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Alberto Baccini y
Renato Cianne":
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Título original:
STORIA DELLA CLIOMETRIA
I Ic-I cálculo de los ingresos y de los costes futuros esperados del cam-
I)io en relación con una variable que cuide el riesgo, basada en el tipo
I I<. interé~.'~
Pero este análisis, según Sutch, también tiene sus riesgos. El pri-
(-1-0 es la simplificación excesiva del contexto en el que se toman
s decisiones, en el que confluyen muchos factores que no pueden
(Iiicirse directamente al cálculo de costes y beneficios (emocio-
..:\, opinión pública, intereses, debate político). El segundo es no
Ill.;rnr a entender todo el abanico de decisiones que pueden tomar
1 1 agentes económicos en un contexto determinado. Por último, el
tercero, y más importante, es el de reducir las decisiones de un con-
junto de agentes económicos a un solo modelo de comportamiento
racional.
En el trabajo de Sutch aparecen por primera vez dos observacio-
nes clásicas del debate historiográfico: la tensión entre ((modelosde
explicación» y ((modelos de comprensión», y la tensión entre ten-
dencias generalizadoras y tendencias individualizadoras. Mientras
que Wright y la mayoría de los «nuevos historiadores))de principios
de los sesenta hacen hincapié en las nociones de explicación y gene-
ralización, con Sutch el acento empieza a desplazarse a la com-
prensión de las motivaciones de los agentes económicos y a la deli-
mitación del campo de aplicación de las leyes que se obtienen. La
contextualización de las leyes económicas es la consecuencia del
esfuerzo de comprensión de las motivaciones individuales, que se
procura obtener a través del análisis crítico de las fuentes, capaz de
construir una relación de empatía entre el investigador y los agentes
económicos que toman las decisiones en un momento histórico de-
terminado.
Estas observaciones nos llevan al debate que en esos años empe-
zó a entablarse en la teoría económica entre ortodoxia neoclásica y
escuela austriaca. El programa de investigación neoclásico trataba
de reconducir al interior de la tradición walrasiana todo lo que sur-
gía de la observación empírica o histórica de resultados competiti-
vos no óptimos. Para ello postulaba la exclusión del análisis de toda
institución distinta del mercado perfectamente competitivo, y cen-
traba la atención en la demostración de que el mercado es la orga-
nización social óptima. Por lo tanto, la teoría debía centrarse sólo
en la definición de las condiciones formales de existencia2' de un
equilibrio que fuera el resultado de las acciones de agentes indivi-
duales, sin tomar en consideración los efectos de la interacción es-
tratégica de los comportamientos de los propios agentes econ0-
micos. Lo que quedaba fuera se consideraba bien ordinario y servía
para confirmar la validez de la teoría del equilibrio competitivo. EII
cambio, según la escuela austriaca la ciencia económica era la cx-
plicación de fenómenos económicos entendidos como resultados
inesperados de las acciones racionales de individuos que persigiicii
sus objetivos en situaciones específicas. Éstas forman el ambienic.
que estructura su comportamiento a través de las relaciones coi1
otros agentes racionales, incluyendo los vínculos naturales y lo,,
vínculos históricos e i n s t i t u ~ i o n a l e s . ~ ~
CRISIS DE LA RAZÓN NEOPOSITWISTA 13
.u- llio~lc~lo.
as
.ar
io- 1.3.3. LOS MODELOS D E OFERTA Y D E M A N D A
ue
UY I o\ iiiodelos de oferta y demanda, junto con los de desarrollo, son
11 iii:is iitilizados por los cliómetras. McClelland atribuye su «buena
1 1 ) I I I I I I ; I » entre los historiadores económicos a la capacidad para ex-
1 ) l i i :II. los cambios tanto de la oferta como de la demanda, a diferen-
i : ~(11- lo que sucede con el análisis input-output, que se limita a la
I(.i.l:l.
En cuanto a la demanda,40el análisis se basa en unas curvas de
c.manda log-lineales del tipo:
1,
36 (.i i las que la cantidad pedida de una mercancía (Q) depende del pre-
ira io (P) y de la renta (Y).4'
-
.m- Los supuestos en que se basa la curva de demanda de tipo log-li-
,u1 iical como la anterior son dos: el primero es referente a la forma lineal
,a i Ic la relación entre precios, renta y cantidad demandada; el segundo
i.1.1.oen los modelos teóricos siempre tiene que ser posible defi-
a
NOTAS
1 . Gavin Wright, «Econometric st~idiesof his- the Antebellum Midwest~,en Henry Rosovskv, ed.,
t o r y ~ en, Michael D. Intriligator, ed., Froiztiers o f Iizdustrinlizatioi~ ir2 Two Systerns, Wiley and Sons,
Quar~titatii~e Ecoiiornics, North Holland, Amster- Nueva York, 1966.
