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"Año del Dialogo y la Reconciliación Nacional"

Guerra de Corea, Estados Unidos y el resto de América: Motivos de la participación

FUENTE A: Artículo titulado “Características de la Política Exterior de los Estados Unidos”, elaborado por
Ezequiel Eduardo Parma, trabajo académico para obtener la Licenciatura en Ciencia Política y
Relaciones Internacionales en la Universidad Católica de La Plata. (2010).

La Política de Contención tenía una brecha y es que los soviéticos al ver parada su actividad en Europa empezaron a
buscar escenarios en lugares del globo de gran dificultad estratégica y diplomática para los EE.UU. Corea del Norte
atacó a Corea del Sur, dos países donde se mostraba la polarización de la política mundial. Este escenario, ni siquiera
se había previsto por los estrategas norteamericanos y acudieron con sus tropas sin plan previo. En EE.UU. no se
comprendía porque la URSS había escogido tal escenario, fuera del perímetro de defensa norteamericano. Chocaron,
entonces, el menosprecio de la URSS por el interés geopolítico estadounidense de la zona y el no consentimiento por
parte de los EE.UU., como símbolo de no tolerar una agresión comunista donde quisiera que se produjera en el planeta.
El plan de invasión de Corea del Sur parece ser que fue idea de Kim El Sung, que convenció a Stalin de lo fácil de la
empresa y el desinterés norteamericano en la zona, desestimando los principios e ideales generales estadounidenses
que ya habían sufrido varapalos en todo el este de Europa y en la guerra civil China. El desdén del trato comunista a
las fronteras internacionales ponía en peligro la reconstrucción prooccidental del Japón y creaba un bastión comunista
en Asia incontrolable. La intransigencia soviética facilitó la entrada en la guerra de los EE.UU. y dos días después de
que las tropas norcoreanas cruzaran el paralelo 38, los EE.UU. ya habían empezado a desplegar las suyas y en el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se aprobaba una resolución para que Corea del Norte cesara las
hostilidades y se retirara al norte del paralelo 38. Con la resolución en la mano, la lucha ya no era una intervención local
de una potencia, sino la lucha por los principios manifestados en la ONU para defender al mundo libre por el conjunto
de las naciones democráticas.

FUENTE B: Robert J. McMahon, es un historiador estadounidense de las relaciones exteriores de los Estados
Unidos y un destacado académico de la Guerra Fría. Escribió el libro “La Guerra Fría. Una breve
introducción” (2003).

[…] Corea se mencionaba durante la guerra sólo como un territorio de poca importancia cuyo destino recaía sobre los
hombros ya sobrecargados de los aliados. En la Conferencia de Potsdam, norteamericanos y soviéticos acordaron
compartir las responsabilidades de la ocupación dividiendo temporalmente el país por el paralelo 38, y acordaron
también trabajar por el establecimiento de una Corea unificada e independiente en cuanto fuera posible. En diciembre
de 1945, durante una reunión de ministros de Asuntos Exteriores en Moscú, los soviéticos aceptaron la propuesta de
Estados Unidos de crear una comisión conjunta para preparar la elección de un gobierno provisional coreano como
primer paso para la independencia. Pero ese plan fracasó, víctima de las tensiones de la Guerra Fría, que actuaban en
contra de toda colaboración o compromiso entre Moscú y Washington. En 1948, la división entre los ocupantes se había
agudizado. En el norte, un régimen prosoviético liderado por Kim Il Sung, que había luchado contra los japoneses,
adoptaba la apariencia de un régimen independiente. Lo mismo hacía en el sur un régimen proamericano liderado por
un acérrimo anticomunista, Syngman Rhee, nacionalista coreano de larga experiencia. Ambos hacían sonar sus sables
regularmente a ambos lados de la frontera; ni Corea del Norte ni Corea del Sur estaban dispuestas a aceptar una división
permanente de su patria.

