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XXXVIII CONGRESO de la ASOCIACION PSICOANALITICA


INTERNACIONAL
Amsterdam, Julio de l993

¿OTROS PACIENTES...OTROS ANALISTAS?


Reflexiones acerca del psicoanálisis de hoy

Dr. Carlos NEMIROVSKY1

1
Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica
de Buenos Aires.
cnemirovsky22@gmail.com
1

“El progreso en el trabajo científico se consuma exactamente como en un análisis. Uno aporta al
trabajo ciertas expectativas, pero se ve precisado a refrenarlas. Por medio de la observación se
Averigua algo nuevo ora aquí, ora allí; los fragmentos no concuerdan al comienzo.
Se lucubran conjeturas, se crean construcciones auxiliares que uno retira cuando no se corroboran,
hace falta mucha paciencia, estar presto para todas las posibilidades, renunciar a convencimientos
prematuros bajo cuya compulsión acaso se pasarían por alto factores inesperados”...Freud (1932)

0.Objetivos

Desde la muerte del fundador del psicoanálisis, nuestra disciplina ha sufrido cambios
de magnitud, en buen grado, producto de las transformaciones culturales de analizandos y
analistas. A partir de allí hemos visto nacer y desarrollarse mutaciones que replantean
paradigmas básicos. Poco a poco se han ido modificando la forma de pensar (teoría
psicoanalítica) y de operar en la sesión (técnica psicoanalítica). Este trabajo propone
algunas hipótesis sobre los orígenes de estos cambios y reflexiones sobre el estado actual
del psicoanálisis.

I.La Perspectiva histórica y algunos contrastes actuales

Etchegoyen, H.R. (1990), afirmaba: "Si contemplamos panorámicamente el


desenvolvimiento de la ciencia psicoanalítica se nos impone una línea divisoria muy nítida
que coincide con el ocaso de la vida de Freud". Tomar como punto de partida l939 podría ser
ciertamente parcial o arbitrario ya que con anterioridad fuertes corrientes cuestionadoras de
aspectos básicos del psicoanálisis venían gestándose y la más de las veces dando a luz
encendidas polémicas. Sin embargo, esos años son harto significativos: alrededor de los '40
comienzan a formarse las "escuelas" que hoy podemos reconocer.
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La historia del psicoanálisis implicó siempre el debate, y éste fue enriqueciendo teorías y
técnicas. En este sentido, algunos hitos de la primera mitad de nuestro siglo, fueron las
polémicas de su fundador con Jung, Adler, Rank, Steckel, luego con Ferenczi; los efectos
iniciales de la escuela inglesa con los liderazgos de Jones y M. Klein, el desarrollo particular
del psicoanálisis en los EEUU a partir de Hartmann, Kris y Lowenstein y las originales
posturas de Lacan.

Los primeros desarrollos de Freud se gestaron en el contexto victoriano, autoritario,


que observaba con recelo la exploración de los valores esenciales que guiaron su
investigación: el descubrimiento de la verdad y el logro de la individualidad psicológica, de la
discriminación (Kohut, H.1984). Este mismo recelo lo sufrieron sus contemporáneos,
exponentes de esa época excepcional: Darwin, Pasteur, Koch, Curie, Russel, Einstein, para
nombrar sólo a unos pocos.
Freud debió convivir con dos desarrollos contrapuestos: Por un lado, el auge del positivismo
con sus métodos científicos derivados de la ciencia natural, (excluyentes de aquello que no
era abarcable por la objetivación), y por otro la irrupción y gradual crecimiento del
subjetivismo en la cultura (el impresionismo y luego, el surrealismo)b. Enmarcado por la
Europa central de entonces, él acrisola en su formación cultural los valores de su época y
sus valores familiares y personales: desde allí va construyendo los cimientos del método
analítico a partir de su autoanálisis (finalmente el análisis de un adulto sin graves
padecimientos) y del análisis de sus pacientes, también adultos. En el corazón de la Viena
de los Habsburgo, trabajando como todo profesional de fines del S.XIX, en su propia casa,
comienza a penetrar en el psiquismo humano, el Complejo de Edipo, la sexualidad infantil, la
realidad psíquica, la formación de sistemas o instancias, y de complejos o estructuras. Lo
hacía allí, hace casi 100 años.
No debe resultarnos extraño, entonces, que el psicoanálisis -obra de un creador que en ese
especial contexto buscaba fervorosamente la verdad y no la confirmación de dogmas

b b
Recibió fuertes influencias positivistas de Brentano, Herbart, Fechner, Helmholtz, Breur, Meynert; también de la literatura
y del arte de la época: Nietzsche, Tolstoi, Dickens, Mann, Sola, France, Huxley, etc.
3
establecidos- replantee en su evolución, muchos de los puntos de vista de su fundador, que
al decir de Guntrip, H. (1971) ha puesto la piedra fundamental, pero no construido la
totalidad del edificio.
Las distintas expresiones de la cultura (artistas plásticos, arquitectos y poetas)
preanunciaron siempre los cambios axiológicos: la arquitectura vienesa de principios de
siglo, por ejemplo, era el reflejo de una vida cotidiana centrípeta, posibilitadora de una familia
hiperestimulante c contrastando con la vida familiar de hoy, de fuerte tendencia centrífuga,
que se despliega en nuestros edificios cuyos habitantes resultan anónimos. Esa atmósfera
favorecía el desarrollo de la "prima donna" de los comienzos de siglo, la histeria, siempre
necesitada de presencias. Pero no bastaba con el victorianismo, la familia burguesa,
centrípeta, que se reunía al menos tres veces diarias, cuando no cuatro, alrededor de una
mesa, atendidos por una o dos personas a su servicio. Los primeros analistas, provenientes
de ese mismo medio, centraban su atención en aquello que era obvio que concentrara su
mirada: el complejo de Edipo y sus derivados, las neurosis. A partir de la clínica de estas
neurosis podían explicar su origen y evolución y construir una metapsicología operativa y
acotada, desarrollo que fue coherente y acorde a las metodologías científicas de la época.
Los cuadros que quedaban fuera de esta singularidad no podían ser abarcados por el
naciente psicoanálisis.
Al respecto, Kohut, H. (1984) comenta: "...en contraste con la estructura de personalidad de
los pacientes de fin de siglo, cuyo examen llevó a Freud a concebir una psique dicotomizada
y más tarde hablar del conflicto estructural, la organización de la personalidad prevaleciente
en nuestro tiempo no está tipificada por la simple escisión horizontal que provoca la
represión. La psique del hombre moderno, aquella que describieron Kafka, Proust y Joyce,
está debilitada, fragmentada en múltiples partes (escindida verticalmente) y carente de
armonía. De ello se desprende que no podremos comprender en forma adecuada a nuestros

c c
"Como principal teatro de la vida privada, la familia le proporciona al Siglo XIX sus figuras y sus primeros papeles, sus
prácticas y sus ritos, sus intrigas y sus conflictos. Además de ser la mano invisible de la sociedad civil, es a la vez nido y
nudo". (Aries y Duby, 1987)
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pacientes y explicarnos lo que a ellos les ocurre, si pretendemos hacerlo con la ayuda de un
modelo de conflictos inconcientes no apto para ello".d
Hoy, los esquizoides y borderlines, que se gestan en los desencuentros y en las
separaciones -se nutren de ausencias- le quitan ese privilegio a la histeria, y requieren
nuevas explicaciones.

Con un esfuerzo empático, como el que nos reclaman los historiadores contemporáneos
para aprehender nuestro pasado (Carr, E: H. 1984), podremos comprender que muchos de
los motivos de angustia de Freud (1895) en ese contexto, surgieron del intento de ubicar al
psicoanálisis dentro de las ciencias naturales, utilizando nomenclaturas como catexia,
aparato psíquico, libido. Actualmente casi nadie dudaría de que la nuestra no es una
disciplina exacta. Estamos hoy más cerca de la investigación histórica, de la narrativa, que
de los métodos de las ciencias "naturales".

