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La sociología solo pudo nacer cuando se presintió que los fenómenos sociales, pese a no ser materiales, no
dejan de ser cosas reales que ameritan estudio. Hubo que entender que existen de manera definida, que
tienen una manera de ser constante, una naturaleza que no depende de lo arbitrario individual y que de ella
derivan relaciones que son necesarias.
Principio fundamental: la realidad objetiva de los hechos sociales.
DURKHEIM: EL SUICIDIO
La sociedad es un poder que regula los sentimientos y la actividad de los individuos. Existe una relación entre
la manera de ejercer esta acción reguladora y el porcentaje social de los suicidios.
Es conocida la influencia agravante que tienen las crisis económicas sobre la tendencia al suicidio, y aun mas,
crece sobre todo en el momento en que la crisis se agudiza.
En efecto, si las muertes voluntarias aumentan cuando la vida se hace más ruda, deberían disminuir
sensiblemente cuando el bienestar aumenta. Ahora bien: si cuando el precio de los artículos de primera
necesidad se eleva con exceso (crisis eco), los suicidios, generalmente, hacen lo mismo, no se comprueba que
desciendan por debajo del término medio en el caso contrario. Los tiempos dichosos, que acrecientan
bruscamente la prosperidad de un país, influyen lo mismo en el suicidio que los desastres económicos.
Tampoco contribuye el crecimiento de la miseria al de los suicidios.
Se encuentran casos que demuestran que el desastre económico no tiene la influencia agravante que se le ha
atribuido a menudo, y demuestran el efecto contrario. Hasta se podría decir que la miseria protege.
Entonces, si las crisis industriales o financieras aumentan los suicidios, no es por lo que empobrecen, ya que
las crisis de prosperidad tienen el mismo resultado: es porque son crisis, es decir, perturbaciones de orden
colectivo.
Toda rotura de equilibrio, aun cuando de ella resulte un bienestar más grande y un alza de la vitalidad general,
empuja a la muerte voluntaria.
Cuando se producen en el cuerpo social graves reorganizaciones, ya sean debidas a un súbito movimiento de
crecimiento o a una catástrofe inesperada, el hombre se mata más fácilmente.
En el hombre la naturaleza no asigna a las necesidades el límite que les sería preciso. Por consecuencia, en
cuanto dependen del individuo solamente, son ilimitadas. Entonces, si nada viene a contenerla desde afuera,
los deseos ilimitados son insaciables por definición, sobrepasan siempre e indefinidamente los medios de que
disponen.
Cuanto más se tenga, más se querrá tener, porque las satisfacciones recibidas no hacen más que estimular las
necesidades, en lugar de calmarlas.
Es preciso que un poder regulador desempeñe para las necesidades morales el mismo papel que el organismo
para las necesidades físicas. Este poder no puede ser más que moral. Es la conciencia, solamente, la que
puede proporcionar los medios para reestablecer el equilibrio. La coacción natural no produce efectos en el
hombre, estos deben recibir la ley de justicia de una autoridad que respeten. La sociedad, entonces,
desempeña el papel moderador, es el único poder moral superior al individuo y cuya superioridad este acepta.
Hay una verdadera reglamentación que fija, con una precisión relativa, el máximo bienestar que cada sociedad
puede buscar o alcanzar. La escala no es inmutable, cambiará según la renta colectiva crezca o disminuya, y
según los cambios que experimenten las ideas morales de la sociedad.
El ideal económico asignado a cada categoría de ciudadanos está comprendido entre ciertos límites, dentro de
los cuales los deseos pueden moverse con libertad. Pero no es ilimitado, esta limitación relativa es la que hace
que los hombres estén conformes con su suerte, a la vez que los estimula a mejorarla; y este grado de
satisfacción es el que produce ese sentimiento de goce tranquilo y activo, que es la característica de la salud.
Solamente cuando la sociedad esta perturbada, ya sea por crisis dolorosas o felices, por demasiadas
repentinas transformaciones, se vuelve transitoriamente incapaz de ejercer su acción reguladora, y es aquí
donde vienen las bruscas ascensiones de la curva de los suicidios.
