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VIRGEN MARÍA DE LA

MEDALLA MILAGROSA
4. NOVENA I
Páginas: 1. Oraciones | 2. Triduo | 3. Novena breve
4. Novena (1/3) | 5. Novena (2/3) | 6. Novena (3/3)
7. Historia | 8. La medalla

PÁGINAS DE LA NOVENA

> I. Comienzo y final

II. Días 1 a 4

III. Días 5 a 9

I. COMIENZO Y FINAL

ORACIONES PREPARATORIAS
PARA TODOS LOS DÍAS

Por la señal…
Señor mío Jesucristo…

Jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por


nosotros que recurrimos a Vos!

Invocación. Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás


se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra
protección, implorado vuestro socorro y reclamado vuestra
asistencia haya sido abandonado de Vos. Con esta confianza a
Vos corremos, oh Virgen de las vírgenes; y. gimiendo bajo el
peso de nuestros pecados, nos postramos a vuestros pies. Oh
Madre del Verbo, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien
escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.

Rezar a continuación la oración del día que corresponda:

DÍAS
1|2|3|4|5|6|7|8|9

Terminar cada día con las siguientes oraciones:

ORACIONES FINALES

Suplicas.
Oh Madre del amor hermoso, purísima María, por la
manifestación de vuestra santa Medalla, inflamad nuestros
corazones en el amor divino, para que insensibles a las cosas
terrenas, solo suspiren por las celestiales y eternas.

Dios te salve, María, etc.

Oh refugio de pecadores, poderosísima María, por la


manifestación de vuestra santa Medalla, tened piedad de
nuestras culpas y miserias y alcanzadnos la gracia de morir
antes que pecar.

Dios te salve, María, etc.

Oh puerta del paraíso, dulcísima María, por la manifestación de


vuestra santa Medalla, concedednos la perseverancia en el bien
morir santamente y participar de vuestra gloria en los cielos.

Dios te salve, María, etc.

Ofrecimiento.
Oh Milagrosa Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra,
prosternados a vuestras plantas os encomendamos nuestros
corazones, nuestros afectos, nuestros intereses, la salud de
nuestros cuerpos, la salvación de nuestras almas, la paz de
nuestras familias y el bienestar de nuestro pueblo. Velad por
nosotros desde los cielos, apartadnos de todo peligro, endulzad
nuestros pesares, santificad nuestros trabajos y colmadnos de
vuestras gracias y virtudes, oh siempre Virgen y siempre Madre
y siempre buena, María.

V. Oh María sin pecado concebida


R. Rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

Oración Final
Jesús, Dios nuestro, que quisiste esclarecer a tu bienaventurada
Madre, la Virgen María, Inmaculada ya desde su origen, con
multitud de milagros: Concédenos que por la invocación
constante de su patrocinio consigamos las eternas alegrías del
cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

DÍA PRIMERO

Amemos a María Inmaculada


por su celestial hermosura

Comenzar con las oraciones de todos los días.


Una señal extraordinaria apareció en el Cielo: Una mujer vestida del sol, la luna
debajo de sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas.
¿Quién es esta mujer vista por San Juan en sus revelaciones sino la Reina de los
Cielos, la misma que el 27 de Noviembre de 1830 realizó los deseos y las
esperanzas de Sor Catalina de verla en su mayor hermosura? ¿Quién sino la
mujer privilegiada, en la cual ha reunido Dios más perfecciones que en todas las
obras de sus manos? ¿Quién sino su perfecta, su primogénita, su inmaculada, la
que raya en los límites de lo infinito, la que ha alcanzado cierta igualdad con
Dios, dice S. Bernardo, por la infinidad de sus perfecciones? Si, pues, tanta
mayor influencia ejerce un objeto en nuestro corazón cuanto mas perfecto nos
parece, ¿con qué ardor no deberemos amar a esta obra maestra de la
omnipotencia divina? ¡Oh Madre del amor hermoso! Tomad de hoy para siempre
posesión de mi alma, reinad en ella como en legítimo trono, y arrancad y
destruid en sus términos cuanto no se compagine con vuestro amor. No quiero
conveniencias ni placeres, ni seducciones que pueden separarme de Vos, sino
amaros con todo mi corazón, para tener la dicha de veros algún día, como de
vuestra bondad lo espero, en la patria de los escogidos.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las
súplicas, ofrecimiento y oración final.

