Sei sulla pagina 1di 2

autor : Adriana Bocchino

Una forma de la investigación:


darle un sentido a la vida o la importancia de saber contar las cosas
El beso de Lamourette. Reflexiones sobre historia cultural de Robert Darnton, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2010. Traducido por
Antonio Saborit, Emma Rivas Mata y Abel Soriano. Revisión de traducción de Silvia Villegas.

“Fiji $ 499”. Empiezo por el final. Las últimas palabras del último artículo del reciente libro de Robert Darnton, editado por FCE, El beso de Lamourette. La compilación data de
1990 y el artículo al que me refiero es “Historia y antropología”, de 1986. Se trata de la respuesta que Darnton da a Roger Chartier por la crítica -una noción “defectuosa” de los
símbolos en la Gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa- que en 1985 le hiciera en “Texts, Symbols, and Frenchesness”. “Fiji $ 499”, un
cartelito puesto por una tesista en la puerta de su gabinete de estudio es la clave, en clave cultura académica en Princenton, que permite a Darnton explicar, a Chartier y a quien
quiera oír, hace más de veinte años, cómo trabajó el episodio de la “gran matanza de gatos”, mejor decir el relato -insistiría Chartier- escrito por un tal Nicolas Contat, uno de los
hombres que organizó la matanza, y el relato, muchos años después de ocurrido el episodio.

Si bien pasó el tiempo desde la publicación de este artículo y también, desde entonces, varios años sobre la historia de las historias de las mentalidades o de las ideas o de las
historias sociales o etnográficas o sólo historia cultural y de las discusiones sobre sus límites, sus objetos de estudio, una metodología apropiada de trabajo al respecto, las disputas
por la especificidad o la hibridación de las disciplinas, la posibilidad o no de hacer ciencia en las ciencias humanas -¿o sería mejor decir sociales?-, el legítimo recurso al
documento, la estadística, el diagrama o la clarificación en el esquema, Darnton recuerda en este artículo, y en casi todos los de la compilación, que, en todo caso, la mejor
“interpretación” está siempre en manos del mejor argumento. O, para decirlo de otro modo, en la habilidad interpretativa del ejecutante. Exponiendo metodología de trabajo,
Darnton resulta entretenido, chispeante y, cuando quiere, irónico. Se sabe, “entretenido” no es un buen calificativo para la academia pero, como también se sabe, para los lectores
más o menos comunes que son los académicos, es el encuentro con una instancia sorprendente dentro del campo.

“La gran matanza de gatos”, como se recordará, es una broma, una gran broma que los aprendices de una imprenta juegan a su patrón y señora, en París, hacia 1730. Es una broma
de clase, una broma política, una broma subida de tono, una broma macabra, una broma lingüística… Lo fundamental, dirá Darnton, retrucando a Chartier –quien, según Darnton,
dice que “el simbolismo supone una `relación de representación´ directa entre el significante y el significado”– es que la broma funciona porque se produce en todos los sentidos y
por ello, al no privilegiar ninguno y desacralizar cualquier interpretación seria, da el en clavo de la Broma, con mayúscula. En todo caso, cabría agregar, el relato de Darnton da en
el clavo de la broma al ofrecer una cierta reconstrucción del mundo, entrelazando prácticas y discursos –una hipótesis–, para que los lectores de hoy puedan acceder a la broma.
Contado de otra manera podría ser siniestro o, al menos, sombrío. Lo mismo sucede con “Fiji $ 499” respecto a una metodología de trabajo. Los que conocen el artículo de
referencia, y seguramente otros de esta compilación –de hecho Darnton circula entre nosotros desde hace tiempo gracias a Punto de vista y seminarios como los que dictara Carlos
Altamirano sobre el debate internacional en torno a los estudios culturales– no necesitan que se les recuerde cómo funciona el cartelito. Quienes no leyeron todavía este trabajo
tendrán que leerlo: Darnton, en una traducción excelente, lo cuenta, lo explica, hace ver sus sentidos, mostrando toda una forma de trabajo en el cuento de una forma de trabajo.

Por lo demás, el libro El beso de Lamourette es un recorrido selecto, seleccionado por el mismo Darnton, de su reflexiones sobre la cultura, tal como indica el subtítulo, que van
desde 1971 -el tiempo de las más importantes discusiones sobre historia intelectual o historia cultural, si mentalidades o ideas, si historia o antropología o etnografía o sociología o
literatura- hasta 1989, cuando, sobre el bicentenario de la Revolución Francesa, el editor de The New York Times Magazine le pide un artículo al respecto, “algo breve y de interés
sobre la incapacidad de los franceses para ponerse de acuerdo en torno a qué celebrar de los acontecimientos que los dividieron doscientos años atrás”.