Los desastres económicos arrojan a muchos individuos a una situación inferior, es preciso que rebajen sus
exigencias y que restrinjan sus necesidades, debe rehacerse su educación moral. La sociedad no puede
someterlos en un instante a la vida nueva, al aumento de continencia al que no estaban acostumbrados. De
esto resulta que no están ajustados a la condición que se les crea, y que hasta su perspectiva les es intolerable.
Lo mismo ocurre si la crisis tiene por origen un brusco acrecentamiento del poderío y de la fortuna. Como las
condiciones de vida cambian, la escala que regula las neces. debe variar para determinar la parte que le
corresponde a cada categoría de productores.
Hace falta tiempo para que los hombres y las cosas sean de nuevo clasificados por la cc pública. Hasta que las
fuerzas sociales no encuentren el equilibrio, roda reglamentación será defectuosa por algún tiempo.
El estado de irregularidad (o anomalía) esta reforzado por el hecho de que las neces./pasiones se encuentran
menos disciplinadas en el momento en que necesitarían una disciplina más fuerte. Sus mismas exigencias las
hacen imposibles de satisfacer, van siempre más allá de los resultados.
Al mismo tiempo, la lucha se hace más violenta y más dolorosa, a la vez que esta menos regulada y que las
competencias son más ardientes. Todas las clases están en lucha, porque ya no hay clasificación establecida.
Si la pobreza protege contra los suicidios, es porque, en sí misma es un dreno. Cuanto menos se posee, menos
extiende el círculo de necesidades. La impotencia, que constriñe a la moderación, a la vez nos acostumbra a
ella.
La riqueza, al contrario, por los poderes que confiérenos da la ilusión de que engrandecemos por nosotros
mismos. Se disminuye la resistencia que oponen las cosas. Cuanto menos limitado se siente el individuo, más
insoportable le parece toda limitación.
Hay una esfera de la vida social que está actualmente en estado crónico: la del mundo del comercio y de la
industria.
La religión ha perdido la parte más grande de su imperio. La industria, en vez de continuar siendo considerada
como un medio al servicio de un fin que sobrepasa, se ha convertido en el fin supremo de los individuos y de
las sociedades y los apetitos que puso en juego se encuentran liberados de toda autoridad que los limite.
Este desencadenamiento de los deseos ha sido agravado por el desarrollo mismo de la industria y la extensión
casi indefinida del mercado. El estado de crisis y de anomalía es constante y normal. Las pasiones se han
elevado sin saber dónde posarse y nada puede calmarlas porque su objetivo está infinitamente más allá de lo
que pueden alcanzar. Cuando ningún límite es aceptado, cuando no se tiene otro objetivo que sobrepasar
continuamente el lugar que se ha alcanzado, esta misma desorganización vuelve más vulnerables a los
hombres.
Las funciones industriales y comerciales están entre las profesiones que proporcionan más suicidios y si entre
los suicidas de la industria se distinguiera a los patrones de los obreros, son los primeros los que están más
afectados por el estado de la anomia. Son los de mayor fortuna quienes más sufren. Es porque todo lo que
obliga a la subordinación atenúa a los efectos de este estado de anomia. Las clases inferiores tienen al menos
su horizonte limitado por aquellas que les están superpuestas, y por eso mismo, sus deseos son más definidos.
La anomia es un factor regular y especifico de suicidios. Es un nuevo tipo de suicidios que debe distinguirse de
los otros, difiere de ellos en cuanto depende, no de la manera de estar ligados los individuos a la sociedad,
sino del modo como ella los reglamenta:
El suicidio egoísta procede de que los hombres no perciben ya la razón de estar en la vida.
El suicidio altruista de que esta razón les parece estar fuera de la vida misma.
El suicidio anómico procede de que su vida ha sido alterada y por esta razón sufren.
El egoísta y el anómico no dejan de tener relaciones de parentesco, ambos se producen por no estar la
sociedad lo suficientemente presente en la vida de los individuos. Pero la esfera donde está ausente no es la
misma: en el egoísta es a la actividad propiamente colectiva a quien hace falta, dejándola desprovista de freno
y significación. En el anómico son las pasiones propiamente individuales las que la necesitan y quedan sin
norma que las regule.