En 1948, el gobierno de Truman había comenzado a retirar sus tropas de la península en un esfuerzo por liberarse
airosamente del compromiso adquirido con Corea. Sus estrategas creían no sólo que el despliegue de fuerzas
norteamericanas en el mundo entero había sobrepasado los límites convenientes, y que por lo tanto se hacía necesaria
una retirada, sino que, de hecho, Corea poseía un valor estratégico mínimo. La invasión de Corea del Sur dos años
después cambio este planteamiento. Aunque quizá careciera un gran valor estratégico, Corea se convirtió en un
poderoso símbolo, especialmente en vista del papel que Estados Unidos jugaba como partera y protector del Régimen
de Seúl. Más aún, el ataque de Corea del Norte, autorizado y apoyado por la Unión Soviética y por China, amenazaba
la credibilidad de Estados Unidos como potencia global y regional en la misma medida en que amenazaba la
supervivencia del gobierno surcoreano. A juicio de Truman, Acheson y otros políticos experimentados, lo que estaba en
juego en aquel país tenía una enorme importancia. En consecuencia, el presidente autorizó rápidamente la intervención
militar norteamericana sin que se alzara en su contra ni una sola voz. “Si la ONU cede ante la fuerza de esta agresión-
declaró públicamente Truman el 30 de noviembre - , ninguna nación estará a salvo. Si la agresión triunfa en Corea,
podemos esperar que se extienda a través de Asia y Europa a este hemisferio. En corea luchamos por la seguridad y
la supervivencia de nuestro país.

FUENTE C: Ronald E. Powaski, historiador estadounidense que ha escrito sobre las políticas exteriores de los
Estados Unidos y Europa en el siglo XX, escribe el libro “La Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética,
1917 – 1991”. (1998).

La guerra de Corea empezó el 25 de junio de 1950 cuando los ejércitos de Corea del Norte, pertrechados por los
soviéticos, cruzaron el paralelo 38, la frontera con la no comunista Corea del Sur. Los norcoreanos tomaron rápidamente
Seúl, la capital surcoreana, y avanzaron hacia el sur de la península. Los datos de que disponemos indican que tanto
los soviéticos como los chinos comunistas conocían y probablemente aprobaban el plan norcoreano de reunifícar Corea

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por medio de la fuerza. No obstante, parece que el momento escogido para el ataque pilló de sorpresa a los soviéticos.
De hecho, el delegado de la Unión Soviética en la ONU seguía ausente del Consejo de Seguridad (porque la ONU se
había negado a que la China comunista estuviera representada) cuando se reunió para hablar de la agresión perpetrada
por los norcoreanos.. De forma casi inmediata, el gobierno de Truman incluyó a Corea del Sur en su perímetro defensivo
del Pacífico. Acheson consideró que el ataque norcoreano era «un desafío abierto y no disimulado a nuestro papel, que
se acepta internacionalmente, de protectores de Corea del Sur, región de gran importancia para la seguridad del Japón
ocupado por los norteamericanos». Estados Unidos quería reforzar su posición no sólo en Extremo Oriente, sino también
en Europa, donde tenía intereses mucho más importantes. «Puede tener usted la seguridad —dijo a George Kennan un
miembro del departamento de Estado, Charles Bohlen— de que todos los europeos, por no hablar de los asiáticos,
observan para ver qué hará Estados Unidos.» El gobierno norteamericano opinaba que si no oponía resistencia a la
agresión en Corea del Sur, los soviéticos podían sentirse animados a lanzar otro ataque «por poderes», esta vez en la
Europa occidental, tal vez un ataque de la Alemania oriental contra la Alemania occidental. Truman temía que el
resultado fuese «una tercera guerra mundial, del mismo modo que incidentes parecidos habían provocado la segunda
guerra mundial». Otro factor que contribuyó a que Truman tomase la decisión de intervenir era que el ataque norcoreano
representaba un desafío directo a la capacidad de la ONU para oponer resistencia a la agresión. «¡No podemos
defraudar a la ONU!», exclamó el presidente ante sus consejeros. El 25 de junio Truman autorizó el envío de fuerzas
navales y aéreas de Estados Unidos en ayuda de los surcoreanos. Sin embargo, se abstuvo de enviar tropas de combate
hasta cinco días más tarde, el 30 de junio, y sólo después de que el general Douglas MacArthur, comandante de las
fuerzas de Estados Unidos en el oeste del Pacífico, advirtiera de que sin ellas los surcoreanos serían derrotados. La
acción de Truman fue autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 7 de julio, por 7 votos a favor y O en contra,
con la abstención de Yugoslavia y la ausencia de la Unión Soviética.
En total, diecinueve países acabaron aportando personal al bando de la ONU, pero Estados Unidos proporcionó, con
mucho, el mayor número de soldados y el grueso del material bélico. La decisión de Truman de enviar tropas de combate
a Corea fue el principio de la cruzada que tenía por objetivo contener el comunismo en el Tercer Mundo mediante la
participación militar directa de Estados Unidos.

