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EL MUNDO DEL POSTFORDISMO

Alain Lipietz
(Fuente: https://www.cddc.vt.edu/digitalfordism/fordism_materials/lipietz-espanol2.htm)

En un ensayo provocador, Jean-Christophe Rufin (1991) comparaba el nuevo aspecto del globo (el de
después de la guerra fría) con el del imperio romano del siglo IV: una zona de prosperidad organizada en
tetrarquía, aislada de las desconocidas tierras bárbaras por un cinturón de reinos feudales. El mundo
actual parece oponer, en efecto:

• Un mundo desarrollado, organizado en tres bloques continentales, dirigidos respectivamente


por EE.UU., Alemania y Japón.
• Una periferia que se ha convertido en inútil para las fuerzas económicas dominantes (el mundo
andino, el africano, el interior de la India y de China).
• Entre el imperio y los bárbaros se destacan a la vez poderes intermedios "emergentes" que
sueñan con unirse al imperio, "hacerse ciudadanos romanos", es decir, miembros de la OCDE.

Esta descripción es bastante ajustada y el texto presente intenta explicar uno de sus fundamentos: Las
transformaciones de la relación capital-trabajo.

La crisis de la relación salarial dominante desde después de la guerra, el fordismo, ha engendrado


múltiples evoluciones entre los países desarrollados. Unos han privilegiado la "flexibilidad", otros la
"movilídad de los recursos humanos". Los nuevos países industrializados han acentuado su
competitividad y se han diferenciado. De ello resulta una recomposición amplia de la jerarquía de las
economías mundiales. Otra tendencia se ha manifestado cada vez con más fuerza: la concentración de
las relaciones económicas internacionales en bloques continentales (Europa, América, Asia). Los tres
bloques tienen en común la heterogeneidad de las economías que aglutinan. Precisamente este ensayo
está consagrado a la coexistencia de países de regímenes salariales diferentes en el seno de un bloque
continental integrado. Pero veremos que el bloque americano ha elegido una vía diferente a la de los
otros dos. Esto es lo que explica su declive relativo, análogo al declive de Roma frente a Constantinopla.

En una primera sección, estudiaremos las vías de salida de la crisis del fordismo de las economías
dominantes. Después ampliaremos el análisis a las otras economías. En una tercera parte, esbozaremos
la hipótesis de una nueva división internacional del trabajo (¡la tercera!). En las partes cuarta, quinta y
sexta, volveremos a los caracteres contrastados de los tres bloques. En la sexta sección, examinaremos
una consecuencia inesperada de esta nueva jerarquía desde el punto focal en que se juega el porvenir
del globo: la actitud de cara a las crisis ecológicas globales .

I. LA CRISIS DEL POSTFORDISMO Y SUS SALIDAS

1. El auge y la caída del fordismo

Recordemos antes brevemente lo que fue el fordismo. Como todo modelo de desarrollo, se puede
analizar desde tres planos:

• Como principio general de organización del trabajo (o paradigma


industrial), el fordismo es el taylorismo más la mecanización.
Taylorismo significa: una estricta separación entre la concepción del
proceso de producción, que es labor de la oficina de métodos y
organización y, por otra parte, la ejecución de tareas estandarizadas
y prescritas formalmente. Según este principio, la implicación de los
trabajadores directos se supone que no es requerida para la puesta
en marcha de las prescripciones de la oficina de métodos.
• Como estructura macroeconómica (bien sea régimen de
acumulación o estructura social de acumulación) el fordismo
implicaba que los incrementos de productividad resultantes de sus
principios de organización tenían su contrapartida, por una parte, en
el crecimiento de los gastos sociales financiados por los beneficios y,
por otra parte, en el crecimiento de la capacidad de consumo de los
trabajadores asalariados.
• Como sistema de reglas de juego (o como forma de regulación), el
fordismo implicaba una contractualización a largo plazo de la
relación salarial, con límites rígidos en los despidos y una
programación del crecimiento del salario referenciado a la evolución
de los precios y a la productividad general. Además, una amplia
socialización de los beneficios a través del Estado de Bienestar
aseguraba una renta permanente a los trabajadores asalariados.

La demanda, en el modelo fordista, era, pues, atraída por los salarios del mercado interior de cada país
capitalista avanzado, tomado separadamente. El apremio exterior estaba limitado por la coincidencia
del crecimiento en los diferentes países, por la importancia limitada del crecimiento del comercio
internacional en relación al crecimiento de los mercados internos y por la hegemonía de la economía de
EE.UU.

La primera y más evidente razón de la crisis apareció "del lado de la demanda". La competitividad se
iguala entre EE.UU., Europa y Japón. La búsqueda de economías de escala inducía a una
internacionalización de los procesos productivos y de los mercados entre países desarrollados. El
crecimiento del precio de las materias primas importadas del Sur (sobre todo el petróleo) animó la
competencia en las exportaciones a comienzos de los años setenta. En fin, las empresas de los países
fordistas buscaron cada vez más evitar las reglas salariales subcontratando la produccion en los países
no fordistas, "socialistas" o "en vías de desarrollo". La regulación del crecimiento de los mercados
interiores a través de la política salarial quedaba entonces comprometida por la necesidad de equilibrar
el comercio exterior.

Frente a esta crisis del "lado de la demanda", la primera reacción de las élites internacionales fue
claramente keynesiana. La idea principal era coordinar el mantenimiento de la demanda mundial. Sin
embargo, a finales de los años setenta, aparece un límite mayor: la caída de los beneficios. Se debió a
una pluralidad de causas del "lado de la oferta": disminución de la productividad, crecimiento del precio
total del trabajo (incluido el salarlo directo del Estado de Bienestar), crecimiento de la relación
capital/producto, crecimiento del precio relativo de las materias primas. De donde se deriva el giro hacia
las políticas de la oferta... es decir, hacia las relaciones capital/trabajo.