Pero no solo la anomia económica puede engendrar el suicidio. Existen suicidios que tienen lugar cuando se
inicia la crisis de la viudez y que se deben, en efecto, a la anomia domestica que resulta de la muerte de uno
de los esposos. Se origina, entonces, un trastorno en la familia y el superviviente sufre la influencia. No está
adaptado a la nueva situación que le acontece y por eso se mata más fácilmente.
Hay otra variedad de suicidio anómico que es aún más crónico y sirve para aclarar la naturaleza y las funciones
del matrimonio. El número de suicidios varía con el de los divorcios y las separaciones. Los suicidios de
divorciados son incomparablemente superiores en número a los que proporcionan otras partes de la
población. Así, los divorciados de ambos sexos se matan tres veces más que los casados (aunque sean más
jóvenes) y más que los viudos (a pesar de la agravación que les supone a estos la edad avanzada.
El número elevado de los suicidios en los países donde el divorcio está extendido, es porque el origen del mal
se encuentra, en alguna particularidad del matrimonio o de la familia.
Tanto más favorece el matrimonio a la mujer con respecto al suicidio, cuanto más practicado es el divorcio, y
viceversa (cuanto menos divorcio, más suicidio de mujeres). Consecuencias:
Solamente los esposos contribuyen a esta elevación del porcentaje de los suicidios, que se observa en las soc
donde los divorcios son frecuentes. Es en el estado del matrimonio y no en la constitución de la familia donde
se encuentra la causa del fenómeno. Es muy posible que el matrimonio obre en sentido inverso sobre el
marido que sobre la mujer, sus intereses son diferentes y a menudo antagónicos.
Matrimonio: reglamentación de las relaciones de los sexos, que se extiende no solo a los instintos físicos, sino
también a los sentimientos estéticos y morales. Como las pasiones no dependen directamente de las
necesidades orgánicas es necesarios una reglamentación social. Como no hay nada en el organismo que las
contenga, es preciso que sean contenidas por la sociedad, y esta es la función del matrimonio. Regula toda
esta vida pasional.
Ahora bien, el divorcio implica un debilitamiento de la reglamentación matrimonial. Donde está establecido, y
donde el derecho y las costumbres facilitan su práctica, el matrimonio solo es una forma debilitada de sí
mismo. Tendrá menor utilidad. El límite que pone al placer no tiene la misma solidez; si es fácilmente
quebrantado, contiene menos enérgicamente la pasión.
En la mujer las necesidades sexuales tienen un carácter menos intelectual, ya que es un ser más instintivo (su
vida psíquica esta menos desarrollada). Entonces, una reglamentación social tan estrecha como el matrimonio
no le es necesaria. Para ella, el matrimonio no es útil para limitar sus deseos que son naturalmente limitados,
pero le impide cambiarlos y esto le resulta intolerable. La regla, es una molestia sin grandes ventajas. Y por eso
el divorcio la protege.
Es, el estado de anomia conyugal, producido por la institución del divorcio, el que explica el desarrollo paralelo
de los divorcios y los suicidios. Por consiguiente, estos suicidios de esposos que, en los países donde hay
muchos divorcios, elevan el número de las muertes voluntarias, constituyen una variante de suicidio anómico.
Resultan de una constitución moral sui generis que tiene por causa el debilitamiento de la reglamentación
matrimonial.
SEMINARIO DE FUNDAMENTOS CLÁSICOS DE LA SOCIOLOGÍA: CENTENARIO DE “EL SUICIDIO”,
DE DURKHEIM
Relación entre individuo y sociedad: el ser humano se ve continuamente desbordado por la realidad colectiva.
Durkheim pretende demostrar que la sociedad existe, y que si las personas no se matan es porque
pertenecen a una sociedad que las protege. Y con esto da pie a la institucionalización de la sociología (su
objetivo).
Cada tipo de sociedad marca su propio ritmo, esta desarrolla fuerzas reales que determinan la conducta del
ser humano. La estructura de la sociedad obliga a los seres humanos a actuar de una forma determinada,
incluso a pensar ideas fijas. Lo que importa es que existen leyes sociales y la sociología es una ciencia que
puede y debe ser objetiva, que puede y debe analizar las leyes de la soc. Quiere demostrar que existe la
sociedad como una realidad supraindividual, y que es posible definir sus leyes. El suicidio no es más que una
excusa para demostrar ambas hipótesis.
