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I.

INJURIA
Artículo 130.- Injuria El que ofende o ultraja a una persona con palabras,
gestos o vías de hecho, será reprimido con prestación de servicio
comunitario de diez a cuarenta jornadas o con sesenta a noventa días-
multa.

I. CONCEPTO
El concepto típico de injurias actualmente viene recogido en el artículo 208 del
Código Penal, el cual dice expresamente que "es injuria la acción o expresión
que lesiona la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando
contra su propia estimación. Solamente serán constitutivas de delito las injurias
que, por su naturaleza, efectos y circunstancias, sean tenidas en el concepto
público por graves. Las injurias que consistan en la imputación de hechos no se
considerarán graves, salvo cuando se hayan llevado a cabo con conocimiento
de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad". En esta nueva redacción,
el legislador para delimitar el concepto de injurias se centra en los objetos de la
lesión que determinan la especialidad del honor en el conjunto de los derechos
fundamentales: la fama y la autoestima.

Se puede cometer el delito mediante la palabra o el escrito, y también a través


de caricaturas, gestos, imágenes y actitudes desdeñosas.

La manifestación injuriosa debe tener un claro contenido ofensivo o denigratorio


para otra persona que socialmente se pueda considerar que la deshonra o
desacredita, es decir, se requiere un contenido ofensivo a la dignidad de la
persona. No obstante, no es suficiente con que la expresión sea objetivamente
injuriosa y el sujeto lo sepa, sino que se requiere un ánimo especial de injuriar.
En el fondo, la injuria no es más que una incitación al rechazo social de una
persona o un desprecio o vejación de la misma, lo que sólo puede realizarse
intencionalmente, con dolo. Así, acciones objetivamente injuriosas, pero
realizadas sin ánimo de injuriar, sino de bromear, criticar, narrar, etc., no son
delitos de injurias. No obstante, como dice VIVES ANTÓN, "la concurrencia de
ánimos distintos del de injuriar no siempre desplazará a éste, sin perjuicio de que
la conducta pueda resultar justificada. Acciones que podrían considerarse
injuriosas, pero que tienen una intencionalidad meramente informativa o de
crítica constructiva (animus narrandi o criticandi) o en un contexto humorístico o
festivo (animus jocandi) no constituyen delito"

A. Tipo objetivo
Más allá de que la literalidad del artículo comentado puede ser objeto de algunos
reparos a la luz del principio de legalidad constitucional, específicamente en
cuanto a la imprecisión de las acciones que requiere para la configuración de la
figura de injurias, refiere dos verbos típicos que indican dos formas diferenciadas
de comportamientos posibles que recibirán acogida en el tipo penal de injurias.
Pero ambos deben estar dirigidos a afectar la honra, dignidad, trayectoria o
prestigio de la víctima.

El primer verbo típico es “deshonrar”, que históricamente ha sido designado


también como contumelia44. Conceptualiza la conducta de quien con su
accionar quita la honra de una persona o la afecta directamente, mancillándola.
Se dirige entonces al honor subjetivo de las personas.

La segunda acción ilícita es “desacreditar”, y es conocida también como


difamación. Lo cierto es que se trata de la actividad humana que quita en parte,
o directamente hace perder, el crédito, la buena reputación, la imagen positiva o
la buena fama del sujeto pasivo. Afecta entonces el honor objetivo de las
personas

Respecto de si se trata de un tipo de lesión o de uno de peligro, cuestión que ha


suscitado discusiones en la doctrina nacional e internacional, nos inclinaremos
por considerarlo de lesión debido a las razones que ya diéramos respecto del
tipo penal de calumnias, a lo que nos remitimos en honor a la brevedad y para
no ser repetitivos.

Consideramos que las injurias indirectas son perfectamente posibles, es decir,


dirigir las expresiones asertivas hacia una persona, pero con un contenido tal,
que, en realidad, afectan el honor de un tercero con quien el receptor primero
posee un vínculo más o menos cercano.