FUENTE D: Carlos R. Fernández Liesa y Emilio Borque Lafuente, escritores de libro académico “El Conflicto de
Corea”. (2013)

Algunos autores han puesto de manifiesto la relevancia de la falta de experiencia de Truman en materia de relaciones
internacionales, tras el fallecimiento de Roosevelt. Truman fue muy susceptible a los puntos de vista de sus asesores,
que eran muy antisoviéticos, como ha señalado Powaski22. Para Fontana23 la declaración personal de guerra fría de
Truman se produce el 5 de enero de 1946 con su famosa frase «estoy harto de mimar a los rusos», y por la presión de
los asesores que le rodeaban.

[…]Truman y sus asesores consideraron, pues, de que en Corea la cuestión no era tanto la propia invasión de ese
territorio cuanto que Estados Unidos debía responder a una provocación comunista; además, para Halberstam24
estaban plenamente convencidos de que la invasión se había decidido en Moscú, y que el gobierno coreano no hacía
sino obedecer al dictado. Lo que Estados Unidos temía era el efecto dominó, el primer movimiento de una operación
más amplia, que consideró que había que cortar.

Esta doctrina llevó a que Estados Unidos redefiniese su doctrina de seguridad nacional de una manera que influiría de
manera notoria y durante largo tiempo en las relaciones internacionales. En julio de 1947 se aprueba el
Nationalsecurityact, se funda la CIA, se crea la NSA (National Security Agency), entre otras medidas. En 1950 la guerra
de Corea se produce en el entorno de la adopción de un importante documento de seguridad, que permanecería secreto
hasta los años setenta, el denominado NSC-68, aprobado el 14 de abril de 1950, y que el presidente Truman ordenó
que se mantuviese secreto. Se trataba de un paso definitivo e importante en la doctrina de la contención, que tendría
un impacto en la política exterior, de seguridad y defensa durante décadas. Como ha analizado Powaski se buscaba
hacer de EE.UU. la policía del mundo. Tendría mucha importancia pues sería la base de la guerra fría durante las
décadas siguientes. Se consideraba que el momento de máximo peligro sería 1954, cuando la URSS tuviera suficientes
armas atómicas, que podrían contrarrestarse con la bomba de hidrógeno. En el documento se consideraba que la URSS
apoyaría guerras en Estados satélites, a las que deberían responder EE.UU. y sus aliados mediante fuerzas
tradicionales. Sobre estas bases se fundamentaba la petición de un incremento de más del 350% en el presupuesto
anual de defensa, como parte del nuevo consenso para responder a la amenaza comunista, representada por la URSS
y, en menor medida, por China. El presupuesto militar pasó de 13.500 millones de dólares en 1951 a 53.000 en 1953.
Para Fontana el gran cambio de este documento es que se pasa abiertamente a un terreno militar, marginando los
razonamientos políticos. En la primera fase de la guerra fría (1949-53) además se visualizó la teoría del dominó. Dos
meses después de aprobado el documento se produce el ataque de Corea del Norte a Corea del Sur. Toda esta
atmósfera doctrinal de la contención influyó poderosamente en la decisión norteamericana de apoyar a Corea del Sur.
La decisión de Truman de enviar tropas de combate a Corea, como indicaba Powaski, fue el principio de la cruzada que
tenía por objeto contener el comunismo en el tercer mundo, mediante la participación directa de EE.UU. La cruzada no
solo tuvo lugar en Corea, o en otros escenarios, sino también dentro de cada bloque, incluso en el americano, como
viene reflejado en la caza de brujas del senador McCarthy, que llevó a poner en la lista de sospechosos a los
homosexuales, que en teoría serían más proclives al comunismo.

FUENTE E: Carlos Marchant Ahumada, escribe el artículo “La Guerra de Corea” (1987).

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Las causas aparentes que habrían motivado esta guerra de objetivos limitados, pueden considerarse como las
diferencias locales tradicionales y seculares entre los coreanos, sumadas a las diferencias ideológicas existentes a
ambos lados del límite de conveniencia (paralelo 33° N), fijado para la rendición de las tropas japonesas al término de
la Segunda Guerra Mundial, todo lo cual habría motivado el avance de las fuerzas militares norcoreanas hacia el sur. A
pesar de lo anterior, la causa real fue la pugna por el poder mundial de las dos superpotencias, una aplicación de la
vetada estrategia soviética para establecer su cinturón defensivo en el Asia y, de paso obtener una posición favorable
de apoyo para su proyección hacia el Pacífico.

