el amigo todo tiene una solución. Si
no somos sinceros no podremos sanarnos y nuestra relación con Dios se irá debilitando.
Dios mismo nos invita a presentarle nuestras quejas, a discutir con Él. "Vengan y
discutamos, dice Yahvé" (Is. 1, 18)

Señor Jesús, derrama tu Espíritu sobre mí, para que pueda entender la necesidad de
perdonar y dame la fuerza necesaria para que yo, en Tu nombre, "quiera" perdonar a los
que tanto me han ofendido. Amén.
51
Si te puede ayudar para pedir perdón, te presento una oración que presenta diversas
circunstancias de la vida en donde pudo haber ofensa, pero tú déjate llevar por el
Espíritu para que te guíe a personas o grupos que tu necesitas perdonar.

Para terminar, transcribimos un testimonio que trae el P. Roberto de Grandis en "Sana a


tu hermano". En él se ve el poder sanador del perdón en nombre de Jesús.

"Querido Padre: Hace dos días, se me pidió ir a orar con una señora que ha estado
enferma por varios años; su condición se iba haciendo cada vez peor. Ella había sido
operada, y en ese tiempo estaba bajo estricto control médico para permanecer de
espaldas en cama lo más que pudiese. Tenía serios problemas domésticos en su hogar.
"Cuando llegué a la casa de la señora, estaba echada de espaldas con fuertes dolores en
la cabeza, la columna y las rodillas. Hizo esfuerzos para sentarse llorando y con tanto
dolor, que tuvieron que ayudarle a echarse de nuevo con mucha suavidad. Sabiendo que
tenía problemas domésticos comencé a orar por su sanación psicológica. Estaba llena de
resentimientos acerca de muchas cosas y a pesar de encontrar difícil perdonar a su
esposo y a sus hijos que la trataban mal, después de usar la imaginación creadora y de
pedirle que pensara en el Señor Jesús, amándoles y perdonándoles, e invitándole a que
ella hiciese lo mismo, ella por fin pudo perdonarles. Pero cuando llegamos al momento
de perdonar a la mujer con la que su esposo estaba viviendo, ella empezó a temblar y a
rechinar sus dientes fuertemente. También se quejó de que los dolores de cabeza se
hacían más intensos. No podía decir "yo perdono" a aquella mujer. Cuanto más resistía
en perdonarla temblaba más fuertemente y sus dientes rechinaban aun más, y sus gritos
por su dolor de cabeza eran más altos. Yo oré para que ella se liberara del espíritu de
falta de perdón y de sus resentimientos, y sólo después de diez minutos, ella empezó a
sollozar y finalmente dijo: "Yo te perdono porque Jesús te ama". Inmediatamente se
tranquilizó, y entró en lo que parecía ser un sueño profundo.

Oré para que el Señor le sanara, le devolviese la integridad de su salud y para que el
Señor la llenase de paz, y pocos minutos después le pregunté cómo se sentía. Todos los
dolores de cabeza, de la columna y de las rodillas habían desaparecido. Se levantó de su
cama, nos sirvió refrescos y en ese momento participó lo que había sentido. Alabado sea
Dios.

"Yo he estudiado Consejería aplicada a la Pastoral en los Estados Unidos, en verdad yo


puedo decir que lo que se realizó allí por el poder del Señor y por medio de la sanación
interior, hubiese tomado por lo menos veinte a veinticinco horas de consejería para
lograr la sanación. ALABADO SEA DIOS.

Hna. Paul, O.P.".

52
LOS PASOS DE UNA ORACION DE SANACION MES DE NOVIEMBRE DEL
2002.

No siempre resulta fácil entrar en una dinámica de oración para sanar heridas que
tenemos en nuestro interior. Siempre que no haya experiencia y práctica, necesitamos
que alguien nos ayude, que nos dé ciertas pautas para desarrollar adecuadamente la
oración de sanación. Y ello vale tanto para las personas que dirigen la oración como
para uno mismo.

Por este motivo creemos bueno copiar "Los pasos de una oración de sanación" del P.
Víctor Manuel Fernández en su libro "Sanar un amor herido".

"Para llegar al perdón profundo y a la sanación, normalmente hay que seguir un


proceso. A continuación veremos los pasos de ese proceso. Pero esto no significa que en
todos los casos éste sea el orden más conveniente, ya que la sanación no funciona como
una operación matemática. Todos los seres son distintos y hay que evitar establecer las
leyes absolutas, como suelen hacer algunos "falsos maestros" que dicen: "Si no hace
esto no se sanará". No podemos encasillar a Dios en nuestros esquemas y en nuestras
experiencias, ni podemos pretender que todas las personas se ajusten a nuestros moldes.

Para algunas personas es más clave uno de los momentos de este proceso de sanación, y
para otra persona es más importante otro de los pasos. Incluso, podría repetirse alguno
de los pasos porque se descubre que se logró una mayor apertura para profundizarlo
más. Por ejemplo: luego del perdón al hermano se puede volver al perdón a sí mismo,
porque había un sentimiento de inferioridad por no haber recibido amor de otra persona.
Luego de haber perdonado a esa persona, se puede lograr con más sinceridad el perdón
a sí mismo, la autoaceptación.

De todos modos, vamos a proponer un posible orden en la oración de sanación, que


podría ser útil en la generalidad de los casos:

a. Invocar insistentemente al Espíritu Santo.


Además, intentar liberarse de las distracciones y centrarse en el Señor. Distender el
cuerpo. Puede ser bueno respirar profundo varias veces, y también cantar algo
agradable. Permitir así poco a poco que el Espíritu Santo vaya tomando posesión de
todo nuestro ser y ore en nosotros.

b. Recordar cosas que nos ayuden a reconocer el amor de Dios.


.Experimentar que el propio ser está sostenido porque Dios lo crea a cada instante por
amor, que Dios ama mi existencia y por eso estoy vivo. Recordar que él me ama así
como soy, porque soy obra suya y él me planeó así desde toda la eternidad. Pero quiere
que yo logre ser más feliz.

53
Recordar los textos bíblicos que hablan sobre el amor de Dios. Cantar, para lograr al
menos mínimamente gozar del amor de Dios.

c. Descubrirse "reconocido " por Dios.Para hablar con otro hay que saber que el otro
está atento a lo que le digo, que me mira, que tiene interés en escucharme, que no está
distraído ni lejano. De otro modo sería como hablar con una pared o como hablar con
uno mismo, no con él.

Por eso, si quiero de verdad hacer una oración de sanación y no simplemente una terapia
psicológica o una técnica superficial, tengo que disponerme a orar, a dialogar con otro,
con Dios. Pero para lograrlo, primero tengo que sentirme descubierto, reconocido por él,
que me ama, que me mira con amor y respeto. Cuando María Magdalena fue al
sepulcro, vio a Cristo resucitado, pero no lo reconoció hasta que Cristo le dijo:
"¡María!". Es decir, cuando se sintió reconocida. Lo mismo sucede en nuestra oración.
Lo primero es entrar en la presencia del Señor que nos conoce y nos reconoce, que está
atento a nuestras palabras. Sólo así podemos reconocerlo nosotros a él y dialogar.

d. Dialogar sinceramente y de corazón. Si queremos tener un verdadero diálogo de


amigos con Dios, eso me exige tratarlo como amigo: con absolutasinceridad. Pretender
ocultarle algo de lo que llevamos dentro es una ilusión. Por lo tanto, una señal de
confianza es decirle sinceramente lo que sentimos hacia él. Porque aunque sabemos que
él es puro amor y que no hace daño, nosotros podemos "sentirnos" defraudados por él,
que nos abandonó, que no se preocupa de nosotros. Pero hay que decírselo en oración
tal como lo tenemos dentro. Así descargamos nuestro interior revuelto, sabiendo que a
él no lo dañamos, y le damos la oportunidad, con nuestra sinceridad, de convencernos
de su amor. Con nuestra sinceridad le damos la posibilidad de dialogar con nosotros, de
"seducir" nuestro interior y atraernos hacia él. Sólo así es posible reconciliarnos y
recuperar la paz con él.

e. Y si hemos podido discutir con Dios, también tenemos que llegar a 'perdonarlo".
Toda reconciliación culmina cuando podemos decir con todo el corazón: "Yo te quiero",
"yo te perdono". Por eso, también en esta oración, tenemos que lograr decir
sinceramente a Dios: "Yo te perdono".

Sabemos con nuestro intelecto que él no es culpable, pero no somos sólo intelecto.
Nuestros sentimientos a veces lo sienten culpable. Por eso, tenemos que destruir esos
sentimientos negativos, y desde los sentimientos decir a Dios: "yo te perdono", y
abrazarlo espiritualmente con un beso de reconciliación.

También cabe aquí pedirle perdón por haberlo culpado injustamente y no haber dado
lugar a su amor.

f. Perdón a sí mismo
54
Luego de reconciliar nuestros sentimientos con Dios, tenemos la base para poder
aceptarnos y perdonarnos a nosotros mismos.

Recordamos una vez más el amor del Señor, nos imaginamos abrazados por Cristo con
toda su ternura, y nos decimos a nosotros mismos: "Juan (tu nombre), yo te acepto así
como eres, porque tu ser es obra del Señor; y yo te perdono por no haber sido perfecto,
por no haber sido siempre bueno, y especialmente por (mencionar algo que nos lleva a
culparnos a nosotros mismos); y con el amor de Jesús te quiero".

Abrazarme con ternura a mí mismo sabiendo que a través de ese abrazo Cristo mismo
me acepta y me da su amor.

g. Perdón al otro.-
Ahora trato de perdonar uno por uno a los que me desilusionaron o me hicieron daño.
Pido a Cristo la gracia de querer perdonar y de amarlos con su amor.
Es útil recordar las motivaciones que tenemos para perdonar.
Cuando me sienta dispuesto, hago en voz alta la oración de perdón, imaginando el rostro
de la persona, diciendo su nombre, y diciendo qué es lo que le perdono. Es importante
agregar que lo libero de tener que sufrir por lo que me hizo y que acepto compartir con
él la felicidad del cielo, y decir todo esto a Jesús como una respuesta al amor que él me
dio en la cruz.

Finalmente, expresar este perdón orando por esa persona y pensando algún gesto de
amor que podré hacer para que se dé cuenta de que no le guardo rencor.

Si se trata de una persona que no acepta darme un amor que yo le reclamo, es


importante darle un abrazo imaginario, lleno de cariño, y decirle que lo libero de tener
que darme su amor. Si no puedo hacerlo, no se trata aquí de una falta de perdón, sino de
liberarme de una obsesión afectiva, cosa que no podemos tratar aquí, pero puede indicar
que no hemos abierto el corazón sinceramente al amor de Dios. Él ha estado llamando a
mi puerta para llenarme de su amor y llenar mis huecos afectivos, pero ese lugar está
ocupado por una obsesión afectiva que no quiero abandonar y el Señor no entra en los
lugares que no le permitimos ocupar."

55
LA SANACIÓN DE LOS RECUERDOS MES DE DICIEMBRE DEL 2002.

Decimos vulgarmente que cada persona es un mundo, por aquello de que su interior es
de una complejidad tal, que resulta muy difícil de esclarecer. Y no andamos
equivocados. Cada uno ha recibido, desde su concepción e infancia, gran cantidad de
sensaciones de toda índole, tanto positiva como negativas, y ello en forma muy
particular. No es de extrañar que no encontremos dos personas iguales en su forma de
reaccionar, de ver las cosas, de juzgar. Todos llevamos en nuestro interior un mundo de
informaciones, de sensaciones, que a través de la vida hemos recibido, lo cual nos hace
reaccionar de una manera o de otra.

Para conseguir la mayor paz y felicidad en nuestro interior, es bueno entrar dentro de
nosotros mismos, para sanar aquello que nos hace daño. Ante la complejidad de cada
persona y ante la diversidad de unos con otros, lo iremos estudiando por partes.

En la presente enseñanza queremos poner la mirada en los RECUERDOS que todos


arrastramos.

DIVERSIDAD DE RECUERDOS.

A) LOS RECUERDOS Y EL OLVIDO.

Hay muchas heridas de la vida son tan amargas que la conciencia no soporta retenerlas
y las envía al subconsciente.

Por eso muchas situaciones desagradables se olvidan.

B) OLVIDOS FALSOS.

Alguna vez, como de paso, resurgen al ver a alguien, pero no queremos complicarnos e
inmediatamente ignoramos y olvidamos ese recuerdo.

Estos son recursos para mantener la paz interior. Ese olvido no hace que las heridas se
hagan inofensivas. Son falsos olvidos que se transforman en una gran espina que nos
convierte en susceptibles, temerosos, competitivos, celosos, envidiosos, y ansiosos.

C) DOLOR ESCONDIDO

Las malas experiencias a las que nos hemos enfrentado y no han sido sanadas a tiempo,
quedan escondidas y lastiman por lo bajo, produciendo sensaciones desagradables y
difusas.

Por lo mismo, puedo llegar a herir a otro como yo fui herido.


56
Hay pequeñeces que ahora parecen infantiles, pero que cuando las recordamos nos
producen dolor.

Podemos ser:

1) Aquel niño que sufrió y aún no fue sanado.

2) O aquel adolescente desilusionado que aún está clamando un S.O.S dentro de sí.

En consecuencia, si esto no lo voy sacando, irá acumulando desperdicios dentro del


corazón.

CONSECUENCIAS DE RECUERDOS NO SANADOS.

Los recuerdos no sanados nos pueden acarrear situaciones no agradables y difíciles. En


otras palabras. Cuando veamos caracteres raros, reacciones extrañas, estados de ánimo
tristes, abatidos, cabizbajos, etc. podemos sospechar que algún recuerdo no querido hay
en el subconsciente de la persona.
Cada sentimiento, desde la concepción da por resultado recuerdos que están grabados en
el subconsciente.
Estamos afectados emocional y físicamente por los recuerdos que recibimos desde los
sentidos.
Asociamos experiencias presentes con las pasadas.
Los recuerdos dolorosos negativos, tienden a hacernos negativos e infelices. Ejemplo.
Un padre bebedor, y su falta de amor con sus hijos, o la falta de amor en la relación
entre sus padres, traerá a los niños fuertes recuerdos negativos, resentimiento hacia el
padre bebedor.
Experiencias traumáticas cuyo resultado es el resentimiento y la culpabilidad.

Experiencias traumáticas.

- Alcoholismo en la familia.
- Muerte de los padres o de otros miembros de la familia a temprana edad.
- Inesperada separación de los padres o de la familias, divorcio o ausencia de los padres.
- Defectos del cuerpo, o de la mente o del espíritu, del cual se tiene conciencia, por
ejemplo, al ser llamados "gordo" "chico" "piernas largas" etc.
- Ataques a la integridad de la persona, por ejemplo "tú eres tonto" "tú no haces nada
bien" "tú no sirves para nada".
- Culpa de los pecados del pasado. (Muchos saben que Dios les ha perdonado, pero ellos
no se pueden personar a sí mismos)
- Miedo, resentimiento, de uno de los esposos o padres, lástima de sí mismos.
- No haberse sentido amado, querido, necesitado o apreciado por los demás.
57
En una palabra, cualquiera de una de las anteriores cosas puede conllevar un carácter
agrio, falta de generosidad, de libertad, y en consecuencia, falta de felicidad.

BUSCANDO LA SANACIÓN DE LOS RECUERDOS.

A) LA AYUDA SICOLÓGICA

La sicología racionaliza el pasado y le anima a aceptar los recuerdos dolorosos o bien


ayuda a aprender a vivir con ellos.

Los sicólogos ponen énfasis en el diálogo con ellos. Todo esto es a un nivel intelectual,
cuando en realidad la dificultad se centra en lo emocional.

Los recuerdos son la base para nuestra vida emocional estable.

B) TODO BAJO LA MIRADA AMOROSA DE CRISTO.

No se trata de estar a cada rato recordando dolores pasados. Si estamos atentos a toda
tristeza que nos aparezca dentro, terminaremos obsesionados.

Tampoco se trata de darles vueltas interiormente, sino de reconocer cosas viejas, que
empujan desde dentro hacia fuera, hacia la luz.

Cuando deseemos entrar en nuestros recuerdos, (no olvidemos que nos podemos
encontrar con algunos muy dolorosos) nunca debemos hacerlo solos sino acompañados
siempre de Cristo Jesús.

Se trata de revivir hechos dolorosos ante la mirada de Cristo, y luego olvidarlos,


confiando en la obra sanadora del Señor.

No debemos permitir que quede ninguna parte de nuestra vida, fuera de la mirada y de
la luz del Señor.

Puede tratarse de cosas que nos den vergüenza, o que nos hagan sentir culpables, pero
para alcanzar la paz, es necesario no esconderlas más.

La mirada de Jesús no hace daño; no nos hace sufrir; no busca lastimarme. Solo busca
mi felicidad, mi sanación y mi liberación.

Justamente un signo de que hemos sanado la herida, es que podemos presentar


serenamente aquel hecho ante la mirada del Señor.

58
Él conoce el hecho, no se lo podemos ocultar. Pero es necesario presentárselo, y
permitirle que entre allí, para poder sanarme.

Es muy útil imaginarse ese momento del hecho doloroso, sólo y sufriendo; pero
imaginar que en aquel momento se acerca Jesús, me abraza, consuela y acaricia mi
herida. (Víctor Manuel Fernández)

C) LA PAZ DEL REINO DE DIOS.

"La paz os dejo, la paz os doy". Bellas palabras del Evangelio. Pero estas palabras
deben ser una reflexión que los cristianos debemos hacernos.

Entregamos nuestras vidas a Dios, y no siempre gozamos de una profunda y verdadera


paz interior. La santidad a que Cristo nos ha llamado es una armonía entre cuerpo,
mente y espíritu. Una integración de los tres elementos.

Sabemos de la influencia que tiene en el hombre los recuerdos sensoriales.

Si los recuerdos son positivos y agradables, tendremos una persona positiva y feliz.

Si los recuerdos son negativos y dolorosos, la persona será negativa e infeliz.

El 90% de la mente humana es subconsciente, y allí está almacenada todas las


experiencias de nuestra vida.

Los recuerdos tienen influencia en nuestra vida emocional, mente y cuerpo.

E) LA ORACIÓN CRISTIANA.

Puede sanar para siempre el dolor que producen los recuerdos.

Según personas experimentadas en sanación interior nos dicen que un resultado valioso
de la identificación de los recuerdos es la posibilidad de orar específicamente por
recuerdos bien identificados.

El orar por todos los recuerdos en general, no parece tan efectivo.

El sacerdote puede hacer algo de esto en el sacramento de la reconciliación.

El psiquiatra Hugh Missaldine, M.D., afirma que todos tenemos dentro de nosotros
mismos al pequeño niño que fuimos, viviendo en nosotros con todas sus tensiones,
odios, resentimientos, orgullo, dolores, amor propio, etc.

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Muchos de los problemas de los adultos resultan de estos sentimientos y emociones
negativas ocurridas en la niñez.

En esta oración de sanación del hombre interior, pedimos al Señor que sane estos
recuerdos negativos profundos para que la persona sea libre de esas ataduras.

Ejemplo. Si un hombre tuvo padres perfeccionistas, conservará la tendencia al


perfeccionamiento en todo lo que haga. Aunque las cosas estén bien hechas, él siempre
tenderá a perfeccionarlas más, y esto le causará tensiones, dejándole un profundo
sentimiento de imperfección.

Por medio de la oración, el Señor le sanará de esta conducta compulsiva hacia el


perfeccionismo exagerado.

De la misma manera sucederá con los otros recuerdos dolorosos de la niñez como son
los padres "severos", "poco amorosos", "posesivos", "tolerantes", "hipocondríacos", etc.

(Padre De Grandis.)

Si te puede servir en tu ministerio, te presento la ORACION DE SANACIÓN DE


RECUERDOS, del P. Emiliano Tardif.

60
EL BAÑO DE LUZ MES DE ENERO DEL 2003.

En la sanación interior hay circunstancias que obligan a proceder de diferente manera.


Sentimos la necesidad de transcribir EL BAÑO DE LUZ que nos presentan el P. Darío
Betancourt y Blanca Ruiz. Creemos que en muchos casos puede ayudar a las personas,
como se demuestra en tantísimos ejemplos y que ellos, muy a menudo, han
experimentado en su larga trayectoria evangelizadora.

Textualmente así lo explican.

1. QUE ES

Un baño de luz no es otra cosa que, con la ayuda del Señor Jesús, tratar de encontrar:

- Una respuesta a algo que nos molesta y nos hace sufrir.

- Una razón a aquello que nos impide ser felices y no nos permite progresar
espiritualmente.

- La causa a un bloqueo o trauma.

- Una luz para aquella oscuridad que produce una parálisis en la vida espiritual.

Ejemplo: Una persona que vive siempre agresiva, malhumorada, todo le disgusta, nada
le agrada, etc. Este estado tiene una causa, pero en muchas ocasiones no se sabe cuál es.
Entonces se le pide al Señor que la manifieste, la ilumine, la saque a flote. Jesús, que es
luz viene a iluminar y sanar. La presencia de Dios es sanadora.

Para ilustrar mejor lo que es un "Baño de luz" trasmitimos el caso de una religiosa que
hacía treinta y dos años estaba en el convento.

Durante los primeros veinte años viví muy feliz. Pero durante los últimos doce años
sufrí un infierno. No quería a nadie, ni nadie me quería. Pedí ayuda para remediar mi
mal y me aconsejaron un baño de luz.

Por la noche, estando en la capilla, le dije al Señor:

- Señor Jesús: ilumíname ¿cuál es la causa por la cual vivo tan aburrida en el convento
por estos últimos doce años?

Vi entonces que del sagrario salía el Señor Jesús e iba acercándose muy sonriente y muy
amoroso. Me quedé mirándole y cuando ya le tuve cerca le volví a preguntar:

61
- Señor. ¿Por qué vivo tan aburrida en mi vida religiosa? Señor, ¿por qué no tengo la
alegría del principio?

El Señor me contestó:

- ¿Qué relación hay entre esas revistas que estás leyendo y yo? ¿Por qué pasas tanto
tiempo entretenida hojeándolas?

Le respondí:

- Señor, pero esas revistas no son pornográficas. . .

y el Señor me dijo:

- Precisamente porque no son pornográficas las lees, pero te están llenando del mundo
de vanidades que te vacían de mí y te disipan, separándote de mí. Tú me has sacado de
tu corazón. Tú ya no sientes lo que antes sentías por mí. Ni lo mío te enamora, ni te
atrae. Esta es la razón por la que vives tan aburrida en la vida religiosa.

Esta religiosa hacía exactamente doce años que estaba leyendo revistas del mundo que
en vez de llevarla a enamorarse del Señor cada vez más, lo que hacían eran distraerla y
separarla de su amor, y le habían arruinado su vida de oración. El Baño de luz le hizo
conocer el origen de su problema.

En un retiro en Guatemala, mientras hacía el baño de luz uno de los asistentes narró la
siguiente experiencia:

Cuando sentí la presencia del Señor empecé a hablarle y, me sentí muy disgustada con
Él y le reclamé llorando que no me amaba y nunca me había amado. El Señor me
contestó.

- Yo siempre te he amado.

Entonces yo le reclamé:

- Yo no creo que tú me ames, porque si tú me hubieras amado, ni me hubieras quitado


mi madre a la edad de ocho años.

En ese momento sentí cómo el Señor me recostaba contra su pecho y con mucho cariño
y amor me acariciaba y me secó las lágrimas. Mirándome me dijo:

- ¿Crees que no te amo porque me llevé a tu madre? ¿Sabes? Cuando vine a buscarla era
porque ya había cumplido la misión que le había confiado y esa misión era la de darte la
62
vida. Yo estoy satisfecho con ella y quise traerla conmigo para darle el premio que le
tenia prometido ¿o crees que hubiera sido mejor que ella estuviera hoy contigo pasando
estos años paralizada y enferma como estaba?

Sentí que Jesús me colocaba sobre los brazos de la Santísima Virgen y me decía:

- Mira hija, sí has tenido madre. No has estado sola nunca. Mi madre que también es tu
madre ha estado contigo y te ha acompañado siempre.

Sentí que la Virgen me abrazaba y me acariciaba, a tiempo que me cubría con su manto
y me decía:

- Hija, siempre he estado contigo. Te amo mucho. Eres mía.

Entonces sentí que mi vida se llenaba de alegría. Luego Jesús me miró y me dijo:

- ¿Por qué no me entregas a tu mamá? ¿Puedo llevarla conmigo?

Por primera vez puse a mi madre en las manos del Señor y la recordé con profunda paz.

Luego el Señor me dijo:

- Voy a mostrarte que sí te amo y que nunca te he olvidado y siempre he estado contigo.
¿Quieres ver cómo te amo? ¿No te has dado cuenta que te di un esposo y unos hijos que
te aman y se preocupan por ti?

¿No eres feliz en tu hogar? Hija, yo amo a los míos dándoles lo que necesitan.

Entonces sentí que me abrazó y me dijo: "Yo soy tu verdadero Padre. Mi madre y yo te
amamos y estamos siempre contigo".

Comencé a llorar, pero de gozo y con paz. Nunca había sentido tanto amor en mi vida.
Por primera vez pude perdonar al Señor por este resentimiento tan fuerte que había en
mi corazón y nunca había apreciado el amor, cariño, comprensión y bondad de mi
esposo y de mis hijos.

2. DIFERENCIA CON LA SANACION INTERIOR

A. La sanación interior es para sanar una herida específica que se sabe y se conoce. El
baño de luz es para pedirle al Señor que ilumine el por qué de algún mal, su razón o
causa. Es algo desconocido.

B. La sanación interior necesita la ayuda y discernimiento de otra persona que ore por
63
nosotros.

El Baño de luz se lo puede hacer la persone misma. Esta es la diferencia más peculiar.

En el siguiente testimonio encontramos a una persona que necesitaba luz en sus


relaciones interpersonales.

Durante el "baño de luz" le preguntó al Señor:

- Jesús, ¿por qué me cuesta tanto trabajo dar el primer paso de reconciliación y siempre
espero que sea la otra persona quien lo haga?

- Porque tú te ves a ti y no a mí. Tú siempre te juzgas bueno, que no tienes la culpa y no


te fijas que yo, inocente, tomé la iniciativa para perdonar a los pecadores. Si en esos
momentos, en vez de señalar culpables y condenarlos, me miraras a mí y me
preguntaras qué haría yo en ese caso, encontrarías la respuesta.

3. TEXTOS BIBLICOS.

Algunos textos bíblicos nos iluminan maravillosamente en qué consiste el baño de luz. .

Jesús, luz del mundo (Jn 12,46) ilumina a todo hombre (Jn 1,9) para que el que crea en
El no permanezca en tinieblas (Jn 12,46) sino que tenga la luz de la vida (Jn 8,12).
Quien rechaza la luz se cierra a la salvación gratuita ofrecida por Dios (Jn 3,19-21).

Así como Dios lo primero que creó fue la luz (Gen 1,3), así para re-crearnos, hacernos
nuevas criaturas (2 Cor 5,17) ha hecho brillar su luz en nuestros corazones para
transformarnos, en Cristo, en luz para los demás; es decir, agentes de salud y salvación.
(2 Cor 4.6).

No hay nada que pueda quedarse escondido a la luz de Dios. No hay secreto que no
llegue a saberse (MC 4,22). Si con fe y sobre todo con sinceridad le pedimos al Señor
Jesús que nos ilumine y sane nuestros males no hay nada que El no quiera y pueda
hacer.

Cuando todas las cosas son puestas al descubierto por la luz, todo queda en claro,
porque la luz lo descubre todo. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate
de entre los muertos, y Cristo te alumbrará. ( Efe 5,13-14).

El que se acerca a la luz queda iluminado, como el que se acerca al calar se calienta, o el
que se acerca al frío se enfría.

Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, nos visitará la luz que viene de lo alto
64
para Iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y guiar nuestros pasos
por el camino de la paz. (Lc. l 1,78-79).

Este texto es clarísimo para ver qué es el baño de luz: ilumina una tiniebla, un problema,
una dificultad y como consecuencia guía, lleva y da la paz.

Otros textos muy ricos sobre el tema de la luz de Dios que ilumina para sanar son: Lc
1,78-79 Jn 1,4-5 Hch 9,3 Am 13,1114 2C04,3-6 Ef5,8-9 CoI1,1O-14 1Ts 5,2-9 Stg 1,17
1Jn 1,5-7 Ap 21,23-24 SI18,29. Especialmente es de excepcional belleza el verso 1 del
Salmo 27(26) que dice: Yahveh es mi Luz y mi salvación, ¿A quién temeré? Yahveh es
el refugio de mi vida, por qué he de temblar?

Un día, en un retiro, una persona me dejó un mensaje en el altar. Me impresionó tanto


que lo guardé para orar por ella. Decía así.

Desde hace muchos años estoy muy enferma, debido a la traición de un médico.

De este incidente me vino insomnio y un nerviosismo que me mata todavía. Por esta
causa me vino la alta presión arterial. Para curarme me pusieron una dieta que resultó
muy dañosa para mí. Por necesidad, me vi obligada a hacer limpieza en un lugar seco,
sucio, lleno de lana y polvo. Esto me hizo contraer una bronquitis que desde hace un
año me ha puesto tan mal que una noche la pasé casi sin respirar ya que tenía las narices
tapadas.

Por no recibir inmediatamente la atención adecuada del hospital sufrí un infarto. Por
esta razón, padezco invalidez. Hace muchos años me hicieron un maleficio: jamás
puedo bañarme, ni mojarme siquiera. Una persona "muy piadosa", me ha hecho ese mal
tan grave en mi salud y en otras áreas de mi vida.

Soy vieja, pero jamás sentí la vejez como ahora: enferma del corazón, bronquitis
crónica y unos dolores terribles que entiendo son en las arterias del tórax, pues me dan
por delante y por la espalda; son dolores matones. Además, terrible asfixia por las
noches. Ahora sí parezco una vieja. Me da pena estar tan fea y tan inútil, molestando a
todo mundo. Me muero de miedo, siempre he sufrido miedo y vergüenza.
Permanentemente tengo la nariz tapada y sufro también de otros muchos males.

Pido ayuda, de otro modo ya no estaría viva. Afectísima amiga N.N."

Poco tiempo después de ese retiro donde les sugerimos que escribieran al Señor, me
llegó esta bellísima carta:

Padre, yo soy la persona que le envié un escrito y se lo dejé sobre el altar contándole
que un médico había abusado de mí. Pues durante el baño de luz le pregunté al Señor
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por qué vivía tan enferma del alma y del cuerpo. Él me dijo:

Querida hija:
Es cierto que la causa de tus males comienza con la deshonestidad de ese médico, pero
también debes saber que mi ley es amar y perdonar hasta los enemigos. Así soy yo.Si se
aman los unos a los otros el mundo va a saber que ustedes son mis discípulos. Este es el
único signo por el que los van a identificar como míos.

Date cuenta muy clara de que hay que amar y perdonar a los enemigos porque así lo
hice yo que los amé a ustedes cuando todavía eran malos y pecadores.

Aunque tú ya te has confesado del incidente con el médico, sin embargo lo odias
inconscientemente en tu corazón. Perdónalo pero ojalá se lo dijeras personalmente,
diciéndole al mismo tiempo que yo lo amo por sus debilidades y pecados; que se vuelva
a mí para sanarlo.

Yo te amo mucho y te tengo en mi corazón. Jesús. " Padre Darío quiero que sepa que lo
hice y no puedo expresarle lo que sentí. Nunca antes había tenido tanta paz, todo se ha
transformado, amo mucho, hasta el punto de que todo me parece lindo, hasta las
personas de mi mismo sexo me parecen hermosas todas. Todo me gusta, todo me
agrada. Bueno estoy de luna de miel con Jesús. Pero lo más importante era decirle que
estoy sana de todos los males físicos y espirituales. Hasta la cara como que se me
desarrugó.

Alabado sea Jesús.


Con afecto.
Una agradecida con Jesús.

Respuesta inmediata
Los testimonios recibidos certifican que nuestro Dios nos responde inmediatamente
cuando le pedimos que nos bañe con su luz.

Si la luz recorre 300 mil kilómetros por segundo, la luz divina es todavía más veloz para
darnos vida en abundancia.

Una señora que tenía problemas por infidelidades constantes de su esposo le preguntó al
Señor:

Señor, ¿qué debo hacer con tanta infidelidad de mi esposo?

- Perdón.

- Pero. Señor, ya le he perdonado una y mil veces y no mejora.

66
- Perdón.

- Lo que pasa es que perdonándolo se aprovecha de mi perdón. Ya me cansé de


perdonarlo.

- Cuando te digo "perdón" no me refiero a que le perdones sino a que le pidas perdón
por no ser la mujer que él anda buscando y no encuentra. Pídele perdón por no atenderlo
como él necesita. Pídele perdón por juzgarlo y condenarlo, por no ser solícita y cariñosa
como lo eres con otras personas.

4. COMO SE HACE
Es hacer lo que Jesús hizo en el huerto de los Olivos en Getsemaní:

A. Lugar tranquilo.- Se necesita ante todo un lugar tranquilo que invite a la oración, al
diálogo. En Mc 5,37 -40 vemos cómo el Señor Jesús se quedó solo en la habitación con
los padres de la niña y algunos de sus discípulos. Es decir, hizo un ambiente de
recogimiento para orar. Es muy importante calmar el espíritu para entrar en oración.

B. Jesús muy humano.- Se debe imaginar al Señor Jesús de una manera muy humana,
algo así como se apareció a sus discípulos después de su resurrección, y aunque su
cuerpo ya está glorioso, no debe verse con rayos o luces, sino sonriendo y con sus llagas
en sus manos y sus pies, como invitándonos a meter nuestros dedos en sus llagas, como
lo hizo con su apóstol Tomás. Es necesario representarnos la persona del Señor de la
manera más imaginativa y positiva posible.

Bárbara Shlemon, en su libro "La Oración que Sana" escribe: El empleo de la


imaginación en la oración, puede ayudarnos a. "creer que ya lo logramos".

En el New York Times (agosto, 1973) se cita al Doctor Walter Ghase, Director del
Departamento de Investigación y Jefe del Departamento de Ciencias Básicas Visuales
de la Escuela de Optometria del Southern California College en Fullerton:

"Lo que se ve con la mente es tan real, en un sentido, como lo que se ve por una
ventana. No hay mucha diferencia fisiológica entre las señales que transmite la mente y
la que transmite el ojo".

Por tanto la imaginación no es componente pasivo de nuestro ser, sino que puede
convertirse en un elemento activísimo de nuestra oración.

C. Diálogo.- La oración se desarrolla con un diálogo a solas entre dos personas: el


Señor Jesús y tú. Nadie más debe venir a la escena. Los dos solos.

D. Diálogo de amor.- Es un diálogo amoroso con el Señor. El ejemplo mejor para el


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diálogo que se debe sostener con el Señor durante el baño de luz es el que encontramos
narrado en Jn 4, 1-26 cuando Jesús habla con la samaritana y mientras habla con ella la
va sanando del odio racial. El baño de luz es poner en práctica la verdad de que Cristo
está en nosotros y Él es la esperanza de la gloria que tendremos.

E. Silencio.- Hacer silencio. Para escuchar las respuestas del Señor es necesario guardar
silencio. Muchas veces no escuchamos a Dios porque no le damos tiempo a que nos
responda. Siempre estamos hablando y volvemos la oración un monólogo y no un
diálogo.

5. ESCRIBIR EN VEZ DE HABLAR

Hay personas a las que no les es fácil hablar con el Señor, pero sí pueden expresarse
más fácilmente por escrito. Para esto, es buena cosa escribir una carta al Señor
comentándole el problema y pidiéndole respuestas a las preguntas. Mientras el Señor
responde, se debe permanecer en oración y silencio y una vez que comience a responder
se debe escribir. Presentamos tres cartas de éstas.

En un retiro en Uruguay una mamá le escribía al Señor:

"Señor Jesús, yo tengo un serio problema con mi hija. Ella no tiene amor por tí como yo
deseo. ¿Qué puedo hacer? Yo, Señor, con cariño espero tu respuesta porque mi hija
tampoco me entiende. Confío en que tú me vas a ayudar". Petrona.

A los pocos minutos ella misma consignó la respuesta del Señor:

"Petrona, ten paciencia. Confía. Síguele hablando de mí.¿Cómo quieres que ella crea en
mí si tú antes no le habías hablado?" Jesús.
En un retiro en la Argentina un joven le escribe al Señor:

"Señor Jesús: Yo te pido que me des paciencia para que no sea impetuoso y conteste
con groserías como lo hice hoy. ¿Por qué hablé tan fuerte si no era eso lo que quería
hacer? Señor, contéstame Ayúdame". Oscar.

Jesucristo le contestó:

Aprende a consultarme. Aprende a oírme más, no sólo en los apuros sino también en
todos los momentos de tu vida, de cada día. Ofréceme todo. Ama más. "Tú tienes que
cambiar. Te dejas llevar por tus impulsos como fuiste siempre. Usa más palabras de
amor como las que usas con Virginia. Saca todo eso que tienes dentro que es lindo y me
gusta". Jesús.
En un retiro en Ciudad Obregón, México, una señora escribió:

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"Señor Jesús, dime qué debo hacer en mi problema con mi esposo. Yo te platico a ti,
Jesús amado. Hoy te pregunto: ¿Qué hago? Porque a ti no puedo engañarte y tú lo sabes
que tengo siete años con este problema sin ver la solución y siempre he estado
esperando en ti y no he sentido tu respuesta. Sólo tu silencio. Siento la soledad. Siento
que me has abandonado en todos mis sufrimientos. He sentido todas las acusaciones
sobre mí; se han hecho juicios muy severos y yo, Cristo Jesús, me siento inocente de lo
que se me acusa y también arrepentida de mi pecado. ¿Qué hago? Hoy no me salgo de
tu presencia hasta que me digas qué debo hacer y llevar tu respuesta. No quiero verte
ensangrentado y crucificado por los pecados de mi compañero. Hoy quiero la solución y
sé que me la darás". Margarita.

El Señor le contestó:

"Hija mía: Ven a mí. Hoy en este momento y día te doy la solución a tu problema.
Unicamente tienes que hacer esto: declarar a tu esposo inocente delante de Dios. Estas
dos personas que tanto daño te han hecho ponlas todos los días en la presencia de mi
Padre que está en el cielo y decláralos inocentes y verás realizada la obra y planes de
Dios que tiene sobre esta familia que Él está purificando". Jesús.

6. CUANTAS VECES SE HACE.

Tantas veces cuantas sean necesarias hasta recibir una respuesta del Señor a la
necesidad pedida, hasta que Él ilumine la causa del mal. Se puede hacer en cada área de
la vida que se necesite, para una circunstancia concreta o para sanar las heridas de ese
día.

No existe tiempo preciso en cuanto a su duración. Varía mucho, de acuerdo a las


circunstancias.

7. RESULTADO

Al descubrir la causa de nuestros males, el resultado lógico ha de ser que si ponemos en


práctica lo que el Señor nos dice, va a realizarse en nosotros una transformación notoria.
Si seriamente queremos saber la causa de nuestros males, Dios la revelará, y entonces:

- Seremos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y así nosotros mismos
llegaremos a ser más y más como Cristo porque cada vez tendremos más y más de su
gloria (2 Cor 3, 18), y la gloria que reflejaremos será la gloria del rostro de Cristo que es
la misma gloria de Dios, el Padre.

- Brillaremos con la luz de estrellas en medio de este mundo oscuro (Filp 2, 15) porque
somos luz del mundo (Mt 5,14).

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- Irradiaremos paz, tanto para nosotros como para los demás.

Terminamos con la siguiente carta que nos llegó del Caribe: 14/1/85

Estimados hermanos Blanca y Darío:

Me dirijo a ustedes para que sean portadores de la maravilla que el Señor ha hecho en
mí en el retiro llevado a cabo este fin de semana.

Soy médico y tengo 20 años de matrimonio, durante los cuales fui muy infeliz e hice
infeliz a mi esposo a causa de una frigidez sexual, que estaba arruinando nuestro
matrimonio.

Pero el Señor ha tenido misericordia de nosotros después de tantos años de sufrimiento.

Comienzo diciéndoles que si no hubiese sido médico, la fortuna que hubiese gastado en
honorarios no la hubiera tenido, pues visité ginecólogos y endrocrinólogos, los cuales
me refirieron al psiquiatra, psicólogo, psicometrista, y éstos últimos me refirieron al
sexólogo, pues todos los test que se me hacían indicaban que tenía un trauma sexual, el
cual, el único que podría resolverme el problema era el sexólogo.

Después de hacerme todas las pruebas aquí en el país, me las hicieron en los Estados
Unidos, pero todas resultaban infructuosas al igual que los tratamientos indicados, pues
yo seguía con el mismo problema de frigidez.

Al conocer al Señor (hace 10 años) puse mí enfermedad en sus manos. En varias


ocasiones me mostró esta escena que vi a la edad de 5 años (ahora tengo 45 años):

Una señora tenía dos hijas y se dedicaba a comercializar con ellas. Estaba yo en mi casa
y vi cuando una de ellas salía corriendo, y detrás un hombre. La madre había hecho trato
con el hombre, pero la joven no quería y salió huyendo; esto dio lugar a que él la tomara
e hiciera el acto en pleno patio en la presencia de varias personas que en ese momento
pasaban por el lugar. Esta escena se me presentaba en varias ocasiones.

Cuando Blanca Ruiz nos puso a hacer el baño de luz, yo dije: Le voy a preguntar al
Señor por qué la frigidez está acabando con mi matrimonio. Cuando ya iba a hacer mi
pregunta, de improviso, se me presentó la escena anteriormente citada. Entonces le dije:
Señor, ¿por qué veo esto si no es eso que quiero saber?

Él me contestó porque esa es la causa de la frigidez que tú tenias. Yo me sorprendí al oír


"que tú tenias", y me sorprendí doblemente cuando verdaderamente me di cuenta que ya
no había tal frigidez. El sábado en la noche, al regresar del retiro mi esposo y yo nos
70
unimos en el acto conyugal y esta vez todo fue distinto a lo ocurrido en ocasiones
anteriores, Estamos viviendo una verdadera luna de miel, pero una luna de miel distinta
a la común pues nuestros queridos hijos están saboreando también de ella, porque ya no
ven los padres de caras amargadas, sino sonrientes y una madre que se ve y se siente
libre, y no aquella madre de cara dura, ya que no podía esconder lo que me pasaba.

Se me olvidaba contar que en la escena vi, cuando el Señor cogía de la mano a la madre,
a la joven y a mi mamá, y le pregunté

- Señor, ¿a dónde las llevas? Él me contestó:

- "A perdonarlas y a llenarlas de amor"; y le pregunté de nuevo:

-¿ Y por qué mi madre, Señor? "Porque en tu interior, el rechazo que tenias a tu madre
era debido a que tú la culpabas por no atenderte debidamente en ese tiempo". Mi madre
estaba atendiendo en ese momento una tienda con la cual ayudaba a mi padre para
nuestro sustento (5 hijos en esa ocasión).

Luego pregunté:

¿ Y el hombre que sedujo a esa joven?


Él me dijo: "Lo tengo entre mis brazos".

Vi la imagen de Jesús como si tuviera un niño en los brazos meciéndolo. Escribo este
testimonio que no podía darlo ante el público. La gloria y alabanza para el Señor que
libera a los oprimidos y a los hogares, y para ustedes bendiciones del Señor para que los
siga utilizando en su viña.

Una liberada por el Señor. (Una oración para el Baño de Luz se puede encontrar en la
sección ORACIONES DE SANACIÓN)

71
SANACION DE LA PROPIA IMAGEN. MES DE FEBRERO DEL 2003.

Cuantas veces, mujeres preciosas pueden sentirse feas y hombres jóvenes y guapos
pueden sentirse dolorosamente inferiores, mientras que una persona menos atractiva
puede tener una gran confianza y una buena imagen de sí misma.

Reconocernos tal como somos, y sobre todo, amarnos tal como el Señor nos ha hecho,
es de la mayor importancia para nuestra vida. La paz del espíritu, pasa muchas veces
por esa sanación de nuestra propia imagen.

Queremos entrar en esta parcela de la sanación, de la mano del P. Robert de Grandis y


Betti Tapscott, en su libro "SANACIÓN DE LA PROPIA IMAGEN". Intentaremos
hacer un resumen de dicho libro, ya que puede ayudar a muchas personas.

Hemos dicho que es de suma importancia amarnos tal como somos, por aquel precepto
que nos dio el Señor: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Si no nos amamos a
nosotros mismos ¿cómo vamos a pretender amar a nuestros hermanos, a los demás?

Muchas veces tenemos el presentimiento de que amarse a sí mismo es estar llenos de


orgullo y vanidad (y puede darse el caso); nos referimos a amarnos a nosotros mismos
desde una manera sana y cristiana; y esto ya no es tan fácil porque nos resulta difícil
incluso gustarnos a nosotros mismos.

"Dios quiere que nos gustemos del modo que Él nos hizo. Quiere que nos amemos a
nosotros mismos. Hacer eso indica aceptación de uno mismo, y una buena imagen de
uno. Esta es una de las áreas más importantes de nuestra vida. La idea que tenemos y lo
que pensamos de nosotros mismos, determina la forma en que respondemos a la gente
de nuestro alrededor. Por ejemplo, si yo creo que no sirvo, que soy inferior, inútil, feo,
que no tengo ningún valor, ni merezco ser amado, encontraré difícil amar a otros.
Encontraré imposible amarme a mí mismo, y lo más probable es que encontraré difícil
amar al Señor y aceptar su Amor."

Los psiquiatras nos dicen que la "foto" que tenemos de nosotros mismos está formada
por lo que los demás dicen de nosotros. Si las cosas que nos dicen son buenas,
tenderemos a ser positivos; de lo contrario, tenderemos a ser negativos. La vida de toda
persona ha pasado por circunstancias y ambientes de todo tipo y a través de ellos, uno
ha ido forjando la propia imagen. La manera en que un niño ha sido educado en su
propia casa, en la escuela, quedará impreso en su mente para toda la vida. Palabras que
tantas veces se dicen, incluso, inconscientemente, como estúpido, tonto, perezoso o
bien, feo, gordo, delgaducho, patoso, hieren profundamente. Igualmente cuando se les
compara negativamente con los hermanos y sienten que no fueron deseados. Todo ello
suena, como una grabadora, a través de los años y estas palabras resquebrajan esa cosa
tan delicada llamada la propia imagen. Esto mismo sucede, una vez casados, si el
72
marido o la mujer es dominante. Y en el trabajo, si un jefe exigente te humilla ante los
demás o te pone en ridículo.

Esta es la imagen que se nos ha creado a través de los años, imagen, generalmente
peyorativa. Esta es la imagen que debe ser sanada para que ella no entorpezca nuestra
relación con los demás y con nuestro Dios. Además, la buena imagen propia y la
autoestima es una de las mayores necesidades de la persona. Una persona puede
sobrevivir sin poder y sin placeres, pero no puede subsistir si pierde el orgullo de ser
una persona. Nuestra autoestima - grande o pequeña - abarca todos los campos de
nuestra vida. Cristo nunca rebajó a un ser humano, por pecador que fuese. Él edifica,
redime y santifica a la persona y a la personalidad. Al descubrir que Dios nos acepta y
nos ama ¡con defectos y todo!... las máscaras que hemos usado durante años se van
quitando lentamente en su presencia. El mandamiento de Jesucristo es que nos amemos
los unos a los otros como Él nos ha amado. Podríamos decir: "Ámate a ti mismo como
Yo te he amado". La caridad empieza en casa. El amor empieza con uno mismo.

PROBLEMAS DE UNA BUENA IMAGEN.

Hay tres problemas principales que nos alejan de tener una buena imagen de nosotros
mismos: el rechazo, la culpabilidad y el perfeccionismo.
1 ) EL RECHAZO.Ya hemos visto antes, cómo el niño que no ha sido deseado o que ha
sido molestado o vejado, arrastra durante su vida la imagen que le dieron. Es común en
los jóvenes, al sentir que sus padres querían más a sus hermanos o hermanas que a ellos,
encontrarse inseguros. En el corazón del niño y del joven se van imprimiendo, como en
cera blanda, esas situaciones de rechazo, recibidas de mil formas y esto queda moldeado
para toda la vida. Pero la Buena Nueva es que JESÚS PUEDE SANAR ESAS
HERIDAS.2 ) LA CULPABILIDAD.

Sentirse culpable es otra razón para tener una pobre imagen de uno mismo. Esto ocurre
especialmente si no podemos perdonarnos a nosotros mismos y sentimos que Dios no
nos perdonará por los pecados cometidos. Pero Dios nos dice en Hebreos, 10,17: "Y de
tus pecados e iniquidades no me acordaré ya". Cuanto más admitamos nuestras propias
faltas y admitamos que somos débiles, entonces podremos aceptarnos mejor a nosotros
mismos.

La razón por la que una persona puede no gustarse a sí misma es debido, muchas veces,
a tanta negatividad, procedente de un gran sentimiento de culpa. Y cuando ello se une a
una falta de perdón, el sentimiento de indignidad va creciendo mas y más.

Es importante que entreguemos toda nuestra culpabilidad al Señor, porque Él es el único


que puede cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos verdaderamente. Ningún
psicólogo o psiquiatra puede cambiar con profundidad la imagen que tenemos de
nosotros mismos. Solo el Señor puede retroceder en el tiempo: "Jesucristo es el mismo,
73
ayer, hoy y siempre" (Hebr.13,8) Él puede perdonar todos los pecados que hemos
cometido y darnos la gracia para perdonarnos y sanar la herida y el daño causados.

3) PERFECCIONISMO.

Se nos ha hecho creer que una cosa si no es perfecta, no tiene valor. Así la mujer, si no
es "Mis Mundo", si no es una buena ama de casa, si no cocina a la perfección, etc., se
puede sentir inferior. Y al hombre le pasa algo parecido; cuantas veces cree que su
imagen depende del coche que tenga, del lugar en donde viva, de su éxito, de su cuenta
bancaria. El Señor nos insiste en que seamos perfectos y muchos esperan, dentro de la
Iglesia, ser perfectos, ser buenos, para poder actuar. ¿Cómo puedo recibir del Señor su
amor si yo no soy bueno, si no cumplo, por todo lo que he hecho?

Y no digamos, cuando nos comparamos con los demás. No es extraño que la gente de
espíritu perfeccionista no pueda sentirse bien consigo misma, porque nunca llegan a dar
la talla.

Alguien dijo: "Todo el mundo derrama leche alguna vez"; todo el mundo comete
errores, falla, y eso duele. Te encuentras apurado. El sentirse que no todo lo has hecho
bien, te puede llevar a una mala imagen de ti mismo. Pero, ¡qué maravilloso será cuando
consigamos llegar a reírnos de nuestras propias faltas! Todos necesitamos de una buena
dosis del sentido de humor.

FORMAS BÍBLICAS PARA DESARROLLAR UNA BUENA IMAGEN.

Toda herida produce dolor y necesitamos ser sanados para sentirnos felices y en paz. La
falsa imagen que tenemos de nosotros mismos es fruto de muchas heridas que a través
de la vida hemos recibido; necesitamos, pues, sanar esas heridas para recuperar la
imagen que Dios nos plasmó y así superar los miedos, la negatividad en nuestro obrar.

Nos podrá ayudar en gran manera unas formas bíblicas que te presentamos.

Recuerda a diario: SOMOS HIJOS DE DIOS. Y DIOS NOS AMA. "ERES PRECIOSO
A MIS OJOS, ERES ESTIMADO, Y YO TE AMO" DICE EL SEÑOR. (Isaías, 43, 4)
"CON AMOR ETERNO TE HE AMADO, POR ESO HE RESERVADO GRACIA
PARA TI" (Jer. 31, 3)
No importa cual sea la situación, ni lo abrumador que sea el trabajo. Repite diariamente:
"TODO LO PUEDO EN AQUEL QUE ME CONFORTA" (Fil. 4, 13)
Cuando el miedo y la timidez te invadan, piensa que las palabras de Dios dicen:
"PORQUE NO NOS DIO EL SEÑOR A NOSOTROS UN ESPÍRITU DE TIMIDEZ,
SINO DE FORTALEZA, DE CARIDAD Y DE TEMPLANZA". (2 Tim. 1, 7.) "EL
AMOR PERFECTO EXPULSA EL TEMOR" (1 Juan 4, 18); "...EL SEÑOR ES MI
AYUDA, NO TEMERÉ. ¿QUÉ PUEDE HACERME EL HOMBRE" (Hebr.13, 6)
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Proclama diariamente amabilidad, amor, bondad, compasión y amistad, porque según
repartes - al plantar semillas de bondad - recogerás esa cosecha. "FRUTOS DE
JUSTICIA SE SIEMBRAN EN LA PAZ PARA LOS QUE PROCURAN LA PAZ".
(St. 3, 18).
Sin orgullo o egoísmo, piensa en las cosas que haces bien y entonces da gracias a Dios
por ayudarte a hacer esas cosas para su gloria."QUE CADA CUAL PONGA AL
SERVICIO DE LOS DEMÁS LA GRACIA QUE HA RECIBIDO, COMO BUENOS
ADMINISTRADORES DE LAS DIVERSAS GRACIAS DE DIOS." (I Pedro, 4, 10)
Cuando te sientas abrumado por sentimientos de inferioridad, rechazo, culpabilidad,
miedo, timidez, fracaso, desesperación, indignidad, falta de perdón, date cuenta de que
esos sentimientos vienen del enemigo que te quiere bien atada y amordazada. Si has
pedido perdón a Dios y en nombre de Jesús has perdonado a otros, ten presente siempre:
"TUS PECADOS TE SON PERDONADOS; VETE EN PAZ" (Lucas, 7, 48-.49).
Mantén una actitud de alabanza en tu boca y en tu mente. Cuando tú estás alabando a
Dios, tiendes a mantener la vista alejada de ti mismo (y también de cualquier
sentimiento de fracaso, insuficiencia o pena) y puesta sobre Jesús. "ESTAD SIEMPRE
ALEGRES. ORAD CONSTANTEMENTE. EN TODO DAD GRACIAS, PUES ESTO
ES LO QUE DIOS, EN CRISTO JESÚS, QUIERE DE VOSOTROS." (I Tesal.5, 16-
18).
Haz que tu apariencia externa se lo mejor posible, estando bien pulcra y aseada: tanto tu
pelo, tu cuerpo como tu ropa. "...PORQUE NADIE ABORRECIÓ JAMÁS SU PROPIA
CARNE; ANTES BIEN, LA ALIMENTA Y LA CUIDA CON CARIÑO, LO MISMO
QUE CRISTO A LA IGLESIA, PUES SOMOS MIEMBROS DE SU CUERPO"
(Efesios 5, 29-30)
Manténte activo haciendo bien tu trabajo, el que sea.
No dejes que los celos, un espíritu de competición, o el compararte a otros, arruinen,
monopolicen o controlen tu vida. "PUES LOS CELOS Y EL EGOISMO NO SON EL
TIPO DE SABIDURÍA DE DIOS" (Sant.3, 15) "NO BUSQUEMOS LA GLORIA
VANA PROVOCÁNDONOS LOS UNOS A LOS OTROS Y ENVIDIÁNDONOS
MUTUAMENTE" (Gal. 5,26). "NADA HAGAIS POR RIVALIDAD NI POR
VANAGLORIA" (Fil.2, 3)

SOLO DIOS PUEDE SANAR LA PROPIA IMAGEN.

Dios nos creó a su imagen y la vida y nuestros pecados, esa imagen perfecta la hemos
desfigurado. Dios desea reparar esa imagen suya. Por ello necesitamos pedírselo, para
que haga ese gran trabajo de sanación. Él nos ha lavado con su sangre y nos ha
redimido. Nos ha salvado a través de su muerte en la cruz. Él murió por nosotros.
Cuando el Padre nos mira, ve a Jesús, porque eso es lo que le costamos, ¡JESÚS!

Somos estupendos, somos bellos, somos la obra de sus manos, de su REDENCIÓN.

Entonces puedo decir con voz alta: YO SOY ALGUIEN. Esto borra mis sentimientos de
75
inferioridad de una vez por todas, y tengo una base espiritual sólida para el nacimiento
de una propia imagen positiva.

No puedo resistir a la tentación de transcribir la siguiente poesía del Dr. Schuller, tan
maravillosa, al mismo tiempo que profunda.

Puedo ser joven, puedo ser viejo,


Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo ser educado, puedo ser ineducado.
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo ser negro, puedo ser blanco,
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo ser rico, puedo ser pobre,
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo ser gordo, puedo ser flaco,
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo ser casado, puedo ser divorciado, (Puedo ser soltero, puedo ser viudo)
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios.
*
Puedo tener éxito, puedo ser un fracasado,
Pero soy alguien,

Pues soy hijo de Dios.


*
Puedo ser un pecador, puedo ser un santo,
Pero soy alguien,
Pues soy hijo de Dios,
Porque Jesús es mi Salvador,
Yo soy hijo de Dios.

"Porque soy alguien, puedo hacer más de lo que jamás hubiera pensado".

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Cualquiera que sea la situación en la que te encuentres, si te sientes apaleado,
magullado, sacudido y herido emocionalmente; si te preguntas: "¡Quien soy yo?" O si
dices: "No soy nadie", quiero que sepas que:

Jesús sólo está esperando convertirse en TU salvador personal. Todo lo que tienes que
hacer es pedir perdón por tus pecados e invitarle a que entre en tu corazón.

Jesús sólo está esperando a sanarte, física y emocionalmente. Él quiere vendar tus
heridas emocionales.

El Señor sólo está esperando a decirte que TÚ ERES SU HIJO y que TÚ ERES
ALGUIEN.

Si deseas, puedes entrar AQUÍ y encontrarás una oración de sanación de la propia


imagen. Está escrita para un grupo, pero puedes aplicártela personalmente.

Y no olvides lo que el Señor te dice:

"ERES A MIS OJOS PRECIOSO Y DE GRAN ESTIMA Y TE AMO".

¡TÚ ERES ALGUIEN,

PORQUE DIOS NO HACE PORQUERÍAS!

77
SANACIÓN DE LOS MORIBUNDOS. MES DE MARZO DEL 2003.

Tal vez suene algo extraño hablar de la sanación de alguien que inevitablemente va a
morir. Muchas veces, o la mayoría de ellas, evitamos hablar de la muerte. Pero
evidentemente tendremos que enfrentarnos a ella, en el momento precisado por Dios.

No es un tema que se pueda tratar a la ligera, y por ello hemos querido basarnos en las
experiencias de 3 hermanos dedicados a la oración de sanación, Mary Jane Linn,
Matthew Linn, y Dennis Linn, reconocidos en el tema de la sanación.

Las palabras y los hechos de Jesús cuando murió, son las que mejor describen, no sólo
lo que Jesús necesitaba, sino lo que cada hombre necesita antes de morir.

Puesto que era Dios y hombre, necesitaba vivir como hombre plenamente "sanado"
antes de estar preparado a morir. Las últimas siete palabras y actos de Jesús lo
ayudaron a su sanación absoluta.

A través de la experiencia de los autores, veremos cómo acompañar a los moribundos,


para que sean llevados por Jesús, en sus últimas siete palabras o actos, a fin de que
también ellos mueran plenamente realizados y sanados.

PRIMERA PALABRA: "PADRE PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN"


(Lucas,23,34)

Esta primera palabra hizo que Jesús fuera un hombre de completo perdón, un hombre
logrado y sanado en el área del perdón.

El moribundo necesita, también, ser un hombre sanado en el área del perdón, para
verse libre y liberado. Es una necesidad natural para lo cual hay que intentar ayudarle.

Para poder entender el mundo de los moribundos, comienza tú a enfrentarte al propio


miedo a la muerte.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

Estas preguntas ayudarán a concientizar nuestros sentimientos sobre el tema.

1. -¿Hay alguien a quién ahora necesito perdonar?


2. -¿En qué aspectos de mi vida necesito el perdón?

Estas reflexiones se pueden realizar haciendo una lista de los que piensa, que le
hubieren dañado. Padres, hermanos, hijos, maestros, patrones, empleados, médicos,
enfermeras, amigos, etc.etc
Cuando recuerde un rostro por quién no siente gratitud, dígale a Jesús por qué se
siente así. Luego pídale el don de poder amar a esa persona como Él lo hace.
Intente visualizar los ojos de Jesús crucificado e interiorizarse en ellos, uniéndose a los
78
que le han herido. "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen "
Véase abrazando a esa persona con el amor de sanación de Jesús, y pídele que bendiga
a esa persona.
Esto repítalo con la siguiente persona.

ORACIÓN

Señor Jesús, aún aquellos a quienes curaste, gritaron "crucifícalo", y te clavaron en la


cruz de pies y manos. Tus doce mejores amigos te traicionaron, te negaron o se
escabulleron hacia los vértices seguros de la multitud mofante. Pero aun cuando te
escupían, tratabas de amar más a aquellos que se encontraban tan heridos e inseguros
que no dejaban de darte golpes. Y cuando las ondas dolorosas sacudían tu cuerpo
desafiaste el amor del Padre para curar a los resentidos que ni siquiera lo podían
entender. "Padre, perdónales porque no saben lo que hicieron". Jesús, concédeme
decirlo contigo hasta que me sienta capaz de abrazar a cada persona que te hirió
dentro de mí. Entonces deja que los sostenga y los llene con tu amor de sanación,
hasta que realmente sepan que tú y yo daríamos nuestras vidas por ellos.

SEGUNDA PALABRA: "HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO" (Lucas 23,43)

Jesús entregó el paraíso, antes de morir, al Ladrón que se sacrificaba a su lado; no


pudo hacerlo ni a Pedro, ni a ninguno de sus discípulos, sino al ladrón, ante una
petición que éste le hizo: "acuérdate de mí, cuando estés en tu reino"; y le dio la vida
eterna.

Me he dado cuenta, nos dice el autor, al estar con los moribundos, de que antes de
que puedan morir, deben, por decirlo así, reunir su paraíso y dárselo a alguien. La
persona necesita vaciarse de lo que constituye su paraíso. Para cada persona este
paraíso es algo distinto; puede ser su vida cultural, su trabajo, creatividad, arte, e
incluso una oración para su familia. Y lo quieren expresar a alguien que les entienda;
pero no siempre pueden escoger a quién se lo entregue. La mayoría de las veces, como
en el caso de Jesús, lo entregó a quién tenía a su lado. Y al entregarlo, queda un vacío
que Jesús lo llena con la vida eterna.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1.-¿ Qué Paraíso me pertenece para poder darlo?


2.-¿A Quién se lo daré?
3.-¿ Qué he recibido de alguien que haya muerto?

Pide a Jesús que te muestre lo que te ha dado, para que tú lo pases más adelante.
Pídele que puedas ver los rostros de los que necesitan lo que tú puedas dar.
Deja que Jesús te muestre cuándo y cómo has de dar lo que te pide que des.
Repite este ejercicio con otras cosas o encargos que Jesús quisiera que tú pasaras más
adelante.
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ORACION

Jesús, en tu último día, entregaste muchas cosas. Diste tu casa del Paraíso a un ladrón,
tus vestidos a unos soldados, y hasta tu retrato a la Verónica que te limpió el rostro. En
la última cena diste tu vida y tu misión de reunirnos en un solo Cuerpo, y lavaste
nuestros pies para que unos con otros hiciéramos lo mismo.

Jesús, muéstrame qué es lo que puedo pasar a otro: mis tesoros, una palabra
alentadora, los pocos medios con los que puedo servir y con los que puedo animar a
otros a servir.

No permitas que sólo vea a mis amigos, sino también el rostro del extraño ladrón que
necesita lo que pueda compartir con él. Ayúdame a dar un poco de paraíso hoy mismo.

TERCERA PALABRA: "MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. AHÍ TIENES A TU MADRE"


(Jn19,27)

Muchas veces no sabemos, o creemos no necesaria nuestra presencia junto al


hermano moribundo. Momentos en que, tal vez, seamos depositarios de los deseos y
"tesoros" del moribundo y que él quiere entregar. O puede ser la petición de ver a un
familiar para decirle algo, o simplemente verlo.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

1. - ¿Quién está esperándome?


2. -¿A quién voy a esperar?
3. -¿Qué espero decirles?
4. -¿Qué espero que me digan?

Pide a Jesús que te muestre los rostros de los que te han amado y moldeado a través
de los años. Da gracias por el regalo que es cada uno de ellos para ti.
De entre esos rostros escoge a la persona a quien más difícilmente dejarás. En tu
interior toma de la mano a esta persona y comparte con Jesús lo mucho que la quieres.
Después de todo eso, pon esa mano en las de Jesús y María, y pídeles que cumplan con
los deseos de tu corazón.
Cuando sientas que Jesús y María aman a esta persona aún más de lo que tú puedes,
permíteles que le tomen bajo su protección y cuidado.
Repite esto con la siguiente persona que te parezca más difícil de dejar.

ORACIÓN

Jesús, tu madre María fue la primera y la última que te amó. Conservó siempre en su
corazón los recuerdos de tu sonrisa, y meditó cada una de tus palabras. Conoció tus
secretos como cuando convertiste el agua en vino, a pesar de que todavía no llegaba
80
tu hora. Vivió solo para ti. No había nadie que te amara tanto o se condoliera tanto
cuando colgabas de la Cruz. Tú quisiste darle tu más grande tesoro en la tierra y le
entregaste a Juan, tu mejor amigo, para que tú le siguieras amando en la forma que ya
no podías hacerlo. "Hijo, he ahí a tu madre, Madre, he aquí a tu hijo". Jesús,
permíteme ver los rostros de los que me han amado a través de los años. Enséñame a
los que ríen cuando yo río, a los que lloran cuando lloro, a los que más me extrañan. ¿A
quién me dolerá más dejar? María y Jesús, les doy a esta persona, mi tesoro.
Permíteme que les diga cómo quiera que amen y protejan a mi amigo. Muéstrame
cómo sostendrán sus manos para siempre.

CUARTA PALABRA: "DIOS MIO, DIOS MIO, ¿PORQUÉ ME HAS ABANDONADO?


(Mateo 27,46)

Cuando Jesús moría, se angustió, y su angustia debía ser escuchada.

Esta es la angustia que sufre quién está a punto de morir. El miedo a morir, la
depresión mental, la tristeza y el desaliento que experimenta, el sentirse debilitado
progresivamente, hace que le surjan autoacusaciones y torturas interiores.

Quienes están, en esos momentos cruciales, ayudándoles, escuchándoles, recibiendo


sus sentimientos de miedo, de ansiedad, de angustia, de soledad, orando junto a ellos,
en situaciones físicamente desagradables, pueden llegar a sentir, rechazo,
repugnancia, cansancio, deseos de no volver más, porque experimentan también ellos,
ese momento final. Ese sentimiento de repugnancia es lo que hace a muchas personas
no acercarse a los moribundos. Son momentos de sacar fuerzas del dulce nombre de
Jesús, Jesús, Jesús, para poder conseguir nuevamente la paz interior. Es también
necesaria una oración, pidiendo al Señor que libere al enfermo del miedo, angustia,
etc. y le conceda la gracia del amor y de la paz.

De esta manera hemos ayudado a expirar al hermano, compartiendo su debilidad, sin


juicio ni condenación. Esta manera de ayudar a otro a pasar por el trance de la muerte,
ha sido estudiada por la doctora Elizabeth Kubler-Ross, que afirma: Cuando ayudamos
a las personas a expresar sus sentimientos sin juzgarlos, y cuando estos sentimientos
son escuchados por alguien que quiere oírlos, entonces pueden pasar rápidamente por
el trance de la muerte. Nuestra presencia es tremendamente necesaria.

¿No será que la muerte resulte repulsiva para el agonizante? ¿Cómo podríamos huir de
alguien que esté experimentando su propia repulsividad? El demonio es el que desea
que huyamos y dejemos sola a la persona. Pero Jesús es victorioso; una oración
profundamente sincera, hecha en nombre de Jesús, puede mandar al demonio a su
lugar. El hecho de pedir a Jesús la liberación del miedo, la ansiedad, el dolor, para un
moribundo, mientras nos mantenemos vigilantes, es frecuentemente para terminar
con todo aquello que vaya contra el descanso y la paz de la persona.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

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1. -¿Cuándo he tenido más miedo?
2. -¿Qué conflictos me disgustan más?
3. -¿En donde encuentro paz cuando me siento así?

-¿A qué tipo de muerte le tienes más miedo? Señálalo con una palabra: dolor, soledad
locura, desahucio, parálisis, etc.
Ante Jesús crucificado, exhala el aire de tus pulmones, mientras dices la palabra
señalada, vaciándote de ese miedo, al tiempo que echas fuera la última porción de
aire. Toma aire diciendo "Jesús", y absorbe su poder para que cambie lo que puede ser
cambiado, y para que puedas soportar lo que debe ser soportado (2 cor.12,8-10)
Continúa haciendo esto, hasta que ya no tengas que echar fuera ningún miedo.
Comunica el poder y el amor de Jesús a otros que estén enfrentándose a estos miedos.
Ve diciendo el nombre de la persona: "Juan...... Ana...... Pedro......."

ORACIÓN

Jesús, Tú te enfrentaste a todos tus sufrimientos. Cuando tu cuerpo se sacudía por el


dolor y tus amigos se escondían, parecía que aún el Padre no se preocupaba.
Preguntaste: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" ¿Por qué te
enfrentabas a tanto, tú solo?

Jesús, cuando me llegue la muerte, déjame enfrentarme a la angustia para poder así
compartir con el Padre todos mis temores. Hazme capaz de ver cuán enferma pueda
estar, de modo que pueda así recibir todas las atenciones que Tu Padre vaya a tener
conmigo. Protégeme del dolor, de la soledad, de la parálisis y de la falta de lucidez, a
las que tengo tanto miedo pues he visto a tantos morir. Si algo tengo que enfrentar,
camina junto a mí, para que mis sufrimientos se hagan tuyos. Soy un cobarde. Tómame
de la mano.

QUINTA PALABRA: TENGO SED (Jn 19,28)

Jesús tuvo sed y atendieron a sus necesidades físicas. Así también los enfermos
anhelan comodidades para su cuerpo. Anhelan su propia cama, su cuarto, sus
pertenencias, estar con sus familiares. Hay quienes sufren de enfermedades
terminales muy dolorosas, y saben que su fin está próximo, de allí, su deseo de
abandonar el centro hospitalario para estar con quienes han vivido o han disfrutado
durante toda la vida, y quieren encontrar la paz y sosiego para su espíritu y su cuerpo
dolorido.

Estos enfermos necesitan que se les atienda en sus necesidades corporales, darles el
calor de nuestra mano, en una oración callada para que la paz continúe aún más allá.

Estos enfermos parece que saben cuando les llega el momento. Y cuando se sienten
preparados para morir, solo desean pequeñas cosas, como un cojín predilecto, una
taza de té, el calor de una mano amiga. En esto podemos cifrar "tengo sed".

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PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
¿En donde quiero morir?
¿Quiénes me gustaría que estuvieran allí?
¿Qué me gustaría que estas personas hicieran por mí?
¿Qué cosas me gustaría que estuvieran cercanas a mí?

a) - Imagínate agonizante en la forma en que te gustaría morir, en donde quieres estar,


con qué amigos, diciendo tal o cual cosa, habiendo hecho lo que sueñas hacer. ¿Qué es
lo que necesitas hacer para morir así? Comparte esto con Jesús.

b). - Dile a Jesús que te ayude a saber lo que, a la hora de tu muerte, te gustaría haber
hecho ahora

ORACIÓN

Jesús, al perder tu sangre te deshidrataste y padeciste una sed frenética. Pero tenías una
sed aún más profunda, la de tu Padre y tus amigos, por lo que rehusaste beber. Añorabas
el cielo y dijiste," no beberé de nuevo del fruto de la vid, hasta que llegue mi Reino"
(Mat.26, 29).

Jesús, déjame compartir contigo no sólo mi miedo a la muerte sino también mi sed de
morir a gusto, morir, en dónde quiero morir, y a quién necesito tener a mi lado, y la
forma en que me gustaría pasar mis últimas horas. Jesús, ¿cómo te gustaría que
muriera?.

Para adquirir la libertad de escoger la voluntad de Dios, a San Ignacio le gustaba


imaginarse en su lecho de muerte para ver así las decisiones que tomaría.

SEXTA PALABRA: TODO ESTÁ CONSUMADO (Jn 19,30)

Estos son los momentos en que mirando la trayectoria de la vida, nos detenemos frente a
lo vivido, a los planes cumplidos y los no cumplidos; en una palabra escribimos nuestra
autobiografía.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

- Si te dieran la oportunidad de vivir la vida nuevamente. ¿Qué escogerías otra vez?


- Vamos a omitir entrar en detalles.....¿Qué quiero que los demás recuerden de mí?

a) - Imagínate sentado con Jesús, ante una fogata, en una noche fría. Escucha el crepitar
de las brasas, y a Jesús que te pregunta. ¿Cuáles fueron los momentos más felices de tu
83
vida? Con gratitud comparte con Jesús las escenas que vengan a la memoria.

b) - Cuando lo hayas compartido suficientemente, pregunta a Jesús: ¿Cuál consideras


que fue el mejor momento de mi vida?.

c) - Termina dando gracias a Jesús y diciéndole lo que está en tu corazón.

ORACIÓN

Jesús, no teniendo ya más fuerzas para vivir, agradeciste al Padre todas las ocasiones en
que tuviste la oportunidad de escoger la vida. ¿En qué momentos viviste con mayor
plenitud?¿Fue cuando abrazaste a Lázaro después de su resurrección, o cuando
celebrabas con todos en Canaán tu primer milagro? ¿Fue también cuando mostraste tu
completo amor a los demás y les lavaste los pies y también cuando les diste tu cuerpo y
tu sangre en la Última Cena? ¿Cuándo te sentiste más amado? ¿Qué te impulsa a decir
que tu vida tuvo un sentido y que entonces todo estaba consumado?

Jesús, muéstrame los momentos más logrados de mi vida, las ocasiones en que he
amado y he sido amado. ¿Cuándo fui más feliz? ¿Más compasivo, más generoso, más
agradecido? Muéstrame quién me amó más, y cómo tal persona cautivó mi mirada como
para hacerme feliz y sentirme realizado. Si me dieran la oportunidad de vivir
nuevamente, ¿qué escogería repetir otra vez?. Permíteme, Señor, agradecerte las
ocasiones en que pude realmente escoger la vida.

SEPTIMA PALABRA: PADRE EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU


(Lc. 23,46)

Llegado el final del sufrimiento, se han ido cumpliendo las palabras que Jesús
pronunció al final de su vida. Ya no quedan mas fuerzas, solo abandonarse en los brazos
del Padre, del amor del Padre. Ahora solo queda una oración para el momento de la
muerte "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

1. - Siéntese o acuéstese en un cálido mediodía relajante, como en el amor del Padre.


2. - Empezando por la frente, póngala primero tensa y luego relájela diciendo "Padre" y
sométale todo aquello que la pone tensa y todo lo que su mente pueda hacer. Después
baje hacia los ojos y haga con ellos lo mismo. Vaya después, parte por parte, con sus
oídos , cara, cuello, etcétera, hasta que llegue a los pies. Con todo su cuerpo ya relajado
inspire y expire el amor del Padre.
3. - Cuando termine, diga lentamente el Padre Nuestro.

PAZ, COMO MI PADRE ME ENVIÓ, ASÍ OS ENVÍO YO. (Jn, 20,21)

Después de la muerte de un ser querido, se vierten muchas lágrimas, y se hacen muchas


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preguntas.

¿Por qué mi padre tuvo que morir tan desgastado y destruido por el cáncer en la
garganta, dificultándole sus últimas palabras? ¿Por qué los médicos no se lo
diagnosticaron antes, de modo que hubiera vivido algunos años más? Hubiéramos sido
tan amigos y mis niños se hubieran balanceado en sus rodillas. ¿Por qué no podía
abrazarlo, aunque su cáncer fuera tan repulsivo? Me había dado todo lo que pudo y yo
ni siquiera me preocupé por atenderlo. ¿Por qué lo tomé como un hecho consumado?
¿Por qué nunca le dije que me apenaba por ello?. Si por lo menos se lo hubiera dicho...
si por lo menos me hubiera abrazado y me hubiese dicho..... ¿Moriré yo de la misma
manera, del cáncer en la garganta, tan presente en mi familia?

Estas preguntas brotan de una mordiente soledad y gran vacío.

Los autores de la Sanación de los Moribundos, los Hnos. Linn, experimentaron la


pérdida de sus seres queridos, la angustia, el dolor, la soledad, el vacío, etc. y trabajaron
y oraron por la sanación de otras personas, que se encontraban paralizadas por la
pérdida de un ser querido.

Nos dicen que en una ocasión, un joven empezó a rezar después que había muerto su
padre, y se vio libre de la homosexualidad que comenzó cuando perdió el amor de su
padre.

Una madre con 4 hijos se vio libre del insomnio y de las pesadillas, cuando se perdonó a
sí misma de la culpa que tenía por haber contribuido al alcoholismo de su hermano y a
su muerte. Otro se vio liberado del dolor que le causaba un malestar crónico de un
nervio del cuello, cuando le entregó al Señor la carga que le agobiaba un sentimiento de
culpa por no haber estado presente en la muerte de su padre. Tuvo que perdonar a su
padre, quién le había dicho "me dejaste en un asilo para hacerme a un lado", y tuvo que
perdonarse a sí misma porque realmente lo había querido hacer a un lado cuando le
colmó la paciencia. Para ella como para otros, el alivio vino cuando fueron capaces de
poder perdonar y ser perdonados a través de Jesús.

Al orar, con ocasión de la pérdida de un ser querido, la oración de sanación sigue a


menudo un esquema dialogal.

1. - Pido a Jesús que la persona muerta se me haga presente a través del corazón de
Jesús.
2. - Comparto con el desaparecido todo lo que estoy sintiendo ahora y todo lo que deseo
haber dicho o echo cuando él vivía
3, - Escucho lo que Jesús me dice o hace por mí, y espero para que el ser querido me
conduzca a Jesús.
Quizá parezca extraño, que seamos capaces de pedir a Jesús y a nuestros seres queridos
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desaparecidos que se nos hagan presentes, cuando la Escritura nos prohibe (sin Jesús)
consultar a los muertos para saber el futuro. (Dt.18) La Escritura misma nos da el
ejemplo de estar amorosamente presentes con los difuntos cuando nos narra cómo Jesús
y Pedro estuvieron presentes en la aparición de Moisés y Elías en la Tranfiguración (Mc
9,2-8)

De la misma forma, con Jesús mediador, nosotros también podemos hacernos presentes
a nuestros seres queridos para decirles lo mucho que les queremos y perdonamos.

Al orar podemos decir "Jesús, déjame escuchar sólo lo que quieres decirme cuando
estás presente en José... ó Rosa... quién me ama". Puesto que el amor va mas allá de la
muerte (1Cor.13) en el grado en que no amemos y perdonemos a nuestros difuntos, les
impedimos que amen y sean amados por Jesús, quién está en nosotros. Como Moisés
con su rostro cubierto ante Dios, así ellos al mirar a Jesús, sienten también la vergüenza
de herirlo en nosotros, hasta que les perdonamos y liberamos.

Puesto que todos formamos parte en el Cuerpo de Jesús, podemos ayudarnos


mutuamente, por medio de este amor y perdón, como la mano derecha ayuda a la
izquierda.

