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CAPÍTULO I
CUADRO HISTÓRICO
En los albores del segundo milenio, el mediterráneo nos marca todavía a una y otra orilla,
una factura entre oriente y occidente. El mundo egeo y la península griega se relacionan
étnica y culturalmente: por un lado con la planicie Anatolia, a través del collar de perlas de
las Cicladas y las Espóradas; y por el otro, a través de Rodas, Cilicia, Chipre y la costa
norte de Siria, con la mesopotamia y el Irán.
Entre los años 2000 y 1900 ac Grecia es invadida por los minios se instalan en las islas y
colonizan el litoral de Asia menor, crecen el Mediterráneo y en dirección al Mar Negro,
llegan a construir el mundo griego como se conoce en la edad histórica.
Paralelamente en la otra orilla del mar, llegan los hititas y se expanden a lo largo de la
planicie anatolia. El pueblo edifica la Troya VI (1900), ciudad principesca, es pariente de
los minios de Grecia, elaboran la misma cerámica gris, torneada y cocida en hornos
cerrados y se difunde por la Grecia continental, las islas jonias y Tesalia y Calcídica.
El caballo aparece en Troya con los hombres de la Troya VI. La reputación de los caballos
de Troya, como la de sus tejidos era el interés que llevó a los aqueos a esa región. Los
equinos eran utilizados militarmente. Para esta época hace ya mucho tiempo que los
minios se han establecido en la Grecia continental, la vida urbana comenzó a desarrollarse
al pie de las fortalezas, se les reveló un modo de vida nuevo para ellos y se inicia la
cretización progresiva del mundo micénico, en una cultura palatina común a las islas. A los
pueblos familiarizados con el caballo, la carreta les planteó nuevos problemas de
selección y adiestramiento. Se relacionaron con los hititas, aqueos y micenios. La técnica
del carro exige preparación y sirve para la guerra y los obligaba a disponer de una reserva
de ellos para el campo de batalla.
Los micenios dominaron Creta desde 1450 a 1400, provocado por los dorios hasta su
destrucción final. Los aqueos se apoderan del Mediterráneo y colonizan Rodas, desde
donde controlan los distintos puntos de la costa anatólica.
Finalmente podemos decir que los micenios han conducido su espíritu aventurero y
aparecen ligados a civilizaciones del Mediterráneo oriental, integradas con el Cercano
Oriente que, pese a su diversidad, construye la amplitud de sus contactos, intercambios y
comunicaciones.
CAPÍTULO II
LA MONARQUÍA MICÉNICA
La vida social está centrada en torno del palacio, que tiene una función religiosa, política
militar, administrativa y económica a la vez. El sistema de la economía se denomina
palatina, el Rey concentra en su persona, todos los elementos del poder y aspectos de la
soberanía, a través de los escribas, dignatarios del palacio e inspectores reales. (este
régimen se llamó monarquía burocrática)
La mansión micénica, con el Megaron y la sala del trono en el centro, era una fortaleza
rodeada de muros, que domina y vigila el llano que se extiende a sus pies, esta mansión
preserva a los familiares del rey, jefes militares y dignatarios palatinos, el tesoro real y las
reservas acumuladas repartidas en el palacio
El rey recibe el título de wa-na-ka, ánax. El ánax gobierna también la vida religiosa, ordena
su calendario, vela por los ritos, ordena los , la s oblaciones vegetales y la celebración en
honor de los distintos dioses. Al lado del ánax estaba el wa-ge-tas, jefe del laós (pueblo en
armas).
Los e-que-ta eran los dignatarios del palacio y séquito del rey.
Había dos formas de posesión de la tierra, las ki-ti-me-na-ko-to-na tierras privadas con
propietarios y las ke-ke-me-na-ko-to-natierras comunales de los demás aldeanos. En el
cuadro provincial aparece el pa-si-re-u como dueño de un dominio rural y vasallo del ánax.
El basiléus, que vigila la distribución del bronce destinado a los herreros que trabajan para
el palacio. Los la-ke-ro-si-ja era el consejo de ancianos de la comunidad. El ko-re-
te asociado al basiléus era el prefecto de la aldea.