Estos problemas del "lado de la oferta" están sujetos a dos interpretaciones. Unos consideran el
crecimiento del precio relativo del trabajo como resultado del gran boom de la edad de oro (profit
squeeze: Itoh (19901, Armstrong, Glyn, Harrison [19841) y este análisis se convierte en la explicación
oficial a finales de los años setenta. Los beneficios eran demasiado bajos porque los trabajadores eran
demasiado fuertes; era así porque las reglas del juego se mantenían demasiado "rígidas". Se pusieron en
marcha políticas de flexibilidad iaboral por parte de los gobiernos del Reino Unido y después por EE.UU.,
y finalmente fueron seguidas por muchos países de la OCDE. El rechazo de los antiguos compromisos
sociales alcanzó diferentes grados y se llevó a distintos frentes: desde las reglas de aumento salarial
hasta el alcance y profundidad de la cobertura social, desde la liberalización de los procedimientos. de
despido hasta la proliferación de empleos precarios.

Pero la experiencia de los años ochenta no giró en favor de las tentativas más consecuentes de la
flexibilización: EE.UU., Reino Unido, Francia,... Por el contrario, estos países conocieron al mismo tiempo
la desindustrialización y el incremento del déficit de su balanza comercial en bienes manufacturados. A
finales de los años ochenta, los vencedores en la competición (Japón, Alemania occidental) parecen
caracterizarse por otra solución a la crisis de la oferta.
Volvamos a la explicación teórica de la crisis del fordismo del "lado de la oferta". Una explicación
alternativa se basa en la erosión de la eficacia de los principios taylorianos. El pleno empleo puede dar
cuenta del declive del beneficio a finales de los años sesenta, pero no ha habido continuidad en esta
tendencia desde entonces. Más en detalle, la eliminación de toda implicación de los trabajadores
directos en la puesta en marcha de los procesos de producción parece hoy día irracional. Es un buen
método para asegurar a los directivos el control directo sobre la intensidad del trabaj o (Friedman,
1977). Pero más autonomía responsable por parte de los trabajadores directos puede conducir a un
principio de organización superior, sobre todo cuando se trata de poner en marcha nuevas tecnologías o
métodos de gestión del circuito productivo de "flujo tenso", lo que supone la implicación de toda la
inteligencia de los productores directos y su cooperación benévola con los directivos y los ingenieros. Y
tal fue precisamente la vía alternativa escogida por numerosas grandes empresas de Japón, Alemania y
Escandinavia. Allí, la presión de los sindicatos y otras tradiciones organizativas promovieron la elección
de la solución por implicación negociada a la crisis del fordismo (Mahón [19871).

A finales de los años ochenta, la superioridad de esta elección es cada vez más reconocida. Sin embargo,
en este punto de nuestra reflexión, la flexibilidad laboral y la implicación negociada parecen ser
prácticas que podrían combinarse a la carta. Esta idea está en la base de una concepción del
postfordismo como especialización flexible en Piore & Sabel [19841. Veremos que en la realidad estas
opciones no son compatibles.

2. Después del fordismo ¿qué?

De hecho, las dos doctrinas para salir de la crisis de la oferta pueden ser consideradas como dos ejes de
huida con referencia a las dos características de las relaciones profesionales fordistas: por una parte, la
rigidez del contrato de trabajo; por otra parte, el taylorismo como forma de control directo de los
directivos sobre la actividad de los trabajadores (ver figura 1). La primera doctrina propone una
evolución de la "rigidez" hacia la "flexibilidad" del contrato salarial; la segunda doctrina, una evolución
del "control directo" hacía la "autonomía responsable". El primer eje se dirige a los aspectos "externos"
de la relación salarial, al vínculo entre las empresas y la mano de obra que busca ser contratada y recibir
una renta. El segundo eje se refiere a los aspectos "internos", a las formas de organización y de
cooperación/jerarquía en el interior de las empresas .

Figura 1. Evoluciones del postfordismo: los países capitalistas avanzados

Sobre este eje, opuesto al


taylorismo, podríamos hablar
de Ohnismo, en homenaje al
teórico de los métodos
japoneses de producción
desarrollados especialmente
por la empresa Toyota
(Coriat [1992]). Sobre el
primer eje (externo) hay
varias dimensiones en cuanto
a la rigidez y la flexibilidad,
como ya hemos señalado: el
"mercado externo" es un
mercado más o menos organizado. El eje considerado es de hecho un eje sintético. Además las reglas
pueden ser establecidas a nivel de los individuos, de los trabajos, de las empresas, de los sectores, de la
sociedad. Sobre el segundo eje, el "eje interno", hay también distintas dimensiones: "implicación" puede
significar cualificación, cooperación horizontal, participación en la definición y en los controles del
trabajo, negociación de las reestructuraciones industriales y así otros más. Aquí aún se trata de un eje
sintético. Pero vamos a ver enseguida que el nivel de la negociación en la implicación de los
trabajadores impone límites en cuanto a la posible flexibilidad
• La implicación puede ser negociada individualmente y gratificada
con primas, una carrera u otras cosas. Esta opción, que no es
contradictoria con la mayor flexibilidad externa, se limita por el
carácter colectivo de la implicación requerida en la mayor parte de
los procesos cooperativos de producción (I sobre la figura 1).
• La implicación puede ser negociada empresa por empresa, entre los
directivos y los sindicatos (F sobre la figura 1). Aquí, la empresa y su
fuerza de trabajo comparten los beneficios de las cualificaciones
específicas acumuladas en el transcurso del proceso colectivo de
aprendizaje. Esto implica una rigidez "externa" del contrato salarial a
nivel de la empresa, es decir, limita el derecho de despido de los
trabajadores ya en la empresa.
• La implicación puede ser negociada a nivel de la rama (B sobre
la figura 1), lo que limita para las empresas los riesgos de la
competencia a través del dumping social, y les induce a poner en
común instituciones de formación profesional, etc.