La tradición de la Iglesia nos alienta a orar amorosamente por los difuntos. Jesús vivió
en el mundo judío en que los macabeos habían llevado al pueblo "de modo noble y
excelente" a ofrecer oraciones y sacrificios por los soldados muertos, a fin de que fuesen
librados de sus pecados (2 Mac.12,42,46

Jesús oró por los difuntos, como en el caso del hijo de la viuda de Naim (Luc 7,11,17), y
Lázaro (Jn 11). .

Tenemos como seguidores de Jesús a San Cipriano, que se refiere a las misas para
difuntos desde el tiempo de los apóstoles.
Tertuliano que en el siglo III insistía en la necesidad de orar por la muerte de los
difuntos.

Santa Mónica, que pidió durante 16 años por la conversión de S. Agustín, le dijo en sus
últimas palabras: "deposita este cuerpo donde quieras; no te preocupes de su cuidado.
Sólo te pido, que donde quiera que estés, me recuerdes en el Altar del Señor.
(Confesiones IX, cap. 11). Y otros santos como Santa Teresa de Avila, el Cura de Ars, y
Santa Perpetua vieron a las almas del purgatorio, oraron por ellas, y las vieron arribar a
la Vida Eterna. Santa Perpetua vio, en su oración, a su difunto hermano Dinócrates
herido y padeciendo en un desierto. Después de algunos días de orar por él, volvió a
verlo curado y agradecido con ella. E incluso la muerte no nos puede separa del amor de
Dios, el cual podemos comunicar a otros por la oración en Jesús. (Rom.8, 38-39).

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Podemos suponer que un amigo difunto ha decidido separarse de Jesús por la eternidad.

Por ejemplo, una persona que se haya suicidado, la conclusión general suele ser que
merecía la condenación eterna. Pero las presiones que llevan a una persona a suicidarse,
o a una vida criminal, generalmente no permiten que la libertad rechace en forma total a
Cristo, que quiere llevar a todos los hombres a El (Jn.12,32). Conocemos la existencia
de la condenación, pero como San Francisco de Sales lo aclara, no tenemos derecho a
concluir que un pecador esté condenado, sino que debemos respetar el secreto de Dios
que quiere salvar a todos. No hemos sido llamados para ser jueces, sino sólo para orar
por los difuntos en los espacios que éstos dejen abiertos para el amor de Jesús en
nosotros.

Si podemos, a través de Jesús, amar a los difuntos y reconciliarnos con ellos, ¿cómo
podemos saber que realmente oímos a Jesús más bien que a nuestros propios
pensamientos? ¿Cómo sabe una madre lo que su pequeño de tres meses le está
diciendo? Ama tanto a su niño que está alerta para cualquier señal de que el bebé
necesita descanso, comida, un cambio, movimientos, o sólo su cariñosa atención. Puede
que escuche el llanto del niño o que lo vea chupándose el pulgar en señal de hambre, o
percibir su cansancio, o tener el presentimiento de que se encuentra en peligro.

Por tanto para escuchar a alguien en oración, me basta con amarlo hasta que tenga la
impresión de que está diciéndome o haciendo conmigo.

¿Cómo saber realmente si esto viene de Jesús? ¿Me condujo el difunto más cerca de
Jesús, como Moisés y Elías llevaron a Pedro en la Transfiguración? Sé que he estado
escuchando la mente y el corazón de Jesús si empiezo a actuar como Jesús. Si mi
oración me hace más compasivo, generoso, agradecido, confiado, y me llena de los
frutos del espíritu (Gal.5,22), entonces encontré a Jesús en mi difunto amigo. Encuentro
a Jesús en el grado en que salgo de mí mismo para amar a Jesús, al Padre, al prójimo y a
mí mismo.

La sanación llega cuando entregamos los difuntos en los amorosos brazos de Jesús, y
amamos entonces a Jesús y a los que ya partieron con el mismo amor que les puedo
llevar a la soledad.
Los autores, comparten una experiencia. "Recientemente estuve con un amigo que
agonizaba de cáncer de los huesos. Su familia oraba con él diariamente para que se
viese libre del dolor de modo que, en su plenitud mental, pudiese amar a través de su
muerte. Sus oraciones fueron escuchadas, y pasó sus últimos días reuniendo a su familia
en la reconciliación e incluso planeando su propio funeral. Por las tardes pedía a su
esposa que fuese a terminar su formación como enfermera para que pudiese continuar al
cuidado de los enfermos con el mismo amor que había tenido para con él. Hoy en día,
un año después, su esposa no vive deprimida y desesperada sino que es una enfermera
compasiva, y cuyas atenciones tienen mucha demanda. Tiene el don especial de ayudar
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a los que están a punto de morir, haciendo a un lado sus temores de que el amor termina
con la muerte.

A través de cada persona que muere, Jesús espera la oportunidad de preguntarnos lo que
le preguntó a María Magdalena, " mujer, por qué lloras?, ¿A quién buscas? (Jn 20,15)

Si le decimos lo que está en nuestros corazones, Jesús nos llamará por nuestro nombre y
nos dirá que no nos apeguemos a los seres queridos que se han ido, sino que amemos a
quienes amaron. Entonces oiremos con nuestros corazones sus palabras llenas de vida y
sanación. "Paz. Como el Padre me envió, así los envío". Reciban el Espíritu Santo. "A
quienes perdonen sus pecados les quedarán perdonados. A quienes se los retengan, les
quedarán retenidos" (Jn.20.21,23). Cada amigo que ha muerto dice estas mismas
palabras esperando que lo perdonaremos y continuaremos con su misión. ¿Qué decimos
nosotros?.

- Ve a Jesús que te ama. Pídele que te haga presentes a los seres queridos, en el Corazón
de Jesús.
Comparte con ellos todo lo que sientes, y lo que deseas haber dicho o hecho.
Ve a Jesús abrazándolos, y llénalos con la vida que hubieses querido darles.
Ve como ellos quieren amarte también. Fíjate en lo que Jesús te dice o te hace, y en
cómo los seres queridos te conducen a Jesús.
Ve a Jesús y a los demás que te sonríen y te bendicen mientras desaparecen. Termina
con esta oración.

ORACIÓN

Jesús, después de tu muerte volviste para decirnos: "Paz. No tengan miedo. Como el
Padre me envió, así los envío. Reciban el Espíritu Santo para perdonar y ser
perdonados. Tú no quieres que tu amor termine con la muerte sino que continúe a través
de nosotros hacia todos los que amaste.

Jesús, te entrego mi amor que me hace estar solo y que llama al que se ha ido para que
vuelva. Haz que el dolor me lleve a amar a los que amó y a completar lo que dejó
inconcluso. ¿Qué haría si estuviese vivo todavía?. Ayúdame a amar a los amigos que ha
dejado y a evitar tenerlos como "amigos", con los que realmente no comparto nada.
Jesús, ¿quién necesita el amor que ya no puedo darle?

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

EUCARISTIA Y SANACIÓN. MES DE ABRIL DEL 2003.

* Una palabra tuya bastará para sanarme


* La mujer que le recibió en su casa.
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Permitidme que comparta con vosotros el hermoso descubrimientos que he tenido en
esta última temporada de mi vida.
En cuaresma cayó en mis manos el retrato espiritual de Marta Robin, escrito por el
académico francés Jean Guitton, amigo personal de Pablo VI y el único laico católico
presente en el concilio Vaticano II por deseo y autorización del Papa.

Marta Robin nació en 1902, en la aldea francesa de Dröme y murió en 1981 en su


misma casa paterna de la que nunca había salido.
Durante treinta años, esta sencilla y humilde campesina no tomó ningún alimento ni
ninguna bebida. Y durante ese tiempo sufrió cada viernes los dolores de la Pasión del
Señor, cuyos estigmas o llagas también tenía. Todo ello no le impidió fundar más de
sesenta Hogares de la Caridad.
Miles de visitantes pasaron por la casa de Marta. En su pequeña y oscura habitación- no
podía resistir la más mínima claridad y no podía estar más que incorporada en la cama,
debido a su rara enfermedad- recibía, escuchaba, rezaba y aconsejaba con pequeñas
frases a obispos, médicos, o científicos y sencillos campesinos o amas de casa...
Evocando a la otra Marta evangélica que hospedó al Señor, Marta fue una mujer que
pasó su vida recibiendo en su casa.

Si os comparto este hallazgo y lo traigo con motivo de nuestro tema, Eucaristía y


Sanación, es porque de entre las personas que Marta Robín recibía a diario en su casa,
cada tarde de los martes recibía a Jesús en la comunión que su párroco le administraba.
Jean Guittón le dijo en una ocasión:
- Permíteme hacerte una pregunta indiscreta. Querría saber qué sientes el martes cuando
te dan la comunión, que es tu único alimento, tu sola bebida.
- Es cierto, responde Marta. Yo no me alimento más que de eso. Se me humedece la
boca, pero no puedo tragar. La hostia pasa a mí, yo no sé cómo. Ella me produce
entonces un efecto que me es imposible describir. Esto no es una comida ordinaria, es
una cosa diferente. Es una vida nueva que penetra en mis huesos. ¿Cómo decirlo? Me
parece que Jesús está en todo mi cuerpo... como si yo resucitara... Después no hago pie;
estoy desligada del cuerpo, libre con relación al cuerpo.

El 16 de Agosto de 1946 dijo: Tengo deseos de gritar a los que me preguntan si como,
que yo como más que ellos, pues yo me alimento en la Eucaristía de la sangre y de la
carne de Jesús. Tengo deseos de decirles que ellos impiden en sí los efectos de este
alimento. Bloquean sus efectos.
Bloquean sus efectos... Hermanos, estas palabras resuenan en mi mente, muchísimos
días cuando celebro la misa y distribuyo la comunión. ¡Es Jesús mismo quien viene! ¡Es
a Jesús mismo a quien recibimos... pero no le damos tiempo para que haga sus efectos,
su sanación, su santificación, su obra en nosotros!.

Hoy tenemos tiempo. Hoy podemos recibir sus efectos. Por el amor de Dios, recibid hoy
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en vuestra casa a Jesús.
Sugiero una breve oración: perdón por ser tan maleducados... tan faltos de atención...
vienes, pero lo siento, ya me iba...
Y un acto de fe: Jesús, hoy quiero recibirte en mi casa... estoy llamando, si alguno me
abre, entraré y cenaremos juntos... Te abro, Jesús, quédate conmigo, en mi casa, que es
tuya... Gracias por venir... ¡sin avisar!. Eso demuestra el cariño y la confianza que tienes
conmigo.
No soy digno de que entres en mi casa

Todos los días nosotros nos mostramos con Jesús casi más santos que las "martas" que
le recibieron en sus casas. Nosotros, aparentemente al menos, le decimos que no somos
dignos de que entre en nuestra casa... cuando el sacerdote nos lo muestra en el pan
convertido en su cuerpo.
Esa antigua oración que la Iglesia pone a disposición de los creyentes en su liturgia
eucarística, sabemos muy bien de dónde procede.
Tanto el evangelista San Mateo como San Lucas nos cuentan el episodio de un
centurión romano - un pagano, por tanto- que tenía un criado muy enfermo y al que
estimaba mucho e intercedió ante Jesús por su curación. Ante la intención de Jesús de ir
a su domicilio para curarle, el centurión exclamó:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero di una sola palabra y mi criado
quedará sano.

Más explícito todavía San Lucas, nos cuenta que el centurión envió ancianos de los
judíos como embajadores y, al saber que Jesús estaba cerca de su casa, envió unos
amigos para que le dijeran:
Señor, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa, por eso no me he
atrevido a presentarme personalmente a ti; pero basta una palabra tuya, para que mi
criado quede curado.

Y antes de que conozcamos si la petición ha sido acogida por Jesús y, por tanto, la
curación del criado dará feliz final al episodio, ambos evangelistas nos cuentan
ampliamente la satisfacción y alegría que producen en el Señor las palabras y actitud de
fe y de humildad del centurión hasta decir que en Israel no ha encontrado una fe tan
grande.
Podríamos decir que la Iglesia ha recogido en el rito de la comunión, poniendo en
nuestros labios las palabras del centurión, dos elementos que configuran todo encuentro
sacramental:
- la fe del sujeto que glorifica al Señor y que tanto le agrada;
- el efecto sacramental que produce en quien lo recibe. En este caso, siguiendo el
episodio evangélico, la sanación o curación en sentido amplio: física, espiritual, moral,
síquica... que siempre ha puesto de relieve la reflexión teológica sobre la eucaristía,
fuente de salud, viático de enfermos, pan de los fuertes, remedio de males, fuerza de
débiles, perdón de los pecadores...
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Pensemos, por un momento, en la maravillosa oportunidad que diariamente se nos
presenta, de reproducir al vivo, no sólo como recuerdo, la escena del centurión de
Cafarnaún, si somos capaces también de reproducir en nosotros los sentimientos de fe y
humildad de aquel hombre que hizo tan feliz a Jesús.
Aquí, una nueva invitación a mirar nuestras comuniones... su preparación... el
acercamiento... la actitud interna y su manifestación externa... ¿Qué significado le doy
al amén que pronuncio? Amén. Sí, creo firmemente que es el Cuerpo de mi Señor
glorioso. Una sola palabra y quedaré sano... ¿qué no ocurrirá si viene y entra Él mismo?
Mi enfermedad: la increencia

Eucaristía y sanación, eucaristía y fe. Después de la consagración, el sacerdote exclama


solemnemente: ¡Este es el sacramento de nuestra fe!.
Muchos días, cuando me revisto con los ornamentos en la sacristía, le pido al Señor que
me conceda, por lo menos, la fe suficiente para poder celebrar los sagrados misterios.
Ante el misterio de la eucaristía, siempre reconozco mi escasísima fe y la necesidad de
refugiarme en la fe de la Iglesia.

Me parece que ésta es la primera enfermedad que Jesús debe detectar cuando entra en
nuestra casa: ¡la increencia!.
En el discurso del Pan de vida del cap. 6 de San Juan, asistimos a un forcejeo dramático
entre la pretensión de Jesús mostrándose Pan de vida y la incredulidad de los judíos que,
una y otra vez, se preguntan cómo... ¿cómo puede éste darnos a comer su carne?
Yo me veo muchas veces así. Me admiro de la dureza, de la pereza, de la resistencia de
mi corazón a la fe, a la presencia de Jesús en la eucaristía, y comprendo perfectamente
la preocupación de Jesús: mi incredulidad es enfermedad que me lleva a la muerte; mi
vida cristiana tiene más de muerte que de vida.
Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en
vosotros... Mi carne es verdadera comida... El que come mi carne vive en mí y yo en
él... El que coma de este pan vivirá para siempre...

¡Vivir! ¡Vivir es lo que importa! ¡Cuánta vida nos perdemos por no creer! ¡Por no creer!
Todo eso que vemos y que nos escandaliza, pero que nosotros mismos hemos
propiciado de desatención al sacramento de la fe... no tiene más que una causa: la
incredulidad del corazón.
Símbolo de... como si... ¡Todo menos atrevernos con la fe!
Podríamos escuchar cada uno la terrible y tristísima pregunta de Jesús a los Doce:
- ¿También vosotros queréis marcharos?
- Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos
que tú eres el Santo de Dios.

Queremos vivir, queremos vida abundante... queremos una vida que no se acaba...
queremos que el Pan que viene de arriba y da vida al mundo, nos quite el miedo a la
91
muerte que tú has vencido. Queremos ser sanados, liberados del miedo al más allá
porque tu presencia eucarística es viático, salvoconducto para la eternidad. Que tú te has
metido en el tiempo y ya nos haces eternos. Que quien te recibe en fe se hace inmortal.
Que somos habitados por la vida. Que ya hemos vencido a la muerte. Jesús, líbranos del
miedo: ¡Que yo no voy a morir para siempre! Llénanos de fe.
Mi enfermedad: el odio.

Tal vez sea de la eucaristía de la que se hayan escrito las más bellas páginas de teólogos
y poetas cristianos, siempre incidiendo sobre el mismo tema: la eucaristía es el misterio
del amor. Y es que el preámbulo histórico de la institución eucarística es recordado en la
tradición evangélica con frases tan rotundas como éstas:
Jesús... que había amado a los suyos, que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el
fin. Estaban cenando... (Jn 13, 2ss)
¡Cuánto he deseado celebrar esta pascua con vosotros antes de morir! (Lc 22, 15)

Os confieso, hermanos, que más de una vez he sentido un estremecimiento al comenzar


la celebración de la Misa, recordando estas palabras: Manolo, ¡cuánto he deseado comer
contigo esta cena de pascua...! Y lo he sentido, sobre todo en días en que mi pecado de
desamor era más fuerte que mi confianza en el Dios que siempre me ama...
¡El desamor, hermanos! ¡Qué terrible enfermedad! Dicen que la enfermedad más
extendida en toda la humanidad es la caries dental... de puro común, nadie piensa que es
una enfermedad. Tengo la impresión de que con la falta de amor nos pasa lo mismo. Es
tan común, tan lógico, tan razonable no amar, amar poco, quedarnos siempre cortos...
que ya no nos parece pecado grave. Sin embargo, es lo fundamental en nuestra fe. Sin
amor, nada somos.

La falta de amor tiene manifestaciones inagotables: indiferencia, acepción de personas,


favoritismos, antipatías, fobias, envidias, odios, ausencia de perdón y misericordia,
egocentrismo, crítica, maledicencias, prejuicios, sospechas infundadas, difamación,
calumnias, juicios temerarios... ¡Todo un diccionario y no precisamente de sinónimos,
sino de auténticas manifestaciones todas ellas distintas y precisas de una enfermedad
original: el desamor!.

¿Quién no ha sentido alguna vez una fuerza interior a permanecer quieto en su sitio en
el momento de la comunión recordando la palabra certera y clara de Jesús: Si cuando
vas a presentar tu ofrenda... te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti... deja allí
mismo tu ofrenda...?
En la liturgia eucarística de los primeros siglos, al llegar este momento, el diácono
gritaba con voz fuerte: ¡Quien sea santo, que se acerque. Quién no lo sea, que se
convierta!. Que eran la traducción de otras palabras, no menos serias del mismo Jesús:
No deis las cosas santas a los perros ni las perlas a los cerdos...

Y sabemos que somos santos e irreprochables ante Dios por el amor.


92
Pero no quisiera meter en vuestras conciencias un nuevo motivo de escrúpulo que os
impidiera acercaros precisamente a la fuente del amor verdadero. No. Pero quisiera que
ante Jesús cayerais en la cuenta de la responsabilidad que tenemos de crecer en el amor
cada vez que comulgamos. No sé exactamente dónde he leído que un sacerdote solía dar
este consejo a quienes le preguntaban sobre la frecuencia con que debían comulgar:
Cada vez que notes que has crecido en el amor...

Con alguna frecuencia me he encontrado con personas, verdaderamente enfermas de


odio, de falta de perdón... hasta con repercusión síquica en forma de depresión y física
con manifestaciones sobre todo de irregularidades cardíacas... A veces les insisto que
pidan con fe a Jesús, sobre todo en la comunión, que les sane el corazón del odio... pero
no parecen entender. ¡Sólo quieren arreglar los síntomas, pero no el foco de la
infección!

¡Cuántas veces también me encuentro con grupos de oración intensamente dañados con
historias interminables de agravios y desagravios! Intentando cientos de veces inútiles
arreglos que duran lo que un silbido, pero que vuelven a la desunión, a la crítica, a la
murmuración - ¡veneno mortal de las comunidades!-, porque nadie reconoce que el mal
está en su corazón inmisericorde, duro, que no quiere ceder, ni olvidar... Y piden que
predique, que les dé un retiro, que les arregle... cuando percibes con toda claridad que
mientras no se caiga de rodillas, rendidos ante el sacramento de quien tanto nos ha
amado... no habrá ninguna solución...

No terminaríamos el tema. San Pablo escribía a los Corintios una carta furibunda en
relación con las desigualdades y los individualismos cuando celebraban la Cena del
Señor... ¡Ya no es la cena del Señor lo que celebráis! Llega a decirles... Y termina: Y
por eso hay entre vosotros tantos enfermos y tantos que se mueren... porque no os dais
cuenta de que es el Cuerpo del Señor lo que coméis...
Comuniones individualistas... sin sentido de comunidad...
Comuniones que refuerzan la autoimagen del fariseo, seguro de sí mismo, para
despreciar a los demás.
Santísimo cuerpo y sangre del Señor que toca mi lengua... con la que después maldigo
del hermano...
¡Cuerpo de Cristo, sáname, sálvame de la enfermedad del odio que lleva a la muerte!
Que contiene en sí todo deleite.

El libro de la Sabiduría dice del maná, que su sabor se adaptaba al gusto de cada uno...
De ahí tomó la iglesia un versículo que se hizo muy popular en las exposiciones
eucarísticas:
Les diste pan del cielo, que contiene en sí todo deleite.
Hemos hablado de la necesidad de sanación que tenemos en nuestra vida teologal:
- increencia, desesperanza de la vida eterna y odio.

93
Se me ocurre que cada comunión debería ser también alimento sabroso de aquello que
más nos gusta y que más deseamos...
Que esta comunión, Jesús, me sepa a oración... a pureza... a valentía para testimoniarte...
a generosidad con los pobres... a cercanía con los que sufren... a gozo y alegría para mis
tristezas... a...
Una palabra tuya... "Yo soy vuestra paz..." "Vuestra tristeza curo..." "No temáis, soy
yo..."

¡Mi hermano cuerpo!


Una palabra tuya... y mi criado quedará curado.
No, no se nos pasa por alto que la eucaristía también es causa de salud física. ¡También
debemos pedir al Señor que su Cuerpo sea medicina para nuestras enfermedades y,
sobre todo, desde nuestro amor por ellos, identificados con Jesús, para los enfermos...!

Permitidme una palabra al respecto. En la Sagrada Escritura el milagro de curación no


tiene categoría científica, ni ese es su intento, siquiera. El milagro es un signo de la
acción salvadora de Dios. El fenómeno extraordinario por sí mismo no prueba nada.
Incluso no tenemos dificultad en admitir que los fenómenos extraordinarios de otras
épocas han sido luego probados como naturales. Su sentido depende de la fe. En
tiempos de Jesús hasta sus acciones fueron tergiversadas y atribuidas al poder de
Belcebú, príncipe de demonios...

¿Por qué Jesús no curó a todos? ¿Por qué no solucionó todo el problema del hambre?
¿Por qué...? ¿Por qué en nuestros encuentros son más los que no se curan que los que
notan alivio y curación de sus males?
Los santos... siempre enfermos. Os hablé al comienzo de Marta Robín... nunca se curó.
Es más. Tras de la comunión de cada martes comenzaba semanalmente su calvario de
dolores, de sufrimientos internos... hasta desembocar en la crucifixión de cada viernes
en que se le reproducían viva y dolorosamente los estigmas de la pasión... Y murió
enferma.

Dios tiene dos formas distintas de socorrer y mostrar su poder: o bien quitando el mal, o
bien dando la fuerza para sobrellevarlo y hasta para entenderlo de un modo nuevo, libre
y, a veces, gozoso. Un enfermo creyente, tiene como horizonte la Pascua.

Recordad que ante el aviso de las hermanas de Betania - Lázaro, tu amigo, está enfermo
- Jesús no acude y hasta permite que muera. Jesús ve más lejos que Marta y María. Así
ocurre, me parece, con nuestras intercesiones aparentemente inútiles por nuestros
enfermos. A nosotros nos corresponde pedir... yo diría mejor: nos corresponde llevar
por la oración a nuestros enfermos delante de Jesús, como los camilleros con aquel
paralítico. Jesús vio lo que los demás no veían: que su mayor necesidad era el perdón de
sus pecados...

94
Oremos muchos por los enfermos... se curen o no se curen. Seamos atrevidos,
importunos pidiendo por ellos, aunque nosotros ya seamos suficientemente maduros
como para aceptar nuestra enfermedad gozosamente. Cuando se trata de los demás,
pidamos e insistamos. Cuentan de un monje de la antigüedad que pidió por un hermano
enfermo de esta atrevida forma: Señor, cura a este hermano, tanto si es tu voluntad
como si no.

Nosotros vamos a presentar con todo nuestro cariño ante Jesús a nuestros enfermos,
haciendo nuestras las expresiones con que sus contemporáneos le pedían por sus
enfermos. Son frases que denotan sobre todo confianza, como si dijeran: A nosotros nos
corresponde pedir. A ti, Señor, te corresponde concedernos lo que según tú, sea mejor.
Señor, el que tú amas, está enfermo...
Señor, si quieres, puedes curarle...
Señor, di una Palabra y quedará sano...

P. Manolo Tercero ("Nuevo Pentecostés", nº 71

95
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS MES DE MAYO DEL 2003.

En el mes de marzo, presentamos una enseñanza sobre "SANACIÓN DE LOS


MORIBUNDOS" partiendo de las siete Palabras que Jesús pronunció, moribundo,
clavado en la cruz. Estas siete Palabras daban pie a una sanación completa de toda
persona que está en los momentos últimos de su vida.

Pero en la Iglesia, tenemos además un Sacramento que puede recibir todo fiel cristiano,
estando en una enfermedad grave. Todos los sacramentos son fuentes de sanación en
una etapa de nuestra vida y el sacramento, en particular, de la Unción de los enfermos,
está dirigido especialmente para sanar tanto las enfermedades físicas como espirituales;
es un sacramento para vivir.

Creemos necesario darlo a conocer como sacramento y como fuente de sanación


integral del hombre, y al mismo tiempo para clarificar la idea errónea que durante
mucho tiempo se le daba, de ser el sacramento para la hora de la muerte, cuando ya no
hay nada que hacer; cuantas personas y familiares no permitían que el enfermo recibiese
este sacramento porque era señal de muerte, y no había que asustar al enfermo.

HISTORIA DEL SACRAMENTO.

Durante los primeros nueve siglos se habla indistintamente del carisma de curaciones y
de unción. Los cristianos reconocen ciertos efectos corporales y espirituales que
producen este sacramento. En este período no se ve la relación que existe entre unción y
muerte.

A partir del siglo décimo se considera al sacramento como la última gracia que otorga la
Iglesia a los cristianos antes de partir de este mundo. Esta práctica influye en los
teólogos que recomendaban la recepción de los sacramentos a última hora, cuando ya no
existía la posibilidad de cometer la más mínima falta. Por ello, a partir del siglo doce
comienza a llamársela "Sacramento de la Extremaunción", por ser la última de las
unciones que imparte la Iglesia.

Esta mentalidad creada en torno a este sacramento hizo que los cristianos lo olvidaran
en la práctica y no valoraran su recepción.

Será en el siglo dieciséis, con el Concilio de Trento, que se vuelve hacia la tradición de
los primeros siglos, reconociendo que el sacramento era: "Para que la fe salve al
enfermo; para que el Señor lo alivie y para que se le perdonen los pecados." Ya no se le
considera como sacramento de los moribundos.

El Concilio Vaticano II recoge la doctrina del Concilio de Trento e introduce algunas


modificaciones accidentales: "Se prefiere llamarlo Unción de los enfermos".
96
Una de las últimas reformas que ha vivido el sacramento, ha sido con la Constitución
Apostólica firmada por Pablo VI, en 1972. Por su importancia, la vamos a reproducir.

CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA "SACRAM UNCTIONEM INFIRMORUM".

"La Sagrada Unción de los enfermos, tal como lo reconoce y enseña la Iglesia católica,
es uno de los siete sacramentos del Nuevo Testamento, instituido por Jesucristo nuestro
Señor "esbozado ya en el Evangelio de Marcos (Mc. 6,13), recomendado a los fieles y
promulgado por el Apóstol Santiago, hermano del Señor:

¿Está enfermo alguno entre vosotros? Mande llamar a los presbíteros de la Iglesia y
oren sobre él y lo unjan con el óleo en el nombre del Señor; y la oración de la fe salvará
al enfermo y el Señor lo aliviará y los pecados que hubiere cometido le serán
perdonados: Stg. 5, 14-1 5. (Concilio de Trento. Sesión 14).

Testimonios sobre la Unción de los enfermos se encuentran desde tiempos antiguos en


la Tradición de la Iglesia, especialmente en la Liturgia, tanto en oriente como en
occidente. En este sentido se pueden recordar de manera particular la carta de nuestro
predecesor Inocencio I a Decio, obispo de Gubbio y el texto de la venerable oración
usada para bendecir el óleo de los enfermos: "Envía, Señor, tu Espíritu Santo Paráclito",
que fue introducido en la plegaria eucarística y se conserva aún en el Pontifical
Romano.

A lo largo de los siglos se fueron determinando en la tradición litúrgica con mayor


precisión, aunque no de modo uniforme, las partes del cuerpo del enfermo que debían
ser ungidas con el santo óleo y se fueron añadiendo distintas fórmulas para acompañar
las unciones con la oración, tal como se encuentran en los libros rituales de las diversas
iglesias. Sin embargo, en la Iglesia Romana prevaleció desde la edad media la
costumbre de ungir a los enfermos en los órganos de los sentidos, usando la fórmula:
"Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia te perdone el Señor todos los
pecados que has cometido" adaptada a cada uno de los sentidos.

La doctrina acerca de la santa Unción se expone también en los documentos de los


Concilios ecuménicos, a saber, el Concilio de Florencia, sobre todo el de Trento y el
Vaticano II..

El Concilio de Florencia describió los elementos esenciales de la Unción de los


enfermos, el Concilio de Trento declaró su institución divina y examinó a fondo todo lo
que se dice en la carta de Santiago acerca de la Santa Unción, especialmente lo que se
refiere a la realidad y a los efectos del sacramento: "tal realidad es la gracia del Espíritu
Santo, cuya unción limpia los pecados, si es que aún quedan algunos por expiar, y las
reliquias del pecado, alivia y conforta el alma del enfermo, suscitando en él gran
97
confianza en la divina misericordia, con lo cual el enfermo, confortado de este modo,
sobrelleva mejor los sufrimientos y el peso de la enfermedad, resiste más fácilmente las
tentaciones del demonio "que le acechan al calcañar" (Gen. 3, 15) y consigue tal vez la
salud del cuerpo si fuera conveniente a la salud del alma". El mismo santo Sínodo
proclamó además que las palabras del apóstol indican con bastante claridad que "esta
unción se ha de administrar a los enfermos y, sobre todo, a aquellos que se encuentran
en tan grave peligro que parecen estar ya en fin de vida, por lo cual es también llamado
sacramento de los moribundos". Finalmente, por lo que se refiere al ministropropio
declaró que éste es el presbítero.

Por su parte el Concilio Vaticano II ha dicho ulteriormente: "La Extremaunción" que


puede llamarse también y más propiamente "Unción de los enfermos", no es sólo el
sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el
tiempo oportuno para recibirlo empieza cuando el cristiano comienza a estar en peligro
de muerte por enfermedad o por vejez". Por lo demás, que el uso de este sacramento sea
motivo de solicitud para toda la Iglesia, lo demuestran estas palabras: "Con la sagrada
Unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los
enfermos al Señor paciente y glorioso, para que los alivie y los salve (Stg. 5, 14-16), e
incluso los exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y a la muerte de
Cristo (Am 8, 17; Col. 1,24; 2 Tim 2, 11-12), contribuyan así al bien del pueblo de
Dios".

Todos estos elementos debían tenerse muy en cuenta al revisar el rito de la santa
Unción, con el fin de que lo susceptible de ser cambiado se adapte mejor a las
condiciones de los tiempos actuales.

Hemos pensado, pues cambiar la fórmula sacramental de manera que, haciendo


referencia a las palabras de Santiago, se expresen más claramente los efectos
sacramentales.

Como por otra parte el aceite de oliva, prescrito hasta el presente para la validez del
sacramento, falta totalmente en algunas regiones o es difícil de conseguirlo, hemos
establecido, a petición de numerosos obispos, que en adelante pueda ser utilizado
también, según las circunstancias, otro tipo de aceite, con tal de que sea obtenido de
plantas, ya que éste se asemeja más al aceite de oliva.

En cuanto al número de unciones y a los miembros que deben ser ungidos, hemos creído
oportuno proceder a una simplificación del rito actual.

Por lo cual, dado que esta revisión atañe a ciertos aspectos, al mismo rito sacramental,
establecemos con nuestra autoridad apostólica que en adelante se observe en el rito
98
latino como sigue:

El sacramento de la Unción de los enfermos se administra a los gravemente enfermos


ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva o, según las circunstancias,
con otro aceite de plantas debidamente bendecido, y pronunciando una sola vez estas
palabras:

"Por esta santa Unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia
del Espíritu Santo. R/. Amén. Para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te
conforte en la enfermedad. R/. Amén."

Sin embargo, en caso de necesidad, es suficiente hacer una sola unción en la frente o por
razón de las particulares condiciones del enfermo, en otra parte más apropiada del
cuerpo, pronunciando íntegramente la fórmula.

Este sacramento puede ser repetido, si el enfermo que ha recibido la Unción se ha


restablecido y después ha recaído de nuevo en la enfermedad, o también durante la
misma enfermedad si el peligro se hace más serio.

......................................................

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 30 de noviembre de 1972. Año X de nuestro


Pontificado. Paulus PP VI".

Es bueno, también, meditar sobre la actual bendición del óleo para la administración del
Sacramento de la Unción, que emplea el Obispo durante la misa Crismal. Nos da luz
sobre el verdadero sentido de este sacramento, lo cual nos mostrará la necesidad e
importancia del mismo.

OREMOS:

"Señor Dios, Padre de todo consuelo, que has querido sanar las dolencias de los
enfermos por medio de tu Hijo: escucha con amor la oración de nuestra fe y derrama
desde el cielo tu Espíritu Santo Paráclito sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo produzca aceite abundante para vigor de
nuestras fuerzas, enriquece con tu bendición este óleo, para que cuantos sean ungidos
con él, sientan en cuerpo y alma tu divina protección y experimenten alivio en sus
enfermedades y dolores. Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros, óleo
santo, en nombre de Jesucristo nuestro Señor que vive y reina por los siglos de los
siglos." Amén.
99
ASPECTOS PRINCIPALES DEL SACRAMENTO.

Queremos resaltar algunos aspectos del sacramento, conforme al nuevo ritual.


El sacramento mira al hombre integral. Dios quiere la salud completa del hombre y en
este sacramento, al mismo tiempo que confiere la gracia, perdona los pecados y da
fuerza en las tentaciones, se pide al Señor que experimenten en su cuerpo, alivio en sus
enfermedades y dolores.
Se ve claro con lo que antecede, que el sacramento no es de moribundos. Es un
sacramento para vivir; para que el hombre, al mismo tiempo que recupera la gracia,
recupere la salud y pueda servir al Señor con alegría. Si muchos de nuestros enfermos
conociesen la virtud de este sacramento, no cabe duda que al mismo tiempo que acuden
al médico, acudirían al sacerdote para que les administre el sacramento de la Unción.
Un detalle muy importante que se ha introducido en el nuevo ritual del sacramento, es:
pedir y reclamar de los enfermos su participación en la pasión y muerte de Cristo. Si el
enfermo se acerca a la pasión de Cristo, sus propios dolores quedan mitigados al
compartir con Cristo los mutuos sufrimientos. Si a nivel humano, cuando nosotros nos
abrimos a otra persona contándole todo lo que nos pasa, parece que se nos van la mitad
de nuestros sufrimientos, con mucha más fuerza y eficacia sentimos mejoría cuando
participamos de la pasión de Cristo. La experiencia lo está proclamando cada día.
Al ser un sacramento para vivir, se puede administrar a quienes comienzan a estar en
peligro de enfermedad o vejez. Además, se puede repetir, si el enfermo se cura y vuelve
a la vida ordinaria. Igualmente se puede repetir el sacramento durante la misma
enfermedad, si el peligro se hace más serio.

LA UNCIÓN COMO SACRAMENTAL.

Nos vemos obligados a copiar del P. Darío Betancourt ("Fuentes de Sanación) unos
párrafos referentes a la Unción como sacramental, práctica bastante olvidada, conforme
a lo que él nos confiesa, y que podría ser un medio, a mano, de alivio y sanación de
enfermos.

El Sr. Obispo Luis Ma.. Estrada, administrador apostólico de Izabal (Guatemala)


comenta: "Muchos sacerdotes católicos no se han percatado de que existe una bendición
especial para el aceite, que no es ningún sacramento, sino más bien se trata de una
bendición para aceite que se bendice precisamente para el uso diario de sanación, y que
las personas puedan entonces llevar consigo a casa y usar para orar unos por otros. Al
igual que el agua bendita, cuya intención es para uso diario, nos recuerda el agua del
bautismo, así también este aceite, un sacramental, nos recuerda el sacramento de la
Unción. Obsérvese que en la oración de bendición se habla de: "aquellos que van a usar
este aceite", y asume que ellos serán distintos al sacerdote que bendice el aceite.

Los católicos podríamos recobrar la herencia de orar por los enfermos, redescubriendo
100
algunos de los medios que existen a mano. Medios similares que han sido descubiertos a
través del estudio profundo de la epístola de Santiago y otros textos que hacen
referencia a la sanación. Todo lo que necesitamos los católicos es una sólida instrucción
en esta materia. Que los sacerdotes aprendan acerca de esta oración del antiguo Ritual
Romano, e! cual pueden utilizar para luego instruir bien y con sana doctrina a los
seglares, cómo usar el aceite y cómo orar por los miembros de sus familias, amistades y
vecinos en forma sencilla.

Hay muchas otras bendiciones en las cuales se bendicen objetos para fines de sanación y
que proceden de Ordenes y Congregaciones religiosas. En los Hechos de los Apóstoles
leemos que Dios obraba por medio de San Pablo milagros no comunes, de forma que
bastaba aplicar a los enfermos los pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban de
ellos las enfermedades y salían los espíritus malos. (Hech. 19, 11-12).

La bendición del aceite para sanación está reservada al obispo o al sacerdote. Su uso
como sacramental se extiende indistintamente al obispo, sacerdotes, religiosos,
religiosas y los laicos. La bendición de este aceite se encuentra en el Ritual Romano,
Tit. VIII Cap. XIX.

Bendición del aceite.

Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.

Que hizo el cielo y la tierra.

Óleo, criatura de Dios, yo expulso fuera de ti al Demonio, por Dios Padre todopoderoso,
que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que ellos contienen. Que el poder del
adversario, las legiones del Diablo y todos los ataques y maquinaciones de Satanás sean
dispersadas y llevadas lejos de esta criatura aceite; que traiga salud al alma de todos los
que lo usan, en el nombre de Dios Padre todo poderoso, de nuestro Señor Jesucristo su
Hijo y del Espíritu Santo, el abogado, así como en el Amor del mismo Jesucristo,
Nuestro Señor, quien ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el
fuego.
Señor, escucha nuestra oración.
Y llegue a ti nuestro clamor.

- El Señor esté con vosotros,


- Y con tu espíritu.

Oremos:
Señor, Dios todopoderoso, a quien venera el coro de los ángeles en el cielo y cuyo
servicio celestial reconocemos; dígnate mirar favorablemente y bendecir, y santificar
esta criatura aceite, el cual por tu poder ha sido prensado del jugo de las olivas. Tú lo
has ordenado para la unción de los enfermos, a fin de que, al ser sanados, te puedan dar
gracias a ti, el Dios vivo y verdadero. Concede, te rogamos, que aquellos que vayan a

101
usar este óleo, el cual estamos bendiciendo en tu nombre, sean liberados de todo
sufrimiento, de toda enfermedad y de todas las astucias del enemigo. Permite que sea un
medio para alejar del hombre, hecho a tu imagen y redimido por la preciosa Sangre de
tu Hijo, toda clase de adversidad, a fin de que él nunca vuelva a sufrir el aguijón de la
antigua serpiente. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
(Se asperje con agua bendita).

Da lástima que valores como éste haya caído en el olvido y no sean aprovechados
cuando tenemos tantas necesidades.

No se trata de restar importancia al sacramento de la Unción de los enfermos, cuyo


valor estamos apreciando mejor ahora, sino de beneficiarnos también con este aceite
bendito en el ministerio de sanación, tanto interior como Corporal.

