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1.

Definición de “Antropología”

La parte de la Filosofía1 que se encarga de indagar la naturaleza del hombre es la


Antropología, palabra griega compuesta de dos términos: ánthropos, hombre, y lógos,
estudio, ciencia o tratado.
Como dijimos, la Filosofía es una ciencia que estudia el ser de las cosas, sus causas
últimas, lo que las cosas son en su esencia. 2 El estudio que haremos del hombre consistirá
en explicar qué es este individuo, que, si bien se ubica en el reino de los seres vivos, sin
embargo, por su naturaleza especial, trasciende las cualidades vitales de cualquier otro tipo
de ser viviente (animal o vegetal).
Es conocida para nosotros la definición de hombre como animal racional. En esta
definición nos encontramos con dos características fundamentales del ser humano. En
primer lugar, decimos que el hombre pertenece al género de los animales y, en segundo
lugar, que tiene una diferencia específica, que es su racionalidad.
Esta racionalidad, que se expresa en su deseo de conocer la verdad y en la
aspiración a poseer el bien en su vida –la felicidad–, posibilita que el hombre sea un ser
libre, dueño de sus decisiones y responsable por sus actos. Por lo tanto, la racionalidad no
es solo la razón, sino la integración de inteligencia y la voluntad libre.

2. Definición de “Ética”. Relación entre Antropología y Ética

La Ética también es una de las partes o ramas de la Filosofía y se subordina a la


Antropología. Esto significa que antes de “hacer ética” (estudiarla, analizarla,
comprenderla), es necesario saber qué es el hombre y cómo actúa en orden a la búsqueda de
su felicidad.
La definición de “Ética” nos dice que es la: “ciencia que estudia la naturaleza y las
propiedades de la conducta humana en orden a su fin último”. 3 Dependerá de qué tipo de
hombre y naturaleza humana entendamos para derivar cuáles son los principios o normas
de su conducta.
En este punto se presentarán posiciones diversas y, a veces, incluso antagónicas,
respecto de cómo considerar la posibilidad de que el hombre sea un hombre moralmente
bueno. Se distinguirán las posturas según las interpretaciones que se hagan de la naturaleza
humana y especialmente si se acepta o no la existencia de un orden natural y real en el
mundo, en el cual se incluye al hombre, como parte integrante del mismo. Algunas de estas
interpretaciones que más adelante trataremos con mayor extensión y profundidad son:

1
Filosofía: ciencia que data del siglo VII a. C. y que se define etimológicamente como “amor a la sabiduría”
(filo: amor, sophía: sabiduría) y, en su definición real o esencial, como la “ciencia que estudia la totalidad de
la realidad, por sus causas primeras o últimas, con la luz natural de la razón”. Por lo tanto, la filosofía no se
pregunta por el por qué o el cómo sucede algo, sino por lo que las cosas son por naturaleza. Por ejemplo, la
biología (estudio de la vida), como ciencia particular, estudia las funciones de los seres vivos, su constitución,
su clasificación, etcétera; la filosofía, como ciencia universal, responde a qué es la vida como principio de
movimiento en los seres vivientes (crecer, sentir, pensar, amar, etc.).
2
Esencia: aquello que hace que una cosa sea lo que es, lo que la determina en su modo de ser.
3
BASSO, Domingo M., O. P.: Los fundamentos de la moral, Buenos Aires, Centro de Investigaciones de Ética
Biomédica, 1993, pág. 15.
- No hay orden universal natural en el mundo, el orden lo impone el hombre
individual o colectivamente. Resultado: ética de situación,4 formalista,5 voluntarista6 y
escéptica.7
- El hombre es el resultado de procesos biológicos, físicos o químicos, de gran
especialización y sincronización, pero exclusivamente materiales. Resultado: ética
materialista,8 consumista,9 hedonista.10
- El hombre como criatura de Dios, llamado a la existencia como un ser único e
irrepetible, y dotado de la dignidad de participar de Su imagen y semejanza en la
espiritualidad de su alma. Resultado: ética realista que no se agota en la búsqueda de
felicidad en la vida presente, sino que halla sentido en la trascendencia ultraterrena.

Para reconocer de qué modo puede erigirse una vida plenamente humana que se
ejerza bien y coherentemente en pos de la felicidad, tendremos que adentrarnos en el
misterio de la naturaleza del hombre.