Existía una analogía entre los micénicos y los hititas. Finalmente con la invasión dórica
(Año 1150 a.c.), se destruye todo este conjunto y rompe por muchos siglos, los vínculos de
Grecia con oriente para convertirse en una barrera.
CAPÍTULO III
LA CRISIS DE LA SOBERANÍA
El cuadro de un pequeño reino como Itaca, con su basiléus, su asamblea, sus nobles
turbulentos, su demo silencioso en segundo plano, prolonga y aclara ciertos aspectos de la
monarquía micénica.
La desaparición del ánax parece haber dejado subsistir en forma simultánea las dos
fuerzas sociales con las cuales había tenido que transigir el poder: de una parte, las
comunidades aldeanas y, de la otra, una aristocracia guerrera, cuyas familias más nobles
conservan por igual, como privilegio del genos, ciertos monopolios religiosos.
Esta sabiduría será el fruto de una larga historia en la cual intervendrán factores múltiples,
pero que, desde sus comienzos, se ha desviado de la concepción micénica del Soberano
para orientarse por otro camino.
Aun suponiendo que la Liga jónica del siglo VI prolongara en la forma de un agrupamiento
de ciudades-estados independientes, una organización más antigua en la cual los reyes
locales reconocieran la soberanía de una dinastía que reinaba en Éfeso.
En lo que refiere a Atenas, el testimonio de Aristóteles nos presenta las etapas de lo que
podríamos llamar el estallido de la soberanía. La presencia del polemarca como jefe de los
ejércitos, separa ya del soberano la función militar. La institución del arcontado marca una
ruptura más decisiva. Es la noción misma del arkhé —el mando- la que se separa de la
basíleia, conquista su independencia y va a definir el dominio de realidad propiamente
política.
La imagen del rey, dueño y señor de todo poder, se reemplaza por la idea de funciones
sociales especializadas, diferentes unas de otras y cuyo ajuste plantea difíciles problemas
de equilibrio.
Desaparecido el ánax, que, por la virtud de un poder más humano, unificaba y ordenaba los
distintos elementos del reino, surgen nuevos problemas:
En el plano religioso: cada genos se afirma dueño de ciertos ritos, poseedor de fórmulas,
de símbolos divinos especialmente eficaces, que le confieren poderes y títulos de mando.
La ciudad está centrada en el ágora, sede de la hestía coiné, espacio público en el que se
debaten los problemas de interés general.
Este cuadro urbano define un espacio mental, descubre un nuevo horizonte espiritual.
Desde que la ciudad se centra en la plaza pública, es ya, en el pleno sentido del término,
una polis.
CAPÍTULO IV
EL UNIVERSO ESPIRITUAL DE LA “POLIS”
Llega a ser la herramienta política por excelencia, la llave de toda autoridad en el Estado,
el medio de mando y de dominación sobre los demás.
Al convertirse en elementos de una cultura común, los conocimientos, los valores son
llevados a la plaza pública y sometidos a crítica y controversia.
Las inscripciones más antiguas en alfabeto griego que conocemos demuestran que, desde
el siglo VIII, no se trata ya de un saber especializado, sino una técnica de amplio uso.
Cierto es que la verdad del sabio, como el secreto religioso es revelación de lo esencial,
descubrimiento de una realidad superior que sobrepasa en mucho al común de los
hombres pero al confiarla a la escritura la expone a plena luz ante la mirada de la ciudad
entera.
La laicización de todo un plano de la vida política tiene como contrapartida una religión
oficial que ha establecido sus distancias en relación con los asuntos humano y que ya no
están comprometidas con las vicisitudes de la arkhé. En el terreno de la religión se
desarrollan asociaciones basadas en el secreto. Las sectas y cofradías son grupos
cerrados jerarquizados que implican escalas y grados.
Las transformaciones sociales y políticas que determinan en Esparta las nuevas técnicas
de guerra traducen en el plano de las instituciones aquella misma exigencia de un mundo
equilibrado, ordenado por la ley, que los Sabios, hacia la misma época, formularán en el
plano propiamente conceptual cuando las ciudades pasen por sediciones y conflictos
internos.