Cuando usamos el aceite como sacramental en el ministerio de sanación, no estamos


haciendo ritos de sabor mágico, ni mucho menos; lo hacemos porque tenemos fe en el
poder de Dios que se manifiesta también a través de esa unción sobre la cual se ha
invocado la fuerza y la acción del Espíritu del Señor."

Que el Señor bendiga este trabajo, haciendo que todos valoremos cada día más el
Sacramento de la Unción y le tengamos el mayor aprecio, tal como corresponde.
Igualmente que sepamos aprovecharnos de la Unción como sacramental, ya que el
mismo, lo tenemos a nuestra disposición como medio para evangelizar.

No olvidemos que en la práctica de nuestra religiosidad necesitamos mucha dosis de fe,


sin la cual nos quedamos inertes y sin vida espiritual. Si, al menos, por
condicionamientos de sanación, podemos incitar a nuestros hermanos a desarrollar su fe
religiosa, sería bien empleado el reavivar la práctica del Sacramento de la Unción y la
Unción sacramental.

102
SANACIÓN DE LOS MIEDOS Mons. Uribe Jaramillo.

"Estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se
presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz sea con vosotros". Dicho esto, les
mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús
repitió: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, Yo también os envío". Dicho
esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo, a quien perdonéis los
pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos".

Señor Jesús, quiero proclamar tu Señorío, quiero glorificarte porque eres nuestra paz,
quiero bendecirte porque Tú eres el único que regalas la paz verdadera. Gracias por la
paz que diste a tus discípulos el día de tu Resurrección, gracias Señor porque en tu
bondad quisiste quitar el miedo que había en ellos. "No temáis, les dijiste, la paz sea
con vosotros". Apiádate, Señor, de nosotros también ahora. Tenemos miedo, Tú lo
sabes, mucho miedo, Señor. Destruye con tu paz, con tu amor, con tu serenidad, el
miedo que nos domina, el miedo que nos tiene enfermos, Señor. Tú eres nuestro
Salvador, Jesús, sálvanos del miedo, inúndanos de paz, concédenos la plenitud de tu
Espíritu para que experimentemos el gozo verdadero. Gracias, Señor.

Estamos viviendo la hora maravillosa de la Renovación espiritual carismática, estamos


frente a la gran novedad para nosotros, como obra del Espíritu, que es el amor paternal
de Dios, "Padre de misericordias y Dios de todo consuelo", que nos llena de alegría en
medio de nuestras tribulaciones. Estamos descubriendo por obra del Espíritu la gran
novedad que es Cristo, " el mismo ayer, hoy y por los siglos", como nos dice la epístola
a los Hebreos. Y estamos descubriendo la gran novedad que es el Espíritu Santo, cuyo
amor y cuya acción estamos experimentando en nuestras vidas. Gracias al Señor por
este beneficio.

Si algo es seguro como doctrina es la referente a la Renovación espiritual carismática.


La Renovación nos permite creer que lo que hizo el Señor por su Espíritu el día de
Pentecostés lo hace también ahora en la Iglesia, ella está viviendo actualmente su nuevo
Pentecostés. Lo que necesitamos hacer ahora es preparar nuestras vidas para esa
invasión del amor y de la bondad del Espíritu del Señor. No se trata de adquirir doctrina
únicamente, se trata de algo más importante, experimentar en nosotros la acción
amorosa del Señor, la curación que Él quiere hacer de nuestros cuerpos y especialmente
de nuestros corazones que están enfermos.

Cuando la gente que ha presenciado el prodigio de Pentecostés, dice con el corazón


compungido a Pedro ya los demás apóstoles: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" Pedro
les contestó: "Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el Nombre de
Jesucristo para remisión de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. La
promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para
cuantos llame el Señor Dios nuestro".

103
El Señor es el Emmanuel ("Dios con nosotros"), Él nos busca siempre, pero quiero que
nosotros salgamos también a su encuentro. Esto es lo que Él nos dice por su apóstol:
"Convertíos, volveos hacia Mí, dejad vuestros malos caminos, abrazad el bien". La
palabra "metanoia" que significa "conversión" quiere decir "caminar hacia adelante,
buscar a Jesús", por eso la conversión es necesaria para nosotros constantemente. Con
frecuencia las criaturas nos alejan del Señor y necesitamos volvernos hacia Él,
convertirnos, Es decir, necesitamos conocer con la luz del Espíritu nuestra realidad de
pecadores, sentirnos manchados como en verdad lo estamos, para acercarnos con fe a
Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y decirle: "Lávame más,
Señor, límpiame de todo pecado, lávame con tu Sangre sacerdotal. Borra, destruye todas
mis culpas",

Una de las gracias que debemos pedir con frecuencia es la de sentir nuestra realidad de
pecadores, la de sentirnos manchados para acercarnos con confianza a nuestro Padre y
decirle: "He pecado contra el cielo y contra Ti", para acercarnos con confianza a Jesús
nuestro Salvador, para pedir que su Sangre limpie todas nuestras miserias.

Pero la Renovación nos está mostrando una cosa muy importante: no basta recibir el
perdón de los pecados para disfrutar de la experiencia amorosa de Dios, necesitamos
algo más: la curación interior, la sanación del corazón enfermo, para que éste pueda
experimentar la efusión del amor del Señor. Además del perdón de los pecados
necesitamos la sanación interior, una curación interior que solamente puede realizar en
nosotros el amor de Dios, que sólo puede efectuar en nosotros la paz de Cristo.

Encontramos a personas que después de grandes esfuerzos por disfrutar del amor del
Señor, continúan en una sequedad tremenda. Ellos a veces se preocupan y piensan:
Todo esto se debe a falta de generosidad, a falta de arrepentimiento del pecado, por no
haberle dado al Señor lo que me pide. Muchas veces la causa es muy distinta. Se trata
de personas que están bloqueadas por el miedo y por el odio. Los canales, podríamos
decir, que llevan el amor del Señor están bloqueados por el pavor, por los recuerdos
dolorosos, por la falta de perdón interior.

Este miedo y este odio impiden que llegue a ellos el río del Espíritu, que llegue a ellos
el raudal de la paz. El plan del Señor es darnos su paz en plenitud: "Haré descender
sobre ella como ríos la paz", son sus palabras a través de Isaías. Él nos habla también de
su Espíritu en forma de "ríos de agua viva" que deben inundarnos, que deben llenarnos
de frescura, que deben llenarnos de pureza y de fecundidad. Él quiere darlo todo a
torrentes. Hablando de su Espíritu ha dicho: "Lo derramaré sobre toda carne", pero Él
también añade: "Abre tu boca y Yo la llenaré".

Depende mucho también de nuestra capacidad de recibir, depende también mucho de


nuestra situación personal. El Señor quiere darnos en plenitud, pero también tiene en
cuenta nuestras limitaciones. Y son el odio y son el miedo los que limitan en gran parte
la comunicación del amor, de la paz, de la suavidad del Señor. Por eso, la experiencia
del Señor en nosotros es, a veces, muy tenue; a veces, podríamos decir "imperceptible".
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El relato del Evangelio de San Juan que oímos hace poco nos demuestra cómo el Señor,
antes de dar su Espíritu, destruye el miedo que se ha apoderado de los apóstoles. "No
temáis, les dice, no temáis", les dice dos veces. Y solamente cuando ha efectuado esta
curación interior del miedo, les dice: "Recibid el Espíritu Santo". Es que únicamente en
ese instante están preparados, después de recibir la curación interior, para recibir el don
del Espíritu.

Es preciso antes que todo, que nos convenzamos de la necesidad que tenemos de
curación interior. Este es el primer paso. Para esto se requiere conocer un poco la
realidad de nuestro mundo interior enfermo. Hoy afortunadamente contamos con el rico
aporte de la psicología. Los psicólogos nos hablan ahora lo que ellos llaman "los cuatro
principales demonios que nos atormentan". Son ellos: el miedo, el odio, el complejo de
inferioridad y el complejo de culpa. Claro, que nuestros problemas no se limitan a estos
cuatro, pero estos son los principales.

La experiencia me demuestra que tal vez el peor de todos esos "demonios", empleando
el término psicológico, es el del MIEDO. Cuando el niño nace, teme solamente dos
cosas: una caída y los ruidos fuertes. En ese momento no conoce todavía los peligros y
por eso sus temores son muy limitados, pero pronto empiezan a acumularse en él los
miedos por todo lo que va sufriendo y por los peligros que va descubriendo. Si
efectuásemos un test entre las distintas personas que nos acompañan, encontraríamos
cómo en cada una de ellas se ha acumulado una serie verdaderamente grande de miedos.
Hallaríamos miedos tan infantiles, llamémoslos así, como el que tienen por ejemplo
muchas mujeres a los ratones, y en los hombres encontraríamos otros por el estilo. Lo
que sucede es que, porque se trata precisamente de miedos que delatan nuestro
infantilismo, generalmente los ocultamos o, por lo menos, procuramos ocultarlos. El
hecho indiscutible es que todos hemos acumulado miedo y que todos estamos enfermos
de miedo.

Pero, tal vez, no hemos caído en la cuenta de que quizá muchos de nosotros hemos
acumulado miedo al Señor. ¿Por qué tanta dificultad para entregarnos totalmente a
Cristo? ¿Por qué, eso que podríamos llamar "pavor", para hacerle nuestra entrega total?
Seguramente porque, en el fondo, tememos que Él nos va a pedir mucho, que nos va a
exigir esto o aquello, que nos va a pedir "algo" a lo cual nos sentimos íntimamente
apegados, porque en realidad va a exigir de nosotros la inmolación de los que, en
realidad, son nuestros ídolos. Y esto es demasiado costoso. Toda entrega amorosa es
exigente, toda entrega amorosa entraña un riesgo. En lo humano, hay que inmolar
muchas cosas cuando se realiza la unión matrimonial, hay que renunciar a muchos
gustos personales para disfrutar del beneficio de esta unión santificada por el Señor. En
lo espiritual sucede lo mismo, la entrega amorosa al Señor exige la inmolación de los
ídolos, pero debemos tener seguridad de que Aquel a quien nos entregamos es el Señor,
es el fiel, es el infinitamente bueno, el que nunca ni cansa ni se cansa, el que no va a
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traicionarnos. Solamente cuando hablamos de Cristo podemos exclamar: "Sé a quien he
creído, sé en quien he confiado", esto no podemos decirlo de ninguna de las criaturas,
solamente podemos afirmarlo del Señor Jesús. Pero Cristo es el Señor y, por lo mismo,
puede disponer de nosotros y de lo nuestro como lo desee, como quiera.

Esto es lo que nos causa pavor, lo que nos produce miedo, el reconocimiento del
Señorío del Señor, nos pone frente a nuestra realidad, a nuestra realidad de siervos, a
nuestras limitaciones, a la obligación que tenemos de "amar al Señor con todo el
corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas", al deber que tenemos de demostrar
prácticamente el Señorío del Señor con la destrucción de los ídolos que se oponen a su
gloria. La entrega amorosa que hacemos al Señor nos pone en posesión de Cristo, en
posesión de su Espíritu, en posesión de sus riquezas. Por eso merece bien la pena
sacrificar todo lo que Él nos pida para lograr esta bendición.

Tengamos muy presente que entrar en la Renovación Carismática no es entrar en un


camino fácil, como tal vez algunos lo imaginan. Entrar en la Renovación Carismática es
entrar en el camino del renunciamiento, del don total, de la generosidad constante para,
a su vez, disfrutar de la manifestación también continua del amor del Señor .

Recordemos que, como nos dice el evangelista S. Lucas, después de que Cristo recibe
en el Jordán la Unción del Espíritu, de su poder, es conducido por este mismo Espíritu
hacia el desierto para allí ser tentado por el demonio. Al Jordán le sigue el desierto con
sus privaciones y sus tentaciones, pero Cristo triunfa allí porque tiene el poder del
Espíritu, por eso al final el demonio se aleja de Él y los ángeles se acercan para servirle.
Entregarse a Cristo es entregarse a un futuro desconocido, pero a un futuro que está en
sus manos, en sus manos amorosísimas. No sabemos lo que Él va a disponer para
nosotros y en nosotros, pero tenemos la seguridad de que es el Señor y que es el Amor y
que es la Fidelidad. Pero, a pesar de ese concepto que tenemos del Señor, como no
sabemos qué nos va a quitar, a donde nos va a conducir, qué va a ser de nosotros, de qué
va a privarnos, nos causa miedo. Yo soy el primero en experimentar este miedo, es muy
difícil superarlo, solamente cuando poseamos la plenitud del Espíritu, cuando recibamos
la fuerza del Espíritu, entonces desecharemos este miedo que tanto nos perjudica y que
desafortunadamente impide muchas veces la entrega generosa, alegre y sobre todo total
al Señor.

Solamente cuando logremos, con la gracia del Espíritu, dominar este miedo a Jesús nos
entregaremos totalmente a Él y Él se entregará también a nosotros. Solamente entonces
le abriremos la puerta de nuestro corazón y Él entrará. En el Apocalipsis nos ha dicho:
"He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre, entraré, cenaré con él y él
conmigo", pero solamente abriremos la puerta a Cristo cuando perdamos el miedo al
Señor.

Por eso, lo primero que tenemos que hacer es ORAR, para que desaparezca de nosotros
ese miedo al Señorío de Cristo. Es preciso orar mucho por esta intención. Si algunos
han superado ya esta etapa, si algunos pueden afirmar que no temen al Señor, están en
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una situación sumamente positiva y ventajosa. Pero seguramente muchos necesitamos
orar por esta necesidad, la liberación del miedo que, en una u otra forma, nos impide
entregarnos al Señor.

Para esto necesitamos recordar las palabras de Cristo: "Yo soy. No temáis". En la
medida en que adquiramos seguridad en la presencia de Cristo en nuestras vidas y fe en
su amor, desaparecerá de nosotros el miedo a todo, pero primero el miedo a Él.

Recordemos cómo Jesús sanó ante todo el miedo de sus apóstoles. Pocas personas
encontramos dominadas por el miedo como estos apóstoles que habían vivido muy
cerca de Jesús. Sin embargo, en el momento de la Pasión, por ejemplo, huyen cuando
Cristo cae en manos de sus enemigos. Él lo había ya profetizado: "Herirán al pastor y se
dispersarán las ovejas".

Pero como solamente es Él el que sana del miedo, solamente Cristo sana del miedo al
comunicarnos su Espíritu, por eso Él el día mismo de su Resurrección adelanta esta
curación interior de los apóstoles: "Yo soy. No temáis". Es Él también quien por su
Espíritu sana en nosotros el miedo que hemos acumulado en este campo. Pero los
apóstoles quedaron curados plenamente del miedo únicamente el día de Pentecostés,
hasta ese momento han estado con las puertas cerradas. Solamente salen al balcón ese
día para predicar a Cristo, para ser testigos de Cristo. ¿Por qué? Porque como nos dicen
los Hechos de los Apóstoles, "quedaron todos llenos del Espíritu Santo". Esta plenitud
del Espíritu es distinta de la recepción del Espíritu, ellos lo habían recibido el día de la
Resurrección, pero la plenitud del Espíritu, con su poder total, solamente la adquieren el
día de Pentecostés. También nuestra sanación interior del miedo y del miedo a Cristo
será una realidad cuando recibamos la plenitud del Espíritu, cuando quedemos llenos
también del Espíritu del Señor, cuando seamos bautizados en su Espíritu. Esta es la
verdad que estamos descubriendo actualmente por medio de la Renovación Carismática.

Uno de los primeros efectos de la Efusión del Espíritu es la seguridad interior. La fuerza
del Espíritu destruye en nosotros el miedo que es debilidad, en cambio adquirimos
entusiasmo por Cristo. El Señor, antes de la Ascensión, les dice a los apóstoles:
"Recibiréis el poder del Espíritu y seréis mis testigos hasta los confines de la tierra".
Antes de Pentecostés, los apóstoles no pueden dar testimonio de Cristo porque tienen
miedo. Pensemos en el caso de S. Pedro: a pesar de sus promesas de fidelidad, promesas
que eran sinceras cuando las hizo, durante la Pasión niega a Cristo y aún con juramento
y delante de una esclava. "No conozco a ese hombre", dice. Y ¿por qué este cambio?
Porque en ese momento Pedro está dominado por el miedo, no puede ser testigo de
Jesús; conoce a Jesús y ama a Jesús, pero tiene miedo y por esto no puede dar
testimonio del Señor ni puede confesar al Señor.

Pero este Pedro que niega al Señor delante de una esclava, será el que el día de
Pentecostés lo proclamará con alegría y con valor, lo hará sin miedo, y esto sucederá en
los meses y en los años siguientes, nada lo detendrá, será el testigo fiel del Señor. ¿Por
qué este cambio? Porque el Espíritu del Señor al colmarlo el día de Pentecostés lo sanó
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del miedo, le dio seguridad interior, lo llenó de fortaleza y lo convirtió en testigo del
Señor Jesús.

La gran necesidad que tiene ahora la Iglesia, la gran necesidad del mundo en este
momento es la de testigos de Jesús. Hay muchos predicadores del Señor, hay muchas
personas que pueden hablar de Él, pero son pocas las que se atreven a dar testimonio del
Señor, a ser sus testigos en los ambientes difíciles. En un medio universitario, por
ejemplo, las personas en una conversación están exponiendo criterios anti-evangélicos,
la gran necesidad de la época presente es la de testigos de Cristo, pero esto lo
lograremos únicamente cuando el Espíritu del Señor, al derramarse en nosotros, nos
quite el miedo, nos libere del temor; nos dé seguridad, nos llene de fortaleza. y cuando
Cristo nos da seguridad en Él, empieza también a darnos seguridad en nosotros y a
confiar en los demás.

Él nos sana primero del miedo que le tenemos, pero quiere sanarnos después del miedo
que nos tenemos y del miedo que tenemos a los demás. Es mucho el miedo que hemos
acumulado respecto a nosotros mismos y mucho también el que tenemos a distintas
personas. La serie de fracasos que hemos experimentado a lo largo de nuestras vidas nos
ha llenado de inseguridad, nos ha hecho cada vez menos firmes, menos seguros. La
incertidumbre es uno de los distintivos.

No tenemos seguridad frente al futuro, porque el pasado está lleno de fracasos y


solamente cuando tengamos seguridad frente al futuro lo conquistaremos,
progresaremos, cumpliremos las metas señaladas, llegaremos a feliz puerto. "El que no
espera vencer, ya está vencido", dice el adagio, allí está encerrada una gran verdad. Los
fracasos que nos han proporcionado personas desde los primeros años de nuestra
existencia, los que hemos tenido por imprudencia, por falta de previsión, por distintos
fallos, nos han llenado de miedo.

Esta es la realidad, pero también existe la verdad de la sanación de Cristo, Él puede


sanar este miedo que tenemos en nuestro interior respecto a nosotros, Él puede curarnos
de esta inseguridad. Solamente Él, por su Espíritu, puede llenarnos de fortaleza.

Y es mucho el miedo que hemos acumulado respecto a distintas personas, personas que
por una u otra causa, por una u otra actuación, nos han impresionado
desfavorablemente, han creado en nosotros complejo de inferioridad, nos causan miedo
con sus amenazas, con su misma presencia muchas veces. De este miedo también puede
sanarnos el Señor y quiere sanarnos el Señor.

JESUS, que es nuestra paz, empieza a sanar del miedo desde antes de su nacimiento.
Por medio del ángel, tranquiliza a José: "No temas tomar contigo a María tu esposa
porque lo concebido en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo a quien pondrás
por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados". Despertó José del
sueño e hizo como el ángel del Señor le había mandado y tomó consigo a su esposa.

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El día de su nacimiento en Belén, por medio del ángel sana también el miedo de los
pastores. El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría que lo será para
todo el pueblo: os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador que es el Cristo
Señor". Cuando los ángeles dejándoles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a
otros: "Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha
manifestado". Ya sin miedo y llenos de alegría, pueden acercarse al portal y realizar allí
el encuentro maravilloso con el Señor .

Pero hay un hecho sumamente elocuente para manifestar el poder de sanación interior,
de sanación del miedo, que tiene el Señor Jesús. NICODEMO es un fariseo, magistrado
judío, que va a buscar a Jesús, pero "de noche". Va a hablar con el Señor, pero no lo
hace de día, teme las burlas de sus compañeros, por eso busca la oscuridad. Es de noche
cuando se dirige a la casa de Jesús y cuando tiene el diálogo con Él, es un hombre
dominado por el miedo. Pero el Señor, que es la paz, que es la seguridad, que es la
fortaleza, dialoga con este hombre dominado por el miedo, le habla de su Espíritu, del
nuevo nacimiento: "El que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino
de Dios; lo nacido de la carne es carne, lo nacido del espíritu es espíritu".

A través de aquel diálogo, el Señor penetra en el corazón medroso de Nicodemo y lo


sana totalmente. La curación interior de Nicodemo es tan completa que, poco después,
cuando los fariseos quieren condenar a muerte a Jesús, cuando incluso reclaman a los
guardias por qué no han traído prisionero a Cristo, Nicodemo les dice: " ¿Acaso nuestra
ley condena a un hombre sin haberle antes oído y sin saber lo que hace?". Ellos le
respondieron: "¿También tú eres de Galilea? Indaga y verás que de Galilea no sale
ningún profeta", y se volvieron cada uno a su casa. Aquel hombre con su valor confunde
a quienes quieren perder a Cristo, los obliga a volver a su casa. Y algo más admirable
todavía: el Viernes Santo, cuando Cristo ha sido crucificado, cuando todos (aún sus
discípulos) lo han abandonado, Nicodemo, en compañía de José de Arimatea, se
presenta ante Pilatos para pedirle el cuerpo de Jesús. Es un hombre que ya no tiene
miedo, porque Jesús lo había sanado. Como señal de gratitud y como demostración de
aprecio, él ahora quiere honrar al Señor dando sepultura a su cuerpo.

Pero lo que debe llenarnos de alegría y de esperanza es saber que Jesús es el mismo
ayer, hoy y por los siglos. Que ese Jesús que sanó el miedo que había en José, que había
en los pastores, que destruyó el miedo que oprimía a Nicodemo y que muchas veces
adelantó un proceso de curación del miedo en sus apóstoles, puede y quiere realizar el
mismo favor en beneficio de nosotros. Él también quiere destruir el miedo que nos
domina y nos enferma, Él también puede hacerlo ahora y lo hará si nosotros nos
acercamos a Él con fe y con humildad. Sería un mal para nosotros descubrir la serie de
temores que nos oprimen y aún las consecuencias terribles que tienen sobre nuestro
organismo, si no estuviésemos convencidos de que tenemos una solución en Cristo, en
Cristo que es la solución de todos los problemas. Es el temor a fracasar, a la sexualidad,
a defendernos, a confiar en los demás, a pensar, a hablar, a la soledad y a tantas otras
cosas, tienen en Cristo nuestro Señor la gran solución, la pronta solución.
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El apóstol S. Juan escribió en su Epístola unas palabras llenas de Verdad y con un
profundo significado psicológico: "El amor perfecto echa fuera el temor, porque el
temor supone castigo y el que teme no es perfecto en el amor". Aquí encontramos la
gran solución para la enfermedad interior del miedo: el amor paternal de Dios, el amor
fraternal y salvador de Cristo, el amor del Espíritu que mora en nosotros. En la medida
en que nos dejemos abrazar por el amor de Dios, en esa misma medida irá
desapareciendo el temor que hay en nosotros. Y cuando el amor de Dios llegue a ser
perfecto en nosotros el temor será arrojado fuera.

La Renovación Carismática nos coloca de una manera muy clara frente al amor del
Señor, frente al amor del Espíritu y estamos experimentando la verdad de aquellas
palabras de S. Pablo a los Romanos: "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado". Por eso, muchas personas cuando
tienen la experiencia del Espíritu, cuando se dejan invadir por este Río de Aguas Vivas,
cuando se dejan de veras abrazar por su amor, se van viendo liberadas de los recuerdos
dolorosos en todos los campos, pero concretamente en el del miedo.

Este es uno de sus grandes beneficios, no lo sabremos apreciar nunca debidamente.

Un psicólogo americano ha escrito: " A menos que podamos aceptar que, el amor de
Dios nos envuelve ahora con todas nuestras faltas, debilidades y limitaciones, no
seremos mejores mañana ni siquiera un ápice de lo que somos hoy; a menos que
podamos creer en un Dios que es Amor no podremos llegar a ser honestos. El temor
siempre nos separará del poder curativo". Pero el método concreto y fácil para recibir,
de una manera progresiva, a través de un proceso, la curación interior del miedo como
don de Cristo, es acercarnos a Él con fe, creer verdaderamente que Él está resucitado en
nosotros y con nosotros, que Él es el Salvador, el Salvador del hombre, de todo el
hombre y de todos los hombres. Que Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Después de este acto de fe, nosotros en horas especiales nos dedicamos a recorrer toda
nuestra vida con Cristo, a recorrer todos los momentos dolorosos, penosos, en el campo
del miedo; a repasar todos aquellos recuerdos medrosos que nos han ido enfermando
paulatinamente. Pero, ¿para qué? No para amargarnos nuevamente con ellos, no para
acumular temor, sino para detenernos con Cristo delante de cada una de estas escenas,
de cada uno de esos acontecimientos que nos causaron pavor o miedo, para pedirle que
derrame su paz, que comunique seguridad, que borre con su presencia amorosísima el
trauma que dejó en nosotros ese acontecimiento doloroso. No se trata de no recordar ya
aquella escena, sino de recordarla con tranquilidad, de recordarla con paz, seguros como
estamos de que el Señor, el Salvador, la ha curado, la ha sanado perfectamente.

En este proceso de sanación del miedo, como manifestación del amor de Cristo y de su
Espíritu, es muy conveniente hacer un inventario de las personas a quienes, por una u
otra causa, tememos más. De las cosas que nos causan más miedo, de lo que
interiormente nos hace sentir más inseguridad. Esto ¿para qué? Para también, de una
manera concreta, pedirle al Señor en la oración que sane el miedo que tenemos a
110
"Fulano de tal", a "Zutano", a tal o cual superior, a tal o cual compañero, a tal o cual
enemigo, para pedirle que destruya el miedo que tenemos, por ejemplo, a determinada
enfermedad, a montar en avión, a ir a tal o cual lugar, a enfrentarnos con tal o cual
circunstancia. El Señor que se interesa concretamente por todo lo nuestro irá
destruyendo esos distintos miedos, irá aumentando a través de un proceso maravilloso
nuestra curación interior y cada día recobraremos más seguridad en nosotros, tendremos
más seguridad en los demás, pero todo como fruto de la seguridad en Cristo, de la
seguridad en su amor, en su poder y en su fidelidad.

A lo largo de este proceso irá creciendo en nosotros el amor al Señor y ese amor,
recordémoslo, irá echando fuera el temor. Para que este proceso de curación del miedo
tenga más eficacia en nosotros es muy importante emplear la visualización. Visualizar
por el recuerdo las escenas, las personas, los acontecimientos que nos causaron miedo y
visualizar la presencia de Jesús en ese momento y su acción tranquilizadora en cada uno
de nosotros. Bill dice que "es difícil, por no decir imposible, que una curación o cambio
se realice sin una imagen mental". Con los ojos de la mente nosotros deberíamos
mirarnos e imaginarnos tal como quisiéramos ser. Si constantemente tenemos presente
esta imagen y la reiteramos, tenderemos a ser semejantes a esta imagen. Mediante una
imaginación positiva nuestra vida puede convertirse en una revelación y desarrollo
continuos, ello dependerá en definitiva de la integridad de nuestra personalidad y no de
palabras ni de frases hechas. Encontramos que la oración afirmativa es más poderosa
que la oración de petición, y esto por razones obvias. La oración positiva nos sitúa del
lado de la voluntad de Dios, trae y traduce de lo invisible a lo visible de nuestras vidas
aquello que implica santidad, perfección e integridad. Por eso, visualizar la acción de
Cristo que está con nosotros, que al presentarse nos dice: "Yo soy, no temáis", que nos
ofrece su brazo protector, que nos invita a descansar en su regazo, es un elemento y un
método de sanación maravilloso.

Tenemos que pedir la gracia de que nuestra fe en Cristo sea una fe verdaderamente viva,
una fe actuante, una fe que abarque toda nuestra persona, una fe que nos lleve a
experimentar realmente la presencia y la acción amorosa del Señor en nuestras personas
y a lo largo de todas nuestras vidas.

Puede servirnos mucho seguir la terapia que los Dres. Parker y Johns aconsejan en su
obra "La oración en la psicoterapia":

Primero: Reconocemos al Dios de amor dentro de nosotros mismos como el poder


curativo del miedo y director de nuestras vidas.

Segundo: Conscientemente nos despojamos de cualquier cualidad negativa, motivo,


impulso, sentimiento, pensamiento, que no queremos.

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Tercero: Invitamos a este poder divino, a este amor del Señor, para que llene el vacío
que nuestro despojo ha creado.

Cuarto: En los tiempos específicos de oración y durante el día tendremos delante de


nosotros mismos pensamientos e imágenes positivas, sanas, plenas, estando ciertos que
solamente ellos y ellas están de acuerdo con la voluntad de Dios acerca de sus criaturas.

Quinto: Cuando oramos creemos que hemos recibido aquella ayuda especial que hemos
pedido y actuamos como si la hubiéramos recibido.

Sexto: Meditamos en Dios como Amor, en el mandamiento de Jesús de amar y


buscamos la entrada a este círculo de perfección. El amor de Dios, el amor a nosotros
como hijos de Dios y el amor del prójimo como a nosotros mismos

Séptimo: Escuchamos y esperamos un cierto sentido de victoria, una cierta sensación


de presencia que nos dice: "Yo estoy aquí, todo está bien, no temáis".

Octavo: Ya se ha cumplido. ¡Gloria a Dios en las alturas! Te damos gracias, Señor,


porque eres la paz, porque eres nuestro Salvador.

Si seguimos esta técnica, realmente no podemos fallar al fin de cuentas, ¿por qué?
Porque Dios no puede fallar. Si nosotros nos despojamos de todo lo negativo, de lo
destructivo, de todo lo que esté distorsionando y aceptamos lo positivo, el amor de Dios,
la paz de Dios, nuestra victoria está asegurada y no puede ser de otra manera. Dios no
puede retener el bien, Él lo comunica constantemente, entonces lo que se requiere es
que nosotros quitemos el impedimento y recibamos el río del amor, el torrente de la paz
del Señor, el perdón, el amor, la confianza, la fe y la paz brotarán en nosotros como de
una fuente inextinguible y siempre presente, si nosotros podemos hacernos a un lado y
damos cabida al Espíritu del Señor que quiere colmarnos, que quiere cambiarnos y que
quiere dirigirnos.

También podemos pedir el ministerio de la sanación del miedo, que tanto daño nos
hace. Muchas veces el Señor quiere comunicar su salvación por medio de otras personas
a quienes escoge como ministros suyos. En este campo de la sanación del miedo, el
Señor usa con frecuencia ese medio. Nosotros con humildad nos acercamos a personas
que han recibido este carisma, nos ponemos a orar con ellas, pedimos la gracia de
discernir, de descubrir las causas y fuentes principales de nuestro miedo interior y luego
pedimos la oración para esta liberación. Estas personas guiadas por el Espíritu del Señor
orarán como Él les sugiera, irán descubriendo quizá causas que están ocultas, irán
viendo con claridad dónde está el principal problema en el campo del miedo. Su súplica,
unida a la nuestra, alcanzará aquello que nosotros necesitamos, anhelamos y ahora
pedimos con humildad.

Los efectos del ministerio de sanación interior aparecen en esta Renovación Carismática
cada día con mayores posibilidades, es algo verdaderamente asombroso lo que se está
consiguiendo, causa verdadera alegría ver cómo van cambiando muchas vidas, cómo se
112
van curando interiormente a través de este ministerio de sanación interior. ¡Ojalá que
esta luz llegue a muchas personas y que crezca el número de equipos de personas
consagradas a este ministerio que tanto glorifica al Señor y que tantos beneficios
reportan para las personas!

Sí, reconozcamos que estamos enfermos, quizá muy enfermos interiormente de miedo,
reconozcamos que el miedo se ha ido acumulando en nosotros y nos impide muchas
veces entregarnos al Señor, servir generosamente a los hermanos, llevar una vida
tranquila. Pero reconozcamos también, con la gracia del Señor, que Él puede sanar este
mal y puede calmar todas las tempestades que el miedo levante en nosotros.
Recordemos lo que nos dice el evangelista S. Mateo: " Subió después Jesús a la barca y
sus discípulos le siguieron. De pronto, se levantó en el mar una tempestad tan grande
que las olas llegaban a cubrir la barca, pero Él estaba dormido. Acercándose, pues, se
acercaron diciendo: "Señor, sálvanos que perecemos". Díceles: " ¿Por qué estáis con
miedo, hombres de poca fe?". Entonces, se levantó e increpó a los vientos y al mar y
sobrevino una gran bonanza, y aquellos hombres maravillados decían: ¿ Quién es éste
que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Señor Jesús, que yo nunca recorra el mar de la existencia solo, que yo te lleve siempre
en mi vida y en mi barca, que yo disfrute siempre, Señor, de tu compañía amorosísima,
que cuando arrecie la tempestad, cuando el miedo levante olas que amenacen
sumergirme, yo te mire, Señor, yo te invoque con fe y con confianza. Que Tú, Señor,
ordenes a esos vientos y a esa mar que se calmen, que no me destruyan, que no me
atormenten. Señor, tú eres la paz, Tú dijiste: "Mi paz os dejo, mi paz os doy", dime
estas palabras, Señor: "Te doy mi paz, te dejo mi paz". Destruye, Señor, el miedo y el
odio que se han acumulado en mí, disipa tantos temores infundados que me atormentan,
calma Señor la tempestad que con frecuencia se levanta en mi interior, que se
manifieste tu paz, Señor, en mi vida, que aparezca tu Señorío, que Tú domines mis
emociones, que Tú me tranquilices interiormente. Tú eres mi paz, Tú eres la paz, Tú
eres el Amor. Gracias, Señor, porque me amas, gracias Señor porque me curas, gracias
Señor porque me salvas. ¡Bendito seas, Señor, gloria a Ti Señor!

113
DISCERNIMIENTO EN EL MINISTERIO DE SANACIÓN P. Emiliano Tardif

.Señor Jesús, de nuevo te lo pedimos: envíanos tu Espíritu Santo, Espíritu de Verdad,


Espíritu de Luz, de Amor, de Paz. Ven, Jesús, y ayúdanos a discernir con el poder de tu
Santo Espíritu lo que viene de Ti y 10 que no viene de Ti, para que seamos guías
seguros para tu rebaño, para las ovejas que Tú nos has confiado. A todos nos has
llamado a ser en el mundo de hoy pastores de tus ovejas y necesitamos, Señor, que la
luz de tu Espíritu y te lo suplicamos. Envíanos esa Fuerza de lo alto, envíanos ese
Espíritu de Luz y de amor, para que seamos auténticos pastores de tu rebaño. Dios te
salve, María…

Hermanos, en este día en que hablamos del ministerio de sanación y de liberación,


hemos pensado que sería de mucha importancia dedicar esta primera reunión de la tarde
sobre EL DISCERNIMIENTO, porque hay muchos errores que se cometen en nuestro
apostolado, en nuestro ministerio de sanación y de liberación. Hay muchos errores
posibles y nosotros tenemos una necesidad urgente de crecer en el discernimiento, de
cara a la Renovación Carismática que surge como una sorpresa del Espíritu en la
Iglesia. Debemos ejercitar un discernimiento espiritual que nos llevará a distinguir lo
que viene de Dios y lo que no viene de Dios.

Y la problemática es que hay tantas manifestaciones, tantas intervenciones


extraordinarias de Dios a través de carismas, de visiones, de inspiraciones, de acciones
que llenan de estas mismas inspiraciones, de estos estados de consolación o de
desolación, que pueden ayudarnos a descubrir la voluntad de Dios. Y el discernimiento
de espíritus no es cierta habilidad, cierta capacidad de evaluación, cierta habilidad en
evaluar. El discernimiento de espíritus trata de lo que tiene que ver con los espíritus. El
discernimiento de espíritus responde a una única pregunta: ¿ cuál es la fuente del
impulso que tengo ante una decisión? ¿Cuál es la fuente del impulso que tengo ante una
decisión?

El discernimiento presupone prudencia, inteligencia, pero a veces las rebasa. Así, vemos
cómo una persona muy unida con Dios puede tener gran discernimiento, sin ser la más
inteligente.

¿Cuál es la fuente del impulso que tengo ante una decisión? Esa fuente puede ser:

1°. Dios o sus ángeles.

2°. Puede ser Satanás o sus demonios.

3°. También puede ser el propio espíritu que puede estar sano o puede estar enfermo.

Y después de discernir de dónde viene lo que nos mueve, podemos actuar con más
seguridad.

Y hay que notar que también después de una intervención de Dios o de sus ángeles,
Satanás puede tratar de entrometerse y buscar hacernos daño. Así a Jesús en el desierto,
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a Jesús que estaba lleno del Espíritu Santo, Satanás le prometió riquezas y gloria "si te
prosternas". Y Dios, hermanos, nos ha dado a todos capacidad para discernir, pero
vamos a ver las formas de discernimiento.

HAY TRES FORMAS DE DISCERNIMIENTO (comúnmente hablando)

1º Vemos que existe en todo ser humano normal, sano, existe un discernimiento
natural, que viene de nuestra inteligencia, del ejercicio de nuestras facultades. Podemos
todos los humanos ejercitar ese discernimiento natural y este discernimiento lo tiene
todo ser humano normal.

2º También existe la segunda forma de discernimiento que es el discernimiento


doctrinal, el arte cristiano de discernir. Un discernimiento que se adquiere con el
estudio, con la reflexión y en la oración. El discernimiento doctrinal es lo que todos
ustedes, todos nosotros debemos buscar y debemos perfeccionar. Sin ser especialistas,
sin ser doctores en ninguna materia, todos los que quieren hacer algún apostolado
necesitan tratar de adquirir, poco a poco, ese discernimiento doctrinal, que es un arte,
que es una ciencia. Se va adquiriendo poco a poco, como vamos a explicarles después.

3º Y la tercera forma de discernimiento es el discernimiento carismático. Éste lo


reciben algunos como un don gratuito, espontáneo, igual que el don de lenguas, el don
de profecía, el don de sanación, el don de interpretación... todos estos carismas que el
Espíritu está regalando a la Iglesia de hoy, son dones que se reciben gratuitamente. Así
es el discernimiento carismático. Y el discernimiento carismático puede ser dado en una
comunidad, a una persona particular, a dos o a tres, pero no es este discernimiento
carismático que nosotros debemos buscar con tanto esfuerzo, porque se recibe
gratuitamente. Debemos estar abiertos y si el Espíritu nos quiere dar un discernimiento
carismático a veces en una dificultad especial, ¡aleluya!, lo agradecemos al Señor y le
damos gracias, pero no podemos contar con el discernimiento carismático como una
forma constante de actuar, como la persona que tiene don de profecía no habla siempre
en profecía... A veces, el Espíritu puede impulsarte a dar una profecía, pero la mayoría
de las veces tú hablas por tu cuenta, y no impulsada por el Espíritu.

El discernimiento carismático puede ser que a veces venga a ayudarnos a solucionar un


grave problema, pero no es un carisma que está siempre en acción. De manera que lo
que quiero con ustedes explicar un poco más es el discernimiento doctrinal, el arte de
discernir. Este discernimiento, todos debemos buscarlo, adquirirlo, poco a poco, para
nuestra vida personal y para nuestro apostolado.

El discernimiento espiritual siempre ha ocupado una posición central en la vida cristiana


y existe una necesidad continua de discernir, de abrirnos al Espíritu y de discernir lo que
Él quiere de nosotros, de ser sensitivos á las diversas maneras en que Él puede
manifestarse. El Espíritu siempre habla, nosotros por nuestra parte debemos siempre
desear escucharlo, más aún, debemos saber cómo escucharlo.