Robert Darnton, ahora, pasa los setenta años. Y cuando digo ahora quiero decir el tiempo del libro digital y las nuevas tecnologías que implican, según él mismo dice, un reenfoque
de la disciplina de la que ha sido maestro (véase por Internet una sabrosa conferencia brindada el año pasado en la Concordia University de Canadá). Cuando hizo la selección de
los trabajos, hacia 1990, tenía unos cincuenta años e incluyó en ella, importa decirlo, artículos que había escrito cuando tenía menos de treinta. Sería interesante poder cruzar cada
uno de esos artículos con la bibliografía citada o discutida –muchos son reseñas críticas sobre libros recién publicados para el momento del artículo–, con los “hechos”, las prácticas
a la que se alude, las discusiones de enfoque o de metodología que puntúan la reciente disciplina, incluso en este momento, para hacer con El beso… lo que Darnton hace con los
documentos, las discusiones y las prácticas, enfoques y metodologías, estilos y estrategias, que rescata a la hora de estudiar y, especialmente, a la hora de escribir y publicar. Podría
verse así, en acción, el modo de trabajo que propone y, entonces, arriesgar una decisión sobre la inscripción de la disciplina en cuestión.

En este caso, la propuesta editorial optó por poner bajo el paraguas de la historia el libro que cuenta con gracia, rigor y pasión, discusiones varias. Pero también podría funcionar en
otros campos. Por un lado, como una metodología de la investigación, convertirse en fuente primaria para la reconstrucción de la disciplina que Darnton prefiere llamar “reflexiones
sobre la cultura”. Por otro, como manual de estilo o cómo sobrevivir en el campo académico sin volverse aburrido, dado que, como reportero/periodista o editor periodístico que
alguna vez fue -¿o en el fondo seguirá siéndolo?-, su objetivo último ronda la pregunta sobre cómo llegar al gran público. También podría funcionar para las escuelas de periodismo
o comunicación: como “imprimimos todas las noticias que quepan” –su consigna favorita “garrapateada entre los graffitis puestos sobre las paredes de la `guarida´ de los reporteros
enfrente de la delegación de la policía de Manhattan en 1964” –, dar en la tecla con el relato de los acontecimientos e imprimir este relato “es un asunto de adecuación cultural”.

Darnton aprendió joven, en el diario antes que en la universidad, que convenciones narrativas y tradiciones de redacción, al fin, funcionan como criterio de selección entre los
acontecimientos del día. No habla de la verdad. Sí de lo interesante. En definitiva, parece decir, lo que habrá de convertirse en importante no estará en los acontecimientos sino en
el interés que el intérprete logre despertar en los lectores. Es decir, cómo, de qué manera y con qué medios mejor puedan contarse los acontecimientos. Darle un sentido, dirá
finalmente, para compartirlo con los demás, sea respecto a los que acontecían hace doscientos años como a los que acaban de suceder. “Cuando abandoné las noticias por la
historia, me descubrí fascinado por el proceso general de lo adecuado e inadecuado culturalmente. Estudié edición y periodismo, o, como dirían las contraseñas contemporáneas de
la profesión, “comunicación” y “medios”. Sin embargo, como es evidente, no aprendí mi lección”. Y ello, venimos a saber, porque su artículo “El beso de Lamourette” no fue
aceptado para ser publicado por The Times.

Le habían “permitido” escribir un ensayo de historia. “Un artículo nada esotérico, desde luego”. Seis mil palabras, “pero de palabras no muy solemnes, por favor”. No lo consiguió.
Sus seis mil palabras no servían. “Demasiado complicadas, muy demandantes para el lector”. Y a partir de aquí la selección y las reflexiones que siguen. Con humor y a la vez
cierta tristeza, Darnton parece perseguir la misma preocupación desde que fuera reportero en aquel diario, allá por el ´63 y el ´64: “Los editores, los directores de cine, los
productores de televisión y los editores de libros ¿colaboran sin saberlo en un esfuerzo general por volver digerible la cultura haciéndola papilla? Las mismas industrias culturales
¿están de tal modo organizadas como para hacer que sus productos sean de consumo fácil? Este libro explora estos interrogantes.” No pretende juzgar a nadie, menos que menos a
los “amos de los medios”. Y allí recuerda el poder de los medios, “factor crucial” dice, para dar forma a los acontecimientos en la Revolución Francesa. “Los revolucionarios sabían
lo que hacían cuando cargaban las prensas de la imprenta en sus procesiones cívicas y cuando separaron un día en el calendario revolucionario para la celebración de la opinión
pública”.