Pero si la nueva Esparta reconoce así la supremacía de la ley y el orden, es por haberse
orientado a la guerra, la reforma del Estado obedece a preocupaciones militares. Es para
la práctica de los combates, más que para las controversias del ágora, para lo que se
ejercitan los kómoioi. Tampoco la palabra podrá llegar en Esparta la herramienta política
que será en otras partes ni adoptará forma de discusión. Los lacedemonios celebrarán
como instrumento de la ley, el poder del Phobos, ese temor que doblega a todos los
ciudadanos a la obediencia.
CAPÍTULO V
La función política y social de los SIETE SABIOS permite conciliar a personajes opuestos
como Tales (hombre de Estado), Solón (poeta árbitro de las luchas políticas atenienses que
rechaza la tiranía), Periandro (tirano de Corinto), Epiménides (mago cuya alma se escapa
del cuerpo a voluntad).
La tradición más o menos mítica de los SIETE SABIOS nos permite comprender un
momento de crisis de la historia social que se inicia a fines del siglo VII y se desarrolla en
el siglo VI. Período de turbulencias y conflictos internos de los cuales se perciben
condiciones económicas que los griegos vivieron en una plano religioso y moral
cuestionando a todo su sistema de valores.
Las consecuencias de esta crisis serán ciertas reformas a las que se asocian adivinos
purificadores como Epiménides, Solón, Pitaco o tiranos como Periandro. En el plano
intelectual será un esfuerzo por trazar las nociones fundamentales de la nueva ética
griega.
El punto de partida de la crisis fue de orden económico que revistió la forma de una
efervescencia religiosa al mismo tiempo que social. Nació una reflexión moral y política de
carácter laico que encaró los problemas del orden y del desorden en el mundo humano.
En el seno de la nobleza aparecen nuevos personajes: el hombre bien nacido, que por
espíritu de lucro se lanza al tráfico marítimo. Surge un propietario de bienes raíces que
vigila el rendimiento de sus tierras, las agranda y especializa sus cultivos.
En esta edad del hierro los cambios técnicos y económicos suscitan cambios en el grupo
humano. Las relaciones sociales se caracterizan por la violencia, la astucia, la
arbitrariedad y la injusticia. La renovación actúa simultáneamente en los planos religioso,
jurídico, político y económico. Se pretende poner un limite a la ambición, iniciativa,
voluntad de poder de los gene, sometiéndolos a una regla general aplicada a todos por
igual. Esta norma superior, la dike , es la que establece entre los ciudadanos un justo
equilibrio, garantizando la distribución equitativa de las obligaciones, de los honores, del
poder, entre los individuos y las facciones que componen el cuerpo social. La dike concilia,
armoniza y logra una ciudad unida.
Los primeros testimonios del espíritu nuevo afectan determinadas materias de derechos.
En el proceso arcaico, los gene se enfrentaban, a modo de armas, con fórmulas rituales y
las pruebas previstas por la costumbre: el juramente y el testimonio.. Estas pruebas tenían
valor decisorio poseían un poder religioso. El juez cumplía la función de puro árbitro,
limitándose a declarar la victoria al término de la prueba. Pero cuando, con la ciudad, el
juez representa aI cuerpo ciudadano, tiene que esclarecer una verdad en función de la cual
habrá de pronunciarse en adelante. No pide a los testigos que juren sino que informen
sobre los hechos.
CAPÍTULO VI
Al ideal de austeridad que se afirma en el grupo como reacción contra el desarrollo del
comercio, la ostentación del lujo, la insolencia brutal de los ricos, corresponde el
ascetismo preconizados por ciertos grupos religiosos.
La virtud aristocrática era una cualidad natural vinculada al lustre del nacimiento.
En contraste con el hybris del rico, se perilla el ideal de la sóphrosyne . Está hecho de
templanza, de proporción, de justa medida. La formula de la nueva sabiduría es: nada en
demasía. Esta valoración da a la ateté griega un aspecto <burgués>: es la clase media la
que podrá ejercer en la ciudad la acción moderadora, estableciendo un equilibrio entre los
dos extremos: la minoría de los ricos que quieren conservarlo todo y la multitud de los
desposeídos que quieren tenerlo todo.
Los hoi mesoc representan un tipo de hombre, encarnan los valores cívicos nuevo, como
los ricos encarnan la locura de la hybris.
A la phrosyne, virtud del justo medio, responde la imagen de un orden político que impone
un equilibrio a las fuerzas contrarias, que establece un acuerdo entre elementos rivales. El
arbitraje supone un juez que para aplicar su decisión se remite a una ley superior, a
una diké que debe ser igual e idéntica para todos.
Del poder del soberano, absoluto e irracional han pasado ahora al servicio de la ley. son
servidores de Nomos que conserva cierta resonancia religiosa, pero se expresa sobre todo
en un esfuerzo positivo de la legislación, en una tentativa racional en poner fin a un
conflicto, por equilibrar fuerzas sociales antagónicas y ajustar actitudes humanas
opuestas.
La justicia aparece como un orden enteramente natural que se reglamenta a sí misma.
La justa medida para restablecer el orden debe quebrar la arrogancia de los ricos y hacer
que cese la esclavitud del demos sin transigir, no obstante con la subversión. Tal es la
enseñanza que Solón expone a los ojos de los ciudadanos. El sabio confía en el tiempo.
Una vez hecha pública la verdad, llegará el día en que los atenienses la reconozcan.. Con
Solón Diké y Sophrosyne, bajadas del cielo a la tierra, se instalan en el ágora (es decir que
ellas mismas en adelante tendrán que <rendir cuentas>).
A través de esta laicización tan acusada del pensamiento moral ha podido renovarse y
precisarse la imagen de una virtud como la sophrosyne.
En Homero la sophrosyne tiene un valor muy genera; es el buen sentido: los dioses la
devuelven a quienes la han perdido..
los males que sufre la colectividad son precisamente la ¡ncontinencia de los ricos, el
espíritu de subversión de los <malvados>. Haciendo desaparecer lo uno y lo otro, la
sophrosyne realiza una ciudad armoniosa y concorde, donde los ricos, lejos de desear
siempre más, dan a los pobres lo que les sobra, y donde la masa, lejos de sublevarse en
rebeldía, acepta someterse a los que, por mejores, tiene derecho a poseer más.
En conjunto es fuera de las sectas donde la sophrosyne adquiere una significación moral y
política precisa. Muy pronto se opera una escisión en dos corrientes de pensamiento, de
orientación bien diferente: una se preocupa de la salvación individual; la otra se interesa
por la de la ciudad; de un lado agrupamientos religiosos, al margen de la comunidad,
replegados sobre sí mismos en una aspiración a la pureza; del otro, medios directamente
comprometidos en la vida publica, enfrentados con los problemas que plantea la división
del Estado y que utilizan nociones tradicionales como la de sophrosyne para darles, con un
contenido político nuevo, una forma no ya religiosa sino positiva.
La sophrosyne somete así a cada individuo, en sus relaciones con los demás, a un modelo
común de conformidad con la imagen que la ciudad se forma del <hombre político>, por so
contención, el comportamiento del ciudadano se aleja tanto de la negligencia, de las
trivialidades bufonescas propias del vulgo, como de las condescendencias y del orgullo
altanero de los aristócratas, el nuevo estilo de las relaciones humanas obedece a las
mismas normas de control, de equilibrio, de moderación, que traduce sentencias como:
cconócete a ti mismo>.
La obra de los sabios ha sido la de extraer y expresar verbalmente, en sus máximas o sus
poemas, los valores que continuaban más o menos implícitos en las conductas y en la vida
social de los ciudadanos.