Si nos preguntáramos que representa Freud para nosotros hoy en día (y dejando de lado los
que por su vínculo narcisista con el maestro hicieron por la vía de la idealización de su teoría
un dogma), podemos consensuar un modelo de Freud investigador, no conformista, que
describió, teorizó y se refutó a si mismo, por lo que su obra científica siempre abierta, no
resulta uniforme o lineal. Saludablemente podremos identificarnos con su curiosidad, su rigor
científico y su actitud frente a aquello que resulta novedoso: después de todo, él decía que
el único texto sagrado era el del paciente, y éste nunca es el mismo. Podremos refutar el
resultado de sus investigaciones (de sus productos), pero no su método, su modo de
investigar.

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Conjugando épocas y objeto de estudio, y a modo de ejemplo veamos que plantea Stern (1985):" Muchos datos sobre
las pautas alimentarias de las sociedades primitivas existentes...sugieren que, casi durante toda la historia humana, los
infantes fueron alimentados con mucha frecuencia, a la menor demanda hasta dos veces por hora. Puesto que la mayoría
de los bebés eran llevado a cuestas por la madre, en contacto con el cuerpo de ella, ésta percibía la más ligera muestra de
inquietud por parte del niño e iniciaba breves y frecuentes comidas, tal vez de unos pocos chupeteos para mantener bajo el
nivel de activación (DeVore y Konnor, 1974). La consecuencia de esta perspectiva es que el drama del amamantamiento hoy
en día es producto de nuestro sistema de crear una gran estimulación y activación en forma de hambre, seguidas por una
caída abrupta. La saciedad se convierte en un fenómeno de intensidad y drama iguales a los del hambre, pero de dirección
opuesta. Puede ser que la experiencia constante con picos y valles exagerados de la intensidad afectiva y emocional
constituya una ventaja adaptativa para el infante que está por entrar en el más rápido y estimulante mundo moderno".
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El ejemplo de su excepcional actitud como investigador queda reflejada en la cita del acápite
de este trabajo.

II.Los replanteos actuales


The Hollow Mene
We are the hollow men
We are the stuffed men
Leaning together Headpiece
filled with straw. Alas!
Our dried voices, when
We whisper together are quiet
and meaningless
As wind in dry grass. Or rats
feet over broken glass
In our dry cellar.

Un ejemplo de la apertura, de lo antidogmático del pensamiento freudiano y de su


firme creencia en cuanto a los desarrollos futuros nos lo muestra el siguiente párrafo, (Freud,
S., 1916-17) "...no veo en que sentido habría fracasado la orientación que hemos impuesto a
nuestras búsquedas si descubriésemos que en la psicosis graves son las pulsiones yoicas
mismas las extraviadas de manera primaria...el futuro lo dirá"... En esta conferencia, Freud
no sólo duda del origen libidinal de las psicosis,f sino que alude al futuro...y esto nos
concierne, nos involucra a quienes seguimos sus pasos trabajando e investigando en
nuestro actual contexto, tan distinto por cierto de aquel del siglo pasado.
Desde diferentes vértices, filósofos, sociólogos y antropólogos han tratado de mostrarnos
algunas características del hombre del medio urbano de hoy: un lúcido enfoque hace Lasch,
C.(1979) postulando que los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en
razón de los riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales.
Al respecto, comentan Zagari A. y Carbone, D. (1988) "El nuevo hombre-masa posee un

e
T.S.Eliot, Select Poems, Los hombres vacíos: Somos los hombres vacíos/somos los hombres rellenos/recostados
e

juntos. La "cabeza" llena de paja.Ay!/Nuestras voces secas, cuando murmuramos son calmas y sin sentido como el viento
en la hierba seca/O como patas de ratas caminando sobre vidrio roto en nuestra seca bodega.

f
Al plantearse la alteración primaria de las pulsiones yoicas, intuye el impulso que décadas despúes darán al sobrevivir
f

(narcisismo primario) algunas de las teorías contemporáneas, especialmente las de Winnicott y Kohut. Este tema lo hemos
abordado en un trabajo anterior. (Lerner, H. y Nemirovsky, C., 1990).
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criterio de aceleración incesante y perpetua, la comunicación se caracteriza por la ruptura de
los vínculos y la conexión con el mundo y con los otros se realiza por medio de pantallas e
imágenes. Los medios masivos son la ortopedia de la falta, hay un exceso de información y
una paulatina desaparición del lazo social."
Uslar Pietro, A. (1992), se refiere sagazmente a la crisis de valores en las sociedades
occidentales: "En muchas maneras, el hombre se encuentra hoy entregado a si mismo, a sus
viejas limitaciones, a su escasa fe en si mismo, en una situación que no tiene precedentes
en la historia moderna. Después de Freud, Lacan, Wittgenstein, la Perestroika, la Guerra del
Golfo, carece de tesis válida y se siente peligrosamente abandonado a su solo arbitrio".

Los contextos en los que nos formamos y aplicamos nuestra ciencia han variado, y nuestra
posmodernidad implica mucho más vacíos que presencias, mucho más anomia que rigidez
en los sistemas sociales. El hombre sobre el que Freud moldea el psicoanálisis será
denominado Hombre Culpable por Kohut (1984), acosado por el malestar cultural, víctima
del complejo de Edipo y sus consiguientes represiones. El hombre de hoy, plantea este
autor, se acerca más a aquel Hombre Trágico de los griegos, preocupado por su destino.
Lipovetsky, G. (1986) transmite crudamente su visión: "Don Juan ha muerto; una nueva
figura, mucho más inquietante, se yergue, Narciso, subyugado por sí mismo en su cápsula
de cristal". Y luego: "Los pacientes ya no sufren síntomas fijos sino de trastornos vagos y
difusos; la patología mental obedece a la ley de la época que tiende a la reducción de
rigideces así como a la licuación de las relevancias estables: la crispación neurótica ha sido
sustituida por la flotación narcisista. Imposibilidad de sentir, vacío emotivo, aquí la
desubstancialización ha llegado a su término, explicitando la verdad del proceso narcisista,
como estrategia del vacío".

Teniendo en cuenta estas caracterizaciones podemos inferir que


uno de los factores que hacen de la nuestra una profesión
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imposible es que cuando llegamos a un aceptable nivel de conocimiento respecto de la
patología con la que tenemos que lidiar se producen cambios tanto en nuestro objeto de
estudio, como en nuestra clínica y por ende en nuestras teorías.
Desde hace algunas décadas suelen plantearse interrogantes acerca de nociones
ciertamente básicas del cuerpo teórico psicoanalítico y por ende de la teoría de la técnica de
él derivada. Esto ha pasado con las nociones de transferencia: neurótica, psicótica
(Rosenfeld,H.,1952), perversa (Etchegoyen,R.H.,1977), adicta (Garzoli,E.,l981), de
necesidad (Lerner,H. y Nemirovsky,C.,l990), etc. Similares cuestionamientos han sufrido
conceptos como RTN, acting out, impasse. El replanteo ha llegado hasta la misma noción de
instinto; sin duda, Bowlby (1969) proponiendo el comportamiento de apego como conducta
básica obliga a la revisión de este concepto.
Se replantea, se afirma, se amplía, se transforma. Si los procedimientos son rigurosos,
quedarán sus conclusiones, si no, el paso del tiempo y la falsasión las dejarán de lado.
Señala Oelsner, R. (1988): "Con estas [nuevas] concepciones nos hemos alejado mucho del
modelo freudiano del psicoanálisis como actuando per via di levare. Desde las épocas de
Freud hasta el presente se han incluído patologías que estaban en el límite de los criterios
de analizabilidad imperantes. Ello ha impulsado la creación de modelos conceptuales que
sirvieran de continentes".