Resulta de ello que el "mercado externo del trabajo" tiene la gran suerte de estar él mismo más
organizado, o sea, a grosso modo, más "rígido".

• La implicación puede ser negociada a nivel de toda la sociedad (S


sobre la figura 1), los sindicatos y las asociaciones patronales que
negocian a nivel regional o nacional la orientación social y el reparto
del producto, entendiendo bien que los sindicatos velen para que
"sus gentes" den lo máximo de sí en el taller o la oficina... Aquí, el
mercado externo del trabajo tiene muchas oportunidades para estar
tan bien organizado como en las formas más "corporativistas" o
socialdemócratas del fordismo.

Por el contrario, la implicación colectiva de los trabajadores no puede aparecer sin solidaridad de
destino entre las empresas y su personal, es decir, en un contexto de "flexibilidad externa", y eso a
cualquier nivel (empresas individuales, de un sector o de un territorio).

Así, el límite de coherencia entre "flexibilidad e implicación" aparece como una curva que une nuestros
dos ejes, resultando un triángulo de incoherencia que combinaría flexibilidad e implicación colectiva
negociada. Esta combinación es evidentemente posible si concierne, en la misma sociedad, a varios
segmentos diferentes del mercado de trabajo. Lo que en general está excluido es la implicación
negociada de un colectivo de trabajadores flexibles... es decir, el modelo de Piore & Sabel.

Los dos ejes constituyen, por tanto, dos líneas privilegiadas de evolución, es decir, dos paradigmas
reales (ver figura 1):

• La flexibilidad externa asociada a un control directo jerárquico. Esto


nos lleva a algún modo de organización tayloriana del proceso de
trabajo sin las contrapartidas sociales de la edad de oro fordista.
Llamemos a este paradigma neotaylorismo.
• La rigidez externa del contrato de trabajo, asociada con la
implicación negociada de los productores. Llamemos a este
paradigma kalmarí . ano, en honor de la primera fábrica de
automóviles (Volvo) reorganizada según el principio de la implicación
en un país socialdemócrata, Suecia. Fábrica cerrada hoy en día...
veremos por qué.

Si volvemos a la experiencia reciente de los países de la OCDE, éstos parecen diferenciarse en un haz de
trayectorias que se proyectan a lo largo de la curva de coherencia entre los dos ejes, con Estados Unidos
y Gran Bretaña privilegiando la flexibilidad e ignorando la implicación; ciertos países, introduciendo la
implicación negociada individualmente (Francia); Japón practicando la implicación negociada a nivel de
las (grandes) empresas; Alemania practicándola a nivel de sectores y Suecia encontrándose más próxima
del eje kalmariano. Japón parece ocupar una situación intermedia, que podríamos llamar toyotismo, con
una fuerte dualidad (rígida/flexible) de su mercado externo de trabajo .

II. El resto del mundo: ¿Hacia qué postfordismo?

Una vez que el Estado hubo desarrollado formas totalmente originales de relaciones profesionales
(autodesignadas de forma contradictoria "socialistas") se pudo definir el Sur exactamente como el
conjunto de los países que no han llegado a imitar ni los modelos occidentales ni el modelo del Este. Por
tanto, los modelos "heterodoxos" (es decir, que incluyen ciertos aspectos de los modelos de los países
del Este) aparecían como una vía de acceso al Oeste, incluso en los países del Sur no socialistas. Por eso,
a pesar del carácter arqueológico del estudio del socialismo real de hoy en día, es interesante recordar
de él los rasgos cuyos vestigios marcan aún numerosos países de la nueva periferia.

1. Un modelo apagado: el "socialismo"

Muy pronto, la Unión Soviética se caracterizó a grandes rasgos por:

• un paradigma tecnológico inspirado en un taylorismo no logrado del


todo,
• un régimen de acumulación fundado sobre la sustitución de las
importaciones al amparo de barreras aduaneras integrales,
• un compromiso entre la dirección del Estado y los trabajadores
asalariados, negociado por un organismo único (el partido-Estado) y
garantizando ciertos intereses de la aristocracia obrera NOTA 7 . Esta
forma de regulación admite variantes más débiles que se pueden
llamar "corporativismo".

Este tríptico (taylorismo inacabado, sustitución de las importaciones, corporativismo) se vuelve a


encontrar en todos los países del Tercer Mundo que han intentado industrializarse entre 1930 y 1970.
Sobre nuestro diagrama de dos ejes figura 2 se le puede calificar como de "más rigidez" que el fordismo
(la dependencia) y con un nivel de negociación de la implicación de la aristocracia obrera situado entre
la empresa y la rama Köllö, [1990]). La crisis de este modelo, que ha sido imputada principalmente a su
rigidez, ha llevado a una orientación general hacia la flexibilidad y la "racionalización", es decir, hacia la
base y hacia la izquierda.

2. Dos gigantes rurales con sustitución de importaciones

China y la India representan dos inmensos países del Sur que han adoptado más de cerca el modelo de
desarrollo de la Unión Soviética. La mayor diferencia con los países del Este europeo es la inmensidad de
su campesinado.

Figura 2. El postfordismo en el Sur y el Este


China se ha beneficiado de una reforma
agraria y de una organización estricta de su
mundo rural. Resultado: no ha conocido
hasta finales de los años ochenta un éxodo
masivo hacia las ciudades. Fue un modo de
situación "lewisiana escondida", con una
penuria artificial de trabajadores urbanos
dedicada a una estrategia casi soviética de
acumulación extensiva orientada por la
sustitución de importaciones. De todos
modos, China conoció de 1958 a 1974
varias olas de experimentación que llevan
al paradigma tecnológico (poniendo en
cuestión las formas taylorianas de control
directo de los directivos sobre los
trabajadores) y al modo de regulación
(poniendo en cuestión la planificación
centralizada). Es dificil apreciar en qué
medida estas "revoluciones
microeconómicas en la revolución
socialista" (Riskin [ 1990]) han preparado,
irónicamente, el éxito posterior del
<="" td=""> "restablecimiento del capitalismo" en
China, después de la victoria de Deng
Xiaoping sobre los herederos de Mao Zedong.

