Sei sulla pagina 1di 14

Galileo Galilei: "La Escritura no puede errar, sus intérpretes sí"

http://creyentesintelectuales.blogspot.com/2012/06/retrato-de-galileo-galilei-por-justus.html

Retrato de Galileo Galilei por Justus Sustermans (1636)

Galileo Galilei (1564 - 1642) fue un notable astrónomo, físico, ingeniero, matemático y filósofo
científico italiano especialmente reconocido por retomar, teorizar y popularizar la teoría
heliocéntrica de Nicolás Copérnico (1543). Es también destacado por sus contribuciones al estudio
de los cuerpos celestes, tales como la luna, los planetas Venus y Júpiter y el estudio de las
manchas solares, además de que contribuyó a otras disciplinas del conocimiento como la
resistencia de materiales y la ciencias del movimiento; la mecánica, la cinemática, la dinámica y
el estudio de la cicloide. Aunado a esto, destaca por sus mejoras al telescopio y llegó a inventar el
compás geométrico militar y el reloj de péndulo.
Galileo: Cuestionando la supuesta ciencia
A muchos incrédulos hoy en día les gusta hablar de los descubrimientos de Galileo como si éstos
hubiesen señalado una incompatibilidad entre la ciencia y la religión y como ello sirviera de
ejemplo para cuestionar el papel de la religión. No obstante, quienes usan tales argumentos a su
propia conveniencia, ignoran, consciente o inconscientemente, la historia de vida y trayectoria
espiritual de Galileo Galileo, y a menudo olvidan que, de hecho, este astrónomo era un hombre
profundamente religioso, un creyente intelectual, que hasta el fin de sus días manifestó sus
creencias en el Dios de la cristiandad.

El interés que Galileo tenía en la teología le llevó a considerar durante su juventud la posibilidad
de hacer una carrera eclesiástica o dedicarse al sacerdocio en la Iglesia Católica. Sin embargo,
más tarde se inclinó por buscar una oportunidad en la medicina, en la Universidad de Pisa, a la
cuál pudo ingresar en 1581. Aunque Galileo no pudo concluir sus estudios universitarios, ni
tampoco obtuvo títulos profesionales, su curiosidad por el conocimiento científico y por el
conocimiento espiritual siguió siendo expresada continuamente en escritos que reflejan un
interés tanto por la ciencia como por la religión.

En 1588, por ejemplo, Galileo entregó a la Academia Florentina un estudio que trataba sobre las
"Lecciones sobre la figura, localización y el tamaño del infierno de Dante Alighieri", haciendo un
análisis de la obra literaria y religiosa en cuestión. Más tarde, Galileo consiguió un trabajo como
profesor de matemáticas en el mismo colegio y casi inmediatamente después, comenzó a
encontrarse con muchos detractores y enemigos profesionales que se indignaban con sus
propuestas teóricas. Años más tarde Galileo conseguiría una cátedra en la Universidad de Padua,
donde impartiría clases durante 18 años y se haría de más contrincantes que siguieron rechazando
sus estudios.

Una de las cosas que Galileo sostenía es que los cuerpos de diferentes pesos caen a la misma
velocidad, algo que muchos profesores y filósofos calificaban como una aseveración "irracional".

Pero la mayor oposición a Galileo vino de su opción de retomar los estudios astronómicos
de Nicolás Copérnico (otro creyente intelectual), que tiempo antes ya había afirmado que la
Tierra gira alrededor del Sol. Esta afirmación contradecía la Teoría geocéntrica, es decir, la idea
que suponía que la tierra era el centro del universo, y una aseveración que siglos antes había sido
planteada formalmente por el filósofo griego Aristóteles (quien afirmaba que la tierra era
inamovible[1]), por el modelo de Ptolomeo, y por las doctrinas figuras como Tomás de Aquino
y distintos líderes católicos-romanos de la época medieval.
Galileo fue criticado principalmente porque la idea del modelo heliocéntrico iba en contra de
1,500 años de consenso académico, y porque contradecía las ideas sobre física que eran
aceptadas por la mayoría en ese entonces. Al respecto, Galileo escribió:
"La novedad de tales cosas, así como ciertas consecuencias que se seguían de ellas, en
contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por filósofos académicos,
lanzaron en contra mí a no pocos profesores." [Cartas copernicanas (1615)]
"Esos adversarios tratan de desprestigiarme por todos los medios posibles. Saben que mis
estudios de astronomía y de filosofía me han llevado a afirmar, con relación a la constitución
del mundo que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece situado en el centro de la revolución de
las órbitas celestes, y que la Tierra gira sobre sí misma y se desplaza en torno del Sol.
Advierten además que una posición semejante no sólo destruye los argumentos de Ptolomeo y de
Aristóteles, sino que trae consigo consecuencias que permiten comprender, ya sea numerosos
efectos naturales que de otro modo no se sabría cómo explicar, o ciertos descubrimientos
astronómicos recientes que contradicen radicalmente el sistema de Ptolomeo y confirman a
maravilla el de Copérnico." [Galileo (1615) "Carta a la Gran Duquesa Cristina"]

PD-US
Otros decían que el modelo de Galileo-Copérnico iba en contra del "sentido común", ya que, desde
la tierra, con nuestra limitada percepción humana, vemos que en el transcurso del día el sol
parece moverse o cambiar de lugar de forma visible. Los que usaban este argumento ridiculizaban
la idea heliocéntrica porque iba "en contra de lo observable" a simple vista y "en contra de lo que
nuestros sentidos nos decían."