Kuhn, citado por Najmanovich, D. (1992) asigna un rol fundamental a las condiciones
efectivas en que las teorías científicas se producen y no exclusivamente a su estructura
lógica. El desarrollo de teorías científicas se puede sistematizar así: a) estadío pre-
paradigmático (ninguna teoría logra mayor consenso en la comunidad científica); b)
Establecimiento del paradigma que provee un fuerte marco conceptual y de herramientas
adecuadas para llevar a cabo la tarea de investigación; c) la ciencia normal o madura,
período en el cual se lleva a cabo la tarea de investigación dentro del marco
propuesto...hasta que comienzan a aparecer "elementos extraños" inexplicables dentro del
paradigma; d) aparición de "nuevos candidatos a paradigmas" -teorías alternativas para
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explicar las anomalías- que en general subvierten todo el edificio conceptual sobre el que
estaba montado el viejo paradigma.
En esta "Era del vacío" (Lipovetsky, G. 1986) ha variado nuestro objeto de estudio y también
nosotros mismos, por ende nuestras reflexiones y nuestra técnicas. "Sería agradable, dice
Winnicott, D. (1955), poder aceptar en análisis solamente a aquellos pacientes cuyas
madres, al comienzo y durante los primeros meses de vida hubiesen sido capaces de
aportar condiciones suficientemente buenas. Pero esta era del psicoanálisis se está
acercando irremisiblemente a su fin".
El análisis es arte y ciencia (Bowlby, J.1969) y no se define por la técnica. Como en la
ciencia, la técnica varía y como en el arte, un material u otro será el que mejor se adapte a
las necesidades expresivas del artista.
Freud, S. (1926), ya muy avanzada su obra, decía: "Es casi humillante que luego de un
trabajo tan prolongado sigamos tropezando con dificultades para concebir hasta las
constelaciones más fundamentales, pero nos hemos propuesto no simplificar ni callar nada.
Si no podemos ver claro, al menos veamos mejor en las oscuridades..."
Cada autor psicoanalítico que se replantea conceptos básicos, desarrolla siempre hipótesis
teóricas acerca del desarrollo, de la evolución psicológica. Comenta Pine, citado por
Dupetit , S.(1986) "... los psicoanalistas estamos presentes en la apreciación de los picos de
máxima intensidad, de las múltiples experiencias formativas, que transcurren todas en un
fondo que es la experiencia total del desarrollo de la vida infantil... lo que describimos
siguiendo a Mahler o a Winnicott... en las correspondientes teorías del desarrollo,
corresponderían al "fondo". Los "picos" a momentos correspondientes a la máxima
intensidad experiencial: oral, anal, atención y fijeza de la mirada,... son los que apreciamos
en la transferencia y luego describimos como fases o etapas (Freud, Abraham, Klein)". Esto,
dice Dupetit, tendería a explicar el porque de la proliferación de "bebés psicoanalíticos"
contradictorios: un bebé kleiniano, un bebé winnicottiano, un bebé mahleriano, etc.
Esta progenie del psicoanálisis es una realidad hoy, no podemos ni debemos tratar de
homogeneizarla. Pine propone convergencias interesantes. El corolario es que la
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heterogeneidad es inevitable, ya que responde a distintas perspectivas (y no sólo a
diferentes situaciones descriptas). Estas diferencias nos enriquecen si sabemos hallar
puentes entre ellas. Esta posición exige un permanente esfuerzo: evitar posturas como la de
Alberti, el gran crítico renacentista, que afirmaba, refiriéndose a la perspectiva de los
maestros: "Al fin puedo ver el mundo como Dios lo creó". Cuando en verdad fue esa
particular perspectiva la creada respondiendo a los valores de la época, después...hubo
otras.

Si hoy nos preguntamos que tenemos en común los analistas no será sencillo que hallemos
la respuesta: sin duda compartimos nuestra paternidad freudiana, la noción de inconciente y
su puesta en escena a través de la transferencia, la actitud ética de no manipular al paciente
y la búsqueda de la verdad (enfatizando el camino,la búsqueda)g. Es en ese sentido que
Freud pudo cuestionarse los conocimientos acumulados hasta el momento, no sólo a través
de su autoanálisis, sino por su propia evolución como científico, ya que sus teorías fueron
cambiando sustancialmente a lo largo de su obra. La fidelidad al maestro no consiste en la
identificación congelada con sus productos terminados, con la letra de sus libros, sino con su
trayectoria científica, arriesgando hipótesis, replanteándose, integrando, desechando. El
produjo sus investigaciones en el acmé de la modernidad, analizando al hombre centro
europeo, abrumado por la lucha edípica, que resultaba en culpa y malestar. Por diversas
razones, las conceptualizaciones acerca de las patologías más graves quedaron fuera del
campo del psicoanálisis, no así las descripciones de casos tan perturbados como el Hombre
de los Lobos -al que hoy diagnosticaríamos como borderline- cuyo riquísimo material fue
tomado, en coherencia con los conocimientos y los métodos positivistas de ese momento,
desde la óptica de una neurosis obsesiva. Les toca a los continuadores -con el liderazgo de
M. Klein y A. Freud- ir más allá de los descubrimientos freudianos permitiendo a la vez a sus
discípulos abrir mucho más el abanico de la patología.