En la India no hubo, por así decirlo, reforma de haciendas: el país nunca fue un "socialismo de Estado";
no ha conocido una verdadera planificación centralizada. Y sin embargo muchos rasgos del modelo
soviético son visibles en su historia industrial después de la independencia. La política de sustitución de
importaciones dirigida por el Estado estimuló el desarrollo de una estructura terciaria e industrial
importante orientada hacia el mercado interior, cuyos salarlos se han beneficiado, como en los países
del Este, del principio de la "dependencia", es decir, de una estabilidad del empleo, marcada y fundada
sobre consideraciones políticas (el sector 1 según Mohan-Rao [1990]). Estos trabajadores estaban poco
implicados, como en los países socialistas, y, sin embargo, no estaban exactamente taylorizados.

La mayor diferencia con China es la permanencia de un flujo de taylorización primitiva de trabajadores


excluídos de las relaciones precapitalistas o integrados en las referencias capitalistas a través de algunas
formas de Putting-out System: el sector II, según Mohan Rao [1990]. Así aparece un segundo
archipiélago de referencias salariales industriales en el océano de la India rural. Por razones culturales e
históricas, la taylorización no ha alcanzado el grado de control absoluto por una oficina de métodos (que
apenas existía). En la figura 2, este proceso se representa con una flecha que entra en el diagrama
capital/trabajo por la parte derecha de abajo.

La corriente de liberalización económica de los años ochenta impulsará, probablemente, las relaciones
profesionales, tanto en la India como en China, hacia las formas clásicas de la taylorización primitiva.
Con la apertura a la competencia internacional, el sector II conducirá a formas más profundas de control
directo sin mejoría notable del salario real ni de la legislación social. El principio de dependencia debería
ser abandonado en el sector 1 y, sin embargo, quedan posibilidades para que la fracción privilegiada de
la fuerza de trabajo pueda negociar una flexibilidad limitada y haya contrapartidas sociales de tipo
fordista en la racionalización del proceso de trabajo.

Este modelo indio es extremadamente interesante, porque permite tomar de modo caricaturesco
ciertas evoluciones de los países latinoamericanos de tipo "Cepalino", es decir, los que, conforme a las
teorías de la CEPAL, combinaban:
• la construcción, por sustitución de importaciones, de un sector
industrial moderno, a menudo bajo la égida de un Estado populista,
• la subsistencia de una agricultura más bien arcaica en sus referencias
sociales y que engendraba un flujo continuo de éxodo rural.

Se encuentran así todavía, bajo formas contrastadas, de México a Argentina:

• un sector I donde la aristocracia obrera relativamente "rígida" ve


cómo le imponen una flexibilización brutal y una "racionalización"
(de hecho una taylorización) de la organización del trabajo,
• un sector II de origen campesino que se urbaniza y accede al salario
industrial y terciario, sea por el proceso caótico de desarrollo de un
sector informal, sea por la entrada directa en empresas taylorizadas,
con contratos salariales flexibles.

Esta industrialización periférica de nuevo tipo (referente a los modelos indio, chino o cepalino, de
sustitución de importaciones) debe ahora ser examinada por sí misma.

3. ¿Hacia dónde van los nuevos países industrializados?

En los años setenta aparecen los "Nuevos Países Industrializados" (NPl). Brasil y Corea del Sur son los
ejemplos más importantes. Aspectos de sus modelos de desarrollo han sido examinados anteriormente
bajo dos títulos: la "taylorización primitiva" y el "fordismo periférico" (Lipietz [1985a]).

• La taylorización primitiva (o sanguinaria). Este concepto trata el caso


de deslocalización de segmentos limitados de ramas industriales
fordistas hacia formaciones sociales con tasas de explotación muy
elevadas (en cuanto a salarios, duración e intensidad del trabajo,
etc), siendo principalmente exportados los productos hacia países
más avanzados. En los sesenta, las zonas francas y los Estados-
talleres de Asia fueron las mejores ilustraciones de esta estrategia,
que se extiende hoy. Dos características de este régimen deben ser
señaladas. Primero, las actividades están sobre todo taylorizadas,
pero relativamente poco mecanizadas. La composición técnica del
capital en estas empresas es particularmente baja. Así, esta
estrategia de industrialización evita uno de los inconvenientes de la
estrategia de sustitución de importaciones: el coste de importación
de bienes de equipo. Por otro lado, movilizando una fuerza de
trabajo mayoritariamente femenina, incorpora todo el savoir-faire
adquirido a través de la explotación patriarcal doméstica. En
segundo lugar, esta estrategia es "sanguinaria" en el sentido en que
Marx habla de la "legislación sanguinaria" en los albores del
capitalismo inglés. A la opresión ancestral de las mujeres une todas
las armas modernas de la represión antiobrera (sindicalismo oficial,
ausencia de derechos sociales, prisión y tortura de los opositores).
• El fordismo periférico. Como el fordismo, se basa en el acoplamiento
de la acumulación intensiva y del crecimiento de los mercados
finales. Pero permanece "periférico" en este sentido, en que los
circuitos mundiales de las ramas productivas, los empleos
cualificados (sobre todo en la ingeniería) se mantienen
mayoritariamente ajenos a estos países. Además, los recursos
corresponden a una específica combinación del consumo local de las
clases medias, del consumo creciente de bienes duraderos por los
trabajadores y de exportaciones a bajo precio hacia los capitalismos
centrales.
Tomemos el ejemplo de Brasil. Brasil comenzó su industrialización antes y con mayor éxito que la India,
según un modelo similar. El golpe de Estado militar de 1964 suprimió de hecho las ventajas sociales de
la legislación de Vargas. En consecuencia, la "organización científica del trabajo" (tayloriana) se
desarrolló sin más límite que la dependencia tecnológica y la represión sangrienta del sindicalismo,
ofreciendo al capital una fuerza de trabajo flexible. A finales de los años sesenta y en los primeros
setenta, Brasil desarrolló una industria muy competitiva, llevando a término su sustitución de
importaciones y desarrollando sus exportaciones industriales. Los beneficios de esta taylorización
primitiva se reinvirtieron en el desarrollo de un fordismo periférico dualista. Una fracción de la
población (la nueva clase media) se estableció en un modo de vida casi fordista, beneficiándose los
salarlos en la segunda mitad de los años setenta del crecimiento de la productividad resultante de la
mecanización y la racionalización. Esta fracción comprendía la mayor parte del sector formal (Amadeo y
Camargo [1990]). Por otra parte, un inmenso sector de los asalariados quedó excluído de los beneficios
del milagro brasileño: los ex campesinos "lewisiarios", los trabajadores temporales, los trabajadores fijos
mal pagados de las pequeñas empresas. En los años ochenta, estalló la crisis de la deuda, después vino
la democracia. La evolución que resultó de ello es bastante compleja. Los conflictos de reparto ocuparon
la antesala de los conflictos industriales. Las relaciones profesionales no pudieron establecerse en esta
tempestad permanente, que implicaba al ejército de reserva Iewislano marginal, al sector informal, a los
distintos grados del sector formal. En esta situación caótica, el porvenir de Brasil queda abierto a tres
posibilidades: una vuelta al taylorismo primitivo, una consolidación del fordismo periférico e incluso una
evolución hacia el fordismo con evoluciones locales hacia los aspectos toyotistas.