Cuestionario - Guía
1) ¿Qué es la Antropología?
2) ¿En qué se diferencia el hombre del animal no racional?
3) ¿Se puede hablar de ética sin conocer la naturaleza humana? ¿Por qué?

4
Se llama “ética de situación”, en sentido amplio, a aquella cuyas normas morales dependen de la época
histórica, de la moda, de las conveniencias del momento o de las opiniones mayoritarias, y, en sentido
estricto, cuando las normas son solo relativas a cada circunstancia particular.
5
Es la ética que se preocupa por la forma del actuar y no por la verdad de un obrar verdaderamente bueno,
por las razones que lo hagan bueno. Las apariencias son importantes.
6
Cuando no hay razones naturales de peso para obrar bien, la voluntad da las pautas para actuar como se
debe. La moralidad consiste en obrar por deber, independientemente de la felicidad. El esfuerzo es el fin (“al
que quiera celeste, que le cueste”).
7
El escepticismo manifiesta la desconfianza de la razón en conocer la verdad. Da por resultado un relativismo
en el que todo vale.
8
La felicidad está en los bienes materiales.
9
En el materialismo, el consumo de bienes materiales, su posesión o acumulación parecen satisfacer el deseo
de felicidad y el sentido de la existencia. Vale más el tener que el ser. Soy por lo que tengo.
10
Se refiere a la felicidad en el placer, especialmente sensual o sensible (hedoné: placer).
¿Quién es el hombre?

El hombre pertenece al reino de los seres vivos. Comparte con los vegetales y animales
características comunes, pero no se limita ni se explica como hombre por ellas, sino por
otras cualidades que le son propias, distinguiéndolo y elevándolo por encima de los demás
seres de la naturaleza.

1. El hombre como ser viviente

Tanto los vegetales como los animales –irracionales o racionales– son vivientes y
nos damos cuenta de ello porque se mueven por sí mismos. 11 Este movimiento autónomo
nos indica que tienen vida, a la que definiremos como un movimiento espontáneo e
inmanente, o como la capacidad de un ser de realizar operaciones inmanentes. Aclaremos
estos dos términos:

- Espontáneo: que brota naturalmente del propio ser,12 no es causado por algo
externo.
- Inmanente: que permanece en el ente,13 y quedando en él, lo perfecciona, lo
completa. Por ejemplo, nutrirse, sentir, pensar, querer, amar.

Por lo tanto, la vida es un movimiento que surge de la misma naturaleza 14 del ser
viviente y a través de sus operaciones el mismo ser se va perfeccionando. Cuanto mayor sea
la inmanencia de las actividades (cuanto más queden dentro del ser y lo perfeccionen),
mayor será el grado de vida o jerarquía del viviente en cuestión. Es de mayor inmanencia el
acto de conocimiento o el de tomar una decisión libremente, que el de crecer físicamente o
dirigirse a un plato de alimento. Es más alta la jerarquía de vida de quienes realizan esas
primeras operaciones que la de aquellos que, por su naturaleza, no las pueden llevar a cabo.
Un hombre puede pensar y obrar libremente, y el resultado de su obrar permanecerá en él,
definiéndolo y perfeccionándolo,15 pero un perro no tiene la posibilidad de juzgar
libremente si comer o no, solo responderá a la satisfacción de sus necesidades vitales y la
capacidad de perfección es la que ya está inscripta en su naturaleza.
Habiendo definido la vida, distinguimos tres grados en la misma: la vida vegetativa,
la vida sensitiva (animales irracionales) y la vida racional o espiritual (el hombre).

11
Se diferencia vulgarmente lo vivo de lo inerte por su capacidad de moverse, por ser automoviente.
12
Analógicamente, podríamos referirnos a la “espontaneidad” de aquellas personas que se jactan –
lamentablemente, a veces– de su modo “franco y directo” al emitir opiniones, interpretando esta actitud como
sinceridad, cuando no es sino falta de tacto y prudencia en el diálogo con los demás (es un ejemplo para
entender “el brotar natural” de la espontaneidad).
13
Ente: lo que es o existe.
14
Se entiende a la naturaleza como principio de operaciones de un ente.
15
Utilizamos el término “perfección” como acabamiento o terminación de una cosa. En este mundo estamos
en camino de perfección, recorremos las sendas de la vida tratando de alcanzar nuestro acabamiento, nuestra
plenitud, nuestra “terminación” como personas.
2. El alma como principio de vida y movimiento