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Wallerstein(, R.1988) y Aslan, C.M.(1988) se ocuparon del mismo tema, el primero planteando que es la teoría clínica la
g

que nos unifica como analistas. Aslan, sosteniendo como fundamentos unificadores la técnica psicoanalítica; las áreas
teóricas compartidas y la estructura caracterológica de los analistas.
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En un trabajo con Lerner (1989) nos preguntábamos: ¿"Por que la aparición del cuadro
Borderline en la nosología psicoanalítica ha sido posterior a Freud? En principio, como él
mismo lo ha señalado, en aquél momento de la evolución del pensamiento psicoanalítico
sólo se podía acceder terapéuticamente a las llamadas Neurosis de Transferencia, y por
ende aquellos cuadros psicopatológicos que no producían transferencias no resultaban
pasibles de ser psicoanalizados.
Sucedía... que para estos cuadros "complicados" Freud no tenía elementos teóricos para
conceptualizarlos y si se quiere esto era resultado de que ... los mismos no tenían cabida
dentro de su esquema metapsicológico y dentro de su teoría de la técnica. Estas posturas
que han continuado durante bastante tiempo empiezan a variar con el surgimiento de
interrogantes que muchos autores comienzan a plantearse por el origen y el destino que
estos pacientes tienen en la clínica psicoanalítica. Interrogantes estos que continúan en la
actualidad".

III. Nuevos paradigmas?


"El futuro ya no es lo que era".
(Anónimo norteamericano, 1977)h

Que conceptos han sufrido importantes replanteos en los últimos cincuenta años?
Cuando en la década del '40, Fairbairn (1941) propone a la libido como buscadora de
objetos y no de placer; a las zonas erógenas como canales mediadores, y a las fases
libidinales como "técnicas del yo" para regular las relaciones con los objetos, funda las
bases para una concepción que podemos denominar del "impulso primario" (búsqueda de
objetos como motor central del psiquismo), divergente de aquella de "impulsos secundarios"
sostenida por Freud: la sexualidad cabalgando sobre los instintos de autoconservación,

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Concepto trabajado en el Curso de Filosofía dictado en la Academia del Sur por Marta López Gil (Buenos Aires, 1992)
desarrollado posteriormente en el libro citado en la bibliografía.
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O anaclisis. Fairbairn no deja de destacar, como uno de los fundamentos de sus
divergencias con Freud, las diferencias contextuales. El siglo XIX, para él, estaba dominado
por "una concepción helmholtziana del universo físico".

Es también en esos años cuando Bolwby (1940) escribe su primer trabajo acerca de la
influencia del medio en el desarrollo de las neurosis. Algunos años después, Winnicott
(1955), diría: "La idea del psicoanálisis como arte debe ceder gradualmente ante el estudio
de la adaptación ambiental relativa a las regresiones de los pacientes. Pero mientras siga
sin desarrollarse el estudio científico de la adaptación ambiental supongo que los analistas
debemos continuar siendo artistas en nuestro trabajo".
Fairbairn, Bowlby, Winnicott, Mahler, Kohut y sus discípulos difieren en algunas de sus
perspectivas, pero convergen en un punto central de nuestro psicoanálisis: el
descentramiento del Complejo de Edipo como eje de la patología. Y no se trata de un mero
desplazamiento hacia un Narciso más joven. Cuestionan, a partir del narcisismo objetal
propio de la pareja bebé-objeto maternante, nada menos que la concepción de la
sexualidad: ésta podrá ser vista -desde éstas perspectivas del psiquismo temprano- como la
fachada de las necesidades objetales primarias...como una "técnica" que posibilitará el
contacto con el objeto necesitado y no necesariamente deseado.i