En comparación, la revolución de 1985-1987 en Corea del Sur ha heredado una situación mucho mejor.
En la raíz de todo está la reforma agraria de los años cincuenta seguida por un apoyo a la rentabilidad
campesina. La taylorización primitiva en Corea no estuvo bajo la presión constante de un ejército de
reserva Iewisiano. Toda la fuerza de trabajo fue contratada con un contrato de trabajo flexible, pero fue
contratada formalmente. Además, el Estado se encargó de planificar cuidadosamente las capacidades
exportadoras de modo que se asegurara la devolución de la deuda. Las mujeres vivieron una terrible
sobreexplotación, sobre todo en el sector exportador, pero la renta de las familias modestas se
acrecentó a lo largo de los años setenta y se aceleró en los años ochenta. Así, Corea conoció una
transición de la taylorización primitiva al fordismo periférico. Además, en la fracción masculina de la
clase obrera, el patriotismo de empresa se desarrolló de una forma que preparó la imitación de ciertos
aspectos de la implicación negociada a nivel de la empresa, a la japonesa (You [1990]).

Así pues, Brasil y Corea conocen trayectorias casi opuestas en los años ochenta. Esta diferenciación de
los NPI es tan importante como la de los países fordistas figura 2.

III. ¿HACIA UNA TERCERA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO?

No vamos a continuar la discusión sobre la estabilidad (macroeconómica, sociopolítica o ecológica) de


los distintos modelos nacionales de evolución de las relaciones capital-trabajo . Vamos a discutir, más
bien, la posibilidad de la coexistencia de naciones con modelos diferentes, en el seno de un mundo cada
vez más internacionalizado. Este problema es el de las teorías del comercio internacional, hoy día
invalidadas por presupuestos sobrepasados. O se plantea (con Adam Smith y la tradición marxista
dependentista) que existe una mejor forma de producir cada mercancía y, entonces, debe acabar por
imponerse en beneficio de los países que la dominan: es la teoría de la ventaja absoluta. O, por el
contrario, se admite una "garna" de combinaciones de los factores en el interior de un paradigma
tecnológico único, y en este caso hay división del trabajo según las dotaciones iniciales de cada país en
los diferentes factores: es la teoría de las ventajas comparativas, surgida del teorema de Ricardo. Así
pues, tenemos hoy que afrontar una situación en que los "factores" (capital y trabajo) son
completamente móviles, pero donde la forma de combinarlos (paradigma tecnológico, relaciones
profesionales) diverge de un país a otro.

1. Las dos primeras divisiones internacionales del trabajo.


De hecho, la "primera división internacional del trabajo", que ha prevalecido prácticamente hasta los
años sesenta, ilustra la persistencia de la intuición de Adam Smith. Desde el momento en que ciertos
bienes se convierten en objetos de comercio internacional, su producción tiende a concentrarse en
aquellos lugares que presentan unas mejores condiciones de producción (condiciones naturales -clima-
o condiciones culturales: organización social, savoir-faire). Esta concentración se vuelve relativamente
estable, ya que las economías de escala protegen los centros industriales más antiguos contra los recién
llegados. Los nuevos centros sólo pueden surgir bajo el respaldo de un monopolio "natural" (la
distancia) o artificial (el proteccionismo de las "industrias nacientes").

Desde el momento en que surgen en Inglaterra la manufactura y, con mayor fuerza, la gran industria, la
mayor parte de las producciones manufactureras del mundo se concentraron en este país y en algunos
otros que pudieron adoptar el mismo paradigma industrial, con mayor o menor protección. Los demás
sólo pudieron inscribirse en el comercio mundial haciendo "otra cosa", es decir, otros productos,
especializándose en aquellos sectores en los que dichos países disponían de ventajas absolutas (a
menudo geográficas) respecto de Inglaterra. La primera división internacional del trabajo (exportaciones
manufactureras/exportaciones de bienes primarios, agrícolas o mineros) es una división intersectorial.