__________

DÍA SEGUNDO

Amemos a María Inmaculada


por su incomparable santidad

Comenzar con las oraciones de todos los días.

¿Qué son todas las perfecciones naturales de María comparadas con su santidad?
Llena de gracia la llamó el Arcángel para darnos a entender que la medida de la
plenitud de Cristo no se derramó en su alma gota a gota, como sobre las de los
demás mortales, sino que desde el primer momento de su existencia vino a
envolverla cual en inmenso océano de perfecciones; atreviéndose a decir los
Santos Padres que, aun cuando muchas almas justas han acumulado abundantes
méritos, a todas sobrepujó María en su Concepción, y aun cuando la perfección
de los espíritus angélicos sea una elevada montaña cuya cúspide no alcanzan
nuestros ojos, sobre ella se sientan los fundamentos de la santidad de María, y
aunque Dios se vea atraído por el perfume de la virtud de sus siervos, ama más
la orla del manto de su Madre que todas las gracias y méritos de las demás
criaturas. ¿Quién no deducirá de aquí deseos ardientes de amar y venerar a tan
excelsa Señora? Yo al menos, Virgen Inmaculada, quiero ser vuestro perpetuo
esclavo, no contentándome con un aprecio sensible y estéril, sino procurando
hacer en todas mis obras vuestra santa voluntad, para merecer en todo tiempo
vuestras bendiciones y participar algún día de vuestra gloria.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las
súplicas, ofrecimiento y oración final.

__________
DÍA TERCERO

Amemos a María Inmaculada,


porque es nuestra corredentora

Comenzar con las oraciones de todos los días.

No es sólo la consideración de las perfecciones y gracias de María lo que nos


induce a amarla, es también el agradecimiento al sin igual beneficio que de tales
perfecciones se nos ha derivado. Hijos de ira, descendientes de un padre
proscrito, aun gemiríamos bajo el más abyecto de los cautiverios, si Dios en su
infinita misericordia no hubiese determinado salvarnos, sirviéndose del pie
virginal de esta Inmaculada Criatura para asestar el golpe de gracia que
derribase de su trono a nuestro infernal tirano. Salve, pues, Virgen invicta,
clamaremos una y mil veces, que comenzasteis con vuestra Concepción a
triunfar de Lucifer; salve, brillante aurora, que anunciasteis el día de nuestra
libertad; salve, arca de la alianza, que guardasteis en vuestro casto seno el
alimento que nos había de dar la vida; salve, Madre de Jesucristo, que en el
Calvario cooperasteis con vuestra sangre y con vuestros dolores a la obra de
nuestra redención. ¿Cómo no amaros, Virgen gloriosa, si por vuestra mediación
hemos recibido todos los bienes? ¿ Cómo no sacrificarnos por Vos, si por amor
nuestro dejasteis sacrificar a vuestro Hijo, y sufristeis de buen grado los
mayores tormentos? Quiero amaros, Señora, quiero ser vuestro en el tiempo y
en la eternidad.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las
súplicas, ofrecimiento y oración final.

__________

DÍA CUARTO

Confiemos en María Inmaculada,


que puede protegernos

Comenzar con las oraciones de todos los días.