Manifiesta Solón que la ciudad forma un conjunto organizado, un kosmos, que resulta
armonioso si cada uno de sus componentes está en su lugar y posee la porción de poder
que le corresponde en función de su propia virtud. No hay derecho igual a todas las
magistraturas, ya que las más elevadas están reservadas a los mejores, ni derecho igual a
la propiedad territorial, la ley que ahora a sido fijada es la misma para todos los
ciudadanos . hasta entonces era el orgullo>, la <violencia del corazon> de los rico, lo que
regía las relaciones sociales. Ahora es la diké la que fija el orden de distribución. Son las
leyes escritas las que reemplazan las pruebas de fuerza en que siempre triunfaban los
poderosos y las que imponen ahora su norma de equidad. la homónoia, la concordia, es
una armonía obtenida mediante proporciones.
Es muy notable que las dos grandes corrientes que se contraponen en el mundo griego,
una de inspiración aristocrática y la otra de espíritu democrático, se sitúen en su polémica
en el mismo terreno, haciendo ambas iguales protestas de equidad.
Es la armonía del conjunto lo que hace de la cuidad un kosmos, lo que la hace <dueña de
sí>.
El hombre de Estado pitagórico nos hace abandonar las alturas filosóficas para estrechar
de cerca el concreto social. Nos muestra lo que la práctica de los intercambios
comerciales y su necesaria reglamentación por vía de contratos han podido aportar a la
noción de una medida de las relaciones sociales, al evaluar exactamente, de conformidad
con los principios de igualdad proporcional, las relaciones entre actividades, funciones,
servicios, ventajas y honores de las diversas categorías sociales. Una vez descubierto el
cálculo razonado se efectúa el comercio en materia de intercambio contractual; gracias a
esto los pobres reciben de los poderosos y los ricos dan a los que necesitan. de esta
manera las clases bajas son mantenidas en la posición inferior que les es propia sin
experimentar, no obstante, ninguna injusticia en ello. La igualdad realizada continúa
siendo proporcional al mérito.
CAPÍTULO VII
A principios del s.Vl, en Mileto, hombres como Tales, Anaximandro, Anaxímenes, inauguran
un nuevo modo de reflexión acerca de la naturaleza, una investigación sistemática y
desinteresada de una historia y de la cual presentan una theoria, del origen del mundo, de
su composición, de su ordenamiento, de los fenómenos meteorológicos, proponen
explicaciones sobre la generación de los dioses y del mundo.
Las grandes figuras de las potencias primordiales ya se han esfumado; nada de agentes
sobrenaturales, cuyas aventuras, luchas y hazañas formaban la trama de los mitos de
génesis que narraban la aparición del mundo y la instauración del orden; ninguna alusión a
los dioses que la religión oficial asociaba, tanto a las creencias como en el culto, a las
fuerzas de la naturaleza. Nada existe que no sea naturaleza, phisis.
A esta interpretación se opone F.M. Cornford: la primera filosofía se acerca más a una
construcción mítica que a una teoría científica. La física jónica nada tiene de común, ni en
su inspiración, ni en sus métodos, con lo que denominamos ciencia, ignora todo acerca de
la experimentación. No es tampoco producto de una reflexión ingenua y espontánea de la
razón acerca de la naturaleza. Traspone en una forma laica y con un vocabulario más
abstracto la concepción del mundo elaborada por la religión. Al hacerse naturaleza los
elementos, han perdido el aspecto de dioses individualizados; pero continúan siendo
potencias activas y animadas que se sienten como divinas; la phisis cuando opera, está
toda compenetrada de aquella sabiduría y de aquella justicia que eran los atributos de
Zeus. El mundo de Homero se ordenaba mediante una distribución de los dominios y las
funciones entre los grandes dioses: a Zeus corresponde la luz deslumbrante del cielo
(aithér); a Hades la sombra brumosa (Aér); a Poseidón, el elemento liquido; a los tres en
común, gaia, la tierra en la que viven con los hombres. El cosmos de los jónicos se
organiza mediante una división de provincias, entre potencias elementales que se oponen,
se equilibran o se combinan. Entre la teogonía de Hesíodo y la filosofía de Anaximandro, el
análisis de Cornford descubre estrechas correspondencias. Uno habla de generaciones
divinas, allí donde el otro describe ya procesos naturales; el segundo se rehusa a jugar con
la ambigüedad de términos como phúyein (engendrar) y génesis (producir) , nacimiento y
origen. Estos diferentes sentidos se podían expresar en términos de unión sexual, dar
razón de un fenómeno nombrando a su padre y madre, estableciendo su árbol genealógico.
