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El Cachicamo

Luis Ernesto Rojas Rincón


Bogotá D.C., 19 de julio de 2012

-¿Vamos al remate perrito? -dijo Tuisito tentándonos con el placer de robar.


-De una, ayer me bajé un te-tris en el Cafam -dijo mi hermano.

El Cachicamo, hermano menor de Tuisito, también andaba en esas cosas. Empezamos a andar
con Cachicamo y Tuisito después de que mataron a su padre Luis Ángel, quien era el dueño del
inquilinato repugnante donde vivíamos. Esa muerte no nos causó sorpresa porque en Ciudad
Bolívar -localidad en donde vivimos gran parte de la niñez y poca honra le hace al libertador
Simón José Antonio de la Santísima Trinidad bla bla- eso pasaba todos los días.

Con Cachicamo y Tuisito nos íbamos a robar a las chazas de Arbolizadora Alta, al Cooratiendas
de Candelaria la Nueva, al Cafam y a los remates de aduana. Mis hermanos eran mejor
robando, pues casi siempre a mí era al que pillaban con las manos en la masa, o mejor dicho,
con las manos en la plastilina que me encantaba usar para hacer muñequitos.

Al Cachicamo le gustaba fumar y por eso -creo- era tan bajito. Al Tuisito y al Cachicamo
también les encantaba el gale y las bichas, tanto que casi me convencen de probarlo. No más
hay que imaginar a unos galeros de 10 a 13 años galiandose a eso de las seis y media de la
tarde en un lugar recóndito de Ciudad Bolívar.

-¡Qué chimba! -decía el Cachicamo- ¿quiere un poquito?


-No -dije-, puedo saber lo que es sin probar.
-No sea marica -respondió el Cachicamo vertiendo un poco de boxer en una bolsa negra-, sólo
puede sentir si prueba.

En esa época, a mediados de la década de los noventa, no sabía ni leer ni escribir. Cursaba
tercero de primaria y, aunque el curso entero ya sabía leer y escribir, yo todavía no sabía
hacerlo, por lo que siempre me tildaban de retraído y “bruto”. De manera que el Cachicamo se
me mostró como alguien sabio, no supe que responder y llegué a pensar que tenía razón.
¿Qué podía responder al Cachicamo sobre fumar y galiar si yo no lo había hecho?, ¿qué cosas
es necesario saber en situaciones como esa? Eso es lo que me pregunto ahora, no sabía para
esa época sobre la distinción entre los juicios analíticos y los juicios sintéticos que menciona
Kant en la Crítica de la razón Pura; pero, ¿de qué me podría servir leer a Kant en esa época?
De modo que si pregunto, ¿qué debería saber en esa época?, la respuesta sería: debería saber
robar para poder comer. Robar era necesario a veces, cuando no nos dejaban lo del diario.

Ni al Cachicamo ni a nosotros nos interesaba saber cosas distintas a esas porque eran las cosas

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que necesitábamos saber. ¿Acaso hubiera valido la pena responderle al Cachicamo diciendo
que aunque “todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia” no por eso todo él
proviene de esta (Kant, B2)? Tal vez el Cachicamo, más sabio que Kant según mis impresiones
de esa época, hubiera respondido que Kant es un maricón, que el man tampoco se galió y que,
por eso mismo, no puede decir nada sobre eso. De manera que no valía la pena saber sobre
esos asuntos en esa época, bueno en esta tampoco es que sirva mucho. Pues, ¿qué le diría al
Cachicamo si me lo encuentro ahora mismo? ¿Qué le hubiera dicho en esa época? Tal vez le
hubiera dicho que “los conceptos puros del entendimiento sólo suministran conocimiento en
la medida en que las intuiciones a priori pueden aplicarse a intuiciones empíricas” (Kant, B
147). El Cachicamo hubiera preguntado: “¿Qué es esa mierda?” Tal vez se le podría responder
que eso significa que uno puede imaginarse que está galiandose, pero no por eso tiene el
conocimiento de galiarse. El Cachicamo estaría de acuerdo, diría que “ese pirovo hijueputa por
fin le pegó a una”. Pero, de todas formas, habría que recordarle que un dato empírico es
contingente, que para Kant existen juicios a priori puros y que “la experiencia no puede
proporcionar ni guía ni rectificación donde la razón desarrolla [sus] investigaciones” (Kant, B7).

El Cachicamo negaría todo esto después de que le traduzcan a lenguaje popular, traducción
que se hace en contra de la voluntad del pastor Kant.

-Ese perro mal parido es una lampara -diría el Cachicamo-, como que “puro”, si cuando yo
pruebo mis bichas no veo cómo no haya experiencia. Además, en el resto de cosas que veo en
esta hijueputa vida no veo donde no haya maricadas que no se basen en ella. El hijueputa dice
que las matemáticas, pero esa chimbada no se puede porque cuando yo hablo de números me
refiero a cosas que cuento con los sentidos. Por eso es que... ¿cómo es que se llamaba el otro
pirovo?
-Hume.
-Ese, ese perro tendría razón cuando habla de que las matemáticas y la geometría tendrían
que ver con la experiencia.
-Pero según Kant, Hume le alcanza a reconocer base a priori a los conceptos puros del
entendimiento.
-De pronto ahí al marica se le fueron las luces, pero de todas formas todo lo que dicen esos
mal paridos no sirve pa ni chimba. “Puro”, tan marica... puro gonorrea que es el tal Kant.

Así comprendí que se escriben, se dibujan, se susurran y se dicen cosas que no están hechas
para ser entendidas.

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