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ADOPCIÓN

I. En el Antiguo Testamento

La adopción aparece relativamente poco en el ATAT Antiguo Testamento. La lengua heb.heb. hebreo no posee
ningún término técnico para dicha práctica, y el tema no aparece para nada en las leyes veterotestamentarias.
Esta situación se explica probablemente por la existencia entre los israelitas de diversas alternativas al
problema del matrimonio estéril. La poligamia y el levirato (* Matrimonio) reducían la necesidad de la
adopción, mientras que el principio de mantener la propiedad dentro de la tribu (Lv. 25.23ss; Nm. 27.8–11; Jer.
32.6ss) aquietaba algunos de los temores de los que no tenían hijos.

En el ATAT Antiguo Testamento el tema de la adopción se aclara considerablemente con el material


comparativo procedente de Mesopotamia y Siria. La adopción en el antiguo Cercano Oriente era un acto legal
por medio del cual la persona ingresaba en una relación familiar nueva, con todos los privilegios y
responsabilidades del que disfrutaba de dicha relación por nacimiento. Aplicando esta descripción al ATAT
Antiguo Testamento, es posible establecer un pequeño número de adopciones, la mayoría de ellos en Gn. 12–50.
Se puede detectar una preferencia por la adopción dentro de la familia, y parece ser que el ATAT Antiguo
Testamento, en común con los textos del antiguo Cercano Oriente, incluía la adrogación y legitimación
juntamente con la adopción como parte de un solo concepto global, mientras que la ley romana hacía claras
distinciones entre dichas prácticas.

Según la costumbre legal cuneiforme, tendría que haber mediado la adopción para que Eliezer pudiese ser
heredero de Abraham (Gn. 15.3) y para que los hijos de Agar, Bilha y Zilpa, pudiesen participar de la herencia
de Abraham y Jacob (Gn. 16.1–4; 30.1–13; cf.cf. confer (lat.), compárese 21.1–10). Si bien la aparente
eliminación de Eliezer de la posibilidad de heredar no es típica (Gn. 24.36; 25.5–6), su caso tiene un paralelo en
una antigua carta bab.bab. babilónico, babilonio de Larsa (Textes cunéiformes du Louvre 18, 153) que indica
que un hombre sin hijos podía adoptar a su propio esclavo. La categoría adoptiva de los hijos de las concubinas
recibe apoyo en las declaraciones de Sara y de Raquel, “tendré hijos de ella” (Gn. 16.2; 30.3), y en la afirmación
de Raquel, “Dios … me dio un hijo” (Gn. 30.6). Aun cuando no hay pruebas de la adopción de Jacob por parte de
Labán (cf.cf. confer (lat.), compárese Gn. 31.3, 18, 30; 32.3ss), Jacob mismo probablemente adoptó a Efraín y a
Manasés. La adopción de un nieto tiene un antecedente en Ugarit (PRUPRU Le Palais Royal d’Ugarit 3, 70–71).
En otras partes del ATAT Antiguo Testamento, Moisés (Ex. 2.10) y Ester (Est. 2.7, 15) fueron casi seguramente
hijos adoptivos, probablemente según leyes no israelitas, aunque el caso de Genubat (1 R. 11.20) es más dudoso.

Parecería haber una fórmula para adopción en el Sal. 2.7 (“Mi hijo eres tú”; cf.cf. confer (lat.), compárese Gn.
48.5, “tus dos hijos… míos son”). Una frase similar aparece en un contrato de adopción de Elefantina (E. G.
Kraeling, The Brooklyn Museum Aramaic Papyri, 1953, Nº 8), como también en caso negativo, principalmente
en antiguos textos babilónicos. El ATAT Antiguo Testamento no contiene referencias a ritos de adopción, sin
embargo, ya que la costumbre de “dar a luz sobre las rodillas” (Gn. 30.3; 50.23; Job 3.12) se asocia con el
nacimiento y el reconocimiento por el jefe de la familia.

La adopción tiene también un aspecto teológico. Se consideraba al pueblo israelita como hijo de Dios (Is. 1.2s;
Jer. 3.19; Os. 11.1), especialmente como su primogénito (Ex. 4.22; Jer. 31.9), y el rey davídico tenía el mismo
privilegio, si bien se destacaban igualmente su humanidad y su responsabilidad individual (2 S. 7.14; 1 Cr.
28.6s; Sal. 89.19ss). Es esta elección divina la que daba sustento a la afirmación de Pablo de que la condición de
hijo pertenecía a los israelitas (Ro. 9.4).

Bibliografía.S. I. Feigin, JBLJBL Journal of Biblical Literature 50, 1931, pp.pp. página(s) 186–200; S.
Kardinom, JSSJSS Journal of Semitic Studies 3, 1958, pp.pp. página(s) 123–126; I. Mendelsohn, IEJIEJ Israel
Exploration Journal 9, 1959, pp.pp. página(s) 180–183; J. van Seters, JBLJBL Journal of Biblical Literature 87,
1968, pp.pp. página(s) 401–408.

M.J.S.M.J.S. M. J. Selman, B.A., M.A., Ph.D., Profesor de Antiguo Testamento, Spurgeon’s College, Londres,
Inglaterra.