[…]La Unión Soviética aplicó muy bien una estrategia indirecta utilizando primero a Corea del Norte y luego a China, sin
comprometerse. En el desarrollo de su maniobra exterior usó a la ONU para intentar ganar adeptos a la causa
norcoreana y dilatar las resoluciones de ese organismo mientras pudo. Al ver que la guerra amenazaba con eternizarse,
generando un gran desgaste de material, y ante la posibilidad de que los comunistas la perdieran debido a la presión
de la interdicción, principalmente aeronaval, sugirió un cese del fuego. La contramaniobra exterior norteamericana
consistió en obtener que la ONU declarase agresores a Corea del Norte y posteriormente a China, formándose entonces
una fuerza "multinacional" (sentido más bien ideológico-político) para acudir en ayuda de Corea del Sur rápidamente. El
poder naval alrededor de la península disuadió al escaso poder naval soviético para concurrir por mar en auxilio de sus
aliados.

[…]Los Estados Unidos, en cambio [objetivos], buscaban frenar la expansión comunista sin comprometerse, asegurando
su influencia en el Lejano Oriente, especialmente en Japón, mediante la independencia de Corea. La reunificación
coreana era un objetivo político secundario y fue abandonado al percibirse las dificultades para lograrlo. Clasificable
como negativo, parcial y abstracto.

FUENTE F: Adolfo León Atehortúa Cruz, Profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad
Pedagógica Nacional. escribe el artículo académico “Colombia en la guerra de Corea”. (2008)

Colombia va a la guerra

La discusión sobre la participación de Colombia en Corea se realizó a partir de la solicitud elevada por las Naciones
Unidas durante el gobierno de Mariano Ospina Pérez (1946-1950). Estados Unidos buscaba la más amplia participación
latinoamericana, en tanto ello mostraría el interés de Occidente y del “mundo libre” para enfrentar al comunismo. De
esta forma sus bajas serían reducidas y la guerra lograría un verdadero alcance internacional con menor costo para
Estados Unidos. Se esperaba una fuerza colectiva a través de la OEA, o fuerzas especiales de carácter nacional. Sin
embargo, las condiciones de cada país frustraron el propósito estadounidense. Latinoamérica no aceptaba el pago
inmediato por el suministro de armas y equipos, y Estados Unidos exigía el aporte de divisiones con más de diez mil
hombres. Solo después se aceptó que el mínimo de la ayuda sería mil unidades, pero continuó exigiéndose el
desembolso inmediato para la compra de equipos militares.

En un principio, Ospina Pérez ofreció apoyo a Truman “en la forma en que el desarrollo de los acontecimientos lo indicare
necesaria” “para el cumplimiento de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU”, y reafirmó su entero respaldo
a la política internacional de Estados Unidos. Sin embargo, cuando la cancillería recibió oficial mente la petición de
participación, el ministro de Guerra, Evaristo Sourdís, respondió que Colombia solo contaba con fuerzas para atender
sus propias necesidades. Colombia estaba dispuesta a cumplir sus compromisos pero era difícil hacerlo a costa del
sacrificio de su propia tranquilidad. No fue una negativa contundente. Colombia se preocupaba por la obligación de
pagar todo el apoyo logístico y “regateaba” su precio. Su posición, en ese momento, era muy similar a la asumida por
las demás naciones latinoamericanas. Estados Unidos ofreció una fórmula de arreglo: lo importante era decidir la
participación. La forma de pago podría arreglarse a posteriori.

No obstante, la decisión definitiva quedó en manos del sucesor de Ospina Pérez. Laureano Gómez se posesionó como
presidente de Colombia el 7 de agosto de 1950 y empezó, con su discurso, a “mostrar la posición favorable” que Estados
Unidos le exigía. Halagó a las Fuerzas Armadas por su lealtad y decisión contra las amenazas de la “tiranía comunista”
y prometió dotarlas de “medios técnicos adecuados”. Alabó a Estados Unidos como “defensor de la soberanía e
independencia de los pueblos”, “de la libertad y de la dignidad que el comunismo quiere destruir”, y resaltó su lucha en
Corea con un párrafo plagado de ditirambos:

Los Estados Unidos están enviando la vanguardia de su juventud a una lucha sangrienta en defensa
de esos principios, y mi espíritu no quedaría satisfecho si en estos momentos mis labios dejaran de
pronunciar las palabras de admiración y reconocimiento por el heroico esfuerzo que se hace para
salvar la civilización.