Como los pobres y desvalidos, que buscan remedio a su necesidad, se dirigen a


los ricos y poderosos, así nosotros, verdaderos mendigos de Dios, que sólo de
limosna esperamos las gracias necesarias para nuestra santificación y salvación,
recurrimos a María, celestial dispensadora de los tesoros divinos. Sabemos que
por ser la Hija predilecta del Eterno Padre, la Madre Inmaculada de Jesucristo y
la amantísima Esposa del Espíritu Santo, le corresponde en el Cielo la más
encumbrada gloria; sabemos que se acerca al trono de la divinidad, no como
sierva que pide, sino como señora, que manda, segura de que su Hijo Santísimo
nada le podrá negar; sabemos que Dios ha dividido su imperio, y reservándose
para sí propio el ejercicio de la justicia, ha entregado a su Madre la
administración de la misericordia; y después de todo esto vemos a nuestra
celestial Señora aparecer en la tierra cargada de gracias que se le escapan de las
manos. ¿Cómo no confiar en Ella? Oh, sí, diremos con San Bernardo, Vos sois
Madre de la misericordia, cuyos insondables abismos abrís, cuando, como y a
quien os place, para que nadie tema por muchas que sean sus iniquidades, con
tal de que a vuestro valimiento se acoja.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las
súplicas, ofrecimiento y oración final.
DÍA QUINTO

Confiemos en María Inmaculada,


que quiere protegernos

Comenzar con las oraciones de todos los días.

¿Qué amor hay comparable al amor de una madre? ¿ Quién así se interesa, así se
desvive, así se sacrifica por el más querido de sus prójimos como procura una
madre el mayor bien del más ingrato de sus hijos? ¿Y no es María Santísima
nuestra Madre celestial? ¿No hemos recibido la vida sobrenatural a costa de la
sangre de Jesucristo, que era su propia sangre? ¿No nos adoptó en el Calvario por
hijos de su dolor? No extrañemos, pues, que se apareciese a Sor Catalina con las
manos amorosamente inclinadas hacia la tierra, y manifestándole deseos de que
toda clase de personas se acerquen a Ella en demanda de las infinitas gracias que
está dispuesta a conceder, antes bien, entreguemos nuestro corazón a sentimientos
de confianza, y repitamos la frase de San Buenaventura: No temas, alma mía, que
la causa de tu eterna salvación no se perderá, estando la sentencia en manos de
Jesús, que es tu hermano, y de María que es tu Madre.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las súplicas,
ofrecimiento y oración final.

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DÍA SEXTO

Confiemos en María Inmaculada,


que siempre nos protege.

Comenzar con las oraciones de todos los días.

Si María es omnipotente por la gracia como lo es Jesucristo por naturaleza; si sus


amorosas entrañas de Madre no sufren un infortunio en sus hijos sin tratar de
remediarlo; si tiene en el cielo perfecto conocimiento de lo que ocurre en la tierra,
¿cómo no hemos de estar seguros de su protección? ¿No acredita la experiencia de
veinte siglos de cristianismo que la ha ejercido admirablemente en todos los países
y con toda clase de personas? Desde el tiempo de los Apóstoles hasta hoy, ¿no ha
sido siempre María la que ha alentado cuantas empresas redundan en gloria de
Dios? ¿No ha fortalecido a los mártires, iluminado a los apologistas, sostenido la
virtud de confesores y vírgenes, combatido todas la herejías e impiedades? ¿No ha
sido siempre el consuelo de los afligidos, la salud de los enfermos, el remedio de
todas las desgracias? ¿Y no acredita la historia de la Medalla Milagrosa que continúa
nuestra Madre mostrándose tan pródiga en favor nuestro como en favor de
nuestros mayores?. ¡Oh cuánta razón tenemos para repetir llenos de confianza la
frase de San Buenaventura!: "Sirvamos siempre a esta celestial Reina, que jamás
desatiende a los que en Ella confían."
Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia
particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las súplicas,
ofrecimiento y oración final.

__________

DÍA SÉPTIMO

A María Inmaculada
deben recurrir las almas fervorosas

Comenzar con las oraciones de todos los días.