En cuanto a la modalidad de comisión, consideramos que sólo pueden provenir


de acciones, más no de omisiones, pues es difícil que de éstas últimas pueda
predicarse que sean asertivas. Pero, además, porque aun aceptando que
inactividades tales como no brindar un trato protocolar, o quitar el saludo a
determinadas personas, pueda provocar en éstas algún malestar, ello no alcanza
o no es suficiente para afectar el bien jurídico honor en un grado tal que justifique
la intervención del instrumento más violento del estado, como es el poder
punitivo. Por ende, a falta de una lesividad mínima, soportable
constitucionalmente, creemos que las omisiones que provoquen malestares o
hasta sentimiento de ofensa en el sujeto receptor del destrato, serán atípicas en
nuestro Código Penal, aunque puedan generar responsabilidad administrativa,
incluso punitiva, en algunos ámbitos como pueden ser el policial o el militar

Respecto de los medios con que pueden ser cometidas, nos remitiremos a lo
dicho sobre las calumnias. Sólo agregaremos en esta materia, que las injurias
pueden ser también materiales , a diferencia de las calumnias- pues abofetear
en público, utilizar una fuerza física que ridiculice a una persona en presencia de
otras, y actividades, en general, de desprecio, ridiculización, descrédito,
minusvalía y/o desacreditación, para las cuales se utilicen vías de hecho u otras
formas de expresión –gráficos, dibujos, pinturas, imágenes fotográficas,
fotomontajes, etc.- en las cuales lo principal no sea la profusión de palabras –
orales y/o escritas-, también las configurarán.

Por último, diremos en cuanto a las características de las expresiones que


quedan fuera de la tipicidad, que en el caso de las injurias el campo es más
amplio que en el de las calumnias, puesto que el artículo, en vez de enunciar
sólo a “…las expresiones referidas a asuntos de interés público o las que no
sean asertivas”, agrega que “Tampoco configurarán delito de injurias los
calificativos lesivos del honor cuando guardasen relación con un asunto de
interés público.”, fórmula que amplia considerablemente el campo de situaciones
que quedan fuera del ámbito de punición, pues exige que las adjetivaciones
hacia el honor sólo guarden relación con algún asunto de interés público, aunque
no se refiera a él directamente, y que desde un entendimiento a la luz del
principio pro homine y una interpretación extensiva, por tratarse de una norma
que restringe el poder punitivo, debe ser entendida, en los casos concretos, con
el mayor alcance racional y razonable posible.

B. Sujetos
Sujeto Activo.
En cuanto a las personas que pueden proferir injurias, al tratarse de un tipo penal
común e indiferenciado, puede ser cualquiera su autor, con las excepciones ya
formuladas al tratar las calumnias, a lo que nos remitimos.

Sujeto Pasivo.

Respecto de quienes son pasibles de ser injuriados típicamente, diremos que


todos los seres humanos vivos, pues en nuestro sistema jurídico no existen
personas sin honor por mandato de los artículos 15, 16 y 75, inc. 22, de la CN,
como ya tuvimos oportunidad de ver.

Debemos aclarar que esa afirmación es absoluta y no admite excepciones de


ningún tipo (ya sean basadas en la raza, edad, sexo, religión, partido político,
estado civil, salud mental o física, características personales, orientación sexual,
elección de vida, situación frente a la ley, etc.), porque ello implicaría lisa y
llanamente una discriminación arbitraria.

A esto debemos agregar, entendiendo la afectación al honor objetivo como


suficiente para la configuración de las injurias, que no consideramos adecuado
tampoco supeditar la afectación del honor inherente a toda persona, a la
subjetividad de la víctima de una conducta determinada. Con esto nos referimos
a que tanto los niños, dementes, y en general todos los incapaces de comprender
las deshonras y desacreditaciones a su persona, por cualquier característica o
situación, propia o adquirida, sea personal, patológica, social y/o estructural, son
susceptibles de ser sujetos pasivos de este tipo penal que comentamos, con la
única particularidad que a la acción penal la deberán llevar a cabo sus
respectivos padres, tutores y/o representantes legales (Art. 73, inc. 1º, del C.P.)

En cuanto a los niños, coincidimos con Donna en que pese a que no puedan
comprender el alcance de las ofensas (dependiendo de la edad, al menos no la
comprenderán en su cabal dimensión), la misma no sólo los afecta en el
presente, sino que puede afectarlos también en la formación de sus
reputaciones: “Y ello es así, porque si bien no se lesiona inmediatamente el
honor del menor, las injurias que se viertan podrán atentar en su contra, habida
cuenta del concepto que la gente se vaya formando de él, lo que le podrá
ocasionar perjuicios cuando sea más grande”
C. Tipo Subjetivo.
En este extremo de la figura, diremos que el delito de injurias es doloso, y de su
literalidad surge que admite sólo el dolo directo, pues el legislador aclaró que las
expresiones deber realizarse “intencionalmente”. Por ende, debe existir una
intención en el autor, destinada a deshonrar y/o desacreditar. Como bien
expresan Castro y Friele “…siendo el dolo específico de la figura orientado a
injuriar, toda manifestación con ese contenido no puede disfrazarse de broma,
corrección, respuesta, narración, etcétera, puesto que el autor, al utilizarlas,
evidencia un conocimiento del supuesto ofensivo y una voluntad, a pesar de ello,
de emitirlas de todas formas.”

