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ENSAYOS
© Patrick Verstappen
Fuente: Flickr
Ensayos
El punto C o el efecto C del los mismos elementos. La teoría de los
géneros suele sintetizar las descripcio-
cuento
nes: «condensación y síntesis», señala
por Adriana Azucena Rodríguez
Kurt Spang, quien explica que el cuento
«se construye como evento único, pre-
Para los incipientes escritores de ferentemente también con espacio y
cuento, la idea del cuento como rela- tiempo narrado único, con pocas figuras
to breve «cuyos fines se encaminan a que tienden, en una evolución dinámi-
la obtención de un efecto único o de un ca, hacia el desenlace final. [El cuentis-
efecto principal, por encima de los de- ta] evitará las extensas descripciones,
más objetivos expresivos» (Paredes, la detallada ambientación y caracteri-
2015: 22) resulta una idea demasia- zación de las figuras» (2000: 111). Al
do abstracta: ¿cómo saber si la histo- establecer la diferencia específica del
ria que desean contar ofrece tal «efecto cuento, la teoría suele centrarse en la
único»? La narratología —y en general brevedad del género en la relación con
las teorías que se ocupan del estudio del la novela, pero también con otros gé-
relato— no se afana en establecer las di- neros breves: la fábula, la anécdota o
ferencias específicas del cuento, pues se la leyenda, que también tienden hacia
ocupa de todos los relatos, que tendrían el efecto único (Anderson, 1999: 30-35).
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ENSAYOS ENSAYOS
Las transformaciones que el cuento ha pecífico, reconocible textualmente? ¿Un «Este cuento se funda sobre los princi- llegado a consolidarse en la formación
experimentado, además, ponen en duda punto fijo o que cada autor y época ha pios siguientes: unidad de construcción, de escritores, es el llamado «triángulo
la posibilidad de que la homogeneidad interpretado y realizado de modos di- efecto principal hacia el medio del rela- de Freitag», descrito ampliamente por
de las definiciones y caracterizaciones ferentes? ¿O bien, de un tipo de efecto to y fuerte acento final» (2010: 215). Del Hernán Lara Zavala:
básicas del género; pero un número logrado por la relación entre los enun- teatro, se tomó el término «clímax», Una línea horizontal, definida como el
constante de teóricos, críticos y escrito- ciados o el contenido, una impresión como el máximo de tensión, después de segmento AB, corresponde a lo que se-
res toman en cuenta nociones cercanas presente en el lector durante y después un planteamiento —presentación de los ría la exposición introductoria o inicio
a la de «efecto único», «unidad de im- de la lectura del cuento? Para tratar personajes y la situación inicial— y un de la trama. Esta línea se continúa en
presión», «desarrollo hacia el desenlace de dilucidar esa respuesta, acudiré a los nudo —el enredo, la tensión entre intere- segmento BC, representado por una
final», asuntos cuya discusión es el ele- mismos cuentistas, pues ellos parecen ses opuestos— que se resuelve de forma recta con una pendiente es ascenso,
mento central de este ensayo. tener el mayor interés acerca de esta climática. Entonces, la diferencia es- que corresponde en términos narra-
En cuanto a la brevedad, rasgo tam- forma. Hacer una teoría, una poética y pecífica del cuento con respecto a otros tivos a la complicación o desarrollo
bién característico del cuento, baste de- una práctica del cuento es una preocu- géneros como la anécdota, la crónica o del conflicto en la historia. El punto
cir, por lo pronto, que es un elemento pación que nace junto al cuento como el caso —géneros breves como el cuen- C, donde se ubica el vértice superior
determinado por circunstancias evolu- género. to— sería este episodio, muy cercano al del triángulo, representa el clímax o
tivas: el cuento del siglo XIX tiene hasta Edgar Allan Poe se refiere a un «efec- final y, en ocasiones, en el final. Sean giro dramático de la acción. El seg-
más de cincuenta páginas, mientras que to único y singular», concebido previa- O’Falain menciona, por ejemplo, el fi- mento DC, con pendiente negativa o
el microrrelato llega a proponer has- mente a la invención de los incidentes nal de «latigazo», a propósito del cuento en descenso, corresponde al desenlace
ta tres palabras. La idea de brevedad y la combinación que lleve a ese efecto. de Chéjov sobre la pareja que se impo- o resolución de la trama (Lara, 2013:
depende, entonces, de lo que determina «Si su primera frase no tiende ya a la ne una pesada deuda por un collar que, 369-370).
la época como aceptablemente breve: el producción de dicho efecto, quiere decir se revela al final, resulta falso (2013:
siglo XIX, sin televisión, cine o internet, que ha fracasado», afirma el autor nor- 191-215). O’Falain sugiere otra técnica Se trata, evidentemente, de la des-
emplea su tiempo libre en un cuento que teamericano, para cerrar la idea con para construir un cuento: «La sorpresa cripción de un manejo de la estructura
leerá en la media hora que, según Poe, una nueva analogía: «Y con esos medios, que nos dan (generalmente modesta) no narrativa que podría aplicarse a otros
«su alma está a entera disposición de con ese cuidado y habilidad, se logra por procede de un complicado artificio, sino géneros narrativos y dramáticos; pero
su lectura». Siglos antes, el lector me- fin una pintura que deja en la mente del del complicado artificio de la naturale- también Amparo Dávila lo refiere para
dieval, como el de El Decameron, apro- contemplador un sentimiento de plena za humana que inocentemente revelan» señalar su propio mecanismo de escri-
vechará las primeras horas del ocaso satisfacción» (Poe, 2013: 17). Si, como (2013: 201), en referencia al cuento de tura de sus cuentos:
hasta la noche más oscura para contar señala Poe, el rasgo característico del Maupassant sobre la pareja de jóvenes, El cuento es una figura geométri-
diez historias. En tanto que el lector del cuento es el efecto de la combinación, el cabello y el reloj, las peinetas y la ca, concretamente un triángulo. Tie-
siglo XX contará con minutos entre una entonces tal efecto no dependería de un cadena: es decir, plantear un conflicto ne una base en la cual se plantea un
estación del transporte público y aquella episodio particular, sino de la relación complejo y profundamente humano que asunto, luego sube una línea, en esa
en la que debe bajar. El lector del siglo de intensidad entre los elementos na- se resuelve de un modo sorpresivo aun- línea va exponiéndose lo que se plan-
XXI apenas concederá unos segundos a rrativos: el tema, los personajes, las si- que simple. Así, el momento climático tea abajo, el desarrollo, hasta llegar
la lectura de cada texto de su Facebook tuaciones —tanto la inicial como final y se lograría de diversos modos, a los que al punto del conflicto y finalmente el
o Twitter. La brevedad es, pues, una las intermedias— y ambiente. se podría agregar: el desenmascara- desenlace; eso sería un triángulo equi-
convención susceptible de modificarse Sin embargo, poco a poco se hizo más miento y el hallazgo de la verdad, cuyo látero convencional, pero mis cuentos
históricamente. evidente que el cuento presentaba, con ejemplo más visible sería el cuento poli- no son triángulos equiláteros conven-
La dificultad en la escritura del cuen- frecuencia, un desarrollo similar. Para ciaco, aunque este sea el mismo objetivo cionales, pues no siguen necesaria-
to es la comprensión y el logro de ese 1925, el teórico ruso Boris Eichem- de la novela policiaca —en todo caso, el mente aquel esquema, hay un plan-
«efecto único» o efecto principal. ¿Cómo baum observa un esquema presente en cuento precedió a la novela. teamiento que deriva en el conflicto y
lograrlo? ¿Se trata de un episodio es- el cuento moderno inaugurado por Poe: Esta estructura del cuento, que ha puede o no desembocar al desarrollo,
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nico»: Gabriela Mora cita a Mark Scho- del protagonista. No es necesario con- siempre un tono descriptivo marca- ción moral, entre otras etiquetas. Y otro
rer, quien señaló que «el cuento sería tar con muchos personajes. El centro de damente objetivo (Conrad en Benítez, tipo de cuento que se caracteriza por la
un arte de revelación moral y la nove- gravedad debe recaer en dos personajes: 2006: 184). ausencia de ese episodio.
la una evolución moral» (1993: 24). El él y ella» (Chéjov, 2013: 21). Hernán Lara Zavala sintetiza am- Este segundo tipo de cuento se orga-
episodio de revelación moral será con- El autor ruso expuso su poética en la bas posibilidades de rasgos definitorios nizaría mediante una condensación de
siderado por Rust Hills como «momen- escritura de cartas y el desarrollo de del cuento, o la existencia de «dos tipos rasgos psicológicos de los personajes,
to epifánico», Gabriela Mora añade que conversaciones, de las que Gustavo Luis una ausencia especial de descripciones,
básicos de cuentos (aunque no siempre
ese momento del relato es un recurso Carrera concluye: condicionadas a reforzar la carga sig-
de cuentistas): los que se concentran en
que responde a «un patrón frecuente del Ante la concepción estructurada de nificativa de los espacios en función de
la anécdota y en su sorpresivo desenla-
cuento. [y que] A la vez, este recurso una composición esquemática, múl- los acontecimientos y una reformula-
ce, y aquellos que logran establecer un
no es exclusivo del cuento, ya que se da tiple y compleja, siempre atenida a ción de la noción de verdad: un cues-
clima, una atmósfera, un tono que, en
también en otros géneros; la novela o el un patrón de etapas subsecuenciales, tionamiento de la verdad, a cambio de
los relatos logrados, contiene la para-
drama, por ejemplo» (1993: 26). Chéjov exalta el valor narrativo de la una exploración subjetiva de la psique
doja íntima inherente a todo buen re-
Pero los proyectos opuestos a ese escena, del momento, de la atmósfera lato breve» (en Zavala, 2013: 374). Es humana.
episodio álgido siempre han estado pre- anímica y vivencia. Y nada más. La decir, un tipo de cuento presentaría un Un ejemplo paradigmático de este
sentes en la concepción del cuento. Los acción ocasional, el estado de ánimo, episodio claramente reconocible, ya sea tipo de relato, en Poe, se encontraría
autores también han reaccionado en la pintura incompleta pero sugerente, cerca del final o en el final, que ha sido en «La carta robada»: G… plantea el
contra: «Si uno solo busca que el cuento pueden ser la esencia del cuento, del llamado episodio climático, clímax, conflicto del robo, la posterior búsqueda
termine con el lector aturdido, el orgu- relato breve, síntesis del acto de con- momento epifánico, knock out, revela- policiaca y la consecuente reconstruc-
llo de haberle dado un golpe definitorio tar (Carrera, 1992: 23).
palidece ante la evidencia de que por un
buen rato esa persona no va a pensar Chéjov, así, parece subvertir el prin-
ni sentir nada», escribió Marcelo Cohen, cipio climático del cuento, según decla-
cuentista argentino nacido a mediados ra a propósito de La gaviota: «Bien, he
del siglo XX, quien refiere a Macedonio terminado mi pieza. Contra todas las
Fernández y William Borroughs: «la li- reglas del arte dramático, la comencé
teratura debe aspirar a conmover inte- intensa y la terminé pianísimo» (en Ca-
gralmente la conciencia del lector» (Co- rrera, 1992: 24). A propósito de esta for-
hen, 2006: 39). Esta idea convive con la ma de cerrar el cuento, se ha señalado
del momento climático desde otro de los que Chéjov creó el llamado «final anti-
pilares del género: Anton Chéjov, quien climático», descrito por Joseph Conrad
—como Poe— no parece dedicar especial —en la síntesis de Antonio Benítez Bu-
interés a un episodio en particular. Su rraco, estudioso de la literatura rusa:
preocupación se encuentra en la inten- busca sugerir al lector que lo narra-
sidad como corolario de la brevedad: los do está lejos de haber terminado. Esta
detalles psicológicos deben supeditarse técnica permite a Chéjov involucrar
a las acciones de los personajes, que al lector en lo que sucede en la obra
deberían estar limitados a un número con mucha mayor eficacia y conseguir
mínimo como centro de gravedad: «Lo que se preocupe directamente por el
mejor es evitar la descripción de lo que destino de los personajes, pero sin in-
ocurre en la mente del héroe; eso debe fluir explícitamente sobre él, desde el
quedar claro a partir de las acciones momento en que el narrador adopta
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ción de todos los detalles de la casa; a rad en Benítez 2006: 184). Cohen, Marcelo (2006), «Lugares», en Joyce, James (2013b), «Epifanías» en
la mitad del relato, Dupin resuelve el De tal forma que, con la brevedad El arquero inmóvil. Nuevas poéticas Lauro Zavala, Teorías del cuento
conflicto y hace entrega de la carta; a como rasgo fundamental, la noción de sobre el cuento, ed. Eduardo Becerra, III. Poéticas de la brevedad, México,
partir de entonces, la historia vuelve cuento como género se caracterizaría Madrid, Páginas de Espuma, p. 39- UNAM, pp. 13-17.