II. En el Nuevo Testamento


En el NTNT Nuevo Testamento la adopción tiene su trasfondo no en la ley romana, en la que el fin principal era
continuar la línea del padre adoptivo, sino en la costumbre judaica, que confería los beneficios de la familia al
adoptado. Aparece únicamente en Pablo, y se trata de una relación conferida por la acción de la gracia de Dios,
que redime a los que están bajo la ley (Gá. 4.5). Su intención y resultado es un cambio de estado, planificado
desde la eternidad y hecho realidad por Jesucristo (Ef. 1.5), de la esclavitud a la del hijo (Gá. 4.1ss). La
exclamación “¡Abba, Padre!” (Ro. 8.15 y Gá. 4.6, en el contexto de la adopción) quizá sea la exclamación
tradicional del esclavo adoptado. El hijo adoptivo de Dios posee todos los derechos de la familia, incluyendo el
acceso al Padre (Ro. 8.15), y comparte con Cristo la herencia divina (Ro. 8.17). La presencia del Espíritu de Dios
es tanto el instrumento (Ro. 8.14) como la consecuencia (Gá. 4.6) de esta condición de hijo. Por completa que sea
esta adopción en lo que respecta a la posición adquirida, todavía tiene que hacerse real en la liberación de la
creación misma de su condición de esclavitud (Ro. 8.21ss).

La adopción está implícita como una relación de gracia en la enseñanza de Juan acerca del “ser hechos hijos de
Dios” (Jn. 1.12; 1 Jn. 3.1–2), en la aceptación del pródigo a los plenos derechos familiares (Lc. 15.19ss), y en el
título de Dios como Padre, tan repetido por Jesús (Mt. 5.16; 6.9; Lc. 12.32).

Bibliografía. W. H. Rosell, “New Testament Adoption–Graeco-Roman or Semitic?”, JBLJBL Journal of Biblical


Literature 71, 1952, pp.pp. página(s) 233ss; D. J. Theron, “‘Adoption’ in the Pauline Corpus”, EQEQ Evangelical
Quarterly 28, 1956, pp.pp. página(s) 1ss; F. Lyall, “Roman Law in the Writings of Paul—Adoption”, JBLJBL
Journal of Biblical Literature 88, 1969, pp.pp. página(s) 458ss.

La adopción, en el sentido moderno que tiene esta palabra hoy día, o sea la incorporación en el seno de la
familia, como hijo, de una persona ajena a ella, no se conoció entre los israelitas. En el resto del Medio Oriente
se practicó ya desde la Antigüedad, teniendo por objeto proporcionar, a los maridos cuyas mujeres fueran
estériles, hijos que los ayudasen en su trabajo y en su ancianidad. En los archivos de Nuzi se conservan actas
que nos relatan las adopciones llevadas a cabo por distintos señores.
La adopción se expresaba por un rito común que se practicaba también en otros pueblos. El hijo se ponía
encima o en las rodillas de la persona que lo adoptaba. La ceremonia se efectuaba para adoptar a los hijos de
una esclava (Gen_30:3-8), y en el caso del abuelo con sus nietos (Gen_48:5-12; Gen_50:23; Rut_4:16-17). El
padre que carecía de hijo varón podía casar a su hija con un esclavo y considerar el hijo nacido del matrimonio
como hijo propio (1Cr_2:35). Los efectos de tal adopción (adopciones en sentido limitado, puesto que ocurrían
dentro de la misma) eran limitados en cuanto a los derechos hereditarios.
En el Derecho Romano la adopción era una especie de compra que se llevaba a cabo en presencia de testigos.
San Pablo parece aludir a ella al escribir a los gálatas (Gal_4:5).
En nuestros días, la adopción no es cosa rara entre los judíos ni en Oriente, donde se hace ante una
autoridad con fórmulas legales.
En el Nuevo Testamento la adopción denota un acto de libre gracia de Dios, por el cual, justificándonos por
la fe, somos recibidos en la familia de Dios y constituidos herederos del patrimonio celestial. En Cristo Jesús, y
mediante sus méritos expiatorios, los creyentes reciben la adopción «de hijos» (Gal_4:4-5). Algunos de los
privilegios de este estado de adopción son el amor y cuidado de nuestro Padre celestial; la semejanza a su
imagen, una confianza similar en Sí; el libre acceso a Sí en todo tiempo; el testimonio del Espíritu Santo, por el
cual exclamamos: «¡Abba, Padre!», y el mismo Espíritu Santo, que es las arras que Dios nos da de su adopción
en Cristo Jesús; y un titulo a nuestro hogar celestial (Rom_8:14-17; Rom_9:4; Efe_1:4-5).
Que los creyentes son hijos adoptivos de Dios, se repite muchas veces en el Nuevo Testamento; Jesús no sólo
enseña a los suyos a llamar a Dios «Padre nuestro» (Mat_6:9), sino que da el título de «hijos de Dios» a los
pacíficos (Mat_5:9), a los caritativos (Luc_6:35) y a los justos resucitados (Luc_20:36).
El fundamento de este título está en todo el Antiguo Testamento y se precisa en la teología de San Pablo. La
adopción filial era ya uno de los privilegios de Israel (Rom_9:4), pero ahora los cristianos son hijos de Dios en
un sentido mucho más fuerte, por la fe en Jesucristo (Gal_3:26; Efe_1:5). Esta doctrina está también en los
escritos de San Juan: «Hay que renacer, dice Jesús a Nicodemo (Jua_3:3-5), del agua y del Espíritu.» En efecto,
a los que creen en Cristo les da Dios el poder ser hechos hijos de Dios (Jua_1:12). Esta vida de hijos de Dios es
para nosotros una realidad actual, aun cuando el mundo lo ignore (1Jn_3:1). Vendrá un día cuando se
manifestará abiertamente, y entonces seremos semejantes a Dios, porque lo veremos como él es (1Jn_3:2). No se
trata, pues, únicamente de un título que muestra el amor de Dios a sus criaturas: El hombre participa de la
naturaleza de aquel que lo ha adoptado como hijo suyo (2Pe_2:4). Los hijos de Dios participan de la misma
naturaleza de Dios, y la gracia viene directamente de la naturaleza divina.
Adopción

La hija de faraón adoptó a Moisés (Exo_2:10) y Mardoqueo adoptó a Ester (Est_2:7, Est_2:15). Hadad el
edomita se casó con la hermana de la reina egipcia y el hijo de ellos, Genubat, fue criado entre los hijos de
faraón, adoptado o no legalmente (1Ki_11:20). No se sabe si se practicaba la adopción en la propia tierra de los
hebreos.