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Nos decía el Cardenal Suenens en su libro "Un nuevo Pentecostés": "Creo con toda el
alma que nos encontramos en presencia de una gracia de elección (hablando de la
Renovación Carismática} , nos encontramos en presencia de una gracia de elección para
la Iglesia, si es que acertamos en captarla, marcar su ruta desde el interior y preservarla
de los falsos modos que no cesaba de suscitar en ella el maligno, consiguiendo en
cambio, que penetre en ella (la Iglesia} como un renacer de primavera".

Es una gracia de Dios en la Iglesia la Renovación con tantos carismas para la


edificación de la comunidad cristiana, pero si nosotros no aprendemos a discernir lo que
viene de Dios y lo que no viene de Dios, hay un grave peligro de que nos dejemos
engañar por falsificaciones y entonces surgen personas que empiezan a profetizar sin
que sea una profecía impulsada por el Espíritu, una persona que comienza a dar Palabra
de Ciencia que no son verdad, puede haber personas que pretenden discernir una cosa
en una asamblea y no hay nada de ésto.

El discernimiento espiritual es difícil, pero el Señor nos invita, nos da una pista muy
sencilla para comenzar siquiera a ejercitarlo. Cuando Él nos dice: "No hay árbol bueno
que dé fruta mala, ni al revés, árbol malo que dé fruta buena. En efecto, todo árbol se
reconoce por su fruto" (Luc. 6, 43} Este principio tan sencillo es un criterio de
discernimiento espiritual que todos los carismáticos en su vida particular y en su
comunidad, en su grupo de oración, por lo menos deberían saber: ver, analizar ,cuales
son los frutos. No hay árbol bueno que de fruta mala.

Nos dice S. Pablo en la 19 a los Tesalonicenses (5, 19-21}: "No apaguen el Espíritu,
pero examínenlo todo y quédense Con lo bueno". ¡Qué principio tan hermoso! Es un
principio que vale oro. "No apaguen el Espíritu, pero examínenlo todo y quédense con
lo bueno". Claro que no vamos a apagar el Espíritu, que no vamos a prohibir el ejercicio
de los carismas, pero "examínenlo todo y quédense con lo bueno". Y cuando en su
grupo de oración alguien comienza a inventarse con ese afán de profecía, a veces hay
personas que tienen una facilidad poética muy grande y comienzan a hacer frases
bonitas y comienzan a decir algo con un tono como si fuera una profecía , pero la
asamblea se queda fría, vacía, y uno dice: "¡qué es lo que pasa, que cuando él tiene
profecía a mí como que me molesta!" ¿Te molesta? Pregunta al otro si le molesta
también, y pregunta al otro... y si a todo el mundo le molesta esa profecía..., hay que
verificarlo todo y quedarse con lo bueno!... El Espíritu Santo cuando habla a la
asamblea llega al corazón y el Espíritu Santo produce frutos buenos, no produce
malestar, no produce esa inconformidad que vemos a veces cuando algunas personas
comienzan a inventar... La falsificación es lo más peligroso en los carismas.

Y ¿cómo vamos a saber si un carisma es auténtico o no? Por los frutos. San Juan nos
dice en su primera epístola (4, 1): "No crean a todos los que se dicen inspirados.
Examinen los espíritus para ver si vienen de Dios". ¡Qué claro hablaba San Juan!: "No
crean a todos los que se dicen inspirados".

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Entonces, hay algunos criterios de discernimiento espiritual que nos van a ayudar a
examinarlo todo y a quedarnos con lo bueno.

El primer criterio nos lo da el Señor, es una pista excelente y sencilla: "No hay árbol
bueno que dé fruta mala, ni árbol malo que dé fruta buena. En efecto, todo árbol se
reconoce por sus frutos". y debemos saber nosotros si queremos caminar en la vida del
Espíritu, si pretendemos vivir en el Espíritu, por lo menos debemos conocer cuáles son
los frutos del Espíritu Santo, o mejor dicho, cuál es el fruto del Espíritu Santo. Pablo, en
la epístola a los Gálatas (5, 22) nos dice: " ... En cambio, el fruto del Espíritu es
AMOR". y después, Pablo sigue narrando más frutos que son como las ramas que salen
del tronco, del árbol. El amor es el tronco y las ramas que salen del tronco son: alegría,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" .

Tratemos de ver si lo que está pasando en nuestra asamblea o en nuestra vida produce
frutos buenos, si produce el fruto del Espíritu. Si lo que está pasando me da paz, me da
alegría, me da comprensión... O si lo que me está pasando me da orgullo, si me da
tristeza, si me da temor... Si lo que me está pasando no produce el fruto del Espíritu no
puede venir del Espíritu Santo, puede venir del espíritu humano, del mío, o puede venir
del espíritu maligno, pero no del Espíritu Santo. ¿Cuál es el fruto del Espíritu, entonces?
Ver, juzgar el árbol por sus frutos.

El segundo criterio es juzgar si la manifestación del Espíritu viene de acuerdo con el


mensaje de la Alianza, es decir, el Espíritu Santo nunca se contradice. Todo el
contenido de la Biblia, el mensaje de la Alianza, nos lo dio el Espíritu Santo del Señor,
y el Espíritu Santo HOY no puede venir a decir algo al pueblo de Dios que contradiga
aunque sea en una palabra el contenido de la Biblia, imposible, el Espíritu Santo no se
contradice. Tengo que ver, sea en la profecía o en el mensaje o en la palabra de
conocimiento que recibió una persona, si lo que me dice está de acuerdo con la Palabra
de Dios o no; y voy a ver si conozco o no un poco la Biblia, este es el primer
conocimiento que todos los carismáticos deberían buscar: conocer la Palabra de Dios,
leer la Biblia, meditarla, volverla a leer... Para saber qué es lo que nos ha dicho el
Espíritu Santo en la Biblia y ver si lo que nos está pasando está de acuerdo con la
Palabra de Dios o si en algo contradice la Palabra de Dios.

También, otro criterio es nuestra actitud con Jesucristo. Ustedes aquí no sé si tienen
sectas o no, como los testigos de Jehová, que dicen que Jesucristo fue un gran profeta
pero no es Hijo de Dios, como los mahometanos que tampoco aceptan que Jesucristo es
hijo de Dios... y sin embargo, nos dice Jesucristo en el Evangelio: "Yo soy el Camino,
nadie va al Padre sino por mí". Tenemos en Nueva York una nueva secta que nosotros
llamamos "los discípulos de Moon", los munistas, y ellos invocan a Dios Padre, invocan
al Espíritu Santo, pero dicen que Cristo fue un gran profeta que murió y que el Mesías
es Moon, ese surcoreano que vive en Nueva York, un multimillonario, que se divorció
varias veces, y ahora se declaró "el Mesías" y tiene muchos discípulos en América
latina y en Francia, en Europa... Ya son millones los discípulos de Moon... Entonces,
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ellos no aceptan a Jesucristo como Hijo de Dios, dicen que Jesucristo fue un gran
profeta, pero que Moon es el Mesías hoy. Y nos dice Jesucristo: "YO SOY EL
CAMINO, NADIE VA AL PADRE SINO POR MI". Nuestra actitud con Jesucristo nos
ayuda a discernir si la decisión que estamos tomando realmente viene del Espíritu Santo
o si puede ser impulsada por el espíritu de la mentira.

Una de las condiciones más importantes para el ejercicio del discernimiento


espiritual es un contacto constante y sincero con la Palabra de Dios. Y si un consejo
podemos darles a los hermanos de la Renovación es que se alimenten de la Palabra de
Dios, que la estudien, que traten de seguir alguna clase de orientación bíblica para
conocer más y más el contenido de la Revelación, para orientar sus propias vidas con
seguridad.

Otra condición para un discernimiento correcto es la oración. La oración nos pone en


condición de ventaja para buscar la voluntad de Dios. La persona que ora mucho claro
que va a recibir más orientación, más luz del Señor, que el otro que no se preocupa por
buscar la voluntad de Dios a través de la oración.

Y otra condición es la libertad de espíritu. Para el ejercicio de los carismas se necesita


mucha libertad de espíritu, y para discernir también. En algunos grupos carismáticos,
(no sé si aquí, hemos visto que sucede en nuestro país) personas que animaban grupos
de oración grandes y el dirigente o la dirigente no se atrevía a corregir a Fulana porque
daba profecías que todo el mundo sentía que no eran del Señor, pero como era una gran
señora profesora en la Universidad y que sabía mucho, no se atrevían a corregirla. Y eso
todo el mundo sentía que no era del Señor, y que le faltaba al dirigente libertad. No
podemos permitir que pase cualquier cosa si es Fulano quien lo dijo y no me atrevo a
decírselo "porque él estudió más que yo". Necesitamos libertad de espíritu para corregir
a los que se están equivocando y necesitamos libertad para nosotros ejercitar un
carisma. Porque si yo me preocupo mucho por lo que van a decir los otros y tal vez se
van a burlar de mí o me van a criticar, jamás voy a abrir la boca para dar una profecía...
Yo recuerdo lo que le pasó a un profesor de Universidad, de X, que recibió una noche
en una asamblea de oración donde había unas quinientas personas el don de profecía. Él
era un profesor en Orientación en la Universidad y él recibió la profecía pero no quería
abrir la boca, porque la profecía a él le parecía imposible dar lo que el Señor le estaba
dando, y la profecía comenzaba con estas palabras: "Yo soy el Señor". Y él pensaba: "Si
yo comienzo diciendo esto me van a decir que estoy loco", y él no quería abrir la boca.
Y fa profecía venía impulsada por el Espíritu y él con ese temor a lo que van a pensar
los demás, él no quería soltar la profecía. Total, él nervioso y estaba al final de la
asamblea de oración casi temblando, porque era una profecía impulsada con mucha
fuerza y él no la daba. Y al final, abrió la boca y comenzó la profecía que comenzaba
con esa palabra: "Yo soy el Señor" y era el Señor que nos hablaba, pero era una profecía
tan hermosa que él durante dos minutos habló con tanto poder y fuerza en la asamblea,
y al final había por lo menos veinticinco o treinta personas que estaban llorando en la
asamblea. Porque la palabra de Dios es operante en los que creen, es eficaz, y cuando
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una profecía es auténtica Palabra de Dios actúa y a veces sana corazones heridos,
corazones rotos. La Palabra de Dios actúa y a veces es tan fuerte que algunos la reciben
con una emoción muy fuerte y empiezan a llorar y lo que pasó en aquella ocasión es que
era una profecía de consuelo para muchas personas de la asamblea y tocó sus corazones
tan fuertemente que sentían eso que dicen los discípulos de Emaús: "Acaso nuestro
corazón no ardía cuando Él nos hablaba?"

Cuando es Palabra del Señor y llega al corazón, sucede a menudo que hay un fruto de
san ación interior o de arrepentimiento, un cambio de mentalidad... y por eso él, al dar la
profecía que venía del Señor, fue un instrumento para que el grupo cambiara. Pero si no
tiene libertad de espíritu y si no quiere abrir la boca y dar esa profecía que le da el
Espíritu del Señor ¿qué va a pasar? Es lo que dice San Pablo: "No apaguen el Espíritu".
Y en muchos sitios se apaga el Espíritu, en muchos países se apaga el Espíritu. Es decir,
que es posible recibir carismas del Espíritu y no ponerlos al servicio del pueblo de Dios.
Se apaga el Espíritu y da pena.

Yo conozco un grupo de oración que tenía carismas hermosos y donde el Señor se había
manifestado en sanaciones interiores, en sanaciones físicas, en profecía, en cantos en
lenguas, en mensajes... y resulta que un día nombraron en la parroquia a un sacerdote
muy intelectual y muy cerebral que no quería nada de esto, pero él iba a la asamblea de
oración porque siendo el Párroco se sentía como obligado a estar presente. y resulta que
como él no quería nada de esto y a la gente le decía que eran invenciones suyas, poco a
poco la gente fue dejando de profetiza, fueron dejando de cantar en lenguas, dejaron
incluso de orar por los enfermos, no daban palabras de ciencia para no ser burlados por
el párroco, y ya era una Hora Santa vieja la que había en la Iglesia, ya no había grupo de
Renovación Carismática porque estaban apagando al Espíritu y no había manifestación
alguna de esa presencia del Espíritu. Y da pena, hermanos, que con el pretexto de
juzgarlo todo algunos exageran y no permiten manifestaciones del Espíritu, y otros con
el deseo de dar mucha libertad a la asamblea dejan pasar todo y no ejercitan un
discernimiento correcto y entonces hay mucha falsificación. Y si nosotros no lo
cuidamos, las falsificaciones son capaces de hacer un daño grande a nuestras
comunidades carismáticas, tanto que si toleramos las falsificaciones sin decir nada, la
gente poco a poco se va a desilusionar y va a dejar de ir a la asamblea, va a dejar de
participar en las actividades de la comunidad y van a decir: "son una pandilla de locos",
porque cada uno hace lo que quiere y nadie tiene criterio para discernir, nadie está
frenando lo que no viene de Dios...

Yo recuerdo cuando estuvimos dando un Retiro en Nicaragua, encontramos ahí una


cosa muy helada, ellos no habían tenido la suerte de recibir retiros de la Renovación en
Managua, pero tenían grupos que habían comenzado y habían ido caminando a su
manera. Y entonces, hemos visto cómo una señora se daba la tarea de interpretar toda
una oración en lenguas; alguien estaba orando en lenguas, y ella estaba aliado
interpretando a su manera todo... Cuando sabemos que una oración en lenguas no se
interpreta, lo que se interpreta es el mensaje en lenguas. Pero la oración en lenguas no se
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interpreta. Cuando nos ponemos a orar en lenguas todo el mundo, no hay que buscar
interpretación, de verdad que no. Dice San Pablo que "el que ora en lenguas no habla a
los hombres, sino a Dios". Y en ese grupo de oración, cuando alguien oraba en lenguas,
ella "lo interpretaba", lo inventaba todo, porque no era ningún mensaje que se estaba
dando, estaban orando en lenguas... y tuvimos que corregirles esto. Pero, a través de sus
interpretaciones, ella había dicho que teníamos que pasar los tres días en Managua, que
no fuéramos a otro sitio donde habíamos quedado, sino que nos quedáramos en
Managua centralizándolo todo y lo "interpretaba" ella inventándolo después de una
oración en lenguas. Y la gente lo creía!... Y yo les dije: "Vamos a ver si el Señor tiene
razón, nosotros vamos a ir a la otra ciudad, y si el Señor no quiere nos lo impedirá, pero
llegamos a X y tuvimos tantas bendiciones que no tuvimos duda de que era la voluntad
de Dios que fuéramos allí. Y entonces, algunos se van porque dicen: "Es todo
demasiado complicado", y pierden una bendición grande que se está derramando en la
Iglesia. Los dirigentes debemos aprender a crecer en el discernimiento, a ver los frutos,
a juzgar lo que está pasando con los carismas, y si hay frutos bien, y si no es que no era
del Señor. Este principio tan sencillo hay que ejercitarlo.

Yo recuerdo que en mi parroquia había un catequista de unos veinte años de edad y


estaba fascinado con la Palabra de Ciencia, él encontraba eso fantástico. Cuando
comenzamos a anunciar alguna sanación en la asamblea de oración a él eso le encantaba
y quería recibir ese carisma. Y entonces, una noche en su grupo de oración, después de
orar por los enfermos comenzó a anunciar que uno se sanaba del hígado y otro se sanaba
del corazón y que otro se sanaba de mala circulación de la sangre... y la gente estaba
fascinada, y decía: "Ya tenemos a uno que tiene Palabra de Ciencia, ¡qué maravilloso!"
Y a la semana siguiente, al llegar a la asamblea de oración estaban deseosas de oír
testimonios y ¡NADA!, No se había sanado nadie, y comenzaron a dudar. Y entonces, él
de nuevo se atrevió a dar otras palabras de ciencia, inventándolas; él pensaba que con
decir que alguien se sanaba de cáncer se iban a sanar ¡imagínense! Tuvimos que ir al
grupo de oración porque ya se estaba destruyendo y decirle: "¡Cállate, tú no tienes
derecho a dejar a Dios como mentiroso! ¡Lo que tú estás diciendo no viene del
Espíritu!".

¿Cómo vamos a saber si viene del Espíritu o no? Por los testimonios, en un caso así, por
los frutos. Si no hay fruto, díganle a la persona: ¡Cállate, que el Señor no habla
mentiras! El Señor no va a anunciar una cosa y no hacer nada! Y es muy difícil en
nuestros grupos de oración crecer si no ponemos un poco de disciplina con estos
principios sencillos, "juzgadlo todo y quedarse con lo bueno". Eso es sencillo, ¿verdad?
Pero hay que hacerlo.

Entonces, el discernimiento natural - como les dije- es el sentido común. Eso lo tiene
todo el mundo que tiene una inteligencia normal, que no está enfermo. Pero puede un
ser humano no tener sentido común; hay personas que enferman y pierden "el norte" y
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ya no tienen sentido común y no podemos fiarnos de lo que dicen... Yo recuerdo que en
un manicomio en X, había una sala donde estaban trabajando los locos, porque no
estaban tan mal como para no trabajar, podían hacer algo. Y estaban en una sala dos
locos pintando, y uno de ellos estaba en una escalera pintando una pared y el otro estaba
abajo sujetando la escalera. Iban trabajando muy bien, pero llegó un momento en que el
de abajo le dijo al loco de arriba: "agárrate de la brocha, que yo voy a cambiar la
escalera". Entonces, ¿qué le faltaba? Le faltaba discernimiento natural, ¡ustedes se
imaginan!... El discernimiento natural lo tiene todo ser humano normal, si no está
enfermo.

El discernimiento doctrinal lo podemos adquirir poco a poco, a través del estudio de la


Palabra de Dios, a través de la reflexión, juzgando el árbol por sus frutos... Eso es lo que
nosotros debemos buscar. Y no juzgar como para criticar, como para levantar chismes y
sembrar discordia, sino para ser buenos pastores del rebaño. Debemos tomar nuestras
responsabilidades pastorales en la comunidad, en el grupo, en nuestra vida también,
aprender a juzgar por los frutos. Si la decisión que estoy tomando me está causando
gozo, alegría, si me da paz... puede ser que esa decisión la esté tomando realmente
inspirado por el Espíritu del Señor. Pero si lo que estoy haciendo me produce tristeza,
amargura...; si tomo una decisión y me sale muy mal, tal vez esa decisión no es lo que el
Señor quería, hay que ver los frutos.

Y nosotros tenemos que estudiar un poquito también el discernimiento carismático,


porque es uno de los carismas que se está renovando en la Iglesia de hoy. Y el
discernimiento carismático es algo tan nuevo que un gran especialista en cuestiones de
discernimiento, que vino de España a Santo Domingo, un sacerdote de mucha fama que
fue a Santo Domingo a dar conferencias a los religiosos de muchas Congregaciones,
sobre la vida espiritual y el discernimiento, ni mencionó el discernimiento carismático,
porque parece que él estudió mucho el discernimiento doctrinal pero el discernimiento
carismático es algo que se está renovando ahora en la Iglesia. Es uno de los carismas
que el Espíritu nos está regalando, que está renovando a la Iglesia, y algunos ni lo
mencionan, como que no han vivido esa experiencia todavía. Pero, créanlo, es una
realidad.

Sin embargo, el discernimiento carismático siempre debe que estar sometido a un


discernimiento doctrinal. En el sentido de que aunque el Espíritu te dé un
discernimiento bien claro que te llena la mente, un discernimiento sobre una realidad
que pasa, tú vas a ver si es realmente del Espíritu o no, juzgando por los frutos. Si no, tú
no puedes tener seguridad de si fue tu imaginación o si fue el Espíritu que te impulsó a
tomar esa decisión.

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SANACIÓN POR CONTREMPLACIÓN Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo

"Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias. Orad al mismo
tiempo también por nosotros para que Dios nos abra una puerta a la Palabra y podamos
anunciar el misterio de Cristo por cuya causa estoy encarcelado para darlo a conocer
anunciándolo como debo hacerlo. Portaos prudentemente con los de fuera,
aprovechando bien el tiempo presente, que vuestra conversación sea siempre amena,
salpicada con sal, sabiendo responder a cada cual como conviene. (Col)

De nuevo, Jesús, al creer en tu presencia amorosa te damos gracias por todo el amor que
nos tienes. Con tu gracia creemos más que nunca en tu amor, por eso nos abrimos a tu
acción, Señor, en este momento. Tú eres el Maestro, eres el Salvador, eres el Señor, eres
el Amado, comunícanos tu mensaje, Señor, en este momento, pon tus palabras en mis
labios, Señor, como se lo prometiste a Moisés, comunica tu mensaje, Señor. Tú que
sabes las necesidades de todos, dinos la palabra que necesitamos, Señor. Imploramos la
protección de María. Derrama tu espíritu de oración sobre todos nosotros en esta tarde,
Señor, que descubramos con su luz la riqueza del encuentro contigo, Señor. Gracias,
Señor.

El tema de las reflexiones de este día ha sido "Sanados por la oración", "La oración,
encuentro con el Señor que sana". Recuerden que el enfoque que desde el principio se
hizo fue el siguiente: Estamos enfermos por el desamor, porque no amamos al Señor
con todo nuestro corazón, porque hemos pecado mucho y todo pecado es contra el
amor. Estamos enfermos porque no nos amamos, nos rechazamos, no nos aceptamos.
Estamos heridos porque no hemos recibido de los demás todo el amor que necesitamos
y esperamos, y porque no hemos dado a los demás todo el amor que ellos esperaban de
nosotros.

Y un punto que mencionaremos de paso en esta reflexión es que estamos enfermos


también porque no hemos amado a la naturaleza como el Señor quiere que la amemos,
porque no la hemos mirado Con los ojos amorosos de Dios que la creó por amor. En una
palabra, porque nos ha faltado tanto amor, por eso estamos tan heridos.

Y la única sanación posible es la experiencia del amor, recibir de Dios que es Amor
todo el amor que nos ha faltado, para recibir la sanación de ese vacío. Estas reflexiones
culminan ahora Con la sanación por medio de la contemplación infusa. Es esta
contemplación el gran canal del amor de Dios y es entonces el gran medio para crecer
en sanación interior .

Esta semana dimos la definición que sobre contemplación trae S. Gregorio, una
definición que agradaba mucho a Maritain, él la trae en el libro "El campesino del
Garona", cuando hace una reflexión muy interesante sobre la contemplación infusa.
"Contemplativos son aquellos que experimentan el peso del amor de Dios". En la
medida en que la persona avanza en la contemplación infusa recibe el peso del amor de
Dios. La contemplación infusa es una etapa en la cual la persona es más pasiva que
122
antes, su actividad consiste en abrirse con humildad y confianza a la acción amorosa de
Dios. Su actividad consiste en decirle "Sí" al amor del Señor. Antes, la oración era más
activa por parte de la persona, en la reflexión, en la oración afectiva. En aquellas etapas
previas a ésta, la actividad era de la persona bajo la acción del Espíritu se entiende, pero
cuando comienza la etapa de la contemplación va primando la acción del Espíritu y
cuanto más intensa sea la contemplación menor es la actividad de la persona.

Por eso, alguien definió muy hermosamente la contemplación diciendo que:


"Contemplativos son aquellos que son como un cauce que es recorrido, inundado , por
el río del amor de Dios". El cauce no hace sino recibir esa agua que corre sobre él. Es el
lecho sobre el cual corre el torrente de aguas. Es una descripción bastante buena porque
el lecho es pasivo, él no pone nada sino recepción. El río es el que se mueve, el que
pasa; el río es el que fecunda orillas, el que da vida, el río lo recibe, el cauce lo recibe.
Es el lecho que recibe y deja pasar esa agua.

Cuando se habla de contemplación infusa, la gente cree por lo general que es una etapa
reservada a la oración de los santos y que un seglar o cualquiera de nosotros no tiene
por qué pensar en la contemplación porque es algo tan grande que no es para nosotros.
El P. Garigu Lagrange, el gran dominico que escribió muchas obras sobre todo esa "las
tres edades de la vida interior", fue el gran defensor de una doctrina que tiene Santo
Tomás y que es la verdadera, cómo la contemplación era el plan de Dios para todos los
cristianos. La razón que expone él es clarísima: la vocación al cristianismo es ya la
vocación a la visión beatífica. El Bautismo es la gracia de adopción, de inserción en la
vida divina en el Cuerpo Místico, que debe terminar en la visión facial de Dios, en la
posesión de Dios, en la visión beatífica. Podría decirse que la contemplación infusa es
una etapa ANTERIOR a la visión beatífica, luego si estamos llamados a "lo más",
estamos llamados a "lo menos", Si todo cristiano está llamado a contemplar cara a cara
el rostro de Dios en la visión beatífica después de la muerte, pues con mayor razón está
llamado ya a ser contemplativo ahora.

Y hay una realidad que yo estoy descubriendo todos los días. La Renovación espiritual
Carismática está llenando a la Iglesia de contemplativos. Y la Renovación Carismática
está acortando las vías y etapas que llevan a la contemplación infusa. Yo creo que una
de las grandes necesidades de la Iglesia en todas las épocas ha sido la de tener
contemplativos, y uno de los problemas en los años que pasaron fue ése, cómo el
desprecio que hubo por la oración fue empobreciendo a la Iglesia en cuanto a
contemplativos.

Contemplativos no son los que están en un convento, ¡ojalá!, Tendríamos entonces


millares. Contemplativos son los que, en un convento o fuera de él, se abren a la acción
del Espíritu y experimentan como don de Dios el peso de su amor. La Renovación
espiritual Carismática es esencialmente el encuentro personal y amoroso con Cristo, no
olviden esto. Este encuentro personal y amoroso con Cristo permite a la persona
experimentar, a veces desde el principio, el amor del Señor y cuando la persona es fiel a
123
la acción del Espíritu y va dejando que Él la depure, que Él la vaya santificando, pronto
esa persona llega a disfrutar de una manera permanente de esa comunicación del
Espíritu.

Hay que distinguir dos cosas. Cuando una persona recibe, por ejemplo, el Bautismo en
el Espíritu y experimenta aquel gozo que es tan grande, contagioso, cuando esa persona
vive la realidad del primer Pentecostés... Ustedes recuerdan que cuando los apóstoles
recibieron la Efusión del Espíritu empezaron a pregonar las maravillas de Dios y
experimentaron tanta alegría que no pudieron reprimirla, tuvieron que manifestarla y
dieron la sensación de estar borrachos; muchos se burlaron de ellos, "están borrachos",
y ustedes recuerdan que S. Pedro tuvo que empezar su discurso defendiéndolos de ese
cargo y defendiéndose de ese cargo. "Es muy temprano - dice - para estar borrachos".
¿Cuál era la embriaguez que tenían ellos? La embriaguez del Espíritu, por eso escribirá
S. Pablo: "No os embriaguéis con vino donde está la lujuria, embriagáos con el Espíritu
Santo".

Hay muchas personas que tienen un acto o un momento de contemplación infusa en la


Efusión o Bautismo en el Espíritu. Pero una cosa es ese momento y otra cosa es entrar
en el "estado de contemplación infusa". "Estado" es algo permanente, de la palabra
"estar", no es algo transitorio sino algo que perdura. Pero estas personas que tienen un
momento intenso de contemplación en un Bautismo en el Espíritu y de veras se entrega
al Señor y se deja conducir por el Espíritu, llega a veces muy pronto a la contemplación.
Y es que no deja de causar a veces pues fastidio y hasta envidia a muchas personas
consagradas, cuando ellas descubren que hay una persona que incluso estaba mal, se
entrega al Señor y pronto resulta con una oración bien intensa; y esa persona consagrada
después de muchos años está peor que antes, dice: "pero ¿cómo puede ser esto?", es una
mentira, y empieza a buscar explicaciones para negar la realidad de la obra del Señor en
esa persona.

El Señor, ya lo hemos dicho tantas veces estos días, no se detiene frente a ninguna
miseria, a Él no lo detiene ni el pecado nuestro, porque Él se hizo pecado por nosotros.
La maravilla del amor de Jesús es que se hizo pecado por nosotros, como dice S. Pablo.
Por eso, no lo detiene ningún pecado. El pecador más grande del mundo cuando se abre
a la misericordia del Señor se ve libre de todo pecado en ese momento. Él es el Cordero
de Dios, Jesús, que quita el pecado del mundo. Lo único que pide Jesús es que se le
permita entrar, lavar, purificar. No conocemos a Jesús mientras no conozcamos su amor
al pecador.

Hoy, como en todas las épocas de la Iglesia, encontramos a personas que vienen de muy
hondo, de abismos de pecado, pero que encuentran la mano salvadora de Jesús, se dejan
purificar por su Sangre, reciben de Él la Efusión del Espíritu y pronto llegan a
experimentar: primero actualmente, y luego de una manera permanente, el peso del
amor de Dios.

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Cuando hablamos de "estado de contemplación" no queremos decir que la persona pase
todo el día y toda la noche en contemplación infusa, no, sino que es frecuente en su vida
la experiencia de ese peso del amor de Dios; habrá días en que no lo tenga, pero ya no
es algo transitorio, sino algo de suyo permanente que empieza a repetirse y a
intensificarse, según el plan del Señor primero y también de acuerdo con la apertura y
colaboración de la persona.

Vemos otras definiciones de contemplativos, para que comprendamos mejor lo que se


está diciendo. " Contemplativos, dice una mujer americana que no es religiosa, pero que
fue feliz en una definición de la contemplación, son aquellos en quienes ora el Espíritu
Santo". Para mí es una definición maravillosa. Contemplativos son aquellos en quienes
ora el Espíritu Santo.

Esta definición está de acuerdo con el texto de S. Pablo, en el capítulo octavo de la carta
a los Romanos, dice: "El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no
sabemos orar como conviene y Él ora en nosotros con gemidos inenarrables y el que
escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu porque ora según Dios" . Hay
que explicar estas palabras, no es que el Espíritu Santo ore, porque el Espíritu Santo es
Dios; Él lo que hace es poner la oración en la persona. Cuando S. Pablo dice que el
Espíritu Santo ora en nosotros lo que quiere decir es que el Espíritu pone la oración en
nosotros. Entonces, contemplativo es aquel que recibe la oración que pone el Espíritu. O
sea, usando el mismo lenguaje de S. Pablo, aquel en quien ora el Espíritu. Es la misma
idea anterior. La persona no tiene sino debilidad, impotencia, miseria, es ellecho seco de
un río, pero puede recibir, si se abre libremente, esa comunicación del Espíritu Santo.

El agente de la contemplación es el Espíritu Santo, no olviden esto. Toda gracia tiene un


autor: el Espíritu Santo. Tiene una causa: la Pasión y Muerte del Señor, pero el que
comunica toda la santidad es el Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, decimos en - el
Símbolo, Él es el Santificador. Todo lo que recibimos en el área de la gracia viene del
Espíritu Santo y en el área de la gracia ocupa un lugar ya muy alto la contemplación
infusa, luego es una ACCION ESPECIAL DEL ESPIRITU SANTO.

Pensar entonces en contemplación infusa sin apertura total a la acción del Espíritu Santo
es pensar en lo imposible. Aquellas personas que no han descubierto todavía la acción
del Espíritu, que creen que es una novedad el Espíritu Santo, que no van a recibir estas
comunicaciones... Hay que recibir primero a la Persona, para luego recibir lo que esa
Persona comunica. Si yo no le abro la puerta del corazón al Espíritu Santo y no le invito
a entrar allí, Él no va a actuar en mí. Y no va a actuar en mí en esta área maravillosa de
la contemplación. Él seguirá, claro, dando gracias y haciendo llamamientos, pero esa
acción maravillosa de la transformación, del cambio, de la nueva creación, exige mi
apertura total. Recuerden las palabras del Apocalipsis: "Estoy a la puerta y llamo, si
alguno me abre, entraré, cenaré con él y él conmigo". Es el gran caballero que no entra
por una puerta falsa, que no va a tumbar una cerradura, toca gentilmente y espera, pero

125
si no se le abre allí permanece. El perjuicio no es para Él, el perjuicio es para nosotros
que vamos a permanecer con nuestra miseria sin esa comunicación del amor del Señor.

Si "contemplativos son aquellos en quienes ora el Espíritu", nosotros necesitamos


abrirnos con toda generosidad y con toda alegría a la acción del Espíritu y darle libertad
por parte nuestra para que Él corte, quite, destruya todo obstáculo que impida la
recepción de ese fuego divino.

El Señor no va a compartir su amor, lo hemos visto también, con ningún ídolo. Si de


veras queremos disfrutar de esta gracia de la contemplación, tenemos que destruir todo
ídolo que nos muestre el Espíritu del Señor, tenemos que darle a Él carta en blanco para
que ordene lo que quiera. Estar de veras abiertos a su Voz, a su acción y dejar que Él
actúe según sus planes. El Espíritu del Señor es amor, pero no olviden que el amor es
siempre exigente y mientras más grande es el amor más exigente es. Pero la exigencia
del amor del Señor que es muy grande tiene esta ventaja para nosotros y es que nos da la
gracia para darle lo que nos pida. Él sabe que nada podemos por nuestras propias
fuerzas, "conoce el barro del que hemos sido hechos", nos dice la Palabra de Dios, "Él
nos da el QUERER y el HACER", nos dice S. Pablo, Él nos pide algo y nos da la gracia
para dárselo; nos exige, pero nos da la gracia para realizar lo que nos exige. Lo que Él
pide es apertura, humildad, pobreza de parte nuestra. Nunca digan: "yo voy a superar tal
defecto", van a perder el tiempo, pueden tener la mejor intención, pueden tener la
voluntad más firme, pero van a encontrar al momento la debilidad que todos tenemos.
La gran fortaleza nuestra, precisamente, está en la debilidad. Aquel que se siente débil,
que sabe que no puede ni edificar ni conservar la ciudad sin la gracia del Señor, no
cuenta con él, cuenta con el amor del Señor. Aquel que se siente débil y pobre huye del
peligro, no se expone, porque sabe que caerá. Aquel que se siente pobre y débil acude al
Señor, pide, los pobres son los que piden y ellos son los que reciben.

En la medida en que nosotros, por la bondad del Señor, entremos en la contemplación


infusa, en la medida en que seamos el lecho recorrido por el Amor, en la medida en que
sea el Espíritu el que ore y ame en nosotros, en la medida en que nosotros poseamos ese
amor del Señor, en esa medida nos iremos sanando. Sana el Amor porque las heridas
que hay en nosotros son desamor. Y cuando la persona experimenta más amor del Señor
es cuando entra en la etapa de contemplación infusa. Ya no se trata de experiencias
transitorias del amor de Dios en un día de profesión, al final de determinados Retiros,
sino que es ya lo habitual en ella, va recibiendo y recibiendo comunicaciones del amor
del Señor y cada día se va sanando más.

El Señor quiere que nosotros deseemos sus regalos y quiere que se los pidamos. "Pedid
y se os dará, buscad y hallaréis, tocad y se os abrirán. Él lo da todo generosamente, pero
Él quiere dos cosas: deseo de recibir su don y luego gratitud por haber recibido su don.
Hay que unir las dos cosas, S. Pablo lo dice: "Que vuestras peticiones estén
acompañadas de acciones de gracias".
126
Yo tengo que anhelar este don de la contemplación si de veras lo aprecio y debo pedirlo
con humildad al Señor. Pedirlo con humildad porque no es un don para los santos, sino
para que seamos santos. La contemplación nos irá santificando cada día más porque nos
va uniendo cada vez más con el Señor. Apreciar el don, pedirlo con acciones de gracias.

Si alguien debe ser agradecido ha de ser el contemplativo porque sabe que la


contemplación es ante todo la acción amorosa del Espíritu. Él no hace sino recibir, él es
la NADA que recibe el TODO, el carbón negro que recibe el calor del fuego, el lecho
seco que recibe el río de aguas vivas. Entonces, no puede sino agradecer, bendecir,
alabar, porque va a ser ante todo alabanza y acciones de gracias; porque vamos a ver
hasta dónde nos amó el Señor.

Ustedes ven cómo en la Renovación espiritual Carismática va prevaleciendo la alabanza


en los grupos de oración y en la oración personal, porque las personas van descubriendo
en la Renovación la acción amorosa del Señor y van admirando esa acción amorosa; y
la admiración crea la alabanza, produce la alabanza, alaban los labios de los
agradecidos, alaban los labios de los que son felices por el don que han recibido. María
alaba, Jesús alaba, todos los que reciben la plenitud del Espíritu alaban. Hay que
empezar desde ahora a crecer con la gracia del Señor en la alabanza, porque la alabanza
agrada de una manera especial al Señor .

Unas cortas palabras acerca de la contemplación de la naturaleza, mejor de la


contemplación del rostro de Dios en la naturaleza, de la contemplación del amor de
Dios en la naturaleza.

El contemplativo que va recibiendo el peso del amor de Dios recibe los dones del
Espíritu Santo y uno de ellos es el don de Sabiduría, por medio del cual va saboreando
cada vez más intensamente el amor de Dios. Y recibe el don de Entendimiento que le
permite ver con mayor claridad toda la riqueza de Dios, la riqueza de su revelación, lo
que él nos ha manifestado. Y recibe el don de Ciencia que perfecciona la virtud de la
Esperanza, por medio del cual nosotros aprendemos a descubrir el rostro de Dios en
toda la Creación.

El contemplativo descubre y saborea a Dios en toda la Creación. Primero, en su


persona. La persona toda llega a ser admirable porque va descubriendo en ella el ser
humano la maravilla del amor, de la sabiduría, del poder del Señor. Y empieza a
descubrirlo en los hermanos. Cuando no somos contemplativos, generalmente tenemos
una visión muy negativa y muy pobre, encontramos defectos en todos, ¿por qué? porque
estamos llenos de resentimientos con nosotros. Cuando ustedes sientan fastidio por algo
de otro, ojalá tengan la Sabiduría de reconocer "eso es lo que yo estoy rechazando en mi
interior y por eso me fastidia tanto en los demás". Cuando se vaya sanando la persona
de todo aquello y se vaya amando, mirará con más amor a los demás, irá participando
del amor de Dios que ama a todos y "hace salir el sol sobre justos y pecadores". No ama
el pecado, pero ama siempre al pecador .

127
Y ese amor se va extendiendo a toda la naturaleza: a una flor, al agua, al aire, a la
estrella..., a toda la Creación. Y todo se convierte progresivamente en una especie de
sacramento, a través del cual la persona va comulgando a Dios, va recibiendo
comunicación del amor de Dios. Aquella persona que está en oración cuando dialoga
con el Señor frente a un sagrario o en la soledad de su habitación y demás, sale a un
campo un día de paseo y continúa gozando con la manifestación del amor de Dios. De
S. Ignacio de Loyola se cuenta que cuando estaba ya anciano recorría el jardín y con su
bastoncillo se detenía y le decía a una flor: "Cállate, que sé lo que quieres decirme, que
ame a mi Dios", y empezaba a llorar. ¿Recuerdan ustedes en la vida de Sta. Teresita,
estaba ya enferma con su tuberculosis muy grave y un día la sacan al jardín y de pronto
comienza a llorar y la hermana se acerca y le dice: " ¿ Tiene mucho dolor?" y le
contesta: "No, mis lágrimas son de ternura, estaba mirando a una gallina que cobijaba a
sus polluelos y recordaba las palabras del Señor". En esa gallina estaba viendo la
manifestación del amor de Dios hacia ella y se sintió conmovida hasta las lágrimas al
descubrir en esa gallina que cobijaba a los polluelos el amor de su Señor y se sintió
entonces cobijada por el amor del Señor .

Cuando nosotros herimos la naturaleza, la tratamos mal, estamos manifestando el


resentimiento que tenemos con nosotros mismos. ¡Cuántas veces cuando uno se tropieza
le da golpes a la piedra y quiere volverla añicos! Eso le pasa a uno de niño y a veces
hasta cuando crece... Está manifestando un resentimiento que tiene en su interior con
algo que nada tiene que ver con nosotros. Nos tropezamos porque nos falta mirar mejor,
poner mayor atención, ¡la pobre piedra qué culpa va a tener! Somos nosotros los
causantes de todo esto.