Una concepción que parece haber estado también presente en el pensamiento de los
"pioneros" de la década del '40, se refiere a la importancia de la comprensión, quizá porque
los analistas de las primeras épocas habían escrito mucho sobre la explicación -lo que
dieron en llamar la interpretación- pero se detuvieron poco en el comprender. Con Lerner
(1989) decíamos: "El ser humano debe contar para desarrollarse con objetos primarios
empáticos aptos para responder a situaciones propias de la inermidad por prematuración
que lo caracteriza, de no ser así, estas necesidades se transfieren en el proceso analítico y
el paciente esperanzado anhela que en esta situación inédita se satisfagan. Si esta etapa se

i i
..."La supervivencia, dice McDougall, J. (1980), ocupa un espacio más fundamental en el inconciente que el conflicto
edípico, hasta el punto que para algunos la problemática del deseo incluso puede aparecer como un lujo".
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saltea en los pacientes que lo necesitan, las interpretaciones que recaigan sobre los
conflictos surgidos entre impulsos y defensas, caerán en el vacío".
Desde el vértice de la cultura, el filósofo y hasta hace poco presidente de Checoslovaquia,
Vaclav Havel reflexionaba... "En esta época... tenemos que esforzarnos más por comprender
que por explicar".

Otra temática preocupante en la actualidad, gira alrededor de los continentes de los


procesos mentales y del proceso analítico: recordemos las investigaciones iniciales de Bick.
E. (1968), luego Anzieu, D. (1974) y numerosos trabajos de los autores ante citados.
El análisis de pacientes graves, nos han llevado a estar más cerca- y con más herramientas-
del desamparo [Hilflosigkeit] que Freud (1926) relacionara con las vivencias de los primeros
momentos de la vida.

También, con la evolución del psicoanálisis se fueron desarrollando ideas relacionadas


fundamentalmente con los contenidos (el proceso), en contraste con las escasas
investigaciones sobre el continente (el encuadre). Bleger, J. (1967) fue uno de los primeros
en investigar con profundidad la función del encuadre, y lo hizo a partir de pacientes en
extremo deficitarios, simbióticos. El comprendió que el encuadre continente formaba parte
relevante de la posibilidad de desarrollo de todo paciente, pero especialmente de aquellos
tan deficitarios que esa "piel", que alojaba los aspectos psicóticos, era imprescindible para
su crecimiento. Hoy, muchos de nuestros pacientes requieren de un cuidadoso encuadre,
pero no como réplica o sustituto de los cuidados maternos, sino como una novedosa edición;
ellos nunca han experimentado y por ende no han incorporado un encuadre para su vivir,
necesitan de esta edición para poder desarrollarse. Oelsner, R. (1988), por ejemplo, plantea
una concepción del encuadre particularmente útil para los pacientes deficitarios que hoy nos
frecuentan, al afirmar que: "Al hablar de marco, no me refiero al setting formal con sus
diversos elementos, sino a la existencia en la mente del analista de un espacio adecuado
para el desarrollo de esta forma de transferencia primitiva".
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Sobre la relación encuadre/transferencia, comenta Puget, J. (1991): "No todo es transferible
en cualquier encuadre, mientras que la teoría de la transferencia "clásica" presupone que
todo es transferible" ..."no hay posibilidad de desplegar la transferencia porque el encuadre
no es el adecuado".
De esta manera, Puget jerarquiza la ecuación encuadre-paciente. El resultado de la misma
será aquel encuadre que, por posibilitar el despliegue transferencial, otorgue viabilidad a la
realización de un tratamiento.
Asimismo se investiga con avidez aquello que concierne a la participación- responsabilidad-
del analista en las reacciones del analizando, descentrando la mirada del paciente para
detenerla en el campo, en la interacción (podemos investigar estas modalidades gracias a
las enseñanzas de la escuela kleiniana y de sus derivaciones, y a las teorías de la
comunicación, Liberman, D. 1962).