dam, 1971, pp. 4 12-459. 9. P. Temin, Iron and Steel ir1 Nineteetltlz Ceri-
2. G. Wright, art. cit., p. 412. t u y Americn, pp. 29-34.
3 . Ibid., p. 414: a , . . En la historia no tenemos 10. P. McAvov, Tlze Ecorzomics Effects of Regu-
una referencia clara respecto a qué constituye un latior~:Trunkline Railrond Cartels and tlie Interstate
grado aceptable de exactitud ... Mi única justifica- Corizmerce Cour~missionbefore 1900, The MIT Press,
ción para proceder ... es que creo que la mayor par- Carnbridge, 1965.
te de nosotros compartimos suficientes referencias 11. J. G. Williamson y J. A. Swanson, «The
subjetivas al menos para comunicamos e n estas growth of cities in the American Northeast, 1820-
materias. Con frecuencia somos capaces d e poner- 1870)),Explorations i i ~Entrepreneurial History, Se-
nos de acuerdo e n que ciertos modelos están muy cond Series, IV ( 1966).
mal especificados en cierta situación, y habitual- 12. J. Kmenta y J. C. Williamson, «Determi-
mente reconocemos un grado mayor o menor d e nants of investment behaviour: United States rail-
csmero al poner a prueba la adecuación d e la con- roads 1872-1941 D, Review of Econornics arzd Statis-
clusión respecto a supuestos menos plausibles». tics, 48 (1966).
4. A. Conrad y J. Mever, «The Econornics of 13. L. C. Solmon, ~Opportunitycosts and mo-
Slavery»; R. W. Fogel, Railroads aizd Antevican Eco- dels of schooling in the nineteenth century)), Sou-
rioiwic Gro~)tlz,Johns Hopkins Press, Baltimore, thern Ecorzoinic Journal, 37 (1967).
1964; hay un un ensayo preparatorio de este últi- 14. P. Temin, «The cause of cotton pnce fluc-
mo: R. W. Fogel, «A quantitative approach t o the tuations in the 1830's», Review oJ Ecorzornics atzd
s t ~ i d yof railroads in American economic growth, a Statistics, 49 ( 1967).
I-eport of some preliminary findings)), Jottn~alo f 15. R. W. Fogel y S. L. Engerrnan, «A model
Economic History, 22 (1962), pp. 163-197. for the explanation of ind~istrialexpansion during
5. R. W. Fogel, Railroads, en particular las pp. nineteenth century with an application to the Ame-
162-163. rican iron industryn, Jourizal of Political Economy,
6. Albert Fishlow, ((Levels of nineteenth cen- 77 (1 969).
tury American investment in education»,Joun~alof 16. Gavin Wright, «Econometric st~idiesof histo-
Ecor?omic History, 26 ( 1966). n j P , p. 455.
I:i Nueva Historia Económica: «La nueva historia Ili, la Nueva Historia Económica nace el año d e la
t.c.onómica, a menudo llamada cliométrica, supone publicación del ensayo d e Mever: P. A. Toninelli,
iinri revolución tanto en la clase d e generaliza- «Origine e prospettive metodologiche della "new
i.iones empleadas como en la manera en que se for- economic history"», en Pietro Rossi, ed., Ln storio-
iii~ilany aplican al análisis histórico dichas genera- grafia contenporai?ea. Ii~diritzie problen~i.11 Saggia-
liiaciones), (p. 15). tore, Milán, 1987, pp. 175-206, en especial p. 176.
30. Cf. el apartado 2.1 del capít~ilo2. 38. W. G. Whitney, ~ T h structure
e of the Ame-
31. P. D. McCleUand, Carisal Explar~atioii,p. rican economy in the late nineteenth centuryn, Di.7-
63: «La unidad del método de la explicación causal crlssion paper n." 80, Department of Economics,
tlc todas las disciplinas ... gira en torno a dos afir- University of Pennsvlvania, 1968. CF. apartado 2.2
maciones. La primera cs que la explicación causal dcl capítulo 2. En los dos ejemplos citados se acl-
consiste en subsumir hechos bajo generalizaciones vierte que la utilización d e tablas 1 0 se ha aplicado
(Ic la forma en contextos d e análisis contrafactual.
Si (Ci , ..., Cn), entonces E. 39. P. D. McClelland, Casual Expkanation aild
La segunda es que, debido a que el conocimiento Model Building, p. 228. El método del Social Ac-
incierto, todas esas generalizaciones causales de- counting Matrices (SAM), que amplía el análisis d e
ben ir precedidas de la palabra "probablemente"». los flujos intersectoriales de las cuentas de la pro-
32. Cf. C. Cornolcli, «I1 comportamentismo~>, ducción a los sectores del gobierno, financiero y
cn P. Legrenzi, ed., Sioria della psicologia, 11 Muli- personal, tiene un notable interés histórico, aunque
no, Bolonia, 1982, pp. 147-176, en especial pp. 163- no se utilice para el análisis histórico. Por ejemplo,
164; C. Mecacci, «La nflessologia e la scuola storico describe los flujos d e renta para los factores en
culturalen, en ibid., pp. 97-109, en especial pp. 98- cada industria v la evolución d e los fluios de fondos
103; J. Langer, Teorie dello siiilzippo r?~er~tale, Gi~inti entre los sectoi-es clel gobierno, las empresas y los
Barbera, Florencia, 1973, pp. 72-122; M. W. Battac- individuos. Cf. F. G. Pyatt, «A SAM approach to
chi, ((Metodologiagenei-ale della ricercan, e n M. W. moclelling~~, Jounial of Policy Modelling, 10 (3). pp.
Battacchi, ed., Tratiato er~ciclopedicodi psicologia 327-352.
clellét& evolr~iii~a, vol. 1, tomo 1 , pp. 35-5 1 , en espe- 40. Este tipo de cuivas de demanda han sido
cial p. 48. utilizadas por R. W. Fogel y S. L. Engerman, Tlie
33. Una clasificación es una operación lógica Reinietpretation of'ilnzericaiz Eco}iornic Hisroty, Har-
más compleja que el agiupamiento. Para este as- per & Row, Nueva York, 197 1 , pp. 150-153; P. Passel
pecto cf. R. S. Rudner, Pliilosophy of' the Social y M. Schmundt, ~Pre-CivilWar land policv and the
Scieizce, Prentice-Hall, Nueva Jersey, 1966. growth of manufacturingn. Exploratioi~sin Ecorzo-
34. «Un oosible olanteamiento consiste en nzic History, 9 (1971). pp. 35-48; C. Pope, «The im-
compai-ar los supuestos de un modelo determinado pact oF the Ante-Bellum tariff», ibid., IX (1972), pp.
con otra prueba de la experiencia histórica, a la 375-422; P. Temin, «The cause of cotton-price fluc-
cual se aplica el n-iodelom; P. D. McClelland, Catrsal tuations in the 1830's)), Revieiv of' Ecoiiornic a i ~ d
Explai~atioi~, pp. 2-24. Statistics, XLIX (1967), pp. 463-470; G. Wright, «An
35. Para alg~inosejemplos y la correspondiente Econometric Study oF Cotton Production and Trade,
bibliografía cf. el apartado 2.1 del capítulo 2. 1830-1860»,ibid.. LIII, pp. 1 1 1-120.
36. Cf., por ejen~plo,P. Samuelson, R. Doríman 41. Una curva de demanda d e este tipo hace
y R. M. Solow, Liiieor prograrniniizg arzd Econornic que la cantidad pedida (Q) de una mercancía de-
Ai~alysis,McGraw-Hill, Nueva York, 1958. penda del precio (P) d e la mercancía y d e la renta
37. J. R. Mever, «An input-output approach to (Y) según la ecuación:
evaluating the influence oF exports on British indus-
trial production in the late nineteenth c e n t u r y , Ex-
p/or.atioi~siii Ei~trepreize~trial Hi.~toty.8 (1955), pp. cuya transformación logarítmica es la ecuación li-
12-34: para la crítica cf. D. N. McCloskev, ~ D i dVic- neal
torian Britain fail?,,, Econonlic History Revietr],
XXIII (1970), pp. 446-459. Para Pier Angelo Tonine- logQ = l o g a + b l o g P + c l o g Y.
En partic~ilar,se dem~iestraque b es la elastici- 1869-1909. Discussioni>,Jounial of' Ecorioniic His-
dad al precio y c la elasticidad a la renta d e la de- rory, XXIII (1963), pp. 472-476.
manda, es decir: 48. Cf. cualquier manual d e microeconomía,
como R. D o r h a n , Prezzi e nlercnti, 11 Mulino, Bolo-
nia. 1968, pp. 50-89, en especial p. 77.