Los poetas a veces dicen cosas muy sabias, y un poeta dice que cuando herimos una
rosa se estremece una estrella. Y yo creo que al contrario, cuando amamos a una rosa se
alegra una estrella, y sobre todo se alegra el Señor. Cuando nosotros mostramos amor a
cualquier criatura, el Señor se complace, porque Él ama a esa criatura y porque ve que
entonces nosotros nos estamos asemejando un poco a Él, estamos empezando y
aprendiendo a amar lo que él ama. Porque todo lo que el Señor ha hecho lo ha hecho por
amor. Y recuerden lo que dice el Génesis: "Vio que todo era bueno". Es una frase para
significar que amó todo lo que hizo, porque Dios ama todo lo bueno, y si vio que todo
era bueno pues lo amó a todo y todo es tan bueno porque es fruto, hechura del amor de
Dios, nada ha hecho Dios que no lo haya hecho por amor . Y por eso, todo lo del Señor
es bueno, lo único malo es lo que no ha hecho Dios, el pecado. Por eso Dios nunca
amará el pecado, porque el pecado no es obra suya, pero amará siempre al pecador
porque es obra suya.

Yo creo que nosotros tenemos una doctrina que el Señor en su bondad nos ha
comunicado para descubrir dos realidades:

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1ª. La realidad de nuestras heridas interiores. Todos llevamos un corazón herido, por eso
Jesús vino, recibió la unción de su Espíritu y fue enviado "para sanar los corazones
heridos". Y todo lo que nosotros profundicemos en este campo será benéfico, nos
servirá y servirá a muchos.

2ª La otra realidad es que, si esas heridas han sido causadas por el desamor, tienen su
sanación en el Amor .

Estamos viviendo una hora maravillosa, la hora del Espíritu. Esta Renovación espiritual
que es despreciada por muchos, incluso combatida, es según Pablo VI "una gracia para
la Iglesia y para el mundo". Él dijo con toda sabiduría que "para un mundo cada vez
más secularizado nada tan necesario como esta Renovación que el Espíritu del Señor
está suscitando en los medios y ambientes más diversos". y después de afirmar que es
una gracia para la Iglesia y para el mundo dice: "Y entonces, ¿cómo no promoverla por
todos los medios posibles?" Cuando alguien diga que qué piensa la Santa Sede pues
díganlo, si ya lo ha dicho tantas veces, lo que pasa es que cuando no se quiere oír no se
oye. Si queremos doctrina pontificia la tenemos clarísima también. Ya sabemos todo lo
que ha dicho Juan Pablo II de la acción del Espíritu, las maravillas que dijo en Puebla,
las que nos dijo a nosotros en el Encuentro que tuvimos con él, las que dirá en el futuro,
porque todo hombre de Dios tiene que apreciar la acción del Espíritu y ser un
convencido de que sin la fuerza del Espíritu no podemos nada y que este mundo actual
necesita como nunca el dinamismo del Espíritu, nos lo dijo Juan Pablo II ahora.

Yo espero que ustedes, al volver a sus casas, no se dejen después desconcertar ni


desanimar porque oigan cualquier crítica o cualquier burla, que tengan la personalidad
suficiente para ser fieles al Señor. Si ustedes descubren dónde está el Señor y cómo obra
el Señor, pues deben actuar de acuerdo con esa gracia recibida. Aquellas personas
"veletas" que un día se animan y que después, porque oyen cualquier frase, se
desaniman pues no van a ninguna parte. "El Reino de los cielos padece violencia,
solamente los que hacen violencia lo arrebatan". Hay que arrebatar el Reino, hay que
sacrificar muchas cosas por el Reino, hay que morir para vivir en el Reino, hay que
dejarnos despojar, llegar a la pobreza para recibir la riqueza del Espíritu. Preparémonos
con mucho fervor para que en esta Eucaristía recibamos más efusión del Señor y
experimentemos más intensamente su amor.

Por todo lo que nos has dado y vas a darnos, gracias Señor.

129
LA ORACIÓN DE INTERCESIÓN Por Patti G. MANSFIELD

Si me preguntaran a mí qué es lo que más me gustaría hacer para ayudar a la Iglesia,


diría que la intercesión. No sería viajar por todo el mundo y hablar en convenciones y
en iglesias. Tampoco sería escribir libros. Sería hacer intercesión porque este don de la
oración de intercesión tiene que ser la base de todo lo que hacemos por la Iglesia. Lo
precioso de este don es que está abierto a todo el mundo.

En nuestra preciosa Iglesia Católica tenemos personas especialmente llamadas a la


intercesión. Son los hombres y mujeres que viven en las clausuras de los conventos,
donde interceden por el mundo. Y el mundo no podría sobrevivir sin ellos. Todo el
pueblo de Dios comparte esta llamada a la intercesión.

Una vez presentaron a la Madre Teresa de Calcuta como la mujer más poderosa de todo
el mundo. Cuando habla ella, todo el mundo la escucha. Cuando fue a Estados Unidos
habló delante del Presidente, que es favorable al aborto. Y esta mujer tan pequeña y, sin
embargo, tan fuerte, habló a este hombre sobre la santidad de la vida. Es una mujer muy
influyente pero ¿cuál es la fuente de su poder? Sabéis la respuesta... La fuente de su
poder es Jesús. ¿Cómo recibe ella este poder de Jesús y lo pone en práctica? Lo recibe
en la oración. Por eso insiste ella tanto a sus hermanas, las Misioneras de la Caridad,
que pasen un tiempo todos los días, en oración con Jesús, para acercarse a Él y estar en
unión con Él.

Una de las razones de la oración es la unidad con Dios. Pero también hay otra razón:
hacer intercesión por nuestros hermanos y hermanas. Dios nos ha elegido para salvarnos
no solamente como individuos, sino como pueblo. Y si su gracia ha entrado en nuestras
vidas, no es solo para que la disfrutemos nosotros, es para que, a través de nosotros, Él
pueda llegar a toda la gente que necesita conocerle. Por eso, cada persona que conoce a
Jesús es un misionero y un intercesor. Cuando tú te aproximas a las demás personas, ves
las grandes necesidades de cada una, como sucede con las personas que están en el
ministerio de Prisiones, que ven las grandes necesidades de los presos y ¿qué pueden
hacer ante tantas personas y tan grandes necesidades? Lo primero y más necesario es
atraer a esta gente a Jesús. Eso es intercesión. Llevar esas personas a Jesús es testimonio
y servicio.

Aunque nosotros tuviéramos todas las necesidades cubiertas, aunque fuera todo
maravilloso en nuestra familia, aunque estuviésemos sanos y fuéramos libres, aún así,
Dios nos seguiría llamando para que hiciéramos intercesión. Porque la persona que abre
su corazón a Dios, la persona que siente el amor de Dios a ella, sentirá más
profundamente las necesidades de las demás personas. Así, cuanto más crezcamos en el
amor de Dios, más intercesión querremos hacer.

LOS INTERCESORES MÁS PODEROSOS

130
Sabemos, a través de las Escrituras, que los intercesores más poderosos eran los mejores
amigos de Dios. Los que le conocían tal como es. Quiero que conozcáis esto muy
fuertemente. Para ser intercesor hay que conocer realmente a Dios, como él es y no
como lo imaginamos. Si tú crees que Dios es inmenso, que está allá en lo alto, que es un
juez y puede traerte un mal, te acercarás a él con gran miedo y angustia, como si
tuvieras que forzarle, retorcerle el brazo para que haga lo bueno que tú quieres que
haga. Pero si conoces a Dios tal como es, si eres amigo suyo, entonces te acercarás a él
sabiendo lo bueno que es, su gran misericordia para con nosotros. Está esperando para
demostrarnos esa misericordia.

En vuestro tiempo de oración leed el salmo 103: "Bendice a Yahveh, alma mía, del
fondo de mi ser, su santo nombre... Manifestó sus caminos a Moisés, a los hijos de
Israel sus hazañas. Clemente y compasivo es el Señor, tardo a la cólera y lleno de
amor".

MOISÉS

En el Antiguo Testamento, al leer la historia de Moisés, vemos que cuando los israelitas
estaban luchando, mientras él mantenía sus brazos en alto vencían. ¿Qué estaba
haciendo? Como amigo de Dios estaba haciendo intercesión. Cuando comenzó a
cansarse y caían sus manos, el pueblo era derrotado por el enemigo. Entonces, al ver
que era tan importante su intercesión, le dieron una roca para que se sentase y Aarón por
un lado y Jur por otro, le sostenían las manos para que no se le cayeran (Ex 17,8 ss).

Dios está buscando hombres y mujeres en todo el mundo, ansiosos de ser como Moisés,
ansiosos de mantener sus brazos en alto, intercediendo por el pueblo. Que no los venza
el cansancio y el aburrimiento y que no dejen que sus manos se caigan, sino que sigan
haciendo intercesión. Y hasta procuren que otras personas vengan a ayudarles a hacer
intercesión.

¿No veis que es una gran ayuda cuando decís a vuestros hermanos: ayudadme y rezad
por esta intención? Tú, sé como Aarón y Jur para mí. ¡Por favor! ayudadme a mantener
mis brazos en alto por esta intención hasta que el Señor responda. Casi todos nos
cansamos, sobre todo con esas intenciones que tenemos más cerca de nuestro corazón.
Nos cuesta mucho comprender por qué el Señor tarda tanto en responder. El no se
retrasa voluntariamente, porque es siempre bueno y amoroso. Su tiempo siempre es
perfecto. Pero, a veces, es necesario que ocurra algo en lo profundo de nuestro ser,
mientras esperamos su respuesta. Y la gente por la que estamos rezando también
necesita que ocurra algo en ella. Y... va pasando el tiempo para que eso suceda.

Cuando pensamos que el Señor se está retrasando demasiado, El sabe lo que está
haciendo. Su sabiduría es infinita.

He llegado a comprender que no quiere hacer una cosa pequeñita. Como es Dios,
siempre quiere hacer grandes cosas. Quiere responder a nuestra oración que, a menudo,

131
es muy limitada. Quiere hacer una cosa mayor y quiere traer más gracias a más y más
gente. Cuando en una familia alguien está rezando por la sanación de una persona
amada, empiezan a pedir a los amigos, hermanos, primos..., a toda la gente que haya su
alrededor. ¡Por favor! intercede por esta persona. Y cuanto más gente entre en esta
intercesión, más gente habrá con su corazón dilatado por el amor. Es como cuando se ve
a un niño pequeño que está sufriendo. Con frecuencia, el Señor está dando gracias a
todos los que están intercediendo por esa persona, por ese niño. La gracia de la
paciencia en el propio sufrimiento, de admiración por la paciencia que tienen los padres
o los familiares del enfermo. En ese tiempo de intercesión ¿no une el Señor a tantas
familias que estaban disgregadas? Porque en ese momento las cosas que antes desunían
a la familia, ya no son importantes. Si había dos mujeres que antes discutían por unas
porcelanas, eso ya no tiene importancia. Es como cuando todos se unen al ver una
persona muriendo.

Como veis, cuanto más gente se acerca a la intercesión, más actúa Dios y
probablemente, se producirá una sanación muchísimo mayor que esa pequeñita que
teníamos en nuestra mente. Además, cuando la respuesta a nuestra oración llega, todas
esas personas pueden dar gracias a Dios.

ESTER, IMAGEN DE MARÍA

Me encanta la imagen de Ester que vemos en el Antiguo Testamento. Conocemos la


historia. Amán quería destruir a los judíos, cautivos de los persas, porque Mardoqueo,
fiel a sus creencias, no quería postrarse ante él, y Ester, la sobrina de Mardoqueo, había
sido elegida por el rey Asuero, que la coronó como esposa.

Mardoqueo acudió a su sobrina y le pidió que intercediera por el pueblo de Israel. Ester
podía perder su vida si entraba en la presencia del rey sin que él la hubiera llamado.
Pero por el amor que tenía a su pueblo, estaba decidida a perder su vida. Hizo lo que
hacen todos los intercesores. Se humilló ante Dios, hizo penitencia para asegurarse de
que su corazón estaba a bien con Dios, y no había ningún obstáculo para que su corazón
fuese escuchado. Después de orar se vistió con sus mejores galas y llena de "espléndida
belleza" fue a la presencia del rey. Asuero la recibe y le dice: aunque sea la mitad de mi
reino, yo te lo daré.

La intercesión que hizo por su pueblo fue tan efectiva, que todos se salvaron y Amán
que quería destruir a los judíos fue castigado por el rey.

La imagen de Ester es la imagen de un intercesor. Y lo es también la de Nuestra Señora,


porque Ella es la Reina que viene ante el Rey y escucha estas palabras: "Cualquier cosa
que me pidas te la concederé". Ese es el poder de un intercesor y el poder de esa gran
intercesora que es María. Una buena enseñanza para todos nosotros que debemos
aprender intercesión.

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En el Antiguo Testamento (Crónicas, 7) hay un pasaje muy importante. A nosotros, que
vivimos en Estados Unidos, se nos ha recordado mucho este pasaje, especialmente
porque vemos que nuestro país se está volviendo cada vez más sombrío.

Hace dos fines de semana, en la ciudad de Nueva Orleans, hubo nueve asesinatos. Una
gran desesperación, una gran confusión, grandes luchas entre las distintas razas, odio
entre hombre y mujer, muchísimos matrimonios rotos y una terrible soledad. Ante este
panorama, como pueblo de Dios, decimos ¿pero qué podemos hacer nosotros ante males
tan tremendos? Y el Señor nos ha llevado a este pasaje de Crónicas, 7. Dios dice: "Si mi
pueblo, sobre el cual es invocado mi nombre, se humilla orando y buscando mi rostro y
se vuelven de esos malos caminos, yo les escucharé desde el cielo, perdonaré sus
pecados y revivirá su país.

CONDICIONES DE LA INTERCESIÓN

Entendamos ésto: El Señor dice: Quiero a mi propio pueblo. Los que conocen mi
nombre, quiero que se humillen para orar, para alejarse del pecado. Quiero el
arrepentimiento de mi pueblo y entonces oiré sus oraciones y tendré misericordia de
vuestro país. Cuando hacemos intercesión, dice el Señor, no deberíamos ir a la oración
criticando a otras personas. Si oramos así: "Señor, tú ves qué malos son todos los
demás, están llenos de avaricia, de hechos perversos... y yo, que soy tan puro y santo,
vengo en su nombre...". El Señor no escucha esas oraciones. Sus oídos están totalmente
cerrados a esa oración. ¿Sabéis por qué? Dios resiste a los orgullosos, se pone en contra
nuestra si somos orgullosos.

Y os tengo que decir ésto porque estáis esta noche conmigo aquí en la iglesia. No
escucha a la gente que es orgullosa. Y ésta es la tentación que podemos tener cuando
venimos a este tipo de enseñanzas: darnos la enhorabuena a nosotros mismos. Decimos:
yo no soy como los demás... Ah, yo soy buenísimo con mi familia, yo rezo, yo doy
dinero a la Iglesia, trabajo en un ministerio y además soy un cristiano buenísimo. Al
Señor eso no le impresiona nada en absoluto. Quizás eres todas esas cosas que dices,
pero no tienes que decírselo a Dios en tu oración.

LA HUMILDAD

Cuando nos ponemos ante Él en cualquier momento de oración, pero especialmente en


la intercesión, la actitud que debemos tener siempre es de humildad. El Señor encuentra
que la humildad es irresistible. El Señor ve que el arrepentimiento es irresistible para Él.
Los grandes intercesores, los grandes amigos de Dios, son los humildes. Pienso en San
Francisco de Asís. Él podía decir: "soy un gusano, ni siquiera soy un hombre". Y lo
decía en serio, porque ante la faz de Dios que es tan grande y tan santo, ninguna carne
humana puede ser nada. En la Escritura se nos dice que la grandeza del hombre es como
basura, como tierra ante Dios. Y San Francisco que sabía de su nada y era muy humilde,
era un intercesor poderosísimo. Esto es una lección para nosotros.

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COMUNIDAD DE FE

En los Evangelios encontramos otra lección de intercesión. Pensad en el paralítico que


tenía cuatro amigos que le llevaron a Jesús. Nos dice el evangelio que, viendo su fe,
Jesús sanó al hombre. Fijaos en lo que estos hombres hicieron para llevar al paralítico a
Jesús. No dejaron que ningún obstáculo los detuviese. No podían entrar en la casa
porque estaba demasiado llena. Hicieron un agujero en el techo y por allí le bajaron.
Esto supone mucho trabajo. Ninguno de ellos podía hacerlo solo, tuvo que ser un grupo
de hombres los que le bajasen a los pies de Jesús.

¿Cómo hacemos intercesión? Con frecuencia se forman pequeños grupos para hacer
oración de intercesión. No hace falta que sean muchas personas.

El don de intercesión es un don que muy poca gente acoge. Se ofrece a todos nosotros,
pero muy pocos estamos dispuestos a pagar su precio, porque es un ministerio muy
escondido. No hay mucha gloria, ni tampoco espectáculo en la intercesión. Pero aunque
sólo sean dos personas las que se reúnen para orar a Jesús, hay intercesión. Lo que estas
personas, aunque sean dos, tres o cuatro, pongan a los pies de Jesús, Jesús lo verá.
Pensad esto.

Hay muchas casas donde hay gente mayor que no puede hacer otros trabajos.
Considerad el poder de intercesión de esas personas. Necesitamos pedir intercesión a las
personas mayores y enfermas. Además, casi todos los hombres y mujeres trabajan y si
en el trabajo encuentran solamente una persona que ore con ellos, antes del trabajo, a la
hora de comer, al final del trabajo, durante el viaje al trabajo, aunque sólo sea una
persona, podéis ser como los amigos del paralítico que lo pusieron a los pies de Jesús. Y
Jesús actuará. El no puede resistirse a esta fe que nosotros le llevamos. Cuando dos o
más de nosotros oramos por ésto, hay un gran poder.

ORAR POR LOS NUESTROS

Todos somos miembros de familias. Todo el mundo que está fuertemente tocado por el
amor del Señor quiere compartir este amor con su familia. Pero no todos en la familia
creen como ellos creen. Entonces, pedid a un amigo vuestro que ore con vosotros para
la conversión de vuestra familia. Y aunque sólo encontréis a un miembro de vuestra
familia que quiera orar con vosotros, hacedlo. Tal vez viva en la misma casa, o quizás
viva en otra ciudad, en otro país, pero que esté de acuerdo en orar para interceder por
vuestra familia.

Hace poco, una de mis cuñadas que vive en otro Estado, me llamó por teléfono; yo soy
católica y ella es protestante, pero las dos amamos a Jesús. No podemos rezar el rosario
juntas pero podemos estar de acuerdo en la oración, porque amamos a Jesús. Estábamos
compartiendo la preocupación por otra cuñada nuestra que tenía cáncer y hace poco se
había divorciado por segunda vez. En su felicitación de Navidad me escribió una nota
muy triste: "Estoy trabajando muchas horas, pero no me importa, porque no tengo

134
ninguna otra cosa que hacer". No tiene hijos, no tiene marido, está viendo que va a
perder su casa y ha estado gravemente enferma. Mi cuñada protestante y yo nos
pusimos de acuerdo por teléfono para orar por ella. Yo sé que el Señor escuchará
nuestra oración. En mi propia familia, con mi madre, mi padre, mis hermanos y
hermanas, quizás hace como diez años, empezamos una campaña de intercesión. En un
trozo de papel escribí los días de la semana. En el domingo puse: acción de gracias. Y
en los demás días el nombre de un miembro de mi familia y se lo mandé a ellos, que
viven por todos los Estados Unidos y les dije: si vosotros queréis, escribid una intención
por la que queráis que oremos todos. Casi todos escribieron dos o tres intenciones
especiales. Y en la parte de abajo de la hoja puse este versículo: "Pedid y recibiréis,
buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá".

Mi madre, hace pocos meses, me recordaba: piensa en todas las intenciones por las que
hemos orado; Dios nos ha respondido a todas ellas. Ahora estamos pensando hacer una
nueva lista con nuevas intenciones.

BAJO LA GUIA DEL ESPÍRITU

Quizás esto no funcione en vuestra familia, en vuestro ministerio, pero podéis pedir al
Espíritu Santo que os muestre, que os enseñe cómo podéis hacer intercesión por las
demás personas. Mencioné el teléfono. Tengo una amiga con un hijo enfermo y por este
motivo no podía salir de casa, pero todos los días llamaba a otra amiga suya y oraban
juntas por teléfono. No tenían la libertad de salir de su casa para orar juntas pero usando
el teléfono, oraban por sus intenciones y compartían la intercesión. Pregunta al Espíritu
Santo cómo puedes hacer ésto.

Leí una cosa muy interesante sobre la intercesión de una mujer que se llamaba Corrie
Ten Boom: "El demonio se ríe cuando hacemos planes, y se sonríe cuando trabajamos
demasiado, pero el diablo tiembla cuando oramos, especialmente cuando oramos
juntos".

El gran problema de muchas personas es que se ocupan de tantas cosas, que trabajan
demasiado para poder orar. Y es una pena. Si estás tan ocupado que no puedes rezar,
examina tu vida, organízate bien. Muchas personas se hicieron santas siendo
intercesores.

LA PERSEVERANCIA

El ejemplo más grande que viene a mí mente es la madre de San Agustín, Santa Mónica.
¿No creéis que en los años en que hizo intercesión dudaría algunas veces de la
misericordia de Dios? Cuando ella oraba con tanto fervor para que su hijo no se
marchase y se marchó, Dios le dijo no a la oración de ese día en particular para, al final
decir, sí a su oración diaria.

A veces el Señor permite que las personas por las que rezamos se alejen cada vez más y
sufren en sus corazones, y nosotros también al ver que esto ocurre. Pero el Señor nos
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está mirando y quiere que perseveremos tal y como nos dijo en el evangelio:
"Perseverad sin desfallecer". El oirá nuestras oraciones y responderá.

El rosario es una oración muy poderosa para la intercesión. Sabéis que es cierto.
Recuerdo una tía mía, que era mayor y siempre estaba con el rosario en sus manos. Yo
le decía, reza por mí, reza por mí. Era muy mayor entonces y respondía: Te ayudaré
ahora, pero después te ayudaré mucho más. ¿Sabéis de lo que estaba hablando? De la
intercesión que haría por mí cuando llegara al cielo. Esta es una forma muy poderosa
que nosotros los católicos tenemos para hacer intercesión: pedir a los santos y
especialmente a la Virgen Santísima para que intercedan por nosotros.

LA ORACIÓN EN LENGUAS

Uno de los preciosos dones que hemos recibido en la Renovación carismática es el don
de lenguas. En el don de lenguas alabamos a Dios. Cuando nosotros no comprendemos
el por qué tenemos que orar, podemos hacer intercesión en lenguas. Esto lo he
experimentado en mi propia familia. Una noche me desperté con un gran peso y con la
sensación de que tenía que orar por algo muy importante. No tenía idea por lo que debía
orar, pero era tal el peso que sentía, que me arrodillé al lado de mi cama y empecé a orar
en lenguas. Después de un rato de oración se me quitó ese peso de encima y me fui a
dormir. Al día siguiente me enteré que, a la misma hora en que yo sentí eso, mi familia
había tenido un accidente terrible de tráfico y el policía que lo vio dijo: fue un milagro
que no se mataran. Dios me llamó para interceder por mi familia cuando no tenía idea
de lo que pasaba, y fue el momento en que yo intercedí con el don de lenguas.

LA MISA Y EL NOMBRE DE JESÚS

En la intercesión usad el nombre de Jesús. Pedid que la sangre de Jesús cubra a las
personas en vuestra oración. Y claro, durante la Misa, es el momento de entrar en la
gran intercesión de Jesús. Esto es lo más importante. Cuando miramos a nuestro
alrededor, podemos levantar nuestras manos. Cuando vemos que los problemas son tan
grandes, levantamos las manos. Dios nos dice: no levantéis las manos con
desesperación. Haced como Abraham, como Moisés, como Ester, como María y Jesús,
levantad vuestras manos en intercesión y Dios oirá y responderá a vuestra oración.
Amén. .

("Nuevo Pentecostés, nº 37)

136
SANACIÓN INTERGENERACIONAL

La sanación intergeneracional para el cristiano, es una oportunidad de reconocer y llevar


la sanación a cosas que influyen en la familia. desde el pasado, con repercusiones para
el futuro.

La sanación intergeneracional nos sugiere la posibilidad de que actos negativos de


nuestros antepasados puedan introducirse, de alguna forma en nuestra "sangre" y
paguen por ello las generaciones futuras.

Transformar la conexión con estas raíces problemáticas, es lo que se trata en esta


sanación intergeneracional.

Este material es para cristianos maduros en el ministerio de sanación.

Cada vez se va reconociendo más que no solo se heredan los rasgos físicos, sino que
también hay que incluir los rasgos psicológicos.

¿Cuántas veces oímos que el mal genio o la cabezonería son un rasgo familiar?

Por ejemplo, si yo estoy siempre enfadado, mi padre también, y mi abuelo también, ese
defecto comenzaría en algún momento.

Igualmente la ira, es un origen de desamor no sanado.

RESPONSABILIDAD DE REZAR POR NUESTRAS FAMILIAS.

Quisiera transcribir lo que el Padre John Hampsch C:M. F escribe sobre este tema en su
libro (Sanando tu árbol genealógico.)

"Las familias son los bloques que edifican la sociedad; como grupos básicos naturales
sociales tienen un lugar muy especial en el plan divino de sanación colectiva. Porque la
familia se constituye por la sagrada unión del matrimonio.

Las frecuentes bendiciones en el Antiguo Testamento sobre las familias que reverencian
a Dios se hacen patentes con signos externos tales como riqueza, categoría social e
incluso salud.

Pero son mucho más importantes las cosas internas relacionadas con la familia, como la
lealtad a Dios y a su ley

Así pues cuando una familia procura vivir junta con amor desinteresado, venerando a
Dios juntos en alabanza, acción de gracia y confianza, sus mienbros estarán contentos y
en armonía.

Si son negligentes o desobedientes en este terreno, ellos experimentarán el juicio de


Dios de forma negativa por la presencia de luchas domésticas, infidelidad, discrepancias
maritales, matrimonios rotos, niños recalcitrantes, discusiones, adicciones, conflictos
con la familia política etc.
137
Las siguientes generaciones pueden sufrir plenamente el juicio de Dios sobre las
acciones del colectivo de una generación anterior

Si las siguientes generaciones eligen por voluntad propia repetir esos patrones de sus
padres o antepasados, ellos asumen la responsabilidad no sólo individual sino
colectivamente de lo que se había hecho anteriormente.

Al desobedecer o rechazar a Dios, no solo se remiten a un hecho personal sino que


transforman en un fenómeno transgeneracional.

Incluso un miembro de una familia puede ser el instrumento de Dios en la salvación de


todos los demás en ese árbol genealógico o en familia.

Dios ofreció salvar toda la ciudad de Sodoma si se encontraba en ella diez hombres
justos(Génesis 18.32)

Noé fue instrumento de salvación para su familia (Génesis 7,1)

El Padre Hampsch concluye que el rezar por la sanación del árbol genealógico debe ser
motivado por un deseo de prevenir trastornos en nuestros descendientes.

CONSECUENCIAS DE LOS PECADOS DE LOS PADRES EN LOS HIJOS


SEGÚN LAS ESCRITURAS.

Incluimos unas breves citas de las Escrituras que hablan de la transmisión de los efectos
de los pecados de los padres a sus hijos.

Lamentaciones 5,7: "nuestros padres pecaron: ya no existen; y nosotros cargamos con


las culpas".

Ezequiel 18,2: " Los padres comieron del agraz, y los dientes de los hijos sufren
dentera". Véanse los veinte primeros versículos de Ezequiel. El 18 para una enseñanza
mas profunda en esta área..

El Padre Hampsch sugiere que esta parte de la Escritura es la base de todo proceso de
sanación del árbol genealógico".

Éxodo 20,6 "Porque yo, Yavhé tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de
los padres en los hijos hasta la tercera o cuarta generación de los que me odian."

REFERENCIAS EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS SOBRE LA BUENA


INFLUENCIA DE LOS PADRES.

Se nos recuerda en estos versículos que tenemos una responsabilidad importante hacia
nuestros descendientes para que vivan una vida santa.

Éxodo 20,6: "Y tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y
guardan mis mandamientos"-

138
Salmo 112,1,2: "¡Dichoso el hombre que teme a Yavhé que en sus mandamientos
mucho se complace! Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres
rectos.".

EL INCONSCIENTE.

Definición: En psicología el inconsciente se defina, como: "y......todos los determinantes


del comportamiento del individuo que no sean de acceso directo a su mente consciente."
ENSEÑANZA DEL PSIQUIATRA SUIZO CAR YUNG (1875-1961)

Carl Yung se distinguió por su investigación del inconsciente y creó los términos del
inconsciente "personal" y "colectivo".

El inconsciente "personal" está hecho de acontecimientos olvidados y recuerdos


desgraciados y reprimidos desde hace mucho tiempo, y el inconsciente "colectivo" está
formado por experiencias raciales.

Yung mantenía la convicción de que la gente tenía formas profundas e inconscientes


para responder ante los hechos que ocurrían en sus vidas

De ello podemos sacar las conclusiones;

1ª) Lo que ocurre con una persona en esta vida, y cómo responde ante los
acontecimientos de la vida, afectará a futuras generaciones.

2ª) Igualmente afectará todo lo que se va acumulando en nuestros inconsciente


"personal" a través de experiencias personales de nuestros antepasados en las distintas
generaciones de la raza humana.

Por ejemplo si una mujer tiene un conflicto y no lo resuelve, entonces probablemente


pasará a sus hijos, quienes a su vez pueden pasarlo a los suyos.

Desde una perspectiva psicológica se puede ver que hace falta un proceso de sanación
que reparará y restablecerá la raíz que ha sido la causa de los daños a generaciones
anteriores.

Hay una buena cita de la escritura en este contexto que es el Salmo 103."Bendice a
Yavhé alma mía, del fondo de mi ser, su santo nombre"

Lo que está en el fondo de mi ser no sólo lo que ha ocurrido en mí personalmente, sino


lo que ha ocurrido en mi Familia., a través de las generaciones.

Cualquier cosa dentro de mí que se niega a bendecir, necesita perdón, sanación, u


oración de liberación.

Conclusión: Nosotros edificamos sobre cimiento, que es Jesucristo. Añadimos


conocimientos psicológicos y científicos, historia de la Iglesia, Tradición, experiencia

139
humana y sentido común. Los unimos todos y profundizamos en oración. Entonces
descansamos un tiempo y comprobamos cómo nos sentimos.

Quizá nos ocurra como a María, que, por su parte guardaba estas cosas y las meditaba
en su corazón,(Lucas 2,19). Pues hagamos otro tanto.

ORACIÓN DE SANACIÓN INTERGENERACIONAL

ME PONGO EN PRESENCIA DE JESUCRISTO Y ME SOMETO A SU SEÑORÍO.


"Me Revisto De las armas de Dios para poder resistir las acechanzas del diablo" (Efe.
6,10,11).

Me mantengo firme, en pie "ceñida mi cintura con la verdad y revestido de la justicia


como coraza..." (ef.6,14), "embrazando siempre el escudo de la fe, para poder apagar
con él todos los encendidos dardos del maligno" (ef,6,16). tomo también "el yelmo de
la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de dios" (ef, 6,17)

EN NOMBRE DE JESUCRISTO CRUCIFICADO, MUERTO Y RESUCITADO, yo


ato todos los espíritus del aire; la atmósfera, el agua, el fuego, el viento, la tierra, los
abismos y el infierno. También ato la influencia de cualquier alma errante o pérdida que
pueda estar presente, y de cualquier emisario del poder satánico o de cualquier reunión
de brujas, brujos o adoradores de satán, que puedan entrar presentes de alguna forma pre
natural.

YO RECLAMO LA SANGRE DE JESÚS en el aire, en la atmósfera, el agua, el fuego,


el viento, la tierra y sus frutos que nos rodean; en los abismos y en el infierno

EN NOMBRE DE JESUCRISTO prohíbo a cada adversario que he mencionado que


se comuniquen entre sí o que se ayuden entre sí de cualquier manera, y que no hagan
ninguna cosa, a menos que se lo ordene en el nombre de Jesús…

EN EL NOMBRE DE JESÚS, sello con su sangre este lugar y a todos los presentes y a
toda la familia y amistades de aquellos aquí presentes y a sus hogares y posesiones y
fuentes de sustento. (repetir tres veces)

EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO prohíbo a cualquier espíritu perdido, a brujos,


a grupos satánicos o emisarios o a cualquiera de sus asociados, inferiores, o superiores
que me hagan daño o se venguen en mí, en mi familia o mis amistades, o causen
deterioro o perjudiquen cualquier cosa que poseamos.

EN NOMBRE DE JESUCRISTO Y POR LOS MÉRITOS DE SU PRECIOSA


SANGRE rompo, disuelvo cada maldición, embrujo, sello, hechizo, brujería, vínculo,
trampa, lazo, ardid, mentira, escollo, obstáculo, decepción, desviación o distracción,
influencia o cadena espiritual; también cada enfermedad de nuestro cuerpo, alma,
140
mente, que pueda alcanzarnos, bien en este lugar o a cualquiera de las personas, lugares
y cosas antes mencionadas, por cualquier espíritu que se haga presente en nosotros por
nuestros propios pecados o equivocaciones. (repetir tres veces)

Ahora coloco la CRUZ DE JESUCRISTO entre mi persona y todas las generaciones de


mi árbol genealógico y reclamo EN NOMBRE DE JESUCRISTO que no haya
comunicación directa entre ninguna de estas generaciones. Toda comunicación directa
entre estas generaciones se filtrará a través de la preciosa sangre de Jesús.

MARÍA INMACULADA revísteme de la luz, poder y energía de tu fe. PADRE, por


favor, ordena a los ÁNGELES y a los SANTOS que me asistan. Gracias JESÚS, por ser
mi sabiduría, mi justicia, mi santificación, mi redención. YO me rindo al ministerio de
tu SANTO ESPÍRITU, y recibo con respeto tu verdadera sanación intergeneracional.

GLORIA AL PADRE, Y AL HIJO, Y AL ESPÍRITU SANTO COMO ERA EN UN


PRINCIPIO AHORA Y SIEMPRE POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN.

(Extraído del libro "Sanación intergeneracional" del P. Robert De Grandis, s.j.)

141
SANACIÓN Y EL . P. TARDIF

"Recorrió Jesús toda Galilea enseñando, proclamando la Buena Nueva del Reino,
curando toda dolencia y enfermedad en el pueblo." Jesuscristo ayer, hoy y siempre. No
se ha agotado su poder sanador.

COMO SANABA EL PADRE EMILIANO TARDIF

"Yo siempre anuncio primero a Jesús y reafirmo la fe. Luego, oro por la sanación del
pecado mediante la conversión, y, sólo después, hago oración por las enfermedades
físicas".

Dios nos quiere no sólo sanos, sino completamente sanos: del cuerpo y alma. Y también
en nuestras relaciones interpersonales. En ningún retiro he dejado de ver sanaciones
sensibles. Pero esto no quiere decir que todos los enfermos deban ser sanados. Los
milagros son signos del poder de Dios, que muestran que Jesús está vivo y sirven para el
crecimiento de nuestra fe.

No conviene orar por sanación sin evangelizar. No debemos comenzar a orar por
sanación física de golpe, sin preocuparnos de la vida espiritual del enfermo. Si nos dicen
que está muy lejos de Dios, debemos ayudarle a que se arrepienta de sus pecados.

El caso del paralítico a quien primero se le perdonó el pecado y luego se le sanó, es


clásico para trabajar en este ministerio. Si el ministerio de sanación se redujera a la
sanación física, sin preocuparse de la vida de fe, no valdría la pena tener ese carisma.

¿Mi mensaje? Manifestar que Jesús está vivo en su Iglesia. Cada día entiendo que lo
importante no es hablar de Jesús, sino dejarlo actuar con todo el poder de su Santo
Espíritu. Jesús vino a liberar a su pueblo del pecado, y de las consecuencias del mismo
que son la enfermedad y la muerte.

SANACIÓN INTERIOR

Lo más hermoso que he encontrado en la Renovación Carismática es lo que se llama "la


sanación interior". Así como nuestro cuerpo es atacado por diferentes enfermedades,
también interiormente podemos estar enfermos de complejos, miedos, rencores y todo
tipo de inseguridades. Multitud de casos físicos son sólo síntomas de desajustes
psicológicos que, al ser curados, desaparecen.

Si nuestros sentimientos fueron heridos, nos volvemos desconfiados. Si recordamos que


alguien nos traicionó, sentimos rechazo contra todos. A veces hemos sido defraudados
en el amor, y desde entonces nuestro corazón se cierra a toda manifestación de cariño.

Sin embargo, Jesús ha venido a curar los corazones destrozados y nos ofrece un corazón
nuevo. Es maravilloso descubrir cómo el Evangelio está lleno de este tipo de
sanaciones.

142
¡Cuántas veces queremos mejorar, pero no podemos!. Nos falta fuerza de voluntad y
nuestro carácter no puede superar las adversidades. Otras veces creemos que son los
otros lo que deben cambiar y se lo exigimos, sin resultados. Al contrario, parece que se
acentúa más el problema. Todos estamos heridos y por eso no tenemos fuerzas para
superar nuestras limitaciones.

Yo, personalmente, he vivido la gracia de la sanación interior. Durante toda mi vida


había tenido problemas al menor contacto con la sangre. Cuando me tocaba atender a un
moribundo que sangraba, era un gran sacrificio y, por más esfuerzo que hacía, no
llegaba a controlarme.

Viendo una película de guerra donde había mucha sangre, comencé a sudar frío y creí
que me iba a desmayar. Me sentía mal, y tuve que salirme.

Un día vino Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo a dar un retiro. Durante la Misa oró por
la sanación de las heridas de la memoria, recorriendo las distintas etapas de la vida.
Mientras oraba por la sanación de las heridas de la niñez, yo recordé que cuando tenía
cinco años, un día me enfadé con mi hermano de seis años. Yo tenía un cortaplumas en
la mano y se lo tiré. Le cayó en el brazo y comenzó a brotar mucha sangre. Me asusté
mucho al ver su brazo teñido de rojo. Aunque me olvidé de aquel incidente, me quedó
un problema cada vez que veía sangre. Mientras Mons. Uribe oraba, me vino a la mente
este acontecimiento y le pedí al Señor que me sanara de este recuerdo.

Después he ido a los hospitales a ver enfermos con heridas de accidentes graves y ya no
me produce esa reacción de hemofobia. Gracias a esta sanación interior estoy curado.

HAY MUCHA GENTE HERIDA:

El Señor sanó en mi esta herida de la memoria y -a partir de esta sanación de los


recuerdos- entiendo mejor ahora la importancia de la sanación interior. Si a mi me
producía malestar cuando veía sangre, a otros una herida emocional les produce
malestar ante la autoridad, porque tal vez su padre los trató con dureza. Muchos hijos
son rebeldes a causa de sus heridas emocionales y tratan de protegerse de toda
imposición.

Hay mucha gente, herida en su memoria por acontecimientos del pasado, que necesitan
sanarse porque esa lesión profunda tal vez produce temor o tristeza. He visto gente que
lleva en su corazón una gran amargura que la hace antipática, y ella misma rechaza toda
muestra de afecto. Ellos no quieren sufrir ni hacer sufrir, pero están heridos y contagian
su dolor a todo lo que les rodea.

Jesús es el sol de justicia y puede sanar esas heridas causadas por las injusticias de la
vida. Como para curar algunas enfermedades se toman baños de sol, al estar delante de
Jesús, Él va sanando las heridas emocionales de la vida.

