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En el sentido religioso como el matemático, el alfa y el omega son el principio y el fin de una misma
cosa o proceso. Aunque para los sabios antiguos el omega era el fin, pero como resultado o
producto final. Seguramente las distintas traducciones han equivocado este sentido.
Los científicos han considerado estos conceptos dentro de la teoría del Big Bang, como proceso
creador del Universo. Teoría que está equivocada aunque la enseñen y se repita en todos lados. El
sentido de un Alfa explosivo le puede venir bien a quien guste de las explosiones, pero algo que
pudiera ocasionar tanto daño no encaja en un proceso creativo.
Hay un escrito muy antiguo, de Hermes Trimegisto, donde se establecen siete principios
fundamentales he inviolables de la creación. En uno de ellos dice que todo lo pequeño es igual a lo
grande y todo lo grande es igual a lo pequeño, o en otras palabras lo de arriba es a lo de abajo
como lo de abajo es a lo de arriba.
De allí podemos deducir el por qué la teoría del Big Bang es equivocada. Porque si la creación de la
vida necesita de un elemento masculino y otro femenino para tener un tercero, este proceso se
debe repetir en lo grande. Es por eso que las religiones dicen con razón, que Dios es el alfa y el
omega, y es uno y trino (tres). También vemos que la vida se desarrolla dentro de sí misma, dentro
de su propia piel o corteza, desde una sola célula que contiene tanto el elemento masculino como
el femenino, dando origen al tercero, el producto final, el hijo. Es por esto que Cristo decía que era
el Alfa y el Omega y era el Hijo de Dios, como lo somos todos. Él en realidad, con esto quería
explicar el origen de la creación, que es el mismo para todo lo que existe en el Universo, como
protones y electrones que forman toda la materia. De esta manera podemos entender sus
verdaderas enseñanzas, sin contradecir su real existencia, como la de tantos mensajeros que de
distintas formas explicaron lo mismo. Y recalcando que solo compartiendo estos conocimientos en
paz, respeto y solidaridad podríamos conocer a Dios.
Para trasladar esto al concepto de creación u origen del Universo vemos que necesitamos un
elemento masculino, una línea (el órgano sexual masculino) y un elemento femenino, que podría
ser generado por el primero. Una línea, que en definitiva es un punto visto de frente, que al
ponerse en movimiento (porque es lo único que puede hacer), forma un dibujo plano en dos
dimensiones, largo y ancho. Y este movimiento solamente puede ser ondulatorio, es decir en
forma de ondas. Con lo cual la única figura que puede formar es un círculo; ondulatorio, pero
círculo al fin. Ahora para seguir creciendo lo único que puede hacer es cruzarse a sí misma para
tomar fuerza y empujar ese plano circular (la parte femenina) hacia un lado y hacia el otro para
crear espacio o volumen, la tercera dimensión, y desarrollarse dentro de sí mismo adquiriendo
infinitas formas. Y esto ha de ser únicamente así, porque si el punto-línea era lo primero, no había
nada más, no había espacio donde ir. Con lo cual una explosión no tiene sentido porque los
pedazos y polvo que salen desparramados no tienen dónde ir, porque no hay espacio, no hay
volumen, no hay nada.
Quien entiende esto podrá darse cuenta porque desde hace miles de años y en distintas
civilizaciones, una cruz dentro de un círculo es considerado un símbolo sagrado. En realidad
estamos representando el origen de todo, desde el universo a los protones, electrones y la vida
misma. El símbolo del Yin Yang de alguna forma representa lo mismo. Antiguamente un sacerdote
no era un religioso, era un sabio y tenía algunos de estos conocimientos y los enseñaba. Algo así
como un científico de hoy, solo que se enseñaba a quien pudiera aprenderlo, a sus discípulos, al
igual que los filósofos. Luego los poderosos y las religiones guardaron esto para ellos (aunque
muchos ni siquiera lo entendían), por temor de que alguien usara estos conocimientos para
quitarles poder. Con el tiempo todo se fue perdiendo o cambiándose y se separaron principios
considerados religiosos de otros que se lo dejaron a la ciencia. Pero la ciencia, si no aplica estos
conocimientos, poco puede resolver. Los principios religiosos son en realidad conocimientos
científicos, que se los vincula a algún Dios y ahí está el engaño. Dios en sí mismo, es la causa
primera de todas las cosas, “el Alfa y el Omega”. Y su único ministerio es dejar que todo suceda, el
“libre albedrío”.
Para agregar y aclarar un poco más la cuestión, se puede decir que el alfa es el movimiento que
crea el plano mental, dando origen a la materia y por consiguiente a la vida, el omega. Con esto
podemos entender el primer principio universal del Kybalión que dice: Todo es mente. De allí
entendemos la dualidad humana, el por qué estamos formados por dos partes. La mente (el
espíritu) y la materia o cuerpo, que contrariamente a lo que se dice, la materia es luz. Y también
entendemos que si el universo se expande, la mente (espíritu) que ocupa y forma el espacio, no
puede dejar de existir y en conjunto con la materia continua formando vida y creando esa
expansión.
En la Física Universal estudiamos todo lo referente a estos conocimientos antiguos, con lo cual sin
querer encontramos muchas respuestas. Conocimientos que fueron transmitidos por seres que
viajan en algunas de esas naves, que hoy fotografiamos en todas partes, y que verán que no son
ángeles, ni demonios, ni dioses. Son seres muy capacitados con alta tecnología y nos han
compartido su conocimiento desde hace miles de años. No lo han podido hacer de manera directa,
pues respetan el ministerio del libre albedrío. Y conociéndonos como una sociedad totalmente
competitiva, esto no se cumpliría.
Esto último es solo una reflexión personal. Hoy día, aparentemente hubo algunos seres
malintencionados que han facilitado ciertos conocimientos a una pequeñísima parte de la
sociedad. Esto puede que esté permitiendo a otros, hacer llegar y comprender estas enseñanzas a
la mayoría, evitando esa aberrante competitividad y permitiendo se manifieste el libre albedrío.
Estará luego en nuestras manos evolucionar, crecer o pasar de dimensión, como dicen algunos, en
espíritu (mente).