Con los NPI, la taylorización primitiva y, sobre todo, el fordismo periférico, surge una nueva división del
trabajo. Hoy en día, un paradigma tecnológico es algo parcialmente transferible, y con bajo coste, de un
país a otro. Desde ese momento, los segmentos menos cualificados y mecanizados del proceso de
trabajo fordista pueden ser localizados de manera mucho más competitiva en las regiones o los países
con bajos salarlos. ) Desquite de la teoría ricardiana de las ventajas comparativas?

a. En primer lugar, no se trata de ventajas comparativas entre las


dotaciones propias de cada rama, sino de diferencias en el coste del
factor trabajo en diferentes segmentos del proceso de producción en
el seno de una misma rama, O por lo menos de una misma filial,
organizada según un paradigma tecnológico único. La división
fordista del trabajo puede, en efecto, esquematizarse en tres tipos
de tareas:

1. Concepción, ingeniería y organización del trabajo.


2. Trabajo cualificado.
3. Tareas rutinarias (incluidas las terciarlas) sin cualificar.
Además, la estandarización de los procesos, típico de la
producción en masa fordista, permite una desconexión
geográfica entre estos tres tipos de tareas. Desde luego, es
"natural" localizar los tres tipos de tareas allí donde existe la
mano de obra correspondiente con la mejor relación
calidad-precio. Se trata de ventajas absolutas en una
división del trabajo dentro de la rama.

La taylorización primitiva corresponderá así a la localización de segmentos del "tipo 3" en los países con
salarios muy bajos y el fordismo periférico a la localización de segmentos 1 y sobre todo 2 en los países
con rentas bajas pero que dispongan ya de una mano de obra cualificada y de capacidades técnicas más
desarrolladas. Tal es el esquema "economista" de la segunda división internacional del trabajo.

b. Por otro lado, la realidad de la dinámica de los NPl no se reduce a


este esquema economista del coste relativo del factor trabajo.
Primero, la organización industrial, los costes de transporte y la
localización de mercados cuentan. No se puede deslocalizar las
actividades de tipo 2 o 3 a cualquier lugar. Es necesario que se
mantenga una cierta adecuación local entre la cualificación del
mercado de trabajo, el tejido industrial y la estructura de la
demanda local. El esquema caricaturesco de las zonas francas
asiáticas o de las "maquiladoras" de la frontera del norte de México,
donde los eslabones de un proceso productivo se deslocalizan "al
Sur" (allí donde los salarios son muy bajos) para servir a los
mercados finales, "al Norte", (allí donde la demanda es más
afortunada), corresponde a una parte muy limitada de la actividad
manufacturera mundial.

Sobre todo, e incluso ateniéndose al "lado de la oferta", el factor discriminatorio (aquí, el trabajo) es una
construcción social. No basta que la mano de obra sea abundante ("lewlsiana"), si no todos los países
del Tercer Mundo se habrían convertido en NPl. Hace falta que esté libre a la vez de otras ataduras
(rurales, familiares, religiosas), desorganizada por la represión o por la tradición (mano de obra
femenina) y, por lo tanto, acostumbrada a la disciplina del trabajo de tipo industrial. En fin, la "dotación
en factor trabajo" buscada es, de hecho, una característica socialmente construida de la sociedad local:
su adecuación al paradigma taylorista-flexible que hemos identificado en la primera parte de este
texto NOTA 10.

2. La coexistencia del postfordismo

Cuando a principios de los años ochenta el compromiso fordista fue criticado abiertamente y juzgado
caduco, la tendencia espontánea fue, una vez más y de conformidad con las lecciones de la historia,
buscar cuál sería "la" nueva forma hegemónica de la relación capital-trabajo. La primera mitad del
decenio, marcada por el éxito del reaganismo, vio triunfar la idea de que "la" salida de la crisis del
fordismo sería la flexibilización (externa) del contrato salarial. Se criticaba entonces la "euro-esclerosis",
atribuida a la "rigidez" de las relaciones salariales. Después, cuando, tras el crack de 1987, el declive de
EE.UU y el atolladero al cual les había llevado la "desregulación" reaganista se hicieron evidentes,
cuando se afirmó la supremacía tecnológica y financiera de Japón y Alemania, se reconoció que los
modelos de la salida a la crisis por la "movilización de los recursos humanos" se colocaba por encima de
los modelos basados en la flexibilidad.

Figura 3. Las ventajas comparativas

Hoy, las dificultades de


Alemania y Japón apelan a
una mayor prudencia, ya que
la competencia de los NPl de
Asia, e incluso de América
Latina, parece poder
imponer al mundo entero
una norma única: salarios
siempre más bajos y
contratos salariales siempre
más flexibles. En todos los
casos, se supone que uno de
los dos paradigmas
distinguidos aquí presenta
una ventaja absoluta sobre el
otro y acabará así por
desplazarlo.

Que no se haya podido todavía decir cuál debería hacernos reflexionar. Primero, es evidente que
nuestros dos paradigmas no son suficientes para definir un modelo de desarrollo coherente a escala
mundial. Falta, por lo menos, un modo de regulación de la demanda efectiva internacional. El mercado
mundial se ha vuelto, como antes de los años cincuenta, globalmente competencial y, por tanto, cíclico.
Los ciclos no tienen ninguna razón para impedir el modelo dominante (ya sea EE.UU, Alemania o Japón).
Luego, acontecimientos tan excepcionales como la disolución del bloque "socialista" y su reconversión al
capitalismo de mercado, provisionalmente lograda en China y provisionalmente fallida en Europa, no
pueden dejar de influir en la coyuntura e incluso en la estructura de los países vecinos (sobre todo en el
caso de la unificación de las dos Alemanias).

Pero más allá de estas consideraciones coyunturales, plantearemos hipótesis más estructurales.

a. La lección de los años 1982-1995 está clara. Cualquiera que sea la


política llevada por EE.UU (dólar sobrevalorado o devaluado, tasas
de interés reales demenciales o negativas, déficit del presupuesto
controlado o incontrolado), el déficit de su balanza de bienes y
servicios se ha vuelto estructural, del orden de 10.000 millones de
dólares al mes. Por el contrario, cualquiera que sea la dirección del
desplazamiento coyuntural con EE.UU, la balanza exterior de Japón y
Alemania (menos inmediatamente después de la unificación) se ha
mantenido en positivo. Desde el punto de vista de la competitividad
intercapitalista, la implicación negociada se pone por encima del
neotaylorismo por lo menos en una gama importante de servicios y
productos de intercambio.
b. El mundo se organiza en tres bloques continentales, que tienen en
su seno una división del trabajo centro-periferia basada en
combinaciones diferentes de los dos paradigmas de base del
postfordismo.

Esta tendencia a la recontinentalización de la economía mundial (Asia- Pacífico alrededor de Japón,


América alrededor de EE.UU, Europa alrededor de Alemania) es el resultado, primero, de una "revancha
de la geografía": con las formas de gestión just-in-time, la distancia y los costes de transacción vuelven a
tener importancia. También resulta de las tentativas de regular la macroeconomía internacional "entre
vecinos".

En el interior de estos bloques hay, evidentemente, países de desarrollo muy desigual, con relaciones de
tipo centro-periferia, ya sea dentro de la primera, la segunda o la tercera división del trabajo. Estas
jerarquías son móviles: países "periféricos" progresan, países dominantes salen mejor o peor de la crisis
del fordismo y, sobre todo, salen de manera diferente, privilegiando uno de los dos ejes paradigmaticos
definidos anteriormente.

Nuestra segunda hipótesis lleva precisamente a la posibilidad de la coexistencia de los dos paradigmas
en el seno de un mismo espacio de integración continental, con una división internacional del trabajo de
un tercer tipo entre países adictos más bien a uno u otro paradigma. Precisemos más: no se trata de
producir, de diferentes maneras, bienes muy diferentes, como en la primera DIT, ni de especializarse,
como en la segunda DIT, en diferentes tipos de tareas en el seno del mismo paradigma taylorista y
compitiendo en la misma rama, sino de producir productos similares, pero de manera distinta.

Esto sólo es posible si ninguno de los dos paradigmas desplaza al otro de manera absoluta, sino sólo
comparativamente, según las ramas y las subramas. Así, el formalismo ricardiano vuelve a encontrar su
virtud heurística, a condición de reemplazar la noción de "dotación inicial de factores" por la de
"construcción social de la adaptación a un paradigma". Esta construcción social es un hecho secretario
complejo que no vamos a tratar aquí (ver Leborgne & Lipietz [19881). Digamos simplemente que la
adopción de los paradigmas "flexible" y "con implicación negociada" corresponde a estrategias de salida
a la crisis "defensiva y ofensiva" respectivamente por parte de las élites de la nación o región
considerada.

Una manera cómoda de formalizar las diferencias de adaptación social es el recurso a una concepción
renovada de la teoría de la agencia. Los organizadores de la producción (principales), ya se trate de
empleadores o de los que dan órdenes, tienen la elección entre dos actitudes respecto a sus
subordinados (agentes), ya sean asalariados o subcontratados.
• O la confianza (y su recíproca, la autonomía responsable), que
permite maximizar la cuasi-renta relativa a otros competidores, pero
implica una partición más igualitaria de esta cuasi-renta.
• O la desconfianza, que implica un control directo de los agentes
subordinados. Permite, de forma segura, maximizar la parte del
producto del que se apropia el principal, pero no de modo evidente
el producto total de este tipo de asociación.

Está claro que la opción entre "confianza" y "desconfianza" depende de determinantes sociopolíticos,
extraeconómicos, ya que parece que, en el postfordismo, estas diferencias tengan efectos diferenciados
según las ramas, lo que hace pertinente la teoría de las ventajas comparativas. Así, según un
razonamiento presentado en el "Anexo":

Teorema de Ricardo transportado: Las ramas más sensibles a la implicación de los productores directos
tenderán a buscar regiones o segmentos del mercado de trabajo relativamente más cualificados y
menos flexibles; las ramas más sensibles al bajo coste de la mano de obra tenderán a buscar regiones o
segmentos del mercado de trabajo más flexibles.

Se comprende así el éxito del modelo toyotista: si, en el seno de una misma sociedad, se pueden
encontrar los dos tipos del mercado de trabajo, entonces la posibilidad de negociar compromisos
salariales al nivel de la empresa permitirá una adaptación óptima del conjunto de las ramas. Los
modelos nacionales más kalmaristas quedarán cojos por la rigidez y los excesivos costes del trabajo en
las ramas más banales. Los modelos nacionales más flexibles (neotaylorianos) quedarán cojos por las
ramas que requieran una mayor cualificación. Por contra, los países que se atengan a una relación
salarial fordista clásica (rigidez +taylorismo) serán poco a poco desplazados "por arriba y por abajo".

Así, del "Teorema de Ricardo transportado" resultan una serie de corolarios.

Corolario I. Los países que practican la implicación negociada van a atraer industrias de mayor valor
añadido (por trabajador) y con mayor contenido de trabajo intelectual.

Corolario II. Entre esos países, los más competitivos serán aquellos donde la implicación sea negociada
al más bajo nivel (de manera óptima: según el modelo toyotista).

Corolario III. Existen países que han permanecido demasiado fordistas (demasiado rígidos para una
implicación tan débil) o países demasiado poco cualificados a pesar del coste extremadamente bajo de
su mano de obra. En estos países se desarrolla la exclusión, es decir, situaciones donde la oferta de
trabajo no interesa de ningún modo al capital.

Figura 4. La nueva jerarquía

Hagamos ahora una abstracción de las


diferencias internas en las naciones, y no
consideremos más que sus lugares relativos
en el diagrama. Se ve que, en un bloque
continental que presenta toda la variedad
de situaciones, las ramas más cualificadas
tenderán a polarizarse en lo alto y a la
derecha. Allí se encontrarán los salarlos
altos, las altas cualificaciones, la mayor
"flexibilidad interna" , por tanto, la mayor
capacidad para poner en práctica los
nuevos procedimientos, inventar y probar
los nuevos productos- en una palabra, se
trata del "centro" en el doble sentido tradicional del término (en F Braudel, I. Wallerstein, S. Amin u
otros). Las ramas progresivamente más banales se polarizarán en los países situados cada vez más a la
izquierda y abajo, que no salvarán su competitividad sino por una flexibilidad cada vez más salvaje y
salarios cada vez más débiles, con el riesgo de ser acusados de dumping social. Así, por rango
decreciente hacia la "periferia": los viejos países fordistas que se vuelven cada vez más neotaylorianos,
los países de fordismo periférico y luego de taylorización primitiva figura 4.

3. La diferenciación de los bloques continentales

La figura 4 está ilustrada por los ejemplos de los países del bloque europeo. Es bastante evidente que
esta jerarquía no se da, de forma tan clara en Asia y América. La primera explicación es evidente: el
bloque americano está dominado por un solo país, Estados Unidos, que no se suma al paradigma
tecnológico dominante. Por lo tanto, el bloque americano sufre una doble debilidad:

• su centro está dominado por otros centros,


• correlativamente, apenas puede dominar su propia periferia.

Estas dos consecuencias son señalables empíricamente de la siguiente manera.

a. La desvalorización del trabajo americano

El PNB per cápita es un índice cómodo que mide la productividad de una sociedad y el poder adquisitivo
medio de los miembros que la componen. Para las comparaciones internacionales, hay dos formas de
comparar el valor de este índice.

• La tasa de cambio corriente. En un mundo


internacionalizado (es decir, donde no hay una gran
diferencia entre el precio de oferta de los productos en el
mercado interior y en la exportación), este índice mide bien
la capacidad efectiva del producto del trabajo de un país al
adquirir una parte del trabajo de otros países.
• Según la paridad del poder adquisitivo (PPA). En este caso
se refiere a un índice teórico, calculado según las tasas de
cambio ficticio que igualarán el precio de una misma cesta
de bienes y servicios en distintos países.

Este segundo índice parece corregir la incapacidad de las tasas de cambio de compensar los
diferenciales de la inflación. En la medida en que los consumidores gasten sus rentas en sus propios
países, este índice permite comparar los niveles de vida media de los diferentes paises. Podríamos
hablar de un "índice de volumen internacional". Si todos los países produjeran la misma cosa, de la
misma forma, jugarían efectivamente este papel y, además, es probable que las tasas de intercambio se
encuentren efectivamente sobre la paridad del poder adquisitivo.

Cuadro 1. La jerarquía de valores internacionales.

PIB POR HABITANTE EN DÓLARES Índice del


valor
Variación Conversión Conversión Población en internacional
anual por tasa por millares
media en de cambio paridad de 1993
1994- corrientes poder
1993 (en adquisitivo
5%)

Alemania 2,8 23.537 18.510 81.190 1,27


unificada
Australia 4,3 15.963 17.103 17.657 0,94

Dinamarca 4,7 26.204 19.335 5.190 1,35

España 1,7 12.227 13.311 39,080 0,92

Estados 3,9 24.302 24.302 257.908 1


Unidos

Francia 2,2 21.706 18.700 57.667 1,16

Japón 1,0 33.802 20.523 124.670 1,65

México 2,9 3.968 6.808 91.210 0,58

Noruega 3,6 23.995 19.476 4.310 1,23

Nueva 5,0 12.630 15.493 3.480 0,81


Zelanda

Portugal 1,0 8.688 11.953 9.887 0,72

Reino Unido 3,5 16.279 17.036 57.830 0,96

Suecia 2,3 21.254 16.831 8.718 1,26

Suiza 1,7 33.453 23.195 6.940 1,44

Turquía 3,9 2.928 5.410 59.490 0,54

Fuente: L’OCDE, junio-julio de 1995

Pero ello no es así, incluso en la propia OCDE Cuadro 1. Los diferentes países están localizados en
diferentes niveles en las tres divisiones internacionales del trabajo. Los países productores de bienes y
servicios de alta "calidad" y según el paradigma dominante son no sólo más productivos (producen
"más", o sea, su PNB per cápita es superior "en volumen"), sino que además el producto de su trabajo es
mejor valorado en el mercado internacional (lo venden "más caro"). Este segundo aspecto es captado
por la relación de su PNB per cápita "en la tasa de cambio corriente" sobre el mismo índice "según la
PPA". Este ratio puede denominarse "índice de valor internacional". El índice de valor internacional
interpreta parcialmente una política de cambio. Pero la experiencia nos enseña que no es posible
conservar durante mucho tiempo un cambio sobrevalorado. El índice tiene un carácter estructural.

En el Cuadro 1, el PNB per cápita se expresa en dólares según las dos formas de conversión: el valor
internacional del trabajo en Estados Unidos es pues 1 por convención. Inmediatamente nos damos
cuenta de que:

• El trabajo japonés y alemán está sobrevalorado


formidablemente respecto al trabajo americano (¡y sin
embargo se refiere a la Alemania unificada!). Y esto sin que
los balances comerciales hayan sufrido.
• El trabajo de todos los países periféricos en las tres
divisiones internacionales del trabajo está infravalorado y,
en cada bloque, todos los países están infravalorados
respecto a sus propios centros.
FIN DEL ARTÍCULO

Actividades

• Realice un comentario general de los tópicos que desarrolla el artículo, No utilice más de diez
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resumen son sus ideas fuerza. No utilice más de diez líneas.
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frente al texto del autor.

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