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La ley de Manú:

La palabra sánscrita Dharma, se ha tratado de traducir por parte de los occidentales como “religión”
, lo que es erróneo porque en la doctrina hindú no se aplica de ninguna forma el concepto de
religión.

No se trata tampoco del cumplimiento de los ritos, ya que estos están designado por la palabra
“karma” en una acepción especial, ya que karma en realidad significa acción.

Al querer ver a toda costa una religión en la tradición hindú, se trata entonces de encontrar un
significado de moral, con interpretaciones diversas como “virtud”, “justicia”, “mérito”, “deber”,
todas ellas nociones morales. El punto de vista moral no existe en la India y algunas de estas
nociones, ni siquiera son esenciales al punto de vista moral mismo. En la mayor parte de las
morales antiguas, no existe la idea de deber u obligación, que aparece en Europa únicamente a partir
de Kant, momento en el que cobra un papel preponderante. Aquí vemos que puntos de vista que
resultan habituales, han pasado a parecer esenciales y se esfuerzan en transportarlos a la
interpretación de otras concepciones, aún las muy alejadas en el tiempo y la distancia.

Dharma, no designa más que una “manera de ser” o si se prefiere la naturaleza esencial de un
ser, que comprende todo el conjunto de sus cualidades o propiedades características y que
determina la manera en que ese ser se comporta en su totalidad o en relación a cada
circunstancia en particular. Esta noción se puede aplicar no sólo a un ser individual, sino a una
colectividad, una especie, a todo el conjunto de seres de un ciclo cósmico o de un estado de
existencia o al orden total del universo.

Dharma es por tanto la conformidad con la naturaleza de los seres. Es el principio de orden y
organización interior para un ser o conjunto de seres. En este sentido se opone a karma, en el
sentido de que karma es la acción exterior de los seres, ordenada según el principio del dharma y
los estados y relaciones que se desprenden de ello.

Lo que se considera adharma, no sería ni el pecado ni el mal, en un sentido moral, sino


simplemente la no conformidad con la naturaleza de los seres, el desequilibrio o ruptura de la
armonía. En el orden universal, que es la suma de todos los desequilibrios particulares, nunca se
podría romper el equilibrio, pero a nivel particular, sí se puede concebir el desequilibrio y no es
necesario recurrir a ningún término moral para calificarlo como contrario a la ley de la armonía.

Por tanto se puede también aceptar la palabra “ley” a condición de desproveerla de cualquier
sentido moral, para traducir el término dharma.

Esta “ley” se puede considerar como el “querer universal” (o “volición universal”). La expresión de
esta volición para cada estado de existencia manifestada, se denomina Prajapati o “Señor de los
seres producidos”. En cada ciclo cósmico o manvantara este querer universal se manifiesta como el
Manú que da a ese ciclo su propia ley. Por tanto Manú no debe ser considerado como un ser
legendario, es simplemente la designación de un principio, que según la raíz “man” sería la
“inteligencia cósmica”, o “pensamiento reflejado del orden universal”.

Este principio es considerado como prototipo del hombre, llamado mânava que significa ser
pensante. Por tanto la concepción de Manú es equivalente al “hombre universal” de la Kabbalah y
del esoterismo musulmán y al “Rey” del taoismo.

Al igual que Vyâsa no designa a un personaje histórico sino a una función histórica (la de la
escritura de los Devas). En este caso Manú se trata de una función cósmica.
En resumen, la ley de Manú para un ciclo o una colectividad cualquiera es la observación de las
relaciones jerárquicas naturales que existen entre los seres sometidos a las condiciones específicas
de esa colectividad.

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