La filosofía se relaciona directamente con el universo espiritual que hemos creído que
definía el orden de la ciudad y caracterizaba una laicización de la vida social.
Si los milesios han partido del mito y transformado profundamente la imagen del universo,
lo han integrado a un cuadro espacial, ordenándolo según un método más geométrico. Para
construir las cosmologías nuevas han utilizado las nociones que el pensamiento moral y
político habían utilizado, han proyectado sobre el mundo de la naturaleza aquella
concepción del orden y de la ley que, al triunfar la ciudad, había hecho del mundo humano
un kosmos.
Exaltar el poder de un Dios que reina sobre todo el universo, habla de su nacimiento, sus
luchas. En todo los dominios -natural, social y ritual-, el orden es el producto de esa
victoria del Dios soberano.
El ordenamiento del espacio, la creación del tiempo, la regulación del cielo atmosférico,
aparecen integrados en la actividad real, son aspectos de su función de soberanía.
3. El mundo está dominado por el poder excepcional de ese agente , único y privilegiado,
en un plano superior a los demás dioses: el mito lo proyecta como soberano sobre la
cúspide del edificio cósmico; es su monarkhia, laque mantiene el equilibrio entre las
potencias que constituyen el universo, la que fija a cada una de ellas su puesto en la
jerarquía y la que delimita sus atribuciones, sus prerrogativas y su parte de honor.
CAPÍTULO VIII
Dada la revolución intelectual realizada por los milesios, podemos destacar la obra de Ana-
ximandro de Mileto, donde se encuentra expresado su nuevo esquema çosmológico que
caracteriza la concepción griega del universo y lo expuso en un escrito en prosa
haciéndolo público.
Esta nueva teoría rompe con la concepción religiosa y mitológica que sostenía hasta
entonces que la tierra estaba sostenida por un soporte y que algún poder o elemento o
porción del mundo estaba situada en una posición predominante ejerciendo el dominio del
otro elemento o porción, y estaba dado por los religiosos, era secreto los ciudadanos no
tenían posibilidad de debatirlo.
Para poder regular las relaciones humanas también se establecen un modelo de orden
igualitario a través de esta nueva concepción del espacio.
El nuevo espacio social esta centrado y en relación con este centro están lo individuos y
los grupos que ocupan posiciones simétricas, la ciudad (polis) esta en el centro y esta
valorizada porque esta a igual distancia de los puntos extremos de manera tal que unos
con otros están en relación de reciprocidad permanente y perfecta. En esta relación
también aparece el espacio político donde también el centro de este espacio es una
institución de la mesa pública, esta mesa es un símbolo de esas relaciones con las
múltiples mesas domésticas a igual distancia de las distintas familias que constituyen la
ciudad el objetivo es representarlas a todas por igual sin tener preferencia por ninguna, es
un espacio centrado común y público igualatorio y simétrico y también constituido para la
oposición, el debate y la argumentación.
Esta nueva imagen del mundo se impuso con rigor para un conjunto de filósofos presocráti -
cos y el pensamiento médico, de este pensamiento podemos citar a Alemeon a comienzos
del siglo V cuando define a la salud como el equilibrio de poderes: lo húmedo y lo seco, lo
frío y lo caliente, lo amargo y lo dulce; la enfermedad resulta por el contrario de un ele-
mentos de los otros, pues la dominación exclusiva de un elemento particular es
destructiva.
Anaximandro: Mileto (-610 al —545), fue conciudadano discípulo de Tales, fue el primero
que dibujo la tierra habitada sobre un plano (mapamundi), e inventó el gnomon (reloj de
sol) por el cual pudo prevenir un terremoto a los habitantes de Esparta.