Así, entonces, este libro aparece en la Sección Obras de Historia porque es un libro “sobre la historia, los medios y la historia de los medios”. Allí se muestra cómo hay una
corriente oculta en el presente “operada” por el pasado (1ª parte: “El beso de Lamourette”, de 1989, y “Dejen que Polonia sea Polonia”, de 1981); se analiza cómo operan los
medios a través del estudio de casos específicos (2ª parte: “El cine: Danton y el double entendre” de 1984, “La televisión: una carta abierta a un productor de TV” de 1989, “El
periodismo: imprimimos todas las noticias que quepan” de 1975 y “La edición: una estrategia de supervivencia para autores académicos” de 1983); se perfila una disciplina, la de la
historia del libro, que proveería una dimensión histórica al estudio de los medios (3ª parte: “¿Qué es la historia del libro? de 1982, “Los intermediarios olvidados de la literatura” y
“Primeros pasos hacia una historia de la lectura”, ambos de 1986); y, por último, se va de esas consideraciones hacia una discusión más amplia de la historia en tanto disciplina y
disciplinas vecinas al interior de las Ciencias Humanas (4ª y 5ª partes: “Historia intelectual e historia cultural” de 1980, “La historia social de las ideas” de 1971, “La historia de las
mentalidades” de 1973, “Historia y sociología del conocimiento”, “Historia y literatura”, ambos de 1988 e “Historia y antropología” citado al principio).

Más allá de la apariencia de coherencia aburrida –Darnton dixit– los trabajos escritos con diferentes objetivos para diversas ocasiones, se despliegan y empalman con maestría.
Algunos, para publicaciones no académicas, apuntan a un lector general culto, es decir a todos los que de una u otra manera están en el proceso de intermediación entre el público
en general, a secas, y “los académicos”, es decir editores, productores, e incluso otros académicos –“que se encargan de separar al autor del público”. Los últimos ensayos, más
rigurosos, según un menú reforzado, se ofrecen a lectores más exigentes. En definitiva todos hacen historia. Sin notas al pie, pocas o precisas citas bibliográficas, la mayoría se
refiere a un estado de la cuestión en un determinado momento de la cuestión histórica (social, cultural o intelectual), tratando siempre de poner al descubierto la condición humana
“tal y como” fue experimentada por los involucrados en los sucesos. “Cualquiera sea la etiqueta, la ambición es la misma: entender el sentido de la vida, no a través del vano
esfuerzo por proveer respuestas definitivas a los grandes acertijos filosóficos, sino ofreciendo el acceso a las respuestas que otros han dado siglos atrás”…

Darnton va en su búsqueda hacia el siglo XVIII porque para él resulta una “fuente de fantasía”, “un sentido inagotable de material de sueños”. ¿La verdad? Darnton responde:
“¿quién se resiste al beso de Lamourette? Este beso nos invita a observar el drama de la pasión a lo largo de todo el espectro de la comedia humana en un mundo que ya no existe”.
Este beso es el del episodio del siglo XVIII –aunque son dos besos en realidad, uno fraternal, otro vengativo y sangriento– pero también el de Darnton, su libro, que elige al primero
para darle título a su pasión: la de la investigación, para entender el sentido de la vida y contar esa investigación. También se podría decir la pasión de leer y escribir y cómo escribir
para llegar a los otros, cómo recapturar y contar la experiencia, porque allí, finalmente allí, está el sentido de la vida.

El caso Katyn en Polonia, y la discusión implícita, violenta o silenciosa, sobre una diferencia de fechas -1940 o 1941- significa una cuestión de vida o muerte entre los polacos.
Entender esto le permitió a Darnton “pensar muy seriamente sobre lo que hacemos cuando tratamos de darle sentido a la vida y a la muerte” y a ello convoca este libro. A ello, creo,
la decisión de publicarlo ahora en castellano. “Trabajar con los detalles hasta llegar al marco cultural”. También, si esta no fuera la tecla justa, el recurso, como el de la estudiante o
al fin del mismo Darnton, de escapar con la imaginación para hacer el trabajo de campo. La compilación ofrece más de una idea para el trabajo con los libros, los autores, los
lectores, el amplio espectro de lo que llama los intermediarios, las preguntas y las respuestas que en diferentes discusiones los autores dedicados al tema se dieron, en fin, problemas
más que atractivos y enfoques diversos que permiten entrever los caminos que fueron abiertos hasta hoy. Porque hoy, dado que todo habría vuelto a cambiar en la materia, habrá
que volver a empezar para poder darle un sentido a la vida. “Fiji $ 499”.

(Actualización mayo-junio 2011/ BazarAmericano)

Potrebbero piacerti anche