Los conceptos que han virado, se han ampliado o deslizado abarcando nuevos campos, se
vinculan con la búsqueda de la verdad que habíamos mencionado. Los analistas que
fundaron e impulsaron al psicoanálisis en sus primeros pasos estaban sumidos en la
concepción de verdad imperante en los investigadores de la época. Siguiendo el ideal de los
griegos, trataban de "descubrirla", como lo opuesto a lo falso, a lo aparente. Con el
surgimiento de las "escuelas", muchos analistas retoman la concepción judeo-cristiana: la
verdad en su relación con la esperanza, la confianza, la seguridad; o, como la define Ortega:
la
coincidencia del hombre consigo mismo. (Ferrater Mora, J.1984). Estos cambios axiológicos,
también contribuyen a crear otro psicoanálisis, aportan fundamentales ingredientes a la
formación de otros analistas y a sus percepciones significativas (Brown,H. 1977),
posibilitando nuevos diagnósticos. Analistas y pacientes sufren transformaciones que sólo
más tarde serán teorizadas.
Todo avance, como ya lo señalamos, tiene su costo. No es sin sufrimiento que podemos
comprender e internalizar conceptos como aquellos que Kohut (1982, 1984) plantea al
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ubicar al Complejo de Edipo como consecuencia de las fallas de los primeros objetos del
self, o a Winnicott, en toda su obra, sosteniendo la necesidad de un medio adecuado como
imprescindible para que pueda formarse el self verdadero. Estas propuestas, y sólo
tomamos dos a modo de ejemplo, tienen el valor de surgir de nuestra clínica contemporánea,
de los interrogantes que la práctica ofrece, no son producto de regodeo intelectual.
Muchos autores contemporáneos (Mc Dougall, 1980; Bollas, 1987), que han recogido la
semilla de quienes comenzaron a cuestionarse, hoy afirman, y han incorporado a sus
concepciones ideas que hace algunas décadas se emitían como hipótesis.
De manera que se dan respuestas y se crean nuevas preguntas: Por ejemplo, no hemos
definido aún conceptos en los que hoy centramos nuestra mirada: creatividad, esperanza,
plenitud, desesperación, vacío, despersonalización, vitalidad, expresividad, etc. Esta es una
de nuestras tareas futuras.
No nos quedan dudas que el planteo de todas estas cuestiones, nos lleva a revisar los
basamentos del psicoanálisis en su totalidad.
Es así que con respecto al concepto de cura en psicoanálisis y excluyendo los escasos
pacientes neuróticos que nos consultan, podemos seguir postulando la curación como
derivada de hacer conciente lo inconciente?
Cuestionarse la validez de un paradigma y ubicarlo en un espacio transicional (Winnicott,
1953) arrastra, como vemos, a otros conceptos. Pero hoy podemos seguir interrogándonos
sin temor: hemos alcanzado la madurez suficiente para poder explorar y replantear nuestros
cimientos, investigando con la convicción de ser fieles al ideal freudiano.

En nuestra disciplina actual, la reconsideración de los conceptos básicos que hemos


mencionado conduce a preguntarnos: En que momento de la crisis paradigmática estamos?
Comprender/explicar, Edipo, narcisismo, sexualidad, transferencia como concepto amplio,
encuadre, la consideración de la influencia del medio y sus valores en la constitución de la
personalidad, finalmente los criterios de curación, no son sino paradigmas que transitan el
psicoanálisis en continua revisión?
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Aún es oportuno subrayar, con entusiasmo, aquello que citábamos de Freud...el futuro lo
dirá.

BIBLIOGRAFIA

Anzieu, D. (1974). Le moi-peau. Nouveau Revue de Psychnalyse, 9.


Aries, P. y Duby, G. (1987). Histoire de la vie privée.
Paris: Ed. du Seuil, 7. En español, Historia de la vida
privada. Madrid, Alfaguara, 7, 1989.
Aslan, C.M. (1988). El fundamento común en psicoanálisis: fines y procesos clínicos. Rev. de Psicoanálisis,
XLV, 4.
Bleger, J.(1967). Simbiosis y ambiguedad. Estudio Psicoanalítico.
Buenos Aires, Paidós.
Bollas, C. (1987). The shadow of the Object: Psychoanalysis of the Unthought Known. Free Association Books.
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DESCRIPTORES
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--Cambio de paradigmas
--Posmodernidad
--Psicoanálisis de hoy

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