Pablo es el único escritor del NT que usa el término; en su caso es una metáfora derivada del uso helenístico y la
ley romana. La situación legal de un hijo en los comienzos de Roma era poco menos que la de un esclavo,
aunque en la práctica su rigor variaba según el temperamento del padre. Un hijo era propiedad de su padre
quien
(1) tenía derecho a las ganancias de su hijo,
(2) podía transferirlo como propiedad ya sea como una adopción o una venta auténtica y,
(3) podía, bajo ciertas circunstancias, darle muerte. Un hijo adoptivo era considerado como un hijo nacido en
la familia. Ya no podía heredar de su padre natural. Ya no era responsable de sus antiguas deudas (una falla
que eventualmente fue corregida). Para su familia anterior, estaba muerto. Con el correr del tiempo, se fueron
incluyendo modificaciones al rigor con que se trataba a hijos en la ley romana y, sin duda, Pablo lo consideraba
desde un punto de vista helenístico más liberal.

En Gal_4:1-3 Pablo enuncia correctamente la ley romana en cuanto a los hijos. Dios envió a su Hijo a nacer
como un ser humano bajo la ley para redimir a los esclavos del pecado y darles todos los derechos de hijos
(Gal_4:4-5). Ser adoptados nos llevó de la esclavitud a ser hijos y herederos (Gal_4:7).

La adopción es más que una cuestión de posición o estado; cuando Dios nos adoptó, puso su Espíritu en nosotros
y fuimos sujetos a su control (Rom_8:1-15). Esto incluye castigo (Heb_12:5-11) tanto como herencia (Rom_8:16-
18). Rom_8:23 habla de nuestra adopción como algo futuro, en el sentido de que los efectos completos serán
consumados en ocasión de la redención de nuestros cuerpos, la liberación de todas las restricciones que la
limitación de un cuerpo mortal impone.

En Rom_9:4 Pablo comienza con una enumeración de los privilegios de los israelitas con su adopción. Israel
como hijo (Exo_4:22; Deu_14:1; Hos_11:1) no era resultado de la relación natural por creación (Act_17:28),
sino una peculiar por un pacto de promesa, una relación espiritual por fe, bajo la gracia soberana de Dios.
Pablo expresa la acción de Dios que resultó en que nos adoptara y enumera sus efectos (Eph_1:4-12). Esta
acción empezó con la elección de Dios: Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, usando la
predestinación como el modo (nos predestinó); a Cristo como agente (por Jesucristo); y él mismo es el padre que
adopta para sí mismo. El acto soberano de Dios es recalcado en la frase final del v. 5: según el beneplácito de su
voluntad. Que dicha adopción no es una mera cuestión de posición resulta claro al ver la declaración del
propósito de la elección: nos escogió... para que fuésemos santos y sin mancha delante de él (Eph_1:4).

Las dos situaciones religiosas de la humanidad, 4:1-11.


1Digo yo, pues: Mientras el heredero es menor, siendo el dueño de todo, no difiere del siervo, 2 sino que está bajo tutores
y curadores hasta la fecha señalada por el padre. 3 De igual modo nosotros: mientras fuimos niños vivíamos en
servidumbre bajo los elementos del mundo; 4 mas, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la Ley, 5 para redimir a los que estaban bajo la Ley, para que recibiésemos la adopción filial. 6 Y por
ser hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba, Padre! 7 De manera que ya no eres
siervo, sino hijo, y si hijo, heredero por voluntad de Dios. 8 En otro tiempo no conocíais a Dios, y servísteis a los que no
son realmente dioses. 9 Ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, habéis sido de Dios conocidos, ¿cómo de nuevo os
volvéis a los flacos y pobres elementos, a los cuales de nuevo queréis servir? 10 Observáis los días, los meses, las
estaciones y los años, u Temo que hagáis vanos tantos afanes como entre vosotros pasé.