El problema, sin embargo, radicaba en la falsa idea de que sólo nuestros sentidos pueden decirnos
lo que es verdadero; tal como Albert Einstein lo explicó:
"La materia es real para mis sentidos, pero éstos no son dignos de mi confianza.
Si Galileo o Copérnico hubieran aceptado lo que veían, nunca hubieran descubierto el
movimiento de la Tierra y los planetas." (Cit. de 1943; en Hermanns, William: Einstein, Albert.
1983. Einstein and the Poet: In Search of the Cosmic Man. Branden Press, p. 59)
Lo que se aprende del caso de Galileo, en este sentido, es que no se debem aceptar ciegamente
los consensos de miles de opiniones supuestamente científicas que censuran toda clase de
cuestionamientos a los mismos. Galileo sabía muy bien que la verdad no se trataba de "la teoría
más aceptada", es decir, que la ciencia no se hace por consenso, y que la verdadera ciencia
tampoco consiste en "lo que dice la mayoría." En sus palabras:
"En las ciencias, la autoridad de miles de opiniones no vale tanto como una pequeña chispa de la
razón de uno sólo." (Galileo, en su Tercera carta sobre las manchas solares; diciembre 1612)
De esta manera, "Galileo fue el primero en cambiar la investigación científica con el uso del
lenguaje matemático para formular las leyes naturales que descubrió, y por esto se le considera el
padre de la ciencia moderna" [[1]] junto a Isaac Newton.

Los escritos de Galileo también permiten ver que, como un hombre religioso, hasta el fin de sus
días, él jamás cuestionó la creencia en Dios, sino, por el contrario, lo que cuestionó fue el
paradigma científico de la época: un paradigma lleno de falsas interpretaciones pseudo-científicas
derivadas de la interpretación ordinaria de las cosas.

Galileo creía que tanto las leyes como los movimientos de la naturaleza y de los cuerpos celestes
obedecían fielmente a lo que Dios había establecido en la Creación; tal y como lo expresó en
su Carta a la Duquesa Cristina de Lorena (1615):
"La Sagrada Escritura y la naturaleza son las dos emanaciones de la Palabra Divina. La primera,
dictada por el Espíritu Santo; la última, el albacea observante de los mandamientos de
Dios." [Galileo (1615) "Carta a la Gran Duquesa Cristina", citado en Maurice A. Finocchiaro
(1989), The Galileo Affair: A Documentary History, University of California Press]
Galileo reconoció a Dios como un Diseñador Inteligente, un Dios que hizo el mundo con un arreglo
de conocimientos racionales. Al igual que Newton, Galileo percibía que Dios había establecido el
mundo por medio de fórmulas muy exactas y precisas, por lo cual dijo:
«Este gran libro, el Universo... está escrito en el lenguaje de las matemáticas y sus
características son triángulos, círculos y figuras geométricas» [Galilei, 1623. Il saggiatore (The
Assayer]; Cap. IX.

"Las matemáticas son el lenguaje con el que Dios ha escrito el universo."