Sin ingresar en las discusiones doctrinarias respecto de la división y/o


clasificación de los supuestos diferentes ánimos con que puede actuar una
persona al exteriorizar una conducta potencial y objetivamente capaz de
deshonrar o desacreditar, compartimos lo sostenido por Bacigalupo a este
respecto y hacemos nuestra su apreciación: “…el que profiere expresiones que
tienen objetivamente un sentido lesivo del honor y sabe que lo hace, queriéndolo
habrá obrado con dolo. Para la supuesta ‘intención específica de injuriar’ no
queda, por lo tanto, espacio alguno”

II. PENALIDAD
Sólo podrán ser perseguibles en vía penal aquellas injurias que revistan el
carácter de graves. Las que sólo consisten en imputaciones de hechos no se
considerarán graves, excepto cuando se hayan llevado a término con
conocimiento de su falsedad o con temerario desprecio a la veracidad. En cuanto
a la gravedad de la pena, la actual regulación sustituye las penas privativas de
libertad por la pena de multa (des 6 a 1 4 meses para las graves, y de 3 a 7 para
las leves).

Un punto aparte merece la regulación de las injurias que se hace en el artículo


620.2º del actual Código Penal, el cual podría entenderse como una penalización
de las injurias leves a título de falta. Sin embargo, VIVES ANTÓN entiende que
"es posible interpretar el precepto de otro modo, dado el contexto en que se
menciona la injuria: al referirse el legislador a causar "injuria o vejación", pudiera
sostenerse la tesis de que la referencia a la injuria en dicho contexto se hace
impropio, es decir, entendiendo que se usan dos modos de mencionar las
vejaciones (que, de suyo, son más bien atentados contra la integridad moral que
contra el honor). A favor de esa interpretación milita la dificultad de distinguir
entre injurias leves y el ejercicio de la crítica legítima y, también, el efecto de
desaliento que sobre la libertad de expresión pudiera representar el recurso a la
vía penal en caso de injurias leves".

Las injurias pueden clasificarse de conformidad con los siguientes criterios: por
la gravedad, por el objeto de imputación y por la forma de las injurias.

 Por la gravedad: En la actual regulación, el legislador ha optado por


prescindir de cualquier enumeración de las injurias que se consideran
graves. Actualmente se hace referencia al concepto público. Así, "lo grave
representa un momento normativo pendiente de elaboración, para cuya
concreción el texto de la ley remite al Juez a las valoraciones que,
efectivamente, realice la sociedad en su conjunto. No puede, pues, el
aplicador del Derecho utilizar su propio criterio ni el ámbito social en que
se desenvuelva; sino que ha valorar qué es lo que la sociedad como tal
considera grave y lo que no. De ahí la importancia de la sugerencia del
Consejo General del Poder Judicial relativa al enjuiciamiento de esos
delitos por parte del Jurado" (VIVES ANTÓN).
 Por el objeto de imputación: Esta clasificación es la más importante y ha
generado discusiones entre la doctrina porque divide a las injurias entre
las que implican una falaz imputación de hechos y las que implican
simplemente juicios de valor. Al realizar esta distinción debemos tener en
cuenta la abundante doctrina constitucional relativa a la diferenciación
entre libertad de expresión y derecho a la información, la cual radica entre
la distinción entre hechos y opiniones. Las opiniones y valoraciones no
vienen sujetas al límite de la veracidad, sino al canon de proporcionalidad
y tampoco son susceptibles de una comprobación objetiva, por lo que,
respecto a ellas, no rige la exceptio veritatis. Además, el vigente Código
Penal refleja la posibilidad de que se puedan incardinar en la injuria
imputaciones de hechos que no sean delictivos. Así se desprende del
último párrafo del artículo 208 al hacer referencia a las injurias que
consistan en la imputación de hechos sólo se considerarán graves cuando
se realicen "con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio de la
verdad".
 Por la forma de las injurias: Esta tercera clasificación responde a si las
injurias se hacen con o sin publicidad.
 Las injurias sin publicidad son las que recoge el artículo 208 del Código
Penal y que es el concepto típico de injuria visto anteriormente
 Las injurias con publicidad son las que vienen reguladas en los
artículos 209 y 211 del nuevo Código Penal. Es el artículo 211 el que
nos dice cuando se entiende que existen injurias con publicidad: "La
injuria se reputará hecha con publicidad cuando se propaguen por
medio de la imprenta, la radiodifusión o por cualquier otro medio de
eficacia semejante". Es decir, coinciden los supuestos en los que se
entiende que existirá injurias con publicidad con las calumnias porque
el artículo 211 es una disposición de aplicación común a ambas figuras
delictivas contra el derecho al honor constitucionalmente recogido. El
artículo 209 recoge la penalidad.

A continuación, examinamos si la veracidad de la imputación que se estima


injuriosa excluye la responsabilidad del presunto injuriante. Para ello debemos
distinguir dos situaciones:

 Cuando la injuria se dirige a particulares; Como regla general, en este


caso no es aplicable la exceptio veritatis. Ya que según CARDENAL
SERRANO y SERRANO DE MURILLO, “la veracidad o falsedad de lo
imputado carecerá de relevancia en orden a configurar el tipo de injusto
de algunas modalidades de injurias incluidas en dicho precepto. Así
ocurre respecto de imputaciones de hechos o juicios de valor despectivos
que lesionan la dignidad intrínseca de la persona (la autoestima u honor
interno) bien porque lo imputado, al constituir un juicio de valor de carácter
despectivo, no es susceptible de prueba, bien porque, con independencia
de la veracidad o no de lo imputado, se lesiona dicha dignidad intrínseca
de la persona (por ejemplo, injurias reales)". Entendemos por injurias
reales, el resaltar con menosprecio los defectos físicos de una persona -
que realmente existen- o humillarla por su raza, sexo o religión, con
manifiesto desprecio a la dignidad de las personas, no siendo relevante,
en este caso, la veracidad de los defectos físicos o la condición del
agraviado.
 Cuando la injuria se dirige contra funcionarios públicos sobre hechos (y
no a juicios de valor) concernientes al ejercicio de sus cargos o referidos
a la comisión de faltas penales o de infracciones administrativas (art. 210
CP); En estos casos, el acusado será absuelto si puede probar la
veracidad de las imputaciones. Como indican CARDENAL SERRANO y
SERRANO DE MURILLO, "es el Estado el que tiene interés en clarificar
la participación de su funcionario en los hechos imputados". "Se dice que
en estas ocasiones en que las imputaciones afectan de uno u otro modo
al buen funcionamiento de la función pública, el Estado tiene un interés
primordial en que sean comprobadas o, por el contrario, desmentidas. De
tal modo que la posible lesión del bien jurídico honor del funcionario que
la imputación pudiera conllevar, con independencia de su falsedad o
veracidad (en consideración a una pretendida defensa del honor aparente
recogida en nuestro texto legal), cede en el ámbito de la antijuricidad ante
el interés preponderante del Estado en desvelar cualquier tipo de
anomalía referente al funcionamiento de la Administración Pública".

II. ATIPICIDAD
Artículo 133.- Conductas atípicas No se comete injuria ni difamación
cuando se trata de: 1. Ofensas proferidas con ánimo de defensa por los
litigantes, apoderados o abogados en sus intervenciones orales o escritas
ante el Juez. 2. Críticas literarias, artísticas o científicas. 3. Apreciaciones
o informaciones que contengan conceptos desfavorables cuando sean
realizadas por un funcionario público en cumplimiento de sus
obligaciones.

I. ANALISIS
en el caso de los delitos de injuria y difamación, la conducta reprochable y
penada es aquella del sujeto que ofende o ultraja a una persona ya sea, con
palabras, gestos o mueca. Es necesario que se afecte el honor del otro, no basta
con su puesta en peligro. Además, no se requiere que las ofensas sean
verdaderas o falsas, lo que importa es el hecho de afectar el honor de la persona.
Todos estos elementos que califican el tipo legal de la injuria, dejan de ser tal,
cuando estas son proferidas con ánimo de defensa, por los litigantes,
apoderados o abogados, en sus intervenciones orales o escritas ante el Juez.