49. La fiinción d e producción Cobb-Douglas
describe la cantidad producida d e una mercancía
con la ecuación
.Iorgenson, «The Development of a dual Economym, duction Stntcture, Harvard University Press, Cam-
I~coiiomicJournal, vol. 71 (282) (1961 ), pp. 309-334. bridge, Mass., 197 1.
55. Véase, por e.jemplo, K. J. Arrow, H. B. Che- 61. Cf. H. B. Chenery y M. Bruno, <<Develop-
iiery, B. S. Minhas y R. Solow, «Capital-Labor Subs- ment altematives in a n open economyn, Ecoliomic
iitution and Economic Efficiency~,Review of Eco- Jounlal, vol. 72 (1 962), pp. 79-1 03.
riomics aiid Statistics, 3 ( 196 1). 62. Este es el enfoque de la obra de Rosenstein-
56. E. R. Brendt y L. R. Christensen, ~ T h e Rodan, que combina la demanda efectiva keynesia-
iranslog function and the substitution of equip- na con la dimensión del mercado de Smith para
inent, structures and labor in U.S. manufacturing afirmar que si, en condiciones de desempleo, una
1928-1968~.Jotimal o f Econometrics, 1 (1973); A. fhbrica de zapatos ya n o es rentable a causa de la es-
G. Woolf, ((Electricity, productivity and labor sa- case7, de demanda en las actuales condiciones del
ving. American Manufacturing 1900-1929~,Explo- consumo, si al mismo tiempo se realizan las inver-
intions in Ecoiiomic Hi.~toty,21 (1984); W. H. Phi- siones en bienes de consumo, estas últimas pueden
Ilips, «The Economic Performance of late Victorian ser todas rentables, garantizando un mercado para
13ritain: traditional historians and growth,,, Jorrnlal todos los productos. Cf. P. ~ o s e n s t e i n - ~ o d a «Pro-
n,
o/'Eciropeai?Econoniic History (1989), pp. 393-414. blems of industrialisation in Eastein and Southern
57. Sobre estas c~iestionescf., por ejemplo, G. Europe),, Ecoilonzic Joiinial, vol. 53 ( 1 943), pp. 202-
Vaggi, <<Produzione», en G. Lunghini, ed., Dizioila- 212. En el mismo sentido se puede ver el reciente y
rio di Economia Politica; P. Tani, Aiialisi n7icroeco- riguroso K. M. Murphy, A. Shleifer y R. Vishnv, «In-
rroinica della produzione, Nis, Roma, 1987. dustrialization and the big push», Jotin1al of Politi-
58. Véanse al respecto, entre otros, C. Gianni- cal E c o n o m , ~(entre 1989 v 1991).
i i i , «Modellistica energetica, teoria del pi-oduttore e 63. H. Chenery, ~ P a t t e i n soF Industrial Growthn,
1i)rmulazioni dinamiche),, en C. M. G~ierciy G. Za- An?ericnn Ecoilomic Rei~ieiu,L (septiembre de 1960),
iictti, Si~iluppoeconoinico e i~iiicoloenergetico, 11 pp. 624-654.
Mulino, Bolonia, 1988, pp. 55-66. 64. La forma de indicadores indirectos emplea-
59. Para una reseña de los .clásicos» del desa- da para eliminar algunos elementos de falta de
1.1-olloeconómico se puede ver G. Meier, ed., Pioiie- comparación en los datos de la renta hace que las
CI.F iii Developinei~t,Oxford University Press, Oxford, conclusiones de Temin n o parezcan del todo defini-
Ic)87.Para los trabajos más recientes se pueden ver, tivas, sobre todo si se tiene en cuenta lo inadecuado
1101- e,jemplo, D. Bevan, P. Collier y J. Gunning, Con- de los datos del siglo xix, que el propio Temin co-
~rolled Open Economies, Oxford University Press, menta.
Oxford, 1988; N. Gemmel, Sun~e.ysin Dei~elopnienf 65. H. B. Chenery y M. Syrquin, Patterns ofDe-
I~¿~oizomics, Blackwell, Oxford. 1987; M. Scott, A velopment 1950-1970, Oxford Universi ty Press, Ox-
N(,iij View o f Ecor~omicGrowth, Oxford University ford, 1975: H. B. Chenery, Structciral Chai~gea i ~ d
1'i.c-SS,Oxford, 1989; T. Ranis y T. P. Schultz, n i e Deiieloprneiit Policy, Oxford Universitv Press, Ox-
.S//rteof'Developmei~tEcoi?omics, Blackwell, Oxford, ford, 1979.
1')88; H. Chenery y T. N. Srnivasan, eds., Haiidbook 66. H. Chenery, S. Robinson y M . Svrquin, In-
o/ DeiJelopment Economics, Handbooks in Econo- dustrialization and Grou~th:A Coinparatii~eStudy,
iiiics, 9, vols. 1-2, North Holland, Amsterdam, 1988- World Bank, Washington, 1986.
1089; N. Stern, «The Economics of Developmentv, 67. Cf. R. Summers y A. Heston, «A New set of
1'1.orzomicJoun~al,99 (1989), pp. 597-685: W. T. international comparisons of real procluct and pri-
Woo, «The Art of Economic Development~,Intemn- ce levels estimates for 130 countries 1950-1985*,
~rorralOrganizatior~,44 (1990), pp. 403-429; A. Fish- Reifiei4~of Iilcorne arid Wealtk (1 988), pp. 1-25.
1 1 IXV, «Review of Handbook of Development Econo- 68. Cf. J. Reynolds, [ ~ T h Spread
e of economic
I I iicsr, Jocrn7al o f Ecoiiomic Literature, XXIX (1 99 l ) , growth to the Third World: 1850-1980»,Jounial of
1111.1.728-1.737. Ecoi1omic Literature. 2 1 (1 983), pp. 941-980.
60. Cf. C. Clark, The coi?ditioizs o f Ecotiomic 69. W. A. Lewis, Tlle T h e o ~o~f Ecoi~omic
I'~ogress,McMillan, Londres, 1940, y S. Kuznets, G r o ~ ~ t lIrwin,
i, Homewood, Ill., 1954; una versión
1 r,oitomic Groii)tli o f Nations: Total outprit aild Pro- mAs reciente es Gro~vtlza i ~ dFlticttiatiorls. 1870-
1913, Allen 6r Unwin, Londres, 1978. El mismo au- North y P. T. Thomas, «The rise and fall of the ma-
tor ha publicado un estudio crítico: (<TheState of noria1 system. A theoretical model,,, Joürizal o f E c o -
Development Theoryn, Aniericaiz Economic R e v i e ~ ~ ,1zor71icHistory, XXXI (1971), pp. 777-803; D. North
74(1)(1984),pp. 1-10, y P. T. Thomas, The Rise o f tl?e Western World: a
70. C. Kindleberger, Foreigii Trade arid tlie Na- New Ecoriomic History, Cambridge University Press,
tional E c o i i o m ~ Yale
~ , University Press, Yale, 1962. Cambridge, 1973.
71. E. F. Denison, WIzy Growtli Rates Difer: 81. D. C. North, La rii~oluziorieir7dustriale riel
Post War Experierzce i i ~ Nirie Westenz couiitries, Broo- 700 e iie11'800, Mondadori, Milán, 1983.
king Institution, Washington, 1967. 82. T. Veblen, Tlze Irzstirict of' Workrnariship,
72. J. C. Fei y G. Ranis, «Innovation, Capital Augustus M. Kelley, Nueva York, 1904; más en ge-
Accumulation and Economic Development-, Anze- neral, cf. W. Gordon, Instit~4tioi1nlEcoi~omics,Uni-
rica11 Ecoizor?iic Revieiw, LIII (junio de 1963), pp. versity of Texas, Austin, 1980.
283-31 3. 83. M. E. Bond, <<An Econometric study of pri-
73. G. Ranis, sThe Financing of Japanese Eco- mary pcoducts exports tí-om developing country re-
nomic Development~,~coiior?zicHistoty Review, 2.;' gions to the worldn, IFM Sta# Papers, vol. 34 (2).
serie, X I (abril de 1959), pp. 440-454. pp. 191-227. Sobre la elasticidad del precio, vCase
74. W. Rostow, Tlie Stages of ecorzgniic también M. Lipton y R. Longhurst, New Seeds arid
Growtlz. A rion cornn?coiist Mni?ifesto, Cambridge Poor People, Hutchinson and Johns Hopkins Uni-
University Press, Cambridge, 1960. versity Press, Londres, 1989.