Paráfrasis de la frase de Galileo en su última obra El Ensayador.
En otras ocasiones, Galileo ahondó en el argumento teleológico, enfatizando la perfección y
sabiduría de Dios:
"Recordando que la sabiduría y el poder y la bondad del Creador en ninguna parte se muestra
tan bien como en los cielos y los cuerpos celestes, podemos fácilmente reconocer el gran mérito
de Aquél que ha traído estos cuerpos a nuestro conocimiento, y que, a pesar de su casi infinita
distancia, los ha hecho fácilmente visibles". [Citado de su Discurso y demostración matemática,
en torno a dos nuevas ciencias (1638); Concordancia con Salmos 19:1]
"Las partes del Universo tienen el mejor de los arreglos, de modo que nadie está fuera de su
lugar, lo cual quiere decir que la naturaleza y Dios ha organizado perfectamente su
estructura." [Galileo, cit. en la Carta a Francesco Ingoli (1624)]
Junto a Descartes, también reconoció que, siendo hecho a imagen y semejanza de Dios, el
hombre tiene una capacidad de raciocionio que conforma uno de los regalos más grandes que
concedidos a la humanidad. De ello dijo:
"No me siento obligado a creer que Dios que nos ha dotado de inteligencia, sentido común y
raciocinio, tuviera como objetivo privarnos de su uso." [Galileo (1615) "Carta a la Gran Duquesa
Cristina"]
"Cuando veo las cosas maravillosas que los hombres han entendido, lo que han investigado y
artificiado, sólo reconozco que muy claramente la inteligencia humana es una obra de Dios, y
una de los más excelentes" [Dialogue Concerning the Two Chief World Systems, 1632]
Sin embargo, Galileo, también reconoció los límites de la razón humana y aseguró que el potencial
de la mente humana "está separado de la ciencia Divina por un intervalo infinito" (Pittsburgh,
1983:101). En esta linea de pensamiento, el astrónomo atribuyó el éxito de sus descubrimientos a
la gracia de Dios, un Dios que, en sus palabras, había iluminado su mente, tal como escribió
desde Venecia en 1610:
"He descubierto cuatro planetas, ni conocidos ni observados por alguno de los astrónomos antes
de mi tiempo, que tienen sus órbitas cerca de cierta estrella brillante [Júpiter], una de las
conocidas previamente, al igual que Venus y Mercurio alrededor del Sol, y están, a veces, frente
a el, aunque nunca se apartaran más allá de ciertos límites.
Todos estos hechos fueron descubiertos y observados a penas hace unos días con la ayuda de un
telescopio, ideado por mí, por la gracia de Dios que primero iluminó mi mente." (The Sidereal
Messenger /The Starry Messenger, 1610)
Otros científicos como George Washington Carver y Jacinto Convit también coindirían con el
astrónomo, pues Galileo creía en la capacidad de Dios para inspirar avances científicos:
"Uno no debe dudar de la posibilidad de que la bondad divina, a veces, puede elegir inspirar un
rayo de su inmenso conocimiento en bajos y altos intelectos, cuando están adornados con un
entusiasmo santo y verdadero." (Cit. en Chiari, op. Cit., 545. )
En este punto podría surgir una pregunta en el lector; si Galileo era tan religioso y en verdad creía
en el Dios de la cristiandad, ¿por qué los líderes de la religión católica medieval cuestionaron a
Galileo?
Galileo: Cuestionando supuesta teología
Como hemos mencionado, hubo una famosa controversia que surgió entre la Iglesia Católica y la
teoría de Galileo. A pesar de que en años pasados la Iglesia Romana ya había aprobado el modelo
heliocéntrico, en años posteriores los nuevos líderes católicos de Roma rechazaron la teoría con el
supuesto argumento de que contradecía la Biblia.
Galileo sí creía en la inspiración divina de las Escrituras Bíblicas. De hecho, en diversas cartas,
sostuvo que el objetivo principal de las Escrituras "es adorar a Dios y salvar almas". No obstante,
lo que cuestionaba era la interpretación de los líderes religiosos:
"A mí me parece que fue bien dicho... que la Sagrada Escritura no puede errar, y que los
decretos contenidos en ella son absolutamente ciertos e inviolables, pero tendría que añadir,
mas bien, que aunque la Escritura no puede errar, sus expositores e intérpretes están sujetos al
error de muchas maneras, y un error, en particular, sería más grave y más frecuente, si siempre
nos mantenemos en el significado literal de las palabras." (Cap. XI de la Carta de Galileo a
Benedetto Castelli, en Pisa, Florencia, 21 de diciembre 1613)
Esto es algo que los opositores religiosos del modelo heliocéntrico no entendieron y argumentaron
que el sol se movía, y que la tierra no, tomando fuera de contexto versículos como los siguientes:
"Entonces Josué habló al Señor... y dijo en presencia de los israelitas: Sol detente en Gabaón, y
tú, luna, en el valle de Ajalón. Y el sol se detuvo y la Luna se paró... Y el Sol se paró en medio
del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero" (Josué 10:12-13).
"He aquí, yo haré volver la sombra por los grados que ha descendido con el sol, en el reloj de
Acaz, diez grados atrás. Y volvió el sol diez grados atrás, por los cuáles había ya
descendido" (Isaías 38:8).
"Generación va, generación viene, mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol,
y se apresura a volver al lugar donde se levanta" (Eclesiastés 1:5)
Las autoridades católicas de la época se valieron de expresiones como éstas para supuestamente
"desacreditar" la validez de los trabajos de Galileo. Es irónico que hoy en día muchos escépticos se
valgan de estas citas pretendiendo desacreditar la validez de la Biblia. Algunos críticos incrédulos
incluso acusan a las Escrituras de que en éstas se da a entender que la tierra es plana porque en
Apocalipsis 7:1, Juan escribió que había visto en una visión "a cuatro ángeles de pie en los cuatro
extremos de la tierra."

No obstante, muchos desconocen lo que dijo Galileo al respecto y menosprecian el hecho de que
era un sincero creyente en Dios y en las Escrituras. La diferencia era que Galileo cuestionaba
la interpretación teológica literal, y en su lugar, interpretaba dichos fragmentos como figuras
retóricas, palabras escritas para describir en el lenguaje común cosas que "habían sido insertadas
en la Biblia por el bien de los pueblos" para que éstos los entendieran, como él mismo lo
expresó.

Galileo era consciente de que hay múltiples versos en la Biblia donde se usa el lenguaje cotidiano,
el lenguaje figurado o el lenguaje simbólico. Al igual que en muchas obras literarias y narrativas,
la Biblia utiliza a menudo figuras retóricas; frases idiomáticas o modismos, frases alegóricas,
palabras con un estilo poético, de modo figurado, parábolas, metáforas, metonimias, o
simplemente, lenguaje coloquial. Muchas de estas expresiones que han de ser comprendidas
simbólicamente con la ayuda de Dios y el Espíritu Santo.

