Durante la cura psicoanalítica, se denomina resistencia todo aquello que, en
los actos y palabras del analizado, se opone al acceso de éste a su inconsciente. Por extensión, Freud habló de resistencia al psicoanálisis para designar una actitud de oposición a sus descubrimientos, por cuanto éstos revelaban los deseos inconscientes e infligían al hombre una «vejación psicológica». El concepto de resistencia fue precozmente introducido por Freud y ejerció un papel decisivo en la aparición del psicoanálisis. En efecto, Freud renunció a la hipnosis y a la sugestión sobre todo por la resistencia masiva que oponían a estas técnicas algunos pacientes, lo que le parecía por una parte, legítimo y, por otra, imposible de vencer e interpretar. El método psicoanalítico hace posible la superación de este desafío, en la medida en que permite evidenciar progresivamente las resistencias, que se traducirán especialmente, por las diferentes formas en que el paciente infringe la regla fundamental. En los Estudios sobre la histeria (Studien über Hysterie, 1895) se encuentra una primera enumeración de diversos fenómenos clínicos, evidentes o discretos, de resistencia. La resistencia se descubrió como un obstáculo al esclarecimiento de los síntomas y a la progresión de la cura. «La resistencia constituye, en fin de cuentas, lo que impide el trabajo terapéutico. Al principio Freud intentará vencer este obstáculo mediante la insistencia (fuerza de sentido opuesto a la resistencia) y la persuasión, antes de reconocer en él un medio de acceso a lo reprimido y al secreto de la neurosis. En efecto, en la resistencia y la represión se ven actuar las mismas fuerzas. En este sentido, como insiste Freud en sus escritos técnicos, todo el avance de la técnica analítica ha consistido en una apreciación más justa de la resistencia, es decir, del hecho clínico de que no basta comunicar a los pacientes el sentido de sus síntomas para que desaparezca la represión. Es sabido que Freud consideró siempre como características específicas de su técnica la interpretación de la resistencia y la de la transferencia. Es más, la transferencia* debe considerarse en parte como una resistencia, en la medida en que reemplaza el recuerdo verbalizado por la repetición actuada. A esto debe añadirse que la resistencia utiliza la transferencia, pero no la constituye. Más difícil resulta destacar los puntos de vista de Freud acerca de la explicación del fenómeno de la resistencia. En los Estudios sobre la histeria, formula la siguiente hipótesis: los recuerdos pueden considerarse agrupados, según su grado de resistencia, en forma de capas concéntricas alrededor de un núcleo central patógeno. Durante el tratamiento, cada vez que se pasa de un círculo a otro más cercano al núcleo, aumentará proporcionalmente la resistencia. A partir de esta época, Freud considera la resistencia como una manifestación, inherente al tratamiento y a la rememoración que él exige, de la misma fuerza ejercida por el “yo” contra las representaciones penosas. Sin embargo, parece ver el origen último de la resistencia en una repulsión proveniente de lo reprimido como tal, en su dificultad en volverse consciente y, sobre todo, en ser plenamente aceptado por el sujeto. Hallamos pues aquí, dos elementos de explicación: 1. La resistencia viene regulada por su distancia respecto a lo reprimido. 2. Por otra parte, corresponde a una función defensiva. Esta ambigüedad persiste en los escritos técnicos. Con la segunda tópica, se hace recaer el acento en el aspecto defensivo: defensa, como subrayan varios textos, ejercida por el “yo”. «El inconsciente, es decir, lo "reprimido", no opone ningún tipo de resistencia a los esfuerzos de la cura; de hecho, sólo tiende a vencer la presión que actúa sobre él y abrirse camino hacia la conciencia o hacia la descarga mediante la acción real. La resistencia durante la cura proviene de los mismos estratos y sistemas superiores de la vida psíquica que en su tiempo produjeron la represión» Este papel primordial de la defensa del yo Freud lo mantendrá hasta en uno de sus últimos escritos: «Los mecanismos de defensa contra los antiguos peligros retornan en la cura en forma de resistencias a la curación, lo cual es debido a que la misma curación es considerada por el yo como un nuevo peligro» Desde este punto de vista, el análisis de las resistencias no se diferencia del análisis de las defensas permanentes del yo, tal como se ponen de manifiesto en la situación analítica (Anna Freud). Ahora bien, Freud afirma explícitamente que, “la resistencia evidente del yo no basta para explicar las dificultades halladas en la progresión y terminación del trabajo analítico; el analista, en su experiencia, encuentra resistencias que no puede atribuir a alteraciones del yo”. Al final de Inhibición, síntoma y angustia (Hemmung, Symptom una Angst, 1926), Freud distingue cinco formas de resistencia; tres de ellas se atribuyen al yo: la represión, la resistencia de transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad, que se basa en la integración del síntoma en el yo. Además, hay que considerar la resistencia del inconsciente o del ello y la del superyó. La primera hace técnicamente necesario el trabajo por obras: «La fuerza de la compulsión a la repetición, atracción de los prototipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido». Finalmente, la resistencia del superyó deriva de la culpabilidad inconsciente y de la necesidad de castigo (véase: Reacción terapéutica negativa). Se trata de un intento de clasificación metapsicológica que no satisfacía a Freud, pero que tiene, por lo menos, el mérito de subrayar que siempre rehusó asimilar el fenómeno Ínter e intrapersonal de la resistencia a los mecanismos de defensa inherentes a la estructura del yo. La pregunta: ¿Qué resiste?, sigue siendo para él problemática y queda sin responder. Más allá del yo que se aferra a sus contracate-xis. Es preciso reconocer, como obstáculo último al trabajo analítico, una resistencia radical, acerca de cuya naturaleza las hipótesis freudianas variaron, pero que de todos modos es irreductible a las operaciones defensivas (véase: Compulsión a la repetición).
El Término Neurosis Fue Propuesto Por El Médico Escocés William Cullen en 1769 en Referencia A Los Trastornos Sensoriales y Motores Causados Por Enfermedades Del Sistema Nervioso