a ser narrada desde la perspectiva del por mantener una tensión mediante di- 44. Lara Zavala, Hernán (2013), «Para una
detective, en la que se revela que cada ferentes mecanismos: un episodio re- Cortázar, Julio (2013), «Algunos as- geometría del cuento», en Lauro Za-
detalle de la casa era un indicio de la solutivo, reconocible como el momento pectos del cuento», en Lauro Zavala, vala, Teorías del cuento I. Teorías de
personalidad del ladrón. El relato ten- climático, knockout, giro inesperado, Teorías del cuento I. Teorías de los los cuentistas, México, UNAM, pp.
dría más de un momento climático: la etc.; una epifanía entendida como una cuentistas, México, UNAM, pp. 303- 369-376.
entrega de la pieza robada, el episodio revelación anticlimática, casi espiri- 324. Mora, Gabriela (1993), En torno al
en que Dupin la halló e incluso el irónico tual, casi secreta para los personajes y, Dávila, Amparo (2016), en entrevista cuento: de la Teoría general y de su
mensaje del detective al ladrón. Su ma- en ocasiones, para el lector apresurado; con Erandi Cerbón Gómez, «Amparo práctica en Hispanoamérica, Buenos
yor acierto es, como su autor lo preveía, o, abiertamente, un final anticlimáti- Dávila: de niña alquimista a narra- Aires, Danilo Alberto Vergara.
la tensión, el equilibrio, entre la sorpre- co en el que la unidad de efecto, tono o dora y poeta», en www.milenio.com/ O’Faolain, Sean (2013), «Sobre el tema
sa y la fuerza del personaje, así como la impresión máxima se logra justamen- cultura/entrevista_escritora_am- en el cuento», en Lauro Zavala, Teo-
estructura narrativa. te porque la tensión del nudo narrativo paro_davila-milenio_dominical-al- rías del cuento I. Teorías de los cuen-
Asimismo, en el cuento que podría- queda sin resolución, como una posibili- quimista_a_narradora_0_517748583. tistas, México, UNAM, pp.191-215.
mos llamar «no climático», los diálogos dad de identificación con el lector pues html. Consulta: 25 de noviembre de Poe, Edgar Allan (2013), «El objetivo y
llegan a concentrarse lo suficiente para 2016. la técnica del cuento», en Lauro Za-
la vida difícilmente ofrece tales reso-
insinuar más que para dar ideas com- Eichembaum, Boris (2010), «Sobre la vala, Teorías del cuento I. Teorías de
luciones. Los recursos de cada meca-
pletas —pienso, por ejemplo, en «Co- teoría de la prosa», en Tzvetan To- los cuentistas, México, UNAM, pp.
nismo de manejo de la tensión son des-
rrido», de Arreola: el único diálogo es dorov, Teoría de la literatura de los 14-18.
criptibles, susceptibles de análisis y de
«-Oiga amigo, qué me mira. / -La vista formalistas rusos, México, Siglo XXI, Spang, Kurt (2000), Géneros literarios,
imitación como modelo en la formación
es muy natural», y el narrador remata: pp. 201-215. Madrid, Síntesis.
del escritor, elementos que harán evi-
«Tal parece que así se dijeron, sin ha-
dente y mantendrán vigente la riqueza
blar».
del cuento.
Por supuesto este tipo de cuento in-
cluye un final en el que la tensión na-
Bibliografía
rrativa deja al lector en un estado de
desasosiego por el futuro de los perso- Anderson Imbert, Enrique (1999), Teo-
ría y técnica del cuento, Barcelona, Adriana Azucena Rodríguez (México). Licenciada en Lengua y Literatu-
najes, a los que ha seguido a lo largo de
ra Hispánicas (UNAM) y doctora en Literatura Hispánica por El Colegio de Méxi-
las vicisitudes que el escritor le ha per- Ariel.
co. Profesora-investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
mitido vislumbrar. Entonces este final Benítez Burraco, Antonio (2006), Tres
(UACM) en áreas de Teoría y Creación Literarias. Autora de los libros como Las
no es percibido por el personaje, pero ensayos sobre literatura rusa. Push-
teorías literarias y el análisis de textos (UNAM, 2016) y, de cuento, La sal de los
el lector percibirá que la tensión «se ha kin, Gógol y Chéjov, Salamanca, Edi-
días (BUAP, 2017) y El infierno de los amantes (UACM, 2018).
incrementado al dar cabida a reflexio- ciones Universidad de Salamanca.
nes universales sobre el ser humano o Carrera, Gustavo Luis (1992), «Su-
generalizaciones que, al afectar así a puestos teóricos para un concepto del
todos los hombres, obliguen al lector a cuento: espacio, estructura y sím-
reexaminar su propia situación, vida o bolo», en Teoría y praxis del cuento
concepción de la vida y del hombre a la en Venezuela, Caracas, Monte Avila
luz de lo que se narra en la obra» (Con- Latinoamericana, 1992, pp. 21-33.
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ENSAYOS
Desamarre
Un río terroso de tierra primigenia baja desde las entra-
ñas de un territorio. Es una vía de sangre de barro que mana
para el uso del conquistador, del colonizador. El hombre blan-
co, hombre occidental, lo remonta o desciende por su corriente,
lo utiliza, lo resignifica; también podemos decir que, desde su
perspectiva, lo significa, lo bautiza. El hombre blanco, hom-
bre occidental, que se interna en el río lo hace pensando en un
mundo hendido, porque, «el mundo colonizado es un mundo
cortado en dos» (Fanon, 19).
El hombre blanco, hombre occidental, además, es el que
cuenta esa historia.
Ha de ser este ensayo, por lo tanto, una reflexión sobre las
fronteras impuestas por la ideología blanca, occidental y colo-
nizadora, y sobre el punto de vista del narrador, porque, como
afirma de Otto en su libro Representaciones inestables, «Las
narraciones imperiales se basaron principalmente en la sepa-
ración tajante entre los narrados y los narradores» (De Otto,
47). Las fronteras, que aparecen a priori, francas y precisas
están establecidas físicamente por los bordes de las embarca-
ciones; fuera de ellas, el río con sus riberas como límite; más
allá, la selva, el espacio de «los otros»; esta imagen sucinta nos
regresa a Fanon y a Los condenados de la tierra, «El mundo
colonial es un mundo en compartimientos» (Fanon, 19).
En la embarcación, los narradores; en la espesura, sobre la
tierra, los narrados. Como símbolo, si se quiere paradojal des-
de el pensamiento colonialista, encuentro que los colonizadores
avanzan sobre el agua, sobre un elemento inestable; «los sal-
vajes», los colonizados, los narrados están en la tierra firme, el
dominio a conquistar, a colonizar. «Los civilizadores» navegan
los meandros y caprichos del río, sobre el agua fluctuante; «los
salvajes», «los enemigos» apoyan sus pies sobre lo firme.
He de referirme a ficciones narrativas, fílmicas y literarias,
en las que el hombre blanco, hombre «los amigos invisibles». Si los «otros», vulgada por los que vengan detrás de tancias, en las psiquis de los colonizado-
occidental, navega los ríos para inter- los narrados, son blancos, adquieren di- nosotros». res. En el momento en el que la mara-
narse en el territorio colonizado o en mensiones míticas y se han apartado Es entonces, cuando, en Apocalypse ña de la jungla los rodea, los aprisiona
proceso de serlo. En todas las historias, de la sociedad, han enloquecido, se han Now, mientras la lancha surca lenta- y los invade, la «fijeza», ese límite ra-
la visión colonialista nos muestra un «barbarizado». mente el río envuelta en una niebla que cional, esa hendidura necesaria, se hace
mundo escindido; o bien, dos mundos Los viajes -todos los referidos- son torna indescifrable el rumbo, el solda- barro. Lo expresa Marlow en El cora-
enfrentados. Sobre las embarcaciones, viajes hacia la desmesura y la locura; do Lance, con el rostro pintado para el zón de las tinieblas: «Yo estaba con los
más o menos precarias, según el caso, hacia lo extraño y lo enigmático; hacia combate, aferrado a los guardamance- hombros apoyados contra los restos de
los blancos, el hombre occidental, el la materia mítica y salvaje. Las fronte- bos de la embarcación aúlla en respues- mi vapor, remolcado hasta la pendiente
conquistador, el invasor, el colonizador, ras entre lo bárbaro y el hombre blanco ta a los sonidos fantasmales que provie- como la carroña de algún gran animal
el narrador. En las riberas selváticas, occidental civilizado por momentos se nen desde la selva velada detrás de la del río. Tenía en mis narices el olor del
como fantasmas de la espesura, los van difuminando como los contornos de bruma. Están ingresando en territorio barro, ¡del barro primigenio, por Júpi-
«salvajes», los «enemigos», los invadi- las riberas entre la niebla de la selva. de Kurtz. Lo sabe bien el capitán Wi- ter!; y, ante mis ojos, la enorme quietud
dos, los narrados. Es entonces cuando la locura y lo sal- llard, que intenta sostenerse en una «ci- del bosque primitivo (…) Todo era gran-
Son dos las novelas seleccionadas: El vaje invade las naves colonizadoras; no vilización» que se aleja mientras más dioso, expectante, mudo, entre tanto el
corazón de las tinieblas, de Joseph Con- ya desde el exterior, sino desde lo pro- se internan en el mundo de lo «salva- otro farfullaba cosas acerca de sí mis-
rad, y El entenado, de Juan José Saer. fundo de las psiquis de los civilizadores. je»: «Estaba muy cerca. Aún no lo podía mo. Yo me preguntaba si la quietud del
En tanto, la filmografía será: Apocalyp- El estereotipo, «como modo posterga- ver, pero lo sentía. Como si succionara rostro de la inmensidad que nos obser-
se Now, dirigida por Francis Ford Cópo- do, fetichista, de representación dentro el bote río arriba y el agua fluyera de vaba a ambos debía ser interpretada
la, y dos películas del director alemán de su campo de identificación» (Bha- vuelta hacia la jungla». como una llamada o como una amena-
Werner Herzog, Fitzcarraldo y Aguirre, bha, 102), del salvaje, del enemigo, del La jungla es «lo salvaje», lo demonía- za. ¿Qué habíamos hecho para acabar
la ira de dios. otro, deja de estar «en su lugar» (Bha- co y desconocido, la amenaza, la otre- extraviándonos allí? ¿Podríamos con-
bha, 90), salta las fronteras y aborda al dad, es la locura del blanco que se apar- trolar aquella inmensidad silenciosa o
hombre occidental. El rol del irracio- ta de la «civilización». La jungla es el sería ella la que nos dominaría a noso-
Terreno inestable
nal, del apartado de las convenciones de caníbal, pero también el coronel Kurtz. tros?» (Conrad, 127, 128).