Galileo no cuestionó la Biblia; por el contrario, insistía en que dichos versos habían sido escritos
para las personas, "para ayudar a la comprensión de las cuestiones relativas a su salvación. De
la misma manera, el lenguaje bíblico, ha simplificado también ciertos efectos físicos en la
naturaleza, para ajustarse a la experiencia cotidiana".

La Biblia menciona, por ejemplo, “la salida del sol”, en el Libro de Números 2:3; 34:15. Esta
frase no es difícil de entender para cualquier persona que esté hablando en lenguaje
conversacional. Para Galileo, los escritores de la Biblia usaron palabras con las que cualquier
observador ordinario pudiera captar el mensaje, teniendo en cuenta las experiencias cotidianas
que se experimentan diariamente por el ser humano. Hoy en día muchas personas aun solemos
hablar de esta forma diariamente, incluso inconscientemente, y esto es perfectamente correcto
desde el punto de vista de la semántica (área que en el campo de la lingüística estudia el
significado de las palabras). Actualmente extensos estudios han demostrado que, de hecho, las
metáforas y las metonimias son las figuras simbólicas que, independientemente de las creencias
de las personas, la mayoría las llega a usar cotidianamente como frases en un contexto
coloquial (véase el estudio de George Lakoff y Johnson, 2003).

Muchos críticos que quieren difamar la veracidad de la Biblia pasan por alto el hecho de que ellos
mismos emplean expresiones idénticas de forma inconsciente. Expresiones como "salió el sol", "el
sol sale por el este...", "el sol se esconde por el oeste", "se puso el sol en el horizonte", "la
puesta del sol", "se está metiendo el sol", "se oculta el sol", "salió la luna", "el Sol se ha
puesto”, etc, son usadas diariamente por las personas de forma figurada y el significado real de
las frases es totalmente válido. Así mismo, hay expresiones científicas como “el recorrido del
sol” y "el movimiento diurno del sol"que semánticamente son válidas incluso hoy en día. En
palabras de Galileo:
"El motivo, pues, que ellos aducen para condenar la teoría de la movilidad de la Tierra y la
estabilidad del Sol es el siguiente: que leyéndose en muchos párrafos de las Sagradas Escrituras
que el Sol se mueve y la Tierra se encuentra inmóvil, y no pudiendo éstas jamás mentir o errar,
de ahí se deduce que es "errónea" y condenable la afirmación de quien pretenda postular que el
Sol sea inmóvil y la Tierra se mueva.
Contra dicha opinión quisiera yo objetar que, es y ha sido
santísimamente dicho, y establecido con toda prudencia, que en ningún caso las Sagradas
Escrituras pueden estar equivocadas, siempre que sean bien interpretadas; no creo que nadie
pueda negar que muchas veces el puro significado de las palabras se halla oculto y es muy
diferente de su sonido.
Por consiguiente, no es de extrañar que alguno al interpretarlas, quedándose dentro de los
estrechos límites de la pura interpretación literal, pudiera, equivocándose, hacer aparecer en
las Escrituras no sólo contradicciones y postulados sin relación alguna con los mencionados, sino
también herejías y blasfemias...
Así como las citadas proposiciones, inspiradas por el Espíritu Santo, fueron desarrolladas en
dicha forma por los santos profetas en aras a adaptarse mejor a la capacidad del vulgo,
bastante rudo e indisciplinado, del mismo modo, es labor de quienes se hallen fuera de las filas
del pueblo, el llegar a profundizar en el verdadero significado y mostrar las razones por las
cuales ellas están escritas con tales palabras."
Galileo concordaba, pues, en la excelente moral y el perfecto mensaje divino de la Biblia, pero
tampoco creía que la Escritura describiese todo el conocimiento del mundo. Al igual que Francis
Bacon, Galileo veía a la Naturaleza como un libro en el cual, el Eterno poder y Divinidad de Dios
son claramente visibles desde la creación del mundo. De esto, dijo:
"Las palabras de la Escritura no están constreñidas a obligaciones tan severas como los efectos
de la naturaleza y Dios no se revela de modo menos excelente en los efectos de la naturaleza
que en las palabras sagradas de las Escrituras. Esto es lo que quiso significar Tertuliano con
estas palabras:
«Declaramos que Dios debe ser primero conocido por la naturaleza y luego reconocido por la
doctrina: a la naturaleza se le alcanza por las obras, a la doctrina por las predicaciones»
No quiero decir con ello que no se deba tener una altísima consideración por los pasajes de la
Sagrada Escritura. De esta manera, cuando hayamos obtenido una certeza, dentro de las
conclusiones naturales, debemos servirnos de esas conclusiones como de un medio
perfectamente apto para una exposición verídica de esas Escrituras, y para la búsqueda del
sentido que necesariamente se contiene en ellas, puesto que son perfectamente verdaderas y
concuerdan con la verdad demostrada.
Considero que la autoridad de los Textos Sagrados tiene por objeto, principalmente, el de
persuadir a los hombres acerca de proposiciones que, por sobrepasar todo discurso humano, su
credibilidad no puede obtenerse por ninguna otra ciencia, ni por medio distinto, sino por la boca
del Espíritu Santo. Además, dentro de las proposiciones que no son de Fe, debe preferirse la
autoridad de esos mismos Textos Sagrados a la autoridad de textos humanos cualesquiera, que
no estén escritos con método demostrativo, sino o bien como pura narración, o bien sobre la
base de razones probables. La autoridad de las Sagradas Escrituras debe considerarse en esto
conveniente y necesaria en la base misma de que la sabiduría divina sobrepasa todo Juicio y
toda conjetura del ser humano"
[Carta a la Gran Duquesa Cristina de Toscana, 1615].
Por esto, el astrónomo lamentaba las tergiversaciones restrictivas y legalistas que provenían de la
interpretación humana, y no del entendimiento divino. Reprochando esta actitud, Galileo
escribió:
"Van y citan la Biblia, la cuál han atendido según sus propósitos engañosos, contrario al sentido
de la Biblia y a la intención de los santos padres...[pero] debajo del significado superficial de
las palabras, este pasaje puede contener un sentido diferente...
Suponiendo que si me combaten tan sólo en el terreno filosófico les resultará dificultoso
confundirme, se han lanzado a escudar su razonamiento erróneo tras la cobertura de una
religión fingida y la autoridad de las Sagradas Escrituras, aplicándolas, con escasa inteligencia,
a la refutación de argumentos que ellos no han comprendido. En primer lugar, han intentado
por sí mismos hacer pública la idea de que tales proposiciones van en contra de las Sagradas
Escrituras y de que por consiguiente [mis proposiciones] son heréticas...

Si se me permite revelar todo mi pensamiento: sin duda sería más conveniente para la dignidad
de los Textos Sagrados que no se tolerara que los más superficiales y los más ignaros de los
escritores las comprometieran,salpicando sus escritos con citas interpretadas, o más bien,
extraídas en sentidos alejados de la recta intención de la Escritura, sin otro fin que la
ostentación de un vano ornamento...
Así se pone de manifiesto que tales autores, por no haber penetrado el verdadero sentido de la
Escritura, la han utilizado, abusando de su autoridad, para obligar a sus lectores a dar por
verdaderas conclusiones que repugnan a la razón y a los sentidos; pero si tal abuso, cosa que
Dios no permita, debiera prevalecer, sería preciso entonces suprimir, a poco andar, todas las
ciencias especulativas; en efecto, puesto que, por naturaleza, el número de hombres poco aptos
par comprender perfectamente, tanto la Sagrada Escritura como las otras ciencias, es muy
superior al número de hombres inteligentes; se daría el caso de que los primeros, hojeando
superficialmente las Escrituras, se arrojarían el derecho de decidir en todas las cuestiones de
ciencia natural, arguyendo algunos pasajes de los escritos sagrados, interpretados por ellos en
un sentido distinto del verdadero, en tanto el escaso número de quienes comprenden
correctamente las Escrituras no podría reprimir el torrente furioso de esos malos
intérpretes". [Carta a la Gran Duquesa Cristina de Toscana, 1615]
Es evidente, pues, que para Galileo la correcta interpretación de la Biblia coincidía con la correcta
interpretación de los fenómenos naturales. En línea con este pensamiento, Galileo también dijo
que "La Biblia enseña a los hombres como ir al cielo, no cómo funcionan los cielos"; o en otras
palabras, que "la intención del Espíritu Santo es enseñarnos cómo se va al cielo, no cómo se
mueven los cielos" (Carta a la Gran Duquesa, 1615).

