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‘LAS MUJERES‘. M.
LA REVOLUCIÓN.
M. J. MICHELETTE.
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MADRID. —- 1863.
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¿(Mi -- .ÍÍUQUM
unum L’? finn 'Jul ATHIÜHDI
M‘ ¡{Aflflflïd . .
IJA especie de Galería ó Museo biográfico que el
lector vá: á recorrer, se compone principalmente de
retratos de las mujeres que Michelette ha. pintado
en su Historia de la Revolucion. _
Algunos están incompletos; el historiador no ha
querido, en esta historia. general, mas que delinear.
los cen rapidez.
Él híproporcionado, sin embargo, las mejores
fuentes biográficas.
Muchos artículos son nuevos completamente, como
se podrá ver; otros han sido refundidos ó considera
biemente aumentados.
I:
camino 1.
/
6 BIBLIOTECA POIJÍTICA DE LA IBERIA.
- .
.pero. 9tig1su.<!e,hier'r9rf‘ué: figflbïéïíbtqbafïïé’ b.‘ ,6
sepia lopesyal lg3paátil, ¿ya flrinceniíes‘ a
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°tr° 429.5%. , ïziïera-isileúmbidoïí‘; . _ " .11‘.
MY. a PCS k . ge‘ ._i1)¿a acusacionjosca, grosera, encó
nada, sangrienta y sin ap,e1‘¡acion,' se ïhombre; libre
;dos-.reces. «los meterse s: ‘ treeafp. Si. traisrñsxáïéús
qaszrssssiïdmses-iï:.-ï,...u1,ï¿,ij " ,. ' i
A
g; Una‘ vez escriiij n ” Pompadouzgy Ie ‘hace
prender; otrafiïa, s , Vprgaiyes, filuiere hablar‘ a1 Re".
Regala suantecá ya, jy en ella se fleï ‘arrestáf ‘P e’
ahi cómo _queii,al,dernotstrado' que‘ el sitio donde esgtá
313m npvsïemgreg; s-ásrado- “ ’ ‘ ‘ ' ' ’
¡,5 Aquiimeveo olglïgfdo a" "(ieciiyïaiinjcon dolor mio,
_‘ ue_eg.aquella,soc"edad. l {enaïjïïe gipiicie,‘ débil,‘ cá
V uca, hubo ‘almas’ iaiitrópicashlministros’;magistra
figg, ¿{anales rsfixïggresi’, pla¡a')liorarj_ semejante des
Jentura; nmgqgoparaplia €l','I1i_.í}1d?.:pQÏ"el: perseguir
.419: M‘ leshaerbrs; 219,29.g l; WQÍSÜQ“ y Rohanzwodós
dqrramerogsnlorpéafigisnrfzïaé»' .,; — ',Í¿
Ijatude habitaba en’ léetre‘, durmiendo sobre 531
vsuelo”glfgeícugenizemerptie, tragsido de hambre.‘ ‘Habla
.pscr¿i,to_ un memorial a nct, se ‘que filantriopo,¿y se lo
maipu; ' “(lo or, m ?.,
ifinflzïíqï’. diorle un llavero ebrio‘. Feliz
.
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ernafipegte, sdevcognpïaflecio bdel dïsgraciaáïízüy
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psjarznfaypgtdei prisionero. Hacia ‘aquella mujer
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Migtimgflderuna necesidad
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Tres años sucesivos prosiguió‘ aquella valerosa
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¡o BPBLIOTECA POLÍTICA DE LA IBERIA.
m_..A
ue uumuzs n: n nsvowcion. ll
u‘- llobabia en Francia hombre mejor que el Rey, y
,4’: else apeló por fin. El cardenal de Rohan (hombre
licencioso, pero á pesar de todo, caritativa), tres ve»
ces habló a Luis XVi, y otras tantas fue’ rechazado.
Lim XVI era demasiado bueno para no dar crédito
alas palabras de Mr. de Sartines , antiguo jefe de la.
policía. No se hallaba este en activo servicio, pero
este no era suficiente razon para deshonrarle y en
tregarle a sus enemigos, dando crédito á, lo contrario
de lo que él le proponía. Sartines, como Luis XVl,
es necesario confesado, amaba la Bastilla; no quiso
contrariarle, y mucho menos quitarla su reputación.
El Rey era muy humano. Había suprimido los
calabozos del Chatelet, los de Vincennes, y había
creado la Force, para separar á. los presos por deu
das. de los ladrones.
i Pero la Bastilla, la Bastilla era un antiguo servi
dor que ni a la ligera podia maltratar la antigua
Monarquía. Era un misterio de terror; era, como di
oe Tácito, INSTRUMENTUM nncm.
Cuando el conde de'Artois y’ la. Reina quisieron
juzgar á. Fícmo y le acusaron ante el Rey, solo di—
jet-on sin que se.‘ les opusiera ninguna objecion:
qlíabrá. necesidad de suprimir la Bastilla?»
Cuando tuvo lugar la revolucion de París, en julio
del 89. el Rey pareció dispuesto á toma-r una deter—
minacion. Pero cuando se le dijo que la municipali
dad parisiense habia determinado la demolicion de
la Bastilla, fue para él esta noticia como un golpe de
muerte, y dijo: «¡Qué desgracia tan terrible!» e
El Rey no podia recibir bien 'en 178i una resolu
cion que comprometía la existencia de la Bastilla.
Rechazo cuanto Roban había heeho en favor de La—
tude. Dos señoras de alto rango insistieron. Enton
ces hizo un concienzudo estudio del negocio. leyen
do todos los papeles relativos al preso; pero no te
nia á su alrededor por consejeros mas que á los per
tenecientes á 1a policía ,\, todos conspirando para
retener en prision á. Lamde hasta que exhalase el
último suspiro. El Rey respondió por fin que era un
hombre muy peligroso, y que JAMÁS le daría la li
bertad.
¡Jamás! Y loque no se hizo entonces con el con
sentimiento del Rey, puede ser que luego se ba%;
despues, á. pesar suyo, madame Legrós persiste. e
acoja á los Conde, siempre descontemos y numero—
'12 muuomcx rovrúox’ m: ‘til ‘mmm.
sosyinspiri-“ai 3am; duiqwevglé"0r'lézirl9 ‘ráïflflfiefls
"S; sensibléesposaïla hija del Uiieh Péiiflhfé We; ‘¡Mítica
‘¿los filósofos’; al marquésüïéncohdorcet, ’al’B€€Má-_
í-io‘ perpétucïüe la-‘Aeádeinfizvde "Üleiiéias; ‘si Búpitï,
áv-‘mette; secretario de-Vgíltttiïlfletcïjetc.‘ 7’- w _
"jLa opinionsekráïiifmando‘ ymfioïnaïfdo bula ‘mz;
más cuerpo; la” 015. delïtürlfizfekittviïlfir; eefváluuflién
tando; Neker hr-Ibia‘ destitiiido’ á-“Sfirtihés; si!‘ está! o
"lsucesor Lenbir había caldójiiïsúlvuetta’; “En “peris -,
erhncia sera. fihairfientev; camisas. ‘lïaátu‘d'e"vi'té’,¡'y
‘madame Légrósse dbstliia ‘en nbertane. '- f""—“V " " _.
' ‘ET favorito dejaxneinu, ereceuïrs llega- en’ ‘s3; y
‘este consigue que el nomisreueimadavme regresé sea. -
‘énaitecido y adorado. El alcunzaázi"fihïqheiaiïcáfle
corbne á madame Legrósfpor siiwirtudflespre
szindose el motivo de tal coronaeion. Err¿*1784*;«‘—'se
arranca áLbis XVI la’ óúïefi een ertaunueiiflatu
de (i); y algunas serrfanas después’, vló 1:: luzlpúbïi
bala bizarro. e inesperada‘ ‘meyw q-ue ptfiéscrïftfifiáfiá
los emp'eados de la Bastillztjquemtïencerraseln á n'e
die A n‘) grietas‘ FUNI)A'.Ï:A'_‘RÏJ\'ZON; indicando‘ï1trj"'rr-Q.\ir_>o
Pastrso’ que’ había’ de durar la pedida detbdcioN-‘Es
‘decir, quese desfijuia‘ cllrorrerqfió abismo delïafltt
bitrariedad gue portante-tiempo habia'domltíadd"á.