Un río. Un río que se abre paso entre la civilidad deja de estar en el «otro» y La bruma de la selva, la imposibi- Es la selva que se le agiganta a Mar-
la selva del Congo, de Vietnam, de Cam- se vuelve propio: aparece latente la po- lidad de distinguir la ribera, ese lími- low en la noche, superando la altura de
boya, del Perú o recorre la llanura casi sibilidad de tornarse Kurtz. Es entonces te imprescindible, es una metáfora de los templos de la civilización, una ame-
desierta y casi infinita del hoy litoral cuando el soldado norteamericano y el la locura si tenemos en cuenta que «un naza gigante, inabarcable, enigmática.
argentino. Conquistadores españoles, un conquistador español dejan de hacer pie rasgo importante del discurso colonial Es la misma amenaza que representa
grumete español, soldados norteame- en el terreno firme de la ideología oc- es su dependencia del concepto de ‘fije- metonímicamente al salvaje, al indio,
ricanos, un capitán de barco inglés, un cidental y se alienan. Las prácticas de za’ en la construcción ideológica de la al distinto, al narrado en la historia de
alemán soñador amante de la ópera y la «civilización» pierden su sentido; la otredad. La fijeza como signo de la di- la conquista y la colonización.
de Carusso. Son blancos, y europeos, y otredad no es tan fácil de distinguir, el ferencia cultural/histórica/racial en el Es esta idea una reformulación de
occidentales. Navegan los ríos. Narran. enemigo tampoco y el espejo deforma. discurso del colonialismo, es un modo los conceptos de «mimesis» y «metoni-
Son las voces blancas y occidentales que Es entonces, cuando Lope de Aguirre, paradójico de representación: connota mia» planteados por Bhabha en El lu-
narran. Los narrados son «salvajes», con su tropa diezmada por la fiebre y el rigidez y un orden inmutable así como gar de la cultura. Bhabha, nos dice que
son indios, son «fantasmas»; en Fitzca- hambre, sobre una balsa de troncos que desorden, degeneración y repetición de- «el mimetismo colonial es el deseo de
raldo, el maquinista del barco, hombre sigue los caprichos del río, insiste en su mónica» (Bhabha, 90). otro reformado, reconocible» (Bhabha,
de rasgos indígenas, al oír el retumbar afán de conquistador y afirma: «Aunque Pero la «fijeza como signo de la di- 112), a su vez ese mimetismo «fija al
de tambores que proviene de la espesu- esta tierra sólo contenga árboles y agua, ferencia», tal como la plantea Bhabha, sujeto colonial como una presencia par-
ra, señala con marcada ironía que son la conquistaremos y la hazaña será di- parece reblandecerse, en algunas ins- cial» (Bhaba, 112), «los otros» serían,
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entonces, «los objetos parciales de una Contame una historia. La cuestión del
metonimia del deseo colonial». En este narrador
caso, propongo que sea la selva, repre- Para los narradores, es un viaje ini-
sentando lo inexplorado y salvaje, una ciático, uno que los lleva al submundo,
proyección metonímica de los habitan- al infierno; es un «descenso» dantesco,
tes originarios de ese territorio. En de- en la acepción más cabal del adjetivo; si
finitiva, tomar «el signo por la cosa sig- bien no se trata de un descenso, sino una
nificada». intrusión en un territorio ajeno, desco-
En el fragmento citado, Marlow se nocido. Pero narrador no es cualquiera.
percibe extraviado, dudando, en apa- El narrador es el redivivo que regresa
riencia, de la posibilidad de dominio a «la civilización», el que vuelve del in-
sobre la selva, sobre «los salvajes»; fierno, de la jungla.
pues, para él, la selva es el salvaje. Sin De las novelas abordadas, es casi pa-
embargo, las dudas más parecen caer radigmática, en este aspecto, El ente-
sobre sí mismo, que sobre el influjo, el nado, de Juan José Saer. El narrador es
poder real de la selva, de «los otros», un anciano que cuenta su vida; en ella,
de «los salvajes». Es el momento en es un solo acontecimiento el que adquie-
que la «fijeza» sobre la que se yergue re una relevancia tal que la atraviesa
la occidentalidad del hombre blanco, Fuente: biodiversidadla.org
desde la temprana juventud hasta la
del colonizador, del narrador, flaquea. vejez: siendo grumete de una expedición
El «estereotipo» que enuncia Bhabha se española que remonta el río Paraná, es
impone de manera aparentemente pa- capturado por una tribu cuando desem-
radojal: el hombre blanco que fija las barca junto a un grupo de soldados y el
fronteras con lo salvaje, el que civiliza, Puerto, el grumete de la expedición de tó bastante alterado, ya que el narrador
comandante en una misión explorato- Solís que los indios retuvieron durante termina ocupando un lugar casi más im-
siente la posibilidad de ser dominado. ria. Los indios matan a todos sus com-
Pero esa posibilidad pareciera no ser diez años y liberaron cuando una nue- portante que el del personaje colectivo (la
pañeros. El joven grumete es tomado va expedición llegó a la región» (Saer, tribu) (…) problema con el narrador en pri-
más que una sublimación, el estereotipo prisionero y, a partir de ese momen-
en su mayor magnitud generando mie- 27/08/2000)2. mera persona es que puede volverse om-
to, convive durante diez años con los Mi propósito, al citar a Saer hablando nipresente, ya que es él quien selecciona y
dos; los mismos miedos que crean tem- indios. La novela se basa en un hecho
plos y hacen percibir a los árboles de la sobre la novela, es resaltar el aspecto organiza los acontecimientos, y a causa de
real, que Saer extrae de un libro de Bu- de la elección del narrador y del prota- su mediación, el personaje colectivo pierde
jungla más grande que los mismos tem- saniche1. Dice el novelista al respecto:
plos. Los mismos miedos que provocan gonista. De la intención primera de te- tal vez un poco de evidencia y de proximi-
«Lo que me incitó a escribir El entenado ner un «personaje colectivo», y sin «si- dad (Saer, 27/08/2000)3.
que los embarcados disparen ráfagas fue el deseo de construir un relato cuyo
sobre la selva y aúllen (El corazón de quiera (…) un narrador» -lo que podría No es un mero gesto técnico del escri-
protagonista fuese no un individuo, sino traducirse como la existencia también tor el elegir como narrador al grumete
las tinieblas; Apocalypse Now; Aguirre, un personaje colectivo. En la intención
la ira de dios) y se amotinen (Fitzca- de un narrador colectivo- pasa a elegir español, no es azaroso que el personaje
original ni siquiera había narrador: se como narrador al «entenado», al joven- colectivo de la tribu termine perdiendo
rraldo); los mismos miedos que los lle- trataba de varias conferencias de un et-
van a matar enloquecida y despiadada- cito blanco, occidental, que vive duran- su preponderancia en pos del narrador
nólogo sobre una tribu imaginaria. Pero te diez años con los indios y regresa al protagonista en primera persona. El
mente a los colonizados, los otros, los un día, leyendo la Historia argentina
diferentes, «los enemigos» (Apocalypse continente europeo para contar la his- narrador histórico es el hombre blanco
de Busaniche, me topé con las catorce toria. occidental, el que ingresa a un «mundo
Now, Aguirre, la ira de dios). líneas que le dedicaba a Francisco del En realidad, el proyecto original resul- extraño», al «mundo salvaje» y luego
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ENSAYOS ENSAYOS
regresa a su sitio, a la «civilización», su car un territorio escindido: «nosotros» y El otro film del director alemán, Es este el único de los cinco narra-
civilización dominante. Desde ella, des- «ellos». La nave, el río y la jungla son Aguirre, la ira de dios, se inicia infor- dores de las historias seleccionadas que
de su lengua y pensamiento narra. Si territorios, que se nos presentan desde mando al espectador lo siguiente: «A fi- centra su relato en describir las costum-
Saer se basa en un hecho publicado en la mirada del colonizador. Si la cámara nales de 1560 partió, por primera vez bres, el lenguaje, la cultura, en definiti-
un libro de historia, más allá de su in- está en lo alto de la costa, tiene su foco desde la altiplanicie peruana, una gran va, de la tribu con la que convive. Si bien
tención primera, no es casual que tome en la nave; desde ella, el río como ruta expedición de españoles bajo las órdenes «los Kurtz», tanto el de Conrad como
como narrador al «hombre blanco». y la selva, que es la otredad. En las no- de Gonzalo Pizarro. El único testimonio el de Cópola, conviven con «los otros»,
¿Podría ser, acaso, el «indio», el «sal- velas, narran dos europeos: el marino que poseemos de esta expedición, desa- no son narradores, sino narrados; ade-
vaje», el que narre su visión sobre el Marlow en la de Conrad, y el anciano parecida sin dejar huellas, es el diario más de la diferencia de ser blancos que
blanco colonizador? En ese caso, ¿cómo español, el «entenado» de los indios, en de Fray Gaspar de Carvajal». se han apartado por ¿voluntad propia?
podría organizar, Saer, hombre blanco, la de Saer. El narrador es el cronista de la expe- ¿Mera locura? de la civilización blanca
escritor en lenguas europeas, la histo- En las novelas y films abordados el dición, un religioso español. Es el encar- y occidental. De todos modos, percibo
ria del forzado encuentro entre indios y narrador se desplaza, pero su mapa gado de relatar los sucesos acaecidos. que las palabras que Marlow expresa en
españoles? De hacerlo ¿de qué manera mental se posiciona sobre el territorio. Es en el desarrollo de estos que asu- el preámbulo de su relato, bien podrían
llegaría hasta nosotros, hasta él, este No son la locura, las dudas, el miedo, me el protagonismo Lope de Aguirre, adaptarse al anciano español, ya que el
relato? ¿En qué lengua? o la «identificación», tal como la pro- inicialmente el segundo al mando, me- período que convive con los indios es in-
En definitiva, el hecho irrefutable es pone Bhabha, elementos que alteren la diante una conjura contra Pizarro. La dudablemente «el lugar más lejano al
que la tribu no habla de sí misma, por escisión del mundo, desde la mirada co- locura de Aguirre y su maniático afán que» pudo «llegar navegando y el punto
sí misma; la tribu no narra, es narrada. lonial. El viaje iniciático termina y el por el poder y el oro se transforman en culminante de» su «experiencia» (Con-
narrador regresa a su «civilización», «el enemigo íntimo» de los colonizado- rad, 83). En definitiva, no puede -no po-
El ombligo itinerante desde allí rememora y cuenta su in- res, el que lleva al desastre final la em- dría- referirse a los indios sin hablar
cursión hacia «lo salvaje», hacia «las presa de conquista. de sí mismo, de su experiencia íntima.
En El corazón de las tinieblas, Apo- cercanías con el otro»; aunque, si nos En la novela de Conrad y el film de
calypse now y Aguirre, la ira de dios, los En definitiva, todos los narradores son
acercamos a la intención profunda, no Cópola, el eje son los dos Kurtz -el de
narradores son viajeros, son los blan- blancos y europeos, y todas las narra-
hable de «los demás», «los distintos», Cópola tomado de la novela inglesa-,
cos que se internan en el río y narran. ciones son autorreferenciales.