Pablo sigue valiéndose de comparaciones tomadas de los usos jurídicos. Habló antes (3:15.24) de testamento (la
promesa) y de pedagogo (la Ley); ahora presenta el caso del “heredero” de una gran hacienda, de la cual, sin
embargo, no puede disponer, por ser aún menor de edad y hallarse bajo tutores y administradores hasta la
fecha señalada por el padre (v.1-a). Discuten algunos exegetas si el Apóstol en su ejemplo, al hablar de “fecha
señalada por el padre” y decir del heredero que “es dueño de todo,” supone ya difunto al padre o, no obstante
esas expresiones, supone a éste todavía en vida. Es ésta una circunstancia que, para el asunto de que se trata,
apenas tiene interés. Lo que San Pablo quiere hacer resaltar es el estado de tutela de quien, siendo heredero o
“dueño de todo,” de hecho “en nada se diferencia del siervo” (v.1) hasta que llega la fecha prefijada para su
emancipación o mayoría de edad. Esta fecha hoy, de ordinario, está ya determinada por la ley; pero
antiguamente, según los usos de muchos pueblos, y también entre los romanos, la fecha exacta dependía, dentro
de ciertos límites, de la voluntad del padre. San Pablo aprovecha este dato, pues le viene muy bien para la
aplicación que hace luego al Padre celestial (v.4).
En el fondo, a lo largo de toda esta historia (v.1-11), late la misma idea básica que San Pablo había
expresado ya anteriormente, al decir que hasta la venida de Cristo “estábamos bajo el pedagogo” (3:24-25), y
luego, llegado Cristo, somos ya “hijos de Dios” y “herederos,” según la promesa (3:26-29). únicamente que
ahora, modificada la imagen, completa la idea con nuevos matices que, en materia de tanta importancia,
necesariamente han de resultar interesantes. Las dos épocas en que queda dividida la historia de la humanidad
las caracteriza el Apóstol por “ser niños — -vivir en servidumbre — bajo los elementos del mundo” (v.3) y ser”
hijos- — herederos por voluntad de Dios — conocidos de Dios” (v.6.y.9). El paso de una época a otra se debe, en
última instancia, a la voluntad del Padre, quien, al llegar la fecha por El señalada, envía a su Hijo para realizar
el cambio (v.4); es, pues, un contrasentido lo que ahora tratan de hacer los gálatas, queriendo volver a la época
de servidumbre o minoría de edad (v.8-11).
Tal es el esquema de la narración . Interesa que nos detengamos a explicar algunas expresiones que no
son del todo claras. Una de las más difíciles es la de “vivir en servidumbre bajo los elementos del mundo” (Οπό
τα στοιχεία του κόσμου ), expresión con que el Apóstol caracteriza la época anterior a Cristo. Evidentemente,
esos “elementos del mundo” (v.3) corresponden a los “tutores y administradores” de que se habla en el ejemplo
ilustrativo (v.2); pero ¿qué entiende concretamente San Pablo bajo esa expresión? La respuesta no es fácil, y
hay sobre el tema una abundante literatura, con interpretaciones a veces en extremo peregrinas y faltas de
base. Comencemos afirmando que el término στοιχεία tiene en los autores griegos una gran amplitud de
significado, aunque siempre en una de estas dos direcciones: la de primeros elementos o principios constitutivos
de una cosa y la de planetas o cuerpos celestes como elementos sobresalientes del cosmos y sede de espíritus o
potencias supraterrenas. ¿En cuál de estas direcciones usa el término San Pablo? Parece que eso nos lo debe
decir el contexto. Pues bien, hay muchos autores que arguyen de esta manera: Los “elementos del mundo” del
v.3 se corresponden con los “elementos flacos y pobres” (άσ 3ενή και πτωχά στοιχεία ) del v.9, y éstos los
concreta luego el Apóstol en “observar los días, los meses, las estaciones y los años” (v.10), es decir, en la
observancia de la Ley mosaica con todas sus prescripciones de sábados, novilunios, fiestas anuales.; sigúese,
pues, que “elementos del mundo” viene a equivaler prácticamente a régimen de la Ley, con sus numerosas
prescripciones, que fueron como los primeros rudimentos de la educación religiosa de la humanidad, elementos
“flacos y pobres,” pues no daban la vida pujante de la gracia, manteniendo a los seres humanos en régimen de
esclavitud (cf. 3:23; Rom_8:15), en espera de que llegasen los tiempos de mayoría de edad o filiación señalados
por Dios. Al decir, pues, San Pablo en el v.5 que Jesucristo vino a “redimir a los que estaban bajo la Ley,” no
haría sino dar otra expresión material a la idea de “sujeción a los elementos del mundo” de que habló en el v.3.
Es de notar, sin embargo, que esa misma expresión “elementos del mundo” usa también San Pablo en la
carta a los Colosenses (Col_2:8.20), y es obvio suponer que le dé el mismo sentido. Pues bien, conforme
explicamos ampliamente en la carta a los Colosenses, todo parece indicar, dada la clase de adversarios con que
lucha, que el Apóstol está refiriéndose al mundo de los astros y fuerzas cósmicas, de tanta importancia en la
vida religiosa de los antiguos, en cuanto que los consideraban regidos y como animados por potencias angélicas
o supraterrestres. Ese, pues, sería también el sentido aquí. Ni deben extrañarnos las expresiones de sabor
claramente judaizante que, lo mismo en Gálatas (Col_4:10) que en Colosenses (Col_2:16), parecen estar
relacionando la Ley con esos “elementos del mundo”; pues los adversarios cuyas doctrinas ataca San Pablo eran