Llega el momento de discernir de dónde le viene al ser vivo la capacidad de


moverse por sí mismo. Nos preguntamos cuál es el origen de su animación vital. Desde el
comienzo de la preocupación filosófica por la vida se llamó alma a este principio de vida y
movimiento. Así se define al alma como principio de vida y movimiento. Los latinos
llamaban anima al alma, pues es la que pone en movimiento a un ser, la que lo anima.16

Alma: principio de vida y movimiento

¿Tienen alma las plantas y los animales? Sí, como principio interno de la vida
corporal, como principio de las operaciones que realizan y a través de las cuales
manifiestan su capacidad vital.

3. El alma humana

Es evidente que hay gran diferencia entre la manera de vivir de un vegetal o de un


animal, cualquiera sea el nivel de desarrollo que este tenga, y la de un hombre. Es también
diferente el alma del hombre y la de los seres inferiores a él.
¿En qué consiste esta distinción? El alma humana genera ciertas funciones que le
son propias y por las cuales el ser humano puede sobrevolar el espacio y el tiempo en los
cuales se halla inserto y sujeto. Estas potencias o capacidades le permiten al hombre captar
la realidad de un modo profundo y descubrir en ella sus riquezas. Son dos las potencias
específicas del ser humano: la inteligencia y la voluntad libre.
En orden al conocimiento, la potencia espiritual propia del hombre es la inteligencia
que está dispuesta para salir al encuentro con la verdad. La inteligencia conoce la verdad de
algo. Esta verdad se presenta como un bien digno de ser querido por el hombre. El
pretender alcanzar este bien implica a la segunda potencia del alma humana: la voluntad,
cuyo objeto es el bien captado por el intelecto.
El acto de la inteligencia es conocer la verdad, el de la voluntad querer el bien
presentado por la inteligencia. Este querer se realizará libremente, pues la libertad es
atributo esencial o natural de la voluntad.

4. Capacidades específicas del ser humano

4.1. La inteligencia

Comencemos por la capacidad de conocer. Los animales conocen, pero no conocen


que conocen. Los animales no realizan una reflexión sobre el conocimiento que adquieren a
medida que desarrollan su existencia. Esta incapacidad de reflexión se debe a que el

16
Avanzando en los siglos, a los dibujos animados, por analogía, se los llama así por ser móviles.
conocimiento de los animales se restringe al conocimiento sensible. Los sentidos perciben
el mundo y producen imágenes particulares y concretas17 de las cosas conocidas.
El hombre también conoce a partir de los sentidos y forma imágenes. Sin embargo,
trasciende, va más allá de esta captación sensible de la realidad. Cuando piensa en un árbol,
se lo representa imaginativamente de un modo particular y concreto, pero también puede
aplicar el nombre de árbol a todos los árboles que se le ocurran. Esto es posible gracias a la
inteligencia, que aprehende la esencia18 de las cosas a través de un concepto universal y
abstracto.19
Así como el hijo es el fruto concebido por el vientre materno, el concepto intelectual
es el fruto concebido por la inteligencia al mirar la realidad. Y en esto es importante afirmar
que la inteligencia del hombre, al dirigirse a la realidad, lo que busca es conocer la verdad
que hay en ella, este es el fin de la inteligencia: conocer la verdad o esencia de las cosas.
“Todos los hombres por naturaleza desean saber”20 y deseamos saber la verdad. La
inteligencia quiere conocer y apropiarse del significado de las cosas, y solo cuando alcanza
estas verdades se satisface en su búsqueda.
La inteligencia no produce la verdad de las cosas, sino que “ve” lo que las cosas
son. Se somete respetuosamente a la naturaleza de lo que se presenta a su mirada. Si no
adecuamos nuestra inteligencia a lo que las cosas son, no conocemos la verdad sino un
producto erróneo, falaz, de nuestro querer o de nuestra conveniencia. No veremos lo que es,
sino lo que querríamos ver. No solo se debe ver bien, sino querer ver bien. Y con el querer
interviene la voluntad.