“Francia. " " ‘ ", " " "”,"\'
,' Ma dame Legrósïio vio ‘la destrucción’ de lahïsït
llafmurió’ un‘ poco antes. Perdmiiáfasi, ‘nose lap ’ e
jde quitar la gloria’ de haber sido ellalttcausái (Baku
‘ ‘destrueciohfEllaïfuéïiuien ‘ínciilcóefi la imagi" -
cion popular el Gdioïy el’ horror-háciaï-iaprisionfllh
mada irónicïfménte del Bizrïicïrïifiictn‘, ‘quisfitantflsïfnár
tiresde la F196 en penéaiïiieh’t’d'fial5la dnóferratliïfn
sii fondolóbregiïïy cafeïnosóï’ f” ' ‘”'Ï ' ' ' " ‘“ ""
La débil y tiiícatla‘ maña‘, ae una‘“tñ‘izjer’aié‘fa‘dh,
destru yo‘, en realjtl ad ;-_ ¿sin retire“ yfsoriíbriá roïkaré?
la dréhilpmand de tnaj-mujnr-‘afizincó las duras b
tiras’ de cártel ‘horrible edificio; ‘aniqüilü sus jinaéiibs
' ‘cerrojos ‘de hierro ‘yfarrasd eleiïadas t0rrésr:1‘_‘¡";;’:
"-4 *‘ ' ' ."‘«' mw Nz-o" 4, áuÏVxlï-"ï" 0.111 l;
_,¡ (¡ldïtIïaaïdlïlirafllefltfialïgï;‘aevá tungrsfiqu t mi:
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versan mas‘sa que
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os corlaosvanz}ozos e’ del
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mutuo 111.12». *
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us morenas m: LA nsvowcrox. 23
Los deW/‘ersailles estaban admirados y gritaban:
eqVivan los parisienses!» "
' f... - Los espectadores estranjeros no’ veían más que
, ¡inocencia en aquella multitud que venia a ‘pedir
. socorro al Rey. Un hombre , poco favorable á la
' revolucion , el genovés Dumont», que estaba co
n" —. uniendo en el Palacio de Petitjes-Ecuries, y miraba
u, desde una ventana, despues de harto, dijo: «¡Y todo
v- ese pueblo no pide más que pan!» - ' ‘ . <'
. g La Asamblea» había estado aquel día tumultuo
el‘ sa. El Rey, norqueríendo sancionar ni la declaracion
' delos derechos del hombre, ni las ‘prisiones del 4 de
u agosto, respondía que élno podia juzgar leyes cons
-. titutivas mas que en su despacho; que si acceden al
. guna vez, era por las circunstancias alarmantes, y
eonla condicion espresa deque el poder ejecutivo
+ volvería á recuperar toda su independencia.
., . .«Si aceptais la proposicion delRey, no‘ existe la.
nwconstitucion, ni existe en nosotros ningun derecho,»
m decía Mirabeau. Duport , Gregoire y otros dipu
J- tados hablaron en‘ el mismo sentido; Petion, usan
— ., do de 1a palabra, ‘censura severamente la perpetua
.. e... * ¿insolente orgía. de los guardias de Corps. Un dipu
0 tado que con ellosfhabiaservido, pide, por su honor,
a. «gue se formule laudenuncia, y sean los culpables
o ; perseguidos.» «Yo» los denunciare’ y los señalaré , si
. e la Asamblea declsravinviolable SOLA la persona del
n Rey,» dijo Mirabeau.
. _ Esto era acusan á. la. Reina. La. Asamblea entera
u: retrocedió , se retiró la acusacion, pues en semejan
w-te día, hubiese sido decretar unaïiïlríérte.
El mismo ‘Mirabeau estaba‘ inquieto. ‘Se aproximó
u. presidente y le dijo á. media voz: «Mounier, París
v. o waenesóbre nosotros... Ya me creaís, ya dudeis de
mis palabras, lo cierto es que cuarenta mil hombres
llegan ya á. estas puertas. Aunque os parezca mal,
subíd al castillo y dad este aviso, pues no hay ni un
minuto que perderm-«¿Qué París marcha?...-díjo
.. secamente Mouniem-(pues creía que Mirabeau era
—-— uno de los autores del movimiento.) Bien; tanto me
- vjor: estaremos más pronto en plena república.»
' ‘La Asamblea. decidió que iría á ver al Boy para
v» pedirle la. simple y pura aceptacion de la declaracion
a 104913437103. Apenas trascurridas tres horas, Target
¡anunció que una numerosa multitud se hallaba. á las
‘o: fuertes de París. l '
.' r P .
.1 0p.: ' .7"‘
i’ "-1 ¡I! ‘ -¡.
u. l ‘ .‘ l’
M nmmomc; POLITICA m: LA isianm. . jsa
Todo el mundo sabia. lo sucedido. Solo el Rey en.
el quelo ignoraba. Había. marchado aquel dia,.o'omo
de costumbre, por la. mañana. decaza, y entonces re
corría los bosques de Meudon. Se le buscaba; ¡se to
cabo. por todos lados generaln; los‘ guardias de G01713 '
montaban á. caballo en- la. plaza. de Armas. y sd) c0
locaban delante de las rejas: el regimiento de Blan
des ocupaba. la entrada de Secnux; detrás dewïste se
hallaban los dragones, y detrás de los gaiardias de
Corps, los suizos. - . 1
Mientras tanto, Itíaillard llegaba á la Asamblea na
cional. Todas las mujeres querían entrar. Fuépraciso
trabajar mucho para persuadirlas que no penemsen '
más que quince de entre ellas. Se colocaron las damas
en la entrada, teniendo :5. su cabeza 1:1 Guardia‘ fran
cesa, con quien había. hablado una mujer queflievaba
á manera. de pértiga un tambor hecho de un ‘¡Eddon
' 7 de una. casaca, y en medio de todas el jigantesco
ugier con su destrozudotraje negro, hy con‘ una es
pada enla mano. Un soldado tomó la palabra. ¡con
arrogancia y dijo -á laAsamblea. que por la mañana,
‘ no encontrando pan nadie envlus panaderíamáinuï
. so tocar el tambor, y que por esto se le había: quer‘!
- do castigar, debiendo su salvacion á las mnjeresq que
le acempa. aban. «Y venimos,-’-—dijo,—<á zpedir pan,
y el castigo de los guardias de Carps ‘que han ¡tisul
tado nuestra. bandera. Nosotros soanos buenos pz»
triotns, y hemos arrancado en nuestro camino- todas
ias banderas negras. Voy»a'.— tener el placer ele ¡ies
garrar una, á, presencia dela gxsambiea.» - i
. A lo cual añadió otro gravemente: «E2; precispquo
todoel mundo tome la enseña patriótico...» Aquellas
palabras produjeron grandes murmullos. -I
a Por la cual somos‘ todos’ hermanospx-e-dijo 1:1 ne
._gru1igura. ‘ v ‘ ' -' .— n 4
. . -.Maillard hacia alusion, á. que el día antes la maní.
o. cipalidad de París había. declarado: «Que- 1a- bandera
tricolor, habiendo sido adoplúda como signo zdcufrzofpr
zzidad, era. la única qlle- debía ‘llevar todo : citada
dqno.» ' - -5 . -.'-. ¿l
.L:as mujeres impacientesqgritaban todas ‘jm-as:
= ,_ u-¡P-an, pan!» Lamina rd; entonces principióú pintbr b
_. "— horrible situacion dei Furia-ui causa de- ¡lumbar ‘inten
ceptado algunos convojues otras ciudades, ó! laztqriw
tocrácia.
molinerc ha
«z Quieremwdecía,
recibido doscíentaslíbras
—hacern0s pormorir‘.
no moler,
P
‘LAS ¡arenas m: LA uzvozuerou. _ 25 »
habiéndole prometido la. persona. que le entregó esa.
cantidad, otro tanto todas las aemanasn-La, Asam
blea grita: «Nombradle,nombradlegxv-Las mujeres
dijeron por casualidad: «El arcipreste de París.) _
Bobespierre tomó una gran parte, en la cuestion.‘
Solo, apoyando á.‘ Maillard , ‘ dijo que el abate Gre
gorio había. hablado del hecho , y que ¿[daría más
noticias. _, ,.
Los demás miembros de la Asamblea hicieron
Nomcsas ó amenazas. Un diputado clérigo, abad
ó prelado, fué á. dar su mano a besara una mujer.
Ella, encendida en cólera, dijo: «Yo no he hecho
nada malo, para besar la mano de un perro.» Otro
diputado militar. condecorado con 1a cruz de San
Luis, oymdo decir á Millurd que el grande obstácu
lo á la. Constitucion em el clero, se dirijió hacia él
diciéndole, que se debía ejecutaren él ‘al momento,
un castigo ejemplar. Maillard, sin espantarse, res
pondió que el no culpaba a ningun miembro, que
quizás tampoco el clero supiera nada de aquello,
pero que era conveniente dar aviso de todo lo que se
decía. Por segunda ivez ‘Robespierre, apoyando s’.
Maillard, calmo gl las mujeres. Todas las de afuera
> se impacientaban, temiendo por su jefe, pues había
,_ corrido la voz entre ellas quehabia muerto. Enton
‘ cos salió .Maillard fy se presentó ante‘ ellas un mo
monto. “¡" _' . — '
Junillardydespues ‘de contener-las, volvió á. la
Asamblea, diciendo que era. preciso invitar á. los
guardias de Corps ‘á hacer reparacion de la injuria
Los ádiputados
— hecha ‘desmentian
su bandera. u; - tal suceso,
' y Maillard
' -* insistió en términos poco mesurados. El presidente
Mounierle recordó el respeto que debía á. la Asam
blea, y añadió rudamente que los que quisieran ser
ciudadanos, lo podían ser segun su voluntad. Esto
era dar ocasion á.— Maillard para que cuestionase.
Maillard aceptó el reto, y contestó: «No hay nadie
- ue no deba. estar orgulloso con el nombre de ciuda
. “gano: y si hay alguien cn esta augusto. Asamblea que
a no lo esté, es digno de ser arrojado de ella.» Enton
¿i- ces todos los diputados, aplaudiendo, dijeron: «Todos, _
- Étodos somos’ ciudadanos,» . a4 _
Éïz-Al instante se llevó, por parte de los guardias de
' nzbandera tricolor. Las. mujeres gritaron:
ey, vivan los guardias de Corpslr» mai
, _ a,
Ir
- r
10g f '32, ¡‘nano-tau Poíïrxc/i iia LA resina.
;I .