de procedencia judía y seguían adictos a la Ley, pero su judaísmo no era el judaísmo rígido de las escuelas
rabínicas de Jerusalén, sino otro más heterogéneo, al estilo del que muestran los documentos de Qumrán,
fuertemente influido por doctrinas extrañas, particularmente por lo que se refiere a los ángeles, seres
intermedios entre Dios y el mundo. Con esta explicación, que pudiéramos llamar cósmica, la misma expresión
“elementos del mundo” adquiere un significado más obvio y natural. Referir esa expresión simplemente a la Ley
mosaica con sus prescripciones, nos parece que es violentar bastante los términos.
Y pasamos a otra expresión, sumamente consoladora, con que el Apóstol caracteriza la segunda época
de la humanidad: “recibiésemos la adopción filial” (την υιο 3εσίαν , ν .5). Este término de υιοθεσία , que San
Pablo repite varias veces en sus cartas (cf. Rom_8:15-23; Rom_9:4; Efe_1:5), no indica simplemente, como en
lo humano, título jurídico para una herencia, aunque esto también lo incluye (cf. v.7), sino realidad ontológica
nueva, que adquirimos al sernos infundida la gracia santificante y hacerse presente en nosotros la persona
del Espíritu (v.6). Esta presencia del Espíritu, tan puesta de manifiesto en la vida de las primitivas
comunidades cristianas (cf. Hec_2:4; Hec_8:17; Hec_10:46; Hec_19:6), había sido experimentada también por
los gálatas (cf. 3:2-5), y San Pablo lo explica con algo de más amplitud en Rom_8:12-17. Es de notar lo
destacada que aparece la figura del Espíritu (v.6), enviado también de junto a Dios (έξ -οστό ), igual que el Hijo
(v.4). Discuten los teólogos si es la presencia del Espíritu la que causa nuestra “filiación,” imprimiendo en
nosotros la semejanza del Hijo natural de Dios, o es más bien el estado de “filiación,” mediante la infusión de la
gracia santificante, el que trae como consecuencia la presencia en nosotros del Espíritu. La traducción que
damos en el v.6: “y por ser hijos, envió Dios.” (ότι δε έστε υιοί , έξαττέστειλεν ¡ό Θεός ), sería una prueba clara
de la segunda opinión. Sin embargo, hay bastantes autores que no dan a la partícula ότι valor causal, sino
declarativo, y traducen: “que sois hijos (se ve por el hecho de que) envió Dios.,” con lo que el problema queda sin
decidir. Desde luego, la frase original griega no es clara, y gramaticalmente ambas traducciones son posibles.
Con todo juzgamos más probable la primera traducción, pues en la segunda resulta demasiado dura esa elipsis
que es necesario presuponer 239.
Dice San Pablo que para que recibiésemos la “adopción filial,” Dios, al llegar “la plenitud de los tiempos
(το πλήρωμα του χρόνου ), envió a su Hijo, nacido de mujer (γενόμενον εκ γυναικός ), nacido bajo la Ley”
(γενόμενον υπό νόμον , v.4). Difícil sería, en tan breves frases, dar más riqueza de doctrina. Con razón este
versículo fue de los más citados por los Santos Padres en las controversias cristológicas de los primeros siglos;
la preexistencia de Jesucristo y su encarnación en el seno de una mujer no dejan aquí lugar a duda. Dios le envía
de junto a sí (έξ -από -στέλλω ), lo que supone claramente que Pablo está pensando en la preexistencia del Hijo,
existente ya con anterioridad a la encarnación. La “plenitud de los tiempos” no quiere decir otra cosa sino
que se había como completado la suma de días y llegado la fecha fijada por el Padre para inaugurar el reino
mesiánico y dar término a la minoría de edad de la humanidad (cf. Mar_1:15; Hec_1:7; Efe_1:10; Heb_9:26).
En cuanto a las expresiones “nacido de mujer” y “nacido bajo la Ley,” son dos pinceladas con que el Apóstol nos
presenta la inmensa humillación de Jesucristo, Hijo de Dios, que se hace hombre 240, y, aún más, bajo la Ley, al
nacer miembro del pueblo hebreo, que estaba sujeto a la Ley. No olvidemos que en el actual orden de la
Providencia es por la solidaridad, conforme explicamos al comentar 3:13-14, como había de efectuarse la
redención: los judíos, solidarios de Cristo sujeto a la Ley, serán liberados de la Ley; y todos, judíos y gentiles,
solidarios de Cristo hecho hombre, recibiremos la adopción filial (cf. v.3) Sólo nos queda ya aludir a una última
expresión, que puede también ofrecer dificultad. Es aquella en que el Apóstol, al hacer aplicación a los gálatas
de la doctrina que viene exponiendo, les dice que han sido “conocidos de Dios” (γνωσ 3έντες υπό Θεού , ν .9).
Evidentemente no se trata de un conocimiento de tipo meramente intelectual, que Dios tiene de todo y de todos
en virtud de su omnisciencia, sino de un conocimiento acompañado de amor o preferencia, que es el sentido que
suele tener el verbo “conocer,” cuando se aplica a Dios (cf. Mat.7:23; 1Cor.8:3; 2Tim.2:19). Así es como Dios ha
“conocido” a los gálatas, llamándolos a la fe con preferencia a tantos otros (cf. Rom.8:29-30), y colmándolos
luego de esos extraordinarios favores que lleva consigo la adopción filial (cf. v.5-7). Dada la construcción
gramatical de la frase: “habéis conocido a Dios, o mejor, habéis sido de Dios conocidos,” se ve claro que la
intención del Apóstol no es sólo afirmar el hecho de ese “conocimiento” por parte de Dios, sino también y sobre
todo hacer resaltar que la conversión misma de los gálatas es obra de Dios, que los “conoció” primero.