4.2. La voluntad libre. La libertad

A partir de las consideraciones anteriores, se hace necesario estudiar otra de las


capacidades específicamente humanas, la voluntad; junto con la inteligencia, son las dos
potencias propias del alma espiritual del hombre.
Habíamos ya dicho que el acto propio de la voluntad es querer o amar el bien. La
voluntad debe “educarse” para que aprendamos a querer ver la verdad de las cosas y no nos
esclavicemos así al error, que nos impedirá crecer como personas libres y responsables de
nuestras decisiones.
La conducta humana nos revela que la voluntad tiende por naturaleza a aceptar lo
que se nos aparece como bueno, pero que no siempre nuestros actos se determinan o se
dejan atraer por un bien real y objetivo, pues esta determinación se da a través del libre
albedrío o capacidad de optar entre bienes. La voluntad está natural e inicialmente
determinada hacia un horizonte de bien infinito, pero se presenta una gran dificultad en el
acto de elección: los bienes que se me ofrecen para ser elegidos no son plenamente

17
Particular: de este individuo y no de otro. Concreta: con cualidades sensibles que se ajustan a las
determinaciones materiales de la cosa. Por ejemplo, imagen de un árbol: será de un pino, un roble o un sauce,
pero no de todos a la vez.
18
Recordemos que esencia es lo que hace que una cosa sea lo que es. Manifiesta la verdad de algo.
19
Universal: que se aplica a todos los entes de la misma naturaleza. Abstracto: que no está ligado a cualidades
sensibles o materiales determinadas.
20
ARISTÓTELES: Metafísica, Madrid, Gredos, 1994, libro I, cap. I.
satisfactorios, dadas su contingencia21 y caducidad. Siempre deseo algo más y quiero que
este “algo” sea pleno y absoluto.22
En las elecciones cotidianas voy configurando mi capacidad de ser libre o, dicho de
otro modo, me voy haciendo quien soy. Por esto podemos afirmar que la libertad es la
capacidad de autodeterminación que cada ser tiene a alcanzar el propio fin según su
naturaleza. La libertad es, ante todo, una aptitud para autorrealizarme y determinarme en
mi propia realidad interior.23 A medida que elijo, si estas elecciones son coherentes con mi
deseo de hacerme más pleno en la realización de lo verdaderamente bueno como persona,
me haré más libre, más íntegro. La libertad no es una posesión, sino una conquista, por la
cual batallamos todos los días de nuestra vida. Por lo tanto soy más libre cuando mejor elijo
y mejor elijo si mejor conozco.
Sabemos que hemos sido puestos en el mundo para ser felices. Nuestro fin es la
felicidad. Frente a esta certeza, ¿cuál es el problema? La dificultad de la vida moral se
plantea en que cada hombre determina individualmente de qué manera conseguir esa
felicidad. Entendemos ahora cómo inteligencia y voluntad libre se hallan intrínsecamente
enlazadas en la realización de la perfección personal.
El alma es capaz de desplegar estas potencias, que solo se verán saciadas en la
presencia y posesión del Bien y la Verdad absolutos. Dada la naturaleza inmaterial de estos
objetos de deseo, no circunscriptos ni reducidos a lo biológico corpóreo, vivimos en
constante búsqueda...24
¿Cómo me llevan los bienes finitos al Bien Infinito? A través de una elección
inteligente (deliberada, pensada, consciente) y responsable. Viktor Frankl nos dice que aun
en las circunstancias más extremas y difíciles es posible ejercer la libertad:

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de
barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les
quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que
al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades
humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias– para
decidir su propio camino.
Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la
oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no
a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna, que
determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la
libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico. 25

21
Contingente: lo que, siendo, podría no ser o podría ser de otra manera. Todos los seres somos contingentes.
Un solo ser es necesario (no puede no ser) y este es Dios.
22
Como el Bien Absoluto no es asequible en esta vida temporal, intentamos salvar esta dificultad a través de
la acumulación de bienes materiales pero que, tarde o temprano, tampoco resuelven esta apetencia natural de
infinitud.
23
BASSO, Domingo M.: ob. cit., pág. 140.
24
El deseo de aprender (necesidad de conocer la verdad), para luego ofrecer un servicio a los demás
(necesidad de bien), se satisface parcialmente con un curso de perfeccionamiento, especialización, etcétera,
que es particular y determinado, me acerca a la plenitud de mis deseos, pero no me alcanza… siempre busco
más.
25
FRANKL, Viktor: El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herder, 1987, pág. 68.
5. Sensibilidad, afectividad y espiritualidad

En este punto trataremos de dar una visión global de la naturaleza humana.