143
El corazón se va liberando del sentimiento del odio, rencor o amargura, y ese lugar es
ocupado por el amor que brota a raudales del corazón de Jesús.

Muchos condenan a los demás diciendo: "Es un hombre perverso". Pues bien, no hay
perversos: lo que hay son hombres y mujeres que luchan con problemas que los
aplastan. Jesús vino a romper nuestras cadenas y a darnos la libertad. Lo que nos parecía
perverso era simplemente algo que Jesús tenía que sanar.

JESÚS CURÓ TODAS LAS ENFERMEDADES

Hay cuatro clases de enfermedades:

La de nuestro espíritu, causada por el pecado personal.

La emocional causada por las heridas y sentimientos del pasado. Abarcan nuestra vida
psíquica.

La enfermedad física del cuerpo.

Puede darse también la opresión del maligno.

Jesús sanó todas estas enfermedades. Perdonó los pecados al paralítico y a la pecadora.
Curó ciegos, leprosos, sordomudos, y a los que sufrían por toda suerte de enfermedades;
arrojó el demonio de muchos posesos y dio paz y su consuelo a muchos.

La lectura del Evangelio nos enseña claramente cómo nuestro Salvador es "el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo" y que, movido por su amor a todos nosotros,
cura las enfermedades y libera del maligno a cuantos están poseídos por el mal.

PASÓ HACIENDO EL BIEN

El Evangelio nos habla de las curaciones de todo orden que realiza Nuestro Señor,
movido siempre por su inmenso amor a todos:

San Mateo nos dice: "Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; El expulsó a los
espíritus con su palabra y curó a todos los que se encontraban mal. Así se cumplió el
oráculo del profeta Isaías: "El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades (Mt 8, l6-17).

Esta caridad de Jesús que "cargó con nuestras flaquezas y enfermedades" explica, la
multitud y variedad de curaciones que hizo durante su vida pública, porque sentía una
gran compasión. El ciego de Jericó le grita: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de
mi", y el Señor le dice: ¿qué quieres que te haga? (Mc 10,47-51).

También las curaciones fueron efectuadas por Jesús para que su Padre fuera glorificado.
Oigamos también a San Mateo: "Y los sanó: de manera que se maravillaban las gentes
viendo hablar a los mudos; los mancos sanos; andar a los cojos y ver a los ciegos; y
glorificaban al Dios de Israel" (Mt 15, 30-31).

144
EL QUE ORA POR UN ENFERMO

Debe reflejar el amor y la unción de Jesús. Estar libre de todo deseo personal, de
comprobar resultados buenos. Muchas veces queremos defender nuestro buen nombre y
no el amor de Dios.

Si oramos con miedo y dudas, fracasará nuestra oración. Tenemos que orar como
servidores del Señor sin temor al fracaso. Cuando se ora con amor y fe nunca se fracasa,
aunque los efectos buenos no aparezcan.

El don de sanación no es un poder que yo poseo para hacer lo que quiera con él. Es la
manifestación del amor del Espíritu Santo que obra, a través de mi, para ayudar a
alguien. Soy su instrumento libre. El es el agente principal.

Algunas veces Dios se vale de mi y otras no. Es el Señor y obra como quiere. Esto
nunca lo debemos olvidar. Así nos conservamos humildes, pues "somos siervos
inútiles".

En toda oración por la salud se invoca el poder de Dios, pero el primer puesto lo debe
tener el amor. "Si tengo fe, capaz de mover las montañas pero no tengo amor, nada soy"
(1Co 13, 2-3).

¿POR QUÉ NO NOS CURAMOS?

Falta de fe: Los discípulos no pudieron curar al epiléptico endemoniado por falta de fe
(Mt 17, 14). Tenemos que crecer en la fe para que el Señor nos use más.

No querer la curación: Algunos encuentran en la enfermedad una autodefensa, no


quieren salir de ella y bloquean inconscientemente la sanación. No debemos orar por
quien no desea ser curado.

El pecado: La sanación interior no se obtiene mientras no nos arrepintamos del odio,


etc. Nuestro Señor primero perdonó al paralítico y luego lo curó.

No orar por el caso concreto. En la oración por sanación interior es necesario descubrir
la raiz profunda del mal y orar por su destrucción y sanación. Encontrar el problema
inicial.

Un falso diagnóstico:

Orar por sanación física cuando se requiere sanación interior del mal que causa la
enfermedad física. Orar por sanación interior cuando hay problemas físicos o se necesita
liberación especial.

No ir al médico como medio de Dios para curar. El médico y las medicinas son los
medios que ordinariamente usa Dios para sanarnos.

145
No usar los medios naturales para no enfermar: Descanso, higiene, prudencia. Si no
empleas los medios ordinarios para conservar la salud, no pidas recobrarla por medios
extraordinarios.

Falta de constancia . Recordemos que la "oración asidua es muy poderosa". Muchas


curaciones no se completan por falta de perseverancia en la oración.

EL TIEMPO DE DIOS

Unas veces el Señor nos sana al instante. Otras veces lo hace gradualmente. Otras no lo
hace nunca por razones que El sabe. Perseveremos orando. Quizás no es aún la hora de
Dios.

Quizás quiere que sea otra persona el instrumento para curarle. Nuestra oración tiene
buen éxito sólo cuando Dios nos llama para que oremos por una persona concreta.

Puede ser que el ambiente lo impida. Si allí no hay paz, amor, oración, sino odio,
frivolidad, etc. no se da la sanación.

Cuidado con decir que falta la fe. Cuando alguien no es curado pueden darse otras
razones, que expliquen su no curación. La sanación es un misterio del amor divino.

IMPOSICIÓN DE MANOS

La oración de sanación cuando va acompañada de la imposición de manos tiene una


fuerza especial por varias razones:

· Porque el gesto de imponer las manos es profundamente bíblico.

· Esta imposición de manos es un gesto de comunión fraternal que hace experimentar al


enfermo la auténtica compasión del que lo acompaña.

· Con frecuencia, este contacto es el medio que usa el Señor para hacer llegar al
enfermo su poder de sanación.

SANACIÓN FÍSICA: ACLARACIONES

No toda sanación es milagrosa como creen algunos. San Pablo, cuando enumera
algunows carismas en la 1 Carta a los corintios cita primero el don de curaciones y a
continuación el de operaciones milagrosas (12,9). Esta aclaración es muy importante
para la recta comprensión de este carisma.

El ministerio de sanación no desprecia la acción médica ni prescinde de ella. El capítulo


38 del Eclesiástico honra la persona y la profesión del médico, pero nos recuerda que
toda sanación viene del altísimo.

Este ministerio de Sanación se desempeña mejor por medio de un equipo, ya que hay
más riqueza de carismas y se evita el peligro del orgullo. Nadie puede afirmar que fue el
instrumento exclusivo del Señor.
146
El ministerio de sanación se ejerce por medio de la oración de sanación. Oramos al
Padre por Cristo para que glorifique a su Hijo por medio de esta sanación. Por eso es
sanación de Jesús.

El mejor ministro de sanación será el que viva el profundo amor del Señor en su vida y
comunique este amor y la ternura de Dios a sus hermanos enfermos.

EL RIO DE AGUA VIVA (Ez 47, 8-9)

"Esta agua va hacia la región oriental baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua
hedionda y el agua queda saneada. Por dondequiera que pase el torrente, todo ser
viviente que en él se mueva, vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde
penetra esta agua lo sanea todo y la vida prospera en todas partes adonde llega el
torrente" (Ez 47, 8-9). Esta es la acción del Espíritu Santo, que sana todo lo enfermo y,
después, da una gran fecundidad y riqueza espiritual. Su luz penetra en los rincones
oscuros en donde hemos encerrado tantos sentimientos dolorosos. Su amor cala, en
nuestros corazones y va derribando los muros que ha levantado el rencor y el odio que
se ha ido acumulando en nosotros a lo largo de la vida.

HABLA UN MÉDICO.

Creo que la oración tiene el poder de transformar la vida de las personas porque he visto
su acción en mi trabajo como psicólogo cristiano.

Jesús enseñó a sus discípulos no sólo a predicar y evangelizar, sino también a curar a los
enfermos y expulsar demonios (Lc 9, 1-6).

De hecho, cada vez que rezamos el Padre Nuestro, estamos pidiendo sanación y
liberación, porque esta hermosa oración termina diciendo "líbranos del mal".

NUESTRA RELACIÓN MÁS ESENCIAL

La psicología clínica consiste en sanar las relaciones. Los cristianos que tienen
dificultades para relacionarse con sus semejantes, con Dios y consigo mismos, suelen
buscar la ayuda profesional de alguien que comparta sus propias creencias y valores.
Las dificultades que experimentan provienen, por lo general, de factores ajenos a ellos
mismos. Quizás los trataron mal o tal vez han tenido deficiencias físicas que les
impedían hacer amistades.

A veces, la raiz del problema es el pecado personal. En realidad, lo más frecuente es que
las causas sean una combinación de varios de estos factores.

Creo que la oración es eficaz porque nos lleva al punto de nuestra relación más
fundamental: la relación con Dios. En mi carácter de terapeuta, insisto en que orar es
conversar con Dios. Pero muchos de mis pacientes suelen hacerme esta pregunta:
"¿Cómo puedo conversar con alguien a quien realmente no conozco?" Les contesto que
es posible conocer a Dios rezando y esforzándose por entender la grandeza del universo
147
y el milagro de la vida. También conviene reconocer que, en lo profundo del corazón,
buscamos un amor perfecto, algo que sólo Dios puede dar. Finalmente –y esto es lo más
importante- el Señor nos ha dado las Escrituras y el ministerio de la Iglesia. Podemos
conocer a Dios y su plan de salvación para nosotros.

A medida que estos pacientes hacen oración y leen la Escritura comienzan a


experimentar a Dios personalmente. Algunos tienen, por primera vez en su vida, un
encuentro con Jesús. Como resultado, van curándose de sus dolencias y se ven libres de
los sentimientos negativos que han dominado su existencia y trastornado sus relaciones.

CÓMO SE SANA EL SER INTERIOR

A los pacientes que llegan buscando la sanación cristiana los invito a aceptar la
presencia de Jesús en su vida pasada, presente y futura. Cristo puede hacerse cargo de
los recuerdos del pasado y sanarles las heridas que todavía les causan dolor. Les pido
que se imaginen que Jesús recorre con ellos la senda de sus recuerdos del pasado hasta
llegar a los momentos precisos en que fueron heridos, y luego los invito a pedirle a
Cristo que los libre de los efectos que esas heridas tienen en el presente. Al hacer esto,
he visto que Jesús les llena el corazón, que hasta entonces estaba vacío, con su amor y
su perdón. Lo más sorprendente es que, a veces, el amor de Cristo mueve a las personas
a perdonar a quienes las hirieron tan profundamente.

Quisiera citar algún ejemplo A fin de proteger la privacidad de las personas, este relato
no se refiere a nadie en particular; pero representa los casos que he ido viendo, durante
más de diez años de práctica privada y estudio.

CUANDO SE DERRUMBA LA BARRERA EXTERNA

Un sacerdote, al que llamaremos Padre Juan, me vino a ver para que le ayudara a
resolver su tendencia a distanciarse de los demás. Cuando niño, era muy delgado y sin
aptitudes deportivas, los demás se burlaban de él y siempre quedaba el último cuando se
formaban los equipos. Sintiéndose fracasado en los deportes, trató de reforzar su
dignidad obteniendo notas excelentes en los estudios. Pero los maestros empeoraron la
situación cuando empezaron a ponerlo como ejemplo, razón por la que sus compañeros
lo amenazaban u golpeaban. Juan soportó todo esto en silencio hasta que pudo escaparse
al seminario, donde lo respetarían por su excelencia académica. Sin embargo, las
heridas del pasado lo llevaron a rodearse de un muro protector para aislarse de los
demás.

Trabajando con el P. Juan, le pedí que cerrara los ojos y que invitara a Jesús a hacerse
presente en sus recuerdos más dolorosos. Le costó reconstruir en su imaginación una
escena de si mismo cuando era niño en el patio de la escuela y veía que se acercaban los
bravucones. Luego exclamó, "Veo que viene Jesús. Es tan grande y se le ve tan fuerte.
Se que les va a pegar a estos abusones. ¡Al fin recibirán su merecido!".

148
Acto seguido, el sacerdote comenzó a llorar. Cuando le pregunté que sucedía, me dijo
que Jesús se había puesto entre él y los muchachones pero que, en lugar de
ahuyentarlos, se había arrodillado y les había dicho: "Lo que le iban a hacer a Juan,
háganmelo a mi."

FUE CAPAZ DE PERDONAR

En ese momento, el P. Juan dijo que ahora entendía realmente el significado del texto
bíblico que dice que Jesús vino a llevar sobre sí mismo nuestros pecados (Is 53,5). Me
dijo que llevaba años elevando la Eucaristía en la misa con una gran comprensión
intelectual, pero que ahora había adquirido un profundo entendimiento del amor que hay
en el sacrificio de Cristo. En la cruz, Jesús no sólo llevó los pecados que hemos
cometido nosotros, sino también las ofensas con que otros nos han herido.

Con el tiempo, el P.Juan dejó que Dios entrara en su vida para sanar el dolor que
guardaba tras su muro interior. Así fue capaz de perdonar a sus compañeros de escuela y
arrepentirse de las opiniones y resentimientos que había tenido contra ellos. También le
pidió al Señor que destruyera el muro de distanciamiento que tenía desde entonces.
Lleno del amor de Dios, pronto fue capaz de derribar las barreras de su corazón, tras las
que se escudaba de los demás. Finalmente, se sintió libre para dar y recibir amor, y para
atraer a otras personas al amor de Cristo que había en su corazón.

Señor, doy testimonio de tu obra de salvación. Rezo para que los lectores de este
testimonio se acojan también a tu poder salvador. Ayúdanos, Señor, a crecer en
santidad, salud y en la unción del Espíritu. Concédenos confianza para obedecer más
plenamente tu mandamiento de predicar la buena nueva, con las señales que tu mismo
anuncias en tu evangelio.

(Nuevo Pentecostés, nº 75-76)

149
DOLOR Y SANACIÓN Hno. Francisco Malvido

La felicidad que se nos va.

"Y vio Dios que todo lo que había hecho estaba muy bien hecho" (Génesis 1:31). "Y
Jesús proclamaba la buena noticia de Dios: El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios
está cerca: conviértanse y crean en la buena noticia" (Marcos 11:14-15). Esa buena
noticia es la misma que el ángel anunció a los pastores en Belén: "No teman, les
anuncio una gran alegría: hoy les ha nacido un Salvador" (Lucas 2:11).

Sin embargo, "El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe
nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte
parecen contradecir la buena nueva y pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una
tentación (Catecismo de la Iglesia Católica - 164).

La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves
que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia,
sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. La
enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a
la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más
madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que
lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno
a El. (C.I.C.1500 y 1501).

San Agustín escribe en sus Confesiones: "Buscaba el origen del mal y no encontraba
solución". Fuera de la fe, no hay soluciones, pero en la fe las encontramos.

"Por el bautismo, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los
pecados personales, así como todas las penas del pecado. En efecto, en los que han sido
regenerados no permanece nada que les impida entrar en el Reino de Dios, ni el pecado
de Adán, ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las
cuales es la separación de Dios.

"No obstante, en el bautizado permanecen ciertas consecuencias temporales del pecado,


como los sufrimientos, la enfermedad, la muerte o las debilidades inherentes a la vida,
como las debilidades de carácter, así como una inclinación al pecado, lo que se llama
"concupiscencia". La concupiscencia, dejada para el combate, no puede dañar a los que
no la consienten y la resisten con coraje por la gracia de Jesucristo. Antes bien, 'el que
legítimamente luchare será coronado' (2 Timoteo 2:5)" (C.I.C. 1263 y 1264).

Dios no creó demonios; en su plan de creación no estaba la muerte, ni el dolor, ni la


enfermedad, ni la angustia, ni el miedo, ni el odio ni la violencia.

Dios creó un ángel bueno, hermoso, inteligente y lo llamó Lucifer -el que lleva luz-
pero, entre los dones que le dio estaba la libertad. Lucifer escogió el mal en lugar del
bien y el odio en lugar del amor. Y Lucifer se convirtió en Satanás.

150
Adán y Eva también fueron creados libres y a sabiendas de lo que hacían, después de
haber recibido hermosos dones de Dios, tuvieron más confianza en Satanás que en Dios
y cometieron el primer pecado de desobediencia. Y sus descendientes siguieron pecando
y "por el pecado entró la muerte en el mundo" (Romanos 5:12) y con el pecado entraron
todos los males físicos y espirituales que nos hacen sufrir.

Ni Lucifer ni los hombres supieron apreciar el don de la libertad; no supieron emplear


correctamente la libertad. No fue un error de Dios el darnos la libertad. Nos hizo libres
para ser "parecidos a él" (Génesis 1:26) y poder amar, porque "Dios es amor" (1 Juan
4:8). ! Sin libertad no puede haber amor; el amor no se puede imponer a la fuerza.

El hombre, aún el más malo, aún lleva en sí algo de esa semejanza con Dios que lo atrae
hacia él, muchas veces inconscientemente, y al rechazar a Dios no puede ser feliz, pero
sigue queriendo ser feliz y, al no encontrar la felicidad en el Dios que ha rechazado,
busca la felicidad en falsos sustitutos: dinero, poder, sexo desordenado y todos los
vicios.

Ese afán de felicidad es natural a todos los hombres. Por eso deseamos sanarnos de los
males que nos quieren quitar la felicidad. Es natural también que, los que creen en Dios,
busquen en él esa sanación. Ya la Biblia lo dice: "Yo, el Señor, soy que te sana" (Éxodo
15:24).

La sanación

A menudo buscamos primero sanarnos de los males físicos y enfermedades, pero hay
también males espirituales que causan mayores daños y dolor: problemas emocionales,
afectivos o de la voluntad, problemas en nuestras relaciones con los demás, obsesiones,
tales como miedos, angustias, recuerdos dolorosos, odios, deseos de venganza, sexo
desordenado.

Jesús no dudó en atender a los enfermos sanando sus dolencias, muchas veces haciendo
milagros, pero sobre todo quería sanar los males del alma que son más dañinos: quitar el
pecado, fortalecer la fe. Por eso, al paralítico de Cafarnaún le perdona primero sus
pecados antes de curar su parálisis; a algunos les pide fe antes de curarlos: " ¿ Crees?
(Mateo 8:28). Otro le contesta: "Creo, pero aumenta mi fe" (Mateo 9:24).

El orar por los enfermos es una obra de amor muy agradable al Señor. Muchos tienen el
"don de sanación", don que da el Espíritu Santo (1 Corintios 12:9). Sentir piedad y
compasión por el que sufre puede ser una señal de que tenemos ese don, pero si no me
atrevo a orar no habrá sanación y nuestra compasión quedaría estéril. Tal vez me
detiene el miedo al "qué dirán" si no sucede nada. Generalmente, el que ora no i sabe lo
que va a hacer el Señor. Podemos rechazar la enfermedad como rechazamos al
demonio, pero no podemos dar órdenes a Dios; hemos de acatar lo que Dios disponga.
De cualquier forma, mi oración no se pierde, Dios la puede aplicar de otra manera de la

151
que yo pensaba. Es diferente en el caso de que Dios haga saber al que ora lo que va a
hacer.

Consideraciones para los que oran.

Tal vez en la Renovación en el Espíritu, como en algunas sectas y otras religiones, a


veces falta algo de discernimiento al orar por sanación. Vamos a ver tres casos:

A. Es posible que el enfermo "busque los milagros del Señor y no busque al Señor de
los milagros". Jesús reprochó a algunos por I eso: "Ustedes me buscan porque comieron
panes hasta saciarse y no porque hayan entendido las señales milagrosas" (Juan 6:26).
Por eso, antes de orar es conveniente tratar de que el enfermo tenga una actitud correcta.
No siempre se conseguirá, pero hay que intentarlo y después confiar en el Señor que
tiene su tiempo y sus caminos para obrar.

B. No tener en cuenta el valor redentor del sufrimiento. Ningún padre amó a su hijo
como Dios Padre amó a su Hijo y, sin embargo, le pidió que viniera a la tierra a
salvarnos, sabiendo que le costaría hasta su última gota de sangre derramada en la cruz.
Si hubiera habido otra manera mejor de salvarnos, la hubiera escogido, pues para él
nada es imposible. Jesús aceptó y nos redimió con su pasión dolorosa.

Pero, además, "Jesús ofrece a los hombres la posibilidad de que, en la forma de Dios
sólo conocida, se asocien a este misterio pascual de salvación" (Vaticano II - Gaudium
et Spes 225). María fue la primera en asociarse a su Hijo en su dolor y por eso es
"Corredentora". Y Jesús sigue invitando a algunos a "tomar su cruz y seguirle" (Mateo
16:24) porque él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas"
(1 Pedro 2:21) (Ver C.I.C. No.618).

Los hombres pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y sus
oraciones, sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente
"colaboradores de Dios y de su Reino" (1 Corintios 3:9 y Colosenses 4:11) (C.I.C. 307).

A veces encontraremos enfermos a quienes Jesús ofrece el privilegio de asociarse a él


en su obra redentora. Los reconoceremos por la paz que brota de ellos al aceptar y unir
su dolor al de Cristo. Podemos orar por ellos, pero diciendo en alguna forma que
"damos gracias a Dios por aceptar el dolor de... unido a los de Cristo y María" "pedimos
fortaleza para sobrellevar sus sufrimientos" y "pedimos su curación o liberación cuando
sea la voluntad divina".

Como ejemplo: A Patricia Devlin, ciega de nacimiento, que ha recibido la gracia de


hablar con sus ángeles, el Señor le pide a veces que "si quiere" acepte un sufrimiento
por un alma en peligro de condenarse. Cuando ella acepta, recibe un dolor intenso en
alguna parte de su cuerpo, a veces también siente una gran angustia. Generalmente dura
unas horas y todo se va como vino sin dejar consecuencias. Su ángel custodio le dice a
veces que esa alma se salvó, pero hay algunas que no aceptan la gracia y se condenan.
Ella tiene un Master en Psicología de la Universidad St. Paul Minnesota y trabaja en
152
Lubbock, Texas, como , consejera matrimonial. Ha sufrido mucho y ha tenido muchas
experiencias sobrenaturales que por obediencia narra en su libro "The Light of Love"
(1995-1998 Queenship Publishing, P.O.Box 42028, Santa Bárbara, CA 93140 2028.
Está traducido al español; misma dirección).

C. Las enfermedades corporales se ven y su curación puede ser comprobada más


fácilmente. Las enfermedades del alma se ocultan muchas veces y son más dañinas. A
veces pueden ser obstáculo para llevar una vida cristiana. Diremos algo sobre algunas
que son más frecuentes.

El miedo. La primera consecuencia del pecado de Adán y Eva fue el miedo: "Te oí
andar por el jardín y tuve miedo porque estoy desnudo, por eso me escondí" (Génesis
3:10). En Génesis 3:7 dice que después de pecar "se les abrieron los ojos". Sentirse
desnudo es verse como uno es, lo que muchas veces da miedo. Cuando abrimos los ojos
a lo que hemos hecho, o a lo que nos rodea, es natural que sintamos miedo. El miedo
tiene un efecto destructor que el demonio aprovecha para llevarnos a desconfiar de
Dios. Si no resistimos a la tentación caemos en un pecado que ofende a Dios por creer
que no es bueno ni misericordioso.

Por eso, en la Biblia, Dios nos dice muchas veces que no tengamos miedo: "Busqué al
Señor y me libró de todos mis temores... Los que buscan al Señor no carecen de nada"
(Salmo 33:5y11). "El Señor es mi Pastor, nada me falta... ningún mal temeré..." (Salmo
22: 1 y 4). La condición es clara: buscar y seguir al Señor. Entonces podré decir: "En
Dios confío y ya no temo, ¿ qué podrá hacerme un hombre?" Salmo5:12).

En los Evangelios, Dios, por medio de un ángel, le dice a Zacarías, a María, a los
pastores, a José, a las mujeres que van al sepulcro después de la resurrección: "No
tengan miedo" (Lucas 1:12, 1:29, 2:10 y Mateo 1:20 y 28:5) y Jesús le dice lo mismo a
sus discípulos (Mateo 8.26, 10:31, 14:27, 28:10; Lucas 12.4, 12: 32). Tanta insistencia
nos hace ver lo frecuente que es el miedo y la necesidad de curarlo. El remedio es
aumentar nuestra fe y creer de verdad que Dios nos ama, no porque seamos buenos sino
porque él es bueno.

A veces el miedo viene de recuerdos dolorosos, tal vez inconscientes, y que Dios puede
revelar al que ora. El enfermo puede librarse de los malos efectos de esos recuerdos
volviendo a ver esa situación desde los ojos de Dios. Ver cómo Dios, en ese momento
no lo abandonaba y lo seguía amando.

Las obsesiones son impulsos muy fuertes provocados muchas veces por el demonio,
hacia algún vicio: odio, venganza, sexo, violencia. También el miedo puede convertirse
en obsesión. Cuando la obsesión proviene del demonio puede necesitarse un exorcismo,
aunque no siempre es necesario un exorcismo formal hecho por un sacerdote, puede
bastar el exorcismo privado hecho por el que ora.

153
Es posible que el que sufre de estos males no quiera hablar ante un grupo de sus
problemas. Hay que respetar su deseo de privacidad, como se hace en la confesión. El
que dirige la oración puede atenderlo privadamente y, si tiene un equipo, lo cual es de
desear, pedirle al equipo que se ponga en oración mientras él ora por el enfermo.

Conclusión

Es posible orar uno mismo por su propia sanación si sabe cómo hacerlo. Si no obtiene
resultados es conveniente pedir ayuda a quien sepa. El pedir ayuda es ya un acto de
humildad que Dios recompensa.

Uno puede orar sólo por otro, pero siempre se recomienda la comunidad, un equipo de
oración que ore por los enfermos. Jesús nos dice: "Si dos de ustedes se ponen de
acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo
dará, porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo 18:19-20).

Es muy bueno que el equipo que va a orar por un enfermo se reúna antes para ponerse
en manos de Dios y hacer que el Espíritu Santo los guíe en su oración y también acudir
a la Santísima Virgen, Madre de los Dolores, para que acompañe al enfermo que sufre y
lo prepare a recibir la sanación aceptando plenamente la voluntad de Dios.

(Alabanza, nº 162)

154
SANACIÓN DEL ODIO Mons. Uribe Jaramillo

S. Pablo escribe a los Efesios: "Mas ahora en Cristo Jesús, vosotros los que en otro
tiempo estabais lejos habéis llegado a estar cerca por la Sangre de Cristo, porque Él
es nuestra paz. El que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro que los separaba,
la enemistad, anulando en su carne la ley de los mandamientos con sus preceptos,
para crear en Sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo la paz, y
reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo por medio de la cruz, dando en Sí
mismo muerte al odio. Vino a anunciar la paz, paz a vosotros que estabais lejos y paz
a los que estaban cerca, porque por Él unos y otros tenemos acceso al Padre en un
mismo Espíritu".

Señor Jesús, Tú eres la paz, Tú eres nuestra paz, Tú eres nuestro Salvador. Tú quitas
nuestros pecados y nos devuelves la paz que habíamos perdido. Estamos enfermos
interiormente, tenemos un corazón lacerado, por eso Señor nos acercamos a Ti con fe
para pedirte que nos cures interiormente, para que destruyas el odio que hay en
nosotros, para que alejes todos los temores que nos enferman, para que quites toda
dolencia de nuestro corazón. Gracias, Señor, por tu amor. ¡Bendito seas, Señor!

La sanación interior es, sin duda, uno de los temas que más interesa en la Renovación
Espiritual Carismática. Espero que la exposición que se hará a continuación sea útil a
muchas personas que quizá no han tenido la experiencia amorosa. de Dios en sus vidas,
porque carecen de esta curación interior que Él quiere realizar actualmente en cada uno
de nosotros.

Este es un tema que encuentro cada vez más importante y más práctico. Muchas veces
no disfrutamos de este gozo del Señor, de la alegría del Espíritu, del amor y de la acción
de Dios en nuestras vidas porque estamos muy enfermos interiormente. Esta realidad de
nuestra enfermedad interior sería un desastre contemplarla si no nos encontrásemos con
la realidad de la salvación integral de Cristo. Recordemos las palabras de los ángeles o
del ángel que habla en nombre de Dios a los pastores el día de Navidad: "Os anuncio un
gozo muy grande que lo es para todo el pueblo: hoy os ha nacido vuestro Salvador".
Pero esta palabra "Salvador" queda a veces para nosotros como en el aire y no caemos
en la cuenta de que es algo concreto, algo que abarca toda nuestra persona y toda
nuestra vida.

Pablo VI, durante el Año Santo celebró una Eucaristía por los enfermos en la Plaza de
S. Pedro y allí pronunció una homilía muy interesante en la cual nos recordó que "Cristo
es el Salvador del hombre y el Salvador de todos los hombres". Esa fue la idea
expresada ya por S. Atanasio hace ya muchos siglos. Dice este Santo Padre: "Nuestro
Salvador fue verdaderamente hombre y de Él ha conseguido la salvación toda la

155
humanidad y de ninguna forma es ficticia nuestra salvación. Y no solo la del cuerpo,
sino que la salvación de todo el hombre, es decir, alma y cuerpo,. se ha realizado en
Aquel que es la Palabra." La salvación del Señor se extiende a toda nuestra persona, a
nuestro espíritu, a nuestra alma, a nuestro cuerpo, a nuestro mundo emocional.

Muchas veces en nuestro ministerio sacerdotal no comunicamos la salvación de Cristo a


la enfermedad de las emociones, a la enfermedad mental, al mundo interior enfermo,
porque creemos -al menos en la práctica- que la salvación se limita a que el Señor nos
de la gracia en el Bautismo, nos la devuelva por el Sacramento de la Reconciliación, nos
conceda la gracia de morir unidos a Él y entrar así al cielo. Esto es lo principal, pero no
olvidemos que la realidad de la permanencia de Cristo actúa en nuestra vida toda. Dios
no está limitado por el tiempo, el tiempo es la duración sucesiva de las cosas y en Dios
no hay sucesión, por eso "Cristo que es Dios verdadero es el mismo ayer, hoy y por los
siglos". Nos hacemos a veces a la idea de un Cristo que tiene veinte siglos de muerto y
resucitado pero sin que esa resurrección se convierta en una realidad concreta en
nuestras vidas. Olvidamos que Él hoy sana, como sanó entonces, que lo que Él hizo
hace veinte siglos lo realiza ahora y lo efectuará dentro de muchos siglos porque es el
mismo.

Una de las cosas que encuentro más importantes en la Renovación es ésta: cómo el
Espíritu del Señor nos está colocando frente a un Cristo concreto y maravilloso que
actúa como Salvador en nosotros. Nos acerca a Cristo, no solamente en la mente, sino
en el corazón y en la vida. Y cuando el sacerdote y la religiosa descubren esto, el
ministerio encuentra una proyección nueva, muestra una inmensidad cada día creciente,
porque uno empieza a experimentar en su persona la realidad de la salvación integral de
Jesús y se convierte entonces en ministro de salvación de Cristo, pero de una manera
concreta, en todo el hombre y en todos los hombres.

Este es el tema en el cual estamos reflexionando ahora con la gracia del Señor. La
sanación interior que realiza Cristo abarca muchas áreas: Él viene como Salvador ante
todo del pecado y la sanación interior tiene que comenzar por la conversión. A veces se
olvida este aspecto y se habla de otras áreas muy importantes de la sanación interior,
pero sin mucho provecho porque no se parte de lo fundamental.

La PRIMERA sanación que Cristo hace en nosotros es la de la CONVERSIÓN.


Recordemos algo que es muy importante tener presente cuando se trata este asunto.
Cuando S. Marcos nos habla del comienzo del Evangelio del Señor, nos dice lo
siguiente: "Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena
Nueva de Dios: el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y
creed en la Buena Noticia".

La primera preocupación de Cristo cuando comienza su ministerio es proclamar la


Buena Nueva de la Salvación. Hay un Salvador, pero para que el hombre pueda recibir
esta Buena Noticia de la Salvación tiene que dar un paso hacia Él, el de la conversión;
tiene que volverse hacia ese Señor que es el Salvador para que pueda recibir su palabra
156
y su consuelo, para que pueda enriquecerse con su gracia, para que pueda llenarse de su
Vida. Si ese hombre continúa con su mirada puesta en los ídolos, con su mirada en algo
distinto de Cristo, no podrá recibir el beneficio de la salvación del Señor. Por eso, Cristo
lo llama por su nombre. Es maravilloso saber, como dice el Salmo, "Dios llama a cada
estrella por su nombre y Dios conoce y pronuncia los nuestros". Para el Señor no somos
masa, no somos "cosas", somos personas, integramos su pueblo, pero como personas. Él
sabe quién es cada uno de nosotros y todos preocupamos al Señor. Él nos llama por
nuestro nombre para que nos volvamos hacia Él. Esa es la CONVERSIÓN: dejar el
pecado, dejar de mirar el ídolo, para contemplar el rostro del Señor, para embriagamos
con la belleza de ese rostro, como dirá el Salmo, eso es lo que quiere el Señor, que nos
encontremos con Él, que dejemos todo para abrazarlo a Él.

La CONVERSIÓN tiene que partir del reconocimiento de la realidad del pecado y de la


santidad de Dios. Cuando Juan Bautista señala a Cristo, dice: "He aquí el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo". No dice únicamente que perdona, sino que
QUITA EL PECADO. Para Juan Bautista, la presencia de Cristo era necesaria como
Salvador del pecado, porque Juan Bautista había dedicado su ministerio también a
llamar a la conversión, "a allanar los caminos" para que pudiese llegar el Salvador.

Pero fijémonos en una realidad que ojalá la reconozcamos delante del Señor: una de las
grandes calamidades de esta época ha sido el empeño que hemos puesto. a veces los.
mismos sacerdotes. para hacer creer a los demás que no hay pecado o para quitarle toda
importancia. Esta ha sido la gran calamidad de esta época. Haber buscado, inclusive, en
la Psicología y en una Moral de Situación razones para excluir el pecado de la vida,
pero no dejamos de ser pecadores por eso. Esto es lo que dificulta nuestra conversión,
porque no nos convertiremos al Señor si no nos sentimos pecadores y esta realidad
dolorosa es la que nos tiene tan enfermos.

Cuando una persona se deja conducir por el Espíritu del Señor empieza a reconocer -y
esta es una gracia muy grande- su realidad de pecador. Empieza a reconocer que el
pecado le aleja de Dios y esta es una de las mayores gracias del Señor, la de sentimos
pecadores. RECORDEMOS LA PARÁBOLA DEL FARISEO Y DEL PUBLlCANO.
El fariseo estaba pensando y argumentando así, buscaba las mismas excusas que se
presentan ahora: "Gracias Señor, porque no soy como los demás hombres". Aquel
fariseo no se reconocía pecador, empieza a recorrer las buenas obras que ha hecho:
ayuna varias veces a la semana, da limosna, guarda la ley y ese hombre, con esto
mismo, está pecando por orgullo, es - el soberbio que se siente maravilloso delante de
Dios. De éste nos dice el Señor que "volvió pecador a su casa". Está cerca del altar y,
sin embargo, no está cerca de Dios. Pero en la puerta hay un pobre publicano que
empieza a pedir perdón a Dios: "apiádate de mí porque soy un pecador", éste vuelve
justificado a su casa.

157
No temamos pues encontramos con la realidad del pecado. Es una de las grandes gracias
que necesitamos. No se trata de complejo de culpa, esto es un mal, sino de la realidad de
que somos pecadores. Así como cuando la luz entra en una habitación comienza a
mostramos toda la suciedad que hay en ella, vemos el polvo en el rayo de luz y
empiezan a aparecer las manchas y las cosas feas, este es un beneficio. Cuando uno está
en la habitación oscura cree que no hay nada sucio, nada podrido, nada malo. Si el
Espíritu del Señor va proyectando su luz sobre nuestra alma, en nuestro corazón, en
nuestro interior, y nos va mostrando lo malo que hay en nosotros, nos concede un gran
favor porque ese es ya un comienzo de sanación interior. Y no hagamos el mal tan
grande a los demás de dejarlos tranquilos en una vida de vicio, diciéndoles que "eso no
tiene ninguna importancia, que eso es propio de la época". No se trata de formar
personas escrupulosas, pero se trata de formar cristianos. El cristiano tiene que ser el
gran inconforme frente al pecado y el cristiano nunca se puede sentir tranquilo cuando
ha cometido la falta. El cristiano siempre tiene que buscar el perdón del Señor, la
purificación de Cristo. El grito del cristiano es el que pronuncia en la Eucaristía:
"Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de mí. Cordero de Dios,
que quitas el pecado del mundo, dame tu paz". Y esta paz que nos comunica Cristo
cuando perdona nuestros pecados es la que nos va sanando progresivamente.

Pero no podemos disfrutar de la paz del Señor mientras no rompamos definitivamente


con el pecado. Me convenzo cada día más de que esta Renovación espiritual, que es más
seria de lo que nos imaginamos, encuentra resistencia en muchas personas por las
exigencias que impone. Si no pidiera tanto. se recibiría y se aceptaría muy fácilmente.
pero como la Renovación es CAMBIO DE VIDA, exige CAMBIO DE CRITERIOS y
CAMBIO DE ACTITUDES, CAMBIO DE MOTIVACIONES POR TODO LO QUE
SEA EVANGÉLlCO, ES POR TANTO MUY DIFÍCIL E INCOMODA MUCHO. El
que entra en la Renovación se complica la vida. SÍ, SE LA COMPLICA, es verdad. Se
la complica porque comienza a descubrir la realidad del pecado, se la complica porque
el Señor empieza a pedirle que "deje esto" y "que haga aquello". Y el Espíritu del Señor
es muy exigente. Se complica la vida pastoral, porque el trabajo aumenta después. El
sacerdote que antes de la Renovación tenía tiempo para muchas cosas, ahora carece de
él para atender debidamente a todas las personas que buscan en él a Cristo y que
demandan especialmente sanación interior. No creamos que la Renovación es una
lotería para llevamos a una vida fácil, no, la vida del cristiano nunca será fácil. La vida
de los cristianos en los Hechos de los Apóstoles no fue fácil. S. Pablo escribirá con
razón: "Los que son de Cristo crucifican su cuerpo con sus vicios y sus
concupiscencias". El cristiano tiene que ser siempre un crucificado, tiene que decir
también con Pablo: "Estoy clavado con Cristo en la cruz".

El Señor nos había dicho: "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz todos los días y sígame". Recuperaremos la salud interior en la medida en
que le pidamos al Señor perdón por nuestros pecados. en la medida en que descubramos
con la luz del Espíritu todo lo que hay de malo en nosotros y lo pongamos delante de la

158
Sangre sacerdotal de Cristo para que Ella lo purifique totalmente. La Sangre de Cristo
nos lava de todo pecado. Pero si dejamos esto a un lado y entramos por otro aspecto de
la sanación interior, estamos fallando por la base. Por eso, "Cordero de Dios, que quitas
el pecado del mundo, danos la paz". La paz de Cristo, tu paz Señor, la que nadie puede
dar sino Tú. Esa paz tuya, Señor, que como dice S. Pablo: "supera todo lo que pueden
dar los sentidos", esa paz que exige el arrepentimiento del pecado, esa paz que es fruto
precisamente de romper los ídolos, esa paz, Señor, que tanto necesitamos y que es la
que va realizando nuestra curación interior.

Para fortuna nuestra, contamos con el amor del Señor que nos purifica de todas nuestras
miserias. El profeta Ezequiel tiene esta maravillosa profecía:

"Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados de todas vuestras manchas y de todos
vuestros ídolos os purificaré y os daré un corazón nuevo. Infundiré en vosotros un
espíritu nuevo. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de
carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y
observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que Yo di a vuestros padres,
vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios".

