Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
6. La transferencia
historial clínico, reconoce su error al no poder descubrir la corriente homosexual que yacía
implícita en las conductas y pensamientos de Dora.
“[...] reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el análisis
avanza no pueden menos que despertarse y hacerse conscientes; pero lo característico de
40
todo género es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico”.
Hay sin duda una identidad conceptual entre la transferencia onírica y la analítica.
No son iguales, pero traen una igual fuerza de desplazamiento de investidura. Hay un traspaso de
afecto de una representación a otra.
40
Freud, Sigmund. 1985. “Fragmento de análisis de un caso de histeria”. En: Obras completas, op. cit., Vol. VII, p.
101.
52
La transferencia acontece, sucede en toda relación humana, pero sin duda las
coordenadas de la situación analítica, la asimetría estructural de un análisis hacen que aquélla sea
analizable e interpretable.
Para FREUD, la gran tarea del análisis era hacer consciente lo inconsciente, poder
recordar elaborativamente; dicho de otra forma, era necesario reconocer y volver a recorrer la
historicidad de nuestra existencia, en cierto modo apropiarse de la propia historia, abandonar esa
41
Véase lo expresado por Ferenczi en Etchegoyen, Horacio. 1986. Los fundamentos de la técnica analítica, Buenos
Aires, Amorrortu editores, p. 100.
53
sensación de enajenamiento que el mundo agitado impone a nuestra vida íntima, a lo corporal,
por el ingreso a la cultura, por la conformación de lo social.
FREUD pensaba que la gran tarea era lograr recordar cabalmente; verificó que,
cada vez que se estaba llegando al núcleo patógeno del paciente, le costaba a este más recordar y
comenzaba más bien a vivir lo que no podía recordar. Entonces, surgió algo que él llamó
e n f e r m e d a d a r t i f i c i a l o falso enlace, como mencioné hace un momento. Es lo
conocido como neurosis transferencial. A él no lo dejaba de extrañar esa aparición. Al tratarlo
primeramente como un síntoma, él intentaba despejar el camino para proseguir la trama del
recuerdo completo. Él pensó, en un primer momento, que la transferencia impedía el recuerdo.
Cada vez que se aproximaba un contenido importante, el paciente actuaba, no recordaba; por
esto él creyó, en ese momento, que la trasferencia se convertía en una resistencia por la
proximidad del conflicto inconsciente. Él señaló a la transferencia, entonces, como el máximo
escollo que se debía superar en el tratamiento. Sin duda era un obstáculo en esta primera
concepción freudiana. Fue gracias a la clínica que él se percató que, si bien, en cierto modo, la
transferencia era un repetir resistente sin recuerdo consciente y r e s p o n s a b l e por parte del
paciente, era allí, en ese escenario del desconocimiento, donde la transferencia y su análisis se
convertían en agentes de una posible cura.
Hay factores que, sin duda, favorecen nuestra relación con ese otro, como el
encuadre, la posición infantil y paciente del paciente, la situación de demanda que el análisis
42
Véase Balint, Michael. 1993. La falta básica, Barcelona, Paidós, Parte I.
54
instaura con la regla fundamental diga todo lo que le venga a la mente. LACAN43 nos dice,
respecto de la regresión que operaría en el tratamiento analítico, que ella muestra únicamente el
retorno al presente de significantes usados en demandas para las cuales existe interdicción.
“un fenómeno general universal y espontáneo que consiste en unir el pasado con el presente
mediante un enlace falso que superpone el objeto originario con el actual. Esta superposición
del pasado con el presente está vinculado a objetos y deseos pretéritos que no son
conscientes para el sujeto y que le dan a la conducta un sello irracional, donde el afecto no
44
aparece ajustado ni en calidad ni en cantidad a la situación real, actual”.
En los primeros trabajos de FREUD sobre la transferencia, veíamos que ella fue
vista como una forma de resistencia, algo que se oponía a la tarea de recordar. Pero se hace
necesario señalar la similitud y la diferencia entre el recuerdo y el deseo. Se puede recordar el
enojo experimentado hacia el padre y se lo puede revivir en la persona del analista. Cuando se
trata del deseo hacia el analista, las cosas son un poco más difíciles, ya que hay que reconocer
ese deseo hacia un otro presente allí en la relación. Entonces, el problema de ver la transferencia
como una resistencia se soluciona señalando la participación de lo resistido como el contenido
inconsciente de la resistencia. Ha de ser la transferencia, entonces, como lo señala ANNA
FREUD,46 la resistencia y lo resistido, defensa y contenido inconsciente a la vez.
43
Lacan, Jacques. 1975. “La dirección de la cura y los principios de su poder”. En: Escritos II, México, Siglo XXI
editores.
44
Etchegoyen, Horacio. 1986. Los fundamentos de la técnica analítica, op. cit., p. 98.
45
Sandor Ferenczi es el creador del concepto de introyección y es uno de sus mejores desarrolladores; él influyó
posteriormente en la obra de Klein. Véase su texto “El concepto de introyección”, en: Obras completas, Madrid,
Editorial Espasa-Calpe, 1981, Vol. 1, pp. 217-219.
46
Freud, Anna. 1936. El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Paidós, Capítulo II.
55
La tarea que ahora nos ocupa es entender qué se pone en juego en la dinámica de
la transferencia.
hacía sobre ella. Dora se sentía, entonces, como un objeto indirecto de intercambio con el que el
padre jugaba para mantener oculta su relación extramarital con la Sra. KK.
FREUD aquí opera con una primera inversión dialéctica cuando pide a Dora que
verifique cuál es su participación en estos hechos, o dicho de otro modo, qué hace ella para
seguir o dejar de participar en ello, Dora ya no puede seguir viéndose como víctima sino como
protagonista enmascarada de toda la historia. Dora debe enfrentarse a esta verdad, ella recibe los
regalos del Sr. K. y sale de paseo al lago con él. Dora propone, entonces, una segunda tesis:
señala que cómo no va a estar molesta, llena de celos, si cualquier hija que quiere a su madre
estaría celosa de una relación amorosa que su padre entable con otra mujer. FREUD no se deja
engañar y, nuevamente, propone una segunda inversión dialéctica. Los celos son por otras
razones, la rivalidad por el padre no es con la Sra. K., sino, supuestamente, por el Sr. K. Ya hay
allí un interés secreto por lo que esa mujer representa para esos hombres. El amor infantil por el
padre se ha reactivado para reprimir otros contenidos.
Según LACAN, FREUD falla al no operar una tercera inversión dialéctica, que
habría hecho reconocer a Dora que su pasión secreta era por la Sra. K., lo cual era, en cierta
medida, reconocer una corriente homosexual y, al mismo tiempo, delatar todos los problemas
identificatorios con lo femenino que Dora mostraba tanto en su relación con la Sra. K. como con
su madre. FREUD mismo, en una nota al pie de página del epílogo del libro Fragmento de
análisis de un caso de histeria, reconoce que no fue capaz de identificar esta situación de
homosexualidad. ¿Por qué ocurre esto? Por la contratransferencia, es decir, por el hecho que él,
como hombre, se pone en el lugar del Sr. K., o sea, Dora debía amar a un hombre y, en ese
sentido, transferencialmente amarle a él también. Eso era precisamente lo que la libido de Dora
no mostraba en esos momentos. Tal faltante tercera inversión dialéctica habría enfrentado a Dora
a un misterio de su propio ser, de su sexualidad, de su femineidad. Dora no puede aceptarse
como objeto de deseo de un hombre, es decir, ella todavía permanece atada a la relación oral con
la madre, donde, como muestra el estadio del espejo, el sujeto reconoce su yo en otro.
Recordemos que el estadio del espejo es, para LACAN, la constitución del yo y una
fase anterior del Edipo. El estadio del espejo es caracterizado por una situación diádica entre
madre y niño, la madre permitiría el origen narcisista del yo y la noción primera del yo vendría
del otro.
momento él se pregunta cuál es la función del analista. Él como buen estudioso de la filosofía,
solía formular muchas preguntas, entre ellas, qué es ser un padre, qué es ser una mujer,
interrogantes que por cierto hacen muy reflexiva y lúcida su teoría. Señala que cuando comienza
a constituirse la maquinaria analítica en las sesiones, el analista es visto por el paciente como un
l u g a r donde, supuestamente, emana un saber: en los paranoides el analista adivina el
pensamiento, en los neuróticos el analista puede ser engañado, seducido, abandonado,
abandonador, etc.
El analista deberá callar cuando se está en una relación imaginaria donde todo se
estipula en base a lo dual. Deberá, entonces, señalar, o más bien subrayar, el aparecer del sujeto
del inconsciente. Deberá, como dice LACAN, ubicarse en el lugar del g r a n O t r o, del tercero,
del código puro, del lado del significante.
Ahora bien, este desenlace o comienzo de fin, por ello la pregunta freudiana de
cuando termina en rigor y definitivamente la transferencia, requiere de muchas otras
consideraciones. Pero detengámonos no en el fin, sino en el desarrollo y naturaleza de este
proceso, porque aquí existen diferencias teóricas bastante decisivas. Hemos aceptado que el
inconsciente se rige por una lógica y temporalidad muy propias, las que no se compadecen de la
realidad, sino que más bien apelan a la escena infantil, a esa otra escena que transcurre paralela
en nuestro actuar en el mundo. Si el inconsciente puede ser expresado a través de los lugares y
roles en los que el analista es ubicado, las interacciones de la sesión analítica no sólo remiten a
un discurso, también hablan de la corriente emocional que poderosamente mueve al sujeto, por
lo demás, es la razón por la que los sujetos consultan, ya que sufren y no entienden. Entonces, el
trabajo con lo afectivo, con los sinsabores incomprensibles de la vida tiene una utilidad potente
de cambio, de reconocimiento de sí mismo. Creo, sin duda, que esto no significa cambios en la
estructura, porque la historia que nos constituye sólo puede ser recorrida y asimilada en un nuevo
acto de reconocimiento que acepte lo que se es y lo que se ha sido.
Ahora bien, hay algunos puntos que son sin duda dignos de seguir siendo
pensados, pues son altamente sugerentes: por ejemplo, es necesario indagar la relación existente
entre transferencia y realidad, ¿es no real lo transferencial o hablaremos de realidad
58
transferencial? ¿qué papel juega en la adaptación del sujeto? ¿servirá hablar de adaptación en
psicoanálisis? ¿se transfieren fantasmas o realidades psíquicas, cambiables, modificables o sólo
reconocibles? Todo esto requiere no de oráculos, sino de p a c i e n t e s a n a l i s t a s y de a n a
listas p a c i e n t e s, los cuales interroguen su práctica y la teoría que la posibilita.