El hombre, además de definirse como animal racional, se manifiesta también como
una unidad sustancial de cuerpo y alma. El hombre es un ser sensible a causa de su
corporeidad, pero las distintas circunstancias de la vida lo afectan integralmente en cuerpo
y alma, en carne y espíritu, como un único todo. La racionalidad es la espiritualidad del
hombre que se despliega en su inteligencia y su voluntad libre. Algo muy importante para
señalar es que el alma espiritual nada podría “ejecutar” sino por su unidad con el cuerpo, a
través del cual se expresa. Nuestro cuerpo es el punto de contacto, enlace y comunicación
con el mundo.
En un primer encuentro con el mundo nuestra sensibilidad se ve afectada por las
cualidades y características del mundo circundante. El conocimiento sensible es la
infraestructura necesaria para avanzar hacia el conocimiento de las esencias en la realidad,
para alcanzar lo que las cosas verdaderamente son. El conocimiento se inicia en los
sentidos y concluye en la inteligencia.
Pero nuestra relación con el mundo no es solo mediante el conocimiento sensible e
intelectual, sino también a través de las tendencias apetitivas, que nos inducen a aceptar o
rechazar aquello que hemos conocido como bueno o malo. Estas tendencias apetitivas o
apetitos son sensibles y espirituales. El apetito espiritual, también llamado apetito volitivo,
es la voluntad con su atributo esencial: la libertad.
Así como la inteligencia se inicia en su conocimiento desde los datos que le aportan
los sentidos, también la voluntad se inclina hacia los bienes que son primero apetecidos o
deseados por los apetitos sensibles. Estos apetitos sensibles son dos:

- El apetito concupiscible, por el cual se tiende a lo conveniente o se rehúye lo


nocivo en el orden sensible; su objeto es el bien deleitable o placentero (comida, bebida,
sexualidad).
- El apetito irascible, que rechaza cuanto se oponga al bien que se trata de
conseguir; su objeto es el bien arduo (puede ser el mismo objeto de la concupiscencia que
se ha vuelto difícil de alcanzar).

Los actos de estos apetitos (o tendencias) son las pasiones, conocidas vulgarmente
como estados afectivos, emociones o impulsos. Son sensibles porque se relacionan con el
cuerpo, se sienten y se manifiestan en efectos corporales: palidecer, aceleración del ritmo
cardíaco, enrojecer, temblores, etcétera (amor, odio, tristeza, gozo, audacia, temor,
esperanza, desánimo, ira). Las pasiones son el modo en que el hombre, frente a una realidad
que lo afecta, la valora, aceptándola o rechazándola.
El perfeccionamiento moral del hombre tiene sus raíces en la inteligencia, la
voluntad, la irascibilidad y la concupiscencia. Tanto el cuerpo como el espíritu son
importantes a la hora de tomar las decisiones que configuren la conducta moral de una
persona, pues no actúan por separado, sino en unidad e interdependencia. El espíritu eleva
la corporeidad y permite que “se despegue” de una afectividad demasiado sensista. El
cuerpo le da al espíritu la medida de lo concreto, para que no menosprecie o se aísle de la
realidad, que, si bien es finita, no es para nada insuficiente.
Cuestionario - Guía
1) ¿Qué es la vida?
2) ¿Qué se entiende por alma? ¿Todos los seres vivos tienen alma?
3) ¿Cuáles son las dos potencias específicas del alma humana?
4) La inteligencia ¿ve o crea la realidad?
5) ¿Cómo se relacionan la inteligencia y la voluntad?
6) ¿Por qué sin voluntad no hay libertad?
7) ¿Qué es la libertad?
8) El hombre ¿es solo espiritualidad? ¿En qué consiste que sea una unidad corpórea-
espiritual?
9) Como síntesis, explicar la afirmación de Aristóteles: “El hombre es un todo, y este todo
tiene diversas funciones, puramente físicas, vegetativas, animales y, finalmente,
espirituales”.

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