-sean salvajes, sean enemigos, sean hombre blanco que se aleja de la civi-
En Fitzcarraldo, no es el protagonista blancos barbarizados- sino de sí mismo, lización y se torna un ídolo o especie
el que narra, sino un narrador omnis- De la jungla y del infierno se sale por
de su occidentalidad, civilización y ra- de deidad pagana para los congoleños,
ciente. De todos modos, lo narrado es el arriba
cionalidad puestas a prueba. vietnamitas, camboyanos, más algunos
viaje. En El entenado hay una diferen- Los títulos de los dos filmes de Her- blancos descarriados. Cuenta Marlow: El hombre blanco, racional y edu-
cia, la narración la realiza también un zog, ponen en relieve el protagonismo «Fue al lugar más lejano al que pude cado, regresa de la jungla a «la civili-
viajero y, tal como sucede en la novela indiscutible de los blancos, Fitzcarral- llegar navegando y el punto culminante zación». Solo la expedición de Lope de
de Conrad, es retrospectiva, pero el nú- do y López de Aguirre. El narrador de de mi experiencia» (Conrad, 83). Aguirre desaparece y, aunque el narra-
cleo del relato no es el viaje como reco- la primera de las películas menciona- Saer, en cambio, hace que su narra- dor del inicio del film anuncie que lo
rrido, sino su «instalación» forzada, la das centra su relato en las peripecias dor español fuera elegido por la tribu hace sin dejar rastros, pervive uno de
convivencia durante diez años con los de este apasionado, cuasi delirante, de para tal fin, pues necesitaban de ese re- los elementos más importantes para la
indios. la ópera que pretende, a través de un lato para su persistencia en el mundo: misión colonizadora, el relato de fray
Estos viajes hacia lo extremo y la lo- itinerario a priori imposible, lograr un «De mí esperaban que duplicara, como Gaspar de Carvajal. Los dos Kurtz, los
cura, que está tanto en el puerto a al- nuevo paso para acceder a tierras toda- el agua, la imagen que daban de sí mis- que se apartaron de la civilización, de
canzar (Kurtz), como en los mismos vía no apropiadas por los explotadores mo, que repitiera sus gestos y palabras, sus valores y la acción colonizadora,
tripulantes blancos (Lope de Aguirre, de los árboles de caucho del Amazonas que los representara en su ausencia (…)» mueren en la jungla; lo hacen también
el soldado Lance), no dejan de mar- peruano. (Saer, 190/ 191). «otros enloquecidos», Lope de Aguirre
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ENSAYOS ENSAYOS
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ENSAYOS ENSAYOS
y cinco años de edad, tras coronar una que no es ninguna novedad que su pade- veneno mucho más peligroso que el de sus resultados. Y he aquí que, en uno de
ascendente carrera jurídica que lo llevó, cimiento estuviera íntimamente rela- la propia enfermedad. El ensayo versa sus cursos se matricula una joven de
en San Petersburgo, a ocupar un car- cionado a su proceso de escritura. En el sobre la historia social de estos dos pa- origen cubano, Consuelo Castillo. ¿Cuál
go de vital importancia: fue miembro volumen autobiográfico El frío (1981), decimientos, legendarios es verdad, en es el anzuelo que usa el profesor Kepesh
del Tribunal de Apelaciones. Los capí- el protagonista es un joven de dieciocho el discurso literario; y sobre todo, sobre para atrapar a su bella discípula, una
tulos que se ceban con su sufrimiento, años que se halla en tratamiento en un las representaciones de la sintomatolo- mujer ávida de alta cultura? Nada me-
son para el lector casi intolerables. El hospital de reposo para tuberculosos. gía expresadas en el cuerpo. La autora nos que un manuscrito de Kafka y unas
sordo dolor, la angustia que siente el La novela, que es también una feroz cuenta en El Sida y sus metáforas, que láminas de Velázquez que posee en su
personaje, la humillación que acrecien- diatriba contra los médicos, se retuerce el largo ensayo fue escrito como «una estudio, y que en tanto objetos de adora-
ta la lenta decadencia corporal, el deseo desatando un nudo de recuerdos, com- exhortación» para desmitificar la rela- ción cultural, cumplen a cabalidad con
súbito de llorar, la rabia que le produce prometiendo la prosa a una serie de im- ción establecida entre cáncer y muerte, el poder que irradia todo fetiche en el
a Iván Ilich la mentira sobre su ver- precaciones y culpabilidades contra sí tan común en ese entonces. La mate- ámbito del conocimiento. Luego, claro,
dadera condición, el estado de gravedad mismo y contra el mundo que lo rodea. ria prima de la reflexión en el texto, la mesa está servida: aparece el com-
y la aparición de la muerte, todo eso La hostilidad del protagonista hace que lo constituye el carácter desacralizado ponente musical que entra en el juego
es descrito por Tolstoi como si la vida la enfermedad sea también un motivo y hasta peligroso que puede asumir la de la seducción: Haydn, Beethoven, los
se le escapara al moribundo a cáma- de cáustica denuncia. El procedimiento metáfora en relación con la enferme- sutiles adagios de Brahms, los preludios
ra lenta. Atendido en última instancia quirúrgico al que se ve sometido el pa- dad. de Chopin, el gran Schubert, la embria-
por Guerásim, su criado y enfermero, ciente es descrito con lujo de detalles. Pero si Susan Sontag desmitifica el guez musical.
Iván Ilich se va encontrando cara a cara Quizá la verdadera enfermedad que bacilo metafórico, para su coterráneo, El profesor Kepesh, desde luego, goza
con la miseria que le desvela su propia trasluce la literatura de Bernhard, con Philp Roth, es un canto de cisne. En de los placeres que le depara el sexo
condición de enfermo, y con la frustra- toda su legendaria carga de agresión y muchas de sus obras, la relación se es- con la joven Consuelo, su ya –para ha-
ción y la dolencia que el padecimiento, denuesto, sea la enfermedad del vivir y tablece de modo directo entre enferme- cerle justicia- exalumna. Y para dejar
como un mal mensajero, trae consigo: por tanto, la incapacidad que tienen los dad y erotismo, o más concretamente claro que no existe entre ellos el me-
deja de disfrutar poco a poco de los pe- seres humanos de atreverse a morir. entre padecimiento y sexo. En la no- nor vínculo académico, para arrojar a
queños placeres de la vida (como jugar Uno de los libros de ensayo más com- vela El animal moribundo (2001), la las antípodas cualquier asomo de amor
al whist o atender amigos en su casa) pletos sobre las relaciones entre Lite- belleza se trasforma en una montaña mercenario, el protagonista nos dice
para solo vivir atento al curso de la en- ratura y Enfermedad, La enfermedad rusa del horror. No se puede negar que que su fiesta de despedida la da siem-
fermedad. El fiel Guerásim le suminis- y sus metáforas (1996) se lo debamos a a más de uno le gustaría que le pasasen pre después del examen final, una vez
tra los últimos paliativos, lo acompaña Susan Sontag, Allí la escritora realiza, las cosas que le ocurren a David Ke- que ha colocado las notas finales del
en los peores sofocos de la crisis (hay durante la primera parte del libro, un pesh, el protagonista. Porque, resulta curso. Pero, claro, hay que reconocer
un momento en el cual el fiel criado verdadero contrapunteo, tanto etimo- que tras acabar el curso de literatura que el amor entre un viejo y una joven
sostiene sobre sus hombros las piernas lógico como semiológico, de dos de las que imparte en la universidad, el au- es casi siempre una trampa mortal. Un
del enfermo). Y, mientras tanto, ¿qué más famosas enfermedades que acapa- daz Casanova arma luego una fiesta en camino que no lleva a ninguna parte.
hace Praskovia Fiódorovna, la esposa raron la escena mundial, al menos an- su dúplex, que más que una fiesta de ¿Un jardín lleno de espinas más que de
de Iván Ilich? Culpar al marido de que tes de la aparición del sida: la tubercu- despedida de final de curso, es un safa- rosas? Así, el noviazgo sexual entre la
él es el causante de su propio mal. La losis y el cáncer. ri para cazar alguna incauta jovencita, joven de origen cubano, Consuelo Casti-
incomprensión de la mujer, sumado a Susan Sontag reflexiona sobre la ge- una de esas bellas chicas abrasadas por llo, y el profesor Kepesh acaba. El viejo
la indiferencia de la familia, fue quizá nealogía de las metáforas que rodean la felina curiosidad de conocer a un vie- gagá pierde contacto con su exalumna.
uno de los dolores más agudos que sintió estos dos males y, a contramarcha del jo gagá en la cama. Y si la curiosidad Pero una noche, cuando el afamado
Iván Ilich. espíritu poético que despiertan de por mató al gato, como bien dicen, este sú- crítico literario menos se los espera, la
La enfermedad torturó a Thomas sí las metáforas como herramientas o bito interés de erotismo geriátrico por mujer deja un mensaje en su contesta-
Bernhard por casi cuatro décadas, así tropos del lenguaje, ella las dota de un parte de las alumnas, arroja siempre dor telefónico. El profesor le devuelve
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ENSAYOS ENSAYOS
la literatura desde luego, como registro excesos, cualquiera que estos sean. Es
de ello, no ha sido ajena a los nuevos muy probable que la literatura sobre
procedimientos. No es lo mismo pensar la enfermedad en nuestro tiempo sea
en la tuberculosis antes del descubri- también una literatura sobre los exce-
miento de la penicilina, como tampoco sos, incluidos los excesos del lenguaje.
en el cáncer previo a los tratamientos
de quimioterapia. O en la epidemia más Bibliografía
reciente, el sida, tras los últimos ava- Bernhard, Thomas. El frío. Traducción:
neces farmacéuticos para controlar la Miguel Sáenz. Editorial Anagrama.
enfermedad. Barcelona, 1996.
Pero, asimismo, la noción de enfer- Enard, Mathias. Brújula. Traducción:
medad ha avanzado en términos mora- Robert Juan-Cantavella. Penguin
les. Por mucho tiempo, como nos dice Random House. Colombia, 2017.
Susan Sontag, la enfermedad estuvo Roth, Philip. El animal moribundo.
relacionada a la idea del castigo y del Traducción: Jordi Fibla. Editorial Al-
pecado. En la edad moderna, el pade- faguara. Madrid, 2002.
cimiento fue asociado a las vicisitudes Sontag, Susan. La enfermedad y sus
Fuente: elnacional.cat del deseo y del sentimiento excesivo. Y metáforas. El sida y sus metáfo-
durante el Romanticismo hay una es- ras. Traducción: Mario Munchik. Ed.
trecha relación entre el carácter huma- Taurus. Buenos Aires, 1996.
no y la enfermedad. Quizá en nuestros
días, la enfermedad está asociada a los
la llamada. Se produce un reencuentro. seado que llega siempre a casa sin avi-
¿Amoroso? No, la mujer está enferma sar. En las costuras de sus novelas se
de cáncer, en su seno derecho alberga hace visible este aspecto.
ya la fatídica enfermedad. A sus treinta Hay un directorio de nombres asocia-
y dos años, aparece el padecimiento en dos al tópico de la enfermedad. Mencio-
Luis A. García Martínez (Colombia). Cursó estudios de Lenguas Hispá-
medio del tórrido erotismo de la novela. nar a Kafka, por ejemplo, o a Thomas
nicas y Literatura en la universidad del Estado de Nueva York en Stony Brook
Al final, el profesor hace treinta fotos Mann, es como tener presente el bacilo
(Stony Brook University). En la actualidad se desempeña como profesor de español
como un modo de preservar la imagen de Koch: en el escritor checo, como un
en varias universidades. Ha escrito artículos periodísticos y colaborados con diver-
de ese cuerpo bien formado, todavía no incómodo huésped; y en el alemán, como
sas revistas literarias.
mutilado por la enfermedad. una suerte de motor literario. Sin duda,
Uno de los hilos que zurce el tejido como bien lo dice Mathias Enard, en su
narrativo de las novelas de Roth es más reciente novela Brújula (2015), la
aquel que tiene que ver con el tema de historia del arte europeo está ligado al
la vejez. La vejez proyectada como de- curso de dos enfermedades concretas:
cadencia del cuerpo, pero también como la tuberculosis y la sífilis.
un signo inminente de enfermedad y La noción de enfermedad, sin em-
muerte. A menudo, en las fabulaciones bargo, ha ido evolucionando conforme
de Roth, la vejez resulta ser una suerte el tratamiento médico y científico ha
de punzada dolorosa, un invitado inde- progresado en el curso de la historia; y
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Creación
CREACIÓN
Leopoldín surrealista
por Alejandro Menéndez Mora
Eluard: «los días como dedos plegando sus ojos, que ahora deja caer la gota de enajenado, imagina un gran último sue- Mercedes; pero Leopoldo, encerrado en
sus falages. / Las flores ya marchitas, tinta, manchando la estructura de pla- ño. Abre todos los grifos de la casa y se su último sueño, no puede hacer nada.