LOS DÍAS DE LA NIÑEZ

Gál.4:1-7

Esto es lo que quiero decir: Mientras el heredero es un niño, no se diferencia en nada de un esclavo, aunque es el amo
de todo; pero está bajo el control de mayordomos y supervisores hasta que llega el día que ha fijado su padre. Eso es lo
que sucede con nosotros: Cuando éramos niños, estábamos sujetos al conocimiento elemental que este mundo puede
proveer. Pero, cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, con el
propósito de redimir a los que estábamos sujetos a la Ley, para que fuéramos adoptados como hijos. Porque sois hijos,
Dios envió el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, que clama: «¡Abba! ¡Padre!» Por consiguiente, ya no eres un
esclavo, sino un hijo; y como hijo, heredero, que es lo que Dios te ha hecho.

En el mundo antiguo, el proceso del crecimiento estaba mucho más definido que ahora.
En el mundo judío, el primer sábado después de que un niño cumpliera los doce años, su padre le llevaba a la
sinagoga, donde llegaba a ser un hijo de la Ley. El padre pronunciaba allí una bendición: " ¡Bendito seas, oh
Dios, que me has relevado de la responsabilidad por este chico!» El chico hacía una oración en la que decía: "
¡Oh, mi Dios y Dios de mis padres! En este día solemne y santo, que marca mi paso de la niñez a la virilidad, yo
elevo humildemente mis ojos a Ti, y declaro con sinceridad y verdad que, desde ahora en adelante guardaré Tus
mandamientos, y asumo la responsabilidad de mis acciones ante Ti.» Había una clara línea divisoria en la vida
de un joven; como de la noche a la mañana se hacía un hombre.
(ii) En Grecia, un chico estaba al cuidado de su padre desde los siete hasta los dieciocho años. Entonces
llegaba a ser lo que se llamaba un efebos, que se podría traducir por joven, y estaba dos años bajo la supervisión
del estado. Los atenienses estaban divididos en diez fratríai o clanes. Antes de que el muchacho llegara a ser un
efebos, se le recibía en el clan en un festival llamado la apaturía; y en un acto ceremonial se le cortaba el pelo
largo y se les ofrecía a los dioses. Una vez más, el crecimiento pasaba por un proceso totalmente definido.
(iii) Bajo la ley romana, el año en que un muchacho pasaba a ser un hombre no estaba fijado
definitivamente, pero estaba siempre entre los 14 y los 17 años. En un festival sagrado para la familia que se
llamaba la liberalia, se quitaba la toga praetexta, que era una toga con una estrecha banda púrpura por abajo,
y se ponía la toga virilis, que era la toga corriente que llevaban los adultos. Entonces le llevaban sus amigos y
parientes al foro, y le introducían formalmente a la vida pública. Era esencialmente una ceremonia religiosa. Y
una vez más había un día totalmente definido en el que el muchacho alcanzaba la categoría de hombre. Había
una costumbre romana según la cual el día que un chico o una chica alcanzaban la edad, el chico ofrecía su
balón, y la chica su muñeco a Apolo para mostrar que prescindían de las cosas infantiles.

Cuando un chico era menor de edad a los ojos de la ley, podía ser el dueño de una propiedad considerable,
pero no podía hacer ninguna decisión legal, ni estaba en control de su propia vida; todo se le hacía, y se le
dirigía en todo; y, por tanto, para todos los efectos prácticos, no tenía más libertad que si hubiera sido un
esclavo; pero cuando llegaba a ser un hombre, entraba en posesión de su herencia.
De la misma manera -sigue razonando Pablo-, en la infancia del mundo la Ley ejercía su dominio. Pero la
Ley no era más que un conocimiento elemental. Para describir esto Pablo usa la palabra stoijeía. Un stoijeion
(singular) era originalmente una línea de cosas; por ejemplo: se podía referir a una fila de soldados. Pero llegó
a significar el abecedario, y por tanto cualquier conocimiento elemental.
Tiene otro significado que algunos sostienen que es el de aquí: los elementos de los que está formado el
universo, y especialmente los cuerpos celestes. El mundo antiguo estaba asediado por la fe en la astrología. Si
una persona nacía bajo una cierta estrella, su destino -eso creía- estaba decidido. Todo el mundo vivía bajo la
tiranía de las estrellas y anhelaba liberarse. Algunos investigadores creen que Pablo está diciendo que hubo un
tiempo en que los Galátatas habían vivido bajo la tiranía de esa fe en la inevitable influencia de las estrellas.
Pero todo el mensaje parece más bien sugerir que el sentido en él de stoijeía es el de conocimiento rudimentario.
Pablo dice que cuando los Galátatas -e igualmente toda la humanidad- no eran más que niños, estaban bajo
la tiranía de la Ley; entonces, cuando todo estuvo dispuesto, Cristo vino a liberar a la humanidad de esa tiranía.
Así es que ahora las personas ya no son esclavas de la Ley; han llegado a ser hijos e hijas, y han llegado a poseer
su herencia. La niñez que correspondía a la Ley había de pasar; la libertad de la humanidad ha llegado.
La prueba de que somos hijos se manifiesta en el clamor instintivo del corazón. El ser humano clama en su
más profunda necesidad a Dios: " ¡Padre!» Pablo usa dos palabras:
"¡Abba! ¡Padre!» Abba es la palabra aramea para padre; o, más exactamente, papá. Debe de haber estado a
menudo en labios de Jesús, y su sonido era tan sagrado para los que se lo oyeron pronunciar que lo
transcribieron en Su lengua original. Este clamor instintivo del corazón humano, Pablo cree que es la expresión
de la obra del Espíritu Santo. Si nuestros corazones claman así, sabemos que somos hijos, y que toda la herencia
de la Gracia es nuestra.
Para Pablo, el que gobernara su vida por la esclavitud a la Ley era todavía un niño; el que había aprendido
el camino de la Gracia había llegado a ser una persona madura en la fe cristiana.

4:1 -- Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque
es señor de todo; -- Pablo continúa la figura ya introducida (3:24); en esa cita él enfatiza el papel de la ley
como ayo y ahora enfatiza el papel de los que estaban bajo la ley. Vemos en este capítulo que Pablo sigue
dirigiendo "sucesivos golpes de ariete contra las fortificaciones del error entre las iglesias de Galacia"
(Trenchard). Sigue explicando que la ley vino antes que el evangelio porque servía para entrenar y desarrollar
al pueblo de Dios. Durante el tiempo de la ley los judíos eran herederos pero eran como niños y tuvieron que ser
controlados como si fueran siervos. Por lo tanto, la ley de Moisés era una ley rudimentaria, temporal y
provisional.

