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El papel de la mujer en el mundo del arte siempre se ha visto relegado en pro de los pintores

masculinos y no es hasta el siglo XIX con el movimiento impresionista cuando empiezan a


destacar algunos nombres femeninos en esta corriente artística. Este es el caso, de Berthe
Morisot cuyas obras se expusieron junto con las de sus compañeros de profesión masculinos y
practicó la pintura no como una afición sino como una verdadera profesión.

Berthe Morisot (1841 - 1895) nació en el seno de una importante y adinerada familia
burguesa; desde muy joven fue animada por sus padres a conocer el mundo del arte y pronto
la joven Morisot se introdujo en la Escuela de Barbizon como discípula de Corot. La joven
conoció a los integrantes de la corriente impresionista y se unió al grupo adoptando la pintura
plain air; de hecho fue Morisot quien acercó a Edouard Manet al grupo de los impresionistas,
la joven siempre tuvo una poderosa influencia en el que después, se convertiría en su cuñado
(ella terminó casada con Eugene Manet) y para quien actuó como musa en numerosas
ocasiones.

La obra que aquí nos ocupa es La cuna, un pequeño óleo de apenas cincuenta centímetros de
altura y poco más de cuarenta y cinco de anchura, que la artista realizó a principios de la
década de los setenta, en 1872. En él la artista ha representado a su hermana que mira
cándidamente a su sobrina recién nacida mientras la niña duerme plácidamente en su cuna.

Se trata de una escena intimista ambientada en el interior de una alcoba; la dama aparece
sedente y ataviada con un vestido negro que resalta sobre el resto de la composición. Uno de
sus brazos descansa sobre la cuna del bebé mientras que el otro permanece doblado
sujetando su cara, esta postura enfatiza la diagonal de su mirada que dirige hacia su hija y que
será el eje sobre el que la artista articula la composición. Por su parte el bebé descansa
tranquilamente en la cuna cubierta con sábanas blancas y por un dosel semi-transparente,
especial mención merece la habilidad de Morisot para recrear el rostro de la niña bajo la tela
del dosel trabajado a través de un sinfín de veladuras.

La obra de Berthe Morisot fue a menudo criticada por tratar temas intimistas, la mayoría de
ellos relacionados con la maternidad –éste será el primero de muchos lienzos que la artista
dedique a este tema- sin embargo debemos recordar que los artistas impresionistas pintaban
aquellas escenas que le resultaban cotidianas y en las que ellos participaban o presenciaban
normalmente, en este sentido Degas plasmó un buen número de bailarinas de ballet en sus
lienzos, Renoir era asiduo a las fiestas de la alta sociedad y Monet representaba en sus lienzos
la atmósfera de una estación de tren o la tranquilidad de su propio jardín en los nenúfares.

En la actualidad, el lienzo de Morisot se encuentra en el Museo de Orsay de Paris.

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