Gómez abrió la puerta para que Colombia participara en la cruzada y antes de un mes su ministro de Guerra viajó a
Washington para concretar la decisión. El Decreto 3230 del 23 de octubre de 1950 dispuso el envío de la fragata
Almirante Padilla, destinada a patrullar aguas de Corea como parte de la VI Flota Estadounidense, y pocos días después
el embajador Zuleta Ángel ofreció los servicios de un batallón de infantería.

[…]En estas circunstancias, cuando el gobierno de Gómez ofreció para Corea un batallón de infantería, muchos oficiales
hastiados del conflicto interno se inscribieron como voluntarios. No obstante, existieron también otras motivaciones para

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ese enganche más o menos forzado: desde el desempleo de muchos reservistas y prófugos de la cárcel –pasando por
aquellos que buscaban movilidad social y militar–, hasta llegar a los aventureros y románticos que fueron prácticamente
“enlazados” momentos antes de que el Batallón Colombia zarpara con destino a la guerra:

Por lo menos quince hombres se sumaron en su condición de “espontáneos” de último momento,


durante la marcha al puerto, algunos de ellos civiles que ni siquiera tienen instrucción militar ni han
sido legalmente incorporados al Ejército.

FUENTE G: Juan David Meléndez Camargo, Historiador, Pontiicia Universidad Javeriana. Candidato a Magíster
en Historia, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Escribe el artículo titulado “Colombia y su
participación en la Guerra de Corea: Una relexión tras 64 años de iniciado el conlicto” (2015).

Puede resultar sorprendente que para Colombia este conflicto en tierras lejanas tuviera efectos y, más aún si se habla
de soldados colombianos víctimas mortales en Corea o de veteranos que hoy cuentan su historia. Esto por una discutida
decisión que convirtió a Colombia en el único país latinoamericano que colaboró real y materialmente con la causa
norteamericana, para derrotar la expansión del comunismo en Corea, un gran contingente de nacionales combatió
contra norcoreanos y chinos en la península.

[…]Colombia para la época, tenía buenas relaciones con el gobierno norteamericano y en lo diplomático se pueden
destacar los siguientes puntos que al finalizar la Segunda Guerra Mundial sirvieron como elementos cohesionadores en
las políticas internacionales de los dos países: primero la “subordinación activa” aplicada por el gobierno liberal; segundo
el nombramiento de Alberto Lleras Camargo como líder continental del sistema panamericano; tercero el ingreso a la
ONU en 1945; cuarto la creación del Tratado Internacional de Asistencia Recíproca con Estados Unidos; y quinto la
creación de la OEA con Colombia como pieza fundamental del proceso.

Para un gobierno que se reconocía anticomunista, como la gran mayoría de las naciones americanas a mitad del siglo
XX, respaldar a los Estados Unidos en una causa como frenar la expansión del comunismo chino en Asia, representaría
un reconocimiento a futuro por los norteamericanos, pero también podría significar un fracaso en lo militar y en lo
económico para el país. Para los Estados Unidos, la posible ayuda de un país latinoamericano no dejaba de ser algo
menor, ya que no era mucho lo que los norteamericanos podrían recibir materialmente de naciones del tercer mundo,
pero, como se evidenciaba de voz de los principales líderes y desde las Naciones Unidas16, la necesidad era grande y
había urgencia de recibir cualquier tipo de apoyo y esta acción se esperaba prontamente sin importar la nación. Tal vez,
el factor humano sí representaba un aporte significativo a las tropas que se dispondrían en Corea, pero políticamente
los países de la región seguían en una relación de sumisión ante el país del norte, lo que prácticamente obligaba a
hacerse notar con un contingente. Tal fue el caso de Colombia. […]Los dos grandes puntos de crítica o de discusión en
cuanto a los motivos que tuvo el Presidente para apoyar la causa norteamericana estaban: el comunismo como enemigo
de Gómez y no como enemigo de una nación y, la guerra como una herramienta política y económica para cumplir con
los intereses y necesidades de la nación, su Ejército y del propio mandatario. Es fundamental analizar las justiicaciones
que se dieron en su momento y verlas desde la perspectiva del poder, un trascendental elemento de las relaciones entre
lo que era el Estado y la ciudadanía de la época, con un discurso transmitido a través de la prensa, la infalible
herramienta de los gobernantes a través de los años en nuestro país. Remitiéndonos a Philip Abrams, el Estado
entendido no como algo oculto en la práctica política, sino como un conjunto de relaciones y prácticas de poder no
supericiales, o mejor dicho, “esa máscara que nos impide observar la práctica política tal cual es”. Poco tiempo después
hace el ofrecimiento especíico de un batallón completo y creado para el conlicto en Asia y de una embarcación que
prestaría apoyo logístico y de vigilancia en las costas surcoreanas. Aquí un aparte de la carta oficial que el gobierno
colombiano envió a Estados Unidos […] el gobierno de Colombia coloca a disposición del Comando Unido un batallón
de infantería, compuesto de aproximadamente 1.080 efectivos bien entrenados, sin apoyo de artillería, componente de
las fuerzas regulares. Dicho batallón en la actualidad está equipado con una variedad irregular de armamento de
infantería europeo y estadounidense. Sería necesario, entonces, que, antes de su partida hacia Corea, fuera dotado de
las armas de la infantería de los Estados Unidos y entrenado en su uso. El gobierno de Colombia reconoce que contraerá
la obligación de reembolsar al gobierno de los Estados Unidos el valor del entrenamiento, el apoyo logístico y cualquier
otra prestación que el batallón deba recibir […]