4:2 -- sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. -- La ley de
Moisés se compara con guardianes encargados de administrar la herencia de los judíos durante el tiempo de su
niñez. El "tiempo señalado por el Padre" es el tiempo del evangelio. Este tiempo llegó cuando por fin el ayo les
llevó a Cristo (3:24). Al oír y obedecer al evangelio de Cristo, recibieron su herencia.
4:3 -- Así también nosotros, cuando éramos niños, -- Antes de llegar "la fe" (3:25) y los judíos todavía
estaban bajo la ley de Moisés como ayo (tutores y curadores).
-- estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. -- La palabra rudimentos viene de
"stoicheion... los principios rudimentarios de la religión, judaica o gentil, descritos también como 'los
rudimentos del mundo', Col.2:20, y como 'los débiles y pobres rudimentos', Gál.4:3; Gál.4:9, que constituían un
yugo de esclavitud" (Vine). Con esto Pablo describe el carácter elemental y rudimentario de la ley de Moisés.
Col_2:14-23 describe los rudimentos del mundo, tanto los de la ley de Moisés como los de otras religiones. Para
Pablo todos los rudimentos esclavizan y Cristo es el único que nos puede liberar de ellos.
4:4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, -- El tiempo indicado por los profetas (Gén_49:10;
Miq_5:2; 2Sa_7:12; Hch_3:24). "En la dispensación del cumplimiento de los tiempos" (Efe_1:10). La promesa a
Abraham (Gén_12:3) fue cumplida. El reino anunciado por los profetas, por Juan y por Jesús fue establecido.
"Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros" (Luc_4:21). "Todo está dispuesto; venid a las bodas"
(Mat_22:4). "En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo
aceptable; he aquí ahora el día de salvación" (2Co_6:2).
La dispensación del evangelio es el último tiempo, la última dispensación. Desde el día de Pentecostés
(Hch_2:1-47) estamos viviendo en "los postreros días" (Hch_2:16-17; Heb_1:1-2; 1Pe_1:20; 1Jn_2:18).
-- Dios envió a su Hijo, -- Con esto Pablo afirma la Deidad de Cristo; al decir que Dios "envió a su
Hijo" afirma su preexistencia (Jua_1:1-2; Jua_1:14; Flp_2:6).
-- nacido de mujer -- Afirma la humanidad de Cristo. Gén_3:15, Cristo es la simiente de la mujer que
vino para herir la serpiente en la cabeza. Era verdadero descendiente de Abraham (3:16) y de David (Rom_1:3).
Participó de nuestra naturaleza (Heb_2:14-16) para destruir al que tiene el imperio de la muerte y para
librarnos del temor de la muerte.
-- y nacido bajo la ley, -- Fue circuncidado al octavo día (Luc_2:21), y presentado en el templo
(Luc_2:22-24), asistía a la sinagoga y participaba en los estudios (Luc_4:16), enseñaba a los judíos que
deberían guardar toda la ley, aun los mandamientos más pequeños (Mat_7:18-19; Mat_23:3-4). Nació bajo la
ley para tomar el lugar de los nacidos bajo la ley, sujetándose a sí mismo a la misma posición de ellos. Llevó el
yugo insoportable de la ley (Hch_15:10).
4:5 -- para que redimiese a los que estaban bajo la ley, -- "Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
hecho por nosotros maldición" (3:13).
-- a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. -- El Padre adopta a los esclavos para que sean
herederos por medio de la obra redentora de Jesucristo quien nos ha reconciliado con Dios (Efe_2:12-13;
Efe_2:16).
4:6 -- Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, -- Rom_8:9;
Flp_1:19. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (Jua_15:26).
-- el cual clama: ¡Abba, Padre! -- Padre, en cualquier idioma (Rom_8:15). Solamente los hijos
pueden decir Abba, Padre. Compárese Apo_14:3, "Y cantaban un cántico nuevo delante del trono... y nadie
podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta mil que fueron redimidos de entre los de la tierra".
Solamente los redimidos pueden cantar el cántico nuevo porque es un cántico de redención (¿cómo pueden
cantar de la redención los que no han sido redimidos?).
4:7 -- Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de
Cristo. -- El esclavo no le llama Abba, Padre a su amo, pero ya no eran esclavos sino hijos, y los hijos son
herederos. Ahora han recibido su herencia.

PROGRESO AL REVÉS

Gál.4:8-11

Hubo un tiempo cuando no conocíais a Dios, y erais esclavos de dioses que no son dioses ni son nada; pero ahora que
conocéis a Dios -o, más bien, ahora que Dios os conoce-, ¿cómo podéis volveros otra vez a las cosas elementales, débiles e
inútiles? Porque parece ser que queréis esclavizaros a ellas otra vez. Observáis meticulosamente los días y los meses y
las estaciones y los años. Mucho me temo que todo el trabajo que me he tomado con vosotros no haya servido para nada.