El estudio de D sobre el suicidio es el mejor ejemplo del método de análisis de la sociedad que propone en “las
reglas del método sociológico”, se interesa por variaciones en las tasas de suicidios en grupos sociales
diferentes. Utiliza la estadística y el método comparativo. Es el primer estudio metodológicamente
cuantitativo que analiza socialmente eventos históricos.
Define al suicidio como “todo caso de muerte que resulte directa o indirectamente de un acto positivo o
negativo, ejecutado por la propia víctima, a sabiendas de que habría de producir ese resultado”. Al ser un acto
individual y afectar únicamente al individuo, parecería que dependiera solo de factores individuales y por ende
a la incumbencia psicológica. Sin embargo, si se consideran los suicidios en conjunto ocurridos en una
sociedad y momento dado, se comprueba que el total así obtenido constituye por sí mismo a un hecho nuevo
y sui generis que tiene su unidad y su individualidad y, por consiguiente, su naturaleza propia, y que, esta es
eminentemente social.
Define al suicidio y sus causas como hechos sociales. Solo se explican de forma sociológica ya que se produce
en función de condiciones sociales. La unidad de análisis es la sociedad. Según D la soc. es una realidad
ambigua, esta y los fenómenos sociales no pueden reducirse a fenómenos individuales. Sin embargo es algo
más que la suma de un grupo de seres hum., es un todo dinámico que debe ser entendido de manera
autónoma y que tiene existencia propia. El servicio más importante que presta a sus miembros es desarrollar e
imponer una definición particular de realidad, así como una organización moral del mundo.
El autor propone el concepto de sociedad como una institución que regula por naturaleza a los hechos
sociales (como el suicidio). Es quien transmite la autoridad necesaria a la hora de impartir las reglas morales,
estando compuesta por los elementos supraindividuales de la vida social. A la vez que sobrepasa al ser
humano también forma parte de él, de manera que los valores que conforman el sentir social configuran su
personalidad.
La conciencia común es un sistema de creencias y sentimientos compartidos por todas las personas de la soc.
que define el conjunto de sus relaciones. Cada persona está sometida a una realidad que la desborda, que es
la realidad colectiva, en esta última se encuentra la conciencia común. La cc colectiva dirige los destinos de las
personas que integran la soc. imponiendo normas morales a cada una de ellas.
La sociedad es un sistema de orden, de disciplina. Se incluye un aspecto regulador, tanto sobre el complejo de
normas como sobre los mecanismos que obligan a cumplirlas. La sociedad es un estado de nomía, de control.
El orden social es disciplinario y limitador. De esta y no de la naturaleza se reciben las condiciones necesarias
para el desarrollo individual.
TRABAJO PRÁCTICO 2
GUTIÉRREZ: LAS PRÁCTICAS SOCIALES INTERNALIZADAS O LO SOCIAL HECHO CUERPO.
1- El hábitus: principio de generación y de percepción de las prácticas.
Bourdieu retoma la noción de hábitus de la filosofía clásica, conservando el sentido fundamental de condición,
manera de ser, estado de cuerpo, disposición duradera, pero integrando este concepto a una teoría original de
las relaciones entre las estructuras objetivas y subjetivas.
En efecto, el concepto de hábitus permite articular lo individual y lo social, las estructuras internas de la
subjetividad y las estructuras externas, y comprender que ambas son dos estados de la misma realidad, de la
misma historia colectiva que se inscribe a la vez en los cuerpos y en las cosas.
El H como función de reproducción social: es principio de la producción de diferencias sociales, generador y
unificador de las conductas y de las opiniones, porque tiende a reproducir el sistema de las condiciones
objetivas de las que es producto.
Acción pedagógica (trabajo de inculcación, socialización): el H es producto de la interiorización de los
principios de una arbitrariedad cultural capaz de perpetuarse una vez terminada la socialización y de este
modo, perpetuar en las prácticas estos principios de arbitrariedad interiorizada.
El trabajo pedagógico tiende a reproducir las condiciones sociales de la producción de la arbitrariedad cultural,
por la mediación del H como principio generador de las prácticas reproductoras de las estructuras objetivas.
Hábitus como: