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Antonio Lare Fernández ISBN: 978-84-608-9867-2

COMENTARIO RETÓRICO ESTILÍSTICO (LITERARIO)

No tardes, Muerte, que muero;


ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.

Remedio de alegre vida


no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida
qu'eres tú sola remedio.

Ven aquí, pues, ya que muero;


búscame, pues que te sigo;
quiéreme, pues que te quiero,
e con tu venida espero
no tener vida conmigo.

El texto propuesto para comentar se corresponde con una composición literaria


perteneciente al género lírico cuyo autor es Jorge Manrique, quedando así encuadrada
dentro del contexto histórico-literario del Prerrenacimiento literario español (siglo XV).
Aunque Manrique es esencialmente conocido por las Coplas a la Muerte de su padre, obra
cumbre de la literatura en lengua castellana, este texto estaría acompañado por otras 48
composiciones recogidas en los Cancioneros, las cuales han sido agrupadas por su
temática en poesía amorosa, burlesca y moral, perteneciendo este poema al tercer grupo. El
texto se contextualiza así en la historia de la literatura española dentro de la poesía
cancioneril castellana.

Este texto literario perteneciente al género lírico se caracteriza como tal por su
manifestación tácita en el intento de transmitir belleza, buscando en su creación un fin
estético a través del uso de la palabra (función poética). Con ello se intenta expresar y
transmitir una serie de emociones y sentimientos cargados de subjetividad (personalismo)
usando para ello la herramienta del “yo lírico” (voz poética), siendo éste un elemento de la

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ficcionalidad que se crea en el texto, dotando a este de un campo intrínseco que obedece a
la expresión intrasujeto que se nos expone mediante el “yo lírico”, marcado todo ello por el
principio de brevedad (economía del lenguaje).

Si nos centramos en la temática que sirve de eje vertebrador del texto y como
elemento motivador expresivo, esta gira en torno a la Muerte. Es así como el “yo lírico “
expresa aquí sus pensamientos y emociones frente a la muerte de manera específica
(búscame, pues que te sigo). La peculiaridad que se nos presenta en este texto no es la
temática en sí, donde la muerte venía siendo elemento vertebrador de algunas modalidades
compositivas de siglos anteriores (como ocurría con las populares composiciones de Las
Danzas de la Muerte), sino que lo interesante de este texto está en la manera como se
dirige a la Muerte, la cual no es un ente etéreo e inmaterial sino que ésta se presenta como
un ente tangible, perceptible y casi “humano” a la que se dirige el “yo lírico” cara a cara
sin mostrar ningún tipo de temor, hecho que puede ser constatado partiendo del hecho de
que se personifica al personaje de la muerte desde el comienzo del poeta colocándole la
mayúscula “M” en su nombre, convirtiendo así a la Muerte en persona del mundo de los
vivos (personificación). De esta manera se dota al texto de un carácter dialogado
unidireccional donde el único interlocutor es el “yo lírico” dirigiendo su decurso hacia la
figura de la Muerte; esta no interviene de viva voz pero, atenta, interioriza, cual ente
pensante, todo aquello que se vierte contra ella.

Por lo tanto, en este poema el “Yo lírico” se dirige a un “Tú lírico”, la muerte, la
cual aparece personificada (No tardes, Muerte, que muero). Se establece así un paralelismo
entre el “Yo poético” y el “Tú poético”, como observamos en el uso de pronombres y
verbos en primera y segunda persona (que con tu venida espero) como si el poeta tratara de
establecer un diálogo con ella. Al ser personificada, a la muerte se le atribuyen rasgos
humanos. El uso de este recurso retórico responde a la intencionalidad del autor de hacer
que el receptor la considere como parte natural de la vida humana, es decir, Manrique trata
de presentarnos la muerte eliminando el halo de temor que existe alrededor de ella, con el
objetivo de que la entendamos como un elemento más de nuestra existencia. La intención
de Manrique es conseguir que el receptor mire a la muerte como él mismo la percibe:
cercana, tangible, real y desmitificada, haciéndola partícipe de la propia vida en la que el
ser humano se encuentra inmersa, pasando, así, de una muerte a la que temer, perteneciente

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al mundo de lo inmaterial, a una muerte cercana que acecha en el devenir del día a día para
arrastrar al ser humano a su mundo.

Si nos centramos en la organización del texto y en su estructura, ésta viene


marcada de manera directa con la temática que se nos transmite. Así, la nueva concepción
de la Muerte como ente tangible liberadora de la vida llena de penalidades y sufrimiento se
nos presenta a lo largo del texto de manera racional y lógica (dentro de la interpretación
que todo texto literario conlleva). Esta estructura, siguiendo la terminología específica
utilizada por los especialistas para la caracterización, se caracteriza por ser:

a- Simétrica, pues encontramos una distribución equitativa de la información a lo largo de


la composición. Así, en la primera estrofa el “yo lírico” se enfrenta cara a cara a la Muerte
y la solicita, le pide que “venga a por él”. En la segunda estrofa se nos presenta a la Muerte
como verdadero ente salvador de la vida (vida sinónimo de sufrimiento), para terminar, de
nuevo, haciendo una llamada desesperada para que ésta lo arrastre al descanso eterno.

b- Ilativa, pues la relación que se establece entre las partes que configuran el texto no es
flexible, es decir, no se nos presenta una información aleatoria en su distribución sino que
esta se presenta bajo un orden lógico (La muerte como entidad de deseo, la Muerte como
sinónimo de salvación y, por último, el “yo lírico” solicita dicha salvación que representa).

c- Circular, ya que el texto comienza y termina utilizando la misma referencia temática,


incluso los últimos versos de la primera estrofa son los utilizados para dar por finalizado al
poema.

d- Conclusiva, pues el “yo lírico” termina el texto con una conclusión clara: el deseo de
huir de su mundo tangible, caracterizado por el sufrimiento en el devenir de la propia vida
y, llega a la conclusión de que la Muerte es la única que lo puede librar de las ataduras que
lo anclan al mundo de los vivos y, con ello, al poder del dolor.

La estructuración de la expresión del “Yo lírico” frente al tema de la muerte


mediante simetrías e interrelaciones configura el poema como un todo coherente y
cohesionado que se refuerza con el cierre circular puesto en juego por Manrique. Esta
estructura circular confiere un valor semántico esencial al poema: el autor quiere conocer

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la muerte porque ya ha vivido y conoce la vida, necesita conocerla para acabar con el
sufrimiento que le provoca el desconocimiento del sentido vital.

e con tu venida espero


no tener vida conmigo

La concepción que aquí nos presenta Manrique de la Muerte es algo novedoso


dentro de la producción de la literatura castellana. La Muerte se presenta como algo
tangible poseedora del descanso de la vida terrenal, como una solución definitiva al
sufrimiento que conlleva la vida. Comprobamos cómo uno de los rasgos del estilo del autor
se configura en el especial tratamiento de los temas. Si en la Edad Media y a finales del
Siglo XV el concepto de la muerte lo embaucaba todo, la voz poética en este poema nos
ofrece un tratamiento del tema de forma personal desde una perspectiva ciertamente
estoica (recordemos la influencia del estoicismo durante el periodo) propia de un guerrero
como lo fue Manrique (no tener guerra conmigo), perfecto cortesano que dominaba el arte
de la guerra y al mismo tiempo era un genio de las letras. No hay que perder de vista el
concepto particular de Manrique de las tres vidas: la humana y mortal, la de la fama, que es
más larga, y la eterna, que no tiene Además, en este poema está presente la influencia de
la lírica trovadoresca y de su temática del amor cortés sobre la poesía cortesana del Siglo
XV. Si en ella la dama era inalcanzable y el enamorado debía sufrir por alcanzarla (porque
mi grave herida). Aquí, esta concepción amorosa se expresa de forma original, siendo no
la dama sino la muerte el objeto de deseo a la que debe conquistar la voz poética.

El principio de Economía del lenguaje se hace patente en el texto (principio por el


cual el poeta se encontraba sometido a la necesidad de expresar gran cantidad de carga
cognitiva en un espacio reducido), el cual viene marcado principalmente por los márgenes
establecido por la métrica utilizada para la creación de la composición. Es necesario
destacar como las reglas métricas confieren significación y sentido al poema.

Atendiendo a las peculiaridades de la métrica tomada por Manrique como marco


sobre el que componer, éste selecciona como estructura básica la Canción. Esta canción,
está compuesta por dos partes o estrofas cuya segunda parte está formada a su vez por dos
semiestrofas. La primera parte consiste en una quintilla, estructura formal propia de la

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métrica castellana, que consiste en cinco versos de ocho sílabas o menores con dos rimas
consonantes (-ero/-igo/-ida-edio) distribuidas según el principio de que no pueden tener la
misma rima tres versos seguidos, ni acabar en pareado ni quedar alguno suelto o sin rima.
Esta forma de composición es típica de la lírica cancioneril del Siglo XV pero Manrique la
dota de carácter propio aunando en la segunda parte de su poema dos quintillas también
llamadas copla real. Una vez analizado su cómputo silábico, vemos que se combinan los
troqueos y los dáctilos pero el ritmo predominante es dactílico (No/ tar/des/ muer/te/ que/
mue/ro: óoo óoo óo) lo cual dota fónicamente de valor y significado al poema
manteniendo un tono solemne y pausado que se relaciona con la profundidad con el que se
enfrenta el “Yo lírico” a la muerte. En cuanto al acento estrófico, vemos que todas las
palabras a final de verso son llanas, por lo que el poeta aplica la normativa del uso de la
lengua en castellano. Esto responde a la simetría que rige el poema y el estilo del poeta. La
fuerte tendencia a la pausa versal produce un encabalgamiento significativo y se marca a
través del signo de puntuación (:) dejando al receptor en expectativa (búscame, pues que te
sigo: / quiéreme, pues que te quiero). La pausa estrófica se marca con puntos y ofrece un
cambio de perspectiva en la voz poética ya explicada anteriormente.

En lo referente al estudio de los recursos literarios que usa el autor para dotar al
texto de ese carácter literario e impregnar así su genio creador en el mismo, vamos a seguir
a Dámaso Alonso en lo que afirma en su obra Poesía española, donde el crítico y poeta
analiza el significado que adquieren las vocales como entidad individual dentro del texto
lírico. En este sentido podemos apreciar como en el texto predomina la vocal semiabierta
“e”, vocal que aparece en todos los versos a lo largo de la composición (tardes-muerte-
que-muero// quiéreme, pues que te quiero/) en un porcentaje superior al resto de las
vocales, en torno al 50% (hay 42 “e” frente a, por ejemplo, 20 “i”). Esta vocal, de acuerdo
con las teorías de Dámaso Alonso, es la más apta para expresar sentimientos profundos y
expresivos, muy relacionado con elementos experienciales del “yo lírico”, algo que se
puede apreciar en el texto, pues ha sido creado para transmitir al receptor la honda
inquietud que siente el autor frente a la muerte al tratar de comprender que forma parte de
la vida misma. Es interesante resaltar el efecto que se produce desde este uso de la “e”
respecto al uso de la “o, sobre todo, en la primera estrofa donde la “o” compite en
protagonismo con la vocal “e”. En este sentido, podemos afirmar que la “o” en esta
primera parte, junto al uso de la “M” mayúscula para personificar a la Muerte, son dos
elementos que usa el autor para ofrecer la tangibilidad de la Muerte, es decir, la “o”

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asociado a sentimientos y emociones más negativas para el ser humano se unifica con la
personificación del uso de la “M” para enfatizar a la figura de la propia muerte, la cual, sin
dejar de pertenecer al mundo de los muertos, al mundo de lo desconocido, de lo oculto,
ahora se encuentra presente ante el “yo lírico”, el cual casi puede rozarla con sus manos.

Por otro lado, en el l uso de las consonantes y al valor semántico de éstas en el


poema, cabe señalar el predominio del fonema /r/, alveolar, vibrante sonoro,
(tardes/muerte/porque/guerra/remedio) y al fonema /m/ nasal, bilabial, sonoro
(muerte/muero/quiéreme). La presencia reiterada de ambos fonemas en el texto se
considera una aliteración, es decir, no se trata de un hecho casual que Manrique haya
recurrido a este recurso, sino que mediante el valor fonético de estos sonidos el “Yo lírico”
enfatiza la presencia de la muerte a lo largo de todo el poema (/m/, Muerte), además de
resaltar el sonido /r/ , ligado a la lucha (guerra) y a la intención de la voz lírica de
transmitir su deseo de alcanzar la muerte para comprender la vida. El sonido /r/ recuerda al
estertor de la agonía moribunda, a la respiración anhelosa, generalmente ronca de aquel
que se halla cercano a la muerte, como en este caso lo trata de estar Manrique.

La voz que expresa presenta un alto grado de inquietud, de impaciencia por


comprender a la Muerte y entender su acción en el mundo, además de que venga a por él,
hecho ante el cual ha perdido el miedo. Para expresar este intenso sentimiento de
impaciencia y deseo de comprender el sentido mismo de la vida, Manrique hace uso de la
apelación. Sin embargo, el poeta va más allá y para enfatizar su impaciencia provocada por
el deseo de comprender la vida, para reproducir el tono tenso de su ánimo, la invocación la
presenta con un carácter cercano a la súplica, a la petición, al ruego, es decir, pone en
juego una obsecración manifestada mediante el uso de enunciados imperativos
especialmente vehementes (No tardes, Muerte, que muero). Esta apelación directa se
repite estructuralmente varias veces en el poema por lo que para destacar aún más su
inquietud vital, Manrique recurre a la anáfora, enfatizando el adverbio de negación “no” al
comienzo de varios de sus versos (No tardes, Muerte, que muero/ no lo hay por ningún
medio). Este sentido de negación enfatizado de manera intencional manifiesta el
sentimiento de incomprensión del autor, su ansia de no soportar más la vida sin conocer su
sentido. Además, el verso “No tardes, Muerte, que muero” se caracteriza sintácticamente
por tener una estructura paralelística producida por la segmentación de un enunciado en
miembros equivalentes: “No tardes” (Tú poético), “Muerte”, “que muero” (Yo lírico”). La

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Muerte queda así entre dos estructuras casi bimembres sonde hay dos acciones llevadas a
cabo por el Tú y el Yo líricos. Desde el plano morfológico mediante un homeóptoton,
utilizando varias palabras con los mismos morfemas flexivos (“quiéreme-quiero”) se
refuerza la misma idea. Manrique enfatiza pues desde todos los niveles de la lengua,
recurriendo a recursos formales, el mensaje que quiere transmitir al receptor.

La metáfora es la gran protagonista como configuradora del mensaje intrínseco


que encierra el texto, girando esta alrededor de la Muerte y la Vida. Esta dualidad que
provoca incertidumbre e impaciencia en el poeta se transmite al receptor del poema. El
paralelismo semántico utilizado por Manrique en los términos “guerra” - “vida” –“muerte”
se corresponden a los establecidos entre la oposición ya comentada que se centra en el “Yo
poético” y el “Tú poético.” Destaca además el uso del epíteto (alegre vida). Destacar que
el término “alegre” está usado con un tono sarcástico y lleno de ironía pues, ya ha quedado
claro que la vida para Manrique era un continuo devenir de penalidades (ya lo expresaba
en su obra Las Coplas cuando utilizaba la metáfora Nuestras vidas son los ríos que van a
dar en la mar, que es el morir). Se trata, al mismo tiempo, de un adjetivo que enfatiza al
sustantivo “vida” que contrasta con la metáfora en torno al valor semántico de “guerra”
(no tener guerra conmigo) señalando la dificultad de vivir del poeta y trasladando el
lenguaje bélico propio de su estilo.

Para terminar con la exposición del presente comentario, es necesario destacar la


importancia que tuvo la figura de Jorge Manrique dentro del panorama literario español,
sobre todo, en ese siglo de tránsito entre la Edad Media y el “despertar” que supuso el siglo
XVI (Renacimiento). Así, hemos podido comprobar cómo la retórica del autor define su
estilo, es decir, en este comentario nos hemos centrado en el análisis de la dispositio u
organización de los elementos, de la inventio en un todo estructurado coherente y
cohesionado y, por otro lado, en la elocutio, ya que afecta al modo de expresar
verbalmente de manera adecuada los materiales de la inventio ordenados por la dispositio.
En este poema el “Yo lírico” pone en juego un eje temático alrededor de la muerte como
tema principal. Sin embargo, el autor nos descubrirá sus emociones particulares frente al
tema, desde un enfoque personal, que emociona al receptor por su profundidad. Las
experiencias vitales en el campo de batalla que definen a Manrique como el perfecto
cortesano, hombre de armas y letras, se reflejan en su estilo a través del uso de palabras
relacionadas con lo bélico. Por medio de una estructura equilibrada (simétrica, ilativa y

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circular), Manrique crea este poema en forma de canción, don destaca a madurez
compositiva y estilística del poeta, la cual se refleja a través uso de figuras retóricas en los
diferentes niveles de la lengua dotando de significación al texto. Este autor es, pues, uno de
los poetas más representativos de las letras prerrenacentistas de la literatura española,
recordamos a Lope de Vega quien llegó a decir, que las Coplas de Manrique «merecían
estar escritas en letras de oro».

La bibliografía que se ha consultado para llevar a cabo el presente ejercicio es la que a


continuación se menciona:

- GÓMEZ REDONDO, Fernando, El lenguaje literario. Teoría y práctica, EDAF,


Madrid, 1996.

- LÁZARO CARRETER, Fernando, Cómo se comenta un texto literario, Madrid,


Cátedra, 2004.

-ALONSO, Dámaso, Poesía española, Madrid, Gredos, 1976.

-NAVARRO TOMÁS, Tomás, Arte del verso, México, Visor Libros, 2004.

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