Esto significa que el escenario en el que se desarrollan estas ofensas es el litigio,


en el que el juez tiene una participación natural. Litigar viene del latín litigare que
es pelear, discutir con otro sobre algo. Se refiere a las intervenciones en
cualquiera de las etapas del proceso, sea oral o por escrito, en el que actúe el
abogado y comprende tanto a las partes, como a los apoderados.

a) Un primer elemento a analizar en esta atipicidad es determinar quiénes


son los calificados para estar exentos de la punición. Si nos remitimos al
propio texto del art. 133 CP considera a los litigantes, apoderados o
abogados en sus intervenciones orales o escritas ante el Juez; sin
embargo, ello resulta contradictorio si tenemos en cuenta que las partes,
abogados y apoderados tienen el deber, según el CPC, de “abstenerse
de usar expresiones descomedidas o agraviantes en sus intervenciones”.
Aún más, la propia LOJP establece como deber del abogado patrocinante,
“actuar con moderación y guardar el debido respeto en sus intervenciones
y en los escritos que autorice”, “instruir y exhortar a sus clientes para que
(…) guarden el debido respeto (…) a todas las personas que intervengan
en el proceso.”
b) El otro elemento a considerar es el modo de comisión con el que se
materializa la ofensa. El propio texto del art. 133 CP hace referencia a las
intervenciones orales y escritas. En el primer caso, tenemos a los
alegatos, discursos e informes orales, que son todos, expresiones de
palabra vertidas en el proceso. En el caso de los escritos, tenemos a la
demanda y su contestación, los alegatos y, en general, toda presentación
hecha en el proceso por escrito.
Una interrogante que surge del texto legal de atipicidad, es determinar si
la ofensa tiene que tener relación con el objeto del litigio. Si bien el texto
legal no hace expresa referencia a ello, consideramos que la atipicidad no
está restringida a ultrajes que tengan que ver con el objeto del debate,
pues, al fragor de la contienda, se podría ingresar –bajo una mala praxis–
a doblegar al adversario afectando su honra, sin que ello sea el contenido
o la esencia del objeto del litigio. Es claro que lo que se busca con las
ofensas al adversario, es afectar el honor del litigante involucrado en la
Litis, sin embargo, esa afectación es independiente en sí, al objeto de
disputa, el mismo que estará marcado por los hechos que configuran la
pretensión. Aún, en el supuesto que el contrincante no tenga asidero en
su pretensión, y se desestima ésta posteriormente, nada justifica que se
tenga que ultrajar o afectar su honor; son situaciones totalmente
diferentes pues una no está en función de la otra, sin embargo, esa
situación no es una condición de ilicitud penal. En esta línea de
coincidencia, encontramos la opinión de Alberto Donna, para quien no es
necesario que las injurias tengan una relación estricta con la causa,
habida cuenta que la Ley no ha hecho diferencias sobre el punto. Este
autor comparte sobre el particular, el siguiente pronunciamiento judicial:
“debe arribarse a un temperamento liberatorio en el caso del querellado
que, en un escrito presentado en una causa ante un juzgado civil, atribuyó
al querellante la “condición de homosexual manifiesto” por lo que era
“chantajeado por un adolecente con el cual había practicado inclinaciones
perversas”, etc. Dado que, si bien tales injurias no pueden relacionarse
para nada con el ejercicio del derecho de defensa, no obstante, fueron
vertidas en el ámbito de un juicio y no fueron dadas a publicidad.”
c) El otro elemento a considerar es, el escenario donde se materializa las
ofensas. Siempre tiene que operar las ofensas o el ultraje, ante el juez.
Debe tratarse de injurias proferidas en escritos, discursos e informes
producidos ante los tribunales.

Esto significaría que éstas no deben haber sido proferidas ni divulgadas por sus
autores fuera del ámbito judicial. No resulta por tanto aplicable los alcances del
art. 133.1 CP si la ofensa proferida no tuvo lugar en el ámbito del proceso, sino
ante medios masivos de circulación. En este caso, se descarta el ejercicio del
derecho de defensa en juicio; sin embargo, esto es bastante relativo, pues, si se
busca preservar que la afectación al honor haya quedado dentro del escenario
judicial y no se haya divulgado, este supuesto habría que mirarlo bajo otra arista:
cuando ese acto judicial (informe oral) no haya sido trasmitido, a través de
medios de comunicación masiva, de tal manera, que el conocimiento del ultraje
a la contraparte no haya salido fuera del escenario judicial

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