En sus Cartas Copernicanas (1615) Galileo citó a San Agustín, a San Jerónimo, a Tertuliano y a
otros pensadores de tradición cristiana, que hablaron del tema de los malintérpretes que
tergiversan la Biblia. Habiendo estudiado la teología en mayor profundida, Galileo escribió:
"Al mostrar mayor afición por sus propias opiniones que por la verdad, pretendieron negar y
desaprobar las nuevas cosas que, si se hubieran dedicado a considerarlas con atención, habrían
debido afirmar su existencia.
A tal fin, lanzaron varios cargos y publicaron algunos escritos llenos de argumentos vanos, y
cometieron el grave error de salpicarlos con pasajes tomados de las Sagradas Escrituras, que no
habían entendido correctamente y que no corresponden a las cuestiones abordadas.
No habrían caído en este error si hubieran prestado atención a un texto de San Agustín, muy útil
al respecto, que trata la actitud que debe adoptarse en lo referente a las cuestiones oscuras y
difíciles de comprender por la sola vía del discurso. Al tratar el problema de las conclusiones
naturales referentes a los cuerpos celestes, escribe:
«Ahora, pues, observando siempre la norma de la santa prudencia, nada debemos creer
temerariamente sobre algún asunto oscuro, no sea que la verdad se descubra más tarde y, sin
embargo, la odiemos por amor a nuestro error, aunque se nos demuestre que de ningún modo
puede existir algo contrario a ella en los libros santos, sean del Antiguo o del Nuevo
Testamento»" [Cartas copernicanas, (Del Génesis a la letra, Libro II, Cap. XVII, Académico Linceo.
(Carta escrita a la Sra. Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana (1615)]
El matemático insistió, por la tanto, en la necesidad de obtener interpretaciones guiadas por el
Espíritu Santo:
"Debemos, por ello, dar gracias infinitas a Dios por la bondad con la cual nos libra de ese temor,
cuando les quita su autoridad a tales personas, confiando el cuidado de ocuparse de cuestiones
tan importantes a la inmensa sabiduría y las bondad de padres prudentísimos, y a la suprema
autoridad de quienes,guiados por el Espíritu Santo, no pueden sino decidir acerca de esas cosas
santamente; no permitiendo, de este modo, que la liviandad que hemos condenado sea objeto de
estima.
Es contra aquellos malos intérpretes de la Escritura, me parece, que se levantan, y no sin razón,
los más grandes y santos escritores, y entre ellos, en particular, San Jerónimo, quien escribe:
«En cuanto a ese arte (el de las Escrituras), la vieja parlanchina, el viejo charlatán, el sofista
verboso, todos se vanaglorian con él, lo chapucean, lo enseñan antes de haberlo
aprendido... y nada digo de mis pares, quienes, si por acaso han accedido a las Sagradas
Escrituras luego de haber cultivado la literatura profana, y si por su lenguaje rebuscado han
halagado agradablemente a los oídos del pueblo, se imaginan que todas sus palabras son la ley
misma de Dios, y no se dignan informarse de la opinión de los profetas o de los apóstoles, sino
que ajustan a su sentimiento personal los textos, como si alterar el sentido de las frases y
violentarlas según sus deseos hacia la Sagrada Escritura, aun cuando ésta lo repugne,
constituyera un método de expresión digno de ser aprobado, y no sumamente falaz» (Epistola ad
Paulinum, C III).
No quiero incluir en el número de esos tales escritores seculares a ciertos teólogos que considero
hombres de profunda doctrina y santísimas costumbres, los cuales, por ello, son tenidos en gran
estima y veneración; pero no puedo negar el hecho de que me encuentro acosado por ciertos
escrúpulos, y, por lo tanto, tengo el deseo de que éstos me sean aliviados, cuando veo que
aquellos se adjudican el derecho, utilizando la autoridad de la Escritura, de obligar a los otros a
seguir en discusiones naturales la opinión que a ellos les parece la más conforme con los pasajes
de la Escritura, creyendo que no tienen por qué preocuparse por las razones o experiencias que
lleven a una opinión contraria.
No debemos preocuparnos menos porque un pasaje de la Escritura contradiga una proposición
natural demostrada, que porque un pasaje de la Escritura contradiga otro pasaje que
eventualmente presente una proposición opuesta; a mí me parece que hemos de admirar o
imitar la circunspección de este santo, quien se muestra reservadísimo cuando se trata de
conclusiones oscuras, o de conclusiones cuya demostración segura no puede obtenerse por los
medios humanos. . . hay que aplicarse a buscar el sentido exacto de las Sagradas Escrituras en
los pasajes que en apariencia parecieran no concordar con ese saber natural. Esos pasajes
habrán de ser estudiados por sabios teólogos; los que pondrán de manifiesto las razones por las
cuales el Espíritu Santo los ha presentado de ese modo, ya sea para ponernos a prueba o por
alguna otra razón oculta.
Lo que acabamos de decir se aplica también cuando la Escritura ha hablado en varios pasajes en
el mismo sentido. No hay razón alguna para que se pretenda que, en tal caso, convendría
interpretar el texto en su sentido literal. En efecto, si la Escritura, para adecuarse a la
capacidad de la mayoría, ha debido una vez presentar una proposición mediante el empleo de
términos que tengan un sentido diferente de la esencia misma de esta proposición, ¿por qué
habría procedido de otro modo al repetir la misma proposición?
No es posible que una conclusión sea declarada herética mientras se duda de su verdad. Vanos
serían los esfuerzos de quienes pretenden condenar la creencia en la movilidad de la Tierra y la
estabilidad del Sol, si primeramente no demuestran que esta proposición es imposible y falsa.
Me queda finalmente por mostrar cuán cierto es que el pasaje referente a Josué puede
comprenderse sin alterar la significación directa de las palabras, y cómo puede ser que al
obedecer el Sol a la orden de Josué, éste haya podido detenerse, sin que de ello se diga que la
duración del día se haya prolongado durante algún tiempo...
Sus palabras se dirigían a un pueblo que sin duda no conocía otros movimientos celestes que ese
movimiento vulgarísimo de oriente a occidente, se adecuó a sus capacidades, y como no tenía la