los granos ya perdidos. / La canícula ta. Leopoldín besa la estilográfica con la prepara algo de comer. El agua cae sin Se desespera. El destino de Mercedes es
espera los grandes hielos blancos». Y misma pasión con la que besaría a Mer- parar, rebosante en todas y cada una de la muerte y el suyo también. Leopol-
se imagina la carta, volando la red del cedes, y moja, de nuevo, tanto la punta las pilas; el suelo se encharca y Leopol- dín golpea con fuerza los cristales del
correo postal, como un gran iceberg a de iridio que la deja inservible para la dín se descalza. Mientras come, siente sueño, pero no consigue romperlos, y,
la deriva, derritiéndose sofocado por el escritura. Maldice y vuelve a caer dor- como el agua le trepa desde los tobillos a través de un ventanuco de su enorme
Sol, dejando de ser para convertirse en mido. hasta las rodillas. Come con ferocidad, imaginación, ve a Mercedes ya muer-
pasado: único lugar desde el que se ven Sueña que la ciudad es un campo vir- escupiendo algunos trozos sin masticar, ta, atravesado su cuerpo a balazos.
las virtudes resplandecer. gen atravesado por una grieta. La grieta que caen al agua y flotan. La casa se Leopoldín grita y retumban los ecos del
Cuando la carta llega a Mercedes, la es un monstruo que secuestra a los ani- convierte en un lago y, a lo Jean Ge- loco entre las paredes de la casa-lago.
guarda en el cajón-de-las-cartas-sin- malillos, los pone a procrear en mesti- net, hete aquí que [le] surge una ima- Su conciencia despierta, pero el final
abrir. Lo hace sin dolor ni pena, tam- zaje y los devuelve irreconocibles a su gen: un galeón amenazado en alta mar es inevitable. El agua le llega al cuello
poco con orgullo: lo hace como si para lugar de origen. Al tiempo, nacen ani- por un temporal de lluvia y truenos que y, desesperado, bucea hasta la puerta.
seguir viviendo fuese inevitable olvidar males extrañísimos: un conejo con pico se tambalea al mismo ritmo que las Antes de llegar si quiera a la entrada,
a Leopoldín; y no solo olvidarle, sino de colibrí, un saltamontes con cuerpo olas. Algunos marineros se lanzan por Leopoldín muere ahogado, hundiéndose
mostrarse indiferente, que es mucho de zorro. Tras varias generaciones nada la borda. El pánico cunde. El capitán boca arriba hasta dar contra el suelo,
más doloroso. queda puro: todo es nuevo. Y Leopol- grita: «¡tranquilidad!». Y en lo alto del que es, al mismo tiempo, la realidad.
Del cielo de París cuelgan farolillos dín concluye que el hombre es el más palo mayor, atada con una soga, grita
que un hombre en zancos descuelga, a atroz de los seres porque le aterroriza
la vez que sobre sus piernas protésicas la mezcla y sueña con lo divino.
crece la hiedra, como zancadilleándole. Aún no ha recibido respuesta de Mer-
Cuenta la leyenda que tan pronto como cedes y plantea irse a París, pero no
deje de andar se convertirá en monu- tiene dinero: en sus bolsillos solo hay
mento; por lo que camina y camina, desperdicios de tabaco. Reúne todas las Alejandro Menéndez (Toledo, España, 1994). Es licenciado en derecho y en
descolgando farolillos y sumiendo a la hebras de tabaco que encuentra, junto ciencias políticas por la Universidad Carlos III de Madrid. Colabora con la editorial
ciudad en la más profunda oscuridad. con algunos trocitos de clínex, y lía un La Emboscadura difundiendo la obra del filósofo Antonio Escohotado. En su blog
El zancudo ama París y, al verla con- cigarrillo. El cigarrillo se consume de Almacén de Hierros reflexiones sobre libros y autores.
vertida en un agujero negro, llora des- forma irregular, dejando al descubierto
consolado. Ya no puede disfrutar de la pasadizos secretos que se entrelazan y
belleza y, por tanto, muere. que prenden a su aire. ¡Idea! La revista
Leopoldín escribe otra carta, esta Isegoría aún no le ha pagado un ensayo
vez a su madre, que hace tiempo mu- sobre la poesía de Artaud. Busca y en-
rió. Leopoldín sabe que su madre sigue cuentra la dirección de la sede editorial
viva, flotando en el aire, abrazándole y le firman el cheque. Ya tiene el dinero
en la penumbra, y escribe: «la madre, suficiente para coger el tren hacia Pa-
siempre igual, / la más útil. / La habi- rís. Y lo hace.
tante, / la bella. / La inevitable madre Leopoldín llega a la casa de Merce-
/ y el abrigo de todos». Aparta la pluma des en rue des Radeaux, 3, y tras una
del papel, de la que sale un hilillo de bronca monumental, en la que Leopol-
tinta en el que se puede ver el mun- dín actúa como un desposeído, Merce-
do entero. Leopoldín acerca el plumín a des huye de su propia casa. Leopoldín,
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CREACIÓN
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CREACIÓN CREACIÓN
son poco menos perecederos que nues- Dios, dice Baltasar, no se enfadó, Baltasar dice que agachó la cabeza, y me esta vez no cosechar mérito alguno.
tros huesos enterrados. Esas cosas que aunque a Baltasar le pareció ver, en su que ya estaba listo para recibir sin pro- Dejad que no sea feliz ni sufra tampoco.
hice pueden tener una superficie bri- sonrisa, el reflejo momentáneo del des- testar el designio divino, humillado y Eso es lo que pido.
llante, pero sus entrañas están tan pu- tructor Shiva. consciente de su pequeñez, cuando Dios Dios miró a Baltasar con gesto ines-
trefactas como lo han estado las mías -Baltasar -le espetó-, no eres tú quien le empujó (no sabemos si para diversión crutable.
después de llenarse de gusanos. Quizá el me juzga a mí, que lo sepas. Vas a bajar suya) a seguir defendiendo sus intere- -Vas a tener más de lo que desees,
trabajo de labriego fue de todos el más al mundo y ocuparás el puesto que yo ses. porque algunas cosas que no quieres las
honesto, porque no aspiró a otra cosa decida. -Pero, bueno -le dijo-, dime si te pla- tendrás. Otras cosas que sí quieres, sin
que al día a día, y día a día obtuvo los Pero Baltasar, que de ninguna mane- ce dónde quieres que te mande. embargo, no te las daré a ti sino a otros
frutos de la tierra. Pero recuerdo que ra quería volver a vivir y envalentonado -Señor -dijo Baltasar, aún mirando que no las quieran. A veces no se trata
me atormentaba la certeza de no de- por salirse con la suya, encaró al mis- al suelo-. A mí la verdad me resulta de tener lo que quieres, sino de querer
jar nada tras de mí, ninguna huella que mísimo Dios y le dijo esto: indiferente. Yo quisiera no volver y bas- lo que tienes. Yo doy y quito indistin-
durara al menos un poco más que yo -Si no queréis ser juzgado por el hom- ta. Todo lo de ahí abajo me parece una tamente -y añadió-: No es la primera
mismo. bre, Señor, ¿por qué os tomasteis la mo- ilusión y un mero reflejo de las cosas. vez que me hacen una petición como la
-No estás siendo sincero, Baltasar. lestia de haceros hombre y ser sacri- Estoy harto de enfrentarme a ese en- tuya, que consiste en definitiva en ayu-
-Es verdad, Señor -y Dios consiguió ficado? ¿No sería porque había alguna jambre de dualidades por las que debe- darte a que te libere del deseo, ya que
que Baltasar se sonrojara-. He tenido cosa por la que queríais nuestro perdón? mos tomar partido. Sería más sencillo no te permito liberarte de la vida. Pero
mujer e hijos en varias ocasiones. Cuan- ¡No moristeis en la cruz para limpiar si entendiéramos que Vos lo sois todo en fíjate: no quieres vivir y tienes tus moti-
do amaba a mi mujer y cuando criaba a el pecado del hombre, sino vuestros realidad, incluido el mismísimo Diablo. vos. Crees que diriges tu voluntad, y que
mis hijos nada parecía tener más sen- propios pecados! A veces me pregunto -Baltasar, entre tú y yo, no existe el ella se guía por razones. Vuestro proce-
tido. quién necesita más de quién, si no será Diablo. Yo, como dices, lo soy todo. Yo so mental es mucho más complejo, la
-El sentido de la vida es algo que de- vuestra existencia la que depende de soy el que soy. Mi único opuesto solo po- autoconsciencia, que os importa tanto,
cidís vosotros mismos. Yo ahí no me nosotros. dría ser el que no es, lo cual, usando la no es más que un efecto secundario de
meto. -Cuidado ahí, Baltasar. Ya en una lógica a la que te aferras tanto, resulta vuestro mecanismo intelectivo. ¿Que-
-Y las finalidades y los motivos tam- ocasión te colgaron por hereje. No me como ves imposible. Aún no me has di- réis una voluntad libre? ¡Es tan libre
bién son invenciones nuestras. La razón ofendes a mí, sino a ti mismo, eso es un cho qué quieres. que no la gobernáis vosotros! Vuestro yo
humana busca esos mecanismo de re- insulto a tu inteligencia. A ver: ¿no de- -Mandadme a un sitio donde pueda consciente es solo una fracción diminu-
lación. Vuestra naturaleza divina no es fendiste tú en otra vida que el dolor es pasar desapercibido. No me deis encar- ta de lo que pensáis y sentís realmente.
racional. necesario como parte del estado natu- gos importantes. Si los busco, que los Todo eso, que interviene en vuestras de-
Baltasar dice que Dios esbozó aquí ral de las cosas, para crear la dualidad buscaré, porque el espíritu humano es cisiones, escapa del todo a vuestro con-
una sonrisa algo burlona. conceptual entre lo bueno y lo malo, ambicioso, negádmelos una vez tras trol. Y te diré, además, sobre vuestra
-¿Sabéis una cosa, Señor? Ya que me para entrenar el espíritu y para esta- otra. Dadme talento sin fortuna, belleza inteligencia y vuestros sentidos, que os
permitís hablaros francamente. Todos blecer en todo el equilibrio? Oh, no soy sin fama, dadme amar sin ser amado y he dotado con las herramientas que ne-
los horrores de la Tierra... dicen que yo sino tú quien te empeñas en crear la ocupación estéril de contemplar sin cesitáis para desenvolveros en el mun-
escribís recto con líneas torcidas, que esas razones, vuestro sistema moral es ser visto. Concededme una vida larga si do, no para conocer la verdad.
vuestros designios son incomprensibles una invención vuestra. Pero fuiste un queréis (total, durará un instante), pero -¿Por qué me contáis todo esto? Si
y que todo ocurre por un motivo. Yo digo gran defensor de la dignidad del sufri- aburrida, de modo que comprenda que sabéis que voy a olvidarlo...
que matáis moscas a cañonazos, con miento. Y, para que lo sepas, lo que tú la vida es un viaje sin destino en un tren Dios pareció sonreír para sí mismo,
perdón. Si los antiguos os hacían ofren- llamas sufrimiento son naderías desde del que me puedo apear en cualquier como si de pronto se le ocurriera alguna
das de sangre era porque sabían que os donde yo lo veo. Para mí, y aunque os momento, un viaje en el que solo me broma original y divertida, pero en vez
complace lo mismo lo hermoso que lo quiero como hijos, no son todo más que dejaré llevar. Si juzgáis que mis méritos de compartirla volvió a fijarse en Bal-
feo, la felicidad o el dolor más profundo. niñerías de patio de recreo. anteriores fueron suficientes, permitid- tasar y contestó con esto otro:
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excusa de que el calor le impedía con- los juntó, resignado, y también quitó los Siempre se había llevado la misma des- tromisión que ella se había permitido.