75. W. G. Hoffmann, Stadien uiid Typeri der 111- 84. J. Stiglitz, «The New Development Econo-
drrstrialisieruri,g, Institut fur Welwirtschaft, 193 1. mies,,, World Developmerir, Special Iss~ie(1986),
76. P. David y R. E. Gallman, «La formazione pp. 257-265.
del capitale negli Stati Uniti durante il secolo XIXD, 85. D. Diamond, «Financia1 Intermediation
Storia ecor~oniicadi Camhridge, vol. 7, t. 11, Turín, and Delegated Monitoringn, Reijiew o f Ecorzornic
1980. Studies, 1984.
77. A. Gerschenkron, Ecoizornic Backwardriess 86. Cf. al respecto J. Gurley y E. Shaw, Morrey
iii Historical Perspectii~e,Harvard University Press, in a Tlzeory of Firiaiice, Brooking Institutions, Nue-
Cambridge, Mass., y Harvard, 1962. va York. Para una interpretación hist6rica que con-
78. «¿Cómo juzgar ... la legitimidad del su- sidera los Drocesos de desarrollo económico acom-
puesto, según el cual cada S 3 investigado siempre pañados de la tendencia a la perfección de los
producirá un incremento anual de la producción mercados financieros, cf. R. W. Goldsmith, Finail-
total S I , cualquiera que sea el tamaño y la compo- cial Structure nnd Dei~elopmer?t,Yale University
sición del stock de capital., P. D. McClelland, C a ~ t - Press, New Haven, 1969.
sal Explanation, p. 205. 87. Cf. O . Williamson, Markets aizd Hierar-
79. Sobre la diversidad y las Formas de econo- clzies: Aiinlysis aiid Aiititrr1st Consiclerations, The
mía institucional. cf. M. Corti, «La Nuova econo- Free Press, Nueva York, 1975.
mia istituzionale: alcune considerazioni su un pro- 88. A. Chandler, Srrategv aizd Strzrcture, MIT
gramma di ricerca neoclassicon, Storia del peizsiero Press, Cambridge, 1962; id., TIze Visible Hand, Har-
ecorionrico, 1990, pp. 20-40. vard University Press, Cambridge, 1977; id., Scale
80. L. E. Davis v D. C. North. ~Institutional ai7d Scope: TIze D.yr7nnzics o f Iizd~~strinl Enterprise,
change and Amencan economic growth: a first step Hatvard University Press, Cambridge, Mass.
towards a theory of institutional change», Jouuiial 89. Cf. R. K. Rowley, R. D. Tollison y G. Tu-
o f Ecoiiowzic Hzstoty, XXX (1 970), pp. 131-149; L. Ilock, eds., Tlze political Ecor7oiny of' Rerzt Seekirzg,
E. Davis v D. C. North, Ii~stitutior~al Clrarige aizd Kluwe,r ,Acádemic, Boston, 1988.
Americaii Ecoiion~icGroirjtlz, Cambridge ~ G v e r s i t y 90. ,Cf., !para Alemania, J. Kocka, ed., Burger-
Press, Cambridge, 197 1. Cf. también para aplica- vol. 2, M~inich,1988; H. V.
tun7 im. 19'Jal~rIz~iiidert,
ciones concretas D. North y P. T. Thomas, *An eco- Wehler, ed., Europaischer AdelI750-1950, Gotinga,
nomic theory of the growth of the western world», 1990. Para Japón, M. Morishima, Cultura e tecrzolo-
Econoinic Histoty Reijieu~,XXIII (1970), p. 117; D. gia riel sctccesso giapporzese, 11 Mulino, Bolonia, 1984.