La ONU acepta esta opción y la noticia es dada a conocer por los medios de comunicación en Colombia, y la polémica
inevitablemente surge en la opinión pública colombiana. La acción se oicializa con el viaje que hizo el ministro de Guerra
a Washington para concretar las condiciones de la ayuda, que pese a ser pequeña era importante, ya que ningún otro
país de la región había enviado tropas a la zona de conlicto (cabe recordar que la OEA no logró concretar una
contribución masiva de la región al conlicto, tan solo Costa Rica y Colombia de manera no simbólica).

FUENTE H: Libro “Alineamiento y Desafío, la política exterior peruana en los gobiernos de Odría y Velasco”.
Escrito por Javier Alcalde Cardoza (Profesor Asociado del Departamento Académico de Ciencias
Sociales y Coordinador de la Especialidad de Relaciones Internacionales de la Escuela de
Gobierno y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú.) y Gonzalo Romero
Sommer(Es profesor del Departamento Académico de Ciencias Sociales e Investigador de la

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Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la Pontificia Universidad Católica del Perú.


Actualmente cursa el doctorado en la University College London) publicado por la Pontificia
Universidad Católica del Perú. (2014).

Este entusiasmo peruano, sin embargo, no siempre estuvo presente. En 1951, cuando los Estados Unidos buscaban
aliados para la guerra en Corea (la cual, técnicamente, no estaba siendo llevada a cabo por los Estados Unidos, sino
por el Comando Unificado de las Naciones Unidas), con el objeto de darle mayor legitimidad a la causa anticomunista,
se le consultó al Gobierno peruano sobre la posibilidad de enviar un contingente de cuatro mil a cinco mil soldados.

A diferencia de lo que hizo Colombia —que fue el único país latinoamericano en proveer apoyo militar en el conflicto
enviando un batallón de tres mil hombres y una fragata a Corea—, el canciller Manuel Gallagher sostuvo que la opinión
pública peruana tendría que ser previamente “preparada” para tal posibilidad, aunque el Gobierno estaba de acuerdo
con la posición norteamericana. Por otro lado, un representante del ejército peruano sostuvo que no solo debía
prepararse a la opinión pública, sino que las opiniones dentro de las fuerzas armadas debían de ser “reorientadas” y
que esto podría ser fácilmente logrado si los Estados Unidos fuesen más generosos en la transferencia de armamento
militar. Por otro lado, esta fuente también mencionó que el “46% de las fuerzas de tierra peruanas eran indígenas que
requerirían entrenamiento y adoctrinación” (FRUS 1951: 1590). En este caso, la disposición a colaborar
del Gobierno peruano mostró ser más cauta e interesada.

[…]El gobierno de Odría incorporó en términos ventajosos al Perú a la Coalición de la Guerra Fría. El país volvió a recibir
inversión extranjera como en los años de bonanza de Leguía. Las grandes riquezas minerales de nuestro suelo
comenzaron a ser explotadas en gran escala en momentos en que la Guerra de Corea las hacía más importantes para
el mundo. Las fuerzas armadas alcanzaron un buen nivel de
equipamiento en la región a través de la ayuda del norte.

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