¿It . períor, aun centenar sle*mujeres,‘ln.mayor parte jó
¡J - venesgque á unarseñal suya, .ó- gritaban ó enmude
«th. cian; Llamaba á. los diputados por sti-nombre con
,1, cierta familiaridad, y preguntaba: «¿De-qué se está.
si r hablando? ¡Haccdreaiziazr a ese parianchin! Aquí no
. th. se debe tratar sobre lo que ahoraellos discuten; aquí
Jb,‘ se debe trataracerca. de la adquisiciomde pan. Que
\ 4 se haga hablar á-nuestra. pequeña. madre, m: Mira
—1 beau.» Y todas. las demás gritaban: «Nuestra: peque
‘a ña. madre, Mirabeau.» Pero él no quería hablar.
n r. Mr. de Lafayette, íhabíendo salido de París entre
l las cinco ó las seispllegó un minuto despues de es
ta escena. . . . l . x.»
Es necesaríoxque- retrocedamos más atrás, y es
Ü preciso que le sigamos desde el medio día hasta el
‘minuto critico. v
A las once, advertido de la invasjon delyHotel de
Vifle, encontró á. la multitud desesperada -.y se. puso
a’. dictar un despachopara el Rey. ‘La GnardíwNacio
nal ocupaba la. Gréve, y. decía que era’ tpreéiso ir á.
Versailles. ' ‘ayette fue á París, en vista del rumor
general. — ‘
Se decía. smaembargo, queLafayetter. aparentaba
ir comoforzado y violento, y‘ que ‘se aprovecharía
de las círcunstancías.--Se' esperó hastalas once, por
ver si una vez disipnda lai ‘multitud, podrían pasar
los carruajes por la puerta del Dragen‘. Peroglaguar
día de Versailles velaba, y cerraba el pasoir * w
Lafayette. antes í centrar en Versailles, hizo re
novar el/juramentosde fidelidad á. rla -ley y al Rey.
Díspuso que se‘ le avisase su llegada, y el Rey le res
pondíó que le vería con gran placer, y ‘que acababa
de aceptarla dcclaracion de los derechos.
A bro. de los guardias
Lafayette y-de,
entró solo entodo elmundo.
el Palacio, En l‘0E¡l—
conxgran asom
u,’ . o: auf n a: a1 1
uz. Al, 9' -- -" ‘i’
mw»; . , - - «¿,02
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ffl.’ ... _ .
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Í
e. . V
_ ‘.,;r<,.— . ',
o
w.
dos
‘Eldllerentes
¡’genio de madainestaelha
maestros y dos distintas
sido dominado
ideas: hasta
el año de 89 por Rousseau, despues por ltíontesg
¡quie-u . _ _ " .
' , Tenia 23 anos en el 89,,Ejercia sobre Neker, ‘ su
padre, a quien gobernaba por entusiasmo, una
poderosa accion. Jamás, sin la intercesion de su
ardiente hija, el banquero genovés hubiera mai»,
"qhado tan lejos en la vía dela política. Ella es- _
taba entonces llenade ardor, de confianza; creía
firmemente en el buen entendimiento del género
humano. No ‘estaba aún influida por los media
nos adoradores de que luego se vió rodeada. Siem
jprg madame Stael fué gobernada por el amor.
Así‘, el que tenia por su padre, hacia que- fuese
uno-nde‘ los ‘hombres mas. avanzados; y en ‘reali
i dad, en un “momento, se elevó a gran altura por su
.fé.‘_Bajo la inspiración‘ de su hija’, no hay que dudar
lo, se lanza a la difícil empresa del sufragio univer
sal: medida ardua en un país tan numeroso y tan
poco adelantado; medida contraria a su carácter,
poco monforme con las doctrinas que antes y des
pues esposo. _ _
El padre y la hija, espantados de su audacia, bien
pronto retrocedieron un poco. Y madamestael, 3d‘
miradora de lau/Inglaterra, que no conocia a fondo,
L8 BIBLIOTECA POLÍTICA DE LA IBERIA.
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56 BIBLIOTECA ¡»orinar n: LA xauu,
ydijo: «Dejadle; ¿por qué no le permitía seguir su
destino?» — - l
Así. ellas gloriosamente se consngraron al matri
monio y al amor, elevando la fatigwda frente de sus
esposos en el momento de ir zi espnrar, é inculcando =
en su corazon el deseo de la inmortalidad.
‘ramhien ellas la. alcanzaron, y vivirán eterna
mente. Siempre los hombres venideros sentirán no
hacer conocido á. mujeres de tal sublimidad y ‘cora
zon. ¡Siempre tendrán unelevado lugar en toda alma.
ardiente y apasionada! '
Había como una señal de tan trájico suceso en el
rostro y en la espresion de Condorceet. Con una con-_
tinencia tímida (como la de los sabios, siempre s0
litarios en medio de los hombres), tenia algo que
indicaba paciencia, tristeza y resignacion. Sus ojos,
nobles y dulces, llenos de una, ideal seriedad, pare
cian mirar el fondo del porvenir. Y su espaciosa
frente, capaz de contener la ciencia, parecía un in
menso aimacen; un tesoro precioso de lo pasado.
El homb e era más profundo que fuerte. Siempre
hablaba con debilidad. La universalidad. estendida
en un objetm, es causa de la. inaccion. Añadamos á,
esto que, viviendo en el siglo XVIII, pasó su vida en
el siglo XIX, y que sostenía sobre sus hombros todo
su enorme peso. ’
IIabia obmrvado todas las discusiones, grandezas
y-miserias. El. sin embargo, tenia fatalmente algu
nas cemtradiciones. Sobrino de un arzobispo jesuita,
debía mucho al poder de los Rochefoucauld. Aunque
pobre, era noble, y su nombre era el marqués de
Condorcét. Su nacimiento, sus relaciones y otras
muchas cosas. le atraian al régimen antiguo; ycon
txt-estaban admirabiemente estos antecedentes -y re
cuerdos, con su salou, su casa, su mujer.
liladzrne Condorcéet, nacidafien Gruochi, canonesa
entusiasta de Rousseau y de la revolucion, salida de.
su posicicn medio eclesiástica, para presidir un,—sa
lon, que era la reunionide los libres pensadores, pa-‘.
recia una noble sacerdotisa de la filosofía.
Gondorceet y ella le exhortaba
La crísísrdejunio á que seápronunciase.
del 91, obligaba decidirse
rre-viv cerrñferv-"m".
;
Et cuneta terrarumsubacta,
Praeter atrocem animum Catonis.
A_ ,.
Camino todo el dia por el campo, Por la’ tarde en
tró en la encantadora ciudad de Fontanay-aux
Roses, llena de gente instruida; hermosa poblacion,
en que el mismo secretario de la Academia de cien
ciasse asoció, por decirlo así, al poder de Voltaire,
y donde tenia muchos amigos, casi todos cortesanos,
pero todos prescritos. Quedaba la casa de Petit
Mondges, como 1a llamaban Mr. y madame Suard.
. Suardppequeño y. gracioso hombre, y su esposa,
viva y gentil, eran instruidos, aunque no se habían
lanzado á. escribir libros; publicaban, sí,.. cortos ar
tículos, noticias sentimentales; en lo cual se distin
— guía la señora. Nadie turbó su vida. Siempre fueron
amados, influyentes y considerados, hasta su último -
dia. Suard murió siendo censor real.
Al negar á su casa el‘ proscrito, se turbó el so
siego y la tranquilidad de que gozaba aquella fa
milia. Se ignora por qué causa; pero lo cierto es que
inmediatamente Condorcéet se marchó por una puer
ta. del jardín. Segun dicen, esta puerta debía. endon
trarla abierta, y la encontró cerrada. El egoísmo
de Suard no es suficiente para dar crédito á. tal tradi
eion. .
Se afirma, y lo creo, que Condorcéet abandonó á
París por no comprometer á. nadie, y que tampo
co queria comprometer á. los Suard, sino que fue’.
a su casa á pedirlos alimento: se lo dieron, y hé
ahí todo. d‘ -— _
Camino dia y noche por un bosque, pero se canso
pronto; y este hombre, caminando sin reposo de
aquella manera, cayó estenuado de fatiga. -
Se detuvo, abrió el libro del poeta romano para
64 memoriam POLÍTICA es Lrmnu.
aliviar su corazon. Todo le denunciaba: su’ aire, su
libro, sus blancas manos. Los perteneeientesal 00
mité republicano de Marmat, le acusaron de‘ traidor
á la República. Le quisieron conducir á. sü distrito?!
pié; pero no pudiendo andar. le metieron en un carro
y le condujeron á la cárcel de Bour-le-Reíne.
Se debe acusar á la República de parricida, por el
crimen de matar al último filósofo del siglo XVIII, y
sin el cual, ella no hubiese existido. °
CAPITULO XI.
la
u. r.
-v
En el momentoen
V enemigo como por laque los emigrados,
mano," trayendo
le abren las al
fronteras
del Este. el 24 ó 25 de agosto, el dia del aniversario
de SanBartolome, estalló en el Oeste la guerra de
c la Vendée.
¡Cosa ¡estraña! El mismo dia 25, en quelos ven
deanos ataeaban á la revolucion, la revolucion, en su
generosa. parcialidad, juzgaba en el paisano el largo
proceso de los siglos, y abolia los derechos feudales
sin indemnizacion. 7_ ' '
av En este momento. todas las naciones, Saboya,
Italia, Alemania, Bélgica, apelaban a la bandera.
tricolor, y todas deseaban ser francesas. Y he’ ahí un
pueblo que armándose c’ ntra su madre la Francia,
pelea contra el mismo pueblo. Y estas‘ gentes igno
rantes, desatentadas, gritan: «¡Muerte á la naeion!»
Todo en la, guerra de la Vendée es un misterio.
Es una guerra de tinieblas y ‘enigmas,’ una guerra.
de fantasmas é inaccesibles espíritus Los mas con— ._
tradictorios recuerdos circulan entre el público. Des
pues de un hecho trájico, los comisarios destinados
á ello, llegan inadvertidos, encuentran al paisano en
sus cuotidianos trabajos, a la mujer á. la puerta de
su casa, rodeada de sus hijos, con un gran pañuelo
en el cuello é hilando. Y el gran señor, convida
alos comisarios; estos marchan llenos de satisfac
76 srsuorscA PonmcA m: LA rusnm.
cion, y á la mañana siguiente principian los incen
dios y muertes de la guerra. - ‘
¿Dónde podremos encontrar el‘ gran genio de
la. guerra civil?
Miremos. Nada veo, sino una hermana de la Gari
dad que ca » ina humildemente con ‘la cabeza baja.
Nada más veo. Solo entre dos bosques, una dama
que marcha á caballo, seguida de su escudero , y se
mete por los lugares más recónditos, temiendo ser
vista. , . " '
Por el mismo camino veo á. una honrada labrado
ra con una cesta llena de pan ó de frutos. va apne
suradamente porque qugre llegar a la aldea antes
de anochecer.’ , ’
Pero lahermana de la Caridad, la dama, la labra
dora. ¿a dónde se dirijen? Van por tres distintos ca
mino-‘, y se detienen en un mismo lugar. Todas lla,
man á. la puerta de un convento. ¿Por qué? Acaso
tiene la dama allí á. un hijo á. quien desea ver y es»
_trechar en sus maternos brazos; acaso quiere l;
‘¡labradora venderlos frutos que la madre tierra en
sus fértiles campos la ofrece; acaso quiere la herma
na pedir abrigo enel convento solo por una noche.
' ¿Mas pensaisquede ben tomar órdenes delparrocoï
Si, pero no es aun de día. Es preciso, que el m
‘ cerdote llegue l los ‘sábados confesar’ a . las reli
giosas; peto confesor y director, no solo las diri
'je, sino que por medio de ellas instruye zi otras mn
_ . chas; él confia á. sus virginales corazones. un secreto
‘c
¿que desea se sepa, una sospecha que quiere esten
r
jder, una señal que quiere dar á. conocenAunque
“inmóvil en su habitación, dirije los alrededores del
convento. ' ‘
Con la mujer y el párroco, teneis formada la Ven
dée: la guerra civil.
Pero notad y fijad vuestra. atencion en que , sin
la mujer, nada hubiera podido el sacerdote. '
eciAh malvadasb-decia un oficial republicano. al
llegar una tardeá. una aldea en que solo estaban las
mujeres , durante esta guerra calnmitosa , en la.
que ‘tantos hombres pereciam-Ias onujergs s-n la
causa de nuestra desgracia; sin las mujeres estaría la Ro
pública establecida, y nosotros ‘estaríamos tranquilos m
‘nueslras casas... Marchad; todas sereis fusiladás maña
na. yquevvengaiï despues esos bandoleros á ma
tamos.» (Memorias de madame Sapínaud.)
LAS Murraas m: LA nsvorvcior. 77
No mató zi las mujeres; pero había dado á, co
nocer en realidad en aquella frase, el gérmen ver
dadero dela guerra civil. Este oficial republicano
había sido sacerdote; había dejado la carrera, y
sabia perfectamente que las maquiaaciones secretas
había sido siempre dirijidas y llevadas á. cabo por
la intima fraternidad que existe entre la mujer y el
sacerdote.
La mujer es como‘ la casa; pero son su seguro
puerto la iglesia y_el confesonario. A la. sombra de,
la. santidad pura y sincera, es donde la mujer de ro
. dillas, entre lágrimas y sollozos, recibe y estiende
en su corazon, arrebatado de fanatismo, el verd ero
gérmen de la hoguera de la guerra civil.
¿Qué es, pues, la mujer? Es la. influencia conyu
gal. El marido rendido, duerme, pero ella vela; él
da’. vueltas y revueltas, y llega al fin á despertarse.
A cada instante lanza la mujer un profundo suspiro,
un sollozo comprimido-¿Qué tienes esta i1oche?—
Mira, el Rey está. en el Temple... Al Rey le están
crucificando, como á. Nuestro Señor Jesucristo...——
Y si el hombre- se duerme un. momento, le dice
«que van a vender la iglesia, la iglesia y el presbí
terio... ¡Maldito sea quien tal haga!...»
De este modo, en cada. familia, en cada casa, la.
contrarevolucion tenia un ardiente predicador, celo
so , infatigable, sincero, fuertemente apasionado,
que lloraba, sufría, y que no pronunciaba una sola.
palabra en la que no se ‘descubriese que su corazon '
estaba henchido de un acerbo dolor. ¡Fuerza in- —
menea, verdaderamente invencible! A medida que
la. revolucion , provocada por infinitas contrarie- '
dades, necesitaba herir de repente, ella. recibía otra.
herida, la reaccion de las lágrimas, de los suspiros, _
de los sollozos; lo- gritos furibundos de las mujeresei
herida más temible y mortal que la acerada punta.
de los sangrientos puñales.
Poco a poco, principio a revelarse aquella inmen
sa desgracia, aquel cruel divorcio: la mujer llegaba.
á ser el obstáculo y la contradiccion del progreso
revolucionario que ambicionaba el marido.
Este hecho. el más grave y terrible de la época,
ha sido poco notado. El hierro quitó la vida. a mu
chos hombres; pero existía otro acero secreto, que
cortaba la union de la familia, y que hacía. marchar
al ‘hombre por un lado y a la mujer por otro. *
14 '
ía,
o. u' ln
'78 ' nmncrncngronírrcn m: LA manu.
sEn el 92 se descubrió este hecho trájico y doloro
so. Ya fuese amor al pasado, ya debilidad del cora
zon y natural compasion á. las innumerables vícti
mas dela revolucion; ya, en fin, un gran respeto
y una gran obediencia a los sacerdotes, la mujer era.
el abogado de la czmtrarevolucion. _
Sobre el hecho material de la venta de bienes na
cionales. era sobre lo que naturalmente disputaban
7- éhombre y la mujer.
¿Escste cucstion material? Se puede decir que si y
que nó. y ‘
Desde luego, era cuestion de vida ó muerte para
la. revolucion. No habiendo impuestos, necesaria
mente se tenia que recurrir a los bienes nacionales;
y si’ no se realizaba tal venta, estaba perdida y total
mente entregada a la invasion. La salvacion de ¡a
revolucion moral, la victoria de los principios, era
la revolucion financiera.
Comprar, era el acto que constituía la salvacion
del país. Acto de fé y esperanza.
Esto era decir, que se cmbarcaba en el zozobrante
navío del Estado, dispuesto a salvarse ó perecer. El
buen ciudadano, compraba; el ‘perverso, impedía
comprar.
Impedir, por un lado, los impuestos; y por otro,
la venta de los bienes nacionales: arrebatar los ví
veres .4, la República, y hacerla parecer de hambre;
este eva el plan, muy sencillo, pero muy bien conce
bidopor el cruel partido clerical.
El noble arrastra ba consigo al estranjero, y el
Sacerdote impedía a la Francia defenderse. Por un
lado daba a la Francia el puñal sanguinario, y por
otro la rïesarmaba.
¿Y como detenia aquel movimiento el sacerdote?
Introduciendo sus ideas en la familia, colocando en
oposicion ala mujer y al hombre, y cerrando, por
medio de ella, la bolsa de cada casa en particular,
para las necesidades del Estado.
Cuarenta mil clérigos, cien mil confesores, traba
jaban en el mismo sentido. Maquina inmensa de in
calculable fuerza, que sin dificultad luchó contra la
máquina revolucionaria de la prensa. y de los clubs,
que seguir-nba, si los quería vencer. a organizar el terror.
Pero ya en el 89, 90, 91 y aún 92, el terror ecle
siástico se dibujaba en los sermones y en la confc
sien. La, mujer no se presentaba ante los sacerdote .
l
r _ q;
LAS MUJERES nz LA návoniícrbu. 4 y;
v, _ w319.
sino con la cabeza baja, encorvada de espanto, toda
llena de miedo. No veía en todas partes unas que- el
infierno y sus eternas llamas. No -se.podia ejecutar, -
nada sin condenarse; y icondenándose, era como se j.
podian obedecer las leyes. Y el diablo se lanzaba s0
bre el que, comprando bienes nacionalemseidenrum-ï _‘ .
baba en el abismo y sufría, ‘el ‘horror de los tormen- ,_
tos eternos, ¿Cómo habían de comer ellas con quien’
tal hiciese? Su pan, en aquel momentm se converti
ria en ceniza. ¿Cómo dormir con_un réprobo? El
ser su mujer, _su más querida mitad, bastaba para. ,-,
»
condenarse. » .
¡Quién puede decir las diferentes maneras con que '
se perseguía, acallaba y atormentaba almaridopara _
que no comprasehïamás empleó más diversos ‘blanes
y más estratagemas diferentes, un general óun capi
tan para tomar una ¡plaza sitiada. Aquellos bienes '
ningun fruto reportaban, pues estaban malditos y ya.
se, sa bía lo que pasaba al compraderz-«Juan, que ha.
comprado, le ha caído un fuerte granizo en su p0s,e-_.
sion; ¿y la de Santiago, no se inundó? Pedro está aún y
peor; se le ha caído la casa. A Pablo se le ha muerto
su niño. El señor cura dijo bien: «Así. perecierop los
reciennacidos del Egiptó...» , -
Generalmente el marido nada respondía, y vól
viendo la cabeza, finjia. _ estar dormido. Nunca, aun
que quisiera, pudiera responder á tal cúmulo de pa
iabras. La mujer le embarazaba con la vivacidad de.
su sentimiento, con su natural y patética elocuencia, ,
y principalmente con sus lágrimas. No respondía á.
una palabra que á todas horas diremos. No estaba
rendido todavía. No era fácil que se hiciese contra
revolucionaria su madre, su bienhechora, ,que juz
gaba y le animaba, le hacía hombre y acrecentaba, r
su fé naciente. Y aun cuando nada gauase, ¿nddebía
alegrarse de la inmensa confianzarpopular? No po-r
día despreciar aquel triunfo de. la. justicia, y cerrar
los ojos ante el espectáculo sublime de aquella in—
mensa creacion; ante la vista de un naciente y pode
roso pueblo. _ _. . .
Se spbreponia á sí mismo, sxNo,—decia;—-todo esto -
es justo, y además todos loapoyan; y no, seria un
hombre de. buenas ideas, si aun no lo creyesexjusto.» .
Así estaban las cosas en cási toda ia Francia.
marido resistia, y como hombre, ers. fiel á la revo
lucion. . _ _
80 . emma-rece Porn-ren ns- LA msnm.
Én la Vendée, y en una gran parte del Anjou du
Main y de la Bretgña, le arrastró la mujer, la mujer
y el sacerdoteestrechamente unidos.
Todos los esfuerzos de la mujer consistían en im- V
pedir á. su marido comprar bienes nacionales. Pose
sion tan deseada, del ciudadano, tan ardientemente
ambioneda‘. por él por espacio de tantos siglos; y en
' el momento en que la ley, por decirlo así, se la en
tregaba, la mujer se interponia. y la rechazaba. en y
nombre de Dios. . , - i _
Y en presencia de este desinterés (ciego, pero hon
roso) de la, mujer, ¿el sacerdote disfrutaria de los
bienes materiales que la revolucion le daría? Hu
_ biera decaidocnla opinion de las mujeres, le hubie
ran negado su confianza. -y hubiera descendido del
alto ideal en que su corazon se quería colocar.
Mucho se ha. hablado de la influencia de los sa
cerdotes sobre las mujeres, pero mucho más de la
de estas sobre aquellos.
Nuestro parecer es que_ las mujeres fueron más
sincera yviolentamente fanáticas que los mismos
curas; que su ardiente sensibilidad, su dolorosa pie
dad para. las víctimas, culpables ó nó, de la. revolu
cion; la exaltacion que las produjo la trájica leyenda
del Rey en el Temple, de la Reina, del príncipe, de
madame Lamballe ; en una palabra: la profunda
reaccion de la piedad y de la naturaleza, en su cora
zon, fué la real y enérgica fuerza de la contrarevolu
cion. Ellas dominaron, arrastraron á. 10s que pare
cían conducirlas; impelieroná. sus coñfesores en la.
vía. del martirio, y á. sus maridos eh la. siempre
cruenta guerra civil. s
. e
o . . . ¡"nos . a o a o a o o
a o n . u 1 ' u u n n . u o u
¡Ü n . a o o. o o o
I us Munmns m: LA REVOLUCION. . 87
sabe, otra vista que la de las murallas de la ‘Casa de
la Moneda. Subian al tercer piso, y allí, invaria
blemente, encontraba á Mr. y Mad. Roland, recien
venidos de Lyon. El pequeño salou no tenia más,
que una mesa donde los dos escribian, y la alcoba,
siempre entreabierta, dejaba ver dos camas donde
dormían. Roland tenia cerca de sesenta años y ella
treinta y siete, representando mucha menos edad;
de modo, que su resposopodia pasar como padre.
Era altoy amarillento y flaco, de aire austero y apa
sionado. Este hombre, que se huho sacrificado por
la gloria de su mujer (I), era un ardiente ciudadano, .
que tenia grabada la Francia» ensu corazón; uno de
aquellos viejos franceses de la raza de Vaubin y
Bois Gilbert, que bajo el poder realfno proseguian
menos ‘en las solas vías entonces abiertas , con la‘
santa idea del "bien píibiico. Inspector de manufac
turas, había pasado toda su vida en los trabajos. los
viajes, para buscar la mejora de que nuestra indus
_tria era susceptible. Había publicado algunos de
sus viajes, y diversos Tratados ó Memorias relativas
á ciertos adelantos. Su bella y valerosa mujer , sin
rehusar la aridez de aquellos trabajos, copiaba, tra
duciaharregla ba sus obras. El arte del hornaguero, el
Arte del fabricante de lana rasa y seca, el Diccionario de
manufacturas, habían ocupado las bellas manos ¡’e
Mda. Roland, sin otra distraccion que la cría del úni
co hijo que tuvo.
Estrechamente asociada á sus trabajos las ideas
de su marido, le profesaba un culto filial, hasta pre
parar frecuentemente ella misma los alimentos; una.
especial preparacion era necesaria, el estómago del
viejo estaba delicado, fatigado por su mucho y con
tinuo trabajo. ‘ ‘ o
e El mismo Roland ldictaba, y no empleaba mala
mente la pluma de su mujer en aquella época; más
tarde, cuandoïfué nombrado ministro, en medio de
diría, «si.» _
V PermitasemeÍ insistir en‘ esto. Este hecho , del
cual se ha hablado muy poco, no es un detalle indi
ferente, puramente anecdótico de la vida privada.
En el 9L tuvo este hecho una grave influencia sobre
madame Roland, y la potente accion que sobre si
ejercía desde aquella época, seria mucho menos es
plicable, si no viésemos como desnudas las causas
que entonces apasionaban aquel corazon; hasta en
tonces tranquilo y fuerte, pero de una fuerza toda
concentrada en si, y sin accion csterior.
Idadame Roland pasaba en el año de 89 su vida
oscura, trabajosa, en el triste lugar de la Platería,
cerca de Yillefranche, y no lejos de Lyon. Enton
n
104 BJBLIGTECAPGLÍTICA m; LA msnm.
declinar la tarde, á. las _ cinco y media, llegó al
pié de la estatua de la. Libertad, estando colocado el
cadalso en la plaza donde se halla el obelisco; subió
ligeramente sus gradas, y volviéndose á. la estatua,
' la dijo con una grave dulzura, pero sin ¡envolver en
ella ninguna repulsa: «¡Oh! Libertad: ¡’cuántos crí
menes se cometen acojiendose a tu nombre!»
' Había sido la gloria de su partido, de su espo
so, y de ningun modo había contribuido a su’ ruina.
‘Oscurecio involuntanami nte a Mr. Roland para
el porvenir; pero le hacia justicia, y profesaba a
aquella alma antigua, entusiasta y austera, una es
pecie de religión. Cuando por un momento se la
ocurrió la idea de envenenarse, le escribió diciendo
r
la perdonase dispusiese de. su vida sin sueonsenti
miento. Sabia que Roland tenia una sola debilidad,
y era sutviolento amor por ella, mucho más profun
do que el que ella tenia.
Cuando la juzgaron, dijo: «Roland se matará.» No
se le pudo ocultar su muerte. Retirado cerca de
Rouen, en casa de unas señoras, amigas seguras, se
desesperaba, y para ocultar sus intenciones, desea
‘ba alejarse. En tales circunstancias, no hubiera. es
tado el viejo bien lejos de allí. Encontro una mala
diligencia que marchabapor su mismo camino; 133
sendas del 93 eran fronterizas. No llegó hasta por la
tarde alos confines del Euro. En el completo aban
y dono de lla policía, los ladrones recorrían todos 108
caminos y peleaban aun con los mas firmes: Sin
embargo, los gendarmes les perseguian. Esto inquie
tó á. Roland, y resolvió no ir más lejos para poner
su plan en ejecucion. Salió de la diligencia, abando
nó elpamino, y marchó por una senda que conducía
á un castillo: se detuvo al pié de un roble, colocó su
baston ámodo de dardo, y se pasó de parte á parte.
Se encontró sobre él su nombre, y estas frases:
«Respetad los restos- de un hombre- virtuoso.» Los
años que le han seguido, no han desmentido seme
jante calificación. Siempre ha llevado consi o la es
timación aun de sus adversarios , especialm nte de
Roberto Lindet.
Así terminó la vida de este hombre probo. y con
secuente que había servido de una maneratan asidua
y constante á. la República. El epitáfio colocado por
él sobre su cuerpo, es el mismo que le ha consagra
do la historia.
..a'
LAS mu: ¡amas mi LA nzvonucxon, ' 105
No, podemos resistir al placerde copiar la descrip
ahcion que de madameflltoland hace Lemontey , y
ve‘? “dice asíz‘ a,
. - ¿‘T- ‘x; «He visto algunas veces á.‘ madame Roland antes
._,'._'. del año 1789: ‘sus ojos, su talle, ‘su cabellera, erande
o Ïïïuna‘. belleza notable, y su delicado cutis tenia una.
frescura y un colorido, que juntos cen su aire de re
«s .,.,servay candor, la rejuvenecian‘singularmente. Yo
no la encontraba la estremada elegancia de una pa
'. risiensefcomo ella dice en sus’ Memorias: yono
"quierodecir que fuese ‘desmañada, pues que todo
., lo que es sencillo y natural, nunca puede estar
, “despojado de ‘gracia. Recuerdo bien, que la primera
‘vez que la ví, realizó la idea que me había formado
de la pequeña hija de Vévay, que-tantas cabezas ha, -
trastornado, de laJulia deRousseau; y cuando la
oí hablar, la ilusion fue aun más completa. Madame
Roland hablaba; bien, muy bien. El "amor propio
¡hubiera querido encontar más estimacion en. ella
gïide lo que decía, pero no había medio posible ; era
> ¿simplemente una naturaleza demasiado periecta. In
teligencia, buensentido, propiedad enlas espresiones,
e razon picante, gracia nativa, todo corria sin estudio
entre aquellos dientes de marfil y aquellos‘ rosados
labios; era fuerza resignarse. En la marcha dela '
revolucion-no vi más que una‘ vez á madame Ro
_ land, era al principio del primer ministerio de Ro
4. land. Ella no había perdido ¡su frescura y su aire de
I’ adolescencia y sencillez: su marido parecía u_n kuá
" V kero, de quien era hija; y su hijojugaba asu alrede
_Ídor con sus bellísimos cabellos flotando hasta la cin
tura: se creía ver en ellos los habitantes oe Pensil
"yania, llevados al ‘salon de Mr. de Chalonne. Mada
“me Roland no hablaba‘ mas que de los negocios
"públicos,_y pude reconocer que mi moderacion la.
ïinspiraba cierta piedadf Su alma estaba exaltada,
. ¿’pero su corazon permanecía dulce y tranquilo. Aun
«Í que las grandes ruinas de la Monarquía no hubie
- ‘sen acaecido entonces, no disimulaba que los sínto
qmás dela anarquíaprincipiaban a establecerse, y
rometia combatirlos hasta la. muerte. Me acuerde
,11}; eLtono tranquilo y resuelto con que me decía que
‘ ‘ gntregaria, si necesario fuese, su cabeza al ver
, g confieso que la. imágende aquella cabe
—= dora entregada al hacha del verdugo, me
- i :5- jimpresiog difícil de ser borrada de ¡mi
.+> c»;
106 nuuonca POLITICA m: u msnm. . 2
oorazon, porque el furor de los partidos aun no nos
había acostumbrado á. tan espantosns ideas. Así, los
prodigios de la firmeza de madame Roland y su he—
rólca muerte, no me sorprendieron en modo alguno.
Todo estaba de acuerdo , nada había cambiado en
j aquella mujer célebre; no fue este el carácter más
brioso, {pero sí el más verdadero de nuestra revolu—
cion; la historia no le desdeñará, y otras naciones
fimemente le envidiarán.» '
“¡MCU AJ i: ntw-sra-“a: .,u- ¿‘Gx e ¿{u
XT-l‘; i", fu. ‘ql-sam, ¡i ’ . , — u!‘ ,s,‘.,.i
A.¡-'.> J v: p _i[,_.Í.¡ 34:1, p: - _,‘--,_ i ‘ l
-a'.¡.-'—'! E" hiïiïr-í.” i" ‘n-fi.‘ ¿‘i . i,‘ ' * á tu‘ . 0.a}
3:5. .047 srnzvra-íï 0.; v. ¿. n: «¡ .¿ .¡ d; _
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'I'. »¿V-|‘r"‘l’.ï(‘-,-<jv .‘p_ w‘. - * - . ' - .. ‘_¿
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,‘.-¡— mdemeiszileelïeralie (madame Robert).—(l7 de’ ¡uno
f-ï -' < del 91.)
7.: . i ‘í un‘ , . . :1
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"33, -‘,. u" 13:‘: ¡:5 , q: _ y ‘u, ¡ ‘,' -. o
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us susana n LA nuvonuciou. 109
sus ayudantes al corso Bonaparte. Su sueldo no bas
ïqtaha para sostener á su familia, y para ayudarse es
‘ eribia en el Mercurio, en el Periódico de los Sábios, y
hacia además una multitud de traducciones. La. pe
— sueña Keralio no tenia diez y siete años , 'y ya. tra.
. , uc a y reco llaba.» A los diez y ocho años hizo un
f romance (A Zaida), el cual nadie leyó. bespuesem
picó diez años en hacer un trabajo serio una larga
historia de Isabel, que muestra un gran estudio, y
que está llena de curiosas notas. Por desgracia aca
bó esta obra el 89, era demasiado tarde, no había
tiempo para leer la historia. Visto eso por el padre
y la hija. , se principiaron á. ocupar delos asuntos de
actualidad. Mile. Keralio se hizo periodista y es
ngecribió en el Diario del Estado y de los ciudadanos.
‘te; El viejo Keralio fue, bajo el mando de Lafayette,
instructor de la Guardia Nacional. Y no parece que
ni a el ni á ella les sirvió de mucho tal empleo.
w Cuando lo perdió, siendo lo único con que podían
ïwmantenerse, se casó la hija.
‘wii El marido de‘ esta, adversario del partido de La.
‘ fayette; era el franciscano Robert, que desde el > fin
2 del‘ 90,‘ siguiendo con asiduidad la suerte de Camilo
Desmoulins, había’ escrito el Republicanísmo adaptado
l ¡th-lila flvlncia. Mile. Keralio, de noble cuna, de eleva
' dc posicion wen el antiguo régimen, se impregnó
ardor y facilidad en aquel movimiento. Su ma
"'=.’iri_moni0'la arrojaba á. la más abrasadora hoguera de
agitación parisiense, al club de los franciscanos.
"¿El dia. ‘en que los jefes de los franciscanos, presos ó
' huyendo, abandonaron el peligroso sitio, en. el altar
de la patria, ella promovió la reunión, agito los es
"¡‘p1'ritus,—y por mano de su marido escribió el acta.
“decisiva. ' — ‘
i.‘ »‘—.
¿í El asunto eramuy peligroso: aun cuando no se po»
‘H dia. adivinar las muertes que por la tarde hablan de
" “hacer los realistas y los soldados de Lafayette: el
“ïfiampo de Marte había ¿sido testigo por mariana.
" e una escena demasiado trájica, debida a una burla.
¡preparó un“ acto ‘sangriento. Aunque sea
— gonzoso tal hecho, nosotros no le_pode
ues sirve este ejemplo mucho anues
] . -.- .z.i_,.ï,—g2¿._. íge_üc¿g.—zs_ixxa La» ¿‘p
z z ‘bres realistas, eran en estreiïio
us Actas de los ¿Apóstoles tpreseíilzg:
s; ¡gus rcomo estremadamen e ca 1:
‘¡If in.‘ fiin-q _\. g; . -¡
31
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CAPITULO XVII.
Carlota Corday.
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Muerte de Carlota Corday (19 de julio del 95).
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110 ¡mamen noni-nen m: nAflmmm.
fatalidad, marchaban á consolarse, á. olvidarse de
sus dolores, en sus casas de ruina. .
Y aun aquel Palacio Real, tan encantador y lucien
te, tan llene de lujo y oro, de bellas mujeres que os_
brindaban la felicidad, ¿qué era en realidad sino la
casa de la muerte? - -
Si’; ella era quien la ocupaba en todas sus más bri
llantes formas. En el esterior, los mercaderes de
oro; enlas galerías interioresdas mujeres. Los prime
ros, emboscados en casa de los mercaderes de vino ó o
de pequeños cafés, os ofrecían, á buen seguro, el
medio más perfecto de ar uinaros. Vuestra cartera,
realizada sobre el campo como moneda corriente,
dejaba primero en el esterior una buena parte, otra
en los cafés, despues en losjuvgos del primer piso, _
luegonnzlas galerías interiores. Por último; todo eram- w’?
árido; todo estaba evaporada.‘ - v. ‘r -.
Ya no eran aquellos primeros tiempos del Palacio
Real, en que los cafés fueron los centros de la revo
lucion naciente; donde Camilo, en el café de Foy,
santificó la cruzada. No era aquella inocente y revo
lucionaria edad, en la que el bueno de Fauchet pro
fesaba en el Circo la doctrina de los Amigos, y la de
la asociacion filan3rópica,,del girado ‘(le la. Verdad.
Los cafésh-lñs restaurant; eranmny frecuentados, pero) p. ._.
á la vezpermanecian sombríos, Algúnos de «aquel-10s! ‘ 1. ’
famosos establecimientos debían llegar aser. dema .
muertoássxlado áSainïÉwseau.
siado íunestos. Fevrier, dueiio,,de_ Más tarde”
hn paté, en ely, .- —;—
viógcaer,
café de ‘Dorrazahfue trarnadala muerte sie, la, Gig. A,._¿,-.'
ronda" ', ' m‘; l‘. ¡' ‘Tn v: "¡"33
La vida, ¡la muerte.pel placerrápïdo. grosero, es» e;
terminador: he ahí?‘ lo’ queformabagql Palaciofiealf -\_'1
del 93.jEran recisos los juegos, pero de a uellos enïb ._,‘—.,
que de un se o golpe se pierde o se gana 1030.7
¡les
Laseran‘
mujeres‘
elejidas,
que,permitasenos.
entonces pnseaban
lajrase por
, como
las ca-
se -517;
. :1‘
-'¡1
CAPITULO xx. ‘f
r - '
5'. -_ _ . t" . L'Ï'.l=_
-- ’_‘ . . .0 In.‘ ‘a 5:1.
- t- ‘ ..
11.-‘; LaAsamblea constituyente había ordenado-que
gg ¡ansia municipal dpn e se efectuabau los matric
monios, las declaragiphes dsnaeimiqntow deman
tmiseedificaseuns-altggt. ¿«z- ' — r u; ‘lam
. Los tresgmomentesgpatéticos del destino humana,
- ¿encontrandosei así ópnsqgradosren-el altar del ‘(lab
muxas- y las religiones zds«,las familias anidan ¡las di!
la. pátria, aquel altar hubiese sido bienrparonto nl
‘_ —úxiioo,:.yg.la municipalidad‘ hubiese 85.410,01 templos:
, ¡»Elgonsejjo detMirabeau fue’ seíuifloti «Novconsoé
guireis, paga,’ sino descríat-ianiztïís amvolnciolnpwux
¡..M_l1fih0fl obreros del arrabal desata .A{lflQÍiÍQ,—"Qn
gl 93, atieelararonque no olteiantlegítimszeus mu»
montos ¡»mi no estpbaneeonsagradosü ondek comun
por ctnnasistradoaa=-x-:z-w- . — — i?» un!
l, cmnjkaïgeqlmoulbs,‘ eneLQI, se casó en Sama
eio asegm e gito QQÉÓIÍQO,'TFDQFQQBIOEÍ lo guisa:
, ilia ;de su muj er. B11141269 01:92., Jubiendqxñacidn
su Übrïloïjficiflylfi llevóiél: mismoyal-¡Hqtil ¡e _ En
¡las y: reclamóda ley dela Asambieamqstitaymtsp
All-acuesta prime: ejempgo; deb bautismo. repa
bliflnflbqgru r - » 0 9 u} rra m3 0brn}i—.c»:a
. El másgadmirable.pomefi_ a. revolqcidlumnl
de su gym esefitor. el bueno y qbeum flamilfiuo!
de su enhantadora Lucila; el acta que los llevó ¿am
bos á la muerte (á. la cual contribuyó muy directa- _ t
us MUJERES n: LA nrvonucron. 167
mente), la proposicion tan arriesgada, en pleno ter
ror, de un Comité de clemencia.
Pobre, mejor dicho indigente; en el 89, poco favo
' recido de la naturaleza bajo su aspecto fisico, y aun
más, casi tartamudo; Camilo, por el solo atractivo de
su corazon y el encanto de su sublime espíritu había
adquirido á. su Lucila, bonita, graciosay relativa
mente rica. _ - "1
Ezistia de ella un retrato, quizás el único, una
preciosa miniatura (de la col: ccion del coronel Mau
rin), ¿Qué se ha hecho de e12 ¿Quién le tiene? Tal
preciosidad pertenece á. Francia. Ruego encarecidaw
mente al dueño de tan. precioso objeto, que cual
quiera que sea su fin al tenerle, haga el favor de
entregárnosle. Que sea coiocado en el Museo, para
que ocupe un lugar en el museo revolucionario que
más ó menos tarde se debe formar.
- Lucila. era hija de un antiguocomisario de adua
nas, y de una bellísima y encantadora mujer, que
decía había sido madrastra del ministro Terray. Su
retrato demuestra ser una jóven muy bonita, pero
de una clase poco elevada, como el nombre lo ates
tigua: Lucila Duplessis Laridon.
,4, Era hermosa, pero sobre todo muy constante: un
pequeño Desmoulins en mujer. Su encantador pe
queño rostro , conmovido, impetuoso, fantástico,
_ tenia el genio de La Francia libre (el bello folleto de
‘su marido). El genio -tambien descendió á ella; le
sentía, al concentrar en su corazon el amor á. un
hombre de genio (1)., Nosotros no podemos resistir
al placer de copiar la carta’ interesantísima en que
una jóven de veinte años cuenta sus emociones du
rante la noche del 10 de agosto:
, ¿E18 de agosto había vuelto del campo: ya todos
‘ los espíritus se hallaban fuertemente alterados; es
tuve á. comer con unos marselleses, y al fin de la co
midahdiscutimos acaloradamente. Concluida la comi
. a
francmasones yJos. templados, de los que, se: 5g, fíg
fué ‘srssgnaestre. . ., ¿.3
Las MUJERES ns LA nrvonvcíoil. 179
Los jansenistas, declarados por la persecucion dela
sociedad secreta, por la habilidad poco comun con la
que organizaban la publicidad misteriosa de las nuevas
eclesiásticas, habían merecido la atencion particular
de 10s jacobinos. El cuadro ingenioso que revelaba
aquel mecanismo, era el solo ornamento de la bi
blioteca delos jacobinos en 1790. Robespierre, del
89 al 91, vivió enla calle de Saintonge de Marais,
cerca de la de Touraine, a la. puerta misma del san
tuario donde aquellos energúmcnos del janscnismo
espirante’, hicieron sus últimos milagros: el princi
pal habia sido crucificar a las mujeres, que al des
cender de la cruz, no comían mucho. ,
Una violenta vuelta al fanatismo , despues del
terror, era fácil prever; ¿pero qué se adclantaba
con ello?
El castillo de la duquesa prestaba asilo a un adic
to, al cartujo don Gerle, colega de Robespierre en
la‘ Constituyente, el que asombro á. la Asamblea, pi
diendo como una cosa. sencilla y fácil, que se decla
rase a! catolicismoreligíon del Estado. Ai mismo tiempo
quería don Gerle que la Asamblea proclamase como
ciertas, las profecías de una loca, la jóven Susana
Labrousse. Don Gerle era intimo amigo de su antiguo
colega: iba frecuentemente a verle, le honraba tante
como si fuese su patron, y sin duda por agradarle,
tenia en su casa un carpintero de taller. Había obte
nido de el un certificado de civismo.
El cartujo era tan buen republicano como profeta.
En un desvan del barrio Latino, su espíritu se había
entusiasmado por una vieja mujer, idiota, á quien él
llamaba la Madre de Dios. Caterina Theot (así se
llamaba), estaba. asistida en sus misterios , por dos
jóvenes, dos encantadoras mujeres , una morena y
otra blanca, a las cuales se las llamaba la Cantante y
la Paloma. En el desvan efectuaban todos sus miste
rios. ¿Y había de descender ó. todas aquellas bagate
las el grave Robespíerre? Se ignora. Solamente se
sabia que tenia la vieja tres especies de divanes,
blanco, rojo y negro; que ella se sentaba en el pri
mero, su hijo don Gerle en el segundo, á la izquier
da, ¿y para quién era el otro, el divan de honor, á la
derecha de la Madre de Dios? ¿No era para un hijo
querido. el Salvador que debía venir? _
No pudo ser más ridícula la cosa en Sl misma , y
tampoco se pudo tener más actividad paraaïnsenarla
3.‘ .
180 BiBLXOïBCA POLÍTlcA m: LA msnm.
_ _ - i1v ‘i
tal como em, lo cualse podia mirar por dos distm- — ' . -
tos lados, que descubren una. asociación ‘grosera. en
tre el iluminismo cristiano, el misticismo revolucio
nario ‘y la inauguración de un gobierno de pro
fetos.
«El primer secreto del Evangelio, fue el anuncio
del Verbo; el segundo, la separacion de cultos; el
tercero, la revolucion; el cuarto, la muvcrte de los Reyes;
el quinto, la. reunión de los pueblos; el sesto , el
combate del ángel esterminador; el sétimo, la resur
rección de los elejidos por la Madre de Dios y el bien
general que ocasionan los profetas.‘
y>¿Dónde se encontrará. la Madre de Dios el din de
la revolución? Sobre su trono, entre los profetas, en
el Panteón.»
El espía Senart. que se hizo iniciar en todos sus
secretowpara publicarlos y para prender á sus auto
res, dice que encontró una carta, en casa de le Mar
dre, escrita á Robespierre, como si fuese su primer
profeta’, el hijo de Dios, elRedentor, el Mesías.
Los dos gascones, Barrera yVadier, hicieron juntos
la obra maliciosa. delprospecto que los Comités lan
zaimn en la Convención, y-le miraron como una cosa.
estmña. Esto daba lugar á. que hubiesen del pros
pecto tzin realistei, y de la restauración de la Monar
quía. La Atamblea. , desorientada , no sabia qué
hacer ni que creer. Poco á poco lo fue compren
diendo. Bajo la débil sombra de Vadier , sintió la.
poderosa mano del sangriento sarcasmo. El sarcas
mo en boca de un hombre llamado serio, escita. la.
hilaridud sin poderlo resistir.
El efecto fue tan violento, que bajo el cortante
cuchillo de la guillotina, en las hogueras, en los más
sangrientos suplicios , la. Asamblea se reía de sí
misma. '
g» ¡Se decidió, con gran entusiasmo, que aquel pros
fiecto seria. enviado á todas las administraciones ci
viles y militares. La tirada fue qui..ás de cien mil
ejemplares.
Nada contribuyó más directamente á la. caída. de
Robespierre que todo lo referido.
‘v- :_ -. i. ¿l ,_
3-.
CAPÍTULO XXVIII.
\
Este suceso de la Madre de Dios, se complicó en
otra acusación , no menos merecida , contra R0
bespierre.
Se supuso gratuitamente que el apóstol. de los ja.
cobínos había buscado prosélitos hasta en las casas
de juego, y discípulos entre las damas que recibían
jugadores.
En realidad. se confun ió maligna, calumniosa
mente al Robespierre viejo, con el Robespierrejó
ven, que frecuentaba aquellas casas.
Robespierre jóven, abogado, orador fácil y aun
vulgar, hombre d'e sociedad, no se cuidaba lo que de
sí exijia la alta y terrible reputación que su herma
no disfrutaba. En todas las misiones en que su nom
brejugaba un principal é importante papel, velaba
muy poco por si mismo. Se le veía abogar por todos,
y aun en los clubs, por una mujer equivoca.
Había conservado, ya por su juventud ó. P01‘ S11
buen corazon, la esperanza de que su hermano po
dria detener la revolución. No ocultaba á. nadie su
esperanza, no teniendo en cuenta los obstáculos in
mensos que habían de oponerse á. tal accion. En la
Provenza demostró su humanidad, despreciando a
los girondinos. En París tuvo el valor de salvar a
muchas personas, entre otras al director de la eco
¡ 182 BIBIJOTECA POLÍTICA m: LA 131mm.
nomía del clero, que más tarde fue el buen padre de
Geoffroy-Saint-Hilaire.
En la precipitacion de su celo anti-terrorista, llegó
al punto de humillar y aun hacer callar á. violentos
patriotas, dispuestosápromover la revolucion. En el
Jura, por ejemplo, impuso silencio realmente al
representante Bernardo de los Santos. Esta escena
dió alos contrarevolucionarios del Jura una con
fianza ilimitada. Decian ligeramente (sobre todos,
Nodier): «Tenemos la proteccion de MM. Robes
pierre.»
En París Robespierre, jóven como era, visitaba una
casa muy sospechosa del Palacio Real, entrando por '
la gradería esterior, al lado de la calle Vivienne, sita
en el antiguo hotel Helvetius. Aquella gradería era.
la reunion de los revolucionarios y mercaderes de
oro, y aun de mujeres. Suntuosascasas de juego es
taban casi a’. su alrededor, llenas de aristócratas. Yo
tengo observado que todos los antiguos partidos, a
medida que se disolvian, venían á. morir allí entre
las mujeres y la ruleta. Allí concluyeron los Consti
tuyentes, los Talleyrand, los Chapelliers. Allí fene
cieron.lo Orleanistas. Allí fueron á perecer muchos
adictos á la Gironda. Robespierre , jóven ardiente,
quería encontrar tambien en aquel lugar, algunos
restos de la tan antigua sociedad.
La casa donde e'l iba á. jugar estaba dirijlda por
dos damas realistas, demasiado bonitas; la hija tenia
diez y siete años, y la madre apenas cuarenta. Esta,
madama de Saint-Amaranthe, viuda, segun decía,
de un guardia de Corps que murió el 6 de octubre,
habia casado á. su hija con un sugeto perteneciente
:5. una familia cuyo nombre era muy distinguido en
la policía, con eljóven Sartine, hijo del ministro de
la Pompadour, á. quien Latude ha inmortalizado.
Madame de Saint-Amaranthe, sin ningun miste
rio, dejaba ver alos jugadores, retratos del Rey y
de la Reina. Tal prueba de realismo, no perjudicaba
de ningun modo a la casa. Los ricos eran realistas.
Pero aquellas damas necesitaban el apoyo de altos
patriotas.
La jóven Saint-Amaranthe era muy amada de
Jacobo Desfieux, agente del Comité de Seguridad
(cuando era director Chabot) , íntimo amigo de
Proly‘, puesto que habitaban un mismo cuarto, ami
go de Fanius Frey, aquel famoso banquero con cuya
us numnrs Dr LA REVOLIICION. 183
hermana. se casó Chabot. Todo esto habia aparecido
erfel proceso de Desfieux, juntamente con el de
Proly, en el proceso de los Hebertista.
Cuando, fue ejecutado Desfieux con Hebert, el 24
de marzo, Saint-Just trasmítió una nota contra la
casa. que frecuentaba, al Comité de Seguridad, el
que, el 31, hizo prender á. las Saint-Amaranthe y á.
Sartine. (Archivos del Comité de Seguridad. registra" '
642, 10 germínal.) _
Pero Robespierre jóven, lo ‘mismo que’ Desfieux,
era amigo de los de aquella casa: esto fue, sin duda,
lo que valió a aquellas damas permanecer en la pri
sion bastante tiempo, sin ser juzgadas. El Comité de
Seguridad estaba perfectamente enterado de lo su
cedido. Y había conseguido tener un recurso, una
prueba contra su enemigo. ¡Admirable prueba:
Arreglada hábilmente la cosa, á. Robespierre le po
dian hacer aparecer como un patrón de las casas de
juego. x
Robespierre", ¿cuál delos dos? Se guardaron muy
bien de decir el jóven. La cosa hubiera perdido todo
su valor.
Fue’ enterado bien pronto de todo aquello por su
mismo hermano. Vió el al ismo terrible que ante él
sejevantaba, y sufrió crselmente.
¿Fue el mismo a los Comités, ó los Comités le lla
maron? No se sabe sobre este particular nada de
cierto. _
Lo que sí es seguro, que en la tarde del 25 prai
vial, ó sea el 14 de junio, sucedieron dos terribles
cosas entre él y ellos.
Reflexionó que el suceso que temía era irremedia
ble, que su efecto se aumentaría con su resistencia,
que era preciso‘ sacar de todo partido, obtener de los
Comités, en vez de aquella vana alegría de maligni
dad, un poder nuevo que quizás le serviría para he
rir de nuevo a los mismos Comités, y en todo caso,
para dar un paso decisivo, ante la vista de la dicta
dura judicial.
‘ Cuando el viejo Vadier le dijo con aire observa
dor: «Mañana principia la causa. de las Saint-Ama
ranthe,» hizo algunas objeciones con frialdad, y
como nadie creia.
Todos creían á Robespierre ligado con las Saint—
Amaranthe, y segun sps palabras, ni, aun las c0
nocia. t
'
.0.
184 BIBLIOTECA POLiTlCA m: LA 1:32am.
La frialdad, prqplamentéïromana, de aquel hom
bre, no contuvo á nadie._
briamentmustero, Qué" aquelagitado,
teen cruelmente hombrellevado
som '-—l 12.‘.
. w. - . e- .. i. sin.” .—...'
057“ '- 5': ' f . l i. (¡I'd l» ' . . o! ' ï ul! 'I'J'¡_ Í.
42h12:- ‘- .11. ' mil ——- ." .1 ' _ '; gun-sap: ¡:1 fl
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. nruínln"! ¡3 namaicn‘, ¿‘í .. Xüiffflfluzl ¡sd muxas-J 0pm!
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quier precio, se‘ ,4 r ¿ ' _ _ A
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muerte ’ _. —. | r " ' '
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cuent fffw—:f.«-«.. descorazona
mos’ .. ‘A a “¿u .~ - l b,
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serg 1, 4
188 nmuortcn POLITICA m: LA msnm.
París de la vigilancia de los gendarmes: solo habían
querido ir al Vaudeville. Uno fue al tribunal, dicien
do: «Yo no he podido encontrar á los demás. ¿Po
dríais decirme dónde están nuestros gendarmes?»
Todos estos y otros signos parecidos, indicaban
ue decididamente se mofaban del Terror; y tal es
uerzo contra la naturaleza, no se podia sostener por
largo tiempo. La naturaleza, la poderosa é indoma—
ble naturaleza, que en ningun lado germiua con más
valor que sobre las tumbas, aparecía victoriosa bajo
mil formas desconocidas. La guerra, el terror, la
muerte, todo lo que parecía amenazarla, la daba
nuevos y sublimes triunfos. Jamas las mujeres fue
ron tan valerosus. Parecian multiplicarse, encender
’ se su valor. La atrocidad de la ley hacía casi legí
timas lasdebilidades de la gracia. Decian, consolan
do á los prisioneros: «Si hoy no soy buena, mañana
es muy tarde.» Se veia por las mañanas á. lindas
jóvenes, corriendo á. toda rienda con los birlochos:
y er.-.n todas aquellas humanas mujeres que solici
taban, buscaban reposo despues de las fatigas del
dia anterior. Desde entonces no era simple caridad
lo que las conducía á. las prisiones. Ellas, desde
fuera, consolaban á. los prisioneros, ysindisputar,
la Una
a todas
nunca. palabra
las cosas:
Y para se repetía
todas La
era naturaleza,
frecuentemente,
como seguir laaplicando-Í
una diversion natuí-aïeé
la. vida. "
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CAPITULO XXXI.
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producido el vapor, el telégrafo, el daguerreotipo,
todas las artes mecánicas y químicas; y considerad
que aun el traje que llevais quizás sea obra de vein
te ingenios, mientras que dejan apagarse en vuestros
corazones, el patriotismo ardiente y bienhechor,
dominándolos con forzudo brazo, el irritante egoísmo .
Si amais la Edad media ,. escuchad este canto
profética, traducido de una antigua prosa, cómica y
sublime:
(Le nouveau amporte lc vieux,
Hombre est chasséé par la clartc‘
Le jour met en fuite la nuit...
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