Pero la sanación interior no se limita al campo del pecado, abarca también ese mundo
enfermo que es la consecuencia del pecado. La Psicología nos ha ido mostrando cada
día más la realidad de ese mundo interior del subconsciente en donde se han ido
acumulando el odio, el miedo, los resentimientos, los complejos de distinta índole. Todo
ese mundo del subconsciente que es como un sótano en el cual nosotros vamos
arrojando cosas penosas, duras, con el deseo de que desaparezcan, pero que quedan allí
con toda su fuerza destructora y que vienen a convertirse en una especie de volcán que
estalla cuando menos lo pensamos. Que aparece en actitudes, en manifestaciones de
conducta y aún en enfermedades corporales.

La medicina psicosomática avanza precisamente en esa línea. Ha comprobado cómo


muchas de las enfermedades del cuerpo como, por ejemplo, varios tipos de artritis,
muchas úlceras, eczemas, asmas, dolores de cabeza a veces incurables, tienen una causa
que se llama ENFERMEDAD INTERIOR: acumulación de odio, de miedo, de
rechazos..., todo eso que no se puede expresar a veces dé otra manera, que se tiene
reprimido, busca su escape afectando al cuerpo porque está enferma la mente, porque no
está sano el corazón.

El término bíblico "corazón" significa todo el mundo de las emociones y por eso la
medicina no puede calmar ni curar estas enfermedades. Vemos, por ejemplo, cómo la
artritis es incurable. La persona tiene épocas menos agudas, pero la enfermedad
permanece y lo mismo sucede con ciertos asmáticos; cuando esta enfermedad es efecto
de una represión interior, estos enfermos tienen sus días mejores, pero el asma
permanece. ¿A qué se debe todo esto? A que una nueva emoción viene a producir una
nueva reacción y aparece entonces la dolencia que, aparentemente, había terminado. A
veces, se agravan las enfermedades, ¿por qué? porque el médico apenas ha atacado los
159
síntomas, no ha destruido la causa. Solamente cuando ésta se quite, desaparecerá el
efecto.

Estamos viendo ahora cómo la gente que está buscando y encontrando la sanación
interior, está hallando también, como reflejo y como consecuencia muchas veces la
misma salud corporal, pero lo grave es la repercusión que todo este mundo enfermo
tiene en nuestra conducta: tantas actitudes agresivas, tantas situaciones de descontrol
que uno no quisiera tener y que ha prometido no volver a repetir, todo eso se vuelve a
presentar ¿por qué? porque. no ha sido sanado aún el mundo interior enfermo.

Podemos separar dos cosas para que nos orientemos un poco en esta sanación interior.
La primera sería la sanación de los recuerdos dolorosos y luego la sanación de las
emociones enfermas. SANACIÓN DE RECUERDOS DOLOROSOS
Y SANACIÓN DE EMOCIONES ENFERMAS. Dos puntos importantísimos.

Recomiendo para este estudio de todo el mundo interior enfermo, el libro que
publicaron dos psiquiatras americanos, el Dr. Parker y el Dr. Jhons, tiene como título:
"La psicoterapia en la oración". Es un estudio que ellos como científicos quisieron hacer
para ver si la oración sanaba o no las dolencias de la mente, estos problemas
psicológicos. Hicieron un test y luego una experiencia con treinta personas y llegaron a
la conclusión de que por medio de la oración en grupo se obtenían mayor número de
curaciones y con más profundidad. Estos especialistas demuestran qué es lo que
enferma a la persona, lo que ellos llaman "los cuatro demonios principales", en términos
psicológicos: el demonio del ODIO, el demonio del MIEDO, el demonio del
COMPLEJO DE CULPA Y el demonio de los COMPLEJOS DE INFERIORIDAD.
Dan una prueba científica de la repercusión de estas enfermedades interiores en la
conducta y aún en la salud corporal.

La mayor importancia la dan, claro está, al ODIO. Voy a referirme a é! porque nosotros
estamos todos enfermos interiormente, unos más y otros menos, de odio. Porque
ninguno de nosotros ha recibido todo el amor a que tenía derecho y que anhelaba desde
el momento de la concepción. El plan de Dios ha sido el de creamos a imagen y
semejanza suya. Recordemos cómo en el Génesis, cuando Dios va a crear al hombre
dice: "Hagámoslo a nuestra imagen y semejanza". La explicación de estas palabras está
en parte en el hecho de nuestro ser espiritual, de nuestra alma. Por nuestro espíritu nos
asemejamos a Dios que es Espíritu, por este aspecto podemos decir que hemos sido
hechos a imagen y semejanza de Dios. Esto es cierto, pero es solo una parte. Cuando
Dios dijo: "Voy a hacer al hombre a imagen y semejanza mía" quiso decir algo
maravilloso. Dios es Amor y quiso que el hombre y la mujer se asemejasen a Él, porque
tenían la vocación de amar y de ser amados. Dios ama y es amado. Y en la medida en
que el hombre crezca en el amor, en esa medida se asemejará a Dios que es el Amor
infinito, y nosotros nos asemejamos al Señor y recuperamos la sanación interior en la
medida en que crezca el amor del Señor en nuestros corazones.

160
A la vez, nos enfermamos en la medida en que carecemos de amor, en la medida en que
el amor nos falte, y esa ha sido la realidad nuestra: que muchas veces la tragedia, el
trauma, ha empezado en una concepción que no era deseada. ¡Cuántas veces la madre
no quería tener un hijo porque se sentía enferma o porque ya tenía muchos, o por toda
esa propaganda de la época moderna del lujo, de la sociedad de consumo...! Por una
causa o por otra, pero aquella mujer que queda embarazada sin querer tener un hijo lo
está rechazando desde el primer momento y ese rechazo está repercutiendo ya en el
cerebro ya de ese niño, lo está traumatizando, lo está enfermando interiormente.

Científicamente se ha comprobado cómo las reacciones de la madre, desde la


concepción del niño, están repercutiendo en él. Lo que llaman los psicólogos "las
caricias positivas. o "los toques negativos", unos para bien y otros para mal.

Muchas veces viene un embarazo en el cual la madre por enfermedad, por cansancio,
porque el marido no tiene trabajo, porque es un borracho, por lo que se quiera, está
llevando con disgusto a ese niño. Puede ser una madre cristiana, inclusive. No desea
abortar, pero lo lleva con cansancio, con disgusto, no quiere tener a ese niño. Todo esto
enferma a esta persona. Ese niño no está recibiendo la ternura, el amor, la acogida del
seno materno.

El Señor quiso crear al hombre "a su imagen y semejanza" y por eso determinó que la
vida humana empezase con el acto de amor más grande que puede darse entre el hombre
y la mujer, la unión íntima matrimonial. Es como fruto de la mayor expresión de amor
de dos esposos como tiene comienzo la vida humana en el plan de Dios, porque lo hizo
"a imagen y semejanza suya" y Dios es Amor. Y cuando ese amor empieza a faltar en la
concepción, en el seno materno, el niño va enfermando, va adquiriendo traumas que
tendrán después terribles consecuencias.

Muchas veces el trauma se recibe también en el momento mismo del nacimiento, es un


parto doloroso, difícil, y después empieza el niño a mostrar las consecuencias, a
manifestar su enfermedad, porque tampoco a veces en los brazos de la madre no recibe
todo el afecto que necesita, porque fue creado "a imagen y semejanza de Dios" que es
Amor para recibir amor, a fin de poder después dar amor y en esta etapa él no puede dar
amor, tiene que recibirlo, y muchas veces lo que está recibiendo es rechazo voluntario o
involuntario. No digamos que está pecando esa madre o que está faltando ese padre,
pero esa madre -por ejemplo- pobre, que tiene que ir a trabajar, que tiene que dejara su
niño solo, encerrado en un cuarto o a cargo de una vecina, ese niño que no está
recibiendo el amor de la madre..., será un enfermo en su interior. Ella tiene que irse a
trabajar, pero las consecuencias para el niño permanecerán. Es un niño que crece sin
afecto, sin amor, y será el agresivo del mañana. Crece en un ambiente donde el padre no
tiene cariño; puede ser que el padre cumpla, como se dice, con el deber, que lleve lo
necesario, pero no da afecto y' cuando ese niño después recuerde a su padre tendrá que
decir con pena: "Nunca tuvo una caricia para mí, nunca una muestra de amor, nunca me
abrazó, únicamente escuché de él palabras duras: haz esto, no hagas aquello, no
161
molestes, vete, déjame tranquilo...". Peor aún si ese padre es un borracho, viene
entonces la tragedia, el mal trato a la madre que impacta al niño y el mal trato al niño.
No nos extrañemos, pues, de' que haya tanta cosa dolorosa, lo raro es que no haya más.

Estamos frente a una humanidad enferma porque no ha recibido amor, porque le ha


faltado mucho cariño y esto en los primeros años de la vida, que son los decisivos para
todo hombre. Todo el amor que falte en los primeros años estallará después en odio.
Odio es lo que queda en nosotros cuantas veces no recibimos el amor que necesitamos y
que esperamos. Los primeros años de nuestra existencia influyen definitivamente en
toda nuestra vida. Si hemos acumulado odio en esa época, estallará más tarde. ¿Cuándo?
No lo sabemos, pero estallará. Tal vez nos enfermaremos corporalmente o tendremos
una conducta enferma, una conducta enferma que es peor todavía que un organismo
enfermo.

Y si seguimos con la vida de la persona, encontraremos cómo después en la escuela


vamos a tener el rechazo muchas veces con determinado profesor, con determinados
compañeros, y el problema crecerá. Crecerá después en el Seminario, en el Noviciado,
en la vida de trabajo. El rechazo que hemos ido recibiendo de talo cual persona se irá
acumulando en nosotros como odio. Pero esta visión sería tremenda y es la que nos
presentan los psicólogos, si no tuviésemos ilusión, si no contásemos con el amor infinito
del Señor.

Cuando Jesús nació en Belén, encontró un mundo dominado por la violencia, el


resentimiento, la guerra y la esclavitud. Por eso, vino a ofrecerles su paz. Esta palabra
bendita fue el canto de los ángeles en esa noche maravillosa: "¡Gloria a Dios en las
alturas, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!" A lo largo de su ministerio, el
Salvador prodigó este regalo de su paz y sanó muchos corazones heridos por el odio.

Un caso maravilloso es la sanación del odio racial que Jesús efectúa en el corazón de la
Samaritana. En su tiempo, como ahora, existía el odio racial. Los judíos y los
samaritanos no se trataban, nos dice S. Juan en su Evangelio. Este odio racial impedirá
que la Samaritana obsequie a Jesús el poco de agua que le pide: " ¿ Cómo tú siendo
judío me pides de beber a mí que soy samaritana?" Pero Jesús no odiaba a los
samaritanos, los amaba como amaba a sus hermanos los judíos. Por eso, no reacciona
con agresividad ni dureza contra esta mujer despectiva, al contrario, ofrece el agua del
Espíritu a quien le niega la del pozo. Jesús le respondió: "¡Si conocieras el DON de
Dios y quién es el que te dice 'dame de beber', tú le habrías pedido a Él y Él te habría
dado agua viva!". Jesús puede decir esto porque interiormente estaba sano. A lo largo de
un diálogo lleno de amor divino, Jesús va sanando el odio de esta mujer, que termina
dejando su cántaro a los pies de Jesús, mientras corre hasta la ciudad' y dice a la gente:
"Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho". Y habló con tanto
entusiasmo de Jesús que muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las
palabras de la mujer. Le rogaron que se quedara con ellos y se quedó allí dos días y
162
fueron muchos los que creyeron por sus palabras. Todo esto porque el amor de Cristo
sanó el odio racial de aquella mujer y de sus compatriotas.

La sanación del odio que separaba a dos pueblos y que solo pudo ser efectuada por
Jesús, está sintetizada admirablemente por S. Pablo en su carta a los Efesios; con estas
palabras:

"Pues Cristo es nuestra paz que hizo de los dos pueblos uno, derribando el muro que los
separaba, la enemistad, anulando en su carne la ley de los mandamientos con sus
preceptos... haciendo la paz y reconciliar con Dios en un solo Cuerpo por medio de la
cruz, dando en Sí mismo muerte a la enemistad.

Vino a anunciar la paz. Paz a vosotros que estabais lejos y paz a vosotros los que
estaban cerca, pues por Él unos y otros tenemos acceso al Padre en un mismo Espíritu".

El mundo actual está destrozado por odios personales, nacionales y raciales y este odio
ha llegado hasta el deporte y las manifestaciones de la cultura. Todos los esfuerzos de
las Naciones Unidas y las Conferencias de paz han sido inútiles y lo serán mientras no
las anime el Espíritu del Señor. Solamente Jesús es capaz de derribar los muros que
separan a los pueblos y de dar muerte alodio con su infinita paz.

Otro caso conmovedor es el de la sanación del corazón destrozado de PEDRO. Si hubo


un corazón herido por el dolor fue el de Pedro después de su triple negación de Cristo
durante la Pasión. Pedro amaba a Jesús sinceramente. No era un farsante cuando dijo:
"Aunque todos se escandalicen de Ti, yo jamás me escandalizaría". Ni cuando añadió:
"Aunque tenga que morir contigo no te negaré". Horas después y frente a unas siervas
dijo repetidas veces: "No conozco a ese hombre". Empezó él a maldecir y a jurar: "No
conozco a ese hombre", pero afortunadamente estaba frente a Jesús que no se arrepiente
de amamos y que es la bondad infinita. Él estaba listo a perdonar a su apóstol infiel y,
más aún, a sanarlo interiormente. "Vuelto el Señor, miró a Pedro y Pedro se acordó de
las palabras del Señor cuando le dijo: "Antes de que el gallo cante, me negarás tres
veces., y saliendo fuera lloró amargamente. Es lo que nos dice S. Lucas en su
Evangelio.

163
SANACIÓN INTERIOR DE JOSÉ, EN EL A.T.:

"... Al terminar este llanto, José dice a sus hermanos: "Yo soy José, ¿vive aún mi
padre?" Sus hermanos no podían contestarle porque se habían quedado atónitos ante él.
José dijo a sus hermanos: "Vamos!, acercaos a mí!" Se acercaron y él continuó: "Yo soy
vuestro hermano José a quien vendisteis a los egipcios. Ahora bien, no os dé enojo el
haberme vendido acá, pues para salvar vidas me envió Dios delante de vosotros, porque
con este van ya dos años de hambre sobre la tierra y aún quedan cinco años en que no
habrá arada ni siega. Dios me ha enviado delante de vosotros para que podáis sobrevivir
en la tierra y para salvaros la vida mediante una feliz liberación. O sea, que no fuisteis
vosotros los que me enviasteis acá sino Dios, y Él me ha convertido en padre del
Faraón, en dueño de toda su casa y amo de todo Egipto. Subid deprisa donde mi padre y
decidle: "Así dice tu hijo José: Dios me ha hecho dueño de todo Egipto, baja a mí sin
demora. Vivirás en el país y estarás cerca de mí tú y tus hijos y nietos, tus ovejas y
vacadas y todo cuanto tienes. Yo te sustentaré allí, pues todavía faltan cinco años de
hambre, no sea que quedéis en la miseria tú y tu casa y todo lo tuyo". Con vuestros
propios ojos estáis viendo y también mi hermano Benjamín con los suyos, que es mi
boca la que os habla. Notificad, pues, a mi padre toda mi autoridad en Egipto y todo lo
que habéis visto, y enseguida bajad a mi padre acá. (la escena termina de una forma
conmovedora). Y echándose al cuello de su hermano Benjamín lloró. También
Benjamín lloraba sobre el cuello de José. luego besó a todos sus hermanos, llorando
sobre ellos, después de lo cual sus hermanos estuvieron conversando con él."

Encontraremos en la vida real nuestra un caso de sanación interior tan perfecto y


admirable como este que nos ha descrito el sagrado libro del Génesis, si creemos
firmemente en las palabras que escribe S. Pablo a los Hebreos: "JESUCRISTO ES El
MISMO AYER, HOY Y POR LOS SIGLOS", nos acercaremos con fe y con confianza
a Jesús y Él sanará también ahora, como sanó por ejemplo a la Samaritana, el odio que
haya acumulado en nosotros.

Podemos emplear un método muy sencillo para conseguir esta curación interior.
Recorrer nuestra vida con Cristo, detenemos delante de cada recuerdo doloroso y
pedirle con humildad y con confianza que lo sane. En este recorrido iremos
descubriendo el amor que nos faltó en un momento o en otro. Con fe en la presencia de
Jesús que recorre con nosotros nuestra existencia, nos detendremos para decirle: "Tú,
Señor, que eres el Amor, Tú que estabas presente cuando recibí esta ofensa, cúrala en
este momento. Derrama sobre esta herida el bálsamo de tu consuelo. Dame, Señor, el
abrazo que se me negó entonces, prodígame la caricia que no me dieron en aquel
momento, dime la palabra bondadosa que no escuché, sana la herida que me causó
aquella frase dura, aquella actitud violenta. Sáname, Señor, te lo pido". Si hacemos esto
con fe, el Señor derramará el óleo de su paz, de su amor, de su perdón, sobre cada una
de esas heridas. A una herida seguirá otra, a una sanación seguirá otra, puesto que es un
proceso el que va realizando el Señor.

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Una manera muy fácil de comprobar si se da sanación o no es esta: si al recordar
después lo que antes nos causaba odio. dolor. angustia. lo hacemos ahora con paz y aún
con alegría. En este caso. la sanación habrá sido total.

Las horas que dediquemos a recorrer nuestra vida con Jesús para detenernos delante de
cada recuerdo doloroso y pedirle que lo sane con su amor y con su paz, serán quizá las
más útiles. Progresivamente, se irá cumpliendo este PROCESO de sanación interior y
comprobaremos (y tal vez lo otros comprobarán. también) cómo nuestro corazón
enfermo va siendo cambiado por un corazón sano, cómo empiezan a desaparecer las
manifestaciones de nuestra enfermedad anterior, cómo van siendo reemplazadas por
actitudes cristianas, cómo al odio sucede la paz, cómo a la agresividad sigue la
mansedumbre, en una palabra, cómo la acción del Señor que es Amor se va
manifestando en nuestras vidas.

En un día de Retiro espiritual, en un día de silencio en el campo; aún en horas de la


noche, podemos dedicamos a hacer este. recorrido con Jesús y recibir de Él la curación
que quiere hacer de nuestros corazones rotos, de nuestros corazones atribulados. Es el
Señor y, por lo mismo, es el Amor.

Ruth Carter ha escrito un libro muy interesante sobre sanación interior y en él insiste en
la importancia que tiene para el logro de esta sanación interior emplear la imaginación,
visualizar la persona de Cristo que actúa en cada uno de estos momentos, para sanamos
interiormente. La imaginación ha sido des prestigiada entre nosotros. Puede hacemos
mal, claro está, pero puede también producir grandes beneficios. Es parte de nuestra
persona, tiene una misión muy importante y debemos utilizarla. Con una imaginación
bien encauzada encontramos la manera de trabajar positivamente en nuestra sanación
interior. Si cambiamos la escena dolorosa que nos causó un trauma por otra positiva en
la cual Jesús se presenta como el Amor, como el Padre bondadosísimo, como el Amigo
lleno de fidelidad, veremos cómo se modifica también nuestra situación interior. Esta
imaginación interior puede avivar nuestra fe, puede animar también nuestra confianza,
puede facilitar nuestro acercamiento al Señor. Nuestra enfermedad interior es el
resultado de un largo proceso y, por lo mismo, la sanación interior no es obra de un
momento, sino el resultado de un largo proceso. Empleemos este método de sanación
interior y veremos muy pronto sus magníficos resultados.

Pero también podemos acudir al ministerio de sanación interior. El Concilio nos ha


recordado cómo Jesús realiza su salvación EN la Iglesia y POR la Iglesia. La mayor
parte de la salvación se nos comunica por medio de otras personas que sirven como
ministros del Señor en un momento determinado. Por ejemplo, EL PERDÓN DE LOS
PECADOS, ordinariamente lo recibimos por el ministerio del sacerdote en el
Sacramento de la Reconciliación. La sanación física se consigue muchas veces por el
ministerio de una persona 'que ora con fe por nosotros. Lo mismo podemos decir de la
sanación interior.

165
El Señor está multiplicando en estos momentos el carisma de sanación interior. En
muchas partes se han formado equipos de personas que están orando por sanación
interior con un fruto y resultado magníficos. Pero, claro está, .el medio mejor para
conseguir este ministerio de sanación interior es en el Sacramento .de la Reconciliación.
Muchos sacerdotes están trabajando en esta línea y están obteniendo resultados
verdaderamente admirables.

El P. Miguel Scanlan, el autor de “Sanación interior" ha escrito un importante folleto


sobre este tema. Creo que la Renovación que quiere la Iglesia en este punto tan
importante, el del Sacramento de la Reconciliación, será una plena realidad cuando los
sacerdotes nos convenzamos de la riqueza de sanación interior y dediquemos buena
parte a orar con las personas por la sanación de las raíces del pecado y la curación de las
secuelas que él haya dejado en sus vidas.

Quiero referirme a algunos casos que nos demuestran la realidad de la sanación interior.
Un día me pidió un sacerdote que orara por él, se hallaba en la Renovación y estaba
descubriendo con admiración creciente el poder de sanación interior que hay en Jesús.
"Me siento muy cambiado", me dijo. "Estoy mucho mejor en mi interior que antes, pero
sé que aún necesito mucha sanación interior". "Y ¿qué es lo que más te preocupa en este
momento?", le pregunté. "Tengo la impresión de que soy poco aceptado, creo que mis
superiores no me quieren ni tampoco mis feligreses. Me da la sensación de que me
toleran, pero no me siento amado. En el fondo me siento rechazado. Esta situación me
ha mantenido en una dolorosa soledad espiritual. Por fortuna la experiencia que he
tenido del amor de Jesús me ha dado nuevos bríos, su presencia amorosa me está
sanando, pero sé que necesito ayuda y por eso he venido para que oremos, a fin de que
el Espíritu del Señor sane las zonas profundas de los rechazos que "recibí al comienzo
de mi vida, pues tengo el presentimiento de que algo no estuvo bien y que esa falta de
aceptación plena ha repercutido en mi situación posterior".

Oramos un rato para pedir al Divino Espíritu que guiara nuestra oración de sanación y
pusiera en nuestros labios lo que debiéramos decir. Al terminar, le manifesté: "Creo que
debemos que concretarnos ahora en pedir la sanación de la falta de aceptación que
tuviste varias veces desde tu concepción hasta tu nacimiento. Han venido a mi memoria
las palabras del Salmo 50: "en pecado me concibió mi madre". No es que el acto de
nuestra concepción haya sido pecaminoso, sino que el pecado de nuestros padres y de
nuestros antepasados dejó quizá tales huellas en nuestros padres que les impidió
engendrarnos y concebirnos con perfección de amor, y en cambio quizá lo hicieron con
sentimientos de egoísmo, de miedo o de rechazo materno, que constituyeron ya nuestro
primer trauma. Entonces, pidámosle a Jesús que, Él que estuvo presente en ese instante,
ponga los sentimientos y las actitudes y los afectos y el amor debidos, para que ese acto
definitivo sea el comienzo feliz de nuestra existencia. "Quita de nuestros padres, en ese
instante de nuestra concepción, todo sentimiento de angustia, de violencia, de miedo, de
egoísmo, y lIénalos de tu amor. Sana, Señor Jesús, el momento y el acto de nuestra
concepción, que tanto mi padre como mi madre deseen con amor muy grande mi
166
concepción, que la anhelen, Señor. Gracias porque sé que nos oyes". Guardamos
silencio un rato, repitiendo esta súplica, en la seguridad de que el Señor la oía y la
acogía. "¿Tú eres el primogénito?", le pregunté. "Sí", respondió. "¿Tu madre ha sido
tranquila o nerviosa?". "Muy nerviosa y ofuscada", contestó. Oremos, entonces, para
que el Señor sane los rechazos que pudiste recibir de su parte durante los meses del
embarazo. Recuerdo ahora las profundas palabras del Salmo 70: "En el vientre materno
ya me apoyaba en Ti, en el seno Tú me sostenías. Desde el vientre de mi madre Tú eres
mi Dios".

Y entonces, oramos así: "Señor Jesús, no sé si mi madre sintió miedo en lugar de alegría
cuando comprobó que me había concebido. Tal vez estaba sola y se sintió asustada al
pensar en lo que le esperaba. Acércate a ella en ese momento tan importante y quita de
su mente toda idea sombría y llénala de alegría al saber que va a ser madre. Haz que
sienta el deseo de ver a mi padre pronto para darle la buena noticia, llénala de felicidad
y que esa alegría se transmita a mi mente y le sane del trauma que recibí cuando fui
rechazado, sin que mi madre tuviese la culpa, pero debido a sus nervios."

Y después de un rato de silencio, durante el cual contemplamos a Jesús realizando esa


sanación en nuestra madre y en nosotros, continuamos así: "Señor, quizá en los meses
posteriores de mi gestación, mi madre sintió pesar de llevarme en su seno porque se
sintió enferma, porque mi padre la dejó sola por estar con amigos o por su trabajo.
Fueron momentos de rechazo para mí, que repercutieron ya en mi mente y me
traumatizaron profundamente. Señor, hazte presente en cada uno de esos momentos y
cambia los pensamientos y los sentimientos negativos de mi madre, por otros positivos
y alegras. Veo, Señor, cómo le das paz en ese momento y haces que se sienta feliz al
saber que crezco en ella y que pronto será madre. Gracias, Señor, por la felicidad que le
comunicas y que yo experimento. ¡Qué bueno eres, Señor! ¡Bendito seas, Señor!

Después de esto, nuestro silencio fue más largo, mientras veíamos a Jesús efectuar esa
serie de sanaciones, a la vez que experimentábamos una gran- paz interior que iba
disipando y sanando ideas y traumas de rechazo. Saboreamos de nuevo las palabras del
Salmo: "En el vientre materno ya me apoyaba en Ti". "Siento también, dijo mi hermano
.sacerdote, siento que se me quita un peso. Estoy ahora más seguro". Tenía la seguridad
de que Jesús lo amaba desde el seno de su madre.

Le dije: "¿Por qué no oramos por la sanación de los posibles traumas recibidos durante
el nacimiento? Fuiste el primer hijo y no sabemos cuán difícil haya sido tu
alumbramiento y las angustias de tu madre en las horas previas y durante él. "Señor
Jesús, Tú estabas allí en ese momento, derrama paz sobre mi madre en el instante de
darme a luz. Sana lo que me haya traumatizado entonces. Recuerdo ahora las palabras
del Salmo como escritas para mí: "En verdad, Tú eres el que me sacaste del vientre, el
que me inspirabas confianza desde los pechos de mi madre. Desde el útero fui entregado
a Ti".

167
Terminada la oración, me comentó mi amigo: "¡Cuántas personas estarán traumatizadas
desde su concepción sin saberlo y sin recibir esta gracia de sanación! Son muchos los
que son concebidos sin amor, sin ser deseados, y aún como fruto ge la brutalidad o de la
violencia. ¡Pobres vidas! ¡A cuántos les quieren hacer abortar, a cuántos les llegan los
malos tratos y los golpes que reciben sus madres cuando están embarazadas! Me explico
ahora por qué hay tantos que tienen un complejo profundo de rechazo. Creen que nadie
les acepta, que todos lo rechazan".

Días después, vino a visitarme este sacerdote y me dijo: "Me siento mucho mejor
después de la oración que hicimos hace una semana. ¿Por qué no continuamos orando
en esta dirección?". "Con mucho gusto", le dije. "Jesús está aquí con nosotros y es
nuestro Salvador total, el Médico de las almas y de los cuerpos, como le llama la Iglesia
en su liturgia".

Conocí en Bogotá a un profesional muy distinguido, dueño de una gran cultura y de


mucho dinero. Todo lo que le rodeaba anunciaba felicidad, una esposa buena y delicada
llena de amor, unos hijos que sobresalen por su dinamismo y capacidades, una salud
corporal excelente para sus 38 años y un porvenir muy prometedor. Pero era un hombre
angustiado, dominado por el miedo, y varias veces se ha sentido profundamente
deprimido. ¿Qué le pasa? El especialista le ha dicho que no encuentra la causa. Ha
buscado alivio en la medicina ven la oración, cree mucho en ella y además da a los
pobres de acuerdo con sus posibilidades. Un día me buscó y me dijo: "Vengo porque no
encuentro solución humana. Vengo para que oremos por mi sanación interior". Nos
unimos en oración para pedir al Espíritu Santo su luz en este momento. Cuando la
terminamos, le dije que habláramos un poco acerca de sus relaciones con sus padres.
Poco a poco empezó a descubrir su posición frente al padre, posición que había sido de
gran respeto y de gran temor porque había sido una persona muy inteligente, muy fuerte
y exigente. Siempre le tocó trabajar con él y esto dejó una huella más profunda de lo
que pudo imaginarse. ."¿Cuándo tuvo usted su primera depresión que le obligó a ir a la
Clínica?", le pregunté. "Después de la muerte de mi 'padre. Antes de morir me encargó
el cuidado de la hacienda, me recomendó también que ayudara a mis hermanos y a
todos mis parientes. Aún ahora me siento angustiado cuando conozco los problemas que
tienen algunos de ellos”. Durante largo rato fue enumerando hechos que mostraban cada
vez más claramente cómo su vida había quedado ligada, cada vez más estrechamente, a
la persona autoritaria y exigente de su padre, del cual se creía aún ahora el delegatario y
el reemplazo. Le dije: "Lo que tiene enfermo es la serie de cuerdas que lo ataron a su
padre y que sólo pueden ser cortadas por Jesús, para que usted se sienta libre con la
libertad que da el Espíritu del Señor. Vamos a pedir esta liberación". Y fuimos rogando
al Señor presente en nosotros que cortase una tras otra todas estas cuerdas, los recuerdos
más dolorosos en ese campo de la opresión y deteniéndonos con Jesús para que fuese
cortando cada una de esas ligaduras.

Después de dos horas de oración, exclamó este profesional: "Gracias, Señor, por la paz
que experimento. Gracias porque veo el camino, gracias porque ahora empiezo a
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sentirme libre, gracias porque te veo en lugar de mi padre a quien he podido amar hoy.
Antes de despedirme, le dije: "El Señor lo ha liberado, usted ahora se siente más cerca
de Él. Y lo liberará más con respecto a su padre y a quienes hayan ocupado un papel
parecido como gobierno, oficina de impuestos, etc.". Gloria al Señor.

Toda persona que se siente atada, instintivamente busca liberarse y hace toda clase de
esfuerzos para conseguirlo. Mientras forcejea se vuelve agresiva y si no consigue esta
liberación, entra en un estado de aflicción que puede convertirse en depresión. Por eso,
la necesidad que tenemos de que el Señor corte las ligaduras emocionales que nos
mantienen exageradamente atados a determinadas personas, sólo Él puede hacerlo. Pero
no hay que olvidar que la sanación interior es un proceso y no un momento. Por eso,
este ejercicio de cortar lazos emocionales tiene que repetirse hasta que la liberación sea
total, entonces descubriremos la riqueza de estas palabras santas: "Donde está el
Espíritu del Señor allí está la libertad".

Muy claro es también este caso de sanación interior de una religiosa. En mis encuentros
con las almas consagradas he comprobado cómo muchas veces sus problemas y
dificultades en la vida de oración obedecen a falta de sanación interior y no a pruebas
del Señor o a otras causas, como ellas o sus directores espirituales opinan.

Una religiosa muy observante y generosa me planteó varias veces su dificultad para
encontrarse feliz con el Señor en la oración. Buscamos varias causas posibles como:
apego a algo, deficiencia en la salud, ambiente poco propicio, falta de generosidad... y
vimos que ninguna de ellas existía. Varias veces llegamos a la conclusión de una prueba
del Señor que era preciso sobrellevar con paciencia hasta que llegase la hora de su
manifestación. Pero un día, al hablar con ella, sentí la necesidad de indagar por su niñez
para ver si aparecía alguna causa que explicase, al menos en parte, esta situación: cómo
fueron sus relaciones con sus padres, le pregunté. Pedimos luces al Señor y pronto me
dijo: "Desde niña me di cuenta del proceder de mi padre en mi hogar, de su frialdad
para conmigo y esta realidad me ha herido mucho. Él fue generoso en la parte
económica, pero no afectivamente." "¿Se da cuenta, le dije, de que en su corazón hay un
rencor oculto que le ha impedido perdonar a su padre?". Calló y, después de reflexionar,
me dijo: "Ahora lo comprendo". "Vamos a orar para que Jesús empiece a sanar todos los
recuerdos dolorosos que usted conserva de su padre y le de un amor muy grande para
perdonarlo, pero de corazón, para que usted de esa manera experimente amor hacia él.
Vamos a orar para que el Señor empiece hoy un proceso de curación interior del
resentimiento y para que este proceso continúe después". Así lo hicimos durante un rato
y al terminar se sintió más tranquila y con más esperanza. Le recomendé que durante los
días posteriores fuera pidiendo al Señor la curación de todos los recuerdos dolorosos
que tuviera con su padre y la de los que guardase reprimidos. Meses más tarde recibí de
ella una carta en la cual me decía lo siguiente: "Demos gracias a Dios Padre que nos ha
hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Demos gracias al
Señor por las maravillas que se ha logrado en mi alma en estos meses. Creo firmemente
que puedo y debo ser alma de Dios, es el Espíritu el que me guiará a la meta, mi
169
pobreza es suma, pero ya no me espanta porque Cristo la ha asumido". Este caso puede
orientamos para descubrir cómo muchas veces las dificultades para experimentar en la
vida consagrada o en la oración la paternidad amorosísima de Dios obedece a un
resentimiento profundo que hemos guardado inconscientemente, quizá, contra nuestros
padres, contra los superiores, contra las personas que influyeron en nuestras vidas. Y
todo lo que hagamos para superar dicha situación será inútil mientras no consigamos del
Señor la paz interior y un gran amor que nos permita perdonar y amar cordialmente a
quien rechazamos porque nos rechazó.

Es aquí donde adquiere un nuevo valor para nosotros las palabras del Señor: "Si al
presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas de que un hermano tuyo tiene algo que
reprocharte, deja tu ofrenda allí delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu
hermano, luego vuelve y presentas tu ofrenda". Estas palabras del Señor nos muestran la
necesidad que tenemos de perdonar para ser sanados. El odio enferma y el perdón cura.
Esta es la gran verdad que todos debemos tener presente en nuestra conducta. Solamente
en la medida en que perdonemos de corazón, esto es, en la medida en que lleguemos a
amar a quien nos ha ofendido, sanarán nuestras heridas íntimas. Pero esto no es posible
sin la acción del Espíritu del Señor en nosotros. Sólo Él puede capacitamos para realizar
el anhelo de S. Francisco de Asís, que “donde haya odio ponga yo amor".

Lo primero que se requiere para esto es que descubramos todo el odio que hay
acumulado en nosotros a lo largo de nuestra vida, que sepamos en realidad a quién
odiamos y en qué grado, y esto no es fácil porque muchas veces creemos que amamos a
las personas porque vivimos con ellas, las respetamos, les prestamos servicios, oramos
por sus intenciones y, sin embargo, guardamos resentimientos muy profundos porque
nos han rechazado muchas veces. Dediquemos el tiempo que sea necesario para
clasificar y' determinar las personas contra las cuales tenemos resentimientos.

Empecemos por NUESTRO SEÑOR. Estamos resentidos con Él porque creemos que no
nos ama como a los demás, porque ha permitido talo cual pena, porque no ha atendido
aparentemente la súplica que le hemos hecho por talo cual intención..., por eso vemos
tantas actitudes negativas en el campo de la fe y de la oración y por eso también oímos a
veces en los cristianos ciertas expresiones contra Dios que son verdaderas blasfemias.
Encontramos este resentimiento particularmente en personas que han perdido un ser
querido en circunstancias muy dolorosas, en quienes padecen una enfermedad larga y
dura, en quien sufre por una calumnia grave o por un trato muy injusto, en quienes
padecen los rigores de la pobreza, de la incomprensión o del abandono.

Cada día descubro en mi ministerio la necesidad que tienen muchas personas de


reconciliarse con el Señor, por quien experimentan un profundo resentimiento. Es en
este campo donde comienza la acción salvífica del Espíritu Santo, pues es Él quien da
testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y en Él gritamos: “Abba,
Padre". La luz del Espíritu Santo nos va descubriendo la maravilla de la paternidad
amorosísima de Dios y nos hace en todos los acontecimientos ver expresiones del amor
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de Dios siempre adorable. Una luz nueva se proyecta sobre los acontecimientos y
empezamos a alabar al Señor y a expresarle nuestra gratitud por su misericordia. Así se
sana esta terrible enfermedad que nos impide disfrutar de la paternidad de Dios y
abandonamos confiadamente en su Providencia siempre adorable.

En este proceso de sanación del odio, NOSOTROS TENEMOS TAMBIÉN QUE


PERDONARNOS. Hemos acumulado más odio contra nosotros mismos del que
suponemos: defectos personales, fracasos, el trato recibido en el hogar y fuera de él y
otras causas, nos han llevado a crear una imagen personal muy mala. Así es imposible
que nos amemos y que miremos el futuro con optimismo.

Los resultados de este auto-rechazo son funestos y llevan a la auto-conmiseración, la


que pronto desemboca en la depresión. El auto-rechazo aviva el fuego de la rebelión de
nuestros corazones contra todo y contra todos. Esto sucede más ahora cuando vivimos
en una sociedad cuyo ambiente es la rebeldía. También crea un exagerado interés por
las cosas materiales y por el placer como única compensación del fracaso interior que se
experimenta. Estas personas nunca saborearán la vida del Espíritu ni el amor de Dios.,
mientras no se contemplen en Él y reciban la gracia de amarse tales como el Señor las
hizo y no descubran con la luz del Espíritu sus valores y sus grandes posibilidades. Sólo
cuando nos miremos en el rostro de Dios, podremos cambiar nuestra mala imagen
personal por una digna de un hijo de Dios.

Y para adquirir esta sanación interior que tanto deseamos, tenemos que perdonar a todas
las personas que nos han ofendido: seres queridos, amigos, enemigos... Son muchos los
que han dejado una huella dolorosa en nuestras vidas, pero ellos requieren perdón. El
Señor nos ha ordenado hacerlo. Con su gracia lo conseguiremos y cuando logremos
perdonar de corazón a los enemigos, entonces sí nos sentiremos sanos interiormente y
experimentaremos el amor del Señor en nuestras vidas.

Meditemos con frecuencia en estas palabras de Isaías: "Habrá gozo y alegría perpetua
por lo que voy a crear. Mirad, voy a transformar a Jerusalén en alegría y a su pueblo en
gozo. Me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo y ya no se oirán en ella
gemidos ni llantos".

¡GLORIA AL SEÑOR QUE NOS SANA, GLORIA AL SEÑOR QUE NOS AMA,
GLORIA AL SENOR QUE NOS ENRIQUECE CON SU PAZ!

Me arrojo en los brazos de mi Amado, con mis temores, angustias y ansiedades. Él me


inspira la suficiente confianza para hacerla y me acoge con todo su amor. "lávame,
sáname, fortaléceme, defiéndeme, lléname de Ti" -le digo- y Él me escucha y atiende
con toda bondad. Empieza por llenarme de amor y así hace todo lo demás. El amor todo
lo consigue: sana, purifica, fortalece y defiende.

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Él nos dice en su Palabra: "Como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré
Yo... al verlo se alegrará vuestro corazón y vuestros huesos florecerán como un prado”.
(ls. 66, 13-14)

Durante la mañana paso un largo rato ante el Sagrario. El amado quiere que solamente
esté allí para Él. Quiere el regalo de mi presencia enamorada de Él. Sé que estoy allí
para Él, y esto me basta, porque sé que es lo que desea mi Amado. No es simple
presencia, sino presencia enamorada, para complacer con ella al Amado.

(Mons. Uribe Jaramillo)

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