centrarse; pero las condiciones le impe- dos que habían caído dentro. ilusión al ver que solo contenía objetos Fue hasta la biblioteca, en silencio, y
dían seguir el hilo incluso de la revista En la cocina probó hacerse unos bu- intrascendentes: elementos de costura, volvió con dos copas y una botella de
o, más bien, de la nota que intentaba ches de agua y luego trató de rascarse cartas, alhajas de fantasía o, en el me- vino.
concluir desde hacía horas dedicada al con un tenedor, pero el caramelo estaba jor de los casos, algún ahorro al que le Elena recibió la copa que le tendía
tema de las manchas lunares. Volvió a profundamente arraigado a la muela y echaba mano para comprar caramelos. Leonardo y volvió al tema del tachito
la página que contenía las imágenes te- se resistía a soltarse. Dio la batalla por Leonardo destapó la lata y sacó el ta- azul:
lescópicas de la luna y se quedó obser- perdida al poco de intentar; ya saldría baco junto con el papel de armar y se —El tamaño es ideal. Lo elegí delibe-
vándolas, tratando de asociar algo de lo solo o se iría desintegrando con la sa- abocó a amasar un cigarrillo mientras radamente. Podés dejarlo donde está o
que había leído. liva. Sacó unas latas de cerveza de la medía qué porcentaje de habilidad había podés colocarlo sobre el escritorio y no
No tenía muchas referencias que le heladera y puso otras en el congelador. perdido desde la última vez que lo había te quitaría demasiado espacio. Además
permitieran sospechar del correr de las Antes de volver a la pieza se acer- hecho. Perfecto. el color resalta con el barniz de la mesa
horas dentro de la pieza, salvo unas pe- có a la ventana balcón del living y vio Veintitrés horas eran suficientes para y le daría a ese espacio un poco de, no
queñas tiras de luz sobre las rendijas la mancha geométrica de luz que pos- declarar trunco el ambicioso objetivo de sé… —decidió no ir por ahí, él servía las
de la persiana semiabierta que se iban tergaba la puesta del sol sobre la parte dejar de fumar, pero no suficiente para copas todavía en silencio—. Si no te gusta,
volviendo algo sucias. El sonido áspero alta del edificio de enfrente. Calculó que alterar su capacidad motriz. Acercó la lo puedo devolver, o me lo puedo quedar
y leve que provocaba al cambiar de pá- serían las siete de la tarde. La copa del llama del encendedor, que también ex- para poner al costado de la cama. Tam-
gina flotaba sobre la monótona rítmica árbol de calle concluía estáticamente trajo de la Mixed Fruit, y la punta del bién pensé en esa posibilidad.
del ventilador de pie que apuntaba al unos metros por debajo del balcón. Ce- cigarro crepitó en un anaranjado vivo —Está bien, Lina. Solo pensé que
suelo a un costado de la cama, y que rró la ventana, resignado ante la idea que culminó en una sumisa media esfe- podríamos pedir algo antes que sea de-
solo producía un flameo constante de la de que una brisa cambiara el clima del ra pardusca. masiado tarde. Creo que puede funcio-
sábana caída hacia un lado. departamento y volvió a la habitación. Inhaló con fuerza, aguantando el aire nar. Es un lindo color. Solo que… Bueno,
Mientras sostenía la atención en las Entró, juntó el tacho azul del suelo y y soltándolo hacia el techo, lentamente, en fin.
imágenes se llevó el dedo índice, con lo colocó sobre la mesa de luz al costado formando una gruesa columna de humo
el que había retrocedido la página, a la de la cama. Al tomar el tacho pudo ver blancuzca. Repitió dos o tres veces la «Cuando una mujer te regala algo,
boca y escarbó hacia un lado. Hacía un de cerca, sobre el fondo azul, la mancha acción condensando la nube de humo de alguna manera te condena», dijo una
rato indeterminable que luchaba con un amorfa, levemente erizada, del degradé sobre la cabecera de la cama. vez al cantinero que lo vió volver en la
pedazo de caramelo atrapado en una grisáceo producido por la acumulación Dejó caer lluviosa noche.
muela. Mientras se escarbaba, liberó la de cenizas. Era la mismísima luna de la primera acumulación de ceniza —No vuelvas sin el paraguas, ¡borra-
presión inconsciente que había concen- las fotos la que se reflejaba en las pro- sobre el tacho azul cho ingrato! —le había gritado su prime-
trado en la otra mano y el envoltorio fundidades del delicado tachito azul que de Elena. ra mujer desde la puerta.
hizo una breve explosión de liberación; Elena le había regalado. Él sabía que los regalos se podían
pensó que era inútil intentar arrojarlo Abrió el último cajón de la cómoda La trampa mortal había llegado ro- volver fácilmente en contra de uno. Que
ahora porque no trasvasaría ni la mitad y revolvió entre las medias hasta que deada de un delicado moño naranja. una invitación a desatar un moño era,
de la cama. dio con la caja metálica de caramelos —Para tus papeles —dijo Elena. también, una a atar otro.
Aprovechó el momento para levan- Mixed Fruit. Era una lata que había Leonardo miró hacia el lugar que ella Aquella vez volvió al bar y se tomó
tarse y ver si encontraba algo que lo pertenecido a su madre y antes a la le indicaba con cierto aire de orgullo, y otra copa de whisky. Cuando terminó,
ayudase a liberar el caramelo atascado. madre de esta, y así. La había visto por vio el tachito azul colocado a un costado se había desatado una llovizna repenti-
Se acercó al tachito y lo contempló, primera vez al husmear en los secretos del escritorio—. Creí que no vendría mal na. Salió del bar y caminó bajo la lluvia
inmóvil por un rato. Soltó un bufido de la casa de su abuela y había dado con un poco de color para ese rincón —agre- un poco sin rumbo y, de nuevo, sin pa-
ronco cuando notó la cantidad de envol- ella algunas otras veces, antes de que le gó ante el silencio de Leonardo. raguas.
torios que habían caído fuera del tacho; perteneciera, en la casa de su infancia. No supo cómo tomarse la pequeña in-
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Pero existe algo triste en esta casa. Sin embargo, para el aniversario de
En sus cosas extrañas, en los fantas- la muerte de la abuela, tomé las llaves
mas que, todo el mundo dice, la habi- de su casa y, sin más cosas que las que
tan. Hay algo tan triste y tan profundo cargaba puestas, ingresé. Las luces se
que solo la abuela comprende en su in- encendieron solas y en los cuadros de
finita soledad y desdén hacia todo lo que las paredes ya no era el rostro de mi Jenniffer Zambrano (Guayaquil, Ecuador, 1995). Estudiante de literatura
nació de ella. abuela el que aparecía, sino el mío. Era en la Universidad de las Artes del Ecuador. Sus textos están regados por la web
Muchas veces pensaba, en esas ma- yo la que estaba en diferentes situacio- y aparecen, también, en un par de antologías de cuento. Le gusta el cine y escribe
drugadas donde el techo empezaba su nes, en épocas en las que jamás había sobre él en su blog: viciosparatodos.wordpress.com.
quejido y la abuela roncaba en volumen vivido, en fotos grises, a blanco y negro,
alto, que todo era un plan para que la fotos amarillentas, remotas. La casa
dejáramos sola con su casa. Yo no po- empezó con sus ruidos, mucho menos
dría, sin embargo, dejar de frecuentar violentos que los que antes me lanzaba,
la casa. Por más terror, por más pesa- y yo recorrí cada parte de ella.
dillas que me causara, o por más labe- No había polvo, ni rastros de las cosas
rintos que formara con sus habitaciones de la abuela. En cambio, descubrí que
y me tuviese deambulando por horas mis ropas, mis zapatos, todo lo que yo
antes de dejarme ir al baño. La abue- tenía ahora estaba en esa casa. Me sen-
la tampoco podría abandonar jamás su tí atrapada, sin ganas de continuar la
casa, y la única vez que habló acerca tragedia familiar, pero sin fuerzas para
de los sucesos gritó, de nuevo con una resolver los laberintos, para dar vuelta
voz que no era la suya: «La casa me a las manijas de las puertas, para re-
protege». cordar cómo se sentía el aire fresco.
Así pasó los últimos años de su vida: Esa noche lloré mucho. Lloré has-
sin visitas, practicando cada vez una ta que los ojos se me hincharon y me
voz diferente, encerrada como una tor- cegaron parcialmente y me dormí del
tuga pequeñísima con un caparazón gi- cansancio. Para cuando desperté, la voz
gante. con la que pensaba ya no me pertene-
Cuando la abuela murió, la casa se cía. Otra voz hablaba mis palabras, con
mantuvo deshabitada por varios años otra voz soñaba mis sueños, con otra
hasta que una pesadilla me envió de voz leía yo esto.
vuelta. Al principio, me paseaba por la Yo solo podía resignarme, pensar que
vereda de enfrente y miraba las ven- era la forma de protegerme que tenía
tanas, como si mirase a los ojos de al- esta casa, y me asomaba a la ventana,
guien, esperando respuesta, pero esos mirando hacia la calle, olvidando cómo
ojos estaban apagados. Un resplandor se escuchaba mi voz, cómo se sentía
lúgubre era lo único que brotaba de ella que alguien me tocara la piel.
y se deslizaba por debajo de la puerta, Lo más impresionante y triste era
hasta transformarse en manos trans- que mi voz de ahora, la que pensaba
parentes que acariciaban mis pies. En todo esto, no era otra voz que la de mi
esas ocasiones yo corría desesperada- abuela.
mente prometiéndome no regresar más.
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© Joe Zito
Fuente: Flickr
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conservaba algunos cabellos blancos y tado de cacharros, dejé de alquilarlo. Franco murmuraba algo sobre una lar- po, estaban resumidos todos estos años.
retorcidos sobre las orejas. -¿Y la batería? ga enfermedad. Veinte, treinta años, No en los recuerdos que yo guardaba de
-No te volviste a Italia –afirmé más -La batería… la vendí. debió de ser no mucho tiempo después aquel grupo de amigos en aquel verano,
que pregunté, recordando aquel anhe- -¿Vendiste la batería? –pregunté in- de irme yo. ¿Qué edad tenía Fritz en- casi diluidos ya por los años pasados.
lo que a todas horas dejaba escapar en crédulo. tonces cuando murió? Demasiado joven No en las anécdotas de ensayos, viajes
cualquier conversación. Asintió con un inicio de sonrisa aso- en cualquier caso. y actuaciones que yo había rememora-
Negó con un gesto, mientras sacaba mando a sus ojos. -Fue el único que siguió en la música do tantas veces. No, el tiempo transcu-
un paquete de cigarrillos de uno de los -No he vuelto a tocarla desde que te- –me descubrió-. Incluso hizo algún tra- rrido me lo estaba mostrando Franco
bolsillos. nía veinte años –me descubrió. bajo para la radio. en la pantalla de su móvil, en una foto
-Los proyectos de la juventud… – Se colocó entre los labios el cigarrillo -No puedo creer que lleve tanto tiem- hecha probablemente un día de campo;
sonrió y dejó la frase consumirse en el aún por encender, sacó el teléfono mó- po muerto –atiné a decir. su mujer, su hija, su nieta, su yerno,… él
ámbito-. Cuando nació mi hija, supe que vil, buscó algo en él y me lo mostró. Fritz era además el mayor y el más mismo, ya barrigón y añejo.
me quedaría aquí siempre. -Mi nieta. Seis años. Ya asiste a la músico de los cinco, el único que había Volvió a ponerme la mano en el hom-
Sonreí mientras escuchaba varias escuela. acabado la carrera; pero, sobre todo, bro y, mirando a través del ventanal,
frases seguidas que me sonaban a pre- Sonreí viendo la sonrisa infantil que Fritz fue el que nos puso en contacto a silabeó:
sente aunque eran pasado: aparecía en primer plano, delante del unos con otros. Él elegía las canciones -Mira quién llega.