intención de enseñarles la constitución de las esferas celestes, sino que simplemente quería
hacerles comprender la grandiosidad del milagro que representaba ese alargamiento del día, les
habló conforme a su capacidad.
Sin duda fue esta consideración la que indujo ante todo a Dionisio Areopagita a decir que, en ese
milagro, el primer móvil se detuvo, y que entonces, por consecuencia, se detuvieron todas las
esferas celestes: San Agustín es de la misma opinión y el Avilense la confirma en largos
desarrollos. Y como en la intención de Josué estaba que todo el sistema de las esferas celestes
había de detenerse, se entiende que haya ordenado también a la Luna que se detuviera, aunque
ésta nada tuviera que hacer en el alargamiento del día. Debe entenderse, pues, que esta orden a
la Luna atañe también a los desplazamientos de los otros planetas, los que no son mencionados,
ni en este pasaje ni en el resto de las Escrituras, pues no fue nunca su intención enseñarnos las
ciencias astronómicas...
Este sentido, más conforme con lo que leemos en Josué, parece que puede comprenderse dentro
del sistema de Copérnico, merced al agregado de otra observación que recientemente he
demostrado en el cuerpo solar, querría examinarlo para terminar.
Puesto que el Sol es a la par fuente de luz y principio de los movimientos, cuando Dios quiso que
ante la orden de Josué todo el sistema del mundo permaneciera inmóvil durante numerosas
horas en el mismo estado, le bastó con detener al Sol. En efecto, desde que éste se detuvo,
todos los otros movimientos se detuvieron. La Tierra, la Luna y el Sol permanecieron en la
misma posición, así como todos los otros planetas; durante todo ese tiempo, el día no declinó
hacia la noche, sino que se prolongó milagrosamente: y fue así que, deteniendo al Sol, sin
alterar para nada las posiciones recíprocas de las estrellas, resultó posible que se alargara el
día sobre la Tierra, lo que concuerda exactamente con el sentido literal del texto
sagrado. Pero, si no me equivoco, si hay algo que no es para tenerlo en poco, es que gracias a la
concepción copernicana, obtenemos un sentido literal perfectamente claro de otro rasgo
particular de ese mismo milagro, a saber, que el Sol se detuvo en medio del cielo. En San Agustín
leemos esto:
«Si ocurriera que la autoridad de las Sagradas Escrituras se mostrara en oposición con una razón
manifiesta y segura, ello significaría que quien interpreta la Escritura no la comprende de
manera conveniente; no es el sentido de la Escritura el que se opone a la verdad, sino el sentido
que él ha querido atribuirle; lo que se opone a la Escritura, no es lo que en ella figura, sino lo
que él mismo le atribuye, creyendo que eso constituía su sentido» (Epístola séptima, Ad
Marcellinum).
Así las cosas, y puesto que, como se ha dicho, dos verdades no pueden contradecirse, es oficio
de sabios comentaristas el esforzarse por penetrar el verdadero sentido de los pasajes de la
Escritura, la que indubitablemente ha de estar en concordancia con las conclusiones naturales
cuyo sentido manifiesto o demostración necesaria hayan sido establecidos de antemano como
ciertos y seguros. Y como, según se ha dicho, las Escrituras presentan, en numerosos pasajes, un
sentido literal muy alejado de su sentido real, y como, además, no se puede estar seguro de que
todos sus intérpretes estén divinamente inspirados, pues en tal caso no habría ninguna
divergencia en las interpretaciones que proponen, pienso que sería muy prudente no permitir
que ninguno de ellos invocara algún pasaje de la Escritura con miras a postular como verdadera
una conclusión natural que pudiera entrar en contradicción con la experiencia o con una
demostración necesaria. "
El astrónomo enfatizó que la comprensión adecuada de la Escritura requiere una interpretación
que provenga propiamente de parte de Dios, para poder entender las verdades espirituales que en
ésta se contienen:
"Confío en que la bondad infinita de Dios puede dirigir pureza a mi mente con una pequeña
cantidad de su gracia, de modo que yo pueda entender el significado de sus palabras." [Citado
de la carta de Galileo a Monsignor Piero Dini, (23 de marzo de 1615) y también de Scritti Letterari
Florencia. Felice Le Monnier.]
En esa época, el científico italiano había conocido en persona al astrónomo alemán y teólogo
protestante Johannes Kepler, quien se convirtió en un primer partidario entusiasta de las
propuestas heliocéntricas de Galileo. Curiosamente, estos dos personajes, que son de vital
importancia en la historia de la astronomía, se consideraban a sí mismos "instrumentos",
destinatarios de Dios, o receptores de descubrimientos. Expresando su gratitud a Dios, por
ejemplo, Galileo escribió:
"En su misericordia, Dios, en ocasiones, opta por revelar una nueva visión a alguien que él elige,
lo que aumenta el conocimiento revelado a la humanidad... Doy gracias infinitas a Dios, por ser
tan amable como para hacerme el primer observador de maravillas que se habían mantenido
ocultas en la oscuridad durante los siglos anteriores." [Cit. en Sobel,1999, 63.]
Galileo consideraba que las manifestaciones del poder creador de Dios son perceptibles en el
simple diseño de las aves y los peces. De ello, dijo:
"Dios podría haber hecho pájaros con huesos de oro macizo, con venas llenas de plata fundida,
con la carne más pesada que el plomo y con alas diminutas... Él podría haber hecho el pescado
más pesado que el plomo, y en consiguiente, doce veces más pesado que el agua, pero Él ha
querido hacer a los primeros de huesos, carne y plumas para que sean lo suficientemente
ligeros, y a los segundos tan pesados como el agua, para enseñarnos que Él se regocija en la
simplicidad y en la facilidad." (Galileo’s Daughter: A Historical Memoir of Science, Faith, and
Love)
Para el físico italiano, dos libros de Dios testifican sobre la verdad y realidad de divina: el "libro
de la naturaleza" (escrito en el lenguaje de las matemáticas), y en el "libro de las Escrituras"
(escrito en el lenguaje capaz de ser comprendido por el ser humano).

Sus observaciones y meditaciones sobre las maravillas de Dios lo llevaron a conclusiones en las
que exhaltaba y alababa al Señor, diciendo:
"Dios es conocido por la naturaleza en Sus obras, y por la doctrina en Su Palabra revelada."
"La Sagrada Escritura y la naturaleza proceden igualmente de la Palabra Divina; la primera,
como dictada del Espíritu Santo, la segunda como ejecutora perfectamente fiel de las órdenes
de Dios."
"Recordando que la sabiduría y el poder y la bondad del Creador en ninguna parte se exhibe tan
bien como en los cielos y en los cuerpos celestes, podemos fácilmente reconocer el gran mérito
de Él, que ha formado estos cuerpos para nuestro conocimiento y que, independientemente de su
casi infinita distancia, los ha hecho fácilmente visibles." [Dialogues Concerning Two New
Sciences (1638)]
En sus últimos años, Galileo tuvo que enfrentarse al deterioro de su vigor y su vitalidad, y se
enfrentó a un periodo en el que tuvo problemas de salud y de visión. Pero su derrota más dolorosa
fue la pérdida de su amada hija, Virginia Galilei, que había sido para él una mano de apoyo en
tiempos difíciles como la muerte de la hermana de Galileo.

Su fallecida hija, Virginia Galilei, era mejor conocida como "Maria Celeste", pues viniendo de un
familia creyente, decidió ser monja en el convento de San Mateo, Italia. El libro "Galileo's
Daughter" (Hija de Galileo: Una memoria histórica de la ciencia, la fe y el amor), explora la
relación personal y sentimental de Galileo y su hija Maria Celeste, citando 120 cartas entre Galileo
y su hija Virginia Galilei que aun se conservan de manera histórica.

A pesar de todas sus tribulaciones y pruebas, Galileo mantuvo su fe en Dios, pues, al igual
que Louis Pasteur, creía que el sufrimiento humano tenía algún sentido y tenía que ser recibido
con fe y con valentía, sabiendo que Dios permite que todo salga bien en beneficio de los
creyentes. En concordancia con Job 2:10, Galileo escribió:
"Cualquiera que sea el curso de nuestras vidas, debemos recibirlo como un gran regalo de la
mano de Dios, en quien igualmente reposa el poder de no hacer nada de nada por nosotros. De
hecho, debemos aceptar la desgracia no sólo con agradecimiento, sino con infinito
agradecimiento de la Providencia, que por tales medios nos separa de un amor excesivo por las
cosas terrenales y eleva nuestras mentes a lo celestial y a lo Divino." [De la Tercera carta de
Galileo a Marco Velseri, VIII, Citado también de Galileo's Daughter, Sobel, op. cit., 12.]
Galileo también escribió los siguientes versos en los que describe que Dios es aquél que conoce
toda la ciencia (en su época, la ciencia era llamada filosofía, o filosofía natural):
"Infinito es el número de necios,
de aquellos que no saben nada.
Bastantes son los que saben muy poco de ciencia
pocos son los que saben alguna cosita pequeña,
poquísimos son los que saben alguna,
Un sólo Dios es el que la sabe toda"
[Il Saggiatore, (El Ensayador), Capítulo IX, (1623)]
La fe de Galileo se resume elocuentemente en
la siguiente declaración escrita al final de su viaje por la vida, en su último libro:
"Para el Señor, a quien adoro y agradezco,
Que gobierna los cielos con su párpado
A Él vuelvo cansado, pero lleno de vida."
[Il Saggiatore, (El Ensayador), Capítulo IX, (1623); citado por Chiari, op. cit., 321. y Caputo 2000,
85.]
En 1642, Galileo murió por muerte natural, a los casi 78 años. Se encontraba en su casa, una villa
de Arcetri, a las afueras de Florencia. Sus escritos dejaron un bello pensamiento que se le desea
al amigo lector:
"Que disfrutes por muchos años de aquellas buenas bendiciones, que te son enviadas a ti, no de
las estrellas, sino de Dios, el Creador y Gobernador de las estrellas" [Galileo Galileo (1610), The
Sidereal Messenger, enviado desde el Christ's Hospital [Hospital de Cristo], a Cosme I de Médici,
Gran Duque de Toscana, 12 de Marzo.]

Potrebbero piacerti anche