¡Dichosa el alma justa, para quien nada hay importante sino el amar a Dios y
procurar su gloria, en quien satisfecha mora la augustísima Trinidad, por que ve en
ella reflejadas sus divinas perfecciones! Muchos serán los tesoros de méritos que
sucesivamente vayas acaparando, con los cuales habrá de coronarte el Juez
supremo; pero te será preciso advertir que los llevas en muy frágil vasija, y que
mientras estás en pie debes andar alerta para no caer, pues son muchos los
enemigos conjurados contra ti. ¿Y quién podrá defenderte de ellos? ¿ Quién podrá
sino tu Inmaculada Madre, a cuya protección tienes especial derecho por tu
semejanza con su Santísimo Hijo, y porque promete amar a los que le aman? Si,
pues, todos deben confiar en Ella, tú, alma fervorosa, que te esmeras en
complacerla con el cumplimiento exacto de la divina voluntad, toma al pie de la
letra las palabras de San Bernardo: "Encomiéndate a María, y no desconfíes: si su
mano te sostiene, no caerás; si te protege, no te perderás; si es tu guía, te
salvarás sin trabajo; si te defiende, llegarás indefectiblemente al reino de los
bienaventurados."

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las súplicas,
ofrecimiento y oración final.

__________

DÍA OCTAVO

A María Inmaculada
deben recurrir las almas tibias

Comenzar con las oraciones de todos los días.

¡A qué triste estado de postración se ve reducida un alma tibia! ¡Con cuánta verdad
puede de ella decirse que es desgraciada y miserable, y pobre, y ciega, y desnuda!
Sus buenas obras carecen de mérito por no estar informadas de pureza de
intención: sus continuos pecados veniales van secando el manantial de las gracias e
incitan a Dios a vomitarla de su boca, y lo más lamentable de todo es que se ve
arrastrada, sin sentirlo, al endurecimiento y la impenitencia, como se ven caer en el
sepulcro ciertos enfermos atacados de dolencias crónicas que secretamente minan
su organismo, sin que se note necesidad de aplicarles conveniente remedio. Abre
los ojos, alma tibia; date cuenta de tu terrible enfermedad; acude a la que, con
justicia, llamamos salud de los enfermos, suplicándole tu curación, y, a poco que
excites tus deseos de amarla con más ardor y generosidad y de animar tu languidez
y decaimiento, podrás decir con San Alfonso: "En Vos confío, Madre de Dios; estoy
enfermo, pero Vos, Médico celestial, podéis curarme; estoy débil, pero vuestra
ayuda, Virgen invicta, me devolverá la fortaleza; todo lo espero de Vos, porque
todo lo podéis con Dios."

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las súplicas,
ofrecimiento y oración final.

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DÍA NOVENO

A María Inmaculada
deben recurrir los pecadores

Comenzar con las oraciones de todos los días.

¡Pobres pecadores! ¡Cuán dignos son de compasión! Ilusionados con las apariencias
de felicidad que sus culpas les ofrecen, no reparan en las graves injurias que a Dios
infieren con su rebeldía, ni en la crueldad con que laceran el corazón de su
Inmaculada Madre, ni en la responsabilidad que contraen, haciéndose dignos de los
más espantosos castigos del Cielo para el tiempo y para la eternidad. ¿Quién dará
luz a su entendimiento para que vean el abismo de males a que se hallan abocados,
y energía a su corazón para aborrecer lo que aman y amar lo que miran con
indiferencia? ¿Y quién aplacará al Juez supremo, justamente irritado con tantas
prevaricaciones? ¿Quién sino nuestra compasiva Madre, llamada con justicia
Refugio de pecadores, porque, como dice San Anselmo, acoge con afecto maternal
al pobre pecador a quien todo el mundo desprecia? Acudamos, pues, a María, llenos
de arrepentimiento y dolor de nuestras culpas; prometámosle sinceramente la
enmienda, y Ella nos restituirá a la amistad de su Hijo.

Medítese lo dicho y con entera confianza en la Santísima Virgen, pídase la gracia


particular que se desee obtener mediante su intercesión. Terminar con las súplicas,
ofrecimiento y oración final

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