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Durante varias décadas Elliot Eisner había venido elaborando la idea de que el
desarrollo de la percepción supone «la habilidad de tomar decisiones en ausencia de
reglas». Reconoció que la percepción «honra a la sorpresa, hace circular la
ambigüedad, se enfrenta con la paradoja». La percepción goza dentro de un campo de
posibilidades más que de realidades, nos permite suspender el juicio resolutivo y sin
embargo sostener la experiencia.
Para Eisner «crecer en una cultura es un camino que nos enseña a mirar, como así
también a no mirar».
Si nuestros padres no tienen titulo, y aún así nos abren la cabeza, demuestra que para
aprender (a aprender) no hacen falta títulos ni grados, que se lo puede hacer gratis, y
que el clima intelectual familiar positivo es uno de los mejores abonos que tenemos
para despertar nuestros sentidos y potencias expresivas.
Influencia número dos. Por suerte para Eisner él si terminaría el secundario y aunque
fue un pésimo alumno, un dominio marginal de esas experiencias terminó siendo
crucial para él, primero convirtiéndolo en pintor, y después en un ávido coleccionista
de arte.
En esa institución talmúdica las ideas importaban, alli encontró intelectos majestuosos
(lamentablemente en la carrera de filosofía de la UBA nunca abundaron a excepción
de Conrado Eggers Lan y Ansgar Klein), y encontró una carrera ya que no se le ocurría
mejor forma de hacer un buen trabajando que enseñando (y aprendiendo)
Haber tenido como mentores a grandes como Benjamín Bloom, Philip Jackson, Bruno
Bettelheim (como a nosotros nos ocurrió con Michel Foucault, Alain Badiou o Gilles
Deleuze y Felix Guattari), da idea de qué estamos hablando), lo llevó a sostener que
nuestras escuelas (las primarias y secundarias) debían brindar un ambiente que
reflejara los valores que proclamábamos sostener: cultura como estilo de vida y como
medio para cultivar cosas. Su principal inspirador fue John Dewey de cuya Society,
ostentó el cargo de presidente entre 1998 y 1999.
Uno de sus grandes aportes fue la noción del currículum nulo, que remite a dos
aspectos: a) todos aquellos procesos intelectuales que la escuela deja de lado, y, b)
materias, contenidos o asignaturas que están ausentes en el currículum explícito.
Eisner vio mucho antes de que las soft skills se convirtieran en una teología, que la
creación de esa cultura implicaba desarrollar aptitudes cognitivas, pero sobretodo
actitudinales. Con el paso del tiempo Eisner descubrió que en educación no hay balas
de plata, ni soluciones permanentes, ni avances espectaculares.
Lo que funciona hoy puede no funcionar mañana (como a él le ocurrió con las
sucesivas reingenierías del Discipline-Based Art Education (DBAE), diseñado para
ayudar a los estudiantes a adquirir las capacidades y el desarrollo de la imaginación
necesarios para una producción artística de alta calidad; por ello, necesitan aprender a
pensar como artistas). Mientras que el Trivio comprendía la gramática, la dialéctica y la
retórica; y el Cuadrivio, abrazaba la aritmética, la geometría, la astronomía y la música,
las disciplinas artísticas del DBAE eran el Arte, Critica, Estética e Historia del Arte.
Eisner fue uno de los primeros teóricos del aprendizaje de fuste, que se encargó de
revalorizar el valor cognitivo del arte. Mientras que la ciencia revela regularidades, el
arte inventa singularidades. Y ambas son necesarias para la aventura humana, ambas
son el DNA de nuestra aventura como criaturas de carbono que somos. Las ciencias
nos informan sobre la gurnseynidad de las vacas Gurnsey, y no sobre la vieja Betsy. Los
docentes tratamos con la vieja Betsy, lo que implica poner en obra la sensibilidad, la
imaginación, la prudencia y la técnica.
Mas influencias
Nelson Goodman otro de sus mentores, insistió a su vez que dentro del conocimiento
humano, tanto el arte como la ciencia, ocupan lugares semejantes, declaración que
será, una influencia decisiva para Eisner y que se convertirá, en su leit-motiv.
Al mejor estilo de las humanidades digitales, Eisner insistió en que la teoría sin
habilidad artística es ineficaz y que la habilidad artística sin teoría es infundada. La
tarea de todos los involucrados con la educación es ver al mundo (no solo al educativo)
a través de la lente combinada de las artes y de las ciencias, único modo de
asegurarnos de tener una visión binocular y gracias a ella, desarrollar profundidad de
campo (Cassirer).
Y si bien el que quería compensar la debilidad del ojo artístico en el diseño educativo,
sus propuestas son aun mas amplias y de ellas podemos destilar guías para la acción
hoy tanto o mas necesarias y efectivas que hace 20 años, cuando las enunció
formalmente.
Se trata de 15 principios pero podrían ser 10 o 20, no todos tienen el mismo valor o
suponen un desafío igual, pero su conjunción muestra cuáles son las condiciones para
convertir a la educación en un buen trabajo, y a la escuela en un faro del aprendizaje y
el asombro, la provisión intelectual y la predisposición a asir a la complejidad sin
reduccionismos baratos (que son lo que hoy predominan).
1. Crear tiempo para que los docentes se reúnan semanalmente durante la jornada
escolar para compartir trabajos, esperanzas y problemas con sus colegas. No se trata
de las reuniones burocráticas de profesores (o las bajada de línea en las cátedras), sino
del espacio de construcción de conocimientos. Porque para Eisner no es la universidad
sino la escuela donde está el centro de la formación docente. (Bye Bye entonces
propuesta de CABA de convertir s 29 institutos terciarios en una Universidad, pero
tampoco endosaría a los 1300 lamentables institutos de formación docente que
tenemos hoy). Así que contra toda expectativa, deberemos convertir a las 44.000
escuelas en las auténticas unidades de formación en servicio).
5. Las escuela que necesitamos grabarán las clases y las desmenuzarán, no con afán
necrofílico sino como se hace en cualquier arte y oficio, donde el aprendiz mejora sus
habilidades a medida que va reentrenándose en tiempo real a manos de docentes
mas habilidosos y con mayor experiencia (¡Un Merli a la derecha por favor!). La
analogía con las clínicas (tennísticas y/o musicales se cae de madura).
6. Las buenas escuelas están mas interesadas en los docentes interesado en las
preguntas que se harán los estudiantes después de la clase que en las respuestas
(tanto propias y sobretodo las de los docentes).
7. La escuela que necesitamos abandonará el ideal de que todos los alumnos lleguen
al mismo destino al mismo tiempo. Las buenas escuelas alimentarán la variación en el
desempeño los alumnos, y paradójicamente aumentarán el promedio y calidad de lo
aprendido.
8. Las buenas escuelas se tomarán en serio la firma personal de los alumnos y sus
modo distintivo de aprender y crear. No solo reafirmarán las 9 inteligencias de Gardner
sino también los 5 principios de Egan y hasta los mantras de Joi Ito en Whiplash.
10. Las buenas escuelas saben que los aprendizajes significativos son los que funcionan
fuera de la escuela y que los docentes son maestros de la vida buscando conexiones
entre el mundo del adentro y del afuera. Por más Academia Khan y Youtube que
tengamos, la trasferencia del aprendizaje no es espontánea, y por eso siempre
necesitaremos mentores y coaches. Aprender a transferir el aprendizaje sólo se
enseña, y probablemente ésta sea la forma mas sublime y menos algoritmizable de
toda enseñanza ypensable la única garantía de que la Inteligencia Artificial no se
quedará con este rol humano, mas que humano.
11. Las buenas escuelas saben que el placer del aprendizaje está en la travesía (The
journey is the reward nos recuerda un aforismo de Steve Jobs). Los alumnos solo
hacen (bien y con ganas) cuando pueden hacer lo que quieren (Nosotros lo
comprobamos en El proyecto rediseñar (2010) y mucho mas recientemente en La
escala hace al fenómeno,. Ver lo mismo con otros ojos (2018). El aprendizaje es un
arte, tiene la pasión del arte, necesita del estimulo artístico (algo que exploran Maria
Acaso y Clara Mejías en su notable último libro Art Thinking Colgar de los cuellos de
los alumnos puntajes y ventajas sobre sus compañeros no sirve para nada, pero es uno
de los pasatiempos escolares mas practicados.
12. La escuela que necesitamos abrirá conversaciones para abrir posibilidades y para
la acción en las aulas (como las que pregonan Fernando Flores y Rafael Echeverría en
la Ontología de las conversaciones). Para poder conversar hay que saber hablar pero
sobretodo escuchar, para ello hay que aprender a dar las clases con la boca cerrada.
La buena conversación está en las antípodas del talk show, se predica de la cultura
slow y deep (long reads). Hay que reinventarla.
13. La escuela que necesitamos ayudará a que los alumnos forjen sus propio objetivos
y aprenden a alcanzarlos en un proceso de modularización y personalización creciente,
amplificado hasta al paroxismo mediante la analítica dela aprendizaje y los algoritmos
a medida. Con una fuera contundente Eisner propone que los alumnos se conviertan
en los arquitectos de su propia educación siendo la meta a largo plazo de la
enseñanza volverla innecesaria. ¡Un maestro ignorante in limine. Jacotot vuelve con
todo!
14. La escuela que necesitamos permitiría que los alumnos se dediquen a lo mas les
interesa en en profundidad, y al mismo tiempo trabajar en proyectos de servicio
público que amplifiquen sus interses (como hace la universidad Minerva que solo da
12 horas de clases semanales, pero dedica casi 3 veces mas a los proyectos sociales).
A nosotros –casi circunstancialmente- nos interesa muy mucho esta última dimensión
ya que la hemos atravesado con cierto éxito en los últimos años.
Hay muchos elementos faltantes en la visión y las propuestas de Eisner como que su
diagnóstico se solidificó en los años 90.
No pudo anticipar lo mucho (bueno y malo) que la tecnología haría a los proyectos de
reforma. No pudo imaginar que los aprendizajes extra-escolares aumentarían
exponencialmente con el devenir digital de la humanidad. No pudo anticipar que la
enseñanza de las ciencias se desmoronaría (y por eso bienvenido el STEM), y que la de
las artes confluiría de forma inesperada en su seno (bienvenido STEAM) y mucho
menos pudo imaginar como los recientes avances en IA podrían quizás llevar a buen
puerto muchas de sus intuiciones.
Igual se hubiese alegrado mucho de saber que algunas ramas de las humanidades
digitales y científicas (aquí de la mano de Lev Manovich y Bruno Latour) comulgan
plenamente con sus propuestas (como lo hace Francois Taddei en su lab francés
el Centre Recherches Interdisciplinaires, y el Media Lab del MIT en su cenáculo en
Boston).
La actualidad de Eisner es inmensa, tanto como su desconocimiento. Quienes nos
reclamamos de la tradición edupunk, y de la pedagogía activa hubiésemos aprendido
muy mucho de sus planteos y exigencias, y por no haberlo atendido/entendido antes,
el camino que emprendimos se nos hizo mas difícil llegando a conclusiones similares a
través de caminos mas enrevesados, y a lo mejor innecesarios.
Mientras gloria y loor a un grande sin par como fue Elliot W. Wisner no lo
suficientemente valorado, no lo suficientemente revisitado, no lo suficientemente
reinventado (como el hizo con Dewey). Hacia allí vamos.
Referencias