-Aquí fue al colegio, aquí hizo su ca- chorro del lago. y nos mostraba a cada uno el camino
rrera, aquí se casó -puso una mano -¿Ves a los demás? de cada arreglo. Él se encargaba de li- BERNARD
en mi hombro y continuó-, ahora soy -Alguna vez me he encontrado con mar las asperezas y acabar las discu-
abuelo. siones entre los demás. Él fijaba los ho- Se bajó del taxi con trabajo. Lo vi
alguno, no muchas. dirigirse a la escalera de acceso ayu-
-He venido otras veces –dije, cam- -¿Quieres decir que, viviendo en la rarios de los ensayos y ejercía, además,
biando de conversación. de mánager, buscando y negociando las dándose de un bastón. Alto, delgado,
misma ciudad, en el mismo país, casi cargado de espaldas y con la vista reco-
-¿En serio? no os habéis visto en todos estos años? pocas actuaciones que tuvimos durante
-Por aquello de la nostalgia, … aquella breve época. Fritz era el alma rriendo el camino de grava. Solo enton-
Franco corroboró con un gesto en si- ces lo reconocí. Me acerqué yo también
-¿Quieres decir que has vuelto aquí mater del grupo. Nunca la palabra líder
lencio. a la puerta, Bernard la atravesó y lo
durante estos años? tuvo más sentido que en la persona de
-Bueno, a Fritz lo vi con cierta fre- llamé por su nombre. Entonces detuvo
-Dos veces. Fritz.
cuencia, fuimos casi vecinos. su titubeante andar y levantó el rostro.
-Dos veces –repitió. -Es la vida –sentenció.
-Fritz –repetí-, ¿lo sigues viendo? Un segundo, dos segundos, pensé que no
-Intenté localizaros –le dije. Entraba más gente ahora en el salón.
-Murió –dijo. me reconocería.
-Desde que me casé vivo en Carou- Franco cogió entre dos dedos el cigarri-
ge, la verdad es que no salgo mucho del llo sin encender y buscó de nuevo algo -Santo Dios, eres tú –casi susurró de
FRITZ pronto.
barrio. Bueno, ahora ya casi ni salgo de en el móvil.
casa. La lluvia goteaba desde los aleros so- Me pregunté entonces qué quedaba -¿Cómo estás? –pregunté mientras
-En nuestra época vivías en la calle bre el pequeño acerado que enmarcaba del Franco que yo conocí en la persona nos abrazábamos.
Berne. las paredes de cristal del crematorio y que tenía delante. Y solo me vino a la -Cuánto tiempo, cuánto tiempo…
-La calle sulfurosa –dijo riendo y el sobre la hierba mojada de los jardines, mente aquello de la renovación de las -Toda una vida –dije yo, recordando
adjetivo me trajo a la memoria algo que sobre los bloques de pisos de enfrente. células del organismo, esa trampa de la el título de un bolero.
Françoise Nydegger escribió alguna vez -¿Murió Fritz? ¿Cuándo? memoria en la que algunos nos resisti- -Toda una vida –repitió él, dándome
y yo leí. -Ya hace… –y calló un instante-. No mos a creer. la razón.
-Recuerdo el trastero que nos servía sé, mucho tiempo, veinte, quizás treinta -Mi familia al completo –dijo, ense- Tampoco su cara había cambiado de-
de local de ensayo –le aseguré. años. ñándome por segunda vez la pantalla. masiado. Bueno, tenía más arrugas y
-Después de tenerlo varios años ates- Permanecí en silencio, mientras Allí, en aquella foto de pequeño gru- ahora llevaba gafas, dentadura posti-
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allí seguiría de no ser por esta maldita con Maurizio y con los demás.
pierna.
-Franco me ha dicho que murió Fritz. MAURIZIO
-¿Has visto a Franco?
Vi el bajo eléctrico nada más entrar
Lo busqué con la mirada. Ni me ha-
en el salón. Allí estaba, con la marca
bía dado cuenta de que había salido al
Talmus en color blanco sobre el negro
patio trasero.
del cuerpo, en la pared sobre el sofá.
-Ahí –señalé hacia los ventanales-,
Me acerqué a él. La pala rota justo don-
fumándose un cigarro.
de debería estar la clavija de la cuer-
Franco nos miraba y levantó la mano.
da más gruesa, la de la nota Mi. Con
Bernard también lo saludó y volvimos a
criterio, Maurizio se había olvidado de
la conversación.
la cuerda fina y había colocado las tres
-¿No sabías lo de Fritz entonces? –
más gruesas un lugar más abajo de
quiso saber-. Murió hace mucho, dema-
donde correspondía a cada una de ellas.
siado tiempo.
-Me dijo que siempre estuvo roto –
Dije que no y él repitió la misma fra-
me dijo Marie.
se que Franco había dejado escapar un
-Lo compró ya así –corroboré yo-, en
© Lizzy Higgs rato antes:
Fuente: Flickr -Es la vida. una tienda de instrumentos usados que
Me desarmó la posibilidad de saber había por Plainpalais.
que entre nosotros todo se redujera a De cerca se podían ver bien el desgas-
esa frase. Bernard levantó un poco la te y los arañazos en el cuerpo, e incluso
vista y señaló con un gesto: alguno en el mástil. El anterior propie-
za también. Sí, su cara seguía siendo la nía. ¿Y tú? tario, que probablemente utilizara el
-Es Marie, la viuda.
misma, sin embargo, no era fácil reco- -Me quedé aquí y aquí sigo, cargado bajo durante muy poco tiempo, no había
La gente se acercaba a depositar un
nocer en aquel hombre entrado en años, de achaques… y de años. No sé qué es sido precisamente un tipo cuidadoso.
susurro en el aire y un beso en la me-
encorvado y torpe, al Bernard que no peor. -Tal cual lo recordaba –reconocí.
jilla. Franco nos dio una palmada en la
dejaba de saltar en el escenario mien- -¿Qué te ocurrió? –pregunté. Marie sonrió.
espalda y habló aún con olor a tabaco:
tras machacaba la guitarra, al Bernard Pero Bernard me respondió con otra -A decir verdad –volví a hablar-, es
-Chavales, nos toca a nosotros.
que se acercaba al micrófono vociferan- pregunta, mientras fruncía el ceño de la el único bajo de tres cuerdas que he vis-
Me volví a mirarlo, era la misma
do cuando le tocaba hacer los coros o al misma manera que yo recordaba. to.
frase que usaba justo antes de subir al
Bernard que conducía la furgoneta del -¿Quién te ha avisado? -Nunca lo vi tocar –dijo, no sé si con
escenario. Esas cinco palabras de Fran-
grupo, siempre con un pitillo entre los -Vi su foto en un periódico digital. un atisbo de reproche o de queja.
co habían hecho, más que ninguna otra
labios. -Ah, en un periódico. -Ya me contó Franco que, excepto
cosa durante ese día, que me reencon-
-No esperaba encontrarte aquí –reco- -Por el periódico supe también que Fritz, todos dejaron la música.
trara con aquello que llegué buscando.
noció con una voz temblorosa-, a decir era arquitecto.
Franco se dirigió a la viuda, lo siguió -¿Tú no? –quiso saber.
verdad, no esperaba volver a verte ya. -Y de los buenos –me aseguró-. Re-
Bernard y después caminé yo. -Creí que en algún momento me de-
-Me imagino. cordarás que en aquella época estudiaba
-Te conozco –me dijo, antes de que yo jaría ella a mí, yo no fui capaz de ha-
-Cuánto tiempo, cuánto tiempo… – arquitectura.
pudiera despegar los labios. cerlo.
volvió a susurrar-, ¿qué ha sido de ti Dije que sí, aunque no me acordaba
La miré sin saber qué quería decir. Marie sonrió como si mis palabras
durante todos estos años? de nada de eso.
-Estás en una foto –aseguró con una acercaran en el tiempo aquella época
-Ya ves, me fui al sur, de donde ve- -Yo continué trabajando en el hotel. Y
sonrisa en la que había lágrimas y luz-, efímera en la que Maurizio aún tocaba,
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aquel tiempo en que nuestro grupo aún y melenudos, mientras probablemente pejismo desde el taxi que apenas duró. sentenció-. No existen los recuerdos co-
existía. destrozábamos alguna canción de New Luego la realidad de la gente descono- munes, cada uno olvida o atesora los
-Ahora doy clases de música en un Trolls o de I Pooh. cida paseando por las calles que creía suyos.
colegio de primaria –reconocí. -¿Cuántos años teníais aquí? conocer, los transeúntes del presente, El reloj de péndulo en un rincón del
-¿Solo eso? -Maurizio era dos años mayor que yo, ajenos con sus prisas y sus vidas al pa- salón me recordó que en poco más de una
-Bueno, los jueves nos reunimos un probablemente aquí tendría veinte. sado, me desvelaron el paso del tiempo, hora salía mi avión de regreso. Apuré el
grupo de amigos para practicar y qui- Asintió con la cabeza. Entonces volví la impunidad de mi visita. café. La lluvia, que seguía dejando en el
tarnos el gusanillo. a hablar: -Maurizio intentó reuniros. Fue hace alféizar su agua inservible y amarga,
Marie se dirigió hacia un pequeño -Cuando entré esta tarde en el cre- mucho tiempo, cuando la muerte de parecía llevarse las notas de la última
mueble situado al fondo. matorio, me pregunté qué estaba ha- Fritz era ya inminente –casi susurró, canción que tocamos juntos una noche
-Esta es la foto de la que te hablé – ciendo yo allí. después de un largo silencio. de octubre de hace mucho tiempo, mez-
fue apenas un susurro. Marie levantó la vista de su taza de -No tenía ni idea –dije. clándolas con los recuerdos que ahora
La tomé entre mis manos. La misma café y me dejó seguir. -Cuando vio que ni Bernard ni Franco ya carecían de sentido, con la certeza
foto que tenía yo y que probablemente -Me sentí como si yo no perteneciera tenían interés, desistió también de loca- de los años vividos y los sueños perdidos
tendríamos todos, la única en la que se al mundo que habitáis todos vosotros, lizarte a ti. en las páginas del calendario que proba-
nos veía bien a los cinco. como un extraño que viniera a ocupar -No tenía ni idea –repetí. blemente nunca llegué a arrancar.
-Voy a preparar café –dijo saliendo. una plaza que no le corresponde. -El pasado no es igual para todos –
Al quedarme solo, recorrí el salón con -Tú has estado aquí, tú y todos los
la mirada, como un ladrón que intenta- demás, entre estas cuatro paredes –me
ra apropiarse de los detalles del lugar, descubrió Marie-, Maurizio me ha ha-
de la situación de cada mueble, de cada blado tantas veces de vosotros, de ese
cuadro, de cada objeto que adornaba la tiempo...
pieza del apartamento donde sin duda Viendo que la nostalgia y el pasado Antonio Delgado Pinto (Los Santos de Maimona, Badajoz, España, 1959).
habría transcurrido una gran parte de no eran de mi propiedad exclusiva, me Es maestro de Educación Musical. Ha publicado la novela El sombrero hueco, los
la vida de Maurizio en las últimas tres aventuré a repetir lo que había dicho a cuentos El viaje del zapote y Última varada y el microrrelato Banderas. Ha cola-
o cuatro décadas. Fuera la lluvia seguía Franco esa misma tarde: borado con las revistas Top Viajes, Voie étroite, Lagar y luz y Garratt. También
depositando su agua y su vacío en los ha publicado música propia, tanto con diferentes grupos de música como con sus
-En todo este tiempo he vuelto en dos
alumnos de Educación Primaria: Juglares en el Aula, Chim-Pum-Folk, Máscalo,
tejados del barrio viejo de la ciudad. ocasiones.
Musicoterapia Escolar, Perspectivas, Viajes y Alquimia, Peregrinos de Europa y
Marie entró de nuevo con una bande- -¿Aquí?