NOTAS 45
91. Aunque «hasta la fecha, ambos esperan en no es el mero cálculo ni las Matemáticas superiores.
I .tiicin, P. D. McClelland, Causal Explnizatioiz, p. 240. Es la discusión a través de la analogía, el ejemplo, el
92. dos campos de lucha se enfrentan con diálogo, los argumentos a forriori, a coirtrariis, a clefi-
~l~-.~.onfianza, a veces hostilidad y una mínima co- nitiorie ... Como medio para discutir acerca de la so-
i~iiiriicación.Por otra parte, hay un pequeño grupo ciedad, la auténtica economía es similar a las mate-
, I t . competentes economistas, rigurosos en su mé- máticas (una forma de discutir sobre los números) o
I 8, lo, preocupados por las generalizaciones y acusa- la crítica literaria (una forma de discutir sobre las
#I,P, de disgregar el sutil tejido de la historia me- novelas)., p. 22; «Como cualquier conjunto de ideas
~ii.iiiicdespiadados procedimientos dictados por vivas, por tanto, la investigación económica es rin
1 1 . . modelos teóricos, los datos disponibles v las tema de discusión en una conversación», p. 27; «La
1 0 iiicas estadísticas. En el otro bando se agrupa la figura 1 aclara, por lo menos, que la lógica es correc-
tiiiiicnsa mayoría de los historjadores cuyas pre- ta, añadiendo convicción al argumento verbal. Es
iq.t~.iicias y erudición denotan un olfato de anticua- una figura de lenguaje. Como cualquier buena figu-
I I C 1 por lo sing~ilar y una humana desconfianza ha- ra de lengua,ie, el diagrama sugiere extensiones de la
, 1 . 1 los enunciados universales ... Por consiguiente, discusión», p. 32; «Y buena parte de la teona habla
. . I i tuloque se plantea a la actual generación podría del dialecto "neoclásico" de la economía, del dialec-
I ~~..ciii>irse en una pregunta: ¿Existe un terreno in- to de prestigio del mundo de habla inglesa en el siglo
1 , i iiiidio?», P. D. McClelland, Ca~lsalExplaizatioii, xxr, p. 39; «... Mide los ingresos de un país como si
1 4 ',13. el país fuera una familia o un negocio, una atrevida
')7. P. D. McClelland, Cairsal Explairatioir, en metáfora magistral envuelta en otras varias m e t á f e
1 ti Iic~ilar
pp. 66-7 1 y 1 10-1 13. ras de la teoría económicas, p. 46; «... a fin de cuen-
'14. Cf. más adelante, capít~ilo2, apartado 2.3.1. tas, {qué es la formación de capital fijo neto sino la
')5. Cf. E. Nagel, La stmttLtra della scienza, Fel- excrecencia del cerebro de un economista?^, p. 47;
1 1 i i i t . l l i , Milán, 1968, pp. 517 SS.; R. S. Rudner, Filo- «Su [de los economistas] conversación está siempre
, , / i c ~ (Iclle Scieizze Sociali, II Mulino, Bolonia, 1968, determinada al menos por la teoría de las cuentas,
I * l * 1 0 1 SS. que es la estadística)),p. 49; «La herramienta cuanti-
'16. D. N. McCloskev, The Rethoric of Ecorro- tativa más impresionante del economista histórico y
,,,rt .., Universitv of Winsconsin Press, Madison, la que en mayor medida acalla probablemente a los
i'~:i'i; D. N. McCloskey, Ecorzornetric History, Mc- literatos, ostenta el curioso nombre de "regresión")>,
i\iiII:iii. Londres. 1987. p. 54; ([Eljoven erudito que adopta la retórica de Fo-
'17. La noción de «comunidad de conocedo- gel podría hacer una estimación que atañería a una
n, , . que en realidad no está presente en McClos- verdadera conversación erudita. Reconociendo que
l . t . <.\tá tomada de S. Veca, Ui7a filosofin pilbhlica, la "exactitud" depende de la cantidad de exactitud
1 111-inclli,Milán, 1986, pp. 112-124. La referencia
m precisa para fomentar el desarrollo de la conversa-
t i Wittgenstein, Investigaciones filosóficas (trad. ción, desarrollando un argumento acerca de la esti-
I
t .Crítica, Barcelona, 1988) es evidente. Pero mación necesariamente "imprecisa" ... No es extra-
.
ast\,icneseñalar que en la obra de McCloskev nun- ño que los libros de Fogel deslumbraran a los
, i . i l ':\rece citado Wittgenstein. Su referente teóri- jóvenes», p. 70; aEscrito en el duro estilo de la eco-
e O-.
0 liichard Rorty. nomía moderna por dos profesores auxiliares de
'IH. R. Bellofiore, «Retorica ed economia. Su Economia de la Universidad de Hanlard (Conrad y
81, i i i i i sviluppi recenti della filosofia della scienza Meyer n.d.r.)», p. 72.
. . ~ ~ i i o m i ce ail loro rappoi-to con i l metodo di Key- 101. M. Frankel, «Obsolescence and technologi-
0 B. . .-.cn Econoniia Politica, 1988, V, 3, pp. 41 7-463. cal change in a matunng economyv, Aunerican Eco-
'1'). D. N. McCloskey, Ln Retorica c1ell'Ecoizo- noniic Revieiv, 45 (1955), pp. 269-319; C. P. Kind-
, . I I , , . ['p. 175-210. leberger, Econornic Grotvtlz in France arzd Britaiir
IUO. He aquí la lista completa: s... Todo eso son 1851-1950, Cambridge University Press, Cambridge,
1 .O i i I I I IS íilosóficos que en buena parte carecen de im- 1964, pp. 141-145.
1 - 0 1 1.1iiciapara la escritura de una historia convin- 102. P. A. David, aThe landscape and the ma-
III,..,, p. 17; «El método de la economía histórica chine: technical interrelatedness. land tenure and
the mechanization ot the corn harvest in Victorian Longmans, Londres. 1975', pp. 13-54 (hay trad.