Pablo sigue basando su argumento en la convicción de que la Ley es una etapa elemental de la religión, y que
una persona madura se apoya sobre la Gracia. La Ley no estaba mal en los tiempos antiguos, cuando no se
conocía nada mejor. Pero ahora hemos llegado a conocer a Dios y Su Gracia. Inmediatamente, Pablo se corrige
a sí mismo: no hay nadie que pueda conocer a Dios por medios e iniciativa propios; Dios Se revela a la criatura
humana en Su Gracia. Nunca podríamos buscar a Dios si no fuera porque Él ya nos ha encontrado. Así es que
Pablo pregunta: "¿Es que vais a volver atrás a una etapa que vosotros debierais haber superado hace mucho?"
Pablo llama a las cosas elementales, la religión basada en la Ley, débil e inútil.
(i) Es débil porque no es eficaz. Puede definir el pecado; puede convencer a una persona de que es pecadora;
pero no puede ni encontrar para ella el perdón de sus pecados pasados ni la fuerza para conquistar las
tentaciones en el futuro.
(ii) Es ineficaz en comparación con el esplendor de la Gracia. Por su propia naturaleza, la Ley no puede
referirse nada más que a una situación. Para cada nueva situación se necesita una nueva ley. Pero la maravilla
de la Gracia es que es poikilos, que quiere decir de muchos colores, para toda la gama de las situaciones
humanas. Es decir: no hay ninguna situación posible de la vida que la Gracia no pueda resolver; es suficiente
para todas las necesidades.
Una de las características de la ley judía era la observancia de tiempos especiales. En este pasaje, los días
son los sábados de cada semana; los meses son las nuevas lunas; las estaciones son las grandes fiestas anuales,
como la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos; los años son los años sabáticos, es decir, cada séptimo año. El
fracaso de una religión que depende de ocasiones especiales es que casi inevitablemente divide los días en
sagrados y seculares; y la consecuencia casi inevitable es que cuando una persona ha cumplido
meticulosamente los días sagrados, es propensa a pensar que ha cumplido sus deberes para con Dios.
Aunque eso era la religión del legalismo, estaba muy lejos de ser la religión profética. Se ha dicho que el
antiguo pueblo hebreo no tenía una palabra en su lengua que correspondiera a la palabra religión como la
usamos corrientemente ahora. La totalidad de la vida tal como ellos la veían venía de Dios, y estaba sujeta a Su
Ley y gobierno. No podía haber ninguna parte separada de ella en su pensamiento que se denominara
«religión.»
Jesucristo no dijo: " Yo he venido para que tengan religión,» sino: «Yo he venido para que tengan vida, y la
tengan en abundancia.» Si hacemos de la religión algo que consiste en la observancia de momentos especiales,
la hemos convertido en algo externo. Para el que es cristiano de veras, todos los días son el día del Señor.
Pablo tenía el temor de que las personas que habían llegado a conocer el esplendor de la Gracia se volvieran
otra vez al legalismo, y que los que habían vivido una vez en la presencia del Señor limitaran Su soberanía a
unos días especiales.

4:8 -- Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no
son dioses; -- 1Co_8:5; Hch_17:29; 1Ts_1:9-10. Los hermanos gentiles habían venido de una esclavitud vil y
degradante. Qué triste que voluntariamente volvieran a otra esclavitud. "Los gálatas habían tenido experiencia
íntima de la esclavitud de los sistemas idolátricos... cuando todos sus actos tenían que determinarse por
augurios, dependiendo los resultados de las pasiones y predilecciones de 'dioses' caprichosos, a quienes habían
de 'propiciar' con regalos y mimos. Peores rasgos caracterizaban la idolatría que sujetaba a los hombres a sus
mismos vicios en lugar de librarles de ellos, sin faltar desenlaces violentos si los sacerdotes paganos hacían
creer que así lo exigía la voluntad de sus falsas divinidades" (Trenchard).
Pablo dice que un ídolo no es nada (1Co_8:4), pero a través del ídolo el pueblo pagano tenía comunión
con los demonios (1Cor.10:20). El ídolo no es nada, pero la esclavitud de sus adoradores es una realidad.
4:9 -- mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, -- "Conoce el Señor a los
que son suyos" (2Tim.2:19). En el Día Final Jesús dirá a algunos, "Nunca os conocí" (Mat.7:23), es decir, nunca
los aprobó.
-- ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles (sin poder espiritual; la ley era solamente figura
o sombra, Heb.8:5; Heb.9:9) y pobres (no ofrecían "riquezas inescrutables" como las del evangelio)
rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? -- Querían abandonar el yugo fácil de Cristo y
volver a las cadenas de esclavitud de su vida pasada, a "las ordenanzas para el cuerpo" (Heb.9:10, LBLA) que
estaban en vigor antes de llegar la verdad del evangelio. Es importante recordar que la ley de Moisés -- con sus
muchísimos estatutos, mandamientos, y ordenanzas -- era una ley divina y, por lo tanto, muy buena, pero su
propósito era llevar al pueblo de Israel a Cristo. Después de la venida de Cristo, el sistema mosaico ya no era
más que ritos vacíos, semejante a cualquier sistema religioso que no sirve. Por medio de observar la ley de
Moisés durante unos 1.500 años, los israelitas (y prosélitos) podían acercarse a Dios, pero cuando Cristo vino,
esa ley quedó clavada a la cruz (Col.2:14) y nadie podía acercarse a Dios por medio de ella. Por el contrario, el
guardarla impidió (e impide) ese propósito. Jesús dice, "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al
Padre sino por mí" (Juan.14:6).
"La meticulosa observancia de los fariseos era conocida a fondo por Pablo. Y le dolía en lo más hondo
ver, después de su propia liberación tan llena de misericordia, que estos cristianos gentiles eran en cambio
arrastrados a la telaraña de los cristianos judaizantes, siendo que habían sido liberados, vueltos a esclavizar
ahora" (Robertson).
Es muy importante recordar y recalcar en la predicación que el evangelio de Cristo es el único "yugo
fácil" (bien acomodado) y que todo sistema religioso humano (judío, católico, protestante o pagano) es un
sistema de esclavitud, porque sus feligreses se sujetan a los mandamientos de los hombres. Hay millones que son
esclavos del clero romano, de la llamada "torre de vigía", de pastores pentecostales y de otras sectas cuyos
dirigentes son pequeños dictadores que tienen la misma ambición de los judaizantes, la de esclavizar. Los
esclavos de éstos deben estudiar con mucha atención esta carta a los gálatas. Cristo les ofrece la libertad.
4:10 -- Guardáis los días (de reposo, el sábado, séptimo día, Col.2:16), los meses (luna nueva), los
tiempos (las sazones, las fiestas anuales: Pascua, Pentecostés, y Tabernáculos) y los años (sabáticos). --

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