Arranques por la Música. En el ámbito plástico es autor y coordinador del proyecto
ja entre las manos. La ayudé a colocar- -La segunda fue hace cinco, seis años
Pinacoteca Escolar «María Espinosa Jacinto», en marcha desde el año 2008.
la sobre la mesa. quizás. No fui capaz de encontrar a nin-
-Siéntate, acostumbrado al de tu guno –dije sin querer reconocer que tal
país, no sé si te gustará este café. vez me dio miedo hacerlo.
-Seguro que sí –respondí. No quise decir que inicié los dos viajes
Puse la foto encima de la mesa y, anteriores buscando recuperar lo que
señalándola con un dedo, volví a hablar. me pertenecía, lo que creía que había
-Esto fue en Au Grand Duke, en el sido mío. El lago y el chorro de agua,
barrio de Pâquis, no demasiado lejos de el puente Montblanc y la Isla de Rous-
donde ensayábamos. seau, el Salève vigilante al fondo, anun-
Marie volvió a tomar la foto entre sus ciaron mi reencuentro con la que había
manos. Allí estábamos todos sonrientes sido mi vida aquí. Pero solo fue un es-
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la misma para todos. Algo sobrenatu- Fermín estaba casado con Jacinta, una cillos amedrentados. El caótico debate Fermín sale cada vez menos a la
ral acontece entre las paredes de aque- dicharachera modista de Valladolid que es ininteligible. Quizá los espectros no calle. Su aspecto descuidado y sucio es
lla vivienda todas las noches a partir de se vino a servir a la capital. No tuvie- quieren ser entendidos y hablan el idio- aún más descuidado y más sucio cuan-
las nueve, y el director de la función, ron hijos porque no pudieron. El aspecto ma del averno; quizá no hay nada que do vuelve a vérsele días después. Ya no
quien debe manejar los hilos de aquel terrorífico y carácter oscuro del marido entender, el caso es que el fenómeno es- compra en las tiendas del barrio ni bebe
fenómeno, el amaestrador o marioneta era contrarrestado con la sonrisa y buen truendoso, además de incomprensible y en sus tabernas, ya no va al Palacio
de los fantasmas y demonios que allí se humor constante de la esposa. La pobre galimático, viene acompañado de cier- de la Prensa ni visita el Rastro los do-
reúnen, sin duda no es otro que Fermín, resbaló en el baño y se partió el cráneo tos temblores graves que hacen vibrar mingos. Definitivamente parece haber
el dueño del piso. tras la caída. A pesar del informe po- los vidrios de las ventanas y algunos ta- cambiado la vida que le resta ente los
Fermín se jubiló en 1956 tras un licial, de la autopsia y de que Fermín biques de pan mascado, además de una vivos por una plaza de caporal en el or-
montón de años de servicio como téc- no se encontraba en Madrid el día de la luz amarillenta y trémula que sale por feón del inframundo.
nico en Radio Nacional. Trabajaba ins- desgracia, muchos vecinos le culpan, y debajo de la puerta y que muchos veci- Doña Teófila, maestra jubilada que
talando antenas y equipos de emisión, cuando han comenzado los fenómenos nos, que bajan la basura, ven atemori- da clases particulares para compen-
oficio complicado donde los haya, com- en su casa y se le acusa de brujo en zados cuando pasan por el descansillo sar su paupérrima pensión del Estado,
plicado de explicar, pero en cualquier las conversaciones de descansillo o, al del primer piso. A las doce en punto de es quizá la persona más leída y culta
caso imprescindible para que la magia menos, de aliado de fantasma y demo- la noche, rallando ya el nuevo día, el si- del barrio. Lo malo es que, además de
de las ondas llegue a los receptores de nios, se dice que él indujo la muerte de lencio vuelve sólo y únicamente porque la literatura y la geografía, le interesa
toda España e incluso del mundo. Es su risueña esposa a través de brujerías el endemoniado de Fermín lo permite. lo esotérico. Algún conflicto mantiene
un hombre serio, adusto, con una barba y argucias de magia negra teledirigida, Nadie en el bloque ni en el barrio sabe al respecto con el párroco, que le dice
muy cerrada, cabellera rizada, blanca porque viva suponía un obstáculo para dar una explicación a la manifestación que esas cosas son pecado, pero todo el
y desordenada, y cejas pobladas hasta sus malas artes y terroríficas amista- paranormal. Los menos, los que inves- mundo resta importancia a la opinión
la especulación. El aspecto de abomi- des con el más allá. tidos de racionalidad menosprecian a del reverendo padre, ya que la ancia-
nable hombre de las nieves movería a Lo que está claro es que jubilado y sus paletos supersticiosos vecinos, los na profesora ha encontrado una posible
la risa si no fuera por la sequedad de solo, su carácter, si cabe, se ha agriado que creen firmemente que debe haber respuesta al ruidoso fenómeno de ma-
su carácter y la parquedad de palabras. aún más y, paralelamente, su reputa- una razón lógica, e incluso llaman al gia negra. Mezclando su pasión por el
Dadas las circunstancias de su facha ción diabólica ha crecido en el subcons- timbre y pican la puerta de Fermín exi- teatro y el mundo de los espíritus en
y lo enrevesado de su oficio, la opinión ciente colectivo y aterrorizado de su ve- giendo derechos, buscando porqués y la un cóctel que tiene sentido y audiencia
más común es que parece una especie cindario. Aproximadamente al mes de vuelta del sosiego, jamás lo hacen solos, entre aquel público atemorizado, la do-
de científico perturbado de esos que sa- la muerte de Jacinta, un martes y trece por si las moscas. Haberlas, hailas, ya cente defiende que lo que sale por de-
len en las películas americanas; lo que, según la malas lenguas, el extraño fe- se sabe. Tales avezados representantes bajo de la puerta de Fermín, las luces,
mientras anduvo activo, es simple co- nómeno da comienzo. Sobre las nueve del vecindario sensato, la mayoría de los temblores y el debate encendido del
midilla, tras su jubilación se transfor- de la noche, un ruido infernal, come- las veces no obtienen respuesta alguna, infierno orquestado en la casa de aquel
ma en leyenda urbana que se magnifi- didamente estruendoso y compuesto de pero en un par de ocasiones Fermín, condenado, no puede ser otra cosa que la
ca hasta casi el hecho cierto a falta de algo que podrían ser miles y miles de que no abre, en medio del estruendo de manifestación del espíritu del grandísi-
pruebas cuando, tras el fallecimiento lastimeros ayes de ánimas cociéndose su casa y con una voz desgarrada, po- mo dramaturgo Enrique Jardiel Ponce-
de su mujer, comienzan noche tras no- a fuego lento en las calderas de Pedro sesa, líquida como las babas de la ena- la y todos los personajes de sus come-
che los fenómenos paranormales que se Botero mientras demandan piedad, que jenación, les grita que se marchen, que dias, que había nacido precisamente en
producen en su casa. brotan y fenecen arrolladas por otras le dejen en paz, entre una tormenta de ese edificio, en ese mismo piso. «Casos
Efectivamente las desgracias que arropadas en tonos sufrientes y ecos que insultos e improperios propios del Prín- parecidos se dan en Londres con el fan-
vienen del otro mundo suelen comenzar hielan la sangre, toma al asalto aquel cipe de las Tinieblas pero indignos de tasma de Shakespeare; y nosotros, por
tras una muerte que no debía de haber- primer piso haciendo huir del edificio la ser reflejados en estas inmaculadas pá- ser españoles, ¿acaso nos tenemos que
se producido. Esa es la opinión popular. paz y el sosiego como si fueran raton- ginas. conformar con menos?»
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bre recurren a la patada en la puerta, rios, sonidos de guerra, consejos amoro- manera, uno de los primeros y dimi- llegado a España.
y tras las astillas y el destrozo el pano- sos, Mozart, Elvis, señales horarias, in- nutos transistores japoneses que habían
rama que se contempla desde el umbral terferencias y ruido, ruido y más ruido
resuelve parte del misterio. Los policías fuera de sintonía en todos los idiomas,
entran precavidos. Uno de ellos se que- en cientos de gargantas, en cientos de
da impidiendo el paso a los curiosos, voces con cientos de ideas, cientos de
otros dos se adentran en sendas habita- opiniones y sentimientos, de alegrías,
ciones, y el que queda, el más chaparro de desgracias, de mentiras a medias
y escéptico, aturdido de tanto barullo, y falsas verdades en una estruendo- Benjamín Pulido Navas (Talavera de la Reina, España, 1970). De familia
encuentra a los fantasmas, todos los sa mixtura incomprensible, anárquica, andaluza. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Com-
fantasmas que asustan a la comunidad concentrada en aquella estancia de pe- plutense y en Geografía e Historia por la UNED. Ha publicado cuentos en revistas
e impiden el sueño de la misma. Ningu- numbras y penurias, que únicamente el como The Sorden (Talavera de la Reina, 1995-96=, Hermes (Toledo, 1997-98) y El
no de ellos es Jardiel Poncela. amor a las ondas, a las lámparas de Cobaya (Ávila, 2005). También escribió artículos de opinión en Eldiario.es, edición
Fermín está muerto, sentado en una vacío, al coleccionismo de aparatos y la de Castilla-La Mancha. En cuanto a certámenes, resalta que en 2004 quedó ter-
silla de enea que hay en medio el sa- locura simple y desnuda de un hombre cero en el Concurso de Cuentos «Emigración, Inmigración e Interculturalidad»,
lón, rodeado de un ejército beodo de bo- con manías que se ha quedado solo, pue- organizado por UGT y el Ayuntamiento de Alcobendas; en 2010 fue accésit en el
tellas vacías de vinazo que forman en de otorgar explicación. XLVI Concurso Internacional de Cuentos «Miguel de Unamuno» de Salamanca; en
desorden sobre el pavimento. Las cua- Phillips, Vanguard, Zenith, Tele- 2017 fue accésit en el IX Concurso Literario de Cuentos «Chimeneas Vigías», de
tro paredes de la habitación están com- fuken, Lavis, Inter, Grundig… cuarenta Alguazas (Murcia) y ganador del XIX Certamen de Relatos «Tierra de Monegros»
pletamente cubiertas de anaqueles que y dos marcas distintas de fábricas de (Huesca).
brotan del suelo y suben hasta el techo. todo el mundo; trescientos cuarenta y
Las estanterías se encuentran habita- siete aparatos de diversos tamaños co-
das por aparatos de radio, todos ellos nectados a una misma regleta con un
encendidos y con volumen considerable. solo interruptor, que Fermín fabricó y
Receptores de todas las épocas, desde encendía y apagaba todas las noches
los tiempos de Marconi hasta nuestros a la misma hora, hasta que el pobre
días, más grandes, más pequeños, ma- muere de un colapso cardíaco producto
dera y metal, cristal, baquelita y car- de las borracheras que se coge frente a
tón, con sus diales encendidos como ojos aquella babel de voces y luz amarilla
ciclópeos apuntando al universo de to- que vomitan sus preciados aparatos.
das las frecuencias del espectro de la Nadie reclama el cadáver de Fermín.
onda media y corta; emisoras de todas Las radios se las queda la policía, a sa-
las provincias españolas, también de ber para qué. Los crédulos y los supers-
Marruecos, de Francia, del Reino Uni- ticiosos se sienten algo más estúpidos
do, Italia, Alemania, América del Sur… de lo habitual, pero a cambio duermen
hay sintonizadas emisiones procedentes mejor. El único rastro del fantasma
de Radio Pirenaica y hasta de países del de Enrique Jardiel Poncela y su elen-
otro lado del telón de acero. Nada de es- co de personajes, hallado en el piso, es
píritus ni espectros. Hertzios y kilohert- un tomo aislado de las obras completas
zios, noticias del mundo, suras del Co- del genial autor madrileño, impreso en
rán, goles, edictos, asonadas militares, México, que se encontró en la mesita de
radionovelas, juramentos de mandata- noche junto a, como no podía ser de otra
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