Britain-, en D. N. McCloskey, Essays iii a Mature cast.: Crítica cle la división del trabajo, Laia, Barcelo-
Ecoi~oin.~: Britaiiz after 1940, Methuen, Londres, na, 1977, pp. 45-96), y los trabajos de William Lazo-
1971, cap. 5, pp. 145-205; P. A. David, Teclzizical nick: «Factor costs and thc diffusion of ring spinn-
Clqoice, Iniloijatioiz, aiid Ecoi~oniicGrowtli: Essays ing in Britain prior to Worl War I n , Qclnrterly
oii Ainericaii arzd Britisk Experieiice in the Niize- lountal of'Ecoi~ornics,96 (1981). pp. 89-109; W. La-
teeiztlz Ceiituu, Cambridge University Press, Cam- zonik, ~Production relations, labor productivity,
bridge, 1975, cap. 5. and choice of technique: British ancl U.S. cotton
103. Para la disc~isiónsobre la posibilidad de spinningn, J o u n ~ a lof Economic History, 41 (198 1).
formar asociaciones cooperativas de campesinos pp. 49 1-516. En dialecto austriaco hablan M. Roth-
para la compra de cosechadoras y sobre la posibili- bard, Anzericn's Grent Depressiorl. Sheed and Ward,
dad de arriendo, cf. D. N. McCloskey, Essays iir a Kansas City, 1975, y L. White, Free Baizkiiig ir1 Bri-
Mat~rreEcoiion~y,pp. 206-214; 1. W. McLean, «The taiii, Cambriclge Univcrsity Press, Cambridge, 1984.
adoption of harvest machinery in Victoria in the 107. E n efecto, ~cuanclohablan de la misma
late nineteenth century),, A~istrníiniiEcoi7onric His- historia, a menudo usan las mismas herramientas,>,
toty Rei~ieiv,13 (1973), pp. 41-56; A. L. Olmstead, D. N. McCloskey, Ecorzornetric History, p. 39.
aThe mechanization of reaping and mowing in 108. Cf. las primeras páginas del segundo ca-
American agriculture, 1833-1870», Jounzal of' Eco- pítulo para las referencias bibliográficas esenciales.
noniic Hisfory, 35 (1975). pp. 327-352. 109. W. G . Hoffmann, British Industty 1700-
104. D. S. Landes, Tlre Uizbociiid Prometlzeus. 1950, Oxford University Press, Oxford, 1955; ed. en
Technological Clzai~geaird Ii~dustrialL)eveiopniei?t alemán 1939.
iri Westerr? Europe fronz 1750 t o the Present, Cam- 1 10. A. Gerschenkron. ~Descriptionof a n inclex
bridge, 1969 (hay trad. cast: Progreso tecnológico y of italian industrial development, 1881-1913», en
revolcrciúii i71dustrial. Tecnos, Madrid, 1979); B. El- Ecoiiomic Backiwardiiess ir? Historical Perspective,
baum y W. Lazonik, «The decline of the British Harvarcl University Press, Cambridge, 1962, pp.
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Ecoiiomic History, 44 (1 984), pp. 467-484. 1 1 1. NBER (National Bureau of Economic Re-
105. Es lo que ocurre en el primer ensayo de- search), Treizds ii? tlze America11 Ecoiioinic Growth,
dicado poi- David a la cuestión: Paul A. David, «Tlie Princeton, 1960, y O ~ i t p u t Erriployemeizt
, aild Pro-
mechanization of reaping in the antebellum Mid- drrctivity iiz rhe Ui7ited Stntes afier 1860, Nueva
westn, en Henry Rostovsky, ed., Iizdcistrializatior~iiz York, 1960.
two systerns, Wiley and Sons, Nueva York, 1966; 1 12. D. N. McCloskey, Ecoiionietric History,
para una crítica, L. E. Davis, s"And it will never be p. 56; para la bibliografía, cf. el apartado 2.4, capí-
literature": the New Economic History: a critiquen, tulo 2.
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pp. 75-92. Study iiz Etiteri~~rei~eursliip,Tecl~nologyai?d I i ~ t e n ~ a -
106. D. N. McCloskey, Ecoilowietric Histoty, p. tioi~alTrade, Ohio State University Press, Colum-
39. McCloskey incluye entre los econúmetras que bus, 1974; L. Cain, Sailitation Strategy for a Lnlce-
hablan dialecto marxista a Stephen Marglin, ~ W h a t froiit Metropolis: tlze Case of' Chicago, Northern
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